tres días con silvio rodríguez - 1990

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Revista Miss 17 del 18 de abril al 1 de mayo 1990

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Page 1: Tres días con Silvio Rodríguez - 1990

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Le seguimos como si fuéramos susombia y la misión se tornó agotadoray, a ratos, desilusionante. Pero hoypodemos contarles con muchaverdad algo que casi nadie puede:cómo es este trovador moderno pordentro,

Faltaba una hora apenas parael aterrizaje en Santiago. Afuera,todo estaba oscuro y una porfia-da tormenta mojaba las ventanasdelViasa 940, que ya cumplía ca-torce largas horas de vuelo desdesu despegue en La Habana. Conun vaso de ron en la mano, SilvioRodríguez buscó un asiento reti-rado de la comitiva oue le oarecíademasiado bulliciosa para su es-tado anímico. Estaba tan cercade Chile y había pasado tantotiemoo... La emoción fue en au-mento y oasi con sobrecogimien-to. le comentó al buen comoatrio-ta que lo había seguido hasta suasiento. Así, ambos iniciaron lasañoranzas:

-Hermano -dijo Silvio- esto esincreíble. Han oasado dieciochoaños desde la última vez -su mi-rada insistía en cobiiarse alláafuera, casi en hipnosié- ¿Sabesqué recuerdo de Chile? Que íba-mos caminando por una calle conPablo Milanés y Noel Nicola. En-

tonees, nadie nos conocía. Char-lábamos alegres porque íbamos anuestro lugar favorito, a Ia Peñade los Parra. Recuerdo que depronto hubo un alboroto tremendo

y vino la policía que perseguía alos opositores y cayó una y otra yotra y otra bomba lacrimógena,chico, y de pronto no vimos másnada, ninguno de los tres, y sóloatinamos a tomarnos del brazopara ayudarnos, No podiamosrespirar y era una locura de sire-nas, agua y gritos. Al llegar a la

esquina, a ciegas, nos caímos lostres. Sentimos impotencia y sole-dad, no teníamos a nadie conoci-do a mano. Con esfuerzo abrí losojos y vi humo, hermano, muchohumo... Es lo que se me quedógrabado. EI humo y esa especiede niebla de Santiago...

-Por eso la canción, hermano,"Santiago de Chile". Creí que eraoor el bombardeo a La Moneda.

-Esa sensación primera y lo deLa Moneda se me entremezclaroncuando me enteré oor las noti-cias. "Allí entre los cerros, tuveamigos / que entre bombas dehumo eran hermanos. / Allí yotuve más de cuatro cosas / que

siemore he deseado...",Silvio Rodríguez habla poco y

sus grandes ojos color miel pre-

fieren observar a reír. Y esta con-versación, confidente e íntima,sólo pudo darse ante la presenciade un buen amigo y de la proximi-

dad a Santiago. El avión aterrizó a

las 3r15 de la madrugada del 29de marzo. EI nerviosismo entre las

aproximadamente ciento cin-cuenla Oersonas oue se encon-traban en el aeropuerto, entre pe-

riodistas, gráficos, camarógrafos,público y coordinadores del artis-ta, subió al grado máximo. Pero,

oh desilusión, se nos advirtió que

no hablaría con la prensa. Nosescurrimos al interior y escucha-mos cuando le advertÍan que ha-

bía demasiada gente, que mejorlo sacaban por una puerta lateral,"No, no, quisiera salir por dondeestán todos, siempre que no les

cause problemas". No habló casi,miraba anonadado, hasta que depronto ubicó a lsabel Parra, sugran amiga, se acercó para abra-zarla, Luego, su comitiva le cer-có tan estrechamente que duda-mos que haya tocado el piso,

Casi en vilo lo llevaron hasta el

Peugeot 504 de color celeste dis-puesto para su uso. Desde el pa-

rachoques le preguntamos cómose senlía y contestó aturdido ybajito: "Feliz, muy feliz, buenasnoches, muchas gracias". El ve-hículo oartió chirriando neumáti-cos, escoltado por dos vehículos,uno de los cuales era un furgón

Sobrecogido, el poeta en casadel ooeta.

Page 2: Tres días con Silvio Rodríguez - 1990

de Carabineros. Todos se enca-minaron hacia la Reina Alta, don-de se le había arrendado una par-

cela oara estar cerca de la cordi-llera, como él solicitara. Entreamigos chilenos y cubanos, seguitaneó hasta pasadas las sietede la mañana. Le quedaba el

tiempo justo para dormir y repo-nerse del viaje y las emociones, Alas tres de la tarde lo esoeraba laprensa.

Levantarse no fue fácil, porquealgunos desacuerdos entre susrepresentantes le hicieron decidirabandonar la parcela de ensue-ñ0. "Hay cosas que no me gus-tan, chico, cosas que no estanmuy claras y yo me voy al hoteldonde está el resto de mis com-pañeros". Con monos y petacas

se subió al Mercedes blanco desu amigo Fernando Meza, almor-zó en el barrio Bellavista y llegóuna hora y media tarde a la confe-rencia de prensa en el hotel Gale-rías de la calle San Antonio. Se

instaló en la habitación 1209, dedonde no se moverÍa hasta supartida.

coordinador se disculpó porque"pensamos que la conferenciaera a las cuatro y no a las tres...""¡Y por eso llegamos a las c¡n-col", gritó Silvio, con la única car-cajada que se le escucharÍa du-rante toda su estada. Por un ladonos acercamos a un ¡ntegrantedel grupo lrakere que lo acompa-ñaba. Con abierta curiosidad y

arriesgándonos a un regaño lepreguntamos qué tenía Silvio enel vaso a las cinco de la tarde."Roncito cubano, chica". "¿A estahora?". "A cualquiera, coño; loscubanos lomamos ron slempre.Cuando hablamos de política, deamistad, cuando conquistamosuna muler o cuando alguien estácon la prensa -se ríe-, es parte

de nuestra cultura".De vuelta en nuestro asiento

nos concentramos en la respues-

ta de S¡lvio a un diario:",.. y yo

nunca dije que vendría a Chilesólo cuando hubiera un gobiernodemocrático, Tanto así, que unavez traté de entrar clandestina-mente, Sí, para que tú veas. Así

eran mis deseos de venir", Anuestro turno, le hacemos una

-Todo lo que me mencionas,Doroue son versiones distintas deuna misma motivación: la sensibi-lidad humana frente a la vida,Cuando niño quería imitar a lospoetas, me gustaba mucho lapoesía. Y me empeñé y me empe-ñé tanto que conseguí que mellamaran ooeta. Y serlo no es másque transmitir lo que diente cual-ouier ser humano. Y la músicabusca, por su parte, lo mismo: lle-gar a esa parte que todos lleva-mos dentro, si no, ¿cómo se co-munica la poesía y la música si noes sintiéndolas?

El viernes, Silvio amaneció es-oecialmente inquieto. Era el díadel ensayo, la lluvia había pasadoy el concierto se haría de todasformas. Preguntó cuánta gente

iría. "Todo el estadio estará lleno

-le dijo alguien de su comitiva-,setenta mil personas". "Que no fa-lle nada, chico, ni el audio, ni las

luces, debes poner más". "Silvio,

pediste ciento veinte y tendremosmás de doscientas. Todo saldrábien'. 01alá, chico. ojalá. Ouieroque todos se s¡entan contentos,no quiero fallarle a nadie. Hay que

comparte sagradamente todo eltiempo libre que tiene, incluyendolos fines de semana, porque esseparado. "Ni te imaginas lo buenoadfe oue es -nos cuenta un

compañero de delegación-. A ve-ces lleva al más chiquito a jugarcon mi hija, ambos tienen más omenos cuatro años. Y está atentoa los más mínimos detalles. Pare-ciera despistado, pero no. Ahoritaen la tarde me preguntaba quedónde podría comprarle una gui-tarrita al chico, que le acompaña-ra a buscar una..."

Confidencialmente, nuestra re-vista tenía una cita con Silvio Ro-

drÍguez para el viernes 30 demarzo en la noche, luego del en-sayo. Nos reuniríamos a cenarcon él en un restorán del banioBellavista, Quedamos de luntar-nos en el estadio a las 1.1 de lanoche, Esperamos pacientemen-te, mientras lrakere ensayabaduro y nosotros conversábamoscon su manager cubano, TitoMárquez, además de su amigo y

coordinador chileno. De pronto,

todo se alteró: minutos antes ouesaliera Silvio, desde una elevadatorre al costado derecho del es-cenario, un asistente cubano deiluminación se desplomó, que-brándose violentamente la tibia y

el oeroné. La herida era imoresio-nante y todos coníamos solicitan-do la ambulancia, que llegó enveinte minutos, "Que no se entereSilvio, hombre, que no se entere",rogaba Márquez a FernandoMeza, "No, no, si le distrajimos enel camarín mientras sacábamos al

herido. Tú tampoco vayas a decir-le nada esta noche ¿eh?", nos so-licitó. Ante nuestra cara de inte:nogación, Tito Márquez explicó:"Ni te imaginas lo sensible que

es. Tanto, que si se entera va adelar el ensayo, tu comida y todoy va a partir a la posta o al hospi-tal, dondequiera se encuentre esechico, y el resto del tiempo sólo leimportará eso. Y del concierto demañana, sabe Dios. Promesa, porfavor no le digas". Y lo prometi-mos. Por eso, con atraso y todo,partimos con un Silvio con carade inocencia en una caravana decuatro autos. Uno de los de sucomitiva nos detuvo brevementeen el camino para solicitarnosque por favor no hubiera gente ala entrada del restorán. Tratamosde evitarlo, pero siempre hubouna qurncena de personas que seencontraban en la parte ba1a. Se

levantaron espontáneamentepara aplaudirlo respetuosamente

I

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Si acercarse a él para la mayo-ría fue una odisea, sacarle fotospara los reporteros gráficos nofue menos, Tirones, enojos, que

es m¡ turno, que no lo es, que estemedio ya sacó, que apúrense, or-denaban, desordenadamente, al-gunos representantes. Silvio, sen-tado en un silloncito se hallaba ensilencio, pero evidenciaba unagran molestia, manifestando cla-ramente la escasa disoosiciónpara la publicidad que tiene.'¿Qué le pasa? -preguntamos aun amigo cercano-, Se diría quefrente a la prensa está furioso"."El es así. No es que tenga rabia,más bien se siente muy cohibido,muy incómodo, hasta avergonza-do, diría yo". "Pero a estas alturasde su oooularidad debiera estaracostumbrado". "Creo que nuncase va a acostumbrar... Cuandocamina por las calles de La Haba-na a nadie llama la atención, aunsiendo famoso. Y cuando sale delpaís todo esto lo desubica, A loque nay que sumane que es ex-tremadamente tímido, lo fue deniñ0, yo me recuerdo, como sufamilia, que es alegre, pero reser-vada". Nos acercamos y le rega-lamos nuestra revista. "Gracias",

dice lacónico.Con esfuerzo, suponemos, hizo

gala de buen humor en la confe-rencia de prensa. Y cuando el

pregunta íntima, Nos mira directoa los olos y profundamente, comohace é1. Se concenlra con respe-to, junta las manos y se emPinaatento sobre e asienlo. Nos ha-

bían dicho que era atractivo, que

tenía un carisma muy especial, in-

definible. Al mirarlo, entendemosque tal cual,.,

-Silvio, la poesía que tú cantas

es tremendamente abarcadora.Lleoa a todas las áreas deloue-hacer v del sentir. Qulslerasaber oué bs lo oue en tu interiorgatilla de manera especial tu

creación poética. ¿Es el amor Poruna mujer -lo miramos con insis-

tencia para ver si pestañea, Peronada-. ¿O es lo político? ¿Talvezel dolor de un hermano?

hacer ese ensayo y bien. ¿A qué

hora es? ¿No lo podemos adelan-tar?" . " A la tarde, Silvio, tranquilo".En uno de los pasillos del hotelpasa al lado nuestro. Le pregun-tamos si se siente solo. "¿Solo?

-sonríe turbado-. No, no. Sólopienso en el concierto, nada más.Es todo muy emocionante para mí

¿me comprendes? No sé con qué

me voy a encontrar". "Con setentamil personas -a lo menos- eufóri-cas con lu canto". "¿Tú crees esode verdad, chica? Ojalá'. Levantala mano mienlras lo introducen en

un ascensor. Pensamos que sÍ,que sí se debe sentir solo, preslo-

nado por su presentación y solo.Porque allá lejos están sus cuatrohijos, a quienes adora. Con ellos

Alcanzó a caminar sólo tres metros...

Page 3: Tres días con Silvio Rodríguez - 1990

ifrtcl*f'y/cuando el artista bajó del Merce-des blanco, Caminó tres metrosescoltado oor nuestros oeriodis-tas y de pronto, sin decir nada,giró sobre sus talones y corrió ha-cia el auto, desapareciendo en un

santiamén. En el segundo piso,

donde lo esperábamos en oriva-do, la desilusión fue mavúscula.Nadie entendía nada pero, encualquier caso, su conducta noera aceptable. En vano espera-mos su regreso hasta las tres dela madrugada. HabÍa desapareci-do incluso del hotel. Nuestra desi:lusión aumentó, así como el eno-jo, por este poeta cantor que yano nos pareció nada de sensi-ore..,

Durante el sábado 31 día delconcierto, el artista reaccionó demanera muv sororendente. Des-de las 10 dé la mañana dispuso asus dos más cercanos colabora-dores para ubicar al equipo deMiss 17 y disculparse por la huidade la noche anterior. Y nos hizollegar el siguiente mensaje: "Dí-ganie a esa gente que quiero dis-culparme personalmente conellas. Yo no quise ni ofender ni

herir a nadie; vi gente, flashazos yme asusté pensando oue todoera publicidad y eso no me gusta,Me equivoqué y quiero asegurar-me oue me acomoañarán maña-na en un asado en ia Viña Conchay Toro en Pirque. Estaré esperan-do la respuesta".

Le avisamos que iríamos, ¡te-níamos que reconciliarnos con suimagen iniciall

Llegó el concierto y en los ca-narines nos mantuvimos a distan-cia porque estaba más tenso quenunca, más ser¡o que nunca. másduro en su mirada que nunca, El

programa era archisabido, tantopor él como por lrakere, pero alparecer no bastaba. A aigunosn iembros de la delegación cuba-na se les ocurrió descargar ten-siones sacándose fotos. Menosma', porque el ambiente era temi-ble. Y con "yo me saco contigo.nhinn" "nr ro ¡Árroto nr ro nn r,- toY aalcanzar a salir", 'que mira la cari-ta de Silvio", éste logró sonreír yrelajarse, Todos tomaron su ronci-to y conversaron de esto y de lo

orro, De pronto Silvio miró el reloj,deió el vasn v d in 'Ya va es, g|

]

hora". Faltaban diez minutos aún0ara las 21:30, hora señaladapara e1 inicio, Más de cien milpersonas lo esperaron de pie en

"Estos sonregalos de perdón"nos dijo, contento.

ovación y se dio comienzo al que,según todos los medios, ha srdoel mejor recital efectuado nuncaallí. Nadie supo que, en un gestoque le identifica mucho, alterócompletamente el programa decanciones.'Necesitaba comuni-carse mejor con el público", expli-caron después. Era todo lo quebuscaba. Lo logró, porque des-oués de tres horas v media deactuación nadie quería irse, ni loscarabrneros.

Ese asado fue de tensión. El

sentirnos "especialmente" invita-dos por Silvio, sentarse en unamesa "especialmente" ubicadafrente a la suya y esperar un mo-mento "especial" para hablar conél no relajaba a nadie. Tratamosde entretenernos y lo logramos amedias, escuchando a CeciiiaEcheñique, que le cantó "a cape-lla"; a Alberto Plaza, quien le dijoa Silvio que era su maestro: al

Felo, humorista que lo hizo "sal-tar" de risa; al Temucano, su granamigo, y a Eduardo Gatti, conquien cantó a dúo su canción pre-dilecta, "Los Momentos". Depronto, su manager se nos acer-có para pedirnos nos reuniéra-mos a solas en un lugar aparte detodos. porque Silvio quería ha-

blarnos. Y llegó a nosotros: "Quie-

rr: disculparme -juntó sus manoscomo en plegaria-, por favor, yocreí que era publicidad. No meinformaron bien. No quiero ofen-der a esta Miss -refiriéndose a larevrsta- y ouiero que aceptenunos regalos, Son regalos de per-dón". Personalmente entregó dis-cos y poleras. A los veinte minu-tos de conversación lo vinieron abuscar los invitados. '¿Estoy per-

donado?", preguntó. "Sí que sí",dijimos. Y tomó nuestras manos ylas apretó fuerte. Al poco rato vol-vÍa a Santiago. Nosotros nos que-damos para tomar el aire oue nosestaba faltando por los nervios, Aparte de su equipo de cine, lecomentamos oue lo oerdonába-mos pero oue no lo entendíamosmucho que dijéramos. "A él siem-pre le han asustado las multitudesy las aglomeraciones de público.Para nosotros es notable quehaya hecho esto con su revista.Sólo ha pedido estar a solas conlsabel y con ustedes. De verasestaba muy preocupado', Des-pues nos enteramos oue enCuba, en más de una oportuni-dad, molesto o por nervios, aban-donó el escenario abruptamenteluego de la segunda o terceracanción. "Poeta al fin", pensamosal regresar a Santiago.

El lunes por la mañana, junto asu delegación, visitó en La Mone-da al Ministro Secretario Generalde Gobierno. Enrique Correa,donde obtuvo el oermiso esoecialpara visitar el día martes a lospresos políticos. Por la tarde, di-vertidos le vimos salir disfrazadocon un jockey, espejuelos y bigo-tes "como si nada", desde el hotela una gran libreria, Compró todolo que pudo. Se fi1ó especialmen-te en los tLtuios de Ray Bradbury,su escritor favorito. Revisó uno auno los títulos de ciencia-ficción,su debilidad.

Nosotros aún teníamos otracita, fijada para el martes a lasdos y media de la tarde en suvisita a la casa de Pablo Neruda,en lsla Negra. Le esperamos en-tumidos, pero fielmente, mientrasalmorzaba en el restorán "Che

Camilo" de El Quisco, disranrecuatro kilómetros. Lo vimos apa-recer como a las cinco de la tar-

de, rodeado estrechamente,como de costumbre, por su comi-tiva, por el público y por periodis-tas. Sólo esta rev¡sta había sidoinvitada a entrar. Nos ubicamosen un rincón, respetando la intimi-dad del momento del poeta encasa del ooeta. Le observamos ensilencio desplazarse sumido enquizás qué meditaciones, rodea-do por la gente de la FundaciónNeruda. El resto, sus más cerca-nos, permanecieron lelos en losjardlnes o allá abajo en la playa.Durante setenta minutcs, prácti-camente sin hablar, recorrió so-brecogido pieza a pieza de lacasa, se admiró con su estudio,con los mascarones del livingcon el torreón y su vista; con labiblioteca, la Sala del Mar -dondeleyó cartograf ías antiguas-, sefascinó con la colección de cara-colas y con los instrumentos náu-ticos para finalizar firmando el li-bro de vjsitas. "¿Cómo va?", lepreguntamos al pasar por nuestrorinconcito, "Emoción, siento mu-cha emoción de estar aquí, imagí-nate, yo que vengo de tan lejos,nro ln cnñÁ trntñ "

Los sueños del poeta cantor lle-gaban a su fin, Quedaba sólo undÍa para cumplir el último: com-prar la guitarrita para el hijo pe-queñ0, El miércoles por la nochefue invitado por Televisión Nacio-nal al programa "Sin Protocolo",de lgor Entrala, pero no llegó. Sumanager explicó que estaba res-rfl400,

Los que le vrmos partir, a lascinco de la mañana del jueves 5,lo notamos bastante decaído,Mientras dedpegaba el avión,preguntamos a un coierráneo siera por pena, por la gripe o por laguitarrita. "Por gripe con pena",nos contestaron, "porque la guita-nita ya la lleva en su equipaje'. i!¡

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