transcripción homenaje a Óscar acosta 2007

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Carrera de Letras – Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula UNAH-VS HOMENAJE A ÓSCAR ACOSTA POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE POESÍA MENOR, EN EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DE SAN PEDRO SULA. 12 DE DICIEMBRE DE 2007 Transcripción: Néstor A. Pérez 01 de abril de 2015 Voz de Ó. Acosta: min 17:36.08 a min 1:33:06.36 Lectura Poesía Menor: min 27:19.30 Preguntas y respuestas: min 39:25.93 Que muy buenas noches haya a todos. En primer lugar quiero agradecer a la división regional de cultura, del ministerio [Secretaría] de Cultura, Artes y Deportes, la invitación que me ha formulado. En segundo lugar, la presencia de todos ustedes, muchos de ellos, rostros amigos y rostros queridos, y también a esta atmósfera simpática en este edificio, que ha visto tantos personajes, extranjeros y nacionales, por permitirnos congregarnos frecuentemente en días como éste. [18:28.80] Veo rostros amigos, como mi querido compañero de lides universitarias y de ambiciones de jóvenes, que es don Aníbal Delgado Fiallos. Está también… bueno, sería incontable enumerar tantas personas de mi amistad. Y quiero también hablar unos segundos del Padre Fausto, que venido de tierra insular y radicado en San Pedro Sula, fue uno de los motores de la cultura y de la poesía hondureña, con esos coloquios que se le daba frecuentemente y con la revista que salía periódicamente impresa en San Pedro Sula. [Inicio de su labor poética: 19:34.00] Quiero iniciar mis palabras –y como se trata de un programa o de una actividad que se llama Poesía Contada– decirles que yo pertenezco a la generación poética hondureña de 1950, porque en esa época fue 1

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Page 1: Transcripción Homenaje a Óscar Acosta 2007

Carrera de Letras – Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de SulaUNAH-VS

HOMENAJE A ÓSCAR ACOSTA POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE POESÍA MENOR, EN EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DE SAN PEDRO

SULA. 12 DE DICIEMBRE DE 2007

Transcripción: Néstor A. Pérez01 de abril de 2015

Voz de Ó. Acosta: min 17:36.08 a min 1:33:06.36Lectura Poesía Menor: min 27:19.30Preguntas y respuestas: min 39:25.93

Que muy buenas noches haya a todos. En primer lugar quiero agradecer a la división regional de cultura, del ministerio [Secretaría] de Cultura, Artes y Deportes, la invitación que me ha formulado. En segundo lugar, la presencia de todos ustedes, muchos de ellos, rostros amigos y rostros queridos, y también a esta atmósfera simpática en este edificio, que ha visto tantos personajes, extranjeros y nacionales, por permitirnos congregarnos frecuentemente en días como éste. [18:28.80] Veo rostros amigos, como mi querido compañero de lides universitarias y de ambiciones de jóvenes, que es don Aníbal Delgado Fiallos. Está también… bueno, sería incontable enumerar tantas personas de mi amistad. Y quiero también hablar unos segundos del Padre Fausto, que venido de tierra insular y radicado en San Pedro Sula, fue uno de los motores de la cultura y de la poesía hondureña, con esos coloquios que se le daba frecuentemente y con la revista que salía periódicamente impresa en San Pedro Sula.

[Inicio de su labor poética: 19:34.00] Quiero iniciar mis palabras –y como se trata de un programa o de una actividad que se llama Poesía Contada– decirles que yo pertenezco a la generación poética hondureña de 1950, porque en esa época fue que yo me senté a escribir poesía a la edad, bueno, de dieciséis o diecisiete años. A esa generación de 1950 pertenecemos: David Moya Posas, poeta y cuentista; Pompeyo del Valle, narrador, periodista, poeta; Adolfo Alemán, cuentista, y Armando Zelaya. Es que, estos cuatro compañeros de quienes hablo, integramos un grupo que se reunía frecuentemente en las oficinas de la revista Tegucigalpa, en la tercera avenida de Comayagüela, revista semanal que era dirigida por Alejandro Castro y fundada por su padre don Alejandro Castro Zelaya. En esta revista nos congregábamos frecuentemente todas las tardes e intercambiábamos ideas, revistas que nos llegaban del extranjero y libros. Quiero decir que en ese tiempo –estoy hablando de 1950– existían muy pocas librerías en Tegucigalpa y cuando llegaba una novedad, el nombre de ese libro corría de boca en boca y lo íbamos a buscar. Era el tiempo en que las obras de Pablo Neruda, de Porfirio Barba Jacob y otros autores iberoamericanos llamaban nuestra atención, particularmente los poetas españoles de la Generación del 27, entre los que estaban, como ustedes saben, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico

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García Lorca, Jorge Guillén, etcétera… y, como el rector máximo de la poesía y el autor que nos congregaba y que leíamos con mucha frecuencia, era Rubén Darío. Eso era nuestro ícono –para nosotros sí–, y cuando encontrábamos alguna revista española, que llegaba a Tegucigalpa algún estudio o algún nuevo enfoque, algún nuevo asedio a la persona y obra de Rubén, entonces esa era la comidilla del día y nuestro diálogo. [Acosta en Lima: 22:31.83] A la edad de diecinueve años fui nombrado Secretario de la Delegación de Honduras en el Perú y viajé a la ciudad de Lima, encontrando un ambiente completamente diferente a Tegucigalpa, como es lógico. [22:49.36] Lima había sido violentada porque tenía un movimiento cultural extraordinario. Ahí encontré a tres poetas amigos que me llevaban unos diez años más de edad –yo tenía veinte años, ellos tenían ya más de treinta– y eran Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren. Ellos fueron los que me introdujeron en la poesía moderna y me dieron sus consejos. Yo los miraba frecuentemente en una tertulia semanal que se llamaba Ínsula, y ellos me aconsejaban lecturas y me consideraban pues, una persona que quería conocer mucho la poesía iberoamericana. [Borges: 22:43.76] Sebastián Salazar Bondy fue la primera persona que me habló a mí de Jorge Luis Borges, por ejemplo. Él había vivido en Buenos Aires, era quien recibía orden del teatro, [23:57.16] había vivido cinco años en Buenos Aires y entonces me dijo: «Óscar, te recomiendo que leas ese escritor extraordinario argentino», que era Jorge Luis Borges. Lo que hice es que fuimos a la librería de Juan Mejía Baca en la calle de Lima que se llama Azángaro [calle Huérfanos del jirón Azángaro] a comprar los cinco libros de Borges que estaban en los anaqueles. [Generación del 50 peruana: 24:21.00] Entonces, me integré en los seis años que yo viví en Lima, Perú, a la generación también de 1950 de Perú, que integraban poetas como Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Francisco Bendezú, Alberto Escobar, y otros escritores que trascendieron mucho y que son muy conocidos en las letras suramericanas. [Publicaciones en Lima y Poesía Menor: 24:50.00] En estos seis años en Lima publiqué un opúsculo, un largo poema que se llama “Responso poético al Padre José Trinidad Reyes” [Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes, (1953)], que salió con motivo del centenario de la muerte del presbítero. Después publiqué el libro El arca en 1955, y después, según veo aquí en un viejo ejemplar de Poesía Menor que dice que este libro apareció, o se terminó de imprimir el 10 de diciembre de 1957, Año de Juan Lindo, en los talleres de la Imprenta Atlántida, Jirón Arica 755, Lima, Perú; es decir que este libro está cumpliendo hoy cincuenta años con dos días. [25:55.52] Esta es una poesía influenciada por la lírica de su tiempo, no solo por los poetas peruanos, sino que también por poetas colombianos como Fernando Charry Lara, y por poetas ecuatorianos, chilenos, que yo leía mucho… [26:17.33] Entonces, yo creo que un libro también es una suma de lecturas, y como dice Borges: “No me pregunten lo que yo he escrito sino que lo que yo he leído” [“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; / a mí me enorgullecen las que he leído.” Fragmento del poema “Un lector” del libro Elogio de la sombra (1969)]. [Sobre Poesía Menor: 26:30.30] Este es un libro de 25 poemas que aquí en Honduras pasó en una forma desapercibida, porque no era “la ruta” de la poesía hondureña en ese tiempo. Esta poesía se apartaba de la poesía tradicional nuestra.

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Un crítico novelista español fue el que dio en el clavo con esta poesía en un comentario que publicó en esos días en el periódico EL TIEMPO de Bogotá: él estaba exiliado en Bogotá, su nombre es José Manuel Caballero Bonald y escribió un comentario muy certero sobre Poesía Menor.

[Lectura de Poesía Menor: 27:19.30] Voy a leer unos poemas de Poesía Menor para crear una atmósfera relacionada con este libro. Voy a leer unos tres poemas… Sebastián Salazar Bondy los llamó a estos poemas… que era un libro sobre “los seres y las cosas”, en una forma muy simple y creo que acertó en eso. [“El rostro”: 27:52.90] El primer poema que voy a leer se llama “El rostro”… y dice así: [28:01.60] De tu rostro purísimo y resplandecientesurge una luz silenciosaque todo lo desnuda, descubre paraísos y mares de ceniza, oculta sombras con su bella campanay vuela como un pájaro. Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,tratar de ignorarlo es vivira ciegas, dando tumbos;no es necesario volver a decirque tu rostro nos promete un reinoen un universo inmóvil y destruido.

[28:52.20] Algunos críticos peruanos de poesía en el diario La Prensa de Lima, como Jorge Luis Recavarren: habló sobre el libro y comentó de forma particular este poema sobre el teléfono, que es un aparato sin ningún atractivo poético. Pero si Neruda le ha cantado a la cebolla, a los zapatos viejos, ¿pues por qué no podría yo escribir, que era un lector de Neruda también? Estaba yo obsesionado en poner un poema al teléfono. El texto es el siguiente:[“El teléfono”: 29:38.40]Suena el teléfono y tiembla su cuerpo desnudo. Viene tu voz amada atravesando mares y países, lejanías y olvidos,hasta llegar a mí, a nuestra habitación empobrecida por el recuerdo, alegrando las hojas del jardín, tocando las páginas de tus libros dorados, limpiando el rocío acumulado en los cristales y transformando, por una gracia tuya, el teléfono en una rumorosa flor.

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[30:32.72] Aquí hay un poema que le gusta mucho a Armando García, que se llama “Los amantes” [risas]… El texto es el siguiente: [“Los amantes”: 30:44.96]Los amantes se tienden en el lechoy suavemente van ocultando las palabras y los besos.Están desnudos como niños desvalidosy en sus sentidos se concentra el mundo.No hay luz y sombra para sus ojos apagadosy la vida no tiene para ellos forma alguna.La cabellera de la mujer puede ser una rosa,extenuada, o un río de agua astuta.El fuego es solamente un golpe oscuro.Los amantes están tendidos en el lecho.

[31:42.08] Yo he escrito muchos poemas para animales, y en este libro de Poesía Menor hace 50 años escribí un poema al caballo, después he escrito poemas para un gato que tenía una hija mía y que se murió, después para los búhos de Copán, después para las tortugas de Copán y para otros bichos que pululan por el mundo. El texto de este poema es breve y dice así:[“El caballo”: 32:19.68]El caballo tiene una sonrisa claraenternecida por sus lágrimas. Tieneuna emoción aprisionada entre sus músculos,un temblor en la crin violenta y transparente.El caballo golpea el corazón terrestre.Las bellas mujeres no ven al hombre galopantey admiran simplemente al lustroso caballo.

[33:02.80] Cuando algún crítico habló de la poesía para “los seres y las cosas”, aquí hay un poema para la casa. Dice así:[“La casa”: 33:15.60]La casa sólo tiene una puerta para entrary no se vuelve a salir de ella, porque nos rodean sus lámparas, sus muebles, sus perros cariñosos, el olor a cedro, su música de fondo, el bondadoso retrato de mamá, el jarrón de perennes rosas, la antología de la poesía universal, la vajilla incompleta para siempre, el reloj que nos regaló un tío ausente y el amor de todos aquellos que nos esperaron en el hogar. [Aplausos]

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[Secretario de Embajada en Perú y Jorge Federico Travieso: 34:11.84] Tuve un amigo entrañable, hondureño, poeta: es Jorge Federico Travieso. Él era Secretario de la… él era el Agregado Cultural de la Embajada de Honduras en México en 1951, y en sus frecuentes visitas a Tegucigalpa yo lo visitaba donde sus tías, allí en la calle de El Olvido, y eran unos días que nos daban rompopo y mistelas porque él siempre venía para la navidad. Entonces, Jorge Federico me dijo: «Óscar –me dice– ¿por qué no te vas a México como Agregado Cultural? Yo voy a cesar en el cargo –dice– porque me van a nombrar Secretario de la Embajada de Honduras en Río de Janeiro», entonces yo hablé con el Presidente de la República, que era el Doctor Gálvez y le dije que yo tenía interés en ir a México, y con el Ministro de Relaciones Exteriores, don J. Edgardo Valenzuela; entonces me dijeron como dicen los políticos: «Bueno, vamos a pensarlo y ahí le vamos a avisar». Posteriormente me llamó el Canciller y me dijo: «Mire, joven Acosta, fíjese que ya no se va poder ir a México –dice– porque ese cargo se lo hemos dado a la viuda del poeta Alfonso Guillén Zelaya, doña “Chabelita” Alger de Guillén Zelaya, entonces –dice– le estoy ofreciendo la Secretaría de la Embajada de Honduras en el Perú». [33:53.04] Entonces yo en vez de irme al norte me fui al sur, y pensaba quedarme poco tiempo y me quedé seis años porque así es la vida. Jorge Federico viajó conmigo porque él iba para Brasil, yo iba para el Perú… y viajamos de Tegucigalpa, llegamos a Panamá, después yo me quedé en Lima y él siguió para Santiago de Chile, Buenos Aires y Río de Janeiro porque él no conocía las capitales y quería conocerlas. Mi sorpresa fue muy grande cuando un año después, en 1953, me escribe mi padre de Tegucigalpa a Lima y me dice: «Siento mucho lo de tu amigo Jorge Federico y su trágico fin». En aquel tiempo no existía internet, así es que, las comunicaciones eran dificilísimas, los periódicos también me llegaban por correo, y se tardaba el correo de superficie dos o tres meses; la Cancillería no tenía Departamento de Información y Prensa en ese tiempo, así es que uno estaba desconectado de Tegucigalpa. Entonces, el hecho es que Jorge Federico, a los 36 años se suicidó en una forma muy dolorosa con una hoja de afeitar: se cortó la yugular. Entonces yo le escribí la siguiente elegía. “El nombre bajo la hierba”:[“El nombre bajo la hierba”: 37:27.84]Posiblemente su muerte flagela los jardinesy hace más dolorosa la acostumbrada misión de la ceniza.No sé, pero el recuerdo es a veces tenazy avanza entre los seres y las cosaspara volver lo desaparecido a la luz tibiay dilatar el claro volumen de su nombre.Desconozco personalmente su cadávery éste es legible en el aire del sury en el estuario vivificado por los peces.La referencia es vaga pero su desmembrado cuerpose extiende a la íntima codicia de la espuma.Si lo hemos de recordar pensemos, sí, pensemos

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que su ausencia nos provoca una decidida tristezay que su canción está en el aire de Hondurasy en los instrumentos sencillos y fieles que la forman.Pensemos que su corazón crece bajo la hierbay que su llama se interrumpió súbitamente.El sueño, mientras tanto, escribirá su biografía.

[39:02.08] Estos son algunos de los poemas contenidos en ese libro que ha cumplido cincuenta años en este mes, que se llama Poesía Menor. [Aplausos]

[Preguntas y respuestas: 39:25.93] Que decía Mario Gallardo que la segunda etapa de este programa consiste en preguntas y respuestas: preguntas del público y respuestas del solitario autor que está en esta mesa. [(39:52.94) 1. ¿Qué recuerda usted de su infancia, especialmente relacionado con su posible orientación hacia la literatura o al arte?; en otras palabras: ¿Hubo algo en su infancia que en alguna medida lo perturba hacia el mundo de las letras?][40:10.46] Sí, mire, yo de muy pequeño visitaba la casa de Alejandro Castro –es Alejandro Castro Zelaya, hijo de Alejandro Castro Díaz, que fue editor del viejo diario El Cronista–, entonces, don Alejandro –que era un hombre muy generoso–, yo le llevé algunos poemas a él y me dijo: «No se apresure, Óscar, que después los poetas se arrepienten de publicar esos versos allá abominables que publican en el inicio», y entonces le hice caso hasta donde pude y me empezó a dar libros de poesía, libros de cuentos. Don Alejandro era cuñado de Claudio Barrera y de Paco Alemán, que fue un protector de las letras muy amigo de Marcos Carías Reyes, hermano también de Adolfo Alemán, que es un cuentista, y también hermano de Luis Alemán, que fue un magnífico periodista y fue Agregado de Prensa en nuestra Embajada en Cuba y después vivió en México muchos años… [Revista Tegucigalpa: 41:20.31] Entonces él, Alejandro, que era unos treinta años mayor que yo o más, fue el que me empezó a dar, digamos, libros de poesía; yo tenía unos diecisiete años y entonces él fue quien me introdujo en ese mundo de las letras; y también allí, en la casa de don Alejandro en Comayagüela, se formaba una tertulia de escritores de 1935. Entonces ahí estaban, por ejemplo, estaba Constantino Suasnávar, su cuñado Claudio Barrera, Óscar A. Flores, Manuel Luna Mejía, Hostilio Lobo y todos esos escritores, algunos de ellos ensayistas, cuentistas, miembros de esa generación. Entonces yo me iba a reunir con todos ellos. También hay que mencionar a otro de los contertulios que se miraba todas las tardes allí tomando café y comiendo semitas de manteca de ese tiempo… Entonces, yo hablaba con ellos y después Alejandro, que era el dueño de la revista Tegucigalpa, que era una revista literaria y también informativa que circulaba semanalmente, salía todos los sábados y se vendía en las calles de la capital, de Tegucigalpa y Comayagüela, por 25 centavos… entonces Alejandro me nombró Jefe de Redacción de su revista. [Labor en la revista Tegucigalpa: 42:51.90] Entonces tuve que entrevistar yo a todos estos escritores, y en la revista hay artículos míos semanales, y entrevistas… y también eso me permitió hacerle

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entrevistas a personajes, principiando con el Presidente de la República, que me parece un hecho insólito, que como diría Pablo García, que un mozalbete de dieciocho años entrevistaba ¡y al Presidente de la República!, porque eso no se ve ahora. El Doctor Gálvez vivía en la Calle del Comercio y una vez yo le dije que lo quería entrevistar y me dice: «Venite mañana a las 4», entonces yo le hice la entrevista, y así como a él a muchos escritores extranjeros que vivían allí en Tegucigalpa, como José de Jesús Núñez y Domínguez [Acosta lo menciona mal: “José de Juan de Núñez y Domínguez”], un gran escritor de México, autor de un libro que no ha sido superado que se llama Martí en México, y que fue uno de los fundadores de una revista muy emblemática, que se llamaba Revista de Revistas, de los que colaboraban, entre otras personas, don Rafael Heliodoro Valle. [44:01.15] Pues ahí fue donde yo manifesté mi querer por la literatura, y ya me metí de lleno en esa selva que son las letras, de la cual no he salido todavía.

[(44:22.88) 2. Ya que ha caminado como poeta… Pero quería saber si ha cultivado otros géneros y en qué otro género se ha sentido cómodo y qué obras: por ejemplo en el cuento, la novela, el ensayo; si ha cultivado esos géneros y dónde se ha sentido más cómodo.][44:44.41] Bueno. Cómo usted sabe, yo he escrito cuento breve, ¿verdad?, y está el testimonio: es el libro que se llama El arca. Pero también me atrapó el periodismo, entonces yo trabajé en un periódico que se llamaba diario El Día: cuando regresé de Lima, en 1958, yo entré a trabajar en un diario que se llamaba diario El Día de don Julián López Pineda, que ya desapareció; entonces trabajé quince años y ese es un trabajo que lo desgasta a uno, porque yo ascendí allí en toda la escala de un trabajo de pianístico: fui primero reportero, pero reportero de calle, que hay que buscar las noticias en los ministerios, y se me dio una fuente que era de la Universidad y el Ministerio de Educación. Después de reportero pasé a Jefe de Información, que es un escalón más; posteriormente fui Jefe de Redacción, que ya es la persona que tiene mucho poder dentro del periódico, y posteriormente, fui Sub-editor. Entonces en esos quince años me tocó hacer de todo: desde un editorial, porque se contrataron muchos editorialistas, pero algunas veces le hacía falta un editorial y me decía el dueño del periódico: «Mire, Óscar, no tenemos editorial», entonces le decía yo: «Bueno, no se preocupe, que voy a escribir sobre tal cosa…» [Sobre revista El Día: 46:21.94] Quiero contar algo referente a diario El Día: se me permitió a mí contratar a escritores para los editoriales y quiero hacer mención de dos de ellos: Medardo Mejía y Ventura Ramos. Los otros editorialistas ya de planta del periódico eran: Víctor Cáceres Lara, cuentista, historiador; Virgilio Zelaya Rubí, periodista muy serio y muy capaz; el otro editorialista era Santiago Flores Ochoa, poeta y narrador también… Entonces, estos dos escritores de vez en cuando o semanalmente editaban un editorial. Y quiero también contar algo: que se les pagaba por editorial en 12 dólares y medio; es decir, eran 25 lempiras lo que se les pagaba por un editorial como de dos cuartillas y media.

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[(47:35.32)] Sí. Diga, Mario. [3. Gallardo: Don Óscar, todos conocemos su experiencia como diplomático, y esto le permitió a usted tener contacto con algunos de los escritores más representativos, sobre todo de la literatura hispanoamericana. Quizás ya conozco algunas, pero nos gustaría que nos refiriera algunas de las anécdotas que usted más recuerda de esas experiencias, de esa etapa suya.][48:04.89] Bueno, yo, como dice Mario, estuve fuera muchos años: viví seis años allí en Madrid, de Embajador, y en Italia estuve doce años, que es un porrazo de años ya. Primero estuve seis años como embajador ante el Gobierno de Italia, y posteriormente, seis años ante el Estado Vaticano, ante la Santa Sede. Entonces, claro, eso permite ver otros horizontes, y en alguna oportunidad yo recordaba a Mario Gallardo que en Madrid, en los periódicos –particularmente en ABC– sale todos los días una cartelera cultural, entonces ahí uno puede ver que en el Círculo de Lectores, por ejemplo, está una conferencia o estaba dando una conferencia, digamos, Pablo Antonio Cuadra; en el Instituto de Cooperación Iberoamericana estaba dando una semana, que se llama “Semana del autor”, digamos, “Tito” Monterroso, de lunes a viernes, y que en otros círculos literarios, por ejemplo, está Mario Benedetti, estaba Carlos Fuentes, estaba Mario Vargas Llosa… Entonces yo, entre los vicios que tengo que son dos –es el de bibliófilo y de tomador de café–, entonces como bibliófilo yo compraba libros de esos autores, entonces por ejemplo, a Jorge Edwards que llega a Madrid entonces le digo: «Mire, don Jorge, soy Fulano de tal…» –«Ah, de Honduras. Sí, sí…» –«Y quisiera que me hiciera el favor de firmarme este ejemplar de Persona non grata», entonces me dice: «¡Hombre, pero esta edición es de las primeras! –dice– Esta ya casi que no se encuentra», entonces me firmaba su libro. Así tengo yo libros firmados de¸ digamos, un centenar de autores, ¿verdad? Digamos, Cuentos completos de Mario Benedetti, y de tantos escritores de todos los países, no sólo americanos sino que también europeos. [Encuentro con Borges en Jerusalén: 50:27.45] Y Mario hacía también referencia a una foto mía con Borges, a quien conocí yo en la Primera Feria Internacional del Libro de Jerusalén, cuando se le dio el primer premio a él en 1971. Después ya a ese premio se han hecho… ya tiene como veinte ediciones porque se da cada año. Y entonces esa es una de las personas más relevantes dentro del mundo de las letras con las que he conversado. [Sobre Heliodoro Valle: 51:01.13] Ahora: el escritor hondureño que más me impactó a mí fue Rafael Heliodoro Valle. Yo lo conocí en 1952 cuando él viajó a Lima a dar unas conferencias, y… su mujer era peruana –doña Emilia Romero de Valle–, y entonces, creo que Heliodoro –además de su conocimiento de autores, de fechas, de datos concretos– era el mejor charlista hondureño que yo he conocido; es decir, una persona inagotable en su expresión, y era característico que en una reunión grande, cuando había un grupo de personas que estaban hablando de algo –unas ocho personas, unas nueve personas–, decía la gente: “Ahí ha de estar Rafael Heliodoro Valle”, porque lo rodeaba la gente debido a su sabiduría y por eso es que la gente que lo conocía le decía allá “el Maestro Valle”, no sólo mexicanos sino que gente de todo el mundo. Y era el escritor más reconocido en ese tiempo: el polígrafo por excelencia y también la figura literaria más importante del siglo XX. [52:22.62] Cuando la Universidad de Honduras

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convocó a un concurso en 1960, yo participé en ese concurso y escribí un ensayo; así que también he escrito ensayos que obtuvieron el primer premio. El Maestro Valle era un hombre de un dinamismo extraordinario y comentábamos hoy que tenía una serie de secretarios que le ayudaban para su columna diaria en el diario el Excélsior de México. Él contrataba escritores jóvenes que llegaban a México de otros países iberoamericanos: por ejemplo allí estaba Alfonso Enrique Paz Barrientos de Guatemala, que era uno de los escritores que él tenía a su servicio, digamos, intelectual; estaba Ernesto Cardenal, trabajó con él, es nicaragüense; estaba Ernesto Mejía Sánchez, otro nicaragüense que trabajaba con él; habían peruanos, más que todo, porque él los contenía y les daba un salario, me imagino que de unos 100 dólares como allá paga el mes, y la labor de ellos era la búsqueda en bibliotecas, en hemerotecas, de hechos concretos. Él les apuntaba, porque les decía por ejemplo: “Miren, va a venir a México un miembro de la Casa Real Japonesa, entonces quiero que hagan acopio de la información sobre las relaciones entre México y Japón”. Entonces, por ejemplo ahí salía que en Veracruz, en 1880 se quemó un bergantín japonés; de que Tablada viajó al Japón y de allí trajo el haiku; y tantas cosas más... [54:17.16] El hondureño que trabajaba con él era Luis Alemán, hermano de Claudio Barrera, y entonces ese círculo concéntrico como de escritores se fue ampliando mucho, entonces el Maestro Valle era conocidísimo allí en México y su columna, porque tenía tres columnas: una de ellas se llamaba “Cosmópolis”, otra se llamaba “Columna de humo” y otra “Asteriscos”; entonces era un hombre múltiple. En ese tiempo él dominaba –se podría decir– el escenario periodístico y cultural mexicano.

[(55:01.58) 4. Mi profesión, digamos “de licencia”, es de Derecho…] ¿Qué es? [Es Derecho… Abogado…] Sí. [Por ahí me dio por escribir algunos ensayos de orden jurídico y político, pero, siento que no tenía técnica y un montón de cosas para escribir y me dio por estudiar Letras en la Universidad, y el primer encuentro que tuve con la poesía hondureña fue Juan Ramón Molina, con mi querida maestra Helen Umaña, y yo pensaba que ese era el universo de la poesía. Luego ahí me acercó verdaderamente a la poética hondureña, y apareció usted y empecé a leer someramente, pero en una carrera actual que llevo con el Licenciado Gallardo que es Investigación Literaria, que está… el tema patrio en la poesía… Pero como fundadores de la poesía contemporánea me he interesado en usted enormemente, y nada mejor y más profundo que tenerlo aquí a usted para escuchar de su propia voz esos fundadores de nuestra poesía contemporánea, pero puntualmente: patria, política y poesía, de su propia voz, y qué vivencias tiene con estos…][56:25.04] Bueno, en mi poesía se encuentra mucho sustento en lo hondureño; por ejemplo, en Poesía Menor, en esos veinticinco poemas de Poesía Menor, hay un poema que se llama “En nombre de la patria” que es el último poema del libro… No. Es el penúltimo poema. El penúltimo poema del libro, de Poesía Menor, se llama “En nombre de la patria”, y el poema número 25 es “Los pinos de Honduras”, porque yo he exaltado siempre lo nacional, la cosa hondureña; no sólo sus personajes, los héroes –cuando digo héroes también me

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refiero a esos héroes “cínicos”, como Juan Ramón Molina, para que tenga usted otro poema–, pero también para sus cosas, para sus regiones: tengo poemas para Copán, para Olancho, y para tantos “biorrios” que cerrarían más. Este poema, “El nombre de la patria”, he tenido la gran satisfacción que el 15 de septiembre lo dicen, o lo “recitan” –entrecomillas– entre algunas de las escuelas, y esto pues, me llena de alegría y de contento, ¿verdad? El texto es el siguiente:[“El nombre de la patria”: 57:53.25]Mi patria es altísima.No puedo escribir una letra sin oírel viento que viene de su nombre.Su forma irregular la hace más bellaporque dan deseos de formarla, de hacerlacomo a un niño a quien se enseña a hablar,a decir palabras tiernas y verdaderas,a quien se le muestran los peligros del mundo.Mi patria es altísima.Por eso digo que su nombre se descomponeen millones de cosas para recordármela.Lo he oído en los caracoles incesantes.Venía en los caballos y en los fuegosque mis ojos han visto y admirado.Lo traían las muchachas hermosas en la vozy en una guitarra.Mi patria es altísima.No puedo imaginármela bajo el maro escondiéndose bajo su propia sombra.Por eso digo que más allá del hombre,del amor que nos dan en cucharadas,de la presencia viva del cadáver,está ardiendo el nombre de la patria. [Aplausos]

[(59:48.71) 5. A finales de la década del 90 se dio en el Centro Cultural el Segundo Encuentro de Poetas Jóvenes, y allí estaba usted. El Presidente del Instituto de Cultura Hispánica me designó para que yo pronunciara unas palabras, y desde luego, ese evento llegó al… y aproveché para exaltar su figura. Me hizo estudiar algunas de sus obras, donde encontré muchos escritores que se referían a su boca literaria… alrededor de unos 15 o 20 escritores mexicanos y europeos; pero a lo que yo quiero referirme ahora es, que allí en ese discurso, yo hice referencia aunque el ex catedrático de la antigua Escuela Superior, nuestro maestro Andrés Morris… se refirió en una de las clases y yo lo dije en el discurso, cuando él escribió un artículo en la revista Kukulcán, o de Tiempo Detenido creo que era, un comentario; y en la clase nos refirió que se estaba refiriendo al “poeta

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técnico hondureño”, el cual… Mi pregunta ahora es: ¿Para usted, cuál era la relación que se le había amistado con él? ¿Cuál era la relación que tenía con Andrés Morris… y de que era un “poeta técnico”?][1:01:35.28] Bueno, no sé a qué aludía Andrés con esa descripción, pero Andrés llegaba a mi casa; él pertenecía, además de los círculos académicos a los del teatro, entonces llegaba a mi casa con Francisco Salvador y conversaba. Después, él también como yo era miembro del [Instituto] Técnico de Honduras y nos reuníamos en casa de otro miembro del Técnico que era el Embajador de la Argentina, Carlos A. Ferro, muy conocido porque escribió un libro que se llama San Martín y Morazán. Andrés Morris, pues, dio muchos años clases de Literatura en la Escuela Superior del Profesorado y tiene muchos alumnos, innumerables hay alumnos: uno de ellos es Juan Antonio que la inauguró desde que está Julio Escoto y, después, yo lo dejé de ver a raíz de un problema que tuvo en Tegucigalpa con otro español, y su señora, Luz Laínez de Morris le aconsejó que mejor se fuera de Honduras, porque a raíz de ese problema, el mismo personal le dijo a Luz de que Andrés se había comprado una pistola y que andaba armado. Este compatriota de él, que era un español muy violento de apellido Planelles –de ahí el nombre no recuerdo, creo que Antonio Planelles se llamaba–, entonces lo agredió en el Parque Central y tuvieron pues, una gresca ahí, y Andrés lo que hizo entonces…; la señora se fue a España a trabajar en la empresa Ford de Valencia, y entonces ella fue la que le dijo a Andrés de que se fuera a España, cosa que él hizo y Andrés muere en Valencia. [1:03:32.88] Quiero también puntualizar algo: Andrés –a quien yo vi en Madrid en innumerables ocasiones– se lamentaba haberse ido de Honduras, porque en Honduras era un personaje: un personaje que era invitado a las embajadas –incluyendo la Embajada Americana, a la que solo van ciertos presumidos–, y participaba en juzgados y concursos de literatura, de cultura y de qué tanto más… Presentó sus obras en Honduras, sus obras de teatro, que se llaman: La ascensión del busito se llama una de ellas, la otra se llama Oficios de hombres… etcétera, y cuando yo era embajador en Madrid se llevó una de las obras de él y se presentó en el teatro María Guerrero. Él se lamentaba de haberse ido de Honduras porque se sentía muy solo en Valencia. Se le consiguió, en un momento, el Consulado de Honduras en Valencia –o sea, él era el Cónsul de Honduras allá en Valencia– pero murió decepcionado y consideró, a la larga, que había sido un error regresar a Valencia, donde su peso como escritor era muy leve; y en cambio, en Honduras –y en Tegucigalpa en particular– pues, era muy estimado, era casi una celebridad, y también el hecho que escribía sobre temas hondureños. Pues esa es la relación que yo he tenido con Andrés Morris.

[(1:05:22.30) 6. A Andrés Morris le pasó eso… Yo quiero preguntarle: Bueno, ¿y usted por qué estando allá de Embajador, tranquilo en Europa, se regresa a Honduras?][1:05:37.48] Bueno, eso se debe a una cuestión que es muy sencilla: que me gusta mi tierra y que quiero a mi patria. Entonces yo siempre, en Italia o en España, me consideré siempre un extranjero, y entonces aquí me siento, como diría Mario Vargas Llosa: como El pez en el agua. [Aplausos]

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[(1:06:19.18) 7. En el año pasado se celebró el cincuentenario de El arca…] Así es. [Quisiera saber de su propia boca: ¿Por qué el título? Son 18 cuentos que están en el libro y yo encuentro que esa “arca” está en el cuento de su abuelo, en ese cajón que usted menciona que están guardadas las balas que asesinaron a sus dos abuelos: uno en El Paraíso y otro en Tegucigalpa. Quisiera saber; que usted me saque de esa incógnita que tengo, por favor.]

[1:06:51.87] No. El “arca” es una ocurrencia como de un escritor, ¿verdad? No hay nada preconcebido en eso, sino que se me ocurrió a mí, como dice usted de que era un “cajón” o algo así: fue el Arca de Noé, lleno de seres, de animales y de cosas y de cachivaches; entonces ahí fue donde se fundieron todos mis cuentos. Tengo un libro que se llama Poemas para una muchacha: son 25 poemas, y en algunos de ellos menciono, digamos, sobre Honduras; entonces esa ha sido una de mis temáticas: lo hondureño, porque yo sí quiero con pasión a mi patria. Entonces, por ejemplo en este poema que se llama “Muchacha en Tegucigalpa”, los que conocen Tegucigalpa van a entender los vericuetos y los nombres propios que están en este poema. “Muchacha en Tegucigalpa”:[“Muchacha de Tegucigalpa”: 1:07:55.14] Te llevaré a conocer Tegucigalpa,sus veredas de piedras puntiagudas,sus vericuetos con olores confusos y sus antiguas puertas de caoba.Subiremos la cuesta de La Leona,si hace buen tiempo iremos a El Picachoy luego bajaremos por La Fuentepara ir a descansar a La Concordia.En un patio interior, las rosas amarillascaerán de los tiestos suspendidosy las lámparas moverán sus espejos.Tú pasarás buscando los balcones de hierro forjado,los árboles de mango de la casa en El Olvido.

[1:08:53.13] Esos son nombres propios como de barrios, digamos, como de Tegucigalpa. Quiero decir también que tengo otro libro que le cambié el nombre, porque los poetas tenemos esa facultad de cambiarle el nombre a nuestros propios cuentos, a nuestros propios poemas, etcétera, etcétera. Este libro se llamaba al principio Círculo familiar, pero le cambié el nombre y ahora se llama Familia numerosa, que es un término técnico de las alcaldías y de España, por ejemplo, que dice: “Se le ayudará con una dotación económica a los padres de familia que tengan familia numerosa” y se les dan asignaciones ahí, económicas. [1:09:57.05] Este es un poema que es para mi padre que también es casi biográfico, y dice así:[“Que no descanse”: 1:10:08.90]

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Descanse en pazles dicen a los muertos,pero yo no deseoque mi padre descansepara siempre.Quiero que viva,que se levantey ande.Que no descanse,que se ponga camisay pantalón,sombrero ancho,que fume su tabacocotidiano,que tome su tranquilocafé,que respire,que lea.Que no descanse.Que no pudo sacaraunque lo quiso   a los fariseosdel templo.Mi padre fue hombrehonrado y pobrey por tenerlas manos limpiasen este suelo opacocasi lo fusilan.Que no descanse,yo quiero verlo aquílleno de sangrey carne,resucitado,diciendo su palabra.Que con su lenguatrate mal a la muerte,que camine en la luz,que golpee su puño diario.Que levante las manos

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y toque con sus dedos la mañana.Descansa en pazles dicen a los muertospara que se refugien en su lápida.Pero no quieroque mi padre descanseen sorda tierra.Que no descanse.Que su muerte tiemble.Que su nombre tiemble.Guerra a la muerte. [Aplausos]

[1:12:07.58] Tengo un libro que se llama Retratos con nombres, que son imágenes de hondureños: ahí está, por ejemplo, David Moya Posas, hay otros escritores, hay hondureños pintores… Entonces, aquí hay un poema para Ernesto Mejía Sánchez –que fue uno de los secretarios de Rafael Heliodoro Valle–, es un gran escritor que ha analizado la obra completa de Rubén Darío, fue embajador del sandinismo en España y en Argentina y es un Profesor de la Universidad de México muy querido. Por ejemplo, el Secretario de la Academia de la Lengua de México, Gonzalo Celorio, siempre me habla cuando me habla de Mejía Sánchez, de su “Maestro”. Entonces, el poema se llama “Ernesto Mejía Sánchez”:[“Ernesto Mejía Sánchez”: 1:13:08.05]En mis conversaciones con Ernesto-en Madrid, Caracas, San José-siempre surgía el nombre de Rafael Heliodorocomo una rama que despaciosamentese introdujera por la ventanao como un hilo de aguaque inadvertidoentrara debajo de la puertay mojara las patas de las mesas,las alfombras,los libros dormidos en el suelo.En los constantes diálogosaparecía la persona del hondureño,el de las tierras de pan llevar,el cronista del nuevo mundo,el poeta de Tegucigalpa.Ernesto recordaba los innumerables datosque recogía para Rafael Heliodoro

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en los archivos municipales,en las empobrecidas hemerotecas,en la memoria de los viejosy que luego servían para hablar,de Darío, por ejemplo,el abuelo de todos nosotros.Ahora Ernesto reposa,como el maestro Valle,en la tierra de México. [Aplausos]

[1:14:44.71] Voy a decir otro poema que se llama “Jorge Luis Borges”, que dice así:[“Jorge Luis Borges”: 1:14:53.75]Conocí a Borges en Jerusalénen una concurrida reunión judíapara celebrar la feria internacional del libroy le hablé de aquellos hondureñosque en tiempo pretéritosescribieron en diarios bonaerenses.Me confesó que no había leído nadade Rafael Heliodoro Valle, ni de Arturo Mejía Nieto,ni de Marcos Carías Reyesy mucho menos del infortunado Jaime Fontanay me di cuenta que no queríasaber nada de mi empobrecida nacióny que para él nunca había existidoTegucigalpa.             Quiero decir, en su descargo,que Borges estaba completamente ciegocuando conversó conmigo. [Aplausos]

[1:16:02.83] Aunque la poesía no hay que explicarla, estos autores hondureños escribieron en La Prensa y en La Nación de Buenos Aires durante muchos años, durante décadas. Aquí hay otro poema con resonancias muy hondureñas: es un poema que no ha aparecido en libro, pero va a aparecer en una antología esencial que la Universidad Pedagógica Nacional va a publicar en el primer semestre del próximo año. Este es un poema inédito que se llama “La biblioteca”:[“La biblioteca”: 1:16:38.51]Tomó de las continuadas maderaslos libros hondureños,con el pensamiento de José del Valle,con las pastorelas del Padre Reyes

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y las frases pronunciadas por Morazán, momentos antes que el plomo iracundoquemara su fatigada camisa.Abro los volúmenes empastadoscon piel de cordero, con biografías de los personajes de la época,yacentes en el arroyo del olvido.Leo con atención los versosde las repetidas antologíasen las que aparecen, con incontenible ternura, las palabras de Juan Ramón Molina.Después aparece Rafael Heliodoro,Claudio, Clementina, Celio, Medardo y Alejandro, y cuatro de los compañeroscon los que compartí prosa y café:Pompeyo, David, Adolfo y Armando.Oyéndose además las voces tenaces de Jorge Federicoy de Jaime Fontana, que nos dejaron sus pinos y sus mares. En las estanterías reposancoronas fúnebres, aburridos informes,libros blancos y discursosde los Jefes de Estado, con la marca de agua de la mano de sus escribas.En el anaquel principal he puestouna fotografía de mi mujery otra con cuatro niños. [Aplausos]

[Mi país: 1:18:52.23] Tengo también un libro que editó EDUCA en San José de Costa Rica que se llama Mi país, que es de poesía política. Este libro fue publicado en 1971. Después he escrito otros poemas de naturaleza política y éste es uno de los que no aparece en ese libro. Se llama “El guerrillero”: [“El guerrillero”: 1:19:15.41]No le puedo decir al Jefe de las Fuerzas Armadas que es un zonzo, ni al Ministro 

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que no oiga al Presidente ya que sólo le ordena despropósitos, ni al Alcalde metido en la basura que edite un libro para Tegucigalpa, ni al Director General del Hospital Escuela que no obligue a los empleados a marcar la infamante tarjeta de asistencia, ni al Congreso que expulse del salón de sesiones a aquellos que trafican por influencias y por drogas foráneasque tienen la blancura de la nieve y, como no se pueden cambiar las situaciones,he decido agarrar mi mochila, mi traje de fatiga, mi biblia de bolsillo, mi instrumental de médico, mi frasco de pastillas, mi revólver y marcharme presuroso, con otros compañeros, al refugio de Olancho, tirarme al monte como lo hizo Bertrand Anduray en el 48, en tiempos de Carías, firmando con mi nombre completo -José María Reyes Mata– esta página rota que no es una proclama. [Aplausos]

[(1:21:13.24) 8. ¿Se le puede hacer una pregunta más…? Sí poeta, es que nos ha hablado del Óscar Acosta periodista, poeta, el narrador, el diplomático… pero como hay una gran cantidad de jóvenes, quisiéramos que nos hablara de: Óscar Acosta, editor.][1:21:38.23] Bueno, cuando yo vivía en el extranjero y quería leer autores hondureños –particularmente: de poesía, cuento– me encontraba con que la producción bibliográfica en Honduras de poesía en sí es escasa, y en mi pueblo antes de eso yo fundé una editorial en 1970 que se llamaba Nuevo Continente, que fue saludada, por ejemplo, por Medardo Mejía

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en su Revista Ariel. La idea era publicar libros de autores hondureños y con precios muy bajos –en ese tiempo los materiales, el papel, eran muy baratos– y aparecieron libros, por ejemplo de juristas hondureños, de cuentistas, historiadores y… un libro que se llama Poesía hondureña de hoy, que tiene un tiraje certificado de 10 mil ejemplares y se vendía a 2 lempiras –que era 1 dólar y medio, el equivalente hoy a 20 lempiras, por ejemplo–, pero eso sí fue una proeza. Lamentablemente, yo me fui al extranjero y entonces la editorial la siguió trabajando doña Irma Leticia de Oyuela. A mi regreso a Honduras, entonces fundé una editorial que se llama Editorial Iberoamericana, y particularmente me interesé en reunir los cuentos desperdigados de muchos autores hondureños; por ejemplo: los cuentos de Arturo Mejía Nieto. Los cuentos de Arturo Mejía Nieto están en tres libros publicados en Buenos Aires y uno de ellos publicado en Santiago de Chile. Los estudiantes de Letras esos libros no los pueden ver porque no están en las bibliotecas estatales ni universitarias, y muchos de esos cuentos me los mandó don Arturo Mejía Nieto… me los mandaba a una revista que yo editaba que se llamaba Extra, que aparecieron más de 100 números, era mensual y tenía una sección que se llama “El cuento del mes”; entonces en esa revista aparecieron como doce cuentos de Mejía Nieto. Entonces, ante esa imposibilidad de tener la obra reunida de un autor tan interesante como don Arturo Mejía Nieto: esperanzano, un hombre que se había ido en 1930 de Honduras, en el gobierno de su medio hermano, Vicente Mejía Colindres. Don Arturo se fue primero a Estados Unidos a estudiar Magisterio y posteriormente se radicó en Buenos Aires en donde vivió toda su vida, hasta la hora de su muerte. Entonces, ese fue uno de los libros que más me ha costado, porque encontrar esos libros, bueno… fue una proeza. [Mecenazgo de Acosta: 1:24:44.97] Después he editado otros libros de Cuentos completos, por ejemplo los de Marcos Carías Reyes: hay un libro que tiene toda la cuentística de Carías Reyes. Hay otro libro que ha tenido mucho éxito también de venta, que son los Cuentos completos de Ramón Amaya Amador. Ramón Amaya Amador escribía en una forma muy artesanal: él no proveía casi y los cuentos estaban por perderse porque estaban en papel periódico, en papel trazo, y él escribía cuentos allí en la Redacción del diario El Cronista de Alejandro Valladares y los tenía, digamos, en diferentes sitios, hasta que hablé yo con su hijo y entonces entramos en un arreglo editorial y ese es un libro fundamental, particularmente porque Amaya Amador tiene muchos lectores: es uno de los autores que se sigue leyendo y su obra Prisión Verde se reedita año con año. [1:25:47.32] También aparecieron Cuentos completos de Froylán Turcios, de Alejandro Castro, de Adolfo Alemán, de Arturo Martínez Galindo… Aparecieron… ah bueno, y hay un libro que era de un autor casi desconocido allá en Honduras, que es Luís Díaz Chávez: ganador del Premio [Casa] de las Américas allá en La Habana, con un libro que se llama Pescador sin fortuna, que sólo son dos cuentos los que salen: “Pescador sin fortuna” y “Dicha de La Habana”, pero se encontró posteriormente otro cuento de él, que se llama “Gaspar Nahualá” creo, que está incorporado ahí. Entonces esa ha sido una tarea costosa, por la búsqueda de todos esos materiales; está por ejemplo el de Óscar A. Flores, y hay otros varios autores más. Entonces ahora los estudiantes de Letras

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ya no pueden decir que no encuentran los cuentos de esos autores, porque basta ir a la librería El Caminante y ahí están, pues, los locos de Honduras. [Risas][Aplausos]

[1:27:15.00] Gallardo: 9. Ya que Armando tocó y que dijo que han complementado la audición, aquí también yo conozco personas –es raro que no hayan hecho la pregunta–… Todo mundo se explica todas estas facetas suyas como editor o del cuento; pero he aquí una pregunta simple: ¿Y por qué don Óscar Acosta edita una revista política?][1:27:35.88] Bueno, ustedes saben que los editores tenemos algunas manías, ¿verdad? Entonces está revista es una revista en que colaboran personas de todos los partidos: bueno, de derecha, izquierda… y es una revista testimonial, es una revista como de testimonio, y yo aprovecho muchas veces en pedirle a ciertas personas que escriban sus memorias, aunque sea en una forma mínima, ¿verdad? Y entonces, ahí en esa revista aparecen páginas memorables y también se recogen, digamos, prosa política y antigua, se recogen cartas de políticos de 1920, de 1930, etcétera, etcétera. Por ejemplo: bueno, apareció hace unos meses un artículo de vivencias que yo le pedí al Licenciado Aníbal Delgado Fiallos; no sólo de su época cuando lo tuvieron preso “los carceleros de la patria” –como diría Pompeyo del Valle–, sino de toda su vida estudiantil con el FRU y con toda esa tarea de concretizar un programa de Honduras y de hacerla más digna…, y entonces él es autor de un trabajo extraordinario en ese sentido. Hay mucho hondureño que tiene mucho que contar, porque la historia política de Honduras todavía está en una penumbra. Miren, después del libro de Carías de Lucas Paredes, sólo hay otro libro que es el de Dodd [Thomas J. Dodd]: es un libro que ha publicado hace tres años la Universidad LSU de Luisiana, ejemplar en inglés que yo le presté al Doctor Darío Euraque; ya fue traducido y va a aparecer el próximo año, posiblemente en el primer semestre de 2008, y se ha invitado para que lo prologue a Marcos Carías Reyes. Entonces sólo esos libros hay de Carías, ¡una persona que estuvo dieciséis años dirigiendo los destinos de este país! Entonces, es una cosa insólita esa. No hay libros, por ejemplo, sobre Gálvez –con excepción del que acaba de escribir Mario Argueta, que es un largo ensayo–, pero de Julio Lozano pues tampoco hay nada. El otro año, el 2008, se cumple el centenario del nacimiento del Doctor Ramón Villeda Morales, ¡que es un ícono de los liberales! Entonces, no existe un libro sobre el Doctor Villeda Morales. Existe un libro del doctor Villeda Morales que escribió Ștefan Baciu. ¡Un rumano! ¿Por qué un rumano tiene que escribir un libro sobre políticos y sobre personajes de Honduras? Este rumano, yo tenía relación con él desde que él vivía ahí en Hawái, y me mandaba artículos a mí para que le reenviara el visto. Entonces, eso es lo que yo me pregunto. Por ejemplo, no existen memorias de Oswaldo López Arellano. Yo me he encontrado algunas veces con el General López Arellano y le he dicho: «General, ¿y sus memorias? Mire, yo tengo a una persona que es amigo suyo y que puede escribir esas memorias: es don Vicente Machado Valle hijo» –lamentablemente, don Vicente falleció hace unos seis meses–, y también le han dicho lo mismo personas que yo he inducido a que le pregunten a López, como César Batres, Gautama Fonseca y Manuel Acosta Bonilla. Y entonces, doña Gloria de López Arellano una vez me decía: «Óscar, yo creo que Oswaldo

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ya no va a escribir nada, entonces va a pasar a la historia como otro [INCOMPRENSIBLE PARA MÍ: 1:31:48.07]». Entonces yo insisto en que las personas que han tenido un papel político escriban sus memorias, como lo hacen los españoles y los italianos. En Europa está de moda el género “memorialístico”, y escriben memorias desde un líder de izquierda, como Santiago Carrillo que fue Secretario del PCE español, hasta José María Aznar que es del centro-derecha, y aquí en Honduras a estos políticos nuestros no se les saca en una cuartilla escrita; entonces, eso es una de las cosas de la revista política, y detectar de que machacando sobre la realidad nacional y sobre hechos concretos. Por ejemplo: en el último número aparecen como seis artículos sobre estos problemas de los asuntos constitucionales, uno de ellos escrito por Efraín Moncada Silva, que es extenso. Entonces, tal vez no es una revista que tenga venta, porque la compran sólo determinadas personas, pero sí le va a servir a los sociólogos, a los historiadores y a los politólogos. [1:33:06.36]

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