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Tradiciones (XIV) Jirokichi Yamada Desembarco americano en Japón. 1854. Dave Lowry

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Page 1: Tradiciones (XIV) Jirokichi Yamada

Tradiciones (XIV)

Jirokichi Yamada

Desembarco americano en Japón. 1854.

Dave Lowry

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“Dedícate a hacer el bien, evitando juzgar a los demás;

así , el día que te equivoques, evitarás ser juzgado tú mismo”.

Jirokichi Yamada

Es difícil entender los efectos de la revolución que tuvo lugar en Japón

durante la segunda mitad del siglo XIX, una revuelta en la que no

faltaron la violencia y el dolor. Durante trescientos años, los Shogun de

Tokugawa habían convertido al país en un feudalismo militarizado, un

orden que ya había sido puesto en práctica en otras ocasiones, un

tiempo en el que cada clase social y rango tenían su lugar en el

funcionamiento del sistema.

Kurofune Raiko. Desembarco americano en Japón en 1854.

Y entonces ocurrió que, un día cualquiera, un grupo de barcos de la

Armada americana, con el carbón formando gruesas nubes de humo,

resoplaron en el puerto de la bahía de Edo. Y desde ese momento, la

vida de cada japonés sin distinción de clases, desde el humilde

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campesino hasta el mismísimo Emperador, cambió radicalmente, para

siempre.

Matsuhito, Emperador Meiji. 1867

Quizá estos dramáticos cambios puedan considerarse desde otra

óptica si imaginamos lo que podría haber ocurrido si la situación hubiera

sido la contraria: un grupo de extraños, vestidos de forma insólita,

desembarcando arrogantemente en las costas de la Norteamérica

posterior a la guerra civil, demandando abrir nuestra cultura a otra

completamente diferente. Al igual que hubiera ocurrido en EEUU,

aquella incursión, originó la reacción de toda una nación invadida por

insolentes extranjeros exigiendo acuerdos comerciales y una política de

puertas abiertas.

El Comodoro Perry protagonizó el desembarco americano en Japón en 1854

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Pero el gabinete del recientemente erigido Emperador Meiji estaba

formado casi sin excepción por hombres de progreso y perspicacia.

Todos estaban decididos a unirse a Occidente, antes que atacarlo.

Bajo la administración del Gobierno Meiji, el poder fue reestructurado

mediante una monarquía constitucional. El feudalismo quedó abolido y,

con él, desaparecieron los privilegios de los samurái, quienes habían

perdido cualquier vestigio de su vieja condición, desde sus apreciadas

espadas, a los característicos peinados con moño (chonmage).

Samurais con chonmage. Siglo XIX.

El moño de Jirokichi Yamada no era aún muy largo. Había nacido en

una antigua y tradicional familia de samuráis, que seguía los principios de

Confucio o, kogaku (neoconfucionismo). Jirokichi tenía solo cuatro

años cuando comenzaron las restauraciones Meiji. Los kogakushi,

partidarios de las “enseñanzas antiguas”, creían que las éticas

neoconfucionistas de los Shogun Tokugawa suponían una corrupción

de la filosofía original y buscaban una vuelta a la correcta interpretación

del Confucionismo: el individuo debía una importante lealtad a sus

Padres, su Señor y su País, pero su meta fundamental era el

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establecimiento de un mayor y profundo sentido para con sus propias

vidas y, esto, a través del estudio, el aprendizaje y una devoción al

entrenamiento físico. La filosofía kogaku era sumamente estricta, con

énfasis en la disciplina y en la valoración del esfuerzo continuo por

alcanzar la perfección.

La situación no era fácil para el joven Yamada; aunque su hermano

mayor parecía perfectamente preparado para ese tipo de vida, el joven

Yamada era de naturaleza débil, estando afectado por un problema

respiratorio que le provocaba constantes desfallecimientos. Cuando su

hermano era capaz de levantar un saco de arroz de cien libras, Yamada

se conformaba con observarlo ya que para él, el hecho solo de caminar

hasta el Santuario que les servía de escuela, era un esfuerzo notable.

No obstante, aunque el cuerpo de Yamada era débil, estaba lleno de

determinación frente al hecho de construirse a sí mismo. De esta forma,

cuando aún era bastante joven, entró a formar parte del dôjô

Jikishinkage.

Jikishinkage ryû dôjô

Aunque se prohibió llevar espadas a los hombres de ascendencia

samurái, el arte del kenjutsu continuó durante los años difíciles de la Era

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Meiji, estando limitada su práctica al interior del dôjô, abandonándose

la idea del combate real. Sin embargo, la verdadera crisis de la espada

se encontraba en la división de los practicantes y estudiantes, estando

estos divididos en dos facciones: por un lado aquellos que preveían el

desarrollo del kendo moderno como una degeneración del arte, e

insistían en que el kenjutsu permaneciera como una disciplina clásica y

pura, centrada en la práctica del kahô (kata) y el entrenamiento con

bokken. Otros, sin embargo, creían que mediante el uso del ligero shinai

de bambú y las distintas protecciones, aquel podría transformarse en

una práctica más relevante para una sociedad moderna, con emoción

deportiva e ideas filosóficas, que eclipsarían su uso convencional para el

combate.

Omori Shogen Sensei. Jikishinkage ryu.

La mayoría de los ryû tomaron una u otra tendencia, pero con la ayuda

de una sabia dirección, algunos de ellos se las ingeniaron para obtener

una combinación de lo mejor de estas dos ideas, manteniendo la

estructura del entrenamiento de la época feudal, aunque adoptando

métodos más actuales de enseñanza y filosofía. Entre los mejores

ejemplos de este grupo está la escuela Jikishinkage, fundada a finales

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del siglo XVI por Heizaemon Yamada. Jikishinkage ryû puso primordial

énfasis en un tipo de práctica muy dura, llamada gekken (espada severa).

Practicaban diariamente haciendo miles y miles de movimientos con el

bokken Se les invitaba a esforzarse al máximo, y una vez que habían

asimilado las técnicas básicas, pasaban a ejercicios con el shinai contra

un oponente, donde los miembros del ryû llegaban al límite de sus

posibilidades para aprender finalmente los misterios de la espada.

El dôjô Jikishinkage era el lugar perfecto para un joven como Jirokichi

Yamada influenciado por la filosofía Kogaku. Algunas veces, en el inicio

de sus entrenamientos, pensaba que le iban a estallar los pulmones,

debido al esfuerzo y al sufrimiento de sus músculos, pero él persistió,

estudiando encarecidamente bajo la dirección del décimo cuarto director

del ryû, el famoso Kenkichi Sakakibara, un espadachín de legendario

nivel quien, en cierta ocasión y en presencia del Emperador, había

partido con su espada por la mitad un casco considerado indestructible.

Kenkichi Sakakibara Sensei.

Con el tiempo, Yamada consiguió su deseada meta y adquirió gran

habilidad en el arte de la espada, de hecho, finalmente, sucedió a su

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maestro, convirtiéndose en el décimo quinto director de Jikishinkage ryû.

Es interesante considerar que aunque Yamada no es recordado por

haber vencido en alguna gran prueba o duelo, ha llegado a ser uno de los

espadachines más respetados de todos los tiempos debido a la

excelencia de su carácter. Para Yamada, el arte de la espada era

meramente la manera de expresar los valores de sus creencias kogaku,

una muestra de los valores principales según Confucio, que tenían como

principal elemento el amor hacia la Humanidad, la justicia y la sabiduría.

Yamada creía que la austeridad en el keiko (práctica) no era sino un

reflejo de la austeridad que uno debía buscar cada día, y que existía una

virtud profunda que se encontraba más allá del esfuerzo diario.

Aunque las pruebas deportivas de Kendô se estaban convirtiendo en

acontecimientos populares y los espadachines viajaban a través de todo

Japón mostrando sus habilidades, Yamada no aprobaba semejantes

actuaciones, insistiendo en que el arte de la espada se desprestigiaba

con estos espectáculos. Toda su vida mantuvo que el destino del

Kendô era en esencia el mismo destino del Zen: vencer al ego.

Kendô Shiai. Siglo XIX.

Cuando a los artistas marciales de la actualidad les llegan a la memoria

los grandes héroes del pasado, suelen pensar en Musashi Miyamoto,

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Ittosai Itto y Bokuden Tsukahara, hombres que vivieron en la época

dorada de la espada, en pleno feudalismo. Estos exponentes eran

admirables pero, de algún modo, cuando pienso en los practicantes de

artes marciales de generaciones anteriores, a los que más me gustaría

emular, no puedo sino acordarme en primer lugar de Jirokichi Yamada.

¿Por qué? Porque, aunque Musashi y sus contemporáneos hicieron

frente a numerosas adversidades en duelos y batallas, distinguiéndose

en una gran cantidad de emocionantes aventuras, fueron solamente

ejemplos típicos de bugeisha (artistas marciales) y, lo que es más

importante, pertenecían a una sociedad que les aceptaba, aceptando

igualmente su modo de vida. Nadie en aquellos tiempos consideraba

inusual que, un hombre como Musashi, tuviera semejante relación con la

espada, había miles de bugeisha en Japón haciendo esto mismo y,

aunque sus hábitos pueden haber sido extremos, esta relación con su

arte no era en absoluto atípica.

Sin embargo, no puede decirse lo mismo de los artistas marciales del

período Meiji, para ellos, la vertiginosa modernización del viejo Japón

hacía desaparecer por completo su tradicional modo de vida, dejándolos

como verdaderos anacronismos vivientes. No mucho después de que

Yamada se convirtiera en el director de un ryû feudal, los primeros

automóviles se introducían en el país, lo cual puede dar una idea de lo

desfasado que había quedado el estilo de vida del clásico bugeisha. Los

antiguos y valorados makimonos (rollos de papel que guardan las

enseñanzas del ryû) que los dôjô habían preservado durante años, no

eran más que reliquias curiosas, en un tiempo en el que los hilos

telegráficos llegaban ya a muchos lugares de Japón.

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De este modo, muchos de los compañeros japoneses de Yamada no

estaban tan apegados a las viejas costumbres, sino ansiosos de

incorporarse a los avances tecnológicos y culturales de Occidente, en

vez de mostrar su respeto y admiración por los artistas marciales

tradicionales. En esos tiempos difíciles, los japoneses de la época Meiji,

no los recordaban aprecio.

Existe un conocido incidente sobre Sokaku Takeda, otro maestro de

Jikishinkage ryû. Provocado en plena calle por un grupo de obreros de

la construcción, por portar katana en público en su camino hacia el dojo,

fue, finalmente, atacado. Disgustados por aquellos hábitos ya pasados

de moda, los obreros le forzaron a defenderse. A lo largo de Japón,

personas como Yamada tuvieron que asumir decisiones difíciles sobre sí

mismos, y sobre el arte que representaban, tomando posturas que no

eran aceptadas popularmente, afrontando así la marginación de los

demás por mantener su lealtad a sus tradiciones.

Takeda Sokaku (1859-1943)

Esto no quiere decir que Yamada y sus contemporáneos dieran

completamente la espalda a las innovaciones que surgían. Como los

anteriores maestros de la Escuela, continuó experimentando con el

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shinai en el entrenamiento, e instó a sus alumnos a no hacer del arte

marcial la suma total de sus vidas, pero sí a incorporar la filosofía de su

entrenamiento a cualquiera que fuese la ocupación que eligieran en su

camino. Resulta, sin embargo, que la cultura del pasado suele ser el

fundamento del presente, y el Maestro se dio cuenta que el futuro de

Japón exigiría una firme comprensión de su propia historia. Advirtió a

sus discípulos que nunca olvidaran que “el camino se comprende

teniendo en cuenta a quienes les precedieron en el estudio del arte”.

Kendô moderno

Hoy, nuestro mundo está cambiando tan rápidamente como lo hacía

Japón durante la Restauración Meiji. A cualquier lugar que miremos,

encontraremos innovación y progreso. Algunas veces esos avances

serán bienvenidos, pero en otros muchos casos, la actitud del budoka

debería parecerse a la de Jirokichi Yamada, una determinación lo

suficientemente fuerte, emocional y filosóficamente, como para soportar

las adversidades, cuando las crean contrarias a los intereses del arte que

estudian, reconociendo así que la constancia en el entrenamiento y la

confianza en el ejemplo de aquellos, que les precedieron en ese mismo

camino, son, por sí mismas, un grandioso método para avanzar.

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Yamada lo hizo, e igualmente lo hicieron otros muchos budokas de la

época Meiji. Si tienen verdaderos sucesores en nuestros días, eso es

algo que está por ver.

Fuente: Furyû Magazine

Traducción y adaptación: Kenshinkan dôjô 2010-02-06

www.kenshinkanbadajoz.com

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