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Trabajo de historia por Pablo Córtes, Daniel Usón, Samuel FuentesTRANSCRIPT
LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX DEL
ABSOLUTISMO AL LIBERALISMO .
LA BURGUESÍA ESPAÑOLA
La burguesía española era muy diferente a la europea y su forma de pensar
era similar a la de la aristocracia (nobleza), se distinguen dos subgrupos:
Burguesía industrial: minoritaria y similar a la europea.
Burguesía agraria: terratenientes, la mayoría. Explotaban latifundios
(tierra=prestigio social) y exportaban, lo que dificultaba el desarrollo
industrial.
EL PROBLEMA AGRARIO EN ESPAÑA EN LOS
SIGLOS XIX Y XX.
La propiedad de la tierra ha sido
uno de los grandes problemas
de España hasta bien entrado el
siglo XX (en que la población
rural deja de ser mayoritaria).
Hasta la primera mitad del s. XIX,
los campesinos arrendaban las
tierras de la Iglesia, la nobleza y
los ayuntamientos. Con las
desamortizaciones del s. XIX,
se expropiaron (quitaron) las
propiedades a la Iglesia y
ayuntamientos. Éstas fueron
subastadas y compradas por
burgueses y aristócratas (que se
convertirán en terratenientes).
Ahora los campesinos perderán su derecho de arrendamiento y
serán totalmente dependientes de los terratenientes, que se
convertirán en caciques, los cuáles dirán también a quién
deberán votar en el período de la Restauración (1875-1923).
LA GUERRA DE INDEPENDENCIA (1808-
1814).
Bajo el reinado de Carlos IV y su ministro Godoy, España se alió con la Francia de Napoleón,
permitiendo que sus tropas se adentraran en España para que ocupara Portugal (aliado inglés). A su
vez hizo que Carlos IV y su hijo Fernando VII, abdicarán (le cederán el trono de España), en
Napoleón que a su vez nombró como rey a su hermano José (José I). Ante el vacío de poder en
España: El pueblo se levantó en armas y luchó contra las tropas francesas en forma de guerrilla.
Con el apoyo inglés expulsarán a los franceses en 1814. Se formó un gobierno provisional que a su
vez convocó Cortes (parlamento), que aprobaron la primera constitución española en 1812
(La Pepa).
EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833).
Tras la derrota de los franceses se inició el reinado
de Fernando VII, el cual reinó de forma absolutista
la mayor parte de su reinado,
persiguiendo a los liberales y anulando la Constitución
de 1812. El levantamiento de Riego en 1820,
obligó al rey a jurar la constitución
de 1812 y gobernar de forma liberal. El Trienio
Liberal (1820-23) finalizó con la restauración del
absolutismo impuesto por los Cien Mil Hijos de San
Luís (Santa Alianza) .En 1824 se perderán la mayor
parte de las colonias americanas (excepto Cuba y
Puerto Rico). España no se industrializará y sufrirá
una grave crisis económica, dejando
definitivamente de ser potencia. La abolición de la
Ley Sálica para que pudiese reinar su hija Isabel
(Isabel II), abrirá un conflicto presente a lo largo
del siglo XIX, las guerras carlistas.
EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868).
Durante el reinado de Isabel II, se fue implantando en España un sistema liberal:
Se estableció un sistema liberal: monarquía constitucional, constitución, parlamento y sufragio
censitario. Sistema político basado en el bipartidismo de dos partidos liberales (moderados y
progresistas). Aunque casi todo el reinado gobernaron los moderados. Se llevó a cabo la actual
división provincial (1833). Tuvieron lugar las dos primeras guerras carlistas (recuerda sus causas).
Se inició un lento desarrollo industrial (concentrado en pocas áreas), así como la construcción del
ferrocarril. Se produjeron las desamortizaciones favoreciendo la aparición de latifundistas y caciques, y
con ello aparecieron las reivindicaciones de los jornaleros. Para reprimirlos fue creada la Guardia Civil.
El débil desarrollo industrial, la crisis económica y la falta de alternancia en el poder (sólo gobernaban
moderados), se produjo una revolución en 1868 que obliga a la reina al exilio. La revolución dará lugar
a un agitado periodo de 6 años conocido como Sexenio Revolucionario.
EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874).
Se diferencian dos etapas:
1ª: Tras dos años de un gobierno provisional de Serrano y Primo se busca como nuevo rey al italiano Amadeo I de Saboya (1870-73), la falta de apoyos hace que dimita.
2ª: Primera República (1873-74): Fue muy breve, apenas un año, debido a que tuvo que hacer frente a problemas como la 3ª Guerra Carlista o el cantonalismo en el que algunas ciudades llegaron a independizarse.
Este periodo acabó con un golpe de estado que permitió la vuelta al trono de Alfonso XII de Borbón (hijo de Isabel II).
PRIMERA FASE (1875-1898): PERDIDA DE CUBA
Tras la muerte de Alfonso XII, le sucederá la regencia de la reina Mª Cristina hasta la mayoría de
edad de su hijo póstumo Alfonso XIII. desarrollo industrial del País Vasco y en especial de la
siderurgia. Fuerte crecimiento del movimiento obrero con la aparición del partido socialista y de los
anarquistas. Guerra de Cuba (1898): EEUU deseaba controlar territorios que todavía controlaba
España (Cuba, Puerto Rico, Filipinas...). la guerra supuso una tremenda derrota para España, que
terminó de perder los últimos territorios de su pasado imperial.
El sistema bipartidista de la Restauración va a entrar en crisis por varios motivos:
Regeneracionismo: Tras el desastre del 98, algunos políticos proponen medidas para cambiar el sistema y modernizar
España, pero el sistema caciquil impidió su éxito. Crecimiento del movimiento obrero, favorecido por la Revolución
rusa. Desastrosa expansión en Marruecos (para recuperar el prestigio internacional de España). Los desastres
militares (1909, 1921 en Anual) y el reclutamiento forzoso de las clases populares (los ricos se libraban pagando),
que dio lugar a importantes levantamientos populares (Semana Trágica, 1909). Esta crisis llevó a la imposición de una
dictadura militar a través del golpe militar de Miguel Primo de Rivera (1923), contando con el apoyo de Alfonso XIII. En
principio trataba de llevar a cabo medidas regeneracionistas, pero en realidad supuso el mantenimiento de las clases
que controlaban el poder.
LA GUERRA DE CUBA
La Guerra de los Diez Años, también conocida como Guerra de Cuba (en España) o Guerra Grande (1868-1878), fue la
primera guerra de independencia cubana contra las fuerzas reales españolas. La guerra comenzó con el Grito de Yara,
en la noche del 9 al 10 de octubre de 1868, en la finca La Demajagua, en Manzanillo que pertenecía a Carlos Manuel de
Céspedes.
Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o
Pacto de Zanjón, donde se establece la capitulación del
Ejército Independentista Cubano frente a las tropas
españolas. Este acuerdo no garantizaba ninguno de los
dos objetivos fundamentales de dicha guerra: la
independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.
Carlos Manuel de Céspedes
GUERRA HISPANO-ESTADOUNIDENSE
La Guerra hispano-estadounidense se desató entre España y los Estados Unidos de América en 1898,
durante la infancia del rey Alfonso XIII, cuando ejercía la regencia la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda del
rey Alfonso XII, siendo presidente del gobierno español Práxedes Mateo Sagasta y presidente de Estados Unidos, William
McKinley.
Práxedes Mateo Sagasta William McKinley
Este conflicto es generalmente denominado en España el desastre del 98, o Guerra de Cuba y, en Cuba
Guerra hispano-cubano-norteamericana.
Sus principales resultados fueron la independencia de Cuba y la pérdida, por parte de España, del resto
de sus colonias en América y Asia (Puerto Rico, Filipinas y Guam), cedidas a Estados Unidos, que se
convertiría en potencia colonial.
Causas de la guerra
Tras la expansión e invasión de los Estados Unidos en los antiguos territorios de México durante la primera mitad del siglo XIX, las grandes potencias mundiales se disputaban a finales de ese siglo las colonias por razones de economía. Un país era más poderoso en tanto su influencia y moneda se hacían sentir en más territorios y colonias.
Por otro lado, las boyantes economías experimentaron en el último tercio del siglo una crisis de crecimiento al quedar inundados los mercados internos. Se imponía la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales e incorporar nuevos territorios que absorbiesen la producción industrial y produjesen materias primas a las nuevas industrias.
Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no pudo llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.
Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rio, en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II. En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses Gran), que el gobierno español siempre rechazó. Cuba no sólo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.
La primera sublevación desembocaría en la Guerra de los Diez Años (1868 - 1878) bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes, un hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó con la firma de la Paz de Zanjón, que no sería más que una tregua. Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse de 1879 a 1880 en la llamada Guerra Chiquita.
Por otra parte, José Martí, escritor, pensador y líder independentista cubano, fue desterrado a España en 1871 a causa de sus actividades políticas. Martí en un principio tiene una posición pacifista, pero con el pasar de los años su posición se radicaliza. Es por esto que convoca a los cubanos a la guerra necesaria por la independencia de Cuba. Con tal fin crea el Partido Revolucionario Cubano bajo el cual se organiza la Guerra del 95.
La escalada de recelos entre los gobiernos de EE. UU. y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de EE UU. por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.
Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: una impetuosa, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otra vieja, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria. Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva América, la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho esta guerra fue el punto de inflexión en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que no se resolvería hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse.
Con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York.
El acorazado Maine entrando en la bahía de La Habana
A pesar de lo inoportuno de la visita, la población habanera permanecía tranquila y expectante y parecía que el capitán
general, Ramón Blanco, controlaba perfectamente la situación. Por otra parte, a pesar de que el Maine tuvo un gélido
recibimiento por parte de las autoridades españolas, Ramón Blanco y el capitán del navío, Charles Sigsbee,
simpatizaron desde el primer momento y se hicieron amigos.
Sin embargo, a las 21:40 del 15
de febrero de 1898, una
explosión ilumina el puerto de
La Habana. El Maine había
saltado por los aires. De los 355
tripulantes, murieron 254
hombres y 2 oficiales. El resto
de la oficialidad disfrutaba, a
esas horas, de un baile dado en
su honor por las autoridades
españolas.
Ramón Blanco Charles Sigsbee
El Maine
Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo».
A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta. Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas. Los españoles argumentaron que no podía ser una mina como pretendían los estadounidenses, pues no se vio ninguna columna de agua y, además, si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición. En el mismo sentido, hicieron notar que tampoco había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión externa.
Tradicionalmente ha sido una opinión muy extendida entre los historiadores españoles el creer que la explosión fue provocada por los propios estadounidenses para utilizarla como excusa para su entrada en la guerra. Algunos estudios actuales apuntan a una explosión accidental de la santabárbara, motivada por el calentamiento de los mamparos que la separaban de la carbonera contigua, que en esos momentos estaba ardiendo.
Otros estudios recientes han señalado que, dados los desperfectos causados por la explosión, si la misma hubiera sido provocada por algún artefacto externo, ésta habría hecho al barco saltar (literalmente) del agua. Algunos de los documentos desclasificados por el gobierno de EE.UU. sobre la Operación Mangosta (proyecto para la invasión de Cuba posterior al fracaso de Bahía de Cochinos) avalan la polémica hipótesis de que la explosión fue causada en realidad por el propio gobierno de EE.UU. con el objeto de tener un pretexto para declarar la guerra a España.
España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst, hoy día el Grupo Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España.
EE.UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense.
Comenzaba así la Guerra Hispano-Estadounidense, que con posterioridad se extendería a otras colonias españolas como Puerto Rico, Filipinas y Guam.
Con anterioridad a los hechos del Maine, Estados Unidos ya había ordenado a su flota del Pacífico que se dirigiera a Hong Kong e hiciera allí ejercicios de tiro hasta que recibiera la orden de dirigirse a las Filipinas y a la Isla de Guam.
Tres meses antes también se había decretado bloqueo naval a la isla de Cuba sin que mediara declaración de guerra alguna, y cuando finalmente se declaró esta, se hizo con efectos retroactivos al comienzo del bloqueo.
Las tropas de Estados Unidos rápidamente arribaron a Cuba y cuando estaban siendo derrotadas en la batalla terrestre, la Armada de los Estados Unidos destruyó dos flotas españolas, una en la Batalla de Cavite, en Filipinas, y otra en la batalla naval de Santiago de Cuba cuando la flota española intentaba sin casi esperanza escapar a mar abierto. El gobierno español pidió en julio negociar la paz.
Santiago de Cuba se rindió el 16 de julio. Algunas cifras estiman los fallecidos en la campaña, que culminó con la toma de Santiago, en alrededor de 600 por la parte española, 250 por la estadounidense y 100 por la cubana. A pesar de que la guerra fue ganada principalmente por el apoyo de los mambises, el general Shafter impidió la entrada victoriosa de los cubanos en Santiago de Cuba, bajo el pretexto de «posibles represalias».
El 25 de julio, el General Nelson A. Miles, con 3.300 soldados, desembarcó en Guánica
comenzando la ofensiva terrestre en Puerto Rico. Las tropas de EE.UU. encontraron
resistencia a comienzos de la invasión. La primera escaramuza entre los estadounidenses
y las tropas españolas y puertorriqueñas tuvo lugar en Guánica, y la primera resistencia
armada se produjo en Yauco, en lo que se conoce como el Combate de Yauco. Este
encuentro fue seguido por los combates de Fajardo, Guayama, Coamo y por el Combate
del Asomante.
Mediante los acuerdos de París del 10 de diciembre de 1898, se concuerda la futura
independencia de Cuba, que se concretará en 1902, y España cede Filipinas, Puerto Rico
y Guam. Las restantes posesiones españolas en Oceanía (Islas Marianas, Carolinas y
Palaos), incapaces de ser defendidas debido a su lejanía y la destrucción de buena parte
de la flota española, fueron vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de pesetas, por
el tratado germano-español.
Tratado de París del 10-12-1898
Art. 1°. España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea
evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, éstos, mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y
cumplirán las obligaciones que, por el hecho de ocuparla, les impuso el derecho internacional (...) Art 2°. España cede a
los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la
isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o Ladrones. Art. 3°. España cede a los Estados Unidos el archipiélago
conocido por las islas Filipinas (...). Art 5°. Los Estados Unidos, (...) transportarán a España, a su costa, a los soldados
españoles que hicieron prisioneros de guerra las fuerzas estadounidenses al ser capturada Manila.
Las tropas estadounidenses abandonaron Cuba en 1902.
http://www.youtube.com/watch?v=42gBwfV4sJw&feature=player_embedded
LA REVOLUCIÓN LIBERAL
LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN ESPAÑA (1808-1840)
La reacción del gobierno de Carlos IV, temeroso de que la revolución pudiera extenderse a nuestro país, tuvo como objetivo evitar cualquier tipo de contagio revolucionario. Todo cambiaría cuando en Francia, después del verano de 1792 y la caída de la monarquía, se proclame la República y se procese al rey, Luis XVI, por traición.
La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con Francia. España se unió a una coalición internacional y participó en la denominada Guerra de la Convención. La derrota militar española fue rápida y concluyente. El fracaso bélico precipitó la firma de la Paz de Basilea y la vuelta a la tradicional alianza con Francia contra Inglaterra. Esta alianza se selló en el Tratado de San Ildefonso, firmado en 1796. Se iniciaba así una deriva diplomática en la que el ascenso al poder de Napoleón en 1799 y la debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por consecuencia, al enfrentamiento con Inglaterra.
Carlos IV
Napoleon Manuel Godoy retratado como vencedor de la Guerra de las Naranjas
Las consecuencias pronto se hicieron notar: la victoria sobre Portugal, fiel aliada de Inglaterra, en 1801 en la “Guerra de
las Naranjas" y la consiguiente anexión española de Olivenza, no sirvió para compensar la catástrofe naval de la armada
franco-española frente al almirante inglés Nelson en Trafalgar en 1805.
La batalla de Trafalgar - 21 de octubre de 1805 Vicealmirante Horatio Nelson
Los ruinosos resultados de la alianza con Francia no impidieron que Godoy firmara con Napoleón el Tratado de
Fontainebleau en 1807. Por este acuerdo se autorizaba la entrada y el establecimiento de tropas francesas en España
con el propósito de invadir Portugal.
A esas alturas la figura de Godoy era crecientemente criticada en los medios influyentes del país. La derrota naval de
Trafalgar, que había desbaratado el poder marítimo español y la crisis económica, concretada en el enorme déficit del
Estado y en la drástica disminución del comercio con América, avivaron la oposición de la nobleza, desairada por el
favor real a un "advenedizo" como Godoy, y del clero, asustado ante la tímida propuesta de desamortización de bienes
eclesiásticos.
Muy pronto se hizo evidente para todos que la entrada consentida de las tropas napoleónicas se había convertido en
una ocupación de nuestro país. Consciente finalmente de este hecho, Godoy tramó la huida de la familia real hacia
Andalucía y la Corte se desplaza a Aranjuez. Allí sus planes se van a ver frustrados. El 19 de marzo de 1808 estalló un
motín popular organizado por la facción de la Corte partidaria del Príncipe de Asturias. El Motín de Aranjuez precipitó la
caída de Godoy y, lo que fue más importante aún, obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo con el título de Fernando VII.
Fernando VII.
Fernando VII, el Deseado, que había pasado la Guerra de Independencia Española retenido en Francia, a su vuelta a
España rechazó jurar la Constitución española de 1812 (la llamada de Cádiz o la Pepa) que los liberales de las Cortes
de Cádiz habían promulgado en nombre de la soberanía nacional, aunque previendo el ejercicio del poder por el rey al
que consideraban legítimo. Restaurado en el trono, como rey absoluto comenzó una dura represión de los liberales, muy
numerosos en el ejército, que intentaron una serie de pronunciamientos militares fracasados entre 1816 y 1820.
El 1 de enero de 1820 se produce la sublevación o pronunciamiento del coronel Rafael de Riego, puesto al frente de las
tropas acantonadas en Las Cabezas de San Juan (localidad de la provincia de Sevilla que dio nombre a la revolución) y
apoyado por otros oficiales (Antonio Quiroga), proclamó la Constitución y detuvo al general en jefe del cuerpo
expedicionario (Conde de la Bisbal) que pretendía embarcarse a América para sofocar los movimientos
independentistas. A la espera de recibir apoyos del resto del ejército y de las ciudades más importantes, las tropas de
Riego fueron avanzando por Andalucía sin decidirse a emprender una marcha clara en dirección a Madrid, pues
encontraron poco apoyo y la intentona parecía que iba a terminar con el mismo fracaso que sus predecesoras.
A comienzos de marzo, mientras se iban dispersando las tropas de Riego, estalló una insurrección liberal en Galicia que
se expandió por todo el país en lo que se convirtió en una verdadera revolución. Una muchedumbre rodeó el Palacio
Real de Madrid el día 7 de marzo, y el general Ballesteros informó al rey de que no podía garantizar la fidelidad del
Ejército del Centro. Fernando VII, viéndose acorralado, esa misma noche firmó un decreto por el que se sometía a la
voluntad general del pueblo, y tres días más tarde juró finalmente la Constitución de Cádiz, incluyendo la famosa frase:
Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional.
Coronel Rafael de Riego
Jura de la Constitución de 1812 por Fernando VII
Con el ejercicio del poder por parte de los liberales, divididos entre doceañistas y exaltados, se desarrolló el período
llamado Trienio Liberal (1820-1823), en que unas nuevas Cortes retomaron la obra legislativa gaditana, con el claro
propósito de acabar con las bases económicas, sociales y políticas del Antiguo Régimen (desamortización, supresión de
señoríos y mayorazgos, de la Inquisición, etc.)[
La breve duración del nuevo régimen se debió a la intervención exterior. Inicialmente, sólo Rusia explicitó su oposición,
mediante una circular en la que pedía a las demás potencias europeas que no reconocieran al nuevo gobierno.
Posteriormente, la Santa Alianza se reunió en el Congreso de Verona en 1822 y decidió que Francia invadiese España
para ayudar a Fernando VII y restaurar el absolutismo. Francia envió el 7 de abril de 1823 un cuerpo expedicionario, los
Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema, que fueron acorralando a las cada vez menos numerosas
fuerzas leales al gobierno liberal hasta que, tras batalla de Trocadero (31 de agosto), acabaron con la última resistencia
bombardeando Cádiz durante varios días y liberando al rey, quien volvió a gobernar de forma absoluta durante la
Ominosa Década (1823-1833).
Fernando VII, liberado de su sumisión a las Cortes
asediadas en Cádiz por la intervención francesa,
desembarca en el Puerto de Santa María y es recibido
por el Duque de Angulema
LAS GUERRAS CARLISTAS
La expresión Guerras Carlistas es empleada para referirse a las tres guerras civiles españolas del siglo XIX entre los carlistas
(absolutistas), partidarios de Carlos María Isidro de Borbón y sus descendientes, y los liberales, partidarios de Isabel II de
España.
Primera Guerra Carlista (1833–1840)
La Primera Guerra Carlista fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 entre los partidarios del
infante Carlos María Isidro de Borbón, conocidos como carlistas y de un régimen absolutista, y los de Isabel II, denominados
isabelinos por apoyar a la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originalmente absolutista moderado, y acabó
convirtiéndose en liberal para obtener el apoyo popular.
Carlos Maria Isidro
Isabel II
La guerra la planteó Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, por la cuestión sucesoria, ya que había sido el
heredero al trono durante el reinado de su hermano Fernando VII, debido a que éste, tras tres matrimonios, carecía de
descendencia. Sin embargo, el nuevo matrimonio del rey y el embarazo de la reina abren una nueva posibilidad de
sucesión.
En marzo de 1830, seis meses antes de su nacimiento, el rey publica la Pragmática Sanción de Carlos IV aprobada por
las Cortes de 1789, que dejaba sin efecto el Reglamento de 10 de mayo de 1713 que excluía la sucesión femenina al
trono hasta agotar la descendencia masculina de Felipe V. Se restablecía así el derecho sucesorio tradicional castellano,
recogido en Las Partidas, según el cual podían acceder al trono las hijas del rey difunto en caso de morir el monarca sin
hijos varones.
No obstante, Carlos María Isidro, no reconoció a Isabel como princesa de Asturias y cuando Fernando murió el 29 de
septiembre de 1833, Isabel fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y
Carlos en el Manifiesto de Abrantes mantuvo sus derechos dinásticos, llevando al país a la Primera Guerra Carlista.
María Cristina de Borbón-Dos Sicilias
La cuestión dinástica no fue la única razón de la guerra. Tras la
Guerra de la Independencia, Fernando abolió la Constitución de
1812, pero tras el Trienio Liberal (1820-1823), Fernando VII no
volvió a restaurar la Inquisición, y en los últimos años de su
reinado permitió ciertas reformas para atraer a los sectores
liberales, que además pretendían igualar las leyes y costumbres
en todo el territorio del reino eliminando los fueros y las leyes
particulares, al tiempo los sectores más conservadores se
agrupaban en torno a su hermano Carlos
SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1846–1849)
Batalla del Pasteral, 26 al 27 de enero de 1849.
La Segunda Guerra Carlista tuvo lugar
fundamentalmente en Cataluña entre
septiembre de 1846 y mayo de 1849 debido,
al menos teóricamente, al fracaso de los
intentos de casar a Isabel II con el
pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón,
que había sido pretendido por distintos
sectores moderados de Isabel,
singularmente Jaime Balmes y Juan Donoso
Cortés, y del carlismo. Sin embargo, Isabel II
terminó casándose con su primo Francisco
de Asís de Borbón.
Francisco de Asís de Borbón,
Rey consorte de España.
El conflicto, cuestionado por muchos historiadores como tal guerra, fue
fundamentalmente un levantamiento popular en distintos puntos de Cataluña. Las partidas de Matiners combatieron conjuntamente con
partidas de ideología republicana, en lo que vino en llamarse coalición
carlo-progresista.
La segunda guerra carlista llamada también guerra dels matiners.
TERCERA GUERRA CARLISTA (1872–1876)
La Tercera Guerra Carlista se desarrolló en España entre 1872 y 1876 entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid,
pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. En
marzo de 1870 Ramón Cabrera presentó la dimisión como jefe político y militar del carlismo por creer que no se daban
las "condiciones razonables de alcanzar el triunfo por las armas" y no querer exponer a España a una nueva guerra civil.
El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección desde el exilio estableció el 21 de abril de 1872 como la
fecha para el comienzo de la sublevación.
Carlos, duque de Madrid Ramón Cabrera
Esta guerra carlista se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas y Navarra. La restauración de los Fueros
por el pretendiente en julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del
levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón y algunas partidas poco activas por Andalucía, así
como el resto del territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde practicaban el bandolerismo ante su
marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un vínculo con el pueblo que facilitara su actividad guerrillera.
La guerra provocó entre 7.000 y 50.000 bajas.
En rojo, zonas principales de conflicto.
Tras la proclamación de la Primera República Española en febrero de 1873, muchos monárquicos isabelinos se pasaron
al bando carlista, aumentando con la insurrección cantonalista. Por el contrario, el golpe de Pavía en enero de 1874 y el
pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874, que condujo la restauración de la dinastía
caída en 1868 en la persona de Alfonso XII, contribuyeron a restar fuerzas a los carlistas, así como el acercamiento al
Vaticano del Gobierno español, y el reconocimiento de Alfonso XII por parte de Ramón Cabrera que publicó un
manifiesto a la Nación y otro dirigido al Partido Carlista.
General Pavía Arsenio Martínez Campos Alfonso XII
FRENTE DE COMBATE: PAÍS VASCO Y NAVARRA.
El pretendiente cruzó la frontera francesa en Navarra el 2 de mayo de 1872 y se puso al frente del alzamiento, pero el 4
de mayo el general gubernamental Domingo Moriones entró por sorpresa en el campamento carlista en Oroquieta, y el
pretendiente tuvo que cruzar precipitadamente la frontera francesa, poniendo fin, momentáneamente, a la insurrección
en el País Vasco y Navarra tras la firma del Convenio de Amorebieta el 24 de mayo entre el presidente del gobierno de
Amadeo I, Francisco Serrano, y los líderes carlistas de Vizcaya. Sin embargo, el convenio fue mal recibido por las
Cortes y Serrano tuvo que dimitir. Tampoco se aceptó el convenio desde el bando carlista y el pretendiente consideró a
los firmantes como traidores.
El pretendiente Carlos VII
Tras el fracaso del primer levantamiento en el País Vasco y Navarra, el pretendiente destituyó a la mayoría de los jefes
militares y estableció el 18 de diciembre como fecha para la nueva sublevación. Entre las numerosas partidas que se
levantaron destacó la del Cura Santa Cruz. Durante diciembre y los primeros meses de 1873 los carlistas volvieron a
levantar numerosas partidas en la región. El 5 de mayo de 1873 se produjo una importante victoria en Eraul, Navarra,
cuando las fuerzas de Dorregaray, Rada y otros líderes carlistas vencieron a las tropas de Navarro a las que produjeron
numerosas bajas y prisioneros. Esta victoria junto a otras como la de Belabieta o Mañeru dio alas al carlismo en el País
Vasco.
El pretendiente volvió a entrar en julio de 1873 en España y en agosto los carlistas conquistaron Estella, que convirtieron
en su capital, pero fracasaron en los intentos de conquistar Bilbao. En septiembre de 1874, los carlistas mantenían
24.000 hombres armados y ocupaban casi por completo el País Vasco y Navarra, excepto las capitales. Se estableció
así un verdadero Estado carlista que tenía su base en las diputaciones forales y en el que Carlos VII era el jefe de
Estado y estaba al frente de un Gobierno compuesto por tres secretarías de Estado: Guerra, Negocios Extranjeros y
Estado, y, Gracia, Justicia y Hacienda. El número de carteras aumentaría posteriormente hasta cinco. Existía también un
Código Penal, Tribunal Supremo de Justicia, Aduanas, servicio de correos y en 1874 se estableció una universidad en
Oñate.
Tras el fin de la guerra en Cataluña en noviembre de 1875, el ejército gubernamental se concentró en el frente del norte
y en enero de 1876 comenzó una gran ofensiva que llevó a conquistar Estella en febrero, siendo forzado el pretendiente
a cruzar la frontera el 28 de febrero de 1876, el día que Alfonso XII entraba en Pamplona.
FRENTE DE COMBATE: FRENTE ESTE
En Cataluña, el levantamiento se realizó incluso antes de la fecha que había designado el pretendiente. Joan Castell, al
frente de 70 hombres, se sublevó unos días antes. El pretendiente nombró a su hermano Alfonso Carlos como capitán
general de Cataluña, aunque hasta fin de año no cruzó la frontera y fue Rafael Tristany quien asumió transitoriamente el
puesto. Aunque se formaron partidas guerrilleras en casi todas las comarcas catalanas, no se llegó a organizar una
estructura militar común. La revitalización de la insurrección en el frente norte y la llegada de Alfonso Carlos en
diciembre de 1872 reactivaron las partidas carlistas en Cataluña, al tiempo que la partida de Pascual Cucala conseguía
el apoyo popular en el Maestrazgo y se formaban otras hasta totalizar unos 3.000 hombres. En la provincia de Valencia,
los carlistas mantenían 2.000 hombres armados en diversas partidas y en la provincia de Alicante unos 850.
El general Marco de Bello había organizado la división aragonesa y la administración civil y militar de la región. Pese a
esta organización tenían serios problemas para pagar a los soldados y armarlos ya que se armaban con lo quitado al
enemigo o compradas en el extranjero. Organizó varios batallones carlistas y las compañías del Pilar que eran soldados
de preferencia dentro del ejército carlista del Centro. Perdió algunos combates como en Caspe pero pudo rechazar un
ataque de los republicanos a Cantavieja. Las partidas en el Maestrazgo fueron aumentando y mezclándose con las de
Aragón, Cataluña, Cuenca y Albacete. Así por ejemplo la partida de Cucala entraba y salía de Cataluña. En el 1874 el
infante Alfonso envió los hombres de Vallés (carlistas de Tarragona) a reforzar los hombres del Maestrazgo. Los carlistas
pudieron llegar a crear un miniestado con centro en Cantavieja que, después de ser asediada, tuvo que capitular. La
movilización carlista se redujo en otras zonas a pequeñas partidas aisladas; destacaban unos 400 hombres en
Extremadura y las partidas de Castilla la Nueva, sobre todo en la provincia de Ciudad Real.
También cabe destacar la conquista de la ciudad de Cuenca en el año 1874 por tropas carlistas al mando de Alfonso
Carlos y su esposa María de las Nieves de Braganza. En marzo de ese año, las fuerzas carlistas, dirigidas por Francesc
Savalls, pusieron sitio a Olot y, tras conquistarla, la convirtieron en su capital. En julio se establece en San Juan de las
Abadesas la Diputación de Cataluña, que presidía Tristany, y que intentaba dotar de una organización político-
administrativa a los territorios controlados por los carlistas catalanes.
En marzo de 1875, Martínez-Campos ocupó Olot y sometió a sitio Seo de Urgel. Su conquista por las tropas
gubernamentales en agosto hizo que el 19 de noviembre finalizara la lucha en Cataluña.
Capitán General Martínez-Campos