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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba Índice Introducción 1. Historia de la Integración regional de América Latina y el Caribe 1.1 Una realidad difícil 1.2 Un proceso dificultoso 1.3 Los comienzos siempre fueron complejos: La Cepal y su visión de la integración 1.4 Regresión y después … 1.5 La hora de la re-estructuración ha llegado 1.6 Apertura, internalización e integración en nuevas bases 1.7 El largo camino de la integración en el posible futuro 2. La “Nueva Integración” de los 90 2.1 El ALCA versus la Integración Latinoamericana: ¿La hora de los conflictos? 2.2 De regionalismo abierto y otras yerbas: El MERCOSUR 3. Conclusiones 4. Bibliografía 1

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

Índice

Introducción

1. Historia de la Integración regional de América Latina y el Caribe

1.1 Una realidad difícil

1.2 Un proceso dificultoso

1.3 Los comienzos siempre fueron complejos: La Cepal y su visión de la integración

1.4 Regresión y después …

1.5 La hora de la re-estructuración ha llegado

1.6 Apertura, internalización e integración en nuevas bases

1.7 El largo camino de la integración en el posible futuro

2. La “Nueva Integración” de los 90

2.1 El ALCA versus la Integración Latinoamericana: ¿La hora de los conflictos?

2.2 De regionalismo abierto y otras yerbas: El MERCOSUR

3. Conclusiones

4. Bibliografía

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

Introducción

La integración latinoamericana es tan antigua como la europea, ambas datan de la década de 1950,

aunque con resultados radicalmente diferentes. Podemos entender que fracasó una y triunfó la otra

¿Solo por la oposición de EEUU? Algo similar se puede decir de la disímil evolución del Tratado

Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte

(OTAN), ambos hijos de la posguerra mundial.

Si la integración latinoamericana atraviesa un escenario crítico, pese al auxilio reciente de Simón

Bolívar, la principal causa del fracaso hay que buscarla en los propios errores y no fuera de las

fronteras. Una sopa de letras se ha convertido la integración, en una rápida sucesión de propuestas,

se pasa de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) a la Unión de Naciones Sudamericanas

(Unasur), sin explicar el por qué de la viabilidad de una no es posible en la otra, lo que permite

hacerse una idea de la situación. Nuevamente, una especie de realismo mágico se plantea como

solución, un Gran Gasoducto del Sur, que iba a convertirse en la palanca energética de la

integración, nunca pasó más allá de ser un proyecto faraónico. Algo similar puede terminar pasando

con el Banco del Sur, la gran herramienta para liberarse definitivamente de la opresión de los

organismos financieros multilaterales: primero se definió la sede del organismo, se estableció que el

voto de su directorio será paritario, y se dejó para después el pequeño detalle de los aportes de

capital de cada uno de los países miembros, es así como casa comienza a construirse por el tejado.

En el presente trabajo pretenderemos abarcar, en la primera parte, una historia del proceso de

integración latinoamericana hasta la actualidad y en una segunda parte detenernos en el diseño de

la nueva visión integradora que abarcó los años 90, analizando la relación con el ALCA, así como las

consecuencias.

1. Historia de la Integración regional de América Latina y el Caribe

La disposición hacia la creación de bloques económicos es un tema presente en la economía mundial

desde hace varias décadas. Los impulsos de integración iniciados en el continente europeo se han

ampliado a todas las regiones del mundo y su propia práctica constituye el modelo de inspiración al

resto del mundo. Por esta razón América Latina y el Caribe no han estado ajenos a esta tendencia y

es que llevamos más de 50 años de esfuerzos integracionistas en América Latina, pero si juzgamos

por los resultados la conclusión no es otra que un fuerte desengaño. No solamente es decepcionante

porque las exportaciones intrarregionales apenas rondan el 15% del total de lo que nuestros países

negocian en el mercado mundial, sino que además los actos específicos en favor de la tan mentada

unión regional se han empañado. Al paso que el discurso se desarrolla en su favor, las polémicas

aumentan, al grado preocupante de los distanciamientos diplomáticos. Sin embargo, se sigue

hablando sobre integración.

El planteo de muchos investigadores del accionar de la integración en América Latina, al igual que

en el Caribe, ha tenido una cercana relación con las ideas del desarrollo. La confirmación es el hecho

de que en el Caribe un grupo de economistas, de forma independiente a las elaboraciones teóricas

de la CEPAL, alcanzaron a madurar la industrialización como una vía importante para alcanzar el

desarrollo económico.

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

“Sin duda, el camino de la integración regional al que nos referimos no resultó fácil. En el siglo XIX,

la independencia del Uruguay fue el resultado de un conflicto armado entre el imperio brasileño y las

que habían sido hasta pocos años antes Provincias Unidas del Río de la Plata, y la principal guerra en

la región, la de la Triple Alianza, enfrento a tres de las naciones que hoy conforman el Mercosur

(Argentina. Brasil y Uruguay) contra la otra (Paraguay), en un conflicto que para algunos estadistas

lúcidos de la época, como JUAN BAUTISTA ALBERDI fue simplemente: “criminal”.”1

1.1 Una realidad difícil

México a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se ha plegado

formalmente a Estados Unidos, además de cinco países de Centroamérica mediante el Tratado de

Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y EEUU (Cafta, por sus siglas en inglés).

Esto implica la implícita renuncia a la formación de un bloque regional conformado por naciones que

tienen una historia en común como quedó claramente palpable a partir de las iniciativas

gubernamentales de integración, estas se limitan a Sudamérica sin contar con México y los países

del Istmo Centroamericano. Por tal motivo quedaron fuera de la Unión Sudamericana de Naciones

(Unasur), el Banco del Sur o los proyectos de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura

Regional Sudamericana (Iirsa). Además agregamos los infructuosos esfuerzos de la Asociación

Latinoamericana de Integración (Aladi) por construir una zona de libre comercio.

América del Sur no escapa a las dificultades de integración, la Comunidad Andina de Naciones

(CAN), después de casi 40 años, no ha sido capaz de establecer un arancel externo común y en el

2006, con el retiro de Venezuela, su debilitamiento se hizo inocultable. El Mercosur, que tantas

ilusiones concibió, muestra un horizonte tormentoso, primero la devaluación de Brasil en 1999 a lo

que se suman los permanentes conflictos comerciales con Argentina. Debemos agregar la batalla

entre Uruguay y Argentina por la construcción de una planta de celulosa, que ha llevado la polémica

al Tribunal Internacional de La Haya. Sin una institucionalidad para remediar los problemas, con un

arancel externo perforado y una depreciación del comercio subregional en proporción con las

exportaciones al resto del mundo, el atasco del Mercosur es ostensible.

Chile, que desde 1976 dejó el Pacto Andino, se ha mantenido al margen de los acuerdos de

integración. En los 90, y con la recuperación de la democracia, se dirigió a la firma de Acuerdos de

Complementación Económica (ACE), en el marco de ALADI, con todos los países de Sudamérica y

México. No obstante, a fines de 2000, en medio de un entendimiento para su asociación al

MERCOSUR, la práctica dio un vuelco substancial con la firma de un TLC con Estados Unidos. Esta

actitud no ha ayudado a mantener cordiales relaciones políticas con sus vecinos y lo coloca en un

embarazoso contexto de aislamiento. A pesar de ello, Chile ha persistido y ha firmado acuerdos con

prácticamente todos los países industrializados y de desarrollo intermedio del mundo.

1.2 Un proceso dificultoso

1 Rapoport, Mario. Historia económica, política y social de la Argentina (1880 -2000). Ediciones Macchi. Buenos Aires, 2000. Página 1046

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

La integración latinoamericana podríamos caracterizarla atravesando diferentes etapas: 1) la del

despegue en los años sesenta, cuando surgieron la ALAC, el MCCA, CARIFTA, CARICOM y el Pacto

Andino. Se caracteriza por un “estancamiento progresivo”, pretensiones excesivas y violación de

reglas; 2) La etapa regresiva en los años setenta, cuando se agudizaron los conflictos entre los

miembros de los acuerdos; 3) la etapa de reestructuración institucional de los mecanismos de

integración en los años ochenta con la sustitución de la ALALC por la ALADI, el acuerdo brasileño-

argentino de 1986 y el Protocolo de Quito (1987) que redefinió al Pacto Andino, todo esto sobre un

trasfondo de crisis económica generalizada a partir de 1982; y 4) la etapa que algún autor ha

denominado pragmática o de “neointegración” en los años noventa, cuando los países

latinoamericanos adoptaron un conjunto de reformas que aceleraron la apertura e

internacionalización de sus economías, produciendo un relanzamiento de las integración regional

sobre nuevas bases (MERCOSUR, Grupo de Los Tres y acuerdos bilaterales de nuevo tipo dentro de

la ALADI).

1.3 Los comienzos siempre fueron complejos: La visión integradora de

CEPAL

La parcelación que se ajustó tras la Segunda Guerra Mundial encarnó para América Latina algo

fuertemente trascendental, si antes de la contienda Estados Unidos entendía que “América era para

los americanos” (estadounidenses en realidad), ahora era mucho más patente que no permitiría

ninguna inclinación autónoma latinoamericana bajo la excusa que se ponía en peligro su seguridad.

En 1945 en la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz realizada en

Chapultepec, Estados Unidos respaldó la instauración de una alianza militar continental para el

combate contra el peligro de agresión. La idea era impedir que algún Estado americano le abriera la

puerta al comunismo soviético.

Este pensamiento se plasmó, presentado por Truman, el 6 de mayo de 1946, al Congreso

estadounidense, en un Plan de Cooperación Militar de las Repúblicas Americanas, estipulando la

creación de un ejército americano. El Plan Truman fue rechazado por los Estados latinoamericanos,

aunque fue el nacimiento de la Doctrina de Seguridad Nacional, por la cual el concepto de seguridad

dejaba de ser nacional (sólo para los Estados latinoamericanos), para comenzar a considerarse a

escala continental.

Al inicio de la Guerra Fría, los intereses económicos no estaban centrados hacia América Latina, sólo

se la observaba como un lugar de abuso y como parte de la seguridad nacional. Sin embargo, para

los Estados latinoamericanos la cuestión central era económica, esencialmente de capacidad

productiva, y en una nueva conferencia interamericana realizada en junio de 1945 en la ciudad de

Río de Janeiro, Ecuador, Bolivia y Paraguay manifestaron que América Latina debía recibir apoyo

económico estadounidense. Estados Unidos se desentendió del tema argumentando que la realidad

europea era muy diferente pero que se analizaría en reuniones futuras. Esto chocaba con la visión

de la división internacional del trabajo imaginada por las grandes empresas estadounidenses, el rol

de América Latina era proveer materias primas, no ser un gran mercado de consumo de

manufacturas. En esta época, las grandes empresas estadounidenses controlaban el 70% de las

exportaciones de la región, ya que las inversiones en la región eran altamente rentables, y el capital 4

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

que ingresaba en América Latina se convertía, al poco tiempo, en mayor capital repatriable. La

protección de las materias primas latinoamericanas se transformó un interés esencial de la política

exterior estadounidense.

La idea de la alianza militar igualmente avanzó, aunque no sobre la idea de conformar un ejército

americano, y el 2 de septiembre de 1947 se firmó en Petrópolis, el Tratado Interamericano de

Asistencia Recíproca (TIAR), que establecía la defensa colectiva tanto contra un ataque armado

como contra una agresión que no sea ataque armado, originado tanto dentro como fuera de la

región. Pero sólo Estados Unidos, en su carácter de potencia hegemónica, era quien decidía cuándo

una cuestión merecía o no su remisión al TIAR.

El año 1948 produjo hechos muy importantes para América Latina, el 30 de abril nacía en Bogotá la

Organización de Estados Americanos (OEA), que se estableció como foro de debate de las cuestiones

continentales. Nuevamente en su seno se renovaron las viejas contradicciones, Estados Unidos se

preocupaba por su seguridad y América Latina por su crecimiento económico.

El 1° de enero de 1959 tomaba el poder en Cuba el Ejército Rebelde encabezado por los

Comandantes Fidel Castro Ruz y Ernesto Guevara al frente de una revolución. Este hecho marcaría

fuertemente a América Latina porque ingresaba de lleno en la Guerra Fría. La preocupación por

impedir que el modelo cubano se reprodujera en el resto del continente trajo consecuencias sobre la

posible conformación de procesos de integración regional latinoamericanos.

El 28 de febrero de 1948 desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se creaba la Comisión

Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), esta rápidamente se convirtió en un centro

generador de ideas para la región. Producto de su accionar se establecen dos grandes conceptos

que guiarán el devenir latinoamericano en los años subsiguientes: el desarrollismo y el

estructuralismo.2 El desarrollismo haría posible la modificación en la distribución del ingreso y del

poder a favor de las masas, sin que fuese necesario llevar a cabo transformaciones radicales en las

relaciones de propiedad y en el sistema de valores. Aunque hubo importantes diferencias entre los

esquemas de integración, se puede razonar que todos compartieron una cierta matriz teórica y

práctica en su formulación e implementación. Según sus orígenes podemos separarlos en dos

grupos: Uno por la notoria influencia de Raúl Prebisch, en América Latina, que buscaba

deliberadamente y no espontánea, la industrialización como camino ineluctable para salir del

subdesarrollo. La industrialización y el uso de las técnicas modernas extenderían su influencia

paulatinamente a diferentes actividades económicas, especialmente en el ámbito de las

manufacturas, y diversificaría la conducta productiva, reduciría la subordinación a los centros

capitalistas en maquinarias y tecnologías y reduciría la heterogeneidad estructural económica y

social.

No obstante, al cabo de algunos años la industrialización, al menos en los países más adelantados de

América Latina, había agotado las posibilidades de sustitución de importaciones para el mercado

interno en bienes de consumo no duraderos. Por esta razón se hacía imperioso promover

condiciones más variadas de industrialización en bienes intermedios, de capital y consumo durables,

estas, a su vez, exigían mercados más amplios. En estas condiciones es que nace la propuesta de

crear un Mercado Común Latinoamericano, así la integración latinoamericana, al crear escalas más

elevadas, proporcionaría una mayor racionalidad al proceso de industrialización, que estimularía aún

2 Rivas, Eduardo. Los condicionantes externos en los procesos de integración. El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano. Tesis Doctoral, Universidad de La Coruña, 2001. Página 48

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más la sustitución de importaciones. Este instrumento serviría para reunir experiencia exportadora

entre países vecinos y funcionaría como la puerta para conquistar los mercados de los países

desarrollados. Se pretendía, entonces, una estrategia económica que, mediante la liberación

comercial, “uniera los mercados nacionales en un espacio regional para hacer factible la generación

de economías de escala. Esta era la razón del interés despertado por la integración económica como

un medio para continuar con el proceso de industrialización dentro de las fronteras ampliada.”3

La otra veta se ajustaba a los análisis teóricos y a las prácticas concretas de integración que se

habían desarrollado. Es por eso que objetivos y dispositivos de integración fueron definidos con

influencia de las formulaciones de autores como Viner, Meade, Lípsey, Balassa, Johnson, etc., y con

una influencia evidente del impulso integrador europeo de los años cincuenta.

Estados Unidos no apoyaba los posibles de procesos de integración en América Latina, tal como lo

propiciaba la CEPAL, y para evitar la concreción apoyó, el 8 de abril de 1959, la creación del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) cuyo supuestos objetivos era contribuir a acelerar el proceso de

desarrollo económico, individual y colectivo de los Estados miembros. Sin embargo, su accionar distó

mucho de ser un verdadero Banco americano y de impulsar la integración continental, el BID fue un

instrumento más de la política exterior estadounidense hacia la región.

La industrialización como eje del desarrollo y la creación de un mercado común como requisito para

progresar en ella, organizan los componentes esenciales del pensamiento económico de la Cepal de

los años 60 y 70. Sin embargo, siguieron predominaron intereses nacionales reflejados en las

medidas de protección de los mercados internos y la desconfianza política para ceder soberanía. Es

con esos marcos conceptuales que se crearon la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio

(ALALC), en 1960, el Mercado Común Centroamericano (MCCA), también originado en 1960, y el

Pacto Andino, en 1969.

Con la Revolución Cubana de fondo, se congregan Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y

Uruguay, y crean la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC)4 a través del Tratado de

Montevideo suscrito el 18 de febrero de 1960. Sus primordiales intenciones eran la eliminación

gradual de las barreras al comercio intrarregional; la conexión para el utilización de los recursos

disponibles en la región; y propender a la creación de un mercado común latinoamericano.

Los avances, en la ALALC, en apertura de los mercados nacionales fueron modestos, con trabajosos

convenios arancelarios producto por producto. Luego un comienzo pujante, fue perdiendo fuerzas,

en gran medida por la suspicacia que tenían algunos Estados en el proyecto, caso de Argentina, pero

también por la injerencia estadounidense en la región, como son la separación de Cuba de la OEA y

la Crisis de los Misiles en 1962. Esto provocó la convocatoria del TIAR, en la que Estados Unidos

intentó conseguir el apoyo para invadir Cuba, pero la propuesta fue rechazada por iniciativa de

México, Brasil y Bolivia.

Luego Estados Unidos inicio una sucesión de intrusiones armadas, con la justificación de frenar el

avance del comunismo, aunque la indudable fundamentación era lograr seguridad para el capital

estadounidense. La otra cara de la intervención era la Alianza para el Progreso, idea del presidente

John Fitzgerald Kennedy, y aprobada, con excepción de Cuba, el 17 de agosto de 1961 en Punta del

Este. Esta Alianza instituyó un esquema de desarrollo económico y social para los Estados

3 Rapoport, Mario. Op. Cit. Página 10804 En 1960 representaba en conjunto el 90% de la población, el 95% del PBI y el 92% de las exportaciones de América Latina

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latinoamericanos basado en reformas en áreas tales como la tributaria y agraria, y financiado por los

Estados Unidos de América y organismos multilaterales. Pero lo que parecía ser una innovación en la

posición era sólo un cambio de discurso. El dinero que se concedió era sólo en créditos, y debía

utilizarse, siguiendo las directrices de quienes lo otorgaban, para solventar las necesidades de las

grandes empresas estadounidenses establecidas en la región.

En el Pacto Andino la empresa privada fue incapaz de utilizar las potencialidades del mercado

ampliado, pese a las concesiones favorables que había conseguido. Tampoco los gobiernos pudieron

sistematizar inversiones, tecnología y mercados sobre la base de sus empresas públicas, en un

período en que el Estado ejercía un fuerte control sobre las actividades productivas y servicios. Pero

más allá de las ideas cepalinas, y aunque calaron hondo en algunos círculos dirigenciales, las

diferencias existentes impidieron la concreción de acuerdos de integración, principalmente por la

incesante oscilación entre gobiernos democráticos y dictaduras militares, lo cual hacía imposible

establecer planes a largo plazo.

La Comunidad del Caribe (CARICOM) fue creada en 1973 a través del Tratado de Chaguaramas,

producto de la transformación de la Caribbean Free Trade Association (CARIFTA), creada en 1968.

CARICOM, profundizó los propósitos al plantearse la creación de un Mercado Común del Caribe y

como sucesora de algunos logros del CARIFTA la edificación de un sistema preferencial para los

países de menor desarrollo, la creación del Banco de Desarrollo del Caribe (BDC), y la fundación de

la Universidad de las Indias Occidentales como término de un práctico procedimiento de cooperación

funcional en áreas distintas al comercio.

1.4 Regresión y después …

El movimiento de los esquemas de integración “se alejó del cumplimiento de los objetivos que

supuestamente le habían sido asignados, de tal manera que los avances obtenidos fueron

transitorios y parciales. Transitorios, porque el "empuje integrador" duró sólo para el período

inmediato posterior a la creación de cada esquema, incluso en el caso del esquema que logró los

mayores avances, el Mercado Común Centroamericano, si bien en el freno del ímpetu inicial del

MCCA jugaron un importante papel los efectos negativos que; resultaron de la guerra entre El

Salvador y Honduras.”5

Por estos motivos la industrialización y la consiguiente sustitución de importaciones, en los países de

América Latina, no obtuvieron sólidas dimensiones productivas nacionales ni generaron un fuerte

desarrollo industrial y tecnológico en una plaza regional ampliada. Sí se concertaba en reducir

aranceles, instaurar un arancel externo común, progresar en medidas de complementación

industrial, o instaurar políticas comunes, asomaban las evasivas y luego el incumplimiento.

Pese a algunos logros que se dieron, poco fue lo que la integración de los años sesenta y setenta

ayudó al proceso industrializador y a que éste lograra adquirir nuevos horizontes.

Se sumaba, además, que el funcionamiento de los esquemas de integración generaban dificultades

y vacíos que las propias formulaciones teóricas que les habían servido de sustento incurrían. El

acento estaba puesto en aspectos comerciales en deterioro de otros aspectos muy importantes. La

5 Estay, Jaime. La “vieja” y la nueva integración. En: Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano. Cumbre de la Deuda Social y la Integración latinoamericana. Vol. I. Caracas, Torino, 2001. Página 108

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complementación industrial, el avance hacia políticas macroeconómicas comunes, los flujos de

inversión extranjera directa y los flujos crediticios, no fueron considerados en su conjunto y los

esfuerzos regionales de integración terminaron estando dependientes de la preponderancia la teoría

del comercio. Las modestas capacidades industriales erigidas se desmontarían con la emergencia

del modelo neoliberal.

Entre las causas institucionales, que no permitieron el avance del proceso integrador, no hay que

poner el acento únicamente en los regímenes políticos, cierto que estos ejercieron una notoria

influencia, con disputas fronterizas incluidas, pero no debemos olvidar el proceso de aprendizaje

generado por las interacciones diarias entre países y otros actores económicos. Esta falta de

atención de estos efectos acumulativos capaces de generar verdaderos cambios económicos puede

reflejar el hecho que estos factores también fueron ignorados o subestimados por quienes diseñaron

la arquitectura de la integración sobre la base del ejemplo europeo y de la matriz de pensamiento de

la CEPAL. Inclusive en los años ochenta la integración, todavía, se percibía como obra exclusiva de

los estados y de los organismos de integración. El estado era considerado el agente central del

cambio económico que utilizaba a la integración como el instrumento para alcanzar el desarrollo.

Existía poco espacio para comprender el entramado de actores, especialmente no gubernamentales,

en el proceso de integración regional, y la historia económica de la integración refleja esta falta de

comprensión de estas variables.

1.5 La hora de la re-estructuración ha llegado

En los años 70 y especialmente en los 80, en los países latinoamericanos, estalló la crisis del modelo

de desarrollo que había prevalecido, siendo la hiperinflación y afectado grandemente por la crisis de

la deuda externa que atravesó la región en su conjunto. Los países para conseguir recursos del

Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, debieron promover ajustes antiinflacionarios,

además de una serie de reformas estructurales que transformarían radicalmente el modelo de

desarrollo. Se inscribieron en el marco de una apertura económica indiscriminada, con un

funcionamiento económico que reposaba en el mercado y con mínima intervención estatal, sumada

a una estrategia de superávit fiscal. En políticas sociales, se aceptó la incorporación de los negocios

al área social y el sector público, achicado por medidas tributarias restringidas, que redujo la función

del Estado a la focalización de sus modestos recursos en los sectores de extrema pobreza. Estos ejes

conforman un nuevo modelo económico, denominado Consenso de Washington.6

Esta situación resultó paradójica, ya que mientras las democracias emergentes de América Latina

eran apoyadas por Estados Unidos, las mismas estaban claramente enfrentadas en temas

económicos. Aunque, cabe mencionar que, la Administración Reagan siempre contó a su favor con la

cuestión de la deuda externa para imponer su criterio económico en la región.

La apertura económica se realizó de forma unilateral, con una reducción fuerte de los aranceles, el

mismo trato a la inversión extranjera y nacional y la liberalización de los flujos financieros; de

manera bilateral, por acuerdos comerciales entre países de la región y a través de TLC con los países

6 En sentido estricto, John Williamson, creador de la expresión “Consenso de Washington”, enumeró el siguiente decálogo: disciplina presupuestaria; cambios en las prioridades del gasto público a favor de salud, educación e infraestructura; reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados; liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés; búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos; liberalización comercial; apertura al ingreso de inversiones extranjeras directas; privatizaciones; desregulación; y garantía de los derechos de propiedad.

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industrializados y de desarrollo intermedio. Esta estrategia fue seguida por Chile y México desde

mediados de los 90 y últimamente aplicada por Centroamérica y algunas naciones de Sudamérica.

En último lugar, la apertura también ha sido multilateral, donde su manifestación más indudable

fueron las negociaciones de la Ronda Uruguay, en el período 1986-1994, que consumaron vastos

compromisos. Aparte de las desgravaciones arancelarias, se aprobó la apertura del sector servicios y

la salvaguardia de la propiedad intelectual. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y

Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) se transformó así, en 1995, en la Organización Mundial de

Comercio (OMC).

Así la nueva situación lleva a la renovación de la vieja ALALC por la nueva ALADI. Esta creación que

comienza en el plano económico nunca llegó a producir una reunión de Jefes de Estados de América

Latina.

1.6 Apertura, internalización e integración en nuevas bases

Bajo este pensamiento de apertura económica y neoliberalismo surgió el “regionalismo abierto” en

América Latina. Interpretado de formas muy diversas, el concepto, ha servido, en la práctica, para

desactivar la idea anterior de integración regional como prioridad. Esta idea de “regionalismo

abierto” que impulsó la Cepal desde los 90, impulsó una indiscriminada articulación comercial con

cualquier región, generando un impedimento a la integración latinoamericana y así a las habituales

complicaciones se añadió la falta de entusiasmo de sus propios fundadores. En este periodo sólo se

avanzó en la integración económica regional bajo la forma de iniciativas de apertura de mercados,

ya sea mediante acuerdos bilaterales o proyectos subregionales tales como la CAN, el Mercosur, el

G3 o el MCCA y estos procesos no apuntaban a la integración en el sentido que Prebisch y la Cepal

habían promovido en los años 60 y 70.

Entre 1986 y 1994, condiciones de extrema debilidad política, se llevó a cabo el proceso de

negociaciones de la Ronda Uruguay. Consecuencia de esto deja a los países en desarrollo con una

apertura en el sector servicios y una mayor protección a las inversiones y a la propiedad intelectual.

Simultáneamente, no se logró efectos en temas de interés para América Latina, en particular el

levantamiento de los subsidios a las exportaciones agrícolas. Pero lo concluyente es que fijó los

esquemas de apertura económica que operarían como referencia obligada para las negociaciones

bilaterales e incluso para la autorización de créditos del Banco Mundial y el FMI.

Así las iniciativas de negociación se desplegaron, en carácter bilateral, en el marco de la ALADI 7, y

subregionales, a través de la CAN, el G3 (Esquema subregional de integración entre México,

Colombia y Venezuela) y el MERCOSUR. Sin embargo, no todos tenían la misma concepción sobre la

integración, por lo que Brasil y Argentina, en el marco previsto por la ALADI, y al igual que con

anterioridad se había realizado en el caso de integración andino, decidieron dar un paso adelante.

Para ello, el 30 de noviembre de 1985, se firma la Declaración de Iguazú, en la que expresan la

voluntad de Brasil y Argentina de acelerar el proceso de integración bilateral. El 29 de julio de 1986,

ambos gobiernos suscribieron el Acta para la Integración Argentino-Brasileña, y el 10 de diciembre

del mismo año, con la firma del Acta de Amistad Argentino-Brasileña, sobre las bases de democracia,

paz y desarrollo, se da impulso político al Programa de integración y Cooperación Económica (PICE),

7 La ALADI se creó en 1980 en reemplazo de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).9

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al que Uruguay adhiere en 1986, encaminado a impulsar la cooperación en las esferas de transporte,

comunicaciones y energía, así como a alentar los vínculos científicos y tecnológicos.

Las reuniones y otros encuentros de alto nivel entre los gobiernos de Argentina y Brasil

contribuyeron al avance de la integración económica bilateral, hasta que el 29 de noviembre de

1988 se firmó en Buenos Aires el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo que fue la base

de lo que hoy conocemos como MERCOSUR. Sobre la base del PICE firmado por Alfonsín y Sarney en

1985, se creaba el 26 de marzo de 1991 con la firma del “Tratado de Asunción” en Asunción del

Paraguay el Mercado Común del Sur, MERCOSUR, que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y

Uruguay; aunque de una manera diferente a la ideada, tras los recambios presidenciales en Brasil y

Argentina, los primeros mandatarios que asumieron adhirieron firmemente a los dictados del

neoliberalismo propugnado y plasmado en el “Consenso de Washington”, debido a la inexistencia de

un Estado de Bienestar en la región, las consecuencias no fueron las mismas que se preveían en

1985. “El MERCOSUR tuvo un impacto económico creciente con dinámica expansiva. En efecto, el

comercio subregional registró un importante crecimiento y la producción industrial y agrícola en los

cuatro Estados, fue incorporando gradualmente el horizonte de un área económica integrada como

un condicionante de sus actividades.”8 Se engendró un rápido proceso de politización, por la

distribución desigual de costos y beneficios entre los miembros y entre los diferentes sectores

económicos interiores de cada Estado. Este proceso tuvo su consolidación en 1994 con el

Protocolo de Ouro Preto, que perfeccionó las instituciones del proceso de integración.

Este florecimiento económico sufrió un severo puntapié cuando en 1999, Brasil modificó su política

cambiaria, la cual generó que las importaciones brasileñas al resto de los Estados miembros del

MERCOSUR sufrieran una caída mayor al 20%. Esta realidad puso de manifiesto la interdependencia

asimétrica dado que el producto bruto, el territorio, la población, así como la complejidad de la

estructura productiva brasilera es muy superior a la de todos los componentes del bloque en su

conjunto.

1.7 El largo camino de la integración en el posible futuro

Las políticas neoliberales generaron consecuencias funestas en casi todos los países de América

Latina. La crisis financiera de Asia de 1997 y el ciclo recesivo de 1998 al 2002 produjeron una fuerte

caída del PIB, un incremento de la pobreza y el desempleo y el agravamiento de las desigualdades.

La caída del Muro de Berlín parecía erigir a Estados Unidos como gran triunfador, aunque en las

cuestiones económicas, sin llegar a cuestionar firmemente el poderío, le plantearon dura lucha Japón

y los Tigres Asiáticos en la cuenca del Pacífico, y la Comunidad Económica Europea. Frente a esta

realidad buscó afianzar su rol de potencia hemisférica. En este sentido el presidente George Bush

lanzó la Iniciativa para las Américas que se basaba en dos problemáticas: una externa, que tenía que

ver con la pérdida de los socios europeos cerrados en su propio proceso integracionista y que

compiten, al igual que Japón y los Tigres Asiáticos. Situación que provoca que se vuelque hacia el

marco hemisférico tratando de ganar y controlar un mercado importante, pero estableciendo sus

propias reglas. La otra problemática era interna, y seguía en cierta medida el criterio avalado por

8 Rivas, Eduardo. Los condicionantes externos en los procesos de integración. El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano. Tesis Doctoral, Universidad de La Coruña, 2001. Página 78

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

economistas como Peter Drucker, que planteaba que para solucionar los problemas de déficit

comercial se debía vender a América Latina, particularmente bienes de capital. Nuevamente las

grandes empresas estadounidenses las que marcan el rumbo en la política exterior de su Estado y,

detrás de un proyecto presentado como método de progreso para la región, se encontraba el

objetivo de generar nuevas fuentes de ingreso para los capitales estadounidenses.

Sin lugar a dudas la invasión del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) busca,

entre otros objetivos, el desarticular la integración sudamericana. El Acuerdo de Libre Comercio de

las Américas (ALCA), lanzado por George Bush, continuado por Bill Clinton y George W. Bush. Las

nacientes sendas del proyecto ALCA se remontan a diciembre de 1994, con motivo de la primera

Cumbre de las Américas, realizada en la ciudad de Miami, cuando los ministros de Comercio de

todos los Estados americanos, exceptuando Cuba, se pusieron de acuerdo en establecer una zona de

libre comercio “desde Alaska hasta Tierra del Fuego” que incluiría a 34 Estados. Este

emprendimiento asumió carácter estratégico más allá de lo formalmente económico, ya que la

fundamentación, del gobierno al Congreso en agosto de 2002, de la Trade Promotion Authority (fast

track) facultaba al gobierno a suscribir compromisos internacionales en el marco del ALCA,

argumentaba que la expansión del comercio internacional es de vital importancia para la seguridad

nacional de Estados Unidos.

El antecedente más evidente de un compromiso de este tipo es el Tratado de Libre Comercio de

Norteamérica (NAFTA, por su nombre en inglés), suscrito por Estados Unidos, Canadá y México, que

entró en validez el 1 de enero de 1994, fecha en que en el sur de México iniciaba un levantamiento

indígena encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que sostenía, entre

otros objetivos, la oposición al NAFTA. El ALCA supone ampliar este modelo a todo el continente

desconociendo el contexto de desigualdades desde las que se parte, y sin examinar ninguna medida

de redistribución regional de la riqueza al estilo del fondo de cohesión creado en la Unión Europea.

Lo que está detrás del ALCA, según el economista Daniel Olesker, es “reducir las posibilidades de los

Estados del sur de comprar a quién le ofrezca mejores precios, marginando en los negocios a la

Unión Europea y a la totalidad de los Estados del Asia, cuyas producciones serán aceptadas solo si

sortean fuertes aranceles, pero que los harían igualmente no competitivos con los fabricados por las

empresas inversoras norteamericanas. Por supuesto que también, con el ALCA en marcha, se

liquidarán las alianzas que se están intentando desde Europa con diversas áreas económicas que

están en proceso de formación en América Latina, como el MERCOSUR”.9

El ALCA también aflige a Europa no tanto por el comercio entre los ochocientos millones de

americanos pueda llegar a realizarse sin aranceles sino por lo que puede sospechar respecto a la

generalización de normas técnicas y sanitarias, modos de hacer y procedimientos comerciales y

financieros basados en la normativa y la realidad estadounidense, que dificultará la actividad de las

empresas europeas en los mercados latinoamericanos y del Caribe. Esto podría hacer dislocar las

metas de lo que hasta ahora había sido la cooperación entre Europa y América para conseguir

nuevas bazas económicas, afectando a los europeos que más relaciones tienen con América Latina y

el Caribe.

En Estados sudamericanos debilitados, con la tradicional clase política extenuada por la corrupción y

las burguesías nacionales quedaron aún más debilitadas, es como derivación que emergió un nuevo

9 Rivas, Eduardo. Los condicionantes externos en los procesos de integración. El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano. Tesis Doctoral, Universidad de La Coruña, 2001. Página 85

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

liderazgo político que las reemplazó y conduce los destinos de la región, como son Luiz Inácio Lula

da Silva en Brasil, Tabaré Vázquez en Uruguay, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en

Ecuador y Evo Morales en Bolivia.

Estos nuevos gobiernos, aun como cuestionadores del neoliberalismo y de las posturas hegemónicas

de Estados Unidos, no han construido todavía un proyecto económico claramente alternativo.

Pareciera reinar cierta perplejidad al enfrentar los retos de desarrollo en la actual fase y ciertas

vacilaciones acerca de cómo ganar posiciones competitivas, esencialmente frente a China y la India.

Pero posiblemente “lo más paradójico es que estos gobiernos no manifiestan una clara voluntad

integracionista. Lula lideró el rechazo al ALCA y cuestionó la posición de EEUU, que insistía en la

apertura en servicios e inversiones junto a la protección de la propiedad intelectual y al mismo

tiempo rechazaba una discusión amplia sobre los mecanismos antidumping y los subsidios agrícolas.

Pero, pese a ello, Brasil no ha sido capaz, o no ha querido, ejercer un liderazgo que avance

definitivamente en la integración regional.”10

Argentina, en estos últimos años, se concentró sus esfuerzos en resolver los problemas internos y

dedicó poco espacio a la política internacional y regional. Ecuador y Bolivia se encuentran en una

situación similar, con el agravante de centrarse o recién salir de asambleas constituyentes.

Venezuela despliega un activismo continuo para acumular potencia interna, al tiempo que pretende

afirmar posiciones de liderazgo en Sudamérica, con una retórica que ha generado no pocos

problemas en la región.

El accionar integracionista queda en palabras o en iniciativas que siempre quedan a medio camino.

Los enérgicos altercados comerciales entre Argentina y Brasil, más el conflicto por las plantas de

celulosa en la frontera argentino-uruguaya han colocado al Mercosur en una situación muy

complicada. El retiro de Venezuela ha debilitado a la CAN y Chávez se embarca en la Alternativa

Bolivariana para las Américas (ALBA), que apuntar a la convergencia pero suma algunos conflictos a

la disposición de un mercado común. La Aladi no prospera en su aspiración de una convergencia

arancelaria regional ni en la homogenización comercial. Chile, entretanto, continúa con la

suscripción de TLC con diferentes países.

Finalmente EEUU firmó un acuerdo de libre comercio con Centroamérica y otro con Perú, y

actualmente se espera la aprobación del que negocia con Colombia.

Por eso el proceso de integración regional apunta a la dispersión. El comercio intrarregional del

Mercosur, que alcanzó el 25% del total de las exportaciones en 1997, hoy es el 14%. En la CAN el

porcentaje es menor y las exportaciones intra-Aladi son de sólo el 15%. Si comparamos con la Unión

Europea el comercio intrazona supera el 60%. No obstante, la elocuencia se desarrolla y las

iniciativas se multiplican. De la Comunidad Sudamericana de Naciones se pasa a la Unasur y al

ALBA, de la Corporación Andina de Fomento (CAF) al Banco del Sur, que se suma a Iirsa. Aunque los

proyectos se multiplican, sus efectos en la práctica siguen siendo exiguos.

Como las causas del fin de la integración tradicional en América Latina podríamos enumerarlas en

causas de tres tipos: 1) estructurales (básicamente las desigualdades entre los países

latinoamericanos y las dificultades de comunicación por falta de una infraestructura que facilitara las

relaciones entre ellos), 2) institucionales (inestabilidad y heterogeneidad de los regímenes políticos

en especial a partir del momento en que surgieron las dictaduras burocrático-autoritarias en Brasil,

10 Pizarro, Roberto. El difícil camino de la integración regional. En: Revista Nueva Sociedad Nº 214, marzo-abril de 2008. Página 30

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Argentina, Uruguay y Chile, así como la importancia de las disputas territoriales entre miembros de

un mismo acuerdo) y 3) operativo-funcionales (en la medida en que los cambios de gobierno

llevaban a cambios de política económica que enfatizaban o no enfatizaban los objetivos de la

integración regional).

2. La “Nueva Integración” de los 90

La integración en los años noventa, subrayan importantes diferencias con respecto a las etapas

anteriores. La integración cambiaría porque ha cambiado la matriz de ideas en que se asienta, la

cual pasaría de apoyarse en las concepciones de la CEPAL a basarse en las ideas económicas

neoliberales impuestas esta vez no desde adentro de la región misma sino desde afuera, en especial

en referencias al llamado “consenso de Washington.” Pero al mismo tiempo los que conceptualizan

así el proceso integrador de los años noventa registran también que en el esquema tradicional el rol

central correspondía a los organismos de integración regional y a las burocracias de la integración,

que se encargaban de establecer las reglas de juego para las naciones miembros y de vigilar su

cumplimiento, mientras que desde los noventa esos organismos y sus agentes están siendo

desplazados. Los acuerdos intergubernamentales, como el MERCOSUR y el G 3 o los acuerdos

bilaterales del tipo México-Chile, poseen secretarías con funciones mínimas u operan en forma

directa por la acción u omisión de sus gobiernos y de los grupos empresariales interesados, o no, en

esos acuerdos. En América Latina esto es generalmente descartado o minimizado como expresión de

un cambio inherente al proceso mismo de integración regional, ya sea porque se considera que esos

estados representan los intereses empresariales, por lo cual este desarrollo sería negativo, o porque

el cambio se atribuye a una aceptación incondicional por parte de gobiernos y empresarios

latinoamericanos del paradigma económico neoliberal.

Sin embargo, en la literatura sobre empresarios y empresas en América Latina distintos trabajos

demuestran que el paradigma neoliberal no fue aceptado incondicionalmente ni por gobiernos ni por

empresarios y que aún en aquellos países, como México y Chile, que parecen haberlo abrazado

abiertamente el paradigma éste ha sufrido un proceso de adaptación a sus condiciones históricas.

2.1 EL ALCA versus la Integración Latinoamericana: ¿La hora de los

conflictos?

Desde que George Bush lanzó la iniciativa del ALCA, a consecuencia de la pérdida de los socios

europeos, Japón y los Tigres Asiáticos, esta situación que provoca que Estados Unidos intente

controlar el mercado latinoamericano, pero estableciendo sus propias reglas. Su déficit comercial se

debía superar vendiendo a América Latina, particularmente bienes de capital, por lo que la hora del

conflicto había llegado.

La formación del ALCA, la cual no debería ocurrir más allá del 2005, según se acordó en la Cumbre

de Quebec, resultó un tema complejo, desde que fue formulada bajo la forma de "Zona Hemisférica"

por la administración Bush, en junio de 1990, lo que se a su vez plantea un importante reto a los

esfuerzos regionales de integración, y que en gran medida aún está pendiente la identificación de

los grados de complementariedad o exclusión que finalmente resultarán entre (el actual poco 13

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

probable) ALCA y dichos esfuerzos. Por lo pronto, y con muy pocas excepciones, hasta finales de los

90 han sido muy escasos y tardíos los intentos de los gobiernos latinoamericanos por negociar el

ALCA apoyándose en los esquemas regionales de integración, intentos que de haberse dado en el

momento oportuno y con la fuerza necesaria, habrían permitido no sólo aumentar la capacidad

negociadora frente a los Estados Unidos.

Si sumamos el contexto de estrategias económicas globales de los 90, el esfuerzo integrador en sus

principales interrogantes se vinculan tanto al futuro de las políticas que hasta ahora se están

aplicando en el funcionamiento de las economías de América Latina, como a las que dominan en el

escenario de la economía internacional. En ambos sentidos, “una buena parte del nimbo futuro de la

integración y de los espacios que ella finalmente tenga en el escenario regional, dependen ya sea de

la permanencia de esas políticas o ya sea de la redefinición de ellas en un sentido progresivo”11, lo

que permita un desarrollo económico y una atenuación de las desigualdades de todo tipo que hoy

tienden a multiplicarse en América Latina.

Por tal motivo este debate, sobre la integración regional, es obligadamente un subproducto de

discusiones más generales, que tienen que ver con el actual funcionamiento de la economía

internacional y de las economías latinoamericanas. Dichas discusiones arreciaron en principios de la

primera década del siglo XXI empujadas, en buena medida, por el estallido de las crisis en distintas

economías de desarrollo medio y por la notoria persistencia de graves problemas económicos y

sociales en nuestros países. Las criticas al neoliberalismo, al orden económico internacional, al

“Consenso de Washington”, al proceso de globalización, etc., han ganado fuerza, en concordancia

con las evidencias que dan cuenta del fracaso de que dichas estrategias que ya llevan casi dos

décadas de aplicación.

La nueva iniciativa, expresión del viraje efectuado en su política comercial exterior por parte de los

Estados Unidos será probada en pequeña escala, mediante un acuerdo comercial con Canadá y

sucesivamente se efectuará el salto necesario proponiendo la creación de una zona de libre

comercio para América del Norte. Esta mutación realizada no significa que dicho país se haya

convertido a la integración económica, luego, Estados Unidos lanza la iniciativa del ALCA mediante la

cual se fija el objetivo de crear una zona de libre comercio que abarque todo el continente

americano, exceptuando a Cuba.

La política Comercial Exterior de Estados Unidos no varió de sus fundamentos, no se alejó de las

duras y fuertes negociaciones en el campo de la OMC, tratando de conservar la política comercial

tradicional favorable a los países desarrollados (proteccionistas en sus mercados internos y

aperturistas para los mercados de los demás países) aunque ha contado con inesperados obstáculos

como la creciente universalización de la Organización Mundial del Comercio (148 países miembros) y

“el surgimiento de un nuevo liderazgo de los países emergentes del sur (Grupo de los veinte) más

maduro y con un bagaje negociador que no poseían anteriormente. Este nuevo panorama ha hecho

posible que en las agendas negociadoras en el marco de la OMC tengan cabida también los temas

vitales y prioritarios para los países en vía de desarrollo (programa de Doha y la conferencia

ministerial de Cancún)”12. Paralelamente y con la iniciativa de promover el ALCA, se busca seguir

11 Estay, Jaime. La “vieja” y la nueva integración. En: Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano. Cumbre de la Deuda Social y la Integración latinoamericana. Vol. I. Caracas, Torino, 2001. Página 11912 Hernández, Domingo. El ALCA y la Integración Latinoamericana. En: Revista Geoenseñanza, enero-junio, año 2004/vol. 9, número 001. Universidad de los Andes San Cristobal, Venezuela. Página 99

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

teniendo un rol dominante en la economía hemisférica y agregar en el ámbito bilateral o multilateral

de los países americanos, la regulación de temas claves que no se haya podido lograr en el contexto

de la OMC y que podrían exhibirse como antecedentes en el momento que las negociaciones

multilaterales así lo requieran.

Entre otras divergencias dentro de América Latina, muy marcadas son las diferencias frente a las

negociaciones del ALCA, ya que ha quedado claro que los gobiernos de México y Chile, apoyaban la

idea de avanzar en su implementación. Chile comienza sus negociaciones en el año 1994 para un

Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que se logra en el año 2003.

Quizás una de las facetas interesantes del ALCA es haber producido un debate amplio, incluyendo al

ámbito académico, en las sociedades del continente, permitiéndonos repensar la integración

latinoamericana, insertada en un entorno caracterizado por un sistema globalizador cada vez más

amplio. Pero mientras esta integración económica mundial avanza a un mercado cada vez más

competitivo no logra una distribución equitativa de los beneficios lo que se traduce en una

persistente vulnerabilidad de vastos sectores de la población que deja en América Latina cerca de la

“mitad de la población está por debajo de la línea de la pobreza. Entre otras carencias, el 41% de los

latinoamericanos padece algún grado de desnutrición. El 26% no tiene agua potable…”13

En la actualidad, el debate planteado es decidir si lo que más conviene a los países latinoamericanos

es la creación de una zona de libre comercio (proyecto que se agota en el ámbito comercial) o la

creación de una unión aduanera y el mercado común (la integración económica como instrumento

para lograr la unión política). En Sudamérica, donde pareciera que los doce países apoyan la última

alternativa, se debe decidir si es posible crear una unión aduanera de carácter intergubernamental

exclusivamente, donde los únicos y exclusivos actores serían los gobiernos nacionales o crear una

unión Aduanera, con personalidad jurídica propia, que represente la defensa

de los intereses generales del proceso de integración.

2.2 De regionalismo abierto y otras yerbas: El MERCOSUR

Incluso una integración institucional débil puede conducir a un comercio regional más fuerte, si la

economía mundial está en auge. El crecimiento del comercio intrarregional entre los países del

Mercosur (del 9% en 1990 al 25% en 1998) era principalmente a causa de circunstancias

excepcionales y de carácter temporal. Los aranceles se redujeron en un 90% entre 1990 y 1995. El

comercio regional era especialmente importante para Brasil, en 1997, casi un 40% de sus

importaciones totales y un 60% de las importaciones agrícolas provinieron de otros países

sudamericanos. Sin embargo, la crisis asiática de 1997-1998 –que condujo también a una crisis

financiera grave en Rusia y Turquía– ha afectado profundamente a las economías del Mercosur. Las

medidas proteccionistas, tanto de política monetaria como de comercio llevaron a una fuerte

reducción del comercio intrarregional.

En la década de 1990, los procesos de integración regional de América Latina se construyeron

alrededor de un “regionalismo abierto”. En sus expresiones más ortodoxas se asentó en una fuerte

liberalización comercial, las expectativas de desarrollo nacional se estructuraron sobre la

13 Moreno, Gustavo. La integración como respuesta a desafíos de la Deuda Social. En: Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano. Cumbre de la Deuda Social y la Integración latinoamericana. Vol. I. Caracas, Torino, 2001. Página 169

15

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

exportación, se perseguían inversiones externas y se efectuaron o consolidaron reformas de

mercado. Se entendía que el vínculo entre los países de la región debía basarse esencialmente en

acuerdos comerciales. Este juego era esencialmente una materia de reducción de aranceles y

desmontaje de barreras técnicas al comercio, y todo esto era un paso necesario para insertarse

mejor en la globalización. Este cambio se basa en endeudamiento para sustentar la estabilidad

monetaria basada en la captación por el Estado de los capitales especulativos, venta de empresas

públicas para honrar adeudos financieros crecientes, caída de la actividad productiva interna debido

a las reducciones tarifarias, abandono de la integración productiva a favor de una integración

meramente comercial, conflictos comerciales intrazona entre miembros de Mercosur y Pacto Andino,

se desmontan los sistemas nacionales de seguridad, desactivación de las investigaciones

tecnológicas que son transferidas a multinacionales, traspaso creciente de la renta al exterior,

compensándolo con la espejismo de ingresos especulativos, crecimiento del desempleo, aumento de

la masa de excluidos, crecimiento de la criminalidad y otras insuficiencias.

“El “regionalismo abierto” fue funcional a las reformas de mercado de la década del ochenta, que

cambiaron radicalmente las dinámicas y estructuras políticas, económicas y sociales de América

Latina, y cuyas secuelas siguen presentes. Esta perspectiva regional no intentó un camino

alternativo frente a la globalización, sea por fortalecer estructuras productivas nacionales o

regionales, o por ganar autonomía ante los organismos globales (como la OMC o el FMI).”14

Se apostó por una visión de un universo armónico, global, que comprendía la valorización del

individualismo y de la iniciativa privada, el mercado mundial y la transferencia de activos nacionales

a las empresas oligopólicas globales, en dictado de aumentar la productividad. En sus expresiones

más heterodoxas, se intentó dotar a todo el proceso de un componente político que pudiera servir

de contrapeso a los dictámenes comerciales. Pero en todos los temas se instaló la idea de un

regionalismo que no era una condición imperiosa para unir países en busca de mayor autonomía,

sino que se realizaban acuerdos comerciales para sumergirse todavía más en la globalización actual.

Esa perspectiva no ofreció una alternativa a las reformas de mercado, sino que fue funcional a ellas.

Pero detrás de los encuentros y desencuentros en la integración regional están operando varios

procesos, el objetivo del “regionalismo abierto” de desarrollar las exportaciones se logró (las

exportaciones de América Latina crecieron de 130 mil millones de dólares en 1990, a 461 mil

millones en 2004), pero la promesa de favorecer el comercio regional no se concretó; la proporción

del comercio dentro de América Latina era del 13 por ciento en 1990, y del 14,6 por ciento en 2003.

El anunciado impulso hacia la industrialización exportadora no fructificó, en la mayor parte de los

países, más allá de los vaivenes, la proporción de manufacturas en las exportaciones ha tenido un

tímido aumento o bien se ha permanecido más o menos en los mismos niveles. Finalmente, el

encadenamiento de las exportaciones con el crecimiento económico, y de éste con el paliativo a la

pobreza, tampoco se concretó.

Incluso en los procesos de integración regional, los dos mayores exportadores del continente, México

y Brasil, no lograron convertirse en motores y líderes de la integración con los países vecinos. México

logró aumentar su comercio internacional pero a costa de profundizar su dependencia con Estados

Unidos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha tenido varios efectos, y entre ellos

14 Gudynas, Eduardo. Los fantasmas de la integración regional. En: Revista del Sur Nº 166. Julio / Agosto 2006. Montevideo, Uruguay. Página 5

16

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

determinó que la economía mexicana quedara funcionalmente atada a la de Estados Unidos, lo que

ha hecho que México se alejara del resto de América Latina.

Como problema vertebrador de la integración latinoamericana es la carencia de mecanismos

justificados de coordinación productiva, a lo que sumamos la falta de una decidida aplicación de las

normas comerciales. Si sumamos una débil resolución de controversias y las dificultades de lograr

un proyecto común compartido, encontramos que a las ya dificultades comerciales se les sumaron

los problemas políticos e institucionales. Se habla de integración pero en realidad se maniobra por

medio de acuerdos comerciales que no logran una coordinación productiva y por lo tanto la propia

dinámica comercial competitiva sobrepasa los intentos de lograr acuerdos políticos.

Brasil no ha promovido la expansión del Mercosur sumando nuevos socios plenos por medio de

mecanismos que generen obligaciones mutuas, y en cambio ha promovido una expansión

desordenada basada en acuerdos económicos, sumando miembros asociados. El Mercosur ha

pasado a tener tantos miembros “asociados” como miembros plenos, y donde algunos (como es el

caso especialmente Chile), mantienen algunas posturas discordantes con las de Brasilia. El

procedimiento de congregar países sin profundizar las reglas de coordinación política ha tenido un

efecto centrífugo, esto no fortalece la integración y desplaza las discusiones de un escenario a otro.

Las asociaciones y las complementaciones económicas no generan lealtades políticas. Los países del

Mercosur no sólo pueden mantener incluso sus propios aranceles para una lista de bienes, sino que

también están autorizados a retirarse de sus compromisos. Esta reversibilidad está entre las razones

principales de que el Mercosur constituya un nivel inferior de integración a la que poseía, por

ejemplo, la Unión Europea en 1968 en términos de un área de libre comercio o de una unión

aduanera. Por ejemplo, en 2001 Argentina suspendió el Arancel Externo Común del Mercosur (AEC),

lo cual dio lugar a una subida en los aranceles sobre la importación de bienes de consumo de entre

un 14% y un 35%. Dado que no había ninguna entidad soberana con poderes decisorios ni ninguna

instancia judicial común que pudiese velar por el cumplimiento de las provisiones del tratado en los

otros miembros, los países del Mercosur no reforzaron las vías para la integración. Hasta el día de

hoy Mercosur no va más allá de la liberalización del comercio de mercancías, ni cubre los servicios,

ni existe libertad de movimiento de capitales ni de trabajadores. Esto se explica, en parte, por la

aplicación insuficiente de una ley supranacional, debido a los débiles mecanismos de integración.

El Mercosur tiene su valor ilustrativo, este bloque carece en los 90, y en la actualidad también, de un

proyecto político común aceptado por todos y de aplicación efectiva. Existen algunos acuerdos

parciales y coordinaciones, y se repiten las disputas comerciales. Más allá del Convenio Multilateral

de Seguridad Sociolaboral del MERCOSUR (1998) que lleva a la “creación de la Comisión Sociolaboral

del MERCOSUR. Según el Convenio los derechos de Seguridad Social se reconocerá a los

trabajadores que presten o hayan prestados servicios en cualquier de los Estados Partes

reconociéndoles […] , los mismos derechos y estando sujetos a las mismas obligaciones”15, pero el

Convenio no ha sido ratificado y por lo tanto no es aplicada.

La falta de un marco normativo supranacional es una limitación básica, los límites reales están en

cómo avanzar hacia ese tipo de acuerdos vinculantes entre todos los miembros. De esta manera,

todos los socios terminan generando un estancamiento en la profundización política, aunque por

15 Moreno, Gustavo. Op. Cit. Página 17517

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

distintas razones, donde el Parlamento del Mercosur, queda relegado a un papel asesor por muchos

años, sin capacidad de legislar efectivamente.

Una debilidad importante del proyecto del Mercosur es la ausencia de una política comercial común,

lo que se refleja en la falta de normativas comunitarias sobre defensa comercial (salvaguardias,

antidumping) y normas técnicas y de calidad, sanitarias y fitosanitarias, entre otras. Cabe notar que

la labor para consensuar la reglamentación de varias de estas normas no ha tenido avances

sustantivos. En cuanto al arancel externo común, los países aún debaten la adopción de niveles

definitivos y han prolongado el mantenimiento de aranceles preferenciales y regímenes de

excepción en el caso de ciertos bienes. Estos factores no contribuyen al levantamiento de las

principales barreras no arancelarias existentes en el grupo y permiten la gestación de nuevas

restricciones al libre comercio. Al mismo tiempo, el avance en materia de armonización

macroeconómica ha sido limitado. Más allá de un trabajo en marcha para estandarizar indicadores

fiscales y monetarios, se han hecho pocos progresos en el cumplimiento de metas macroeconómicas

específicas. La estructura institucional del Mercosur también presenta limitaciones importantes. Más

allá del órgano principal, el Consejo del Mercado Común, carece de órganos ejecutivos sólidos y bien

constituidos.

El nacionalismo es otro fantasma que entorpece las evaluaciones, se manifiesta cuando se aborda

únicamente los temas regionales que afectan el propio país, se disimulan los errores propios y sólo

se ven las equivocaciones de los vecinos. Existe una repetida apelación a la imagen como “una

“distinción” nacional: nuestro país sería distinto y mejor que las demás naciones del vecindario, y de

hecho muchos de los problemas nacionales se deberían a las restricciones y dificultades que nos

imponen los vecinos. Esto termina desembocando en análisis superficiales donde se habla mucho de

los bloques regionales pero no se revisan en detalle todas sus estrategias. En realidad la tal

particularidad nacional se desvanece una vez que se reconoce que casi todos los problemas se

manifiestas de una y otra manera en toda América Latina.”16

Debemos agregar que existe una miopía geopolítica, que lo notamos cuando se sostiene que todos

los problemas de la integración latinoamericana son culpa de Estados Unidos o de los países

industrializados. No se trata de afirmar que no existan estas interferencias o que no sean verdaderas

esas culpas, pero ello no puede hacer desentenderse de analizar las tensiones y contradicciones que

existen entre los propios países latinoamericanos. El discurso puede invocar palabras e imágenes de

cambio, pero las medidas concretas van en otro sentido, y esto termina en el estado de desánimo,

entre esos problemas se encuentran las dificultades para presentar un marco conceptual novedoso

para el proceso de integración regional. Se sigue manteniendo las ideas e intenciones de las

corrientes conservadoras, estas tienen una idea bastante clara de la integración regional, y apuestan

por una visión mercantil basada en tratados de libre comercio. Las ambigüedades conceptuales

explican muchas confusiones actuales, tenemos así interconexiones físicas y energéticas que no

necesariamente contribuyen a la integración política.

3. Conclusiones

16 Gudynas, Eduardo. Op. cit. Página 1718

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Trabajo final de Historia Americana IV. Integración Regional y el Alba

Entre las particularidades de la actual fase de la globalización tornan a las economías

latinoamericanas más vulnerables a las oscilaciones circunstanciales, el avance de China e India

dificultan actualmente el posicionamiento competitivo en el sector manufacturero. Si, además, las

transnacionales basan su rol en la generación de marcas-patentes en los centros capitalistas y la

producción de manufacturas y algunos servicios en Asia, mientras confina al resto del mundo a un

rol de exportador de bienes primarios, esto, como corolario, deja a América Latina la única tarea de

utilizar sus ventajas comparativas geográficas.

¿Cómo se enfrentan estos desafíos? Una salida puede ser el de la integración. América Latina podría

encarar como proyecto económico, político y de seguridad la formación de un mercado común. Para

ello cuenta con importantes bienes primarios, aunque tiene escasos recursos en ciencia, tecnología y

educación. Debería revertir la actual tendencia a la producción y exportación de materias primas a

países industrializados como China e India. Así entendida la integración pasaría a ser un componente

fundamental para el desarrollo, vinculado a las exportaciones con valor agregado, potenciar las

pequeñas empresas y mejorar la eficiencia de la fuerza de trabajo.

Pero esta tarea requiere de una voluntad política que logre hacer efectiva la integración regional,

pero su logro estaría en base a que gobiernos, empresarios, trabajadores y organizaciones no

gubernamentales acepten la diversidad económica y política de la región.

En un primer horizonte estarán todas aquellas cuestiones e inseguridades derivadas del propio

contenido de los procesos, en los que se debería lograr avanzar hacia la llamada integración

profunda, superando el nivel de las relaciones comerciales y abarcando aspectos no sólo económicos

sino también políticos y culturales; que la tendencia entre los distintos acuerdos efectivamente se

logre para que la integración adquiera un verdadero perfil regional; que la voluntad integradora

extralimite el nivel gubernamental y las cúpulas empresariales y se logre que abarque a otros

sectores de las sociedades latinoamericanas. En este primer nivel, las cuestiones se derivarán en

buena medida de la capacidad que los distintos actores sociales tengan para ocupar espacios en la

negociación y aplicación de los distintos acuerdos que se lograran, de la disposición de ellos y de su

capacidad para incluir a la integración regional en sus intereses y proyectos, además del rol que en

definitiva se le asigne a ella por parte de los gobiernos de la región y en el interior de las actuales

estrategias de desarrollo que hoy prevalecen en América Latina.

4. Bibliografía

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