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AntIrenes Ponce, Leila
Delgado, Martina
Y colaboradores1
1 Alfredo Pacheco Granados y Sonia Alejandra Ruíz
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Los parques con juegos me recuerdan a Irene. Irene subida al tobogán, Irene sentada en la
hamaca, Irene corriendo con los rulos rubios atravesándole la cara. La madre gritándole que
pare, que se les hace tarde para irse, que se va a lastimar. Pero ya es tarde e Irene se lastimó.
También es tarde porque Irene se lastimó. Irene con la pera rota y una mezcla de llanto con
hipo. Ese hipo que a mí me causaba tanta gracia. Entonces Irene, entre caprichosa y fastidiada,
me miraba fijo sin llorar con las lágrimas salpicadas por los cachetes y la mano en la pera
tratando de cubrir la hemorragia. Por supuesto que yo me escondía en una mueca para no
quitarle solemnidad al asunto, para no pelearme con ella. Porque lo cierto es que yo me divertía
con Irene, me gustaban sus muñecas y su cuarto todo rosado. Irene, Irene…Hoy debería tener
20.
Pero Irene no sería como yo, ya por esa época éramos tan distintas. Una diferencia que
me asustaba, pretendía salvaguardarla de alguna manera. Quizá por eso no me gustaba irme de
su casa, porque cuando llegaba a la mía comprendía que yo no era como Irene, que nunca sería
como Irene, que nunca tendría una cama tan suave y cómoda, ni un acolchado calentito. Ni mi
mamá me leería un cuento antes de dormir. Una vez le pedí que lo hiciera, la pobre se trababa
tanto que terminó por dejar el cuento a la mitad. Una mitad en la que yo ya había empezado a
tragarme las lágrimas, como aprendí mejor después y terminé convirtiéndome en experta.
Las lágrimas. Cuando me iban a buscar a lo de Irene, por Arenales al 1500, empezaban a
salir a borbotones como mis suspiros y mis pataleos. Mi madre, que nunca entendía nada,
observaba el espectáculo quieta y con los ojos bien abiertos. Pero Catalina, la mamá de Irene,
era tan distinta. Me acariciaba la frente y me regalaba una mirada honda y comprensiva. Yo me
sentía dueña de la ofrenda más preciada y, por si fuera poco, me traía una chocolatada.
Qué ilusa. Cómo iba a entenderme Catalina si su vida había sido un encuentro de
episodios afortunados. La poca pena y la poca urgencia la habían conducido a actuar
deliberadamente. Había tenido en sus manos la posibilidad de elegir su destino. Yo, en cambio,
originaria de un encuentro azaroso. Yo, tan fortuita y adversa, empezaba a sentir algo profundo
y oscuro por esa vida que me había sido vedada.
Una tarde, Irene y yo fuimos a su casa como de costumbre. Luego de nuestra merienda
predilecta que consistía en comer tostadas con manteca y azúcar mientras mirábamos la tele,
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subimos a su habitación a jugar con la computadora. Por ese entonces las computadoras eran
bastante más grandes que ahora, pero la de Irene era diferente a todas ellas, era una de las
pocas que habían salido recientemente al mercado. Su característica más visible era la finura del
monitor.
A mí me resultaba asombroso que Irene pudiera escribir sin mirar el teclado. Era
realmente un espectáculo verla acodada sobre el escritorio con sus manitos ágiles y frenéticas
preguntándome a qué página quería entrar primero. Siempre terminábamos por entrar a alguna
que fuera una mezcla entre juegos y chat. Ya éramos más grandes que antes – o simulábamos
serlo - y las páginas de dibujitos no nos entretenían – o fingíamos que no lo hacían-. Lo bueno
de las otras páginas era que nos permitían reinventarnos y a la vez jugar.
A través de este mundo virtual nosotras elegíamos quién queríamos ser. Podíamos tener
20 años en vez de 9. Era, sin duda, una oportunidad atractiva para un par de niñas apresuradas.
Internet nos daba libertad para explorar millones de posibilidades.
Esta práctica estaba dando paso al germen de una idea que empezaba a tomar cada vez
más consistencia en mi cabeza. Por suerte Irene parecía no percibirlo. Yo, como siempre,
optaba por el silencio. La verdad hubiera provocado una cara espantosa en Irene. Una
combinación feroz entre ojos incrédulos y labios fruncidos que daría por resultado una
expresión que ni siquiera era capaz de imaginar. No, no podría soportar el odio de Irene.
Un día, agobiada por el aburrimiento, le pedí a mi madre plata para ir al ciber. Necesitaba
continuar con la rutina de sentirme ajena a mí misma, pero claro, por entonces no lo sabía. A
veces me pregunto si conocer eso hubiese alterado en algo los acontecimientos.
Así sucedió que me metí en la 8, la computadora de siempre, y, ya enfrentada a nuestro
destino, tipié el mail de Irene. No tuve que hacer muchas asociaciones para descubrir su
pregunta secreta y muchas menos para escribir la respuesta. Se abrió una ventanita azul e
ingresé en el maravilloso mundo del Messenger. Podía encontrar a todos nuestros compañeros
allí. Podía relacionarme con todos ellos siendo Irene.
Al otro día Irene llegó tarde a clase. Se sentó al lado de Cecilia como de costumbre. Cecilia
le preguntó a la señorita si podía cambiarse de banco y miró rencorosamente a Irene. Irene le
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preguntó si estaba enojada con ella, a lo que Cecilia respondió con una mirada todavía más
enfática. Durante el transcurso de las clases todos nuestros compañeros la ignoraban.
Como Irene era muy susceptible a la
reacción de los demás y estaba acostumbrada a
liderar y a que la traten con admiración y
respeto, se encontraba absolutamente
desencajada. Era bastante gracioso ver cómo se
esforzaba cada vez más por llamar la atención y
encontrar un reconocimiento. Parecía un perrito
asustado aullando para que lo vengan a rescatar.
Por supuesto que yo me sumaba a la ola de
desprecio masiva, no quería levantar sospechas. Al otro día Ia aborrecida no apareció. Por los
recreos se comentaban las cosas espantosas que ella escribía. Yo me comportaba como una
integrante más del odio.
Incluso se mencionó ponernos un nombre; “los antIrene”. No faltó quien comentara la
poca coincidencia que había en la coincidencia perfecta de “anti” e “Irene”.
Me sorprendió lo que hizo la maestra cuando se enteró lo que había pasado en el grupo
aquí un poco de lo que recuerdo:
La madre de Irene apareció en el colegio a los días de que su hija no se presentaba, habló
con la maestra para decirle que su hija no quería volver a la escuela porque sus compañeros la
odiaban por algo que ella no había escrito en el ciberespacio, la madre observaba fijamente a
los chicos sabiendo la crueldad que habían cometido con su hija, la maestra le dio palabras de
aliento y pidió que mañana enviará de vuelta a Irene a la escuela.
Una vez que se fue la madre de Irene, la maestra dio una charla con los chicos acerca de lo
que había acontecido y que eso era un abuso tan duro como golpear a un par. Les explico sobre
cómo este tipo de casos pueden llegar terminar con terribles consecuencias.
Los compañeros le refutaron que lo hacían por lo que Irene había escrito en el
ciberespacio y que no la querían por esa actitud, la maestra los hizo reflexionar sobre las
diferentes formas que hay para que a una persona le puedan robar la identidad a una persona
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por brindar sus datos en cualquier página en la que ingresan. Motivó el diálogo y les pidió el uso
responsable de la computadora, que a su edad deben tener la supervisión de un adulto ya que
no saben quién se encuentra del otro lado de la red2.
Convocó a una reunión con todos los padres para informar los hechos que se habían
suscitado con Irene, además presentó a un facilitador pedagógico para que les diera tips3 para
un mejor uso de la computadora y hacerles ver que ellos son los responsables del cuidado y
buen manejo que le den a estas herramientas en sus hogares.
Me di cuenta de lo que había hecho no era correcto y el mal que le cause a mi compañera,
hoy unos años más tarde me avergüenzo del mal uso que le di a las herramientas que tanto nos
acercan y ayudan en la actualidad. Doy gracias de haber tenido el apoyo de mis maestros y
padres para que no repitiera mi mala actitud y aprender a ser mejor persona sin envidiar lo que
tienen otros.
2 La información fue extraída de la siguiente página: http://www.monografias.com/trabajos22/seguridad-
menores-internet/seguridad-menores-internet.shtml#consej 3 En el apartado “Consejos para proteger a sus hijos” del link citado anteriormente, se encuentran los tips
para un desenvolvimiento seguro en el ciberespacio. La imagen fue extraída de: www.deviantart.com