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GADIR Gabriel Tortella Los orígenes del siglo XXI Un ensayo de historia social y económica contemporánea

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  • G A D I R

    Gabriel Tortella

    Los orgenes del siglo XXI Un ensayo de historia social y econmica

    contempornea

  • Como dice su autor, el objetivo principal de este libro es sus-citar el inters del lector por la historia contempornea, sin com-partimientos metodolgicos ni distingos doctrinales. ste es un ensayo de historia contempornea al mismo tiempo riguroso, erudito por el conocimiento que desrila, y gentil con el lector, ya que en l se encuentra una inusual capacidad de proporcionar, con amenidad, una visin de la Historia, un esquema interpretativo que aporta sentido y perspectiva a hechos tan complejos como los que se describen.

    Como indica el subttulo, el libro est recorrido por un afn de explicar la Historia partiendo de la aportacin de la historia eco-nmica, si bien se trata de un ensayo interdisdiplinario. El autor nos ofrece un esquema interpretativo de la historia de la Humani-dad en los ltimos 250 aoa que enfatiza el anlisis econmico y social, pero que nunca olvida lo poltico, y siempre tiene en cuen-ta la influencia recproca de unos factores sobre otros.

    El lector encontrar aqu una explicacin cabal del porqu y del cmo ha tenido lugar el espectacular desarrollo que ha obser-vado la Humanidad en los ltimos dos siglos y medio, un salto cuantitativo y cualitativo inusitado. Un desarrollo econmico, social y poltico sobre el que se ofrecen una interpretacin global y respuestas siempre pertinentes a las preguntas que suscita. El libro concluye ofreciendo una perspectiva, e interesantes sugeren-cias, sobre Ico retes que afronta la Humanidad en los albores del siglo X X i, en que tras dos siglos de desarrollo sin precedentes, se encuentra ante un desafo tambin sin precedentes: la necesidad acuciante de alcanzar un desarrollo econmico y poltico para el Tercer Mundo sin ejercer una piesin insoportable sobre los recursos.

  • Los orgenes del siglo X X I Un ensayo de historia social y

    econmica contempornea

  • Gab el Tortilla

    Primera edicin: diciembre 2005 Segunda edicin: febrero 2006

    Derechos exclusivos de edicin en castellano reservados para todo el mundo:

    2005 Gadir Editorial, S.L. jazmn, 22 - 28033 Madrid

    www.gadireditorial.com

    de la ilustracin de cubierta: August Macke, Catedral de F-nbv.rgo, Suiza, 1914

    Diseo: Gadir Editorial Maquetacin: M C F TEXTOS, S.A.

    Impreso en Espaa - Printed in Spaln ISBN: 84-934439-6-4

    Depsito Legal: M-9162-2006

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningn medio o procedimiento mecnico,

    electrnico o de otra ndole, sin la autorizacin previa del editor.

  • Los orgenes del siglo XXI Un ensayo de historia social y

    econmica contempornea

    BIBLIOTECA Dr. HUMANIDADES

    u.v.

    G A D I R

  • N D I C E

    I N T R O D U C C I N I X

    I . E L T R I U N F O D E E U R O P A 1 UN PROLONGADO ASCENSO 3 EL LIDERAZGO INGLS 18

    II . L A I R E V O L U C I N M U N D I A L 3 3 LA REVOLUCIN ATLNTICA 33 LA REVOLUCIN NORTEAMERICANA 41 LA REVOLUCIN EUROPEA 46 LA REVOLUCIN IBEROAMERICANA 60 CONCLUSIN 6 7

    III . L A R E V O L U C I N I N D U S T R I A L 7 1 LA REVOLUCIN DEL ALGODN 72 CIENCIA Y TCNICA 77 LA MQUINA DE VAPOR 80 LA SIDERURGIA 82 LA INDUSTRIA QUMICA 84 CONCLUSIN 8 6

    IV. U N S I G L O D E O R D E N Y P R O G R E S O 8 9 LA REVOLUCIN AGRARIA 9 1 LA SEGURIDAD JURDICA 95 PROGRESO TCNICO Y DESARROLLO 1 0 0 COMERCIO Y LIBRECAMBIO 1 1 3 EL PATRN ORO 1 1 5 EL SISTEMA BANCARIO Y FINANCIERO 1 1 9

    V. D I V I S I N D E L T R A B A J O Y L U C H A D E C L A S E S 1 2 7 CRECIMIENTO ECONMICO Y CAMBIO SOCIAL 1 2 7 LAS CONDICIONES DE VIDA 1 3 5 LA LUCHA DE CLASES 1 3 7

    V

  • NDICE

    VI. LA BELLE POQUE 147 SEGUIDORES Y DESCOLGADOS 147 BIENESTAR Y NIVEL DE VIDA 184 LA CRISIS FINISECULAR 187 NACIONALISMO E IMPERIALISMO 193 AVANCES DE LA DEMOCRACIA : 198 CONCLUSIN 200

    VIL LA II REVOLUCIN MUNDIAL 203 EL ORDEN LIBERAL-BURGUS 203 EL ORDEN SOCIALDEMCRATA 207 EL MUNDO DE HOY 212 CIENCIA Y TCNICA EN EL SIGLO XX 215

    VIII. GUERRA Y DEMOCRACIA 233 LA I GUERRA MUNDIAL 233 LA REVOLUCIN COMUNISTA 241 LA REVOLUCIN DEMOCRTICA 255 CONCLUSIN , 274

    IX. DEPRESIN Y TOTALITARISMO 275 LA VUELTA AL PATRN ORO 275 EL FIN DE LA INFLACIN 279 Los PROBLEMAS DE LA VUELTA AL PATXN ORO

    EN EUROPA OCCIDENTAL Y AMRICA LATINA .... 284 LA QUIEBRA DEL PATRN ORO 292 LA GRAN DEPRESIN 296 L A LUCHA CONTRA LA DEPRESIN 308 EL TRIUNFO DEL TOTALITARISMO 325 LA II GUERRA MUNDIAL 355

    X. UN NUEVO ORDEN SOCIALDEMCRATA.. 365 RECONSTRUCCIN 365 SOPA DE LETRAS 366 EL MILAGRO KEYNESIANO 380 CONCLUSIN 391

    VI

  • NDICE

    XI. EL MUNDO COMUNISTA 3 9 3 LA ERA DE STALIN 3 9 3 Los PLANES QUINQUENALES 4 0 0 LAS DEMOCRACIAS POPULARES 4 1 2 LA ERA DEL ESTANCAMIENTO 4 1 7 LA PAPELERA DE LA HISTORIA 4 2 4

    XII. LA EMERGENCIA DEL TERCER MUNDO ... 4 3 5 EL SUBDESARROLLO Y SUS CAUSAS 4 3 5 EL ENTORNO NATURAL 4 3 7 LAS CONSECUENCIAS DEL COLONIALISMO 4 4 0 Los INICIOS DE LA DESCOLONIZACIN 4 4 4 INDEPENDENCIA 4 4 9 LA EXPLOSIN DEMOGRFICA 4 5 8 LA TENTACIN DIRIGISTA 4 6 3 DURO APRENDIZAJE 4 6 8

    XIII. UN CAPITALISMO RENOVADO 4 7 7 RENACE EL MODELO CLSICO 4 7 7 EL FIN DE BRETTON WOODS 4 8 0 LA CRISIS DEL PETRLEO 4 8 3 EL TRIUNFO DE FRIEDMAN 4 8 6 LA UNIFICACIN MONETARIA DE EUROPA 4 9 5 MAANA EL CAPITALISMO 4 9 8

    XIV. UN SOMBRO SIGLO XXI? 5 0 7 Los XITOS 5 0 7 LAS CAUSAS 5 1 3 LAS ETAPAS 5 1 8 Los PROBLEMAS 5 2 2

    BIBLIOGRAFA 5 3 3

    NDICE ONOMSTICO 5 4 9

    VII

  • I N T R O D U C C I N

    El objetivo principal de este libro es suscitar el inters del lector por la historia contempornea, sin compartimientos metodolgicos ni distingos doctrinales. La complejidad del mundo y del tiempo en que vivimos es abrumadora y crecien-te. El tender la mirada al pasado no muy lejano, tomando como punto de partida la ltima gran discontinuidad histri-ca, constituida por las primeras revoluciones modernas (lo que yo llamo la I Revolucin Mundial) y por el inicio de la Revolucin Industrial; el investigar las consecuencias que es-tos cambios radicales en las estructuras de las sociedades de entonces tuvieron sobre la histeria y cmo sta ha ido mol-deando el acontecer hasta llegar al presente un mundo tan enormemente diferente del del punto de partida, me pare-ce, entre otras cosas, un ejercicio formativo. Es mi opinin firme que, sin comprender este proceso, no se puede entender el mundo en que vivimos. Sin abarcar, siquiera sea de manera apresurada, la historia de los dos siglos y medio que nos han precedido no es posible comprender el presente porque la complejidad es tal que, por manido que resulte decirlo, la* ho-jas a menudo no dejan ver el bosque.

    He dicho que pretendo hacer este ejercicio sin compar-timientos metodolgicos ni distingos doctrinales y sin embar-go ya el subttulo acota radicalmente el campo de estudio. El lector debe ser comprensivo con las limitaciones del autor, historiador econmico de profesin. Sin embargo, la limita-cin es relativa, ya que la profesin est elegida precisamente porque el autor cree que la historia econmica es un campo intelectual que, como deca John R. Hicks [(1969)], es punto de encuentro de varias ciencias sociales, por lo que se presta muy bien al tipo de anlisis adoptado en este libro. C o m o in-dica el subttulo, se parte del axioma, que creo evidente, de

    IX

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    que la sociedad es un ente complejo que, al igual que los indi-viduos que la componen, puede ser estudiado desde diversos ngulos, pero del que ninguno de estos ngulos, por ser par-ciales, nos puede dar una visin completa. Puede parecer ftil o pretencioso estudiar la sociedad desde varios ngulos a la vez, y sin duda tiene algo de insatisfactorio, porque nunca se puede abarcar todo; pero s creo que persiguiendo las res-puestas a travs de las barreras convencionales de las discipli-nas acadmicas se pueden descubrir nuevos paisajes y recorrer caminos poco o nada transitados. En mi modesta opinin, esto ocurre en este libro, al menos en algunas ocasiones.

    Hacer ciencia es violentar la realidad, tanto en las hu-manas (blandas) como en las fsicas (duras). Por las razones que acabo de esbozar, creo que esto es especialmente as en las humanas por varios motivos adicionales. U n o de ellos es que el observador coincide parcial o totalmente con lo ob-servado. O t r o es que el observador influye en lo observado desde el momento en que las conclusiones del observador se hacen pblicas: es bien conocido de los economistas el papel que desempean las expectativas en la prediccin. O t r o es la gran dificultad de experimentar. El experimento en ciencia social o humana no es imposible, pero tiene un mbito mu-cho ms restringido que en la ciencia fsica, aunque es bien sabido que algunas ciencias de la naturaleza, como la geolo-ga o la astronoma, tampoco se prestan a la experimenta-cin. O t r o motivo por el que la ciencia humana violenta la realidad es que las interacciones sociales son tan complejas que el estudioso casi forzosamente tiene que introducir sim-plificaciones que distorsionan. Es el caso de los tan trados y llevados modelos predictivos economtricos. La cantidad de conexiones y retroalimentaciones entre unas variables socia-les y otras es tan grande que los modelos rigurosos tienen que estar grandemente simplificados; en consecuencia, pier-den val idez muy pronto . Por eso el mtodo histrico tiene unas fuertes dosis de obra artstica, porque la gran compleji-dad y variabilidad de lo estudiado requiere de la inspiracin

    x

  • INTRODUCCIN

    y de la intuicin para dar con el modelo o esquema terico aplicable a cada caso.

    En cuanto al enfoque utilizado, este libro es fruto de mu-chos aos de lecturas y reflexiones, que han dado ya lugar a varias publicaciones, algunas de las cuales siguen algunos as-pectos del esquema aqu trazado. El lector advertir ensegui-da que hay unos cuantos pensadores que me han influido mu-cho; yo me siento discpulo intelectual de muchos escritores; se trata de autores que he ledo con enorme inters, y una par-te importante de cuyo pensamiento ha moldeado el mo; sus obras me han ayudado a interpretar la realidad, a resolver problemas y a plantearme otros nuevos. Quiz esto ocurra es-pecialmente con Marx, a quien he estudiado (casi dira, con quien he luchado) a lo largo de muchos aos, tratando de comparar su teora econmica con la de otros autores que p o -dramos llamar ms convencionales. Debo quiz aclarar que mi conclusin acerca del valor de a obra de Marx (y en esto creo coincidir con algunos colegas mos que se han ocu-pado de estos temas) es que su teora econmica est, como dira Schumpeter [(1965b), p. 29] , muerta y enterrada, pero que, a pesar de ello, su visin histrica sigue teniendo una considerable validez. C o n ello quiero decir que sus hiptesis sobre las etapas del iccimiento econmico y del cambio so-cial, su materialismo histrico, su asignacin de gran prota-gonismo a ias clases socioeconmicas, siguen siendo muy ti-les para extraer significado de los hechos histricos. Ot ros historiadores econmicos tan prestigiosos como Douglass North, el citado John Hicks, Walt W. Rostow, o el propio Schumpeter se inspiraron en el esquema histrico marxiano para desarrollar sus modelos. No s si a lo que este libro pro-pone se le puede llamar modelo; yo lo dejara en esquema in-terpretativo.

    Otra gran figura de la economa contempornea es K e y -nes y como gigante intelectual del siglo XX su significacin excede con mucho la del mero economista. Keynes era un terico de gran originalidad, pero no me parece que sea su

    XI

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    teora econmica la mayor aportacin que hizo; fue su senti-do histrico de la economa, el advertir que lo que hoy llama-mos el paradigma clsico, que l debi aprender casi con las primeras letras, tena una validez limitada, lo que le convirti en un pensador excepcional y le permiti contribuir decisiva-mente a encauzar la historia del mundo que le toc vivir. De l dijo Schumpeter [(1965b), p. 2 9 1 ] , que no nos ha hecho keynesianos, pero nos ha hecho mejores economistas; yo aadira que nos ha hecho tambin mejores historiadores econmicos, porque nos ha ayudado a comprender mejor el siglo XX.

    Pero las deudas intelectuales son muchas ms; mis acree-dores preferentes, como dira Ramn Carande, son muy nu-merosos. No puedo aqu citarlos todos. El lector podr hacer-se una idea consultando la bibliografa, pero, por desgracia, de ella podr decirse lo mismo que de aquel manicomio: ni son todos los que estn, ni estn todos los que son.

    Es de todo punto necesario en un libro como ste hacer referencia a la ciencia y la tcnica como m o t o r e s de la econo-ma y de la sociedad en su conjunto. Es un ejemplo ms de lo complejo que es tratar de modelizar la Historia: los econo-mistas e historiadores econmicos tendemos a tratar la tcni-ca como un deus ex machina (variabl-.- independiente en el romn paladino de los economistas) que explica todo lo de-ms, in embargo, no hay dei ex machina fuera del teatro, y mucho menos en la realidad social. Cientficos y tcnicos sa-ben m u y bien que para ellos la principal variable explicativa es la econmica. Es un ejemplo ms de la causalidad circular tpica de la ciencia social. Espero que en el libro se vea claro que la interaccin es continua y sobre todo que, una vez el avin social despeg y entr en la fase del crecimiento auto-sostenido, ciencia, tcnica y economa han venido retroali-mentndose, o fertilizndose recprocamente, a ritmos cre-cientes. En todo caso, quiz algn lector observe que en los epgrafes sobre ciencia y tcnica no se hace referencia a las ciencias sociales ni en particular a la economa. Yo creo, sin

    XII

  • INTRODUCCIN

    embargo, que el progreso de las ciencias sociales ha contribui-do sustancialmente al bienestar de la Humanidad; pero me parece tan evidente, esta premisa est tan presente en cada p-gina y las referencias a las ciencias sociales, y en particular a la economa, son tan frecuentes en el libro, que he soslayado, para evitar reiteraciones, dedicar un epgrafe separado a la ciencia social.

    Es opinin de quien esto escribe que el objetivo ltimo de la ciencia social (como el de toda ciencia) es predecir. Tam-bin debe poder explicar, pero una explicacin plena y vlida debe ofrecer elementos capaces de generar una prediccin. Por esto las conclusiones de un libro como ste deben tratar de ofrecer algunas conjeturas sobre el futuro. Sin embargo, como la ciencia social tiene mucho de arte, su capacidad de prediccin es muy limitada, en comparacin con las ciencias fsicas. Nunca tendremos los que estudiamos la sociedad la capacidad de hacer anuncios comparables a los que los astr-nomos hacen sobre los eclipses o incluso sobre las estrellas fu-gaces. En una novela de Isaac Asimov, Foundation, un sabio construye un modelo matemtico de la sociedad que le permi-te hacer predicciones exactas sobre cuestiones polticas con validez de varios siglos. Es un magnfico ejemplo de lo que se ha llamado ciencia social ficcin; aunque muy hermoso, es ficticio. H o y toda la prediccin que me resulta posible con-siste en coincidir con el pesimismo de muchos otros autores acerca del futuro relativamente inmediato. Despus de narrar el mayor xito social que la Humanidad haya alcanzado en toda su historia, uno no tiene ms remedio que hacer referen-cia a la conocida fbula del aprendiz de brujo o, quiz mejor, a los mitos de Pandora y de Prometeo. Las conclusiones no pueden, aunque poco definidas, dejar de ser ominosas.

    A este respecto quisiera aadir un comentario sobre Marx, un cientfico social que no se arredr ante las prediccio-nes, algunas de las cuales resultaron admirablemente correc-tas. Creo que en los inicios del siglo XXI para lo nico que nos sirve el esquema histrico de Marx es para darnos cuenta de

    XIII

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    que ha quedado obsoleto, como la teora de los otros econo-mistas clsicos, porque la divisin tripartita de los factores de produccin (tierra, trabajo y capital), que daba lugar a la divi-sin tripartita de las clases sociales (nobles, proletarios y bur-gueses), queda ya muy desdibujada en las sociedades posin-dustriales, donde el capital humano se est convirtiendo en el factor de produccin ms importante. Por eso dentro de las sociedades avanzadas el esquema marxiano ya no funciona y la globalizacin no alcanza slo a los negocios, sino tambin a la poltica. Quiz sea sa la razn de que el nacionalismo y el etnicismo estn sustituyendo a las tradicionales divisiones y enfrentamientos de clase en los pases desarrollados.

    La tensin y la lucha econmica ms intensas tienen lu-gar hoy a nivel mundial o global, porque las desigualdades a escaa internacional son en el siglo XXI mayores que en ningn otro momento de la Historia. Y ello no porque los pobres sean ms pobres, que no lo son. El problema radica en que los pebres no progresan al ritmo por todos deseado porque el crecimiento demogrfico sin precedentes es el mayor freno al desarrollo. Nunca en la Historia haba habitado la Tierra un nmero de personas remotamente comparable al que hoy vive en ella. En el periodo estudiado en este libro (aproximada-mente 1750-2005) la Humanidad se ha multiplicado por 8,4. Y en las dcadas recientes las tasas de crecimiento han aumen-tado desmesuradamente, y en las zonas ms pobres nota-blemente frica el aumento ha sido mucho mayor.

    El desmesurado crecimiento poblacional produce una corriente poderosa de emigracin desde las zonas pobres a las ricas. Pero esta riada migratoria puede ser, todo lo ms, un pa-liativo; nunca una solucin. Y ello por dos razones. La prime-ra, evidente, porque hay una enorme desproporcin entre el nmero de los pobres del Tercer Mundo y el de los ricos del Primero. Si todos los que quieren emigrar lo hicieran, los pa-ses desarrollados se veran sumergidos por masas inasimila-bles de inmigrantes que crearan un pavoroso problema de desempleo y llevaran a la quiebra a los sistemas de seguridad

    XIV

  • INTRODUCCIN

    social. La segunda razn es, precisamente, que el factor de produccin ms importante en el siglo XXI no es ni la tierra ni el trabajo bruto, ni siquiera el capital fsico. El factor h o y ms importante es el capital humano, que requiere un proceso cu-mulativo de educacin y de formacin de instituciones ade-cuadas. El crecimiento demogrfico desbocado impide la for-macin de capital humano; lo que el Tercer Mundo ofrece, por tanto, es un factor, el trabajo bruto, cuya demanda no crece, ms bien lo contrario, en un Primer Mundo cada vez ms tecnificado y robotizado, donde la productividad aumen-ta y el desempleo es una amenaza constante. El espectro de la superpoblacin, no el del comunismo, es lo que recorre el mundo en el presente siglo, y las profecas de Marx quedan hoy plidas ante las de Malthus, otro gran cientfico social qup tampoco se arredr ante las predicciones.

    La dificultad ms grave es que son demasiado pocos los que reconocen la importancia de este problema, que aumenta las desigualdades y amenaza la integridad del planeta. Mien-tras esto no se afronte y el desequilibrio demogrfico no iecl-ba la solucin adecuada, la doble amenaza de la tensin y la violencia internacionales de un lado y de la agresin al equili-brio ecolgico de la frgil nave espacial que nos cobija la Tierra, de otro, nos amenazar como la espada de Darao-cles; y quiz los ms jvenes entre nosotros, ojal me equivo-que, vean caer esa espada.

    Sobre el contenido y el estilo del l ibro debo sealar que est escrito como un ensayo (el subttulo lo dice), tratando de facilitar la lectura, sin cuadros ni grficos, tan apreciados por los economistas y que tanto repelen a muchos lectores. A u n -que el texto est apoyado sobre una cantidad considerable de evidencia y anlisis cuantitativos, he preferido resumir verbal-mente las principales conclusiones que extraigo de series y curvas.

    La persona a quien ms tiene que agradecer este l ibro de manera directa, aparte de a su autor, es a su editor, Javier San-tilln; cuyos son la idea de la obra, la iniciativa y el nimo en

    x v

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    los momentos de desaliento del autor. ste y el l ibro deben mucho a su amistad y su generosidad, y creo que lo mismo les ocurre a muchos lectores de la excelente coleccin que Gadir est poniendo en el mercado. Mi deuda intelectual con Igna-cio Sotelo es larga casi como la vida misma; las ideas que en el l ibro se contienen las llevamos discutiendo desde nuestros aos universitarios. No se le puede hacer responsable solida-rio de los errores, porque est en desacuerdo en muchas co-sas. Clara Eugenia Nez es, por mi fortuna, otra de mis grandes interlocutores; su apoyo y, sobre todo, sus crticas han sido fundamentales. C o n Luis Garca Moreno he discuti-do muchas de las ideas aqu expuestas. Alfonso Gonzlez Hermoso de Mendoza, Ignacio Lizasoan Hernndez y Juan ngel Martnez Lpez de Letona me ayudaron con sus p ro -fundos conocimientos en momentos difciles de mi investiga-cin. Pedro Escudero Diez me ha prestado generosamente li-bros de su biblioteca que eran difciles de conseguir de otro modo. Ana Valero, Alicia Escantilla y Aida Torres han hecho un minucioso trabajo de edicin. He aqu los ms preferentes de entre mis numerosos acreedores. A todos, gracias.

    \ XVI

  • A la memoria de Mara Teresa Casares Snchez, Gabriel Tortella Oteo,

    Gregorio Nez Nogueral y Rondo Cameron

    a los que tanto debe este libro.

  • w

    I

    Cario Cipol la [1970] , uno de los grandes historiadores del siglo XX, deca que en la historia de la Humanidad haba habido dos grandes revoluciones: la Revolucin Neoltica y la K evolucin Industrial. La Revolucin Neoltica, iniciada en Mesopotamia y en China a partir del ao 8000 a.C. (por su-puesto, se trata de una fecha aproximada) podra tambin lla-marse Revolucin Agrcola. Hacia esos aos aparecieron ios primeros asentamientos humanos permanentes, lo cual indica que esas sociedades primitivas abandonaron ei nomadismo, caracterizado por una actividad econmica centrada en la caza y la recoleccin de frutos salvajes, y adoptaron la vida seden-taria, caracterizada por la prctica de la agricultura y la gana-dera. Naturalmente, esta revolucin debi de producirse de manera muy gradual, ? lo largo de generaciones y proba-blemente de siglos: h transicin del nomadismo al sedentaris-mo no ocurri en Mesopotamia ni en China de la noche a la maana; al contrario, la agricultura y la ganadera fueron m u y gradualmente ocupando un nmero creciente de horas al da (o de das al ao) de los primitivos nmadas y el proceso tuvo lugar a lo largo de muchos siglos e incluso podra decirse que no se ha completado totalmente hoy da; vale la pena obser-var que incluso en nuestras sociedades actuales, tan sedenta-

    | rias y posmodernas, an hay muchos que practican la | la recoleccin, esta ltima en especial de setas, hierbas y algu-j nos otros frutos silvestres. I La Revolucin Neoltica o Agraria fue extendindose j lentamente, en China concntricamente a partir de los valles 1 de los ros Amari l lo y Yang-Tse. En Occidente irradi desde | Oriente Medio en direccin Este-Oeste ms bien que N o r t e -| Sur; hacia el este se extendi por Persia y la India; en direc-

    i

    EL T R I U N F O DE E U R O P A

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    cin a Poniente, hacia el Levante mediterrneo (Siria, Fenicia, Anatolia) y hacia el valle del Nilo. La difusin por la orilla norte del Mediterrneo fue relativamente sencilla, ya que las condiciones climticas y edafolgicas eran parecidas a las ori-ginales mesopotmicas, de modo que los cultivos y las tcni-cas no haban de modificarse grandemente para adaptarse a los nuevos suelos y climas, en tanto que por la orilla sur del Mediterrneo (norte de frica) la difusin de la agricultura se vio obstaculizada por el desierto. Aparte de Egipto (cuya tie-rra, como dice Hcrdoto [(2002).. p. 1 9 1 ] , es un regalo del ro Nilo) , por tanto, fueron las civilizaciones de la ribera norte del Mediterrneo, en particular la griega y la romana, las que tuvieron agriculturas florecientes y terminaron por domi-nar la economa y la poltica en la Antigedad.

    Desde la cada del Imperio Romano hasta la Revolucin Industrial, la historia de la Humanidad conoci grandes cam-bios y desplazamientos en la estructura del poder poltico, pero algunos rasgos socioeconmicos permanecieron inmu-tables durante esos doce siglos que precedieron a la Revolu-cin Industrial. Por un lado, la agricultura se mantuvo como el sector ms importante y productivo dentro de las socieda-des sedentarias del planeta, aunque en ciertas pocas y regio-nes ia industria y el comercio adquirieron creciente relieve. Esto fue as especialmente en Europa y en la Edad Moderna (siglos X V l - x v i l ) . Por otro , los pueblos europeos, que ya ha-ban ostentado el liderazgo tecnolgico, econmico y polti-co (quiz compartido con China) en la Antigedad, tras sufrir un relativo eclipse en la Al ta Edad Media fueron emergiendo lentamente como los ms ricos y consecuentemente los ms poderosos del mundo. En gran parte esta riqueza y poder se debieron al sorprendente dinamismo tecnolgico que estos pueblos exhibieron desde la ms remota Edad Media. Fruto de esta superioridad econmica y tcnica fue la expansin global de los pases europeos a partir del siglo XV, con las ex-ploraciones, descubrimientos y asentamientos en frica, Amrica, Asia y Oceana durante la Edad Moderna, dando lu-

  • I. EL TRIUNFO DE EUROPA

    gar a lo que se ha llamado la Revolucin Comercial de la Edad Moderna.

    A mediados del siglo x v m Europa constitua claramen-te la regin hegemnica del mundo. Cier to es que el conti-nente no era entonces una entidad poltica de ningn tipo: se trataba, simplemente, de una expresin geogrfica. Europa estaba dividida en un grupo numeroso de unidades polticas independientes y varias se disputaban la hegemona mundial. Inglaterra, Holanda, Francia, Espaa y Portugal, por orden de importancia, podan atribuirse el ttulo de potencias hege-mnicas mundiales, dependiendo del criterio clasificatorio que se adoptara. El criterio ms sencillo sera el del imperio colonial: todas estas naciones eran cabezas de extensos im-perios coloniales, lo cual era fruto en gran parte de la expan-sin y conquista que durante los siglos anteriores haban se-guido a los descubrimientos geogrficos que se iniciaron en el siglo XV.

    Por supuesto, el encabezar un imperio colonial es un sig-no inequvoco de hegemona. Se plantean, sin embargo, las si-guientes cuestiones: era se el nico indicio de dominio?, no habra otros criterios segn los cuales las potencias europeas se distinguieran de las de otras regiones del mundo? En efec-to: aunque menos claros, haba n a o s signes de superioridad por parte de estas potencias o naciones. Por ejemplo, aunque la conquista colonial pudiera ser consecuencia directa del p o -dero militar, ese mismo poder a su vez se derivaba de una cla-ra superioridad tcnica y econmica, que tena mucho que ver con la evolucin de las instituciones sociales.

    UN PROLONGADO ASCENSO

    A algunos puede causarles cierta extraeza que lo que es una parte de la Tierra relativamente insignificante, una mera pennsula del gran continente eurasitico, haya tenido tanto protagonismo. Tal asombro es comn en la actualidad, cuan-

    3

  • LOS ORGENES DEL SIGLO XXI

    do son las naciones gigantes (Estados Unidos, Rusia, China) las que alcanzan posiciones destacadas y preponderantes, mientras que Europa era (y an es) un conglomerado de na-ciones medias y pequeas. Y sin embargo existen razones de mucho fuste que explican la hegemona europea no slo en los siglos XVIII y XIX, sino a lo largo de la Historia y an de la Prehistoria.

    En primer lugar, hay razones puramente fsicas o geogr-ficas, a las que ya Montesquieu dio gran importancia y en las que vuelve a insistirse recientemente [Tortella (1994), Land.es (1998), Diamond (1999)]: el continente eurasitico, del que Eu-ropa es, como dijimos, un gran apndice triangular, con el cabo San Vicente como vrtice occidental, tiene otras pennsulas comparables, como la arbiga, el subcontinente indio o la gran pennsula siberiana. Pero ninguna de ellas rene las condicio-nes fsicas de Europa, de clima templado, baada por la co-rriente clida del golfo de Mxico, de costas recortadas que conforman una serie de mares menores (Bltico, del Norte, Mediterrneo que a su vez tienen mares menores propios, como el Adritico, el Tirreno, el Egeo, el Negro, y golfos como el de Botnia, el de Vizcaya o el de Len), pennsulas meno-res e islas, estrechos, etctera, que conforman un medio perfec-to para la navegacin y el comercio.

    Pero no se trata solamente del relieve y la orografa; el clima tiene una importancia crucial y en esto tambin consti-tuye Europa una regin (continente o subcontinente) privile-giada. El clima tiene gran importancia porque es un factor de-terminante de la agricultura, actividad sta que ha sido la ms importante desde un punto de vista econmico desde la Prehistoria hasta, precisamente, los albores de la Edad C o n -tempornea. Tambin tiene importancia el clima por su in-fluencia sobre la capacidad de trabajo humano, e incluso ani-mal, y sobre la salubridad. Los extremos de temperatura reducen la capacidad de trabajo: el excesivo calor agota y em-bota, el excesivo fro reduce tambin la laboriosidad e incluso limita la autonoma de movimiento. Los climas tropicales,

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  • I. EL TRIUNFO DE EUROPA

    como es sabido, favorecen la propagacin de enfermedades transmitidas por insectos, y otros vectores, afecciones como la malaria o la enfermedad del sueo. El clima europeo es por lo general templado, favorecido por la cercana del ocano (al oeste de Rusia ningn punto de Europa est a ms de 5 0 0 km del mar), que da estabilidad a la temperatura. Aunque hay al-gunas variaciones (el Mediterrneo constituye una zona cli-mtica bien diferenciada), el clima es hmedo, con lluvia abundante y temperaturas moderadas. Si bien el clima se ex-trema en el norte de la pennsula escandinava y ia tundra rusa, en general, las condiciones agrcolas resultantes en la gran lla-nura europea son excelentes, con ros abundantes y mares que raramente llegan a helarse. Son condiciones casi perfectas para el cultivo cereal y para su combinacin con la ganadera. Las condiciones en el Mediterrneo, con veranos secos e inviernos frescos y algo lluviosos, son mejores para los cultivos arbus-tivos y hortcolas, lo cual ha favorecido un activo comercio entre el norte y el sur del continente.

    Durante el milenio que separa la cada del Imperio R o -mano de Occidente (476) y la del de Oriente (1453) en Euro-pa ocurrieron fenmenos de gran relevancia, sin precedentes, que configuraron un nuevo tipo de sociedad que a la larga iba a resultar mucho ms dinmica y expansiva que lo que se haba visto hasta entonces.

    Uno de estos fenmenos es la difusin de la cultura de sur a norte. Durante la Antigedad romana la ribera medite-rrnea haba sido la cuna y el escenario de la civilizacin, mientras que el norte de Europa haba sido el territorio de los pueblos brbaros, nmadas iletrados que vivan en los esta-dios prehistricos que los pueblos meridionales haban aban-donado milenios atrs. Podramos resumir esta situacin di-ciendo que hasta la Edad Media la Revolucin Neoltica no lleg a la Europa del norte. En la Antigedad el Danubio y el Rin marcaron las fronteras entre la Europa civilizada y la Europa brbara, como siguen hoy marcando, aproximada-mente, la frontera entre las lenguas latinas y las dems (germ-

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    nicas, eslavas, etctera). Sin embargo, durante la Edad Media el Rin y el Danubio dejaron de marcar fronteras econmicas: los pueblos del norte de Europa fueron adoptando los mto-dos agrarios que haban predominado en el sur durante mile-nios, abandonaron el nomadismo por el sedentarismo, se con-virtieron al cristianismo romano y con la nueva religin sus lites aprendieron tambin el alfabeto latino, al tiempo que el latn se converta en la lingua franca entre unos y otros pue-blos. La extensin de la civilizacin latina de sur a norte se ex-plica por la difusin de la prctica econmica ms importante: la agricultura. La difusin de la agricultura en el norte de Eu-ropa a su vez se debe a la introduccin de una nueva herra-mienta: el arado pesado. Este nuevo apero agrario era, como su nombre indica, mucho ms voluminoso y grvido que el tra-dicional arado romano, y permita el cultivo de las tierras del norte, ms espesas, hmedas y llenas de maleza que las del sur, pero mucho ms frtiles si se las cultiva adecuadamente. El arado pesado, que quiz era y? conocido en tiempos del Impe-rio Romano de Occidente, pero que en todo caso estaba muy poco difundido, fue extendindose durante la Edad Media de manera gradual. Esta lentitud se debi, entre otras razones, a que era mucho ms caro de manipular que el arado ligero, ya que requera la traccin de al menos una yunta de bueyes y preferiMemente dos o .res. Precisamente por esa mayor cares-ta, el arado pesado dio lugar a un nuevo tipo de asentamiento y explotacin agraria, el manar o manoir (en terminologa in-glesa o francesa), la aldea seorial cun cultivo en campos abier-tos. Quiz la lengua espaola carezca de una traduccin exac-ta de la palabra manor (aunque el cataln mas o masa sea el equivalente etimolgico) porque este tipo de asentamiento y explotacin fue raro en la Europa del sur, ya que tambin lo fue aqu el empleo del arado pesado. La explotacin en cam-pos abiertos tpica de la Europa del norte implicaba que la al-dea agraria (y no la unidad familiar) se convirtiera en la unidad bsica de explotacin. En este sistema, los trabajos agrcolas se hacan colectivamente sobre campos en los que cada familia

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    era propietaria de una o varias parcelas. Esa titularidad slo te-na importancia a la hora de distribuir la cosecha, ya que esos campos objeto de multipropiedad se explotaban como un todo. La razn principal de la explotacin colectiva en la t ie-rras donde predominaba el arado pesado era que, al ser ste un instrumento costoso, exceda de las posibilidades de una sola familia y deba por tanto ser objeto de uso colectivo.

    La nueva tcnica agrcola, en combinacin con los suelos ricos de la Europa del norte, permiti unos niveles de prospe-ridad comparables o superiores a los del sur; no es slo que los rendimientos fueran iguales o mayores en el norte, es tam-bin que la mayor abundancia de pastos en la hmeda regin septentrional permita una integracin mucho mayor entre la agricultura y la ganadera, lo que, a su vez, no slo aumenta-ba la ingestin de protenas de origen animal por la poblacin human?, sino que facilitaba la fertilizacin de las tierras p o r la abundancia de abonos orgnicos.

    Q u e esta Europa medieval era, aun en estos aos de re-gresin econmica, ms rica que las zonas colindantes nos lo indica el hecho de que, al igual que en la Antigedad los pue-blos brbaros saquearon las tierras del sur y trataron de asentarse en ellas, una serie de pueblos perifricos (vikingos, magiares) tuvieran idntico comportamiento en el periodo al-tomedieval (476-1000) con respecto a ese ncleo europeo, que durante un tiempo constituy el Imperio Carclingio. Vikin-gos y magiares, asentados en rgimen seminmada en las fronteras de la Europa nuclear cristiana, la sometieron a in-cursiones y saqueos peridicos, invadiendo y asentndose en muchos casos en tierras meridionales, como hicieron los v i -kingos o normandos en el valle del Guadalquivir o en Sicilia. Gradualmente tales depredaciones fueron remitiendo a medi-da que unos y otros (vikingos y magiares) fueron adoptando las tcnicas agrarias europeas y adaptndolas a su entorno. Estas adopciones y adaptaciones solan coincidir con un ma-yor sedentarismo, con la conversin al cristianismo y con la adopcin del alfabeto y el latn por las lites.

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    Los nuevos tipos de asentamiento y organizacin econ-mica fueron acompaados de nuevas formas de organizacin poltica. Al desmembramiento del Imperio Romano de Occi-dente sucedieron varias unidades polticas (los reinos brba-ros) donde convivieron dificultosamente las antiguas pobla-ciones romanizadas con los pueblos invasores, que ostentaban el poder civil y militar. De manera gradual ambos grupos y sus respectivas instituciones fueron fusionndose: las institu-ciones polticas de los antiguos pueblos germnicos se acopla-ron a las del Bajo Imperio Romano en el crisol de las conflic-tivas circunstancias de la poca, dando lugar a lo que hoy conocemos y simplificamos con el apelativo de feudalismo. De este modo, la Europa occidental se fragment de hecho en innumerables organizaciones locales y regionales de ndole poltico-militar en que el poder estaba en manos de un se-or, que poda ser unipersonal (nobiliario) o colectivo (ecle-sistico). Las grandes entidades polticas (reinos, imperios) subsistieron en la Alta Edad Media ms como conceptos te-ricos que como realidades tangibles. El poder territorial efec-tivo quedaba en las manos de estos seores feudales, cuyos dominios podan comprender unos pocos kilmetros cuadra-dos o extensiones cuasi nacionales, como en los casos de Aquitania o Borgoa. En torno al ao 000, la Europa occi-dental estaba dividida en miles de estos dispares seoros, nominalmente vasallos de un rey o emperador, pero de hecho independientes. A lo largo de los cinco siglos que siguieron, sin embargo, este fraccionamiento fue disminuyendo y en la Galia, Gran Bretaa e Iberia el proceso de aglutinamiento po-ltico termin por dar lugar a la aparicin de nuevos reinos in-dependientes Francia, Inglaterra, Espaa y Portugal, que constituyen los grmenes de esta nueva organizacin poltica creada en Europa e imitada en el resto del mundo: el Estado-Nacin.

    La fuerza que alcanz el sistema feudal en la Alta Edad Media se debi a la necesaria militarizacin de una sociedad acosada por los cuatro costados. Si los magiares atacaban por

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    el este, los vikingos lo hacan por el norte y el oeste, y los mu-sulmanes, por el sur. El nivel de desorden interno era tambin muy fuerte, por el bandidaje y las luchas intestinas entre se-oros rivales. En estas condiciones, la militarizacin de la so-ciedad y su divisin en mltiples unidades autnomas bajo el dominio de un seor feudal que garantizara una cierta pro-teccin a cambio de contribuciones y exacciones (las cargas feudales) parece la solucin ms funcional. Pero haba una caracterstica ms en esta sociedad militar, donde los seores estaban subordinados unos a otros (relacin feudovasallti-ca) como oficiales, jefes y generales lo estn en el ejrcito moderno: el arma fundamental en el ejrcito medieval era la caballera. Por esto la unidad bsica militar y social era el ca-ballero: quien posea un caballo y poda guerrear montado en l tena un rango distinguido en el ejrcito y la sociedad feudales.

    La importancia de la caballera en la Edad Media, mucho mayor que la que esta arma alcanz en eras anteriores (las fa-mosas legiones romanas, por ejemplo, eran de infantera), se debi a otra innovacin que se difundi por Europa occiden-tal en los siglos vi l y VIH: el estribo. Al parecer importados de Persia a travs del Imperio de Oriente, los estribos que, pen-diendo de la silla, daban jinete sendos puntos de apoyo para los pies, le permitan una estabilidad y una firmeza cuando ca-balgaba mucho mayores que la sujecin por simple presin de las rodillas como en pocas anteriores, cuando, en ausencia de los estribos, los pies del jinete colgaban junto a los flancos de la montura. Un jinete con estribos lograba mayor permanencia en la silla, y poda hacer mucha ms fuerza con una lanza, una espada o una maza que sin tales apoyos. Esto daba al caballe-ro una gran superioridad sobre el infante: no era ya slo que los jinetes fueran ms veloces, es que podan descargar desde la altura golpes terribles que un infante difcilmente poda re-sistir, mientras que su situacin sobre el caballo les haca casi invulnerables a los golpes enviados desde tierra. Aparecieron as todos los pertrechos que acompaaban al caballero en la

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    batalla: adarga, escudo, ye lmo, armadura para s y arns para su caballo, que convertan a jinete y montura en una temible unidad de combate, m u y superior a la infantera y slo neu-tralizaba por otra unidad semejante. Dice la tradicin que la superioridad de la caballera francesa dio la victoria a Charles Martel en la batalla de Poitiers (732) contra los ejrcitos mu-sulmanes provenientes de Espaa.

    La importancia militar del caballo (animal caro de man-tener entonces y ahora) daba un realce especial a la posesin de la tierra. Un gran seor no poda serlo si no posea grandes extensiones de tierra donde criar caballos: de ah la enorme importancia y prestigio social que se derivaba en la Edad Me-dia de la posesin de tierras. De ah tambin que los seores dieran feudos de tierra a sus vasallos (nobles menores) exigin-doles a cambio el juramento de fidelidad feudal, por el que se comprometan a servir con un ejrcito en tiempo de guerra, un ejrcito en el que la caballera iba a tener un papel primordial.

    Ot ro rasgo caracterstico de la Europa preindustrial era la escasez relativa de mano de obra. El Imperio Romano se haba sustentado en la oferta ilimitada de mano de obra escla-va que, junto con las tierras, constituyeron el ms abundante botn de las conquistas. El afn de lucro a travs de nuevas anexiones de tierras y esclavos constituy el motor de la asombrosa expansin del Imperio; pero a la postre, ste se vio constreido por mites naturales: ya hemos visto cmo el Rin y el Danubio constituan barreras geogrficas; en la orilla sur del Mediterrneo, el desierto del Sahara era otra barrera, ms infranqueable an. Para los romanos, por razones tcnicas, la colonizacin al norte del Danubio y en el desierto africano era imposible. Por esta razn, la expansin del Imperio se de-tiene a partir del siglo II: la conquista de la Dacia (la futura Rumania) por Trajano, en la llanura danubiana, es la ltima operacin posible de este tipo. A partir de entonces, la oferta de esclavos se agota paulatinamente (entre los miembros de esta clase la mortalidad era mayor que la natalidad) y el siste-ma, econmico romano se ve afectado profundamente. Como

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    el de todo bien escaso, el precio de los esclavos empez a su-bir, y los terratenientes empezaron a darles mejor trato para retenerlos: los descendientes de los antiguos esclavos fueron convertidos en colonos (fueron asentados en parcelas), direc-tos antecesores de los siervos de la gleba (adscripti glebae, adscritos a la tierra) medievales, con estatus servil pero en p o -sesin, por precaria que fuese, de un asentamiento familiar. Pero no fue slo el nmero de esclavos el que descendi en las postrimeras del Imperio de Occidente: una serie de epide-mias o pandemias diezmaron a la poblacin en su conjunto, de modo que el nmero total de habitantes en Europa descen-di ininterrumpidamente hasta mediados del siglo vil, en vs-peras de la invasin musulmana. A partir de entonces la recu-peracin fue muy lenta.

    En comparacin con otras sociedades, la densidad de p o -blacin en Europa fue baja, y el crecimiento demogrfico, moderado. Esto fue as al menos desde la Edad Media hasta nuestros das, aunque en la Edad Contempornea en ciertos ncleos urbanos y periurbanos europeos la densidad de p o -blacin haya sido alta. Si la poblacin europea ha crecido con relativa moderacin se debe a un fenmeno demogrfico que es tambin caracterstico y nico de estas tierras: el l lamado patrn matrimonial europeo, consistente en una alta tasa de celibato y en una edad de matrimonio, en especial por lo que se refiere a las mujeres, mucho ms alta que en el resto del mundo. C o m o seala el descubridor de tal patrn [Hajnal (i%5)] ste se observa sobre todo en los pases al oeste de una lnea imaginaria que uniera San Petersburgo y Trieste. En los pases al este de esa lnea, el patrn europeo se dara en una versin muy mitigada: menor tasa de celibato y menor nme-ro de solteras en edades adultas, aunque mayor que en el res-to del mundo. Al menos desde la Edad Media, los europeos han tenido una conducta matrimonial ms racional que los habitantes de otros continentes: han ajustado la edad de ma-trimonio y el nmero de hijos a las circunstancias econmi-cas. En concreto, y esto es claramente observable, las mujeres

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    se han casado ms jvenes en tiempos de prosperidad y con ms edad en aos de escasez.

    Es bien sabido que, en las sociedades esclavistas, el in-centivo para introducir innovaciones que ahorren trabajo es dbil. Se ha observado repetidamente que en las colectivida-des de la Antigedad, donde el talento inventivo no falt, mu-chas grandes innovaciones (como el tornillo de Arqumedes o el molino de agua) lograron la categora de curiosidades cien-tficas, pero no se emplearon masivamente. No fue as, en cambio, en la Edad Media europea, donde no slo se eieion notables inventos, sino que se adoptaron o reinventaron mu-chos procedentes de la Antigedad o de otras latitudes, como, en especial, China, India y el Islam. En la Europa medieval la esclavitud no era desconocida, pero s infrecuente, y los indi-cios de escasez de mano de obra abundan; esta escasez se hizo especialmente aguda y patente en el siglo x iv , como conse-cuencia de la despoblacin que tuvo lugar a raz de las epide-mias que asolaron el continente desde mediados de ese siglo. Hemos mencionado ya el arado pesado y el estribo, dos inno-vaciones de la Al ta Edad Media (anteriores al ao 1000) en apariencia m u y simples pero que, como hemos visto, molde-aron la estructura econmica y social de la Europa medieval, dejando as su impronta en la historia posterior. Otras inno-vaciones como la collera y la herradura, que permitieron em-plear el caballo en tareas agrcolas y alargar su vida til, o la utilizacin sistemtica de los molinos de agua y de viento, que permitieron no slo moler harina, suo tambin batir lana, mover fuelles, martillos, forjas, etctera, son otras de las mu-chas innovaciones con las que 1?. Europa medieval logr au-mentar la productividad del trabajo. Sin nimo de exhaustivi-dad, conviene sealar que las innovaciones medievales en sectores tales como la navegacin, el arte militar (algunas ya las hemos sealado ms arriba), las industrias de consumo y la economa social y financiera fueron realmente revoluciona-rias y pusieron a Europa en el camino de la hegemona del que antes hablamos. Varias de estas innovaciones no se originaron

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    en Europa, pero aqu fueron modificadas y adaptadas de modo que lograron una aplicabilidad y repercusin mayores que en su versin original. En materia militar, la innovacin ms trascendental son las armas de fuego, derivadas de la pl-vora, descubrimiento de origen chino, que lleg a Europa en el siglo XIV y que los europeos muy pronto utilizaron en pis-tolas, fusiles y caones. Entre otros empleos, los caones sir-vieron para reforzar la seguridad y el valor ofensivo de las na-ves con las que los europeos se lanzaron a surcar los ocanos en el siglo XV, y tuvieron un papel muy destacado tanto en la conquista de Amrica por los espaoles como en el control del ocano ndico por los portugueses en el siglo XVI. Las na-ves sobre las que los europeos arribaron a las que para ellos eran nuevas tierras tambin fueron el resultado de innovacio-nes profundas. Quiz lo ms decisivo fuera que durante la Baja Edad Media (1000-1500) , gracias a la introduccin de la llamada vela latina (en realidad, rabe) triangular y otras me-joras en el diseo, los barcos europeos pudieron navegar lar-gas singladuras sin utilizar los remos y sin requerir viento de popa. Al poder prescindir de los remeros, el espacio de carga era mucho mayor y una reducida tripulacin necesitaba me-nos provisiones, lo cual permita largos viajes sin arribar a puerto. Unido al mejor conocimiento de la esfera celeste y a la introduccin de la brjula y otros instrumentos astronmi-cos, como el astrolabio, todo esto permiti la navegacin de altura, es decir, perdiendo de vista la costa, algo que era esen-cial para los viajes de exploracin intercontinental. De todo esto se desprende que la exploracin y expansin global que se inici en Europa al final de la Edad Media no fueron p r o -ducto de la casualidad, sino de un largo proceso de acumula-cin de tcnicas y conocimientos.

    Si las artes naval y militar permitieron la extensin del rea de operaciones europea, el acicate fue en gran parte eco-nmico, aunque las consideraciones religiosas, polticas y es-tratgicas tambin pesaran. La actividad comercial tena una larga tradicin en Europa, especialmente en el mbito medi-

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    terrneo, pero indudablemente se desarroll en la Baja Edad Media. De un lado, las innovaciones navales ya se vieron es-poleadas por el crecimiento del comercio. De otro, con la me-jora de las condiciones econmicas que tuvo lugar durante el periodo, la propensin a importar aument. Un nmero cre-ciente de europeos demandaban productos de lujo como la seda, el algodn, la porcelana, la pimienta, la canela y el az-car, que en Europa no se producan (o se producan en muy pequeas cantidades) y deban importarse de Asia. Europa exportaba armas, tejidos de lana y lino, productos de cristal y vidrio, etctera, pero la demanda asitica de estos productos era limitada. Lo que los mercados asiticos demandaban pri-mordialmente eran metales preciosos. En Europa abundaba relativamente la plata, pero la demanda europea de este metal era considerable con fines de orfebrera y, sobre todo, mone-tarios: una gran parte de la circulacin monetaria europea era de plata. La exportacin de este metal hacia Oriente, por tan-to, creaba tensiones en los mercados europeos. C o n el oro la situacin era an ms problemtica, porque la produccin eu-ropea era claramente deficitaria: el oro que circulaba en Euro-pa era casi todo importado, sobre todo de frica. En el co-mercio europeo con frica las principales importaciones eran oro , marfil, bano y esclavos. El oro era ms raro que la pla-ta, por tanto, y su exportacin planteaba an mayores proble-mas, aunque, por su misma escasez, su utilizacin monetaria era ms limitada. La demanda de metales preciosos y de bie-nes de lujo como los antes mencionados era, por tanto, muy alta en Europa y ello explica la avidez con que los navegantes europeos se lanzaron en su busca. Por otra parte, todos estos bienes llegaban a Europa a travs de intermediarios, casi siem-pre musulmanes, tanto del norte de frica como de Oriente Medio. La cada del Imperio Bizantino con la toma de Cons-tantinopla por los turcos complet el control musulmn del comercio europeo con Asia y frica. Esto explica la preocu-pacin de los portugueses por encontrar una va martima que llegara al corazn de frica para lograr all comerciar directa-

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    mente en busca de los preciados bienes africanos, y su ambi-cin de circunnavegar el continente negro para llegar a Asia y all tratar directamente con los proveedores en busca de seda, algodn y especias. Los motivos religiosos y polticos (con frecuencia difciles de distinguir, sobre todo en la era prein-dustrial) operaban en el mismo sentido. La victoria turca en el Oriente mediterrneo con la toma de Constantinopla (que pas a llamarse Estambul) en 1453, implicaba un cerco no slo comercial sino tambin poltico y religioso. Pa cce natu ral que los descubridores partieran en sus expediciones en busca de cristianos y de especias, como se cuenta que dijo Vasco de Gama a su llegada a la India en 1498. Resulta eviden-te que en el nimo de descubridores y conquistadores el afn de lucro y el deseo de gloria se unan al ansia de diseminar su fe religiosa (Cristbal Co ln se consideraba predestinado por significar su nombre Portador de Cristo) y de ensanchar el poder y los dominios de su soberano. No slo no haba con-tradiccin entre estos objetivos, sino que, por el contrario, eran todos parte de un mismo impulso.

    Las consideraciones personales, las espirituales y las so-ciales eran facetas de una misma realidad y constituan un es-tmulo a la expansin; en cambio, es seguro que el objetivo de ensanchar Io c im'-es del conocimiento humano no formaba parte dr unpulso explorador, al menos en un primer momen-to. Sin embargo, el desarrollo de la ciencia medieval hizo p o -sible la actividad descubridora; ya hemos visto algunos aspec-tos tcnicos. Por aadidura, la cosmologa renacentista se benefici de la lectura de los filsofos griegos (en especial Eratstenes y Ptolomeo) y adquiri la conviccin de que la tierra era esfrica, conviccin sin la cual el viaje de C o l n hu-biera carecido de sentido. Pero dos descubrimientos ms de la Baja Edad Media contribuyeron al desarrollo de la ciencia re -nacentista y posrenacentista que haba de florecer en la R e v o -lucin Cientfica de la Edad Moderna (1500-1750) : el desarro-llo de la industria del vidrio y el cristal, que hizo posible la fabricacin de lentes pticas, y la invencin de la imprenta. La

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    fabricacin de vidrio, ya practicada en la Antigedad, obser-v notables perfeccionamientos en la Edad Media, en especial la mejora de la claridad y transparencia del cristal, as como la posibilidad de colorearlo y producirlo en cantidades conside-rables, lo que fue abaratando el precio de este producto. Ha-cia el siglo xn i aparecen las primeras lentes, que pronto se aplican para la correccin de la visin y gradualmente se em-plean para aumentar y ver a distancia. El primer telescopio utilizado sistemticamente con fines cientficos se atribuye a Galileo a principios del siglo xvi l . C o n l y con este instru-mento nace la astronoma cientfica.

    Pero quiz ms decisiva fuera la imprenta para el de-sarrollo de la ciencia. La imprenta es un dispositivo comple-jo, que se compone de varios elementos, sealadamente los ti-pos mviles y la tinta oleosa. Esta complejidad implica que, con toda probabilidad, la imprenta de Johannes Gutenberg fue la culminacin de un largo proceso de invencin que tuvo como origen el sistema de impresin por medio de bloques de madera de una sola pieza, innovacin importada de China y largamente utilizada en la Europa medieval para producir nai-pes y difundir grabados. La aparicin de la imprenta trajo consigo una revolucin en el sistema de comunicaciones y re-percuti en numerosos mbitos de la vida social, no clo faci-lit extraordinariamente !a difusin de datos e ideas cientfi-cos, poniendo en comunicacin las mejores mentes de la poca y dando lugar a una colaboracin sin precedentes entre investigadores tan alejados geogrfica y temporalmente como Coprnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Descartes o Newton, sino que adems contr ibuy a popularizar las ideas de Lute-ro y facilit la consolidacin de la reforma protestante, dan-do lugar adems a la fijacin y consolidacin de las lenguas vernculas, que en los pases protestantes quedaron fijadas con las traducciones de la Biblia a la lengua vulgar (Biblias de Lutero y del rey Jacobo I) y en los catlicos, con monumen-tos literarios como La divina comedia de Dante Alighieri, Don Quijote de Miguel de Cervantes, Los lusadas de Lus de

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    Cames, o los Ensayos de Michel de Montaigne. Por supues-to, los efectos cientficos de la imprenta no se circunscribie-ron a la astronoma y la cosmologa, sino que contribuyeron decisivamente al desarrollo y la difusin de otras disciplinas como la geografa, la fsica, la matemtica, la qumica, la his-toria, la filosofa, el derecho, etctera, y de tcnicas, desde la navegacin a la metalurgia.

    Curiosamente, un medio tan poderoso para extender el saber umversalmente tambin contribuy a la fragmentacin poltica de Europa, al extender el uso de las lenguas verncu-las a expensas del latn. El nmero de lectores aument, y sin duda la alfabetizacin se vio estimulada por el abaratamiento de los libros; pero de estos nuevos lectores slo una minora conoca el latn, y a efectos tanto comerciales como de propa-ganda (sobre todo religiosa), la impresin en lenguas verncu-las resultaba ms provechosa. Vale la pena sealar que la frac-tura religiosa en la Europa del siglo x v entre protestantismo y catolicismo sigui lneas lingsticas: los pases de lengua germnica (ingls, alemn, dans y sueco) se decantaron hacia el protestantismo; los de lengua latina (italiano, francs, espa-ol y portugus), por el catolicismo. Esto no es casual: la re-ligin romana se mantuvo en el rea donde el Imperio dej su impronta ms profunda, tanto lingstica como cultural y p o -ltica; los que fueron pueblos brbaros para Roma se rebe-laron contra ella diez siglos ms tarde de la cada oficial del Imperio. Esta fragmentacin de Europa tuvo sin duda aspec-tos muy negativos (contra ella reaccionaron los europeos del siglo XX y emprendieron el largo proceso de unificacin); pero tambin los tuvo positivos, como se ha puesto con fre-cuencia de relieve: la competencia entre naciones trajo consi-go guerras, pero tambin progreso; en defensa de su religin y sus instituciones, los estados nacionales a menudo favore-cieron la ciencia y la cultura, aunque en otras ocasiones fuera a la inversa. Por otra parte, la diversidad dulcific las tiranas, pues el exilio fue a menudo una mejor alternativa que el so-metimiento [Maddison, 2004] .

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    Aunque de manera prolongada y tortuosa, esta compe-tencia entre estados, culturas y religiones a la postre acab por favorecer una institucin caractersticamente europea y que constituye uno de los pilares de la democracia moderna: la se-paracin de la Iglesia y el Estado, principio cuyo fundamen-to quiz se halle en la tan citada frase evanglica pronunciada por Jesucristo: Dad al Csar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios. Al cristianismo y a la competencia entre sus dos grandes ramas, la protestante y la catlica (la tercera rama, la ortodoxa, ha competido menos en el .piano teolgico) ^e debe el desarrollo de esa rama de la filosofa que es la teologa (en la Edad Media se pensaba que la relacin era la inversa: Philosophia ancilla Theologiae), intento semirracional de comprender el origen del Universo sin contradecir las Sagra-das Escrituras, que contribuy al desarrollo del pensamiento inquisitivo y racional.

    EL LIDERAZGO INGLS

    Lo cierto es que, como muestra ya la riqueza de sus yaci-mientos prehistricos, Europa ha tenido casi siempre una p o -sicin muy destacada en la historia humana desde los albores de la Historia. En vsperas de la Revolucin Industrial, este continente era ya la regin ms desarrollada del globo, condi-cin que se manifestaba en reas diversas, como la econmica, la militar, la tecnolgica, la poltica, etctera. En realidad nada tiene de sorprendente que la Revolucin Industrial se iniciara en Europa y, ms concretamente, en un pas que, aunque rela-tivamente pequeo, tena una serie de ventajas geogrficas e histricas que le haban permitido tomar la delantera poltica, econmica y socialmente en el siglo x v n : Inglaterra.

    Con una poblacin de unos 5 millones de habitantes ha-cia 1700, Inglaterra sala por entonces de uno de los periodos ms turbulentos de su historia: la larga y compleja Revolu-cin Inglesa que, iniciada en 1640, conoci una prolongada

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    guerra civil, un regicidio, una dictadura militar republicana, una restauracin monrquica y una segunda revolucin, todo ello en el espacio de medio siglo. Lo importante de la R e v o -lucin Inglesa, sin embargo, no fueron tanto sus dramticos episodios cuanto la huella imborrable que dej en la sociedad britnica y, a la larga, en el marco institucional de todas las so-ciedades y pases. Ello es as porque la revolucin aboli la monarqua absoluta, rgimen poltico casi universal en la po-ca y con una tradicin milenaria, y la sustituy por una m o -narqua parlamentaria, lo cual constituy un experimento de organizacin poltica sin precedentes. Lo decisivo, sin embar-go, fue que el experimento tuvo un gran xito y fue, pese a las encarnizadas resistencias, imitado, adaptado, reformado y mejorado en siglos posteriores y en otras latitudes, sobre todo a partir de las revoluciones Americana y Francesa a finales del siglo xvil l , que estaban inspiradas ms o menos explcitamen-te en el ejemplo ingls.

    Si puede sorprender que la pequea Europa se alzara con la hegemona militar, intelectual y poltica mundial desde la Edad Media, quiz ms pueda sorprender la primaca que desde aproximadamente el mismo periodo alcanz Inglaterra (o Gran Bretaa) dentro de Europa. Si bien el tamao de la isla britnica es considerable, su poblacin era slo una frac-cin pequea de la europea hacia 1700: unos 6 millones, de los que 5 corresponderan a Inglaterra y Gales (ya entonces uni-das polticamente) y 1 a Escocia (que se integrara en 1707) . Tengamos en cuenta que por entonces la poblacin de Espa-a era de unos 7 millones, la de Francia de unos 20 y la de lo que luego sera Italia de unos 13. La poblacin total europea, contando Rusia occidental, era de unos 1 1 5 millones. Pero, como ahora veremos, aunque relativamente pequea, la p o -blacin britnica mostr un extraordinario dinamismo.

    Desde un punto de vista fsico, Gran Bretaa contaba con grandes ventajas. Aunque situadas muy ai norte, las islas Britnicas gozan de un clima relativamente benigno gracias a la corriente clida del golfo de Mxico, que trae a sus tierras

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    masas de aire templado y hmedo. Esto produce un intenso rgimen de lluvias y una insolacin relativamente baja, que proporciona una gran fertilidad a su suelo. Por otra parte, Gran Bretaa es un isla alargada de norte a sur, lo que conlle-va una considerable variedad de clima, desde el relativamente tibio de la mitad sur hasta el riguroso del extremo norte. El sur, por aadidura, es muy llano. Incluso las tres cordilleras de la isla (los montes Cmbricos en Gales, los Perlinos al nor-te de Inglaterra y los Grampianos al norte de Escocia) no son m u y altas, por lo que los ros, aunque cortos, son fcilmente navegables e incluso el transporte por tierra no plantea dema-siadas dificultades. La abundancia de vas fluviales se combi-na con lo recortado de sus costas, que ofrecen numerosas bahas, ras, y estuarios, para hacer de la isla un rea excelen-temente dotada para el transporte y la navegacin. Todas es-tas ventajas las rene especialmente la llanura meridional in-glesa, que desde muy pronto se articul en torno al gran puerto comercial de Londres y, en menor medida, al de Bris-tol, en el oeste. Adems, Gran Bretaa esta situada en una en-crucijada comercial que ha tenido importancia creciente des-de la Edad Media. M u y cercana a los Pases Bajos y al norte de Francia, pero prxima tambin a la pennsula Escandinava y al mar Bltico, la isla tuvo pronto a Irlanda, a su oeste, como colonia agraria y, ms tarde, a Amrica del Norte . La rondi cin de insularidad tena otras ventajas. Aunque invadida con frecuencia en la Antigedad y la Edad Media (por romanos, germanos, vikingos y normandos), Gran Bretaa ha repelido todos los intentos desde 1066, como los bien conocidos de Felipe II, Napolen y Hitler. Esto explica que durante su eta-pa formativa Inglaterra no tuviera ejrcito permanente y con-centrara su gasto militar en la Marina, cuyo valor era tanto econmico y comercial como estratgico.

    Si la mitad sur de Inglaterra tiene tan excelentes condi-ciones agrcolas, como la llanura continental europea, el sub-suelo britnico es rico en minerales que tuvieron gran impor-tancia en la industrializacin, en especial hierro y carbn,

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    pero tambin estao, cobre, plomo y cinc, predominantemen-te en las zonas montaosas de Gales y el norte de Inglaterra.

    Su situacin de encrucijada explica el crisol de razas y culturas que ha sido Inglaterra, algo que se refleja en el sincre-tismo del idioma ingls. AI igual que sus vecinos continenta-les, Inglaterra emergi de la Edad Media como una unidad geogrfica con vocacin de unidad poltica. El triunfo de la dinasta Tudor marc el fin del feudalismo ingls y el comien-zo de una extraordinaria aventura sociopoltica. Si los siglos XVI y XVII fueron una Edad de Hierro en toda Europa [Ka-men (1971)] , en las islas Britnicas ese hierro alcanz altsimas temperaturas y acab fraguando un metal de temple extraor-dinario.

    Es bajo la dinasta Tudor, en el siglo xv , cuando la socie-dad inglesa se singulariza con respecto al resto de Europa, en especial con respecto a la Europa catlica; porque es el perio-do en que, de manera gradual, convulsa, y cruenta, en Ingla-terra se lleva a cabo la reforma protestante de tal manera que entraa una revolucin social de alcance insospechado. La pieza central de esta revolucin social fue la llamada disolu-cin de los monasterios, llevada a cabo bajo el reinado de En-rique VIII y promovida p o r su ministro Thomas Cromwel l . L disolucin de los monasterios, consecuencia de la ruptura de la monarqua inglesa con la Iglesia catlica romana y del establecimiento de una Iglesia nacional bajo la primaca del monarca ingls, fue L primera desamortizacin conocida; en esencia, consisti en el cierre de estas instituciones como consecuencia de la ruptura entre la corona inglesa y la Iglesia de Roma. La abolicin de las instituciones monsticas conlle-v el licnciamiento y expulsin de su personal y la apropia-cin de sus bienes por la corona inglesa. Estos bienes pueden dividirse a nuestros efectos en tres grupos: las joyas y obras de arte, que pasaron a ser propiedad del monarca; los edifi-cios, que sufrieron suerte varia, unos siendo sencillamente abandonados o demolidos y otros empleados en usos civiles, y por ltimo, las tierras, extensiones muy importantes de su-

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    perficie cultivable, que pasaron tambin a ser propiedad de la Corona y que casi inmediatamente fueron alienadas, en su mayor parte por venta, una fraccin por simple donacin. Es-tas operaciones de privatizacin de la tierra son las que ms importancia tuvieron en la historia econmica inglesa e inclu-so en la historia sin adjetivos de ese pas.

    Esta reforma agraria que fue la disolucin de los monas-terios tuvo mucho en comn con las desamortizaciones de la Europa catlica que se iniciaron a finales del siglo xvm si-guiendo el ejemplo de la Revolucin Francesa. Sus efectos tambin fueron parecidos: dio lugar a una extraordinaria am-pliacin del mercado de tierras y de la eficiencia y racionali-dad en la explotacin de este fundamental recurso. Los nue-vos propietarios constituyeron una nueva clase social de prsperos propietarios rurales conocidos como la gentry (la-bradores o hidalgos campesinos) que apoy a la Corona en la prosecucin de la reforma protestante y que se hizo ciccien-temente prspera con el cultivo sistemtico de sus tierras. La economa inglesa conoci una fuerte expansin durante este periodo merced a un aumento de la produccin agrcola y de las exportaciones de lana bruta primero y de tejidos de lana despus. El aumento del precio interno de la lana que estas ex-portaciones conllevaron tuvo como consecuencia que los nuevos propietarios se comporta: *n racionalmente y dedica-ran a pastos pioporciores crecientes de sus tierras. El xito de los nuevos agricultores estimul otro movimiento tambin original ingls: las enclosures, cercamientos o c o n c e n u aciones parcelarias que significaron el paso de la agricultura de cam-pos abiertos o colectiva a una agricultura de campos cerrados y explotacin privada. Los cercamientos exigieron una redis-tribucin de la propiedad para crear cotos redondos cerrados donde antes haba habido una fragmentacin minifundista. Esta concentracin parcelaria se desarroll de manera parale-la a la desamortizacin de las tierras monsticas y, aunque ini-ciado en el siglo xv, el proceso continu hasta el XIX. Ambos movimientos (concentracin y desamortizacin), paralela-

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    mente, aumentaron el grado de comercializacin y adminis-tracin racional de las explotaciones agrcolas. La agricultura inglesa pas a producir crecientemente para el mercado y a es-tar guiada por los precios relativos. Esto conllev un fuerte desarrollo de la ganadera, no slo la ovina con fines de ex-portacin, como hemos visto, sino tambin la bovina y porci-na para la produccin de carne.

    El consumo creciente de las ciudades ofreci un atractivo mercado para esta nueva agricultura. C o m o escribi Adam Smith, [el] gran comercio de toda sociedad civilizada es el que llevan a cabo los habitantes de la ciudad con los del campo. Londres, que a comienzos de la Edad Moderna era una capital de segunda fila, era en 1700 la mayor ciudad de Europa y un mercado de primordial importancia para la agricultura y la in-dustria inglesas. A su vez, el crecimiento de Londres se debi a una combinacin de circunstancias. Por una. parte, la pobla-cin inglesa aument en la Edad Moderna a un ritmo mucho mayor que la de los dems pases europeos. Comparada con Espaa, por ejemplo, si hacia 1500 la poblacin britnica vena a ser la mitad de la espaola, hacia 1800 era aproximadamente igual. Dentro de la poblacin de Europa occidental, excluida Rusia, la poblacin britnica pas de representar el 7% en 1500 a representar el 1 6 % en 1820, lo cual implica, por supues-to, que su ritmo de crecimiento demogrfico fuera ms del do-ble que el europeo medio. Pero esta poblacin creciente no permaneci en la agricultura, sino que confluy crecientemen-te hacia las ciudades en general y hacia Londres en particular. Mientras la poblacin en la agricultura se mantuvo aproxima-damente constante durante la Edad Moderna, la poblacin ur-bana inglesa creci, de tal modo que, a finales del siglo xv n , Inglaterra era el pas ms urbanizado del mundo.

    Pero a la progresiva urbanizacin de Inglaterra contribu-yeron otros factores muy importantes, como el desarrollo de la industria y los servicios. Ya hemos visto que Inglaterra re-ne condiciones excepcionales para la navegacin; los ingleses hicieron uso pleno de estas condiciones. Es muy posible que

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    incluso en la Prehistoria navegantes ingleses comerciaran con puertos mediterrneos; es bien sabido que en la Edad Media los ingleses lo hacan y que la combinacin de comercio y pi-ratera (por otra parte nada infrecuente en el mundo, incluso en nuestros das) fue practicada por los marinos britnicos con xito creciente. Los progresos de la navegacin en la Baja Edad Media e inicios de la Edad Moderna fueron plenamente asimilados por los constructores y armadores britnicos, de modo que desde finales del siglo XVI los ingleses podan repe-tir con fuerza la letra de su himno que proclama que mien-tras Britania domine las olas, los britnicos nunca sern escla-vos. La victoria sobre la armada espaola en 1588 confirm la superioridad martima inglesa, que no se perdi hasta el si-glo XX. Esta hegemona sobre los mares tuvo, como vimos, importantes consecuencias econmicas.

    Si 'a iniciativa en la exploracin de nuevos mundos la tu-vieron los pases ibricos, las otras potencias europeas, en es-pecial Inglaterra, Francia y Holanda, siguieron su estela con xito creciente. En el siglo XVII, Holanda e Inglaterra sobre todo extendieron sus imperios hasta hacerlos comparables en extensin a los de Espaa y Portugal, y a travs de unas efica-ces polticas mercantilistas y comerciales (es decir, mezclando el intervencionismo con el liberalismo comercial de una ma-nera ms sutil y eficaz que, caractersticamente, Espaa) in-crementaron y diversificaron su comercio. Londres y A m s -terdam se convirtieron en activos centros del comercio mundial, y consecuentemente desarrollaron una compleja red de instituciones financieras muy superiores a las de cualquier otra ciudad del mundo: el Banco de Amsterdam y el de Ingla-terra, las bolsas de valores, las empresas de seguros; estable-cieron tambin tcnicas nuevas (billetes de banco, descuento de letras, giro) y atrajeron a personal cada vez ms especiali-zado. La rivalidad entre Inglaterra y Holanda en el campo co-mercial, martimo y militar domina la historia del siglo XVII, junto con la decadencia de las potencias ibricas y mediterr-neas, y el mantenimiento de Francia en un segundo plano. Sin

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    duda fue el mayor tamao del pas, y por tanto el mayor peso de su economa, lo que termin por causar el triunfo de Ingla-terra en el siglo XVIII. M u y pronto el nivel de vida ingls de-mand nuevos productos, cuya importacin fue posible gra-cias a la expansin geogrfica: t, tabaco, especias, cacao, tejidos de algodn, porcelana (que en Inglaterra an hoy re-cibe el nombre de china) y vino son todos ejemplos de pro-ductos exticos que los ingleses consuman en cantidades cre-cientes y que dieron lugar a un comercio internacional en expansin. A ellos habra que aadir materias primas, como productos tintreos, minerales y madera. Inglaterra pagaba estas importaciones con productos agrarios (queso, cuero, ce-reales), mineros (en especial estao), metalrgicos (armas) y, sobre todo, textiles (paos en especial). A estos productos ha-bra que aadir, por supuesto, los metales preciosos, sobre todo plata, que servan, entre otras cosas, para equilibrar la balanza comercial: sta debi de ser generalmente favorable, por cuanto Inglaterra recibi considerables influjos de plata procedente del Imperio Espaol en Amrica y, ms tarde, de oro procedente del Brasil portugus.

    El rpido crecimiento de la poblacin y ia prosperidad derivada de la mayor productividad agrcola y del desarro-llo del comercio mejoraron el nivel de vida y i icvaion la de-manda de bienes industriales, no slo ropa y bienes de consu-mo, sino tambin instrumentos agrcolas, barcos e instrumen-tos de navegacin, como hemos visto, materiales para la construccin y bienes de equipo para las industrias de consu-mo, como ciertos productos qumicos, colorantes, aprestos, etctera. Estas demandas hicieron que se desarrollaran dos in-dustrias bsicas para las que Inglaterra estaba muy bien dota-da: la minera y la metalurgia. La abundancia de carbn mine-ral encontr una gran demanda para fines industriales y domsticos. La siderurgia cobr gran importancia p o r la de-manda de hierro en la construccin naval, la industria de arma-mento, la construccin civil y la agricultura. En la-obtencin de hierro se generaliz el alto horno al carbn vegetal, ya que

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    las impurezas de la hulla vetaban su empleo en la fundicin; tal era la magnitud de la siderurgia inglesa en la Edad Moder-na que su demanda de carbn vegetal amenaz con deforestar el pas; la isla en un principio era muy rica en bosques, pero ha visto su masa arbrea seriamente disminuida por este pro-blema, al que se aaden las roturaciones, consecuencia de una pujante agricultura.

    La evolucin econmica corri pareja a una inusitada evolucin social y poltica. No hay duda de que la reforma protestante fue especialmente turbulenta en Inglaterra. Los intentos autoritarios por parte de la corona inglesa por man-tener el monopolio de la Iglesia nacional (anglicana), muy pa-recida a la catlica aunque independiente de Roma y subordi-nada a la Corona, fracasaron. La rebelin contra el Fapado y la libre interpretacin de las Sagradas Escrituras, junto con la movilidad y prosperidad de la sociedad inglesa, dieron lugar a una p oliferacin de sectas cristianas cuyas creencias repre-sentaban convicciones no slo religiosas sino tambin polti-cas. Estos protestantes radicales que no aceptaron la Iglesia anglicana por considerarla demasiado parecida a la catlica romana, recibieron el nombre genrico y peyorativo de puri-tanos, que termin por perdurar. Dentro de los puritanos aparecieron iglesias o grupos como los anabaptistas, los me-todistas o los cuqueros, cuyo credo contena fuertes dosis de citica social y profundo reformismo, casi u incluso, revolu-cionario. El fermento religiosu-poltico de la Inglaterra del si-glo XVII tuvo plidos reflejos en el continente, pero en ningn otro pas dio lugar a una revolucin de la importancia y la en-vergadura de la Revolucin Inglesa.

    Otra consecuencia fundamental de la reforma protestan-te en Inglaterra fue el fortalecimiento de la institucin parla-mentaria. Cuando en la cuarta dcada del siglo xv i , Enrique VIII llev a cabo la ruptura con el Papado, la tensin que esto origin en la sociedad inglesa fue enorme. Basta con recordar a modo de ejemplo que en la pugna subsiguiente fue conde-nado a muerte y ejecutado Toms Moro , que haba sido can-

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    ciller (equivalente a primer ministro) y amigo del monarca. Al igual que Moro , una parte importante de la poblacin in-glesa, quiz la mayora, permaneci fiel a Roma en un primer momento. Para justificar y legalizar sus radicales y arriesga-das decisiones, Enrique VIII recurri al Parlamento (una ins-titucin entonces no democrtica, sino ms bien aristocrti-ca), que l y Thomas Cromwel l manejaron con extraordinaria habilidad. Por aadidura, a la muerte del rey, los problemas sucesorios fueron tan complejos que el Parlamento vo lv i a tener un papel decisivo en la legitimacin de sus sucesores, tres de los cuales murieron sin descendencia. La institucin parlamentaria cobr en Inglaterra vigor y sent una serie de tradiciones que la convirtieron en una institucin nica en el mundo. Fue esta serie de acontecimientos excepcionales en el siglo XVI ingls, ms que una tradicin medieval, sin duda im-portante, pero no muy diferente de las de otros pases conti-nentales, como Espaa o Francia, la que dio al Parlamento de Inglaterra la fuerza extraordinaria que iba a demostrar en el si-glo x v i l , ai rebelarse contra la autoridad real, derrotar al mo-narca en una doble guerra civil ( 1642-1646 , 1648-1649) y con-vertirse en la sede permanente del poder tras la Gloriosa Revolucin de 1688. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que, aunque los acontecimientos del siglo x v le dieron ese ex-traordinario protagonismo, el Parlamento ingls no hubiera pedido evolucionar y robustecerse si la sociedad inglesa no hu-biera evolucionado y se hubiera desarrollado como antes se ha expuescc. El crecimiento econmico trajo consigo el ascenso de la gentry y de una clase media de comerciantes e industria-les adscritos a la causa puritana, conviccin que predomin entre los parlamentarios rebeldes y victoriosos, sin que ello excluya que una parte de la nobleza tradicional se situara tam-bin del lado del Parlamento.

    El resultado de todo este largo periodo de turbulencia que ocup buena parte del siglo x v n fue que Inglaterra inicia-ra el XVIII con una configuracin social, poltica y econmica muy diferente de la de sus vecinos continentales. El sistema

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    poltico, sin ser en absoluto democrtico, era mucho ms re-presentativo que el de los dems pases europeos (solamente los Pases Bajos y Suiza pudieran quiz compararse en mate-ria de representatividad). La sede efectiva del poder resida en el Parlamento, y en especial en la cmara baja, los Comunes, la representante terica del pueblo llano, frente a la cmara alta, los Lores, representante, como su nombre indica, de la nobleza. Las elecciones a una y otra cmara distaban mucho de ser igualitarias o universales y de estar libres de irregulari-dades, pero eran elecciones y se celebraban con regularidad, prctica rarsima en el resto del mundo. La costumbre parla-mentaria se fue robusteciendo y el sistema de partidos (los to-ries y los whigs, conservadores y liberales, respectivamente) qued gradualmente establecido. Los gobiernos eran votados por la cmara de los Comunes , y a su voluntad, ms que a la voluntad del monarca, deban su existencia.

    Junto a estas novsimas instituciones polticas, Inglaterra conoci tambin innovaciones econmicas, como el control sistemtico por el Parlamento dei presupuesto y la deuda p-blica, o la aparicin de un sistema bancario vigoroso y relati-vamente independiente. El sistema monetario estuvo contro-lado crecientemente por el Banco de Inglaterra, fundado en 1694 como baluarte fi del rgimen recin salido de la Gloriosa Revolucin de 688, y que fue adquiriendo paulati-namente las atribuciones y los instrumentos de lo que hoy lla-mamos un banco central. Entre las especialidades del sistema monetario ingls durante el siglo x v m figuia la progresiva uti-lizacin del billete de banco en las transacciones corrientes, algo que no se generaliz en el continente hasta, al menos, un siglo ms tarde. Ya nos referimos antes a otra caracterstica nica de la economa inglesa: los cercamientos o enclosures, proceso que continu y se aceler durante esta centuria.

    Es de sealar tambin que la inusitada vitalidad social y econmica de la Inglaterra de la poca vino acompaada de un impresionante florecimiento intelectual y cientfico. Re-cordemos que el propio Toms Moro , autor de Utopa, fue

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    uno de los grandes pensadores sociales de comienzos del si-glo x v y que un siglo ms carde aparecern genios de la talia de Thomas Hobbes y John Locke, sealados fundadores de la ciencia social moderna; que entre los economistas ingleses anteriores a Adam Smith contamos con autores de la catego-ra de Wil l iam Petty, Thomas Mun y David Hume; y que la ciencia inglesa brill inigualada en esos mismos aos, con fi-guras de la talla de Edmund Halley, Will iam Harvey e Isaac Newton.

    el siglo XVII, Inglaterra sostuvo una estrecha ri-validad con Holanda (o los Pases Bajos), que tambin l lev a cabo una revolucin poltica y social en muchos aspectos pa-ralela a la inglesa. Ambos pases se disputaron el dominio de los mares y extendieron sus imperios por Amrica, frica y Asia. La Revolucin Holandesa tuvo mucho que ver con la religin, como la inglesa, pero en Holanda la revolucin tom la forma de guerra de independencia contra la gran potencia catlica del momento, Espaa. De modo similar a la de Ingla-terra, la economa holandesa se desarroll al tiempo que tena lugar la guerra y hay razones para pensar que a mediados del siglo xvi l , tras lograr la independencia definitiva, la Repbli-ca de los Pases Bajos era el pas ms rico del mundo en trmi-nos de renta por habitante [De Vries y Van der Woude (1997, pp. 699 -710 ] . Antes que Inglaterra, los Pases Bajos haban in-troducido una revolucin en las tcnicas agrcolas que haba hecho aumentar considerablemente ioc rendimientos y mejo-rado notablemente el nivel de vida. La actividad comercial r i-valizaba con la inglesa, y lo mismo ocurra con la industria holandesa, principal pero no exclusivamente paera. El creci-miento econmico haba venido acompaado de un profun-do cambio social que discurri paralelamente a la guerra, se aliment de ella y a la vez la motiv. La repblica holandesa result ser un sistema poltico relativamente descentralizado aunque aristocrtico, con la familia Orange desempeando un papel cuasi monrquico (el cargo de presidente de esta rep-blica stadhouder o estatder recay casi siempre en

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    miembros de esa familia), pero sujeta a una cierta sancin electiva.

    U n o de los problemas clsicos de la historia econmica moderna es el de las causas de la decadencia de Holanda du-rante el siglo X V I I I , periodo en que Inglaterra, en segundo pla-no en el siglo X V I I , adquiri clara preponderancia, no slo por su inusitado crecimiento, sino tambin por el estancamiento holands. Se han ofrecido varias explicaciones. De una parte, se aduce que Inglaterra era un pas mucho mayor, tanto en ex-tensin como en poblacin. La poblacin holandesa creci muy rpidamente durante el siglo xv y a primera mitad del siglo X V I I , pasando, en cifras redondas, de 1 a 2 millones en ese lapso, para casi estancarse durante el siglo y medio si-guiente. El mayor tamao de Inglaterra result a la larga de-cisivo. Trajo consigo una mayor riqueza agrcola: Inglaterra import los nuevos mtodos de la agricultura holandesa, pero una mayor superficie de cultivo permiti que los rendimien-tos decrecientes no se hicieran sentir. La ganadera inglesa era gran productora de lana, una de las ms importantes partidas de exportacin desde la Edad Media, grzn pane de ella a H o -landa. A lo largo del siglo xvn, tras varios intentos fallidos, Inglaterra consigui abrir mercados externos a sus paos en competencia directa con los paos holandeses. Una extensin forestal mucho ms amplia abarataba el coste de la construc-cin naval (aunque la madera comenz a ser objeto de impor-taciones crecientes) y el mayor nmero de hombres peimiti a la larga una flota mayor. Adems, los recursos mineros in-gleses eran incomparablemente mejores: en Inglaterra, sobre codo, abundaban el hierro y el carbn de hulla, ambos de ex-celente calidad. Holanda careca de ambos; slo posea en grandes cantidades turba, fuente calorfica inferior a la hulla y apenas utilizable en metalurgia. La necesidad de importar ma-dera, hierro y carbn aumentaba considerablemente los cos-tes industriales en Holanda. Por otra parte, se ha puesto de re-lieve que los salarios holandeses mostraron una gran rigidez en el siglo xvm, mucho mayor que los ingleses, quiz porque

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    las burocracias estatal y paraestatal holandesas (en especial la gran Compaa de las Indias Orientales) siguieron una polti-ca de altos salarios, posiblemente para atraer a los mejores tra-bajadores, por razones polticas o simplemente ante una cier-ta escasez de trabajo resultante del estancamiento de la poblacin. Lo indudable es que los salarios reales se mantu-vieron a un alto nivel en Holanda durante la mayor parte del siglo xvn (slo descendieron al final) y eso encareci an ms los costes industriales; la industria holandesa perdi competi-tividad y mercados, y lo mismo ocurri con su otrora f lore-ciente comercio. El declive econmico y poltico de los Pases Bajos holandeses durante el siglo xvn es, como dijimos antes, un clsico de la historia econmica.

  • II

    LA REVOLUCIN ATLNTICA

    U n o de los episodios ms estudiados y celebrados de la historiografa universal es la Revolucin Francesa. Para muchos fue un acontecimiento afortunado; para otros, una gran desgracia. En todo caso, lo seguro es que no v ino sola. Los historiadores discuten no slo sus mritos, sino tambin hasta qu punto fue un hecho aislado y hasta cul fue parte de un fenmeno de escala mundial. Naturalmente, en historia, en un sentido estricto, todos los fenmenos sen nicos e irre-petibles. Revolucin Francesa slo ha habido una. Sin embar-go, se da en torno a ella una serie de episodios histricos que tienen los suficientes rasgos comunes con ella y entre s como para que nos parezca admisible encuadrar un acontecimiento tan nico dentro de un cuadro ms amplio y si no, rigurosa-mente hablando, de escala mundial, s al menos de escala atlntica o relativa al Hemisferio Occidental. En concreto, la Revolucin Francesa viene cronolgicamente enmarcada por dos revoluciones americanas, la norteamericana que se inicia en 1776 y la hispanoamericana que se inicia en 1808. Pero es que, adems, la Revolucin Francesa no ocurri aisladamente en Europa. Vino precedida de conatos revolucionarios en los Pases Hajos, en Suiza y en Polonia; en cuanto a los ecos que despert en Europa, especialmente en pases vecinos y ocupa-dos de manera ms o menos total y larga, como Espaa, Italia o Prusia, adems de los ya mencionados, es innegable. Los es-paoles sabemos que, junto a la bien conocida repulsin del invasor francs, antes y despus del Dos de Mayo , existe un importante bando afrancesado, que fue, hay que decirlo, ms notable por su calidad y origen de clase media e intelectual

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    L A I R E V O L U C I N M U N D I A L

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    que por su nmero. Movimientos afrancesados o simpa-tizantes con la Revolucin los hubo en todos los pases mencionados. Las reformas econmicas y sociales de la Revo-lucin Francesa encontraron eco en muchos pases de Europa occidental antes incluso de que las conquistas revolucionarias las impusieran. Pero es que adems, como en Espaa, los di-rigentes de los movimientos antifranceses a menudo adopta-ron medidas polticas reformadoras que se parecan ms a las introducidas por la Revolucin Francesa que a las practicadas por el Antiguo Rgimen. As, en Espaa, las Cortes de Cdiz proclamaron en 1812 una constitucin, lo que no tena prece-dentes en la historia de Espaa, e instituyeron toda una bate-ra de medidas, como una reforma agraria y la proclamacin legal de principios la abolicin de la tortura judicial, la liber-tad de expresin y de reunin, el babeas corpus, etctera, que tenan que ver ms con las declaraciones francesa y esta-dounidense de los Derechos del Hombre y con las constitu-c