todos los caballos del rey

Upload: noemi-alba-g

Post on 24-Feb-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    1/67

    MICHELE

    BERNSTEIN

    Tbdos

    los

    caballos

    del

    rey

    H

    ANAGRAMA

    Panorama

    de

    narrativas

    I

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    2/67

    Michle

    Bernstein

    Todos

    los

    caballos

    del rey

    Traduccin

    de

    Mara

    Teresa

    Gallego

    Urrutia

    EDITORIAL

    ANAGRAMA

    BARCELONA

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    3/67

    Thulo

    de

    la

    edicin

    original.

    Tous

    les

    chevaux

    du roi

    Buchet

    / Chastel

    Pars,

    1960

    Diseo

    de la

    coleccin:

    Julio

    Vivas

    Ilustracin:

    foto

    de Michble

    Bernstein

    @ Editions

    Nlia,2004

    @

    EDITORIAL

    ANAGRAMA,

    S.

    A.,

    2006

    Pedr

    de la

    Creu,

    58

    08034

    Barcelona

    ISBN:

    B4-339-7095-X

    Depsito

    Legal:

    B.

    12172-2OOG

    Printed

    in Spain

    1Uerd1pie",.

    L.

    U., ctra.

    BV

    2249,krr,7,4

    -

    Polgono

    Torrentfondo

    08791

    Sant LlorenE

    d'Hortons

    A

    MODO

    DE PRLOGO-

    [.q euroRa:

    Michle

    Bernstein

    naci

    en

    1932

    en

    Pars.

    Adems

    de

    Todos

    los caballos

    del

    rey,

    public La

    Nuit

    (1961)

    y

    durante

    quince

    aos

    escribi

    una

    crnica

    literaria

    en el

    diario

    Libration.

    Et ueRo:

    Con innegable

    desenfado

    public

    Michle

    Bernstein

    en 1960 Todos

    los

    caballos

    del

    rl. No

    tena previsto

    hacer

    carrera

    en el

    mundo

    de

    las

    letras,

    sino

    que pretenda llenar

    las arcas

    de la Internacional

    Situacionista,

    ala

    que perte-

    neca,

    escribiendo

    un

    bestseller.

    Ni

    Gallimard

    ni

    *

    El

    texto reproduce

    una

    excelente

    nota informativa

    de

    dition.

    Allia

    destinada a

    prensa y

    libreros,

    con motivo

    de la

    segunda

    edicin

    de

    esta novela,

    despus de la

    primera

    que

    pu-

    blic Buchet

    / Chastel en 1960.

    (N.

    del

    E.)

    Publicado

    con

    la

    aluda

    del Ministerio

    Jiancs

    c{e

    Cubura-Centro

    Nacional

    del

    Libro

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    4/67

    Denol

    ni

    La

    Table

    Ronde aceptaron el

    manus-

    crito;

    luego, en

    Julliard,

    llam

    la

    atencin

    de

    Frangois Nourissier.

    Pero a

    ste

    no

    le

    gustaba

    el

    personaje

    de

    Hlne.

    Por tan poco que

    no que-

    dase:

    Michle

    Bernstein

    le

    volvi

    a

    llevar el

    ma-

    nuscrito d. da siguiente

    anunciando:

    oHlne

    ya

    no existe Y,

    efectivamente,

    en

    todas

    las apa-

    riciones de

    Hlne

    pona Virginie.

    Nourissier

    se

    enfad

    y

    as

    quedaron

    las

    cosas.

    Por

    fin

    public

    el

    libro Buchet

    /

    Chastel.

    Frangois

    Mauriac lo coment

    en

    L'Express;

    nC-

    mo es que

    a

    una

    chica

    joven

    y

    guapa

    como

    Mi-

    chle

    le

    gusta

    aparentar

    que

    es

    un

    gamberro

    fu-

    gado

    de

    un

    correccional?,

    No

    hizo

    falta

    ms

    para que

    la

    autora quedara

    consagrada

    como

    nel

    monstruito de

    Ia temporadar.

    La

    prensa

    se

    pre-

    guntaba:

    Es

    un

    original?

    Es

    una parodia?,

    Pero Michle

    Bernstein

    haba

    tomado

    Ia

    delan-

    tera

    redactando personalmente

    dos

    comentarios

    que incluy

    en la contraportada

    del

    libro:

    uNo

    hay

    desenfado

    sino en la superficie de

    este

    libro.

    El

    pudor

    oculta una

    sensibilidad

    e

    incluso un

    sufrimiento

    realesr, deca

    el primero.

    En el otro

    se

    hablaba

    de

    nun

    argumento pobre

    que

    se desa-

    rrolla

    de

    forma

    complaciente

    en

    la Rive Gauche

    8

    y

    en

    la

    Costa

    A^)1, por

    descontado,

    entre

    ininte-

    rrumpidas

    borracherasr.

    Agotado

    durante

    dcadas,

    Todos

    los

    cabalbs

    del

    rey

    se

    haba

    convertido

    desde

    haca

    mucho

    tiempo

    en

    objeto

    de

    un

    culto

    subterrneo.

    Y es

    que

    hay

    en

    este

    libro

    varios

    libros.

    Es,

    en primer

    lugar,

    una

    narracin

    que

    describe,

    con

    el estilo

    de

    la

    poca,

    el

    libertinaje

    de

    la

    juventud ms

    libre

    de

    Ia

    dcada

    de

    1950.

    El argumento

    recuerda

    el

    de

    Las

    amistades

    peligrosas

    traspasado

    al

    univer-

    so

    de

    las

    novelas

    de

    Frangoise

    Sagan

    y

    narrado

    con

    su

    caracterstica

    forma

    de

    escribir

    escueta

    y

    veloz.

    El

    resultado

    es

    un

    relato

    alavez

    una

    suerte

    de

    estudio

    psicolgico

    y

    breve

    libro

    de

    tica

    amorosa

    que

    se

    incluye

    en

    la tradicin

    de

    anlisis

    psicolgico

    de

    la novela

    francesa

    clsica.

    Pero

    el

    inters

    por

    Ia

    Internacional

    Situacio-

    nista

    aporta

    a

    esta

    novela

    laLuz

    de

    otro

    enfoque.

    Pues

    no

    resulta

    difcil

    descubrir

    a

    Guy

    Debord,

    marido

    por entonces

    de

    Michle

    Bernstein,

    tras

    el personaje

    de

    Gilles,

    a

    Asger

    Jorn

    detrs

    del

    de

    Ole,

    y

    a

    Michle

    Bernstein

    en

    persona

    con

    los

    rasgos

    de

    Genevive.

    Todos

    los

    caballos

    del

    rey

    puede

    leerse,

    pues,

    como

    una

    novela

    en

    clave

    que

    brinda,

    sin

    lugar

    a

    dudas,

    uno

    de

    los

    retratos

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    5/67

    ms

    sensibles

    de

    Guy

    Debord con los

    que

    se

    puede

    conrar,

    de

    su

    sentido

    del

    humor

    con

    teln

    existencial

    de

    fondo

    y

    de

    su

    muy

    sincera

    y

    rendi_

    da

    entrega

    a las

    pasiones

    que'agudizaba

    aquel

    sentimiento

    suyo

    de

    la

    huia

    deitiempo.

    pero,

    por

    encima

    de

    todo

    ello,

    esta

    obra

    resulia

    ser

    una

    ilustracin

    novelada

    de

    las

    reoras

    ,i,r'r".iorirr"r,

    cmo construir una

    situacin

    en

    la

    vida

    coti_

    diana,

    de

    forma

    roralmente

    d.lib..rjr,

    y

    conrro_

    ll

    ru

    evolucin

    para

    no

    caer

    en

    las

    corrientes

    pe_

    ligrosas

    que

    siempre

    acaban

    por

    volver

    a insertar

    ra

    exrstencra

    en

    los

    marcos

    tradicionales.

    En

    un

    famoso

    cmic

    detourn

    de

    inspiracin

    situacio_

    nista,

    El

    regreso

    de

    la

    columnn

    borrrti,

    aparccan

    dos

    vaqueros

    que

    citaban

    Todos

    los

    caballos

    del

    ley:

    A

    qu

    te

    dedicas

    exacramente?

    _

    A

    la

    rei_

    ficacin

    -

    Ya

    veo.

    Es

    un

    trabajo

    _rry

    r.rio

    .on

    libos

    muy

    gordos

    y

    mucho,

    prp.l.r'.ncima

    de

    una

    mesa

    grande.

    -

    No.

    Me

    paseo.

    Ms

    que

    nada

    me

    paseo.

    para

    Guy

    olrroxs

    Aum

    10

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    6/67

    I

    Aquella

    mezcla

    de

    bandas

    azules,

    de

    da-

    mas,

    de

    conazas,

    de

    violines

    que

    habia

    en

    la

    sala y

    de

    trompetas

    que

    habla

    en

    la plaza,

    for-

    maban

    un

    espectculo que

    se

    ve

    ms Yeces

    en

    las

    novelas

    que

    en cualquier

    otro

    lugar.

    CeRp,Nar

    DE

    RETZ

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    7/67

    1

    No

    s

    cmo

    tard

    tan

    poco

    en darme

    cuen-

    ta

    de

    que

    Carole

    nos gustaba.

    No

    haba

    odo

    hablar

    de

    ella

    hasta

    el

    da

    anterior,

    en una

    pe-

    quea

    galera

    de

    pintura

    por

    donde

    andaba

    esa

    tropa

    que

    acude

    siempre

    a

    las

    inauguraciones

    de

    las

    exposiciones

    de

    esos

    pintores

    cuyo

    destino

    es

    que

    no los

    conozca

    nadie.

    Los pocos

    amigos

    de

    antao

    que

    me encontr

    eran

    precisamente

    los

    que

    no

    habrla

    querido

    volver

    a

    ver

    en

    la vida.

    Con

    voz

    demasiado

    chillona

    que

    aspiraba

    inten-

    samente

    a

    resultar mundana,

    la

    anfitriona

    ha-

    blaba

    de

    los zapatos

    que

    llevaba

    para

    que

    un

    vi-

    sitante

    de

    importancia

    cayera

    en

    la

    cuenta

    de

    que

    ya

    era

    por

    completo

    insolidaria

    con

    el

    fra-

    caso

    que

    estaba

    viendo

    venir.

    En

    contra

    de

    lo

    r5

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    8/67

    que

    mandan

    los

    cnones,

    la

    inauguracin

    no

    llevaba

    aparejado

    un cctel y

    no

    haba nada

    que

    beber.

    Cuando

    recab con la mirada la ayuda de

    Gilles,

    vi que

    el

    pintor

    le

    estaba

    hablando

    con

    mucha

    animacin.

    Ya

    se estaba

    formando

    un

    grupito alrededor.

    Era

    un

    pintor malo

    y

    un

    an-

    ciano

    encantador rebosante

    de

    un

    modernismo

    pasado

    de

    moda. Gilles le

    segua

    la

    conversacin

    sin que se

    le

    notase cansancio alguno y

    yo admi-

    r su saber estar.

    El pintor anciano

    haba

    perdido

    pie ya en

    la

    generacin

    anterior

    a

    la nuestra,

    pero

    no

    por

    eso

    se

    haba

    desanimado.

    Nos tena

    afec-

    to. Me parece

    que

    nuestra

    juventud

    le aportaba

    una

    confirmacin

    de la suya.

    Y a m su mujer me tena

    implicada

    en una

    conversacin.

    -Tengo

    que presentarle a

    mi hija

    -deca-.

    Tiene ms

    o

    menos

    su edad,

    pero

    ella es tan

    in-

    madura.

    Su

    compaa

    le

    vendra

    muy

    bien.

    La indulgencia

    se compagina

    mal con

    el

    abu-

    rrimiento.

    Sopes la

    simpata mustia

    de

    la

    seora.

    No me apeteca

    gran

    cosa criar

    a

    una

    hija

    que

    se

    le

    pareciera

    y que, por

    aadidura, fuera un poco

    retrasada

    mental.

    Pero hay que

    interesarse

    por

    las

    t6

    personas.

    Me

    inform

    de

    las ocupaciones

    de

    Ia

    nia.

    -Pinta.

    Creo

    que

    tiene

    talento,

    pero

    todava

    no

    se

    ha encontrado

    a s

    misma.

    -Como

    su padre

    -dije

    imprudentemente'

    Lo

    cual

    me

    brind

    la oportunidad

    de

    enterarme

    de que

    no

    era

    hija de

    FranEois-Joseph,

    sino

    de

    un

    primer matrimonio...

    Al

    final

    de una

    frase,

    afirm

    con

    entusiasmo

    mi deseo

    de

    conocerla'

    Fue

    convincente

    mi

    vehemencia?

    Me

    habra

    gustado

    que

    Gilles

    estuviera

    en

    mi

    lugar.

    Parece

    espontneamente

    ms

    agradable

    que

    yo.

    Pero

    el

    caso

    es

    que,

    despus

    de

    hablarme

    tambin

    de

    Batrice,

    la

    mejor

    amiga

    de

    su

    hija,

    que

    escriba

    unos

    Poemas

    buensimos

    Para

    su

    edad

    y

    a quien

    tena

    intencin

    de

    regalar

    el

    libro

    de

    Rimbaud

    que

    acababa

    de

    comprar,

    me

    invit

    a cenar

    al da

    siguiente

    con

    mi

    marido.

    Fue

    una

    cena

    alegre.

    Frangois-Joseph

    no

    pensaba

    ya

    en

    la

    suerte que

    pudieran correr

    sus

    lienzos

    y

    estaba

    como

    un

    nio

    a

    la

    hora

    del

    re-

    creo.

    Sus

    amigos

    hacan

    desfilar,

    bien

    ordena-

    das,

    las

    ideas

    de

    hace

    treinta

    aos,

    y

    resultaba

    t7

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    9/67

    placentero.

    Las personas

    de aquella poca

    dieron

    tanta

    importancia

    al humor

    negro

    que

    incluso

    sus

    propias

    bobadas

    pueden

    aspirar

    siempre

    a

    cierto

    grado de

    ambigedad.

    Tras

    haber

    comen-

    tado

    de

    forma

    picante

    los

    encantos

    de

    la

    seora

    que

    venda

    cuadros

    y

    no

    daba canaps,

    Fran-

    gois-Joseph

    empez

    a

    defender

    las

    caderas

    opu-

    lentas.

    -No

    como

    las

    tuyas,

    Carole

    -dijo-.

    Toda-

    va

    no

    tienes

    gran

    cosa

    que

    pueda

    gustar

    a

    los

    caballeros.

    -Pronto

    va a

    estar

    de

    moda,

    Frangois-Jo-

    seph

    -respondi

    Carole,

    ondulando

    grcilmente

    en la silla.

    Estaba

    claro

    que

    FranEois-Joseph

    era

    tan

    sensible

    a

    aquella

    moda

    que

    me

    resultaba

    violen-

    to

    presenciar

    los

    torpes

    esfuerzos

    que

    haca

    para

    sacar

    a la

    muchacha

    de su reserva.

    Deba

    de

    lle-

    var mucho

    tiempo

    naufragando

    en

    aquella

    pos-

    tura falsa.

    Si mir

    a

    Carole

    fue

    quiz

    porque

    era

    el

    blanco

    de aquellas arenciones

    incmodas.

    A

    una chica

    de

    veinte

    aos no

    le

    cuesta nada

    dar

    a

    entender

    a

    los

    hombres

    de cincuenta

    que

    le

    parece

    que choch

    ean;

    y

    a

    sta le

    costaba

    me-

    nos

    que

    a

    nadie.

    Aprovech

    el momento

    en

    que

    18

    se

    march

    a

    la

    cocina

    a

    preparar

    caf

    y

    me

    fui

    a

    ayudarla.

    Not que

    me toleraba

    sin

    mayor

    entusiasmo.

    De

    pie,

    me

    pareci

    muy

    bajita e

    increble-

    mente

    menuda.

    Con

    el

    flequillo

    revuelto y

    el

    pelo

    rubio

    corto,

    vesdda,

    como una

    nia

    mode-

    lo,

    con

    un

    cuello blanco que

    se

    abra

    sobre

    un

    jersey

    azul,

    no aparentaba,

    desde

    luego,

    la edad

    que

    tena.

    Su

    torpeza

    era estudiada.

    Era evidente

    que

    Carole

    no

    haca caf,

    sino un

    1o.

    Era para

    darme

    una

    oportunidad

    de quedar

    mal

    si

    de-

    mostraba

    la

    ms

    mnima capacidad

    de

    ama de

    casa

    o si caa

    en

    la

    ridiculez

    de darle

    un

    consejo.

    Nada tan

    til

    como una trampa

    en

    la

    que

    no

    caes.

    El desinters

    del

    que

    puedo

    ser

    capaz

    para

    coger

    agua

    del

    grifo

    o

    para

    buscan

    tazas

    me

    hizo

    solapadamente

    insolidaria

    con

    el

    grupo,

    que

    esta-

    ba

    hablando

    de

    ediciones

    poco conocidas.

    Servi-

    mos

    juntas

    un

    lquido

    oscuro

    que

    provoc

    una

    cordial

    indignacin.

    Blanco de una

    reprobacin

    general,

    nos

    sentamos cmplices

    a

    la

    fiterza.Para

    sacarle

    partido

    a

    esa

    ventaja,

    orient

    sobre

    Carole

    la conversacin

    un tanto

    irnica,

    charlando

    con

    los

    padres

    entre

    personas

    mayores.

    A Frangois-Jo-

    seph,

    satisfecho

    de

    hablar

    de

    ella,

    no

    hubo

    ya

    I9

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    10/67

    quien

    lo

    parase.

    Carole,

    desconcertada,

    no

    deca

    nada.

    Me enter de que

    viva

    lejos, en el

    distrito

    diecisis,

    y

    que tocaba

    la

    guitarra.

    Tambin

    Gilles

    estaba callado y

    nos

    miraba

    con

    un

    inters que

    me

    resultaba

    conocido.

    Pero

    fui

    yo

    la que

    propuse

    llevar a la

    mu-

    chacha

    en nuestro

    taxi.

    Y

    cuando

    Gilles

    se reu-

    ni

    conmigo

    en

    el

    pasillo y

    me pregunt,

    muy

    amable, qu

    bamos a

    hacer,

    le

    contest:

    -Pues

    una

    conqtlista,

    claro.

    No

    me acuerdo

    de haber

    tenido

    que

    decir

    algo

    en el taxi.

    Estaba a gusto,

    estaba

    cansada.

    Era

    lgico

    que

    a Gilles

    le tocase el turno de

    to-

    marse

    alguna molestia, aunque

    slo fuera

    por

    cortesa.

    Pero

    la historia aquella

    no

    pareca

    in-

    fundirle cortesa alguna.

    Pasamos por

    Pigalle,

    en

    donde

    hay

    una

    tienda de

    ultramarinos

    que

    cierra

    muy tarde.

    Compramos

    vino

    y

    almendras

    saladas.

    Haba que

    convertir

    Ia noche en

    una

    fiesta.

    Ca-

    role

    pidi

    pepinillos,

    como una

    merced

    especial,

    acechando

    nuestra

    sorpresa.

    Gilles

    adquiri

    una

    cantidad

    extravagante, y

    cebolletas

    en

    vinagre,

    y

    alcaparras, y

    no

    s

    qu

    ms, y se

    lo brind

    todo

    ceremoniosamente.

    Yo

    aad

    mi

    presente,

    que

    adopt

    la

    forma

    de

    unas guindillas

    rojas

    y

    ver-

    20

    des,

    bastante gratas

    a

    la

    vista, que,

    mrito

    suple-

    mentario,

    no

    haba

    quien

    les

    hincara

    el

    diente.

    Cada

    cual

    en

    su

    posicin,

    encantadores

    y

    encantados,

    trepamos

    ocho pisos

    y

    volvimos

    las

    esquinas

    de

    muchos

    corredores.

    Llegamos

    a una

    buhardilla.

    Carole

    viva,

    segn

    los cnones,

    en

    un

    cuarto

    de

    servicio

    que

    pagaba

    dando

    clases

    particulares

    a

    los

    hijos

    de

    unos

    cuantos

    amigos.

    Disfrutaba

    as

    de

    completa

    libertad,

    segn

    deca.

    Sin duda

    sus padres

    no le

    habran

    negado

    esa

    li-

    bertad

    si se

    hubiera

    quedado

    a

    vivir

    con

    ellos,

    pero,

    en tal

    caso,

    no

    habra

    podido

    hacer

    bande-

    ra, ante

    ella

    misma

    y

    ante

    los dems,

    de

    aquella

    candenre

    afirmacin.

    Nos

    sentamos

    en

    el

    suelo,

    como

    sioux,

    en

    un

    espacio

    reducido.

    Gilles

    le

    demostr

    a

    Carole

    que

    es posible

    abrir

    una

    botella dndole

    golpeci-

    tos

    regulares

    contra

    la

    pared.

    Seguimos

    bebien-

    do.

    Carole

    tocaba

    bien

    la

    guitarra'

    Se

    haba

    cambiado

    en

    el acto,

    muy pdica,

    la

    falda plisa-

    da

    por

    unos

    vaqueros.

    uMe

    los compro

    -dijo-

    en la

    seccin

    de

    nios., Se

    sent

    a

    lo moro

    enci-

    ma de

    la cama

    estrecha,

    dndonos

    la

    cara.

    Caro-

    le

    cantaba

    bien,

    canciones

    de

    toda

    la

    vida:

    las

    muchachas

    que

    son

    hermosas

    a

    los quince

    aos

    21

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    11/67

    y

    sus

    amigos

    que

    se

    van a

    la

    guerra. Las

    que

    pierden

    un

    anillo

    de

    oro

    a

    la orilla del

    ro,

    lloran

    la

    huida

    de

    las

    estaciones

    y

    no

    quieren

    cambiar

    de

    amor.

    Las que

    van

    al

    bosque,

    que

    ms

    tarde

    se aora

    desde

    el

    mar,

    y

    los

    viajes

    que

    no

    acaban

    nunca.

    Me

    dije

    que

    no

    tena nada

    de tonta

    y

    me

    alegr

    de

    haber

    dado

    con

    un

    animalillo

    tan

    bo-

    nito.

    En

    cualquier

    caso,

    le

    gustaba

    a

    Gilles,

    que

    le haba

    comprado

    aquel

    montn

    de

    pepinillos

    y

    le

    hablaba

    con

    voz

    hermosa

    y

    ronca;

    a m

    tam-

    bin

    me

    gustaba.

    Mis

    sentimientos,

    por

    lo de-

    ms,

    rara

    vez

    iban

    ms

    lejos.

    Beba

    correctamente,

    la

    chica, para

    tener

    veinte

    aos.

    Incluso

    beba

    a

    veces

    de

    la

    botella

    para

    demostrar

    que

    era una

    mujer

    libre:

    me

    mi-

    raba

    de

    reojo,

    esperando

    sin

    duda

    el

    momento

    en que

    no

    pudiera

    yo

    disimular

    seales

    de

    celos.

    Cantaba

    con voz

    algo

    ms baja,

    algo

    ms

    infan-

    til;

    el

    tabaco,

    deca;

    pero

    yo

    saba

    muy

    bien

    que

    era

    el

    deseo

    de

    gustar.

    Y,

    tambin

    para

    gustar-

    nos,

    recuperaba

    ancdotas

    enternecedoras

    que

    deban

    demostrarnos

    cun

    joven

    era an,

    cun

    ingenua

    era an,

    cmo

    se

    fiaba de

    todas

    las per-

    sonas

    poticas

    y buenas.

    Su

    guitarra

    era un

    ani-

    22

    mal

    fiel

    que

    iba

    con

    ella a todas partes.

    Ella

    no

    entenda

    nada

    y

    slo

    amaba

    la

    pintura

    y

    el

    mar.

    Y,

    por

    descontado,

    a un

    osito de peluche.

    A eso de

    las

    tres

    de

    la maana, llamaron a

    la

    puerta.

    El

    jaleo

    que estbamos

    metiendo

    justifi-

    caba por dems

    una

    incursin de

    los

    vecinos.

    Pero

    no

    eran

    los vecinos.

    Apareci

    otra

    Carole.

    De

    la misma estatura)

    de

    la

    misma edad, con la

    misma pinta

    de

    adolescente

    muy

    esbelta

    y

    no

    demasiado

    inocente. El

    mismo

    pelo

    rubio

    cor-

    tado

    casi al cero.

    Aquella doble

    entr,

    nos

    mir

    impasible

    y

    en

    un

    abrir y

    cera de ojos se

    cambi

    la

    falda

    por

    unos

    vaqueros,

    que

    seguramente

    haba

    comprado

    en la

    misma seccin

    de

    nios.

    En-

    tonces

    Batrice

    se

    present.

    Le asegur

    que ya

    haba odo

    hablar

    mucho

    de

    ella.

    Y

    ella afirm

    que

    estaba

    encantada de

    conocerme.

    Si

    se

    la mi-

    raba ms despacio,

    dejaba de parecerse

    a Carole.

    Llamaban la atencin

    aquel color

    rubio

    y aque-

    lla

    fragilidad

    en

    comn,

    pero

    el rostro

    de

    Ba-

    trice era

    firme, voluntarioso

    /,

    en

    resumidas

    cuentas,

    poco

    amable.

    En la misma medida

    en

    que

    era patente

    que

    Carole quera

    agradar,

    y

    agradar precisamente

    por

    su

    indefensin, Ba-

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    12/67

    trice

    no

    era

    sino

    un

    estar

    a

    la

    defensiva

    y

    unos

    buenos

    modales

    agresivos.

    Acab por

    coger otra

    guitarra

    y empez

    a tocar

    tambin,

    sopesndo-

    nos

    con

    la

    mirada.

    Cuando

    Gilles y

    yo

    nos

    fuimos, ellas

    se-

    guan

    tocando,

    pero

    Gilles

    haba quedado

    con

    Carole

    para

    la

    tarde del

    da

    siguiente.

    Qu

    placer,

    ya

    cansada y un

    poco

    bebida,

    en-

    contrarte,

    como

    en

    la

    cancin,

    con una

    amplia

    cama

    blanca

    y dormir

    en ella

    con

    el

    chico

    del que

    ests

    enamorada.

    Por 1o

    dems,

    tambin

    esa

    can-

    cin

    nos la haba cantado

    la nia aquella,

    la

    de

    la

    felicidad para

    siempre

    jams

    de

    un amplio

    lecho

    blanco, en cuyo centro

    es

    tan hondo el

    ro

    que

    todos

    los caballos

    del

    rey

    podran

    beber

    juntos.l

    r"-or

    felices

    y

    estbamos

    muy enamorados.

    En-

    amorados

    de

    nosotros,

    enamorados

    de Carole,

    enamorados

    de

    una

    forma

    un

    tanto

    inconcreta;

    y,

    en verdad,

    era

    lo

    que

    tocaba

    entonces.

    -Ests

    contento?

    -le

    pregunt a

    Gilles.

    Asinti

    con

    Ia

    cabeza

    y

    me

    rode

    el

    cuello

    con el

    brazo.

    Yo tambin

    estaba

    contenta.

    -Te

    gusta?

    -atadi

    1.

    uAux

    marches

    du

    paiais.

    (N.

    de la

    T.)

    24

    Recib

    la

    misma

    respuesta

    afirmativa'

    Era

    lgico.

    Porque,

    en

    fin,

    si

    a

    Gilles

    hubieran

    deja-

    do

    de

    gustarle

    las

    mismas

    chicas

    que

    a

    m,

    eso

    nos

    habra

    aportado

    un

    elemento

    de

    distancia-

    ciamiento.

    25

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    13/67

    2

    lJnos

    das

    despus, Gilles

    trajo

    a casa

    un

    cuadro

    de Carole. Lo

    elogi:

    era

    una pequea

    composicin,

    abstracra, no

    fea

    y,

    desde

    lue-

    go,

    mejor

    que

    las

    cosas

    que

    pintaba

    Frangois-

    Joseph.

    A

    Gilles

    en cambio

    le

    pareca

    de

    lo

    ms me-

    diocre.

    En

    cuestiones

    artsticas

    es mucho

    ms

    exigente

    que

    yo.

    Pero,

    como

    tambin

    tiene ma-

    yor

    lucidez,

    siempre

    acabo

    por compartir

    sus

    opiniones.

    Estuve

    de acuerdo

    con l

    en que era

    ms

    flcil

    hallar

    en el cuadro de Carole los

    ama-

    bles tpicos

    de

    la

    moda

    que las

    osadas torpezas

    del

    genio.

    Pero

    sal

    en defensa

    de la ausente:

    las

    novelas

    y

    los

    cuadros se

    componen

    con las rece-

    tas

    oportunas.

    Y no

    deja de

    tener

    su mrito eso

    26

    .le

    utilizar con

    decencia

    las trivialidades

    de

    la

    propia

    poca.

    -Nada

    que

    ver con

    Carole

    -dijo

    Gilles-.

    No

    es

    consciente

    de

    esas

    cosas.

    En

    su ambiente,

    una chica

    pinta

    a menos

    que

    intente escribir.

    Y

    pinta

    forzosamene

    as.

    Carole

    es

    incapaz de ser

    hbil.

    Ni

    siquiera

    consigue

    saber

    cmo

    se vive.

    Anda perdida

    en

    las

    cosas

    ms sencillas

    y

    todo

    la

    asusta.

    -Lo

    de

    andar

    perdida

    es

    una

    habilidad

    como otra

    cualquiera.

    Y

    est

    a su alcance.

    -Le

    sienta

    bien.

    Gilles

    me

    cont

    entonces

    que

    el

    cuadro,

    in-

    dependientemente

    de

    sus otros

    mritos,

    haba

    valido

    para

    precipitar

    la

    crisis

    entre

    Batrice

    y

    Carole,

    crisis que

    se

    haba

    abierto

    en el preciso

    instante

    en

    que

    aparecimos

    nosotros

    en el domi-

    cilio de

    ambas.

    Batrice

    estaba

    encariada

    con ese

    cuadro.

    Le

    haba

    rogado

    insistentemente

    a Carole que

    lo

    conservara

    o

    que

    se

    lo

    diera

    a

    ella.

    En

    un ltimo

    intento desesperado,

    se llev

    sus libros y dej

    de

    ir

    a

    dormir

    a

    la

    buhardilla.

    Acto

    seguido,

    Frangois-

    Joseph

    se enfad

    tambin

    con

    Carole.

    As que

    sta

    no quera

    aparecer ya

    por casa

    de

    su

    madre,

    en

    27

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    14/67

    donde, en cambio,

    Batrice hallaba

    refugio

    cons-

    tante.

    Para comentar con

    Frangois-Joseph

    la in-

    moralidad

    de

    la reciente

    conducta

    de

    Carole.

    Durante

    esta temporada

    yo

    no

    haba visto

    demasiado

    a

    Gilles. Cuando

    coincida con l por

    las tardes, sola estar cansado

    porque

    se

    haba

    pa-

    sado

    la noche andando con Carole,

    entre

    Les

    Ha-

    lles,

    Maubert y Monge.

    No

    la llevaba

    casi

    nunca

    por Saint-Germain,

    me

    parece,

    ni

    por

    las inme-

    diaciones

    de

    Pigalle,

    y

    menos an por

    Montpar-

    nasse,

    que aborrecemos;

    por

    ninguno

    de

    esos ba-

    rrios

    de

    Pars

    en que

    la

    noche transcurre

    morosa,

    igual

    que el da, y en donde

    se encuentra uno

    continuamente

    con

    las mismas

    personas.

    S

    lo

    aficionado que es Gilles a pasar la

    noche

    dando

    largas caminatas

    a

    esas

    horas

    en que un

    cafe que

    an no

    ha

    cerrado se convierte

    en preciada

    escala

    por

    esas

    calles en que

    no abundan

    los noctmbu-

    los.

    Pasadas las dos de

    la

    madrugada,

    la

    calle

    de

    Mouffetard

    est desierta.

    Hay

    que

    subir

    hasta

    Panthon

    para

    encontrar

    un

    bar, en

    la

    calle

    de

    Cujas.

    La etapa siguiente

    cae

    por

    el Senado; des-

    pus por

    la calle

    de

    Le Bac,

    a poco

    que

    se tenga

    el

    buen

    gusto

    de

    no

    entrar

    en eso que an

    llamamos

    el

    Quartier

    Latin. Al llegar a este punto,

    intuyo a

    28

    Carole contando

    su

    vida

    (tampoco

    debe de tener

    ranta

    an).

    Y

    el da se

    levanta

    al

    llegar a Les Ha-

    lles.

    Es

    un

    rito.

    En resumidas cuentas, al da siguiente,

    ago-

    tado quiz por

    aquellas caminatas, Gilles

    iba

    a

    traer

    a Carole

    a

    casa.

    Me sorprendi, a su

    llega-

    da,

    lo

    satisfecha

    que

    pareca de

    haber provocado

    o

    padecido

    las

    recientes

    rupturas.

    Yo

    le manifes-

    t una

    cordialidad

    an

    mayor,

    y

    me

    pareci

    que

    la

    reconfortaba.

    Ya

    saba

    yo que el uso de sillas

    le iba

    a

    pare-

    cer abusivamente ceremonioso

    o

    que,

    al menos,

    eso

    dira.

    As que

    la

    anim a sentarse en

    la

    al-

    fombra

    y,

    mientras bebamos algo

    y

    ella

    me

    ob-

    servaba,

    traje unos platos

    con

    esos

    aperitivos

    da-

    neses

    que son ya en s una comida

    completa.

    Estaba visiblemente encantada con

    mi forma

    de

    recibir.

    Por

    1o

    dems,

    le haba afirmado con

    todo el

    descaro

    que

    eso

    era

    lo que haca siempre.

    Y

    a

    ella

    le

    permita

    hacer

    gala del

    desprecio

    que

    senta

    por

    las

    comidas

    burguesas

    y

    de

    la

    flexibili-

    dad

    de

    sus

    posturas.

    He

    visto a

    muchas nias

    grciles, en

    mis

    tiernos aos

    escolares, parecer

    gatitos

    y

    tanta

    naturalidad no

    me enga.

    Pero

    el

    espectculo

    resultaba

    agradable.

    Yo, muy

    dig-

    29

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    15/67

    na

    y

    con

    la

    espalda apoyada

    en

    la

    estantera

    de

    los

    libros,

    porque

    no enrra

    en

    mi

    papel

    exhibir

    las mismas

    gracias, mantuve

    una

    conversacin

    indiferente.

    Luego,

    fui

    a descolgar

    la

    guitarra.

    -Toca -le

    dije.

    -Quieres

    que canre,

    Gilles?

    Gilles

    quera,

    por supuesro.

    Luego

    naci

    una

    concordancia perfecta

    entre

    los

    tres

    y

    diji-

    mos

    muchas

    ronreras.

    Carole

    me

    explicaba

    que

    ramos

    diferentes

    de

    todas

    las

    personas

    a las

    que

    haba

    conocido.

    -Ya

    -le

    dije-; unos

    cuantos

    pnfilos

    de la

    escuela

    de

    Bellas

    Artes.

    -Qu

    va

    -se

    defendi

    ella

    sin

    conviccin-.

    De

    entrada, slo

    me

    llevis

    cinco

    aos. Tengo

    muchos

    amigos

    de vuestra

    edad.

    Y

    no

    todos

    son

    unos

    crerinos. Pero

    resulta

    difcil

    de

    explicar.

    Vosotros

    sois

    a

    la

    vez

    mucho

    ms

    viejos

    y, al

    mismo

    tiempo,

    ms

    jvenes.

    Sobre

    todo

    Gilles.

    -Eso

    es

    porque

    ests enamorada

    de 1.

    -Lo

    s.

    E

    incmoda,

    sin

    duda,

    por haber

    respondi-

    do as

    de

    forma

    tan

    espontnea,

    cambi

    rpida-

    mente

    de postura

    y

    toc

    un

    acorde.

    Pero

    yo no

    rne

    di

    por enrerada.

    30

    -Gilles

    -intent

    expresar

    eila-

    siente

    siem-

    pre las

    cosas

    igual

    que yo.

    Pero,

    adems,

    me

    ex-

    plica por

    qu.

    -Es

    un

    camalen

    pensante

    -le

    dije-.

    Piensa

    ias cosas

    que

    estn

    por detrs de

    las cosas.

    Canta

    algo ms,

    le

    gustar.

    Carole vino

    a tenderse

    junto

    a

    m.

    uNo

    me

    apetece

    cantar,

    dijo.

    Y

    me

    cont

    sus

    ltimos

    aos de

    instituto y

    cmo

    haba

    conocido

    a

    Ba-

    trice. Yo

    me abstuve de

    hablar mal de

    sta,

    y

    la

    decepcion.

    Fui a preparar

    oua

    jarra

    de

    Ia

    mixtura

    que

    estbamos

    bebiendo.

    Mitad

    zumo

    de

    naranja,

    mitad

    ron,

    un poco

    de

    hielo. Es

    una bebida

    que

    no tiene nombre y

    que

    a

    Gilles

    le

    gustaba

    mucho.

    Mientras

    lo

    mezclaba

    todo,

    pensaba

    que

    Carole

    deba

    de

    andar

    muy

    perdida y

    que

    las chiquille-

    ras a

    las

    que

    haba

    renunciado

    por

    nosotros

    le

    haban

    colmado

    hasta

    entonces

    cuanto

    de

    cora-

    zntenia.

    Por lo

    dems,

    ese poco

    corazn

    pareca

    ocupar

    un

    lugar enorme

    en

    su

    existencia.

    No

    era

    capaz de

    vivir sola.

    Me

    gustaba

    hacerla

    cantar.

    Me diverta

    el

    contraste

    entre

    su

    habitual

    apa-

    riencia vulnerable y

    la

    guasa

    que saba

    hacer suya

    en cuanto buscaba

    refugio en

    las

    frases hechas.

    31

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    16/67

    De

    esta

    forma,

    la vehemencia

    con

    que pretenda

    agradar

    a

    Gilles

    quedaba

    desmentida

    gracias

    a

    un

    aspecto

    altanero

    que

    slo

    se

    diriga

    a un

    hipotti-

    co pblico.

    Sacaba

    el

    labio

    inferior

    y

    se

    le

    pona

    ese perfil

    que

    se

    suele

    atribuir

    a

    la altivez de

    los

    Habsburgo en

    la

    historia y

    en

    las

    fotonovelas.

    Cuando

    volv,

    se callaron.

    -Srvenos

    de beber

    -le

    orden-,

    y

    haz

    de

    jo-

    vencita

    de

    la

    casa.

    *Soy

    la

    jovencita

    de

    la casa

    -dijo

    ella.

    Me

    acerc

    un

    vaso

    sin dejar

    de sonrer

    a

    Gilles,

    subi

    las

    rodillas

    hasta

    la

    barbilla

    y

    se sujet

    los tobillos

    con ambas

    manos.

    El

    ron

    nos haba

    ido

    embotando

    poco

    a

    poco.

    -Estoy

    cansada

    -explic-.

    Estaba

    acostum-

    brada

    a

    acostarme

    tarde.

    Ahora

    es

    mucho peor.

    Y ya

    ni

    siquiera

    pinto.

    Vi

    que

    miraba

    su

    cuadro

    en

    la

    pared

    y que

    le

    satisfaca

    su

    lugar

    entre

    los

    dems.

    -Y

    a Gilles

    no Ie

    pasa

    lo mismo?

    Cundo

    uabaja?

    Y volvindose

    hacia

    l:

    -A

    qu

    te

    dedicas

    exactamente?

    No

    lo

    s

    muy

    bien.

    -A

    la

    reificacin

    -contest

    Gilles.

    32

    -Es

    un

    estudio

    muy

    trascendente

    -aiad.

    -S -dijo

    1.

    -Ya

    veo

    -dijo

    Carole

    con

    admiracin-.

    Es

    un

    trabajo

    muy serio

    con

    libros

    muy

    gordos

    y

    muchos

    papeies

    encima

    de

    una

    mesa grande.

    -No

    -dijo

    Gilles-.

    Me

    paseo.

    Ms que

    nada

    me paseo.

    -No

    1o

    acabo

    de

    entender

    -admiti

    e11a-.

    Pero

    antes

    tambin

    me paseaba

    mucho.

    Antes

    me paseaba

    sola.

    El

    alcohol

    la pona

    triste.

    Nos

    habl

    del

    tiempo

    que

    huye.

    De

    la misma

    forma

    que

    todos

    los

    adolescentes

    que

    estn

    saliendo

    de

    esa

    edad,

    cuando

    han

    comprendido

    o

    ledo

    los encantos

    que

    tiene,

    viva

    con

    amargura

    el envejecimiento,

    el

    cambio

    de

    estado.

    Aunque

    era

    muy

    joven,

    an-

    tes

    lo

    haba

    sido

    an

    ms.

    -No

    pasa

    nada

    -dijo

    Gilles-.

    Me

    parece

    que

    hemos

    encontrado

    un

    mtodo

    para

    seguir

    siendo

    adolescentes,

    o

    como

    si

    lo

    furamos.

    Slo

    enve-

    jeceremos

    en

    ltima

    instancia'

    Ya te

    meteremos

    en

    el

    complot.

    -Bien

    -sonri

    Carole-

    y

    nunca

    estar

    triste.

    -Pues

    s

    -le

    dije-,

    hay que

    estar

    triste.

    Enor-

    memente.

    Porque

    si

    no, envejecers

    enseguida.

    ))

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    17/67

    Carole brome:

    -Entonces

    vosotros estis

    muy

    tristes?

    -Yo?

    Una barbaridad

    -dijo

    Gilles.

    Y resulta

    que es

    cierto.

    A

    fin

    de cuentas, Gi-

    lles

    dice a

    menudo

    la

    verdad.

    -Ql

    curiosa manera

    de

    estar triste

    -di-

    jo

    ella.

    -La

    mejor.

    Alargu la

    jarra.

    Carole,

    muy

    cerca

    de

    Gi-

    lles, llen

    los dos

    vasos

    y volvi

    a

    renderse de

    es-

    paldas.

    Encendi

    un cigarrillo,

    le

    temblaba

    mu-

    cho

    la mano.

    oQuieres

    uno?,

    dijo dulcemente,

    y se volvi

    hacia

    1

    para

    drselo.

    Fumaba

    torturando

    su labio

    inferior.

    Co-

    lumpiaba

    un mocasn en

    la

    punra

    del pie

    descal-

    zo. El

    jersey

    azul suba

    y

    bajaba

    con

    la

    respira-

    cin,

    como

    si

    hubiera

    estado

    corriendo. Un

    momento

    de

    silencio.

    No

    quedaba

    zumo

    de

    naranja;

    beb un

    rrago

    de ron.

    Carole

    se

    apoy en

    los

    codos para

    hacer

    otro

    tanto

    y

    descans

    la

    cabeza

    en el

    hombro

    de

    Gilles.

    l se acab

    la

    botella.

    -Qu

    queda de

    beber?

    -pregunt.

    -Aguardiente

    -dije-

    y

    caf

    para

    nuestro

    gran

    amor.

    34

    -No

    seas

    dura conmigo

    -dijo

    Carole dbil-

    mente.

    La

    hermosavoz

    de

    Gilles

    se

    torn

    cariosa:

    -Genevive

    es

    odiosa.

    Con

    todo

    el

    mundo'

    Y todo

    el

    mundo

    la

    quiere.

    Yo tambin.

    Nos

    miramos

    y

    nos echamos

    a

    rer'

    Carole

    se

    incorpor

    un

    Poco

    y

    nos

    mir

    por

    turno'

    Acab

    por

    retorcerse

    en

    la

    alfombra

    y

    repos

    la

    cabeza

    en

    mis

    rodillas.

    Quiz

    habra

    sido

    ms

    lgico

    que

    se pusiera

    de

    pie

    y

    montase

    un

    escndalo.

    El

    amor

    con-

    yugal

    no

    suele

    tener

    buena

    reputacin.

    O,

    si

    hu-

    biera

    sido

    ms

    simple,

    se

    habra

    difuminado,

    a

    modo

    de

    sacrificio

    grato

    Para

    rememorar

    en

    el

    futuro;

    y

    si

    hubiera

    sido ya

    ms

    mujer

    habra

    en-

    tablado

    una

    de

    esas

    luchas

    que'

    en

    los

    libros,

    concluyen

    con

    melanclicos

    comentarios

    acerca

    de

    la

    perennidad

    de

    los tpicos

    y

    la

    nostalgia

    de

    los

    carios

    prohibidos.

    La

    situacin

    no

    era

    tan

    nueYa.

    Sacudi

    un

    poco

    la

    cabeza

    para

    Ponerse

    c-

    moda.

    No

    llevaba

    nada

    debajo

    del

    jersey.

    La en-

    derec

    y

    not

    en

    los dedos

    latbieza

    de

    sus

    costi-

    llas.

    Le

    met

    el pelo

    por

    detrs

    de

    las orejas

    y

    me

    agach

    para

    respirar

    su

    aroma

    a

    lavanda.

    Son-

    35

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    18/67

    rea,

    pendiente de

    m.

    La

    estrech

    con

    dulzura.

    Se

    incorpor

    insensiblemente

    y se

    encontr

    apo-

    yada

    en

    m ms

    de

    cerca.

    Estaba

    en tensin.

    Aquella presencia

    liviana

    inmovilizaba

    la habita-

    cin

    en torno

    a

    nosotros.

    Decir una

    palabra

    ha-

    bra

    roto

    el equilibrio.

    Acab

    por

    relajarse

    en

    mis

    brazos y

    se

    durmi.

    No

    s

    cunto

    tiempo

    transcurri

    as. Gilles

    me

    indic por

    seas

    que

    no

    la

    despertase,

    cosa

    que

    yo

    no

    tena

    intencin

    de

    hacer.

    Cuando

    volvi

    a

    moverse,

    pareca

    despejada.

    AIz

    la vista

    hacia

    nosotros

    y

    Gilles

    le dijo

    que

    era

    hora de

    irse

    a

    ia

    cama.

    -No

    quiero

    quedarme a

    dormir

    -dijo

    ella-.

    Tengo que

    estar

    alafircrza

    maana

    a

    las

    diez

    en

    mi

    casa.

    Tenemos

    que

    irnos

    ahora.

    Gilles

    se

    levant,

    ayud

    a Carole

    a ponerse

    en

    pie

    y

    cogi

    las

    llaves.

    Luego

    me dijo

    que

    los

    acompaara.

    Me

    serv un

    ltimo

    vaso

    de

    agvar-

    diente.

    Carole

    me

    segua

    con

    la vista.

    -No -dije-,

    estoy demasiado

    cansada para

    salir de

    casa.

    Cuando

    se

    marcharon,

    abr

    una

    ventanapafa

    que

    se

    fuera el

    humo y

    me qued

    all

    acodada

    mucho

    rato, sin

    beber.

    La noche,

    muy

    hermosa,

    36

    estaba

    a

    punto

    de

    concluir;

    faltaba

    poco

    para

    el

    verano.

    Cuando pens

    que ya haban

    llegado

    a

    buen puerto,

    me fui a acostar y me

    dorm

    en

    el

    acto.

    37

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    19/67

    3

    Me

    despert

    tarde,

    con

    una

    sensacin

    de

    bienestar.

    Sin moverme,

    fui

    recuperando

    uno

    a

    uno

    los

    acontecimientos

    de

    Ia

    noche y

    me delei-

    t en

    reconstruirlos,

    junto

    con

    los

    pronsticos

    de

    lo

    que

    traeran

    consigo.

    Le conced

    a

    cada

    ademn

    un significado concreto

    cuyas

    lejanas

    consecuencias

    se

    deducan

    solas.

    Cuando

    se

    me

    acab esa

    diversin,

    me di

    cuenta

    de que

    ya

    era

    tarde para ir

    a trabajar.

    Porque

    iba

    casi

    a diario

    a

    una

    agencia

    de publicidad.

    Di

    por

    telfono,

    desde

    la cama,

    una disculpa

    verosmil. Aquel

    acto

    me colm

    de

    valor.

    Ha-

    bindome

    liberado

    de

    las

    obligaciones

    del da,

    me

    puse

    un pantaln y unas

    sandalias;

    me beb

    el

    t fro

    de

    la

    vspera.

    Saba

    a

    Gauloises.

    El

    3B

    aguardiente

    que quedaba me sent

    bien.

    Sal

    a

    la

    calle muy animada.

    Cuando

    voy

    con Gilles

    estoy

    acostumbrada

    a

    los

    itinerarios

    largos, complicados

    y

    llenos de

    celadas.

    Sola,

    despus

    de

    un

    caf y un

    croissant

    tomados

    en

    la

    primera

    barra de

    bar

    que encon-

    tr, pero

    demasiado

    tardos

    para

    resultar proleta-

    rios,

    las calles

    me

    conducen

    siempre

    a

    las

    mismas

    oquedades de

    la

    ciudad.

    Gilles

    sabe

    reinventar

    Pars.

    Para

    m,

    la

    orilla

    izquierda

    se

    resume

    en

    unas pocas

    teffazas.

    Con el

    pretexto

    de

    leer un diario de

    la

    tarde,

    que ya

    haba salido y dedicaba

    mucho

    espacio a

    los amores

    clebres,

    me

    acomod

    al

    sol.

    Los

    pa-

    rroquianos

    pasaban y

    se detenan

    en

    mi

    mesa.

    Gan unos

    cuantos

    tragos

    a

    los

    dados,

    y

    perd

    otros

    tantos,

    sin aburrirme.

    Cuando

    lleg

    Judith,

    le

    dej

    mi

    sitio

    en la

    partida.

    Me

    cogi

    un cigarri-

    llo

    y

    acab

    enseguida.

    Est

    ms

    habituada

    a este

    juego

    que

    yo.

    -Ven

    -le

    dije-,

    vamos

    a tomar

    algo a otro

    sitio.

    Me

    gusta

    Judith.

    Ya la conoca

    cuando anda-

    ba

    yo

    metida siempre

    en

    este

    ambiente.

    Ella en-

    tonces

    iba a bailar

    en

    las cavas

    de

    los

    cafs,

    con tan-

    39

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    20/67

    tos

    otros,

    y

    cantaba

    un

    Poco.

    Ahora,

    amistades

    fie-

    les

    como

    Ia suya

    me

    permiten

    no

    parecer

    una

    tu-

    rista.

    Tenemos

    muchos

    recuerdos

    en

    comn'

    Judith

    llevaba

    un

    pantaln

    rosa

    muy

    ceido

    y una

    camisa

    de

    cuadros.

    Visiblemente

    ya

    estaba

    un

    poco

    bebida.

    Pero

    seguira

    estndolo

    sin

    ma-

    yor

    d.ao

    hasta

    el da

    siguiente,

    como

    a

    diario'

    Nunca

    resultaba

    ridlcula.

    Me dio

    noticias

    de

    unos

    y

    de otros.

    -He

    visto

    a

    Gilles

    -me

    dijo.

    -Yo

    tambin

    -brome-.

    Lo

    veo

    muchas

    veces'

    Judith,

    haca

    un

    rato,

    estaba

    esperando

    que

    le pusieran

    un

    caft

    en

    un

    resmurante

    msero

    y

    divertido de

    Ia

    calle

    de

    Grgoire-de-Tours

    en

    donde

    coincidamos

    a veces,

    cuando

    entr

    Gi-

    lles

    con

    una

    chica.

    -Y

    me

    temo

    que

    ahora

    estamos

    reidos

    -me

    dijo.

    No

    pareca

    verosmil.

    Es cierto

    que

    Gilles

    acaba

    con

    muchas

    relaciones

    por

    motivos

    bas-

    tante

    ftiles.

    Lo

    he

    visto

    ser

    malo

    de

    forma deli-

    berada.

    Pero

    por unas

    pocas

    personas

    cuya

    for-

    ma de

    ser

    Ie

    ha

    gustado,

    siente

    una

    amistad

    firme

    y tiene

    una

    amabilidad

    a

    prueba

    de

    1o

    que

    sea.

    IJna

    de

    esas personas

    era

    Judith'

    40

    -Lleg

    con una inepta

    -dijo-,

    una inepta

    a

    la que

    llevaba de

    la

    mano.

    -Me

    parece

    que

    la conozco.

    -Del

    tipo

    escolar

    ingls.

    Toda

    lisa,

    igual

    que

    yo.

    Con

    cara

    de

    pasmo.

    Y muy

    rubia.

    -Justo.

    Pero

    bonita.

    -S

    -admiti-.

    Ms

    bien.

    Un cuerPo

    boni-

    to.

    Pero

    un

    aspecto

    de

    sentimental

    que

    meta

    miedo.

    Le

    chorreaba

    la ternura

    por

    Ia cara.

    Judith

    desprecia

    abiertamente

    los

    impulsos

    del

    corazn

    y

    todas

    sus

    manifestaciones,

    prefiere

    otras

    turbaciones

    que

    sopesa

    con

    primor

    y en

    las

    que

    cifra

    las nicas

    relaciones

    honestas.

    Y tiene

    un

    carcter

    tan enrgico

    que

    le

    gusta

    ms

    hacer

    de cazador

    que de

    presa.

    Le

    dio

    la

    enhorabuena

    a

    Carole

    muy

    espontneamente:

    nGilles

    debe

    de

    ser

    un

    amante

    agradable.,,

    Y aadi

    que,

    a

    decir

    verdad,

    no tena

    ni

    idea de

    si

    lo

    era.

    Que

    se

    1o

    haba planteado

    a veces,

    pero que

    todava

    no se

    haba presentado

    la ocasin.

    -Cosa

    que me

    extraa ahora

    que

    1o

    pienso

    -dije.

    Y

    eso

    fue

    efectivamente

    1o que

    le contest

    Gilles.

    Carole

    se puso

    muy digna

    y

    coment

    que

    aquellas

    bromas

    no

    tenan

    ninguna gracia.

    4r

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    21/67

    Gilles,

    por

    1o

    visto,

    intent

    entonces expli-

    carle

    que

    Judith

    era

    indecente

    por

    natutaleza

    y

    que

    a

    nadie

    le

    haba

    importado

    nunca que

    1o

    fuera.

    Y

    Judith

    debi

    de

    hacer cuanto

    estuvo

    en

    su

    mano

    pana

    agfavar

    la tensin.

    Conozco

    su

    es-

    tilo.

    Cuando

    le

    apetece,

    echa

    mano

    de un

    voca-

    bulario

    que

    desconcierta.

    Pero

    Gilles

    no

    haba

    permanecido

    neutro. Tras

    haberle

    aconsejado

    que

    se

    buscara

    el amor

    por

    otra

    parte,

    se

    march

    con Carole.

    Judith

    contaba

    con

    gracia

    esa

    confusa

    que-

    rella, pero

    estaba

    apenada,

    aunque

    no

    quera

    ad-

    mitirlo.

    Es

    muy

    pdica

    en

    todo

    cuanto

    no

    tenga

    que

    ver

    con

    el

    amor.

    Llam

    al camarero

    para

    que

    nos

    sirviera

    otra

    ronda.

    Trajo

    dos

    Ricard.

    Le

    ech

    al

    mo

    el

    agua

    justa

    para que

    cambiara

    de

    color.

    Gilles

    nunca

    le

    Pone

    agua.

    -Es

    una

    historia

    idiota

    -le

    dije-.

    No

    tiene

    ni

    pies

    ni cabeza.

    Cuando

    uno

    est

    enamorado,

    no

    se

    comporta

    de

    forma normal.

    -Seguramente.

    Extrajo de

    sus

    recuerdos

    varios

    ejemplos

    de

    extravlos

    semejantes,

    que

    acompa

    con

    opinio-

    nes desencantadas.

    42

    -Eres

    maravillosa

    -le

    dije

    al irme-.

    Algn

    da

    me

    parecer a

    ti

    Tena

    po. d.lrtte

    una

    tarde

    vaca.

    Por suer-

    te, en

    un

    cine

    que

    me vena

    de

    paso

    daban

    una

    pellcula

    del

    Oeste

    1o

    bastante

    antigua

    como

    para

    que

    no

    se pudiera

    dudar

    de

    sus

    mritos.

    Por una

    mdica

    cantidad,

    presenci

    unas

    inundaciones

    en

    China;

    los

    esfuerzos de

    un

    ejrcito

    que

    vencla,

    sin bajas,

    a unos

    terroristas

    rezagados,

    extravia-

    dos

    en

    la

    maleza

    y

    que a

    nadie

    Ie importaban

    nadaya; una

    inauguracin

    presidencial

    y un

    par-

    tido

    internacional.

    Luego,

    la sonrisa de

    Dientes-

    Blancos

    Colgate

    nos

    devolvi

    al

    cine

    autntico,

    ei

    len

    rugi

    en la pantalla,

    y

    el

    chico

    a

    caballo

    conquist

    a

    la chica en

    noventa

    minutos.

    Al

    salir,

    cog

    un

    autobs

    en

    marcha que

    iba

    hacia

    la plaza

    de

    Maubert.

    Desde

    ah

    me

    fui an-

    dando

    a La Contrescarpe.

    Las

    terrazas

    estaban

    llenas.

    Haba

    sobre

    todo pintores

    y norteameri-

    canos.

    Algunos

    norteamericanos

    eran

    pintores,

    los otros

    estaban

    pensando

    en

    hacerse pinto-

    res. Los

    conoca

    a

    casi

    todos.

    Sus chicas

    eran

    guapas,

    estaban ya

    bronceadas

    y vesdan

    con

    esa

    extravagancia

    que

    tan bien

    les

    sienta.

    Ms

    all de una

    sutil

    frontera que

    esa

    gente

    43

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    22/67

    no crtza

    nunca,

    fui

    calle

    de

    Mouffetard

    abajo

    y

    entr en el

    restaurante

    que Gilles y yo descubri-

    mos

    hace

    poco. Una

    clientela obrera

    toma all

    una cocina campesina

    muy

    sabrosa.

    Gilles

    estaba sentado al fondo

    de

    la sala. Me

    di

    cuenta

    de

    que

    yo

    no tena

    hambre, pero que

    saba que lo encontrarla all. Me bes

    la

    punta

    de los dedos

    y

    me

    sent

    enfrente

    de

    1.

    El

    dueo

    me

    trajo enseguida

    la

    servilleta en

    la que todas

    las

    semanas pongo

    mi nombre

    alpiz.

    Es el pri-

    vilegio

    de

    los

    parroquianos.

    Cuando se presencia un encuentro de Gilles

    y

    mo, no

    se puede saber si se

    trata

    de

    una

    cita

    o

    de una

    casualidad. Nunca decimos

    nada

    que

    in-

    dique una

    cosa

    u otra.

    -Qu

    podra

    beber?

    -pregunt,

    sealando

    su vaso.

    -Un

    Ricard.

    -No

    me

    gusta

    el Ricard.

    -Bebe

    otra cosa.

    -No

    me

    apetece

    otra

    cosa.

    Llam

    al dueo y

    le ped

    un

    Ricard y un

    pot-au-feu, igual que Gilles.

    -De

    dnde vienes?

    -me

    pregunt

    cordial-

    mente.

    44

    Con un

    ademn impreciso

    de

    la mano

    indi-

    qu que

    no habla hecho

    nada

    que

    mereciera la

    pena

    contarse.

    -Y

    t?

    -Yo -dijo

    Gilles-

    estoy enamorado.

    -Ya.

    Siempre

    ests

    enamorado.

    Y

    es

    grave?

    -No,

    desde que

    te conozco

    nunca es

    grave

    -dijo

    pesaroso.

    -Eso

    es

    probablemente

    porque

    me

    quieres

    de verdad,

    como

    suele decirse.

    -Es

    de

    temer.

    Cuando

    conoc a

    Gilles, tres

    aos

    antes,

    comprend

    enseguida

    que distaba

    mucho

    del

    fro

    libertinaje

    que

    con

    frecuencia

    le

    atribuan.

    En todas

    las

    ocasiones

    pone en

    sus deseos cuanta

    pasin puede,

    y

    es ese estado

    en

    s

    lo

    que

    siem-

    pre

    le

    ha

    gustado

    en

    todas sus aventuras

    amoro-

    sas,

    sera

    una

    gran

    locura

    atribuirle

    inconstancia.

    El

    ambiente que

    creaba por doquier

    era

    fruto

    de

    esa sinceridad en

    los

    sentimientos y de una agu-

    da conciencia

    del

    aspecto

    trgicamente

    pasajero

    de

    las

    cosas del

    amor. En consecuencia,

    la

    inten-

    sidad de

    la

    aventura

    iba en funcin

    inversa

    a su

    duracin.

    Gilles

    llevaba

    consigo

    la

    alteracin

    y

    la

    ruptura antes de que

    se

    presentara

    ninguna

    ra-

    45

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    23/67

    zn

    vlida:

    luego,

    habra

    sido

    demasiado

    tarde.

    Yo

    era

    una

    excepcin,

    estaba

    a

    cubierto.

    -Yo

    lo

    creo

    -dije-.

    Lo

    creo

    de

    veras.

    No

    te

    apetece

    hacer

    sufrir

    a

    tu

    mujen,

    pane_

    variar?

    Dentro

    de

    nada

    hars

    sufrir

    a

    Carole.

    -Sufrir?

    -S,

    la

    hars

    retorcerse

    de

    angustia

    y

    de

    pa-

    sin.

    Es

    muy

    mona,

    Carole.

    Y

    evidentemente

    es

    rubia.

    Por cierto,

    yo

    tambin

    siento

    pasin

    por

    ri.

    -S

    -dijo

    Gilles,

    reticente-,

    es

    muy

    mona.

    -Eso

    me tranquiliza.

    Cuando

    ests

    lo

    sufi-

    cientemente

    gastado

    para

    tener

    una

    relacin,

    no

    ser

    con

    ninguna

    que

    sea

    muy

    mona.

    -Dios

    mo

    -dijo

    Gilles-.

    Quin

    habla

    de

    tener una

    relacin?

    -Todo

    est

    la mar de

    bien

    -diie'

    -Eso

    mismo.

    -Y

    soy

    tu

    cmplice

    ms

    segura?

    -S

    -dijo

    Gilles-,

    en

    el

    mejor

    de

    los

    mun-

    dos posibles.

    -No

    tienen

    gracia

    esas

    bromas

    tuyas...

    -dije.

    Me par,

    ruborizada.

    Gilles

    no

    estaba

    acos-

    tumbrado

    a

    esperar

    de

    m

    esa

    clase

    de

    mal

    hu-

    mor.

    Yo siempre

    les

    haba

    dejado

    esa

    flaqueza

    fe-

    46

    menina

    a las dems.

    Hice

    un

    esfuerzo

    para

    vol-

    ver al mundo

    bien ordenado

    en el

    que nunca

    re-

    sultaba desagradable

    sino

    a sabiendas

    y sin crer-

    melo.

    Y nunca

    con Gilles.

    -Me

    parece

    que el tema

    est

    agotado

    -dijo,

    dejando

    el vaso.

    Le

    contest

    que tambin

    yo

    estaba

    agotada

    y

    esa

    noche no

    volvimos

    a hablar

    de Carole.

    La

    vida

    corriente

    transcurra

    sin perturba-

    ciones.

    Gilles

    desapareca

    y

    volva a

    aparecer

    con

    bastante regularidad.

    Por

    prim era

    yez

    quizi,

    no

    me

    haca

    casi

    confidencias.

    Carole hubiera

    pre-

    ferido

    hacrmelas.

    Me

    demostraba

    una

    confian-

    za

    y un

    inters

    sorprendentes

    sin

    sentirse moles-

    ta

    en

    absoluto. Lo

    que como

    es lgico me

    infunda

    estima

    por ella.

    Cada

    vez que estba-

    mos

    juntas,

    me

    cautivaba

    su encanto) me

    entra-

    ban

    ganas de protegerla, incluso

    contra

    Gilles.

    Pero,

    fuera de

    esos

    momentos, slo

    hablaba

    de

    ella

    con

    indiferencia,

    sin

    querer

    reconocerle

    de-

    rnasiada

    existencia.

    47

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    24/67

    Lleg la noche en

    que

    me

    enter de

    que

    Gi-

    lles se

    haba

    peleado

    con Carole.

    Me

    lo encontr

    en

    casa.

    Estaba

    leyendo.

    Pareca un

    tanto

    desdi-

    chado.

    -Me

    aburro

    -anunci.

    -Has

    roto

    con Carole

    -constat.

    -Eso

    es.

    -Qu

    lstima

    -dije-.

    Era

    tan

    bonita.

    Por

    qu

    motivo

    cree ella

    que te

    has enfadado?

    -Por

    ninguno.

    Debe

    de estar

    cavilando.

    -Gilles,

    acabars

    por

    hacer

    que

    todo

    el

    mundo

    crea

    que

    tienes

    mal

    carcter.

    Gilles

    contest

    que quienes

    podan

    tener

    motivos de queja

    no

    tenan

    ya

    oportunidad

    de

    demostrrselo.

    Not

    que

    en

    esta

    ocasin pona

    cierta

    afectacin

    en ese

    hbito del

    desapego

    que,

    no obstante,

    le

    resultaba tan

    natural.

    Le

    pregun-

    t

    si estaba disgustado.

    -Pues

    claro

    -contest-.

    Esta

    historia

    me

    te-

    na entretenido.

    No

    queda

    ms

    remedio

    que

    cambiar.

    Pero, en

    fin, se sabe qu

    se pierde,

    pero

    no se sabe qu

    se encontrar.

    En

    su

    cara,

    expresiva

    por desgracia,

    se

    refle-

    jaba

    la

    consternacin.

    Y,

    durante

    dos

    das,

    la

    cosa

    ms bien

    se

    agrav.

    48

    Me

    aburra conyugalmente. Pero

    no

    siento

    aficin

    por

    la

    desdicha.

    Se lo

    dije, y le

    propuse

    Ilamar

    por telfono

    a Carole

    para

    que

    viniera

    a

    vernos.

    Seguro

    que vena en

    el

    acto. Gilles

    se

    neg

    airadarnente.

    Aquella

    idea

    ma le

    pareca

    digna

    de

    un vodevil.

    Admit

    que

    era

    una

    necedad

    y que

    nada

    bueno

    poda

    salir

    de ella.

    Vala

    ms

    ver

    a

    otras personas.

    Intent llevarlo

    a casa

    de

    Ole,

    que esa noche

    haba

    organizado

    una

    fiesta

    en su

    taller. En

    casa

    de

    Ole

    es

    dificil esrar

    rrisre.

    -Pues

    por

    eso mismo

    -dijo

    Gilles,

    hundido

    en

    su silln-

    llarnara

    la

    atencin.

    Aadi,

    al

    cabo

    de

    un momento,

    que

    estaba

    demasiado

    desconsolado

    para beber.

    Se

    acerc

    a

    la

    estantera

    y

    empez

    a

    desorde-

    narla.

    Sac

    montones

    de

    libros,

    uno tras

    otro:

    los

    miraba

    mucho

    raro,

    como

    si

    dudase

    de su

    posible inters,

    o como

    si

    se

    le

    hubiera

    olvidado

    leer.

    Tras

    haberlos

    sopesado,

    los

    volva a

    dejar,

    apilndolos.

    A

    m me

    crispaba

    esa lentitud.

    Por

    fin,

    dio

    con

    una novela

    policaca

    y se enclaustr

    en ella.

    Yo

    cog

    otro libro,

    por hacer

    algo,

    y me

    acomod

    enfrente

    de

    1. Pero,

    por

    mucho

    que

    me

    esforc,

    no hizo

    ni

    caso

    de

    mis

    manifestacio-

    nes

    de

    despecho. No

    tard

    en

    entrarme

    sueo.

    49

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    25/67

    Eraya

    tarde cuando son

    el telfono'

    Fui

    a

    contestar:

    era

    Carole,

    quien,

    con

    voz

    abatida,

    me

    pregunt

    enseguida

    si

    estaba

    Gilles'

    -Buenas

    noches,

    Carole

    -dije.

    Gilles

    acudi

    antes

    de

    que

    1o

    llamara'

    Re-

    gres

    a

    mi

    libro;

    no

    era

    asunto

    mo'

    No

    enten-

    "

    ,r"d,

    de

    lo

    que

    estaban

    diciendo;

    Carole

    de-

    ba

    de

    hablar mucho

    y

    Gilles

    le

    contestaba

    con

    monoslabos.

    Lo que

    ms

    deca

    era:

    s'

    Cuando

    colg,

    vino

    a

    decirme

    que

    Carole

    llegara

    de

    un

    momento

    a otro.

    -Os

    habis

    reconciliado?

    -pregunt-'

    E'ra

    un

    malentendido?

    -He

    cambiado

    de

    opinin

    -dijo

    Gilles-'

    Es

    un

    derecho.

    El

    derecho

    bien

    conocido

    de

    cam-

    biar

    de

    opinin

    sin

    tener

    que

    or

    comentarios

    malvolos.

    -La

    malevolencia

    no

    da

    mucho

    juego

    que

    digamos

    en

    un

    vodevil.

    Bien

    pensado

    -dije-'

    esto

    es

    ms

    bien

    un

    cuento

    de

    hadas'

    Vivieron

    felices

    muchos

    aos

    y

    no

    tuvieron ningn nio'

    Y

    cambiaron

    muchas

    veces

    de

    opinin'

    -No

    tiene

    nada

    que

    ver

    -dijo

    Gilles-'

    Es

    un

    caso

    Particular.

    -Nunca

    lo

    habra

    Pensado.

    50

    -Pues

    era

    patente.

    -No

    veo

    nada

    -dije-.

    Nada

    de

    nada. Ni

    si-

    quiera

    es

    la chica

    ms

    guapa

    de

    las que cono-

    cemos.

    Gilles

    me contest

    que

    mi

    mala

    fe

    saltaba

    a

    la vista.

    Que

    nunca

    haba dicho

    que

    le

    gus-

    tasen

    las chicas guapas,

    sino

    un

    tipo de belleza

    de

    la

    que Carole

    era

    un

    ejemplar

    de

    lo

    ms

    lo-

    grado.

    -Desde

    luego

    -dije-,

    un aire

    triste.

    -No,

    un aire

    triste,

    no.

    Aire

    fatigado.

    -Qu

    tara

    eso

    de

    tener

    energa.

    No

    le inte-

    resas a

    nadie.

    -Es

    cierto

    -dijo

    Gilles-.

    Carole

    est

    Perpe-

    tuamente

    perdida.

    Siempre

    necesita

    a

    alguien

    que

    se

    ocupe

    de

    ella.

    -A

    ti,

    seguramente.

    -A

    m, de

    momento.

    Nos

    llevamos

    bien.

    -Gilles,

    a

    ver

    si eres

    serio.

    Qu

    tenis

    en

    comn?

    -Los

    defectos

    -dijo-.

    Tenemos

    los

    mismos

    defectos.

    Fue ella

    quien

    me

    lo

    dijo,

    pero

    es muy

    cierto.

    T

    y yo

    tenemos

    ms

    bien

    cualidades

    en

    comn.

    -Es

    poca

    cosa.

    5i

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    26/67

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    27/67

    {

    :=-'

    -Esto

    es

    un

    desmadre

    -dije.

    -Ya

    lo creo

    -dijo

    Ole-.

    De

    dnde

    pueden

    haber salido

    todas

    esas

    personas?

    -No

    conozco

    ni

    a

    una

    sola.

    -Pues

    yo

    tampoco.

    En

    cualquier

    caso,

    pare-

    ce que

    se conocen

    entre

    s.

    La

    prxima

    vez

    apos-

    tar

    a

    alguien

    en

    la

    puerta.

    Con

    una

    gorra

    en

    la

    cabeza

    y

    consignas

    severas.

    En

    realidad,

    en casa

    de

    Ole

    siempre

    pasaba

    lo mismo.

    Daba

    facilidades

    para

    que

    lo

    invadie-

    ran y,

    luego,

    se

    lamentaba.

    Ole

    Posee

    una

    gran

    dosis

    de

    ingenuidad

    voluntaria.

    -De

    acuerdo

    -dije-.

    Tengo

    un

    amigo

    bo-

    xeador.

    Ahora

    es

    novelista. Ya

    te

    lo traer.

    -Y

    Gilles?

    Vendr

    ms tarde?

    -No

    -dije

    amargamente-.

    Creo

    que

    est

    bo-

    rracho.

    Me

    abuchearon.

    Eso

    no

    era

    motivo.

    Y,

    ade-

    ms,

    Gilles

    saba

    beber.

    Y

    yo,

    esta

    noche'

    qu

    iba

    a

    hacer?

    En cualquier

    caso,

    me

    llevaban

    mu-

    chsima ventaja.

    De

    repente,

    me

    sent

    a

    gusto'

    Era

    algo

    estupendo

    eso

    de

    tener

    amigos

    que

    la

    invitasen

    a una

    a tomar

    copas.

    Tuve

    la impre-

    sin

    de

    que

    habra

    resultado

    agradable

    poder

    de-

    cir

    algo

    en

    serio:

    Bueno,

    habra

    empezado,

    54

    nGilles

    no

    ha venido porque

    no

    le

    apeteca.

    y

    les

    habra

    preguntado

    qu

    deba

    hacer

    yo. En

    el

    fondo,

    todos

    tenan

    ms

    experiencia.

    Slo

    que

    era

    una

    experiencia

    diferente.

    Volv

    al

    taller.

    Anduve

    de un

    lado

    para

    otro,

    con

    el vaso

    en la

    mano.

    Un

    joven

    sin

    resuello

    me invit

    a

    bailar.

    Pero,

    por forruna,

    nunca

    he

    sabido bailar.

    Me

    pregunt

    con

    quin

    haba

    ido.

    Le

    dije

    que

    haba

    ido

    sola.

    Insisti,

    porque

    tena

    aspecto

    de

    estar

    aburrindome.

    As

    que estaba

    pensando

    en presentarme

    a

    sus

    amigos.

    Le

    di es-

    quinazo,

    saboreando,

    en

    cierto

    modo,

    el hecho

    de estar

    all

    como

    en

    mi

    casa

    sin

    que

    se

    notara.

    Me

    qued

    en

    un rincn

    tranquilo.

    Nadie

    se

    fija-

    ba

    ya en m.

    Se alegraban

    de haber

    encontrado

    un

    sitio

    donde

    divertirse,

    puesto

    que

    se

    estaban

    divirtiendo.

    Era

    gente

    joven

    muy

    como

    es

    debi-

    do,

    a

    lo mejor

    eran

    incluso

    estudiantes.

    Nada

    notable

    en la

    concurrencia,

    salvo

    la

    chica

    que

    ejecutaba,

    en

    el cenrro

    de la

    habita-

    cin,

    rpidas

    figuras

    de

    baile.

    Grcil,

    con

    un

    pelo

    largo

    y liso

    que haca

    resbalar

    en

    el

    mo-

    mento

    adecuado,

    pero

    con

    un

    traje

    de

    vestir

    que

    resultaba

    fuera

    de lugar.

    Y tambin

    un chico

    ru-

    bio,

    con la

    espalda

    pegada

    a la

    pared,

    junto

    a la

    55

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    28/67

    -tl

    puerta,

    muy

    guaPo

    y

    visible

    desde

    todos

    lados

    porque

    era

    realmente

    muY

    alto.

    En

    cualquier

    caso,

    tena

    el

    vaso

    vaco

    y

    volv

    a

    la cocina.

    La verdad

    es

    que

    all

    estaba

    la cosa

    mucho

    ms

    animada.

    No

    haba

    que

    ceder

    al

    mal

    humor.

    Al

    cabo

    de

    un

    rato,

    se

    abri

    la puerta

    y

    entr

    el

    chico

    alto.

    Se

    sent

    con

    toda

    naturali-

    dady

    se puso

    a

    escuchar

    lo

    que

    decamos' Tena

    un

    aire

    muy

    tranquilo.

    Me

    dio

    cierto

    miedo

    que

    lo

    echasen,

    porque

    estaba

    claro

    que

    aqu

    todo

    el

    mundo

    le

    resultaba

    ajeno.

    Seguro

    que

    si

    hubiera

    dicho

    algo

    1o

    ha-

    bran

    recibido

    de

    uas.

    Sobre

    todo

    si

    hubiera

    pedido

    permiso

    para

    entrar.

    Pero

    se

    estaba

    quie-

    to

    y

    era

    simptico

    y

    nadie

    tom

    ninguna

    inicia-

    tiva.

    Ms

    adelante,

    cuando

    intervino

    en

    la

    con-

    versacin,

    lo

    adoptaron

    sin

    problemas.

    Poco

    a

    Poco

    se

    iba

    vaciando

    el

    taller'

    EI

    ni-

    co

    que

    no

    se

    mova

    era

    nuestro

    grupo'

    Al con-

    trario,

    la

    cocina

    fue

    dando

    acogida

    a

    otros

    ele-

    mentos

    que

    haban

    pasado

    la

    velada

    en

    otra

    parte.

    Uno

    de

    ellos

    salud

    y present

    al

    joven,

    que

    se

    llamaba

    Bertrand.

    Nos

    apretamos

    Para

    hacerles

    sitio.

    Bertrand,

    que

    se

    haba

    puesto

    a

    mi

    lado,

    me

    pas

    un

    brazo

    por

    detrs

    de

    los

    56

    hombros. Cualquiera

    de

    los

    amigos

    presenres

    habra

    podido

    hacer

    lo

    mismo

    sin

    que

    me

    llama-

    se la

    atencin.

    Pero

    un

    brazo

    desconocido

    no

    tiene

    el

    mismo

    sabor;

    aquel

    conracro

    me

    turba-

    ba. Y

    no

    saba

    darle ningn

    sentido

    a

    aquel

    ges-

    to,

    que

    poda

    no

    rener

    intencin.

    As

    que

    hice

    como

    que

    no

    me

    fijaba,

    aunque

    ya

    no

    me

    atre-

    va

    ni

    a

    moverme.

    Me habra

    gustado

    volver

    la

    cabeza

    para

    mi-

    rarlo.

    Me

    gustaba

    mucho.

    Pero

    la

    verdad

    es

    que

    no

    poda.

    Aquella

    situacin

    me

    pareci

    absurda.

    Me

    levant

    y

    me

    desped,

    a ver

    qu

    pasaba.

    Como

    suele

    pasar,

    fue

    la

    seal

    de

    partida

    para todos.

    En la

    calle, tras

    estrechar

    todas

    las

    manos,

    slo

    quedamos

    los

    que vivamos

    cerca

    y

    volvamos

    a

    pie.

    Bertrand

    segua

    cerca

    de

    m.

    Caminbamos

    sin

    prisa.

    En

    cada

    cruce,

    al-

    guien

    se

    iba.

    Bertrand

    y

    yo

    hablbamos

    casi

    en

    vozbala:

    eran

    esas frases

    vacas

    de la

    madrugada.

    Haba

    pasado

    el

    cansancio

    de la

    noche.

    Cuando

    me lleg

    el

    rurno

    de separarme de

    los

    dems,

    no

    dije

    nada

    y segu

    con

    ellos.

    Al

    final,

    Bertrand

    y

    yo

    nos

    quedamos

    solos.

    l

    57

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    29/67

    Siempre me despierto

    ms

    temprano

    en

    una

    cama

    a

    la

    que

    no

    estoy

    acostumbrada'

    Vi a

    Ber-

    trand,

    lo

    record.

    Pona

    en

    todo

    lo

    que

    haca

    una

    suerte

    de

    encanto

    f,cil'

    No

    hablaba

    mucho'

    Mir

    a

    aquel

    muchacho

    que

    dorma

    junto a

    m'

    Dios,

    qu

    alto

    Y

    qu

    guaPo

    era'

    Ct"rdo

    .*

    i;o'

    durante

    la

    noche'

    que

    slo

    tena

    diecinueve

    aos,

    me

    qued

    sorprendida'

    Nunca

    habra

    credo

    que

    se

    pudiera

    tener

    tan

    pronto

    aquella

    seguridad

    tranquila'

    A

    fin

    de

    ir'r..t,"r,

    mis

    diecinueve

    aos

    no

    quedaban

    tan

    lejos;

    me

    acordaba

    perfectamente

    de

    1o

    tonta

    que

    haba

    sido

    en

    mis

    relaciones

    con

    los

    dems'

    Er,

    .in.o

    aos,

    haba

    aprendido

    bastantes

    cosas'

    Y

    Bertrand

    cuando

    tuviera

    mi

    edad?

    Cuntas

    ,ri"r,

    en

    internados

    varios,

    ocupadas

    an

    en

    pe-

    learse

    con

    sus

    mejores

    amigas

    o

    en

    preguntarse

    por

    la

    realid"ad"

    del

    mundo

    sensible'

    como

    hacen

    i",

    .n,r.hrchas

    bien

    educadas,

    estaban

    abocadas

    a

    crueles

    Preocupaciones

    por

    culpa

    de

    mi

    com-

    paero

    actual

    Me

    apeteca

    desPertarlo'

    regresa

    primero

    a

    la

    realidad,

    ja

    haber

    visto

    dormir

    al

    otro:

    situra

    de

    tener

    que

    mostrarse

    58

    Pero

    para

    qulen

    es

    una

    desventa-

    se

    halla

    en

    la

    te-

    solcito.

    Ms

    va-

    la

    dormitar

    un

    poco

    ms;

    y,

    con

    la

    colabo-

    racin de

    la

    pereza,

    resultaba

    agradable.

    As

    que

    fue 1 quien hizo

    los primeros gestos

    y

    fui

    yo

    quien,

    importunada en pleno

    sueo,

    lo re-

    conoc.

    Luego, cuando

    le

    di a

    entender

    que

    la histo-

    ria

    se

    haba acabado, parcca que

    le

    costaba

    en-

    tenderlo.

    -Pero

    bueno

    -dije-.

    Es imposible que

    no

    sepas lo que

    es

    una ayentura.

    Digamos que

    para

    ti

    ha

    sido una

    aventura.

    -Siempre

    te comportas

    as?

    -me

    pregunt

    con

    severidad.

    -Ms

    o

    menos.

    -Por

    principio?

    Me ech a

    rer.

    -Tengo

    yo

    cara

    de

    tener principios?

    Es

    una

    tica,

    amor

    mo.

    -Es

    que

    me

    gustas

    -dijo.

    -Es

    algo

    recproco

    -dije

    con

    toda

    sinceri-

    dad.

    -Podramos

    prolongar

    esta

    aventura.

    El

    tiempo que

    te

    panezca.

    -Cada

    vez

    que

    se repite,

    resulta menos

    de-

    seable.

    59

  • 7/25/2019 Todos Los Caballos Del Rey

    30/67

    -

    -Eso

    debe

    dePender

    calidad

    de

    las

    Personas'

    -Milagro

    -dije-.

    Te

    has

    toPado

    a

    menudo

    No

    se

    inmut.

    Lo mir

    complacida.

    -Ahora -le

    dije- tienes

    que

    irte.

    Me pregunt por

    qu.

    Le

    expliqu

    que, por-

    que

    era

    perezosa,

    me

    gustaba

    contemplar

    la acti-

    vidad

    de

    los

    dems.

    Y quera ver

    cmo se

    levan-

    taba

    antes

    que

    yo.

    Salir

    juntos

    de un

    hotel

    resulta sucio,

    indeciso.

    No

    sabe

    uno

    en qu

    es-

    quina

    separarse.

    -De

    todas

    formas

    -contest-,

    tengo

    que vol-

    ver

    a

    casa. Si

    mis

    padres

    se

    inquietan, te