todo lo solido se desvanece en el aire. la experiencia de la modernidad marshall berman

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ANDREA MORALES VIDAL TODO LO SOLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE. La experiencia de la modernidad por MARSHAU, BERMAN

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TODO LO SOLIDO SEDESVANECE EN EL AIRE.La experiencia de la modernidadMarshall Berman

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ANDREA MORALES VIDALTODO LO SOLIDO SE

DESVANECE EN EL AIRE.La experiencia de la modernidad

por

MARSHAU, BERMAN

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6 Manbail Hermán

mas as lo creyeran. De hecho, dice Marx, «k atmósfera en k que vi-virnos ejerce sobre cada uno de nosotros una presión de 20 000 libras[pero] ¿acaso k sentirnos?» Uno de Jos objetivos más urgentes deMarx es hacer que k gente «k sienta»; ésta es k razón por k que susideas están expresadas en imágenes tan intensas y extravagantes— abismos, terremotos, erupciones volcánicas, aplastante fuerza degravedad—, imágenes que seguirán resonando en el arte y el pensa-miento modernista de nuestro siglo, Marx continúa: «Nos halkmosen presencia de un gran hecho característico del siglo XIX, que nin-gún partido se atreverá a negar». £1 hecho fundamental de k vida mo-derna, tai como Marx k experimenta, es que ésta es radicalmente con-tradictoria en su base:

Por un lado han despertado a la vida unas faeraas indumidas yde cuya rxi.s inicia nt> hubic.se podido ,vo,Npechnr siquiera ninguna de las épo-cas históricas precedentes. Por oiro lado, existen unos síntomas de decaden-cia que superan en mucho a los horrores que registra k historia de loí últi-mos tiempo» del Imperio Romano.

Hoy día, todo parece llevar en su seno su propia contradicción. Vemosque las máquinas, dotadas de la propiedad maravillosa d* acortar y hacer másfructífero el trabajo humano, provocan el hambre y «1 agotamiento del tra-bajador. Las íu*mes dé riqueza recién descubiertas se convierten, por arte deua extraño maleficio, en fuentes de privaciones. Los triunfos del arte pare-cen adquiridos al precio de cualidades morales. £1 dominio del hombre so-bre 1$ naturaleza es cada vez mayor) pero, al mismo tiempo, e] hombre saconvierte en esclavo de otros hombres o de su propia infamia. Hasta la puraluz d« k ciencia pareo» no poder brillar más que sobre el fondo tenebrosode la ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos parecen dotar de vidaintelectual a las fuerzas materiales, mientras que reducen a k vida humana alnivel de una fuerza material bruta.

Estas miserias y misterios llenan de desesperación a muchos moder-nos. Algunos quisieran «deshacerse de lo» progresos modernos de k

. técnica con tal de verse libres de los conflictos actuales» i otros tra-tarán de equilibrar los progresos en k industria con una regresiónneoíeudal o neoabsolutisia en k política. Sin embargo, Marx procla-ma una fe paradigmáticamente modernista; «Por lo que a nosotrosse refiere, no nos engañamos respecto a k naturaleza de ese espíritumaligno que se manifiesta en ka contradicciones que acabamos de se-ñalar. Sabemos que para hacer trabajar bien a las nuevas fuerzas dek sociedad se necesita únicamente que éstas pasen a manos de horn-

L» maéemiJtuk uyar, hoy y

bits nuevos, y que tales hombres nuevos son los obreros. Estos sonigualmente un invento de k época moderna, como las propias má-quinas*. Por b lanío una dase de «hambre* nuevos», hombres to-talmente modernos, será capaz de resolver kt ecuntradiccípnes de lamodernidad, de superar las presiones aplastantes, los terremotos, loshechizos sobrenaturales, Im abismo* personales y sociales, ea mediode los cuales están obligados a vivir los hombre* y mujeres moder-nos. Habiendo dicho esto, Marx se vuelve de proato juguetón y re-laciona su visión del futuro con el pujado, con el folklore inglés, conShakespeare: -En todas las manifestaciones que provocan el dtseon-cierto de k burguesía, de k amtoersid* y de Jo* pobres profetas dek regresión, reconoccmoi a nuestro buen amigo Robín Goodf ellow,al viejo topo que sabe cavar k tierra tm tanta rapidez, & ese dignocapador que se llama Revolución»,

Los escritos de Marx son famosos por tnt finales. Pero sí lo ve-mos como un modernista! advertiremos el movimiento dialéctico sub-yacente que anima su penaamiento, movimiento sin fin que fluye «comracorrieme de ms propios conceptos y deicos. Así, en el JMorf-fietto cümumsistí) vemos que el dínarmWo revolucionario que derro-cará a k moderna burguMÍa nace de lo» impulso» y necesidades másprofundos de esos

La burguesía no puede exíttir sino a condición de woludonar incesante*mente les iaitr umentos de producción y, por w>nií§u¡«mt, Its ftJieione» deproducción, y con cílo todas las relaciones «ocíales í»»1 Una revolución con-tinua en k producción, una incesante conmoción de toda» Jai condiciones le*cialwr, una inquietud y un movimiento constante» distingwen la ¿poca bar*gucsa de todas las anteriores.

Probablemente tea Ista k visión defímtív* del entorno moderno, eseentorno que ha dado origen & «»a plétora asombrosa de movimien-tos modernistas, desde Jos tiempos de Mi» ha*t* los aue*wos, La vi-sión se desarrolla;Todas las relaciones estancadas y enmoheddai, eon i« cortejo de creenciasy de ideal veneradas durante ligio*, quedan rota*} luí nuevas le hacen «nejasantes de haber pedido osificarse. Todo lo aóüdo se desvanece en el aire; todolo sagrado es profanado, y ka hombres, al fin, se ven femado* a considerarserenamente so» condiciones de «iíteneia y sus relacione» recíprocas *„

4 MERt pp. 475*476. He variado ligeramente ta tradu«i<5n cibica, hteha par Su*mué) Moore en JSíS. [QE, voJ. I, p. 25 ¡

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10 Manhatt Barman

za imaginativa, sino también sus cambios rápidos y drásticos de tonoe inflexión, su disposición a volverse contra sí misma, a cuestionarse7 negar todo lo qas se ha dicho, a transformarse en una amplia gamade voces armónicas o disonantes y a estirarse, más allá de sus capa-cidades, hasta una gama infinitamente más amplia, a expresar y cap-tar un mundo en el que todo está preñado de su contrarío y «todolo salido se desvanece en ti aire». En esta voz resuena, ú mismo tiem-po, el awoíiescubrirmemo y k burla de sí mismo, k autocomplacen-cia y k duda de sí mismo, Es una voz que conoce el dolor y el mie-do* pero que cree en su capacidad de salir adelante, Los graves peli-gros están en todas panes, y pueden atacar en cualquier momento,pero ni siquiera ks heridlas más profundas pueden detener que estaenergía Huya y se desborde, Es irónico y contradictorio, polifónicoy dialéctico, denunciar k vida moderna en nombre de los valores quek propia modernidad ha creado, esperar —a menudo contra toda es-peranza— que ks modernidades de mañana y pasado mañana cura-rán las heneas que destrozan a los hombres y las mujeres de hoy. To-dos los grandes modernistas del siglo 3ílX —espíritus tan diversoscomo Mane y Kierkegaard, Whitman E Ibaen» Baudelaíre, Melville,Garíyle, Stimer, Kimbaud, Strindberg, Dostoievski y muchos más—hablan en este ritmo y en esta tonalidad.

í Qué ha sido del modernismo del siglo XIX en el siglo XX? En al-gunos aspectos ha madurado y crecido por encima de las esperanzasmás desenfrenadas. En k pintura, y k escultura, k poesía y k novela,el.teatro y k danza, en k arquitectura y el diseño, en toda una gamade medios electrónicos y en un amplio espectro de disciplinas cien»tíficas que «i siquiera existían hace'un siglo, nuestro siglo ha produ-cido una sorprendense cantidad de obras e ideas de k más alta cali-dad» Puede que el siglo XX sea «1 más bfilkmemeriié creativo de todak historia mundial, en gran medida porque sus energías creativas ha»hecho eclosión en todas partes del mundo. La brillantez y k profirn-didad del modernismo vivo —-vivo en k obra de Grass, García Már-quez» Fuentes» Cunningham, Nevelson, Di Suvero> Kenzo Tange,Fassbinder, Herzog, Sernbene, Roben Wikon, Philip Gkss, RicharciFojrtman, Twyk Tharp, Maxinsí Hong Kingston y tantos otros quenos rodean—nos ofrecen mucho de qué enorgullecemos» en un mun-do en que hay tanto de qué avergonzarse y de qué temer. Y sin em-bargo, me parecej no sabemos cómo utilizar nuestro modernismo; he-ñios perdido o roto k conexión entre nuestra cultura y nuestras vi-

¿di modernidad; ttytr, hoy y mañana

das. Jaekson Pollock imaginaba sus cuadros chorreantes como selvasen que los espectadores podían perderse (y desde luego encontrarla}pero en gran medida hemos perdido el arte de introducirnos en el cua-dro, de 'reconocernos como participantes y protagonistas deí arte )el pensamiento de nuestro tiempo. Nuestro siglo ha engendrado urarta moderno espectacular} pero parece que hemos olvidado comecaptar k vida moderna de k que emana este arte. El pensamiento mo-derno, desde Marx y Nieusche, ha crecido y se ha desarrollado enmuchos aspectos^ no obstante nuestro pensamiento acerca de k mo-dernidad parece haber llegado a un punto de estancamiento y regre-sión,

Si prestamos atención a los pensadores y escritores de k moder-nidad del siglo XX y los comparamos con los de hace un siglo, en-contramos que la perspectiva se ha achatado radicalmente y que elcampo imaginativo se ha reducido, ios pensadores del siglo 3üx eran,al mismo tiempo, enemigos y entusiastas de k vida moderna, en in-cansable lucha cuerpo a cuerpo con sus ambigüedades y sus contra»dicciones; la fuente primordial de su capacidad creativa radicaba finsus tensiones internas y en su ironía hacia sí mismos. Sus sucesoresdil siglo XX se han orientado mucho hacia las polarizaciones rígidasy las totalizaciones burdas, La modernidad es aceptada con un entu-siasmo ciego y acrítico, o condenada con un distanckmieflto y ua des-precio neoolímpico; en ambos casos es concebida como un monolitrcerrado, incapaz de ser configurado o cambiado por los hombres mo-dernos, Las visiones abiertas de Ja vida moderna han sido suplanta-das por visiones cernadas; el estoy aquello por el esto o aquello.

Las polarizaciones fundamentales tienen lugar al comienzo mis-mo de nuestro siglo. He aquí a los futuristas italianos, parí'darlos apa-sionados de k modernidad en los años que precedieron a k primer;!guerra mundialj «Compañeros, os decimos ahora que el triunfanteprogreso de k ciencia hace que los cambios en k humanidad sean ine-vitables, cambios que están abriendo un abismo entre los dóciles «sclavos de k tradición y nosotros, los modernos libres que confiamo:en el esplendor radiante de nuestro futuro» 6. Aquí no hay ambigüedades: «tradicidn» —todas las tradiciones del mundo en el mismosaco— es igual a dócil esclavitud, y modernidad es igual a libertad.

6 -Manifestó oí the fuiurist patatera, 19JO», de Umberto Boccioni tt ai, traduei»do por Roben Brain, *n Umbro ApoJlonio, eomj>,, FMurííi manifestñi, VSking, J973 .p.25.

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12 Marshatí Bi-rman La mod{mida4¡ aytr> hoy y mañana, 13

«iLevantad vuestras piquetas, vuestras hachas y martillos, y destruid,destruid sin piedad las ciudades venerables! ¡Adelante! ¡Quemad losestantes de las bibliotecas I ¡Desviad el curso de los canales para queinunden los museos) [,„] jQue vengan los alegres incendiarios de de-dos tfoanadosl jYa están aquí! 3 Ya está» aquí la Marx y Nktzache tam-bién podrían regocijarse por k destrucción moderna dé las estructu-ras tradicionales; peto ellos conocían el coste humano del progresoy sabían que la modernidad tendría que recorrer un largo camino an-tes de que pudieran cicatrizarse sus heridas.

Cantaremos a las grandes multitudes excitadas por el trabajo, e) placer y elmotín 5 samaremos las mareas polifónicas y multicolores de k revolución enlas capitales modernas; cantaremos el fervor nocturno de los arsenales y losartillero* bailando bajo violentas lunas eléctricas; codiciosas estaciones de fe-rrocarril que devoran serpientes emplumadas de humo; fábricas que cuelgande ks nubes con las serpenteante! líneas de su humo; puentes que montan ahovtiajadaí sobre los ríos, como gimnastas gigantes, brillando al sol con suresplandor de cuchillos; aventurados barcos de vapor... locomotoras de en-trañas profundas,,, y k luz lustrosa de los aeroplanos [„.]?.

Setenta años más tarde, k verba y el entusiasmo juvenil Je los futu-ristas todavía puede conmovernos junto con su deseo de fundir susenergías con la tecnología moderna y crear el mundo de nuevo. Pero¡es tanto lo que queda fuera de este mundo nuevo! Podemos verloincluso en esa maravillosa metáfora: «las mareas polifónicas y mul-ticolores de Ja revolución!*. La capacidad de experimentar los tras-tornos políticos de manera estítica {musical, pictórica) es una expan-sión real de k sensibilidad humana. Pero, en cambio, ¿qué pasa contodos los que son barridos por estas mareas? Su experiencia no se vepor ninguna paite en el cuadro futurista, Parece ser que algunos ti-pos muy importantes de sentimientos humanos mueran cuando na¿cen las máquinas. De hecho, «u los escritos futuristas posteriores«buscamos la creación de un tipo no-humano para quien se hayanabolido los sufrimientos morales, la bondad de corazón, el afecto yel amor» esos venenos corrosivos de k energía vital, interruptores denuestra poderosa electricidad corporal» *. De acuerdo con esto, los

' F. Ti Majinstti, «T)i8 foundiug and maniíeatc of /utwmm, 1909», traducido porE. W, Pluit, ea Ftiotríst otaitifeitoí, p, 22.

a Madnetti, «Multiplica man and the rcign of the machine», en W*r, the tovrld'aonfy hygiene, 1911-1915, en R. W. Flini, compilador y traductor, Mttñnríti, ssletítd

jóvenes futxiristas se lanzaron ardientemente a lo que llamaban *bguerra, la única higiene del mundo», en 1914. En el plazo de dos años,sus dos espíritus más creativos — «1 pintor-escultor Umberto Boecio-ni y el arquitecto Antonio Sant'Elk — resultarían muertos por las má-quinas que adoraban. El resto sobrevivió para convertirse en peonesculturales de Mussolini, pulverizados por k mano negra del futuro.

Los futuristas llevaron la glorificación de la tecnología modernaa «n extremo grotesco y autodestructivo que aseguré que sus extra-vagancias no se repitieran jamás, Pero su romance acrítico con las má*quinas, unido a su total alejamiento de k gente, se reencarnaría enformas menos fantásticas, pero de vida más larga, Después de la pri-mera guerra mundial, encontramos este nuevo tipo de modernismoen 'las formas refinadas de k «estética de k máquina», las pastoralestecnocráticas del Bauhaus, Gropius y Mies van der Rohe, Le Cor-busier y Léger, el Beettei mécanique. Volvemos a encontrarlo despuésde una nueva guerra mundial, en las rapsodias espaciadas de alta tec-nología de Buckmirmer Fuller y Marshall McLuhan y en Fatureschock, de Alvin Toffler, Aquí, en Understanding media, de McLu-han, publicado ea 1%4,

Jlesamiendo, «1 ordenador promete, mediante k tecnología, una condiciónpentícostal de unidad y comprensión universales. El siguiente paso lógico pa-recería ser [...] la superación de los lenguajes en «ras de una conciencia cós-mica general [...] La condición de «ingravide?.» que a decir de los biólogospromete la inmortalidad física, tal vez sea paralela a k condición de mudezque podría conferir una perpetuidad de pav. y armonía colectiva» ',

Este modernismo está subyacente en los modelos de modernizaciónque los científicos sociales norteamericanos de k posguerra — cuyotrabajo a menudo estuvo amparado por generosas subvenciones delgobierno y d« diversas fundaciones — desarrollaron para exportar alTercer Mundo. He aquí, por ejemplo, el himno a k fábrica modernadel psicólogo social Alex Inkeíes:

Una fábrica guiada por una política de gestión y de personal moderna daxi

i, Parrar, Strai» y Giroux, 1972, pp. 90-91 . Para un tratamiento ing*nioso (aun-que paiiidma) del futurismo dentro del contexto de la evolución do la modernidad,véase Reynar Banham, Tbeary and éeiiga m the finí machia» agf, Pracger, 1967,pp. 99-J37.

9 Untientantiing media: tbt txiensioM ofmaa, McGraw-HíJJ, 1965, p. 80.

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14 Manbaü Serma»

a sus trabajadores un ejemplo de conducta racional» equilibrio emocional, co-municación abierta y respeto a la* opiniones, Jos semimieneos y la dignidaddel trabajador, que puede ser un ejemplo poderoso de las prácticas y le® prin-cipios de la vida moderna>p.

Los futuristas deplorarían h escasa intensidad de esta prosa, pero se-guramente estarían encantados con k visión de k fábrica como unser humano ejenapkr qu« los hombres y mujeres deberían tomarcomo modelo para su vida» 11 ensayo de Inkeles se titula «The mo-demization of man» y tiene por objetivo mostrar la importancia deldeseo y la iniciativa humanos en k vida moderna;, Pero su problema,y d problensa d« todos los modernismo* de la tradición futurista, esque, con unas máquinas resplandecientes y unos sistemas mecánicosque desempeña» todos los papeles principales —de igual modo queen k cita anterior el sujeto es la fábrica—, al hombre moderno le que-da «»iy poco que hacer que no lea enchufar las máquinas.

Sinos trasladamos al poli» opuesto del pensamiento del siglo XX,que dice un rotundo «jnol» a k vida moderna, encontramos una vi-sión soiprendememente similar d* lo que es k vida. En el climax deLa ética proteftetnte y el espirita del capitalismo, de Muse Wsber, es-crita en 1904» todo «1 «poderoso cosmos del orden económico mo-derno» es visto como una «jaula de hierro», Bste orden inexorable,capitalista, legalista y burocrático, «determina la* vidas de todos losindividuos nacidos dentro del mecanismo |,,4) con una fuerza irresis-tible». Está destinado a «determinar el destino del hombre hasta quese queme k última tonelada de carbón fósil». Ahora bien, Marx yNietzsehe —y Tocqnevilley Carlyky Mili y Kierkggaard y todos

10 «The moderttiitation oí man», en Myron Weincr, cornp.» Modemizatioa: tbe di-namiss afgTawtb, Bswíc Books, 1966, p. Mt» Esta compilación da una buena idea de)paradigma americano de la modernización en su punto culminante. Entre las obrasprincipales de «su tradición te encuentran Daniel Lemsr, Tht jcw«i»f af tratiiiionallaritty, J>wt Prsss, 1938, y \V, W, Rostow, Tha auges afaeoaomic grvwlbf A »an~tommunisi manifestó, Cambridge, 1960, Para una temprana crítica radical de e«a li-teratura, vía$& Mieh¡ü»l Walzer, milis oaly rsvolution: notes on ths \heory oí moder-nization»,-£>Jj«Hí, 11,1964, pp, 132-140. Peto este cuerpo teórico también suscitó mu»rhai critican y eonlroveriins dentro de la corriente cuninil de ba ciencias auvialt» nc-cidsntálea. Las polémicas están incisivamente resumidas en S. N. Eisensiadt, Tratli*tiont tbtmge &nd modemiiy, Wiley, 1973> Vale k pena señalar que cuando la obra deInkíles apareció finílments en forma de libro, corno Ales lidíeles y David Smith, Be-comjjjg modem indlvitimti changa in six étvelofing counnm, Harvard, 3974, la ima-gen panglosianíi d» h vida moderna dio paso a perspectivas mucho mis complejas,

La modemular!: aytr, hoy y mañana ^

los otros grandes críticos del siglo XIX— tambiéa^omprendieron lasformas en que la tecnología y k organización social modernas deter-minaban el destino del hombre. Pero iodos creían que los individuosmodernos ranían capacidad para comprender este destino y, tras ha-berlo comprendido, luchar contra él, De aquí que incluso en mediede un presente miserable, pudieran imaginar un futuro abierto. Loscríticos de k modernidad del siglo XX carecen casi por completo deesa empatia y esa fe en los hombres y mujeres contemporáneos. ParaWeb,ei% caos contemporáneos no son nada más que «especialistas sinespíritu, sensualistas sin corazón; y esta nulidad se refleja en k ilu-sión de que se híi llegado a un nivel de desarrollo nunca antes alcan-zado por k humanidad» n. Por lo tanto k sociedad moderna no sóloes una jaula, sino que todos los que k habitan están configurados porSMS barrotes; somos seres sin espíritu, sin corazón, sin identidad se-xual o personal («esta nuJidad.,. reflejada (atrapada) en k ilusión d«que se ha llegado...»), casi podríamos decir sin ser, Aquí, al igual queen k» formas futuristas y tecnopastorales de! modernismo, el hom-bre moderno como sujeto —como ser vivo capass de respuesta,, juicioy acción en y sobre al mundo-» ha desaparecido. Irónicamente, loscríticos del siglo XX de k «jaula de hierro» adoptan Ja perspectiva delos guardianes du ést^í puesto que los que se encuentran dentro deella están desprovistos de libertad o dignidad interior, k jaula no esuna prisión {simplemente ofrece, a una raza de nulidades, el vacío quenecesitan y anhelan '•'.

11 Tbt pwieítant ei&ic <imi ibs ifírít of capiíalkai, ir»>Ji)L'lüa ;il inftlfv pur TateottParsons, Scribneí, 1930, pp, 1 SI-183 [La ética proteitunts y tteiprnta dil e<tpitaUimo>Barcelona, Península, 1972}» He alterado ligeramente la íratiucción, de acuerdo con 1»versión retiSs vivida d*Peí*r Gay en Colombia College, Man m tamempenróry socitiy,Columbií, 1953, ll, pp. 96-9?. Gay, sin embargo, sustituye «jaula de hierro» jsor ««a*misa de fuerza».

* En algunos de lew ensayos posteriores de Weber s« pueda encontrar una pers-pectiva más dialéctica, como por ejímplo en -Politia ?s a vocation» y «Science as avocaiiojí» (*« Hftiu Gwih y C Wrigfai Mili», compiladorpj y traductora, Frotn MsutWebtr, Oxford, 1946), Gsorg Simmel, amigo y contemporáneo de Weber, insinúa peronunca llega a deaam-llar realmente lo que probablemente sea lo mía parecido a unateoría dialéctica de la modernidad de) siglo xx. Víase, por «J?rnplo, *The conflict inmodern culturf*. *Thf metrópolis and mental liíe», «Group expamínn and ih» devu-lopment OÍ individuaJity», en útorg Simmel on íniiivídnaiijy anal social fonm, com-pilado por Doonld Levine, Universidad de Chicago, 1971, En Simmel -~y más lardetn sus jóvenes seguidores como Georg Luküís, T, W, Adorno y Wah«r Benjamín—h profundidad y la visión dialécticas van siempre entreltxadaa, a menudo en la miima

i!, con una d«seap«ra«íór) cultural monoliticj.

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16 Mambaü Bsnmtn LA modernidad: aytr, hoy y mañana 17

Weber tenía poca fe en el pueblo, pero aún menos en sus clasesdirigentes, ya fueran aristocráticas o burguesas, burocráticas o revo-lucionarias. Be ahí que «u postura política, por lo menos durante losúltimos años de su vida, fuera un liberalismo perpetuamente en ar-reas. Pero cuando «d distanciamiento y el desprecio weberianos hacialos hombres y mujeres modernos se separaron de la instrospecciéncrítica y del escepticismo weberianos, el resultado fue una políticamucho más a k derecha que k del propio Webs?, Muchos pensado-res del siglo XX hfl» visto las cosas de esta manera: esas masas pulu-lantes que nos apretujan en las calles y en el Estado, no tienen unasensibilidad, una espiritualidad o una dignidad corno k nuestra: ¿noes absurdo entonces que estos «bombees masa» (u «hombres vacíos»)tengan no sólo el derecho de gobernarse, sino también, a través detus mayorías masivas, el poder de gobernamos? En las ideas y gestosintelectuales de Ortega, Spenghsr, Maurras, T. S. Eliot y Alien Tate,vemos cómo k perspectiva neoolímpica de Weber ha sido usurpada,distorsionada y magnificada por los modernos mandarines y aspiran-te* a aristócratas de k derecha del siglo XX.

Lo más sorprendente, y lo más inquietante, et la forma en queprosperó esta perspectiva entre algunos de los demócratas parocipa-tivos de k rédente Nueva Izquierda, Pero esto es lo que sucedió, porlo menos durante un tiempo, a finales de Jos años sesenta, cuando eí«hombre unidimensional» de Herbert Marcase s« convirtió en el pa-radigma dominante del pensamiento crítico. Be acuerdo con este pa-radigma, tanto Marx como Freud están obsoletos: no sólo )ns luchassociales y de clase, sino también los conflictos y contradicciones psi-cológicos han sido abolidos por el estado de «administración comí]»,tas masas no tíeneti «yo», ni «ello», sus aliñas están vacías de ten*tián interior o dinamismo) sus ideas, necesidades y hasta sus sueños«no son suyos»} su vida Interior está «totalmente administrada», pro-gramada para producir exactamente aquellos deseos que el sistema so-cial puede satisfacer, y nada más» «Las personas se reconocen en susmercancías; encuentran su alma en su automóvil, en m equipo de altafidelidad, en su casa a varios niveles, en el equipamiento de su coci-na» 1*.

Ahora éste es un estribillo familiar del siglo XX, compartido por

One-Jimentto itwüet t» tbt itiMbgy aftHMtKtd auinttri*l íotítty, Bes-con Pra», 1964, p. 9 \É¡ hombre KnúHmtnsÜHui: «ttódfoi ¡abn k ideoiogí* dt ios so-

Barcelona, Stk-Banral,

quienes aman el mundo moderno y por quienes lo odian: la moder-nidad está constituida por sus maqueas, de las cuales los hombres ylas mujeres modernos son meramente reproducciones mecánicas.Pero ,es una parodia de la tradición moderna del siglo XIX, en cuyaórbita Marcuse pretendía moverse, la tradición crítica de Hegel yMarx. Invocar a estos pensadores al tiempo que se rechaza su visiónde la historia como una actividad agitada, una contradicción dinámi-ca, una ludia y un progreso dialécticos, es conservar de ellos pocomás que sus nombres. Mientra» tanto, aun cuando los jóvenes radi-cales de los sesenta lucharon por conseguir cambios que permitiesena la gente que les rodeaba controlar su vida, el paradigma «unidimen-sional!» proclamaba que no habla cambio posible y que, de hecho, esagente no estaba ni siquiera realmente viva» A partir de este punto seabrieron dos caminos. Uno fue k búsqueda de una vanguardia queestuviera totalmente «fuera» de la sociedad moderna: «El substratode los marginales y desclasados, los explotados y perseguidos de otrasrazas y otros colores, los parados y los inservibles» l3. Estos grupos,ya estuviesen en los guatos o las cárceles de Norteamérica o en el Ter-cer Mundo, podrían calificarse como vanguardia revolucionaria pues-to que supuestamente no habían sido alcanzados por el be;, o de lamuerte de k modernidad. Desde luego tal búsqueda está condenadaa k futilidad; no hay nadie que esté o pueda «star «fuera» del mundocontemporáneo. A los radicales que, habiendo comprendido esto, to-maban sin embargo a pecho el paradigma unidimensional, !<••; parecíaque ]o únk:n i]ue tjnftliiha rr.1 ta fuiil i<l;i i l y la ili-xc^ju'r.it íi' i.

* La atmósfera voluble de ios sesenta generó un cuerpo amplio yvital de pensamiento y controversia sobre el sentido último de la mo-dernidad. En buena parte, lo más interesante de este pensamiento giróen torno a la naturaleza del modernismo. El modernismo de los se-senta se puede dividir a grandes rasgos en tres tendencias basadas enlas actitudes hacia la vida moderna en su conjunto: afirmativa, nega-

l} JbltLt pp, 2S6-2?>?. Víais mi crfriea a ««? libro en Pañis*» Rtvmo, otoño de1 964, y k polémica am.ro Marcuse y yo en el número siguiente, invierno de 1965, £1pensamiento de Mu/cuse te haría más abierto y dialéctico a finales de los sesenta, yjBguíria un «urao diferente a mediados de ios setenta. Los hitos más notables son A»tsmy on tiberation, Beacon, 1969 [Un enatyo iobrttla líber ución, México, MortU, 2.' ed.1972], y Ju ultimo libro The avnbtñt dimensión, Buaeon, 1978 [La dimmñ&n estética,Barcelona, Materiales, J973), No obstaats, por un» ironía histórica maligna, ha sidoel Marcusí rígido, carnudo y .«unidimensional» el que ha atraído más atención y ejer-cido más influencia hasta ahora,

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tiva y marginada. Puede que esta división parezca burda, pero las ac-titudes recientes hacia k modernidad tienden de hecho a so* más sim-ples y burdas, menos sutiles y dialécticas que las de hace un siglo.

El primero de esos modernismos, el que intenta marginarse de kvida moderna, fue proclamado con más- fuerza por Rolaind Barthes,en literatura, y Clement Greenberg e» las artes visuales, Greenbergalegaba que k única preocupación legítima de] arte modernista era elarte e» iíi es más, para un artista el único enfoque correcto, en cual-quiera forma © género, era k naturaleza y los limitéis de ese género:el mensaje es el medio. Así, por ejemplo, e1 único tema que un pin-tor modernista podía permitirse era, la lisura de la superficie (livn-«o, etc.) en que se reahasa k pintura, porque «sólo k lisura es únicay exclusiva del arte* w, El modernismo se presentaba, pues, como kbúsqueda del objeto de arte pumo y autorrefcrido, Y eso era todo: krelaáón apropiada del arte moderno con 4» vida social moderna eratina total falta de relación. Barthes puso esta ausencia bajo una luzpositiva, incluso heroica: d escritor moderno «vuelve k espalda a ksociedad y se enfrenta al mundo de 10$ objetos sin pasar por ningunade ka formas de k historia o k vida social» 1S. Y así el modernismoaparecía como un gran intento de liberar a los artistas modernos delas impurezas y vulgaridades de k vida moderna. Muchos artistas yescritores —y más aun, críticos de arte y literarios— se han mostra-do agradecidos a este modernismo por establecer k autonomía y dig-nidad de sus vocaciones. Pero muy pocos artistas o escritores mo-dernos km permanecido fieles mucho tiempo a este modernismo: unarte sin sentimientos personales o relaciones sociales está destinado aparecer árido y carente de vida al cabo de poco. La libertad que con-fiere es k libertad de un sepulcro hermosamente construido y per-fectamente sellado.

Luego virio k visión del modernismo como revolución perma-neme y sin fin contra k totalidad de k existencia moderna: era la «tra-dición de derrocar k tradición» (Hturold Rosenberg) w> una «cultura

9

'* «Modtexalii paiming», 196), e» Oregory Baxtcock, comp., The nvm art, Dut-tt»n, 1966, pp. 100*110.

" Wvitíns áarn viro, traducido al iagüí per Annette Lawg» y Catín Smith, Lon-drt», Jonathin Cipe, J9S?, jj, SI [Ei gr»tdü ten» án la tttñt*™, México, Siglo XXI,1973], Asedo *w» libro coa le* »&98 ««rota porque fue entone» cuando in impastow dejó «emir a gran «cala, tanto «a Franela como en Inglaterra y Estado* Unidoa.

'* Tht tntáitim oftkt wt»> Hóriaton, 1999, j>. 81 (La tt*dw¿n d« h nuevo. Ca-raca), Monte Avila],

L* moéimid»é¡ ayer, hoy y manan* 19

adversaria» (Lionel Trilling)lsr, una «cultura de k negación» (RenatoPoggiolí)1S. S« decía que la obra de arte moderna «nos molesta conuna absurdidad agresiva» (Leo Steinberg)I9, Busca el derrocamientoviolento de todos nuestros valores y se preocupa poco de k recons-trucción de tos mundos que destruye. Esta imagen adquirió fuerza ycredibilidad a medida que avanzaban los añcs sesenta y se caldeabael clima político: hubo círculos e» que el «modernismo» se convirtióe» el saneo y seña de todas las fuerzas en rebelión 20. Obviamenteesto revela parte de la verdad, pero es demasiado lo que omite. Omi-te el gran romance de k construcción, fuersta emeíai del modernismodesde CtrlyJe y Marx hasta Tatlin y Calder, Le Corbusier y FrankLloyd Wright, Mark di Suvero y Roben Smithson, Omite la fuerzaafirmativa y vitalizadora que en los modernistas de más altura vasiémprií entrclaxada con «1 asalto y ía revuelta: k alegría erótica, kbelleza natural y k ternura humana de D, H, Lawrcnce, siempre uni-do en morca] abraso con su cólera y desesperación nihilista; fas figu-ras del Guernica de Picasso, luchando para mantener con vida a kvida misma, aun en su gemido de muerte; los últimos coros triunfa-les de A l&ve mfrsme de Cohrane* Aliosha Karamatov, que en me-dio del caos y k angustia besa y abraza k tierrij Molly BJoom. quecierra el libro modernista arquetípieo con un «sí dije sí quiero SI».

Hay otro problema en k idea de que el modernismo no significamis que problemas; tiende a proponer como modelo de sociedad mo-derna una sociedad que en sí misma está exenta de problemas. Omitetodas «las perturbaciones ininterrumpidas de todas las relaciones so*

" Btymá rntan, ^dWe, VSking, |ftf {Mát *Ü¿ dt h eróimí, Btnaston»»men, 19é9]. Em idea es díííltolkda «on gnu) fuerza en Trilling, «Th» modem tle-mcm in modoj-n literata!*», Pxrtitd» iteuúmi, 1961, reeditade en fisyemi Cuitare,pp. 3-30, bajo «1 tiluto de *On th« icaching oí madura liicraturc»,

11 The thvvry ofihe uvant^^dt, 1961, traducido d«) italiano aJ inglés por GeraldFitíjerald, Harvard, 3968, p. 111.

™ «Gflniíerapoístry suri and th* plight oí ¡tí public», eanferencia pronunciada *n dMuseo de Am Moderno, en 1960, diñada «n Harpvr'j, 1962, reeditad» sn Battcock,7ke meta #n, pp. 27-47, y m» Steinfeerg, Gl&er triterm.- tonfraimtwm witk t<wmtittj>ftníury g»t Oxford, 1972, p, 15,

30 Irving Howe analiza criticamente la «guerra entre h cultura modornisu y Ja so-cíedad burRU*M», de ida y vuelta, autentica y falsa, en «The euJiure »f modímísin».

, noviembre de l%7; rewllutJn hajti e) u'uilu «The idea ni ihc inodcrn»,«orne introducción » I» aniplogía de Howe, Üierary tnodernitm, Paveen Premier,1967. Este conflicto es «1 tema central d« h compilación de Howe, que incluye a loacuatro aatona antra citados, junto son mucho» otras contemporánei» ínteretanuu, ylos etpllndidos majiifiastoi de Marinetíi y Zamiatin.

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dale*, la mquimd y la agitado'!» perpetuas* que durante doscientosaños haa'sido elemeatof nutdamentaíes de k vida moderna. Guandoloa estudiantes de la Universidad de Cohimbía te rebelaron en 1 968,algunos de tu* profesores oonservadortí» deíiaribieron tm acciones¿orno «modernismo en !ü calles». Presumiblemente; esas callea iba»bríaw estado traíiouík» y en orden —jen el centro de Manhattan l-«-idlo con que de alguna manera se hubiera podido mantener a la cul-tura moderna al margen di «lias» cojifínlndola a las aulas universita-rias» a las biblioteca* y a loi iwussos de arte moderno 3i» SI lo» pro-f eserts; hubiesen aprendido nm propias lecciones j habrían recordadoenante» del modernismo «— Baudelaire» Boccíoní» Joycc, Maiakovsiu,Uger.y otros— *e bu nutria» de los problema* reate» de las callesmodernas y ha transformado m ruido y disonancia -en belleza y ver-dad, Irémi^enie, la ittutgeii radica) del modernismo como para $db¿

a alimentar k fantasía neoconservadora de un mundopurifkado de 1» tubvertién modernista, «M seductor ha «ido el me*deiuiímo», escribía Daniel Bell «a The cultural contr*itvctwt$ &f w-fftotism. «M movimiento moderno quebranta la. unidad de la cultu-ra», «hace pedazo* k "coamoiógfa racional en que se bata la visiónburguesa del mundo coniiitettte 0a «na rekeíón ordenada entre tiem-po y espacio», etc., ote ". SI fuera posible expulíar A k lerpiente mo-dernista del jardín moderno, di espacio, el tiempo y el cosmos se arre-glarían por sí soloi. iutoacji» pyestrniiblememe, retomaría una edadli oro teeftO-pastoraJ» y máquinas y hoinbrei podrían vivir juntoi fe-Hee$ para aiempre,

tiva del modernismo fue desarrollada en lo$ se-por un grupo heterogéneo de autores entre los que se induían

John Cage, Lawrence Alloway, MawhdJ McLuhan, LeaJic Ficdkr,Susan Sontag, Richard Poirier, Robert Venturi. la pane coincidiócon k aparítíóit del jiwjt» *rf a eomienzoís de l&s sesenta. Su» temas do-minantes eran que «debemos abrir los ojos a la vida que vivimos»(Cage), y «cruzar k frontera, salvar el vacío» (Fíedler) ", Elio sígni-

a> V&ise el peMplciw «niJIíii tn Morw» Dicfeítein, C«m of Edén: Arntrie*»l*re ía tbe sixíit*t ABES Book», Í??7, pp, 266-267.

w B«li, CMh*ral centrtélabtu ofcafiMÍtm, Basic BooJu» 19?5, p» 1» [lat mu-ir^Umnaaltmídtídll^fiíMm^y^M^MA^a^í^tA, 1992ji .Modírniíro andcap«9l¡m»»J»«t£f«i Jltieiew, 41, l>W,p. 214. E«e ühitno «mayo» utiliídcfifmo pre-1 tób para k edición «k bolwllo d» D&wl amtrtJiaicns, \*n.

Cígc, «ExpÉfinwfltt) mutk», 199?, íao í//í»n?, Wejleysu), 1961, p. 12. «C/osatiba bfirrfer, ekwe átt g»p», 1970, en Fkdkr, Calfauul etmyt, Stein útd Day, 1f 71,

La modernidad: ayvr, hoy y mañana "

ficaba» en primer lugar, romper las barreras entre si «arte» y otras ac-tividades humanas tales como el espectáculo comercial, la tecnologíaindustrial, la moda y el diseño, la política. También estimulaba a es-critores, pintores, bailarines, compositores y cineastas a romper lasfronteras de sus especialidades para trabajar juntos en produccionesy actuaciones que combinaran diversos medios y crearan unas artesmás ricas y polivalentes.

Para los modernistas de esta clase, que a veces s* 1) <maban a símismos aposmodernistas», el modernismo de k forma pura y el mo-dernismo de k revolución pura, eran demasiado estrechos, demasia-do faróníeos, demasiado opresivos del espíritu moderno. Su ideal eraabrirse a la inmensa variedad y riqueza de las cosas, los materiales yJas ideas que el mundo moderno producía inagotablemente, Insufla-ron aire fresco y 1-fidico en un ambiente cultural que en los años ein-cuenta se había vuelto insoportablemente solemne, rígido y cerrado,El modernismo pop recreó k apertura al mundo, k generosidad devisión, de algunos de los grandes modernistas del pasado: Baudelai-re, Whitman, ApoUinaire, Maiakovski, "Willíam Carloi WiUianas.Pero si este modernismo igualó en resonancia imaginativa a estos mo-dernistas del pasado, nunca, aprendía a recuperar su garra crítica,Cuando un espíritu creativo como John Cage aceptaba el apoyo de)shan de Irán y montaba espectáculos modernistas a pocos kilómetrosdel lugar donde gemían y morían prisioneros políticos, k falta de ima-ginación moral no era salo suya. El problema fue que el modernis-mo pop nunca desarrolló una perspectiva crítica que pudiera clarifi-car cuál era el punto en que la apertura a] mundo moderno debíadetenerse y si punto en que el artista moderno debe ver y decir

vol. 2¡ también en este volumen, «The death of avunt-gníds literatura», 1964 y «Th«<nfitv mucama-, 1965, Suüan Sonta?,, «One culture and the new jensibility», 1965, *Happ«níngj»i 1962» y «Nolis on "camp"», 196-1, en Againtt hitcrpreíatíon, Parrar, Strau;

y Gírous, 19M [Contra, la interprtlevñón, Barcelona, SCÍK Barra!, 1969}. Healmente, wtía tires formas de modemisnio de los sesenta se pueden encontrar en lo$ diverso» eníayos de que consta o! libro; pero llevan vidas aeparada.j. Sontag nunca trata de compararlas o confrontarlas entre a!, Richard Poirier 7Af ptufomting ¡elfi so>nposhlom «miidetoaifiMítúmt ¡» tvtrytlay iifv, Oxford, 1971. Rokm V.-nturÍ, Compisxiiy tmtl »»•ínuüetio» in /rrcbitectun; Museum of Modero Art, 1966, y Venturi, Denise ScofBrown y David henour, an Lsammgfrtn» i<« Vpg«, MtT, 1972. Sob« AUoway, Ri-ehard Mamilion, John McHale, Aeyner Banham y otros británicos que han contribuído a líi estética pop, v¿»s« John Ruíscll y Suzi Gablik, Pop an Tftteftneii, Praegur,y Qiarleí Jencks, Modera movementí in aytbhsetnre, Anchor, 1973, pp. 270-298.

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La modernidad: ayer, hoy y mañana 23

que algunos de los poderes de este mundo tienen que desapa-recer1*»

Todos los modernismos y antimodernismos de los sesenta, por lotanto» tenían serios fallos. Pero su sola plenitud, junto a su intensi-dad y vitalidad de expresión, generó un lenguaje común, un ambien-te vibrante, un horizonte compartido de experiencia y deseos. Todasestas visiones y revisiones de la modernidad eran orientaciones acti-vas hacia la historia, intentos de conectar el presente turbulento conun pasado y un futuro, de ayudar a las hombres y mujeres de todoel mundo contemporáneo a sentirse cómodos en él. Todas estás ini-ciativas fracasaron, pero brotaron de una amplitud de visión e ima-ginación y de un ardiente deseo de disfrutar del presente. Fue la au-sencia de estas visiones e iniciativas generosas lo que hizo de los añossetenta una década tan triste, Prácticamente nadie parece hoy en dinquerer establecer la gran conexión humana que entraña la idea de mo-

* Para un ejemplo de nihilismo pop en *u forma más despreocupada, víase el mo-nologo de humor negro d«l arquitecto Philip Johmon, entrevistado por Susan Soniagpara la DliC en 19651

SONTAGi Pienso, pienso que en Nueva York el sentido estético está, de una ma-nara cimasa y «juy moderna, más desarrollado que en cualquier gira pane. SÍ las eo-íu i£ experimentan moralmente se vive en estado de Indignación y horre, permúten-te, pero príen], pero si te tiene una manera muy moderna de..,

JOHWSON.' ¿Supone que cambiar* el sentido de la moral, «1 hecho de qua no po-damos usar la moral como medio para juzgar a esta dudad, porque no pedamos so»portarla? ¿Y que «tamos cambiando todo nuestro «jtemo mora) para encajar el hechode que vivimos ridiculamente?

ÍONTAG: Bwsno, pienso que estamos aprendiendo Ja* limitaciones de, de la expe-riencia moral de las cosa). Creo que es posible ser estático,,.

JOHNSON! Para disfrutar simplemente de las cosas tal como son; vemos la bulle/ado un modo totalmente diferente de como peíiblenwit* la vela {Lowis] Mumlord,

5ONTAO; Bueno, pienso, creo que ahora miímo veo cosas & una especie de dobl*nivel, a la vez moralróínte y...

JOHNSON! ¿Y de qué te sirve creer an cosas buenaj?SONTAGJ Porque yo,.,JOHNSON! £3 feudalI y futíl. Creo que e» mucho major ser nihilista y olvidarlo todo.

Es decir, sé que mi* amigos morajmas me atacan, eh, pero, reábrame ¿acaso na se con-mueven por nada?

El monólogo de Johnson sigue y sigue, interrumpido por tartamudeos perplejosde Sontag quien, aunque claramente quiere entrar en el juego, no puede decidirse deltodo a decir adiós a la moral. Citado en JencJw, Mvüirm mwemmtí ia arckiiecmre,pp. 208-210,

demidad, De aquí que el discurso y la controversia sobre el signifi-cado de la modernidad, tan vítales hace una década, ahora práctica-mente hayan dejado de existir.

Muchos intelectuales —artistas y literatos— se han sumergido enel mundo del estrucmraJísmo, ti» mundo que simplemente deja Jacuestión de la modernidad —junto con todas las demás cuestionesacerca del ser y Ja historia—- fuera del mapa. Otros han adoptado unamística del posmodernismo, que se esfuerza por cultivar la ignoran-cia de la historin y la cultura modernas, y habla como si todo» lossentimientos, la expresividad, el juego, la sexualidad y la comunidadhumanos acabarán tic SKT inventados —por los posmodernistas™- yfueran desconocidos, e incluso inconcebíbleü una semana antes **.Mientras tanto» los científicos sociales, incómodos por los ataquen crí-ticos a mu modelos tecn opas ferales, han abandonado Jsi tarea de eons-truir un miníelo qu« pucliura ser más l'ícl a la vida moderna. En vezde eso, han dividido Ja modernidad en una serie de componentes se-parados —industrialización, construcción del litado» urbaráadón»desarrollo de los mercados» formación de una élite— y se han opues-to a cualquier intento de integrarlos en un todo. Ello loa ha llde generalizaciones extravagantes y totalidades vagas, perode un pensamiento que pudiera comprometer sus propias vidas y

** "Lo» jai* notable» entre les esponumea tempranos del potmodernismo fueronLeilie fiedlo? e Jhab Hát«tm Kedler, «Itnn deach of thu avam-garda Üíerann-e», 1964,X «The new muían»», 196S, ambo* en Coüeaed m*ys, volumen II; HaMan, The tiis-metnkerment ofOrph«ns¡ tsxmxfáí é poitmodem líttratnre, Oxford, 197), y -POST-modcrnlSW: a parncrhical hi^Hejjyaphy», en PaeneritítiiMt itven ipfewitttinm of thtiimn, UJina'is, J'W. l'ars cjcmpío,1» posmudernuN j»wu:rMm"., véuw III» ilrs ji>ncki,7h« LstngHitte of pcut-matler» mtküeaM*, Rizaoli, )977¡ Mkhcl Hcnamuu y CharlesCalli», Pfffirmanst J» pmt»m0ittm tMlsme> MUwauJM», Coda Press» lf?7{ y si libroen CUKO Sountiafy %¡ a jaitmnl af poitmaditm líteralum, Para críiíeas jinbre la totali-dad del proyecto, véme Retert Altcr, «The seJÍ-eonsdous momem: rcflections OH thtíftermaih of post-moílernism», Triquanerly, n." 33, primavera de 1975, pp. 309-230,y M*tel Calinescu, ftttít *f moduimíy. Indiana, 1977, pp. 132-144, Humeros recientesde Btmndttfy 2 sugieren algunos de los problemas inherentes al concepto de pasmo»dernJjmo. E*u revato fre«u<sntem8nte faieinante je ha interinado progresivimenw por«íriwrej como Melville, Po«, 1« Brontü, Wordsworth, e incluso Helding y Sume.Perfecto, pero si eso* cscritorts pertenecen al período poímoderno ¿cuíndo invo lu-gar la ara moderna? ¿En la Edad Medía? En el contexto de las anea viiunJw $» clua-rrollan oíros problemas diíercnrej en Dougja» Dav'u, *J»o«-pp*i art», i y », y «Symbo-lijmo mee» the faerie ijutene», en Viliage Voieg, 24 ds junio* 13 de agesto y If dediciembre üe 1979. Víase también, tn lo que respecta al teatro, Richard Schoohner,«The decline and M oí ihe [American] avant-garde», Perfommg Am Journal, 14,pp. 48-63.

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24 Mítríhall Bevmiai

obras y su lugar en la historia **. U eclipse del problema de la mo-dernidad en la década de los setenta ha significado la ¡destrucción deuna forma vital de espacio público. Ha apresurado la desintegraciónde nuestro mundo en una agregación de grupos privados de interlsmaterial y espiritual} habitantes de mónadas sin ventanas, mucho másaislados de lo que necesitamos estar,

Casi el único autor de la pasada década que ha dicho algo sus-tancial sobre la modernidad es Michel Foueauk Y lo que dice es unaserie interminable y atormentada de variaciones sobre los temas we-berianos de la jaula de hierro y las nulidades humanas cuyas almasestán moldeadas para adaptara* a los barrotes. Foucault está obsesio-nado por las prisiones, los hospitales, los asilos, por las que ErvingGoffman ha llamado \m «Instituciones totales», Sin embargo, a dife-rencia de Goffman, FoueauJt niega la posibilidad de cualquier clased« libertad, ya sea fuera de estas instituciones o entre su* intersticios.Las natalidades áe Foucault absorben todas las facetas de la vida mo-derna, Fowcault desarrolla estos temas coa «na inflexibilídad obsesi-va y, de hedió» con rasgos sádicos, imponiendo sus ideas a sus lee*teres como barrotes de hierro, haciendo que cada dialéctica penetreen nuestra carne tomo una nueva vuelta de tornillo.

Foucault reserva su desprecio más htm, para las personas mu»imaginan que la humanidad moderna tiene la posibilidad de ser libre,¿Creemos sentir un acceso espontáneo de deseo sexual? Simplementesomos movidos «por las modernas tecnologías del poder que tomanla vida como «u objeto»» somos arrastrados por el «dispositivo d« se-xualidad que el poder organista en m apoderamiento Je los cuerpos,

* Li piinoipaj ;ti»íiíisacJSn nú» abandonar ti concepto de modemizícldn m ofre-eida con Ja mayor «krláuü en Samuel Huntíngton, «Tha Change to ehange; moder-nízaíion, deyeloproetu sané poJilic*», Contfwttívt Potitict, 3,197{M971, pp. 186-922.VÍM* inmolen S, N, BJssíMíade, nThe desintegntion oí the inicial paradigm», en TV,*-tufan* t3mn%ewdmedt;mily (citado en nota 10), pp. 98-115, Pese a J» tendcaeia gíneral,aunase lo* «eran* uoo* jpoeo« dentíficos weíaíei afinaron y pm/undíesron el con»eepto de modernizmcaÓB. VÉ*w, por ejemplo, Ijtvlng Leouard Markowltjn, Púvttr met(l*u ÉI Afric^ Prtntlcc-HílI, im,

1» poíiWequela teoría dekroodemisactón íígade»rroílándo¡w durante lo* ochen-ta, a medida pe i« mitnie 1* fecunda, obiu de F*m«nd Braudel y sui wguidores enhinoria compkraüva. Véaie Braudel, Capiiatitm má material Ufe, HQQ~18QÜ, tntdü-«do per MJíkm Rochan, Harpar le Row, 1973, y Afiartkattginj w ttMitrid rívifíia-tía» md tapitalmt, «aducido por Patricia Ranum, Johns Hopkin», 1977; ImmanuolWndleritein, Tbt mo<l*m verla lyimn, volt, i y % Acaderaic Press, 1974, 1980, [Elmoderno ¿nema muadiiü, Madrid, Siglo XXI, 1979,19841,

Ltt mixlfrfíiilad: ttyrr, hvy y mañana 2Í

su materialidad, sus fuerxas, sos energías, sus sensaciones y sm ph-ccres», ¿Actuamos políticamente, derrocamos tiranías, hacemos re-voluciones» creamos constituciones con el fin de establecer y prote-ger los derechos humanos? Mera «regresión de lo jurídico», porq&á;desde la época feudal las constituciones y los códigos son ünícam&a-te «las formas que tornan aceptable un poder esencialmente norma»tízador» a*. ¿Usamos nuestros cerebros para desenmascarar la opre-sión, lo que Foueault aparentemente intenta hacer? Mejor dejarlo,porque todas las formas de investigación sobre Ja condición humana«no hacen sino remitir a los individuos de una instancia disciplinariaa otra» realzando, con ello, el triunfal «discurso del poder», Cual-quier critica suena a vacío, pues los propíos críticos están en la «má-quina panóptica, dominados por sus efectos de poder que prolonga-mos nosotros mismos, ya que somos uno de sus engranajes» a?.

Después de haber estado sometidos a esto durante cierto tiempo,nos damos cuenta de que en el mundo de Foueault no hay libertadporque su lenguaje forma un tejido sin costuras, una jaula muchomás hermética de lo que Web«r llegara a soñar, y dentro de la cualno puede brotar la vid*. El misterio es por qué tantos intelectualesde hoy en día quieren, al parecer, asfixiarse en la jaula con él. La res*pucfitn t'.s, íjo.fpccho, que ]''tnicnuk ofrece & miz generación de refu-giados de los sesenta una coartada histérica mundial para explicar elsentimiento de pasividad e importancia que $9 apoderó de tantos denosotros en los setenta. Es inútil tratar de resistir a las opresiones einjusticias de la vida moderna» puesto que hasta nuestros sueños delibertad no hacen sino añadir más eslabones « nuestras cadenas: noobstante, una vez que comprendemos la total inutilidad de todo, po-demos por lo menos relajarnos,

" He biilory <of sffemlity, yol, l, Introducción, 1976, traducido al inglés por Mi»chael HurJey, Pamhcon, 197B, pp, 144,155, y todo d cjpliulo final \Hitinn» dt la w-stmKdád, valí. La miwttuí áe taber, Madrid, Siglo XXI, I978J,

" Diitipfíne m¿ punisb: ihe binh ofibt proa», 197$, traducido por Alan Sheri-dan, Pantheon, 1977, pp, 217,226-228 [Vigikry e*tiig*r, Nutrimiento dt U priiién, M»~drid, Siglo XXI, 1971}, Todo el capítulo titulado «El panoptiimo», pp. 195-228, mu«s-m a Foucauli en su momento má» arroJlsdor. Oca.ibnalmentc aparece en este capí-lulo un» visión menos monolítica y más dialéctica de la mtiUcrnldiad, pero la luz notanta en apagarse. Todo uno deberla de ler comparado con la obra anterior y más pro-funda de Goffman, por ejemplo Jos eimyoí sobre «Characteristits of tora] innitu-tioni» y «The underlife of a publie ijutitution», en Aiylumn «wyj o» tbe $otíuiiitn#-tio» of mental patitntí and ot&tr inmaits. Anchor, 1961 [/nterutJos: Emayot mbrt latiina(íón sotiaí de fot mfimm ttttnt*lsí> Bueno» Aires, Amorrortu, 19701,

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ñerman

En este contacto tan desolado» quisiera resucitar el modernismodinámico y dialéctico del siglo XIX. Un gran modernista» el crítico ypoeta mexicano Octavio Paz, se ha lamentado de que la modernidad,«cortada del pasado y lanzada hacia un futuro siempre inasible, viveal díaí no puede volver a sus principios y, así, recobrar sus podereade renovación» 2S. Este libro sostiene que, de hecho, los .modernismosdel pasado pueden devolvernos el sentido de nuestras propias ruteesmodernas, rafees que se remontan a doscientos años atrás. Puedenayudamos a asociar nuestras vidas con las vidas de millones de per-sonas que están viviendo el trauma dc.la.miniümiswdón A wiks dekilómetros de distancia, en sociedades radicalmente distintas a lanuestra, y con los millonea de personas que lo vivieron hace un sigloo más. Pueden iluminar las fuerzas y necesidades contradictorias qv«nos inspiran y atormentan; nuestro deseo de estar Arraigados en unpasado social y personal estable y coherente, y nuestro insaciable de-seo de crecimiento —no solamente de crecimiento económico, sinotambién de crecimiento en experiencia, placer, conocimiento, sensi-bilidad—, crecimiento que destruye tanto los paisajes lisíeos y socia-les de nuestro pasado como nuestros vínculos emocionales con estosmundos perdidos; nuestras desesperadas lealtades a loa grupos étni-cos, nacionales, de clase y sexo, de los que esperamos que nos denuna «identidad» sólida, y a la imernacionaJpzaclón de la vida cotidia-na —de nuestros vestidos y objetos domésticos, nuestros libros ynuestra música, nuestras ideas y fantasía*-*- que difunde todas nues-tras identidades por todo el mapa; nuestro deseo de vivir de acuerdocon unos valores claros y sólidos, y nuestro deseo de abrazar las po-sibilidades ilimitadas dé k vida y la experiencia modernas que anulantodos los valores; las fuerzas sociales y políticas que nos lanzan a con-flictos explosivos con otras personas y otros pueblos» aun si desarro-llamos una sensibilidad y una empatia más profundas hacia nuestrosenemigos designados y acabamos por damos cuenta, a veces dema-siado tarde, de que después de todo no son tan diferentes de noso-tros, Experiencias como éstas nos ligan al mundo moderno del si-glo XIXj un mundo en el cual, como dijo Marx «todo está preñadode su contrario» y «todo lo sólido se desvanece en el aire»; un mun-do en si cual, como dijo Nietasehe, «hay peligro, k madre de la mo-ra), un gran peligro [..,] pero esta vez desplanado a lo individual, i\ maciemitiaii; ayer, boy y mañana 2?

lo más cercano y más querido, a la calle, a nuestro propio hijo, nues-tro propio corazón, nuestros más íntimos y secretos reductos del de-seo y Ja voluntad». Las máquinas modernas han cambiado conside-rablemente durante los años que separan a los modernistas del si-glo XIX de nosotros; pero los hombres y las mujeres modernos, talcorno los vieron Marx y Nietasche y Baudelaire y Drmoicvski, sóloahora podrían comenzar a sentirse totalmente a sus anchas.

Marx, Nisizsche y sus contemporáneos «xperinnentaron Ja mo»dcrnidaii t'omo una ( ¡HnlÑtnd t'n un mmnvmn rn que si'aln unn pe-queña parte tfcl mundo era verdaderamente moderna, Un siglo mS*tarde, cuando el proceso de modernissación había arrojado una redde la que nadie, ni siquiera en el rincón más remoto dd mundo, püe-di- cjauíjnir, pult'm*» «pirink-r inüthn di- lo* primnoj, inudi'rnÍHias,no tamo sobre su época como sobre k nuestra. Hemos perdido nues-tro control de las contradicciones que ellos tuvieron que captar contoda su fuerza, en todos los momentos de su vida diaria, simplemen-te para poder vivir» Paradójicamente, »is posible que finalmente esosprimeros modernistas nos comprendan —-la modernización y el mo-dernismo que constituye nuestras vidas— mejor de lo que nosotrosnos comprendemos. Si podemos hacer nuestras sus visiones y utili-zan sus perspectivas para observar nuestro propio entorno con nue-vos ojos, veremos que en nuestras vidas hay más profundidad de loque pensamos. Sentiremos nuestra comunidad con las gentes de todoel mundo que han estado luchando con los mismos d¡Tamas que no-sotros. V volveremos a conectar con una cultura modernista notable-mente rica y vibrante, nacida de esas luchas; una cultura qu« contie-ne grandes reservas de fuerza y salud, si somos capaces de recono-cerla como propia»

Entonces podría resultar que el retroceso Juera una manera deavanzar: que recordar los modernismos del siglo Xix nos diera Ja vi-sión, y el valor para crear los modernismos del siglo XXI, Este'actode recuerdo podría ayudamos a devolver el modernismo a sus mices,para que se nutra y renueve y sea capáis de afrontar las aventuras ypeligros que le aguardan, Apropiarse de las modernidades de ayerpuede ser a la vez una crítica de las modernidades de hoy y un actode fe en las modernidades —y en los hombres y inujcrt-s modernos—de mañana y de pasado mañana.

ettrttni, 1967, traducido del castellano a) inglés por Helen Lañe, Vi-1973, pp, 161-1*2 [Comente alter»*, México, Siglo XXI, 1967].