tiuna el fuerte: juventudes otras (jóvenes venezolanos de clases populares y proyectos culturales)

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JUVENTUDES OTRASSomos un grupo de investigador@s jóvenes, articulados en torno a la construcción y posicionamiento de una mirada alterna, de un discurso contra-hegemónico, de los poderes y saberes que han condenado al silencio y ala subordinación a l@s jóvenes urbanos de sectores populares de Nuestra América; encerrándolos en la simple dualidad: víctimas- victimarios del orden social reinanteOrganizaciones promotorasVoces latentesColectivo de mujeres. A través de la comunicación, la psico

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Organizaciones promotoras

Voces latentesColectivo de mujeres. A través de la comunicación, la psicología social y la pedagogía crítica, lucha por enfoques alternativos para comprender y trabajar con jóvenes transgresores de clases populares.

www.vlatentes.blogspot.com

Tiuna el fuerteColectivo político-cultural de jóvenes activistas del arte público. Las rebeldes artes urbanas son sus armas de lucha y de transformación de la sociedad. Cotidianamente construye en El Valle, un espacio público alternativo para el encuentro, expre-sión, formación, recreación e inclusión de l@s jóvenes del barrio. www.tiunaelfuerte.net www.laboratoriodeartesurbanas.blogspot.com

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JUVENTUDES OTRAS

Somos un grupo de investigador@s jóvenes, articulados en torno a la construcción y posicionamiento de una mirada alterna, de un discurso contra-hegemónico, de los poderes y saberes que han condenado al silencio y ala subordinación a l@s jóvenes urbanos de sectores populares de Nuestra América; encerrándolos en la simple dualidad: víctimas- victimarios del orden social reinante

Page 3: Tiuna El Fuerte: Juventudes otras  (jóvenes venezolanos de clases populares y proyectos culturales)

Debate

I.- Representaciones y discursos

II.- Intervenciones y abordajes

Desde el campo popular

Desde lo público estatal

III.- Etiologías

Paramilitarismo y narcotráfico

Drogas

Otros factores : La Milicia y El trabajo

Epílogo

2da Jornada : Testimonios y ponencias

Política Pública de Seguridad en el Socialismo, los problemas pendientes

Antonio González

Trabajo cultural y sociopolítico en la construcción del autogobierno comunal

Nathaly Mendoza

Comunicación popular y artes urbanas como espacios de reconocimiento e inclusión juvenil

Doris Ponce

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Debate

I.- Concepciones sobre el sujeto juvenil, la violencia y el barrio

Malandro Vs. Azote

Apología del malandro

Malandreo como código cultural

II.- Representaciones y discursos

Discurso mediático.

III.- Intervenciones y abordajes

IV.- Etiologías

Paramilitarismoynarcotráfico

Drogas

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Presentación

1era Jornada : Testimonios y ponencias

Cine violenteo para narrar la realidad

Jackson Gutiérrez

El Malandreo, una opción para los jóvenes

Olimpo MC

El discurso hegemónico estigmatizante: juventud-vio-lencia-inseguridad

Mireya Lozada

Transformaciones en los modos de ser malandro : 2 décadas

Andrés Antillano

INDICE

Page 4: Tiuna El Fuerte: Juventudes otras  (jóvenes venezolanos de clases populares y proyectos culturales)

“Después de 5 años, nos sentimos exigidos de hablar de nuestra ex-periencia, de producir un discurso OTRO sobre estos jóvenes, a partir de lo que con ellos hemos compar-tido y construido; un discurso sólido que luche contra la estigmatización que signa sus rostros y sus vidas, imponiéndoles un destino fatídico hecho de discriminaciones, explota-ción, humillación y en el peor, pero común de los casos, la muerte”

Con esta Jornada de Debate, Tiuna El Fuerte y Voces Latentes impulsamos la fundación del grupo de investiga-ción “JUVENTUDES OTRAS”:

“Somos nosotros mismos, dedica-dos a re-ordenar, re-pensar y cruzar nuestras historias de éstos últimos 5 años, para devolverlas hechas cono-cimiento, hechas herramientas, he-chas líneas analíticas para pensar y abordar a nuestros jóvenes, y conver-tidas en posturas alternas ante lo que hoy consideramos injusto”.

dinámicas de violencia dentro del barrio urbano contem-poráneo. Desde ese plano, buscamos generar inquietud y problematizar los enfoques hegemónicos que, simplificando las etiologías sobre el delito y la violencia, patologizan, cri-minalizan y estigmatizan a estos sujetos, cercando las posi-bilidades para una compresión más amplia y aguda sobre sí y, por ende, las bases para una política más acertada en la materia. La intension: proponer un espacio de reflexión, interrogación y debate que mirara hacia la construcción de un enfoque otro sobre la violencia, la pobreza, los jóvenes y la seguridad en Venezuela, a efectos de posicionarnos alternamente ante la controversial lectura de la violencia en las grandes urbes venezolanas y ante la necesidad de respuestas propias y coherentes al problema de la insegu-ridad ciudadana.

Este espacio de debate fue una consecuencia reflexiva del trabajo de dos organizaciones sociales: Voces Latentes y Tiuna El Fuerte, que desde el año 2005 se han dedi-cado a inventar, experimentar, vivenciar y testimoniar es-trategias de trabajo, de construcción y de transformación social junto a jóvenes transgresores de clases populares. Voces Latentes desde la Comunicación Alternativa y Popular, y Tiuna El Fuerte desde la reapropiación de las Artes Urbanas, han emprendido un recorrido empírico por los hábitos, lenguajes, estéticas, mañas y códigos de los indomables jóvenes que pare el barrio popular caraqueño. Desde ese lugar propusimos este espacio de réflexion:

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De allí que, el 30 de Mayo y el 21 de Abril de 2010 en las instalaciones del Núcleo Cultural Tiuna El Fuerte, abriera-mos un espacio de debate radical sobre la violencia y los jóvenes en Caracas, que buscaba, a través de un intencio-nado cruce de narrativas diversas y antagónicas, adentrarse en la especificidad de las prácticas cotidianas juveniles y sus sentidos dentro nuestras comunidades populares, re-saltando los afectos, alianzas y conflictos que plantean las

Es incuestionable la importancia del debate sobre «el ma-landro» como sujeto que se haya en el centro de las contra-dicciones de una sociedad que groseramente se desborda de desigualdades que producen violencias. Desigualdades que, al tiempo que producen dolor y rabia, permanente-mente nos interpelan sobre nuestro papel, sobre nuestro rol, sobre el lugar que decidimos ocupar como sujetos so-ciales y políticos en este país y en este mundo.

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«Malandros»: Identidad, Poder y SeguridadDesde dónde pensar la violencia, los

jóvenes y la seguridad en las urbes venezolanas

Jornadas de Debate

Abril-Mayo / 2010

Page 5: Tiuna El Fuerte: Juventudes otras  (jóvenes venezolanos de clases populares y proyectos culturales)

Presentación « pa’ todo aquel »

“Todo el mundo habla del problema de la inseguri-dad; las doñas se preocupan del chamo que está

achantado en la esquina que dejó la escuela, que no le interesa buscarse un trabajito y comienza a tener

junticas y a meterse en el lacreo. El gobierno se preocupa por la preocupación de la doña y por lo que

sale en los periódicos; pero quién ha escuchado lo que este chamo piensa, lo que a él le preocupa y por

qué ya no se ocupa de lo que debería ocuparse.

Ese otro sistema en el que anda ese menor que cre-ció y se crió en el barrio sin cancha alguna, ese me-nor que es el chamo sufrido por la pobreza, ¿cómo

es? ¿es malandro? ¿qué piensa? ¿con qué sueña? ¿qué quiere revolucionar? ¿qué piensa el barrio de

él? ¿qué es la realidad para él? ¿qué busca este menor? ¿qué cancha tiene de cambiarse a otro sis-tema? Éstas, fueron algunas de las preguntas que

aquí nos hicimos. Habló gente del barrio, gente de la universidad y gente del gobierno, la idea era que se encontraran y se escucharan mutuamente. Leamos

pues que dijeron estos panas sobre lo Malandro ”

Tiuna El Fuerte y Voces Latentes, Abril, 2010

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De modo que “Malandros: Identidad, Poder y Seguridad”, inauguró las actividades de este grupo de investigación, que desde una postura critica aspira, impulsar el debate sobre la violencia, la pobreza, los jóvenes y la seguridad en Venezuela, comenzando por interrogar sobre el sujeto: El malandro, el innombrable de la sociedad civil aterrorizada, el silenciando por el discurso de la seguridad ciudadana y demás poderosos discursos de saber.

Desde allí pasamos a preguntarnos y respondernos desde voces testimoniantes, voces inquietas y preocupadas, y voces interpeladas, sobre estos mundos y estos sujetos. En este escenario, ensayamos nuestras propias claves y salidas ante el callejón que el poder, investido de violencia y exclusión, constantemente nos levanta.

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JUVENTUDES OTRAS, optando por el estudio de los mun-dos de vida de jóvenes urbanos de sectores populares, se plantea las siguientes metas concretas de trabajo:

1. Crear un Centro de Documentación Especializada

2. Desarrollar Investigaciones regulares donde:

a. Privilegiaremos la sistematización de ex-periencias.

b. Abordemos líneas de estudio sobre ju-ventudes urbanas de sectores populares, en los siguientes ámbitos:

a. Culturas Juveniles

b. Violencia

c. Seguridad

d. Espacio público, arte y ciudadanía

e. Control Social

f. Políticas públicas

g. Medios, tecnologías y ciencia

3. Procuremos generar Publicaciones

4. Convocaremos espacios de encuentro, reflexión y debate.

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que tiene un televisor nuevo. Nosotros respetábamos a la gente de mi barrio. Íbamos pa’ la calle a robar, nos íbamos a robar y bueno, nos robábamos zapatos, en aquel tiempo me acuerdo que eran, los menorcitos, los sifrinitos usaban disc–man, bueno en aquel tiempo robábamos disc – man para poder comer. Cuando llegué con real en la casa mi mamá me dice: “Mira de dónde sacaste ese dinero?”. “No vale tranquila mamá que lo que estoy es trabajando”. Men-tira, lo que estaba era robando, no quería herir a mi mamá. Bueno y comencé a agarrar pistola, ya cuando tú agarras pistola tu piensas que eres Dios, ¿me entiendes? Y crees que tienes a Dios agarrado por la chiva. Comencé a estar en tiroteos, a estar con los panas, pero claro a mi me pusie-ron condiciones, como que los pranes me decían: “sabes qué chamo, lo que te voy a hablar es claro, si tú vas a estar con nosotros, tú no puedes estar robando a la gente del barrio, de tu barrio, no puedes estar metiéndote con la vecina porque si no te vamos a matar, aquí no queremos chigüireo, aquí lo que hacemos es defender el barrio”. Yo estaba agarrando el gustico, pero claro, yo nunca fui güe-vón porque yo nunca dejé los estudios. Yo pensaba era en mi mamá pues, que se jodía para trabajar por nosotros y bueno, comencé la delincuencia así hasta que le bajé cinco cuando mataron a mi pana. Antes que lo mataran le metie-ron un tiro en la cabeza y yo estaba ahí y entonces las últi-mas palabras que él me dijo fue: “sabes qué chamo, salte de esta vida, si no, no vas a llegar ni a los quince”. Y yo coño, yo cagado. Y me dejé de eso, gracias a Dios. A los

mi hermano también estudiaba y caimos en un nivel econó-mico muy bajo. Entonces yo pasaba demasiada hambre, o sea, nunca comía bien, nunca bebía bien, nunca tenía dinero, entonces imagínate, yo veia a los demás chamos vistiéndose bien, comían su comida al tiro y yo lo que comía era arepa seca con agua. Entonces esos son rencores que a nivel de tiempo uno va agarrando. Uno le pide ayuda a la sociedad y los vecinos lo que hacen es criticar a uno. Buscaba trabajo pero nunca me dieron porque como era un carajito, por la presencia, porque necesitaba estar bien vestido, me entiendes?, entonces, lo que me tocó fue ro-bar. Un pana mío que está muerto, que lo mataron hace unos años atrás, él fue el que me enseñó a mí la calle, me enseñó lo que es la vida, cómo es ganarme el respeto, entonces él un día me dice: “sabes qué chamo?, vamos a robar porque no aguanto el hambre y quiero vestirme bien, y quiero ayudar a mi mamá, porque mi mamá está enferma, tiene cáncer, y bueno tengo que comprarle las medicinas y salen caras”. Y yo le dije: “¿sabes qué chamo?, el mío, yo no soy chigüire, yo no voy a robar pobre”. Entonces me dijo: “¿tú eres gafo?, vamos a robar es ricos, pa´convertirnos en ricos, no robes al pobre porque pobre te quedas”. Ve, entonces nosotros nos la pasábamos por ahí por la vereda antes de robar y los sifrinitos, las sifrinitas nos decían: “esos tierrúos, esos mal vestidos, esos del cerro, y cónchale eso era bueno…uno pasaba arrechera pues…a medida que pasaba el tiempo comenzamos a robar, pero nunca robá-bamos a la gente. No, nada de eso de robar a la vecina

todo eso y no pasan de 15 años de edad, que ya a los 13 andan robando, jóvenes que andan recogiendo latas sin ningún tipo de apoyo de la comunidad. A veces los padres no tienen la culpa que los hijos se vayan a la calle. Bueno yo quiero mostrar todo eso con mis producciones.

El Malandreo, una opción para los jóvenes

OLIMPO MC, rapero, habitante de El Valle-Caracas, participante de la

Escuela de Hip Hop de Tiuna El Fuerte

Yo vengo aquí a hablar con mi opinión sobre qué es el malandro y por qué los jóvenes se meten al malandreo, por qué es una opción. Ya que la sociedad dice que que los malandros son unos asesinos, somos unos ignorantes, que somos unos tierrúos, eso es lo que dicen, pero nunca dicen por qué es el motivo que uno se mete a esa vida, siempre andan criticando, pues yo vengo a hablar por lo menos de mi vida. Yo cuando comencé con esa vida fue por un motivo, cuando mi papá se metió prácticamente y totalmente en el alcohol. Mi mamá trabajaba, bueno, traba-jaba de cocinera, mi hermana trabajaba en la universidad,

1ra Jornada de Debate30/Abril/2010

TESTIMONIOS Y PONENCIAS

Cine violento para narrar la realidad

JACKSON GU-TIERREZ, barbero y

cineasta, habitante de Petare, productor

de Ávila TV

Hago cine violento, porque reflejo mucho lo que es la vio-lencia en los barrios, transmito la violencia para que los jóvenes se vean reflejados en ese concepto que grabo pues. Y enseño la realidad de la violencia para que se vea lo que se está viviendo en nuestro barrio, porque mucha gente que ve los barrios de afuera, no saben lo que viven las personas. Ven a un malandro y los discriminan, pero no saben por qué ese joven roba, no saben por qué ese joven no come en su casa, no saben por qué ese joven no cuenta con el apoyo de sus padres. Hay jóvenes que viven

JACKSON GUTIERREZ, barbero y cineasta, habitante

de Petare, productor de Ávila TV

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ellos son ellos y esa no es la solución. Buscar y matar la gente. Eso no es así. Por qué mejor no envían los policías y construyen canchas o construyen escuelas pa´ que los cha-mitos crezcan desde pequeños tengan una educación. Hay muchos chamos que su educación no es ni un maestro, ni un cuaderno, ni un lápiz, sino que su educación es pasar hambre. La educación de ellos es pasar hambre, estar en un container buscando comida pa´poder comer. Esa es la educación que se les da de pequeño, la calle. No sabe leer, no sabe escribir porque nadie le enseñó, porque nunca hay un policía que suba al barrio y diga: “sabes qué chamo, no vengo a matar a nadie, sabes qué, vengo a construir escuelas pa´cá”. No, lo que vienen es: “maten a ese poco e´coño e´madres”. ¿Por qué no dicen que los empresarios, los que tienen millones, cinco mil millones en el banco, son los culpables de eso, los generales, los militares?, ¿Tú crees que un malandro que vive en un ranchito, que tiene un tres ochito carapelao y vende treinta bolsas a la semana, tú crees que tiene los reales y los contactos para comprar cinco mil toneladas de marihuana y de perico y pasarla por la frontera y comprar y sobornar a todos los guardias? ¡Eso es mentira! ¿Quiénes hacen eso? Los tipos que viven en el Este (de la ciudad), los que viven en La Castellana, los que tienen sus altos carros, los que tienen guardaespaldas, esos políticos. Hay políticos que son periqueros, pero eso no importa, ¿Por qué no hablan de eso? No, sino que se van es pal´ barrio y se agarran es con el barrio.

policía, a los policías les decían “los pantaneros”. No sé si escucharon de los pantaneros, unos asesinos, esos son los peores malandros que hay, esos sí son malandros. Y fueron y bueno, fueron y mataron a todos los malandros, mataron a cuatro hermanos. Yo me acuerdo que ese día, uno de ellos no se quería morir, no sé, le metieron como veinticinco tiros y el tipo vivo, hasta que le alzaron los pies pa´ que se ahogara con la sangre, pero el chamo no se moría. ¿Qué hicieron los tipos? Lo arrodillaron y le cortaron la cabeza con un machete.

Prácticas policiales y delincuencias invi-sibles

¿Cómo tú vas a mandar unos policías a matar gente así chico? Entonces la gente sale en los noticieros: “que hay tanta delincuencia…que azotes de barrio…que yo no sé qué…que están matando muchos policías…” coño, ¿Por qué tú crees que están matando los policías? Hace dos semanas en mi barrio mataron a un chamo sano, era deportista, qué pasó…que los tipos estaban buscando a quien matar, a quien rebuscarse y como el tipo no era malandro y tenía su expediente limpio, ¿sabes qué hicieron? Lo mataron y le pusieron una pistola encima. El hermano de ese tipo buscó ese policía y lo mató, porque la sangre duele. Los policías se creen dioses, que

bajaban en el mercado de Coche vendiendo papa y vaina, y se ganaban la vida bien pues. Los chamos se cansaron de tanto que los robaran, que les mataran un hermano, y coño, la sangre duele me entiendes? entonces los cha-mos decidieron comprarse sus pistolas, pero como no eran malandros, no tenían condiciones aquí. Mi papá les consi-guió pistola, pero claro los tipos no eran azotes de barrio ni nada, lo que querían era matar a los tipos esos. Pero algo que digo yo, que cuando tú te montas en ese carro pa´que bajes, hay tres formas: muerto, que te vayas del barrio o que termines en la cárcel, y si acaso es que dures en la cárcel vivo, gracias a Dios yo nunca caí en eso. Bueno, y los chamos defienden el barrio y vaina pero ellos pusieron una condición a la gente de ahí, que ellos no iban a vender droga. Entonces, la gente decía: “¿coño por qué no van a vender droga y vaina?”. Y ellos decían: Yo voy a ser malan-dro pero por un motivo, pa defender mi barrio, pa defender mi mamá y mis hermanas que están ahí, porque no me voy a calar que me estén violando a mis hermanas. Los cha-mos no vendían droga, porque no querían dañar la juventud allá y no querían dañar a los carajitos, si los carajitos se querían dañar que se dañaran en otro lado, pero ahí no. La gente los viernes hacía una baca para darles dinero a ellos para que le dieran a sus mujeres y para que compra-ran el alimento de las pistolas. Al tiempo, la leyenda de los gochos fue tan grande que los malandros de arriba no se llegaron pa´ bajo porque les dio miedo, claro, como siempre en un barrio siempre hay un sapo, entonces los pichó pa´ la

dieciséis años estoy tranquilo en mi casa y bueno, mi papá, por culpa e´mi papá yo también estaba metido en eso, y mi papá lo que habla es el puro malandreo. Sabes qué es que tú estás tranquilo en tu casa viendo televisión y venga tu papá y te diga: “sabes qué chamo, te tengo un regalo”, y yo, verga yo pensé que era real, un par de zapatos, una vaina, entonces tu sabes qué es lo que era, una pistola, una pistola y una caja de balas ¿qué papá le regala eso a uno? Eso es mentira, y un chamo de dieciséis ¿qué va a hacer con una pistola? Entonces bueno yo empecé esa vida así y le bajé dos fue por mi mamá, y la supe llevar. El pana mío que mataron era rapero, y el pana fue el que me inició con el hip – hop, entiendes? Él me dijo: “tú sabes qué chamo, vamos a rapear mejor, pero vamos a robar y vamos a reunir unos reales y hacemos un cd. Pero nunca lo logró porque lo mataron y ahorita es que yo soy rapero y canto, canto la vivencia, lo que se vive en mi barrio.

Me gustaría contar una pequeña historia, de unos pani-tas que mataron no hace mucho, de mi sector de la calle dieciocho, le decían “Los Gochos”. En mi barrio hubo un tiempo en que no había malandros, no había malandros ni nada porque los policías los habían matado. Habían unos azotes de barrio de otro sector que iban a mi barrio a violar las carajitas, a meterle cachazos a uno porque uno vivía ahí. Uno estaba jugando futbolito y de repente bajaban los tipos a echarnos tiros, más de una vez mataron a un depor-tista. Habían cuatro hermanos que, yo me acuerdo, tra-

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En busca de respeto y de los billetes

Bueno y la segunda pregunta que le hice a él fue ¿por qué los jóvenes se meten a malandros? O ¿por qué los jóvenes se meten al malandreo?

(Audio 3): Bueno… respeto, fama, territorio, poder, ya que todo es eso hermano, hay que ir en busca de los verdes… el billete.

Como dice él, el respeto, en busca de los billetes, en el barrio no es que “voy a ser malandro, tengo una pistola y vendo droga”. Eso es mentira. Tú tienes que ganarte, pelear, caerte a puñaladas, matar gente para poder vender lo tuyo ahí, porque mientras tú vendas y los otros malandros vean que tú tienes tu carrito, tú jevita bien, lo que quieren es volarte el coco pa ver que te hacen con la plaza. Eso es la competencia, eso es la selva de cemento, el león más fuerte y más vivo es el que sobrevive.

Malandreo, pobreza y consumo

“Si yo no tengo quién me de, tengo que ganarme lo mío, como sea, yo quiero tener lo mío y eso es todo”

¿Por qué jugársela en las calles?

Entonces, la segunda pregunta que yo le hice al pana fue: ¿Por qué te metiste a malandro?

(Audio 2): ¿Por que me salió jugármela en las calles? coño por mi padrastro papá, mi padras-tro es una lacra y bueno. Como mucho padrastro que hay por ahí, que les gusta es darle coñazo a sus hijos, darle coñazo a su mujer y mandar a los carajitos pa`la calle y que le traigan plata pues, bueno… entonces… bueno… yo no me calé esa güevonada porque mi mamá también estaba… y bueno, yo me fui pa´la calle a jugarme la mía.

El dice que por la culpa del padrastro fue que él inició la vida del ma-landreo. Cheíto coño, el pana mío que está muerto, que ojalá esté allá arriba. El papá le metía golpes, le metía, le decía: “anda y búscame la botella”, “coño es que no tengo real”, “anda y busca como sea, roba, como sea, pero tráeme mi botella e´caña”. Por eso cuando el chamo se montó con la pistola, lo que hizo fue matar al papá, bueno al padrastro. Bueno… porque coño, por más que sea, madre de uno es una sola y la madre de uno duele. Tú desde pequeño ves que ese coño e´madre que no es familia tuya, que no es sangre tuya está mal-tratando a tu mamá, y no puedes hacer nada porque eres un carajito y ¿qué vas a hacer? Cuando tú creces lo que tú quieres es matarlo, me entiendes, eso es lo que pasa.

tendiendo, entonces hay mucha diferencia entre un azote y uno, porque uno no está pendiente de eso…vamos a estar claros…”

Bueno, eso fue lo que me respondió él, a su criterio, lo que ha vivido él allá arriba pues. Que el azote de barrio es el que se mete con el otro, o sea tú eres mi vecina y te compraste un televisor plasma de cuarenta y cinco pulgadas, y yo lo que tengo es…una vaina ahí y no veo televisión pues, con eso te digo todo, y yo con la maquinaria… “sabes qué, voy a esperar que la vecina se vaya para el trabajo, me voy a meter y le voy a robar el televisor”. Eso es un chigüire, porque si tú eres malandro y tú has sufrido, yo no quiero que tú sufras tanto. Entonces, si tú eres malandro, coño, roba al que tiene real, roba al que dice que nosotros somos unos animales, los que envían a los policías pa´ lla arriba pa´ que nos maten, no robes al vecino ni nada. ¿Por qué yo digo eso? Porque a veces es necesario robar al que tiene, porque esa persona, o sea, vive la vida por vivirla, porque hay chamos que de niños son ricos ves, tienen millones, y en verdad no saben qué es el sitio de la vida, no saben qué es pasar hambre, no saben qué es sudarse la papa pa´poder comer, pa´comprarte unos zapatos. No saben eso porque le dicen al papá: “coño papá sabes qué, voy a salir con la novia pal´ cine, dame cinco millones”.

Malandro y azote

Bueno, yo hice dos entrevistas a unos panas míos que son malandros allá arriba. Le pusimos un efecto de voz, porque así fueron las condiciones que ellos me pusieron, porque son malandros ¿me entiendes? Ellos no pueden dejar que su voz se escuche así porque son malandros.

“Un azote es el que está pendiente de qui-tarte los zapatos, un reloj. Un azote, es un chigüire”

Bueno la primera pregunta que yo le hice al pana fue: ¿cuál es la diferencia entre malandro y azote? Entonces él me respondió este beta, suéltalo ahí costilla

(Audio 1): “malandro…malandro serio es uno pues, pendiente de que los mamagüevos no se la coman pa´cá, tú sabes como es uno, ¿no?... seriecito, tranquilito, y con usted nadie se mete mientras uno esté por ahí, una seriedad, un res-peto. No esa gente que dice: “coño me robaron los zapatos”…ese es un azote, un roba cartera, es el que está pendiente de quitarte los zapatos, un reloj. Un azote es un chigüire, me estas en-

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El consejo malandro

Bueno, y la última pregunta es ¿qué consejo le das tú a los chamos del barrio pa´que no se metan a delincuentes pues, cuál es la solución que él da, entonces él dijo:

(Audio 8): Oye hermano, estudiar, estudiar, como lo veo es una opción, pero limitado, a todo el mundo le gusta el poder, hay mucho joven que viene con eso en la sangre y tambièn es màs que todo que bueno… que tú eres un carajito normal, un chamo, te matan un familiar que no tiene nada que ver, tú te llenas de rencor también… y bueno… como tú me dices herma-no… bueno… todos los jóvenes… estudien… sean alguien.

El discurso hegemónico estigmatizante: juventud-violencia-inseguridad

MIREYA LOZADA, Psicóloga Social, profesora uni-versitaria, investigadora del Instituto de Psicología de

la Universidad Central de Venezuela

Bueno, después de estos testimonios, después de estas historias, después de estas vivencias, de estas imágenes, de esta fuerza y esta vivencia que nos muestran Jackson

(Audio 6): Bueno, también pudo haber sido por eso, no tenía un apoyo económico, como quien dice, pero también es porque bueno, es la vida que me gusta, la vida que elegí y lo que me gusta hacer, me gusta es vivir a todo riesgo, jugarme todo por el todo.

Entonces tú sabes que hay mucho tipo de malandro, en-tonces, hay mucha gente aquí que no sé si sabe cuánto tipo de malandro hay en la vía, en el barrio, porque uno en la calle es un malandro, en el barrio es otro y en la cárcel es otro. Entonces yo le dije: ¿Qué tipo de hampa eres tú, eres chigüire, jíbaro o qué eres tú, qué vaina eres tú?... entonces el mío me dijo este beta:

(Audio 7): Bueno, yo soy es del lacreo, yo confío con mi gente. Aquí los chigüires, aquí no hay chigüireo, ni bataneo, este es un hamponeo serio como se dice. Que tengo problemas con dificultades con otros ham-pas, eso es normal porque ellos están en mi territorio, mi plaza… y bueno… pero este es mi terreno y yo te digo, yo lo que ando aquí es en la lucha, yo ando aquí es con mi gente hermano.

aunque sea y completes pa´que te compres aunque sea un pan”. No sé si ustedes se han vacilado en el metro que hay gente que pide real: “coño dame mil bolos vale pa´poder comer”. Y la gente, no, “anda a trabajar… que no sé qué”. Agradece que ese chamo lo que está es pidiendo y no te está poniendo una pistola en la cara pa´robarte. La gente no ve esa vaina.

La otra pregunta que le hice al chamo fue: ¿Por qué te metiste a malandro?

(Audio5) Las vainas empezaron porque yo soy hijo de una familia humilde, somos 8 hermanos, vivía con mi pure, normal, ahí nosotros, pero a mi pure no le alcanzaba pa´todos, pa´los estudios. Yo no estudié, es más, no tuve cómo estudiar. A los 8 años me tocó salir a ganarme la vida, primero empecé trabajando con mis tíos, pero yo lo que necesitaba era billete pa´ayudar a mi familia, porque bueno, uno tiene que comer como te dije. Empecé a robar y le ví los resul-tados, en esa es la que estoy yo ahorita hermano, normal, (montado) y relajado.

“Me gusta es vivir a todo riesgo, jugarme todo por el todo”

La otra pregunta que le hice fue: ¿te metiste a malandro por falta de real?

Y la segunda pregunta que yo le hice a ese chamo fue: ¿Tú crees que influye la pobreza y el sistema y las clases sociales para que los jóvenes se metan a esa vida?

(Audio 4): Coño bastante convive, porque bueno, a uno no es que le guste esta vida, pero la situación lo lleva a uno a cometer hechos que uno no quiere pero que a la final se gana uno la vida como cualquier otro. Sabes qué ¿cómo es eso convive, el que tiene real no le da a uno un apoyo a uno cuando está chamo que lo necesita y bueno, uno tiene que comer, ¿tú crees que el que tiene plata es mejor que yo?... no vale, eso no es así,sabes que uno bueno, agarra rencor y todo y bueno… tú sabes son vainas que uno… y le influyen a uno a ser más violento con la otra persona, a robar al que tiene pa´uno también tener, entiende… porque si yo no tengo quién me de, tengo que ganarme lo mío, como sea, yo quiero tener lo mío y eso es todo.

Bueno, él dijo eso porque suponte que tú te estés comien-do una arepita seca a las 7 de la mañana y a las 6 de la tarde tú estás es pegao en la calle, con hambre coño y no tienes ni mil bolos pa´comprarte ni un caramelo. Entonces, tú vas caminando en la calle y tú ves cualquier tipo comié-ndose alta hamburguesa y coño… por más que sea que… Nadie es capaz de decirte: “Coño, sabes qué, toma 3 lucas

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que se la pasa en los malos pasos, como robo, violación, droga, que utiliza tanto personas jóvenes como mayores, sean personas de mal o de buen aspecto, tanto como para su profesión como para la mujer que se llama “malandra”.

Bueno, y así podríamos seguir largo rato, describiendo cuáles son las imágenes, los estereotipos, las represen-taciones que del malandro, de los azotes y de los jóvenes de los barrios populares se transmiten en los medios, se transmiten en la web, se transmiten por diferentes medios.

“(El joven) es el chivo expiatorio que justifica la incapacidad de los sistemas políticos, que le ha impedido resolver problemas de pobreza, de exclusión, de marginalidad socio-económica y socio culturales de amplios sectores de la po-blación”

Y ¿qué es lo que nos dicen esas reproducciones, esas imágenes de estos jóvenes? Nos hablan de una juven-tud, y asocian a ella entonces: irracionalidad, criminalidad, desadaptación, pobreza, crimen, delincuencia, violencia. Entonces, se conjuga una tríada: JUVENTUD-VIOLEN-CIA-INSEGURIDAD, esa es la tríada que últimamente está

Imágenes y representaciones sociales del malandro

¿Qué dice la gente cuando se les pregunta sobre qué es un malandro?: “creo que sólo están en los malos pasos, no van siguiendo las reglas de la vida”; “persona del mal vivir, achorado, malintencionado, delincuente, inadaptado, malviviente, achorado, persona mala, por eso MAL-ANDRO. “Yo soy rapero y quiero que quede muy claro que los malandros se visten muy parecido a nosotros, pero los raperos no son malandros. Los malandros por su definición, hacen mal-dades y los raperos hacen rap o escuchan rap”; “persona de mal aspecto como los choros”; “ratas de dos patas”. También descalifican con ese pseudónimo a los del crimen organizado, a los traficantes de drogas, armas, personas, secuestradores, también se usan las palabras “lacra”, “mal-vado”; “aquellas personas que utilizan mal las palabras o léxico, que actúa como un callejero”.

Así habla un malandro: “”¿Cuál es el güiro?”, “¿te fumaste una lumpia?”, “Échale fuego”; “callejero”; “persona de as-pecto peligroso”; “indígena de alguna región de Latinoamé-rica”; “indio”; joven de escasa economía y cultura, que anda por la mala vida”; “generalmente metido en drogas, pega-mento, pasta, base, y que acostumbra a robar”; “el otro día me metí en el parque y tres mañaneros me afanaron”; “creo que sólo están en los malos pasos”; “generalmente persona

ya nos mostraba el demo de Jackson:

“Linchan y prenden fuego a un malandro en El valle. Los vecinos del barrio El 70, situado en la parte más alta de la parroquia El Valle de Caracas, lincharon, y posteriormente prendieron fuego a uno de los azotes que los mantenía en constante zozobra”. “Malandros transforman en zona roja la calle principal de El Valle del Espíritu Santo”. “Banqueros corruptos se disfrazan de malandros para pasar desaperci-bidos” (esto es una burla en una página web)”. “Malandro mata a comisario jubilado del CICPC”. “Así lloran los malan-dros: un accidente en motocicleta deja mutilado a uno de ellos”, una imagen de la pierna cercenada, una imagen con suficiente sangre y suficiente color, de las formas amarillis-tas y de las formas escandalosas con que presentan buena parte de los medios estas expresiones de violencia juvenil.

“Caracas acaba de salir catalogada por un estudio recién publicado, como la ciudad más insegura del mundo, por de-lante de Ciudad Juárez y Bagdad, segunda y tercera, res-pectivamente. “Es fácil decir que una pseudoreligión, que pone en los altares asesinos y niñatos narcodelincuentes iba a triunfar, los santos malandros cada vez ganan más adeptos y más muertos para su causa”, están haciendo referencia a los Santos Malandros de la Corte Malandra como ustedes saben.

y Olimpo, de verdad que uno se queda como sin palabras. Cuando el joven que invita Jackson a conversar con noso-tros, a acercarse a la cámara, nos dice: “Acércate y ve, ve cómo vivimos, ve cómo sentimos, ve lo que hacemos, ve cómo sufrimos, ve lo que disfrutamos”. Y cuando los jóvenes que Olimpo entrevista nos dicen por qué se meten a malandros, por qué el malandro se convierte en una opción, por qué ser azote significa finalmente ser alguien. Dicen ellos que “porque nos tocó”, además, para buscar alternati-vas y formas desde el reconocimiento y de sobrevivencia en muchísimos casos. Nos están mostrando una parte que no vemos, que no vemos en general, porque lo que nos llega es lo que recibimos a través de los medios. Los que no vivimos en los barrios, los que no estamos en contacto con esa vivencia cotidiana, esta forma de organización, de rela-ción, de intercambio, no tenemos idea de lo que ocurre en los barrios populares y los medios de comunicación sobre todo, se encargan de transmitir otra imagen, unas formas de interpelar y de mirar esta población, que han denomi-nado “la delincuencia juvenil”, “la violencia social”.

Crónicas mediáticas

Voy a leer algunas de las expresiones que utilizan los medios para referirse a los malandros, a los azotes, a los jóvenes de los barrios de Caracas, y de los sistemas que se dan y que

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cial, que un poco se preocupa de ver que es lo que pasa entre la gente, de qué manera la gente vive estos procesos, de qué manera los siente. Creo que esa criminalización y esa satanización de distintos sectores sociales, en gene-ral, pero sobre todo de los sectores populares, pero sobre todo de los jóvenes que se reconocen o que se les atribuye el mote de azotes, de malandros, es importante tratar de comprenderlos desde otra mirada, como decía, cosa en la que contribuyen estos espacios. Pero, ante esa sata-nización, esa hiperrepresentacion de la delincuencia, de la inseguridad y de la exacerbación del miedo y del temor, del odio, de la revancha, que se genera en esta transmisión de representaciones e imaginarios tan estereotipados de los sectores juveniles, solamente creo yo que una de las alter-nativas es que los mismos jóvenes, estos mismos espacios presenten otra mirada, otra lectura, otras imágenes.

Creo que también es importante para nosotros reflejar de qué manera estos espacios, estos lugares de reflexión y de trabajo, nos permiten dialogar entre nosotros y entre distintos grupos. Porque es lo que tengo entendido que ocurre permanentemente acá, y no solo acá en el sector de El Valle y de Coche, sino en el resto de la ciudad, es que ¿de qué manera estas expresiones están haciéndose eco o no de una estrategia de vanguardia alternativa, tanto política como sociocultural? Pero ¿de qué manera -y eso sí me preocupa, y me preocupa porque lo hemos vivido en algunas de las comunidades con las que hemos traba-

están excluidos de esa justicia, de esa equidad, a su vez hay algunas otras problemáticas que tienen que ver con este fenómeno de la violencia juvenil, que es la exclusión de los mercados de trabajo, las formas entonces de trabajo informal que tienen que desarrollar los jóvenes, sobre todo por el alto nivel de desempleo juvenil; la falta de confianza en las instituciones que ya decíamos.

Espacios alternativos que generen miradas Otras

Pero hay, y vamos viendo de qué manera se van creando, formas creativas, éticas y estéticas de los colectivos juve-niles excluidos y marginados para participar, para realizar acciones locales, para avanzar hacia otras rutas y otras vías alternativas a esta problemática que se confronta.

Creo que este lugar y esta experiencia, varias de las que se desarrollan acá, justamente contribuyen a eso. Esta es una alternativa de inclusión y de voz, y que permite dialogar espacios tan distantes como los nuestros, los académicos. Los espacios en los que intentamos comprender y abordar esta problemática, y lo que son los propios jóvenes que viven en los barrios, que están enfrentando situaciones de marginalidad, de exclusión y de violencia permanente, y que a su vez, son excluidos de otros espacios en los que ellos pudieran participar para buscar alternativas.

Una cosa que me interesaba destacar desde lo que es mi área de trabajo que es la psicología política, psicología so-

La violencia, sus interpretaciones y sus sentidos

Pareciera ser que la violencia se nos vende como una fa-talidad, una fatalidad genética o social, como una cultura de la cual no podemos escapar. Y lo que queremos acá destacar, es la naturaleza social, histórica, política, de la violencia. Hay unas condiciones económicas, políticas, culturales que contribuyen a su aparición y que sustentan su mantenimiento. También decía olimpo, de qué manera los roles policiales, las redes de poder, otras formas de violencia que están presentes en nuestra sociedad, no se nos visibilizan. Se visibiliza la violencia juvenil, se visi-biliza la delincuencia, la inseguridad y los temores que ella genera. Vemos entonces también, lo decían ambos, que la violencia constituye un modo de expresión, una estra-tegia de acción y reacción, una forma de existencia social y de socialización, que es funcional para el grupo y para el joven. Son espacios y estrategias de identidad, de recono-cimiento como jóvenes, como ciudadanos, que se dan en esos espacios, en esos contextos de exclusión. Pero que, a su vez, toman nuevas formas de indefensión y de pobreza y, además, se duplica la violencia. Hay, también en todos los procesos, una distancia cada vez mayor de los jóvenes de los sectores populares con las instituciones, porque han perdido la credibilidad en ellas, porque las instituciones los criminalizan, porque las instituciones y, sobre todo, los sis-temas policiales y judiciales los acosan y además los agre-den antes que brindarles opción, ofrecer altenativas. Ellos

presente en el imaginario colectivo, en los medios colectivos que ante esa inseguridad se genera y se destapa una serie de procesos sociales de diferencias y de ataques contra los sectores populares. No sólo de los sectores policiales, sino incluso dentro de las mismas comunidades porque hay en-tonces linchamientos, hay una justicia por la propia mano. ¿Qué es lo que está ocurriendo en este contexto, en esta pro-blemática, en este intento por comprender esta problemática?

Una estigmatización y una criminalización de la juventud como violenta, es lo que veo. Hay una creciente violencia hacia los jóvenes, hay una represión del joven como crimi-nal, construida por el propio contexto latinoamericano y el venezolano no escapa a ello.

Finalmente es el chivo expiatorio que justifica la incapaci-dad de los sistemas políticos, que le han impedido resol-ver problemas de pobreza, de exclusión, de marginalidad socio-económica y socio culturales de amplios sectores de la población. Pero, sobre todo, y lo dice Olimpo, lo dice Jackson, lo dicen las personas que entrevista Jackson y Olimpo, como es que llegan las personas a satisfacer necesidades de educación, de recursos, de creación, de reconocimiento, de recreación, de familia, de cantidad de carencias y situaciones de exclusión que han vivido durante su vida. En el caso de la niñez, decía Olimpo cómo es que a temprana edad, toman, optan o son conducidos, a veces involuntariamente, a tomar por esa opción porque es “lo que está allí”.

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se adapta a la vida de la ciudad. Yo diría que el malandro aparece en esta doble relación de inclusión-exclusión o in-clusión subordinada y resistencia-acomodo, es digamos la doble agua, la doble dinámica, el terreno pantanoso y móvil donde aparece la figura del malandro, particularmente del malandro viejo.

“El malandro escoge entonces la exclu-sión desafiante a la inclusión subordina-da”

El malandro viejo se definiría porque rechaza las pautas culturales de la inclusión subordinada, rechaza por ejemplo la escuela, no participa en la escuela que lo prepara para ser mano de obra barata. Rechaza las explotaciones del mercado laboral; el malandro viejo no trabaja, se niega a entrar en la lógica de la explotación, no participa en el espa-cio público domesticado. No participa en la industria cultural convencional, genera su propia cultura, periférica a la in-dustria cultural convencional. El malandro escoge entonces la exclusión desafiante a la inclusión subordinada. De allí, una de las acepciones del término malandro-malandreo es el desafío, la trasgresión a los órdenes subordinados, a la autoridad, a la jerarquía, a la moral convencional del inmovilismo y el acatamiento-obediencia. El malandro viejo invierte los signos de la autoridad y las relaciones de poder,

El malandro viejo: el contrapoder

Lo que habría que empezar diciendo es que entre ciudad y barrio no hay una equivalencia de igualdad, más bien son relaciones de exclusión, de dominación por parte de la ciudad hacia el barrio, insistencia y acomodo del barrio hacia la ciudad. El barrio está excluido de la ciudad, el barrio prolifera en los márgenes, no sólo en los márgenes geo-gráficos, sino en los márgenes legales, en los márgenes económicos, en los márgenes sociales, en los márgenes urbanos. Pero, el barrio, además de este proceso de exclu-sión, está incluido en una relación de insubordinación, en una relación de dominación, el barrio de algún modo existe porque produce la plusvalía de la ciudad, utilizando un símil propio del marxismo, el barrio es a la ciudad lo que el obrero es a la producción capitalista. Es lo que permite, lo que posibilita la plusvalía de la ciudad, la plusvalía urbana. En el barrio viven y perviven los que producen y reproducen la ciudad pero no pueden vivir en ella. La plusvalía económica, lo que genera una riqueza que no les pertenece; la plusvalía política, el barrio siempre fue usado como masa de manio-bra electoral, la gente del barrio votaba pero no decidía; y por último, la plusvalía del deseo, el barrio produce bienes y servicios que la ciudad permanentemente demanda. En el barrio se está excluido y a la vez incluido en una estrategia subordinada de dominación; por parte del barrio, la relación es de resistencia a esta relación de dominación y exclu-sión, pero también de acomodo, de moverse y de ver cómo

Bueno, muchísimas gracias por la invitación, creo que es un tema poco planteado, es un tema que visibiliza al joven o bien como un objeto del mercado, de la industria cultural o bien como objeto de las políticas de criminalización. No hay una aproximación que intente develar al joven, sobre todo al joven popular, al joven urbano popular, desde una dimensión mucho más real, mucho más vinculada con sus procesos, así que creo que este debate en sí mismo, la convocatoria del debate ya es un aporte muy importante.

Yo lo que quiero señalar, lo que quería muy brevemente es proponer algunas consideraciones, algunas ideas sobre las transformaciones del modo de ser del malandro en los últimos 40 años, 30 años, realmente desde los últimos 20 años y su relación con transformaciones sociales más amplias. Son, más bien, ideas muy preliminares, son ideas que ojalá puedan ser completadas por ustedes más alla de lo que yo pudiera señalar.

Intento plantear ahí, como tres tipos, tres expresiones del modo de ser malandro que se han transformado en el tiem-po, que no son puras, las planteo de manera abstracta, pero por supuesto no están libres de las propias contradicciones, de las propias mezclas que en la práctica se pueden dar. Una es el “malandro viejo”; otra es una que he denominado el “pistolero”; y por último utilizando un símil de la cárcel, un símil carcelario, es el “Pran”, y que puede entenderse una sucesión en el tiempo, pero que por supuesto perviven elementos de uno y otro de manera simultánea.

jado- están afectándose por los conflictos de poder, por las divergencias en las estrategias de los grupos de poder político? ¿De qué manera se están afectando estas inicia-tivas, con los niveles de corrupción interna en las organi-zaciones que apoyan o que acompañan estos procesos? ¿De qué manera también se utilizan de forma instrumental estas expresiones, y cómo ello tiene un impacto a veces y genera fragmentaciones internas de los grupos y movi-mientos? Sobre todo de los movimientos juveniles y de la participación de esos jóvenes en espacios de acción y deci-sión política. Creo que es importante, y bueno creo que no nos queda de otra, creo que más importante que lo que podamos decir, es conversar y compartir con ustedes que están viendo esto, qué están pensando, y sobre todo, con los jóvenes que nos acompañan: ¿De qué manera pode-mos acompañar la promoción y la defensa de los derechos políticos, sociales, económicos y civiles de los diversos sec-tores sociales de la población venezolana y sobre todo, de los jóvenes?

Transformaciones en los modos de ser del malandro: 2 décadas

ANDRES ANTILLANO, criminólogo, investigador Ins-tituto de Ciencias Penales de la Universidad Central

de Venezuela.

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so de fragmentación, de ruptura social, en el mismo barrio convive un obrero que cobra 15 y último, y en ese sentido tiene un grado grande de inclusión, con un joven que jamás en su vida va a conseguir trabajo. Esto termina disolviendo los vínculos sociales en las clases populares, la sociabilidad que funda, que permite, que hace posible la comunidad. El delito en este tiempo, en este período, se cierne sobre sí mismo, se vuelve hacia el barrio, ya no es el delito inter-clase –el malandro que comete delito fuera del barrio, como estaba contando Olimpo, a los sifrinos, a las clases altas- sino es un delito contra el barrio, un delito intraclase, en que la comunidad es la víctima. Comienza a proliferar una violencia expresiva. No es una violencia por ejemplo para robar, que supone un grado de violencia, sino una violencia que parece tener un fin en sí mismo, que se vuelve expre-siva, que se vuelve un símbolo. La violencia se convierte en un mecanismo utilizado que se espera para convertirse en alguien, para recibir respeto y reconocimiento, es decir, es un mecanismo espúreo, es desesperado, extremo, para aquel que no es nadie, que no cuenta socialmente, que no participa en los mecanismos que otorgan identidad y reco-nocimiento y se convierta en alguien.

Ya no es un acto contra el poder la violencia, sino ya es un acto contra el igual, el malandro ya no actúa contra el poder, sino contra el otro, contra su par, es una violencia horizontal, que se convierte en una fuente de respeto y de defensa contra el irrespeto. La violencia, en suma, es una

dan dos procesos definitivos que transforman el barrio, y las relaciones entre el barrio y la ciudad y transforman el rol del malandro, son los procesos de exclusión y fragmen-tación. Por un lado la exclusión, la mayoría de los jóvenes están fuera de los mecanismos de inclusión simbólica, la educación, la cultura, de inclusión laboral, económica, tra-bajo, por los altos niveles de desempleo y del consumo. Las dinámicas que definen la inscripción social, te conceden reconocimiento e identidad, es decir, ser alguien, están bloqueadas por los procesos de exclusión que se gene-ran. Así que el joven del barrio no es nadie, están muertos socialmente antes de que los mate la bala, un proceso en que sencillamente el joven no cuenta, no es nadie, es un excedente, sobra en la sociedad que ha prevalecido desde 1989 en adelante. Aún hoy en día, concediendo la impor-tancia que se le ha dado a lo social, aún la tasa de exclu-sión de los jóvenes es altísima. Si tomamos por ejemplo el desempleo, el desempleo entre jóvenes entre 18 y 30 años duplica casi la tasa de desempleo total de la población. Un estudio reciente del PNUD señalaba, por ejemplo, como cerca del 50% de la población de los barrios que había estudiado algo nunca salían del barrio, y esta tasa aumen-taba el 80%, es decir, los jóvenes del barrio no salen del barrio. La ciudad es algo ajeno, la sociedad es algo que no está contemplado en su imaginario. En segundo lugar, la fragmentación, los procesos sociales, económicos, que se generan a partir de 1989 generan en el bario (que eran más o menos uniforme la clase popular), genera un proce-

dad, como son las ciudades nuestras, resulta, justamente por esta velocidad infractora que violenta todas las normas, que quebranta todas las convenciones del tránsito, resulta necesario, ninguna empresa podría existir si no tuviera su motorizado. Qué se espera de él que se coma las luces, que se coma las flechas, etc, entonces eso también podría ser una buena analogía para entender esta idea de cómo el malandro viejo termina capturado, utilizado y recuperado por el poder.

El Pistolero: El poder disperso.

Desde 1989, si queremos tomar una fecha que marca una fisura, una ruptura, en 1989 se duplica el número de homi-cidios en Caracas, desde entonces no ha parado el número de muertes violentas en la ciudad, hay dos factores claros que a mí me parece que tienen un impacto directo sobre el aumento de la violencia ese año:

Uno, que el estado enseña a matar, el estado inaugura un modo cultural de resolver los conflictos con la feroz represión que se vivió en ese momento, que es la violencia mortal, el Estado entonces, nos enseñó a todos a matar ese año.

Dos. El paquete económico, que genera unos procesos de desestructuración de las condiciones de inclusión social sobre las clases populares. A partir de este momento se

y revierte la asimetría del poder de la ciudad sobre el barrio en el desafío de estas relaciones, por eso el malandro viejo siempre es presentado como el protector del barrio, como el justiciero del barrio, de algún modo como la venganza del barrio. Eso lo podríamos ver fácilmente en el uso sim-bólico de la Corte Malandra en el culto maríalioncero, que no es nuevo, desde los años setenta viene esto, porque es la idea de un malandro que simboliza, -probablemente no haya sido, pero lo simboliza- una revuelta contra la ciudad, una revuelta contra el poder. El malandro viejo revierte las relaciones de poder y de algún modo termina reivindicando el barrio, el barrio se ve en el malandro como aquel que desafía y rechaza aquello que oprime al barrio. Sin embar-go, hay que tener cuidado con una apología del malandro viejo, porque de todos modos el malandro viejo no está del todo excluido, y su desafìo también puede resultar funcional a la ciudad, funcional al poder. La rebeldía del malandro también es funcional a los poderes que intenta enfrentar, porque por un lado, el malandro garantiza la distribución de bienes y servicios que la ciudad le demanda, participa en una criminalidad digitada, controlada por el poder y ga-rantiza el suministro al barrio de bienes y servicios que la ciudad no le provee. De algún modo tiene un efecto ahí apaciguador, genera una esperanza falsa en la que termina siendo aceptable el orden. Insisto, es funcional a la ciudad y a la lógica de la ciudad, quizás, una manera de verlo es un personaje que tradicionalmente se asocia mucho con el malandro, que es el motorizado. El motorizado, en una ciu-

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que es la idea del hombre que no respeta las convenciones, con voluntad de poder, que violenta la ley para conseguir el éxito a cualquier costo, y que termina recibiendo reconoci-miento. El malandro es un personaje exitoso en los barrios, siempre ha sido visto como un sujeto exitoso. El malandro yo creo que encarna esta idea, encarna la idea del individuo que violenta las convenciones, impetuoso, con voluntad de poder, que se sale de los vínculos convencionales y que se hace a sí mismo contra las circunstancias. Esto hace que el malandro tenga una naturaleza muy ambigua, puede ser el revolucionario, el agitador, el pionero de las grandes sublevaciones; o puede ser también el que, por el contrario, ejerce el dominio más atroz, la violencia más cruel contra los suyos. Esta doble naturaleza del malandro es quizás la que ha jugado durante todo este tiempo.

DEBATELuego de los testimonios, hipótesis y reflexiones de los di-versos ponentes que constituyeron el panel de esta primera jornada de debate, se abrió el derecho de palabra para ini-ciar un intercambio, una discusión, entre los ponentes y los activos asistentes al debate: estudiantes universitarios de ciencias sociales y jurídicas, investigadores, artistas, líderes comunitarios, funcionarios públicos y jóvenes.

de dominio del barrio por el mismo barrio, que empiezan a tener formas que son preocupantes. No es un fenómeno, por cierto, inédito de Venezuela. En distintos países esto ha venido ocurriendo, por ejemplo, la razón por la que ha disminuido la violencia en Colombia, más que los planes de seguridad y los resultados bondadosos de la política de se-guridad del gobierno colombiano, ha sido más que nada por la hegemonía de los paramilitares que monopoliza la violencia que antes estaba dispersa, cosa que ha ocurrido también en Brasil. Quizás estamos a puerta de un ejercicio semejante, donde grupos armados terminan monopolizando la violencia y armando estructuras más o menos permanentes de domi-nación despótica, brutal, del barrrio sobre el mismo barrio.

El malandro y la figura del “individuo”

Lo último que quería señalar es la vinculación del malandro con la tradición occidental. El malandro y el delincuente po-pular por lo general, no es ni el ciudadano domesticado de la revolución francesa ni el proletariado revolucionario, dis-ciplinado, con conciencia de clase que –como también en la tradición moderna plantea el marxismo-. Yo creo que el malandro más tiene que ver con otra tradición en la moder-nidad, que es la del “individuo”, el hombre que se hace a sí mismo, es una tradición que aparece ya en “La Picaresca”, en “El Buscón” por ejemplo, en “El Lazarillo de Tormes”,

vínculos sociales que permitirían que la misma comunidad se movilice para transformar su realidad.

El Pran, el poder despótico

La hipótesis es que la inestabilidad del poder previo, de esta violencia incesante que nunca se termina de consolidar, de cristalizar como forma de poder y dominio, empieza a dar lugar –yo creo que es un proceso en ciernes, en desar-rollo- a formas más estables y estructuradas de dominación sobre el barrio, el modelo es el “Pran carcelario”. Es un ejercicio despótico sobre la comunidad, nuevas relaciones de dominación que monopolizan la violencia, los signos, los bienes, el sexo, el deseo y la identidad, ya no se trata del malandro que defiende el barrio, sino el malandro que se convierte o que pretende ser el jefe del barrio, el Pran del barrio. Si en la dimensión anterior los términos que acom-pañan la idea del malandro pistolero es el “hampa seria”, el que “no se deja chigûirear”, es un problema de respeto, aquí el problema es montarse en el cartel, ejercer un domi-nio asimétrico, brutal, donde la violencia excesiva es una semiótica para garantizar el poder sobre el mismo barrio. En en un momento donde el estado parece haber perdido el monopolio, o evidentemente ha perdido el monopolio sobre la fuerza y la comunidad la capacidad de autoregularse, empiezan a aparecer formas estructuradas muy violentas

fuente de respeto, de estatus, de reconocimiento, y tam-bién una defensa contra el irrespeto. El malandro no es quien ejerce la violencia contra el poder, como decíamos, es la violencia que otorga, es una violencia que permite el ejercicio del poder y otorga una identidad posible, la úni-ca identidad posible para muchos, que es la identidad de malandro, de pistolero. Hay además, una relación ambigua con la comunidad, porque por un lado es protector y por el otro es agresor, la altera. Formalmente, en el barrio se dice que no hay malandros: “no, en el barrio no hay malandros, los malandros vienen del barrio de al lado” y tienen algo de razón, y cuando vas al barrio de al lado dicen lo mismo del barrio donde estuviste antes, entonces, son posiciones que son intercambiables. Aquí lo importante es que el doble quiebre, las relaciones de inclusión subordinada del barrio a la ciudad y de la cohesión de la comunidad, hacen que se desestructuren las relaciones tradicionales de poder y la democratización de la violencia revoca las relaciones de poder persistentes. La ciudad no tiene como controlar el barrio, no tiene como ejercer poder sobre el barrio, pero el barrio tampoco tiene como autoregularse. En ese sentido se dispersa el poder a través de la dispersión de la violencia. Los malandros a través de la violencia no establecen rela-ciones de poder permanentes, estructuradas, sino que se trata de un poder precario, inestable, reversible, de guerra incesante, un poder instantáneo, fluido, que no funda rela-ciones de dominación pero tampoco permite la resistencia. Por el contrario, termina profundizando la disolución de los

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sario. También siento que el malandro como actor social, bueno, a veces a nosotros también nos toca, saber que el malandro es víctima y es consecuencia de todas las cosas que hemos descrito también acá, pero así también como es un actor social, también es un actor de conflicto. Puedo pensar en situaciones en que las doñas tiene que salir a caerle a palazos a un landro pa`que no se huela las bolsas de perico frente a la cancha pues, y esas son situaciones que ocurren con nuestros jóvenes del barrio cuando las cosas están en momentos de tensión irresolubles. Bueno ¿Cómo hacemos para que en esos momentos de tensión irresolubles, las potencias de rebeldía y resistencia que hay en la identidad del malandro, nos sirva para transformar y no para joder al barrio?

Trampa de la dicotomía Malandro-azote

Creo que es importante que no caigamos en la trampa de la dicotomía de la que hablábamos al principio, que el azote es malo, el malandro es bueno, como no asociar la identidad del malandro y el azote a cuestiones morales, porque creo que puede ser una trampa que en lugar de favorecer a la descripción y al diagnóstico de la situación, puede más bien estancarnos en ciertas apologías innecesarias. Porque el malandro es un actor más del espacio social, es un actor más del espacio de convivencia, así como lo es la doña, el carnicero, el deportista, el pana del consejo comunal, el malandro es un actor social más de la comunidad, por lo tanto, no está esperando ni apologías ni aprobaciones de nadie, creo, ni está esperando que se le reconozca como bueno o malo, sino que es un actor más, es…el malandro es y ya.

Yo creo que este tema deberíamos orientarlo a: ¿Cómo el malandro como actor social de la comunidad, cómo poten-ciamos las posibilidades de rebelión y de resistencia que hay en la identidad del malandro? Cómo es eso que el ma-landro no es bueno ni malo? ¿Qué sacamos de ahí? ¿De qué nos apropiamos de ahí? ¿Y cómo hacemos para que el malandro se incorpore a las luchas por las reivindicaciones, por la transformación del barrio como nuestro espacio? Creo que la apologìa de caer en que es bueno o es malo el malandro, puede desviarnos por un lado que es innece-

para que después la discutamos. Él decía que el azote es el muchacho que no tiene ningún tipo de vínculo afectivo con nadie del barrio, generalmente vive fuera, o sea, es un chamo que viene de otro barrio y que no conoce a na-die en el barrio y entra al barrio y hace desastre; hace lo que Olimpo decía: viola a las muchachas, roba a la vecina, bueno, mata gente sin ningún tipo de razón. El malandro, es el joven que se cría en el barrio y que se hace malandro, por el reconocimiento social que puede adquirir, por el res-peto, por el poder que puede tener en el territorio donde él está. También para defender al barrio. En Olimpo está muy presente que el malandro es honor, es gloria, es respeto, es amor al barrio. Entonces a mí me gustaría colocar esa distinción sobre la mesa para que lo empecemos a pensar, porque esta criminalización del malandro es una cosa que nosotros podemos empezar a combatir si nosotros comen-zamos a resignificar la idea de malandro. Es una cosa que a nosotros nos llama la atención, y quisiéramos empezar a desarrollar algunas líneas de análisis sobre esta categoría “malandro”, puesto que el malandro puede convertirse o en algunos casos es una referencia respetada y valorada dentro del barrio. Las madres o las doñas que las defiende el malandro del azote o de la policía valoran al malandro, entonces si la policía se va a meter al barrio a matar malan-dros, al malandro que protege al barrio, ahí se arma un lío con la comunidad. Quisiera dejarlo allí, discutirlo, a ver que nos dicen después los ponentes.

Las intervenciones del público así como las respuestas de los ponentes fueron colocadas en un continuo que denomi-namos debate. Cada intervención fue categorizada a modo de facilitar la lectura e identificación de los temas, posturas e inquietudes de los participantes. En el registro audiovi-sual del evento, no se logró captar la identidad de todas las personas que intervinieron, razón por la cual se decidió, a efectos de estas memorias, mantener su anonimato, así dimos prioridad más a su contenido que a sus autorías.

Así, asumiendo la imposibilidad de evadir la editorialización de este texto, a continuación, se presentan las interven-ciones de este primer ciclo de debate, no en el orden cro-nológico original, sino organizadas en función de los temas, ideas y categorías que emergieron de la propia discusión:

I. ConCepCIones sobre el sujeto juvenIl, la vIolenCIa y el barrIo

Malandro Vs. Azote

“El malandro es honor, es gloria, es res-peto, es amor al barrio”

Quisiera decir algo entre la diferencia de “azote” y “malan-dro” que Olimpo y yo hablamos antes de venir para acá. Tuvimos una entrevista y él hacía la distinción entre azote y malandro, que a mí me gustaría ponerla aquí sobre la mesa

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Visibilización, discurso propio y desestigmatización

Considero que el cine violento de Jackson es un discurso que, en tanto es producido por los mismos jóvenes que participan o circundan prácticas violentas, es un discurso que no puede ser desescuchado bajo el argumento o temor a la apología. No se trata aquí de que yo evalúe que es un cine políticamente correcto o no, estoy diciendo que es uno de los discursos que producen los jóvenes del barrio sobre sí mismos. Y que eso suceda, que exista un discurso sobre los jóvenes del barrio que sea producido por ellos mismos, un discurso que comienza a competir con los discurso es-tigmatizantes que la academia, los saberes, han producido sobre ellos, o los discursos discrimintarios de los medios, que también son discursos de poder, es un avance. Por eso, considero que el cine de Jackson abrió posibilidades para lo que vino y vendrá después: jóvenes del barrio ha-blando sobre ellos mismos a través de herramientas tan potentes como lo audiovisual o la música. Este proceso lo valoro así, luego los contenidos se irán transformando en la medida que las realidades que nuestros chamos viven se vayan transformando, pero aquí en este cine, ellos son protagonistas de un discurso sobre sí, un discurso que se opone a los discursos que históricamente los han conde-nado al silencio y a la subordinación.

Así es que creo, que en la medida que abramos posibili-dades para que estos jóvenes digan quiénes son y cómo

Simplemente el reconocimiento es el primer paso. Hacer apología me parece complicado, sobre todo para los que cooperamos en comunidades y sabemos que la vaina no es tan sencilla. Pero sí existe a nivel de los artistas au-diovisuales una suerte de fascinación por la violencia, que además no la entienden desde la cercanía sino desde la lectura estética, entonces, intentan convertir en héroes a quienes hay que confrontar, por lo cual hay que debatir, para que se incorporen a una construcción que es mucho más integral, que involucra la vida, que involucra al cha-mito y que involucra al resto de los chamos que son vistos como chigüires, pero que son los que estudian, los que hacen el trabajo deportivo en el barrio, los que se fajan los fines de semana y van a trabajar a la radio comunitaria. Es decir, estamos en un proceso de disuasión de esa cultura que emerge, precisamente por lo que señalaba Andrés, las sociedades y fundamentalmente las ciudades modernas están montadas en estructuras que niegan y excluyen a las mayorías de la circulación que les permite existir como sociedades. Entonces ahí tenemos todos la tarea, la tiene Olimpo desde la cultura hip-hop y la tenemos todos lo demás, sin hacer una apología que finalmente lo que hace es confundir, esa es una realidad que hay que intervenir como otras realidades que estructuran la violencia social, el malandro sencillamente es síntesis de una estructura de violencia que está sostenida por poderes que a veces lo usan como chivo expiatorio.

la policía y las estructuras del poder político y militar contro-lan los carteles de la droga, para nadie es un secreto eso, como decía Olimpo: “no puede ser que un chamo del barrio vaya a tener la capacidad de trasladar cinco toneladas de droga desde Santa Elena de Uairén a Táchira”. Entonces, es un fenómeno sumamente complejo y yo diría que el malandro si lo queremos categorizar, es decir, yo no digo que lo que le pasa a la gente en El valle es lo mismo que le pasa a la gente en La Vega, la compañera estaba el otro día en una fiesta, llegó alguien y mató a alguien en la fiesta. Andrés acaba de decir en su exposición que según estudios estadísticos, el 80% de los chamos en los barrios no salen del barrio, lo cual es corroborado por la gente en la comunidad donde trabajamos, por lo tanto no pueden ser los “Robin Hood” que roban al rico y llevan al barrio. Eso es mentira. Se chigüirean en el barrio y joden a las viejas, nos joden el trabajo cultural. El fin de semana estábamos en San Agustín montando un evento comunitario, llegaron del no se qué cosa musical y una banda, bueno, los equi-vocados de siempre, tirotearon la actividad y en la actividad habían más de 50 chamos armados, que eran la seguridad real de la actividad, y entre ellos se pasaron la bola de que quien se “comiera la luz” entonces iba a haber un peo en el barrio luego, más tarde, cuando terminara la actividad. Eso mismo nos pasó cuando estábamos en San Juan, se tiene que negociar con bandas que se están constituyendo.

Apología del malandro

Fascinación por la violencia

El tema del malandraje, si lo vemos desde la perspectiva apologética, como veo que es ya, y me preocupa, porque a mí me parece que hay un sector de la población que tiene una fascinación por la violencia que te amenaza pero que tú no controlas, por lo tanto te convierte un poco en un reivin-dicador de eso, como hace la cultura cinematográfica sobre el mafioso, sobre el bandolero, etc. Aquí hay una peligrosa intención apologética de un fenómeno que es simplemente ambivalente, como decía Andrés, victimario o víctima, ese es un debate abierto, que tiene sus razones como decía Olimpo, que el padrastro lo golpeaba, que el papá lo obli-gaba a buscar la curda a la calle. Entonces, efectivamente, hay una subcultura dentro de una estructura social, fun-damentalmente basada en la exclusión, que tenemos que comenzar a analizar.

No sé si ustedes vieron una película que me recomendaron que se llama “La sierra de Medellín”, donde aparece el cóc-tel de la violencia urbana, donde aparece el paramilitarismo, narcotráfico, guerrilla. Si Colombia ha sido una especie de experimento global, de donde además luego se ha expor-tado a nivel global, si el Cartel de Tijuana depende de lo que fue el reciente Cartel de Medellín o de Cali. En Caracas, fundamentalmente en la gran sociedad, pero en Caracas,

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proceso de conciencia, del proceso crítico de lectura de la sociedad en la que vivimos, del general que tiene la plata, pero también del sistema que genera que haya algunos que tengan siempre la plata. Entonces me parece importante el malandreo no solamente como categoría que clasifica al sujeto que comete una práctica ilícita, sino como categoría de entendimiento de participación e inclusión en un código cultural que además considero que es profundamente crea-tivo e innovador, tanto, que poco a poco, como ha pasado históricamente muchas veces en otras ocasiones, se per-mea a las clases sociales, se permea, pero queda siempre invisibilizado en el sector popular, discriminado en el sector popular. Hay una creación popular de los jóvenes de nues-tros barrios, de la que hablo, que debemos reivindicar, pero no sólo reivindicar para visibilizar -no hablo de la violencia sino del lenguaje- sino reivindicar para formar, reivindicar para de allí hacer conciencia, de allí entender, de allí pensar y repensar el mundo.

Malandreo como código cultural

Siento, y viendo las imágenes de Jackson también, que ese código expresivo ha aumentado y ese gusto por la violencia en sí también, sin embargo yo opino que hay que diferen-ciar entre el malandro como “sujeto que comete un acto ilí-cito” y el malandreo como “código cultural”. Me parece una diferencia importante aprender a ver cómo el malandreo ha pasado a ser no solamente un acto de violencia ante otro, sino que también es un código cultural que se expresa en lenguajes, relaciones, vestimenta, moda, forma de ser. Esa precisión es importante porque también considero que ese sujeto que entra en la práctica ilícita o no, pero que entra en el código cultural, tiene un grado importante de arre-chera, tiene un grado importante de rabia, tiene un grado importante de rebeldía contra una estructura, un sistema y unos sujetos sociales que son los generales, que son los chiquiluquis, que son los quienes sean, que además de que es víctima de la exclusión, también es víctima de unos que le ponen las armas ahí, pero que no manejan todos los reales. El chamo no tiene acceso a todos los reales real-mente, aunque sea malandro, pero ese chamo que com-parte el código cultural con la práctica ilícita, tiene rabia, y desde esa rabia es importante trabajar. No solamente con el chamo que está metido y hundido en el malandreo, sino con el chamo que comparte el código cultural y tiene rabia, porque esa rabia es la rabia de haber vivido la exclu-sión social, desde esa rabia es que se tiene que generar el

vendiendo empanadas a otro pabellón, porque no puede, porque lo pueden matar por culebra con otros internos; y a la vez permite invisibilizar ciertos liderazgos, invisibilizar otros roles para ser líder. Entonces para ser lider tienes que seguir teniendo pistolas, para ser líder no puedes ser aquel que vende café y por medio de una venta de café llevarle los churupos a tu hijo, si bien estás invisibilizando eso a través del Pran, también es cierto que no necesariamente eso tiene por qué ser peligroso.

Ese asunto, esas películas que está haciendo Jackson, opino yo, simplemente le da contrapeso a una especie de diálogo que se mantiene entre un ministro y los medios de comunicación privados. Normalmente cuando escuchamos hablar de las cárceles, quienes abogan por los presos es el ministro, y lo que termina diciendo siempre el ministro cuando hay una reyerta, como se llama siempre, “es la de-recha endógena que está infiltrada en los penales, son los familiares que les pasan la droga y el armamento y el pobre guardia que fue asesinado cuando dispararon los presos”. Entonces, también plantear esa crítica, visibilizar ese otro rostro, esa violencia acumulada de la que habla Adriana, es importante porque también es demostrar, es expresar todo el resentimiento que hay por lo establecido, con la pérdida de confianza que hay en quienes supuestamente nos garantizan seguridad, nos garantizan ordenanza.

son, estamos abriendo posibilidades para su desestigma-tización, y sólo en la medida que se de este proceso, que se creen las condiciones para su desestigmatización, en esa medida comenzarán a operar políticas hacia ellos. Polí-ticas que garanticen no sólo su inclusión material sino su inclusión simbólica, y es que esto es lo que hace el cine violento que hace Jackson, producir los espacios de inclu-sión simbólica pa’ estos chamos que nadie produce, que no produce la burocracia, que no produce la revolución, que el mercado produce pero prohibe y excluye a la vez. Entonces, habrá políticas que permitan la disminución de la violencia, en la medida que estos chamos encuentren espacios para decir quiénes son, qué hacen y qué quieren. Eso es un avance, no es la meta, pero es un camino.

Cárceles, liderazgos y visibilización

Hablando un poco sobre la apología que se hace sobre el malandreo y eso. Una cosa que es importante decir es que si bien no es verdad ese asunto de tener cuidado con la apologización del malandro. En el caso particular donde yo trabajo que es la cárcel, el dedicarle tiempo a visibilizar y darle voz a aquel que es el Pran, a aquel que doblega, a aquel que cierra el paso organizativo, a aquel que está enfrentado con otro sector y no permite que se desplace un muchacho que vende empanadas y se gana la vida

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delbarrioquesesientenidentificadosconlaideadel“chini-chinitos” o con la idea del “joropo tuyero”. Yo creo quehayquebuscarespaciosespecíficos,yentoncesahí entro a mediar, a caer un poco en la discusión sobre la apología o no de la violencia. Yo creo que hay una discusión que hay que articular desde los mismos chamos, creo que es un debate político con los mismos chamos de ver cómo tratamos el problema de la violencia que, sin duda, no se trata de una especie de condena –que a uno le provocaría condenarla-, porque la violencia no genera organización, más bien la disuelve. Pero tampoco una apología a ciegas. No se trate de una condena a priori, no se trata de rechazar sino de trabajar con los muchachos, pero tampoco la fórmula facilona de la apología de la violencia por la violencia. Creo que, en el fondo, un debate político sobre lo estético; y a propósito de político, el otro elemento que señalaba, decía, uno es el reconocimiento y el otro es el tema del poder. El malandro no sólo es una categoría cultural como ya se señalaba, sino que es una categoría política. Lo que intenté plantear es que el malandro tiene que ver con relaciones de política entre la exclusión y la inclusión, entre los que excluyen y los que buscan ser incluidos. Yo creo que hay que darle un tratamiento político al problema del malandro, desde el barrio, desde la construcción de nuevas formas de relaciones de poder, de nuevas formas de autorregulación, nuevas

nera que en Centroamérica, pero es una problemática que tiene incidencia en nuestro país también. Entonces, creo que no es la apología ni la satanización, sino la visibilización ya lo dijimos también. Situar la problemática, visibilizarla de otro modo pero también generar otros lenguajes, otros discursos distintos, porque comparto con algunas perso-nas que han intervenido: ¿Qué estamos haciendo, de qué manera estamos visibilizando y con qué lenguaje estamos mostrando esa realidad, alternativamente al discurso que ha sido predominante, que sataniza, que criminaliza a los jóvenes? ¿Estamos reproduciendo el mismo esquema de la violencia? Y la violencia por supuesto que tiene conse-cuencias a todo nivel. Entonces, problematizar la violencia como problemática social, política y económica, creo que es absolutamente necesario.

III.- INTERVENCIONES Y ABORDAJES

Espacios de reconocimiento para los jóvenes

¿Qué hacer? Yo no hablo de qué hacer, pero de todas formas a propósito de la exposición de Adriana sobre el problema de la violencia y de qué hacer: garantizar espacios de reconocimiento para los chamos del barrio. Hay que buscar espacios de reconocimiento, que no es por el “chini chinitos”, pero hay chamos

sea emitido un noticiero. Estamos concientes de algo, que nos de permiso el Ministerio del Interior y Justicia, a quien le interesa en términos estructurales que haya mayor delin-cuencia, que haya mayor violencia en las cárceles, que siga siendo el Ministerio del interior y Justicia, porque a medida que no hay organización hay mayor restricción para pedir cosas, para solicitar permisos. Entonces, bueno, es una de las cosas que tienen que empezar a pensar los colectivos, que deben empezar o organizar -desde la cárcel pienso yo- a los familiares de los privados de libertad, porque si existe una Defensoría del Pueblo que se supone que vela por los derechos humanos de las personas más vulnerables, entre ellas los presos, por qué no hay Comité de Familiares de los Privados de Libertad que haya organizado la Defensorìa del Pueblo, creo que el trabajo de los colectivos apunta directamente hacia allá y el punto fuerte es atraer, captar, a los familiares de los muchachos que están allí recluidos.

“No es ni apología, ni satanización, sino visibilización”

Yo creo que ni la apología ni la satanización de los malan-dros o de las bandas, porque tampoco hemos hablado de las bandas, o sea, hemos focalizado en los malandros, pero sabemos que hay bandas. Es más, la problemática de las bandas, que no necesariamente se vive de la misma ma-

II. representaCIones y dIsCursos

Discurso mediático

Medios para desatanizar

Yo creo que una de las cosas a las que hay que apuntar para hacerle la guerra, tanto a esa apología de los Pranes, que muchas veces se ha caido en el error de eso, incluso en las cárceles, se desconoce el hecho de que los mismos Pranes impiden la organización dentro de las cárceles. Los Pranes justifican el recrudecimiento de la violencia por parte de la guardia allá; justifican violencia a los familiares que están afuera del penal que están sufriendo; asesinan a personas que no están inmiscuidas en el problema, que pudiesen ser víctimas de un enfrentamiento. Yo creo que si bien hay que enfrentar esa apología y esa invisibiliza-ción de los medios privados, sólo para hablar de ellos como Satanás, como Lucifer, un punto importante es comenzar a darle valor, empezar a tornar algo que tenemos nosotros como colectivo por lo menos para llevar a las cárceles, son herramientas, herramientas audiovisuales, herramientas de articulación, herramientas de visibilización.

Lo que la compañera comentaba, puntualmente, estamos llevando a cabo a través de un colectivo, una Escuela Po-pular de Comunicación Penitenciaria, la idea es dar talleres de producción y de comunicación para que mensualmente

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pero tampoco lo sé, entonces quería, si tienen alguna información, por favor pásenla por aquí.

El malandro adicto: un mito

A propósito del tema de las drogas, que se me escapo cuando estaban hablando acerca de las drogas. No hay relación entre violencia, malandro y droga, por el contrario, muchos malandros no consumen y consideran al consumi-dor el chigüire, que la práctica del consumo es una cuestión de chigüireo, no consumen droga ilegal. Es decir, no hay una relación. Eso es una mistificación también. Porque es que, además, la droga se ha construido, por mucho tiempo se decía que la marihuana producía violencia, eso fue la hipótesis, no sólo profana de la gente que veía al marihuanero, no, incluso académica. Estudios científicos decían que la marihuana y su efecto farmacológico tiene un efecto… va por otro lado… pero es una construcción social porque los efectos de la droga son construcciones sociales, no solamente cómo se ven sino como se experi-mentan. Se tiene allí como dato, el hecho del consumo de droga como una práctica chigüire.

otras fuentes de poder, y la participación, por ejemplo, del negocio de la droga, como se estaba comentando que son los paramilitares. Yo no creo que sean los paramilitares, además que esta idea de los paramilitares colombianos es una reedición de la vieja xenofobia venezolana de que los colombianos son los culpables de todos nuestros males. Yo no creo que sean los paramilitares los que están presentes, es un modo paramilitar. De algún modo copiamos y repro-ducimos el modelo de lo que creo que está apareciendo, que realiza ese nivel despótico, además de un poder fas-cista sobre la comunidad como una tendencia que pudiera aparecer, que por suerte no se ha consolidado y ojalá esta hipótesis no llegue a ser verdad.

Drogas

Malandreo y consumo de drogas

¿Cómo ha sido el tipo de consumo de droga en el cambio de los malandros? Porque el malandro viejo solía ser un tipo marihuanero, un carajo que está fumando marihuana en el barrio, que está portándose mal por ahí no es un tipo que está haciéndole daño a su propia comunidad. En cambio, con el consumo de bazuco u otro tipo de drogas el cerebro se frita mas rápido, y bueno, yo creo que eso tiene algún impacto

en América Latina, que es lo que más cerca tenemos, cuando hablamos del Cartel de Tijuana o del Comando de la Capital de Sao Paulo, todo ese fenómeno de cómo se va estructurando la violencia tienen algunas caraterísticas si-milares: El narcotráfico y el aumento en el tráfico de armas y en el abaratamiento del costo en la compra de armas en el mercado negro.

Violencia y vínculo con el paramilitarismo

Yo creo y esa es la hipótesis que quería subrayar, que poco a poco empieza a crearse una estructura de poder estable que ya no es el malandro que protege a la comunidad, sino que ya empieza a aparecer el malandro que somete a la comunidad y se convierte en el Pran que controla, entonces quién entra, quién sale, quién vende, quién no vende, empieza a instituirse eso. Por cierto, con una in-tensa –a propósito de hipótesis- una intensa relación con la policía y con la criminalidad organizada externa al barrio. La violencia que ha prevalecido hasta ahora es la violencia desorganizada, y yo no tengo alguna duda sobre el término banda porque la idea de banda habla, permite la idea de las Gangs norteamericanas, ésta es una violencia más bien de-sorganizada, es una violencia que no abre estructuras per-manentes como el nivel de racionalidad y de planificación y sofisticación de la violencia del crimen organizado. Ahora yo creo que empieza a establecerse una violencia vinculada con la criminalidad organizada, una violencia que está orga-nizada, íntimamente vinculada con el efecto de la policía –y

formas de convivencia, y ahí hay un desafìo, porque bueno, no me atrevo a decir cómo se hace, pero, creo que por ahí podrían ir las cosas.

Iv. etIologías

Paramilitarismo y narcotráfico

Caracterización compleja del malandro

Hay una frase que dijo Olimpo: “más malandros son los pantaneros, son más malandros que los malandros”, refirié-ndose a la policía. Realmente el caso de la construcción de la identidad es muy complejo, en este caso estamos inten-tando hacer una categoría de algo que es muy complejo, como decía la compañera, ya que si uno va al 23 de enero se consigue una realidad, y si va a El Valle se consigue con otra realidad. Pero si hay algunas regularidades que uno puede comprender como fenómenos que confluyen en la conformación de esa categoría que llamamos malandro. Se asomaba el tema de los generales que entregan armas y el narcotráfico rampante en Lara y también se hacía men-ción al fenómeno del (año) 89. Pero, efectivamente, hay un fenómeno global del tema del narcotráfico y el tráfico de armas que se corresponde a estos últimos 30 años. O sea, no sólo en Venezuela sino a nivel global, fundamentalmente

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evolución de un tierrúo, tiende a ser algo marginal y a tener costumbres distintas a la gente normal.

Buena parte de los valores que se asocian aquí al malandro son valores que sabemos forman parte de los prejuicios y de la cultura de las capas medias y altas, que se sienten alrededor de lo popular y que en unas páginas de chistes nuevamente, no es una definición seria, está tomada de una página de chistes, esos valores surgen y se expresan con toda claridad: el pobre es malandro.

También hay otra acepción de malandro: Todos los que son distintos. Si tienes unos dread-locks, si eres roquero, comegato, hiphopero, frecuentas a Tiuna El Fuerte, sin duda eres malandro. Sobre todo para las mamás y la gente grande.

Hay otro tipo de malandros. Los malandros ricos, los malandros corruptos, los malandros imperiales, los malan-dros, podemos hablar, de cuello blanco, los malandros que cometen delitos de élite. Pero esos no son el tema que nos ocupa, porque este foro, entiendo, está más centrado en las situaciones de la juventud, en lo que se asocia al ma-landreo en torno a la juventud, entonces, a esos sabemos que existen y los ponemos en pausa.

Malandro es también –y aquí aventuro una definición- el que para sobresalir y beneficiarse de alguna forma usa la violencia en contra de otras personas, incluyendo su propia

no es una palabra que para todos signifique lo mismo y, de hecho, parte de la riqueza del foro anterior fue el debate sobre el concepto y sobre cómo lo leemos: si lo reivindica-mos para la resistencia o, por el contrario, el malandro por algunas de sus acepciones es, más bien, alguna manera o una práctica, un sujeto que reproduce una práctica legiti-madora de la unión social. Entonces yo quería arrancar con algunos conceptos. Primero el diccionario qué dice, como coloquial en venezuela, habla del malandro como un sujeto especialmente joven, sabemos que es una definición muy difusa y que hay otros muchos usos. Si son las clases altas las que miden, entonces todos los pobres son malandros; eres morenito, vives en el oeste, vives en un barrio popular y sin duda eres malandro, o tienes una camiseta y eres negro y estás en moto y sin dudas, eres malandro. Hay otras cosas que me parecen interesantes que conseguí en Internet y que son páginas de broma, pero que no dejan de representar, digamos que en buena parte, el sentir de las clases medias y altas sobre el concepto, y hay dos defini-ciones que quisiera leer.

Y la primera dice: Malandros suelen ser personas con ves-tuario muy peculiar, generalmente repulsivo a la vista. Esta rarísima sub-especie poco evolucionada en micos, posee su propia y completa jerga, este lenguaje es utilizado en barrios marginales de bajos recursos. Otra dice: malandro es un ordinario que se puede apreciar en las colinas de la ciudad capital de Chávezlandia, huelen mal y es la y que

Si bien la primera jornada la discusión se focalizó en una reflexión sobre el sujeto, “el sujeto del sector popular desde uno de sus actores más polémicos: el malandro”, este segundo ciclo de debate estuvo dedicado sobre todo a conocer las alternativas y experiencias que organizaciones, colectivos y activistas sociales han desarrollado con jóvenes de sectores populares, desde el enfoque que aquí construi-mos y compartimos. En el marco de esta discusión, se re-flexionó sobre la situación de las políticas públicas de cara a los jóvenes del barrio y la relación de estas políticas con los colectivos que trabajan en este campo.

Política Pública de Seguridad en el So-cialismo, los problemas pendientes

ANTONIO GONZÁLEZ, asesor de la Defensoría del Pueblo y del Consejo General de Policía del Ministe-

rio del Poder Popular para Interior y Justicia

Bueno, muchísimas gracias al Tiuna y a Voces Latentes por esta invitación, y a Juventudes Otras, que nace creo que con muy buen pie, tocando temas que no se han tocado, que son temas de alguna manera invisibilizados en las polí-ticas públicas en materia de seguridad. Yo quisiera arrancar con definiciones sobre el tema de qué es malandro. Como se vio en el foro anterior, el malandro no es un concepto,

2da Jornada de Debate21/Abril/2010

TESTIMONIOS Y PONENCIAS Al igual que la jornada del 30 de mayo, el 21 de abril de 2010, retomamos un debate sobre los jóvenes y la violen-cia, desde el mismo enfoque:

“un enfoque que tiene que ver con el trabajo de investigación que venimos desarrollando desde los barrios, desde las cárceles de menores, es decir, los centros de privación de libertad, desde nuestras experiencias con la cultura, el arte y la comunicación. Un enfoque que nos habla de una perspectiva diferente en cuanto a la institucionalidad for-mal, en cuanto a la academia y los medios de comunicación, que se han caracterizado por estigmatizar, victimizar o esconder y ocultar a los jóvenes de nuestros barrios, a su forma de ser, de pensar, de relacionarse, de actuar, de ser” (Adriana Gregson, Mode-radora, 21/abril/2010)

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poder, en la inclusión de los recursos económicos y en la valoración de los status. Socialismo supone acciones esta-tales y sociales que apunten a construir mayor igualdad en el disfrute de todos los derechos humanos, incluyendo el disfrute de la seguridad ciudadana, y esa es, digamos, la perspectiva desde la cual trabajamos.

La inseguridad no se resuelve sólo con dis-minuir la pobreza

Hay en Venezuela una discusión sobre si tenemos o no te-nemos una política de seguridad. Yo digo que en Venezuela no hay una política pública de seguridad, consistente, cohe-rente, global, transversal, que esté analizando los distin-tos factores incidentes o generadores de este problema, y entre otras cosas, yo creo que esa política no ha existido porque ha habido una especie de ingenuidad de pensar que la inseguridad se resuelve cuando resolvamos el problema de la pobreza y el problema de la desigualdad. De hecho si vemos partes, resúmenes, hay algo que se reproduce y no es que la pobreza y la desigualdad social no sean fac-tores generadores, sin duda lo son. Ahora, pensar que hay una asociación mecánica entre pobreza e inseguridad es un absurdo. Los 12 años de gobierno bolivariano lo demues-tra, en Venezuela nosotros hemos reducido la pobreza a la mitad y la pobreza crítica a menos de la mitad, y la desigual-

entonces, víctima y victimario, mayoritariamente, pertene-cen al mismo sector, siendo la característica esencial de esta violencia, que es intraclase. Es decir, si el 80% de los homicidios se cometen en los barrios, son jóvenes pobres matando a jóvenes pobres. Digamos que esto nos da un contexto de nuestro problema o del drama que tenemos como país.

Esta violencia no hace más que ratificar discriminaciones estructurales. ¿Por qué son los jóvenes pobres, de tez morena de los barrios de Caracas, las principales víctimas? Porque tienen menos poder, tienen menos acceso a la riqueza económica, su estatus culturalmente es poco valo-rado. Esos valores que leíamos de las definiciones en juego de tierrúo, podría haber dicho “niche” aunque no lo diga, mono, mico. Esos valores impregnan, digamos, la sociedad, podemos verlo en los medios de comunicación de manera difusa. Quienes escriben las novelas son personas que vie-nen de ese mismo sector social y que reproducen esos valores, probablemente no con la misma crudeza como la que aparece aquí, pero digamos que se desborda en térmi-nos culturales. Ese joven tienen menos acceso al empleo, ese joven tiene menos voz para incidir públicamente. El joven del barrio no suele aparecer en el periódico, excepto en las páginas de sucesos y, probablemente, él aparezca siendo utilizado para la reproducción. Lo que hay de fondo, sin duda, es el tema de la igualdad o la falta de igualdad. La falta de igualdad o las asimetrías en las relaciones de

“El 80% de los homicidios ocurre en los barrios populares, de las ciudades, así que lo sufren más los pobres”

Ahora ¿Por qué esto es un problema, o por qué estamos discutiendo aquí este tema, o por qué en los últimos 20 años el principal problema del país en todas las encues-tas es la inseguridad? A veces le ha ganado el desempleo, algunas otras pocas veces le ha ganado la inflación, pero de manera sostenida la inseguridad aparece como el princi-pal problema de los venezolanos. Venezuela está entre los países con la tasa más alta de homicidios de los países de América Latina, es la más alta de Suramérica, y hay alguien en Centromérica que no recuerdo quién es, que es 52 por cada 100.000 habitantes. Para Caracas esa tasa es de 127, o sea, se más que duplica, en el caso de Caracas. El 80% de esos homicidios ocurre en los barrios popu-lares, de las ciudades, así que lo sufren más los pobres. Es decir, no todos morimos por igual, o no todos tenemos el mismo riesgo de morir, es de cada 127 homicidios, 100 son personas pobres; además de eso, entre los pobres, 100 son los jóvenes los que mueren, son hombres jóvenes los que mueren. Mientras la principal causa de muerte en los jóvenes de clase media son los accidentes de tránsito, la principal causa de muerte de los jóvenes en sectores populares son los homicidios. Y los jóvenes también son los victimarios, también se encuentran en ese mismo grupo de la población. Son hombres de sectores populares urbanos,

comunidad, causándoles daños fìsicos, psicológicos o ma-teriales. Ese malandro, ese concepto digamos que puede incluir a chigüires que maltrata a la gente en el barrio, pero también al malandro viejo, que en la definición de Andrés no se metía con la gente en el barrio, pero que igualito, afectaba los derechos de otras personas fuera del barrio, digamos, tienen una cosa en común: que están malan-dreando para beneficiarse.

Y ese beneficio no es sólo –o no se explica solo, más ade-lante vamos a explicar eso- por unas condiciones materiales que lo empujan: el hambre, la miseria, la opresión material, sino también, por una exclusión simbólica. Y la manera de incluirse es tener cosas, que son valoradas como positivo por la sociedad: ropa, relojes, zapatos, un hierro, objetos que tienen poder y le darían una cierta inclusión. Pero, en todo caso tienen en común que quieren un beneficio per-sonal, que usan la violencia contra otros -en algunos casos más radical, digamos, contra su comunidad- y que causa daño. De esos hay con uniforme y sin uniforme. Un dato del propio actual ministro del interior dice que el 20% de los delitos que se cometen en el país los comete la misma policía, o sea, hay una confesión pública, estatal, del invo-lucramiento de la policía con la delincuencia. Y ya sólo una reforma policial que logre reducir eso, ya no sólo haciendo eficiente la policía, sino, digamos, reduciendo la delincuen-cia en la policía ya sería un avance.

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general, ofrecen a la gente ser carpinteros, ser herreros, ser cosas que a los chamos no les interesa. Los chamos no quieren parecerse al papá que, en el peor de los casos, está sometido y explotado en una empresa, entonces las opciones de empleo deben ser opciones que seduzcan, o sea… ¿qué les interesa a los chamos? Bueno, les interesa la tecnología, les interesa el video, le interesa las computa-doras, cosas que puedan seducir. Necesitamos programas específicos, además de empleos para jóvenes que ya han delinquido. El Estado tiene un poder tributario de exonerar empresas y decir “bueno, si tú me metes aquí tantos cha-mos salidos del Carolina Uslar, tienes tanto de exonera-ción de impuestos”. Y los chamos pueden tener lugar a donde entrar, lugar a donde llegar después de haber delin-quido y encontrarse con un espacio. Eso es evidente, y no hay en este momento una polìtica de empleo al respecto. Una política vistosa, una política con impacto, hay un déficit.

57% de los jóvenes entre 15 y 17 años están fuera del bachillerato

57% de los jóvenes entre 15 y 17 años están fuera del bachillerato. Esta tasa, digamos, aquí viene en los últimos 11 años dándose una mejora progresiva. Por ejemplo, era algo así como el setenta y pico hace 10 años, es decir, hemos mejorado muchísimo en materia de inclusión edu-

dad. Más del 95% de los homicidios quedan impunes en Venezuela, entonces llegamos a “no todo es prevención, también es represión”. Y a la izquierda no nos gusta esa palabra porque nos recuerda a cuántos nos han caído a pelas en manifestaciones; a cuantos nos han fregado los policías cuando nos raquetean. Pero, digamos que la repre-sión, técnicamente, la represión legítima es lo que ocurre después de que el delito ya se cometió, entonces, debe haber una investigación, una persecución y una sanción adecuada de los delitos.

Entonces, pensemos en algunos de los problemas plan-teados en la base y que a mi juicio no han sido atendidos en materia de inseguridad:

El desempleo general es 8,7%, el desem-pleo juvenil es 18,7%

El desempleo juvenil es 18,7%, actualizado en marzo, se-gún cifras del INE. Y el desempleo general es 8,7%. Es decir, los jóvenes están más que el doble de desempleados que el resto de la población. ¿Qué necesitamos? Algo evi-dente, programas de empleo juvenil de gran cobertura y que sean atractivos; y algo importante que no reproduz-can la explotación y subordinación de los padres. El Estado venezolano ha tenido políticas de empleo pobres y, por lo

es una agencia estatal que debe sumarse a otras agencias que formen el aparato penal y a otras agencias que tiene que ver con las políticas públicas de organización. Nece-sitamos una política nacional de seguridad en la que se inserte una política policial. Ahorita estamos teniendo cla-ramente una política policial. En Venezuela, podemos decir que en este momento hay directrices, hay una Ley Orgáni-ca del Cuerpo de Policía Nacional y del Sistema de Policía; hay una nueva Ley del Estatuto policial; hay una nueva Ley del Consejo Nacional de Policía; se está montando todo un sistema de policía, pero eso es apenas un pedacito del tema de la seguridad, por ahí, digamos, eso es necesario pero no suficiente.

Los especialistas tienen más o menos claro que es lo que se debe hacer: Una cosa evidente es reducir las posibili-dades de entrar o permanecer en el mundo del malandreo y de cometer delito, o sea, todo lo que tenga que ver con prevención. Pero, además que una vez que la persona de-linque, también la posibilidad de recuperarlo al mundo del “no-malandreo”. Otra aproximación, vinculada a la preven-ción, es ofrecer opciones dignas y seductoras y proyectos de vida alternativa al malandreo, tener otra cosa en qué pensar, otra forma en qué sentirte importante, sentirte in-cluido, sentirte que perteneces.

Y una cosa que ocurre, después de cometido los delitos, es la investigación y sanción de la ocurrencia de la falta. Un problema grueso que tenemos en Venezuela es la impuni-

dad ha bajado en un número importante en lo que respecta al índice de Gini que es el principal indicador. Sin embargo, los índices de homicidio, en el mismo período, se han dupli-cado. Es decir, está clarísimo que no hay una asociación mecánica, que no basta sólo con resolver eso. Y cuando decíamos bueno el problema es estructural, hay que resol-ver la pobreza y hacer una sociedad de iguales en asuntos socio-económicos, y la cosa se resuelve, pues, la realidad nos está diciendo que no es sólo eso, ha sido a mi juicio un abordaje ingenuo que se ha tenido desde el Estado en el asunto de la seguridad ciudadana. Fue hasta el 2005 que el Presidente Chávez habló por primera vez, reconociendo que teníamos un reto no resuelto en materia de inseguri-dad. En el 2006 lo pidió como parte de la agenda funda-mental de las tres “R”, parece decir esto. Ahorita, vemos que hay pasos de avance en cuanto en la construcción de la política, pero tenemos que reconocer que estamos em-pezando tarde y tenemos que reconocer que además hay un problema de enfoque en la Policía Nacional.

Luego, otro punto previo antes de pasar a los temas que creo deben formar parte de una política y que, de hecho, forman parte ya del debate del Consejo de Prevención y Seguridad Ciudadana es cómo entendemos el tema de la policía. La policía no es la que va a resolver el problema de la inseguridad, no sólo porque la policía en buena medida es corrupta, sino, incluso una policía honesta, eficiente, no puede resolver sola el tema de la inseguridad. La policía

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drogas con menores riesgos. Holanda, por ejemplo, tiene una relación SIDA-Heroína del 6 % y el resto de Europa tiene una relación SIDA-Heroína del 60%. Si nosotros le-galizamos, nosotros podemos controlarlo de mejor manera. Ahora, esto no significa que legalizamos y la droga no es un problema, evidentemente también puede ser un problema y lo es, de hecho. Pero nuestras políticas no pueden ser de persecusión, tienen que ser políticas de información que promuevan un uso racional, que promuevan un uso infor-mado de los distintos tipos de droga y que, efectivamente, persigan lo que se salga de la legalidad.

El 95% de los homicidios quedan impunes

Terminando, el 95% de los homicidios, como les decía, quedan impunes. La certeza que no hay sanción estimula el delito y además genera la venganza. Cuando hay una culebra en el barrio y alguien mata a otro que no era ma-landro, pues, como todos sabemos que ese muerto no se va a pagar, pues a lo mejor alguien de la familia lo ven-ga, o a lo mejor a alguien de un grupito se le paga para que lo vengue; o a lo mejor el tipo es policía, que en este caso asume lógicas vengadoras, asume un rol de venga-dor. Aquí entra la policía como eslabón del sistema penal, porque la policía no sólo está en la parte posterior de la comisión del delito, sino que tiene una función importante

Más de la mitad de los homicidios que ocurren en los bar-rios populares, no son bandas, no son malandros, es cule-bra, es conflicto interpersonal no resuelto, ¿Y qué es lo que pasa? Que hay una gran cantidad de armas en la calle, cualquiera tiene un hierro, y al menor conflicto, un viernes, y si tenemos tragos encima, eso se convierte en homicidio. Repito, no es un homicidio de una banda, no es un conflicto con malandros, sino, un rollo mal resuelto. Eso nos conecta con varios temas, en términos de solución, necesitamos planes, proyectos y políticas que promuevan la resolución no violenta de conflictos. Eso está vinculado, también, con el desarme porque una existe propensión a la violencia para resolver los conflictos interpersonales con armas, se convierte en homicidio y tiene que ver con el machismo en términos estructurales, porque a los varones nos enseñan desde chiquitos a demostrar nuestra superioridad siendo violentos, agresivos, resolviendo a la primera con golpes.

Drogas, alcohol, violencia y legalización

Hay una asociación entre drogas y alcohol y delitos violen-tos, en parte porque las drogas están ilegalizadas, están penalizadas. La penalización de la droga, la ilegalización de la droga genera automáticamente consecuencias de vio-lencia, esa es una cosa, digamos, de perogrullo, además hay distintos estudios que asocian la liberalización de las

de vida distintas al malandreo o a las opciones de la inclu-sión subordinada. Hay una excepción ahí con el tema de las organizaciones deportivas, que sí hay entre los varones, se meten mucho en organizaciones deportivas, pero son organizaciones que tienen cierto carácter efìmero.

Entonces necesitamos de organización juvenil y medios de comunicación que partan de las necesidades de activa-ción de los jóvenes, que no sean aburridas, digamos, que la cosa de la organización política, por ejemplo, no sea: “ bueno, tú te tienes que aprender un catecismo marxis-ta-leninista para poder entrar a la cosa”, sino que haya la posibilidad de conjugar diversión, modos de ser joven, de las ganas que tenemos de hacer cosas con organización popular, con organización política, con organización social. En Ávila TV y Tiuna El Fuerte, hay dos ejemplos que creo que son las experiencias más importantes en ese sentido en el país, yo siempre he defendido que esas experiencias son lo mejor que se estaría haciendo en materia política de seguridad, sólo que no la está haciendo directamente el Estado.

Más de 50% de los homicidios en barrios ocur-ren por conflictos interpersonales no resueltos, no por enfrentamiento entre bandas

cativa. Sin embargo, uno ve que la deserción o la exclu-sividad del sistema escolar, va aumentando en la medida en que los chamos llegan a niveles superiores de educa-ción. Cuando están por graduarse, se gradúa el 43%, así que tenemos un montón de chamos que no se gradúan en su edad. Algunos pueden graduarse después, pero no es un número importante. Y eso pasa, bueno, problemas económicos, pero no sólo eso, también cuando se reco-gen historias de vida de chamos que abandonan la escuela aparece el embarazo en adolescentes, aparece muchísimo el fracaso escolar. Eso de que la gente se siente bruta: “no, yo soy muy bruto pa`eso, yo no puedo, déjame resolver por otro lado”. Que no es más que: o problemas con los profesores -síntoma del fracaso de la escuela- si la escuela no logra hacer que los chamos permanezcan adentro está fracasando, la escuela tiene que ganarse al chamo, y tiene que hacerlo a través de elementos pedagógicos, y si es necesario también, a través de compensaciones escolares, evidentemente eso es parte de la política necesaria.

Y luego otro tema en donde hemos estado fallando es que si uno mira las Misiones, las Misiones son mujeres, fundamentalmente, y de gente grande, de mujeres y de viejos. Los chamos menores de 24 años no están en las Misiones, los chamos menores de 24 años, varones, están muy poco organizados. Al estar muy poco organizados tie-nen menos redes sociales que los protejan, que les permita conectarse, en términos de inclusión, con otras opciones

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La comunidad de Las Casistas queda en el suroeste de Caracas, en el barrio La Vega, en la punta más alta de La Vega, se le puede llegar por la Panamericana y de aquí estamos burda de cerquita. Y esta comunidad es relativa-mente nueva, tiene 25 años de fundada, fue fundada en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, porque se cayó Balmore Rodríguez, Antímano y entonces se vinieron un poco de damnificados de esos barrios y se juntaron ahí e hicieron unas casitas.

Y es importante conocer el origen de la comunidad como para ver el papel del malandro, porque es diferente una comunidad que llega producto de una invasión que es una comunidad más cohesionada, gente que se conoce, que esta trabajando junta, a una comunidad de damnificados que es una comunidad donde nadie se conoce. Además a esta comunidad llegaron gente muy conflictiva, las lacras de Antímano, de Balmore Rodríguez se fueron pa’ allá, había burda de comercio de drogas. Hace 25 años cuando surge Las Casitas como comunidad, era una situación conflic-tiva dura. Es importante hablar del origen de la comuni-dad, porque los acuerdos de convivencia que logra alcanzar una comunidad, forman parte de la cohesión a la que esa comunidad puede llegar.

Era la zona más peligrosa de La Vega, y ahí comenzó el trabajo de dos familias, que comenzaron el trabajo con las personas más conflictivas de la comunidad, sobre todo per-sonas jóvenes, hombres, el prototipo de lo que se supone

Trabajo cultural y sociopolítico en la construcción del autogobierno comunal

NATHALY MENDOZA, Activista del colectivo Caribes de Itagua y de la Cooperativa Calle y Media. Habi-

tante de La Vega, Las Casitas.

Tengo viviendo en La Vega 5 años, formando parte de este proceso de construcción de autogobierno comunal que es en esencia el objetivo de trabajo allá en Las Casitas. Muchos compas de aquí conocen el perfil del trabajo allá, es un trabajo viejo en el que los jóvenes tenemos una par-ticipación importante y ese es el sentido de mi participación el día de hoy.

Es más o menos el cuento de cómo ha sido el proceso del trabajo cultural y socio-político de colectivo Caribes de Itagüa en los últimos 25 años, y cuál ha sido el rol o la par-ticipación del malandro como sujeto en ese proceso.

Voy a comentar determinados momentos en los que ha sido evi-dente la participación de ese malandro como sujeto en la construc-ción del autogobierno comunal. Que en algunos casos ha sido beneficioso, en otros conflictivo, pero que está ahí y es parte de la construcción y transformación de un espacio comunitario, yo traje el cuento además que es un cuento colectivo, aquí podría estar cualquiera del colectivo Caribes de Itagüa echando esta historia.

Reforma Policial

Esa reforma apunta a reformar los 150 cuerpos de policía que hay en el país y apunta a crear una Policía Nacional. Los principios de los derechos humanos, la no discrimi-zación, la profesionalización son clave en este proceso. Ahora, si eso va a dar resultado o no es un asunto que está por verse, eso va a ocurrir si pasa dos cosas:

1. Si la reforma se mantiene. En Venezuela ha habido 12 ministros del interior en 11 años de gobierno, o sea que hay mucha rotación política. De hecho pasó con la CONA-REPOL que iniciamos en el 2006, se paró por cambio de ministro, se está retomando ahora. La policía va a cambiar si la reforma continúa, y va a cambiar si el cambio en la cor-relación de fuerzas en la sociedad le permite a los sectores populares ejercer poder y control sobre la policía. Si eso no ocurre, una reforma aislada con una sociedad desigual y asimétrica en términos de relaciones de poder, pues ter-mina reproduciendo el tema. De todos los puntos, el más claro a mi juicio, en la reforma policial es el de la rendición de cuentas y el del control social sobre la policía, que es parte de las propuestas que el Consejo de Seguridad moni-toree la acción de la policía y chequee que efectivamente cumpla con su deber.

en materia de prevención. El problema de las policías, es que como veíamos, reproduce la visión del mundo de la sociedad, o sea, esa visión del joven pobre como delin-cuente, es una visión que tienen los policías, lo cual es una absoluta paradoja porque los policías también son jóvenes pobres de tez morena en la mayoría de los casos. Yo estuve dando clases en la Escuela de Policía Nacional y conse-guir a alguien blanco blanco blanquísimo era peluísimo. El 95% era gente de tez morena, hay una cosa que dice José Roberto Duque en un artículo que escribió porque se negó a darle clases a los policías, decía algo así como: “Parece que en la Escuela les enseñaran: cuando veas a alguien igualito a tí, jódelo”. Parece que ese fuera el mensaje, es la misma gente pegándose a sí misma.

En ese imaginario los jóvenes malandros no tienen de-recho, y como los jóvenes de los sectores populares son malandros, pues, eso explica el acercamiento, la aproxi-mación de la policía. Ahora, ¿Estamos condenados a que así sea para siempre? ¿Puede esa policía ser distinta en su comportamiento hacia el sector juvenil popular? Ese diga-mos es como el reto que tenemos en el Consejo Nacio-nal de Policía desde el Ministerio de Interior y Justicia. En este momento, yo no les voy a echar todo el cuento. Pri-mero, porque no estoy aquí hablando en representación del Consejo y segundo, porque creo que el tiempo no nos da.

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la casa del Gordo (líder comunitario), bueno aquí estamos nosotros, aquí están los hierros (armas) para echarle bola a este conflicto. Y eso demostró una cualificación, de alguna manera una conciencia de clase de que somos nosotros y nos están jodiedon, vámonos juntos. Tengo una pistola y no voy a ir a saquear allá abajo, sino que me voy a lanzar a Miraflores a resolver este conflicto. Y el 11 de abril fue un momento de quiebre bien importante pa’ esa cohesión entre lo que es el trabajo comunitario y el malandro como entidad subversiva en la comunidad. Desde ese momen-to nosotros empezamos a sentir que nuestro camino era volcarnos hacia allá, y dejar de percibirlo como un sujeto adverso y hostil para el trabajo comunitario, y que era ne-cesario incorporarlo porque ya estaba y de alguna manera estaba invisibilizado para nosotros mismos.

Comunicación popular y artes urbanas como espacios de reconocimiento e

inclusión juvenil

DORIS PONCE, activista social e integrante del colectivo Voces Latentes y Tiuna El Fuerte

Antes de empezar yo quisiera hacer como dos previos. El primero tiene que ver con la participación, mi participación aquí como parte del Colectivo y como parte de Tiuna El

las casitas con la policía metropolitana. Una coñaza dura, donde hubo inclusive muertes, heridos y eso no lo reportan las crónicas rojas de ningún periódico, pero que fue un mo-mento determinante para la inclusión de los chamos más excluidos al trabajo cultural, al trabajo político. Esa primera culebra comenzó por un chamo que iba en una camioneta, negro, joven, el prototipo, y el paco para la camioneta, el típico pare cochero producto de la estigmatización del joven como malandro. El paco lo baja de la camioneta y lo gol-pea, y en ese momento como es en plena calle, hay un revuelo, una rabia contenida, la gente se le va encima a los pacos, coñazos, patrullas partidas, motos descuartizadas y en ese momento comienza una fase diferente del trabajo político. Hace como 12 años que se comienza a incorporar al sujeto conflictivo, al sujeto que delinque como un sujeto que posibilita la resistencia y la rebelión a una culebra que es común. Y empieza a configurarse ese subjetividad de los juntos, porque es indudable que el trabajo político se va cualificando en el tiempo y con la práctica. Al principio no era así, la primera fase del trabajo en La Vega estaba me-nos orientada al trabajo con jóvenes que en este momento.

Luego de eso, esa subjetividad de los juntos cuando en-tendemos que la culebra es común, el 11 de abril juega un papel bien importante en esa relación de la comunidad con el sujeto conflictivo. Así como en El Valle pasó, que contaba la Radio Alí Primera, en La Vega ocurrieron casi épicas el 11 de abril, porque se llegaron los malandros pa’

ilícitas. Cuando la comunidad toma esa decisión, implica un conflicto, un momento quizá de hostilidad en la comunidad, del malandro con la doña, con la madre, del malandro con el activador cultural, entonces cómo sostener ese momento conflictivo creo que es importante analizarlo.

Todo lo bueno dura poco, entonces esa estabilidad que hay entre el malandro que comprende, que respeta el trabajo cultural que es parte de él, no dura mucho verdad, como es el trabajo comunitario que tiene sus bemoles, sus subidas sus bajadas. El posicionamiento de esos liderazgos de ese trabajo comunitario no dura tanto, entonces en aras de legi-timarlo a veces toca, como decían las doñas, malandrear al malandro pero bueno quizá esa legitimación aislaba al malandro, aislaba al joven de la práctica del trabajo comu-nitario, de la práctica cultural, del tambor. Entonces en el momento en que nos damos cuenta que tenemos culebras comunes: la culebra común entre la comunidad y el malan-dro es el paco (la policía), la culebra común es que no hay trabajo, que la culebra común es que no hay agua; en el momento en que la comunidad comienza a tener conciencia de que la culebra es la misma, y que es necesario incorporar al sujeto que está fuera, que está más fuera que la doña, que el activador cultural. En ese momento en que la culebra es común, pues es más fácil incorporar al chamo a los trabajos de construcción y transformación de la comunidad.

Hubo un momento bien determinante para la comunidad, que fue el primer enfrentamiento fuerte de la comunidad de

es un malandro. El trabajo cultural comienza con Chapita, un grupo de teatro con más o menos 15 personas, pero comienza como un trabajo preventivo a la violencia, a la exclusión. Ese trabajo ha decantado 25 años después en una radio comunitaria, en la construcción de una televisora comunitaria, en un grupo cultural donde confluyen aproxi-madamente 25 jóvenes que están permanentemente apro-piados del tambor y otras herramientas culturales para la transformación del barrio. Y el proceso de construcción de ese trabajo es lo que de alguna manera ha legitimado, lide-razgos locales que han permitido una relación con el malan-dro como sujeto de legitimación y de respeto que ha permi-tido que el trabajo se mantenga. Porque cuando estábamos hablando del Foro en el colectivo, decíamos que cuando nosotros trabajamos con el malandro, a nosotros también nos toca malandrear al malandro entonces es importante que también digas eso en el Foro. Entonces es como un mandato del colectivo, decir que en nuestro trabajo también ha tocado legitimar prácticas sociales que de alguna manera hagan que el malandro se sienta incorporado pero también que sienta la necesidad de respetar y cohesionarse con ese trabajo pero desde la igualdad, no desde relaciones de poder o violencia ni de una parte o de la otra. Por ejemplo, un momento importante en el desarrollo de ese trabajo fue la decisión de la comunidad de que en el parque, por ejem-plo, en la escuela, en los espacios públicos, en la escalera, no se fuma, no se vende droga, no se hacen prácticas que convoquen a otros menores a hacer parte de las prácticas

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Guarenas, pero en general en El Valle. Están entre los 10 y los 31 años de edad, el mayor porcentaje se encuentra entre los 16 y los 21ª y son 86% hombres y 14% mujeres. Pero estos adolescentes a diferencia de los chamos con los que nosotros trabajamos en Carolina, si mantienen ciertos nexos con los circuitos formales, la mayoría vive con su familia, el 50% de ellos trabaja y estudia, hay un 40% que sólo estudia y un 10% que sólo trabaja. Estas diferencias a nosotros nos han demandado particularidades muy especí-ficas con el trabajo con ellos, o sea, nos ha demandado diseñar formas de aproximación a ellos distintas, muy dife-rentes. Sin embargo, por encima de eso, nosotros recono-cemos que hay un contexto sociocultural compartido, hay algunos elementos de sus contextos que son compartidos y a partir de los cuales nosotros construimos nuestras pre-misas de trabajo.

Un joven inconforme en una sociedad de desiguales

Tras un discurso de delincuentes violentos, conocimos a un joven inconformista y rebelde ante el destino de pobreza que antes de nacer ya les impone “el capital”. La misma frase que mencionó, no sé si Natalie: “no quiero ser un esclavo como mi mamá que trabajó toda la vida y sigue siendo pobre” “no quiero trabajar como mi papá, toda la vida

Jóvenes de Tiuna y Voces: ¿Quiénes y de dónde son?

Bueno, empezar con quién es el sujeto, quién es el joven con el que hemos trabajado. Voces Latentes trabajó con jóvenes entre 14 y 18 años que han cometido uno de los 5 delitos que están estipulados en la Ley de Protección para Niños, Niñas y Adolescentes. Nosotras no tenemos estadísticas o cifras que nos sustenten la descripción, pero allí el grueso, más o menos lo que ustedes conocen tam-bién, son chamos que vienen de los barrios de Caracas, de nuestros barrios: Petare, La Candelaria, 23 de enero, Baruta. Esos espacios que, en su mayoría, estaban fuera de todos los circuitos formales, desde la familia. Algunos eran muchachos que venían de situación de calle; por la escuela, máximo 7º, 8º, 9º año, hasta el trabajo, ninguno trabajaba, si acaso tenían trabajos ocasionales.

Quiénes son los chamos con los que trabajamos en el Tiu-na, son también chamos de los sectores populares de Ca-racas, pero si nosotros le metemos el ojo, tienen algunas diferencias, o sea son diferencias que marcan brechas im-portantes. Un primer procesamiento que nosotros hicimos de las estadísticas de los chamos que participaron en la Escuela Endógena de Hip Hop, en el año 2008, ese primer corte, nos dice que son chamos que viven en la mayoría de barrios populares. La mayoría en El valle, algunos de Miranda, otros en parroquias distantes como Catia, Petare,

libertad para adolescentes. Nosotras estábamos con Voces Latentes, teníamos más o menos un año trabajando en ese espacio, en el “Carolina Uslar”, con un proyecto de comu-nicación popular y alternativa con los chamos que estaban ahí presos. Tiuna El Fuerte tenía también un montón de años trabajando con esos mismos chamos pero los que estaban en la calle. Dos espacios distintos pero al parecer el mismo trabajo. Entonces, esa práctica que ya tenemos tiempo consolidando, la misma que nos abrió las puertas, o nos da insumos para hablar aquí del campo del joven popular, como le llamo Ociel en un artículo que escribió en uno de sus blogs, que describía como “ese esctor de la población que está entre los 14 y los 28 años y que forman parte del campo popular”.

No quiero detenerme en lo que significa el joven y lo popu-lar porque no acabaríamos nunca, sino que quise como que limitar las líneas a describir cómo es ese sujeto con el cual hemos trabajado, quién es, de dónde viene, cómo es el contexto donde está, qué nos ha sido útil a nosotros para trabajar con ellos. En el marco de eso, bueno, cómo las dificultades que hemos enfrentado, las similitudes y dife-rencias entre Voces y Tiuna, y les queda a ustedes la tarea también de asociar lo que yo cuento y lo que contó Natalie, que yo la escuchaba y veía ciertos puntos en común.

Fuerte. Bueno nosotros nos la pensabamos mucho porque quizás no sea políticamente correcto que los organizadores participen del foro, sin embargo, nosotros decidimos sacri-ficar lo políticamente correcto y disponer el espacio de cara a que tenemos un objetivo, que es posicionar un enfoque de trabajo o abrir caminos para crear enfoques de trabajo alternativos. En esa medida, cobra pertinencia que nosotros mismos estemos hablando. El segundo previo que quería hacer, tiene que ver con mi intervención, yo, a diferencia de Nathaly que contó la historia desde, se nota que la habló desde la vivencia, no tuvo necesidad de leerles nada, yo sí voy a leer. Y leeré por dos razones, primero porque lo que voy a leer no es algo de mi autoría, es el producto de dos colectivos de trabajo, un montón de gente que hace un montón de cosas, y entonces no puedo atribuir a que lo que se está diciendo aquí lo está diciendo la ponente Doris; y segundo, porque eso literalmente se traduce en que lo que está escrito es la compilación de varios documentos que nosotros hemos escrito para otros espacios, y bueno lo que hice fue compilarlos, organizarlos, de cara al tiempo y el objetivo de este caso.

El Tiuna y Voces en retrospectiva

Les contaba que Tiuna El Fuerte y Voces Latentes son dos colectivos que hacen vida en este mismo espacio. Nos co-nocimos hace aproximadamente 4 o 5 años en una jornada de graffitis que organizamos en un centro de privación de

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“Transformar el estridente silencio de la violencia del ma-landreo, su protesta muda, en contundentes palabras de un adolescente rebelde, aprender a usar la palabra como un arma, así como una vez usaron las pistolas, pero esta vez directo al blanco al sistema que los oprime. La radio les permite poder hablar desde otra legitimidad, esa misma con la que la prensa amarillista, los jueces, los psicólogos especialistas lo condena. El ejercicio argumentativo, pero esta vez desde una razón crítica, reflexiva, de clase y trans-formadora”.

Tres años de trabajo sistemático en el centro de privación de libertad a través de talleres de radio, visitas comunita-rias, talleres audiovisuales. Actividades que incluían invita-ción a la participación de otros actores, de otros colectivos, bajo la excusa de entrevistado, bajo la excusa de asesor técnico para la cámara, bajo la excusa de un taller de cual-quier cosa en realidad, pero incluía invitar a personas que también asumen el tema de la resistencia y la construcción de otro sistema, pero con otras armas. Era demostrar que se puede resistir con otras armas.

Premisas fundamentales

Es desde ahí que nosotros construimos cuatro premisas fundamentales en el trabajo formativo desde la comunica-ción con el adolescente transgresor:

centada por las situaciones límite de su contexto. Ganarse el respeto significa responder a la violencia cultural con violencia explícita, eso es ser un tipo serio. La violencia entonces es una forma de protesta muda.

Sin duda, el objetivo de la sangre que desparraman los medios de comunicación opaca la violencia cotidiana del consumo, pero ambas existen con la misma intensidad –y aquí quiero hacer referencia a un texto que escribimos para la Revista “Calle o Sol”, la revista de la Red de Autores que nos parece importante para compartir la lectura que Voces Latentes ha construido en la forma de acercarse o de com-prender el tema de la transgresión y la delincuencia. “Nues-tra elección política fue y es, trabajar con los adolescentes de sectores populares, en tanto población históricamente excluida, por su pertenencia de clase, de género, por ser víctimas además de la violencia del sistema y sus grotescos modos de incluir a través del consumo. Esta mirada es la que nos dice que el promover proyectos alternativos de vida a la práctica ilícita debe apuntar, tanto a la transformación de las condiciones materiales de vida como a la promoción de otros espacios de reconocimiento social que sean pla-taforma para la construcción crítica sobre nuestros lugares de encuentro”.

Todo el mundo nos decía, ¿por qué trabajar radio con unos chamos que están presos? ¿Qué tiene que ver un tema con el otro? Para nosotros el tema comunicacional es una her-ramienta, es un arma tal cual para combatir, escribíamos:

al siguiente paso de socialización que debería ser el tra-bajo, y porque el fin último es el consumo, pero que para los jóvenes no es más que otro escalón en la cadena que caracteriza a la sociedad capitalista.

Un joven sumiso ante la sociedad de consu-mo y la industria cultural

Un joven que sabe que para esta sociedad vales lo que tienes. Si ante el trabajo explotador se rebela, ante la indus-tria cultural y el consumo sucumbe, él quiere tener todo lo que le negaron cuando nació, y más, todo lo que le han hecho creer que necesita y que la televisión le restriega constantemente. Es un joven ante la violencia invisible y cotidiana del consumo, ante la frustración del acceso al consumo, emerge una violencia que es producto de la inca-pacidad de poder comprar o del bloqueo ante el consumo. La mayoría de las veces no está en la realidad concreta de no tener el zapato de marca, sino las consecuencias iden-titarias y simbólicas que esto implica en una sociedad que hace del consumo.

En los prototipos de las identidades masculinas, el hombre se asocia con una figura fuerte, protectora, valiente y guer-rera. El joven adolescente se encuentra atrapado en las trampas que le impone la masculinidad occidental, acre-

de obrero y estamos en lo mismo, y además ver como toda la vida nos maltrataron por ese trabajo”. Esas eran frases y comunes con el trabajo con los chamos. Son jóvenes que intuyen, que vislumbran antes que nosotros que la iniciativa individual, el trabajo asalariado, la sociedad de libre merca-do no va a transformar su situación de pobreza, ni su situa-ción material, ni su situación con respecto al acceso de los derechos fundamentales y humanos, y lo saben, saben que no la van a transformar desde la relación patrón-empleado en la que se sustenta el capitalismo ni mucho menos desde el trabajo de esclavos lo saben y no se conforman, se rebe-lan ante eso.

Un joven en medio del quiebre de los meca-nismos de socialización

En medio de la exclusión social y del modelo consumista de la industria cultural, las instituciones formales de socia-lización, construidas bajo la lógica moderna de la imposi-ción, pierden poder de cohesión y el consumo se entrona como mecanismo integrador y constructor de sentido. En los sectores populares, la familia toma otra forma, la calle sustituye a la familia como espacio de socialización; la es-cuela que está fundada sobre la disciplina y el control de la futura mano de obra, es cada vez más ajena a los códigos identitarios de los jóvenes y además no garantiza el acceso

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fue donde coincidimos y nos reconocimos en la práctica de la resistencia, la práctica que podemos llamar así.

Tiuna El Fuerte

Bueno entonces a partir de ahí doy pie para contar del Tiu-na, porque es como el otro espacio con el que nos articu-lamos para seguir trabajando bajo esas mismas premisas, pero esta vez hablamos del otro contexto. Bueno como us-tedes saben el Tiuna es un Núcleo Endógeno Cultural que tiene 5 años más o menos trabajando aquí y desarrollando proyectos de investigación-acción con jóvenes vinculados a la práctica ilícita o que pueden estarlo o, simplemente, jóvenes de sectores populares.

Tiuna El Fuerte entiende el peso simbólico del ser malandro como un código cultural o como un proyecto de vida, en este sentido ha construido una pedagogía que tiene como principio indispensable, el respeto a la expresión identi-taria de los códigos culturales y las formas de ser de los jóvenes urbanos y excluidos. En este espacio se parte de la comprensión de que no hay cambios posibles si desde los espacios de prevención y atención se siguen reproducción las dinámicas violentas que históricamente han puesto un corsé a las formas de acción y resistencia de los jóvenes negros y pobres. Veamos pues en qué consiste esta peda-gogía, sus alcances y limitaciones.

Llamadas, llamadas a la emisora: ¿qué es eso? ¿Qué es eso que están pasando? ¿Quién está hablando ahí? ¿Por qué ese niño está hablando ahí? Porque esos chamos ha-blaban desde sus propios códigos: “Epa los míos, cómo están todos, no sé qué, la parroquia…” y llamaron todas las doñas: “saquen ese programa del aire” ¿qué le están enseñando a mis niños”… generó tanta discusión que pri-mero desde la emisora nos dijeron que no lo podían pasar; y luego, tuvimos una discusión con ellos y dijimos bueno, coloquemos esa discusión con la comunidad, e hicieron un programa en vivo que ellos tenían los sábados, un progra-ma en vivo con intervenciones de la comunidad, a discutir. ¿Quién hace ese programa, con quién lo hacen, pueden hablar así o no pueden hablar así?

Vincular al adolescente con otros actores y colectivos que resisten la explotación y dominación

Vincular a través de la práctica radial al adolescente con otros actores y colectivos que se rebelan y resisten a la explotación y exclusión del sistema, pero con otras prácti-cas diarias distintas a la pistola y al delito. Desde el grafitero que fue a irrumpir en la monotonía que tenía ese espacio, todo blanco, la cárcel, hasta el rapero, que iba a cantar ahí, hasta la gente de Tiuna El Fuerte que fue para allá, que ahí

producción con la canción Ruben Blades, como la mayoría de los muchachos eran albañiles, era desde ahí que podía-mos entrar a discutir, bueno, quién es el dueño de la pala con la que tú tenías que batir el cemento; o por qué si tú sabías batir el cemento y todo, tenías que trabajarle a él? Bueno, porque él tenía la cosa grande esa con la que tenía que batir el cemento y él no la tenía. Era introducir el ele-mento de reflexión crítica a partir de sus propios intereses y recursos alternativos.

Rodar estos discursos socialmente para que la comunidad redescubra al adoles-cente infractor en un nuevo rol

Poner a rodar estos discursos socialmente para que la co-munidad redescubra al adolescente infractor en un nuevo rol, desnaturalizando la delincuencia como patología y ofre-ciendo un nuevo enfoque para comprender, aceptar y tra-bajarla juntos. Yo quisisese recordar, como las reacciones que hubo cuando pasamos el primer programa hecho por los chamos en una emisora comunitaria. Logramos hacer un programa con todas sus partes: tapas, segmentos; los chamos hablaban, pudimos transmitirlo en esa oportunidad por Radio Senderos de Antímano que era la emisora que estaba más cercana, no recuerdo exactamente el horario pero a las 6 de la tarde.

Brindar espacios de exposición discur-siva donde pueda expresar su identidad

Contrarrestar el contexto cerrado de la privación de libertad que impone el estigma de delincuente en el adolescente, brindándole un espacio de exposición discursiva donde pueda expresar su identidad, mucho más allá de la práctica ilícita, decir quién es. Por esta razón el adolescente siempre escoge las temáticas a trabajar y hace uso de sus lenguajes y códigos culturales. Pero también nos dimos cuenta en la práctica que no es sólo dejarlo hablar, que es una necesi-dad que tiene el adolescente, una necesidad de contarte de dónde vengo, contar que “yo soy diferente a tí”, que vengo de un contexto diferente, además mucho más fuerte. Y ahí nosotros reconocimos que esa es una oportunidad para propiciar un espacio para la reflexión crítica de los temas escogidos a través de la investigación sociohistórica.

Si el tema que ellos querían era tratar el tema de las dro-gas, bueno, entonces empecemos por discutir quién vende la droga, quién se beneficia de la droga, desde cuándo, incluso llegamos a discutir las construcciones sociales alre-dedor de las drogas. Cómo cada droga nos puede generar un efecto, o le construimos un efecto distinto y cómo cada efecto responde a unos intereses particulares. Llegamos a hacer programas, por ejemplo, como el de la Salsa, y entonces decir bueno, de dónde viene la Salsa, de qué letras habla, por ejemplo, tratar el tema de los medios de

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porque tiene que resolver algún tigre por ahí, que tiene que solventar lo económico. Y el resto lo voy a recordar cuando ustedes intervengan.

DEBATEAl igual que en el primer ciclo de debate, las intervenciones del público así como las respuestas de los ponentes fueron colocadas en un continuo que denominamos debate. Cada intervención fue categorizada a modo de facilitar la lectura e identificación de los temas, posturas e inquietudes de los participantes. Así, se presentan las intervenciones de este primer ciclo de debate, no en el orden cronológico original, sino organizadas en función de los temas, ideas y cate-gorías que emergieron de la propia discusión

I. representaCIones y dIsCursos

Medios de comunicación e inseguridad

Yo, en primer lugar, quería visibilizar un poco las cifras que dijo Antonio al principio de su ponencia, que decía –no re-cuerdo exactamente la cifra- de 127 homicidios.

tedes conocen ese cuento y es un poco largo… sin embar-go, quiero leer unas premisas de lo que caracteriza a los espacios formativos del Tiuna:

1º La socialización del saber.

2º La producción colectiva del conocimiento.

3º El perfeccionamiento de técnicas

4º La problematización de patrones socio-culturales injus-tos

5º La responsabilidad por el proceso formativo

6º El aula no convencional y enrriquecida.

Dificultades: Lo socioproductivo

Primero, el tema de lo socioproductivo que lo señalaba Na-thaly, que nosotros reconocemos que si bien hemos logra-do como unos cambios e intervenciones en los elementos subjetivos de los chamos, tanto de los chamos con los que trabajamos en la cárcel como con los chamos del Tiuna aquí, siempre nos topamos con el elemento material. El chamo cuando salía de la cárcel volvía a sus mismas cosas, sus mismas condiciones; y en el Tiuna, bueno, el chamo que no puede venir al taller porque tiene que trabajar, no puede el sábado porque tiene una construcción, no puede

social. Sin embargo, no se trata sólo de abrir espacios que capaciten artísticamente a los jóvenes. Se trata de construir un espacio de inclusión real.

El malandreo es un espacio de inclusión, porque el joven se siente parte de un grupo donde comparten intereses, oportunidades, códigos, lenguajes, pautas de reconoci-miento, sobre todo afectos. Y creo que aquí empiezan a coincidir algunas cosas con la descripción de Nathaly. Ellos son “hermanitos”, “yuntas”, “causas”; Tiuna El Fuerte ha logrado competir con el malandreo como espacio de inclu-sión porque ha logrado:

1º: Identificar y comprender los intereses genuinos de or-den material y simbólico de los jóvenes con los que trabaja.

2º Respetar y valorar sus códigos, referentes o con expre-siones legítimas de lo popular.

3º Construir sentidos de pertenencia guiados por el afecto y el criterio de lo que son como historia y expresión de un contexto.

Así, partiendo del principio de la no-violencia hacia las identi-dades juveniles populares que se reconocen en los códigos culturales del ser malandro, se comienza un diálogo que crea las condiciones para las negociaciones de expresiones identi-tarias y alejadas de la violencia.

Quería como contarles de la escuela de hip-hop, pero us-

Cuando comprendemos que la violencia funciona como un mecanismo que habla de valorar las identidades juveniles populares como problemáticas, comprendemos la necesi-dad de construir espacios alternativos a la escuela tradicio-nal, nuevos espacios legítimos para estos jóvenes, espa-cios en los cuales estas identidades dialogan legítimamente con diversos sectores que componen sus entornos. Es ahí donde toman sentido nuestras prácticas de intervención. Tiuna El Fuerte ha construido espacios formativos alterna-tivos a través del uso de recursos y estrategias artísticas ancladas en las expresiones culturales urbanas. Dada su legitimidad en el contexto juvenil de la zona metropolitana, así como las posibilidades de protagonismo y reconoci-miento social público.

En específico el hip-hop como expresión de la producción cultural urbana es una de las herramientas más potentes de trabajo con estas poblaciones, en vista de que ofrece un sistema de beneficios simbólicos que compiten o rompen con los beneficios de la violencia expresiva del jóven en situación de exclusión. A través de sus expresiones artís-ticas, canto, baile, producción musical, graffities, hip-hop, les ofrecen nuevas opciones identitarias, toda vez que colo-can al sujeto como protagonista de un proceso creativo, así como en un escenario público: conciertos, presentaciones, producciones, videos, etc. Desde allí la identidad del joven se vincula a lugares desde los cuales ve y es visto, es reco-nocido y reconoce nuevos espacios de participación en lo

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ahora, cuáles son las cosas que se están planteando; o sea, ¿qué es lo que los diferencia, en este momento, de esa visión paternalista que tenían en el pasado?

Crítica sin paternalismo

Chévere que se logre identificar cómo actuar y cómo es un ser humano, que, hecho en una sociedad, en un sistema, ha sido marginado. Pero, aparte de eso, hay una dualidad que a mí me llama la atención, y es que, no sé, siento como cierta preferencia en torno al malandro y al azote. Entre los seres humanos se puede dar una conducta dual, y un ma-landro bien puede ser, dentro de su comunidad, malandro, pero eso no lo exime de ser azote. Ahí entra una reflexión, que de verdad a mí me encantó que dijo Nathaly sobre que no se debe caer en falsos paternalismos, sino que se debe ser críticos, son cosas que través de proyectos como éste y los que llevan en los centros de privación de libertad. Es el ser críticos y no paternalistas. Creo que es una parte fundamental el ver esa dualidad, el ser críticos, que mira, no estas excento por tratar bien sólo a tu comunidad, tienes que estar claro que formas parte de un tejido social, y al ir a otro barrio y actuar de forma ilícita, y el que a la persona que tengas al frente no la conozcas pero le causas algún tipo de daño, igualito no te estás beneficiando. Creo que se debe generar una discusión en torno a eso, a esa dualidad

realmente tocaste una tecla de mi vida, de mi experien-cia porque luego entiendo que era necesario respetar esos códigos, esos convencionalismos que prevalecen dentro del barrio para lograr ser reconocidos, para ser respeta-dos, y muchas veces eso genera muchas contradicciones en la mente y en el imaginario colectivo de los muchachos y muchachas dentro del barrio.

Porque como decía el amigo, se exalta y luego muchas veces los grupos, las redes que acompañan estos proce-sos refuerzan una suerte de apología, entonces se le hace un gran daño a los muchachos, porque al final las balas matan, y entonces de qué nos sirve de recrear, de narrar, de hablar de nuestras propias experiencias acompañando a estos muchachos, cuando al cabo de 5 años de trabajo luego ya no los tienes contigo porque lamentablemente la cultura de la muerte, la cultura delincuencial sigue presente en la realización y en la vida de estas comunidad.

Paternalismo comunitario

En el caso de Nathaly, cuando tú hablas de que ustedes comprendieron que la visión que tenían era paternalista, o sea, como muy guiada por el concepto de reinserción social, que nos expliques un poquito más qué es lo que realmente cuestionan de esa visión, cómo se dieron cuenta que esa manera de abordar el problema de ustedes era errada, y

II. IntervenCIones y abordajes

Desde el campo popular

Necesidad de respetar los códigos, sin apologías

Gracias por invitarnos a este espacio, a este foro que pro-picia justamente este debate como debe ser, abierto, diver-sos, variopinto porque lamentablemente, y en ese sentido comparto la intervención del compañero de Lara, en el sen-tido de que vivimos tiempos de división, de polarización y en análisis y la observancia de la realidad, no puede ser vista justamente pensando desde el ideal. Quisiera iniciar diciendo que desde mi propia experiencia de inserción en procesos comunitarios en zonas populares específicamente en Petare, donde me permití unos 10-15 años atrás com-partir la experiencia de organización comunitaria en los barrios de la Urbina, 12 de Octubre, 11 de Julio, 19 de abril, Callejón El Torre y pare usted de contar, que como decía la compañera Natalí, acompañar esos procesos pese a las circunstancias muchas veces aciagas, contradicto-rias, amargas porque el trabajo de acompañamiento no es siempre tan grato como parece. El que uno en un momento determinado en la vida se plantee acompañar estos pro-cesos, tratar de conocer las circunstancias que rodean la vida de estos jóvenes que deciden transgredirlas, y vivir bajo esos códigos que prevalecen justamente dentro de los barrios. Cuando ella mencionaba malandrear al malandro,

La mayoría, 100, son de sectores populares y masculi-nos. Si el problema está específicamente, si los que se están matando unos a otros son los chamos de nuestros barrios, que los medios de comunicación privados visibi-licen el tema de la inseguridad como una campaña polí-tica, me parece un mango caído de la mata. O sea son medios de comunicación privados, son medios políticos, o sea, si lo que dicen de nuestra comunicacin popular es precisamente que vamos a hacer comunicación política, panfletaria, el medio de comunicación privado hace comu-nicación política y, por supuesto, que va a visibilizar que “nos están matando a la clase media” y los que se están muriendo ahí son los jóvenes que deberían estar haciendo revolución. Es el cuerpo y el tiempo de la revolución, es la juventud de nuestro barrio, es la que se está muriendo papá. No son los sifrinos los que se están muriendo, son los nuestros los que se están muriendo, los que se están matando entre sí. Entonces me parece que el hecho de que la derecha utilice como campaña electoral el tema de la inseguridad, poniéndola, manipulándola hacia su problema, o utilizando el tema del sector popular como bandera electoral me parece que es evidente. La máquina mata-votos no está allí, la máquina mata-votos está en la ineficiencia que ha tenido el estado revolucionario para generar políticas de manera eficiente, para incorporar a nuestros chamos en procesos de producción pero tam-bién en procesos de creación y reconocimiento.

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se nos vayan a reducir a panfletos. Yo sí creo que hay para-militares con fines políticos interesados, y además si esos paramilitares se apropian de la estructura que ya existe, del tiro, estamos fritos, sobre todo los 4 pendejos que estamos aquí, estamos fritos. Pero también sé que no son sólo los paramilitares y que a la distribución de las armas nadie les ha metido el ojo por una razón específica, o sea, eso de que nadie sepa de donde salen las armas y la droga no, alguna razón hay allá atrás, y no podemos estar invisibilizando y menos en un espacio sincero como debe ser un espacio con el pueblo.

Otras experiencias de trabajo con jóvenes

Bueno yo trabajo con talleristas, es una red con talleris-tas. Por ejemplo, estoy con la gente del Colectivo “Hip-Hop Revolución”, con la cooperativa Aguacero de Colores. Tengo gente que hace producción cinematográfica, está también una compañía que hizo post-grados afuera, y tiene una serie de talleres. Su post-grado fue la formación de jóvenes también violentos. Pero su parte era la psicológica, entonces, son talleres que vinculan a los chamos, a sus padres, y los talleres se centran en el tema de la conducta violenta. Bueno, a través de todo esto, la idea es que en cada comunidad, en cada consejo comunal incluso, ten-gan su Casa Comunal de participación juvenil, y bueno, ya

nodo del problema que es el sistema, y no el otro del barrio, o sea que promoviendo un espacio de reconocimiento y poder desde el uso de la comunicación alternativa y, al mis-mo tiempo, un espacio de recepción crítica hacia quién es el verdadero enemigo, el chamo iba a dejar el malandreo, porque le iba a caer la locha e iba a decir “coño, no estoy haciendo un coño” “no estoy haciendo nada” “matándome con el otro del barrio” o robándole al chiquiluqui cuando es un problema estructural ¿no? ¡Ingenuas! Es lo que yo creo que fui, o sea, lo comparto, lo sigo creyendo, creo que desde el chamo del sector popular que se involucra en procesos como el del Tiuna, que es un chamo como dijo Doris, escolarizado, que es distinto que la privación de libertad, sí se puede lograr, se ha logrado de hecho. Pero, cómo el chamo privado de libertad –es la pregunta que te quiero hacer Natalie-, yo siento que con ese chamo, a pe-sar de que comprendía cuál era el peo, el chamo tiene un déficit identitario tan grande que el chamo lo que quiere es vivir el presente y vivirlo bien. Él puede comprender la vaina pero no le da para pensar colectivo, o sea yo no sé si tú tienes ese mismo enfoque porque es lo que yo sentí con muchos de los chamos, o sea… que … “que igual quiero mi camioneta mamá”. Es verdad, son ellos los que nos han quitado, tenemos que luchar para que se acabe ese sis-tema, pero yo igual quiero mi camioneta”. Eso por un lado y, por el otro, que aplaudo la diversidad de enfoques, no sólo porque la pluralidad es así, la pluralidad es la crítica, pero sobre todo porque no puede ser que muchos espacios

Pedagogía para el reconocimiento

Yo lo que entiendo como exitoso de las experiencias que están aquí es, justamente, desarrollar una pedagogía efi-ciente para el chamo del sector popular vinculado a la práctica ilícita o no. Es decir, no sólo con el de la práctica ilícita, con el chamo del sector popular que ni la escuela, ni el trabajo, ni la universidad da con él, porque no tienen nada que ver con el chamo. Y lo del código identitario, el código lingüístico, yo tampoco creo que debe ser un cerco, un cerco de la jerga del chamo del barrio, pero tampoco puede ser que el chamo del barrio se adapte a la jerga de la ciudad, tiene que ser un diálogo, pa`llá y pa`cá, por eso lo de visibilizar el código de él también y reconocerlo como un código válido dentro del juego político de la ciudad, o sea, es tan ciudadano como el otro, es tan válido como el otro. Entonces, estas experiencias reconocen, visibilizan y desar-rollan una pedagogía útil para eso, dónde está la caída y qué es lo que yo le quiero preguntar por ejemplo, a Nathaly.

Nosotras, ingenuamente sí pensamos en algún momento que desarrollar una pedagogía que hiciera que el chamo malandro, que tiene un potencial de rebeldía e inconfor-midad con el sistema, porque lo tiene, tiene una arrechera donde quiere consumir para acceder a lo que es el espa-cio de reconocimiento, lo que hemos dicho aquí mil veces. Nosotros pensamos que desde una política de la comuni-cación popular, que además hiciera visible políticamente el

que se puede presentar, porque no son excluyentes, se puede dar, y el malandro y el azote es la misma persona.

Relación simbólica malandro-comunidad

Bueno, otra cosa que también quería comentar y debatir, lo que comentaba Fernando del tema del malandro y de la fuerza, y cómo también es necesario usar la fuerza contra el malandro. Por más que suenen muy interesantes todas esas propuestas comunitarias, yo he visto comunidades muy desposeídas de poder con las que, sin embargo, nunca se ha roto el hilo de negociación con el malandro. O sea, la idea de que el malandro es un bárbaro que usa una violencia fuera de la comunidad y con la cual ya no existe relación social, también es peligrosa, porque el hilo de la negociación no se pierde nunca porque el malandro nunca deja de ser de la comunidad y comparte todo un meca-nismo simbólico común. Entonces, todos esos puentes que tiene Nathaly, a través del trabajo, es una fuerza que se demuestra simbólicamente porque el malandro nunca se separa simbólicamente de la comunidad, no por completo. Ahí también hay un elemento importantísimo, es cierto que el rol con el malandro tiene que variar, la posición de sumi-sión de la comunidad frente el malandro tiene que variar, pero que esa fuerza no viene dada por la fuerza fìsica, por la fuerza letal propiamente, sino viene dada por rescatar, explotar todos esos puentes simbólicos que unen al malan-dro con la comunidad.

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puedas estar en un estudio de radio, como llegué a estar yo con cinco chamos sola grabando, porque yo sabía que no me iban a pegar contra la pared, ni iba a salir de la nada el espíritu de la violencia, sino que esa violencia la necesita-ban para algo y nosotros logramos que él en ese espacio de la radio no necesitara la violencia porque ahí era el espacio de reconocimiento, el espacio de diálogo partía de otras claves y otros tipos de interacción. A partir de ahí pudimos establecer afectos, y quiero reivindicar ese elemento, no como una cosa cursi, sino que es también una herramienta de intervención, o sea con el chamo yo logro establecer un afecto porque es una carencia histórica que él ha tenido y es a partir de ahí que él nos reconoce, que él nos necesita, que él aceptaba ir al segundo taller, al tercer taller y tener dos meses en el taller, es a partir de ahí que salía de la casa y nos llamaba.

Malandro y comunidad

Mucho de lo que yo iba a apuntar lo dijo Doris. Todos esta-mos claros que Las Casitas es una comunidad rara, atípica, no en todas la comunidades se ha logrado desarrollar un mecanismo de control social tan importante como el que se ha desarrollado ahí, por un trabajo de un pocote de años. Entonces eso nos pone en un reto, que si tenemos un ver-gajazo de cosas a nivel parroquial regional, y en virtud de

mos de control más no en los jóvenes, focalizando inclusión en los jóvenes, también es cierto que deberíamos comenzar a interesarnos en hacia dónde va esa policía, porque sí es importante que sean las instituciones formales las que repriman –en el mejor sentido de la palabra-, que se utilicen como último mecanismo. Pero que sean las instituciones formales las que puedan disponer de la fuerza, ¿por qué? Porque tienen capacidad y tienen la obligación de rendir cuentas, a diferencia de un joven que se establece como el líder despótico de un barrio. Eso es lo que quería aclarar.

Comprensión y abordaje de la violencia

Lo último que quería apuntar es sobre el tema de los afec-tos y el tema de cómo nos acercamos al malandro, cómo entendemos el tema de la violencia, para nosotros el tema tiene que ver con que el chamo no va a reaccionar de re-pente a darnos un golpe, o a violarnos, como nos decían en la institución. Entendemos que la violencia es un elemento instrumental, que él la usa para algo, para algo material; para eso roba, para eso te da el cachazo, el tiro, para algo simbólico, para un reconocimiento simbólico, cuando ma-tan a un chamo. Partir desde ese punto de la comprensión de la violencia permite que tú hables con los chamos. Que puedas entrar a un centro de privación de libertad y pue-das tener una relación con él sin que esté el custodio, que

esta señora que le va a caer a golpes en la cancha porque está consumiendo y éste se levanta y le da un tiro en la cabeza, y esa chama era líder de la comunidad, la comu-nidad lo lincha, esa comunidad no le va a rendir cuentas a nadie y esto que se va a hacer es una cadena de violencia. En la medida que tengamos una policía capaz y una comu-nidad capaz de obligar a la policía a que rinda cuentas y un Estado que sea exigente con eso, que la policía esté obligada a rendir cuentas, empieza a suceder algo intere-sante con eso. Primero: Empieza a perder capacidad de poder, esa forma paramilitar, esa forma de la banda de tener el control absoluto del barrio y disponer de la vida de cualquiera y, por otro lado, empieza a haber la capacidad en la comunidad y en el estado de exigir a la policía. Mira ¿por qué tú asesinaste a esa persona? Entonces, lo que se empieza a generar en esos procesos donde la policía empieza a ser netamente necesaria en esas comunidades donde lo único que se impide es que no se atente en contra de la convivencia de la comunidad, contra la población que no tiene nada que ver en un conflicto. Es que la comu-nidad se empiece a autoregular, precisamente, cuando la comunidad es efectiva y solamente actúa en el momento necesario, la comunidad empieza a agarrar confianza con él, mientras que el mismo malandro comienza a asumir que “yo puedo ser malandro en la medida que no atente contra los vecinos de acá”. Creo que es importante que nosotros como colectivos, si bien estemos conscientes de lo lamen-table que es que el Estado siga invirtiendo en los mecanis-

montamos las primeras clases en Petare y estamos traba-jando ahora en San Martín, dialogando con la comunidad, ya vamos a comenzar con la Casa, en Las Adjuntas, por supuesto, que es mi barrio. Entonces, me gustaría articular, siendo ésta una política de Estado, la gente que está traba-jando como aisladamente, que nos conozcamos, articule-mos, hagamos una red, y por supuesto hay financiamiento para esto, en el caso del Cubo Rojo en el paraíso y la casa de la Lameda en San Agustín, bueno ellos se plegaron al programa y bueno le vamos a brindar todo el apoyo, para que sigan trabajando.

Control sobre las instituciones de seguridad

Creo que una de las cosas es que hay que empezar a preo-cuparnos, a hacer contraloría, con respecto a las univer-sidades, con estas nuevas figuras, es lo que nos toca a nosotros como colectivos, ver hacia dónde van esas uni-versidades de la seguridad. Porque hay algo muy cierto, esas forman paramilitares en la medida de que, esos mis-mos chamos que son del barrio, y que nadie del barrio lo puede controlar, termina siendo una forma paramilitar que en cualquier momento le quita la vida a cualquiera. Tiene la disposición total de todo el barrio, eso no se puede permitir, es decir, se necesita alguien que rinda cuentas, respecto a quién reprime. Me explico: cuando hay un muchacho que a

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Desde lo público estatal

La necesaria transformación del modo de producción

Respecto a lo que decía Nathaly, tengo muchos años cono-ciendo la comunidad de Las Casitas, y uno dice bueno, ¿Cuál es la principal diferencia de 20 años hacia acá en Las Casitas? Hace años uno llegaba y había 2 motos, 3 carros de los cuales 2 estaban malos y varias bicicletas. Ahora uno llega y ve ¿cuántas motos desfilar? 35 motos, todo el estacionamiento cubierto de carros y ya las bicicletas andan para niños muy muy chiquitos porque ya cuando tienen 12 andan en moto. Entonces, uno dice que evidentemente aquí ha habido un reflejo de un bienestar material, la gente está comiendo más también. Pero, ¿qué no ha cambiado? Esencialmente ¿qué no ha cambiado? Y yo creo que lo que no ha cambiado es la forma que la gente produce para vivir, eso es lo que no ha cambiado, o sea, como revolución, como proceso, no hemos logrado cambiar eso, la gente se va en la mañana a trabajar en las mismas cosas, pero los chamos siguen, algunos con más posibilidades de tigres. Pero no ha cambiado el espacio en el que producimos las cosas, cómo producimos lo que nos hace seres sociales, y creo que ese es un gran reto como revolución, porque si no supiéramos eso realmente, digamos, los casos que yo co-nozco, donde chamos en situación de riesgo, ya malandros malandros, han estado ahorita trabajando, viéndose en el

el chamo está vendiendo droga en Barlovento, porque tomó la decisión humana, creo yo también, en libertad también, porque vio eso, tuvo la posibilidad de decidir eso, irse a vender droga pa´Barlovento, y yo creo que uno tampoco puede martirizarse y darse latigazos de que “no funcionó, no sirvió, porque…”, sino que bueno, fue un proceso, fue una escuela. Yo no puedo pedirle tampoco a toda la gente que ha trabajado con uno, en la que uno ha puesto esfue-rzos así, que tome el mismo rumbo, el mismo camino, a la final hay esfuerzos que uno echa, no sé, en un saco roto. Pero fino porque también han sido una escuela, han sido un aprendizaje, y no pasa siempre pues, es más raro que el Gocho se haya ido a vender drogas, que los chamos que se quedan, que los esfuerzos que sí dan frutos. Siempre es más fino los que se quedan que los que se van, la gente toma sus propias decisiones después de todo.

defender porque él es pana y tal, quiere defender su barrio nada más, sino porque igual, no puede permitir que vengan los de la otra banda porque se van a apoderar, entonces no va a poder ser el pran. Entonces, nada pues que Las Casitas es raro.

Paternalismo comunitario

Sobre lo que decía Adriana del tema de la visión paterna-lista y no recuerdo bien la pregunta, pero sí recuerdo el espíritu de la cosa, de la ingenuidad que uno a veces tiene de creer que con la comprensión de creer que es el sis-tema el que te jode, con eso vas a empezar a hacer trabajo liberador y comenzar a ser un activista comunitario, político. Con esa comprensión nada más no basta. Nosotros nos hemos dado cuenta de eso en el camino, indudablemente todavía nos falta burda por construir. Por ejemplo, El Gocho -que es lo que contaba en la ponencia- “El Gocho” estuvo trabajando con nosotros, fue protagonista de la película, estuvo viviendo con nosotros, trabajando con nosotros un año completo, pero entonces el pana se dio cuenta que haciendo películas no iba a ganar más de lo que ganaba vendiendo droga ves, entonces se va a Barlovento y allá va y monta una plaza y eso le da burda de real y tiene su casa y a su familia tranquila y su familia feliz, a pesar de que tiene una comprensión, mucho más varios de los que estamos aquí. Ese chamo está más claro que cualquiera, pero bueno

esas rarezas de la comunidad de Las Casitas, de lo atípica que es, ahí yo quería hablar un poco de lo que decía Iván, los rangos de negociación que puede tener la comunidad con el malandro. No en todas las comunidades se habla de la posibilidad de hablar de que la gente pueda negociar. En Las Casitas, así como se malandrea al malandro también se malandrea al paco. Hace como siete años que no hay redadas de pacos, que no entran, no hay puntos de control ni siquiera cerca, y saben que no se van a meter pa`llá porque allá no tienen nada que hacer, aunque sepan que hay armas, aunque sepan que hay drogas, no van a ejercer los mecanismos de represión que ejercen en “Las Torres”, por ejemplo, donde no hay un mecanismo de control social que permita que la comunidad sea la que defina y que de-cida cómo se resuelven los conflictos. No es que en Las Casitas no haya muertos, hace quince días o menos de quince días hubo un muerto en una fiesta, hay obviamente violencia organizada, pero los rangos de negociación que la comunidad ha logrado, son gracias al trabajo de muchos años. Yo creo que por ahí la caída pues, lograr que los ran-gos de negociación con el joven en conflicto sean los más cercanos permanentemente. Y, por otra parte, no creo que el malandro sea una que se va convirtiendo en incontrolable e incontenible, yo creo que eso no es del todo posible en la medida que el malandro es de la comunidad pues, es hijo de una doña de ahí, se mueve en ese territorio y es un territorio común y que él está claro que en definitiva él lo tiene que defender, de alguna manera. No lo tiene que

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en contra de los ricos y de la burguesía, y que no van a los centros comerciales. Es importante que identifiquen en la estructura de poder capitalista que hay unos grupos es-pecíficos, porque no estoy diciendo que es toda la Guardia Nacional y todo el Fuerte Tiuna, pero ahí en Fuerte Tiuna hay vínculos con el paramilitarismo, pero no para tumbar al gobierno o para favorecerlo, sino para favorecer sus inte-reses de acumulación de capital, porque están conectados con los distribuidores de droga mayorista y los capos de Colombia. Entonces ahí la política es secundaria para ellos, ahí lo que están acumulando es capital y tienen poder, y utilizan a los malandros de todos los barrios de Caracas. En esa cadena lo que llega al barrio, es droga, es armas, pero hay unos responsables generales del malandro, y a esos responsables hay que ponerle nombre, y nos es gené-rico: el paramilitarismo, la derecha. No, son generales con nombre y apellido. El que coordina el dispositivo bicentena-rio de seguridad se llama Luis Volque Soto, y está inscrito en el PSUV, es el coordinador del CORE 4, igual que el del CORE 7, y el prontuario de este Sr. hay que conocerlo. Entonces no hay que caerse a coba porque no podemos reproducir ese carácter ingenuo, bueno agárrense de las manos quiero tener un millón de amigos, muera el capi-talismo. La prevención en la formación política es ponerle nombre y apellido a los grupos de poder, es que la gente no se identifique de izquierda nada más de la boca pa’ fuera, y sepa identificar la estructura de poder de la sociedad más allá de falsas dicotomías de derechas o de ultraderechas e

ellos fue comandante de la policía y le entregó a un narco-traficante colombiano, que detuvieron en una casa en La Lagunita, un carnet de inteligencia policial de la policía de Lara. Este General encubrió 9 masacres policiales desde el año 2004, en Los Pocitos en enero del 2004 con 11 ase-sinatos, hasta la última en el 2009 que tuvo que salir por las presiones de los Comités de Víctimas. Entonces, el general saben dónde está ahorita, ascendido de Coronel a General, bueno está coordinando un gabinete de Seguridad pública en el palacio de Miraflores, en una oficina que queda a 70 metros del despacho presidencial. Es lo que decía Olimpo, al barrio llega una droga en la distribución detallista donde además los que traen las armas, esas 7 millones de armas que no están registradas en el DARFA, y que se le entrega a los detallistas de droga porque los mayoristas no pagan con dinero sino con más droga y dan las armas para que detallistas abran nuevos mercados matando a los distri-buidores, eso tiene 10 años en Venezuela cuando menos, según el Observatorio Venezolano de la Violencia.

Reconocer quiénes conforman la estructura de poder

Entonces bueno hablemos de la estructura capitalista para educar a los jóvenes que vienen a hacer hip hop aquí, pero no basta con que diga yo soy anticapitalista y que están

represión debe evidenciarse en términos presupuestarios y en políticas concretas. Al respecto, te pregunto: ¿Cómo estás tú viendo todo el proceso de por ejemplo el Consejo Nacional de Prevención? y ¿cuáles serían los alcances y en cuánto tiempo?, ¿cómo perfilas tú que estás personas que están ahí, se están aproximando al problema? y ¿cuál es la visión que tienen de la prevención?, ¿cómo entienden las experiencias concretas que se están desarrollando?, ¿qué mecanismos están desarrollando para comprender que el pueblo o la gente organizada ya está desarrollando estrate-gias de prevención y cómo las entienden ellos?

¿Son ingenuas las políticas de prevención?

Mi pregunta para Antonio, ¿por qué todas las políticas preventivas del Estado venezolano, desde hace décadas, tienen este carácter de ingenuidad y en la estructura de poder del Estado siempre aparecen marginales, subsidia-rias, secundarias?, ¿no hay una intencionalidad de asociar la prevención con lo ineficaz, lo ineficiente, lo sin recursos? Hay una idea de que la prevención se asocie a lo inefec-tivo como para que languidezca, porque realmente lo duro de la política pública, es lo que decía Olimpo, es decir, de dónde viene la estructura del delito en una sociedad como la nuestra. Él dijo en Los Generales. En Lara, está a la orden un estudio sobre la manera como se estructura la distribución de drogas mayoristas en la región centro-occi-dental, y tenemos los nombres de Los Generales. Uno de

proceso, entonces en eso uno ha visto un cambio estructu-ral. A ese chamo le queda también la comodidad de trabajar de otra manera y de mantener a su familia de otra manera. Cuando eso no pasa y no logramos resolver la papa, tarde o temprano, el chamo regresa a su modelo original porque tiene que resolver la papa, entonces es como una hermosa vacación que dura un tiempo, pero una vez que supera la vacación vuelve. Eso, en primer lugar como reto, para todos los que estamos aquí en la revolución, hacer de la famosa economía social, no estoy hablando de la economía esta-tal ni de la economía privada, sino de la famosa economía social, una realidad. Eso implica cómo producimos las co-sas, cómo logramos producir las cosas de otra manera. Lo primero porque a veces uno se queda como pegado que si en la prevención, en la identidad, en cómo el chamo realiza su identidad y no vamos un poquito más allá y lo vemos como proceso, qué hemos logrado resolver y qué no hemos logrado resolver, como proceso.

La prevención desde el Estado

Bueno sobre la intervención de Antonio coincido totalmente en el enfoque que ha tenido la institucionalidad venezo-lana para entender el problema de la inseguridad y de los jóvenes que es uno de sus protagonistas. Sin embargo, entender la prioridad que debe tener la prevención sobre la

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tural y que lo identificas con el asunto de las cifras que dan que la pobreza extrema en Venezuela ha disminuido y, sin embargo, las cosas siguen igual o hasta peores que antes. Pero, al mismo tiempo también reconoces que una forma de resolver el problema de la seguridad es aumentar el número de policías y ese tipo de cuestiones. Reconoces que atender el problema de la inseguridad con la policía tampoco es la mejor solución porque también reconoces que la policía es corrupta. Entonces quisiera saber: ¿Si el problema de la inseguridad no es un problema estructural, entonces, el problema de la corrupción sí lo es? Si el pro-blema de la corrupción de la policía es estructural ¿cómo podemos atenderlo?

¿Cuestionar al policía o a la institución policial?

Varias cosas, bueno, una que a mí me toca personalmente, el tema de la represión, de la prevención–represión y por qué hay que intervenir la policía y bueno yo ahorita tam-bién formo parte de la CONAREPOL y doy clases en la policía y bueno, entonces, me toca un poquito. Ahí hay un tema interesante, estuve comentando con Lorena y Alberto el hecho de que el balance prevención-represión real, o sea, el balance de inversión en términos de prevención del delito, que no sean solamente de cosas extra-policiales y lo policial, tiene que alterarse. También hay un punto central y es que lo policial no es externo a la comunidad, es decir, los policías son jóvenes, hombres, excluidos históricamente

o de cualquier mecanismo que sea necesario para revertir esta cultura, que yo llamo la cultura de la muerte en Ve-nezuela. Cómo hacerla, cómo pensarla, más allá del deseo y de las aspiraciones que pueda tener el Estado, que debe ser el garante de la integridad física de todos los ciuda-danos, estando, creando agendas públicas a favor de la vida. Pero estamos viviendo entonces una realidad de pola-rización, es decir, hay que pensarlo como muchas veces cuando uno habla de El Salvador, Guatemala, todavía pue-blos que dilucidaron sus conflictos internos, negociaron o pactaron cuando el cese de las hostilidades y, sin embargo, siguen siendo sociedad partidas, quebradas, atomizadas y polarizadas. Entonces, pensar en un ideal, pero cuáles se-rían esas alternativas plausibles para ir reduciendo cada vez más la cultura de la muerte, sobre todo en las zonas popu-lares. Aplaudo iniciativas de quienes como ustedes deci-den reflexionar y acompañar procesos comunitarios, pero yo creo que también tenemos que pensar en muchas más alternativas para tratar de decirle a nuestros muchachos y muchachas, ser malandro no es simplemente una opción de vida, no puede ser una opción de vida.

Corrupción y policía

Mi pregunta va para Antonio, en primer lugar quería saber, hablaste que existe un falso mito en cuanto al problema de que la seguridad en Venezuela es supuestamente estruc-

estos foros me parece, los jóvenes transgresores que pue-den ser rescatados con el trabajo socio-cultural y de forma-ción política, tenemos que educarlos en la idea de que su identidad se construye en una contradicción con un sis-tema que los afecta. Pero también tenemos que educarlos políticamente en un descubrimiento de la realidad, sin dog-matismos políticos, un adoctrinamiento. Yo no comparto la tesis del paramilitarismo colombiano, entonces Uribe quiere derrocar a Chávez, y entonces manda a los paramilitares que inundan los barrios de Caracas, yo creo que el parami-litarismo lo promueven los generales de la Guardia Nacional en Venezuela y hay demostraciones de eso.

Olimpo dio las claves, ya no es el teórico, es Olimpo con su testimonio que es un tipo pilas y habló aquí, que recapitula su vida y se da cuenta de la estructura de poder de la socie-dad y habla claro, porque Olimpo habló muy claro.

Agendas públicas a favor de la vida y despo-larización social

Fréitez decía algo que de repente me permite hacer una pregunta. Cuando tú hablas de la necesidad de que se in-troduzcan cambios en la correlación de fuerzas en nuestro país, para que luego entonces el ciudadano o la sociedad internalice la importancia que tiene coadyuvar en los pro-cesos de prevención, a través de la formulación de una ley

izquierdas. ¿Dónde están los grupos que acumulan poder, que acumulan capital y dominan la sociedad? Ahí creo que hay que hacer un esfuerzo para despolarizar el tema.

El Estado malandro que malandrea al barrio

Yo recuerdo que en el foro del 30 de abril, se dijo que al malandro no había que sublimarlo, no hay una biología del malandro, que el malandro per se es anticapitalista, es irre-verente, que se enfrenta a lo dominante y a la ideología que lo domina. Olimpo en su testimonio hace una recapitulación de su vida por sus experiencias de los últimos años, y dice: yo no quiero una sociedad que genere más malandros, yo no exalto al malandro, yo lo que quisiera es que no hayan más malandros. Pero tampoco quiero que hayan más generales malandros, porque los malandros son los gene-rales, que convierten al Estado en un Estado malandro que malandrea al barrio. Y en ese factor tenemos que unirnos chavistas y no chavistas, porque yo no soy chavista pues, pero también soy anticapitalista pero enfrentando grupos que tienen nombre y apellido, no genérico, ni tampoco exal-to figuras, ni mesías, porque los pueblos no tienen por qué andar buscando mesías, ni hombres a caballo, cuatriboliao, que vienen a repartir gasto público y a hacer dependiente al pueblo. Los pueblos se dan su personalidad con su orga-nización, y los jóvenes malandros, y este es el enfoque de

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Bueno, por qué nos han ganado más los pran, esta estruc-tura paramilitar, digamos, de control despótico, yo me hago la misma pregunta que tú. Yo tiendo a pensar que como es la misma razón por la que buena parte de nuestros conse-jos comunales no han calado, que para tener una lógica organizativa necesitamos de un asentamiento cultural, de unas formalidades de las que carecemos. Esa es una virtud para algunas cosas y sufrimos para otras, en todo caso, deberíamos alegrarnos. Ahora lo que sí pareciera previsible, es que la vaina va pa`llá, y si el Estado no se convierte en el pran -que era un poco la propuesta del compañero-, el Estado tiene que ser el pran, el que ponga el orden en la vaina, pero tiene que ser un pran democrático, legítimo, respetuoso los derechos humanos

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III. etIologías

Paramilitarismo y narcotráfico

Paramilitarismo y su vínculo con el ma-landreo

Antes que todo felicitar a Tiuna El Fuerte, por este evento, y mi pregunta encaminada hacia el tema de la inseguridad, porque de alguna manera son tres visiones que se com-plementan, y que de alguna manera habla de experiencias

lismo de Estado, eso no es socialismo, que tácticamente es muy importante, porque tener un Estado poderoso permite ponerle peso, hacerle peso a los poderes fácticos económi-cos, pero ¿cómo cambiamos la correlación de fuerzas? La correlación de fuerzas bueno, tenemos que poner medios de producción en manos de la sociedad, en manos de la gente. Eso además es pelúo, no sólo porque las razones ideológicas y el capital y el no sé qué, sino que para tener revolucionarios, la gente tiene que pensar en lógicas de izquierda, para tener cooperativistas tienen que creerse que ese es el mejor camino y digamos que hay muchos factores externos influyendo, no sólo la lógica del capital, sino la ló-gica del capital expresada de manera concreta, en el ejem-plo que dan una parte de la gente dirigentes del proceso. Entonces sabes, yo sí soy cooperativista, yo sí me exploto en esta vaina, porque muchas veces muchas cooperativas terminan siendo empresas encubiertas.

Prevención y represión

Bueno el tema de la relación con la prevención. Yo creo que el entrompe de este problema tiene que ser de muchos lados, y de lejos, la que hemos llamado represión legítima aquí, tiene que ser parte de la solución, y que si hemos dicho que el 20% de los delitos, al menos, lo cometen los policías, lo que hagamos ahí es ganancia, ahora, solo no funciona, eso solo no funciona.

mente hay un proceso de cambio que incluye a una parte del gobierno, pero que está también por fuera. Tenemos generales, políticos, diputados y probablemente también ministros, gobernadores, que están metidos en chanchul-los, que son, que no representan ninguna posición, que te digo ni siquiera, revolucionaria, sino progresista, que simplemente están reproduciendo con camisa roja el orden injusto del capital. Sí, creo que sí, que la conciencia, el trabajo político que debemos hacer con nuestros jóvenes y con todo el mundo apunta a identificar las correlaciones de fuerza. Dónde estamos, quién es mi izquierda, cómo se convence a la izquierda, cuál es el poder real que tiene la izquierda en Venezuela y cuáles son nuestras debilidades, que son muchas también, dónde están nuestros aliados y dónde nuestros adversarios.

Modelo económico y correlación de fuerzas

Eso apuntaba al tema de la correlación de fuerzas, y lo conecto con algo que decía Fernando, mira, la economía social en Venezuela pasó de 0,8% a 1,5% en un año de proceso de cambio, es decir, un coño, con toda la bola de plata que se le ha invertido a la economía social. Se decía que nuestro modo de ser socialista es la economía social, cooperativa no sé qué y no sé cual, estamos bien fritos, porque más bien ha crecido más la economía privada que la economía social. Y la economía del Estado es capita-

que el sistema les ha dado una levísima condición de inclu-sión que es el ejercicio policial, entonces bueno, invertir dinero, esfuerzo, en el hecho de que los policías tengan condiciones dignas no está fuera del ciclo de reproducción de la violencia. Los policías –uno se empieza a enterar de eso porque uno sólo ha vivido de la policía el maltrato di-recto y ese tipo de cosas- pero uno se empieza a enterar también que las condiciones del trabajo policial, también es profundamente indigno, entonces la reivindicación digamos de la identidad subjetiva del malandro no tiene que pasar por una satanización del individuo policía. Una satanización de la institución y su ejercicio tradicional de la seguridad tiene que pasar pero no contra el individuo y desde ese sentido sí me parece importante que se invierta en ese indi-viduo. Por ahí también lo veía, es una inversión inteligente en términos de cambio de criterio.

Corrupción gubernamental

Con el tema de la corrupción de los Generales, creo que es parte del mismo tema, confundir que en Venezuela haya un proceso de cambio y que haya una gente de izquierda, parcialmente en el Estado, coexistiendo en el Estado, con buena parte de otros sectores que no son de izquierda y que no tienen pretensión de ser de izquierda. La revolución no está en el gobierno, eso no es verdad, aquí efectiva-

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son chavistas. Yo eso no lo entiendo mucho. Creo que si el tipo vende droga, eso no tiene que ver mucho, puede ser lo que sea, pero de izquierda no es desde mi concepto de la izquierda. Yo creo que sí hay una polarización de la sociedad pero hecha por el capital, esa es la situación que tenemos y que explica lo que somos, entre los que poseen y los que no poseen.

Paramilitarismo en las comunidades

Buenas noches, me gustaría que el profesor Leal se acer-cara, quisiera tocar unos puntos sobre varias preguntas que él hizo. Hay un punto que toca el profesor que es su preocupación sobre el paramilitarismo transnacional, el pa-ramilitarismo que está afectando a las comunidades y está utilizándolo como instrumento para la derecha del país. Yo quiero empezar lo que voy a decir suscribiendo algo que dijo Antillano hace 15 días: “justificar el hecho de la violen-cia que están viviendo los barrios, las transmutaciones en el tema de la criminalidad intracomunidades, intrabarrios, en esta sociedad capitalista post-ochentas, y diez años que todavía no han terminado de enseriar la propuesta de ver cómo integrar a esos jóvenes, el hecho de reducirlos al paramilitarismo desde la transnacionalidad. El hecho de reducirlo a un problema de la derecha termina siendo un reduccionismo, termina siendo una justificación y además una satanización histórica de los colombianos que viven

¿Por qué aquí eso no ha funcionado? Nosotros tenemos que las bandas del barrio son extremadamente pequeñas en territorio, son casos muy excepcionales cuando aumen-tan de territorio, el tamaño del territorio. ¿Cuáles son los casos excepcionales? Zulia y Táchira, ¿Por qué? Bueno, porque están los paracos ahí donde ya tienen el territo-rio tomado, donde ya hay aseguradoras de carros, donde tenemos estructuras grandes, donde a los que estamos del lado de la izquierda, eso es lo que más caga pues. Y mien-tras sigan siendo estructuras muy pequeñas, de alguna forma pasa lo que decía Nathaly. Son estructuras que per-tenecen a la comunidad, donde hay diálogo posible, donde a veces se puede malandrear al malandro. A mí me gustó mucho lo que dijo Nathaly, pero había como una mentirita escondida porque en la parte del amor estaban los palos, porque en el malandreo malandro también están los palos (los golpes). Bueno, yo no lo digo, pero eso forma parte de las soluciones que las comunidades han tomado, inclusive para negociar, porque tú para establecer negociación con una estructura de fuerza tienes que demostrar fuerza, es como alguien que intenta negociar y no tiene con qué y el otro le golpea. Si tú vas a negociar generalmente vienes a la negociación donde hay un reconocimiento de la fuerza del otro, en los códigos del otro, no solamente en los códi-gos de uno.

Por otro lado, vi en algunos discursos y es como que, eso de la polarización de la sociedad, y que si son militares y

necesita blanquear dinero, lavar dinero, que necesita meter armas al país, y que necesita esconderse en muchos de los barrios está penetrando los sectores populares, a través de una estructura ya no de barrio, ya no regional o incluso nacional, sino internacional y está utilizando a los malan-dros, está estableciendo un sistema bien estructurado de injerencia para que no se vuelva a dar un 11 y un 12 de abril. Entonces hasta qué medida, una de las estructuras que está malandreando a los malandros, es una derecha o una ultraderecha organizada con el paramilitarismo tras-nacional y con unos medios de comunicación privado que celebran cada muerto de cada barrio, porque es un voto más para ellos.

Sin control paramilitar los colectivos mili-tantes logran “malandrear al malandro”

En Colombia y en Brasil los paramilitares han logrado uni-formar los ejércitos en los barrios. ¿Cómo funciona eso? Funciona que, yo voy a un barrio y a la banda del barrio le doy hierro y le doy un radio, y le digo “yo te protejo como tu superior”, “si te pones cómico te mato, pero tú me res-pondes a mí”, pero tú eres autónomo en tu zona, tú tienes el poder de tu zona. De esa forma, rápidamente, tene-mos estructuras muy grandes de ejército actuando, y eso funciona así en Colombia y en Brasil. ¿Por qué aquí no?

a nivel micro y macro. Hablar de los malandros significa hablar del tema de la inseguridad. Y hablar del tema de la inseguridad en Venezuela, es hablar de un tema político, del tema político más importante en este caso en un país donde cada año se hace comicios electorales y una de las principales herramientas electorales que posee la oposición es la inseguridad, como cosa no resuelta por parte del gobierno bolivariano. En otras palabras, la inseguridad es la campaña más eficiente y más eficaz, o como diría Luis Brito García, una de las grandes máquinas mata votos de la revo-lución. En qué sentido, entonces, el malandro está siendo utilizado como medio para esta campaña electoral de la derecha y de la ultraderecha venezolana. Y abriendo un poquito más el zoom, yendo desde la particularidad de una comunidad, de una experiencia comunitaria a la macro-política, ¿de qué manera el tema de las armas se inscribe en un tipo de injerencia incluso internacional que nosotros podemos determinar, desde el 2002 hasta el 2010, con el tema del paramilitarismo?

Si miramos menos la realidad caraqueña, por ejemplo, yo vengo de un barrio de Maracaibo, allá nos damos cuen-ta que el tema de las armas, el tema de prostitución, el tema de secuestro Express, el tema incluso de los bingos, el tema de la droga está ligado en el interior del país y en las zonas fronterizas, al tema del paramilitarismo y del narcotráfico. Mi pregunta es ¿en qué medida quien está malandreando a los malandros es el paramilitarismo? que

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mas que son macro, tienen que ver con la realidad micro, de eso no tengo ninguna duda. Sin embargo, yo quería apuntar un elemento más que es un hecho puntual, hace como dos semanas –yo vivo en el 23 de enero- hubo en una fiesta una noche de viernes para sábado, una ploma-mentazón en la planta baja, en la que hubo literalmente un acto de guerra, por un conflicto de “culebra” como le llama Antonio, se llegaron hasta la fiesta, dispararon desde afue-ra ráfagas y se perdieron. No fue que entraron a la fiesta a buscar bien a la persona, sino que dispararon a man-salva. Hubo tres muertos que no tenían nada que ver en el conflicto, además menores y una chama que andaba en la fiesta tripeando pues y dos días después salió Mario Silva en su programa, haciendo referencia a este hecho y vin-culándolo con los paramilitares. No puedo recordar exacta-mente las frases que dijo porque la verdad no pude terminar de ver el programa, porque la violencia que me generó fue la misma, fue la misma que sentí cuando me dijeron que los pistoleros de Puente Llaguno habían matado a la gran mar-cha pacifista. Fue lo mismo que sentí cuando me dijeron lo que había pasado en el bloque de al lado, que habían sido unos paramilitares colombianos que habían entrado. Y dije: ¡qué es esto! Que es esto que todo el 23 sabe quién fue, sabe que fue una culebra, saben que fue un hecho –bueno como lo llama Antonio- un hecho de solución de conflicto, y por la disponibilidad del acceso tan fácil a las armas que tienen los chamos ahí. Entonces, yo creo que ante un tema tan complejo como éste, en el que indudablemente tiene

momento determinado cuando asumieron su protagonismo como operadores políticos, terminaron lamentablemente quebrando la aspiración, quebrando el sueño y los barrios, no puedo dar cuenta de los barrios metropolitanos, hablo desde mi experiencia, siguen desangrándose cada día más.

Paramilitarismo y violencia: un reduccionis-mo problemático

Quería decir un par de cosas, primero, con lo del para-militarismo, que ya todos han señalado y que es un tema que salió del foro pasado, cómo los grandes carteles de la droga también estaban involucrados con las bandas, con el tema de la violencia en los barrios. Mireya en la interven-ción pasada también señaló cómo el tema de la polariza-ción política desvirtuaba y ponía en dudas las cifras –tanto las cifras de los medios como las cifras oficiales-, como uno se encontraba como en una laguna en que uno no sabía qué creer. De hecho, Antillano señaló, tácitamente que el tema del paramilitarismo era un mito, que era un mito, no dejó dudas sino que lo afirmó concretamente. Las cifras de Antonio también nos da un indicador más cuando dice que bueno, 127, de los cuales 100, o sea, más del 50% son muertos, o sea, los chamos entre los chamos, o sea además del paramilitar que viene a matar desde afuera o el cartel que viene de afuera, aunque no dudo que esos trau-

en los muchachos que definitivamente hay que captar, que es focalizar la inclusión en los jóvenes de los barrios. Eso es lamentable porque siempre lo que uno termina viendo es que lo que genera más rédito político es invertir en la policía, invertir en las universidades de seguridad. Sin em-bargo, no creo que garantizar mecanismos de contención en los barrios para que no se formen los paramilitares, es ajeno a esas universidades y a esos mecanismos de segu-ridad. Porque está claro algo, lo que potencia esas formas paramilitares en las comunidades es precisamente que no hay control sobre los organismos policiales, sobre los orga-nismos que manejan armas.

Responsabilidad política de gobierno

Yo creo en la pluralidad, pero tampoco creo que todos los males, y todas las circunstancias y contradicciones propias de nuestro tejido social vengan única y exclusivamente de la estructura capitalista. Tampoco creo en el paramili-tarismo, que probablemente sea un factor a considerar en los estados fronterizos. En Petare hoy, quienes están reforzando el mercado y la constitución de plazas de dis-tribución de drogas han sido no solamente los que son de derecha, también mucha gente identificada con la izquier-da, no solamente generales de 5 soles, de brigada o de división, también han sido operadores políticos, también han sido promotores del proceso revolucionario, que en un

en los barrios. Empiezo por ahí, con esto no quiero decir que que no sea un problema que se está generando con los paramilitares en los barrios. Quiero agregar una de las cosas que está pasando hoy en día es que si bien antes, previamente, cuando existía esa figura del malandro, donde existían los tejidos de contención, donde existía la abuelita que podía decirle al chamo “no fumes aquí” y el muchacho no fumaba, el muchacho no delinquía en el barrio y exis-tía esa cultura de respeto. Hoy en día lo que se empieza a ver más es que precisamente esos tejidos, esa capaci-dad de autoridad de los vecinos, de la abuela, del nieto, se empiezan a fragmentar, entonces empieza a haber una forma que si bien es paramilitar no deja de ser típico para-militar colombiano. Es una forma paramilitar que se viene dando porque no se ha dado respuesta a la integración de los jóvenes, no se ha dado respuesta a las mejoras de los mecanismos de seguridad formales del Estado y no hemos tenido la capacidad de controlar el acceso a armas. Una de las cosas que nos preguntaba el compañero era que de dónde provenían las armas. Está comprobado justamente a partir de varios estudios que las pistolas vienen justamente de los organismos oficiales y de personas privadas que les robaron el carro, y “mira, nos encontramos una bicha aquí, guárdala, rescátala”. Entonces, esa figura que hay un mer-cado que se está enquistando en los barrios para dominar réditos políticos, creo que también es un facilismo estatista que hay que tener cuidado con eso. Es lamentable que, por un lado, si bien se invierte en los cuerpos de seguridad y no

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sociedad muy conservadora todavía, entonces, considera pues que esa pudiese ser una salida. Lo último que quería preguntar era que si la cárcel no es la mejor solución para castigar al malandro pudiera entonces puntualizar qué otras medidas pudieran tomarse para castigar al malandro, qui-siera puntualizar exactamente cuáles serían esas medidas, o sea ¿servicios comunitarios? Eso podría funcionar o real-mente esa no es una salida.

Legalización de las drogas

Mencionaban por ahí el tema de la preparación para las drogas, hasta qué punto somos una sociedad preparada para la legalización. Yo creo que ese esquema sueco donde hay un momento en que todos nos volvemos muy inteli-gentes y ahí es que aprendemos a consumir las drogas, no forma parte de una mirada inteligente de la raíz del proble-ma de las drogas, o sea, muchas drogas son problemáticas a partir de su prohibición. Antonio mencionaba el tema del alcohol en Estados Unidos en los treinta. El surgimiento de la figura del yonki que diez años antes no existía cuando no había prohibición y “la heroína se usaba muy inteligente-mente por gente clase media”. Cuando era perfectamente legal, también te habla que la producción genera al yonki, no es la heroína en sí misma la que genera al yonki. En-tonces hay también un tema con cómo la prohibición no es una manera inteligente de manejar el tema de la sustancia.

uso racional de las drogas y de dónde se está ubicando? Y a Nathaly quería preguntarle ¿cómo se lleva ese proceso que tú dices de malandrear al malandro? porque uno de los mitos de las políticas de seguridad ha sido siempre el hecho de que el malandro tiene una violencia incontenible con la que somete a todos los demás, y los que nos hemos aden-trado en la práctica hemos visto que el malandro desarrolla una acción que es mucho más social con eso –me parece- o sea nunca está totalmente separado del tema social de la comunidad. ¿Cómo hace la comunidad, qué procesos tiene para intimidar a alguien, que tiene, digamos, el monopolio de la violencia física?

¿Venezuela está preparada para la legaliza-ción de drogas?

Antonio tu hablas de los índices de relación de Sida con el consumo de heroína por ejemplo, en Holanda, y como esos índices son sumamente menores al resto de Europa y esto en función a la legalización en Holanda. ¿Tú consideras que la legalización en Venezuela de la droga, es una salida para combatir este problema? O estamos hablando de un tipo de droga, estamos hablando solamente de la marihuana por ejemplo. Quisiera saber, si esto fuese cierto, si pudiese darse en Venezuela un debate serio sobre la legalización de las drogas. Consideras que Venezuela está preparada para tomar este tipo de decisiones, tomando en cuenta que Venezuela, al menos desde mi punto de vista, es una

cuando me dijeron que fue un paraco”, esa vaina mata sin duda alguna. Creo que Chávez está pelando bolas en ese tema, porque ya no es creíble, o sea ni siquiera funciona como una mentira.

Drogas

Drogas y legalización

Formo parte del Colectivo Juventudes Otras, estamos pre-cisamente haciendo una experiencia de sistematización, de reflexión sobre la experiencia práctica, y bueno, en base a eso, te quería preguntar Antonio un par de cosas. Primero algo muy técnico pero útil: ¿cómo se mide esa diferencia entre los conflictos no resueltos, esa diferencia que siento entre la culebra, el conflicto personal y el conflicto de la banda? Y ¿de qué manera se está viendo eso? Porque es un dato muy interesante eso de que no toda la violencia provenga de las bandas. Quería preguntarte también, cuan-do se habla de política de seguridad y uso informado de las drogas, la información ha sido una de las bases, como polí-tica tradicional sobre drogas, o sea, los muchachos saben muy bien que hay millones de accesos a folletos donde di-cen qué es la marihuana, qué es la cocaína, qué es la heroí-na. Pero, precisamente, hay una desconexión de eso con su vida práctica, entonces, ¿qué mecanismos alternativos se estan montando para generar el uso informado, de ese

que ver “el cartel latinoamericano de drogas”, los generales, el paramilitarismo, las culebras micro, la policía corrupta, creo que la decisión de nosotros es una decisión política, o sea ¿dónde enfocamos nuestros esfuerzos? Yo no puedo luchar contra el paramilitarismo ni puedo lanzarme a resol-ver eso, pero sí entiendo y al menos creo que ha sido la decisión del colectivo que es desde los espacios locales donde podemos nosotros aportar a ese conflicto, pero veo peligroso que el tema del paramilitarismo llegue a –como decía Alberto- llegue a reducir todo el tema de la violencia. Desvirtúa cómo nosotros podemos entender el problema.

Paramilitarismo y reduccionismo de las ra-zones del crimen

Sobre el tema de los paracos, yo creo que ya varios com-pañeros respondieron, yo suscribo las cosas que se dijeron. Creo que además, el cuento de la compañera sobre “el muerto” y que pretenden culpar a los paracos cuando tú sabes que no es, más que un marco efectista de la cam-paña de oposición, la gente sabe que nuestros muertos no son de los paracos. Eso no quita que exista un imperio montado que está interesado que este proceso se detenga y que exista efectivamente presencia paramilitar en Ve-nezuela. Pero, en todo caso, la gente sabe que los paracos no son los que están matando, sino que “mira fue fulanito

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opresión a través del trabajo, pero yo creo que hay un valor fundamental: también se debe trabajar, porque así hayan sido esclavizados tus padres, tus padres se han partido el lomo para darte de buena o mala manera las cosas que tienes, entonces yo creo que es importante y eso se tiene que ubicar, no ver como una figura mala la que del papá fue esclavizado. Respeto señora, muchacho, joven, la vida no es tan bonita, tú no vas a ser un hiphopero, un reguetonero, como Daddy Yankee, no, la vida no es sólo eso. Uno a veces para llegar a cosas que quiere, tiene que hacer otras que no y tiene que trabajar fuerte. Yo creo que ese es un valor que de verdad se debe inculcar, creo que hay que reconocer el esfuerzo y el valor que tiene el trabajo de un padre, y eso es algo que me llamo sumamente la atención, porque me ima-gino que ustedes trabajaran eso dentro de las comunidades. Porque también siento que de alguna otra forma, así sean de estratos sociales diferentes, bien sean humildes o de bajos recursos están bombardeados por los medios a un simbo-lismo y un materialismo igualito. Esas mismas inquietudes en los tiempos de ocio lo tienen los chamos de clase alta, lo que pasa es que lo reflejan en otras actitudes, como pueden ser la autodestrucción, el exceso de drogas o exceso de otro tipo, mientras que ellos lo llevan al malandreo, pero somos una sociedad y todos estamos permeados de la misma emi-sión de mensajes que hacen los medios, entonces siento que es una cuestión de verse reflejado en el otro también.

entonces las estadisticas también que nos dicen que ese joven, o ese adulto de 28 a 32 años es muerto, porque es el criadero que te envía a esa calle, donde no fuiste pre-parado en un oficio, no fuiste en una disciplina y te tienes que llegar nuevamente a la calle. Eso es efectivamente un elemento de reflexión, para que se evalúe qué es lo que pasa en la milicia, porque los jóvenes lo utilizan como una herramienta de escape, pero qué pasa en ese escape.

Sobre el valor del trabajo y el reconocimien-to identitario

Hay otra cosa que me parece muy interesante que escuche en el relato de Doris, y también siento que se ha trabajado, lo menciona Natalie, que el muchacho, el joven malandro siente una repulsión al sistema y de ahí el ser rebelde. Pero también hay que pensar y eso sí me causó como cierto ruido, que decían “que mi papá mis padres han trabajado y han sido esclavos de un sistema”. Yo creo que ahí también hay como que ser un poco más humilde y reflexionar en torno a que la vida no es tan bonita, no te va a acompañar: “mira mucha-chito ven por acá, esto es así, esto es por allá”. No. Es parte de “ey, tú y yo estamos sufriendo la misma situación, esta-mos sufriendo los mismos problemas, tenemos que echarle piernas los dos”. Por qué digo eso, porque de repente hablar de “mi papá ha sido esclavizado”, es verdad, hay sistemas de

la droga, pero hay un elemento también de evasión, hay un elemento de evasión ante una vida que es hostil para él, este mundo es hostil, el trabajo, no tenerlo. Pero tenemos que reconocer que incluso para otros sectores hay necesi-dad de esos espacios de evasión.

Otros factores: La milicia y El trabajo

La milicia y sus efectos

Yo quisiera comentar sobre el tema de la milicia. Ahí aden-tro, aún cuando tienes que soportar maltratos, te ves obli-gado a tener fuerza para mantenerte determinado tiempo en ese sistema. Es opción para el chamo del barrio porque garantiza ciertas condiciones que el chamo pobre no tiene. Bueno qué tienes garantizado : la alimentación que quizá en tu casa no la tienes, tienes garantizado un sustento económico que poco o nada es algo, verdad, y tienes un elemento donde tú como sujeto no te ves expuesto a caer en esa delincuencia, que te salvaste cuando fuiste adoles-cente. Pero hay que tomar en cuenta ese también es un criadero de malos hábitos, porque los chamos luego salen a la calle con un porte de armas, queriendo incorporarse a las fuerzas policiales, porque vienen de un sistema que los ha mantenido controlados por 3 años, de manera acelerada (…) cuando sales entras nuevamente a la realidad, vemos

Cómo, digamos, esta experiencia ontogénica donde yo me relaciono con una sustancia, la informalización y criminali-zación de eso realmente pareciera que no ayuda. Entonces ahí, desde mi perspectiva por su puesto, hay un indicio muy claro de que la legalización no es un paso posterior a una madurez, es el primer paso para revertir lo que ha generado el problema.

Drogas e información

Bueno, el otro elemento que quería apuntar tiene que ver con el tema de la droga, porque como les decía, noso-tras, en los espacios de radio, los temas los proponían los chamos. Hubo un programa sobre las drogas, “vamos a hablar sobre las drogas”, cuando lo empezamos a hacer los chamos decían ante el micrófono, grabando, decían “la droga es mala porque causa estos efectos en el cerebro y te genera esto”, y quedaba muy bello pero cuando cerraban el micrófono y realmente hablaban “la droga es un tripeo, es lo máximo señorita, usted no ha probado tal pastilla, tú sientes, que tal, que una vez hice esto…” y dije, “pero qué hipocresía es esta”, dije, no vamos a hacer un programa de ese tipo porque no tiene el más mínimo sentido. El tema de la información, que creo que es un punto que decía Iván, cómo atacar el tema de la droga desde la información, no es un elemento racional, el chamo sabe todo lo que causa

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heterogeneidad del mundo popular urbano en Venezuela.

Aquí un resumen de las ideas-fuerza que sostuvieron este intercambio, organizadas en función a las categorías surgi-das del propio debate:

Concepciones

¿Quién es el malandro? ¿Cómo caracterizarlo? La concepción del malandro abrió un abanico de intervenciones que podrían resumirse, en primer lugar, en la distinción del malandro respecto al azote de barrio. Ambas figuras fueron asociadas al ejercicio de la violencia para la obtención de beneficios propios. Empero se distinguieron diferencias: al malandro se le reconocen por sus vínculos afectivos con su comunidad y una ética de respeto y protección hacia su territorio (barrio) y sus habi-tantes. Contrariamente, azote, también nombrado como chiguire, se asocia a quien ejerce violencia contra miem-bros de su propio barrio.

Más allá de la diferencia entre una u otra figura, se insistió en dos aspectos fundamentales: por una parte, la riesgosa consideración del malandro desde una posible apología. Exaltar su figura desde la consideración de acciones jus-tas y heroicas ante las condiciones de opresión y violencia del sistema capitalista excluyente. Exaltación que, al mismo tiempo, legitimaría la violencia convirtiendo este discurso en una especie de retórica apologética. Por otro lado, se apos-

Epílogo

Hoy, cuando el tema de la inseguridad se convierte en ban-dera de campaña electoral, cuando se revientan las pantal-las de los televisores con notas de sangre y miedo, se torna necesario desvirtualizar la discusión y trasladarla a espacios reales de reflexión colectiva. Hoy, cuando la discusión en torno a la “seguridad ciudadana” es cercada por discursos de construcción de un enemigo público que continua siendo la figura de un “desviado social” vinculado a la pobreza: el malandro, corremos el velo sobre este reduccionista discur-so y abrimos el debate para analizar y complejizar la com-prensión de nuestras prácticas culturales y comunitarias y hacer lecturas más críticas y acertivas sobre las políticas y acciones de las instituciones del Estado.

Desde allí, esta publicación plasma todo lo que sobre ma-landros se habló aquel par de tardes-noches en Tiuna El Fuerte. Desde el mirar y el sentir del barrio, desde las consi-deraciones y el análisis de las políticas de Estado y desde la Academia y sus elucubradores, se hizo un recorrido por sus prácticas, sus códigos, los significados de su acción. En ese recorrido dialógico, se cruzaron palabras sobre la violencia y su ejercicio como estrategia de sobreviviencia, como rebeldía, como denuncia, como emulación, como manipulación y como delito. Pero, sobre todo, se insistió en la necesidad de reconocer la existencia de una identidad legítima que trasciende el hecho violento y es parte de la

El valor del trabajo

Lo otro que quería decir era en torno al tema del trabajo, preguntaba un muchacho, cómo el tema de la rebeldía a la sumisión, que es uno de los elementos que nosotros rei-vindicamos en la actitud del chamo transgresor -aunque no recuerdo exactamente lo que preguntó-. Quiero puntualizar que nosotros señalábamos el tema del trabajo entendido bajo el sistema capitalista, el trabajo patrón-obrero y dentro del sistema neoliberal que es un trabajo a destajo, ese es el tipo de trabajo ante el que el chamo se rebela, ese es el que él reconoce como un explotador. Pero, él sí reco-noce el valor de su mamá que trabajó toda la vida, aunque dice “no quiero ser como ella”, le agradece y es capaz de hacer cualquier cosa por su mamá, roba, le lleva cosas a su mamá y es un valor sagrado, porque su mamá se sacrificó, incluso su papá se sacrificó, se prestó a esa explotación por él y por su familia. Entonces, no creo que haya una desvalorización del tema del trabajo sino específicamente del trabajo explotador.

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En el mundo contemporáneo existe una fascinación por la violencia, bien porque muestra lo extremo o lo desconocido o porque su aparición en pantalla incrementa los niveles de miedo y percepción de inseguridad. Miedo que justifica la promoción de políticas de mayor control sobre la población y que alimenta propuesta privatizadoras de la seguridad cada vez menos entendida como derecho y más como negocio. Este escenario, que es evidente en nuestro país, pero que es expresión global de cómo operan las empresas privadas de comunicación, como brazo ideológico del sistema capi-talista, fue problematizado atendiendo a las expectativas de transformación social del actual proyecto político bolivariano en Venezuela. En este sentido, las reflexiones de la jornada apuntaron hacia la afirmación: Ni apología, ni sataniza-ción, sino visibilización. Visibilizar al joven o que el propio joven se visibilice a través del uso de diversos medios de comunicación y diversas prácticas culturales que permitan la producción de un discurso otro sobre sí, desde el respeto a sus códigos y desde la multiplicidad de prácticas que los definen.

Intervenciones

Una vez caracterizado el sujeto malandro, los contextos y las representaciones existentes sobre él y, en general, lo juvenil popular, se tornó insoslayable la pregunta sobre el ¿qué hacer? Un quehacer que refería a lo existente y lo

Discursos

Los medios de comunicación fueron interpelados sobre las imágenes que hacen circulan públicamente, que construyen un “sentido común” satanizador sobre los jóvenes y el bar-rio. El discurso hegemónico de los medios estructura una triada asociativa juventud-violencia-inseguridad que multiplica imágenes estigmatizantes y criminalizadoras sobre los jóvenes. Discursos emparentados con una exi-gencia pública sobre mayor control y represión, que actúan recursivamente sobre la figura del joven –pobre- como peli-groso. Primero, porque lo construye a través de imágenes que lo muestran como violento y desafiliado y, segundo, porque es la expresión de la exigencia de políticas de mano dura que van en búsqueda de esos jóvenes violentos.

En las discusiones planteadas se cuestionó estos relatos estigmatizadores y desde una postura crítica se expusieron interrogantes para mirar las prácticas propias: ¿Desde qué mirada visibilizar la realidad de la violencia, la carcelaria o la del barrio? ¿Mostrar esas realidades sin violencia? ¿Hasta dónde el discurso moral, desde dónde el amarillismo y la estigmatización?. ¿Qué estamos haciendo, de qué manera estamos visibilizando y con qué lenguaje estamos mostrando esa realidad, alternativamente al discurso que ha sido predominante, que sataniza, que criminaliza a los jóvenes? ¿Estamos reproduciendo el mismo esquema de la violencia?

hegemónica que reproducen los medios de comunicación masivos. Desde esta rebeldía expresada en código juvenil auténticos y legítimos se reclama trabajar cultural y políti-camente: hacer de la rabia malandra una acción transfor-madora.

Al malandro se le definió, entonces, como una categoría política y cultural que da cuenta de un proceso de exclu-sión-inclusión que puede ser analizado desde una perspec-tiva histórica. Perspectiva que vincula estructura socioe-conómica, momento político y rasgos sociales y culturales con mutaciones en el modo de ser del joven de barrio que opta por la violencia como espacio de existencia social y sobrevivencia económica, en Venezuela.

Asimismo, se planteó una idea que dejaremos enunciada como pregunta y que bien ha sido estudiada en repetidas investigaciones sobre grupos sociales excluidos, sobre todo el estudio del mundo de las pandillas juveniles: ¿Es el malandreo una subcultura juvenil propia de contextos marginados? ¿una cultura de la muerte? ¿una apologé-tica del delito?, ¿es expresión de una identidad idómica y desafiante del joven de barrio que no es útil al poder? o más bien ¿es expresión de una identidad que sirve, funciona como chivo expiatorio para la construcción de dispositivos de control útiles al poder, al desviar la atención respecto a otros delitos?

tó por esquivar la falsa dicotomía Malandro-Azote, optando por la consideración del malandro como un actor social más que emerge en el seno de cualquier comunidad popular, una postura expresada en la pregunta: “¿Cómo hacemos para que en esos momentos de tensión irresolubles –que se viven en la pobreza-, las potencias de rebeldía y resistencia que hay en la identidad del malandro, nos sirva para trans-formar y no para joder al barrio?” Una pregunta que remite a la necesidad de identificar los referentes comunes entre la comunidad y el malandro, referentes que, por ejemplo, se ubican en el afrontamiento de problemas compartidos, propios del contexto que habitan: problemas como la policía y sus abusos de poder, la falta de servicios públicos, el desempleo, entre otros.

Plantearse estas posibilidades de establecer referencias comunes entre la comunidad y el malandro pasa por in-terpretar la violencia que ejercen los malandros. De esta forma, se insistió en reconocer cómo la figura del malandro y sus prácticas violentas expresan rebeldía, insubordina-ción y resistencia a los patrones económicos y sociales de estas sociedades urbanizadas y pauperizadas. Una rebeldía también mencionada en términos culturales, a través de la existencia y valorización de un código cultural propio que es expresión de diferenciadas identidades juveniles popu-lares. Un código que es una manera de hablar, de vestir, de relacionarse, de creación y reinvención de modos de ser jóvenes, en tanto no son los expuestos por la cultura

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En este proceso construyeron una “subjetividad de los jun-tos” que logró incorporar al sujeto conflictivo –malandro- desde la comprensión de los aspectos que los unen. Una relación que ha tenido altibajos en las formas de negocia-ción y participación y que en ocasiones ha supuesto el uso de la fuerza física: malandrear al malandro.

Surgió como inquietud de los participantes la necesidad de articulación y coordinación de experiencias comunita-rias que han sido creadas o se han fortalecido en estos años de revolución bolivariana: centros culturales, casas de formación juvenil, núcleos endógenos, escuelas Epatú -que viene replicando la experiencia de escuela de hip hop a escala nacional- entre tantas otras que son espacios de abordaje de los jóvenes en los barrios.

Respecto al trabajo cultural comunitario, miembros de la Academia interrogaron sobre la relación que mantienen las organizaciones y colectivos con instituciones del poder político. ¿Existe percepción sobre un uso instrumental de las experiencias por parte de las instituciones? ¿La inter-vención estatal ha generado fragmentaciones y conflictos a lo interno de las organizaciones? ¿Cómo se manejan las relaciones con el Estado, en cuánto han fortalecido o han obstaculizado el trabajo? Preguntas que apuntan a analizar la relación con el Estado e incluso a elevar posturas de forma colectiva.

mico alternativo para ellos y sus familias. En este aspecto, surge como tensión la relación entre identidades y prácti-cas, entre sujeto artista y mundo laboral. Las expectativas respecto al qué hacer para lograr sostener en el tiempo su participación, se enfrentan con las dificultades de un contexto carenciado donde los padres o familiares no pue-den pagar los costos de la moratoria social de la que dis-frutan los jóvenes de estratos socioeconómicos pudientes.

En este punto se torna fundamental la relación con el Es-tado para apoyar e impulsar estos programas como política pública, teniendo en cuenta que el desempleo juvenil en Venezuela es de 18,7%, -marzo 2010-, según cifras del Instituto Nacional de Estadística. Tal como lo señalaron los ponentes, los jóvenes son el doble de desempleados que el resto de la población (desempleo general 8,7%). Así, se enfatizó en la urgencia de programas de empleo juvenil, programas que se articulen con prácticas que hagan sen-tido con los referentes culturales juveniles que contribuyan a fortalecer procesos de emancipación, más que de some-timiento y explotación.

Otra experiencia socializada en el foro es la del colectivo Caribes de Itagua desarrollada en La Vega –Caracas- hace más de veinte años y que hoy se orienta a la construc-ción del autogobierno comunal. A partir de un fuerte trabajo cultural: teatro, radio, televisora comunitaria, grupos musi-cales, el colectivo ha logrado establecer liderazgos locales que impulsaron acuerdos de convivencia y cohesión.

condiciones que promuevan igualdad, protagonismo y respeto.

Organizaciones sociales

Desde las experiencias de los colectivos de trabajo cultu-ral y comunicacional Tiuna El fuerte y Voces Latentes, se destacó el desarrollo de una pedagogía basada en el reco-nocimiento. Unas estrategias de abordaje fundadas en el respeto y la valoración de los códigos, referentes y expre-siones de “lo malandro” para los jóvenes populares. Ello a partir de la comprensión de sus necesidades e intereses de orden material y simbólico para, de esta forma, construir sentidos de pertenencia orientados por el afecto y la pro-moción de la creatividad potenciada de estos jóvenes.

A través de expresiones artísticas y el uso de plataformas comunicacionales se coloca a los jóvenes como protagonis-tas de procesos creativos en el escenario público: concier-tos, presentaciones, producciones, videos, radio. Una manera de participar y vincularse a lo social, de verse a sí mismo y ser visto, de ser reconocidos sin ejercicio de la vio-lencia. Es de esta manera que ambos colectivos interpretan la inclusión real de los jóvenes de sectores populares.

Las experiencias que se han venido desarrollando en estos espacios comunitarios aspiran ser fortalecidas con estra-tegias socioproductivas, entendidas como posibilidad de fortalecer el trabajo colectivo y pedagógico de los jóvenes participantes y, sobre todo, de configurar un aporte econó-

venidero, a las políticas estatales y las populares, a pro-gramas, proyectos y sueños de quienes son parte de esta realidad y debaten constantemente sobre un abordaje diri-gido a promover “inclusión juvenil”.

Espacios de reconocimiento para los jóvenes es la princi-pal consigna. Espacios donde se planteen nuevas formas de relaciones de poder, nuevas formas de autorregula-ción, nuevas formas de convivencia. Si comprendemos lo anteriormente señalado, las intervenciones para gene-rar procesos de inclusión deben transcender los espacios tradicionales: escuela y trabajo, o en el actual escenario venezolano las misiones sociales tal como han funcionado hasta el momento. Situación que haría mención no sólo al qué sino también al cómo. Desde estas miradas Otras, el abordaje de lo juvenil o de los malandros no consiste sólo en ofrecer espacios de inclusión material sino sobre todo espacios de participación, protagonismo e inclusión sim-bólica para los jóvenes de sectores populares.

Es de vital relevancia la mirada desde la cual se concibe a los jóvenes en dichas estrategias de intervención, desde dónde se están identificando sus necesidades y cómo se comprende el sentido de sus prácticas. En este sentido, la transformación radi-cal sus enfoques pedagógicos es clave para evitar la reproducción de dispositivos educativos ineficacez y excluyentes. Así, la palabra de los jóvenes debe ser privilegiada en el debate de un asunto tan político como éste, sin embargo, esta palabra sólo emergerá en

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venido en serias dificultades para implementar la reforma. No obstante, se avanzó en el proceso de depuración de algunos de los 150 cuerpos policiales existentes y en su profesionalización. Se crearon, entre otras instancias, la nueva Policía Nacional, la Universidad de la Seguridad y un Consejo Nacional de Prevención, adscrito al Ministerio del Poder Popular para Interior y Justicia que se propone fortalecer las experiencias de organizaciones sociales o de cogestión en materia de prevención de la violencia y el delito. En todos estos esfuerzos, la contraloría social sobre estas instituciones estatales se erigió como un elemento a potenciar para verdaderamente transformar las prácticas denunciadas.

De todo lo propuesto por el Estado, existen evidencias de la decisión gubernamental de retomar el monopolio de la fue-rza, convertir al Estado en el Pran, un poder que ejerza el dominio sobre la violencia pero que, al mismo tiempo, sea democrático. Es decir, un Estado que permita y promueva la participación y la organización social y sea respetuoso de los derechos humanos.

Un aspecto trasversal a todo el análisis es el presupues-tario. ¿En qué se invierte el presupuesto público en materia de seguridad? El balance de inversión en seguridad en estos años de gestión del gobierno bolivariano da como resultado un porcentaje más elevado en fortalecimiento institucional-policial. Dato que revela el esfuerzo por abordar uno de los focos

Estas imputaciones se concatenaron con las de corrupción por parte de funcionarios de las instituciones públicas que desvían fondos y se enriquecen con el dinero del pueblo mientras visten camisas rojas y proclaman discursos revo-lucionarios. Esta vendría a ser la contracara oculta del dis-curso que criminaliza a los jóvenes –a los malandros- del barrio y los focaliza como los destinatarios de las políticas de represión.

En este tono se cuestionó el carácter subsidiario o secun-dario que parecen tener las políticas preventivas del Estado, en tanto su aplicación inefectiva permitiría asociar preven-ción con ineficiencia. Se destacó que la política pública debe analizar de dónde viene la estructura del delito y, en esta tarea, no basta con sólo cuestionar al capitalismo. Es necesario identificar grupos específicos que conforman la estructura capitalista, quiénes son y dónde están los grupos que acumulan poder y capital. Grupos vinculados al Estado que terminan utilizando a los malandros como eslabones bajos en la cadena de delitos.

Una de las acciones estatales que se resaltó en materia de seguridad fue la creación de la Comisión para la Reforma Policial (CONAREPOL), iniciativa estatal impulsada en el año 2006 que funcionó como instancia de investigación, diagnóstico, discusión y propuesta de estructuración de una política de seguridad en el país y que contemplaba la atención de algunos de los puntos señalados. La alta rotación política de ministros y equipos de trabajo ha de-

tantes. El 80% de esos homicidios ocurre en los barrios populares y son los jóvenes hombres los que mueren, es decir, de cada 127 homicidios, 100 son personas pobres, además son hombres jóvenes los que mueren. Mientras la principal causa de muerte en los jóvenes de clase media son los accidentes de tránsito, la principal causa de muerte de los jóvenes en sectores populares son los homicidios.

Entonces, quedó demostrado que la inseguridad no se resuelve con disminuir la pobreza. Como parte de esta compleja situación, la impunidad aparece como otro ele-mento indispensable para el análisis y las propuestas de acción, considerando que el 95% de los homicidios quedan impunes en Venezuela. Los altos niveles de violencia deben ser atendidos también desde las posibilidades de la justicia: investigación y sanción de los delitos, cuestión que está vinculada con el polémico tema de la represión. Prevención y represión fueron debatidos como polos que componen la política de seguridad.

La denuncia hacia unos cuerpos policiales y militares cor-ruptos fustigó la idea de represión como parte de la imple-mentación de una política de seguridad. El abuso de poder y el ocultamiento de acciones delictivas (robo, homicidios, masacres, tráfico de drogas y armas, etc.) por parte de estos cuerpos de seguridad fue cuestionado como compli-cidad del poder político y económico. Por ejemplo, se de-nunció que 20% de los delitos son cometidos por policías, un dato que es asumido por representantes del gobierno.

El Estado

La intervención del Estado se señaló de diferentes mane-ras. La de mayor discusión fue la “política pública estatal de seguridad”. Analizar el tema de la seguridad en Venezuela, actualmente, pasa por destacar la postura que ha prevale-cido dentro del gobierno respecto a la interpretación de la “inseguridad”, considerada consecuencia de la pobreza y la exclusión producida por el modelo capitalista. Desde esta perspectiva, las acciones del Estado se enfocaron durante estos años de gobierno liderado por Hugo Chávez Frías en saldar la “deuda social”. Es decir, en desarrollar políticas sociales para restituir los derechos a la educación, la salud y el trabajo, principalmente, de los sectores más carencia-dos del país, que durante los cuarenta años de democracia representativa fueron cada vez más excluidos en el acceso a estos derechos. Políticas que fueron acompañadas de una importante inyección de recursos económicos por parte del Estado.

Sin embargo, la mejoría de los indicadores socioeconómi-cos durante este período gubernamental no se tradujo en una disminución de los índices de violencia, expresada por ejemplo en la tasa de homicidios. Este dato cobra especial significado dentro del análisis del tema juvenil, por cuanto son los jóvenes las principales víctimas y victimarios. A modo de graficar esta realidad se especificó el caso de Caracas, cuya tasa de homicidios es de 127 por cada 100 mil habi-

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en el foro, porque las drogas están ilegalizadas y penaliza-das, situación que incrementa los niveles de ganancia para quienes producen y de riesgos para quienes consumen. Ante este escenario, la legalización permitiría controlar de mejor manera la cadena de producción, comercialización y consumo de drogas. Este último punto acompañado de importantes campañas y mecanismos de información, orientación y atención.

Sin embargo, se insistió en la pregunta sobre la relación entre tipo de consumo y tipo de delito o mutación en el ejercicio de la violencia. Al respecto no existe información sistematizada que de cuenta de esta situación. Los datos registrados se avocan a la circulación de información respecto a las drogas, sobre todo dirigida a jóvenes. Informaciones que no son suficientes para limitar el deseo de consumirlas. En principio, porque las drogas se han convertido en un medio de evasión ante un mundo hostil, una forma de extremar los sentidos en una sociedad mediada por construcciones de sentido en torno al consumo, al deseo, al placer y la instantaneidad. Y luego, porque existe un muy fácil a ellas, a pesar de la mayoría no estar legalizadas. Pero se resaltó que no todas las drogas son problemáticas, sino se convierten en problemáticas a partir de su prohibición.

Entonces, las preguntas estuvieron dirigidas a conocer en qué punto de este debate se encuentra el sector legislativo en Ve-nezuela, y si la sociedad venezolana con los rasgos conserva-dores que tiene estaría preparada o impulsaría una política de legalización y despenalización de drogas.

de control de las armas. Este último aspecto es de especial relevancia, sobre todo frente a la realidad del dato que más de la mitad de los homicidios que ocurren en los barrios populares se efectúan por conflictos interpersonales no resueltos. Ante la gran cantidad de armas en la calle y la facilidad del acceso a ellas, los conflictos entre los jóvenes se resuelven, cada vez más, a tiros.

Entonces, sin negar la presencia militar, principalmente en zonas fronterizas, el análisis político de la situación por parte de los diferentes actores del territorio debería apuntar a re-conocer hacia dónde cada actor puede orientar sus esfue-rzos, siendo el abordaje del problema sobre la presencia de paramilitares en el país una responsabilidad que le compete a las instituciones del Estado.

o Drogas

Las drogas, su tráfico, su consumo y su regulación legal y penal aparecen como una de las causas atribuidas a la existencia del malandreo y de los niveles de violencia en la sociedad venezolana actual.

La asociación malandro-violencia-consumo fue deconstrui-da como un mito. La visión del malandro adicto no se cor-responde con la realidad dentro de muchos barrios donde se considera al malandro consumidor de drogas ilegales como un chigüire. La asociación entre drogas, alcohol y delitos violentos es promovida en parte, según se expuso

los paramilitares lo que malandrean a los malandros. Unos grupos paramilitares aliados con sectores políticos opositores al gobierno venezolano y en contubernio con los medios de comunicación

Por otra parte, se expresaron quienes niegan que el pa-ramilitarismo sea la principal causa del incremento de la violencia en Venezuela. Desde aquí, se deslegitima el dis-curso que reduce las causas del crimen o la delincuencia a la presencia paramilitar en el país. Este rechazo arguye la necesidad de diferenciar la criminalidad organizada, que co-mienza a establecerse en el país y está íntimamente vincu-lada a la policía y otros grupos de poder, del paramilitarismo colombiano, pues esta acusación parece la reedición de la vieja xenofobia venezolana de que los colombianos son los culpables de todos nuestros males. Más bien, lo que se ha hecho evidente en los últimos años es un modo paramilitar de ejercer la violencia de manera despótica como poder fascista sobre la comunidad.

El reduccionismo de los problemas al tema del paramili-tarismo trasnacional impide profundizar en reflexiones que bien pueden referir cómo el aumento de la fragmentación del tejido social disminuyó las posibilidades de contención y de negociación con los sujetos infractores en el barrio. Entonces, más que reducir las causas de la violencia a factores externos, habría que reconocer la crítica sobre la responsabilidad del Estado de generar y garantizar meca-nismos de seguridad formales y de ampliar su capacidad

problemáticos del tema de la seguridad, pero que también deja al descubierto la debilidad del contenido sobre la prevención que implica incorporar la mirada y la participación de las comunidades y colectivos sociales.

Etiologías

o Paramilitarismo

El paramilitarismo se posicionó como uno de los princi-pales temas vinculados a las causas de la violencia y el delito en el país. Su acción se evidencia en el ejercicio despótico y desmedido de la violencia, por parte de grupos armados ilegales que someten a la población en términos físicos, morales, económicos y políticos. Estos grupos sur-gen en Colombia y son parte activa del conflicto armado en este país. Como paramilitarismo trasnacional se alude a la penetración de estos grupos en Venezuela o, también, a un modo de operar que simula las prácticas paramilitares colombianas.

De todas las miradas expuestas se podrían sintetizar dos: Por un lado, quienes señalan que la inseguridad en Ve-nezuela, su incremento en cifras y en niveles de percep-ción, tiene que ver con el paramilitarismo y su control del narcotráfico y las armas. Desde esta interpretación, serían los paramilitares los que, cada vez más, están controlando los territorios en zonas populares y a los malandros: son

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Publicado por Fundación Tiuna El Fuertewww.tiunaelfuerte.netwww.laboratoriodeartesurbanas.blogspot.comtiunaelfuerte@gmail.comCaracas, VenezuelaNoviembre, 2010

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