tiempo ordinario - domingo xxii - ciclo b – septiembre 2 ... · parece una vía más adecuada,...

2
ñ Tiempo Ordinario - Domingo XXII - Ciclo B – Septiembre 2 de 2018 Dios y hombre supera disyuntiva hombre o dios En ninguna religión la realidad del hombre está divorciada de la realidad de su dios, cualquiera que este sea. Hasta el inexistente dios del budismo, enseña, a través de Sidharta Gautama, la manera como se es verdadero ser humano. En el hinduismo el ideal de ser humano es el imitador de alguno de sus numerosos personajes. En el totemismo el miembro de la tribu tiene que asumir un comportamiento digno relativo a su tótem. En el judaísmo el hombre, por ser imagen y semejanza de su creador, está en capacidad de imitarlo. Debe perdonar como él perdona; descansar (shabbath) como el descansa; ser santo como él es santo; ser justo como él es justo. En muchas religiones también los dioses pueden tomar formas humanas, lo cual es frecuente en la mitología griega. En el caso del cristianismo la fe fundamental es en un Dios que se hace hombre, no que se hace “como” un hombre . El Concilio de Calcedonia formula el ser de Jesús con dos naturalezas, la divina y la humana, sin confusión, sin cambio, sin desunión, inseparables. En cierta forma, como expresa el teólogo Karl Rahner, puede considerarse final o principio de unas apreciaciones sobre Jesús que aún hoy continúan. Al fin y al cabo nos resulta paradójico que sea verdaderamente Dios y verdaderamente hombre si optamos por oponer lo uno a lo otro, como parece sugerirlo el evangelio de hoy: mandamientos de Yahvéh contra tradiciones humanas. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios actúa con lo que tiene. Crea con lo creado, se apaña con lo que dispone. Para el judío era de Yahvéh lo que procedía de la ley mosaica, es decir, a través de Moisés. Pero el mismo Moisés no puede ver nunca a Yahvéh, pues solamente le permite mirar su espalda, es decir, cuando ya ha pasado de largo. Los demás encuentros con Yahvéh son mediados por nubes, zarzas que arden, acontecimientos telúricos. Como afirma la teología ortodoxa de Dios no conocemos sino sus energías, sus manifestaciones pero nunca a Dios mismo. Muchas filosofías y teologías afirman conocerlo porque lo hacen una definición apodíctica: “Dios es X o Y”. Ordinariamente detrás subyace “lo que quisiéramos que fuera” o lo que es necesario que fuera para que nosotros fuéramos. Es el deseo de trascendencia lo que subsiste, pues está en nosotros sin que sea nuestro. Un ser limitado que quiere ser ilimitado. Mucho se ha discutido si está en nosotros no solamente el querer sino igualmente si está el poder; si uno de los dos, o ninguno de los dos. Se complica cuando se introduce la idea de pecado de origen o constitutivo del ser humano. Todo lo anterior queda relativizado cuando confesamos: Jesús es Dios. No al contrario. Conocemos de Dios a través de Jesús y la divinidad de Dios es la divinidad expresada en Jesús.

Upload: buitu

Post on 02-Nov-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Tiempo Ordinario - Domingo XXII - Ciclo B – Septiembre 2 ... · parece una vía más adecuada, suponiendo que pase de la experiencia mística a un estilo de vida apropiado. Hoy,

ñ[email protected]

Tiempo Ordinario - Domingo XXII - Ciclo B – Septiembre 2 de 2018

Dios y hombre supera disyuntiva hombre o dios

En ninguna religión la realidad del hombre está divorciada de la realidad de su dios, cualquiera que este sea. Hasta el inexistente dios del budismo, enseña, a través de Sidharta Gautama, la manera como se es verdadero ser humano.

En el hinduismo el ideal de ser humano es el imitador de alguno de sus numerosos personajes. En el totemismo el miembro de la tribu tiene que asumir un comportamiento digno relativo a su tótem. En el judaísmo el hombre, por ser imagen y semejanza de su creador, está en capacidad de imitarlo. Debe perdonar como él perdona; descansar (shabbath) como el descansa; ser santo como él es santo; ser justo como él es justo.

En muchas religiones también los dioses pueden tomar formas humanas, lo cual es frecuente en la mitología griega. En el caso del cristianismo la fe fundamental es en un Dios que se hace hombre, no que se hace “como” un hombre . El Concilio de Calcedonia formula el ser de Jesús con dos naturalezas, la divina y la humana, sin confusión, sin cambio, sin desunión, inseparables. En cierta forma, como expresa el teólogo Karl Rahner, puede considerarse final o principio de unas apreciaciones sobre Jesús que aún hoy continúan. Al fin y al cabo nos resulta paradójico que sea verdaderamente Dios y verdaderamente hombre si optamos por oponer lo uno a lo otro, como parece sugerirlo el evangelio de hoy: mandamientos de Yahvéh contra tradiciones humanas. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios actúa con lo que tiene.

Crea con lo creado, se apaña con lo que dispone. Para el judío era de Yahvéh lo que procedía de la ley mosaica, es decir, a través de Moisés. Pero el mismo Moisés no puede ver nunca a Yahvéh, pues solamente le permite mirar su espalda, es decir, cuando ya ha pasado de largo. Los demás encuentros con Yahvéh son mediados por nubes, zarzas que arden, acontecimientos telúricos. Como afirma la teología ortodoxa de Dios no conocemos sino sus energías, sus manifestaciones pero nunca a Dios mismo. Muchas filosofías y teologías afirman conocerlo porque lo hacen una definición apodíctica: “Dios es X o Y”. Ordinariamente detrás subyace “lo que quisiéramos que fuera” o lo que es necesario que fuera para que nosotros fuéramos. Es el deseo de trascendencia lo que subsiste, pues está en nosotros sin que sea nuestro. Un ser limitado que quiere ser ilimitado. Mucho se ha discutido si está en nosotros no solamente el querer sino igualmente si está el poder; si uno de los dos, o ninguno de los dos. Se complica cuando se introduce la idea de pecado de origen o constitutivo del ser humano. Todo lo anterior queda relativizado cuando confesamos: Jesús es Dios. No al contrario. Conocemos de Dios a través de Jesús y la divinidad de Dios es la divinidad expresada en Jesús.

Page 2: Tiempo Ordinario - Domingo XXII - Ciclo B – Septiembre 2 ... · parece una vía más adecuada, suponiendo que pase de la experiencia mística a un estilo de vida apropiado. Hoy,

[email protected]

Los escribas y fariseos se acercan a Yahvéh a través de la fidelidad a lo que consideraban sus mandamientos. Estos habían sido interpretados por la tradición, por lo cual la ley (Torah) escrita contaba con la ley (Torah) oral. Jesús parece defender la ley escrita y llamar a ley oral «tradición de los hombres». Pero es una contraposición no tan clara. La ley de Moisés se recoge mucho tiempo después de su existencia, probablemente en el reinado de Salomón. Ya era tradición entonces. Un problema similar se presenta en la Reforma cuando los católicos defienden “Escritura y tradición” frente a Lutero que afirma la “sola Escritura” desconociendo la tradición. El Vaticano II se inclina por una tradición que debe ser juzgada por su respeto a la Escritura e igual criterio aplica al magisterio eclesiástico.

Al final del evangelio, se remite el problema, no al campo de la ley escrita ni al campo de la tradición oral sino a lo más íntimo de la persona: su corazón. «Porque de lo interior, del corazón de los hombres, proceden las malas intenciones, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, engaño, lujuria, envidia, injuria, soberbia, insensatez. Todos estos vicios proceden del interior y son los que contaminan al hombre». Esta explicación no es totalmente extraña al judaísmo, pues ya se hablaba en él de la doble tendencia al interior del ser humano: una hacia el bien (yetzer-tov, en hebreo) y otra hacia el mal (yetzer-hara, en hebreo). Es decir, que el mal y el bien reflejado en las Escrituras no era más que un espejo en el que se reflejaba el interior humano. Igualmente Pablo habla de la lucha interior cuando hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que queremos.

Hoy, a nivel externo, de relaciones sociales, políticas, económicas, institucionales como la familia, la escuela, el Estado, se entienden las leyes como las que pueden evitar el mal o promover el bien, aunque prima la represión del mal más que el estímulo del bien. En el campo religioso ciertamente ha de primar el estímulo del bien; es decir, no tanto evitar que se caiga en los males que cita el evangelio, sino en promover valores que lo superen. Por ejemplo, el amor (ágape, caridad) al prójimo; la misericordia que se duele del dolor ajeno y busca evitar su sufrimiento; el compartir que recusa la pobreza o miseria; el servir que contrarresta la ambición de poder; el poner los carismas propios al servicio de los demás y no del propio interés, prestigio o engreimiento.

Pablo, quien hace un balance duro pero aceptable de la ley judía, consigna su evaluación en tres puntos básicos: a) la ley atribuida a Yahvéh no iba más allá de lo que revela la razón natural; b) el pueblo judío no fue mejor con su ley que los gentiles sin ella; y c) todos por igual, judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, somos salvos por gracia y ésta ofrecida abundantemente en Jesús. La letra mata pero es el Espíritu el que da vida; Cristo nos libra de la “maldición” de la ley, son otras expresiones del balance de Pablo. Así, el legalismo religioso puede bien ser la tentación, siempre presente, de retornar al judaísmo de escribas y fariseos que tampoco era tan monolítico o monotemático como aparece en los evangelios . Las tendencias íntimas del ser humano no son extirpables de raíz pues forman parte de la naturaleza humana; son solamente controlables. La ascética, cuando tiene éxito, quizás logre sublimarlas. La mística parece una vía más adecuada, suponiendo que pase de la experiencia mística a un estilo de vida apropiado. Hoy, la tendencia a una espiritualidad sin membresía religiosa, un sentido para la vida más allá de los dogmas, un aprecio por la interioridad (en muchos aspectos demasiado individualista) nos vuelve a la pregunta de los primeros cristianos: ¿Cómo potencial la bondad que habita en el corazón humano que es la presencia más inmediata de Dios en la persona?