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U na de las tantas paradojas que nos toca vivir, es que en la era de las comunicaciones masivas e inmediatas, los seres humanos tene- mos cada vez más problemas para co- municarnos. Hoy podemos saber en pocas horas, en minutos a veces, lo que pasa en el otro extremo de la tierra. Las noticias lle- gan a toda velocidad; radio, televisión, periódicos y revistas se encargan de difundir grandes y pequeños aconte- cimientos, dándoles cada cual su matiz de color predilecto. Y nosotros estamos allí, hablando poco menos que con la pantalla del televisor o con la radio, dialogando con un diario o unas pági- nas impresas a color donde aparecen los personajes más afamados. Sin embargo, sabemos poco y nada de lo que ocurre en el alma de nuestros amigos y familiares, no estamos muy seguros de lo que sentimos y pensa- mos nosotros mismos y, lo que es peor, nos cuesta mucho comunicarnos de verdad unos con otros. La gente cree que ama y cree que pien- sa, pero no está muy convencida de la autenticidad de sus afectos ni de sus opiniones. La prueba está en la rapidez con que muchos cambian de opinión y de pareja... Los vínculos paternales y fi- liales se mantienen a veces por necesi- dad o por convencionalismo, pero falta verdadero cariño y la expresión natural de ese cariño. Faltan palabras y gestos espontáneos que indiquen la existen- cia de unos lazos afectivos. Dejando de lado saludos y gruñidos convencionales, palabras prefabricadas para diversas circunstancias y alguna que otra discusión. Y en cambio poco cordial de expresiones, el contacto hu- mano queda reducido a impulsos emo- cionales que van y vienen, aparecen y desaparecen con igual inestabilidad que esos impulsos. Las ideas sobre la vida y sus múltiples aspectos sociales, políticos, económi- cos, culturales, religiosos y tantos más, varían según modas oscilantes, y como nadie quiere ser señalado como “raro”, se acopla a las modas, cambiando de parecer de acuerdo a como sopla el viento. Tampoco podemos exponer con cla- ridad y elocuencia nuestra forma de pensar, porque en realidad no pensa- mos, y lo poco que pensamos no for- ma parte de nosotros. Así, permanecemos incomunicados en el mundo de la comunicación. Los medios de información nos esterilizan y en ellos empieza y acaba nuestra vida de relación. Las horas ocupadas muchas veces artificialmente, nos im- piden disponer de unos momentos de tranquilidad e intercambio con quie- nes nos rodean. Son tantas las veces que escuchamos palabras de amor en los personajes de pantalla, que ya no sentimos la nece- sidad de decirlas a quienes amamos. Además, la fuerza de la ficción vuelve ficticia nuestra posible y no manifesta- da expresión. ¿Qué pasa, pues? Entre nosotros, veo dos problemas: fal- ta de ideas y sentimientos -porque no se nos ha educado ni preparado para desarrollarlos- e imposibilidad de ex- presar lo que no tenemos o tenemos de manera muy vaga e indefinida. Los fracasos de las ideologías en gran- de y en pequeño, los fracasos senti- mentales de todos los días, son señales de alerta sobre la inestabilidad de sen- timientos e ideas que no tienen base ni sólida conformación. La falta de comunicación proviene de la inseguridad para decir o hacer aque- llo que no tenemos claro ni en nosotros ni en los demás. Creo que se impone revalorizar el ám- bito de los sentimientos y reconocer- los como positivos, concediendo a ¿Porqué nos cuesta expresarnos? FILOSOFIA Y PSICOLOGIA PRACTICA Boletin de distribución gratuita Nº1 Ano 2011 www.acropolis.org.uy

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Una de las tantas paradojas que nos toca vivir, es que en la era de las comunicaciones masivas

e inmediatas, los seres humanos tene-mos cada vez más problemas para co-municarnos.

Hoy podemos saber en pocas horas, en minutos a veces, lo que pasa en el otro extremo de la tierra. Las noticias lle-gan a toda velocidad; radio, televisión, periódicos y revistas se encargan de difundir grandes y pequeños aconte-cimientos, dándoles cada cual su matiz de color predilecto. Y nosotros estamos allí, hablando poco menos que con la pantalla del televisor o con la radio, dialogando con un diario o unas pági-nas impresas a color donde aparecen los personajes más afamados.

Sin embargo, sabemos poco y nada de lo que ocurre en el alma de nuestros amigos y familiares, no estamos muy seguros de lo que sentimos y pensa-mos nosotros mismos y, lo que es peor, nos cuesta mucho comunicarnos de verdad unos con otros.

La gente cree que ama y cree que pien-sa, pero no está muy convencida de la autenticidad de sus afectos ni de sus opiniones. La prueba está en la rapidez con que muchos cambian de opinión y de pareja... Los vínculos paternales y fi-liales se mantienen a veces por necesi-dad o por convencionalismo, pero falta verdadero cariño y la expresión natural de ese cariño. Faltan palabras y gestos espontáneos que indiquen la existen-cia de unos lazos afectivos.

Dejando de lado saludos y gruñidos convencionales, palabras prefabricadas para diversas circunstancias y alguna que otra discusión. Y en cambio poco cordial de expresiones, el contacto hu-mano queda reducido a impulsos emo-cionales que van y vienen, aparecen y

desaparecen con igual inestabilidad que esos impulsos.

Las ideas sobre la vida y sus múltiples aspectos sociales, políticos, económi-cos, culturales, religiosos y tantos más, varían según modas oscilantes, y como nadie quiere ser señalado como “raro”, se acopla a las modas, cambiando de parecer de acuerdo a como sopla el viento.

Tampoco podemos exponer con cla-ridad y elocuencia nuestra forma de pensar, porque en realidad no pensa-mos, y lo poco que pensamos no for-ma parte de nosotros.

Así, permanecemos incomunicados en el mundo de la comunicación. Los medios de información nos esterilizan y en ellos empieza y acaba nuestra vida de relación. Las horas ocupadas muchas veces artificialmente, nos im-piden disponer de unos momentos de tranquilidad e intercambio con quie-nes nos rodean.

Son tantas las veces que escuchamos palabras de amor en los personajes de

pantalla, que ya no sentimos la nece-sidad de decirlas a quienes amamos. Además, la fuerza de la ficción vuelve ficticia nuestra posible y no manifesta-da expresión.

¿Qué pasa, pues?

Entre nosotros, veo dos problemas: fal-ta de ideas y sentimientos -porque no se nos ha educado ni preparado para desarrollarlos- e imposibilidad de ex-presar lo que no tenemos o tenemos de manera muy vaga e indefinida.

Los fracasos de las ideologías en gran-de y en pequeño, los fracasos senti-mentales de todos los días, son señales de alerta sobre la inestabilidad de sen-timientos e ideas que no tienen base ni sólida conformación.

La falta de comunicación proviene de la inseguridad para decir o hacer aque-llo que no tenemos claro ni en nosotros ni en los demás.

Creo que se impone revalorizar el ám-bito de los sentimientos y reconocer-los como positivos, concediendo a

¿Porqué nos cuesta expresarnos?

FILOSOFIA Y PSICOLOGIA PRACTICA Boletin de distribución gratuita Nº1 Ano 2011

www.acropolis.org.uy

cada uno de ellos el papel que puede y debe jugar en nuestras vidas. Queda en nuestras manos controlar o evitar las emociones nefastas y potenciar las que son beneficiosas, y revalorizar asi-mismo la capacidad de pensar, de ana-lizar, de escoger, de decidirse y tomar determinaciones actuando en conse-

cuencia; sobre todo, aprender a razo-nar uno mismo sin dejarse influenciar por lo que es aceptado o no por las co-rrientes de opinión.

De allí a una correcta expresión, sólo queda un paso. Es imposible sentir de verdad y no manifestarlo, tanto como

es imposible pensar sin actuar de ma-nera acorde a esas ideas.

Al mundo de las comunicaciones hay que agregar la comunicación entre los hombres que sepan qué cosas comuni-carse.

Comic creado por Nueva acropolis, visita nuestra web para verlo a todo color.

¡Comic Filosofico!