textos para lecturas compartidas

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1 El miedo Eduardo Galeano Una mañana, nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad. La oveja negra Augusto Monterroso En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

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El miedoEduardo Galeano

Una maana, nos regalaron un conejo de indias. Lleg a casa enjaulado. Al medioda, le abr la puerta de la jaula. Volv a casa al anochecer y lo encontr tal como lo haba dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.

La oveja negraAugusto Monterroso

En un lejano pas existi hace muchos aos una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo despus, el rebao arrepentido le levant una estatua ecuestre que qued muy bien en el parque.As, en lo sucesivo, cada vez que aparecan ovejas negras eran rpidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse tambin en la escultura.

ElegaRosario CastellanosNunca, como a tu lado, fui de piedra.Y yo que me soaba nube, agua,aire sobre la hoja,fuego de mil cambiantes llamaradas,slo supe yacer,pesar, que es lo que sabe hacer la piedraalrededor del cuello del ahogado.

Dilogo sobre un dilogoJorge Luis BorgesA Distrados en razonar la inmortalidad, habamos dejado que anocheciera sin encender la lmpara. No nos veamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura ms convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernndez repeta que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho ms nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abra y la cerraba. Un acorden vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidramos, para discutir sin estorbo. Z (burln) Pero sospecho que al final no se resolvieron A (ya en plena mstica) Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.

Varios efectos del amorLope de VegaDesmayarse, atreverse, estar furioso, spero ,tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde, animoso,

No hallar, fuera del bien, centro y reposo; Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso.

Huir el rostro al claro desengao, beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el dao:

Creer que un cielo en un infierno cabe; Dar la vida y el alma a un desengao; Esto es amor. Quien lo prob lo sabe.

Paternidad responsableCarlos AlfaroEra tu padre. Estaba igual, ms joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que sola poner cuando eras nio y te iba a recoger a la salida del colegio cada tarde. Lgicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender qu suceda, y no reparaste ni en que el disco se pona rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un autobs y se iba contra ti incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia l y comprendiste. Era, siempre lo haba sido, un buen padre, y te alegr ver que haba venido una vez ms a recogerte.

Piu avantiAlmagrandeNo te des por vencido, ni an vencido,no te sientas esclavo, ni an esclavo;trmulo de pavor, pinsate bravo,y acomete feroz, ya mal herido.

Ten el tesn del clavo enmohecidoque ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;no la cobarde estupidez del pavoque amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;o como Lucifer, que nunca reza;o como el robledal, cuya grandeza

necesita del agua, y no la implora... Que muerda y vocifere vengadora,ya rodando en el polvo, tu cabeza!

El gesto de la muerteJean CocteauUn joven jardinero persa dice a su prncipe: Slvame! Encontr a la Muerte esta maana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahn.El bondadoso prncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el prncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:Esta maana por qu hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?No fue un gesto de amenaza le responde sino un gesto de sorpresa. Pues lo vea lejos de Ispahn esta maana y debo tomarlo esta noche en Ispahn.

A vecesNicols GuillnA veces tengo ganas de ser un cursi para decir: La amo a usted con locura. A veces tengo ganas de ser tonto para gritar: La quiero tanto! A veces tengo ganas de ser un nio para llorar acurrucado en su seno. A veces tengo ganas de estar muerto para sentir, bajo la tierra hmeda de mis jugos, que me crece una flor rompindome el pecho, una flor, y decir: Esta flor, para usted.

Una confusin cotidianaFranz KafkaUn incidente cotidiano, del que resulta una confusin cotidiana. A tiene que cerrar un negocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro da vuelve a H, esta vez para cerrar el negocio. Como probablemente eso le exigir muchas horas, A sale muy temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinin de A) son precisamente las de la vspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa. Esta vez, sin poner mayor atencin, hace el viaje en un momento. En su casa le dicen que B lleg muy temprano, inmediatamente despus de la salida de A, y que hasta se cruz con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondi que no tena tiempo y que deba salir en seguida. A pesar de esa incomprensible conducta, B entr en la casa a esperar su vuelta. Y ya haba preguntado muchas veces si no haba regresado an, pero segua esperndolo siempre en el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tendn y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre.

Poema LVIIIDulce Mara LoynazEstoy doblada sobre tu recuerdo como la mujer que viesta tarde lavando en el ro.Horas y horas de rodillas, doblada por la cintura sobreeste ro negro de tu ausencia.

La confesinManuel PeyrouEn la primavera de 1232, cerca de Avin, el caballero Gontran D'Orville mat por la espalda al odiado conde Geoffroy, seor del lugar. Inmediatamente confes que haba vengado una ofensa, pues su mujer lo engaaba con el Conde.Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecucin le permitieron recibir a su mujer, en la celda. Por qu mentiste? pregunt Giselle D'Orville. Por qu me llenas de vergenza? Porque soy dbil repuso. De este modo simplemente me cortarn la cabeza. Si hubiera confesado que lo mat porque era un tirano, primero me torturaran.

s/tAlejandro AuraAy qu buen pecho tienesbajo la blusa,ganas me dan de engaartepara que me lo ensees.

La sentenciaWu Ch'engen

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador so que haba salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardn, bajo los rboles en flor. Algo se arrodill a sus pies y le pidi amparo. El emperador accedi; el suplicante dijo que era un dragn y que los astros le haban revelado que al da siguiente, antes de la cada de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortara la cabeza. En el sueo, el emperador jur protegerlo. Al despertarse, el emperador pregunt por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mand buscar y lo tuvo atareado el da entero, para que no matara al dragn, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se qued dormido.Un estruendo conmovi la tierra. Poco despus irrumpieron dos capitanes, que traan una inmensa cabeza de dragn empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:Cay del cielo!Wei Cheng, que haba despertado, la mir con perplejidad y observ: Qu raro, yo so que mataba a un dragn as.

Casi obsceno Ral Gmez JattinSi quisieras or lo que me digo en la almohada el rubor de tu rostro sera la recompensa Son palabras tan ntimas como mi propia carne que padece el dolor de tu implacable recuerdo Te cuento S? No te vengars un da? Me digo: Besara esa boca lentamente hasta volverla roja Y en tu sexo el milagro de una mano que baja en el momento ms inesperado y como por azar lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado No soy malvado trato de enamorarte intento ser sincero con lo enfermo que estoy y entrar en el maleficio de tu cuerpo como un ro que teme al mar, pero siempre muere en l.

El hogarIstvan OrkenyLa nia slo tena cuatro aos, sus recuerdos, probablemente, ya se haban desvanecido y su madre, para concienciarle del cambio que les esperara, la llev a la cerca de alambre de espino; desde all, de lejos, le ense el tren.No ests contenta? Ese tren nos llevar a casa.Y entonces qu pasar?Entonces ya estaremos en casa.Qu significa estar en casa? pregunt la nia.Estar como vivamos antes.Y qu hay all?Te acuerdas todava de tu osito? Quizs encontremos tambin tus muecas.Mam, en casa hay tambin centinelas?No, all no hay.Entonces, de all se podr escapar?

Apologa de los ociososRobert L. StevensonNo dara el estudioso algunas races hebreas y el hombre de negocios algunas medias coronas por compartir extensamente el conocimiento de la vida que tiene el holgazn y su Arte de Vivir? No slo eso: el vago tiene otra cualidad, ms importante todava. Me refiero a su sentido comn. Quien ha observado mucho la infantil satisfaccin de otras personas en sus hobbies se considerar a s mismo con una indulgencia muy irnica. No se le oir entre los dogmticos. Tendr una gran tolerancia tranquila para todo tipo de gentes y de opiniones. Si no encuentra verdades extraviadas, no se identificar con ninguna flagrante falsedad. Su andar lo lleva por un atajo no muy frecuentado, pero muy llano y agradable, que se llama Callejuela del Lugar Comn y conduce al Mirador del Sentido Comn. Desde all una muy agradable, si no muy noble, exploracin; y mientras otros observan el Este y el Oeste, el Ocaso y el Sol Naciente, l gozar pacficamente de una especie de amanecer sobre todas las cosas sublunares con un ejrcito de sombras que corre rpidamente en muchas diferentes direcciones bajo la gran luz diurna de la eternidad. Las sombras y las generaciones, los agudos doctores y las guerras vibrantes acaban en el silencio y en el vaco; pero bajo todo eso, un hombre puede ver desde las ventanas del Mirador mucho paisaje verde y apacible; muchos saloncitos iluminados por el fuego; buena gente riendo, bebiendo, haciendo el amor como lo hacan antes del Diluvio o de la Revolucin Francesa; y al viejo pastor contando su fbula bajo el espino. La aplicacin extrema, ya sea en la escuela, en la universidad, en la iglesia o en el mercado, es un sntoma de vitalidad deficiente; pero una cierta facultad para la holgazanera implica un apetito universal y un fuerte sentido de identidad personal. Existe una especie de muertos vivientes, personas fatigadas que apenas son conscientes de vivir excepto en el ejercicio de alguna ocupacin convencional. Si llevamos a estas gentes al campo o las subimos a un barco, veremos que anhelan su pupitre o su estudio (...). No es bueno hablar de este tipo de gente: no pueden ser perezosos, su naturaleza no es suficientemente generosa; y pasan, en una especie de coma, las horas que no dedican a moler oro furtivamente. Cuando no tienen que ir a la oficina, cuando no estn hambrientos no sienten deseos de bener, el mundo entero es un vaco para ellos. Si tienen que esperar una hora para tomar el tren, caen en un estpido trance con los ojos abiertos. Al verlos, uno supondra que no hay nada que mirar ni nadie a quien hablar; se imaginara que estn paralizados o alienados y, sin embargo, es muy posible que sean grandes trabajadores en su especialidad y que tengan muchas vista para un fallo en una escritura o un cambio en el mercado (...). Como si el espritu humano no fuese ya demasiado limitado para comenzar con l, han estrechado y achicado los suyos con una vida toda de trabajo y sin ningn juego; hasta aqu los tenemos, a los cuarenta, con la atencin perdida, la mente vaca de todo tema de diversin y ni un solo pensamiento que contrastar con otro, mientras esperan el tren. No me parece a m que esto sea el xito de la Vida

Una sana revolucinD.H. LawrenceSi haces una revolucin, hazla alegremente,no la hagas lvidamente serio,no la hagas mortalmente serio,hazla alegremente.

No la hagas porque odias a la gente,hazlo slo para escupir en sus ojos.

No la hagas por dinero,hazla y condena el dinero.

No la hagas por la igualdad,hazla porque tenemos demasiada igualdady va a ser gracioso sacudir el carro de manzanasy ver por qu lado se irn stas rodando.

No la hagas para las clases trabajadoras.Hazla de tal modo que todos nosotros podamos sernuestras propias y pequeas aristocraciasy patear como asnos fugitivos alegremente el suelo.

No la hagas, de todos modos, para la Internacional del Trabajo.el trabajo es aquello de lo cual el hombre ha tenido bastante.Eliminmoslo, acabemos con eso!El trabajo puede ser agradable, y los hombres gozarlo;y entonces no es trabajo.Tengamos eso! Hagamos una revolucin para divertirnos!

El traje del prisioneroNaguib Mahfuz

El Buche, el cerillero, llegaba antes que nadie a la estacin de alZagazig cuando iba a pasar el tren. Recorra los andenes incomparablemente ligero, ojeando a los clientes con sus ojos pequeos y expertos. Si alguien hubiese preguntado al Buche por su trabajo, el Buche habra echado pestes de l. Porque el Buche, como la mayora de la gente, estaba harto de su vida, descontento con su suerte. Si hubiese sido dueo de elegir, hubiera preferido ser chofer de algn rico y vestir ropa de effendi y comer lo mismo que el bey y acompaarle a sitios selectos en todo tiempo, una manera de ganarse la vida que pareca diversin, placer. Tena adems otros motivos particulares y razones sutiles para desear un trabajo como aquel; lo deseaba desde un da en que vio cmo el Fino, el chofer de uno de los Importantes, paraba a la Nabawiyya, la criada del comisario, y la requebraba, descarado y seguro. Incluso, una vez, oy que le deca frotndose las manos satisfecho: "Pronto vendr con el anillo..." Y vio que la joven sonrea con arrumaco mientras levantaba el borde de la milaya como si lo estuviese arreglando (lo que quera es que se viera su pelo negrsimo y abrillantinado). Vio aquello y el corazn se le inflam y los celos lo mordieron dolorosamente; los ojos de ella eran sus dolores y sus enfermedades. La sigui a poca distancia y en una calleja le sali al paso aqu y all e hizo volver a sus odos lo que le haba dicho el Fino: "Pronto vendr con el anillo". Pero ella torci la cabeza, frunci la frente y dijo desdeosa: "Mejor cmprate unos zuecos". Y l se mir los pies como si fueran una sima de significados misteriosos, su galabeyya sucia, su taqiyya mugrienta y se dijo: "ste es el motivo de mi miseria y el ocaso de mi estrella", y envidi al Fino, su trabajo y su suerte... Slo que estas esperanzas, en lugar de apartarle de su oficio le hacan enfrascarse en l con mayor afn y satisfacer sus esperanzas con sueos.Aquella tarde subi a la estacin con su caja a atender al tren del crepsculo que todava no era ms que una nube de humo en el horizonte, pero que avanzaba, se acercaba. Ya se distinguan las distintas unidades y se perciba el estrpito; ya est parado junto a los andenes... Al lanzarse a los vagones vio el Buche con sorpresa que en las puertas haba centinelas y que por las ventanillas asomaban caras extraas con ojos ausentes, rotos. Pregunt y le enteraron de que eran prisioneros italianos que haban cado a montones en manos del enemigo y que les conducan a campos de concentracin.El Buche se qued perplejo pasando los ojos por los rostros polvorientos, y luego le tom la desilusin; cuando estuvo cierto de que aquellas caras plidas, hundidas en la miseria y la necesidad difcilmente podran saciar su ansia de cigarrillos... Se dio cuenta de que devoraban su caja y les repeli con una mirada irritada y desdeosa. Pensaba darles la espalda y volver por donde haba venido cuando oy que una voz le gritaba en rabe con acento europeo: "cigarrillos". Le ech una mirada sorprendida y desconfiada, luego frot el dedo ndice con el pulgar: "hay dinero?". El soldado comprendi y contest afirmativamente con la cabeza. El Buche se acerc cauteloso y se detuvo fuera del alcance de las manos del soldado, El soldado se quit calmosamente la guerrera y le dijo mostrndosela: "Este es mi dinero". El Buche qued deslumbrado y escudri la guerrera gris con botones dorados entre sorprendido y vido. Le haba ganado el corazn, pero como no era un cndido ni un palurdo disimul lo que se haba levantado en l para sacar ventaja de la avidez del italiano. Con estudiada parsimonia exhibi una cajetilla y extendi el brazo para recoger la chaqueta. El soldado frunci la frente y le grit: "Una cajetilla por la guerrera?... Diez!" El Buche dio un respingo y se ech para atrs; su deseo recedi. Iba a irse por otro lado, pero el soldado le grit: "Una cosa razonable... nueve... ocho..." El Buche sacudi la cabeza negando tercamente. "Entonces, siete." Pero l sacudi la cabeza como antes y fingi que se iba. El soldado se dio por satisfecho con seis y luego baj a cinco. El Buche hizo un gesto con la mano: nada que hacer. Se volvi hacia un banco y se sent. El soldado le grit enloquecido: "Ven... me conformo con cuatro..." Ni se dio por aludido, y para demostrar su falta de inters encendi un cigarrillo y se puso a fumar paladendolo pausadamente. La desazn del soldado aument, se puso rabioso, pareca que el nico fin de su existencia era conseguir cigarrillos. Baj su demanda a tres, luego a dos. El Buche sigui sentado, dominando sus violentas ganas y su dolorosa impaciencia. Pero cuando el soldado hubo bajado a dos no pudo evitar un movimiento delator. El soldado, nada ms verlo, extendi la mano con la guerrera: "Toma", y el Buche no tuvo ms remedio que levantarse, acercarse al tren, recoger la guerrera y dar al soldado las dos cajetillas. Escudri la guerrera con ojos alegres y satisfechos y rompi sus labios una sonrisa triunfante. Dej la caja en el banco y se puso la guerrera y la aboton. Le quedaba ancha, pero no le import. Estaba maravillado, feliz. Recogi la caja y empez a cortar el andn orgulloso, transportado. Evoc la imagen de Nabawiyya envuelta en su milaya y murmur: "Si me viese ahora". S, a partir de ahora no me evitar ni me apartar la cara con desdn, y el Fino no tendr motivo de qu presumir delante de m. Aqu record que el Fino llevaba uniforme completo, no una simple guerrera. Cmo conseguir los pantalones? Cavil un tiempo, luego ech una mirada de inteligencia a las cabezas de los prisioneros que asomaban por las ventanillas del tren. El deseo le jugaba en el corazn y le inquietaba el alma cuando casi la tena satisfecha. Se lanz al tren pregonando decidido: "Cigarrillos, cigarrillos. Un pantaln la cajetilla si no hay dinero. Un pantaln la cajetilla". Repiti el pregn por segunda y tercera vez. Temiendo que no comprendiesen lo que pretenda, seal la guerrera que llevaba puesta y mostr una cajetilla. Su gesto produjo el efecto apetecido: un soldado no vacil en quitarse la guerrera. El Buche corri hacia l y le hizo gestos de que fuese despacio y le indic los pantalones. El soldado se encogi de hombros desdeoso, se quit los pantalones y el cambio se complet. La mano del Buche se engarfi en los pantalones; casi volaba de gozo. Volvi al banco de antes y se puso los pantalones en un santiamn: estaba hecho todo un soldado italiano... o le faltaba algo?... Era una autntica pena que estos soldados no llevaran tarbs... Pero llevan botas! Las botas le son indispensables para estar a la altura del Fino, que le amarga la vida. Carg con la caja y se abalanz al tren gritando: "Cigarrillos... un par de botas la cajetilla". Como la otra vez, se ayudaba de gestos... Pero antes de que diera con un cliente el tren hizo or su pito; iba a arrancar. Se produjo una ola de agitacin entre los centinelas. El manto de la sombra haba cubierto los rincones de la estacin; el pjaro de la noche planeaba en el espacio. El Buche se detuvo desconsolado, en los ojos una mirada de afliccin y rabia. Cuando el tren se puso en marcha le vio el centinela del vagn delantero y la exasperacin apareci en su cara. Le grit, primero en ingls, luego en italiano: "Sube ligero. T, preso, al tren". El Buche no entendi lo que deca y quiso consolarse remedndole, seguro de que no poda hacerle nada. El centinela grit otra vez mientras el tren se alejaba lentamente: "Sube, te lo advierto, sube". El Buche apret los labios desdeoso y le volvi la espalda dispuesto a marcharse. El centinela crisp el puo que esgrimi amenazante, apunt su fusil contra el inocente Buche y dispar. A la detonacin, que atron los odos, sucedi un grito de dolor y de espanto. El cuerpo del Buche perdi el movimiento, la caja se le cay de las manos y se desparramaron las cajetillas de cigarros y cerillas. Luego, la cara del Buche se mud en la de un cuerpo exnime.

SonetoSanta Teresa de vilaSi para recobrar lo recobradotuve que haber perdido lo perdidosi para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamoradafue menester haber estado heridatengo por bien sufrido lo sufridotengo por bien llorado lo llorado.

Porque despus de todo he comprendidoque no se goza bien de lo gozadosino despus de haberlo padecido.

Porque despus de todo he comprobadoque lo que tiene el rbol de floridovive de lo que tiene sepultado.

Beatriz, la polucinMario BenedettiDijo el to Rolando que esta ciudad se est poniendo imbancable de tanta polucin que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase slo entend la palabra ciudad. Despus fui al diccionario y busqu la palabra imbancable y no est. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunt qu quera decir imbancable y l se r y me explic con buenos modos que quera decir insoportable. Ah s comprend el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o ms bien casi todos los das, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repiti tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrs querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quit la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polucin, es bastante ms difcil. Esa s est en el diccionario. Dice, polucin: efusin de semen. Qu ser efusin y qu ser semen. Busqu efusin y dice: derramamiento de un lquido. Tambin me fij en semen y dice: semilla, simiente, lquido que sirve para la reproduccin. O sea que lo que dijo el to Rolando quiere decir esto: esta ciudad se est poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entend, as que la primera vez que me encontr con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y todo lo que deca el diccionario. Y ella: tengo la impresin de que semen es una palabra sensual, pero no s qu quiere decir. Entonces me prometi que lo consultara con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de educacin sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba Graciela, esper con muchsima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las milanesas, para decirme, ya averig, semen es una cosa que tienen los hombres grandes, no los nios, y yo, entonces nosotras todava no tenemos semen, y ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen slo tienen los hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi el que est preso, las nias no tenemos semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qu raro eh, y ella, Sandra dice que todos los nios y las nias venimos del semen porque este liquido tiene bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la clase haba aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue Rosita yo me qued pensando y me pareci que el to Rolando quiz haba querido decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta) que tena. As que fui otra vez a lo del abuelo, porque l siempre me entiende y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le cont lo que haba dicho to Rolando y le pregunt si era cierto que la ciudad estaba ponindose imbancable porque tena muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a m me dio miedo de que le diera un patats y conmigo solita en una situacin tan espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que to Rolando haba dicho se refera a la contaminacin atmosfrica. Yo me sent ms bruta todava, pero enseguida l me explic que la atmsfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fbricas y automviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmsfera y eso es la maldita polucin y no el semen que dice el diccionario, y no tendramos que respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos ms remedio que respirar toda esa porquera. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi pap tena entonces una ventajita all donde est preso porque en ese lugar no hay muchas fbricas y tampoco hay muchos automviles porque los familiares de los presos polticos son pobres y no tienen automviles. Y el abuelo dijo que s, que yo tena mucha razn, y que siempre haba que encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba me pinch ms que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asuncin, igualito que la capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima Sandra que ella es mucho ms burra que vos y que yo, porque ahora s lo averig todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmsfera

Para los que llegan a las fiestasRubn Bonifaz NuoPara los que llegan a las fiestasvidos de tiernas compaas,y encuentran parejas impenetrablesy hermosas muchachas solas que dan miedopues uno no sabe bailar, y es triste;los que se arrinconan con un vasode aguardiente oscuro y melanclico,y odian hasta el fondo su miseria,la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amarguraque de la mujer que quieren les quedanada ms que un clavo fijo en la espalday algo tenue y acre, como el aromaque guarda el revs de un guante olvidado;

para los que fueron invitadosuna vez; aqullos que se pusieronel menos gastado de sus dos trajesy fueron puntuales; y en una puertaya mucho despus de entrados todossupieron que no se cumplirala cita, y volvieron desprecindose;

para los que miran desde afuera,de noche, las casas iluminadas,y a veces quisieran estar adentro:compartir con alguien mesa y cobijasvivir con hijos dichosos;y luego comprenden que es necesariohacer otras cosas, y que valemucho ms sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundocon su corazn solitario,los que por las calles se fatigancaminando, claros de pensamientos;para los que pisan sus fracasos y siguen;para los que sufren a conciencia,porque no sern consoladoslos que no tendrn, los que no pueden escucharme;para los que estn armados, escribo.

El derecho a callarElda Cant

El scar a la mejor pelcula en 2011 fue para El Discurso Del Rey, en la que un monarca que debe dar un mensaje a la nacin se pregunta si Inglaterra est lista para escuchar por la radio dos minutos de silencio de un tartamudo. El ao siguiente la Academia de Hollywood premi una pelcula que contena cien minutos de silencio. No se trataba del intolerable silencio de algunos presidentes que, sin problemas con su lengua, callan durante aos. Se trataba de la pelcula muda ms galardonada de la historia del scar. Lo paradjico es que fue hecha en la era del sonido de mayor fidelidad y en la del peor ruido. Michel Hazanavicius, el director de El Artista, nos recuerda con acento francs que hoy ms que nunca subestimamos el poder del silencio como el del cero en las matemticas. La palabra tiende a ser vanidosa. En Internet, nuestro domicilio real, solemos ser an ms exhibicionistas de nuestra ignorancia, torpeza y mezquindad. Nos creemos invisibles, libres, annimos. Y tendemos a intervenir. A quejarnos. A maldecir. Con otros quinientos millones de adictos a la vez. Hoy algunos presentimos, nerviosos, en la yema de los pulgares, que callar es sntoma de indiferencia, de ignorancia, de ingratitud. Creemos que, si callamos, concedemos. El silencio, como condicin necesaria para pensar, est en vas de extincin. Y nosotros junto con l: el ruido eleva el ritmo cardiaco y nos llena de cortisol, la hormona del estrs que nos hace irritables, agresivos y lentos para ayudar a los dems. Pero ya no es slo un asunto de paz auditiva. Estar enterado es un problema de salud mental. El ruido de todos gritando a la vez se agita al ritmo del ringtone del telfono celular, se acelera en Twitter, se cansa en Facebook. Por qu insistimos en opinar donde no hace falta, de quejarnos de lo que no nos afecta? Es casi intolerable escribi George Steiner en BABEl que las necesidades, afectos, odios e introspecciones que son tan propios, que dibujan nuestra conciencia del mundo y de la identidad, tengan que ser pronunciados. Lo dijo el siglo pasado. Y ya no es suficiente que algo nos guste. Hacemos click click para que se sepa y nos guste que a los dems les guste y nuestros nuevos antipticos o imbciles sean aquellos a quienes no les gusta o los que tienen la cortesa de desaparecer. No es posible enviar un tuit vaco, y si dejamos en blanco el estado de Facebook es casi como admitir que no estamos pensandoen nada. La indignacin no es atendible si no va acompaada de un texto en maysculas y luego aparecen digitadores quejndose en minsculas de la contaminacin visual de las maysculas. Los tipgrafos an no inventan el silencio on line. San Jobs nunca trabaj en l.(Publicado en su blog 19 de abril de 2012. Carta editorial etiqueta negra No. 102. Lima Per)

Qu ruido tan tristeLuis CernudaQu ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman, parece como el viento que se mece en otoo sobre adolescentes mutilados, mientras las manos llueven, manos ligeras, manos egostas, manos obscenas, cataratas de manos que fueron un da flores en el jardn de un diminuto bolsillo. Las flores son arena y los nios son hojas, y su leve ruido es amable al odo cuando ren, cuando aman, cuando besan, cuando besan el fondo de un hombre joven y cansado porque antao so mucho da y noche. Mas los nios no saben, ni tampoco las manos llueven como dicen; as el hombre, cansado de estar solo con sus sueos, invoca los bolsillos que abandonan arena, arena de las flores, para que un da decoren su semblante de muerto.

La ventana abiertaSakiMi ta bajar enseguida, seor Nuttel dijo con mucho aplomo una seorita de quince aos; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme. Framton Nuttel se esforz por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la ta que estaba por llegar. Dud ms que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se haba propuesto. S lo que ocurrir le haba dicho su hermana cuando se dispona a emigrar a este retiro rural: te encerrars no bien llegues y no hablars con nadie y tus nervios estarn peor que nunca debido a la depresin. Por eso te dar cartas de presentacin para todas las personas que conoc all. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpticas.Framton se pregunt si la seora Sappleton, la dama a quien haba entregado una de las cartas de presentacin, poda ser clasificada entre las simpticas. Conoce a muchas personas aqu? pregunt la sobrina, cuando consider que ya haba habido entre ellos suficiente comunicacin silenciosa. Casi nadie dijo Framton. Mi hermana estuvo aqu, en la rectora, hace unos cuatro aos, y me dio cartas de presentacin para algunas personas del lugar.Hizo esta ltima declaracin en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.Entonces no sabe prcticamente nada acerca de mi ta prosigui la aplomada seorita.Slo su nombre y su direccin admiti el visitante. Se preguntaba si la seora Sappleton estara casada o sera viuda. Algo indefinido en el ambiente sugera la presencia masculina. Su gran tragedia ocurri hace tres aos dijo la nia; es decir, despus que se fue su hermana. Su tragedia? pregunt Framton; en esta apacible campia las tragedias parecan algo fuera de lugar.Usted se preguntar por qu dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre dijo la sobrina sealando una gran ventana que daba al jardn.Hace bastante calor para esta poca del ao dijo Framton pero qu relacin tiene esa ventana con la tragedia? Por esa ventana, hace exactamente tres aos, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el da. Nunca regresaron. Al atravesar el pramo para llegar al terreno donde solan cazar quedaron atrapados en una cinaga traicionera. Ocurri durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedan sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.A esta altura del relato la voz de la nia perdi ese tono seguro y se volvi vacilantemente humana.Mi pobre ta sigue creyendo que volvern algn da, ellos y el pequeo spaniel que los acompaaba, y que entrarn por la ventana como solan hacerlo. Por tal razn la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida ta, cuntas veces me habr contado cmo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre "Bertie, por qu saltas?", porque saba que esa cancin la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensacin de que todos ellos volvern a entrar por la ventana...La nia se estremeci. Fue un alivio para Framton cuando la ta irrumpi en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto. Espero que Vera haya sabido entretenerlo dijo.Me ha contado cosas muy interesantes respondi Framton.Espero que no le moleste la ventana abierta dijo la seora Sappleton con animacin; mi marido y mis hermanos estn cazando y volvern aqu directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarn mis pobres alfombras despus de haber andado cazando por la cinaga. Tan tpico de ustedes los hombres no es verdad?Sigui parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que haba de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero slo a medias exitoso, de desviar la conversacin a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atencin, y su mirada se extraviaba constantemente en direccin a la ventana abierta y al jardn. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el da del trgico aniversario. Los mdicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitacin mental y de ejercicios fsicos violentos anunci Framton, que abrigaba la ilusin bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban vidas de conocer los ms ntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.No? dijo la seora Sappleton ahogando un bostezo a ltimo momento. Sbitamente su expresin revelaba la atencin ms viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo. Por fin llegan! exclam. Justo a tiempo para el t, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, no es verdad? Framton se estremeci levemente y se volvi hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensin. La nia tena puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvi en su asiento y mir en la misma direccin. En el oscuro crepsculo tres figuras atravesaban el jardn y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los segua un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la casa, y luego se oy una voz joven y ronca que cantaba: "Dime, Bertie, por qu saltas?" Framton agarr deprisa su bastn y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portn, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente. Aqu estamos, querida dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana: bastante embarrados, pero casi secos. Quin era ese hombre que sali de golpe no bien aparecimos?Un hombre rarsimo, un tal seor Nuttel dijo la seora Sappleton; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera dira que haba visto un fantasma. Supongo que ha sido a causa del spaniel dijo tranquilamente la sobrina; me cont que los perros le producen horror. Una vez lo persigui una jaura de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recin cavada, con esas bestias que gruan y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de l. As cualquiera se vuelve pusilnime.La fantasa sin previo aviso era su especialidad.

Ernesto CardenalEsta ser mi venganza: que un da llegue a tus manos el libro de un poeta famoso y leas estas lneas que el autor escribi para ti. Y t no lo sepas.

Matar a un nioPor Stig DagermanEs un da suave y el sol esta oblicuo sobre la llanura. Pronto sonarn las campanas, porque es domingo. Entre dos campos de centeno, dos jvenes han hallado una senda por la que nunca fueron antes, y en los tres pueblos de la planicie resplandecen los vidrios de las ventanas. Algunos hombres se afeitan frente a los espejos en las mesas de las cocinas, las mujeres cortan pan para el caf, canturreando, y los nios estn sentados en el suelo y abrochan sus blusas. Es la maana feliz de un da desgraciado, porque este da un nio ser muerto, en el tercer pueblo, por un hombre feliz. Todava el nio est sentado en el suelo y abrocha su camisa, y el hombre que se afeita dice que hoy harn un paseo en bote por el riachuelo, y la mujer canturrea y coloca el pan, recin cortado, en un plato azul. Ninguna sombra atraviesa la cocina, y, sin embargo, el hombre que matar al nio est al lado de la bomba de bencina roja, en el primer pueblo. Es un hombre feliz que mira en una cmara, y en el cristal ve un pequeo carro azul, y a su lado a una muchacha que re. Mientras la muchacha re y el hombre toma la hermosa fotografa, el vendedor de gasolina ajusta la tapa del tanque y asegura que tendrn un bonito da. La muchacha se sienta en el carro, y el hombre que matar al nio saca su billetera del bolsillo y comenta que viajarn hasta el mar, y en el mar pedirn prestado un bote y remarn lejos, muy lejos. A travs de los vidrios bajados, oye la muchacha, en el asiento delantero, lo que l habla; ella cierra los ojos, ve el mar y al hombre junto a s en el bote. No es ningn hombre malo, es alegre y feliz, y antes de entrar en el carro se detiene un instante frente al radiador que centellea al sol, y se goza del brillo y del olor de gasolina y de ciruelo silvestre. No cae ninguna sombra sobre el carro, y la refulgente defensa no tiene ninguna abolladura y no est roja de sangre.Pero, al mismo tiempo que, en el primer pueblo, el hombre cierra la puerta izquierda del carro y enciende el coche, en el tercer pueblo, la mujer abre su alacena, en la cocina, y no encuentra el azcar. El nio, que ha abrochado su camisa y que ha amarrado los cordones de sus zapatos, est de rodillas en el sof y contempla el riachuelo que serpentea entre los alisos, y el negro bote que est medio varado sobre el pasto. El hombre que perder a su hijo est recin afeitado y, en ese momento, pliega el soporte del espejo. En la mesa, las tazas de caf, el pan, la crema y las moscas. Slo el azcar falta, y la madre ordena a su hijo que corra donde los Larsson y pida prestados algunos terrones. Y mientras el nio abre la puerta, le grita el padre que se d prisa, porque el bote espera en la ribera. Remarn tan lejos como nunca antes remaron. Cuando el nio corre a travs del jardn, en todo momento piensa en el riachuelo y en los peces que saltan, y nadie le susurra que slo le quedan 8 minutos para vivir y que el bote permanecer all donde est todo el da y muchos otros das. No es lejos lo de los Larsson: nicamente cruzar el camino, y mientras el nio corre atravesndolo, el pequeo carro azul entra en el otro pueblo. Es un pueblo pequeo con pequeas casas rojas, con gente que acaba de despertar, que est en su cocina con las tazas de caf levantadas y observan al carro venir por el otro lado del seto con grandes nubes de polvo detrs de s. Va muy rpido, y el hombre en el carro ve cmo los lamos y los postes de telgrafo, recin alquitranados, pasan como sombras grises. Sopla verano por la ventanilla. Salen velozmente del pueblo. El carro se mantiene seguro en medio del camino. Estn solos todava. Es placentero viajar completamente solos por un liso y ancho camino, y a campo abierto es mucho mejor an. El hombre es feliz y fuerte, y en el codo derecho siente el cuerpo de su futura mujer. No es ningn hombre malo. Tiene prisa por alcanzar el mar. No sera capaz de matar a una mosca, pero sin embargo, pronto matar a un nio. Mientras avanzan haca el tercer pueblo, cierra la muchacha otra vez los ojos y juega que no los abrir hasta que puedan ver el mar, y al comps de los muelles tumbos del carro, suea en lo terso que estar.Por qu la vida est construida con tanta crueldad, que un minuto antes de que un hombre feliz mate a un nio, todava es feliz y un minuto antes de que una mujer grite de horror, puede cerrar los ojos y soar en el ancho mar, y durante el ltimo minuto de la vida de un nio pueden sus padres estar sentados en una cocina y esperar el azcar y hablar sobre los dientes blancos de su hijo y sobre un paseo en bote, y el nio mismo puede cerrar una verja y empezar a atravesar un camino con algunos terrones en la mano derecha envueltos en papel blanco; y durante este ltimo minuto no ver otra cosa que un largo y brillante riachuelo con grandes peces y un ancho bote con callados remos?Despus, todo es demasiado tarde. Despus, est un carro azul al sesgo en el camino, y una mujer que grita retira la mano de la boca, y la mano sangra. Despus, un hombre abre la puerta de un coche y trata de mantenerse en pie, aunque tiene un abismo de terror dentro de s. Despus hay algunos terrones de azcar blanca desparramados absurdamente entre la sangre y la arenilla, y un nio yace inmvil boca abajo, con la cara duramente apretada contra el camino. Despus, llegan dos lvidas personas que todava no han podido beber su caf, que salen corriendo desde la verja y ven en el camino un espectculo que jams olvidarn.Porque no es verdad que el tiempo cure todas las heridas. El tiempo no cura la herida de un nio muerto y cura muy mal el dolor de una madre que olvid comprar azcar y mand a su hijo a travs del camino para pedirla prestada; e igualmente, mal cura la congoja del hombre feliz, que lo mat.Porque el que ha matado a un nio, no va al mar. El que ha matado a un nio vuelve lentamente a casa en medio del silencio, y junto a s lleva una mujer muda con la mano vendada; y en todos los pueblos por los que pasan ven que no hay ni una sola persona alegre. Todas las sombras son ms oscuras, y cuando se separan todava es en silencio; y el hombre que ha matado a un nio sabe que este silencio es su enemigo, y que va a tener que necesitar aos de su vida para vencerlo, gritando que no fue su culpa. Pero sabe que esto es mentira, y en sus sueos de las noches desear en cambio tener un slo minuto de su vida pasada para "hacer este slo minuto diferente".Pero tan cruel es la vida para el que ha matado a un nio, que despus todo es demasiado tarde.

El BarcoPablo NerudaPero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundopor qu, por qu no nos dejan sentarnos y comer?Queremos mirar las nubes, queremos tomar el sol y oler la sal,francamente no se trata de molestar a nadie,es tan sencillo: somos pasajeros.

Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:pasa el mar, se despide la rosa,pasa la tierra por la sombra y por la luz,y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.

Entonces, qu les pasa?Por qu andan tan furiosos?A quin andan buscando con revlver?

Nosotros no sabamosque todo lo tenan ocupado,las copas, los asientos,las camas, los espejos,el mar, el vino, el cielo.

Ahora resultaque no tenemos mesa.No puede ser, pensamos.No pueden convencernos.Estaba oscuro cuando llegamos al barco.Estbamos desnudos.

Todos llegbamos del mismo sitio.Todos venamos de mujer y de hombre.Todos tuvimos hambre y pronto dientes.A todos nos crecieron las manos y los ojospara trabajar y desear lo que existe.

Y ahora nos salen con que no podemos,que no hay sitio en el barco,no quieren saludarnos,no quieren jugar con nosotros.

Por qu tantas ventajas para ustedes?Quin les dio la cuchara cuando no haban nacido? Aqu no estn contentos,as no andan las cosas. No me gusta en el viajehallar, en los rincones, la tristeza,los ojos sin amor o la boca con hambre. No hay ropa para este creciente otooy menos, menos, menos para el prximo invierno.Y sin zapatos cmo vamos a dar la vueltaal mundo, a tanta piedra en los caminos? Sin mesa dnde vamos a comer,dnde nos sentaremos si no tenemos silla?Si es una broma triste, decdanse, seores,a terminarla pronto,a hablar en serio ahora. Despus el mar es duro. Y llueve sangre.

Continuidad de los parquesJulio CortzarHaba empezado a leer la novela unos das antes. La abandon por negocios urgentes, volvi a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, despus de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestin de aparceras, volvi al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su silln favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dej que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los ltimos captulos. Su memoria retena sin esfuerzo los nombres y las imgenes de los protagonistas; la ilusin novelesca lo gan casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando lnea a lnea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cmodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguan al alcance de la mano, que ms all de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la srdida disyuntiva de los hroes, dejndose ir hacia las imgenes que se concertaban y adquiran color y movimiento, fue testigo del ltimo encuentro en la cabaa del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restaaba ella la sangre con sus besos, pero l rechazaba las caricias, no haba venido para repetir las ceremonias de una pasin secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El pual se entibiaba contra su pecho, y debajo lata la libertad agazapada. Un dilogo anhelante corra por las pginas como un arroyo de serpientes, y se senta que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada haba sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tena su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpa apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.Sin mirarse ya, atados rgidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaa. Ella deba seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta l se volvi un instante para verla correr con el pelo suelto. Corri a su vez, parapetndose en los rboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no deban ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estara a esa hora, y no estaba. Subi los tres peldaos del porche y entr. Desde la sangre galopando en sus odos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, despus una galera, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitacin, nadie en la segunda. La puerta del saln, y entonces el pual en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un silln de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el silln leyendo una novela.

SoledadPedro de Miguel

Le fui a quitar el hilo rojo que tena sobre el hombro, como una culebrita. Sonri y puso la mano para recogerlo de la ma. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dnde es usted. Y comenzamos una conversacin entretenida, llena de vericuetos y ancdotas exticas, porque los dos habamos viajado y sufrido mucho. Me desped al rato, prometiendo saludarle la prxima vez que le viera, y si se terciaba, tomarnos un caf mientras continubamos charlando. No s qu me movi a volver la cabeza, tan slo unos pasos ms all. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra vctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

s/tErnesto CardenalDe pronto suena en la noche una sirenade alarma, larga, larga,el aullido lgubre de la sirenade incendio o de la ambulancia blanca de la muerte,como el grito de la cegua en la noche,que se acerca y se acerca sobre las callesy las casas y sube, sube, y bajay crece, crece, baja y se alejacreciendo y bajando. No es incendio ni muerte:Es Somoza que pasa.

El balDaniil CharmsUn hombre de fino cuello se meti en un bal, cerr la tapa y comenz a asfixiarse.Bien dice el hombre de fino cuello sintiendo que se asfixia, me estoy asfixiando en este bal por tener un cuello tan fino. La tapa del bal est cerrada e impide el paso del aire. Me asfixiar, pero no abrir la tapa. Morir poco a poco. Presenciar la lucha de la vida y la muerte. Esta lucha no ser natural, en igualdad de condiciones, porque, lgicamente, vencer la muerte, y la vida, destinada a morir, luchar en vano con su enemigo hasta el ltimo minuto y sin perder las esperanzas. Por medio de esta lucha la vida conocer el mtodo de su victoria: para que esto ocurra la vida debe forzar a mis manos a abrir la tapa del bal. Entonces veremos quin ganar. Slo que huele horriblemente a naftalina. Si la vida vence, pondr tabaco barato en el bal en lugar de naftalina... Ya empieza: no puedo respirar ms. Morir, est claro! Nada me salvar! Y nada sublime pasa por mi mente. Me asfixi!Ay! Qu es esto? Algo acaba de ocurrir pero no puedo comprender que ha sido. He visto algo u odo algo...Ay! Acaba de pasar algo otra vez! Dios mo! No puedo respirar. Creo que me muero...Y esto qu es? Por qu estoy cantando? Creo que me duele el cuello... Pero dnde est el bal? Cmo es que puedo ver todo lo que hay en mi cuarto? Pero si estoy acostado sobre el piso! Y dnde est el bal?El hombre de fino cuello se levant y mir a su alrededor. El bal ya no estaba all. Sobre las sillas y la mesa vio las ropas que guardaba en el bal, pero aqul ya no estaba all.El hombre de fino cuello dijo:Esto quiere decir que la vida venci a la muerte de una maneradesconocida para m.

Los senos de verdadero SvresRamn Gmez de la SernaEn casa del anticuario apareci la fina mujer, cuya cintura se cimbreaba en la luz. Qu desea? Me trae algn abanico?El anticuario al verla sin ningn paquete, crey que era una de esas que se sacan de no se sabe dnde un abanico, un abanico viejo, que llena de lentejuelas la tienda cuando ellas lo abren. Ella acercndose ms al anticuario le dijo: Le traigo unos senos de verdadero Sevres.Venga, pase le dijo el anticuario pasndola al despachito donde compraba las joyas ms importantes.Ella entr con la determinacin de la que va dispuesta a todo y all sac sus senos y se los ense al anticuario. De Svres? De Svres? deca el anticuario sin dejar de darles vueltas como a los jarrones a los que se busca la marca.S, mire usted la seal y la mujer que tena los ms puros Senos de Svres, y que saba dnde estaba el grabado fro como una cicatriz de la marca, le dijo: Aqu est.El anticuario con su lupa se qued asombrado de la autenticidad, y comenz a contar con quien cuenta papeles de fumar los billetes que daba por ellos.Y la mujer de los puros y verdaderos senos de Svres sala de la tienda sin senos, lisa, como la que ha vendido la ltima joya que le quedaba de sus padres.

Pensamientos en el stanoIstvan OrkenyLa pelota cay al stano por un cristal roto.Una nia de catorce aos, la hija del conserje, baj a buscarla cojeando. Un tranva le haba cortado una pierna a la pobrecita, y se pona muy contenta cuando poda hacer algn favor a alguien.El stano estaba en penumbra, pero se dio cuenta de que en un rincn se haba movido algo.Gatito! dijo la nia de pata de palo, qu haces t aqu?Cogi la pelota y sali del stano lo ms rpido posible.La rata vieja, fea y maloliente la haban tomado a ella por un gato queda asombrada. Nunca le haba hablado nadie as.Ahora, por vez primera, pens que todo habra sido diferente si ella hubiera nacido gato.Es ms cmo somos tan insaciables! enseguida empez a hacerse ilusiones. Y si ella hubiera nacido nia de pata de palo?Pero esto era demasiado bonito y no se atrevi ni a imaginarlo.

El emigranteLuis Felipe G. Lomel Olvida usted algo?Ojal.

RayuelaJulio CortzarCaptulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujndola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por m para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonre por debajo de la que mi mano te dibuja.Me miras, de cerca me miras, cada vez ms de cerca y entonces jugamos al cclope, nos miramos cada vez ms de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre s, se superponen y los cclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordindose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultneo del aliento, esa instantnea muerte es bella.Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra m como una luna en el agua.

Espantos de agostoGabriel Garca MrquezLlegamos a Arezzo un poco antes del medio da, y perdimos ms de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva haba comprado en aquel recodo idlico de la campia toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fcil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas intiles volvimos al automvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indic con precisin dnde estaba el castillo. Antes de despedirse nos pregunt si pensbamos dormir all, y le contestamos, como lo tenamos previsto, que slo bamos a almorzar.Menos mal dijo ella porque en esa casa espantan.Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio da, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete aos, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.Miguel Otero Silva, que adems de buen escritor era un anfitrin esplndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos haba hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tena nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visin completa de la ciudad desde la terraza florida donde estbamos almorzando. Era difcil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas caban noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el ms insigne de Arezzo.El ms grande sentenci fue Ludovico.As, sin apellidos: Ludovico, el gran seor de las artes y de la guerra, que haba construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habl durante todo el almuerzo. Nos habl de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos cont cmo fue que en un instante de locura del corazn haba apualado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuz contra s mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos asegur, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.El castillo, en realidad, era inmenso y sombro. Pero a pleno da, con el estmago lleno y el corazn contento, el relato de Miguel no poda parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro despus de la siesta, haban padecido toda clase de mudanzas de sus dueos sucesivos. Miguel haba restaurado por completo la planta baja y se haba hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mrmol e instalaciones para sauna y cultura fsica, y la terraza de flores intensas donde habamos almorzado. La segunda planta, que haba sido la ms usada en el curso de los siglos, era una sucesin de cuartos sin ningn carcter, con muebles de diferentes pocas abandonados a su suerte. Pero en la ltima se conservaba una habitacin intacta por donde el tiempo se haba olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.Fue un instante mgico. All estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanera todava acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el ltimo leo convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al leo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que ms me impresion fue el olor de fresas recientes que permaneca estancado sin explicacin posible en el mbito del dormitorio.Los das del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran ms de las cinco, pero Miguel insisti en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un caf bien conversado bajo las prgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.Mientras lo hacamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los nios prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurri la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoy encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.Al contrario de lo que yo tema, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos haban sido modernizados y no tenan nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueo cont los doce toques insomnes del reloj de pndulo de la sala, y me acord de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estbamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueo denso y continuo, y despert despus de las siete con un sol esplndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qu tontera me dije, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Slo entonces me estremeci el olor de fresas recin cortadas, y vi la chimenea con las cenizas fras y el ltimo leo convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estbamos en la alcoba de la planta baja donde nos habamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sbanas empapadas de sangre todava caliente de su cama maldita.

Tctica y estrategiaMario BenedettiMi tctica es mirarteaprender como sosquererte como sos

mi tctica es hablartey escucharteconstruir con palabrasun puente indestructible

mi tctica esquedarme en tu recuerdono s cmo ni scon qu pretextopero quedarme con vos

mi tctica es ser francoy saber que sos francay que no nos vendamossimulacrospara que entre los dosno haya teln ni abismos

Mi estrategia esen cambioms profunda y ms simple

Mi estrategia esque un da cualquierano s cmo ni scon qu pretextopor fin me necesites.

Jaime SabinesESPERO CURARME DE TI en unos das. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

Te parece bien que te quiera nada ms una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y tambin el silencio. Porque las mejores palabras del amor estn entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar tambin ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (T sabes cmo te digo que te quiero cuando digo: qu calor hace, dame agua, sabes manejar?, se hizo de noche... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mas, te he dicho ya es tarde, y t sabas que deca te quiero).

Una semana ms para reunir todo el amor del tiempo. Para drtelo. Para que hagas con l lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Slo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panten.

Los asesinosCharles BukowskiHarry acababa de abandonar la carga de camiones, se haba largado porque no poda aguantar ms, y ahora iba bajando por la calle Alameda hacia el bar Pedro's para tomarse una taza de caf de a nquel. Era de madrugada pero l recordaba que solan abrirlo a las cinco de la maana. Te podas sentar en Pedro's un par de horas por un nquel. Podas pensar un rato. Podas hacer memoria de las cosas que habas hecho mal, o las que habas hecho bien.Estaba abierto. La chica mexicana que le sirvi el caf le mir como si fuera un ser humano. Los pobres saban de la vida. Una buena chica. Bueno, una chica bastante agradable. Todas ellas significaban problemas. Cualquier cosa significaba problemas. Recordaba una frase que haba odo en alguna parte: La Definicin de la Vida es Problemas.Harry se sent en una de las desvencijadas mesas. El caf era bueno. Treinta y ocho aos y estaba acabado. Mir fijamente el caf y record las cosas que haba hecho mal o bien.Simplemente se haba cansado del juego idiota de los seguros, de las pequeas oficinas y altos compartimientos de cristal, de los clientes; simplemente se haba cansado de estar engaando a su esposa, de que ella le engaara a l, de apretujar secretarias en los ascensores y pasillos; se haba cansado de las fiestas de Navidad y las fiestas de Ao Nuevo y de los cumpleaos, y pagos de plazos de coches nuevos, y pagos de muebles, y luz, y gas, y agua todo el condenado tinglado de necesidades.Se haba cansado y lo haba abandonado, eso era todo. El divorcio lleg lo suficientemente pronto y la bebida lleg lo suficientemente pronto y, de repente, se vio fuera. No tena nada, y descubri que tampoco era muy bonito no tener nada. Era otro tipo de carga insoportable. Si por lo menos hubiera otros caminos ms agradables. Pareca como si slo hubiese dos elecciones: vivir dentro de la carrera de atropellos o ser un marginado hundido.Mientras Harry levantaba la mirada, un hombre se sent enfrente de l, tambin con una taza de caf. Aparentaba tener alrededor de cuarenta aos. Iba vestido tan pobremente como Harry. Li un cigarrillo, y mientras lo encenda mir a Harry.Cmo va?Esa es una buena pregunta dijo Harry.S, ya lo creo que s.All sentados bebieron su caf.Un hombre se pregunta cmo ha podido caer aqu. S, dijo Harry.Por si interesa, mi nombre es William. Yo me llamo Harry. A m me puedes llamar Bill. Gracias.Tienes una cara como si hubieses llegado al final de algo. Slo pasa que estoy cansado de estar marginado y de estar pasado. Estoy hecho una mierda.Quieres volver a la sociedad, Harry?No, no es eso. Pero me gustara salirme de todo esto.Est el suicidio. Escucha dijo Bill lo que necesitamos es un poco de pasta fcil para tener un respiro.S, claro. Pero cmo?Bueno, tiene sus riesgos.Como qu?Yo sola hacer robos en casas. No est mal. Ahora podra tener un buen compaero.De acuerdo, estoy dispuesto a intentar lo que sea. Estoy ya enfermo de judas aguadas, rosquillas de una semana, el albergue de la Misin, las lecturas de la biblia, los ronquidos...Nuestro principal problema es cmo llegar a donde podamos actuar.Yo tengo un par de pavos.Est bien, nos encontraremos a medianoche. Tienes un lpiz?No.Espera, pedir uno prestado.Bill volvi con un trozo de lpiz. Cogi una servilleta y escribi en ella.Coges el autobs de Beverly Hills y le dices al conductor que te deje aqu ves? Entonces caminas dos manzanas hacia el norte. Yo estar esperando. Lo hars?Estar all.Tienes mujer? pregunt Bill.La tuve contest Harry.Haca fro aquella noche. Harry baj del autobs y subi las dos manzanas hacia el norte. Estaba oscuro, muy oscuro. Bill estaba all fumando un cigarrillo liado. No estaba muy a la vista, estaba apoyado en un gran arbusto.Hola, BillHola, Harry. Ests listo a empezar tu nueva y lucrativa carrera?Estoy listo.Muy bien. He estado echando una ojeada por estos lugares. Creo que he elegido un buen sitio. Aislado. Huele a dinero. Ests asustado?No. No estoy asustado.Perfecto. Ten sangre fra y sgueme.Harry sigui a Bill por la acera a lo largo de una manzana y media, entonces Bill se meti entre dos arbustos que daban a un gran jardn con csped. Caminaron sigilosamente hacia la parte trasera de la casa, un gran chalet de dos pisos. Bill se par en una ventana. Entreabri la persiana con su cuchillo, entonces escucharon inmviles. No se oa ni una mosca. Bill desmont la persiana y la quit. Empez a trabajar en la ventana. Estuvo manipulando en la ventana por largo rato y Harry empez a pensar: Dios, estoy con un aficionado. Estoy con una especie de loco. Entonces se abri por fin la ventana y Bill subi por ella. Harry pudo ver su culo colarse dentro bamboleando. Esto es ridculo, pens. Hacen esto los hombres?Vamos, entra le dijo Bill en voz baja.Harry trep hasta dentro. Ola de verdad a dinero, y a barniz de muebles.Cristo, Bill. Ahora s que estoy asustado. Esto no tiene sentido.No hables tan alto. T quieres librarte de esas judas aguadas, no?S.Bueno, entonces s un hombre.Harry se qued quieto mientras Bill abra lentamente cajones y meta cosas en sus bolsillos. Pareca que estaban en un comedor. Bill se estaba llenando los bolsillos de cucharas, cuchillos y tenedores.Cmo vamos a sacar algo con eso?, pens Harry.Bill sigui metindose los cubiertos de plata en los bolsillos de su abrigo. Entonces se !e cay un cuchillo. El suelo era duro, sin alfombra, y el sonido se produjo fuerte y claro.Quin anda ah?Bill y Harry no contestaron. Dije que quin anda ah!Qu pasa, Seymour? dijo una voz femenina.Me ha parecido or algo. Algo me ha despertado.Oh, durmete!No. He odo algo.Harry escuch el sonido de una cama y a continuacin los pasos de un hombre. El hombre entr por la puerta del comedor y se encontr con ellos. Iba con un pijama, era un hombre joven, de unos 26 27 aos, con el pelo largo y una perilla.Muy bien, qu estn haciendo en mi casa?Bill se volvi hacia Harry.Entra en el dormitorio. Seguro que hay un telfono all. Asegrate de que ella no lo utilice. Yo me ocupo de ste.Harry se fue hacia el dormitorio, vio la puerta, entr, vio a una chica rubia de unos 23 aos, con el pelo largo y suelto, con un camisn de fantasa, sus pechos transparentndose a travs de l. Haba un telfono en la mesita de noche y ella no estaba utilizndolo. Se llev asustada el dorso de la mano a la boca. Estaba erguida en la cama.No grite dijo Harry o la mato.Se qued all de pie mirndola, pensando en su propia mujer, pero nunca en la vida haba tenido una mujer como aqulla. Harry empez a sudar, senta vrtigo, se miraban fijamente el uno al otro.Harry se sent en la cama.Deja tranquila a mi mujer, si no te matar! dijo el joven. Bill acababa de entrar con l. Lo llevaba agarrado por el cuello con su cuchillo apoyado en medio de la espalda.Nadie va a hacer dao a tu mujer. Slo dinos dnde tienes tu apestoso dinero y nos iremos.Te he dicho que todo el que tengo est en mi cartera.Bill apret su brazo contra el cuello y clav el cuchillo un poco ms. El joven hizo una mueca de dolor.Las joyas dijo Bill, llvame a donde estn las joyas.Estn arriba...Muy bien. Llvame all!Harry vio cmo Bill se lo llevaba fuera. Harry sigui mirando fijamente a la chica y entonces ella le mir. Unos ojos azules, con las pupilas dilatadas de terror.No grite le dijo o la mato. As que prtese bien o la mato!Ella estaba paralizada, sus labios empezaron a temblar. Eran del ms puro rosa plido, y entonces, la boca de Harry se peg a la suya. Estaba bebido y su boca sucia, rancia; la de ella era blanda, fresca, delicada, temblorosa. l la cogi de la cabeza con sus manos, apart la suya hacia atrs y la mir a los ojos.T, puta dijo. T, maldita puta!La bes de nuevo, ms fuerte. Cayeron juntos en la cama, bajo el peso de Harry. l se estaba quitando los zapatos, mantenindola sujeta debajo suyo. Empez a quitarle las bragas, bajndoselas a lo largo de las piernas, todo el tiempo sujetndola y besndola.T, puta, condenada puta...Oh NO! Cristo, NO! Mi mujer NO, cabrones!Harry no los haba odo entrar. El joven dio un grito. Luego Harry oy un gorgoteo sordo. Se incorpor y mir a su alrededor. El joven estaba en el suelo con la garganta cortada; la sangre surga rtmicamente a borbotones que iban encharcando el suelo.Lo has matado! dijo Harry.Estaba gritando.No tenas por qu matarlo.No tenas por qu violar a su mujer.Yo no la he violado y t lo has matado.Entonces ella empez a gritar. Harry le tap la boca con su mano.Qu vamos a hacer? pregunt.Vamos a matarla tambin. Es un testigo.Yo no puedo matarla dijo Harry.Yo la matar dijo Bill.Pero no deberamos desperdiciarla as.Bueno, pues ve y tmala.Ponle algo en la boca.Ya me ocupo de eso dijo Bill. Cogi un pauelo de la cmoda y lo introdujo en la boca de la chica. Luego rasg la funda de la almohada en tiras y la amordaz.Vamos, empieza.La chica no se resisti. Pareca encontrarse en estado de coma.Cuando Harry acab, Bill se mont encima de ella y la posey tambin. Harry mir. Esto era. Era as all y en el resto del mundo. Cuando un ejrcito conquistador entraba en las ciudades, posean a las mujeres. Ellos eran el ejrcito conquistador.Bill acab y se levant.Mierda, esto s que estuvo bien.Escucha, Bill, vamos a dejarla viva.Hablar. Es un testigo.Si le perdonamos la vida, no hablar. Esa ser nuestra condicin.Hablar. Conozco la naturaleza humana. Ms tarde hablar.Para qu va a decir nada a gente que hace lo mismo que nosotros? Y en caso de que hablara por qu no va a hacerlo, despus de lo que hemos hecho?Eso es lo que quiero decir dijo Bill. Para qu dejarla viva?Vamos a preguntarle. Vamos a hablar con ella. Vamos a preguntarle qu piensa.Yo s lo que piensa. La voy a matar.Por favor, no lo hagas, Bill. Vamos a mostrar un poco de decencia.Mostrar un poco de decencia? Ahora? Es demasiado tarde. Si hubieses sido lo suficientemente hombre como para haberte guardado tu estpida polla lejos de ella...No la mates, Bill, no puedo... soportarlo...Vulvete de espaldas.Bill, por favor...Te digo que te vuelvas de espaldas, imbcil!Harry se dio la vuelta. No pareci que hubiera el menor sonido. Los minutos pasaron.Bill, lo has hecho?Lo he hecho. Date la vuelta y mira.No quiero mirar. Vmonos. Vmonos de aqu.Salieron por la misma ventana que haban entrado. La noche estaba ms fra que nunca. Bajaron por la parte oscura de la casa y salieron a la calle a travs del seto.Bill?S?Ahora me siento bien, como si no hubiese pasado nunca.Pero pas.Fueron caminando hacia la parada del autobs. Los servicios nocturnos pasaban muy de tarde en tarde, probablemente tendran que esperar cerca de una hora. Llegaron a la parada y se examinaron mutuamente en busca de manchas de sangre y, extraamente, no encontraron ninguna. Liaron dos cigarrillos y se pusieron a fumar.Entonces Bill, de repente, escupi su pitillo. Maldita sea. Maldita suerte la nuestra. Qu pasa, Bill? Nos olvidamos de coger su cartera! Oh, mierda dijo Harry.

El Cantar de los CantaresAnnimoCaptulo 7Vuelve, vuelve, Sulamita, vuelve, vuelve, que te miremos! Por qu miris a la Sulamita, como en una danza de dos coros?Qu lindos son tus pies en las sandalias, hija de prncipe! Las curvas de tus caderas son como collares, obra de manos de artista.Tu ombligo es un nfora redonda, donde no falta el vino. Tu vientre, un montn de trigo, de lirios rodeado.Tus dos pechos, cual dos cras mellizas de gacela.Tu cuello, como torre de marfil. Tus ojos, las piscinas de Jesbn, junto a la puerta de Bat Rabbim. Tu nariz, como la torre del Lbano, centinela que mira hacia Damasco.Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo, y tu melena, como la prpura; un rey en esas trenzas est preso!Qu bella eres, qu encantadora, oh amor, oh delicias!Tu talle se parece a la palmera, tus pechos, a los racimos.Me dije: Subir a la palmera, recoger sus frutos. Sean tus pechos como racimos de uvas, el perfume de tu aliento como el de las manzanas,Tu paladar como vino generoso! El va derecho hacia mi amado, como fluye en los labios de los que dormitan.Yo soy para mi amado, y hacia m tiende su deseo.Oh, ven, amado mo, salgamos al campo! Pasaremos la noche en las aldeas.De maana iremos a las vias; veremos si la vid est en cierne, si las yemas se abren, y si florecen los granados. All te entregar el don de mis amores.Las mandrgoras exhalan su fragancia. A nuestras puertas hay toda suerte de frutos exquisitos. Los nuevos, igual que los aejos, los he guardado, amado mo, para ti.

Los asesinosErnest HemingwayLa puerta del restaurante de Henry se abri y entraron dos hombres que se sentaron al mostrador.Qu van a pedir? les pregunt George.No s dijo uno de ellos. T qu tienes ganas de comer, Al?Qu s yo respondi Al, no s.Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la ventana. Los dos hombres lean el men. Desde el otro extremo del mostrador, Nick Adams, quien haba estado conversando con George cuando ellos entraron, los observaba.Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y pur de papas dijo el primero.Todava no est listo.Entonces para qu carajo lo pones en la carta?Esa es la cena le explic George. Puede pedirse a partir de las seis.George mir el reloj en la pared de atrs del mostrador.Son las cinco.El reloj marca las cinco y veinte dijo el segundo hombre.Adelanta veinte minutos.Bah, a la mierda con el reloj exclam el primero. Qu tienes para comer?Puedo ofrecerles cualquier variedad de sndwiches dijo George, jamn con huevos, tocineta con huevos, hgado y tocineta, o un bist.A m dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y pur de papas.Esa es la cena.Ser posible que todo lo que pidamos sea la cena?Puedo ofrecerles jamn con huevos, tocineta con huevos, hgado...Jamn con huevos dijo el que se llamaba Al. Vesta un sombrero hongo y un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y pequea, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.Dame tocineta con huevos dijo el otro. Era ms o menos de la misma talla que Al. Aunque de cara no se parecan, vestan como gemelos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos sobre el mostrador.Hay algo para tomar? pregunt Al.Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol y otras bebidas gaseosas enumer George.Dije si tienes algo para tomar.Slo lo que nombr.Es un pueblo caluroso este, no? dijo el otro Cmo se llama?Summit.Alguna vez lo oste nombrar? pregunt Al a su amigo.No le contest ste.Qu hacen ac a la noche? pregunt Al.Cenan dijo su amigo. Vienen ac y cenan de lo lindo.As es dijo George.As que crees que as es? Al le pregunt a George.Seguro.As que eres un chico vivo, no?Seguro respondi George.Pues no lo eres dijo el otro hombrecito. No es cierto, Al?Se qued mudo dijo Al. Gir hacia Nick y le pregunt: Cmo te llamas?Adams.Otro chico vivo dijo Al. No es vivo, Max?El pueblo est lleno de chicos vivos respondi Max.George puso las dos bandejas, una de jamn con huevos y la otra de tocineta con huevos, sobre el mostrador. Tambin trajo dos platos de papas fritas y cerr la portezuela de la cocina.Cul es el suyo? le pregunt a Al.No te acuerdas?Jamn con huevos.Todo un chico vivo dijo Max. Se acerc y tom el jamn con huevos. Ambos coman con los guantes puestos. George los observaba.Qu miras? dijo Max mirando a George.Nada.Cmo que nada. Me estabas mirando a m.En una de esas lo haca en broma, Max intervino Al.George se ri.T no te ras lo cort Max. No tienes nada de qu rerte, entiendes?Est bien dijo George.As que piensas que est bien Max mir a Al. Piensa que est bien. Esa s que est buena.Ah, piensa dijo Al. Siguieron comiendo.Cmo se llama el chico vivo se que est en la punta del mostrador? le pregunt Al a Max.Ey, chico vivo llam Max a Nick, anda con tu amigo del otro lado del mostrador.Por? pregunt Nick.Porque s.Mejor pasa del otro lado, chico vivo dijo Al. Nick pas para el otro lado del mostrador.Qu se proponen? pregunt George.Nada que te importe respondi Al. Quin est en la cocina?El negro.El negro? Cmo el negro?El negro que cocina.Dile que venga.Qu se proponen?Dile que venga.Dnde se creen que estn?Sabemos muy bien dnde estamos dijo el que se llamaba Max. Parecemos tontos acaso?Por lo que dices, parecera que s le dijo Al. Qu tienes que ponerte a discutir con este chico? y luego a George: Escucha, dile al negro que venga ac.Qu le van a hacer?Nada. Piensa un poco, chico vivo. Qu le haramos a un negro?George abri la portezuela de la cocina y llam:Sam, ven un minutito.El negro abri la puerta de la cocina y sali.Qu pasa? pregunt. Los dos hombres lo miraron desde el mostrador.Muy bien, negro dijo Al. Qudate ah.El negro Sam, con el delantal puesto, mir a los hombres sentados al mostrador:S, seor dijo. Al baj de su taburete.Voy a la cocina con el negro y el chico vivo dijo. Vuelve a la cocina, negro. T tambin, chico vivo.El hombrecito entr a la cocina despus de Nick y Sam, el cocinero. La puerta se cerr detrs de ellos. El que se llamaba Max se sent al mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo que haba tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, el lugar haba sido una taberna.Bueno, chico vivo dijo Max con la vista en el espejo. Por qu no dices algo?De qu se trata todo esto?Ey, Al grit Max. Ac este chico vivo quiere saber de qu se trata todo esto.Por qu no le cuentas? se oy la voz de Al desde la cocina.De qu crees que se trata?No s.Qu piensas?Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo.No lo dira.Ey, Al, ac el chico vivo dice que no dira lo que piensa.Est bien, puedo orte dijo Al desde la cocina, que con una botella de ketchup mantena abierta la ventanilla por la que se pasaban los platos. Escchame, chico vivo le dijo a George desde la cocina, aljate de la barra. T, Max, crrete un poquito a la izquierda pareca un fotgrafo dando indicaciones para una toma grupal.Dime, chico vivo dijo Max. Qu piensas que va a pasar?George no respondi.Yo te voy a contar sigui Max. Vamos a matar a un sueco. Conoces a un sueco grandote que se llama Ole Andreson?S.Viene a comer todas las noches, no?A veces.A las seis en punto, no?Si viene.Ya sabemos, chico vivo dijo Max. Hablemos de otra cosa. Vas al cine?De vez en cuando.Tendras que ir ms seguido. Para alguien tan vivo como t, est bueno ir al cine.Por qu van a matar a Ole Andreson? Qu les hizo?Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jams nos vio.Y nos va a ver una sola vez dijo Al desde la cocina.Entonces por qu lo van a matar? pregunt George.Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo.Cllate dijo Al desde la cocina. Hablas demasiado.Bueno, tengo que divertir al chico vivo, no, chico vivo?Hablas demasiado dijo Al. El negro y mi chico vivo se divierten solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento.Tengo que suponer que estuviste en un convento?Uno nunca sabe.En un convento judo. Ah estuviste t.George mir el reloj.Si viene alguien, dile que el cocinero sali. Si despus de eso se queda, le dices que cocinas t. Entiendes, chico vivo?S dijo George. Qu nos harn despus?Depende respondi Max. Esa es una de las cosas que uno nunca sabe en el momento.George mir el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de la calle se abri y entr un conductor de tranvas.Hola, George salud. Me sirves la cena?Sam sali dijo George. Volver en alrededor de una hora y media.Mejor voy a la otra cuadra dijo el chofer. George mir el reloj. Eran las seis y veinte.Estuviste bien, chico vivo le dijo Max. Eres un verdadero caballero.Saba que le volara la cabeza dijo Al desde la cocina.No dijo Max, no es eso. Lo que pasa es que es simptico. Me gusta el chico vivo.A las siete menos cinco George habl:Ya no viene.Otras dos personas haban entrado al restaurante. En una oportunidad George fue a la cocina y prepar un sndwich de jamn con huevos "para llevar", como haba pedido el cliente. En la cocina vio a Al, con su sombrero hongo hacia atrs, sentado en un taburete junto a la portezuela con el can de un arma recortada apoyado en un saliente. Nick y el cocinero estaban amarrados espalda con espalda con sendas toallas en las bocas. George prepar el pedido, lo envolvi en papel manteca, lo puso en una bolsa y lo entreg. El cliente pag y sali.El chico vivo puede hacer de todo dijo Max. Cocina y hace de todo. Haras de alguna chica una linda esposa, chico vivo.S? dijo George Su amigo, Ole Andreson, no va a venir.Le vamos a dar otros diez minutos repuso Max.Max mir el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en punto, y luego siete y cinco.Vamos, Al dijo Max. Mejor nos vamos de ac. Ya no viene.Mejor esperamos otros cinco minutos dijo Al desde la cocina.En ese lapso entr un hombre, y George le explic que el cocinero estaba enfermo.Por qu carajo no consigues otro cocinero? lo increp el hombre Acaso no es un restaurante esto? luego se march.Vamos, Al insisti Max.Qu hacemos con los dos chicos vivos y el negro?No va a haber problemas con ellos.Ests seguro?S, ya no tenemos nada que hacer ac.No me gusta nada dijo Al. Es imprudente, t hablas demasiado.Uh, qu te pasa replic Max. Tenemos que entretenernos de alguna manera, no?Igual hablas demasiado insisti Al. ste sali de la cocina, la recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el sobretodo demasiado ajustado que se arregl con las manos enguantadas.Adis, chico vivo le dijo a George. La verdad es que tuviste suerte.Cierto agreg Max, deberas apostar en las carreras, chico vivo.Los dos hombres se retiraron. George, a travs de la ventana, los vio pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus sobretodos ajustados y esos sombreros hongos parecan dos artistas de variedades. George volvi a la cocina y desat a Nick y al cocinero.No quiero que esto vuelva a pasarme dijo Sam. No quiero que vuelva a pasarme.Nick se incorpor. Nunca antes haba tenido una toalla en la boca.Qu carajo...? dijo pretendiendo seguridad.Queran matar a Ole Andreson les cont George. Lo iban a matar de un tiro ni bien entrara a comer.A Ole Andreson?S, a l.El cocinero se palp los ngulos de la boca con los pulgares.Ya se fueron? pregunt.S respondi George, ya se fueron.No me gusta dijo el cocinero. No me gusta para nada.Escucha George se dirigi a Nick. Tendras que ir a ver a Ole Andreson.Est bien.Mejor que no tengas nada que ver con esto le sugiri Sam, el cocinero. No te conviene meterte.Si no quieres no vayas dijo George.No vas a ganar nada involucrndote en esto sigui el cocinero. Mantente al margen.Voy a ir a verlo dijo Nick. Dnde vive?El cocinero se alej.Los jvenes siempre saben qu es lo que quieren hacer dijo.Vive en la pensin Hirsch George le inform a Nick.Voy para all.Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un rbol desnudo de follaje. Nick camin por el costado de la calzada y a la altura del siguiente poste de luz tom por una calle lateral. La pensin Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subi los escalones y toc el timbre. Una mujer apareci en la entrada.Est Ole Andreson?Quieres verlo?S, si est.Nick sigui a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al final de un pasillo. Ella llam a la puerta.Quin es?Alguien que viene a verlo, seor Andreson respondi la mujer.Soy Nick Adams.Pasa.Nick abri la puerta e ingres al cuarto. Ole Andreson yaca en la cama con la ropa puesta. Haba sido boxeador peso pesado y la cama le quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos almohadas. No mir a Nick.Qu pasa? pregunt.Estaba en el negocio de Henry comenz Nick, cuando dos tipos entraron y nos ataron a m y al cocinero, y dijeron que iban a matarlo.Son tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada.Nos metieron en la cocina continu Nick. Iban a dispararle apenas entrara a cenar.Ole Andreson mir a la pared y sigui sin decir palabra.George crey que lo mejor era que yo viniera y le contase.No hay nada que yo pueda hacer Ole Andreson dijo finalmente.Le voy a decir cmo eran.No quiero saber cmo eran dijo Ole Andreson. Volvi a mirar hacia la pared: Gracias por venir a avisarme.No es nada.Nick mir al grandote que yaca en la cama.No quiere que vaya a la polica?No dijo Ole Andreson. No sera buena idea.No hay nada que yo pueda hacer?No. No hay nada que hacer.Tal vez no lo dijeron en serio.No. Lo decan en serio.Ole Andreson volte hacia la pared.Lo que pasa dijo hablndole a la pared es que no me decido a salir. Me qued todo el da ac.No podra escapar de la ciudad?No dijo Ole Andreson. Estoy harto de escapar.Segua mirando a la pared.Ya no hay nada que hacer.No tiene ninguna manera de solucionarlo?No. Me equivoqu segua hablando montonamente. No hay nada que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir.Mejor vuelvo adonde George dijo Nick.Chau dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick. Gracias por venir.Nick se retir. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared.Estuvo todo el da en su cuarto le dijo la encargada cuando l baj las escaleras. No debe sentirse bien. Yo le dije: "Seor Andreson, debera salir a caminar en un da otoal tan lindo como este", pero no tena ganas.No quiere salir.Qu pena que se sienta mal dijo la mujer. Es un hombre buensimo. Fue boxeador, sabas?S, ya saba.Uno no se dara cuenta salvo por su cara dijo la mujer. Estaban junto a la puerta principal. Es tan amable.Bueno, buenas noches, seora Hirsch salud Nick.Yo no soy la seora Hirsch dijo la mujer. Ella es la duea. Yo me encargo del lugar. Yo soy la seora Bell.Bueno, buenas noches, seora Bell dijo Nick.Buenas noches dijo la mujer.Nick camin por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro, detrs del mostrador.Viste a Ole?S respondi Nick. Est en su cuarto y no va a salir.El cocinero, al or la voz de Nick, abri la puerta desde la cocina.No pienso escuchar nada dijo y volvi a cerrar la puerta de la cocina.Le contaste lo que pas? pregunt George.S. Le cont pero l ya sabe de qu se trata.Qu va a hacer?Nada.Lo van a matar.Supongo que s.Debe haberse metido en algn lo en Chicago.Supongo dijo Nick.Es terrible.Horrible dijo Nick.Se quedaron callados. George se agach a buscar un repasador y limpi el mostrador.Me pregunto qu habr hecho dijo Nick.Habr traicionado a alguien. Por eso los matan.Me voy a ir de este pueblo dijo Nick.S dijo George. Es lo mejor que puedes hacer.No soporto pensar que l espera en su cuarto y sabe lo que le pasar. Es realmente horrible.Bueno dijo George. Mejor deja de pensar en eso.

10 de mayoElena JordanaY en este da glorioso, oh madre est dicho que recibirs de tus hijoslos smbolos de amor eterno condensados en una jarra de plstico imitando el tallado delcristalun perfumecien veces menos clido que el olor a chile y cebolla de tus guisospero firmado por Coty unos guantes demasi