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Texto de apoyo Lengua y Literatura Nombre: _____________________________ Profesora: Andrea Sarpi Urra Primero Medio Primer Semestre

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Texto de apoyo

Lengua y Literatura

Nombre: _____________________________

Profesora: Andrea Sarpi Urra

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Unidad 1: “Narrativa”

Actividades:

“El vaso de leche”, Manuel Rojas …………………………………………… 3

“Abuelita”, Hans Christian Andersen ……………………………...………...…. 8

“La tristeza”, Rosario Barros Peña ……………………………...………...…. 10

De la narración al cine …………………………………………………… 11

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«El vaso de leche», Manuel Rojas

Afirmado en la barandilla de estribor, el marinero parecía esperar a alguien. Tenía en la mano izquierda un envoltorio de papel blanco, manchado de grasa en varias partes. Con la otra mano atendía la pipa.

Entre unos vagones apareció un joven delgado; se detuvo un instante, miró hacia el mar y avanzó después, caminando por la orilla del muelle con las manos en los bolsillos, distraído o pensando.

Cuando pasó frente al barco, el marinero le gritó en inglés:

-I say; look here! (¡Oiga, mire!)

El joven levantó la cabeza y, sin detenerse, contestó en el mismo idioma:

-Hallow! What? (¡Hola! ¡Qué?)

-Are you hungry? (¿Tiene hambre?)

Hubo un breve silencio, durante el cual el joven pareció reflexionar y hasta dio un paso más corto que los demás, como para detenerse; pero al fin dijo, mientras dirigía al marinero una sonrisa triste:

-No, I am not hungry! Thank you, sailor. (No, no tengo hombre. Muchas gracias, marinero.)

-Very well. (Muy bien.)

El joven, avergonzado de que su aspecto despertara sentimientos de caridad, pareció apresurar el paso, como temiendo arrepentirse de su negativa.

Un instante después un magnífico vagabundo, vestido inverosímilmente de harapos, grandes zapatos rotos, larga barba rubia y ojos azules, pasó ante el marinero, y éste, sin llamarlo previamente, le gritó:

-Are you hungry?

No había terminado aún su pregunta cuando el atorrante, mirando con ojos brillantes el paquete que el marinero tenía en las manos, contestó apresuradamente:

-Yes, sir, I am very hungry! (Sí, señor, tengo harta hambre.)

Sonrió el marinero. El paquete voló en el aire y fue a caer entre las manos ávidas del hambriento. Ni siquiera dio las gracias y abriendo el envoltorio calentito aún. Un atorrante de puerto puede no saber inglés, pero nunca se perdonaría no saber el suficiente como para pedir de comer a uno que hable ese idioma.

El joven que pasara momentos antes, parado a corta distancia de allí, presenció la escena.

Él también tenía hambre. Hacía tres días justos que no comía, tres largos días. Y más por timidez y vergüenza que por orgullo, se resistía a pararse delante de las escalas de los vapores, a las horas de comida, esperando de la generosidad de los marineros algún paquete que contuviera restos de guisos y trozos de carne. No podía hacerlo, no podría hacerlo nunca. Y cuando, como es el caso reciente, alguno le ofrecía sus sobras, las rechazaba heroicamente, sintiendo que la negativa aumentaba su hambre.

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Seis días hacía que vagaba por las callejuelas y muelles de aquel puerto. Lo había dejado allí un vapor inglés procedente de Punta Arenas, puerto en donde había desertado de un vapor en que servía como muchacho de capitán.

Estaba poseído por la obsesión del mar, que tuerce las vidas más lisas y definidas como un brazo poderoso una delgada varilla. Aunque era muy joven había hecho varios viajes por las costas de América del Sur, en diversos vapores, desempeñando distintos trabajos y faenas, faenas y trabajos que en tierra casi no tenían explicación.

Después que se fue el vapor anduvo, esperando del azar algo que le permitiera vivir de algún modo mientras volvía a sus canchas familiares; pero no encontró nada. El puerto tenía poco movimiento y en los contados vapores en que se trabajaba no lo aceptaron.

Ambulaban por allí infinidad de vagabundos de profesión; marineros sin contrata, como él, desertados de un vapor o prófugos de algún delirio; atorrantes abandonados al ocio, que se mantienen de no se sabe qué, mendigando o robando, esperando quién sabe qué extraños acontecimientos, o no esperando nada.

Al día siguiente, convencido de que no podría resistir mucho más, decidió recurrir a cualquier medio para procurarse alimentos.

Caminando, fue a dar delante de un vapor que había llegado la noche anterior y que cargaba trigo. Una hilera de hombres marchaba, dando la vuelta, al hombro los pesados sacos, desde los vagones hasta la bodega. Estuvo un rato mirando hasta que atreviose a hablar con el capataz, ofreciéndose. Fue aceptado y animosamente formó parte de la larga fila de cargadores.

Durante el tiempo de la jornada trabajó bien; pero después empezó a sentirse fatigado y le vinieron vahídos, vacilando en la planchada cuando marchaba con la carga al hombro, viendo a sus pies la abertura formada por el costado del vapor y el murallón del muelle.

A la hora de almorzar hubo un breve descanso y en tanto que algunos fueron a comer en los figones cercanos y otros comían lo que habían llevado, él se tendió en el suelo a descansar, disimulando su hambre.

Terminó la jornada completamente agotado, cubierto de sudor, reducido ya a lo último. Mientras los trabajadores se retiraban, se sentó en unas bolsas acechando al capataz, y cuando se hubo marchado el último acercose a él y confuso y titubeante, aunque sin contarle lo que le sucedía, le preguntó si podían pagarle inmediatamente o si era posible conseguir un adelanto a cuenta de lo ganado.

Contestole el capataz que la costumbre era pagar al final del trabajo y que todavía sería necesario trabajar el día siguiente para concluir de cargar el vapor. ¡Un día más! Por otro lado, no adelantaban un centavo.

-Pero -le dijo-, si usted necesita, yo podría prestarle unos cuarenta centavos… No tengo más.

Le agradeció el ofrecimiento con una sonrisa angustiosa y se fue. Le acometió entonces una desesperación aguda. ¡Tenía hambre, hambre, hambre! Un hambre que lo doblegaba como un latigazo; veía todo a través de una niebla azul y al andar vacilaba como un borracho. Sin embargo, no había podido quejarse ni gritar, pues su sufrimiento era obscuro y fatigante; no era dolor, sino angustia sorda, acabamiento; le parecía que estaba aplastado por un gran peso. Sintió de pronto como una quemadura en las entrañas, y se detuvo. Se fue inclinando, inclinando, doblándose forzadamente y creyó que iba a caer. En ese instante, como si una ventana se hubiera abierto ante él, vio su casa, el paisaje que se veía

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desde ella, el rostro de su madre y el de sus hermanos, todo lo que él quería y amaba apareció y desapareció ante sus ojos cerrados por la fatiga… Después, poco a poco, cesó el desvanecimiento y se fue enderezando, mientras la quemadura se enfriaba despacio. Por fin se irguió, respirando profundamente. Una hora más y caería al suelo.

Apuró el paso, como huyendo de un nuevo mareo, y mientras marchaba resolvió ir a comer a cualquier parte, sin pagar, dispuesto a que lo avergonzaran, a que le pegaran, a que lo mandaran preso, a todo; lo importante era comer, comer, comer. Cien veces repitió mentalmente esta palabra; comer, comer, comer, hasta que el vocablo perdió su sentido, dejándole una impresión de vacío caliente en la cabeza.

No pensaba huir; le diría al dueño: “Señor, tenía hambre, hambre, hambre, y no tengo con qué pagar… Haga lo que quiera”.

Llegó hasta las primeras calles de la ciudad y en una de ellas encontró una lechería. Era un negocio muy claro y limpio, lleno de mesitas con cubiertas de mármol: Detrás de un mostrador estaba de pie una señora rubia con un delantal blanquísimo.

En la lechería no había sino un cliente. Era un vejete de anteojos, que con la nariz metida entre las hojas de un periódico, leyendo, permanecía inmóvil, como pegado a la silla. Sobre la mesita había un vaso de leche a medio consumir. Esperó que se retirara, paseando por la acera, sintiendo que poco a poco se le encendía en el estómago la quemadura de antes, y esperó cinco, diez, hasta quince minutos.

¿Qué diablos leería con tanta atención? Llegó a imaginarse que era un enemigo suyo, quien, sabiendo sus intenciones, se hubiera propuesto entorpecerlas. Le daban ganas de entrar y decirle algo fuerte que le obligara a marcharse, una grosería o una frase que le indicara que no tenía derecho a permanecer una hora sentado, y leyendo, por un gasto reducido.

Por fin el cliente terminó su lectura, o por lo menos, la interrumpió. Se bebió de un sorbo el resto de leche que contenía el vaso, se levantó pausadamente, pagó y dirigiose a la puerta.

Esperó que se alejara y entró. Un momento estuvo parado a la entrada, indeciso, no sabiendo dónde sentarse; por fin eligió una mesa, pero a mitad de camino se arrepintió, retrocedió y tropezó en una silla, instalándose después en un rincón.

Acudió la señora, pasó un trapo por la cubierta de la mesa y con voz suave, en la que se notaba un dejo de acento español, le preguntó:

-¿Qué se va a servir? Sin mirarla, le contestó: -Un vaso de leche. -¿Grande? -Sí, grande. -¿Solo? -¿Hay bizcochos? -No; vainillas. -Bueno, vainillas.

Cuando la señora se dio vuelta, él se restregó las manos sobre las rodillas, regocijado, como quien tiene frío y va a beber algo caliente. Volvió la señora y colocó ante él un gran vaso de leche y un platito lleno de vainillas, dirigiéndose después a su puesto detrás del mostrador. Su primer impulso fue beberse la leche de un trago y comerse después las vainillas, pero en seguida se arrepintió; sentía que los ojos de la mujer lo miraban con

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curiosidad. No se atrevía a mirarla; le parecía que, al hacerlo, conocería su estado de ánimo y sus propósitos vergonzosos y él tendría que levantarse e irse, sin probar lo que había pedido.

Pausadamente tomó una vainilla, humedeciola en la leche y le dio un bocado; bebió un sorbo de leche y sintió que la quemadura, ya encendida en su estómago, se apagaba y deshacía. Pero, en seguida, la realidad de su situación desesperada surgió ante él y algo apretado y caliente subió desde su corazón hasta la garganta; se dio cuenta de que iba a sollozar, a sollozar a gritos, y aunque sabía que la señora lo estaba mirando no pudo rechazar ni deshacer aquel nudo ardiente que le estrechaba más y más. Resistió, y mientras resistía comió apresuradamente, como asustado, temiendo que el llanto le impidiera comer. Cuando terminó con la leche y las vainillas se le nublaron los ojos y algo tibio rodó por su nariz, cayendo dentro del vaso. Un terrible sollozo lo sacudió hasta los zapatos.

Afirmó la cabeza en las manos y durante mucho rato lloró, lloró con pena, con rabia, con ganas de llorar, como si nunca hubiese llorado.

Inclinado estaba y llorando, cuando sintió que una mano le acariciaba la cansada cabeza y que una voz de mujer, con un dulce acento español, le decía:

-Llore, hijo, llore…

Una nueva ola de llanto le arrasó los ojos y lloró con tanta fuerza como la primera vez, pero ahora no angustiosamente, sino con alegría, apagando eso caliente que le había estrangulado la garganta. Mientras lloraba pareciole que su vida y sus sentimientos se limpiaban como un vaso bajo un chorro de agua, recobrando la claridad y firmeza de otros días.

Cuando pasó el llanto se limpió con su pañuelo los ojos y la cara, ya tranquilo. Levantó la cabeza y miró a la señora, pero ésta no le miraba ya, miraba hacia la calle, a un punto lejano, y su rostro estaba triste. En la mesita, ante él, había un nuevo vaso de leche y otro platillo colmado de vainillas; comió lentamente, sin pensar en nada, como si nada le hubiera pasado, como si estuviera en su casa y su madre fuera esa mujer que estaba detrás del mostrador.

Cuando terminó ya había oscurecido y el negocio se iluminaba con una bombilla eléctrica. Estuvo un rato sentado, pensando en lo que le diría a la señora al despedirse, sin ocurrírsele nada oportuno.

Al fin se levantó y dijo simplemente:

-Muchas gracias, señora; adiós… -Adiós, hijo… -le contestó ella.

Salió. El viento que venía del mar refrescó su cara. Caminó un rato sin dirección, tomando después por una calle que bajaba hacia los muelles. La noche era hermosísima y grandes estrellas aparecían en el cielo de verano.

Pensó en la señora rubia e hizo propósitos de pagarle y recompensarla de una manera digna cuando tuviera dinero; pero estos pensamientos de gratitud se desvanecían junto con el ardor de su rostro, hasta que no quedó ninguno, y el hecho reciente retrocedió y se perdió en los recodos de su vida pasada.

De pronto se sorprendió cantando algo en voz baja. Se irguió alegremente, pisando con firmeza y decisión. Llegó a la orilla del mar y anduvo de un lado para otro, elásticamente,

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sintiéndose renacer, como si sus fuerzas interiores, antes dispersas, se reunieran y amalgamaran sólidamente.

Miró el mar. Las luces del muelle y las de los barcos se extendían por el agua en un reguero rojizo y dorado, temblando suavemente. Se tendió de espaldas, mirando el cielo largo rato. No tenía ganas de pensar, ni de cantar, ni de hablar. Se sentía vivir, nada más.

Hasta que se quedó dormido con el rostro vuelto hacia el mar.

Actividades de comprensión y análisis:

Debes desarrollarlas en tu cuaderno de la asignatura, de forma ordenada y con letra

legible

1. ¿Cómo es el personaje principal del cuento? Descríbelo física y psicológicamente

Vocabulario: En el texto hay palabras ennegrecidas y subrayadas, con ayuda de un

diccionario defínelas y escribe una palabra de reemplazo, sin que esta cambie la

coherencia.

2. ¿Por qué crees que el joven no mendigaba alimentos? Justifica

Elementos: Identifica los elementos característicos del género narrativo, justificando cada

uno con citas del texto.

a) Narrador c) Tipo de mundo

b) Focalización d) Estilo narrativo

3. Según lo leído, explica en qué situaciones el protagonista siente: orgullo, timidez,

vergüenza y dolor

4. ¿Por qué el joven se encontraba en aquella situación de pobreza y abandono?

Explica

5. ¿Por qué crees que la mujer decide ayudarlo sin pedirle explicaciones?

6. ¿Qué importancia tiene el mar en el cuento leído?

Investiga la biografía del autor y escribe 5 hechos relevantes de su vida

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«Abuelita», Hans Christian Andersen

Abuelita es muy vieja, tiene muchas arrugas y el pelo completamente blanco, pero sus ojos brillan como estrellas, sólo que mucho más hermosos, pues su expresión es dulce, y da gusto mirarlos. También sabe cuentos maravillosos y tiene un vestido de flores grandes, grandes, de una seda tan tupida que cruje cuando anda. Abuelita sabe muchas, muchísimas cosas y esto nadie lo duda, pues ya vivía mucho antes que papá y mamá, incluso antes que hubiera luz eléctrica.

Tiene un libro de cuentos con recias cantoneras de plata; lo lee con mucha frecuencia. En medio del libro hay una rosa, comprimida y seca, y, sin embargo, la mira con una sonrisa de arrobamiento, y le asoman lágrimas a los ojos. ¿Por qué abuelita mirará así la marchita rosa de su libro de cuentos? Cada vez que las lágrimas de Abuelita caen sobre la flor, los colores cobran vida, la rosa se hincha y toda la sala se impregna de su aroma; se esfuman las paredes cual si fuesen pura niebla, y en derredor se levanta el bosque, espléndido y verde, con los rayos del sol filtrándose entre el follaje, y Abuelita vuelve a ser joven, una bella muchacha de rubias trenzas y redondas mejillas coloradas, elegante y graciosa; no hay rosa más lozana, pero sus ojos, sus ojos dulces y cuajados de dicha, siguen siendo los ojos de Abuelita.

Vuelve a sonreír, pero una última lágrima baja por su mejilla. Abuelita vuelve a ser la anciana que contempla la rosa marchita guardada en el libro.

Ahora Abuelita se ha muerto. Sentada en su silla, estaba contando una larga y maravillosa historia.

-Se ha terminado -dijo- y yo estoy muy cansada; dejadme echar un sueñecito.

Se recostó respirando suavemente, y quedó dormida; pero el silencio se volvía más y más profundo, y en su rostro se reflejaban la felicidad y la paz… y entonces dijeron que estaba muerta.

La pusieron en el negro ataúd, envuelta en lienzos blancos. ¡Estaba tan hermosa, a pesar de tener cerrados los ojos! Pero todas las arrugas habían desaparecido y en su boca se dibujaba una sonrisa. El cabello era blanco como plata y no daba miedo mirarla. Era siempre Abuelita, tan buena y tan querida. Colocaron el libro de cuentos bajo su cabeza, pues ella lo había pedido, con la rosa entre las páginas. Y así enterraron a Abuelita.

En la sepultura, junto a la pared del cementerio, plantaron un rosal que floreció espléndidamente, y los ruiseñores acudían a cantar allí y desde la iglesia el órgano desgranaba las bellas canciones que estaban escritas en el libro de cuentos, colocado bajo la cabeza de Abuelita.

La luna enviaba sus rayos a la tumba, pero Abuelita no estaba allí; los niños podían ir por la noche sin temor a coger una rosa de la tapia del cementerio. Los muertos saben mucho más de cuanto sabemos todos los vivos, pero son mejores que todos nosotros y por eso no vuelven.

Hay tierra sobre el féretro, y tierra dentro de él. El libro de cuentos también se ha convertido en polvo. Pero encima siguen floreciendo nuevas rosas y cantando los ruiseñores, y el órgano suena y sigue vivo el recuerdo de la vieja Abuelita, con los dulces y queridos ojos eternamente jóvenes. Los ojos no mueren nunca, no los de Abuelita, quien me acompaña en cada paso que doy, sea cerca o lejos, sea alto o bajo; sé que ahí está: oliendo su rosa y sonriéndome.

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Actividades de comprensión y análisis: Debes desarrollarlas en tu cuaderno de la asignatura, de forma ordenada y con letra

legible

2. ¿Cómo es Abuelita? Descríbela física y psicológicamente

Vocabulario: En el texto hay palabras ennegrecidas y subrayadas, con ayuda de un

diccionario defínelas y escribe una palabra de reemplazo, sin que esta cambie la

coherencia.

2. ¿Por qué crees que es tan importante su libro? Justifica

Elementos: Identifica los elementos característicos del género narrativo, justificando cada

uno con citas del texto.

c) Narrador c) Tipo de mundo

d) Focalización d) Estilo narrativo

3. ¿Qué siente el narrador por la muerte de Abuelita? Explica

4. ¿Qué importancia tienen las rosas en el cuento leído?

Investiga la biografía del autor y escribe 5 hechos relevantes de su vida

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«La tristeza», Rosario Barros Peña

El profe me ha dado una nota para mi madre. La he leído. Dice que necesita hablar con ella porque yo estoy mal. Se la he puesto en la mesilla, debajo del tazón lleno de leche que le dejé por la mañana. He metido en el microondas la tortilla congelada que compré en el supermercado y me he comido la mitad. La otra mitad la puse en un plato en la mesilla, al lado del tazón de leche.

Mi madre sigue igual, con los ojos rojos que miran sin ver y el pelo, que ya no brilla, desparramado sobre la almohada. Huele a sudor la habitación, pero cuando abrí la persiana ella me gritó. Dice que si no se ve el sol es como si no corriesen los días, pero eso no es cierto. Yo sé que los días corren porque la lavadora está llena de ropa sucia y en el lavavajillas no cabe nada más, pero sobre todo lo sé por la tristeza que está encima de los muebles.

La tristeza es un polvo blanco que lo llena todo. Al principio es divertida. Se puede escribir sobre ella, “tonto el que lo lea”, pero, al día siguiente, las palabras no se ven porque hay más tristeza sobre ellas. El profesor dice que estoy mal porque en clase me distraigo y es que no puedo dejar de pensar que un día ese polvo blanco cubrirá del todo a mi madre y lo hará conmigo. Y cuando mi padre vuelva, la tristeza habrá borrado el “te quiero” que le escribo cada noche sobre la mesa del comedor.

Actividades de comprensión y análisis:

Debes desarrollarlas en tu cuaderno de la asignatura, de forma ordenada y con letra legible

1. ¿Cómo es quien narra el cuento? Describe psicológicamente

Elementos: Identifica los elementos característicos del género narrativo, justificando cada

uno con citas del texto.

a) Narrador c) Tipo de mundo

b) Focalización d) Estilo narrativo

2. ¿Cómo es el ambiente psicológico que se percibe en la narración? Explica

3. ¿Cuál es la importancia del padre en el cuento? Explica

5. ¿Alguna vez has sentido miedo a que la tristeza “lo cubra todo” en tu vida? ¿Qué

le recomendarías al narrador? Escribe una breve carta

4. ¿Crees que ese “te quiero” en la mesa del comedor es para el padre o la madre?

¿Por qué? Justifica

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«De la narración al cine»

Desde hace años, gran cantidad de narraciones literarias han sido adaptadas al mundo

cinematográfico.

Selecciona una narración transformada al cine y completa las siguientes fichas:

Libro: ________________________________________________________

Año de publicación: _____________________

Autor/a: ______________________________________________________

Personajes principales: ____________________________________________

Resumen: ______________________________________________________

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Película: ________________________________________________________

Año de estreno: _____________________

Director/a: ______________________________________________________

Personajes principales: ____________________________________________

Resumen: ______________________________________________________

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Diferencias entre ambos:

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Actividades:

“Antología: Pablo Neruda” ………………………………………………..…. 13

Selección poética …………………………………………………… 14

“Las nubes”, Gabriela Mistral …………………………………………………… 15

“La rama robada”, Pablo Neruda …………………………………………………… 16

Cancionero natural ……………………………………………………. 17

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«Antología: Pablo Neruda»

Ya se fue la ciudad

Cómo marcha el reloj sin darse prisa con tal seguridad que se come los años: los días son pequeñas y pasajeras uvas,

los meses se destiñen descolgados del tiempo.

Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado por la más inmutable artillería

y de pronto nos queda sólo un año para irnos, un mes, un día, y llega la muerte al calendario.

Nadie pudo parar el agua que huye,

no se detuvo con amor ni pensamiento, siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres,

y nos mató su estrofa pasajera.

Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos, y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,

arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra, ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo

y en la ciudad en donde no viviremos más se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.

Siempre

Aunque los pasos toquen mil años este sitio,

no borrarán la sangre de los que aquí cayeron.

Y no se extinguirá la hora en que caísteis,

aunque miles de voces crucen este silencio.

La lluvia empapará las piedras de la plaza,

pero no apagará vuestros nombres de fuego.

Mil noches caerán con sus alas oscuras,

sin destruir el día que esperan estos muertos.

El día que esperamos a lo largo del mundo

tantos hombres, el día final del sufrimiento.

Un día de justicia conquistada en la lucha,

y vosotros, hermanos caídos, en silencio,

estaréis con nosotros en ese vasto día

de la lucha final, en ese día inmenso.

Investiga la biografía del autor y escribe 5 hechos relevantes de su vida

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Selección poética

Recorta las siguientes estrofas, pégalas en tu cuaderno, léelas comprensivamente

y reconoce los elementos solicitados

“Yo, para ti.

Tú, para mí.

Siempre al lado mío,

siempre junto a mí

compartiendo mi silencio,

mi soledad y existir.”

"Atrás quedaron las armas

ensangrentadas,

en los campos de batalla.

El guerrero hoy descansa

mientras canta su amor

a la bella cortesana"

“Anoche soñé que nos amábamos

y que me aceptabas.

Anoche soñé lo que nunca será.”

“Me esforzaré por ganar el cielo

para no perderte nunca más.

Mientras tanto, guía mis pasos.

Ilumina mi senda, enséñame el camino”

“Madre, acaricie a sus niños.

Padre, abrácelos firmemente.

Permita que ellos sepan que los aman

por la mañana, al mediodía, y por la

noche.”

“Que no hayas existido,

que no existas, que no hayas de existir

jamás,

nada importa;

nunca sabré perderte.”

“Fui un loco enamorado,

pero un día atendí a razones

y ahora soy

la sombra airada

que recorre mi desconsuelo.”

“Prometo llenar de ti mis pensamientos,

Dedicarte cada minuto de vigilia

Y, cuando el sueño me visite,

Prometo amarte…

mientras duermo.”

Elementos: Identifica los elementos característicos del género lírico en cada estrofa

- Hablante lírico (¿Quién es?, ¿Cómo es?, ¿Qué expresa?)

- Actitud lírica

- Objeto lírico

- Motivo lírico

- Temple de ánimo

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«Las nubes», Gabriela Mistral

Actividades de comprensión y análisis

Nubes vaporosas, nubes como tul, llevad l'alma mía por el cielo azul.

¡Lejos de la casa que me ve sufrir,

lejos de estos muros que me ven morir!

Nubes pasajeras,

llevadme hacia el mar, a escuchar el canto

de la pleamar, y entre la guirnalda

de olas cantar.

Nubes, flores, rostros, dibujadme a aquel

que ya va borrándose por el tiempo infiel.

Se desgaja mi alma sin el rostro de él.

Nubes que pasáis, nubes, detened

sobre el pecho mío la gresca merced.

¡Abiertos están mis labios de sed!

Vocabulario: En el texto hay palabras ennegrecidas y subrayadas, con ayuda de un

diccionario defínelas y escribe una palabra de reemplazo, sin que esta cambie la

coherencia.

1. Según tu interpretación del poema, ¿por qué el hablante lírico expresa sus sentimientos a través de las nubes?, ¿qué quiere representar?

Elementos: Identifica los elementos característicos del género lírico, justificando cada uno

con citas del poema.

- Hablante lírico - Actitud lírica

- Objeto lírico - Motivo lírico

- Temple de ánimo - Tipo de rima

2. Identifica dos figuras retóricas, explicando qué quieren expresar

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«La rama robada», Pablo Neruda

Actividades de comprensión y análisis

En la noche entraremos a robar

una rama florida.

Pasaremos el muro, en las tinieblas del jardín ajeno,

dos sombras en la sombra.

Aún no se fue el invierno, y el manzano aparece convertido de pronto

en cascada de estrellas olorosas. En la noche entraremos

hasta su tembloroso firmamento, y tus pequeñas manos y las mías

robarán las estrellas.

Y sigilosamente, a nuestra casa,

en la noche y en la sombra, entrará con tus pasos

el silencioso paso del perfume y con pies estrellados

el cuerpo claro de la primavera.

Vocabulario: En el texto hay palabras ennegrecidas y subrayadas, con ayuda de un

diccionario defínelas y escribe una palabra de reemplazo, sin que esta cambie la

coherencia.

1. ¿Qué van a robar?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿quiénes? y ¿por qué o para qué?

Elementos: Identifica los elementos característicos del género lírico, justificando cada uno

con citas del poema.

- Hablante lírico - Actitud lírica

- Objeto lírico - Motivo lírico

- Temple de ánimo - Tipo de rima

2. ¿A qué se refiere con la expresión “estrellas olorosas” el hablante lírico?

3. Identifica dos figuras retóricas, explicando qué quieren expresar

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«Cancionero natural»

Selecciona y escribe dos estrofas de canciones que incluyan referencias a la

naturaleza, pégalas en tu cuaderno y luego reconoce los elementos solicitados

Canción: __________________________ Autor: ____________________________

Canción: __________________________ Autor: ____________________________

Elementos: Identifica los elementos

característicos del género lírico, justificando

cada uno con citas de las canciones.

- Hablante lírico

- Actitud lírica

- Objeto lírico

- Motivo lírico

- Temple de ánimo

¿Con qué finalidad se presenta la naturaleza en cada canción? ¿Qué se destaca de ella?

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Unidad 3: “Drama”

Actividades:

“El príncipe desolado (fragmento)”, Juan Radrigán ………………………... … 19

De narraciones a obras dramáticas ……………………………………. 21

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«El príncipe desolado», Juan Radrigán

Ciertos hechos deben ocurrir, Cualesquiera que sean los actos de los seres humanos.

Luzbel y su moribunda esposa en los oscuros, helados Páramos de la Desolación.

Lilith: ¡Espera, detente, detente! Luzbel: ¡Camina, camina! Lilith: ¡No puedo más! Luzbel: ¡Si puedes! Lilith: No, es inútil (se detiene), el dolor no me deja. Luzbel: ¡Camina, te congelarás!... ¿Qué pasa?. ¿Lloras?. Lilith: Son dolores horribles... me rajan la carne... me hurgan, me hurgan. Luzbel: (La abraza) Perdona, no sé lo que es eso; conozco los dolores del alma, pero no los de la carne. (Se abre la ropa) Apégate a mí, abrázame... Qué fría, que temblorosa estás... Pero llegaremos, Lilith, aún me quedan algunos leños y un poco de brebaje. Toma, bébetelo todo, ya estamos cerca, no lo necesitaremos. Lilith: Devolvámonos, no quiero morir tan lejos del hogar. Luzbel: Deliras, nosotros no tenemos hogar. Lilith: Si tenemos, de allí me sacaste a padecer. Luzbel: No, todos los sitios donde nos hemos cobijado después de la matanza sólo son refugios de paso; por eso tienes que sanar, debemos seguir buscando. Lilith: ¿Dónde?. Toda la tierra es de Dios. Luzbel: Algo sucederá... algo tiene que suceder algún día. ¡Bebe! Lilith: No. Luzbel: ¡Bebe! (La obliga). Eso te calmará. Haré un poco de fuego. (Deshace el hato de leños). Lilith: Que malo eres. ¿Por qué me obligas a seguir sufriendo?, la pócima de Manases hace retroceder los dolores, pero luego vuelven con mayor furia. Luzbel: No habló con engaños, su ciencia es limitada; por eso vamos a Edén. Lilith: Es un hechicero cruel y maldito. Luzbel: No hables así, su brebaje nos permitió llegar hasta aquí. Fue un largo tiempo. Lilith: Acéptalo, no tengo salvación, todo en mí es demasiado viejo y débil: mi ciclo de vida ya está cumplido. Luzbel: ¡Hemos atravesado los parajes más crueles de la tierra por tu salvación, no puedes darte por vencida ahora!. ¡Mira, desde aquí puedo ver el cielo limpio y brillante de Edén... ¡Es el sol, el sol, Lilith! Lilith: Un sol que perdimos, un sol que no es para nosotros. Luzbel: Necedades. ¿Acaso no reinan allí nuestros hijos?. ¿Acaso no es un lugar donde todo lo que existe es bueno y abundante? Lilith: Eso fue antaño, ahora es un lugar de agresión para nosotros. Luzbel: No habitan solos en la vida: si no nos brindan ayuda como hijos, tendrán que hacerlo como semejantes. Lilith: Tú no eres humano. Luzbel: ¡Calla, si hay alguien sobre la tierra que no puede decir eso, eres tú. Te he amado, entré en ti, tuvimos hijos, ilusiones, todo. Lilith: No lo digo como reproche, sabes bien que ni en el esplendor ni en la caída ha variado mi amor por ti. Luzbel: Me hieres; al conocerte conocí lo que ninguno de mis iguales conocerá jamás. Desde entonces ningún lugar donde tú no estés es mi mundo. Lilith: Lo sé, pero debes ser fuerte; ni las palabras ni los sentimientos pueden hacer realidad lo que no lo es; conociste el poder, la injusticia y el amor, es cierto, pero no eres

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humano ni lo serás en ningún tiempo, pues hay algo que no podrás conocer nunca. Luzbel: La muerte. Lilith: Sí, esa sombra helada que está entrando en mí... que está deshaciendo mi piel y mis huesos. Luzbel: ¡No lo permitiré, nunca te separarán de mí! Lilith: Nada puedes hacer, supimos desde el principio que llegaría el día en que no nos veríamos más, ¡acéptalo, no me martirices con tu dolor! Luzbel: ¡Eres tú la que me martiriza con su obcecación; pero sanarás, Lilith, sanarás!. Ven, acércate al fuego, te dejaré sola un momento. Lilith: ¡No, no te vayas! Luzbel: Nada tienes que temer; ni hombres ni bestias osarán desafiarme causándote algún daño. Lilith: No temo por mí...Temo por los que amo. Luzbel: Ya hemos discutido largamente sobre eso. Lilith: Te lo ruego, no vayas, si lo haces caerá la desgracia sobre ellos. Luzbel: ¡Mitos, bellaquerías, yo no arrastro la fatalidad! Lilith: No eres culpable, pero eres un condenado; mientras exista el poder que te inculpó representarás el infortunio para todo aquel que tenga trato contigo. Luzbel: ¡Son mis hijos: los que están tras esos muros son nuestros hijos! Lilith: ¡No pueden demostrarnos amor, déjalos en paz!. Ellos... ellos son felices, lo sé, soy su madre. Luzbel: Siento por ellos un amor sólo comparable al que siento por ti, pero si por obedecer órdenes tiránicas no responden al amor con amor, no merecen ser felices. Lilith: ¡Si vas nunca podrás sepultar el dolor de haber destruido a tus propios hijos! Luzbel: ¿Me maldices?. ¿Tú, lo que más amó sobre la tierra, me maldice? Lilith: No, no te maldigo, trato de hacerte recapacitar, no quiero ver a mis hijos vagando eternamente por los desiertos de la culpa. ¡Si me amas no avasalles mi voluntad, yo no quiero seguir viviendo, ya no es hermoso! Luzbel: ¡No digas eso, recuperarás tu salud y tu belleza, te lo prometo! Lilith: ¡No puedes prometer lo que no está a tu alcance, quizás en Edén puedan ahuyentar mis dolores, pero no podrán devolverme la juventud! Luzbel: ¡Yo no quiero tu juventud, quiero tu amor! Lilith: ¿Amor? ¡Qué amor puedo darte! Luzbel: ¡No respondas por mí, sé muy bien lo que siento y pienso! Lilith: ¡No, eso soy yo la que lo sabe; los ímpetus de tu sangre hablan en las noches, pero miras mi viejo cuerpo y el ardor se te vuelve amargo, entonces te das vuelta para que no vea tus ojos, perdidos en la desolación... Que atroz condena te dieron al hacerte inmortal, todo amor, toda compañía, será siempre fugaz para ti. Luzbel: Vivo sólo porque tú vives, cuando la vida quede sin ti, no habrá futuro posible en la tierra para mí: esa es mi única verdad, y lucharé por ella contra quienes osen oponerse, sean dioses o demonios. Lilith: ¡No puedes detener el tiempo, lo único que conseguirás será destrozarte y destrozar a tus hijos!. Luzbel: ¡No fue el odio el que nos trajo hasta aquí, fue el amor: de ellos es la respuesta ahora!

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«De narración a obra dramática»

Todo texto puede ser transformado a otro si así se requiere, mezclando la realidad con la

imaginación pueden resultar obras maravillosas.

Lee los microcuentos presentados a continuación y transfórmalos en breves obras

dramáticas, siguiendo su estructura interna y externa. ¡Trabaja en tu cuaderno!

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga

hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que

hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar.

Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera

tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal

de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la

toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le

reventaron las palabras por dentro.

Todas las noches, mientras los demás dormían, se le podía ver corriendo descalza por

los caminos del pueblo que llevaban al gran parque donde la esperaba su único y mejor

amigo: el monstruo del lago.

Sin embargo, durante el día, cada vez que escuchaba los rumores de que alguien había

visto al temible monstruo, no podía evitar voltear los ojos y exclamar que esas leyendas

no eran más que pamplinas.

Bajó al infierno, con los bolsillos vacíos, dispuesto a venderle su alma al diablo para

cumplir sus sueños; sin embargo, cuando subió de regreso, volvió con su alma, sus

sueños y hasta la mismísima alma del diablo dentro de sus bolsillos.

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