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Testificando como Jesús “La Iglesia está buscando mejores métodos; Dios está buscando mejores hombres.” (E. M. Bounds) Ser un testigo de alguien es compartir la vida de ese alguien con otra persona; es presentarte en lugar de ese alguien lo mejor que puedas; es mostrarle a los demás cómo es en realidad ese alguien y lo que hace. No tienes que aprender a ser un testigo. ¡Ya eres un testigo! Eres un testigo de aquello o aquella persona que es lo más importante en tu vida. Ahora mismo le estás diciendo al mundo a qué dios realmente le perteneces. No puedes vivir tu vida sin mostrarle al mundo tus intereses verdaderos. Tus palabras y tus acciones se encuentran ligadas de manera inseparable, de tal manera que siempre les transmitirás a los que están a tu alrededor aquello que amas más y por lo cual vives. Tus palabras sólo comprobarán esto, o te harán un mentiroso. Cualquier persona que te observe cuidadosamente, que te siga por todo un día, será capaz de decir si realmente quieres decir lo que dices o profesas con tus labios. Todos los días estás testificando. Tu testimonio es el conjunto de todas tus actitudes, tu carácter y tus acciones. Eso no miente. Ningún observador cuidadoso puede ser engañado. ¿De qué estás testificando? Mostrarás el mayor interés en aquella cosa, persona o actividad que sea tu dios. Si es Jesús, tus amigos más cercanos lo sabrán. Será de lo que más te guste hablar, amar, y por Quien vivirás y alrededor de Quien centrarás tu vida. Digamos— ¿podrías llegar al cielo sólo gracias al testimonio de tu vecino más cercano? Si te llamas cristiano, ya has estado testificando— a favor o en contra de Cristo. Si profesas pertenecerle, pero tu vida no respalda tus palabras, seguramente ya hay hombres y mujeres que han rechazado a Cristo y a Su evangelio por causa tuya. Es por eso que Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama.” No hay ningún plan bíblico de salvación que te permita presentar a Cristo a otros sin que tú mismo seas como

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Testificando como Jesús

“La Iglesia está buscando mejores métodos; Dios está buscando mejores hombres.” (E. M. Bounds)

Ser un testigo de alguien es compartir la vida de ese alguien con otra persona; es presentarte en lugar de ese alguien lo mejor que puedas; es mostrarle a los demás cómo es en realidad ese alguien y lo que hace.

No tienes que aprender a ser un testigo. ¡Ya eres un testigo! Eres un testigo de aquello o aquella persona que es lo más importante en tu vida. Ahora mismo le estás diciendo al mundo a qué dios realmente le perteneces. No puedes vivir tu vida sin mostrarle al mundo tus intereses verdaderos. Tus palabras y tus acciones se encuentran ligadas de manera inseparable, de tal manera que siempre les transmitirás a los que están a tu alrededor aquello que amas más y por lo cual vives. Tus palabras sólo comprobarán esto, o te harán un mentiroso. Cualquier persona que te observe cuidadosamente, que te siga por todo un día, será capaz de decir si realmente quieres decir lo que dices o profesas con tus labios. Todos los días estás testificando. Tu testimonio es el conjunto de todas tus actitudes, tu carácter y tus acciones. Eso no miente. Ningún observador cuidadoso puede ser engañado. ¿De qué estás testificando? Mostrarás el mayor interés en aquella cosa, persona o actividad que sea tu dios. Si es Jesús, tus amigos más cercanos lo sabrán. Será de lo que más te guste hablar, amar, y por Quien vivirás y alrededor de Quien centrarás tu vida. Digamos— ¿podrías llegar al cielo sólo gracias al testimonio de tu vecino más cercano?

Si te llamas cristiano, ya has estado testificando— a favor o en contra de Cristo. Si profesas pertenecerle, pero tu vida no respalda tus palabras, seguramente ya hay hombres y mujeres que han rechazado a Cristo y a Su evangelio por causa tuya. Es por eso que Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama.”

No hay ningún plan bíblico de salvación que te permita presentar a Cristo a otros sin que tú mismo seas como Cristo. ¡El verdadero cristianismo es Cristo! Puedes presentar cualquier otra filosofía o religión sin presentar necesariamente a su fundador, con un buen plan armado, pero no puedes presentar a Cristo a otra persona a menos que tú mismo representes a Cristo y a su amor apropiadamente. Si vas a ser Su testigo, tienes que conocerlo verdaderamente para poder mostrarlo.

1. El Motivo

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El Señor Jesús veía el ganar un alma como algo de mucho más valor que el mundo entero. Él pasó gran parte de Su tiempo hablando con una persona a la vez acerca de su relación con Dios. La ganancia de almas verdadera es imposible si no existe un contacto personal y una preocupación por la persona en cuestión. Jesús mostró el amor y la vida de Su Padre al mundo. En eso consiste el testificar. Cuando el mundo está perdido y huyendo de Dios, Jesús va y busca a los hombres para convencerlos de Su preocupación por ellos. Él quiere hacer esto por medio de vivir Su vida en y a través de hombres y mujeres que obedezcan Su dirección, y este equipo formado por Dios y por el hombre, busca a los pecadores perdidos para llevarles el mensaje de reconciliación y perdón. Ser semejante a Cristo en tus actitudes incluye ser real — absolutamente real. Dios aborrece la falsedad. Si tienes cualquier otra razón para querer testificar de Cristo, que no sea un verdadero amor a Dios y amor y preocupación verdadera por las almas, olvídate acerca de querer “testificar.” Harás más daño que bien. El AMOR es el único motivo aceptable para testificar— una intención y preocupación honesta, desinteresada y no egoísta por dar el supremo bien a Dios y a Su creación caprichosa y egoísta. Involucra un nivel de preocupación tal que hizo llorar a Cristo. (Mateo 9:36). Aunque el amor no es fundamentalmente algo que se siente; es algo que se HACE, y se mide directamente por medio del sacrificio desinteresado.

Testificar como Cristo significa ser como Cristo en tu conducta. El mundo está lleno de gente egoísta, que casi piensa sólo en sí misma y vive para sí misma. El pueblo de Dios debe ser totalmente diferente: deben vivir como Cristo. No hará ningún bien decirle a un pecador: “Yo estoy lleno de pecado e iniquidad, pero mira sólo a Cristo.” Ese pecador tendrá todo el derecho de decirte: “Pero no veo a Cristo. Sólo te veo a ti. Y si Él no ha podido ayudarte, ¿qué te hace pensar que a mí sí me puede cambiar?” El Señor Jesucristo dijo: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo.” Él ya no está en el mundo, pero ha resucitado, y nos dejó como Sus testigos. “Como mi Padre me envió, os envío Yo.” “Y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra.”

Para ser un testigo efectivo de Jesús, tenemos que vivir por encima de los valores y estándares del mundo, para que los incrédulos realmente lo noten. Debemos vivir nuestra vida de tal manera que podamos decir como Pablo: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” (Filipenses 4:9). Es decir, los hombres tienen que poder seguir no sólo a Dios, sino a nosotros también. (1ª Tesalonicenses 1:6). Piensa qué clase de victoria sobre el pecado tenía Pablo, que podía decir: “Por tanto, os ruego que me imitéis.” (1ª Corintios 4:16). Esta frase no era una frase de jactancia; sencillamente era una declaración de una vida santa fundada sobre el Espíritu Santo como la fuente de su fuerza. “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1ª Corintios 11:1). El proyecto de Dios del testimonio cristiano para

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un joven está delineado en 1ª Timoteo 4:12: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” No existe ninguna razón por la cual una persona joven no pueda ser tan efectiva para Dios como un adulto, siempre y cuando exista una vida consecuente (consistente con tu profesión de fe) y un entendimiento claro y básico de lo que ello implica. Tenemos que ser ejemplos en palabra (por lo que decimos—nuestro hablar); conducta (por lo que hacemos—nuestras acciones); amor (por qué lo hacemos—nuestros motivos); espíritu (dónde lo hacemos—nuestra obediencia a la dirección de Dios); fe (cuándo lo hacemos—nuestra obediencia a la Palabra de Dios); pureza (cómo lo hacemos—nuestro ser un canal limpio a través del cual Cristo pueda trabajar).

Testificar como Jesús significa consistencia: la habilidad de ser el mismo todo el tiempo. Para ser como Jesús, el Espíritu Santo que mora en nosotros tiene que transformarnos todo el tiempo a través de un humilde caminar en fe con Dios. Tenemos que conservarnos en el amor de Dios, y esto es un asunto diario. El cristianismo no es un conjunto de reglas, sino una comunión con una Persona Viviente y Amante. Es “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27). En esta vida de gracia y fe, tenemos que estar marcados por la señal de que el pecado no tendrá poder o dominio sobre nosotros. (Romanos 6: 14). El cristianismo es Cristo, resucitado, real, trayendo paz y poder al corazón nuevo. (2ª Corintios 3:18). Si vamos a ser útiles para Dios y a mantener nuestro brillo, tenemos que mantener nuestra atención por lo menos en tres cosas básicas:

(1) Tenemos que ser LIMPIOS— Continuamente alejándonos de toda indulgencia pecaminosa y dañina, y confesando y siendo perdonados cada vez que pequemos. En la Biblia, siempre se habla del pecado como una manera de vida, como algo del pasado para un cristiano. (1ª Corintios 6:11, Tito 3:3). El verdadero hijo de Dios tiene que tomar su cruz cada día para seguir a Cristo (Lucas 9:23), y decir, como Pablo: “Cada día muero.” (1ª Corintios 15:31). No puede haber salvación verdadera a menos que haya un arrepentimiento de todo pecado conocido en el momento de la conversión, pero el pecado tiene una manera muy sutil de tomar raíz en nuestros corazones a menos que tengamos mucho cuidado. Y Satanás puede pintar una figura muy bonita del pasado. A menudo es muy fácil volver atrás, porque tenemos el Tesoro de Cristo en vasos de barro. Tal estado de volver atrás o tocar retirada traerá tal derrota en nuestra vida, que hará que el testimonio efectivo sea imposible. Dios nos ordena “limpiarnos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2ª Corintios 7:1). Tenemos Su promesa: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo.” (1ª Juan 2:1). ¿No crees que sería demasiado vergonzoso, por no decir algo peor, rogarle a un pecador que abandone sus pecados, si nosotros mismos todavía

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mantenemos algún pecado? La salvación es salvación del pecado, no en el pecado, y es mejor que mostremos esto en nuestras vidas.

(2) Tenemos que ser INFATIGABLES— No podemos darnos el lujo de perder el tiempo. El pecado de desperdiciar el tiempo ha atrapado a más cristianos que cualquier otro pecado el día de hoy. Satanás sabe que ningún joven que esté en guardia contra el pecado, cometería ningún pecado grave deliberadamente. Sabiendo esto, él trabaja silenciosamente. Trata de persuadirnos de que perdamos mucho tiempo en alguna diversión legítima. No puedes tener visión de Dios con demasiada televisión. Las armonías de la música del cielo a menudo son ahogadas por el rock del radio. Muchas almas se pierden y van al infierno mientras que algunos cristianos leen tiras cómicas. Muchos jóvenes se han deslizado por el canal de la degradación moral por haber tenido demasiado tiempo libre en sus manos. Todo cristiano debe atreverse a desechar aquellas actividades que sean cuestionables y que no traigan fruto alguno en la guerra de la ganancia de almas. “Ninguno que milita, se enreda en los negocios de esta vida, a fin de agradar a Aquel que lo tomó por soldado.” (2ª Timoteo 2:4). Hay muchas cosas que no parecen pecaminosas o no son pecaminosas en sí mismas, pero podríamos encontrarnos de repente tan atrapados en ellas, que ya no tengamos tiempo para Cristo. Esto es lo que Jesús quiso decir en la parábola del sembrador: “Los afanes de este siglo, y los engaños de las riquezas, y las codicias de otras cosas, ahogan la Palabra y se hace infructuosa.” (Marcos 4:19). Hay toda clase de vasos en una casa grande: oro, plata, madera y barro. Si estamos dispuestos a limpiarnos de aquello que es indigno o impuro, seremos “vasos para honra, santificados, útiles al Señor, y dispuestos para toda buena obra.” (2ª Timoteo 2:21). Tenemos que despojarnos de todo peso, dar prioridad a las cosas que más importan, y conservar lo mejor de nuestro tiempo y energía para la tarea tan especial que el Señor Jesús nos ha puesto.

(3) Tenemos que ser DEPENDIENTES DE CRISTO. Jesús es nuestro poder, nuestra fuerza, nuestra sabiduría. La salvación es de hecho algo imposible, ¡pero con Dios todo es posible! Jesús dijo: “Sin Mí, nada podéis hacer.” (Juan 15:5). ¿En dónde puedes encontrar la sabiduría necesaria para guiar a las almas de las tinieblas a la luz? En Él están escondidos todos los tesoros del conocimiento y la sabiduría. (Colosenses 2:3).

Hebreos 12:1-2 resume el secreto de la victoria espiritual: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso (seamos infatigables) y del pecado que nos asedia (limpiémonos de todo pecado, especialmente de aquel pecado particular hacia el cual sientes la tentación más fuerte), y corramos con paciencia(con fidelidad, determinación y obstinación hacia delante) la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,

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el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Esto es muy fácil de decir, muy difícil de aprender, pero asombroso en poder. Jesús mismo es el secreto del poder sobre el pecado. Jesucristo mismo, su amor, su presencia, su poder. Tú no puedes pelear contra el pecado en tus propias fuerzas. Entre más luches contra él, más crece su poder sobre tu vida. Pero puedes mirar a Cristo y experimentar liberación instantánea. Ninguna definición de poder sobre el pecado funcionará para ti hasta que aprendas a obtener tu poder directamente del Salvador. ¡Mira a Cristo! Dios te dice que no seas un producto en masa de esta era, sino que permitas que Él renueve tu mente y transforme (transfigure) tu vida. Cristo miró a Su Padre y fue transfigurado de tal manera que “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.” (Mateo 17:2). La misma palabra se usa en 2ª Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” Cristo, personalmente, revelándose a sí mismo a nuestras mentes y a nuestros espíritus a través del Espíritu Santo, nos mantendrá seguros y nos cambiará continuamente para que nos parezcamos más a Su imagen.

Somos las únicas Biblias que este mundo despreocupado leerá.Somos el evangelio del pecador; somos el credo de los burladores.Somos el último mensaje del Señor, dado en acción y palabra.¿Qué pasa si el ejemplo se tuerce? ¿Qué pasa si tu huella se vuelve borrosa?

2. La Misión

“Todo cristiano es un misionero; todo no cristiano, es un campo misionero.” Toda la gente a la que le testifiques, caerá bajo tres categorías distintas: dos clases de pecadores, y otros cristianos. Para saber cómo testificar efectivamente, necesitas tener un entendimiento básico de tus campos misioneros: sus gustos, sus sentimientos, sus excusas, y cómo reconocerlos. Te ayudará saber lo siguiente sobre las clases de personas:

(1) El pecador despreocupado — clave: falta de preocupación (No existe preocupación, ni convicción, ni cuidado evidente acerca de Cristo o del evangelio.)

SEÑALES:

Su vida es básicamente egoísta. No presenta pensamiento ni preocupación obvia acerca de Dios.

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Presenta poco o ningún sentido (y sensibilidad) ante la gravedad y lo peligroso del pecado. Presenta poca o ninguna conciencia de los sentimientos de Dios acerca de su manera de vivir. Está inconsciente del terrible destino que él mismo se está forjando.

SIENTE: Aburrimiento, falta de propósito y sentido en esta vida, se siente vagamente insatisfecho consigo mismo, y a veces se siente perdido.

NECESITA: Felicidad duradera. Significado y propósito en la vida Seguridad, satisfacción y amor.

PROBLEMAS BÁSICOS:

La persona despreocupada está tan acostumbrada a vivir en pecado y en tinieblas morales, que de hecho no está consciente del peso de su culpa, de la gravedad de su pecado, y de su tremenda responsabilidad. Su pecado generalmente le impide buscar a Dios honestamente y no tiene nada en su vida que le haga pensar en los derechos y exigencias de Cristo en su vida, y no presta atención a la culpa de sus pecados, a menos que algún problema grande o tragedia se cruce en su camino. Alguien tiene que ir para llevarle la luz de la Palabra de Dios, recordarle acerca de su responsabilidad, y dirigirlo a Jesucristo. Es prácticamente inútil decirle: “Cree en Cristo” a un pecador no convicto (contrito, convencido y preocupado). Igual podrías pedirle al diablo que crea (Y de hecho cree). Este tipo de persona necesita primero ser despertado o avivado de su condición somnolienta, lograr ver lo odioso de su pecado, y ser desafiado a abandonarlo. Esta es nuestra gran tarea. Hechos 26:18.

SUS PREGUNTAS BÁSICAS:

“¿Qué quieres decir con: “pecador,” “ser salvo,” “arrepentirse,” etc.?”“¿Por qué debería yo…?” (Arrepentirme, creer en Cristo, ser salvo, etc.)

(2) El pecador bajo convicción de pecado— clave: desafío (Un interés activo en Dios; convicción, pero no conversión.)

SEÑALES:

Todavía básicamente egoísta, quizás incluso religiosamente egoísta. Su vida está marcada por motivos de temor al castigo o de esperar alguna recompensa, no por amor. Sí muestra preocupación por su destino eterno y por sí mismo. Sí presenta algún sentido (y sensibilidad) ante la maldad del pecado y sus consecuencias (Que

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será más intenso o menos intenso dependiendo de la luz que posea). Está consciente de la realidad de Dios y de Su Juicio que ha de venir. Quizás intente egoístamente, “ganarse” el favor de Dios de algún modo.

SIENTE: Preocupación, temor, culpabilidad, de acuerdo con su entendimiento. Tensión y conflictos internos.

NECESITA: Perdón, paz, liberación del pecado y seguridad de salvación.

PROBLEMA BÁSICO:

La persona que está bajo convicción de pecado quisiera una de dos cosas: obtener el perdón de sus pecados sin tener que arrepentirse de ellos, o liberación de sus pecados, pero sin rendirse por completo al Señorío y control absoluto de Cristo. Quiere tener la vida de Dios, pero sin experimentar primero la muerte a su propia manera de vivir egoísta y a sus planes. Quiere el cristianismo, pero sin cruz y sin costo. Quiere salvar su vida, sin primero perderla para Dios.

SUS PREGUNTAS BÁSICAS:

“¿Quién puede ayudarme?”“¿Por qué tengo que renunciar a todo?”

(3) El Cristiano — clave: ánimo (Una rendición genuina de sí mismo a Cristo; su motivo básico es el amor).

SEÑALES:

Un cambio en sus intenciones: del egoísmo al amor. Preocupación creciente por la felicidad de Dios y de los demás. Verdadero sentido (y sensibilidad) ante la fealdad y gravedad del pecado y ante su fin amargo. Verdadero contacto con Dios, y experiencia práctica de Su amor. Presenta un deseo constante de que haya cambios hacia lo bueno en sí mismo y en otros. Desarrolla los dones y gracias de Dios en su vida.

SIENTE: Gozo (tiene una conciencia limpia), paz (su corazón está bien con Dios), y preocupación por otros.

NECESITA: Instrucción, compañerismo con otros cristianos, y oportunidades para testificar.

PROBLEMSAS BÁSICOS:

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Aprender la manera más efectiva de compartir su fe con otros en poco tiempo. Descubrir la voluntad de Dios para su caminar diario delante de Él. Descubrir las maneras de Dios para tratar con las situaciones, problemas y tentaciones diarias de esta vida. Aprender a hacer lo mejor para destruir la obra dele enemigo. Necesita ánimo y experimentar pruebas para hacerlo firme en su entrega y compromiso, y resistencia a la presión de la maldad y del mundo.

PREGUNTAS BÁSICAS:

“¿Cómo puedo hacer esto?”“¿Dónde debo estar?”“¿Cuándo debo hacerlo?”

Toda persona con la que te encuentres se hallará en una de estas tres categorías básicas. Tienes que saber adaptar tu instrucción para cada uno de ellos, con el desafío apropiado que encaje con su necesidad. El reconocer a cuál de estas clases pertenece alguien, y saber cómo compartir con ellos, será el gran estudio de tu vida en la ganancia de almas.

3. El Mensaje

Hechos Esenciales para el descuidado:

Dios se preocupa por él y él fue creado a la imagen de Dios. Él fue creado de tal manera como para poder elegir inteligentemente y vivir desinteresadamente. Toda la felicidad depende de que cada ser moral haga esto, en vez de vivir de manera egoísta. Existen solo dos maneras básicas de controlar a la gente: por fuerza o por libre elección en respuesta a los motivos, las razones y la dirección presentada a la mente y la voluntad de una criatura moral. Dios creó al hombre para tener libre elección. Por causa de ello, el hombre necesita del gobierno de Dios para que lo guíe y lo dirija hacia tomar las decisiones que serán las más sabias y que traerán la mayor felicidad sobre el universo del que él forma parte. En toda decisión que el ser humano toma, necesita una autoridad a la cual referirse para tomar la decisión más sabia posible. DIOS tiene todo el derecho de ser la autoridad final, y por lo tanto, el Soberano final de todos los hombres. Su derecho no solamente descansa sobre el hecho de que Él nos hizo y nos ama desinteresadamente, sino también sobre el hecho de que nosotros necesitamos de Su dirección, guianza y autoridad, ya que Él es el mejor (de hecho el Único) cualificado para esa tarea, ya que:

a) Él está presente en todas partes y observa las acciones de todo el Universo. b) Él conoce todo hecho en existencia, de manera perfecta y completa, con perfecta sabiduría.

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c) Él tiene a Su disposición poder infinito y energías infinitas para ayudar y dirigir a los hombres. d) Él es el Único Ejemplo de justicia perfecta y de una conducta completamente desinteresada y no egoísta en el Universo.

Esto lo impulsa a mandarnos, y a nosotros nos pone en la obligación de obedecerlo. El hecho de no querer obedecerlo es algo poco inteligente, peligroso para el resto del Universo, destructivo de la felicidad de otros, ofensivo para Dios, y merece un castigo. Es decir, el egoísmo es la esencia del pecado. Todos sabemos que está mal en sí mismo. El egoísmo niega el derecho de Dios a ser Dios, ignora la felicidad de los demás, excepto cuando contribuye a la felicidad propia, y; si el egoísmo se dejara sin castigo ni supervisión, destruiría todo. Ya que el egoísmo es un mal infinito, Dios tuvo que asignar un castigo penal infinitamente grande por ser egoístas. Este castigo es la muerte eterna y espiritual, parecida a la pena de muerte asignada por los gobiernos humanos, pero en una escala eterna, de tal manera que si un hombre insiste en romper los lineamientos y la guianza de Dios, entonces Dios tiene que frenar la rebelión de ese pecador por el bien del Universo, quitando a ese pecador de ese Universo en el que él rehusó vivir inteligentemente de acuerdo con la voluntad de Dios, y llevarlo a un lugar de sufrimiento y agonía interminable, inigualable e infinita (el lago de fuego), que será proporcional a la culpa en la que el pecador ha incurrido. Esta terrible sentencia de juicio y muerte le duele a Dios, pero Él no podría suspenderla sabiamente sin ser injusto y dañar a otros, a menos que se encuentre un Sustituto (Jesucristo) que pague la deuda y el castigo de la rebelión de tal manera que la Justicia quede satisfecha, y a menos que el pecador rebelde cumpla con ciertas condiciones para obtener el perdón de su pecado… arrepentimiento y fe.

Hechos esenciales para el que está bajo convicción de pecado:

Dios, en sabiduría amorosa e infinita bondad, ¡ha encontrado una manera de restaurar a un hombre atrapado en las redes del egoísmo! Él se ha contactado con el hombre en dos maneras asombrosas:

(1) Por medio de plasmar indirectamente Su oferta de perdón y las condiciones para obtenerlo a través de hombres que estuvieron dispuestos a buscarlo, encontrarlo, y amarlo. Lo más básico de este mensaje se encuentra en una colección única de libros, llamada la Biblia. Ella describe por qué Dios hizo al hombre, lo que Dios deseaba y aún desea para él, y todo lo que ha ocurrido por causa del pecado. La parte más sorprendente de este mensaje es que a pesar de la rebelión del hombre contra Dios, de su obstinación en no buscar a su Hacedor, de su persistencia en el egoísmo, y de su rechazo deliberado de los ruegos de Dios para vivir como se debe, Dios todavía ama y busca al hombre. Dios está grandemente entristecido y anhela restaurar al hombre.

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(2) Por medio de encontrarse con el hombre en Persona. El contacto más asombroso de todos estos contactos ocurrió hace más o menos 2000 años. Dios mismo se hizo como su criatura: el hombre, y vivió entre nosotros por 33 años para mostrar Su preocupación por nosotros. Dios vino en carne humana como Jesús Cristo. Él nació de manera única, vivió de manera incomparable, murió de manera profética, y resucitó de la muerte de manera triunfante. Su misión en esta tierra tuvo tres aspectos:

(l) Mostrarnos cómo es en verdad nuestro Creador. (2) Mostrarnos cómo debemos vivir. (3) Morir una muerte agonizante por amor a nosotros, por causa de nuestros pecados. Ahora Dios puede ofrecernos perdón completo y restauración a Su familia bajo dos condiciones:

(1) El arrepentimiento — Esto significa que el pecador esté dispuesto a abandonar su modo de vivir egoísta previo, con todos sus pecados, sin importar el costo, ni las repercusiones posibles que pueda haber en sus planes, en su orgullo, o en su imagen pública ante los hombres.

(2) La fe — Esto significa que el pecador esté dispuesto a (de ese punto en adelante) confiar por completo en Jesucristo como su Único y Suficiente Salvador y Libertador del poder del pecado mismo, e implica que (de ese punto en adelante) obedezca y ame a Jesucristo como su Señor, Amo, Dueño y Maestro para siempre. Esto es una rendición del corazón (de la intención) y se centra alrededor de un punto particular de obediencia. Generalmente esto es lo que el pecador no está dispuesto a hacer. Pero una vez que el pecador logra ceder en este punto, ocurre en su corazón y alma un clímax transformador absoluto del egoísmo al amor, al que la Biblia le llama “nuevo nacimiento.” (Ver Juan 3:3).

4. El Método

En la mayoría de los casos de dar testimonio, los contactos diarios con otros crearán la oportunidad para cruzar alguna palabra personal. Mientras estés mostrando el fruto del Espíritu y vivas la vida de Cristo en ti, Su Espíritu te acercará con aquellos que necesiten ayuda en tu camino. Pídele a Dios que en verdad Él haga eso. Tu tarea es que estés siempre alerta para verlos y dispuesto para ayudarlos. No trates de planear o practicar el cómo los vas a guiar a las cosas espirituales. Mejor preocúpate por ellos de manera muy sincera. ¡Escúchalos! Interésate en sus problemas y necesidades. Si tratas de guardar en mente algún plan o presentación bien premeditado y arreglado, ellos se darán cuenta de que tú tienes algo en tu mente que no está relacionado con lo que ellos te están diciendo—es decir, que realmente no te importan ni te

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preocupas por ellos. Si los escuchas cuidadosamente, Dios mismo te mostrará sus puntos de necesidad, y también te mostrará qué es lo que ellos tienen que rendir para alcanzar la salvación. Generalmente la mejor manera de atraer su atención hacia Jesús es por medio de hacer alguna pregunta en algún punto o momento de interés en la plática. Esta era la manera de Cristo para testificar. Él, o creaba la situación que hacía que la otra persona misma hiciera alguna pregunta, o Él mismo se lanzaba a hacer una pregunta directamente. Siempre eran preguntas llenas de amor, encaminadas a la necesidad básica del pecador. Además, eran preguntas que no se pueden contestar con un simple: “sí,” o “no,” y que de hecho creaban el interés suficiente como para hacer más preguntas. Él respondía también de la misma manera, animando al pecador a abrirse con su problema, enfrentar su pecado, y confiar en Él. Aquí hay algunas preguntas que podrían hacerse, y que han resultado efectivas para algunos:

“¿Piensas estar preparado para enfrentarte delante de Dios, nuestro Creador, y rendirle cuentas de tu vida?” “Algún día, cuando te pares delante de Dios para darle cuentas, ¿qué razón o razones le darías a Él de por qué debería dejarte entrar en Su Reino?”“¿Alguna vez has considerado seriamente los derechos que Cristo tiene sobre tu vida?”“¿Has descubierto de manera personal a Dios y a Su Hijo Jesucristo, o todavía estás en el proceso?”“¿Alguna vez has considerado hacerte un verdadero cristiano?” “¿Estás interesado en las cosas espirituales?”

El temor al testificar puede provenir de 3 factores básicos: (1) Sentir que tu preparación para hacerlo es inadecuada. (2) Estar consciente de que no has orado lo suficiente, o de que no te preocupas lo suficiente por la otra persona. (3) No saber qué ocurrirá cuando presentes la verdad. Te vienen muchos pensamientos a la cabeza cuando te das cuenta de que hay sólo 5 actitudes básicas que un pecador puede adoptar cuando se le testifica:

(1) Indiferencia — ¡La peor actitud! Tus únicas herramientas aquí son la oración, la preocupación por la persona, y una advertencia amorosa pero firme de la Palabra de Dios, acompañada con una invitación a que más tarde reconsidere su decisión.

(2) Curiosidad — Una señal de un hambre de la realidad o de alguna consideración posterior. Presenta de manera tan sencilla como puedas, los derechos de Dios en su vida. Usa el amor, sonríe, pero sé firme y fervoroso. Haz preguntas para asegurarte de que sí se entendió lo que dijiste.

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(3) Vacilación —A menudo esta es una señal de que su pecado ha sido expuesto. Si surgen preguntas en este punto, úsalas para volver a centrarte en su responsabilidad personal para con Dios, respondiéndolas tan brevemente como te sea posible. Si tú sientes que sólo son algún tipo de excusa, muéstrales que entiendes que es sólo una escusa, y que no son sinceros al presentarla. Por ejemplo: “¿Cómo sabes que Dios no es más que imaginación?” “Estás dando la misma clase de excusa que yo daba cuando yo vivía para mí mismo…Yo todo el tiempo sabía que Dios es Real, pero no quería vivir para Él y encontraba más conveniente negar Su realidad, que responder a Sus derechos y demandas sobre mi vida.” “Sí, pero quizás Él es Real sólo para ti; ¡pero Él no es real para mí!” “Por supuesto que Él no es real para ti; Él jamás será real para ti mientras sigas viviendo para ti mismo. Sólo sabrás si Él es real (y lo es) cuando dejes de vivir para ti mismo y respondas a Su llamado honestamente.”

(4) Aceptación — Generalmente una señal de que el Señor ya ha tratado con la persona en algún momento anterior. Revisa cuidadosamente que en verdad entiendan lo que están haciendo (No testifiques a aquellos que están bajo la influencia del alcohol o la droga, a menos que seas dirigido específicamente por el Señor). Asegúrate de que han contado el costo de la rendición absoluta a Jesús. Sospecha mucho de decisiones rápidas hechas sin preguntas y sin señales de que haya habido una lucha y una rendición, y/o sin señales de que haya habido un cambio después de la oración.

(5) Rechazo — Cuando la verdad es enfrentada por completo de manera real, y el costo es contado, pero finalmente la verdad es rechazada. Primero tienen que entender lo que están haciendo con la oferta de Dios de amor y misericordia y saber qué es lo que están escogiendo como su destino eterno. Muéstrales tu dolor y preocupación por el camino que han escogido. A veces alguna aclaración final que muestre de verdad el fin terrible de rechazar a Cristo y a Su evangelio, ha logrado que algún alma se rinda al final.

5. Las barreras que se presentan:Cuando la verdad se presenta con poder al corazón del pecador, prepárate para enfrentar ciertas barreras de defensa. Generalmente habrá una de las siguientes formas de barrera, o una combinación de estas cuatro formas de barrera:

(1) Mental — Argumentos— ¡No discutas! Responde haciendo algunas preguntas más, como por ejemplo: “¿Qué evidencias tienes para decir eso?” O define mejor lo que acabas de decir. Responde con hechos, y nunca alces la voz, ni te enojes, ni seas sarcástico con la persona, o trates de ridiculizarla. Si sabes que sólo está presentando una excusa, sonríe y señala que es sólo una excusa.

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Sigue adherido a los puntos básicos que estás compartiendo, y no te dejes distraer por sus cortinas de humo.

(2) Física— Ataque— Es posible que seas atacado físicamente por tu testimonio de Cristo. Esto es raro en países que tienen algún contexto de cristianismo, pero puede llegar a ocurrir. En este caso, el mandamiento de Cristo es que NO resistas al mal (Mateo 5:38-48; 10:34-39; Romanos 12:21, Tito 3:2, Colosenses 3:13; Efesios 4:2). Puedes clamar a Cristo para que te ayude a tomar la decisión correcta y no golpear o gritar de vuelta, sino más bien demostrar amor y perdón.

(3) Social — Evasión — Esta es una de las barreras más comunes. Si tu testimonio da en el clavo, el pecador tratará de mantenerse alejado de ti. Si esto ocurre, NO los hostigues tratando de seguirles la pista. Realmente no están huyendo de ti, sino de Dios. Pueden evitar tus palabras, tu presencia y tus ojos, pero no pueden evitar tu amor y tus oraciones (Juan 3:16-21; 12:44-48).

(4) Espiritual — Seguridad — Te asegurarán que ya son salvos, que ya pertenecen a una buena iglesia, que ya tienen su propia religión, que muchas gracias, pero ya están bien. Puedes aclarar la posición del pecador ante Cristo preguntándole acerca de los eventos que lo llevaron a su conversión y lo que ocurrió después de ello. Señala la diferencia esencial entre un verdadero cristiano y una persona religiosa egoísta, a saber: el religioso carece de una verdadera devoción a Jesucristo y del amor cristiano marcado por una vida desinteresada y no egoísta. Esta es una de las barreras más difíciles de penetrar porque a menudo alguna experiencia religiosa hueca es muy similar a la verdadera fe.

Excusas de Orgullo

Los pecadores invariablemente dan excusas para cubrir sus corazones rebeldes. Tienes que derribar estas excusas, o ellas los esconderán de la realidad detrás de su refugio de mentiras. Prueba lo siguiente: Para excusas de “SENTIMIENTOS”:

(1) “No siento como que quisiera entregarme a Cristo ahora mismo.” (a) “Los sentimientos vienen después de las decisiones. Dios quiere que tú decidas, no que sientas nada. (2) “No me siento listo para hacerlo.”(a) “No tienes que sentirte listo para venir a Dios. No te puedes sentir mejor o más preparado hasta que hagas lo que Dios te pide que hagas: darle tu corazón. Cada aliento que respiras, cada latido de tu corazón sin que hagas lo que Dios requiere de ti, sólo te hace un rebelde más grande a los ojos de Dios y disminuye así tus oportunidades de alcanzar misericordia.”

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Para excusas de “POSPONER”:

(1) “Sí estoy dispuesto a entregarme a Cristo, ¡pero no puedo!”(a) “¿Qué quieres decir con eso? Si en verdad escoges seguir a Cristo, Dios hará el resto por ti. Él puede solucionar cualquier problema tuyo, perdonar cualquier pecado tuyo y ayudarte a enfrentar cualquier situación. No hay nada que te detenga de reconciliarte con Dios, sino sólo tu propia voluntad. (2ª Corintios 8:12).

(b) Averigua si no creen que ya no pueden alcanzar el perdón. Si sienten muy fuertemente el peso del pecado, quizás lleguen a pensar que han sido tan malos que Dios ya no los puede perdonar. Cuando han cometido el pecado imperdonable (el rechazo continuo de la obra del Espíritu Santo), se desvanece en ellos todo deseo de ser salvos y escoger a Cristo. El mismo hecho de que estén bajo convicción de pecado comprueba que no les ha ocurrido esto todavía. (Isaías 55:6-9).

(c) Asegúrate de que no están atados por poderes satánicos. Pregúntales si han jugado con la ouija, o si han practicado el espiritismo o alguna actividad similar. Si esto es así, lo más recomendable es hacer una oración específica en la que ellos renuncien por completo a ello y tú ores para que sus mentes sean liberadas de todo poder del mal. (2ª Corintios 4:2-4, Santiago 4:7, 1ª Juan 4:4).

Para excusas de “PENSAMIENTO”:

(1) “Pienso que no puedo… (Arrepentirme, perdonar, creer, confesar, etc…)”

(a) “¿Quieres hacerlo?” Si realmente escogen hacerlo, sin tener mucho sentimiento ni entendimiento acerca del “cómo” del control de Dios, haz que oren allí mismo así: “Señor, sí quiero rendirme, pero pienso que no puedo…, o no sé cómo hacerlo…” Si en verdad lo quieren hacer y han orado con sinceridad, el mismo Señor vendrá a encontrarlos con una convicción poderosa y les proveerá de todo el poder necesario para su liberación.

No se puede instruir a todos de la misma manera. Una misma píldora no cura a todas las enfermedades. Realmente es el Espíritu Santo el que tiene la tarea de dirigir específicamente al testigo en cada caso particular. Esto significa que para cada persona, habrá un mensaje diferente, aunque siempre seguiremos cierto patrón general de instrucción, pero con Dios el Espíritu Santo trazándonos el camino y subrayándonos ciertos puntos que llegarán al corazón del pecador. Lo que le digas a los pecadores puede variar, pero sin importar qué sea lo que les digas, no tienes que darles ninguna indicación que:

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(a) Sea incompleta y lo deje sin una idea clara de lo que Dios quiere de él. Tiene que estar listo para morir y encontrar a Dios tan pronto como siga tus instrucciones.

(b) Ni tampoco ninguna instrucción que no incluya un cambio total y absoluto de corazón, que implique volverse del pecado a Cristo, para vivir en amor. Tienes que dar una indicación que sí incluya un cambio del egoísmo supremo a la rendición a Cristo como Rey y Señor, así como Salvador del pecado y de su poder. El Espíritu Santo te ayudará a hallar las excusas y lugares de refugio del pecador que provienen de su corazón engañoso, para rescatarlo de sus tinieblas y acercar su corazón a someterse a Dios. Encuentra cuál es su “dios” principal y desafíalo a abandonarlo y a entregar su corazón a Aquel que lo hizo y que lo ama y se preocupa por él.

Bajo convicción, pero no convertido

Siempre existe una razón por la cual un pecador bajo convicción no se rinde a Dios. Tienes que encontrarla y tratar con ella. Muchas veces ellos saben lo que es, pero tratan de esconderlo de ti. Otras veces, se encuentran tan ciegos que no pueden ver la razón. Entonces hazles preguntas como:

“¿Has hecho algo malo que no estás dispuesto a corregir o a restituir?”“¿Hay algo que no estás dispuesto a entregarle a Dios?”“¿Existe algún ídolo en tu vida que no estás dispuesto a abandonar por Cristo?”“¿Hay alguien que te ha hecho mal a quien no estás dispuesto a perdonar?”“¿Hiciste algo malo en el pasado que no quieres confesar?”“¿Tienes algún prejuicio contra alguna persona?”“¿Estás esperando que Dios haga algo en ti antes de que tú hagas lo que Él te pide?”“¿Estarías dispuesto a abandonar cualquier hábito, amigo, o manera de pensar que no concuerde con Cristo?”“¿Piensas que has cometido el pecado imperdonable?”“¿Has jugado con cosas satánicas o que aparenten serlo?”

Si después de hacer alguna de estas preguntas, observas en ellos confusión, vacilación o silencio, puedes sondear más profundo. Generalmente es sólo una cosa en la que Dios está poniendo Su dedo para que el pecador la rinda. En el momento en el que el pecador se rinda en este punto, empezará la verdadera conversión. A menudo los pecadores preguntarán: “¿Tendré que dejar….? (Algún ídolo o pecado favorito). Dile con sencillez: “Sí. Quizás sea la única cosa que tengas que abandonar por el momento, porque es tu dios.” No cedas ni un centímetro para hacer las cosas más fáciles de lo que Dios las ha hecho. Dale y dile todas las promesas de Cristo acerca de Su

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provisión y poder, pero si Dios está tratando con ellos en algún punto, no lo pases por alto, ya que si hicieras eso, el pecador recibirá una falsa esperanza y una experiencia hueca. Jesús no comprometió la verdad ni aligeró las cosas con el joven rico, aunque lo amaba. Si a ese joven, Jesús le hubiera permitido conservar el dios de sus posesiones, se hubiera sentido aliviado, se hubiera llamado a sí mismo un verdadero discípulo, se hubiera unido a la iglesia, pero aún así se hubiera ido al infierno cuando muriera. No trates de hacer las cosas más fáciles de lo que Dios las ha hecho.

6. Seguimiento:

NO LE DIGAS:

(1) “¡Ya eres salvo!” ¿Por qué no?(a) Porque tú no eres el dueño del Libro de la vida. Dios lo es. Él sabe si un arrepentimiento fue de corazón, o no. No tienes derecho a decirle a un pecador lo que sólo Dios puede asegurarle. (b) Si nota algún cambio en su vida, eso fortalecerá su fe. Si es real, permanecerá. Si no lo es, no durará mucho.(c) Si tú le dices que es salvo, confiará en tu palabra, y hallarás que es tu convertido, no el convertido de Dios. Deja que Dios le dé la seguridad. La vida posterior probará qué ocurrió realmente. (2) “¿Cómo te sientes?” Se entra a la vida Cristiana por medio de una decisión, no por medio de sentimientos. Sólo enséñale cuál es su tarea. (3) ¡Mucho! Enséñale unas pocas cosas cada vez, un paso a la vez.

SÍ ENSÉÑALE A:

(1) Disfrutar del amor y el favor de Dios. Esto no significará que siempre estará emocionado, ni que siempre estará pensando directamente en Dios. Pero su corazón tendrá paz y disfrutará de las bendiciones de Cristo. Dale la idea de que si vuelve a pecar, no necesariamente significa que no ha sido regenerado, pero que confiese a Dios su pecado, le pida perdón, y se esfuerce por no volver a cometerlo. La única evidencia real de su salvación es que obedezca a Dios de corazón. Lucas 6:43-49.(2) Buscar a otros cristianos que aman a Cristo. No lo lleves con un montón de hipócritas apóstatas, no sea que vea su ejemplo y fije sus nuevas normas de acuerdo con las vidas de ellos. Si de plano, no quiere estar con el pueblo de Dios, hay algo mal en su experiencia de conversión. (1ª Juan 1:7).

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).

-Amén.

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Por Winkie Pratney