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33 IDEA-La Mancha Territorios literarios y geografía humanística FRANCISCO DE PAZ TANTE Asesor del Gabinete del Consejero de Educación y Ciencia Geografía humanística y educación sentimental A lo largo de los años, nuestra educación sentimental se va urdiendo con diferentes pasiones, sin que nunca sepas bien si es sólo el azar quien las va juntando, o se tra- ta de alguna pulsión interior que se empe- ña en hacerlas confluir. En mi caso, hace ya mucho tiempo que confluyeron dos de esas pasiones: la geografía y la literatura. Pero no hablo de esa geografía des- criptiva y memorística que aún atormen- ta y espanta a los alumnos en los institu- tos; y tampoco de la literatura de viajes que nos enseña paisajes lejanos o desco- nocidos. A la que me refiero es a una geo- grafía próxima e íntima, humanística, que utiliza la literatura como una de sus fuen- tes de información, como vehículo de ver- dades trascendentales, según decía la geó- grafa Aurora García Ballesteros, quien, junto al profesor Estébanez, me enseñaron en los años de Universidad que hay otra forma del ver el mundo, los paisajes en que vivimos y con los que estamos engar- zados mediante emociones y sentimientos que conforman, aunque a veces no sea- mos conscientes de ello, aspectos funda- mentales de nuestra propia existencia. Luego leí La poética del espacio, de Gastón Bachelard, y descubrí sus paisa- jes vividos, y también los de Edgar Allan Poe, Henri Bosco u otros grandes escri- tores. Espacios que no son los entregados a las medidas del geómetra, sino los luga- res vividos, nuestro espacio vital con el que, de acuerdo a las dialécticas de la vida, nos enraizamos y conforma nuestro “rin- cón en el mundo”, fuente de sentimientos y de sueños. Hubo un tiempo en que estudié con verdadera pasión esta tendencia geográ- fica humanística, una geografía antropo- céntrica, fundamentada en las corrientes filosóficas de la fenomenología y el exis- tencialismo, que ponen el acento en la La literatura constituye una valiosa fuente de información para la geografía humanística, una forma de entender las relaciones entre los hombres y sus pai- sajes en la que prevalecen los sentimientos, la empatía. La literatura de la memoria de los espacios rurales tradicionales, los libros de Julio Llamazares, entre los que destaca La lluvia amarilla, los de Luis Mateo Díez, los de John Berger, o los del propio Miguel Delibes, son obras en las que sus paisajes apa- recen como lugares vividos, sentidos; y también, en muchos casos, abandona- dos o incluso sepultados bajo las aguas de los pantanos. Son paisajes de la imaginación y de la memoria, de la literatura y de la vida. I Reflexiones IDEA3bis.p1-69 14/7/06 10:31 Página 33

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33IDEA-La Mancha

Territorios literarios y geografía humanística

FRANCISCO DE PAZ TANTE Asesor del Gabinete del Consejero de Educación y Ciencia

Geografía humanística y educaciónsentimentalA lo largo de los años, nuestra educaciónsentimental se va urdiendo con diferentespasiones, sin que nunca sepas bien si essólo el azar quien las va juntando, o se tra-ta de alguna pulsión interior que se empe-ña en hacerlas confluir. En mi caso, hace yamucho tiempo que confluyeron dos deesas pasiones: la geografía y la literatura.

Pero no hablo de esa geografía des-criptiva y memorística que aún atormen-ta y espanta a los alumnos en los institu-tos; y tampoco de la literatura de viajesque nos enseña paisajes lejanos o desco-nocidos. A la que me refiero es a una geo-grafía próxima e íntima, humanística, queutiliza la literatura como una de sus fuen-tes de información, como vehículo de ver-dades trascendentales, según decía la geó-grafa Aurora García Ballesteros, quien,junto al profesor Estébanez, me enseñaronen los años de Universidad que hay otra

forma del ver el mundo, los paisajes enque vivimos y con los que estamos engar-zados mediante emociones y sentimientosque conforman, aunque a veces no sea-mos conscientes de ello, aspectos funda-mentales de nuestra propia existencia.

Luego leí La poética del espacio, deGastón Bachelard, y descubrí sus paisa-jes vividos, y también los de Edgar AllanPoe, Henri Bosco u otros grandes escri-tores. Espacios que no son los entregadosa las medidas del geómetra, sino los luga-res vividos, nuestro espacio vital con elque, de acuerdo a las dialécticas de la vida,nos enraizamos y conforma nuestro “rin-cón en el mundo”, fuente de sentimientosy de sueños.

Hubo un tiempo en que estudié converdadera pasión esta tendencia geográ-fica humanística, una geografía antropo-céntrica, fundamentada en las corrientesfilosóficas de la fenomenología y el exis-tencialismo, que ponen el acento en la

La literatura constituye una valiosa fuente de información para la geografía

humanística, una forma de entender las relaciones entre los hombres y sus pai-

sajes en la que prevalecen los sentimientos, la empatía. La literatura de la

memoria de los espacios rurales tradicionales, los libros de Julio Llamazares,

entre los que destaca La lluvia amarilla, los de Luis Mateo Díez, los de John

Berger, o los del propio Miguel Delibes, son obras en las que sus paisajes apa-

recen como lugares vividos, sentidos; y también, en muchos casos, abandona-

dos o incluso sepultados bajo las aguas de los pantanos. Son paisajes de la

imaginación y de la memoria, de la literatura y de la vida.

I Reflexiones

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libertad y la subjetividad, huyendo de losintentos por establecer regularidades enlos comportamientos humanos. Una geo-grafía del mundo vivido, marcado siem-pre por el valor y la memoria, que nos lle-va a estudiar la Tierra como “el hogar delhombre”, y donde la literatura se consti-tuye en una valiosa fuente de informa-ción, según lo exponen Anne Buttimer,García Ballesteros, José Estébanez yHoracio Capel, entre otros. Y despuéstambién me apasioné por las obras de losescritores de la memoria del mundo ruraltradicional, las que hablan del éxodo delcampo y del abandono de los pueblos.Luego, las dos pasiones confluyeron. Paraentonces, además de intentar explorarnuevos caminos en la enseñanza, ya mehabía inventado mis primeros cuentos yme estaba acostumbrando a vivir con laobsesión de escribir.

Por eso uno de los primeros relatosque publiqué se titulaba Retratos del tiem-po amarillo, porque estaba inspirado enuna de las novelas de la memoria y de lamuerte de los pueblos más emocionantesy estremecedoras jamás escritas: La lluviaamarilla, de Julio Llamazares.

Literatura y memoriaLa lluvia amarilla es la novela más emble-mática de la literatura de los pueblosabandonados, una fuente inagotable parala geografía humanística, para sentir larabia, el dolor, los estragos de la soledady el silencio, en un mundo que se muere,como el de ese pueblo del Pirineo arago-nés, Ainielle, que desaparecerá definitiva-mente cuando deje de recordar su últimohabitante. Pero La lluvia amarilla es tam-bién una hermosa obra literaria que estre-

mece y emociona. Yo la leí durante uninvierno en un pueblo del norte dePalencia. Nunca se me olvidará la desola-ción que sentí sumergido por las nochesen las páginas de este libro tristísimo,mientras afuera se enredaba el vientoentre los álamos de la ribera del Carrión.Fue una conmoción parecida a la que mehabía producido algunos años antes, aun-que con un estilo más sobrio, desnudo yseco, la lectura de los cuentos de JuanRulfo; y similar, también, a la inmensadesolación que he sentido recientementeleyendo Los girasoles ciegos, de AlbertoMéndez. Son libros, en fin, que me hanmostrado uno de los aspectos de la lite-ratura que más me han interesado siem-pre —a mí, por cierto, que nada me inte-resan los misterios ni los enigmassagrados ni los códigos tan de moda últi-mamente en las librerías—: su capacidadpara conmover.

Julio Llamazares ha escrito también,con belleza y fuerza literaria, hermosaspáginas sobre otros paisajes, como los delas montañas de Luna de lobos; o los mine-ros de Olleros, el pueblo de Escenas de cinemudo; o los del Tras-os-Montes portugués;o incluso los de su pueblo natal, Vega-mián, ahora sumergido bajo el pantano dePorma, que —paradojas del destino—construyó el ingeniero y escritor JuanBenet, creador de los territorios literariosde Región. En su libro Retratos de bañista,Llamazares expresó las emociones quesintió ante la visión de las ruinas de suVegamián natal emergiendo de las aguaspor un desembalse del pantano:

“El viajero camina por el pueblocomo un sonámbulo. Va mirando lastapias de los huertos, los árboles podri-dos, los balcones de hierro enrojecidospor el óxido, la torre de la iglesiaderrumbada...”

Pero hay muchos más escritores que sehan lamentado por la desaparición de lospueblos y los paisajes rurales tradiciona-

A la que me refiero es a una geografía próxima eíntima, humanística, que utiliza la literatura como unade sus fuentes de información, como vehículo deverdades trascendentales

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les, quienes han escrito sobre esta ampu-tación paisajística y cultural. Y, entre ellos,está otro leonés —como Llamazares—,Luis Mateo Díez, que escribió La ruina delcielo y El espíritu del páramo, en el queaparecen por primera vez sus campos deCelama, donde también hay pueblosmuertos:

“lo más inolvidable de todo era verlas espadañas de las iglesias de los pue-blos inundados (...) como súplica resig-nada de lo que estaba sumergido.”

Llevo mucho tiempo interesado por loslibros y los escritores que han expresadosus emociones ante los paisajes ruralesengullidos por las aguas de los grandespantanos. Y, hurgando entre los estantes deuna librería de Zaragoza, descubrí un librotitulado Las otras lluvias, de José Luis Acín.

En sus páginas se recogen varios párrafosde otro libro anterior con el título de“Riaño vive”, y por ello pude leer algunosde los mejores textos que se han escritosobre el mundo que quedó sumergidobajo ese gran embalse de las montañas leo-nesas. Palabras llenas de sentimiento ypoesía, como las de José María Merino:

“Recogía en mi mirada todos loslugares que iban a desaparecer parasiempre: las aldeas, con sus caseríos y susespadañas, las sendas marcadas por elcaminar de sus hombres, las huertas ylos cultivos del afán cotidiano, laspequeñas vegas adornadas aquellos díaspor el oro del otoño”.

O palabras de tremenda tristeza, comolas de Antonio Gamoneda, o Juan PedroAparicio

El embalse de Riaño, que inundó el pueblo antiguo.

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“Luego, cuando la ruleta se detiene,nos queda un escozor caprichoso y cur-vo. Un escozor ya para siempre jamás,un escozor petrificado en pena.”

Y antes que Julio Llamazares, LuisMateo Díez o José María Merino, MiguelDelibes ya había escrito muchas páginassobre los pueblos tradicionales, sus gen-tes, sus vidas, y también sus muertes bajola lluvia amarilla de las hojas del otoño,como ocurre, en este último caso, con ladesaparición anunciada del pueblo de Eldisputado voto del Señor Cayo:

“No hay derecho murmuró. Y recos-tó la nuca en el respaldo del asiento.

¿A qué no hay derecho, macho?A esto dijo Victor, apuntando a los

últimos edificios del pueblo: A que haya-mos dejado morir una cultura sin moverun dedo.”

Se trata de esa cultura que conoce bienDaniel el Mochuelo, según se cuenta en ElCamino; o el Nini, el niño sabio de LasRatas; o Lorenzo, en Diario de un Cazador.

Otro de los paisajes literarios que máshuella me han dejado es el de Mágina, elpueblo de El jinete polaco, y que en reali-dad es la Úbeda natal de Antonio MuñozMolina. Cuando leí la historia de aqueladolescente que, además de estudiar elbachillerato, conocía bien el trabajo en lashuertas y en los olivos, y oía por las nochesen una de aquellas máquinas que enton-ces había en los bares a Jim Morrison can-tar Jinetes en la tormenta, mientras apren-día a beber y a fumar, y también a sentirla desazón de los primeros amores nocorrespondidos, yo no hacía nada más quepensar en mi propia adolescencia en unpueblo muy parecido al del protagonistade esta novela.

He pasado mucho tiempo buscandopor la literatura de la memoria, la de lospaisajes rurales tradicionales, la que hablade aquel éxodo de los años sesenta y seten-ta a Madrid, a Barcelona, a Zaragoza o aAlemania, que dejó los pueblos vacíos de

Vista actual de Ainielle (Huesca).

Se trata de un mundo que conoce bien Daniel elMochuelo, según se cuenta en El Camino; o el Nini, elniño sabio de Las Ratas; o Lorenzo, en Diario de unCazador.

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gente y, muchos de ellos, despojados defuturo, con la carcoma del abandonoinundando las casas ya vacías y desvenci-jadas, que se fueron llenando poco a pocode aleteos y de reptiles, ante el acechoimplacable de las ortigas y de las zarzas,ocupando de nuevo un espacio que enotros tiempos estuvo lleno de gentes y devida. Y esta búsqueda me llevó tambiénhasta John Berger, al lamento de este granescritor honesto y lúcido, a sus senti-mientos ante la muerte del campo y de lacultura de los campesinos en Europa, taly como lo narra en Puerca tierra:

“espero a la luna nueva para plan-tar los arbolitos porque quiero dar ejem-plo a mis hijos, si es que están interesa-dos en seguirlo, y, si no lo están, parademostrar a mi padre, y al padre de mipadre, que el conocimiento que ellos metrasmitieron todavía no ha sido aban-donado”.

En los territorios de los cuentos y lasnovelas que he escrito está la memoria demi vida en un pueblo, pero también todosestos territorios que he descubierto a tra-vés de la literatura, los de Ainielle, los deCelama, los de los pueblos sumergidosbajo el pantano de Riaño, o de Porma, ytambién los que están en la memoria deDelibes, y los de Mágina, e incluso los máslejanos de Comala, de Macondo o losinventados por Faulkner en su profundosur de Yoknapatawpha. Es una Geografíade la imaginación, de los espacios de lasvidas inventadas, noveladas; pero tan rea-les como las emociones y los sueños quebrotan de sus lecturas.

Con esos paisajes se fue conformandomi pasión por la geografía humanística,

de los sentimientos y de la empatía. Unaforma de conocimiento geográfico, deestudiar las relaciones entre los sereshumanos con sus lugares, que, en estostiempos de Reforma, por su gran valoreducativo y las posibilidades que ofreceel trabajo interdisciplinar entre los profe-sores de Geografía e Historia y los deLengua y Literatura, convendría conocery potenciar. Y con esos territorios tam-bién, por supuesto, se me fue conforma-do la pasión por la literatura.

ACIN, J.L. : Las otras lluvias, Zaragoza, IberCaja,1994

BACHELARD, G. : La poética del espacio, Méjico,FCE, 1965.

BERGER, J.: Puerca tierra, Madrid, Alfaguara,1965.

GARCIA BALLESTEROS, A.: Geografía y Huma-nismo, Barcelona, Oikos Tau, 1992

DELIBES, M.: El Camino, Barcelona, Destino, 1998Las ratas, Barcelona, Destino, 1997.El disputado voto del señor Cayo, Barcelona,

Destino, 1997Diario de un cazador, Barcelona, Destino, 1997ESTÉBANEZ, J.: Tendencias y problemática actual

de la Geografía, Madrid, Cincel, 1982LLAMAZARES, J. : La lluvia amarilla. Barcelona,

Seix Barral, 1988.Luna de lobos, Barcelona, Seix Barral, 1985Retrato de Bañista, Badajoz, Ed. Oeste, 1995Escenas de cine mudo, Barcelona, Seix Barral,1994

MATEO DÍEZ, L.: El espíritu del páramo, Madrid,Ollero y Ramos, 1996.La ruina del cielo, Madrid, Ollero y Ramos,1999.

MÉNDEZ, A.: Los girasoles ciegos, Anagrama,Barcelona, 2005

MUÑOZ MOLINA, A.: El jinete polaco, Barcelona,Planeta, 1991

Datos de interés

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