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Territorios andinos, alianzas matrimoniales y circulación de productos en el norte de Chachapoyas Jacques Malengreau La literatura antropológica nos entrega la visión de una sociedad andina mayoritariamente reducida a estructuras comunitarias relativamente aisladas y atemporales. Los trabajos de índole sociológica reflejan mejor la imagen de un mundo dependiente de estructuras coloniales y neo-coloniales, conside- rando al campesino indio en sus relaciones de clase en su doble calidad de do- minado y marginalizado. La mayoría de los estudios dan en los hechos poca importancia al contorno regional autóctono y a la dinámica histórica propia de las entidades socio-territoriales locales. Es preciso que ese entorno sea di- ferenciado del cuadro regional sub-estatal y que sea situado al respecto de es- te último. Son esos aspectos los que consideramos aquí, dejando provisoria- mente de lado los aspectos internos de las comunidades campesinas. Veremos en este artículo que, más allá de las estructuras comunitarias andinas propiamente tales, existe -o ha existido- a través de la historia de las comunidades campesinas de los Andes al norte de Chachapoyas un tipo de relaciones autóctonas de carácter regional .que evolucionan según las cir- cunstancias y gozan de una gran autonomía aldeana o comunal. Así, los habi- tantes de las comunidades mantienen lazos matrimoniales intercomunitarios y practican una forma de división del trabajo a nivel regional. Trataremos de ubicar la importancia verdadera de esta situación de intercambio. Igualmente, No. 1, Julio 1987 93

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Territorios andinos, alianzas matrimoniales y circulación de productos en el norte de Chachapoyas

Jacques Malengreau

La literatura antropológica nos entrega la visión de una sociedad andina mayoritariamente reducida a estructuras comunitarias relativamente aisladas y atemporales . Los trabajos de índole sociológica reflejan mejor la imagen de un mundo dependiente de estructuras coloniales y neo-coloniales, conside­rando al campesino indio en sus relaciones de clase en su doble calidad de do­minado y marginalizado. La mayoría de los estudios dan en los hechos poca importancia al contorno regional autóctono y a la dinámica histórica propia de las entidades socio-territoriales locales. Es preciso que ese entorno sea di­ferenciado del cuadro regional sub-estatal y que sea situado al respecto de es­te último. Son esos aspectos los que consideramos aquí, dejando provisoria­mente de lado los aspectos internos de las comunidades campesinas.

Veremos en este artículo que, más allá de las estructuras comunitarias andinas propiamente tales, existe -o ha existido- a través de la historia de las comunidades campesinas de los Andes al norte de Chachapoyas un tipo de relaciones autóctonas de carácter regional .que evolucionan según las cir­cunstancias y gozan de una gran autonomía aldeana o comunal. Así, los habi­tantes de las comunidades mantienen lazos matrimoniales intercomunitarios y practican una forma de división del trabajo a nivel regional. Trataremos de ubicar la importancia verdadera de esta situación de intercambio. Igualmente,

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nos preguntaremos cuál es el cuadro colonial de esas relaciones. Asimismo, analizaremos el desarrollo reciente de los mercados capitalistas que vienen a variar las relaciones autóctonas regionales . Veremos cómo el cuadro social colonial y después el republicano influencian las relaciones regionales y mo­difican o dan forma al entorno general de la comunidad.

Nuestro estudio abarca las relaciones regionales de diez comunidades campesinas (San Pablo, San Carlos , Cuispes, Shipasbamba, Pomacochas, Yambrasbamba , Corosha , Chisquilla , Jumbilla y Recta) de la actual provincia de Bongará del departamento de Amazonas (Perú). Se trata , evidentemente, de una división administrativa. Veremos que , si bien no constituye una región ni unificada ni cerrada, limita un lugar separado de relaciones solidarias en diferentes niveles. ·

Las mencionadas comunidades están limitadas al oeste por el curso del río Utcubamba, río caudaloso que separa las provincias de Bongará y Luya ; al este , por la cadena montañosa y forestal que domina el río Chiriaco o lma­za en su orilla oriental; al norte, por cerros altos y la selva amazónica y, al sur, por las tierras altas de la provincia de Chachapoyas. La población se con­sidera étnicamente diferente a la de las provincias andinas cercanas de Cha­chapoyas y Luya y, asimismo, de los "infieles", habitantes de la selva situa­da al norte y al este de la actual provincia de Bongará.

Cabe preguntarse de qué manera las fronteras geográficas, tales como el caudaloso río Utcubam ba o las montañas selváticas , y la diferenciación eco­lógica propia a la región contribuyen a dividir y limitar los espacios sociales de la región.

La región se caracteriza por lluvias abundantes la mayor parte del año y por estar cubierta por una abundante vegetación. Con un territorio muy acci­dentado , tiene zonas climáticas muy diferenciadas. La altura de las zonas habitadas y trabajadas oscila entre 1500 metros en el valle del Utcubamba y 2500 metros en el macizo que lo separa del río Chiriaco. La pampa y las sel­vas se reparten las alturas , a menudo de terrenos pantanosos y cubiertas de nubes prácticamente todo el año. Es la zona fría de "jalea". Allí hay cria­deros de corderos y bovinos y también se cultiva tubérculos. Al contrario, el fondo de los valles, la zona llamada "templada", es caluroso, deforestado y menos húmedo; tiene campos agrícolas más extensos, árboles frutales y pe­queños pastizales. Se cultivan plantas tropicales, especialmente la caña de azúcar, la yuca y los plátanos. La zona intermedia,de clima templado , es llamada quichua; está formada de altiplanos accidentados que dominan los valles y que están situados a los pies de acantilados de abruptas pendientes que terminan en la jalea. Es una zona de transición donde se cultivan esen­cialmente el maíz y los frijoles. Hay igualmente ganado en las tierras de bar­becho. La zona más habitada se encuentra actualmente en el límite de la templada y de la quichua.

La densidad demográfica de la provincia de Bongará, donde se encuen­tran situadas las comunidades estudiadas, es muy baja. El censo nacional de

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1981 da 14,414 por 4,335 kilómetros cuadrados, o sea 3.33 habitantes por kilómetro cuadrado. Cerca del 350/0 habita en centros poblados de las comu­nidades; 300/0, en Pedro Ruiz Gallo-Jazan, el nuevo centro urbano que se 11·a desarrollado en la encrucijada de la ruta de penetración a la selva y de la que se dirige hacia Chachapoyas, la capital departamental, y hacia el sur del departamento de Amazonas, y el 350/0 se encuentra repartido en el resto del territorio. Este sector de la población está en su mayoría integrado por inmi­grados recién llegados desde departamentos ve.cinos o de la costa y que se ins­talan en los valles al margen de las aldeas o a lo largo de la ruta que penetra en la Amazonía.

Las tierras de la jalea son ocupadas sólo por los representantes de algu­nas familias que residen en los poblados situados más abajo. En cuanto a los habitantes de los centros poblados de las comunidades, entre éstos hay igualmente un número indeterminado de inmigrantes provenientes de aldeas de la jalea de Chachapoyas.

Abordaremos los elementos intercomunitarios y regionales en términos de relaciones territoriales, •matrimoniales y económicas, y esto a través de una visión histórica desde el comienzo de la historia colonial hasta nuestros días, tomando en cuenta las posibilidades que nos ofrece una documentación incompleta y parcialmente explorada. El presente trabajo ha sido realizado partiendo mayormente de archivos comunales , municipales y parroquiales, y, en lo que se refiere al período actual, así como al período inmediatamente anterior a la penetración de la ruta en la región a comienzos de los años se­senta. en base a observaciones en el terreno ~-a testimonios orales.

l. ESTRUCTURAS Y TRANSFORMACIONES DEL ESPACIO TERRI­TORIAL A ESCALA REGIONAL

El estudio de los archivos comunales de la época colonial que se refieren a los procesos sobre tierras constituye la materia prima de este tema . La ob­servación directa en el terreno nos permite determinar las características geo­gráficas y la potencialidad económica de las tierras en litigio, así como ubicarlas socialmente.

Trataré de averiguar cómo las zonas residenciales, la ocupación del suelo y la delimitación de las unidades socio-territoriales se han ido modificando a partir de la conquista española, especialmente a partir de las nuevas exigen­cias de producción ligadas a la colonización y al desarrollo del mercado. Tra­taré igualmente de precisar los elementos de continuidad territorial de esas mismas unidades.

Los archivos locales, apoyados en esto por la tradición oral y corrobora­dos por los vestigios arqueológicos de la zona, dan cuenta de la concentración, impuesta por los españoles, de la población en "reducciones". Esta población habitaba anteriormente dispersa en las partes altas del territorio; es decir , en la "jalea". Las reducciones también fueron instaladas en la "jalea" y constitu-

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yeron un dispositivo esencial de control colonial de la población autóctona . Pero, a fines del siglo XVIII, ninguna aldea se encontraba ya en la ubicación que le había sido impuesta por la, política colonial de reducciones de fines del siglo XVI. La documentación colonial y la observación contemporánea testimonian , por otra parte, la permanencia de residencias secundarias en zo­nas de explotación complementaria , paralelamente a la existencia de núcleos de concentración campesina. Ellas prueban igualmente la asociación continua de cada uno de los conjuntos aldeanos con tierras determinadas y esto inde­pendientemente de los movimientos residenciales.

El desplazamiento de los centros poblados a partir de las reducciones se realiza desde las zonas altas y frías a las zonas bajas templadas o cálidas, a lo largo de todo el siglo XVIII. Este movimiento constituye la culminación de continuos juicios por la tenencia de las tierras bajas entre las comunidades y los propietarios españoles( l ).

La introducción por los españoles de ganado vacuno , caballos y mulas en las tierras bajas que ellos ocupan desde inicios de la época colonial y la amenaza que constituye este ganado para los cocales y algodonales de lasco­munidades autóctonas constituyen los primeros motivos de conflictos terri­toriales entre las comunidades y los colonos españoles. Tales conflictos son agudizados por la importancia comercial creciente de plantas nuevas como la caña de azúcar y , más tarde , el tabaco, introducidas por los españoles en las tierras bajas. El desarrollo durante el siglo XX del cultivo de café y de diver­sas frutas tropicales creará a continuación nuevas contradicciones en los sec­tores inferiores del territorio.

A estas plantas comerciales se agregan , también en las tierras templadas , productos de consumo local que han adquirido importancia en el transcurso de la Colonia, como la yuca y el plátano. En cuanto a las tierras de "qui­chua" y de "jalea", ellas no van a constituir un motivo de conflicto entre. in­dígenas y españoles, pues quedan en manos de las comunidades. Dichas tie­rras conocerán , sin embargo, nuevas actividades en el cuadro de la economía colonial. Así, el cultivo del maíz adquiere nuevas proporciones(2) en las tie­rras de "quichua", donde aparecen igualmente los frijoles y el trigo, que se agregan al maíz y al camote , que eran cultivos pre-hispánicos de esta zona climática. Además , la cría de ganado y de corderos es introducida en la "jal­ea" , mientras se desarrolla el cultivo de habas y más tarde de arvejas junto con antiguos cultivos pre-hispánicos como la papa, la oca y el olluco.

Asistimos así a la modificación de una economía fundada en su origen exclusivamente en la producción de bienes de consumo o rituales de uso lo­cal o regional. Tal modificación es una consecuencia de la imposición colo­nial de los "repartimientos" o ventas forzadas de productos manufacturados. Es también provocada por las exigencias de un tributo pagado en productos nuevos o en moneda y por las nuevas demandas del consumo urbano y el comercio colonial.

En este contexto, las comunidades se ven obligadas a dar un sitio nuevo

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en sus ciclos agrícolas tradicionales a las plantas que tienen un valor comer­cial o tributario y, en consecuencia , deben acondicionar su territorio . Sin em­bargo, las estructuras de subsistencia ligadas principalmente al orden comu­nal no desaparecen, sino que se desarrollan articuladas a las obligaciones tri­butarias del régimen colonial, en tanto que se diversifica o se altera su gama de productos. La subsistencia en sí misma juega un nuevo rol en las econo­mías colonial y post-colonial , asegurando la reproducción social de proveedo­res de excedentes diversos .

Como las actividades agropecuarias nuevas introducidas por la economía colonial se concentran sobre todo en las zonas bajas tropicales, éstas van a ser sometidas, tanto en la época colonial como después, a una explotación más intensiva de plantas de carácter permanente. La importancia económica de la "jalea" se mantiene más que nada en el plano de la subsistencia; la explota­ción de esta zona conserva un carácter muy extensivo: pastizales comunales y siembras de estación y rotativas. Las zonas intermedias, llamadas "qui­chua", permanecen como los sitios de cultivos intensivos y permanentes de subsistencia; allí se encuentran igualmente los cercados para el ganado y los caballos. El lugar principal de los conflictos de tierras se encuentra de hecho en los valles cálidos, donde se enfrentan comunidades y propietarios. Este an­tagonismo es el resultado contradictorio de las prácticas económicas colonia­les, las que al mismo tiempo que aseguraban la ocupación española de esas tierras, también obligaban a las comunidades a producir, para pagar el tribu­to , plantas nuevas que no podían desarrollarse sino en esa zona climática(3 ).

La repetición de juicios, del siglo XVII al XVIII, que termina siempre con la reafirmación del derecho de las comunidades sobre una gran parte de esas tierras, parece indicar que la confirmación de esos derechos no encuen­tra aplicación en la práctica, lo que traduce perfectamente la ambigüedad de la situación. Esta ambigüedad se une a los conflictos de intereses que oponen las exigencias tributarias de la Corona española a los proyectos económicos de los propietarios españoles; tales conflictos alcanzarán su apogeo durante la guerra de la Independencia( 4 ).

La incorporación de zonas calientes en un conjunto territorial escalona­do perteneciente a una misma comunidad sirve, pues, al sistema económico oficial de la Corona. Corresponde, igualmente, a un modelo territorial pre­hispánico ampliamente difundido en los Andes meridionales y ligado a es­tructuras complejas y centralizadas, pero escasamente desarrollado en los Andes septentrionales(5), al sur de los cuales debemos ubicar la región que nos interesa. La explotación de nuevos recursos en relación con las exigencias coloniales parece haber desarrollado el sistema comunal de escalonar la pro­ducción a diferentes alturas. Pero cabe preguntarse si la explotación combi­nada por una comunidad de sectores ecológicos diferentes existía en la época pre-hispánica en la región que nos interesa. Más exa.ctamente , ¿a las activida­des de la comunidad en las zonas altas y frías se. sumaban las actividades de las zonas más bajas y más calurosas?

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Los testimonios y actas de posesión periódicas del siglo XVI prueban la ocupación española de tierras calientes con el acuerdo explícito de los caci­ques y sus comunidades. Estas tierras son mencionadas como propiedad de los caciques, pero son consideradas inútiles desde siempre por ser "tierras ba­jas calientes", mientras los "indios serranos" tienen sus aldeas lejos de los sectores en cuestión . Paralelamente, a fines del siglo XVI, caciques y comuni­dades piden y obtienen el reconocimiento de sus derechos sobre ciertas tie­rras calientes que declaran poseer y que dedican al cultivo de coca , camote y maíz . Parece claro , en consecuencia, que una parte de las tierras bajas esta­ban ocupadas y cultivadas por las comunidades, por lo menos a fines del siglo XVI. No pasaba lo mismo con otras tierras bajas(6). Pero, en todo caso, las unas y las otras son consideradas.por los autóctonos de su propiedad o, espe­cialmente de propiedad de sus caciques.

Si existen acuerdos de ocupación entre indígenas y españoles, éstos pa­recen basarse en las nociones opuestas del derecho escrito español y el dere­cho consuetudinario autóctono, cuya contradicción no es percibida por las partes al momento del acuerdo. Efectivamente, los españoles locales reciben en un comienzo jurisdicción no sobre las tierras, sino sobre la población de un perímetro determinado, constituyendo este conjunto la "encomienda", administrada por el encomendero. A fines del siglo XVI, en la región que nos ocupa, la Corona española det_~rmi_na al interior de la encomienda los dere­chos privados y exclusivos sobre la tierra en favor del encomendero o cual­quier otro español. Los derechos son establecidos formalmente según las re­glas hispánicas impuestas, de "acuerdo" con los caciques locales y después de una encuesta destinada a establecer jurídicamente que las poblaciones autóc­tonas no ocupaban efectivamente esas partes del territorio.

Paralelamente, en 1595 una parte de estas tierras son confirmadas por el juez de venta y composición de tierras como en posesión de comunidades como la de Corobam ba , ubicada en lo alto del macizo oriental del Utcubam­ba. Los documentos que testimonian acerca de conflictos en otras aldeas en­tre propietarios españoles y comunidades indígenas por los daños causados por el ganado de los primeros en tierras de las segundas, permiten pensar que otras comunidades autóctonas ocupaban también tierras cálidas, al menos a fines del siglo XVI. Las comunidades autóctonas parecen reconocer, en los hechos, a los españoles un derecho de uso sobre las porciones del territorio que ellas no explotan , pero que , al igual que las otras porciones cultivadas, consideran de su dominio. Por eso, los autóctonos y sus defensores jurídicos alegarán en los siglos XVII y XVIII que los acuerdos establecidos en el siglo XVI carecen de valor porque se basan en el abuso de la buena fe de las comu­nidades autóctonas. Los jefes autóctonos o caciques declaran en la misma ocasión que sus antepasados cultivaban las tierras disputadas para establecer lo que parece ser una reivindicación territorial antes que económica, pero li­gada a una coyuntura económica particular.

El malentendimiento sale a la luz cuando el tributo y el comercio colo-

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nial dan un carácter estratégico nuevo a los valles bajos . En esta época , los campesinos autóctonos extienden sus cultivos tropicales, poco desarrollados antes, en las tierras bajas , considerando que habían dado un derecho de uso no exclusivo a los propietarios españoles durante el siglo XVI. Así , en esta situación los derechos ancestrales de los indígenas contradicen los títulos ju­rídicos coloniales. Al mismo tiempo, el ganado de los propietarios, encerrado en un espacio reducido por la extensión de tierras de cultivo, invade tierras que no han cesado de ser atribuidas a los indígenas. Los tribunales de la Coro­na limitan estrictamente los derechos de las "haciendas" o propiedades espa­ñolas y confirman el derecho de los indígenas sobre numerosas tierras cáli­das. Sin embargo, es sólo a fines del siglo XVIII que esos derechos serán reco­nocidos por los propietarios. Mientras tanto , algunas tierras que no están en disputa son compradas por las comunidades cuando se desplazan sus núcleos residenciales. Todo esto es posible, sin duda , como una consecuencia del de­terioro del comercio internacional colonial de España. Tal situación pone a la comunidad en mejores condiciones para pagar un tributo que le hace más fal­ta ahora a la Corona española.

Las comunidades recuperan , pues, a fines del siglo XVIII , y los conser­van en su mayor parte hasta 1960, los territorios que les pertenecían al mo­mento de la conquista . Se trata, para cada comunidad, de territorios vertica­les ubicados en distintos niveles ecológicos complementarios, cuya importan­cia respectiva evoluciona paralelamente en cada una de las comunidades a lo lárgo de la historia. Esta configuración territorial y su evolución favorecen la independencia de cada una de las comunidades. Pero la proporción de tierras de los diferentes pisos ecológicos no es la misma en todas las comunidades, al menos en la configuración territorial actual. Se dan , en consecuencia, despla­zamientos de personas y productos entre las comunidades, las mismas que, por otra parte, buscan mantener cierto grado de complementariedad interna.

La división territorial de las comunidades o parcialidades parece testi­moniar, además, una gran estabilidad y esto desde la conquista y, quizás , des­de el período prehispánico. Los archivos comunales que tratan juicios sobre tierras indican , efectivamente, que cada comunidad reivindica de los propie­tarios, y esto de manera repetida, partes específicas e invariables del territo­rio. Así, al interior mismo de Corobamba, reducción de antiguas aldeas dis­persas, las parcialidades tienen sus propias reivindicaciones; después de los juicios, cada una por su cuenta recupera las tierras disputadas ; así, cuando los habitantes de Corobamba trasladan sus residencias a zonas más bajas a fines del siglo XVIII, dos aldeas nuevas se forman: San Carlos y San Pablo, que co­rresponden cada una de ellas, por lo menos en parte, a parcialidades distintas agrupadas por los españoles en Corobamba; cada una de esas parcialidades .re­cupera entonces tierras específicas.

Igualmente , según la tradición oral , la antigua reducción de Tiapollo se desplaza hacia abajo dispersándose para formar finalmente las aldeas de Po­macochas y de Shipasbamba. Pero , en este caso, no hemos podido establecer

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correspondencia con antiguas parcialidades, dado que hay vacíos de informa­ción. En lo que se refiere a las comunidades del valle del Chiriaco, parece ser, de acuerdo a los documentos, que el conjunto de habitantes de cada antigua reducción volvió a establecerse en un solo sector residencial. Las reivindica­ciones y las ocupaciones territoriales son, pues, paralelas. En resumen, al pa­recer, no existe territorio común a distintas comunidades.

El conflicto de las tierras bajas enfrenta a los propietarios españoles in­dividuales con unidades comunales separadas y, aparentemente, sin ninguna estructura supracomunitaria que comprenda áreas territoriales comunes o centralizadas( 7 ).

Las principal1ys autoridades autóctonas mencionadas en los archivos es­tudiados son los caciques ; ellos tienen un rol fundamental en el acceso de sus conciudadanos a las tierras bajas y en la representación de las comunidades ante los españoles en los litigios de tierra . Las tierras materia de los procesos o de reivindicaciones son llamadas " tierras del cacique y de su comunidad" : una misma parcela puede ser considerada de un "principal", de "un cacique principal" o "de la comunidad" , según los documentos. Todo esto permite suponer que las tierras son poseídas por la autoridad autóctona en nombre de su comunidad. El carácter ritual de las plantas cultivadas en esas tierras, especialmente la hoja de coca, y el hecho que ésta no pueda ser cultivada en los otros pisos ecológicos, _no hacen sino confirmar la idea del carácter colec­tivo y centralizador de las tierras· cálldas al interior de cada comunidad. Inclu­so actualmente , los productos tropicales no comerciales, aunque recientes, ocupan un lugar preponderante en el material simbólico de las fiestas de cada uno de los pueblos de la región.

En los juicios que los enfrentan a las comunidades indígenas a causa de las tierras bajas. los propietarios españoles consideran o fingen considerar que están en conflicto con algunos ocupantes privilegiados , los caciques. Los pro­pietarios niegan, contra toda evidencia, el rol jugado por esas tierras en los gastos colectivos, primero en relación a los actos rituales, más tarde para el pago del tributo comunitario; este pago será efectuado por los caciques a nombre de sus súbditos por medio de las nuevas producciones desarrolladas en las tierras de cultivo de coca.

Los territorios comunitarios están, entonces, formados por conjuntos sémejantes de complementariedad interna. Las tierras de los valles constitu­yen , desde fines del siglo XVI y hasta la mitad del siglo XX, no solamente una parte integrante de esos territorios, sino áreas colectivas pertenecientes a las familias componentes de cada comunidad; esas áreas juegan un rol esen­cial tanto de integración local como de articulación al mundo exterior, pri­mero colonial y luego republicano, y ello por intermedio de los caciques locales.

Los tribunales españoles reconocerán efectivamente los derechos de las comunidades sobre esas tierras cálidas en perjuicio de los propietarios espa­ñoles y mestizos locales, pero asegurando de esta manera la base material del

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pago de los tributos. El reconocimiento por la justicia y la Corona del domi­nio de las comunidades sobre una parte importante de sus antiguas posesio­nes territoriales va ligado con una responsabilidad más grande de esas colecti­vidades no sólo en su reproducción social, sino también en la provisión de un excedente tributario exigido por la economía colonial. En otros términos , apoderándose de las tierras cálidas de las comunidades, los españoles subordi­nan el poder autóctono que se apoyaba ritualmente en ellas . Restituyéndolas después y responsabilizando a las comunidades de convertirlas en la base ma­terial para el pago del tributo , hacen de las comunidades las gestoras de su propia dependencia.

Los juicios de tierras a que se refieren los archivos coloniales dan cuenta de las relaciones territoriales entre comunidades de la región y los propieta­rios españoles. Nos informan a grandes rasgos de la configuración territorial compleja propia de cada comunidad, en la que las tierras reivindicadas y po­seídas por cada una aseguran una complementariedad interna muy desarro­llada. Pero las fuentes escritas de la época no nos informan mucho acerca de las relaciones territoriales intercomunales. La reivindicación constante de cada comunidad de territorios precisos y diferentes parece indicar un acuer­do entre comunidades vecinas en cuanto a los límites de sus respectivos terri­torios. Los procesos coloniales son principalmente entre las comunidades y los propietarios españoles , no entre ellas.

Las escasas informaciones demográficas que poseemos acerca de este pe­ríodo dan cuenta , por otra parte , de una baja densidad de población autócto­na , sobre todo , si nos fiamos de antiguos documentos de la región , después de una disminución importante de la pobfadón a comienzos del período co­lonial(8 ). Los propietarios españoles toman esta disminución como un pre­texto para reivindicar las tierras cálidas. Las comunidades locales solicitan en el siglo XVIII un reajuste del tributo comunitario tomando en cuenta esa dis­minución de la población y la presencia en cada una de las comunidades de cierto número de indios libres que son oriundos de otros pueblos y no pagan tributo.

Por otro lado , las nuevas exigencias tributarias, combinadas con la com­posición compleja y ecológicamente vertical de cada territorio reivindicado por las distintas comunidades , agudizan los conflictos con los propietarios que se instalan en una gran parte de una zona ecológica particular y comple­mentaria del resto del conjunto territorial comunal. Al contrario, las fronte­ras intercomunales no separan pisos ecológicos diferentes, sino que los agru­pan; los eventuales desplazamientos fronterizos afectan sólo a parcelas de tie­rra de una zona ecológica y no a la zona misma ni tampoco a la complemen­tariedad interna de la comunidad. La estructura ecológica del territorio no facilita, pues, las disputas entre comunidades, lo cual no significa que éstas sean inexistentes.

La alta potencialidad de autonomía de las comunidades que implica esta configuración territorial no excluye distintas relaciones intercomunales , tales

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como alianzas matrimoniales , de cooperación en las comunicaciones o de ce­lebraciones rituales comunes; se da incluso el intercambio de diversos pro­ductos, especializados o no. En realidad , el paralelismo de los territorios co­munales no ha impedido el desarrollo de una relativa especialización agrope­cuaria y artesanal entre las comunidades y de relaciones sociales y rituales so­lidarias entre ellas .

Los documentos del siglo XIX dan cuenta de litigios de fronteras entre las comunidades. Seguramente esto se explica por un posible aumento de la población en el siglo XIX y por la intensificación del control territorial pro­veniente de la experiencia ganada por las comunidades con los "hacendados". Pero , sobre todo. como lo veremos más adelante , esta situación está ligada con la creciente dependencia de cada comunidad con respecto a la adminis­tración central y al mercado, y con las exigencias comunales de movilización de sus miembros . Como consecuencia. los lazos de solidaridad regional autóc­tona se debilitan a partir del siglo XVIII.

Si cada comunidad ocupa el mismo territorio desde la época colonial, después de 1960, con la apertura de la región al tráfico de carretera, el con­trol comunal sobre las tierras situadas al borde de la ruta en el piso inferior de sus territorios es de nuevo amenazado, como lo fue en el siglo XVI. Nu­merosos colonos del exterior. no españoles, sino criollos y andinos , se insta­lan en este piso inferior, negociando la compra de las tierras con las familias que las ocupan, desviando así ésas tierras de su vocación comunitaria. La co­munidad se ve , pues, amputada de tierras que constituían una parte esencial de su verticalidad territorial. Sus miembros compensan como pueden ese de­sequilibrio territorial acentuando la diversificación de la producción en los niveles de altura media .

2. UNIDADES SOCIO-TERRITORIALES, DESCENDENCIA Y RELA­CIONES MATRIMONIALES

La región estudiada comprende actualmente "diez comunidades campe­sinas" ex comunidades indígenas , ligadas cada una de ellas a un territorio de­terminado . La adscripción actual a una de esas comunidades es exclusiva. El acceso al territorio y sus recursos es proporcional a la participación en los gastos colectivos de la comunidad. El beneficio de servicios diversos y de pro­ductos elaborados, está en función de los lazos de parentesco reales o ficti­cios. Veremos que parentesco y comunidad están estrechamente ligados, pero que la alianza va, a menudo, más allá del cuadro de la comunidad, ampliando el universo social y ritual de sus miembros .

Las entidades socio-territoriales mencionadas en los archivos coloniales más antiguos relacionados con los procesos con los propietarios españoles son sea "comunas de indios del pueblo de" , sea "parcialidades reducidas en el pueblo de" (solamente " parcialidad" o "ayllu" antes de 1570). En Corobam­ba. hasta el siglo XVIII , las "parcialidades" forman parte del pueblo. A pesar

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de ser agrupadas en "reducciones" durante el siglo XVI, esas "parcialidades" constituyen después "pueblos", separados de acuerdo a la antigua división para formar las aldeas de San Carlos y de San Pablo . Las aldeas de Yambras­bamba, Pomacochas y Shipasbamba se han formado quizás de una manera semejante. Las otras entidades son todas "pueblos" o "comunidades de indios del pueblo de", todas "reducciones" coloniales de antiguos caseríos o "parcialidades" que no han podido ser determinadas y que parecen haber sido definitivamente constituidas en sus nuevas entidades en el siglo XVIII. Al menos, para ciertas comunidades, lo hemos visto , se constata a lo largo de la historia colonial y republicana una continuidad en la división social de lo que constituye hoy día la comunidad; así, repetimos que la división de algu­nas comunidades muy bien podría corresponder a antiguas divisiones en "parcialidades", como el caso de Corobamba.

Conviene entonces preguntarse cuál es el lazo existente entre la descen­dencia y la residencia en el territorio de una determinada comunidad a lo lar­go de su historia. Un estudio de la configuración regional de matrimonios a través de los archivos parroquiales (de los siglos XVIII y XIX) y civiles (del siglo XX), y especialmente de los registros de matrimonio , de bautizos y de nacimientos, demuestra el papel importante que juegan las relaciones de pa­rentesco en general para mantener la integridad de conjuntos sociales deter­minados y para la distribución de los recursos regionales entre ellos. Veremos que estos conjuntos no se confunden necesariamente con lo que constituye en el siglo XX la comunidad campe sin a cerrada.

Puedo explicar a largos rasgos la configuración geográfica de las alianzas y de la residencia matrimonial durante los períodos colonial y republicano. Desgraciadamente, no puedo precisar el contenido de los derechos y obliga­ciones ligados a las alianzas matrimoniales, particularmente en lo que se refie­re al acceso a la tierra y a la mano de obra, y eso hasta una época reciente ; es decir, hasta el período que precede inmediatamente la inauguración de la carretera a principios de los años sesenta de nuestro siglo.

He estudiado la relación entre apellidos y pueblos, así como el origen de los cónyuges y la residencia de las parejas en los pueblos que forman las diez comunidades actuales de la provincia de Bongará a partir del siglo XVIII y hasta la segunda mitad del siglo XX. Los resultados de este análisis son desa­rrollados a continuación.

Conviene antes que nada relacionar los apellidos con los pueblos ante­riormente mencionados. Los apellidos son patronímicos, o sea transmitidos por la línea masculina de padres a hijos, las mujeres tienen el apellido de sus padres y transmiten el de sus esposos. No discutiremos aquí el origen proba­blemente colonial de este modo de sucesión. La mayoría de los apellidos tie­nen consonancias autóctonas. Tampoco podemos extendernos sobre el ori­gen lingüístico, en parte de origen quechua y en parte de origen desconocido, ni sobre la procedencia real de apellidos de tipo espaflol o quechua.

Una primera constatación se impone : una neta tendencia en el siglo

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XVIH de agrupación de patronímicos por pueblo, tanto en las áreas estudia­das como en las áreas vecinas (Chachapoyas y Luya) sobre las cuales tenemos referencias. Y si algunos apellidos aparecen en muchas aldeas, se trata a me­nudo de apellidos españoles. Hay que mencionar también un gran número de apellidos aislados que no aparecen sino en una o dos aldeas. Esto parece indi­car cierto movimiento de inmigración en la región a partir por lo menos del siglo XVIII. Puede establecerse en todo caso, y por lo menos hasta el siglo XIX, una relación aproximativa entre apellidos característicos y pueblos de­terminados ; esta relación es precisada con las informaciones de que dispone­mos sobre el origen de cada uno de los cónyuges de ciertas parejas y también sobre el origen de los respectivos padres. Es posible, sobre esta base, determi­nar la configuración general de los matrimonios en la región. Ella se traduce en porcentajes · específicos de endogamia-exogamia aldeana o sectorial. La relación de los lugares de bautizo , probablemente sitio de residencia de los padres, con el origen de estos últimos permite, igualmente , precisar las ten­dencias residenciales de los matrimonios exogámicos. Tales tendencias expli­can tanto la orientación virilocal o uxorilocal como la orientación geográfica de las alianzas .

Los informes matrimoniales del siglo XVIII nos permiten definir dos áreas matrimoniales y también una cadena de alianzas preferenciales entre va­rios pueblos.

Cada una de las dos áreas .matrimoniales o endogámicas agrupa dos co­munidades igualmente endogámicas, pero en diversos grados. El término "endogámico" es empleado aquí para designar conjuntos en los cuales la ma­yoría de las parejas inscritas está integrada por cónyuges provenientes de este mismo conjunto. Lamentablemente , carecemos de datos acerca de las parejas no inscritas tanto para los siglos XVIII como para los siguientes. En conse­cuencia, resulta necesario aceptar cierta distorsión del universo analizado. Considerando el universo demográfico , la sub-representación de las parejas no tiene que ser muy importante. El grndo particularmente alto de endoga­mia en Corobamba se explica , sin duda, por el hecho de que existen en su in­terior tres parcialidades. Los casos de endogamia comprenden a la vez las alianzas endogámicas de cada una de las parcialidades y los matrimonios exo­gámicos entre esas tres parcialidades, sobre los cuales no hay datos específi-cos.

Los pueblos del valle del Chiriaco medio son principalmente exogámi­cos, mantienen lazos matrimoniales en cadena que los ligan entre ellos y a lo largo del valle del Chiriaco, con Yambrasbamba más abajo en el valle y con los pueblos de la parte alta del valle . Estas relaciones se articulan sobre la uni­dad fundamentalmente endogámica formada por Pomacochas y Yambras­bamba y, en menor grado , al final de la cadena, sobre Tiapollo, esencialmen­te exogámico. Al otro extremo de la cadena, en lo alto del valle del Chiriaco, se encuentran varios pueblos que posiblemente forman entre ellos un área matrimonial común y sobre la cual ha)' pocos datos del siglo XVIII que pue-

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dan ser analizados actualmente. El área matrimonial constituida por las entidades aldeanas de Coro bam­

ba y Cuispes aparece más replegada sobre sí misma. Efectivamente, no man­tiene prácticamente ninguna relación matrin:ionial con otras aldeas de la re­gión.

Ningún área endogámica de la región mantiene en el siglo XVIII alian­zas concentradas sobre un sector exterior a la región correspondiente a la actual provincia de Bongará y al valle alto del Chiriaco. Entre las comunida­des, sólo Tiapollo concentra una parte importante de sus alianzas exteriores a la región en un solo lugar, Chachapoyas, capital de la provincia en esa épo­ca. Esas alianzas traducían en los hechos una fuerte implantación española en Tiapollo , donde el relieve menos accidentado del valle se prestaba mejor a los cultivos comerciales.

La ubicación de la residencia de la pareja exogámica después del matri­monio no seguía, al parecer, en el siglo XVIII una regla precisa; se constata, sin embargo, una ligera tendencia virilocal en la región, con un predominio virilocal marcado en Pomacochas y una ligera tendencia uxorilocal en Coro­bamba. Estas características pueden depender de las capacidades económicas de las tierras en cada localidad. Debe considerarse que durante el siglo XVIII, tal como ocurre en el siglo XX, el hombre es el principal responsable de la actividad agropecuaria y que se desplaza de acuerdo a las posibilidades de las tierras; en este contexto, Cor.obamba, que dispone comparativamente de grandes extensiones de tierras en cada uno de los distintos sectores ecológi­cos de la región, atrae de hecho a cierto número de inmigrantes masculinos de pueblos vecinos y, en particular, de Cuisp-és.

Parece claro, entonces, que en el siglo XVIII ni la endogamia, muy lejos de estar generalizada a nivel de la comunidad o siquiera a nivel del conjunto regional de las comunidades, ni la viri- o uxorilocalidad, poco desarrolladas, pueden garantizar el acceso a ciertos sectores de tierras en función de la filia­ción. En consecuencia, es necesario buscar en otra parte los principios de es­tructuración de la tierra, en particular en los mecanismos de la comunidad y de las alianzas. Estos últimos permiten el desplazamiento individual por alian­za de una comunidad a otra, mientras que los mecanismos comunitarios po­nen condiciones a esos desplazamientos para defender la integridad territo­rial, bastante estable en lo que se refiere a los límites entre las comunidades, como ya lo hemos visto.

El nivel al cual se establece la endogamia, así como la orientación geo­gráfica de las alianzas exogámicas, permiten constatar que en el siglo XVIII las comunidades, lejos de constituir conjuntos cerrados, bien se insertan en conjuntos endogámicos superiores, de los cuales constituyen las mitades, en relaciones de reciprocidad, o bien establecen una cadena de alianzas matri­moniales. Veremos más adelante el significado económico y ecológico de es­tas relaciones. Sin embargo, puede subrayarse desde ya que los conjuntos ma­trimoniales, tanto binarios y recíprocos como múltiples y en forma de cade-

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na. corresponden cada uno a un sector que agrupa en su seno todas las posi­bilidades ecológicas de la región, y ello a una escala de explotación que supe­ra largamente el cuadro de las comunidades.

En el siglo XIX se asiste a una ruptura de las áreas matrimoniales bi-co­munales del siglo XVIII. Además, ya hemos visto que la comunidad de Coro­bamba ha estallado ya en dos comunidades a fines del siglo XVIII: esas dos entidades, San Carlos y San Pablo, forman un área endogámica más reducida que la que incluía, en el siglo XVIII, a Corobamba y Cuispes. Por otra parte, las relaciones matrimoniales en cadena a lo largo del valle del Chiriaco se re­ducen, salvo en la parte inferior del valle, entre Chisquilla y Yambrasbamba , habiendo sido este último pueblo excluido de su antigua área bi-comunal. El aumento aparente de las relaciones exogámicas entre las aldeas del alto Chi­riaco y del Chiriaco medio explican en realidad un desplazamiento de lapo­blación del alto Chiriaco hacia el Chiriaco medio; las estadísticas que posee­mos referentes al siglo XIX y que conciernen a todo el valle muestran en efecto que un número importante de matrimonios entre los dos sectores del valle ocurren en las aldeas del Chiriaco medio, pero no en las aldeas del alto Chiriaco . Se observa el desarrollo de una relación asimétrica semejante entre el alto Chiriaco y San Carlos, constituyendo este último pueblo el punto de inmigración por alianzas.

La endogamia aldeana tie11_de en promedio y en la mayoría de los pue­blos a reforzarse durante los siglos XVIII y XIX. Esto se manifiesta especial­mente en el valle del Chiriaco, así como también en la vertiente oriental del Utcubamba en Tiapollo, convertido en Shipasbamba, y en Cuispes. Por el contrario , en Pomacochas y en los pueblos provenientes de Corobamba, se asiste a una sensible disminución de la endogamia aldeana, también la más elevada en el siglo XVIII. En cuanto a la relación entre virilocalidad y uxorilo­calidad , ella no conoce una evolución de importancia en el siglo XIX, sino un ligero aumento de la uxorilocalidad y , en consecuencia, un ligero re­equilibrio entre los matrimonios virilocales y los matrimonios uxorilocales. Las tendencias viri-uxorilocales parecen no corresponder en los hechos a exi­gencias culturales específicas.

Los registros civiles de la primera mitad del siglo XX muestran que el aislamiento matrimonial de las comunidades aldeanas en la actual provincia de Bongará se refuerza . Por otra parte, los casos de exogamia aldeana no in­dican ninguna alianza privilegiada entre ninguna de las aldeas de la provincia. El eje central del río Chiriaco ha desaparecido , tanto en lo que se refiere a los intercambios entre las aldeas del Chiriaco medio y Yambrasbamba como en lo que se refiere a los desplazamientos.de numerosas personas originarias del alto Chiriaco. No obstante , se observa ahora un cierto desplazamiento de cón­yuges desde Chisquilla hacia Jumbilla, estando situadas las dos aldeas en el valle medio del Chiriaco , y de Jumbilla hacia Cuispes, aldea esta última situa­da en las vertientes orientales del río Utcubamba. Algunos habitantes de la provincia vecina de Luya, ubicada al oeste del río Utcubamba, emigran tam-

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bién para jr a casarse en su orilla este, y especialmente en San Carlos. Las alianzas exogámicas del siglo XX hasta 1960 traducen movimientos

migratorios nuevos unidireccionales. Durante el siglo XVIII, y en cierto mo­do en el siglo XIX, las alianzas intercomunales se inscribían en un movimien­to recíproco, con excepción quizás de las relaciones entre el alto y el medio Chiriaco, esto aparentemente ligado desde ya a una cierta emigración desde lo alto hacia lo bajo. Las comunidades que reciben a los cónyuges disponen de las más grandes extensiones de tierras calientes , más propicias para los cul­tivos comerciales; las comunidades de las que parten los cónyuges son, sobre todo, de tierras frías y sufrían probablemente ya entonces , como es el caso después de 1960, presiones demográficas más fuertes que las comunidades de la provincia de Bongará. Los parientes que viven separados en distintas comu­nidades se ofrecen regalos y mantienen así una estrategia de acceso familiar a zonas ecológicamente complementarias, teniendo su origen este movimiento en las comunidades con niveles ecológicos más altos, pero estas relaciones económicas se producen entre aldeas más alejadas, mientras se asiste a una neta declinación de relaciones matrimoniales entre las aldeas cercanas desde el siglo XVIII.

El desarrollo de la uxorilocalidad y de movimientos unidireccionales de la población parece indicar una inmigración sobre todo masculina en direc­ción de las tierras cálidas. Esto produce un cierto desequilibrio en las pobla­ciones originarias, así como en las localidades de destino. Estos desequilibrios explican, probablemente, nuevos movimientos migratorios al exterior del de­partamento antes de 1960.

En el transcurso de la segunda mitad -del siglo XX, especialmente des­pués de 1960, y con la aparición de la carretera en la región, se asiste a cam­bios importantes en la configuración matrimonial a nivel regional. La endoga­mia aldeana que se había reforzado desde el siglo XVIII y, sobre todo, desde el siglo XIX, entra en un neto retroceso en todas partes, salvo en los pueblos del curso medio del Chiriaco, donde se mantiene y hasta se refuerza en una de las aldeas. En realidad , esas aldeas conocen, desde el siglo XVIII por lo menos, un porcentaje de endogamia más bajo que la mayoría de los otros pueblos de la región. En conjunto , se observa una apertura matrimonial acen­tuada de los pueblos y una dispersión de la orientación geográfica en las alianzas exogámicas. Si la apertura exogámica aldeana implica una inversión en la tendencia con relación a los períodos precedentes, la dispersión geográ­fica de los matrimonios exogámicos prolonga una evolución · anterior. En otros términos, a la ruptura de las áreas matrimoniales intercomunales se agrega la apertura de las comunidades a cónyuges exteriores que vienen de provincias vecinas y de otros departamentos peruanos, especialmente del de­partamento de Cajamarca y de departamentos de la costa. norte del Perú.

El aumento de los matrimonios con residencia uxorilocal después de 1960 en las aldeas que nos interesan, confirma la llegada a la región de inmi­grantes masculinos exteriores al área considerada. Sólo Pomacochas y Jumbi-

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lla, que carecen de suficientes tierras cálidas,parecen escapar a ese flujo mi­gratorio; esto confirma" la orientación hacia las regiones que poseen valles extensos con tierras aptas para cultivos tropicales; estos valles se encuentran a menudo cerca de la nueva vía de comunicación del Pacífico a la Amazonía . Se nota, además, la presencia de un gran número de parejas formadas exclusi­vamente por gentes exteriores a la aldea donde se celebró el matrimonio: la cuarta parte de las parejas consideradas, o sea el doble de Jo que había sido observado antes de 1960.

Entre ese flujo migratorio, un cierto número de personas han llevado sus actividades de los valles cálidos situados en otra parte del departamento hacia los valles cálidos de la provincia de Bongará; ello con el fin de aprove­char las nuevas facilidades de comunicación, de comercio y de educación cerca de la carretera, y en especial en o cerca de la nueva aldea de Pedro Ruiz Gallo. Una nueva configuración regional se está gestando , en la que se mez­clan alianzas matrimoniales , desplazamientos de mano de obra y de produc­tos, pero esto ya no en forma recíproca en pequeños conjuntos regionales re­lativamente autónomos, sino en un solo sentido y bajo la forma de una cen­tralización dependiente.

Se constata así en el transcurso de los siglos pasados y hasta 1960 un aislamiento acentuado de los pueblos , los unos respecto a los otros. Tal .aisla­miento traduce seguramente un refuerzo de la autonomía aldeana , autonomía fundada en ·la ocupación y la éxplotación de las múltiples posibilidades de su territorio. La adscripción exclusiva a una comunidad y el carácter específico de las tierras reivindicadas por cada comunidad actúan conjuntamente para mantener identificaciones aldeanas separadas. La observación etnográfica con­temporánea confirma esta interpretación.

En efecto , la comunidad somete, tanto a sus miembros originarios como a los forasteros que se instalan en su territorio. a ciertas obligaciones para acceder a la tierra y gozar de ciertos servicios sociales. Al mismo tiempo, la comunidad los acoge y los endeuda social y materialmente. Esto se impone igualmente a un aliado individual forastero. El lazo territorial predomina so­bre el lazo de ascendencia. El cónyuge exterior no está en condiciones de cumplir con sus obligaciones en dos comunidades alejadas y se ve , entonces, excluido en los hechos como en el derecho de su comunidad de origen, aun­que mantenga relaciones con sus parientes más cercanos. La dispersión de los lazos exogámicos fuera de los antiguos conjuntos bi-comunales o de las cade­nas de relaciones matrimoniales entre comunidades geográficamente cercanas no facilita en ningún modo la bi-localidad. Las exigencias comunitarias exclu­yen a ésta y , en consecuencia, no permiten el uso del matrimonio para aumentar sus tierras con las de otra comunidad. Las normas territoriales co­munitarias significan la adscripción de cada cual a una sola comunidad, con exclusión de cualquier otra , sea el origen del establecimiento viri-, uxori-, neo- o endolocal.

Se puede constatar que en las regiones que nos interesan las áreas endo-

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gámicas, el nivel espacial en que ellas se ubican y la orientación geográfica de las prácticas exogámicas no forman una realidad estática. Al contrario, esas prácticas evolucionan de acuerdo a numerosos factores coyunturales. El aná­lisis de prácticas endo- y exogámicas nos permite constatar que la endogamia, presentada a menudo como una constante andina, está lejos de ser una reali­dad generalizada y constituye, por otra parte, el producto de un proceso his­tórico, que en el caso presente se acentúa, al menos a partir del siglo XVIll hasta la mitad del siglo XX, para después declinar. La observación de la elec­ción de un domicilio viri- o uxorilocal de la pareja no parece tampoco respon­der a reglas estructurales específicas ligadas a la descendencia o a normas co­lectivas de la comunidad aldeana. La evolución_ observada en la materia co­rresponde a sucesos de orden demográfico y económico. Se puede constatar, asimismo, una evolución progresiva muy clara, desde el siglo XVIII al menos, en el sentido de una ruptura de las redes matrimoniales, primero por un re­fuerzo de la endogamia a nivel comunal y en seguida, más recientemente, por una decadencia de la endogamia al nivel mismo de la comunidad. La endoga­mia aldeana y el aislamiento de la comunidad andina entre el río Utcubamba y el río Chiriaco constituyen entonces realidades históricas y cambiantes. Para entender su naturaleza, la comunidad no puede ser sacada de su contex­to regional histórico, tanto colonial como autóctono.

La apropiación privada de las tierras comunales, ligada a la ola reciente de la colonización que acompaña a la penetración de la carretera, pone en pe­ligro la existencia de la comunidad en sí misma; la amputación de una parte esencial de territorios de la comunidad y la <1p_ertura de nuevos mercados pro­ducen otras dependencias , aislando no solamente a las comunidades, sino también a los campesinos. Las modificaciones en el matrimonio reflejan esta situación. ·

3. COMUNIDAD ALDEANA, REG/ON Y ESTADO FRENTE A LOS RECURSOS ECONOMICOS

La complementariedad interna y la semejanza externa de los territorios aldeanos, así como una cierta continuidad ascendental mantenida por un cierto grado de endogamia comunitaria, se traducen en un grado elevado de autonomía aldeana desde la Conquista. Sin embargo, independientemente de los lazos matrimoniales, numerosos lazos regionales se manifiestan sobre el plano económico. Existe un acuerdo tácito entre comunidades en cuanto al acceso a recursos raros y concentrados, en cuanto a una cierta división regio­nal del trabajo en materia agropecuaria y artesanal, como también en cuanto a las comunicaciones internas aldeanas. Los Estados inca, español y después republicano insertan las aldeas en lazos de dependencia con respecto a una administración y a poderes económicos exteriores y dominantes. En conse­cuencia, conviene distinguir, por una parte, los lazos regionales autóctonos de interdependencia aldeana y, por otra parte, un sistema de dependencia

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regional centralizada originada por el poder colonial. El control o la apropia­ción por el Estado colonial, y después por el republicano, de recursos de ca­rácter regional y de las vías de comunicación, reduce la solidaridad regional autóctona, reforzando el aislamiento y la dependencia de cada una de lasco­munidades. El debilitamiento progresivo a partir del siglo XVIII de los lazos matrimoniales regionales autóctonos se inscribe en esta evolución.

a) Elementos de regionalización autónoma: sectores endogámicos y com­. plementariedad económica

Los documentos existentes no nos proporcionan mucha información acerca de las relaciones económicas y políticas entre las comunidades; sin embargo, se puede obtener de los documentos ciertos datos útiles y limitados en cuanto a los usos de recursos de las regiones referidas. El estudio de la época contemporánea nos proporciona otros elementos sobre la materia. Li­gando esos elementos a las relaciones matrimoniales se puede tratar de limi­tar y caracterizar los espacios regionales autóctonos.

Los documentos coloniales nos dan la impresión de una gran semejanza en cuanto a los recursos agropecuarios explotados en cada uno de los territo­rios comunales, recursos ampliamente complementarios al interior de cada uno de esos territorios. Esta complementariedad interna parece mantenerse y desarrollarse durante el transcurso de la historia colonial; el desplazamiento progresivo del centro de interés económico y de las viviendas hacia las zonas más bajas no modifica, según parece, la estructura productiva compleja de la comunidad .

Las innovaciones agropecuarias se desarrollan paralelamente en cada una de las aldeas de la zona que nos interesa. Tales innovaciones no parecen introducir especializaciones capaces de servir de base a la aparición de un sis­tema regional de mercado·o a una división regional del trabajo.

No obstante, nuestras informaciones orales concernientes al siglo XX señalan, sobre todo hasta 1960, para disminuir después, la existencia de cier­tas especializaciones mineras, artesanales y agropecuarias. Conviene pregun­tarse en qué medida ellas corresponden a una estructuración regional autóc­tona. El estudio referido al siglo XX, al menos hasta la llegada de la carretera a principios de los años sesenta, acerca de las actividades económicas especia­lizadas de las entidades socio-comunitarias territoriales y regionales, así como acerca de los límites de dichas entidades en relación a los recursos de carácter regional, se revela muy esclarecedor, sobre todo si se consideran las normas matrimoniales indicadas en el párrafo precedente(9). Pero, antes .que nada, ¿en qué medida existen especializaciones económicas a escala regional?

La explotación de recursos raros y estrictamente localizados no existe en el siglo XX sino en la mina de sal gema de Yurumarca, situada en el valle ele­vado de la actual provincia de Chacha poyas. La gente proveniente de un espa­cio que va más allá de la actual parte andina del departamento de Amazonas,

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comprendiendo las zonas limítrofes de los departamentos de Cajamarca y La Libertad , iban regularmente a aprovisionarse de sal gema a la mina de Yuru­marca hasta 1973. La sal gema se transporta y se guarda mas fácilmente que la sal líquida, existente en otras minas en las aldeas de la zona que estudia­mos. El control de la mina, como el de la producción nacional de sal , se en­cuentra en poder del Estado, el cual , como obtenía más ventajas de la pro­ducción de sal en la costa , cerró de una manera autoritaria la mina en 1973 , para reabrirla en 1985 bajo diversas presiones locales. Es siempre a los repre-

. sentantes del Estado a quienes se dirigen los campesinos que van a Yurumar­ca para aprovisionarse de este producto. Sin embargo, campesinos de diferen­tes aldeas, especialmente de la región que nos interesa, han hecho de la sal de Yurumarca un instrumento de cambio regional; algunos lograron constituir sobre esta base un rebaño de ganados y, de esta manera, un capital pecuario o pecuniario.

La cría de ganado, que escapa parcialmente a las servidumbres comuna­les, permite efectivamente una cierta acumulación dentro de plazos limita­dos. Ciertas personas adquieren así una independencia económica más grande con respecto a la comunidad y permiten tenerla a sus hijos también pagándo­les sus estudios.

En efecto, entre las producciones locales , el ganado que se reproduce fácilmente , y la sal , que no es perecible , constituyen los recursos más suscep­tibles de almacenamiento y de acumulación. Las técnicas de conservación de otros productos son menos elaboradas ; ellas se enfrentan a la humedad del clima y a diversos parásitos. Existen en los ~!)_des de Amazonas , no obstante, algunas técnicas para la conservación de alimentos , esencialmente el secado

. de carnes y cereales, como también la elaboración de la chancaca en base a la caña de azúcar. Pero el plazo de conservación de estos productos alcanza ra­ramente más de un año. La sal y el ganado dependen de modo estricto, desde la época colonial , del Estado y de los agentes de la economía mercantil , res­pectivamente, y en menor medida de los pobladores locales. Por Jo tanto , hay que centrarse sobre otros recursos especializados de difícil acumulación para descubrir ciertas formas de complementariedad regional autóctona y no co­mercial, sin desconocer que ciertas especializaciones aldeanas ligadas a la ga­nadería pueden inscribirse en la complementariedad.

La especialización colectiva se manifiesta tanto en el plano agropecuario como en el artesanal. Tiene un carácter muy restringido en el plano agrope­cuario, considerando el altó grado de semejanza compleja de los diferentes territorios aldeanos. Traduce, en los hechos, una complementariedad de las distintas prioridades dadas a cada producción agropecuaria en el seno de las gamas similares de producción. La importancia de esta especialización debe, sin embargo, ser subrayada ya que constituye un factor de integración entre las aldeas y condiciona la reproducción de cada una de las entidades socio­territoriales locales. La especialización de una aldea o de un grupo de aldeas en relación a las otras debe referirse a un complejo conjunto de factores,

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como la incompatibilidad de los diferentes ciclos agrícolas, la repartición en proporciones diferentes de una comunidad a otra de los diferentes sectores ecológicos, la existencia de circunstancias históricas determinadas en relación a la constitución de dominios privados o el desarrollo y la orientación de ciertos mercados y de las correspondientes vías de comunicación. Así , mien­tras los habitantes del Chiriaco otorgan mayor importancia en la gama de sus productos a la producción de maíz y de frijoles , la gente del macizo monta­ñoso oriental del Utcubamba prefiere los productos de los valles cálidos, co­mo la caña de azúcar, el plátano y la yuca. Los habitantes de la provincia ve­cina de Luya cambian sus excedentes de trigo. La crianza extensiva de bovi­nos y de equinos se da más en Pomacochas y en Shipasbamba, donde existen igualmente actividades de transformación de productos de crianza. En mate­ria artesanal , San Carlos, San Pablo y Cuispes son conocidos por su "chanca­ca"; Pomacochas, por el trabajo de la madera y la cestería; San Pablo, por su alcohol de caña; Huancas , una aldea ubicada fuera de la región estudiada,por la cerámica que exporta a esta última; igualmente, Yambrasbamba es famoso por su cerámica, pero a una escala más local. Otras actividades artesanales, como el tejido y la curtiduría,se realizan en todas partes.

El producto de las especializaciones locales es distribuido regionalmente en forma de trueque por desplazamientos individuales entre las aldeas que producen. Los mercados centralizados se desarrollan más tarde con la llegada de la carretera, a lo largo de ésfa~ Tomando en cuenta el aislamiento matri­monial entre ciertas aldeas o grupos de aldeas, los lazos de parentesco ficticio o de compadrazgo constituyen a menudo, pero no necesariamente, el cuadro social de los intercambios.

Independientemente del cuadro de la especialización regional , los inter­cambios sirven para equilibrar los accidentes de producción que tienen lugar necesariamente en uno u otro sitio(lü). Una unidad doméstica puede encon­trar así afuera la semilla de alguno de sus productos tradicionales en el caso de fracaso en la cosecha de ese producto. Para hacerlo, ofrecerá a cambio un bien en cuya producción tiene una ventaja comparativa. Este intercambio puede ser directo o indirecto , por intermedio de otros productos, como la sal, la chancaca o el arroz. Estos intercambios pueden hacerse a distintos ni­veles de la integración social: parentela , aliados, habitantes de la misma al­dea, habitantes de aldeas vecinas o lejanas.

Al margen de estos intercambios episódicos, se constata, entonces, una cierta complementariedad económica entre diversos grupos de aldeas con la tendencia de cada uno de ellos a constituir un conjunto endogámico separa­do . Al escapar por su propia lógica a la economía colonial o de mercado esta división regional del trabajo, se puede suponer, es independiente de lo; mis­mos lazos coloniales Y eso autónomamente del contenido eventualmente co­lonial de los objetos. de esta división.

La interdependencia económica regional y autóctona se mantiene hasta la nueva ola de colonización y las migraciones, que se desarrollan a partir de

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los años sesenta del siglo en curso, esto a pesar de la ruptura de las áreas ma­trimoniales que forman conjuntos económicamente diferenciados. Estos últi­mos son Pomacochas, el sector del Utcubamba formado por San Carlos, San Pablo y Cuispes, y el grupo de aldeas del bajo y el medio Chiriaco, incluyen­do a Yambrasbamba, que integraba la misma área matrimonial que Pomaco­chas. Si bien existen numerosos intercambios de productos de cada uno de esos sectores hacia los otros dos, los intercambios entre aldeas al interior de esos sectores están poco desarrollados o son prácticamente inexistentes; se presentan solamente para paliar desequilibrios productivos transitorios.

Al interior de los antiguos sectores endogámicos que constituyen los asociados para el intercambio de productos, la complementariedad reposa sobre un potencial ecológico relativamente diferenciado y, asimismo, sobre el acceso directo a los sectores complementarios del territorio , y ello no por la circulación de bienes, sino por la circulación de las personas y de los ser­vicios.

Así, en el valle del Chiriaco, las alianzas y los servicios ligan a varias co­munidades ubicadas entre las partes altas y bajas, o sea entre distintos niveles ecológicos. Pomacochas y Yambrasbamba, que en el siglo XVIII formaban una sola área matrimonial, poseen igualmente territorios de diferente confi­guración ecológica. Sin embargo, en este caso la complementariedad no es entre las partes alta y baja del valle , sino más bien entre lo alto y lo bajo de una vertiente de este valle : Pomacochas se extiende principalmente sobre la vertiente alta; Yambrasbamba, sobre la baja. En lo que constituía en el siglo XVIII el área endogámica de la vertiente oriental del río Utcubamba, Coro­bamba y Cuispes se diferencian igualmente en· el plano ecológico. La primera dispone más de tierras de "jalea" y la segunda, de tierras templadas. Puede suponerse razonablemente que , en esos conjuntos endogámicos, las alianzas permiten ciertos arreglos domésticos en el acceso a una gama variada de sec­tores ecológicos( 11 ).

La solidaridad interna de las áreas endogámicas se manifiesta tanto en el plano político como en el ritual. Así, hasta l 960, las comunidades perte­necientes a las antiguas áreas endogámicas se organizaban entre ellas, gene­ralmente en pares de comunidades vecinas, para construir y mantener en buen estado los puentes y los caminos que las comunicaban. Sus habitantes se visitaban frecuentemente durante las fiestas religiosas de cada una de ellas. Las aldeas de la parte media del Chiriaco llevaban incluso en procesión a sus santos de una aldea a otra en la época de celebraciones. Las aldeas del Utcu­bamba reunían a sus santos en San Carlos en una celebración única y presti­giosa.

En el siglo XX, en todo caso , el intercambio regular de productos no se hace al interior de los antiguos conjuntos endogámicos de contenido social complejo, sino más bien entre esos conjuntos, a un nivel más elevado del en­caje regional. Las alianzas matrimoniales, con las prestaciones de servicios que implican por un lado y los intercambios económicos de productos por

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otro lado, forman entonces cada una de ellas redes distintas y exclusivas a distintos niveles del marco regional. Pero las alianzas matrimoniales se inser­tan en un conjunto social polivalente , en tanto que los intercambios econó­micos revelan actos más puntuales y, por lo mismo, más susceptibles de ser manipulados por fuerzas exteriores. En el transcurso de los siglos XIX y XX se asiste a la fragmentación de las áreas matrimoniales intercomunales del si­glo XVIII, así como a la mantención o desarrollo de la especialización econó­mica a nivel del espacio cubierto por los diferentes conjuntos endogámicos.

b. El proceso del aislamiento comunitario y de dependencia rural

Las fuentes escritas coloniales y republicanas son particularmente explí­citas en lo que concierne a la articulación, a veces contradictoria, entre las estructuras socio-económicas aldeanas y el cuadro socio-económico colonial y mercantil. Ellas informan acerca de la instauración de un nuevo espacio re­gional basado en intereses dominantes exteriores a la región autóctona.

Los españoles ocupan rápidamente las tierras del valle , casi incultas, e introducen varias plantas agrícolas y la crianza de ganado vacuno, de mulas y de caballos. Los caciques del siglo XVI, que controlan las tierras cálidas a nombre de sus comunidades para recoger el algodón y la coca, planta de uso esencialmente simbólico y ritual , adoptan rápidamente esas innovaciones. Aunque ellas se integran también al sector de auto-subsistencia comunitaria, cuya complementariedad interna hasta entonces poco desarrollada refuerzan , constituyen en realidad antes que todo la reserva de un excedente destinado al pago del tributo y al desarrollo del comercio. El ganado constituye un ele­mento esencial de esa reserva ya que su reproducción implica una inversión relativamente baja. Las cofradías creadas por los españoles y que agrupan a los comuneros, son las encargadas del cuidado y de la reproducción de por lo menos una parte importante de la riqueza ganadera, así como de la entrega de una parte de los ingresos de esta actividad al mundo eclesiástico. Las tie­rras cálidas, lugares privilegiados para la introducción de plantas nuevas, son reivindicadas en los procesos judiciales por las comunidades en nombre no sólo de sus necesidades de subsistencia, sino también de sus obligaciones tri­butarias. Las plantas nuevas corresponden a las nuevas necesidades de la po­blación urbana, sobre todo española. Las innovaciones agropecuarias respon­den así tanto a las necesidades de extracción del excedente colonial como a las exigencias de la reproducción auto-subsistente de la mano de obra que re­quieren los españoles y los caciques locales.

Diversos métodos para la extracción del excedente son aplicados. Pro­ductos manufacturados de origen europeo destinados a la satisfacción de nuevos hábitos de consumo (instrumentos de metal , vajilla, tejidos, merce­ría) son objeto de ventas obligadas, o "repartimientos", a los indígenas , se­gún aparece en las denuncias planteadas por estos últimos en el siglo XVIII. Esas ventas forzadas hechas por comerciantes privados e incluso por funcio-

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narios crean un endeudamiento y, por consiguiente, una necesidad nueva y artificial para los autóctonos de emplearse en las haciendas españolas o de dedicarse a la explotación de bienes agropecuarios nuevos destinados al con­sumo urbano. Por otra parte, cada comunidad es obligada a pagar, por inter­medio de sus caciques, una suma proporcional a la población originaria adul­ta. Tal tributo se exige en moneda o en productos nuevos y tiene para la actividad económica autóctona, en consecuencia, el mismo efecto de distor­sión que los "repartimientos" de bienes comerciales.

Las autoridades españolas coloniales, administrativas y eclesiásticas, re­cuperan igualmente a su favor una institución de origen prehispánico: la "mi­ta". Esta consiste en el pago obligatorio de un impuesto en trabajo por las comunidades locales en favor de la institución estatal, española o incaica. La "mita" está destinada a las empresas estatales de producción y de administra­ción. En la región que nos interesa, la mita se ejecuta para la mantención de las vías de comunicación (puentes y caminos) destinadas a la circulación de los excedentes de producción entregados por las poblaciones campesinas ha­cia los centros de consumo urbano y de exportación. La mita se utiliza igual­mente para la construcción de edificios oficiales, administrativos y eclesiásti­cos. como también para construir las residencias privadas de los notables co­loniales civiles y eclesiásticos. La "mita" sirve también para transportar tanto los materiales de construcción de esos edificios como los productos de los dominios privados. Poco tiempo después de la Conquista, según la tradición oral, la mita ha servido igualmente para la extracción de algunos minerales en el territorio de Corobamba. La "mita" se impone a una parte de la población por intermedio del cacique. La cantidad · aé mano de obra proporcionada por la comunidad en forma de "mita" es teóricament~ un séptimo de la po­blación masculina en condiciones de trabajar, y esto de acuerdo a un regla­mento colonial citado por el Corregidor de Chachapoyas en 1745.

Las imposiciones obligatorias por los españoles, funcionarios y comer­ciantes, sobre las comunidades locales y la orientación de la producción de éstas hacia los nuevos patrones de consumo de las poblaciones urbanas, obli­gan a las comunidades a descuidar por lo menos una parte de su producción de subsistencia. Las comunidades se quejan repetidamente de esta situación, según consta en los documentos que hemos estudiado. En efecto, el calenda­rio de las actividades de subsistencia entra en conflicto con las diversas exi­gencias de prestaciones diversas del régimen colonial. Los españoles imponen a las tierras tropicales un rol estratégico nuevo en la articulación de la econo­mía aldeana de la producción agropecuaria colonial; con esto, lo hemos visto, debilitan la vocación ritual de integración comunitaria atribuida tradicional­mente a esas tierras, por intermedio de las plantaciones de coca, y de la mis­ma manera debilitan el poder de los caciques, que fundaban una parte impor­tante de su autoridad sobre el control de dichas plantaciones. Por otra parte, muchos pobladores autóctonos cambian de comunidad para tratar de escapar a las exacciones impuestas por las distintas medidas coloniales a los habitan-

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tes que figuraban oficialmente en las listas del censo en la comunidad. Se crea así una categoría de "indios libres", cuya existencia tiende a debilitar las es­tructuras comunales.

Pero el sistema económico impuesto por los españoles se encuentra so­metido a sus propias contradicciones. En efecto, incapaz de encargarse direc­tamente de sus súbditos, la Corona española acepta un determinado grado de autosubsistencia y de autonomía autóctona como base social del pago tribu­tario frente a las exacciones constantes y desmesuradas efectuadas por los hacendados y los comerciantes criollos de los recursos locales, tanto huma­nos como materiales. Esto da como resultado el reconocimiento por los tri­bunales de ciertos derechos de las comunidades en materia de tierras y un freno impuesto por la Corona a la imposición a los indígenas de diversos ser­vicios. Además. las comunidades no parecen poner en duda en ningún mo­mento su obediencia a la Corona española como tal , pero apelan a los tribu­nales de Su Majestad para defenderse de la codicia de los hacendados y de los abusos cometidos por ciertos funcionarios locales e incluso por sus caciques. En otros términos, las comunidades locales defienden sus intereses y se man­tienen más o menos bien utilizando hábilmente las contradicciones del siste­ma colonial , al interior del cual se oponen los intereses privados inmediatos de los colonizadores y los proyectos a más largo plazo de la Corona española .

La Independencia permitió el monopolio del poder por las capas criollas y mestizas que antes lo dispufa'6an a la Corona; esto se acompaña en muchas partes del Perú de expoliaciones masivas de tierras de las comunidades, sien­do confinadas estas últimas en su mayor parte dentro de territorios margina­les y menos fértiles. Este no fue el caso, como ya lo hemos visto, en la región que estudiamos, donde las comunidades han conservado hasta el siglo XX te­rritorios que siempre fueron suyos o que recuperaron durante el siglo XVIII. Esto puede explicarse por el aislamiento relativo de la región con respecto a las grandes corrientes comerciales y a las explotaciones mineras durante el período republicano, hasta la inauguración de la carretera en los años sesenta del presente siglo. Eso no ha impedido a algunas familias españolas residentes en Chachapoyas conservar los puestos administrativos y judiciales de la nueva estructura estatal, basando su poder económicamente tanto en las liberalida­des del Estado como en la explotación de pequeñas y medianas propiedades, así como en los beneficios obtenidos en la manipulación de algunos conflic­tos sobre sucesión o límites de tierras. El hecho de que las comunidades ha­yan conservado sus territorios no ha impedido tampoco la fragmentación de las áreas matrimoniales intercomunitarias y el reforzamiento de la endogamia aldeana; este reforzamiento está ligado indudablemente a un reflejo defensivo de la comuuidad frente a las tendencias de privatización de las tierras y a la exacerbación de los conflictos en torno a éstas después de la Independencia.

Es necesario esperar la llegada de la carretera en los años sesenta de nuestro siglo para ver una readecuación de los territorios comunales y de las relaciones económicas regionales en torno a nuevos centros administrativos,

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Malengreau: Territorios andinos

escolares y comerciales, tanto en la región como fuera de ella, y eso en el cua­dro de una intervención estatal más acentuada en el desarrollo de relaciones de mercado.

Los lazos de solidaridad interaldeana, ya muy debilitados en el plano matrimonial desde el siglo XIX, se debilitan también en el plano del inter­cambio autóctono de productos después de 1960, con la decadencia de las complementariedades regionales y artesanales tradicionales entre las antiguas áreas matrimoniales del siglo XVIII. En efecto, una nueva cadena de merca­dos exteriores y locales absorbe los excedentes agropecuarios que se inter­cambiaban antes directamente de una aldea a otra, en tanto que productos alimenticios nuevos y exteriores sustituyen a una serie de alimentos produci­dos tradicionalmente en el mismo lugar o adquiridos en las aldeas vecinas. Di­versos productos manufacturados de la costa reemplazan a los antiguos pro­ductos artesanales. En cuanto a los servicios exteriores de mano de obra , pa­san de la red intercomunal y recíproca a organismos regionales dependientes de nuevos centros comerciales y administrativos. La moneda se hace más fre­cuente como instrumento de pago, facilitando el acceso a los bienes exterio­res que sustituyen a los bienes y servicios locales, especialmente de los pue­blos vecinos.

Por otra parte, la introducción reciente, sobre todo después de 1960, de nuevas variedades de plantas, tradicionalmente producidas en zonas ecológi­cas determinadas de la región, permite extender el cultivo de esas mismas plantas a zonas ecológicas nuevas. Esto ocurre especialmente con nuevas va­riedades de caña de azúcar, de maíz y de papas. Tales innovaciones amplían la gama de productos cultivados en una ioiiá ecológica determinada, parti­cularmente en la quichua, y refuerzan así la complementariedad interna de las comunidades, debilitando al mismo tiempo su complementariedad exter­na. Esta reducción de la interdependencia regional autóctona implica en los hechos una dependencia acentuada de la economía comunal con respecto a la economía de mercado. En efecto, algunas de las nuevas variedades están destinadas al mercado. Estas sufren a veces incompatibilidades ecológicas con otras plantas y son afectadas por fenómenos patológicos diversos, frente a los cuales la tecnología . tradicional no está en condiciones de responder ade­cuadamente. Hay que solicitar nuevas tecnologías, como pesticidas y abonos químicos, y para eso es necesario el crédito bancario y se produce el endeu­damiento. La decadencia de los factores económicos de complementariedad regional autónoma está acompañada del abandono progresivo de las antiguas vías de comunicación interaldeanas a favor del desarrollo de los caminos orientados hacia nuevos centros, especialmente el de Pedro Ruiz Gallo, ubi­cado en la carretera, en el valle del Utcubamba(l 2).

La decadencia de la solidaridad intercomunal se manifiesta igualmente en la naturaleza social de las relaciones regionales. El marco monetario susti­tuye efectivamente a las antiguas reciprocidades regionales de servicios liga­das a las relaciones de parentesco y de compadrazgo. El marco monetario

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parcela la tierra, introduciendo los medios de producción y los bienes de con­sumo de las comunidades en un sistema de apropiación privada y de acumu­lación externa que , por una parte, divide a las comunidades y , por otra , las aisla unas de otras en el marco de una reestructuración del espacio socio-eco­nómico.

La reestructuración regional que se perfila después de 1960 implica, pues~· una crisis profunda en las relaciones comunales e intercomunales. Las estructuras coloniales y republicanas habían conservado, aunque sometiéndo­las, si no las áreas endogámicas intercomunales que parecen debilitarse pro­gresivamente por lo menos desde el siglo XVIII, por lo menos estructuras co­munales relativamente autónomas combinadas con los lazos de complemen­tariedad regional autóctona de orden económico analizados anteriormente. Hoy , con la decadencia de esos lazos, las comunidades se encuentran separa­das y dependientes en sus estructuras mismas de sistemas jurídico-políticos elaborados en Lima y de los comportamientos económicos individuales de sus miembros, comportamientos que escapan no solamente a la antigua com­plementariedad económica regional autóctona, sino también , en cierta medi­da, al control comunal. Los efectos de la crisis mundial y nacional de los años setenta y ochenta del presente siglo tienden entonces a repeler aisladamente a las unidades domésticas a un mundo comunitario y autóctono en crisis y a un espacio subregional fragmen{ªrio y marginal.

CONCL US/ONES

Las estructuras territoriales y sociales de la población del norte de los Andes de Amazonas presentan, a lo largo de su historia colonial y republica­na hasta 1960, una configuración de comunidades de complementariedad in­terna y relativamente autónomas. Pero esas comunidades se inscriben tam­bién en una estructura regional autóctona . El dislocamiento de esta última conduce en el siglo XX al aislamiento y a la marginalización de la comunidad campesina.

Desde el comienzo del virreinato y con aportes españoles y autóctonos, cada comunidad apunta a la explotación de una gama, si no máxima, por lo menos variada de recursos asociados con diversos sectores ecológicos, com­plementarios al interior de la comunidad, pero semejantes de una comunidad a la otra. Las comunidades son, pues, económicamente bastante similares. Por otra parte, la mayoría de las comunidades combinan la endogamia con la inserción de cónyuges exteriores exclusivamente en la comunidad adoptiva. Ellas tienden desde entonces a estar muy asociadas a descendencias particula­res y pueden ser consideradas en ese sentido como diferenciadas desde el punto de vista del parentesco.

No obstante, en el siglo XVIII, ciertas comunidades practicaban la endo­gamia al nivel supra-comunal, siendo ellas mismas exogámicas. Era el caso de las comunidades del curso medio del río Chiriaco. Las alianzas se hacían allí

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tanto entre pueblos de la misma configuración ecológica como entre pueblos ecológicamente diferenciados y situados en puntos distintos río arriba y río abajo . Las comunidades tenían una configuración ecológica compleja y , por ello, las alianzas entre miembros de comunidades ecológicamente semejantes situadas en el mismo sector del río Chiriaco podían perfectamente traducir el desarrollo de una complementariedad ecológica entre los aliados , allí donde la complementariedad era difícilmente accesible por lo menos para uno de ellos.

En la misma época, otras comunidades, ecológicamente complementa­rias a pesar de su complejidad interna , combinaban las alianzas preferenciales entre ellas con la endogamia aldeana. Se trataba de parejas de comunidades : Pomacochas-Yam brasbam ba y Corobam ba-Cuispes. En este caso , el carácter complementario de las alianzas exogámicas es más visible.

Se nota también la formación de estructuras regionales de intercambios económicos que , en el siglo XX por lo menos, ligan entre ellas a comunidades que , en el siglo XVIII , pertenecían a conjuntos matrimoniales diferentes . Alianzas matrimoniales e intercambios económicos de productos parecen, en su origen , constituir conjuntos mutuamente excluyentes. Para afirmarlo, de­beríamos establecer una lista de los intercambios económicos en el siglo XVIII y, desgraciadamente , los materiales actualmente accesibles no lo per­miten. Se podía entonces demostrar la existencia de estructuras regionales complejas que combinan, por una parte , la explotación directa de diferentes recursos por conjuntos bi o multicomunales y, por otra parte, el intercambio de productos especializados entre esos mismos conjuntos a un nivel de encaje social más elevado. · -· ·

Las estructuras coloniales y después las republicanas asocian solamente al sector comunal de autosubsistencia a la producción de un excedente tribu­tario o comercial; éste se constituye de bienes agropecuarios ligados a la ex-

. portación y al consumo de las capas urbanas privilegiadas. El sector de auto­subsistencia en sí mismo está encargado de reproducir social y materialmente a los productores del excedente colonial y nacional. El sistema autóctono de explotación combinada de distintos pisos ecológicos es reducido por la auto­ridad colonial, después nacional, a las dimensiones de comunidades aldeanas aisladas. La complementariedad matrimonial entre comunidades y la redis­tribución de la mano de obra que ella implica se debilitan considerablemente en el transcurso de los últimos siglos. Sólo se mantienen, e incluso se desarro­llan , ciertas especializaciones agropecuarias y artesanales entre las antiguas áreas endogámicas multicomunales . Pero la extensión de los mercados con­temporáneos destruye a su vez los intercambios económicos autóctonos a ni­vel regional, intercambios cuyo peso social está, por otra parte , muy lejos de igualar al que tenían los intercambios matrimoniales bi o multicomunales en el siglo XVIII.

Las comunidades se encuentran así más aisladas frente al mercado y al Estado. Por otra parte, ellas tienden a la división . De hecho, la liberalización

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del mercado, la privatización de las tierras de las comunidades, así como el desarrollo del trabajo de tipo salarial o jornalero que las acompañan, rompen la solidaridad entre las unidades domésticas al interior mismo de las comuni­dades.

Los lazos regionales que se desarrollan actualmente se sitúan en un con­texto social que desborda con creces los marcos territoriales tanto de la co­munidad como de las unidades endogámicas extendidas o de los intercambios económicos entre esas mismas unidades. En el conjunto de las aldeas, pero en diversos grados según la aldea, se desarrollan algunas actividades que las si­túan globalmente como fuentes especializadas de producción en una econo­mía dirigida por los sectores económicos dominantes de la costa. Es el caso especialmente de la producción más intensiva de ganado, de café, de papa, de algunas frutas y legumbres, así corno de la explotación más extensiva que in­tensiva de la madera. Dichas actividades han reemplazado a la antigua pro­ducción tributaria o mercantil; a diferencia de ésta última , las primeras se desarrollan sobre todo fuera de las estructuras comunitarias e independiente­mente de las antiguas especializaciones regionales; ellas sitúan individualmen­te a las unidades domésticas en el marco de la economía de mercado y cons­tituyen la fuente de diferentes tensiones intercomunales.

Por otra parte, esta nueva situación une a los habitantes de las comuni­dades de regiones diversas en una experiencia histórica inédita; los nuevos centros administrativos, educacionales, comerciales e incluso industriales, constituyen lugares de encuentro de ese campesinado marginado , que adquie­re conciencia colectiva de su dependencia y alienación comunes. Es el prelu­dio para reagrupamientos nuevos, innovadores o conformistas, donde se cru­zan , se fusionan y se dividen movimientos· clasistas y étnicos; estos últimos se conciben dentro de límites socio-económicos y culturales que rompen las sig­nificaciones socio-territoriales locales y regionales del mundo autóctono.

Las estructuras comunales locales oponen resistencia a este proceso. Ellas aseguran la mantención al interior de las aldeas de una producción am­pliamente determinada por los criterios de autosubsistencia doméstica y por las exigencias redistributivas de la comunidad replegada sobre ella misma. Ellas frenan las iniciativas individuales de acumulación y de ganancia, que se inscriben en el cuadro de la extensión de los mercados urbanos. En la medida en que la unidad doméstica reemplaza a la comunidad como lugar de extrac­ción del excedente por los poderes exteriores, la primera tiende a entrar en conflicto con la segunda. Por otra parte, la comunidad ignora, incluso evita, toda forma de organización supracomunal, clasista o étnica. El aislamiento creciente de la comunidad, tanto en cuanto a sus integrantes como en rela­ción a las comunidades vecinas y al campesinado en general , hipoteca seria­mente su futuro. Ella constituye, sin embargo, en el mundo rural el último reducto colectivo organizado de la base campesina andina y de sus emigrados urbanos, reducto que queda algo al margen de las manipulaciones directas de

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los intereses económicos y de los poderes políticos exteriores.

No. 1, Julio 1987

Jacques Malengreau Centre d' Anthropologie culturelle

Institut de Sociologie ULB 44, avenue Jeanne

B 1050 Bruxelles Bélgica

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Cuadro No. 1 ·~ N N Matrimonios en los Andes en el norte de Chachapoyas ..+

¡:;· (actual pro vincia de Bongará) en el siglo X VIII e:

o Endopmicos Exo6(imicos Viriloc:aln l :r:,mlocal,s :\'tJ closlfic:ados _v.

n n z Lu,or, fecha o/o d,I o/o del entre indetrr· o y fuente To,a/ totaldr los to tal de los o/o de casos o /o M casos fora.s· min11dos ..+

documenta/ 1 ft'neral n matn·moni<u n motrim"nios n exolfÍmiC'os n exo,rimicos ft'TOS Q,) V>

Curuhamb;.i -< B-17 11 -17 20 53 46 87 7 13 3 43 4 57 9 17 o Cuispes o B- 1707-1 7 18 30 17 57 13 43 7 54 6 46 2 28 n

e: -1 768- 1779 3 Tiapollo C1)

M- 1706- 1756 22 7 32 15 68 9 60 6 40 15 24 ::i ..+

Pomaf,,;ochas o V>

8-1 704-1 720 4 1 34 83 7 17 6 86 1 14 1 34 105 2 79 75 26 25 ' ' ' 1 34

M- 1775- 1820 64 45 70 19 3(l

Ya mbrasba mba 8- 1706-1 735 4 1 23 79 18 21 10 56 8 44 9 25

1322 79 60 53 40 9 25 M-1775-1 820 9 1 56 6 2 35 38

Jumbilla B-17 16- 17 17 - 1723-1 741 39 19 49 20 49 13 65 7 35 M-17 15- 1749 742 3 1 42 43 52 24 56 19 44 1765-1 775 35 12 34 23 57 11 48 12 52 4

Chisquilla B-1 7 16-1 717 -1723-1 741 8 o o 8 100 4 50 4 50 o M-1715-1 749 292 3 10 26 90 13 50 13 50 -1765- 1775 21 3 14 18 86 9 50 9 50

Teata B- 17 16- 17 17 -1723-1 741 2 1 6 29 15 71 10 67 5 33 M-17 15-1749 472 8 17 39 83 23 60 16 41

JJ -1765 -177, 26 2 8 24 9 2 1.1 q 11 46 C1)

< r n1a l 4 ~¡ ~ 270 55 45 95 ¡ Jh83 57 73/ 168343 Jh 14 1 V> ..+ Q,)

(l) B = Las parejas consideradas son los padres de los ni ños mencionados en las actas de bauti smo establecidas durante el per íodo in-~ dicado (fuente : documentos parroquiales¡ . ::i M = Las parejas consideradas son las que están menci onadas en las actas de matrimonio establecidas durante el período i ndicado a. ::i

(fuente: documentos parroquiales¡ .

-"" (2) Las c i fras a media al tura const i tuyen el promedio establecido entre los resultados logrados en base al estud io de las actas de bautis-Q,) mos y las que han sido logradas en base al estud i o de las actas de matrimon io. ::i, o (3) Los mat rimonios cuyo carácter viri- o uxorilocal no ha sido est ablecido no fueron tomados en cuenta en el total (168) de los ma-u, trimon ios exogámicos.

z Cuadro No. 2 o

Matrimonios en los Alides en el norte de Chachapoyas (actual provincia de Bongará) '- en el siglo XIX e o f.'m/ogtimi<'ol t.~-.:ugtimicos Virilucales Uxorilo<·a/es /Vo clasificados .... l ugar, f echa o/o del wtal o/o de u/o de o/o de ce _v f uente To tal de motri- casos casos Entre indeter-(X) ...... docume11tall gerreral 11 matrimonio.~ n mo11ios 11 exogti111ico!j II exogtÍmic. ex tran;er. minotlo.{

San Pab lo B- 1 83 1-1 834 14 10 71 4 29 4 100 o o o 9

55 45 M-18 19- 18962 8 2 25 6 75

San Carlos B- 183 1-1834 35 28 80 7 20 3 43 4 57 8 40

76 24 M-1819- 18962 20 14 70 6 30

Cu ispes B-1 83 1-1 834 11 6 55 5 45 3 60 2 40 2 9

58 42 M- 1819- 18962 8 5 63 3 37 o Shipasbamba B-183 1-1834 5 1 20 4 80 3 75 1 15 11 13

51 48 M- 18 19- 18962 20 12 60 - 8 40

Pomacochas B-183 1-1834 27 18 69 · 9 3 1 4 44 5 56 21

65 35 M-18 19- 18962 10 6 60 4 40 2

~ Yambrasbamba y Yapa ~ M-1836-1 86 1 4 1 25 61 16 39 9 56 7 44 4 6 1 Chisquilla 15 5 33 10 67 6 60 4 40 7 1 Jumbilla 57 24 42 33 58 16 48 17 52 32 21 e:: Recta 11 7 64 4 36 2 50 2 50 6 2 .. M-1836- 186 1 -1 Total en número y !!¡ .., promed io en o/o ... pa ra la rc-~iún ~8::! 163 SX 11 () 42 so S4 -l2 -lb 70 127 o

::i . o (l) ver (1) del cuadro l. "' "' (2) Cifras en base a los matr imonios registrados durante los siguientes periodos: 1819 a 1823, 1854 a 1856, 1888 a 1896; siendo a me- ::,

nudo Indeterminado el Jugar del matrimon io Y el or igen de los cónyuges, no se ha podido tomar en cuenta la v l rl- o u xorilocalldad c. ::, N n i los matri monios entre forasteros al n ivel de cada pueblo ; el número tot al de matr imonios mencionados para un pueblo det er m i- o w nado representa el númer o total de m atri mon ios de los cuales por lo menos uno de los cónyuges es ori undo de est e pueblo. "'

N Cuadro No . 3 ~

~ .... Matrimonios en los Andes en el norte de Chachapoyas ñ'

(actual provincia de Bongará) en el siglo XX e o -"'

Endogámicos Exogámicos Viril ocales Uxorilocales No clasificados z o

Lugar y Total n o/o del o/o de o/o de o/o de Entre Indeter- .... "' fecha 1 general total n matrimonios n exogámicos n exogámicos extranjer. minados "' < o

San Pablo o n

1) 1957-19602 11 7 64 4 36 3 75 1 25 8 o e 3

2) 1962-1966 12 5 42 7 58 l 14 6 86 5 o C1) ::::, ....

San Carlos o "'

1) 1939-1960 1173 98 84 19 16 10 53 9 47 7 12 2) 1970-1972 773 51 66 26 34 · 5 19 21 81 32 17

í Cuispes 1) 1956-1960 12 5 42 7 58 4 57 3 43 3 o 2) 1962-1980 23 7 30 16 70 5 29 12 71 9 o Shipasbamba 1) 1957-1959 3 3 100 o o o o - l o 2) 1962-1978 20 6 30 14 70 5 36 9 64 9 o Pomacochas 1) 1954-1963 51 36 71 15 29 4 27 11 73 5 o 2) 1971-1975 34 22 65 12 35 5 42 7 58 5 o Yambrasbamba

:o 1) 1954-1956 6 5 83 1 17 o o 1 100 1 o C1) 2) ? <

"' Corosha .... "' )> 1) 1958-1965 6 3 50 3 50 2 67 l 33 l o ::::, 2) 1966-1977 18 4 22 14 78 2 14 12 86 4 o a. ::::, Chisquilla -"' "' l) 1957-1962 8 2 25 6 75 o o 6 100 2 o ::::l!

2) ? o (.TI

Jumbilla 1) 1954-1958 27 14 52 13 48 2 15 11 85 8 o 2) 1973-1977 20 10 50 10 50 3 30 7 70 6 o

z o

<­e: o ~

(O (X) -..J

l'v (Jl

Recta J) 1957-1963 16 9 56 7 44 3 43 4 57 1 o 2) 1973-1977 13 9 69 4 31 o o 4 100 4 o Totales 1) antes de la

carretera 257 182 71 75 29 28 37 47 63 37 12 2) después de la

carretera 217 114 53 103 47 26 25 48 75 74 17

(l ¡ Las fuentes son las actas de matrimonio de las municipalidades, salvo para San carios, cuyas cifras provienen de las actas de naci­miento e indican el origen de los padres.

(2) Como para los otros pueblos, el primer período es anterior a la llegada de la carretera a las cercanías del pueblo mencionado; el segundo periodo es posterior a la llegada de la carretera.

(3) Esta cifra indica la cantidad de actas de nacimiento que han servido de base para determln~r el origen del padre y la madre del nino registrado; una misma pareja es contabilizada tantas veces cuantas veces ha tenido ni nos durante el periodo indicado.

lugar y San trimonios Pablo

11 21 Epoca

Cuadro No. 4

Evolución de los matrimonios en los Andes en el norte de Chachapoyas (actual provincia de Bongará) del siglo XVIII al XX

San Carlos CU/ SHI POM YAM COR CH/ JUM I 2 1 2 1 2 ! 2 1 2 1 2 I 2 1

R EC 2 1 2

Curobamba2 - Tiapol/o S. XVlll 87 43 57 54 32 60 75 86 60 56 - - JO 50 42 56 17 60

S.XlX 55 100 78 43 58 60 52 75 65 44 61 56 - - 33 60 42 48 64 50

S. XX -64 75 84 53 42 57 100 - 71 27 83 o 50 67 25 O 52 15 56 43 años 60

S. XX años 60 42 14 66 19 30 29 30 36 65 42 - 22 14 - - 50 30 69 o ~

Total 1 2

55 57

58 54

71 37

53 25

(1) La primera cifra (subrayada) Indica el o/o de casos de endogamia y la segunda cifra, el porcentaje de casos virilocales; solamente se ha tomado en cuenta en el total las parejas en las cuales por lo menos uno de los cónyuges es oriundo del lugar relacionado con el porcentaje.

(2) Aldea del siglo XV 111 que agrupa a tas comunidades actuales mencionadas en forma abreviada arriba en el cuadro.

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GRAFICO No. 2

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DIAGRAMA No. 4

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Artículos, Notas y Documentos-- -------_- - ----------------------

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Relaciones exogámlcas por migración en el sentido de la flecha y porcentaje de matrimonios exogámlcos del punto de destino Incluyendo un conju11to del punto de origen.

Siglo para el cual los datos son válidos.

Límites provinciales a partir del siglo XIX.

Ejes importantes de productos Intercambiados en trueque.

Producto Intercambiado en trueque. Nota : No son mencionados los porcentajes de endogamia menores del 500/0 ni los de exogamia meno­

res de 250/0 (en sentido único o recíproco) de las unidades consideradas.

132 Revista Andina, año 5

Malengreau: Territorios andinos

NOTAS

(1) L. Langlois (1939 : 17-18) informa que las poblaciones autóctonas del valle del Utcubamba habrían desplazado sus aldeas hacia abajo a causa de la "pacificación española". Al contrario , los españoles redujeron a las poblaciones locales en su zona de hábitat consuetudinario, manteniéndolas al margen de las tierras cálidas, a princi­pios del período colonial. El movimiento de descenso fue más tardío y está ligado a la evolución de la economía colonial. S.B. Brush (1976 : 158-160) subraya la rela­ción entre el movimiento descendiente y la inJr9ducción de nuevos cultivos a lo lar­go de la historia colonial, y esto para el área histórica meridional de Chachapoyas.

(2) El cultivo del maíz en la región parece haber aumentado durante el transcurso del período colonial. Según D. Bonavia y R. Ravines ( 1968: 157), el cultivo del maíz en la región de Chachapoyas estaría asociado inicialmente a la expansión del Tawan­tinsuyu (Imperio Inca). J. V. Murra ( 1 978: 39-45) confirma esta constatación para el conjunto de los Andes sometido al control de los Incas, subrayando el papel juga­do por el maíz, producto de fácil almacenamiento, en la administración y la redis­tribución estatales.

(3) l. Schjellerup (1978: 221-23 2), refiriéndose al sur de la antigua provincia de Cha­chapoyas, subraya el hecho que el interés de las poblaciones de esta región por las zonas templadas está ligado a las exigencias coloniales del impuesto en productos de cultivos nuevos. Ella constata, como yo, que este nuevo interés está en el centro de los conflictos entre las comunidades y las haciendas sobre las tierras de "temple". O. Harris ( 1978: 1 70), hablando de una región de los Andes meridionales, nos muestra que la desaparición del tributo provoca un repliegue de las diferentes pobla­ciones locales hacia zonas ecológicas distintas y complementarias; este repliegue va acompañado de un sistema de redistribución a largo plazo a través de alianzas entre miembros de cada uno de los grupos. Estos ejemplos, al igual que el mío, muestran el estrecho lazo que existe entre las formas verticales de explotación de recursos te­rritoriales y las estructuras de centralización regional y estatal de la época colonial.

(4) J. Golte (1978: 68-69) subraya bien los conflictos que oponen a la burguesía aliada a la Corona y a la burguesía independiente, esto a través de la imposición simultá­nea y competitiva, respectivamente, del tributo y de los repartimientos.

No. 1, Julio 1987 133

Artículos, Notas y Documentos _______________________ _

( 5) Diversos autores ponen en evidencia el carácter limitado de la explotación vertical de diversos pisos ecológicos en los Andes septentrionales correspondientes al actual Ecuador durante las épocas prehispánica y preincaica. Dan cuenta de la explotación por una sola comunidad de recursos complementarios en un territorio continuo y limitado que no con tiene sino una parte de los niveles ecológicos de una región de­terminada. Las comunidades se diferencian, por tanto, por su producción y necesi­tan de ciertas formas de intercambio entre comunidades, incluso de ciertas formas de colonización multiétnica independiente de los núcleos de origen de los emigran­tes. Cf. sobre este tema U. Oberem (I 978 : 54-59), F. Plaza Schuller (I 976: 8-9) y F. Saloman (1978: 967-989). F. Saloman pone especialmente en evidencia el papel preponderante jugado por la conquista incaica en el desarrollo de los sistemas com­plejos de explotación vertical de los recursos. Constata de esta manera que el desa­rrollo de dicha verticalidad es proporcional al impacto incaico y, en consecuencia, decreciente de las zonas meridionales, más integradas a las estructuras estatales del Tawantinsuyu, a las zonas septentrionales, . sometidas a una implantación más re­ciente y menos profunda de las estructuras del Imperio.

(6) H. y P. Reichlen ( 1950: 221) constatan que los habitantes del Alto Utcubamba (al sur de la región estudiada) vivían, en la época de la conquista española, esencial­mente en las regiones altas y frías . Descendían ocasionalmente a los valles cálidos a fin de procurarse coca, algodón , frutas silvestres y algunas fibras vegetales; no es sino en el transcurso del período colonial que las tierras bajas adquieren un carácter verdaderamente estratégico en el conjunto de la producción de las comunidades. La evolución territorial descrita por H. y P. Reichlen es semejante a la que se puede es­tablecer en la región que nos interesa.

(7) W. Espinoza Soriano ( 1967: -2J..3-235) precisa que a la llegada de los Incas la región de Chachapoyas estaba formada por distintas aldeas diferenciadas y unitarias (igno­rando la división por mitades comprobada en los Andes meridionales), pero sin nin­guna forma de unificación interaldeana, salvo ocasionalmente y frente a amenazas militares de grupos del norte de la región. Los datos de mi investigación indican en cambio para el siglo XVIII relaciones matrimoniales binarias entre varios pueblos y, por lo menos para la primera mitad del siglo XX, relaciones rituales y de coope­ración laboral entre estos mismos pueblos, sin tomar en cuenta los intercambios de productos entre áreas endogámicas regionales.

( 8) N. Sánchez-Albornoz (I 977: 134-13 5) considera la región de Chacha poyas como un caso extremo de decadencia demográfica. Dicha declinación prosigue a fines del si­glo XVIII, aunque en esa época, siempre según el mismo autor, se nota un aumento demográfico en las otras regiones de los Andes. Esta decadencia demográfica es con­firmada para el fin del siglo XVI y comienzos del siglo XVII por lo que se refiere a la región de Chachapoyas por N.O. Cook ( 1982: 193). El factor demográfico no re­presenta, en consecuencia , un elemento importante en el desarrollo de los conflictos en torno a las tierras tropicales de la actual provincia de Bongará.

(9) Los objetivos de la división regional del trabajo y los recursos localizados de carác­ter regional forman lo que llamo "áreas de superposición" regionales, en la medida en que diversas comunidades tienen acceso a cada una de ellas, ya sea por el trueque o por la explotación directa (J. Malengreau 1976). Se señala en este trabajo que es preciso ligar la cooperación entre dos comunidades situadas en las vías de comunica­ción con las alianzas intercomunales, y el trueque regional con la especialización económica interregional.

(I O) C. Fonseca (I 972: 330) subraya este aspecto de asistencia mutua a nivel intercomu­nitario en caso de escasez en los Andes centrales. Según el autor, las comunidades aldeanas se inscriben en una red de servicios ocasionales y recíprocos.

134 Revista Andina, año 5

________________________ Malengreau: Territorios andinos

(11) J. Bastien (1979: 105), T. Platt (1978: 1081 y 1088-1089) y G. Riviere (1983: 4-5), analizando el significado económico de las estructuras matrimoniales contemporá­neas en los Andes bolivianos, constatan que los grupos exogámicos que intercam­bian asociados son ecológicamente diferentes y complementarios. Hoy, la reglamen­tación comunal para el acceso a la tierra en los Andes peruanos no autoriza la explo­tación por una unidad doméstica de parcelas situadas en dos comunidades diferen­tes. Y o supongo que en los Andes al norte de Chachapoyas, durante el período co­lonial, los intercambios de servicios para adquirir produt:tos complementarios po­dían darse entre aliados de comunidades complementarias o de mitades, al interior de un conjunto endogámico intercomunal, actualmente roto por un repliegue sobre sí misma de la comunidad.

( 12) Los mecanismos regionales contemporáneos de dependencia en el marco del sistema de mercado centralizado han sido explicados en otro trabajo mío para la misma región (J. M alengreau 1977).

No. 1, Julio 1987 135

Art1culos, Notas y Documentos _____________________ _

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137

Art (culos, Notas y Documentos, ______________________ _

FUENTES DOCUMENT ARIAS MANUSCRITAS

Archivos comunales de San Carlos, San Pablo, Cuispes, Shipasbamba, Pomacochas, Yam­brasbamba, Chisquilla, Jumbilla, Recta (diversos legajos concernientes a títulos de propie­dad comunal y a juicios de tierras del siglo XVI al siglo XIX). Registros parroquiales de Jum billa:

Actas de bautismo de Jumbilla , Chisquilla y Teata (1716 a 1741) Actas de matrimonio de Jumbilla, Chisquilla y Teata ( 171 S a 1749 y l 76S a 1775) Actas de bautismo de Pomacochas ( 1701 a 1720) Actas de matrimonio de Pomacochas ( 1775 a 1820 y 1819 a 1896) Actas de bautismo de Yambrasbamba (1706 a 1735) Actas de matrimonio de Yam brasbam ba (] 77 5 a 1820 y 1836 a 1861) Actas de matrimonio de Jumbilla, Chisquilla y Recta ( 1836 a 1861 ).

Registros parroquiales de San Carlos: Actas de bautismo de Corobamba (1711 a 1720) Actas de bautismo de Cuispes (1707 a 1718) Actas de bautismo de San Carlos, San Pablo, Cuispes, Shipasbam ba y Pomacochas (1831al834) Actas de matrimonio de San Carlos, San Pablo, Cuispes, Shipasbamba y Pomaco­chas (1819 a 1856 y 1888 a 1896).

Registro civil de la municipalidad de San Carlos: Actas de nacimiento ( 1939 a 1960 y 1970 a 1972).

Archivo de la Corte Superior de Justicia de Chachapoyas: Copias de los registros municipales de la provincia de Bongará que contienen las actas de matrimonio ( 1954 a 1 980).

Archivo obispal de Chachapoyas: ··- ·-Copias de las actas de matrimonio de la parroquia de Olleros ( 1 772 a 1800 y 1889 a 1898) Varios documentos no clasificados acerca de la administración eclesiástica y sus em­presas en el siglo XVIII.

Archivo arzobispal de Trujillo: Curatos, L-1, 104 - folio 1 (acerca del asentamiento humano en San Carlos a fines del siglo XVIII).

Archivo Especial de los Límites, Ministerio de Relaciones Exteriores, Lima: LEA-15-24 (acerca del cultivo del tabaco).

Manuscritos de la Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima: Relación de la revisita practicada en el repartimiento Gopora de la provincia de Cha­chapoyas , 1602. Expediente promovido por don Francisco Pérez de Astos, Corregidor que fue de Chachapoyas . . . , 1 771.

Archivo General de la Nación, Lima: Derecho Indígena, cuaderno No. 342 ( 1 771 a 1773), sobre "repartimientos"

Notas de campo del autor ( 1974-75, 1982-83, 1 985-86) por una estadía total de 1 5 meses.

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