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jorge núñez jover pág. 10-11 NÚMERO • MAyO 2013 • • ISSN: 1999-8090 • $1.00 • 61 pág. 12-13 © archivo editOriAl ESTIMADOS LECTORES: La poeta Teresa Melo, invitada de mayo en la revista, escri- bió que «el hombre se conoce por las pirá- mides que construye». LA CALLE..., a lo largo de sus cinco años, ha intentado construir no pirámides, pero sí un lugar donde los lectores puedan dialogar entre ellos y con su contexto –llámese barrio, aula, hogar, país, mundo– y salir enriquecidos, resul- tado que todos perseguimos con tal ejer- cicio. Con este cometido les ofrecemos un grupo de entrevistas singulares: al músi- co cubano, de visita en La Habana, Issac Delgado; al estelar pitcher Braudilio Vi- nent, y al investigador Jorge Núñez. Tam- bién recordamos a Enrique Núñez Rodrí- guez, quien el pasado 13 de mayo habría cumplido 90 años. Les regalamos en fotos momentos de las Romerías de Holguín, fiestas de la cultura y la identidad. Anda- mos estrenando nuevo año de vida, juntos esperamos seguir creciendo. CM deportes issac delgado gente Ciencia y tecnología en el horizonte de nuestra sociedad música «el meteoro de la maya» en exclusiva para la calle... © laz 4-5 braudilio vinent pág. © cortesía del entrevistado 2 pág. enrique núñez rodríguez gente en su 90 cumpleaños «Cuba es un tatuaje en el corazón» 20 años de romerías fotorreportaje 14-15 © archivo

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• MAyO 2013 •

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ENRIQUITO NÚÑEZ RODRÍGUEZ

DesDe hace Diez años, so-bre todo en los meses de mayo y junio, no puedo evitar que se acentúen los recuerdos que guardo de mi padre. En mayo, porque el día 13 es su cumplea-ños, y en junio por el Día de los Padres. Lo que hago esos días es ponerme alguna de las cami-sas suyas que siempre me gus-taron tanto, que a la larga here-dé y cuido muchísimo (jamás he echado una camisa del viejo en la lavadora), y tomarme un añejo sentado en un balance en el balcón, al atardecer, como a él le gustaba. Y recordarlo.

El primer recuerdo que ten-go del viejo es el sempiterno re-piquetear de su máquina Un-derwood, desde las 8 de la ma-ñana hasta bien entrada la tar-de, cada día de mi infancia. Cuando tuve edad para subir a hurtadillas hasta su despacho, siguiendo la musiquita de las teclas, lo encontraba absorto, escribiendo frenéticamente. Nunca me sintió cuando me co-locaba a sus espaldas, para que no se diera cuenta de mi pre-sencia, pero en un ángulo que me dejaba observar sus regor-detas manos moviéndose ve-lozmente sobre el teclado, mientras de la máquina salía una cuartilla tras otra, que él iba acomodando con sus dedos manchados de la cinta. Conser-vo intacto el recuerdo del olor que despedía la multitud de co-lillas que ya se amontonaban en el cenicero a esa hora del día, revelando una adicción que tan caro le costaría casi 50 años después. Pero lo que más me gustaba era cuando el viejo «sonaba». Hacía unos ruiditos a intervalos, como asintiendo pa-ra adentro cuando algo de lo que escribía le gustaba, incluso dejando escapar una rápida ri-sita gutural, sin abrir la boca: mjum, mjum, mjum, tras lograr al-guno de los chistes con que di-vertía a media Cuba en tres pro-gramas radiales diarios, luego de un maratón creativo que du-do que alguien haya superado alguna vez. Pero eso lo supe des-pués. Entonces solo me divertía espiándolo cuando escribía en su despacho.

Años más tarde, cuando ya tenía 11 o 12, seguía subiendo a su despacho sin hacer ruido, mientras el viejo dormía la sies-ta, y deslizaba la mano en el bol-sillo de su pantalón. Mi padre tenía la mala costumbre de an-dar con todo el salario encima, y cuando aquello ganaba 590 pe-sos de «sueldo histórico», los ho-norarios con que en el ICR re-dondearon los casi 3 000 men-suales que le pagaban en el capi-talismo. A principios de la Revo-lución, alguien le trajo de parte de Goar Mestre, el dueño de la CMQ, un cheque en blanco fir-mado por aquel, acompañado de una escueta nota que ponía: «Núñez, ponga Ud. la cifra. Lo estamos esperando». Pero el viejo no se fue a escribir a Mia-mi, a pesar de la oferta que le hi-

zo su antiguo patrón. No obs-tante, a mí me parecía que el sa-lario del viejo era alto, y que nunca se daba cuenta cuando yo le cogía 20 o 30 pesos, no más, para que no lo notara, creía yo. Porque no hace tantos años, una tarde en que acababa de quitarle algo, y me iba escapan-do en puntillas, sentí su voz adormilada tras de mí: «Déjame algo…» Entonces sospeché que el viejo siempre supo que yo le cogía dinero, y que no me decía nada. Ya yo cobraba 138 pesos, pero nunca llegaba a fin de mes, y a partir de ese día, decidí que jamás le iba a hurtar plata, así que empecé a pedírsela. Una, dos, hasta tres veces al mes: «Viejo, ¿me puedes prestar 20 pesos?» Un día me respondió: «Creo que prefiero que me tum-bes 60 de una vez, como antes».

De muchacho me gustaba mucho cuando íbamos en el ca-rro y llegábamos a la esquina de casa de mis abuelos, en 27 y E. Sin apagar el motor del Buick, se ponía la mano junto a la boca ha-ciendo una bocina, y soltaba un potente chiflido. Aquel chiflido tenía una entonación y un acen- to muy particulares, era un chi-flido que decía clarito: «¡Queto!», que era el apodo de mi abuela Enriqueta, quien pasados unos segundos se asomaba al balcón con una sonrisa: «¿Quéhubo?», saludaba el viejo, y mi abuela

respondía siempre: «¿No vas a subir?» Mi padre era un hom-bre muy ocupado, y a veces le decía «Luego». Y abuela Queto, sin dejar de sonreír: «Hice frijo-les negros». No había termina-do de decirlo y ya el viejo estaba parqueando el carro. Cuando murió mi abuela, los chiflidos de mi padre comenzaron a de-cir «¡Tito!», el nombre de mi abuelo. «¿Quéhubo?» volvía a gritar mi padre, y abuelo contes-taba ladeando la cabeza.

El cáncer que mató al viejo primero le robó la voz, y para mi padre la voz tenía la misma importancia que para Plácido Domingo. La casi totalidad de las anécdotas que publicó eran cuentos que él hacía siempre, y que simplemente llevó al pa-pel. Todavía hay noches en que creo oír su inconfundible chiflido, con el que en las ma-drugadas del hospital me lla-maba para que lo ayudara en algo. Y vuelvo a sentir el sober-bio olor de los frijoles negros de abuela Queto.

Cuando niño siempre creí que mi padre era un gran gour-met –bueno, esa palabra la aprendí de grande–, pero en-tonces me encantaba oírle ha-blar de las comidas que había disfrutado en El Monseñor, La Torre, El Floridita o el Centro Vasco. Recordaba los nombres en francés de muchos platos y

salsas. Se sabía las marcas de los mejores vinos y dulces exó-ticos, y pronunciaba perfecta-mente crèpes suzzettes y well do-ne o medium rare, para referirse al punto de cocción del filete mignon. Tenía muchos amigos entre los legendarios mâitres y bartenders de La Habana, y me hizo acompañarlo –cuando to-davía se podía– a muchos de sus restaurantes preferidos, y conocer a El Greco en el Haba-na Libre, y a Harold, el del bar Emperador. Más tarde fui des-cubriendo que, aparte de su in-negable cultura culinaria, el viejo era enfermo a la raspa de arroz blanco, o de harina de maíz, al pan de flauta con la sal-sa que quedó en la cazuela, al tamal del refrigerador. Mi ma-má se espantaba cuando el vie-jo estaba en casa trabajando, pues era capaz de abrir el frío 97 veces en 4 horas, buscando qué picar, y volver a bajar a las doce en punto para empezar a destapar las ollas, y tragarse, todavía no entiendo cómo, hir-vientes cucharadas de potaje, o un tostón a 120 grados celsius. Y disfrutaba igual de un Chivas Regal que de un cuerazo de Pa-ticruzao. Era de los que des-pués del postre, en la sobreme-sa, entre un cuento y otro, vol-vía a pinchar la fuente de papi-tas fritas. Mi viejo era un gour-met, sí, pero un gourmet glotón.

Es imposible precisar cuán-tas personas mi padre conoció en su vida. En cualquier caso, se puede afirmar que es una cifra astronómica. Pongamos que fuera un millón. Apreciaba mu-cho el cariño que la gente le te-nía, pero eran tantas que creo que esa puede ser la razón de su incapacidad para recordar cada rostro. Lo curioso es que toda su vida de escritor fue un arduo ejercicio de la memoria, sobre todo porque el género que más le gustaba escribir era el costum-brismo, que requiere una gran memoria. El viejo recordaba el nombre del bedel del Instituto de Sagua, y la totalidad de los apodos de los personajes de Quemado de Güines. Recuerdo una vez, hace años, en que iba con él en el carro, y en una luz roja le gritan de otro que paró al lado: «Núñez, ¿cómo está?» El viejo se vira y responde: «¡Bien!, ¿y tú?» Y el otro «¡Hace rato que no va por allá!» Y Enrique: «Ha-ce tiempo, sí… ¿y ustedes están bien?» «…Bueno, Carlitos se mu-rió». Y el viejo «¡Ah cará…, qué pena!» Y el tipo «¿Le sirvió lo que le mandé?» Y papi: «¡Cómo no, muchas gracias!» En eso ponen la verde. Con el carro andando, el otro se despide con una gran sonrisa «¡Vaya por allá, Núñez!» A los pocos metros le pregunto quién es. Y el viejo: «No sé».

Cuando ya el viejo estaba enfermo, le pedí permiso para que su segundo apellido forma-ra parte de mi nombre artístico. La verdad es que desde hacía muchos años los locutores de radio y animadores de TV me decían Enriquito Núñez Rodrí-guez, y yo nunca me molesté ni les rectificaba, pensando, con mentalidad comercial, que no me venía mal un nombre artís-tico que ya estaba establecido en el medio, y mi apellido ma-terno fue quedando solamente para trámites legales. «¿Me das permiso para usar el Rodríguez como segundo apellido?», le pregunté. Me miró un momen-to y respondió con una sonrisa socarrona: «Claro… después de todo, creo que eres mi hijo». Y poniéndose serio: «Te doy per-miso, pero si usas mis apellidos no puedes dejar de amar jamás a tu patria».

Unos días antes de morir me hizo su último chiste. El viejo no era dado al chiste verde o de do-ble sentido. El suyo era otro tipo de humor. Aquella noche le co-menté que al fin iba a hacer otro disco con mis canciones, y que se iba a llamar Con cierta ternura. Con un susurro me preguntó: «¿Así no se llamaba el primero?» «No, se llamaba Con dulce rabia», le respondí. «Ahhh… ¿y qué tiempo hace que hiciste aquel?» «Como trece años», le digo. Y él: «¡Trece años!… mmm... Con dulce rabia… y este… Con cierta ternu-ra… ¿Qué edad tú tienes ahora?», me preguntó. «49» le contesté. Entonces abrió aquellos pícaros ojos, y en el mismo tono jodedor de siempre me suelta: «A ese pa-so el próximo disco tuyo se va a llamar Con la lengua». CM

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A.A.G.

en esta ocasión proponemos dos poemas de Teresa Melo, destacada poe-ta cubana nacida en Santiago de Cuba, en 1961. Es graduada de Filosofía en la Universidad de La Habana. En su ya extensa trayectoria literaria destacan los títulos Libro de Estefanía (1990), El vi-no del error (1998), poemario por el que recibió el Premio de la Crítica de ese año, Yo no quería ser reina (2000), El mun-do de Daniela (poesía para niños, 2002) y Las altas horas (2003), libro con el que obtuvo el Premio de Poesía Nicolás Guillén. Es además autora de las anto-logías Mujer adentro (2000), Incesante ru-mor (2002) y Soy el amor, soy el verso. Se-lección de poesía de amor en lengua espa-ñola (2004). Sus textos aparecen en nu-merosas antologías de poesía publica-das dentro y fuera de Cuba; entre otras: Ellos pisan el césped (1988), Poesía infiel (1989), Retrato de grupo (1989), Jugando a juegos prohibidos (1990), La isla entera (1995), Hermanos (1997), El turno y la transición. Poesía latinoamericana del si-glo XXI (1997), Donde termina el cuerpo (1998), Mujer adentro (2000), La casa se mueve (2001), Incesante rumor (2002), He-ridos por la luz (2003) y La estrella de Cu-ba (2004). Actualmente trabaja como editora en su provincia. Es miembro de la UNEAC y, entre otros reconocimien-tos, le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional.

Teresa Melo

INCLUYE POEMAS DE...

· la breve duración ·

Leí un largo poema de William Carlos Williamssobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro, tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve y de otros poemas gusté y también tuve otras ignorancias.Es cierto que los poemas colocan cosas sobre el mundo y que hay personas que no gustan de ellos ni del mundo, aunque serían mejores si tuvieran aquello que tienen los poemas.¿Qué tienen los poemas, William Carlos Williams?Provocan la desazón de lo desconocido, el deseo de asir el humo que emana de lo que creemos conocido.Tuve esta flor, por ejemplo, hace años, sobre la pared de una casa en la que estuve viviendo; en su patio las orquídeas cubrían el lugar donde antes estuvo la caseta de madera; en la caseta de madera, el padre de mi amigo, una mañana nada especial amaneció colgado de las vigas. Las orquídeas luego cubrieron el lugar pero no borraron su aura de tragedia.De entonces acá esas flores no perdieron hermosura, pero igual son materia del suicidio.Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua –el lirio perenne descrito por Ariel–; tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían de hogar:todavía me sirven.No tuve asfódelos, tuve estas para mí.Y de mí ellos no guardaron memoria.Es vanidad de los poemas fijar los deseos del otro y es vanidad de los poetas creer que sus versos se fijan en el otro como no lo hace la flor más que el tiempo que le corresponde.Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo que di a los otros que se me acercaron: la breve duración de los asfódelos, las orquídeas suicidas, los lirios de agua. CM

· el hombre se conoce ·

El Hombre se conoce por la palabra que elige cuando parado al centro en la escalera levanta el pie estrena el paso con que va a rasgar su asteroide hasta que acabeEl Hombre se conoce por las cajas que arrastra para abrir una calle en la tierra para romper –explosivo– una ventana preñar al tiempo comerse una naranja infinita escupirEl Hombre se conoce por el color de su hígado o por hacer su casa sobre una silla que no la sostendrá o hacerla de papel: que el viento blanco la penetre

El Hombre es esto y todo y no se sabeEl Hombre se conoce por las pirámides que construye.

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do y vivir de lo que estás ha-ciendo. Pero la añoranza es al-go que te marca muchísimo. Uno añora muchas cosas y más que todo el público de la casa, la gente, es otra forma de vivir el día a día. Yo soy una gente de calle, yo soy un tipo de parar-me en la esquina y esas cosas se te van diluyendo, aunque si-go siendo una gente de a pie, de relacionarme.

¿Es duro ser un emigrado?Ser emigrado es duro para

cualquiera porque las costum-bres, la familia, los amigos, to-do… ¡Es muy duro! Es muy du-ro levantarte día a día y echar hacia adelante porque estás en un medio en que no creciste. Tú no pierdes los valores fami-liares, pero a veces no tienes adónde virarte, no. Tengo suer-te de tener muy buenos amigos, dondequiera que he llegado he encontrado cariño y amistades, porque creo que yo doy eso mismo, cariño y amor, y aun-que haya gente que no piense igual que uno, puedo convivir. Lo más chocante es que pierdes el contacto en la parte profesio-nal. Esta música que hago yo es de nutrirse día a día, te hace fal-ta un dicharacho, hace falta chocar con eso. A mí me afectó. Los primeros años que estuve afuera yo no sabía cómo iba a hacer el coro de una canción. Me costó trabajo. Siempre he sido un intérprete de autores, pero empiezas a conocer otros fenómenos musicales, empie-zas a agarrarte de otras gentes, que también tienen mucho ofi-cio para escribir canciones, pe-ro para mí, a título personal, me costó mucho trabajo.

¿El hecho de vivir fuera de Cu-ba y tener que producir para el pú-blico norteamericano te ha obliga-do a hacer concesiones en tu estilo para adaptarte a los gustos de ese público?

Cuando voy a una produc-ción nunca he pensado que ten-go que adaptarme a un público. Escojo las producciones y hago las canciones y me tienen que gustar a mí. Parto del gusto per-sonal, siempre he tratado de can-tarle al amor y al doble sentido que tenemos nosotros los cuba-nos, y de esa manera he tratado de no perder nunca la identidad. A mí me puso «El Chévere de la Salsa» Adalberto Álvarez, pero desde aquí de Cuba, no porque estaba allá; y yo desde aquí es-taba haciendo salsa, y creo que lo que hago es una mezcla, no creo que haga salsa pura. Yo ha-go timba mezclada con la salsa y sale otra cosa, es la salsa que pre-para uno, mi propia salsa.

Me he mantenido haciendo el mismo trabajo, lo que pasa es que cuando tú tienes una carre-ra establecida en tu país, vamos a decir así, te respetan. Yo he trabajado con Sergey Yoch, con José Lugo. Creo que son los arre-glistas más importantes de la música latina hoy en día. Aquí con Juan Manuel Ceruto, Joa-quín Betancourt, José Luis Cor-tés, Chucho Valdés, José María Vitier. No hay mucha diferencia

humanas, creo que a partir de ellas tú puedes alcanzar metas en la vida. Además de que no eres nadie sin las personas que te van ayudando.

Luego del grupo Proyecto, transitas por varias agrupaciones cubanas antes de iniciar tu carre-ra en solitario. Cuéntanos de esa etapa de tu vida.

Yo me evalué gracias a que Pachito me llevó para la or-questa de Pacho. En el año 83 empecé a ser músico profesio-nal y me tuve que meter en una escuela de superación musical, es decir, tuve que hacer una readaptación, porque tú no puedes ser músico profesional si no tienes una base, y más con los «musicazos» que había ahí. Trabajé con un grupo que se lla-maba Galaxia, de ahí tengo gra-tos recuerdos, estaba Ángel Bon-ne tocando saxofón en aquel momento, José Miguel Trejo en la trompeta, Miguel Ángel de Armas en el piano, músicos to-dos con los que he coincidido y reincidido en diferentes traba-jos. También tengo que decirte que hice un pase por el cabaret Tropicana y por el cabaret Co-pa Room. Uno se da cuenta hoy de la importancia que tiene, de «la tabla» que da trabajar en un cabaret. Hice giras con Tropi-cana, una de las más largas fue de ocho meses por toda Euro-pa, en el año 86 u 87. Todas esas cosas me influyeron, hasta que llegué a NG La Banda, que fue la agrupación que me puso realmente en el mapa popular de la música cubana. Con Pa-chito trabajé muy bien, hice las primeras incursiones interna-cionales en el año 84. Pero ya hablar de un resultado de po-pularidad, eso fue con el fenó-meno de NG La Banda, que eran músicos provenientes de Irake-re. Todos los músicos quería-mos ser como Irakere. Mi gene-ración fue creciendo viendo a Chucho, que era como la uni-versidad de la música. Enton-ces Gonzalo Rubalcaba venía de Opus 13, una agrupación que tenía Joaquín Betancourt. Y

cuando llegué a NG La Banda, todos eran súper maestros, ahí el único que no tenía formación musical real era yo. Pero bueno, José Luis algo le vio a mi trabajo, creo que yo siempre he tenido intuición para buscar mi reper-torio, para saber qué es lo que yo puedo cantar. Las limitacio-nes que tengo, las suplo con sen-timiento.

Y luego te independizas de la banda y comienzas una carrera en solitario.

Sí, ese fue un paso bien difí-cil. Haber estado en el pico de la popularidad con NG La Banda y luego iniciar un trabajo inde-pendiente pero que es depen-diente, porque cuando tú traba-jas la música popular la gente dice: «no, es solista», pero sin los músicos y sin los arreglistas no eres nadie. En el arte, como en muchos otros trabajos, se nece-sitan muchos instrumentos y mucho talento reunido, saber cómo utilizar el talento de los otros. En aquel momento ni idea tenía yo de hacer una orquesta. Pero visité a Juan Formell para buscar consejo y me dijo: «Ná, lo que puedo hacer por ti es hacer-te un tema y que cantes con Los Van Van para un programa de televisión que se llama En la vi-va». Así que después de salir de NG, me presenté con Los Van Van. Con la televisión la gente… tú sabes… empezaron a acercar-se músicos y a decirme, «vamos a hacer una orquesta», y comen-cé mi trabajo.

En un momento de tu vida to-mas la decisión de radicarte en Miami. En Cuba, queda parte de tu familia, uno de tus hijos. Estar le-jos, ¿te ha marcado?

Mucho, mucho. Yo no tomé la decisión de radicarme en Miami. Es importante que acla-re esto, porque alguna gente te dice: «No, porque tú te fuiste a Miami». Yo salí de Cuba por equis razones personales y me tocó, y no estuve en Miami exactamente, estuve en Tampa mucho tiempo y fui para Mia-mi después porque la industria de la música latina radica real-mente allí, y firmé un contrato con Univisión Disco, una divi-sión de Univisión. Eso me mar-có muchísimo, porque mi ca-rrera realmente yo la hice en Cuba. Yo llegué allá con una ca-rrera hecha, pero son códigos diferentes. No solamente dejé un hijo, dejé a mi familia com-pleta aquí. Me fui con dos hijas, mi otro hijo que toca piano y está estudiando todavía, y mi esposa; pero tenía más de la mi-tad de mi vida y mi corazón y todas mis cosas aquí.

Marca mucho a uno, como artista a uno le es gratificante saber que cuando tú llegas a un lugar la gente te conoce. Siem-pre pienso que por arriba de todo está la gente que te apoya, el que te va a ver, el que te va a aplaudir, y yo tuve la suerte de tener una carrera hecha en mi país; como se dice, fui profeta en mi tierra y entonces, cuando llegas a un sitio con una base hecha, puedes seguir trabajan-

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ENRIQUE UBIETA y yULIAT DANAy ACOSTA

En un apartamEnto de La Habana, LA CALLE DEL MEDIO en-trevistó en exclusiva al músico cu-bano Issac Delgado, de visita en la patria. El cantautor, conocido a ni-vel internacional como «El Chéve-re de la Salsa», reveló detalles de su carrera y sus planes en Cuba. Esta-ba eufórico:

Increíblemente –nos dijo– vi-ne esta semana y Silvio me pi-dió que estuviera con él en el concierto del próximo viernes, que es en un barrio. No sé lo que va pasar porque no puedo dormir, llevo dos días sin dor-mir, no es por pararme ahí, es que las otras veces ha sido im-provisado, casual, pero ahora lo sé, y entonces sale la adrena-lina esa que a uno le corre. (…) Él, como es tan genial, me dijo: «Canta lo que tú quieras, tú lo ensayas y vienes a ver qué ha-cemos». Yo pienso que voy a cantar algún tema de lo que la gente conoce, a piano, y voy a improvisar un poco también. (…) Gente como él son muy grandes para la música y para el arte, y son tan grandes, que no miden qué puede pasar.

(El concierto fue un éxito y LA CALLE...contribuyó a promocionar-lo en las redes y ahora presenta a sus lectores una versión más com-pleta de una larga conversación.)

Vivir en Marianao, ¿cómo influyó en ti? ¿Qué guardas de ese munici-pio habanero?

Mucho, imagínate tú, yo es-tudié en Ciudad Libertad. Los recuerdos más lindos de mi vida los tengo de esa escuela. Ahora yo me pongo a analizar y creo que donde uno aprende la ver-dadera universidad de la vida está ahí en las calles, bajando y subiendo por 76 hasta allá arri-ba Ciudad Libertad, caminando o montado en las guaguas, o sea muchas cosas que uno va apren-diendo por esos caminos.

En Marianao aprendí que lo más importante de la vida son los amigos, las relaciones

issac delgadoCuba es un tatuaje en el corazón

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en mi trabajo, quizás lo que sí he aprendido mucho es en la terminación. Hay mucho que aprender en ese campo. Cuan-do tú hablas con cualquier mú-sico de cualquier parte del mun-do, quiere trabajar con los cuba-nos, pero el barniz final es im-portante aprenderlo, aprender a producir, ese intercambio ha si-do importante para mí.

¿Cómo caracterizarías el am-biente cultural de Miami?

He tenido la suerte de que las presentaciones que he he-cho no han estado vacías nun-ca, y hay mucho público cuba-no y no solamente cubano, co-lombiano, peruano, que me ha apoyado. No te puedo decir que el ambiente cultural sea que yo trabajo todas las sema-nas. La gente que ha estado al-rededor de mí no ha querido que me convierta en un artista local de Miami. Yo llegué sien-do figura internacional y he mantenido eso, mis giras interna-cionales a Europa, a Latinoaméri-ca, los festivales por Estados Unidos. En Miami, como am-biente cultural, he trabajado en las cosas que me llamen, muy puntuales. Allí hay una cultura muy cubana, más bien basada en la nostalgia. Ahí la gente vi-ve mucho con la nostalgia de Cuba, la gente ama lo que dejó y a su tierra. No soy una gente que está todos los días en la ca-lle, pero la mayoría del arte de Miami está basado en la año-ranza cubana.

Hay muchos muchachos jó-venes que no han salido a la luz. No veo ese apoyo o esa pro-yección que pudiera tener un artista cubano en Miami, espe-cíficamente. Te puedo hablar de Pitbull, pero Pitbull no es cubano. Te estoy hablando de fenómeno cultural internacio-nal. Ahí hay muy buenos auto-res y compositores. Yo no estoy vinculado a otro mundo que no sea la música, por ejemplo a es-critores o pintores. Lo que más yo veo son los colegas míos que llegan allá a tocar.

¿Crees que en Miami se difun-de lo mejor de la música cubana?

En Estados Unidos, en gene-ral, sí les interesa lo cubano. Hay cosas que llegan, pero hay mu-chas que no, aunque en los últi-mos tres años ha habido un gran movimiento de músicos cubanos que no entran en el sector comer-cial, ni yo; o sea, que estando allí tú no entras en el sector comer-cial de Miami, ni de Nueva York, ni de las emisoras de radio, ni na-da de eso. El hecho de ser cubano te limita, puedes hacer presenta-ciones, por lo menos es mi expe-riencia, pero no entrar en una ra-dio comercial. Como es lógico, cuando estoy de promoción de un disco voy a las emisoras de ra-dio, o te preparan una gira de medios, pero que tú suenes habi-tualmente en la radio o que di-fundan tu música, que hagan un trabajo cultural, yo no he tenido esa experiencia.

¿A qué crees que se deba eso? Los medios tienen otra vi-

sión de la música comercial. En

mi opinión profesional, prime-ramente lo que más interesa en los Estados Unidos del merca-do latino es la gente que ve su televisión, que la gran mayoría son mexicanos, colombianos y dominicanos. Los cubanos so-lamente son un grupo en Mia-mi, y entonces cuando tú ves la televisión hispana de los Esta-dos Unidos, pues obviamente ahí los medidores comerciales son los Premios Lo Nuestro, Ju-ventud… Ahí no hay ningún cu-bano. Por eso te digo que cuba-nos que ellos tienen, Pitbull, que es otro tipo de cubano; pe-ro cubanos que están nomina-dos para los Grammy, por ejem-plo un Eliades Ochoa o Los Van Van, eso no existe en la radio. Eso no existe allá, ni Issac Del-gado tampoco existe. En el pri-mer disco que yo tuve allí sí me sonaron un tema, dos temas me han sonado en la radio en seis años. Es difícil, ¿no? Yo tengo un mercado alternativo que gracias a Dios me ha acogido con mucho cariño. Yo casi es-toy viviendo en Puerto Rico la mitad de mi tiempo de traba-jo, porque ahí he desarrolla-do mi carrera, porque Puerto Rico es una isla igual que Cu-ba, porque aman la música esta, porque me quieren, me están tocando en la radio ahí, me es-tán haciendo presentaciones, es donde más he trabajado en América ahora mismo.

La rumba en Issac Delgado, ¿adicto a los metales?

La rumba es la matriz de mi trabajo. Soy un fanático del complejo de la rumba. El com-plejo de la rumba son la colum-bia, el yambú y el guaguancó, y tuve la suerte –como te dije– de cuando era un niño tener mu-cha gente alrededor. Entre la gente que me cargaban a mí es-taba Celeste Mendoza, que era como una hermana de mi ma-má. Los Papines eran asiduos a mi casa también, se sentaban en el patio de mi casa a descargar. Esa gente son un veneno que tengo en el cuerpo, un agrada-ble veneno, y eso lo tengo por dentro y lo expreso en mis can-ciones. Creo que soy una com-binación de feeling con gua-guancó. A mí desde pequeño siempre me dijeron como con-sejo: «si vas a entrar en la músi-ca» –y yo ahora se lo doy a las generaciones nuevas– «debes tener la visión de que tienes que ser tú mismo y no trates de ser una imitación». Uno siempre empieza imitando a alguien, pe-ro hay que tratar de buscar un camino, y yo lo tengo gracias a la rumba y al guaguancó.

¿Los metales? «Los metales de la salsa»... eso viene ya del amor a que los metales, o los brass como le dicen afuera, sean con virtuosismo, sean con mu-cho rigor. Yo se lo debo a NG La Banda, porque ahí estaban «los metales del terror», como decían. Tuve la suerte de trabajar con músicos extraordinarios que componían la cuerda de metales, como se decía, de NG La Banda, que eran muy sofisticados. En

aquel momento, cuando empe-zamos, la gente les tenía terror.

Recientemente participaste co-mo invitado en el concierto de Car-los Varela en el Teatro Nacional. ¿Qué sentiste al trabajar nueva-mente para el auditorio cubano? ¿Cómo te acogió el público?, porque tú eras «El Chévere».

Mira, fue algo casual, fue de esas cosas que suceden en Cuba que son parte de la improvisa-ción del arte. Yo fui allí a ver el concierto, e incluso estaba en la parte de atrás. Estaba viendo el concierto desde una esquina, y Carlos no sabía que yo estaba allí. A la mitad del concierto él se dio cuenta de que yo estaba y salió y me dio un abrazo y me dijo: «No te puedes ir porque vas a entrar ahí». Yo pensé: «Es-te está loco», pero bueno, estaba Formell como invitado también, estaba Giraldo Piloto. Cuando nos encontramos allí, como es lógico, toda la piña esa de her-manos míos que yo adoro y res-peto mucho…

Cuando Carlos me presentó se me hizo un nudo en el pecho porque primeramente la gente no lo esperaba, el auditorio esta-ba que no cabía un alma, y sen-tir que la gente te recibe con ese cariño y ese afecto a mí me aplastó mucho psicológicamen-te y me movió mucho. Yo estoy recibiendo ese feedback o rebote desde que pisé Cuba nuevamen-te. ¿Por qué? Por el amor de la gente, por el cariño, porque no ha cambiado nada, porque yo soy un artista del pueblo y por-que yo creo que lo único que he hecho durante toda mi vida y toda mi carrera es hacer mú-sica. Creo que he crecido en to-dos estos años viviendo afuera, pero con el corazón adentro. Me han hecho crecer mucho como persona, como profesio-nal, y agradezco mucho a Car-los Varela que me haya dado la oportunidad de chocar nueva-mente con el público.

¿Existe algún proyecto en Cuba?Quiero hacer un concierto

con mi trabajo, porque la gente no ha visto mi trabajo durante años, y me gustaría traer gente a tocar aquí, que no ha pisado es-ta tierra, gente a la que yo me paso la vida hablándole de Cu-ba. Me gustaría mucho compar-tir con ellos. No tengo fecha to-davía, pero sí quiero que sea es-te año. Si las puertas están abier-tas, como me las han abierto hasta ahora, creo que la fecha depende de ponerme de acuer-do con las partes, tengo que bus-carme un productor para que me ayude y los músicos. Pienso que sí, que va a ser muy pronto, en este año 2013, y que va a ser coincidente porque cumplo 30 años de trabajo, no quiero mar-carlo, pero es una cifra redonda de mi carrera como profesional.

Uno de los proyectos lindos de este año que sí puedo decir es que voy a cantar un tema con Los Van Van. Esta semana espe-cíficamente vine porque esta-mos empezando a hacer el tra-bajo de maqueta, como se le lla-ma. El Día de los Padres del

año pasado habíamos quedado que íbamos a hacer un tema juntos y para mí ha sido un pla-cer, porque he hecho muchas colaboraciones con artistas in-ternacionales y con artistas de aquí. Siempre es una satisfac-ción grande cuando tú te unes, pero cuando los cubanos se unen siempre sale algo bueno.

¿Qué crees de la nueva ley mi-gratoria. ¿Te aporta algún beneficio?

El beneficio es mental. Es im-portantísimo para todos los cu-banos –dondequiera que este-mos– que tengamos la platafor-ma de nuestro país abierta para entrar y salir. Una de las cosas que ha afectado al cubano que vive en el exterior –en un mo-mento determinado– y a otras generaciones de artistas que han vivido fuera de Cuba (que qui-zás algunos no regresaron y otros sí) es que tenían quizás, en la mente más que todo, la idea de que tenían dificultad para regre-sar. Pienso que no solamente pa-ra los artistas, para todos los cu-banos, que están viviendo en los Estados Unidos, o en Chile o en donde estén… El artista colom-biano puede estar tocando en los Estados Unidos y puede ir a to-car a su país; el artista peruano hace lo mismo; todo el mundo tiene su país como plataforma. Mi plataforma fundamental es Cuba, y si los artistas cubanos que viven en el exterior pueden hacerlo, la gente lo que va es a es-cuchar la música y a valorar co-mo siempre si es buena o mala, pero es música.

¿Cómo asumes la responsabi-lidad de ser un representante en el extranjero de la cultura nacional? Sentimentalmente, ¿qué represen-ta Cuba para ti?

La asumo con mucha digni-dad. Yo siempre tengo cuatro le-tras delante del pecho y mi últi-mo disco, que hice hace un año y unos meses, se llama Súper cubano, y se llama así porque cada día que pasa me siento más cubano. No hay nada más que argu-mentar. Estamos tan or-gullosos de ser cubanos, que seguimos siendo cubanos.

Cuba es una frase que se me quedó mar-cada, aunque tú no lo creas o aunque la gente no lo pueda creer, es una frase romántica y para mí literaria, de un tipo que es del género ur-bano aquí, que se llama Orisha: «Cuba es un tatuaje en el corazón». Los cubanos pen-samos diferente, añoramos nuestro verde del campo que es diferente, la tierra…

Estamos tan orgullosos de nuestras playas, de la gente, del calor humano; es bien difícil cuando tú te encuentras con la gente de Cuba, no hay calor igual que ese dondequiera que estés, te hablo con honestidad. Cuando entras a esta isla, el olor, todo lo que te da la gente es muy grandioso. Aunque la gente piense diferente no les importa, lo que les importa es que tú eres

Creo que lo único que puedo hacer es ser recíproco y sentirme orgulloso de mi país, de mi patria, esa ha sido siempre mi bandera (...) Para mí Cuba es oxígeno

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cubano igual que ellos y te dan la mano. Yo he tenido mucha suerte, soy una persona afortu-nada en la vida, dondequiera que voy me encuentro un cuba-no. Me he encontrado un cubano en Grecia, en Japón. En todas partes del mundo siempre hay un cubano. Creo que lo único que puedo hacer es ser recípro-co y sentirme orgulloso de mi país, de mi patria, esa ha sido siempre mi bandera.

Cuba te ilumina de una ma-nera increíble. Creo que el que sea artista, o el que sea carpin-tero, o el que sea... cuando lle-gue a Cuba, como es tan diver-sa y tan diferente y te encuen-tras tantos valores con los que tú naciste, se oxigena. Para mí Cuba es oxígeno.

No te puedo decir qué yo siento espiritualmente, religio-samente. Tengo todas mis creen-cias y mis santos, y todo nace aquí, esta es una tierra santa. CM

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SANTIAGO ALBA RICOEspecial para LA CALLE DEL MEDIO

en eL año 213 el emperador de la China emitió un edicto condenando a la hoguera el Li-bro de la Poesía, el Libro de la His-toria y los discursos de las Cien Escuelas; es decir, todo el saber de la tradición china. Al mismo tiempo, sentenció a muerte a todos aquellos que se atrevie-ran a dialogar en público en torno a los libros prohibidos, una vez entregados a las autori-dades y destruidos: «los que se sirvan de la antigüedad para denigrar los tiempos presen-tes», dice el decreto, «serán eje-cutados junto con sus parien-tes». Como sabemos, las socie-dades antiguas se vivían a sí mismas como alejándose a la deriva, a favor de la corriente, de un pasado glorioso respecto del cual todo presente –todo gobierno presente– no era más que una degeneración o una degradación; el gesto del empe-rador trataba así de legitimar su poder impidiendo que sus súbditos recordaran tiempos mejores y dinastías más huma-nas o se dejaran engañar, como tantas veces ocurre, por los es-pejismos de la memoria.

Podríamos decir que, bajo el capitalismo, no hace falta ningún decreto contra la me-moria porque la propia consis-tencia del mercado borra per-manentemente el pasado, como antigualla o escoria, en favor de un presente superior. Vivi-mos, se dice, en el presente, en la intensidad de las emociones inmediatas, de los sobresaltos sincrónicos. Pero no es verdad. La inversión capitalista del mo-

delo antiguo respeta en reali-dad la misma lógica, en virtud de la cual o todo ha pasado ya o nada ha pasado todavía: si los chinos creían que lo mejor ha-bía quedado atrás, los consu-midores –también los consumi-dores fallidos– creemos que lo mejor está por llegar. La idea de progreso, estrechamente vin-culada a la novedad mercantil y tecnológica, implica la ilu-sión, incluso en tiempos de cri-sis, de que puede haber reman-sos en la corriente, breves es-tancamientos o remolinos, pe-ro jamás reflujos y mucho me-nos retrocesos definitivos. En China el pasado impedía perci-bir los logros de la nueva dinas-tía; bajo el capitalismo es el fu-turo el que impide reconocer como propios, como reales, los abismos del presente.

El presente es una cosa muy difícil. Hablar de «tiempos pre-sentes» requiere el cumpli-miento de dos condiciones que raramente se dan. La primera es que esté presente el sujeto, como cuando se pasa lista en los cuarteles y las escuelas (San-tiago Alba Rico: ¡presente!) o se moviliza a un muerto para que nos consuele o nos ayude (Che Guevara: ¡presente!). En general ocurre –digamos– que están ahí presentes las montañas, los árboles, los niños, los libros, y también las guerras y las rui-nas y las llagas, pero nosotros no hemos llegado aún, nos he-mos entretenido por el camino, estamos «distraídos» en la fati-ga del trabajo o en el aturdi-miento del ocio proletarizado; las cosas nos esperan, vibrando en su aura de impaciencia, pero

Presentes

nosotros llegamos a destiempo –en otro tiempo– o no llegamos nunca.

La segunda condición es que esté presente el contenido mis-mo del tiempo. Porque a veces sucede, en cambio, que estamos presentes sin que ninguna rosa y ningún viento hayan gritado nuestro nombre; estamos ahí, volcados hacia el mundo, sin que nadie nos pase lista y nues-tra atención se pierde en un de- sagüe de colores sin fundamen-to y cuerpos sin ninguna raíz. Hay cuerpos que se secan a la espera del amor; mentes infini-tas a las que no se ofrece nada que morder; campesinos sin oli-vos, escaladores sin montañas, violinistas más grandes que Pa-ganini o Sarasate que jamás han visto un violín.

Solo podemos hablar de pre-sente, por tanto, cuando ocurre que se presentan al mismo tiem-po, en el mismo lugar, las dos presencias; cuando levanto la cabeza y está ahí la montaña le-vantándose para mirarme des-de arriba. A eso los paganos lo llamamos amor y sucede, por ejemplo, cuando dos cuerpos es-tán presentes el uno frente al otro y, porque se han esperado siempre, ninguno se ha adelan-tado o retrasado: ¡han llegado justo a tiempo para el otro! Eso es lo que los científicos llaman co-nocimiento, que no es más que el presente de un átomo o una molécula –o de un concepto– en el pensamiento: la felicidad del sabio es en realidad una extraña «coincidencia». Pero eso es tam-bién lo que en la tradición cris-tiana se llama «revelación» para tratar de explicar ese descenso

vertical de la gracia, puntual co-mo un relámpago, después del cual nada puede seguir siendo lo mismo. La revelación más co-nocida dentro de nuestra tradi-ción es la famosa caída de San Pablo camino de Damasco, has-ta el punto de que la expresión «camino de Damasco» se aplica a todos los campos y todos los avatares de la vida, con indepen-dencia de su fuente religiosa. San Pablo, verdadero fundador del cristianismo, estaba ahí al mismo tiempo que Dios y ese choque lo derribó del caballo. Cuando se levantó se dio la vuel-ta y dio la vuelta, como a un cal-cetín, a su existencia misma.

En realidad este choque que llamamos «presente» se co-noce también con otro nombre: conciencia. Como en la frase «tomar conciencia de (un error, un objeto, una injusticia)». Es la cosa más rara que existe. ¿O no? Quizás San Pablo se había caído del caballo todas las ve-ces que había pasado por el ca-mino de Damasco y no había tenido valor. Quizás lo que ca-racteriza a la normalidad no es la ausencia de conciencia, sino la insistencia en ignorarla. Qui-zás todos hemos sufrido algu-na caída camino de Damasco. De hecho todos los días, cami-no de Damasco, nos caemos del caballo. Sabemos qué está pa-sando, quién nos llama, qué quieren de nosotros. Pero fin-gimos que se trata tan solo de un accidente; nos incorpora-mos, nos sacudimos la ropa, saltamos de vuelta sobre la montura y reemprendemos el camino como si nada hubiese ocurrido. Eso es lo normal:

caerse del caballo y no hacer caso. Lo sobrenatural no es la revelación ni tampoco la inteli-gencia para interpretarla –nin-guna revelación lo es de verdad si no es indubitable–; lo sobre-natural es la fuerza para res-ponder a su llamada.

No sé cuántas horas al día, pero me temo que todos vivi-mos a menudo en el presente. Estamos ahí y están ahí las montañas, los árboles, los ni-ños, los libros; y también las guerras, las ruinas y las llagas. Pero no respondemos. ¿Por qué? ¿Por qué no tenemos esa fuerza? Creo que por dos moti-vos. El primero es que, ausen-tes del presente, en las fatigas del trabajo o en el aturdimien-to del ocio proletarizado, en-contramos siempre algo de fe-licidad o hasta de justicia y nos acomodamos. La segunda es mucho más importante. Cuan-do de pronto se produce el cho-que –tres veces al día– y nos caemos del caballo (¡al mismo tiempo que todos los demás!), no sabemos qué hacer, adónde ir, a quién unirnos. Nos levan-tamos todos del suelo, nos sa-cudimos el polvo mirándonos de soslayo con vergüenza y reemprendemos solos –y enfada-dos– el único camino que conoce de memoria nuestro caballo.

El mercado, como el empe-rador en China, prohíbe en Eu-ropa el choque del presente. Pe-ro la crisis nos lo va revelando. Para negar una revelación hace falta mucha cólera, mucha vio-lencia, un chivo expiatorio: algo parecido al fascismo. Para res-ponder a una revelación, hace falta siempre una revolución. CM

Buzzy Krongard, como dos de los altos cargos que tenían pleno conocimiento de las actividades de la compañía junto con la agencia.

El propio Prince declaró que Black- water era «una extensión de la CIA en misiones que la agencia no podía cum-plir por las restricciones legales con las que trabajan sus agentes». Después de estas aclaraciones, los oficiales de la ATF enmendaron su rumbo y mira-ron al lado contrario, mientras la refe-rida compañía incrementaba sus arse-nales y se consolidaba como un ejérci-to particular.

La promesa incumplida de Hillary Clinton

Aún le esperaba a la compañía otras incomodidades, cuando el

28 de septiembre de 2007 mer-cenarios de la empresa hala-ron los gatillos de más en una plaza de Bagdad y mataron a

17 civiles, entre ellos niños y mujeres, lo cual provocó que el

gobierno de Iraq solicitara el retiro inmediato de su país de la compañía, sin llegar a concretarse...

El 4 de marzo de 2009, Erik Prince, fundador de Blackwater, anunció su re-nuncia a la Presidencia Ejecutiva des-pués de que la empresa cambió su nom-bre a Xe, previsiblemente una maniobra para renovar su imagen y disfrutar de su retiro con una fortuna personal au-mentada.

Ese mismo día la entonces senadora Hillary Clinton, en sus planes de pre-sentarse como candidata presidencial, anunció que apoyaría un proyecto de ley para prohibir a Blackwater y a otras empresas mercenarias privadas operar

en Iraq, y precisó: «Hace tiempo que deberíamos haberles mostrado la puerta de salida a estos contra-tistas».

No obstante, poco después su esposo, el expresidente Bill Clinton, presentó una lista de donantes impor-tantes a su Fundación para financiar su biblioteca en Little Rock, Arkansas, así como realizar esfuerzos para reducir la pobreza y el VIH Sida, en la cual apare-ce la Blackwater con aportes de 25 000 dólares. De ahí se infiere que la puerta de salida mencionada por la Clinton se mantiene cerrada.

La Blackwater, bajo otros nombres, salvó el temporal y hoy sigue como cliente importante del Pentágono bajo la administración del Presidente Ba-rack Obama, y al parecer su principal tarea es en la frontera de Turquía con Siria, donde entrena a terroristas que combaten al gobierno de este último país y que, paradójicamente, incluye también a combatientes de Al Qaeda con experiencia en volar por los aires a soldados norteamericanos y miembros de la propia compañía en Iraq y Afga-nistán, con el apoyo de la OTAN. CM

fuentes principaleshttp://es.wikipedia.org/wiki/Academihttp://www.cubadebate.cu/noticias/2012/

08/03/blackwater-entrena-terroristas-en-siria/

Naomi Klein. La Doctrina del Shock. El au-ge del capitalismo de desastre. Ed. Cien-cias Sociales, La Habana, 2009.

http://rebelreports.com/post/178028358/why-doesnt

http://es.sott.net/article/20086-La-CIA-utilizo-rutinariamente-a-los-merce-narios-de-Blackwater-en-sus-misio-nes

derazgo incontrastable de EE.UU., para lo cual sería necesario «algún suceso ca-tastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor». De esta forma, por una suma de coincidencias planificadas o no, el 11 de septiembre del 2001 encon-tró a Prince y a Blackwater casi sin com-petidores para enviar a sus hombres a donde la administración estadouniden-se estimara necesario.

Pesquisa equivocadaPrince obsequió a Abdalá II el día en

que entrenaron juntos en marzo de 2005, una versión futurista del fusil de asalto AR-15, denominada Bushmaster, y una escopeta Remington, ambos con el logotipo de Blackwater, así como va-rias pistolas Glock para los hermanos del rey que lo acompañaron en la visita. No obstante, el recibimiento a un mo-narca en sus instalaciones no dio total impunidad a la Blackwater ante la ley, y tampoco todas las agencias federales fueron admiradoras de la compañía de seguridad.

La Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos (ATF) registró la sede de Blackwater e ini-ció una investigación sobre la proceden-cia del armamento que poseía, a lo que Prince argumentó que regaló las armas al monarca jordano y su familia actuan-do «en nombre del gobierno estadouni-dense y de la CIA».

Un documento entregado por la de-fensa de la organización durante la in-vestigación, menciona al exdirector de Operaciones de la CIA, José Rodríguez, y al exdirector ejecutivo de la agencia,

JORGE WEJEBE COBO

VaRios VehícULos de uso militar co-rrían a gran velocidad, y al entrar en una calle fueron atacados por tiradores encubiertos en las edificaciones. Era la señal para que los conductores de los jeeps Hummers maniobraran y abatie-ran con sus M-16 a los agresores, con la precisión que solo se logra en una situa-ción de simulado peligro para el disfru-te de importantes visitantes. Todo ocu-rrió en una maqueta parecida a las pol-vorientas barriadas de Bagdad, cons-truida como polígono de ejercicios en Moyock, Carolina del Norte, Estados Unidos, un pueblito de menos de 4 000 habitantes ya acostumbrados a los vir-tuales combates y al estruendo de los disparos en la cercana instalación, don-de podía albergarse a casi la misma can-tidad de vecinos del lugar.

El rey Abdalá II de Jordania, quien tenía entonces 43 años cuando su visita a los Estados Unidos en marzo de 2005, fue uno de los protagonistas del entre-namiento, el cual le hizo rememorar sus días de oficial de tropas especiales en su país y disfrutar de la acción, muy dife-rente a sus predecibles y planificados deberes como jefe de Estado.

Pero quien debía estar más feliz era Erik Dean Prince, el imaginativo orga-nizador de la demostración de su com-pañía de seguridad privada Blackwater, la mayor del mundo. A los 36 años de edad estaba en la cúspide de su negocio, tenía tantos hombres en Iraq como sol-dados del ejército norteamericano, y las utilidades de los contratos eran millona-rios. El referido día compartió emocio-nes, planes y futuros negocios con uno de los estadistas más influyentes del me-diano Oriente. No le podía pedir más a la vida en ese año.

Prince fue el hombre que estuvo en mejores condiciones para triunfar en la floreciente industria de la guerra y los mercenarios, ahora llamados «contra-tistas». Tuvo una formación académica, se entrenó y participó como oficial de operaciones especiales en el extranjero en un comando de la Marina. Realizó una pasantía en la Casa Blanca bajo la administración de George Bush padre, de la que salió desilusionado por consi-derar que se daba un tratamiento blan-do a las organizaciones de homosexua-les, se establecían compromisos sobre el medio ambiente, y otras medidas que consideró demasiado liberales.

Inversión riesgosaA la muerte de su padre, Erik Dean

Prince vendió los seguros negocios fa-miliares por más de 1 000 millones de dólares y fundó en 1997 la compañía, in-versión que parecía poco prometedora para la época, cuando no se vislumbra-ba para EE.UU. la próxima guerra y el mercado de protección y seguridad a in-tereses privados estaba saturado de competidores. No obstante, construyó la base de entrenamiento particular más grande del país en terrenos de su pro-piedad en Virginia, la cual abarcaba de-cenas de kilómetros cuadrados y donde,

menos bucear en agua salada, se podía enseñar cualquier forma de combate.

La zona incluía un pantano de aguas negras que dio el nombre a la compañía Blackwater, y escogió sus efectivos y je-fes entre veteranos exmarines y oficia-les de la inteligencia militar, el FBI y la CIA, organismos con los que Prince co-laboró desde el principio. Pero tuvo que esperar algunos años para que su fortu-na se multiplicara exponencialmente.

Mientras las 2 997 víctimas del 11 de septiembre de 2001 vivían su último día, Ronald Rumsfeld, jefe del Pentágo-no, declaraba la guerra a la burocracia interna de la institución por consi-derarla el principal enemigo de la defensa de EE.UU. y la «planifi-cación quinquenal que im-ponían aplastando las nuevas ideas», y se mos-tró partidario de la uti-lización masiva de com-pañías privadas para acciones militares y el espionaje a costa del pre-supuesto de Defensa.

Fueron conclusiones para la trans-formación de la doctrina militar de su país, inaceptables para algunos oficia-les y funcionarios con vidas consagradas éxitosamente al derrumbe del socialismo, ahora acusados de llevar a las fuerzas armadas estadouni-denses los mismos vicios de la burocra-cia soviética.

La privatización de las instituciones armadas y órganos de inteligencia, se-gún Rumsfeld, solo se detendría ante la administración de las armas nucleares y sus vectores que nunca serían renta-bles porque al realizarse como valor de uso, terminaría con la humanidad, el mercado mundial y de paso con los ri-cos y los pobres de este mundo. Esta pu-do ser la interpretación de más de un ge-neral descontento con la nueva doctri-na, y especularon que el político había llegado muy lejos y tenía contados los días en el cargo. Pero el discurso del Se-cretario de Defensa, quien –de forma fortuita o no– estuvo perfectamente in-tegrado a los acontecimientos posterio-res tanto como los planes iniciados por Erik Dean Prince en 1997 con la funda-ción de Blackwater, marcó los aconteci-mientos posteriores.

El 11 de septiembre de 2001 fueron derribadas las Torres Gemelas por im-pacto de dos aviones comerciales se-cuestrados por la red Al Qaeda. Tam-bién fue atacado el Pentágono, sobre el que supuestamente se estrelló otro Boeing contra la fachada, aunque nunca aparecieron los motores de más de 10 to-neladas de peso y el gran fuselaje, eva-porados dentro de un boquete redondo; todo lo cual, entre otros hechos, dio ar-gumentos para considerarlo como un autoataque.

De pronto se hizo realidad un pro-nóstico contenido en el Proyecto para el Nuevo Siglo Norteamericano, del cual Rumsfeld fue uno de sus redactores. El documento describe un futuro después de la desaparición de la URSS bajo el li-

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AHMED PÉREZ MOREJÓN

El 20 dE fEbrEro dE 1949, en un abarrotado Stadium del Cerro, que superó los 22 000 aficionados, echó a andar la primera Serie del Caribe. Desde ese momento y hasta la celebración del último choque, el 25 de ese mismo mes, se enrolaron en la discusión del cetro los conjuntos Almendares, Cervecería Caracas, Spur Cola y Mayagüez, monarcas respectivos de las ligas de Cuba, Ve-nezuela, Panamá y Puerto Rico.

Al concluir la justa, los Alacra-nes de nuestra capital arrollaron al resto de los elencos concursantes, al imponerse en los seis desafíos efec-tuados. Fue tal el dominio de los azules, que prácticamente la totali-dad de los liderazgos individuales quedaron en el vestuario dirigido por Fermín Guerra –igualmente manager ganador en la I Serie Na-cional, en 1962, al frente de Occi-dentales–, con Agapito Mayor como actor protagónico al llevarse los lauros de mejor serpentinero y Ju-gador Más Valioso. Por cierto, sus tres victorias constituyen récord en la historia de estos certámenes.

También en 1949 William Wyler –como antes hizo con Damas de Abolengo en 1942, Los mejores años de nuestra vida, en 1946, y que repetiría en 1959 con Ben Hur–, acaparaba titulares al con-quistar con La Heredera las esta-

tuillas doradas de mejor dirección de arte, vestuario y música, com-puesta la singular partitura por el no menos laureado Aaron Copland.

En el plano científico, en 1949 el japonés Yukawa Hideki recibía el Premio Nobel de Física; el potu-gués A. C. de Abreu-Freire compar-tía con el suizo W. R. Hess el de Fi-siología y Medicina; mientras que los estadounidenses W. F. Giauque y William Faulkner eran agasaja-dos con los máximos galardones de Química y Literatura, respectiva-mente.

En La Habana, el 25 de julio de 1949, vino al mundo nuestro entre-vistado, quien desde pequeño expe-rimentó pasión por el béisbol (in-dustrialista confeso por demás), el cine, la ciencia, la literatura y la pintura.

En realidad, prácticamente ninguna esfera del quehacer hu-mano le ha sido ajena a este sólido investigador, graduado en 1972 de Licenciatura en Química por la Universidad de La Habana, y que dos décadas después se doctorara en Filosofía por la propia casa de altos estudios.

Como todo creador genuino se siente insatisfecho con lo logrado, independientemente de que su constancia como analista de las re-laciones existentes entre ciencia, tecnología y sociedad, nos haya le-

gado una profusa obra sobre la te-mática.

Su querido centro laboral –don-de ejerce como Director de Posgrado y Coordinador de la Cátedra de Es-tudios Sociales de Ciencia, Tecnolo-gía e Innovación (CTS+I), a la vez que se desempeña como Coordina-dor de la Cátedra «Andrés Bello» y del Grupo de Expertos sobre el Pro-grama Nacional de Investigacio-nes–, lo distinguió con la Medalla 280 Aniversario de la Universidad de La Habana.

Todo profesor o investigador que se haya presentado a los exá-menes para alcanzar las diferentes categorías docentes establecidas por el Ministerio de Educación Su-perior (MES), así como al proceso de vencer los «mínimos doctora-les», conoce los textos de Jorge Núñez Jover. Una síntesis del am-plio intercambio sostenido con él, la ponemos a disposición de los lec-tores de LA CALLE...

Cuando los estudiantes se acercan a su currículum piensan que existe un error en el mismo, pues este afir-ma que es Licenciado en Química, Doctor en Ciencias Filosóficas y Es-pecialista en Epistemología y Filo-sofía de las Ciencias. Estoy seguro de que algunos creerán que tal combinación temática es hoy prác-ticamente inaudita. ¿De qué ma-

nera les demuestra que, más que un renacentista, es un científico de la era contemporánea?

Al tomar contacto con un nuevo grupo o auditorio me pa-rece necesario explicarles mi «extraña» trayectoria. No por vanidad, por supuesto, porque no hay mérito en ello, sino por una obligación ético-epistemo-lógica: el que escucha debe co-nocer desde dónde habla quien le habla. Eso es importante pa-ra saber lo que podrá aprender y lo que no a través de ese inter-cambio. Me parece una aclara-ción necesaria para no engañar al auditorio.

Cuando les comento mi procedencia se sonríen, pero pasa pronto. Si luego de mos-trarles tu trayectoria no eres capaz de decirles algo que les interese, no importará para na-da la misma. Probablemente el hecho intelectual más desafian-te es lograr que una concurren-cia cualquiera se interese por lo que les cuentas y mantener la atención durante dos o tres horas. De todos modos es bue-no decir que no faltan los filó-sofos, literatos, especialistas en gestión de empresas, etc., cuya formación básica fue en cien-cias. Se trata de carreras bas-tante exigentes y además de

aprender un poco de ciencias, también practicas una suerte de «gimnasia mental»; un hábi-to intelectual que te habilita pa-ra otros emprendimientos.

Su respuesta me facilita lan-zarle dos interrogantes con ropaje de contradicción pero en verdad complementarias. ¿Qué le hizo mo-tivarse, al menos hasta los 23 años, por los elementos de la Tabla de Mendeléiev? ¿Qué acontecimien-tos o personas permitieron que se concretara –lo que imagino que a varios colegas les pareció un salto al vacío–, el abandono de las reac-ciones dentro del laboratorio para migrar hacia la comprensión filo-sófica del mundo?

La verdad es que nunca fui un químico convencido. La es-tudié porque en la época había un llamado permanente a ins-truirse en ciencias e ingenie-rías, que venía desde la época de la Reforma Universitaria. A mí me interesaba la literatura y la historia. Pero nunca he so-portado la idea de hacer algo que carezca de importancia. La literatura y la historia son im-portantes pero, a los jóvenes de esa etapa, las instituciones y los familiares nos invitaban a de-dicarnos a aquello cuya impor-tancia era más visible. Y como bien decía el Che, lo de la voca-

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Ciencia y tecnología en el horizonte de nuestra sociedad

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ción es importante pero no tan-to, sobre todo en personas de 18 años que apenas se asoman a las profesiones.

Fueron también razones prácticas las que me llevaron a la filosofía. Se acercaba el I Congreso del PCC y se había tomado la decisión de extender la enseñanza del marxismo a todas las carreras, pero no ha-bía profesores. Las compañe-ras del núcleo del partido de la Escuela de Química, donde tra-bajaba desde que me gradué, me pidieron que asumiera esa responsabilidad. ¿Por qué yo? Bueno, quizás nunca fui dema-siado convincente como quími-co, y por otro lado conocían de mi disposición a asumir tareas. Me aclararon que para enseñar marxismo debía primero estu-diar durante un año con espe-cialistas soviéticos en unos cur-sos que se ofrecían en Ciudad Libertad. Di el paso al frente con un poco de miedo. A fin de cuentas, ya había empleado seis años de mi vida en tratar de ser químico y casi llegué a creerme que lo sería. Acepté, pero con la intención de retornar a la quí-mica en cuanto fuera posible. Nunca en mi vida tuve que es-tudiar tanto como en aquel año. Aprendí mucho, devoré tonela-das de páginas, y un día leí El Capital de Marx. Ahí la com-pulsión por cumplir una tarea cedió paso al amor y a la voca-ción. Me pareció una obra asombrosa.

Zaira Rodríguez, filósofa de primer nivel y un ser humano de gran sensibilidad, me per-suadió de que yo podría hacer-me de un camino en el mundo de la filosofía. Fue ella la que me regaló el libro La Ciencia en la Historia, de J.D. Bernal, cien-tífico de renombre mundial de-venido historiador, sociólogo y filósofo de la ciencia. Ella me dio el aliento que me faltaba y de paso me asignó un curso de 96 horas de Teoría del Conoci-miento en la carrera de Filoso-fía. La verdad es que yo no ha-bía imaginado que podía hacer algo así. Fue tremenda expe-riencia. Después, todo resultó más fácil.

¿Por qué decidió involucrarse en desentrañar las relaciones exis-tentes entre la ciencia y la tecnolo-gía con los procesos sociales?

Por razones obvias siempre me interesó comprender la ciencia y su metabolismo con la sociedad. La ciencia y la tecno-logía son factores decisivos de nuestro tiempo. El socialismo necesita avanzar mucho en ese terreno para convertirlas no so-lo en fuerzas productivas como se suele decir (a fin de cuentas ya eso lo logró a su manera el capitalismo), sino en algo más ambicioso: fuerzas sociales transformadoras. Ciencia, Tec-nología y Sociedad (CTS) es co-herente con la preparación científica que alguna vez recibí y la formación social que he ad-quirido en estos años. Dedicar-me a CTS representó una ma-

nera de continuar y desarrollar aquello que había aprendido.

CTS es un campo transdis-ciplinario o interdisciplinario. A la ciencia y la tecnología no se les puede comprender desde una disciplina, aunque esta sea la filosofía. Requiere la combi-nación de enfoques económi-cos, sociológicos, históricos, po-líticos, culturales. Por ello me pareció necesario ampliar los horizontes y asimilar creativa-mente los estudios de este tipo que se realizaban en el antiguo campo socialista, América Lati-na, Europa y Estados Unidos. A finales de los 80 creé un grupo para promover esos estudios; a finales de los 90 fundamos una cátedra, la que en 2002 cambió su nombre por Cátedra de Es-tudios Sociales de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (CTS+I).

Una forma muy rudimentaria de comprender estos asuntos nos lleva a asociar ciencia con conoci-miento, y técnica con la manera de «fabricar» productos utilitarios. Explíquenos ¿por qué considera que hay un feedback entre ciencia y tecnología?; mejor aún, profundi-ce en la transición actual de la téc-nica a la tecnología. ¿Cuál es la na-turaleza de la tecnociencia?

La ciencia es lo que comen-té antes. Es mucho más que el conocimiento que ella genera. La tecnología es también una práctica social, cultural, que in-volucra equipos, métodos, pro-cedimientos, personas y tam-bién aspectos organizacionales y moviliza valores e intereses sociales. Eso es importante en-tenderlo para no confundir comprar computadoras con avanzar en el desarrollo tecno-lógico. Los equipos no lo son todo. Cuando digan, por ejem-plo, que el paquete tecnológico para sembrar arroz es bueno y lo que falta es capacitación u organización, sugiero decirle al que tal cosa afirme que la tec-nología incluye todo eso. Por ello el cambio tecnológico en la agricultura, en la construcción de viviendas, en el desarrollo de las energías alternativas es algo tan complicado y no de-pende solo de tener dinero pa-ra comprar equipos o semillas. Adicionalmente, la ciencia y la tecnología se interpenetran ca-da vez más. La tecnología con-temporánea se basa en gran medida en la ciencia, aunque no sea reductible a ella, y la ciencia por los objetivos que persigue y los recursos que le permiten avanzar depende ca-da vez más de la tecnología. «Tecnociencia» es un recurso del lenguaje para subrayar esa interpenetración.

En un estudio que tituló Tra-tando de conectar las dos cul-turas, planteó: «Voy a comenzar con una tesis que a primera vista puede parecer fuerte: los practi-cantes de las ciencias técnicas, na-turales y médicas, por diversas ra-zones, y aun sin saberlo, están tan necesitados de las ciencias sociales como de aquellas disciplinas que

pueblan los planes de estudio de pre y posgrados en que se forman». ¿Por qué este planteamiento, sin embargo, dista de ser obvio?

Por la manera en que nos formamos. Somos de una espe-cialización tan estrecha que da miedo. Imaginémonos, por ejemplo, que un grupo de in-vestigación está empeñado en difundir una tecnología para alimentar el ganado. Mientras esa tecnología permanece en los límites del laboratorio, qui-zás lo social y económico que-den en un segundo plano; pero en cuanto ese grupo intenta po-ner esa tecnología en el terreno real de la sociedad, surgirán in-numerables problemas que no se resuelven solo con los cono-cimientos de su perfil. Las in-novaciones son siempre proce-sos sociales y son sociales los factores que hacen posible o no el éxito de una tecnología; son los actores productivos, las co-munidades humanas, las regu-laciones jurídicas y económi-cas, las que definirán el éxito o fracaso de ese proyecto. Igual sucede en los restantes campos. Si queremos tener científicos, ingenieros, médicos que com-prendan bien los factores socia-les que modelan sus esfuerzos como especialistas, científicos, etc., parece necesario levantar la vista y mirar a la sociedad. Hay que conectar lo «técnico» con lo «social» y no cultivar el inmenso abismo entre las dos culturas.

¿Cuáles son las claves que nos permiten comprender, desde la perspectiva histórica, la imbrica-ción entre ciencia, tecnología y so-ciedad?

La clave está en la historia. Asomémonos por un rato a la Revolución Científica que dio lugar a la ciencia moderna y no encontraremos allí a nadie que descubre el universo por el efecto de una manzana que le cayó en la cabeza; veremos en cambio una sociedad don-de emerge el capitalismo, donde se gestará poco a poco una re-volución industrial; sociedad donde la navegación y el poder militar planteaban preguntas importantes a los talentos que entonces no se llamaban «cien-tíficos», sino «filósofos natura-les». Pero si no se tiene tanto tiempo para la historia, debe buscarse un poco de datos y se observará que el 60% del dine-ro público dedicado a la ciencia en EE.UU. se emplea en inves-tigaciones con fines militares. Examinemos la Guerra Fría y constataremos cómo ella con-dicionó el rumbo de la ciencia del siglo xx. Miremos para Hai-tí y preguntémonos por qué allí la ciencia moderna no ha cala-do. Veremos en todos esos ca-sos muchos factores sociales, económicos, políticos, cultura-les; revoluciones burguesas exi-tosas o frustradas; revoluciones industriales; hegemonías polí-ticas, desafíos militares, subde-sarrollo y dependencia. Todo eso ha impedido que la ciencia

viva tranquila en sus laborato-rios; en lugar de esto, es parte del drama de las revoluciones y las guerras, como decía Bernal.

Para usted solamente debemos aceptar la idea de que vivimos en la «sociedad del conocimiento» únicamente desde un sentido espe-cífico. ¿Qué argumentos actúan co-mo lastre de ese concepto, por cier-to usualmente sobredimensionado en los circuitos occidentales?

Estamos en un mundo don-de una vaca europea tiene un subsidio al día de 5 dólares, mientras mucha gente vive con menos de un dólar diario. ¿Por qué no decimos que nos encon-tramos en la sociedad de la inequidad? Vivimos en un mundo donde una central elec-tronuclear construida con to-das las «garantías» técnicas de pronto demuestra su falibili-dad. ¿Por qué no le llamamos «sociedad del riesgo»? En fin, ¿por qué sublimamos el cono-cimiento por encima de todos los otros signos de nuestro tiempo? Sin duda el conoci-miento es importantísimo, des-de la educación prescolar hasta la investigación de frontera. Los cubanos tenemos que evi-tar ceder terreno en el campo del conocimiento. Pero no con-fundamos el mundo complejo en que vivimos con una de sus facetas. El conocimiento no na-vega por encima de las circuns-tancias sociales, es parte de ellas.

Ha dicho que el caso del médico judío Ludwik Fleck es ilustrativo en cuanto a confirmar que las ideas nuevas siempre enfrentan resisten-cia, especialmente si se adelanta-ban mucho a su tiempo. Recréenos la historia de este polaco precursor de la «sociología de la ciencia» y de paso háblenos de los cambios sus-tantivos en la filosofía de la ciencia ocurridos en los últimos 50 años.

Sí, el caso de Ludwik Fleck es ilustrativo en varios senti-dos. Su obra anticipó muchas de las ideas de Kuhn, sin em-bargo fue ignorada y aún hoy es bastante desconocida. Fleck fue un médico judío polaco na-cido en 1896 en Lvov. Radicaba allí una escuela filosófica con posiciones cercanas al círculo de Viena. A diferencia de esas posiciones hegemónicas, Fleck desarrolló un enfoque marca-damente psicológico y socioló-gico, semejante al que luego Kuhn propuso. Pero no tuvo suerte. La ocupación alemana a Polonia llevó a Fleck a campos de concentración y solo des-pués de la guerra alcanzó al-gún reconocimiento académi-co. Su idea sociológica de la ciencia (centrada en conceptos como estilo de pensamiento y colectivo de pensamiento) re-sultó muy adelantada para aquel momento. Tampoco lo ayudó su condición de judío. Entre 1949 y 1959 envió unos 20 ejemplares de su libro a los EE.UU. donde ya existía una sociología de la ciencia, pero nadie lo mencionó. Kuhn lo co-noció por una nota al pie de un

libro de Reichenbach, editado en 1938 y al publicar la Estructu-ra de las Revoluciones Científicas (Fleck había muerto un año an-tes) reconoció la influencia del libro del médico y epistemólo-go judío. Esta breve historia pa-rece sugerir que las ideas nue-vas siempre enfrentan resisten-cias, sobre todo si se adelantan mucho a su tiempo.

En cuanto a la segunda pre-gunta, han cambiado muchas cosas. Dejó de ser tan fuerte-mente normativa: la ciencia es esto o aquello, el método cientí-fico es de este modo y de nin-gún otro, etc., y empezó a pres-tar atención a los procesos rea-les a través de los cuales se construye el conocimiento. En consecuencia, debió incorporar la historia. Renunció a ocupar-se en exclusiva de las teorías y su veracidad o verosimilitud e incorporó las contribuciones de la sociología para compren-der las instituciones donde la ciencia se produce y los contex-tos con los cuales metaboliza. Comprendió que la ciencia no solo es universal, también es nacional, local. Dejó de ver la ciencia como un resultado cris-talizado y se dedicó a explorar las prácticas reales de los cien-tíficos. Dejó de creer en el co-nocimiento absoluto y se hizo relativista. Por eso para mí no son interesantes las delimita-ciones entre lo filosófico y no fi-losófico en el análisis de la cien-cia; lo que importa es compren-der la ciencia, la tecnología, la innovación como procesos so-ciales.

Hace varios años dirige el Pro-grama de Ciencia, Tecnología y So-ciedad, y es director de posgrado de la Universidad de La Habana. ¿Cuáles son los resultados en am-bas actividades durante el período más reciente?

Las cosas van bien con la Cá-tedra CTS+I. Tenemos alumnos en Cuba y Venezuela, decenas de graduados cubanos de la maes-tría; públicos diversos y muy nu-merosos en varios países; enta-blamos contactos con colectivos interesantes de diferentes nacio-nes; cumplimos funciones socia-les reconocidas y nuestro ciclo de credibilidad está en su mejor mo-mento. Somos un grupo de ami-gos quienes a la vez que trabaja-mos, nos divertimos porque nos gusta lo que hacemos. Es-toy seguro de que todo lo que acometemos debe realizarse mejor y que podemos dar mu-cho más a la ciencia y la cultu-ra cubanas. Así que solo que-da seguir trabajando. La Di-rección de Posgrado de la UH es un lugar especial donde rei-na un ambiente laboral exce-lente. El posgrado en la UH y en Cuba está lleno de desafíos y obstáculos. Ellos son los que no nos permiten desanimar-nos. Hay mucho trabajo que hacer en materia de políticas de investigación y posgrado. El país con el que soñamos ne-cesita de nuestra dedicación en ese campo. CM

lisis e imágenes manen como agua de ma-nantial: limpia y pura. Enhorabuena sus co-mentarios, especialmente ahora que el re-cién finalizado III Clásico Mundial ha pues-to sobre el tapete las carencias de nuestros monticulistas de la actualidad.

¿Cómo es que en medio de la situación econó-mica familiar te pones a jugar pelota?

Lo mío era cumplir con la vieja que se reventaba para que no nos faltara na-da. Eso era lo primero, y para hacerle caso, como te contaba, tenía que vender los cien turrones que me ponía en una tabla en la cabeza, a quilo cada uno, y las dos latas de hayaca. Te das cuenta que vengo entrenando piernas y resistencia desde chiquito.

¿Y qué hacías para escapártele a tu mamá? Había que andar piano y no fallar

porque si no te ganabas una pela tre-menda. Todavía hoy con todas las facili-dades de la Revolución y la vida moder-na, las madres pasan trabajo con un ni-ño ¡Pero nueve compay! ¡Solavaya! Si la vieja no actuaba así se formaba el relajo. Lo que ocurre es que uno hace sus tram-pitas y lograba escaparme más que para la pelota, para jugar balines con el car-gamento a cuesta.

¿El día de la «gran rebelión» creíste que te las verías negras?

Pensarlo sí, pero los padres invaria-blemente, aunque en ocasiones no los entendamos, ayudan a sus hijos. Mu-chas veces tú no sabes entrarles o ellos se ponen farrucos y no quieren dar su brazo a torcer, pero olvídate: la sangre es la sangre. En la casa se percataron de que mi mente estaba en otra cosa y que lo mejor sería estimularme para ver si daba algo. Recuerda que la familia, aun sin hacértelo saber, sueña con que seas algo grande. Médico, científico, depor-tista, cantante, lo que sea, pero alguien conocido, que después la gente del ba-rrio diga: por allá va el hijo de fulana.

¿Por qué entonces en vez de concentrarte en la pelota, aprovechando tu tremendo «cu-je», te enredas en el boxeo?

Has usado la frase exacta: me enre-dé sobre el ring. No tenía entrenador oficial, pero como estaba acostumbrado a mataperrear en la calle y no podía de-jar agitarme ni un dulce, casi puede afir-marse que disponía de alguna técnica.

¿La idea te la quitó «Hormiguita» al no-quearte en el Ateneo de Santiago?

De que me tumbó, me tumbó; pero contrario a lo que especulan algunos que todavía me mortifican, el embullo me lo quité yo. No por el trompón, que se lo dan a cualquiera, sino porque me di cuenta de que en la pelota tenía un fu-turo mayor y menos doloroso.

¿Comienza para ti una etapa en la cual, como pasa frecuentemente, alguien se perca-ta de que no puede perderse un talento en bruto?

Así es. Caballero, el comisionado de Santiago, me va a buscar porque se co-mentaba que había un negrito flaco que tiraba duro. Jugué en los juveniles y en

segunda categoría, que quiero que sepas que era un torneo muy fuer-te de donde salieron grandes pe-loteros. Por tener esa experiencia es que he defendido todos estos años la idea de contar con una Liga de Desarrollo o una compe-

tencia similar que permita fo-guear la cantera que no va directo a

la Serie. Ese año, con mi equipo de La Maya, le ganamos a la cabecera provin-cial que tenía tremenda banda. De ahí fuimos a la Nacional de esa categoría en Felton. Nada más te cuento que también participaron Marquetti y Capiró.

¿Cuándo es que llegas a la pelota de pri-mera división?

En 1967, Ledo me convocó a Mineros y aunque obtuve 5 victorias con 7 fraca-sos, fui champion pitcher con 1,03 de pro-medio de carreras limpias. Luego me lle-varon a un evento en México, con el equi-po B, dirigido por Mario Salas y del que formaban parte, entre otros, Vicente Díaz, Lázaro Santana y Silvio Montejo.

¿Qué sucedió después?En el 68 me asenté un poquito con

Orientales, de la mano de Francisco Es-caurido. La temporada más tarde me quería morir. Fue un campeonato es-pantoso en el que gané solo un choque y perdí doce. Verdad que las cosas no me salieron como quería, pero súmale que la ofensiva aportó muy poco. Todavía me duele al acordarme.

¿Cómo te recuperaste? Nunca puedes dejar de entrenar y si

las cosas salen mal tienes que, obligato-riamente, prepararte mejor. Lo demás es entretenerte, malgastar el tiempo, poner-te a buscar justificaciones y darles el chance a que se rían a tus espaldas los que no te quieren. En los retornos victo-riosos no hay magia, pero sí horas de su-dor y sacrificio. Traté de enfocarme en lo que me debilitaba y dejar que las cosas buenas echaran el resto. Claro que influ-yó mucho el hecho de que en 1970 Ledo cogió a Serranos y eso permitió que hu-biera menos dispersión que cuando Cafe-taleros, Mineros y Orientales. El ambien-te que se vivió dentro del equipo fue posi-tivo, debido a la mejoría experimentada, y cuando eso pasa todo el mundo sale ga-nando. Hay veces que no se repara en al-go que tiene un peso decisivo. No es lo mismo en la actualidad lanzar con Cama-güey, Guantánamo, Mayabeque o Arte-misa, que con la otrora aplanadora san-tiaguera, o equipos de gran fuerza ofensi-va del momento como Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus o Industriales.

¿Te sentiste recuperado?Seguro, al extremo de que asistí a

los Centroamericanos de Panamá junto

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H. ROMO SIGLER

«nagüe, voy a tirar estas dos latas pa’bajo. Ya me cansé de pregonar y ven-der turrones y hayacas». Así, con la respira-ción entrecortada, le dijo Bayiyo a su compa-dre, justo sobre el puente de la antigua entra-da a la ciudad de Guantánamo. Al recordarlo, además de una sonrisa pícara que resulta fá-cil intuir que le acompaña desde la niñez, frunce el seño como si –lenguaje extraverbal mediante– quisiera demostrarnos que aque-lla tarde se había agotado su paciencia des-pués de interminables jornadas recorriendo desde La Maya, en ambas direcciones, la ca-rretera hacia el Guaso y Santiago.

Braudilio Vinent Serrano no es hombre de protocolos ni tiene pelos en la lengua. Ha vivido intensamente cada día de sus 67 años. Nadie le obsequió nada y desde que vino al mundo, en 1946, aprendió que hay que lu-char con carácter para obtener lo que se quie-re y sobre todo para que te respeten.

Las enseñanzas de su mamá lo marcaron para toda la vida, especialmente antes de 1959, cuando vivían nueve hermanos en un cuarto y ninguno dejaba de ayudar. Por eso nunca se ha puesto a esperar a que las cosas le caigan del cielo, sino que ha salido a buscarlas con decencia y autoridad. «Tienes que tener tu ética de trabajo para que te conside-ren, de lo contrario te vuelves un hazme-rreír. En todos estos años de entrenador he tratado de inculcarles a los muchachos que hay que asumir el béisbol y cual-quier otro trabajo con mucha seriedad, si no es mejor que te quedes sentado en el portal de tu casa».

«El Meteoro de La Maya», bautizado así por don Bobby Salamanca, es un santiague-ro nato de los pies a la cabeza. Le gusta bai-lar, jaranear y tomarse unos traguitos si es posible. Es ídolo de buena parte de la ciudad heroica –Reparto Martí incluido– y en el po-blado natal le profesan veneración.

Sus guarismos parecen distantes de ser imitados y, a pesar de que hace más de veinte

años dijo adiós a los terrenos, siempre que se conforma una selección de estrellas encabe-za, para la mayoría, el staff de pitcheo.

Luego de 52 temporadas sigue siendo el serpentinero con más juegos completos y le-chadas propinadas. No hay que ser especialis-ta de renombre para comprender –ahora que se lanza cada cinco días y que el bullpen ad-quiere vital importancia con «intermedios», «preparadores» y «matadores»–, qué significa haber tirado los 9 capítulos en 265 ocasiones, o pintar de blanco a potentes toleterías en 63 oportunidades. Para que se tenga una idea exacta de estas hazañas, mencionaré que Lá-zaro de la Torre Armenteros, estelar monticu-lista capitalino que le sucede en victorias con 208 y quinto de este departamento en todos los tiempos, completó 161 desafíos; mientras que José Luis Alemán Melián, por mucho tiempo caballo de batalla de los equipos orientales, propinó 34 lechadas. Sin dudas, brazo de hie-rro el de mi entrevistado, pero principalmente un corazón de acero.

En el equipo Cuba fue un verdadero gi-gante que decenas de veces levantó al país con un wind-up pronunciado y su recta ci-clónica. En eventos extrafronteras depositó en nuestras arcas múltiples triunfos. Nunca perdió, ataviado con el uniforme de las cua-tro letras, el juego bueno. Mejor aún, siempre pidió la bola para encaramarse a la lomita en el choque donde no se podía ceder. Más de una vez, incluso, ese temperamento lo llevó a «guapearles» su designación a los directores, o salir corriendo desde el banco sin que nadie lo llamara.

Padre de siete hijos, cinco hembras y dos varones, sigue considerándose el chiquillo re-belde que ganó varias peleas como boxeador. «Hombre, patriota y fidelista a todo; lo demás viene después», me dijo al concluir la tarde cuando, bajo el sofocante calor anti-llano, este oriental fibroso disertó de pelota, música, la Revolución… en fin, de la vida.

A un jugador de su estatura solo hay que darle el pie forzado para que anécdotas, aná-

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a Huelga, Changa Mederos, el Curro Pé-rez, Emilio Salgado y Oscarito Romero.

¿Por qué no asistes a Cartagena?No me digas nada, me batí duro en

el terreno, pero Natilla Jiménez, que era el entrenador de los lanzadores, dijo que había tenido mi mayor desgracia en el descontrol, y no me llevó.

En el 72 te llamaste a capítulo resolvien-do esa «desgracia» y no diste tregua en Ma-nagua…

En efecto, si decían que mi problema era el descontrol, iba a aplicar la estrate-gia de siempre: callarles la boca a los crí-ticos con resultados contundentes. En Nicaragua estaba afilado como un cu-chillo. Le gané a Canadá y al día siguien-te con los yanquis Lázaro Pérez le pidió al director que me pusiera. Le entré con todo para sacar los tres outs. En total al-cancé cinco victorias y fui el mejor pit-cher del certamen.

Desde ese momento se abre una etapa de gloria en tu carrera que se extendió hasta el retiro. ¿Cómo lo lograste?

Ser estelar en algo en la vida implica riesgos y privaciones, pero fundamen-talmente gigantesco compromiso. Si eres del team Cuba y les ganas a los bue-nos, no puedes dejar que venga un nova-to y te sopapee. El público asiste a los es-tadios a presenciar una actividad colec-tiva, pero buscando las individualida-des que admira. No me canso en estos tiempos, tristemente, de observar a mu-chachos que un año tienen resultados enormes y en la próxima temporada ex-plotan antes de la quinta entrada. En nuestro país existe una rivalidad depor-tiva colosal y no puedes dejarte caer por-que pereces. Si te resignas a disminuir tus actuaciones, es mejor que te retires y te dediques a hacerles cuentos a los cha-macos de la cuadra.

¿De quiénes aprendiste?De los grandes: lanzadores y batea-

dores. Tuve el privilegio de contar con un Conrado Marrero que es, probable-mente, la persona más inteligente que se ha parado en el box en Cuba. Hombre que con 130 libras fue ganador con el Washington cuando ese equipo era so-tanero en las Grandes Ligas. Tú conoces aquella anécdota, cuando ponchó a Ted Williams con un lanzamiento que, sin mucha velocidad, este no esperaba. El viejo insistía en que desarrollara la ha-bilidad de pensar. Aprendí con él que la pelota privilegia al que razone más. Pa-ra los serpentineros la meta a seguir es simplemente una: tirar strikes que se asemejen a las bolas y bolas que parez-can strikes.

¿Y de tu generación?De mis contemporáneos Manuel

Alarcón, Lázaro Santana, Rolando Ma-cías, el Músico de San Fernando de Camaro-nes, y Huelga, entre otros, me ayudaron muchísimo. Eran excelentes personas que te aconsejaban sin recelos, para ayu-darte de verdad; algo que he mantenido con los que se me acercan pidiendo con-sejos.

Con tus 37 victorias en eventos interna-cionales oficiales (a las que hay que añadir más de otra veintena en topes y otros certá-menes foráneos), varias de ellas frente a Es-tados Unidos, acumulas cientos de recuerdos gratos, ¿cuáles son los que te marcaron de manera especial?

Tuve la dicha de ganar Copas, Pana-mericanos, Centroamericanos y mucho más. En los Mundiales, además de Nica-ragua, me sentí con tremenda felicidad en el de Japón en 1980. Allí gané el últi-mo partido frente a los anfitriones 1 x 0 con jonrón soberbio de Muñoz. Sin em-bargo, un torneo que me brindó gran

alegría fue la Serie que echamos en 1977 contra los profesionales venezolanos que se desempeñaban en las Mayores. Ese tope generó una expectación tre-menda que propició que tuviéramos que prepararnos muy bien.

Sé que le recetaste tres cafés a David Con-cepción, quien venía precedido de una tre-menda fama al ganar dos títulos consecuti-vos con el Cincinatti dentro de las Grandes Ligas. Equipo que por su calidad era llama-do «La Gran Maquinaria Roja». Cuéntanos sobre esto.

Sin dudas David era la inspiración de los morochos. Todo el mundo que-ría conocerlo, saludarlo. En el primer turno conectó una línea entre tercera y short. Él se la daba a cualquiera, pero me quedé pensando y en la compare-cencia siguiente hice los mismos movi-

mientos pero le tiré slider, recta y el cambio. Parece que «arreglé» tan bien los envíos, que le propiné tres ponches seguidos. Cuando esperaba un lanza-miento le tiraba otro, y a la inversa. Él todavía lo tiene presente. Hace poco un entrenador venezolano que estaba con el equipo Santiago y que labora en una academia de él, en su país, me recorda-ba el hecho.1

¿Qué hiciste para perfeccionar tu slider?Entrenar, entrenar y entrenar, y co-

mo te he repetido, meditar. Desarrollé una slider por dentro y otra por fuera para combinarla con la recta y el cam-bio. Antes de que me preguntes, quiero que sepas que no comparto la intención de incorporar todos los días lanzamien-tos complejos que te desbaratan el codo, la muñeca o el hombro. Cada vez que viene algún joven indagando por nom-bres, que ni él mismo sabe lo que signi-fican, le sugiero que perfeccione los en-víos básicos. Ellos en zigzag son suma-mente efectivos.

¿Qué opinas sobre el pensamiento técni-co-táctico en nuestro béisbol?

Todavía es insuficiente. No me gusta que los directores den la seña porque eso mata la capacidad de evolucionar. Soy de la vieja escuela y no dejaba que el catcher hiciera mi trabajo. Por otra par-te, no puedo desconocer que ahora, para muchos conjuntos, resulta necesario porque los cuerpos de pitcheo se han vuelto débiles en ese sentido. Fíjate que hasta Industriales, que sin dudas ha si-do el equipo que mejor juega a la pelota en cuanto a sus fundamentos, ha dismi-nuido al respecto. Cuántas veces no vi sudando a Anglada que es mi hermano, a Germán, y ahora a Vargas, por la cha-pucería de lanzadores con condiciones impresionantes pero que se regalan.

En un choque no se puede «entregar» nada.

Claro, lo que sucede es que «huyen» mucho la bola y después están obliga-dos a «entrar» por el medio y es cuando los bateadores, que ahora son más cor-pulentos, dan esos jonronazos. Igual pa-sa con la tanda baja. Me maravillo de ver cómo tiradores experimentados se complican con la parte frágil del line up. Yo trataba de «matar» rápido del sexto al noveno para fajarme, concentrado, con la artillería pesada.

¿Cuál fue un momento deportivo que te afectó?

Cuando en el Mundial de La Habana en 1984 exploté en el quinto inning y me relevó Jesús Guerra. Tenía fiebre de 40. No pude dormir de la vergüenza, pero me dije: donde hay desquite no hay agra-vio, y me preparé para el juego final. Cu-riosamente lo abrió Guerra y también saltó en el quinto. Entré como un cin-chete. Era el equipo de Barry Bonds y Joe Carter.

¿El cenit de la gloria?Al ponerme el Comandante en Jefe

la Orden al Mérito Deportivo, en 1983. Te cuento algo que no he revelado para el público; cuando me la fue a colocar en el pecho, la presilla se partió. Él bromeó conmigo diciéndome que si estaba he-cho contra balas. Le aclaré que la mez-clilla del saco era dura. Entonces se me acercó al oído y me susurró que me cui-dara. Ha sido el momento más emotivo como atleta. Tener delante a un hombre de su estatura preocupado por mí.

Una última interrogante. ¿Por qué no te abrían los brazos cuando te daban un batazo?

Porque había que respetarme. Yo lo hacía con todo el mundo, pero no le de-jaba pasar nada a nadie. Este es un de-porte de temple y fuerza mental. Si no lo asumes así, terminas recogiendo pelo-tas en el estadio. Además (suelta una car-cajada), la gente sabía que yo era boxea-dor antes que pelotero. CM

notas1 David Concepción nació el 17 de junio

de 1948 en Ocumare de la Costa, Vene-zuela. Está considerado uno de los mejo-res campos cortos de la historia. Jugó 19 temporadas para los Rojos de Cincinatti. En ese período fue escogido 9 veces en el All Stars y ganó además 5 Guantes de Oro. Desde una perspectiva integral, su paso por ese equipo fue brillante, ya que conquistó además 5 títulos de la Divi-sión Oeste de la Liga Nacional y las Se-ries Mundiales de 1975 y 1976. De esa manera, su elenco se convirtió en el pri-mero del viejo circuito en atesorar dos coronas seguidas en 54 años. Sus gua-rismos continúan siendo referencia pa-ra los Rojos, donde es catalogado como leyenda. Para ese club es el segundo de todos los tiempos (escoltando al mítico Pete Rose) en VB con 8 723, y en juegos jugados con 2 488. Es también el tercero en hits (2 326); dobles (389) y bases roba-das (321); mientras que ocupa el 5to. es-caño en anotadas (993) y total de bases (3 114), y el 6to. en impulsadas (950). Fue el Jugador Más Valioso (MVP) del Juego de las Estrellas de 1982 y recibió el Bate de Plata en 1981 y 1982. En 1981 fue vota-do por los fanáticos como el MVP de su elenco. El 25 de agosto del 2007 su núme-ro 13 fue retirado del roster de los Rojos de Cincinatti, honor que poseen única-mente otros 7 jugadores dentro de todas las épocas con ese centenario conjunto. Es uno de los 72 peloteros que integran el Hall de la Fama de su Club. La mayo-ría de los entendidos catalogan de injus-ticia el hecho de que aún no haya sido exaltado a Cooperstown, sede del Salón de la Fama del béisbol estadounidense.

consejos...

Entrenar, entrenar y entrenar, y como te he repetido, meditar. Desarrollé una slider por dentro y otra por fuera para combinarla con la recta y el cambio(...) Soy de la vieja escuela y no dejaba que el catcher hiciera mi trabajo(...)Yo trataba de «matar» rápido del sexto al noveno para fajarme, concentrado, con la artillería pesada

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texto: yULIAT DANAy ACOSTAfotos: yULIAT, GONZALO VIDAL ALVARADO, PABLO GALAfAT, GABRIEL DáVALOS y ALExANDRO

¿cómo VoLcaR el espíritu de una na-ción desde el arte? ¿Cómo gestionar son-risas válidas y espontáneas, y devolver la esperanza a las caras mustias de ruti-na? ¿Cómo devolver el quehacer bienhe-chor que constantemente nos brinda la patria? ¿Y los jóvenes, saldamos esa deu-da con el pasado que no es más que el compromiso con el presente?

La modernidad se nos promete reno-vadora pero no hay hoy sin ayer, y al pre-sente lo acecha el consumismo que nos agota y una industria cultural que renue-va los valores del tener y no los del ser.

Los hombres y mujeres que animan las Romerías están luchando contra esos demonios. Veinte años pudieran ser poco para una fiesta cultural que as-pira a convertirse en un Festival Mun-dial de Juventudes Artísticas, patrocina-do por una isla pequeña, subdesarrolla-da y bloqueada, pero cargada de uto-pías, siempre con ganas de hacer más. Resuena como emblema, enarbolado por los romeros y romeras, el verso de Alí Primera: ¡La patria es el hombre, mu-chacho, la patria es el hombre! CM

20 años de Romerías

LA CALLEDEL MEDIO

MAyO 2013

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JUGO DE fRUTABOMBAy PLATANITO

· i n g r e d i e n t e s ·p a r a c u a t r o c o m e n s a l e s

1 tajada grande2 unidades medianas¼ taza1½ tazas1 taza2 cucharadas

· i n g r e d i e n t e s ·p a r a c u a t r o c o m e n s a l e s

calabazacebolla

ajocebollinocol picada

aceitesalsa china

vinagrevino seco

azúcar morenosal

1 tajada grande1 unidad grande5 dientes1 macito4 tazas2 cucharadas½ cucharadita1 cucharada1 cucharada 1 cucharadita½ cucharadita

···········

· e l a b o r a c i ó n ·Cortar la calabaza en cuadros y la cebolla en medialunas, picar el ajo y el cebollino fino ¶ Cocinar al vapor la calabaza y la col; escurrir-las ¶ Aparte, saltear el ajo y la cebolla ¶ Aña-dir la salsa china, el vinagre, el vino seco y el azúcar ¶ Puntear de sal y dejar reducir ¶ Añadir el cebollino y retirar del calor ¶ Ser-vir los vegetales con la salsa por encima.nota: Para la cocción al vapor debe poner un po-

co de agua en el fondo de la cazuela, aislar los alimentos mediante una rejilla y tapar. Si se co-cina con una olla a presión se acortan los tiem-pos de cocción.

frutabombaplatanito

menta frescaagua

hielo picadomiel de abejas

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····

· e l a b o r a c i ó n ·Pelar y picar la frutabomba en trozos ¶ Pe-lar y picar los platanitos ¶ Poner en la bati-dora las frutas, la menta, el agua y el hielo ¶ Batir hasta obtener una mezcla homogénea ¶ Servir inmediatamente, en vaso apropia-do, y endulzar con la miel.nota: Se puede sustituir la miel de abejas por me-

lado de caña.

· i n g r e d i e n t e s ·p a r a d o c e c o m e n s a l e sharina de trigo

polvo de hornearsal

nuez moscadahuevoleche

vegetales mixtosaceite para freír

¾ taza1 cucharadita½ cucharadita1/8 cucharadita1 unidad½ taza1½ tazas

········

· e l a b o r a c i ó n ·Cernir la harina, con el polvo de hornear, la mitad de la sal y la nuez moscada ¶ Batir el huevo y mezclar con la leche ¶ Adicionar to-dos los ingredientes secos y mezclar con sua-vidad ¶ Freír las frituras por cucharadas en aceite bien caliente ¶ Colocar en papel ab-sorbente y servir, preferiblemente con una ensalada verde.nota: Se puede utilizar diversos vegetales, como

col, zanahoria, cebollino, ajo, calabaza cruda, entre otras opciones. En lugar de polvo de hor-near se puede usar bicarbonato de sodio.

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LA CALLEDEL MEDIOMAyO 2013

61MAyO2013

NÚMERO directorenrique ubieta gómez

jefa de redacciónsheyla valladares

diseño10kzardoyas

correcciónana r. gort wong

fotografíasm.v.g. | alexandroyuliat danay acostagabriel dávalosgonzalo vidal alvarado pablo galafat

colaboradoresa.a.g.santiago alba ricoyuliat danay acostaijorki moralesenriquito núñez rodríguezailer pérez

ahmed pérez morejónh. romo siglercarmen souto anidomadelaine vázquez gálvezjorge wejebe cobo

direccióncalle 21 no. 406, vedado, la habana, cuba. cp 10400.

[email protected]

impresiónimprenta federico engels

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CD yOintérprete: ROBERTO fONSECAMontuno Producciones, 2012

PRoPUestasmUsicaLes

A cargo de AILER PÉREZ, IJORkI MORALESy CARMEN SOUTO

LA CELOSA autor: ALExANDER ABREUintérpretes: ALExANDER ABREU y HAVANA D’PRIMERA (feat. ISSAC DELGADO)CD PASAPORTEProducciones Colibrí, 2012

UNA EN UN MILLÓNautor: EDREy RIVERIintérprete: OGGUERECD SOLAROgguere independiente, 2012

fEEL NOTHINGautora: LISSET DÍAZ GUEVARAintérprete: LIZZyCD THE BEGINNINGIndependiente, 2012

DERRAMANDO LUZautor: fRANCISCO CÉSPEDESintérprete: GEMA CORREDERACD DERRAMANDO LUZGC Music LLC, 2012

DANZA CARACTERÍSTICAautor: LEO BROUWERintérprete: JOSUÉ TACORONTECD BROUWER fLAMENCOEdiciones Espiral Eterna, 2012

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EL VUELO DEL MOSCARDÓNintérprete: ALDO LÓPEZ-GAVILáN Dir.: RAUPA, NELSON PONCE y EDEL RODRÍGUEZ (MOLA)

videO clip

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COMER EN CASA MADELAINE VáZQUEZ GáLVEZ

en eL tema aLimentaRio muchas personas relacionan la «fibra» con el consumo de carne. Es muy común la frase «sin fibra no puedo comer». Sin embargo, desde las ciencias de la nutri-ción, cuando se menciona la fibra die-tética se está haciendo referencia solo a la fibra contenida en los vegetales.

La fibra dietética o vegetal es la par-te de las plantas comestibles que resis-te la digestión y absorción en el intesti-no delgado humano y que experimen-ta una fermentación parcial o total en el intestino grueso. En sentido estricto, la fibra vegetal no es un nutriente, ya que no participa directamente en pro-cesos metabólicos básicos del organis-mo. No obstante, la fibra dietética desempeña funciones fisiológicas su-mamente importantes como la estimu-lación de los movimientos peristálticos durante el proceso de digestión y la prevención de múltiples enfermedades de carácter no trasmisible. La disminu-ción de su consumo se ha asociado con un aumento en la incidencia de cáncer de colon, el estreñimiento, la diabetes y la obesidad, por citar algunas.

La fibra dietética forma parte de la estructura de las plantas y, por tanto, se encuentra presente en todos los ali-mentos de origen vegetal, como es el caso de las hortalizas, las frutas, los ce-reales y las legumbres. La mayoría de las fibras son consideradas, desde el punto de vista químico, como polisacá-ridos. Se clasifican en solubles e insolu-bles, de acuerdo con su solubilidad en agua.

En la actualidad crece el número de especialistas que recomiendan el con-sumo de fibra vegetal para una mejor calidad de vida. En tal sentido, existe un consenso creciente en el mundo científico sobre la gran importancia de su inclusión en la dieta. Al constatar la baja incidencia de ciertos padecimien-tos, se llegó a la conclusión de que en siglos pasados las diversas poblaciones tenían un alto consumo de fibra vege-tal por las características naturales de la dieta. Al no tener lugar los procesos de refinamiento industrial, en los que se pierde un alto porcentaje de fibra dietética, resultaba muy fácil alcanzar la ingesta diaria recomendada que es de 20 a 30 gramos. Las dietas formadas por pan integral, verduras, panes de maíz o yuca, frijoles, algas y otros ali-mentos, según el área geográfica, lo-graban un favorable efecto en la ali-mentación y nutrición de las personas.

En la actualidad se hace mucho én-fasis en el consumo de alimentos espe-cíficos como arroz integral, frijoles, frutas, viandas, cereales integrales, ju-gos de frutas o vegetales batidos sin co-lar, y ensaladas. Una dieta con fibra fa-vorece el tránsito de la comida a través del intestino y se evita el estreñimien-to, también ayuda a eliminar las sus-tancias tóxicas presentes en el organis-mo humano y produce una sensación de llenura al comer; además es muy re-

comendada para los diabéticos. Vale destacar que tampoco se debe abusar de su consumo, pues produce efectos indeseables como gases estomacales y reduce la absorción de algunos mine-rales.

Finalmente, por su notable dismi-nución en las dietas actuales, se hace necesario promocionar sus bondades para una mejor calidad de la dieta. Las recetas que se muestran ilustran este empeño. CM

· i n g r e d i e n t e s ·p a r a c u a t r o c o m e n s a l e s

pimiento

cebollavinagre

ajoaceite

frijoles (cocidos)sal

2 unidades medianas1 unidad mediana3 cucharadas2 dientes2 cucharadas2 tazas½ cucharadita

LA fIBRA VEGETAL

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ENSALADA DE fRIJOLES CON PIMIENTOS

· e l a b o r a c i ó n ·Asar los pimientos y picarlos en tiras ¶ Cor-tar la cebolla en dados; añadir el vinagre y macerar durante quince minutos ¶ Picar el ajo fino ¶ Saltear en el aceite el ajo y los pi-mientos ¶ Colocar los frijoles en una ensala-dera ¶ Adicionar el salteado, añadir la cebo-lla y puntear de sal.nota: Se pueden utilizar diversos frijoles como

colorados, negros, garbanzos, judías y lentejas.

CONCIERTOS DE LA ORQUESTA SINfÓNICA NACIONAL todos los domingos, 11:00 a.m.Sala Covarrubias, Teatro Nacional de Cuba (Paseo y 39, Vedado)

VERDURAS AL VAPORfRITURA

DE VEGETALES©

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