tercera revolución: con alma tecnológica

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equipos&talento 72 artículo No disponemos, de momento, de fecha para la inauguración de tan fenomenal acontecimiento, pero es la primera revolución que lleva consigo, bajo el brazo, no ya un pan, sino incluso un aval: el Parlamento Europeo le dio la bienvenida en una declaración escrita, allá por el año 2007. Parecería, pues, que sólo deberíamos ir reservando mesa y mantel para el día en cuestión, puesto que se tra- taría de la primera revolución televisada. Intentaremos, brevemente, explicar qué impli- caciones nos acerca esta nueva y gran revolu- ción, cuya alma es tecnológica. Reflexionemos sobre su significado, su color y su sabor. Por- que, para empezar, anticipar una revolución nos suscita el aroma de las ideas, unas ideas que, como siempre, preceden y motivan la acción. Las ideas parten de un gran orador, activista y asesor político como el profesor Rifkin, que, además, es militante de causas perdidas pero lucrativas como la de su asesorado Al Gore. A mí, personalmente, me parece que detrás del pronóstico existe una larvada utopía, alimenta- da con el mejor fundamentalismo de mercado. Nadie recuerda que se avistara la primera revo- lución surgida de la máquina de vapor, o que se saludara el cambio mundial generado por el motor de combustión interno. Una revolución es de por sí sangrante y disruptiva; una trans- formación tan radical y profunda que la hace difícil de prever y de ser bien recibida. Sin duda, convivimos en un escenario que es crisol de revoluciones, que nos lanza hacia la necesaria convergencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación con nuevos sis- temas de energía. Rifkin ya supo, además, entrever otras tendencias, como el fin del traba- jo en su dimensión tradicional, o la necesidad de la economía del hidrógeno ante el efecto invernadero. Sin embargo, aquí y ahora, él nos anticipa una revolución amable para nuestro primer mundo, donde los costes de la mano de obra devendrán irrelevantes y, por lo tanto, nos permitirá recuperar la producción deslocaliza- da. Pero, a la vez, nos genera la duda de si anti- cipa o desea el principio de destrucción creativa popularizada por el economista Schumpeter: un hecho esencial del capitalismo, el necesario pro- ceso de innovación por el que los productos nue- vos deben destruir los viejos modelos. ¿Una nueva revolución? Pensemos en qué puede significar esta tercera revolución industrial. En estos momentos, con una elevadísima tasa de paro; con el sistema ban- cario necesitado de múltiples y mullidos colcho- nes, y en un entorno que, con la última crisis de Crimea, nos hace pensar que, como comentaba el reconocido profesor José Ignacio Torreblan- ca: “antes de usar Europa la debemos reparar” . Cuando en un país la frase “búscate un tra- bajo” es inapropiada, pensemos en una revo- lución industrial, que por naturaleza conlleva mayor mecanización, exclusión de personas o remuneración comparativamente mucho menor. Veamos una revolución de la que los primeros brotes han sido los calificados de “momentos Napster” . Esos momentos en que sectores industriales –como el de la producción musical o el del software– ven cómo su propiedad inte- lectual es amplia, e ilegalmente, diseminada a través de Internet, sin que la industria sepa reaccionar, ni la legislación proteger adecuada- mente. Pensemos en una revolución que generará profundas inestabilidades sociales, aumentan- do las desigualdades sociales, en una ruptura brusca que genera simplemente desaparición: de puestos de trabajo, de productos, de compa- ñías, de sectores económicos, del estado del bienestar allá donde lo haya y, en definitiva, de status quo entre países. Y por mucho que nosotros reflexionemos, la revolución vendrá sola. Quizá sería aconsejable no esperarla como un maná y ser conscientes del progreso y del dolor que conllevará Convivimos en un escenario que es crisol de revoluciones, que nos lanza hacia la necesaria convergencia de las nuevas tecnologías de la informa- ción y la comunicación con nuevos sistemas de energía. Cuando en un país la frase “búscate un trabajo” es inapropiada, pensemos en una revolución industrial. En estos momentos, complicadísimos para la economía española, con unos índices de paro elevadísimos, resulta interesante añadir a la coctelera del enmarañado futuro, sobretodo para los jóvenes, la previsión del sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin. Rifkin afirma sin ambages que la tercera revolución industrial está aproximándose de forma inexorable. Una revolución es de por sí sangrante y disruptiva; una transformación tan radical y profunda que la hace difícil de prever y de ser bien recibida Tercera revolución: con alma tecnológica Gerard Costa profesor del departamento de Dirección de Marketing de ESADE

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Page 1: Tercera revolución: con alma tecnológica

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No disponemos, de momento, de fecha para lainauguración de tan fenomenal acontecimiento,pero es la primera revolución que lleva consigo,bajo el brazo, no ya un pan, sino incluso un aval: elParlamento Europeo le dio la bienvenida en unadeclaración escrita, allá por el año 2007. Parecería,pues, que sólo deberíamos ir reservando mesa ymantel para el día en cuestión, puesto que se tra-taría de la primera revolución televisada.Intentaremos, brevemente, explicar qué impli-

caciones nos acerca esta nueva y gran revolu-ción, cuya alma es tecnológica. Reflexionemossobre su significado, su color y su sabor. Por-que, para empezar, anticipar una revolución nossuscita el aroma de las ideas, unas ideas que,como siempre, preceden y motivan la acción. Las ideas parten de un gran orador, activista y

asesor político como el profesor Rifkin, que,además, es militante de causas perdidas perolucrativas como la de su asesorado Al Gore. Amí, personalmente, me parece que detrás delpronóstico existe una larvada utopía, alimenta-da con el mejor fundamentalismo de mercado.Nadie recuerda que se avistara la primera revo-lución surgida de la máquina de vapor, o que sesaludara el cambio mundial generado por elmotor de combustión interno. Una revoluciónes de por sí sangrante y disruptiva; una trans-formación tan radical y profunda que la hace

difícil de prever y de ser bien recibida. Sin duda,convivimos en un escenario que es crisol derevoluciones, que nos lanza hacia la necesariaconvergencia de las nuevas tecnologías de lainformación y la comunicación con nuevos sis-temas de energía. Rifkin ya supo, además,entrever otras tendencias, como el fin del traba-jo en su dimensión tradicional, o la necesidadde la economía del hidrógeno ante el efectoinvernadero. Sin embargo, aquí y ahora, él nosanticipa una revolución amable para nuestroprimer mundo, donde los costes de la mano deobra devendrán irrelevantes y, por lo tanto, nospermitirá recuperar la producción deslocaliza-da. Pero, a la vez, nos genera la duda de si anti-

cipa o desea el principio de destrucción creativapopularizada por el economista Schumpeter: unhecho esencial del capitalismo, el necesario pro-ceso de innovación por el que los productos nue-vos deben destruir los viejos modelos.

¿Una nueva revolución?Pensemos en qué puede significar esta tercerarevolución industrial. En estos momentos, conuna elevadísima tasa de paro; con el sistema ban-cario necesitado de múltiples y mullidos colcho-nes, y en un entorno que, con la última crisis deCrimea, nos hace pensar que, como comentabael reconocido profesor José Ignacio Torreblan-ca: “antes de usar Europa la debemos reparar”. Cuando en un país la frase “búscate un tra -

bajo” es inapropiada, pensemos en una revo -lución industrial, que por naturaleza conllevamayor mecanización, exclusión de personas o remuneración comparativamente muchomenor.

Veamos una revolución de la que los primerosbrotes han sido los calificados de “momentosNapster”. Esos momentos en que sectoresindustriales –como el de la producción musicalo el del software– ven cómo su propiedad inte-lectual es amplia, e ilegalmente, diseminada através de Internet, sin que la industria separeaccionar, ni la legislación proteger adecuada-mente. Pensemos en una revolución que generará

profundas inestabilidades sociales, aumentan-do las desigualdades sociales, en una rupturabrusca que genera simplemente desaparición:de puestos de trabajo, de productos, de compa-ñías, de sectores económicos, del estado delbienestar allá donde lo haya y, en definitiva, destatus quo entre países.Y por mucho que nosotros reflexionemos, la

revolución vendrá sola. Quizá sería aconsejableno esperarla como un maná y ser conscientes delprogreso y del dolor que conllevará �

• Convivimos en un escenario que es crisol de revoluciones, que nos lanzahacia la necesaria convergencia de las nuevas tecnologías de la informa-ción y la comunicación con nuevos sistemas de energía.

• Cuando en un país la frase “búscate un trabajo” es inapropiada, pensemosen una revolución industrial.

En estos momentos, complicadísimos para la economía española, con unos índices deparo elevadísimos, resulta interesante añadir a la coctelera del enmarañado futuro,sobretodo para los jóvenes, la previsión del sociólogo y economista estadounidenseJeremy Rifkin. Rifkin afirma sin ambages que la tercera revolución industrial estáaproximándose de forma inexorable.

Una revolución es de por sí sangrante y disruptiva; una transformación

tan radical y profunda que la hace difícil de prever y de ser bien recibida

Tercera revolución: con alma tecnológica

Gerard Costaprofesor del departamento de Dirección de Marketing de ESADE

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