terapia centrada en el cliente

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TERAPIA CENTRADA EN EL CLIENTE Surge como una reacción a los enfoques directivos y psicoanalíticos principalmente. El surgimiento de esta teoría se divide en cuatro periodos: Primer período (1940): Rogers desarrolla lo que llama consejería no directiva como respuesta en contra del tradicional y directivo enfoque de la terapia psicoanalítica individual. La teoría de Rogers enfatiza que el terapeuta debe crear una atmósfera permisiva y no directiva. Segundo período (1950): Renombra su terapia como Terapia Centrada en el Cliente, para reflejar su énfasis en el cliente más que en los métodos no directivos. Este periodo se caracteriza por el cambio de la clarificación de los sentimientos por el énfasis en el mundo fenomenológico del cliente. Tercer período (finales de 1950 a 1970): Publica “convirtiéndose en un persona” con lo que adiciona la naturaleza de volverse lo que uno realmente es, que es caracterizado por un experiencia abierta a confiar en la propia experiencia, el locus interno de evaluación y la buena voluntad durante el proceso. Cuarto período (1980 y 1990): está marcado por la expansión a otros campos como la educación, la

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Teoria centrada

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TERAPIA CENTRADA EN EL CLIENTE

Surge como una reacción a los enfoques directivos y psicoanalíticos

principalmente. El surgimiento de esta teoría se divide en cuatro periodos:

Primer período (1940): Rogers desarrolla lo que llama consejería no

directiva como respuesta en contra del tradicional y directivo enfoque de la

terapia psicoanalítica individual. La teoría de Rogers enfatiza que el

terapeuta debe crear una atmósfera permisiva y no directiva.

Segundo período (1950): Renombra su terapia como Terapia Centrada en

el Cliente, para reflejar su énfasis en el cliente más que en los métodos no

directivos. Este periodo se caracteriza por el cambio de la clarificación de

los sentimientos por el énfasis en el mundo fenomenológico del cliente.

Tercer período (finales de 1950 a 1970): Publica “convirtiéndose en un

persona” con lo que adiciona la naturaleza de volverse lo que uno

realmente es, que es caracterizado por un experiencia abierta a confiar en

la propia experiencia, el locus interno de evaluación y la buena voluntad

durante el proceso.

Cuarto período (1980 y 1990): está marcado por la expansión a otros

campos como la educación, la industria, grupos, resolución de conflictos y

la búsqueda de la paz mundial.

DEFINICION: La terapia centrada en el cliente es una teoría psicológica aplicada en el trabajo

terapéutico con personas en busca de ayuda psicológica. Ha sido creada por el

psicólogo norteamericano y profesor de psicología Carl Rogers (1902 - 1987).

La terapia centrada en el cliente ha tenido un gran impacto en las diferentes

formas que los terapeutas definen sus relaciones con sus clientes. La meta

principal de la terapia es promover el crecimiento psicológico saludable del

individuo, el eje de su concepción psicológica es “Que el individuo tiene la

capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos los aspectos de su

vida que potencialmente pueden ser reconocidos en la conciencia.

La teoría de Rogers constituye una escuela de pensamiento, nacida en los

Estados Unidos que se ha extendido por Europa y también por Asia y

Latinoamérica, integrada en el gran movimiento de la psicología humanista.

Como técnica psicoterapéutica es uno de los métodos más investigados a nivel

científico desde entonces ya ha dado sus pruebas de eficacia. Las investigaciones

científicas y universitarias en muchas partes del mundo permitieron también el

desarrollo sistemático de esta orientación psicoterapéutica.

Rogers denomina cliente y no paciente. Para muchos el uso del término cliente

puede resultar chocante y contrario al espíritu de la psicología humanista. El

motivo de abandonar el término paciente viene dado por la connotación del

vocablo, relacionado con la patología, lo cual implica una relación asimétrica en

donde el enfermo busca la ayuda de un superior, el terapeuta o sanador. La

contrapropuesta es que no existe tal cosa como la enfermedad mental, sino

formas disfuncionales de vivir.

Según Rogers, el cliente es el que lleva el peso de la terapia (auto-directividad) y

no el terapeuta. Sin embargo, el terapeuta tiene que ofrecer al cliente una relación

que se define por tres condiciones necesarias y suficientes para lograr el éxito de

la misma. Las tres primeras características o condiciones son Empatía, Aceptación

positiva incondicional y Autenticidad o Congruencia. Todo el proceso de la

psicoterapia puede traducirse como la actitud del psicoterapeuta en una profunda

creencia de respeto y aceptación del cliente y de sus propias capacidades para el

cambio: de este modo, todo lo que se hace en la psicoterapia (si entendemos esta

como una escuela o enfoque, de la que surgen técnicas o estrategias) es la

instrumentalización de esa actitud. Desde el uso del silencio a la empatía, vienen a

trasmitir este mensaje implícito.

Estas tres condiciones relacionales mencionadas son llamadas actitudes de base:

3 ACTITUDES BASE

La aceptación y consideración incondicionalmente positiva de la persona en búsqueda de ayuda. Se acepta sin

condición alguna la manera en que ella está dispuesta a revelarse y demostrarse en la relación frente al terapeuta.

La empatía centrada en la persona sufriente. Es la capacidad del terapeuta de entrar en el mundo del cliente

y de comprender con exactitud sus vivencias como si el terapeuta fuese el otro. Esta comprensión empática

facilita la concientización, favorece el acompañamiento terapéutico y promueve el desarrollo personal.

La autenticidad o congruencia del terapeuta permite a menudo un diálogo sincero y constructivo directo entre el

terapeuta y el cliente. El terapeuta sigue siendo un experto, pero él se comunica también como ser humano al servicio

del cliente sufriente.

La relación centrada en el cliente se define además por un mínimo de contacto

establecido entre el cliente y el terapeuta, el cliente debe estar en un estado de

incongruencia y por último, el cliente debe, de una manera u otra, darse cuenta de

la presencia del terapeuta y de la relación ofrecida.

Una relación definida por las actitudes de base genera una multitud de

interacciones terapéuticas cada vez más adaptadas a la relación con el cliente, a

su persona y situación particular, favoreciendo la capacidad natural e inherente en

cada persona de poder desarrollarse de manera constructiva, tendencia natural de

cada persona a su auto-actualización, es decir a desarrollarse y madurar.

El ser humano nace con un conocimiento intuitivo (inmediato) de sus necesidades

organísmicas. A medida que se desarrolla, va empezando a construir un esquema

de sí mismo con base a ese conocimiento. En los avatares de sus relaciones con

el mundo y los otros, puede recibir dos clases generales de retroalimentación:

consideración positiva incondicional y consideración positiva condicional. En tanto

recibe ésta última, el sujeto, quien tiene necesidad de aceptación, aprende a

rechazar partes de su sí mismo que los demás desaprueban, con lo cual pierde

parte de su proceso de satisfacción de esas necesidades que ya no reconoce de

sí.

La tesis central e hipótesis de trabajo terapéutico, es que al dar consideración

positiva incondicional, entre otras "condiciones suficientes para el cambio

terapéutico", el cliente podrá recuperar su funcionamiento organísmico óptimo.

Constantemente, Rogers en su obra "Psicoterapia Centrada en el Cliente",

enfatiza que las emociones, en muchos casos disfuncionales, se manifiestan

visceral o fisiológicamente, pero que estas expresiones emocionales no han sido

representadas (o simbolizadas según sus propias palabras) adecuadamente en la

consciencia, ya que su representación podría suponer un peligro para la propia

percepción que se tiene de sí (sí-mismo) y peligrar con ello la propia autoestima. A

través de esta psicoterapia el cliente toma conciencia de tal expresión fisiológica y

puede representarla e integrarla en el conjunto de sus percepciones sobre sí

mismo y el mundo).

ETAPAS DE CAMBIO DE LAS PERSONAS

Rogers describe el proceso que viven las personas que ingresan a terapia y

describe siete etapas.

1. Fijeza: es el estado que comúnmente es descrito como neurótico.

2. Vivir la experiencia de ser plenamente aceptado: al inicio de la relación

terapéutica, el primer cambio que vive la persona es entrar en un ambiente que no

le condiciona, lo que convierte en innecesarios los patrones de comportamiento

que ha desarrollado para enfrentar al mundo hostil y condicionante en que se

desenvuelve cotidianamente.

3. Desarrollo y flujo de la expresión simbólica: la persona en proceso comienza

a desarrollar una expresión verbal más allá de los lugares comunes y que le

permita expresarse con más propiedad conforme a su vivencia.

4. Flexibilización de los constructos y flujo de los sentimientos: se comienzan

a cuestionar los valores y creencias que han llevado a la persona a un estado de

permanente insatisfacción, y se permite ver las cosas de forma distinta. Además,

en esta etapa se advierte una mayor libertad para expresar los sentimientos.

5. Flujo organísmico: la estructura personal del cliente manifiesta una mayor

relajación, los sentimientos son expresados con mayor libertad, las creencias son

libremente cuestionadas y hay una necesidad por explorar nuevas formas de

comportamiento.

6. Inicio de la experienciación plena: es la fase de la terapia en que las

personas llegan al "punto de no retorno", donde es posible que abandonen el

proceso terapéutico y no experimenten retrocesos dado que toman conciencia de

que son ellas las responsables de su vivencia y experiencia.

7. Fluidez: es la descripción de una persona que funciona plenamente.

CONGRUENCIA E INCONGRUENCIA

Rogers no divide a los individuos en adaptados e inadaptados, enfermos o sanos,

normales o anormales, al contrario los contempla a través de la capacidad de

percibir la realidad de las situaciones. Define el término congruencia como el

grado de equilibrio que impera entre la experiencia, la comunicación y la

conciencia. Un grado alto de congruencia implica que la comunicación (lo que se

expresa), la experiencia (lo que ocurre) y la conciencia (lo que se percibe) son casi

iguales. En esta situación las observaciones propias y las de otra persona

resultarían bastante coherentes.

La incongruencia ocurre cuando hay diferencias entre la conciencia la experiencia

y la comunicación. La incongruencia es la incapacidad de percibir con precisión o

la incapacidad o renuencia a comunicarse sobre la base de la realidad.

DEFENSAS

Cuando te encuentras en una situación donde existe una incongruencia entre tu

imagen de ti mismo y tu inmediata experiencia de ti mismo (entre tu Ideal del yo y

tu Yo) (a partir de este momento utilizaremos indistintamente los conceptos de

Ideal del Self, Ideal del Yo, Yo ideal, etc. Para definir de forma más simple el

mismo concepto exclusivamente con fines docentes, aun sabiendo que estos

conceptos son etimológicamente distintos según las distintas escuelas

psicológicas. N.T.), te encontrarás en una situación amenazante. Por ejemplo, si te

han enseñado a que te sientas incómodo cuando no saques “A” en todos tus

exámenes, e incluso no eres ese maravilloso estudiante que tus padres quieren

que seas, entonces situaciones especiales como los exámenes, traerán a la luz

esa incongruencia; los exámenes serán muy amenazantes.

Cuando percibes una situación amenazante, sientes ansiedad. La ansiedad es

una señal que indica que existe un peligro potencial que debes evitar. Una forma

de evitar la situación es, por supuesto, poner “pies en polvorosa” y refugiarte en

las montañas. Dado que esta no debería ser una opción muy frecuente en la vida,

en vez de correr físicamente, huimos psicológicamente, usando las defensas.

La idea rogeriana de la defensa es muy similar a la descrita por Freud,

exceptuando que Rogers la engloba en un punto de vista perceptivo, de manera

que incluso los recuerdos y los impulsos son formas de percepción.

Afortunadamente para nosotros, Rogers define solo dos defensas: negación y

distorsión perceptiva.

La negación significa algo muy parecido a lo que significa en la teoría freudiana:

bloqueas por completo la situación amenazante. Un ejemplo sería el de aquel que

nunca se presenta a un examen, o que no pregunta nunca las calificaciones, de

manera que no tenga que enfrentarse a las notas finales (al menos durante un

tiempo). La negación de Rogers incluye también lo que Freud llamó represión: si

mantenemos fuera de nuestra consciencia un recuerdo o impulso (nos negamos a

recibirlo), seremos capaces de evitar la situación amenazante (otra vez, al menos

por el momento).

La distorsión perceptiva es una manera de reinterpretar la situación de manera

que sea menos amenazante. Es muy parecida a la racionalización de Freud. Un

estudiante que está amenazado por las calificaciones y los exámenes puede, por

ejemplo, culpar al profesor de que enseña muy mal, o es un “borde”, o de lo que

sea. (Aquí también intervendría la proyección como defensa – según Freud-

siempre y cuando el estudiante no se crea además capaz de superar exámenes

por inseguridad personal. N.T.) El hecho de que en efecto existan malos

profesores, hace que la distorsión sea más efectiva y nos pone en un aprieto para

poder convencer a este estudiante de que los problemas son suyos, no del

profesor. También podría darse una distorsión mucho más perceptiva como

cuando uno “ve” la calificación mejor de lo que realmente es.

LA TERAPIA

La psicoterapia centrada en el cliente no está conformada básicamente por

técnicas sino, esencialmente, por actitudes del terapeuta, las mismas que pueden

ser instrumentalizadas de diversa manera.

Se consideran así dos factores:

1) La actitud que tiene el terapeuta, su filosofía operacional básica frente a la

dignidad y la significación del individuo (hipótesis básica),

2) Su instrumentalización a través de métodos adecuados.

Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta,

impregnadas en las comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna

de ellas. A veces esto no es comprendido planamente y por esta razón algunos

asumen que la actitud centrada en el cliente consiste en ser pasivos e indiferentes,

en "no entrometerse". Pero ello de plano es incorrecto y, más aún, es nocivo,

porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo; además, suele terminar

por aburrir al sujeto al ver que no recibe nada.

El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las

emociones del cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas concientes, y

por ello manejables y no patológicas. Pero no asumiendo un rol de omnisapiente y

todopoderoso, que lleva al cliente de la mano diciéndole "Yo te acepto" y

devolviéndole "masticadito" el material que éste le proporciona.

Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien

dirija el proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como

posibilidades, casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor,

afirmaciones o interpretaciones.

La imagen del eco puede servir para comprender el fenómeno: un eco es una

reproducción amplificada y modulada (que implica una adecuada percepción y una

buena dosis de empatía frente a lo reproducido), algo que suena igual y diferente

al mismo tiempo, y que permite al emisor una recaptación novedosa y más

completa del mensaje emitido (ahora es a la vez emisor y receptor de sí mismo, y

ya no sólo emisor). Además, el eco supone un "algo" en comunidad con nosotros,

otra persona (un alter-ego) que nos escucha y reproduce y/o reformula nuestros

mensajes en un ambiente de aceptación.

En este diálogo con el terapeuta (que es en esencia un diálogo conmigo mismo)

empiezo a sentirme aceptado, puesto que diga lo que diga, haga lo que haga, sólo

recibo como eco empatía y calidez, en lugar de consejos, diagnósticos o

interpretaciones; así, me doy cuenta paulatinamente que no soy tan malo, tan raro

o diferente como creía, y empiezo a permitir que mi capacidad de crecer se vaya

abriendo paso.

A semejanza de la dicotomía gestáltica figura-fondo, en esta psicoterapia se

persigue que el fondo (el campo experiencial no consciente, lo oculto, lo temido)

pase a ser figura (conciencia, parte del self, del sí mismo). El Yo "engorda", se

vuelve más eficaz en el manejo de la realidad interna, consumiendo menos

energías en la construcción de defensas que lo protejan contra la angustia.

Según Rogers, cuando las condiciones terapéuticas están presentes y se

mantienen, es decir que:

Existe una relación de contacto entre cliente y terapeuta;

Una situación de angustia y desacuerdo interno en el cliente;

Una situación de acuerdo interno en el terapeuta;

Sentimientos de respeto, comprensión, aceptación incondicional y empatía

en el terapeuta; entonces se pone en marcha, motivada por la tendencia

innata a la actualización, cierto proceso que podemos catalogar de

terapéutico, el mismo que constaría de las siguientes características:

Aumento en el cliente de la capacidad para expresar sus sentimientos de

modo verbal y no verbal.

Estos sentimientos expresados se refieren más al Yo.

Aumenta también la capacidad de distinguir los objetos de sus sentimientos

y de sus percepciones.

Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al estado de

desacuerdo que existe entre ciertos elementos de su experiencia y su

noción del Yo.

Llega sentir conscientemente la amenaza que lleva consigo este estado de

desacuerdo interno. La experiencia de amenaza se hace posible gracias a

la aceptación incondicional del terapeuta.

Gracias a ello el cliente llega a experimentar plenamente (al convertir el

fondo en figura) ciertos sentimientos que hasta entonces había deformado o

no confesado.

La imagen del Yo (sí mismo, self) cambia, se amplía, hasta permitir la

integración de elementos de la experiencia que no se hacían conscientes o

se deformaban.

A medida que continúa la reorganización de la estructura del Yo, el acuerdo

entre esta estructura y la experiencia total aumenta constantemente. El Yo

se vuelve capaz de asimilar elementos de la experiencia que antes eran

demasiado amenazadores para que la conciencia los admitiera. La

conducta se vuelve menos defensiva.

El cliente es cada vez más capaz de sentir y admitir la aceptación del

terapeuta sin sentirse amenazado por esta experiencia.

El cliente siente una actitud de aceptación incondicional respecto a sí

mismo.

Se va dando cuenta que el centro de valoración de su experiencia es él

mismo.

La valoración de su experiencia se hace cada vez menos condicional, y se

lleva a cabo sobre la base de experiencias vividas. El cliente evoluciona

hacia un esta-do de acuerdo interno, de aceptación de sus experiencias.

Si alguno de estos factores falta debe trabajarse para su adquisición, es por ello

que en consultantes con estructuras muy rígidas, o patologías mentales o físicas

que dificultan adecuadas percepciones, se propone una previa tarea de facilitación

relacional para que las motivaciones y condiciones mencionadas se establezcan,

de no ser posible, el proceso tal como lo pensamos desde nuestro modelo no

podrá llevarse a cabo.

EL TERAPEUTA, CARACTERISTICAS Y FORMACION

Las características personales que Rogers considera necesarias en todo buen

terapeuta que intente instrumentalizar su enfoque son las siguientes:

a) Capacidad empática;

b) Autenticidad;

c) Consideración positiva incondicional.

Ello induce a pensar que el terapeuta centrado en el cliente no puede ser una

persona común y corriente, sino alguien especial, que cuenta con la tranquilidad y

la coherencia internas propias de la persona autorrealizada, autorrealización que

intentará contagiar al cliente. Sin embargo, no debe verse al terapeuta como una

persona superior; es alguien que sencillamente ha logrado dar libre paso a su

capacidad de actualización, y que por lo mismo puede manejar con más eficacia y

productividad su campo experiencial y ayudar a que los otros también lo hagan.

Los rasgos mencionados no son innatos o imposibles de aprender. Rogers y

Kinget (1971) consideran que hasta una persona autoritaria puede desarrollar

actitudes no directivas; lo principal, el inicio digamos, es el deseo real de querer

adoptarlas. El proceso restante viene solo y se adquiere en la práctica terapéutica,

aunque puede ser catalizado a través del entrenamiento.

ACERCA DE LA FORMACIÓN DE LOS TERAPEUTAS

Rogers (1972) establece cuatro fases en la formación de terapeutas centrados en

el cliente.

La primera fase hace hincapié en el esclarecimiento de las actitudes del

aspirante a terapeuta, antes de centrarse en los aspectos técnicos. El

deseo de querer ser terapeuta rogeriano debe ser resultado de un proceso

de descubrimiento personal que no puede ser fomentado desde fuera de

ninguna manera.

La segunda fase hace énfasis en las técnicas una vez que se han aclarado

las actitudes del estudiante.

La tercera fase considera justo proporcionar al estudiante una experiencia

propia de la terapia, si es posible haciendo que él mismo se someta a ella

en condición de cliente.

La cuarta fase señala que el estudiante debe ejercer la práctica

psicoterapéutica desde el momento mismo en que ésta sea practicable.

APLICABILIDAD DEL ENFOQUE ROGERIANO

Hay aplicaciones de esta concepción en diversas áreas como la clínica, la

educación, las relaciones de pareja, la ludo terapia, la dinámica de grupos (los

famosos grupos de encuentro), etc. Cubre un amplio espectro de edades, desde

niños de dos años hasta ancianos. Y esto es posible, creemos, porque el enfoque

no directivo o centrado en el cliente constituye además de una técnica, aplicable a

tal o cual problema, una concepción del ser humano y de las relaciones

interpersonales. Por ello trasciende los linderos del consultorio para conformar una

teoría sobre el "buen vivir", esto es, sobre el vivir plenamente, en constante

superación, abiertos a todas las experiencias, sin miedo, con capacidad de

elección y de responsabilizarnos por lo elegido.