tenerife isla amable

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ALBAHACA (Ocimun basilicum) P LANTA estimada por su olor suave y aromático, cuya flor blanco-purpúrea es labiada. Las hojas son ovadas en punta, espesas, lampiñas, ase- rradas con pezón; los tallos prin- cipales leñosos, redondos, de diez o más pulgadas de altura, ramificados de muchos gajillos que nacen uno enfrente de otro (Viera). Planta rústica que pre- fiere climas cálidos, más bien húmedos, y suelos calizos; que se siembra en almacigos en pri- mavera y se trasplanta cuando tiene unos 5 centímetros de al- tura. Su fruto es capsular y val- voso. Historia.— La voz albahaca viene del árabe, pero la proce- dencia del vegetal es de la India, de donde fue llevado a Europa por Alejandro Magno (Maurice Messegué), La albahaca fue cultivada en Roma en tiempos de los Césares, y desde el siglo XII, en el Mediodía de Francia, don- de tomó el nombre de basilic. Medicina popular.— Pasa por cordial, diaforética, emenagoga y la infusión de sus hojas en agua caliente alivia el dolor de cabe- za, así como secas, reducidas a polvo, son preferidas por algunas personas al tabaco, porque no irrita tanto la membrana pituita- ria de la nariz (Viera). La planta entera seca, en decocción duran- te 3 minutos a dosis de 50 gra- mos por litro de agua y en gar- garismos, actúa contra la infla- mación de las encías y de la gar- ganta. Rebajando la dosis a 30 gramos por litro de agua es esti- mulante y sudorífica, y actúa Arboles, plantas y arbustos Naturaleza y folklore contra la inflamación intestinal, vértigos, vómitos y espasmos (Baudilio Juscafresa). En Argen- tina aconsejan tomar su infusión contra los resfríos, para calmar a las personas nerviosas y para los niños que duermen mal. Con las hojas secas y trituradas, mez- cladas con unto sin sal, se hace una pasta para curar las afeccio- nes de los labios y de los párpa- dos (Garlos Villafuerte). En Queta, Jujuy (Argentina), la em- plean para tratar afecciones den- tarias. En forma de emplastos se utilizan las hojas de esta aromá- tica planta para combatir los pa- rásitos de las heridas externas (Félix Coluccio). Gastronomía.— Pbr su acción estimulante y estomacal es muy empleada en las comidas como condimento. En Canarias la usan los cocineros para condimentar las viandas con el tomillo (Viera). Ritos y magia.— La albaha- ca es uno de los grandes prota- gonistas del carnaval incásico: «Carnaval sin albahaca es como chiquita flaca». Se huele la planta para alejar las tentaciones y tam- bién al diablo. Los hombres sue- len prender un gajo de la planta en la cinta de su sombrero, mien- tras que la mujer lo lleva en la blusa de percal. Con gajos de al- bahaca se castigan unos a otros, mientras se echan almidón y se blanquean la cara. Otros creen que es una planta erótica que en- Albahaca ciende la sangre y que llama al vino para mezclarlo en la alegría y en el amor (Coluccio, Villa- fuerte y otros). Lírica popular.- copla argentina: He aquí una Ya ha nacido el Carnaval, la caja es su corazón, zumo de aloja su sangre y flor de albahaca su flor. Y esta adivinanza recogida por Carlos Villafuerte: Alba me dicen que soy, pero no de romper el día; ya para completar mi alegría vaca me dicen que soy. ALBERCHIGA (Albérchigo) S EGÚN Viera, nombre que damos los canarios al fru- to ya más tardío y desme- drado que produce el árbol de los duraznos (que sería el alberchi- guero). Y es una segunda acep- ción, al fruto de una casta de du- raznos que siempre es muy pe- queño, tardío, tierno, puntiagu- do y algodonoso en su exterior. Sebastián de Lugo, en el primer vocabulario conocido de voces canarias, recoge el término al- bérchigo como «la segunda fru- ta (que es siempre más pequeña) que dan unas espezies de melo- cotones i abridores». El fruto es de tamaño vario, aunque, por lo general, de unos 6 cm. de diá- metro. Su carne es recia, jugosa y de color amarillo muy subido, y su piel, amarillenta también, tiene una mancha sonrosada muy encendida por la parte en que más le da el sol. Especie origi- naria de Persia. Su nombre de- riva del árabe alfírcic. Por tan- to, no es un canarismo. Gastronomía.— Nuestras al- bérchigas, así por ser las reli- quias de este género de fruta en el Otoño, como por su delicade- za y sabor, son bastante estima- das, y muy propias para dulce de almíbar (Viera). Receta del Hie- rro: 1 taza ¿e duraznos (sin pi- pas), 1/4 ó 1/3 taza de azúcar, 1 cascara de naranja y unos pizcos . de cascara de limón, 2 palitos de canela, 1 nuez moscada y un poco de agua. En un caldero se vacían los duraznos con un poco de agua —que no queden cubiertos— y se pone al fuego. Se le añade azúcar, las cascaras de naranja y limón, canela y nuez moscada, y se deja hervir a fuego lento, revolviéndose para que no se pegue, hasta que coja el punto deseado (más o menos como una mermelada). La rece- ta fue recogida por Flora Lilia Barrera Álamo. Y para el licor de duraznos, esta fórmula de Jo- sefina Mujica: Ingredientes, 3 decenas de duraznos pequeños y amarillos, 4 ó 5 huesos parti- dos, 3/4 litros de alcohol, 800 grs. de azúcar, 1/2 litro de agua. Preparación: Se toman los du- raznos y se les quita la pulpa, de- jando un poco de ésta pegada al hueso; se colocan éstos en un frasco de vidrio, se les pone los cuatro o cinco huesos partidos, que conservan las pepitas, y se cubren con el alcohol. Se deja así un mes. Transcurrido este tiem- po se prepara un almíbar, po- niendo el azúcar y el agua en una caldera, se hace hervir y se retí- ra. Una vez que esté fría se le agrega a los huesos y al alcohol, se cuela todo y se filtra. Eludió Alonso El panorama electoral L OS plazos impuestos por la legislatura electoral co- rren inexorablemente. Es- tamos ya a punto de que se des- corra el telón y sepamos, una vez se decidan las coaliciones elec- torales que hayan podido confi- gurarse, cuáles son las fuerzas políticas en juego y cuáles son las listas que cada una de ellas pone en la palestra. Por lo que se refiere a la pri- mera de las cuestiones, y en el ámbito nacional, el panorama está claro en cuanto a la existen- cia de un preponderante partido socialista y una importante coa- lición democrática-liberal- consevadora. A la izquierda del PSOE, los núcleos políticos exis- tentes han logrado una cierta aglutinación. Entre el PSOE y la oposición conservadora siguen los partidos nacionalistas vasco y catalán cada uno por su lado y los representantes más carac- terizados del área centrista Roca y Suárez— cada uno tam- bién a su aire. Lo cual demues- tra que la izquierda española es mucho más racional en sus plan- teamientos políticos. En estas islas de nuestros des- velos, el panorama general ofre- ce el matiz de que ese espectro central ha gozado en todas las confrontaciones democráticas de una gran aceptación. Como fuer- zas a nivel Estado, primero la UCD y luego el CDS contaron con un numeroso electorado. A nivel local, los independientes —agrupados actualmente en la coalición insularista— igualmen- te son una fuerza importante. Si bien las coaliciones forza- das no resultan justificadas, pa- rece lógico en este caso que unas representaciones políticas de un espectro tan afín se entendieran a un nivel mínimo susceptible de configurar una coalición electo- ral, que podría jugar luego un papel en la representación polí- tica de nuestra Comunidad Autó- noma y que sería un factor más a conjugar en el entendimiento nacional de ese mismo sector. No parece probable, sin em- bargo, que tal cosa ocurra. Se- guiremos seguramente como hasta ahora. Lo cual es en cierto modo un factor de descrédito para cada uno de ellos. Porque si no son capaces de un mínimo de entendimiento entre vecinos políticos, difícilmente van a en- tenderse luego con otras fuerzas más diferenciadas cuando la go- bernabilidad de nuestra Comuni- dad Autónoma lo demande. Rubens Henríquez CUENTOS DEL DOMINGCílillIBIllIi! Otra «Caperucita» E sta «Caperucita» de que voy a hablar hoy se llama- ba Asunción, pero la lla- maban Chona, Vivía en un ba- rrio próximo a la ciudad, pero separado de ella por un trozo de campo con algunos árboles y ca- sitas campesinas. Ella iba con frecuencia a visitar a su abueli- ta, que habitaba, lejos, como la del cuento, en la ciudad, y para ello tenía que cruzas aquel trozo de campo, por una carretera ar- bolada, por lo que, cada vez que salía con tal objeto, los padres no cesaban de hacerle recomenda- ciones: —Vete con cuidado, y miran- do bien por si ves venir algún co- che. No de detengas a hablar con nadie y no te pares en ningún si- tio. Choniía lo hacía siempre así. Tenía mucho cuidado. Iba muy seriecíta y seguía todas las ins- trucciones que le daban, al pie de la letra. Un día, sin embargo, le salió al encuentro... ¿un lobo? No. Ni mucho menos. Un pobre hom- bre, de alguna edad y traza mi- serable. Pero de hablar dulce y amable. Iba en su misma direc- ción y amoldó su paso al de ella para poder seguirla. —Hola, pequeña —le dijo—, ¿a dónde vas? —Voy a llevarle un regalo a mi abuelita, contestó ella. Lo mismo, exactamente lo mismo, que en el cuento. Pero si- guió la cosa, al preguntarle él: —¿Te importa que te acompa- ñe? Voy solo y me aburro de no tener con quien hablar. Recordó ella lo que le habían dicho sus padres. Pero aquel hombre le pa- reció tan inofensivo, tan misera- ble, tan dulce y amable, que no tuvo reparo en decirle: —No me importa, no. Tam- bién yo me aburro de no tener con quien hablar durante todo el camino. Y empezó la conversación pre- guntándole él su nombre; dónde vivía; quién era su abuelita y dónde habitaba, si era rica y cómo vivía; si estaba sola en la casa... Muchas cosas que a Cho- na le extrañó que aquel hombre quisiera saber, aunque ella le fue respondiendo diciéndole toda la verdad: que la abuelita vivía sola. Que parecía tener algún di- nero, porque le hacía regalos muy bonitos, y muchas cosas más que a aquel hombre parecían interearle. * Al llegar cerca de la casa se se- paró el individuo y tomó otra di- rección. Ella siguió sola, llegó a la casa de la abuelita y le entre- los regalos que le llevaba. Co- mió algunas golosinas que ella tenía preparadas y cuando con- versaba con ella se acordó de lo que le había ocurrido en el ca- mino y le contó el encuentro con aquel hombre y todas las pregun- tas que le había hecho. La vieja pareció interesarse mucho en ello y le preguntó también mu- chas cosas: cómo era aquél hombre, qué detalles le interesa- ron más de lo que ella le dijo, y cosas por el estilo. Luego la niña se fue y emprendió el camino de greso sin volver a acordarse de aquello. Pasaron los días. Muchos días. La vida siguió igual. La niña continuó con sus visitas a la abuela, pero no volvió a encon- trarse con aquel hombre. Cierta tarde, al llegar cerca de la casa de su abuelita, Chona vio gente reunida, hablando animadamen - te, como si comentaran algo. Preguntó y le dijeron que la no- che anterior habían intentado ro- bar en casa de su abuela, pero ella estaba prevenida, había avi- sado a la Guardia Civil, y el la- drón había sido detenido. La abuela le refirió luego lo que ocurriera: a media noche había oído ruido y una pareja de la Guardia Civil, que estaba pre- venida ya de la posibilidad de que algo ocurriera, había acudi- do y había sorprendido al ladrón. Asombrada quedó Chonita. Pero más aún cuando la abuela le dijo que se había salvado gracias a ella. No necesitó más explicacio- nes cuando posteriormente tuvo ocasión de ver al autor de la fe- choría, al ser conducido por los guardias de la cárcel al Juzgado. ¡Era su compañero de camino de aquella tarde! El mismo que tan- tas cosas le había preguntado. El que tanto quería saber dónde y cómo vivía la abuelita. ¡Era el lobo que asechaba su presa! Como el del cuento. Exactamen- te lo mismo que el del cuento. Pero con la diferencia de que la abuela, advertida por el relato de la niña, había podido avisar a la Guardia Civil, que tomó precau- ciones. Resumen: que el lobo no se comió a la abuela, sino que fue ésta la que hizo que la Justicia se lo comiera a él. Y la nueva «Ca- perucita» fue feliz. Y siguió lle- vándole sus regalos a la abuela, cantando durante todo el cami- no, para entretenerse y no tener que hablar con nadie mientras lo recorría. Y colorín, colorado. Antonio Marti P OR el Servicio de Publicaciones de CajaCa- narias, ha sido editada «Tenerife, isla amable», obra que bien recoge las impre- siones de diecisiete escritores sobre sus diferentes aspectos, su presente y su futuro. Con prólogo de nuestro compañero José Manuel de Pablos Coello -adjunto al editor de EL DÍA- la obra recoge en sus páginas un artículo de José Segura Clavell, presidente del Cabildo Insular de Tenerife, y otros avalados por firmas de prestigio en el mundo del periodismo y el turismo. Tenerife -tres islas, en una— como bien dice De Pablos es la cima suprema de España, la del solajero incansable, sin ser nunca abrasador, la del verde gratuito, la que tiene y mantiene la mayor concentración ecológica de la nación. Con las firmas citadas, otras —Isidoro Sán- chez, Molina Plata, Rosario Ballester, Enrique Domínguez, Diego Vega La Roche, etc.— plasman en «Tenerife, isla amable» todo el paisaje insular, el cielo azul que da a los campos su gracia de pri- mavera, el aire pleno de sonrisas, el Teide tem- blando en plena flor de nieve y, lejos y al pie de los cerros de piedra, el agua quieta del Atlántico. En las páginas de la obra encontramos el aire brotado de las olas, la delirante batalla de la lava con la tierra, todo el verde de las plataneras, el Tenerife, isla amable hermanamiento del pino con la palmera, la sen- cillez milenaria del Drago Icod y la risa rubia del trigo que tiembla bajo la. lluvia del sol. En la Isla con experiencia salobre, campos en que la semilla y la luz caen temblando a los sur- cos de tierra luciente, verdes ricos e intensos —ya se han recuperado las perdidas claves del idioma del agua— y, muy al fondo, paisaje desnudo y violeta, región áspera y montañosa. Peña a peña, pino a pino y roca a roca, hasta el Teide que se alza sobre la soledad de su altura, sobre su desnuda nieve. El preside los ríos inmó- viles de la lava, arena y pómez, las formas de materia pura, la sombra de mil sombras y la nie- ve de mil nieves. Allí, donde la soledad dispuso silencio, lava y retamas, el pequeño y tranquilo universo de la piedra pómez, tierras en abando- no seco, piedras antes quemantes entre dos azu- les, el del cielo y el del océano. Con el mar seco de Ucanca, la dureza de los cerros de Cuajara, duros caminos de piedra y, bajo un cielo casi nazareno, el viaje inmóvil de la lava y el gran silencio del Chinyero, roto de tarde en tarde por el susurro verde de los pinares cer- canos. Desde arriba, puñaladas de sol en la distancia, allá por donde —siempre a la vera de la mar— las ciudades, amarradas a la costa como claras na- ves, alzan su gracia y sencillez. Con siglos de buena historia unas, sólo con buenos años otras, todas tienen y bien mantienen la cordialidad, to- da la bondad del trigo que duerme en el pan. Co- mo un regalo azul y verde, todas se abren al tu- rismo tradicional, al que, a finales del siglo pasa- do, hizo historia cuando a Santa Cruz arribó el «Lusitania», primer trasatlántico que llevó a cabo un crucero de recreo desde Londres a las Antillas y, desde el Caribe ardiente y huracanado, arrumbó a Tenerife, desde donde regresó al Tá- mesis. Con todo el pasado y el presente, Diego Vega La Roche nos presenta la Isla con amplio futuro, la que Isidoro Sánchez García nos trae con evo caciones de Herodoto y su Jardín de las Hespéri- des, Virgilio, Echeyde y Guayóla. Las tres islas en una del amigo De Pablos —la del «venenillo»— mantiene a la generosidad, como enseñaba Des partes, en su condición de suprema virtud. Es la isla de la mano abierta y cordial, la de corazón derecho, la de nombres sonoros Anaga, Sauzal, Orotava, Tejina, Tacoronte, Vilaflor, Tegueste, Arafo, Abona, Taganana, etc.— todos con aroma sencillo de tierra mojada. Tenerife ha sido siempre —es y será siempre— el milagro inesperado, el fantástico portento de esas tres islas que, en una, José Manuel de Pa- blos y los otros escritores reflejan en la obra que hace evocar la alegre claridad de los campos, eras donde revientan las espigas gallardas, olas empenachadas y ardiendo de blancura y, muy arriba, abierto al sol y al viento, el Teide bajo un azul extendido. Juan A. Padrón Albornoz

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Temas isleños", 1986/05/04

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Page 1: TENERIFE ISLA AMABLE

ALBAHACA(Ocimun basilicum)

PLANTA estimada por suolor suave y aromático,cuya flor blanco-purpúrea

es labiada. Las hojas son ovadasen punta, espesas, lampiñas, ase-rradas con pezón; los tallos prin-cipales leñosos, redondos, dediez o más pulgadas de altura,ramificados de muchos gajillosque nacen uno enfrente de otro(Viera). Planta rústica que pre-fiere climas cálidos, más bienhúmedos, y suelos calizos; quese siembra en almacigos en pri-mavera y se trasplanta cuandotiene unos 5 centímetros de al-tura. Su fruto es capsular y val-voso.

Historia.— La voz albahacaviene del árabe, pero la proce-dencia del vegetal es de la India,de donde fue llevado a Europapor Alejandro Magno (MauriceMessegué), La albahaca fuecultivada en Roma en tiempos delos Césares, y desde el siglo XII,en el Mediodía de Francia, don-de tomó el nombre de basilic.

Medicina popular.— Pasa porcordial, diaforética, emenagogay la infusión de sus hojas en aguacaliente alivia el dolor de cabe-za, así como secas, reducidas apolvo, son preferidas por algunaspersonas al tabaco, porque noirrita tanto la membrana pituita-ria de la nariz (Viera). La plantaentera seca, en decocción duran-te 3 minutos a dosis de 50 gra-mos por litro de agua y en gar-garismos, actúa contra la infla-mación de las encías y de la gar-ganta. Rebajando la dosis a 30gramos por litro de agua es esti-mulante y sudorífica, y actúa

Arboles, plantas y arbustos

Naturaleza y folklorecontra la inflamación intestinal,vértigos, vómitos y espasmos(Baudilio Juscafresa). En Argen-tina aconsejan tomar su infusióncontra los resfríos, para calmara las personas nerviosas y paralos niños que duermen mal. Conlas hojas secas y trituradas, mez-cladas con unto sin sal, se haceuna pasta para curar las afeccio-nes de los labios y de los párpa-dos (Garlos Villafuerte). EnQueta, Jujuy (Argentina), la em-plean para tratar afecciones den-tarias. En forma de emplastos seutilizan las hojas de esta aromá-tica planta para combatir los pa-rásitos de las heridas externas(Félix Coluccio).

Gastronomía.— Pbr su acciónestimulante y estomacal es muyempleada en las comidas comocondimento. En Canarias la usanlos cocineros para condimentarlas viandas con el tomillo(Viera).

Ritos y magia.— La albaha-ca es uno de los grandes prota-gonistas del carnaval incásico:«Carnaval sin albahaca es comochiquita flaca». Se huele la plantapara alejar las tentaciones y tam-bién al diablo. Los hombres sue-len prender un gajo de la plantaen la cinta de su sombrero, mien-tras que la mujer lo lleva en lablusa de percal. Con gajos de al-bahaca se castigan unos a otros,mientras se echan almidón y seblanquean la cara. Otros creenque es una planta erótica que en-

Albahacaciende la sangre y que llama alvino para mezclarlo en la alegríay en el amor (Coluccio, Villa-

fuerte y otros).Lírica popular.-

copla argentina:• He aquí una

Ya ha nacido el Carnaval,la caja es su corazón,zumo de aloja su sangrey flor de albahaca su flor.Y esta adivinanza recogida porCarlos Villafuerte:Alba me dicen que soy,pero no de romper el día;ya para completar mi alegríavaca me dicen que soy.

ALBERCHIGA (Albérchigo)

S EGÚN Viera, nombre quedamos los canarios al fru-to ya más tardío y desme-

drado que produce el árbol de losduraznos (que sería el alberchi-guero). Y es una segunda acep-ción, al fruto de una casta de du-raznos que siempre es muy pe-queño, tardío, tierno, puntiagu-do y algodonoso en su exterior.Sebastián de Lugo, en el primervocabulario conocido de vocescanarias, recoge el término al-bérchigo como «la segunda fru-ta (que es siempre más pequeña)que dan unas espezies de melo-cotones i abridores». El fruto esde tamaño vario, aunque, por logeneral, de unos 6 cm. de diá-metro. Su carne es recia, jugosay de color amarillo muy subido,y su piel, amarillenta también,tiene una mancha sonrosada muyencendida por la parte en quemás le da el sol. Especie origi-naria de Persia. Su nombre de-riva del árabe alfírcic. Por tan-to, no es un canarismo.

Gastronomía.— Nuestras al-bérchigas, así por ser las reli-quias de este género de fruta enel Otoño, como por su delicade-za y sabor, son bastante estima-das, y muy propias para dulce dealmíbar (Viera). Receta del Hie-rro: 1 taza ¿e duraznos (sin pi-pas), 1/4 ó 1/3 taza de azúcar, 1cascara de naranja y unos pizcos

. de cascara de limón, 2 palitos decanela, 1 nuez moscada y unpoco de agua. En un caldero sevacían los duraznos con un pocode agua —que no quedencubiertos— y se pone al fuego.Se le añade azúcar, las cascarasde naranja y limón, canela ynuez moscada, y se deja hervira fuego lento, revolviéndose paraque no se pegue, hasta que cojael punto deseado (más o menoscomo una mermelada). La rece-ta fue recogida por Flora LiliaBarrera Álamo. Y para el licorde duraznos, esta fórmula de Jo-sefina Mujica: Ingredientes, 3decenas de duraznos pequeñosy amarillos, 4 ó 5 huesos parti-dos, 3/4 litros de alcohol, 800grs. de azúcar, 1/2 litro de agua.Preparación: Se toman los du-raznos y se les quita la pulpa, de-jando un poco de ésta pegada alhueso; se colocan éstos en unfrasco de vidrio, se les pone loscuatro o cinco huesos partidos,que conservan las pepitas, y secubren con el alcohol. Se deja asíun mes. Transcurrido este tiem-po se prepara un almíbar, po-niendo el azúcar y el agua en unacaldera, se hace hervir y se retí-ra. Una vez que esté fría se leagrega a los huesos y al alcohol,se cuela todo y se filtra. •

Eludió Alonso

El panorama electoral

LOS plazos impuestos porla legislatura electoral co-rren inexorablemente. Es-

tamos ya a punto de que se des-corra el telón y sepamos, una vezse decidan las coaliciones elec-torales que hayan podido confi-gurarse, cuáles son las fuerzaspolíticas en juego y cuáles sonlas listas que cada una de ellaspone en la palestra.

Por lo que se refiere a la pri-mera de las cuestiones, y en elámbito nacional, el panoramaestá claro en cuanto a la existen-cia de un preponderante partidosocialista y una importante coa-lición democrática-liberal-consevadora. A la izquierda delPSOE, los núcleos políticos exis-tentes han logrado una ciertaaglutinación. Entre el PSOE y laoposición conservadora siguenlos partidos nacionalistas vascoy catalán cada uno por su ladoy los representantes más carac-terizados del área centrista —Roca y Suárez— cada uno tam-bién a su aire. Lo cual demues-tra que la izquierda española esmucho más racional en sus plan-teamientos políticos.

En estas islas de nuestros des-velos, el panorama general ofre-ce el matiz de que ese espectrocentral ha gozado en todas las

confrontaciones democráticas deuna gran aceptación. Como fuer-zas a nivel Estado, primero laUCD y luego el CDS contaroncon un numeroso electorado. Anivel local, los independientes—agrupados actualmente en lacoalición insularista— igualmen-te son una fuerza importante.

Si bien las coaliciones forza-das no resultan justificadas, pa-rece lógico en este caso que unasrepresentaciones políticas de unespectro tan afín se entendierana un nivel mínimo susceptible deconfigurar una coalición electo-ral, que podría jugar luego unpapel en la representación polí-tica de nuestra Comunidad Autó-noma y que sería un factor mása conjugar en el entendimientonacional de ese mismo sector.

No parece probable, sin em-bargo, que tal cosa ocurra. Se-guiremos seguramente comohasta ahora. Lo cual es en ciertomodo un factor de descréditopara cada uno de ellos. Porquesi no son capaces de un mínimode entendimiento entre vecinospolíticos, difícilmente van a en-tenderse luego con otras fuerzasmás diferenciadas cuando la go-bernabilidad de nuestra Comuni-dad Autónoma lo demande. •

Rubens Henríquez

CUENTOS DEL DOMINGCílillIBIllIi!

Otra «Caperucita»E sta «Caperucita» de que

voy a hablar hoy se llama-ba Asunción, pero la lla-

maban Chona, Vivía en un ba-rrio próximo a la ciudad, peroseparado de ella por un trozo decampo con algunos árboles y ca-sitas campesinas. Ella iba confrecuencia a visitar a su abueli-ta, que habitaba, lejos, como ladel cuento, en la ciudad, y paraello tenía que cruzas aquel trozode campo, por una carretera ar-bolada, por lo que, cada vez quesalía con tal objeto, los padres nocesaban de hacerle recomenda-ciones:

—Vete con cuidado, y miran-do bien por si ves venir algún co-che. No de detengas a hablar connadie y no te pares en ningún si-tio.

Choniía lo hacía siempre así.Tenía mucho cuidado. Iba muyseriecíta y seguía todas las ins-trucciones que le daban, al piede la letra.

Un día, sin embargo, le salióal encuentro... ¿un lobo? No. Nimucho menos. Un pobre hom-bre, de alguna edad y traza mi-serable. Pero de hablar dulce yamable. Iba en su misma direc-ción y amoldó su paso al de ellapara poder seguirla.

—Hola, pequeña —le dijo—,¿a dónde vas?

—Voy a llevarle un regalo a miabuelita, contestó ella.

Lo mismo, exactamente lomismo, que en el cuento. Pero si-guió la cosa, al preguntarle él:

—¿Te importa que te acompa-ñe? Voy solo y me aburro de notener con quien hablar. Recordóella lo que le habían dicho suspadres. Pero aquel hombre le pa-reció tan inofensivo, tan misera-ble, tan dulce y amable, que notuvo reparo en decirle:

—No me importa, no. Tam-bién yo me aburro de no tenercon quien hablar durante todo elcamino.

Y empezó la conversación pre-guntándole él su nombre; dóndevivía; quién era su abuelita ydónde habitaba, si era rica ycómo vivía; si estaba sola en lacasa... Muchas cosas que a Cho-na le extrañó que aquel hombrequisiera saber, aunque ella le fuerespondiendo diciéndole toda laverdad: que la abuelita vivíasola. Que parecía tener algún di-nero, porque le hacía regalosmuy bonitos, y muchas cosasmás que a aquel hombre parecíaninterearle. *

Al llegar cerca de la casa se se-paró el individuo y tomó otra di-rección. Ella siguió sola, llegó ala casa de la abuelita y le entre-

gó los regalos que le llevaba. Co-mió algunas golosinas que ellatenía preparadas y cuando con-versaba con ella se acordó de loque le había ocurrido en el ca-mino y le contó el encuentro conaquel hombre y todas las pregun-tas que le había hecho. La viejapareció interesarse mucho enello y le preguntó también mu-chas cosas: cómo era aquélhombre, qué detalles le interesa-ron más de lo que ella le dijo, ycosas por el estilo. Luego la niñase fue y emprendió el camino degreso sin volver a acordarse deaquello.

Pasaron los días. Muchos días.La vida siguió igual. La niñacontinuó con sus visitas a laabuela, pero no volvió a encon-trarse con aquel hombre. Ciertatarde, al llegar cerca de la casade su abuelita, Chona vio gentereunida, hablando animadamen -te, como si comentaran algo.Preguntó y le dijeron que la no-che anterior habían intentado ro-bar en casa de su abuela, peroella estaba prevenida, había avi-sado a la Guardia Civil, y el la-drón había sido detenido.

La abuela le refirió luego loque ocurriera: a media nochehabía oído ruido y una pareja dela Guardia Civil, que estaba pre-venida ya de la posibilidad deque algo ocurriera, había acudi-

do y había sorprendido al ladrón.Asombrada quedó Chonita. Peromás aún cuando la abuela le dijoque se había salvado gracias aella. No necesitó más explicacio-nes cuando posteriormente tuvoocasión de ver al autor de la fe-choría, al ser conducido por losguardias de la cárcel al Juzgado.

¡Era su compañero de camino deaquella tarde! El mismo que tan-tas cosas le había preguntado. Elque tanto quería saber dónde ycómo vivía la abuelita. ¡Era ellobo que asechaba su presa!Como el del cuento. Exactamen-te lo mismo que el del cuento.Pero con la diferencia de que laabuela, advertida por el relato dela niña, había podido avisar a laGuardia Civil, que tomó precau-ciones.

Resumen: que el lobo no secomió a la abuela, sino que fueésta la que hizo que la Justicia selo comiera a él. Y la nueva «Ca-perucita» fue feliz. Y siguió lle-vándole sus regalos a la abuela,cantando durante todo el cami-no, para entretenerse y no tenerque hablar con nadie mientras lorecorría.

Y colorín, colorado. •

Antonio Marti

P OR el Servicio de Publicaciones de CajaCa-narias, ha sido editada «Tenerife, islaamable», obra que bien recoge las impre-siones de diecisiete escritores sobre sus

diferentes aspectos, su presente y su futuro. Conprólogo de nuestro compañero José Manuel dePablos Coello -adjunto al editor de EL DÍA- laobra recoge en sus páginas un artículo de JoséSegura Clavell, presidente del Cabildo Insular deTenerife, y otros avalados por firmas de prestigioen el mundo del periodismo y el turismo.

Tenerife -tres islas, en una— como bien diceDe Pablos es la cima suprema de España, la delsolajero incansable, sin ser nunca abrasador, ladel verde gratuito, la que tiene y mantiene lamayor concentración ecológica de la nación.

Con las firmas citadas, otras —Isidoro Sán-chez, Molina Plata, Rosario Ballester, EnriqueDomínguez, Diego Vega La Roche, etc.— plasmanen «Tenerife, isla amable» todo el paisaje insular,el cielo azul que da a los campos su gracia de pri-mavera, el aire pleno de sonrisas, el Teide tem-blando en plena flor de nieve y, lejos y al pie delos cerros de piedra, el agua quieta del Atlántico.

En las páginas de la obra encontramos el airebrotado de las olas, la delirante batalla de la lavacon la tierra, todo el verde de las plataneras, el

Tenerife, isla amablehermanamiento del pino con la palmera, la sen-cillez milenaria del Drago Icod y la risa rubia deltrigo que tiembla bajo la. lluvia del sol.

En la Isla con experiencia salobre, campos enque la semilla y la luz caen temblando a los sur-cos de tierra luciente, verdes ricos e intensos —yase han recuperado las perdidas claves del idiomadel agua— y, muy al fondo, paisaje desnudo yvioleta, región áspera y montañosa.

Peña a peña, pino a pino y roca a roca, hastael Teide que se alza sobre la soledad de su altura,sobre su desnuda nieve. El preside los ríos inmó-viles de la lava, arena y pómez, las formas demateria pura, la sombra de mil sombras y la nie-ve de mil nieves. Allí, donde la soledad dispusosilencio, lava y retamas, el pequeño y tranquilouniverso de la piedra pómez, tierras en abando-no seco, piedras antes quemantes entre dos azu-les, el del cielo y el del océano.

Con el mar seco de Ucanca, la dureza de loscerros de Cuajara, duros caminos de piedra y,bajo un cielo casi nazareno, el viaje inmóvil de lalava y el gran silencio del Chinyero, roto de tardeen tarde por el susurro verde de los pinares cer-canos.

Desde arriba, puñaladas de sol en la distancia,allá por donde —siempre a la vera de la mar— lasciudades, amarradas a la costa como claras na-ves, alzan su gracia y sencillez. Con siglos debuena historia unas, sólo con buenos años otras,todas tienen y bien mantienen la cordialidad, to-da la bondad del trigo que duerme en el pan. Co-mo un regalo azul y verde, todas se abren al tu-rismo tradicional, al que, a finales del siglo pasa-do, hizo historia cuando a Santa Cruz arribó el«Lusitania», primer trasatlántico que llevó a caboun crucero de recreo desde Londres a las Antillas

y, desde el Caribe ardiente y huracanado,arrumbó a Tenerife, desde donde regresó al Tá-mesis.

Con todo el pasado y el presente, Diego VegaLa Roche nos presenta la Isla con amplio futuro,la que Isidoro Sánchez García nos trae con evocaciones de Herodoto y su Jardín de las Hespéri-des, Virgilio, Echeyde y Guayóla. Las tres islasen una del amigo De Pablos —la del «venenillo»—mantiene a la generosidad, como enseñaba Despartes, en su condición de suprema virtud. Es laisla de la mano abierta y cordial, la de corazónderecho, la de nombres sonoros — Anaga, Sauzal,Orotava, Tejina, Tacoronte, Vilaflor, Tegueste,Arafo, Abona, Taganana, etc.— todos con aromasencillo de tierra mojada.

Tenerife ha sido siempre —es y será siempre—el milagro inesperado, el fantástico portento deesas tres islas que, en una, José Manuel de Pa-blos y los otros escritores reflejan en la obra quehace evocar la alegre claridad de los campos,eras donde revientan las espigas gallardas, olasempenachadas y ardiendo de blancura y, muyarriba, abierto al sol y al viento, el Teide bajo unazul extendido. •

Juan A. PadrónAlbornoz