tema 5. funcionalismo
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Diego RODRÍGUEZ-PEÑA SAINZ DE LA MAZA – G.120 – UAM – 2012
FUNCIONALISMO Y TEORÍA CRÍTICA
1. Macrosociología y microsociología
Se producen dos bifurcaciones tras la Primera Guerra Mundial. Las implicaciones
del conflicto suponen el final de la idea de que el equilibrio, el orden en lo económico
se podía alcanzar de una manera natural. Se vienen así abajo todos los presupuestos
liberales del mercado autorregulados, y tiene lugar un giro hacia la intervención estatal
y la planificación social. El Estado adquiere así un protagonismo decisivo, indiscutido
por todo el espectro político (es una ‘marca de época’). Se produce por tanto una
bifurcación: por un lado las sociologías de la interacción, o microsociología; y por el
otro la sociología de las estructuras, o macrosociología.
1.1. Microsociología
La primera se asienta en la academia, y se dedica al estudio de las ciencias
sociales omitiendo las relaciones de éstas con otras ramas: economía, política… Hay
una clara separación entre esferas a nivel académico. Si la sociología quería sobrevivir,
tiene que adaptarse. Si entraba a vincular las ciencias sociología con cualquiera de esas
dos ramas, y se salía de las interacciones sociales, estaba invadiendo su espacio, y
entraba en conflicto. Abandona el estudio de las interacciones con las estructuras al
igual que los aspectos de la cohesión social. Se centra por tanto en las interacciones.
Este giro viene dado por la propia complejidad de la época, en la que es muy difícil
obtener un retrato de conjunto de la sociedad. El gran maestro es Simmel, filósofo-
sociólogo alemán, con una gran influencia sobre las sociologías de la interacción.
1.2. Macrosociología
La segunda línea de esta bifurcación defiende una ciencia social neopositivista
basada en descripciones empíricas. La diferencia con la sociología clásica reside en su
concepción de la sociedad. Ahora, se comprende de una manera más estadística, la
sociedad es un agregado, una suma de individuos, que al unirse conforma una masa.
En razón de esto, con las técnicas estadísticas adecuadas, uno puede llegar a
anticiparse al comportamiento de las masas.
En términos políticos, esto permite el desarrollo de la planificación social,
orientada por una élite científicamente capacitada. El objeto consiste en informar a las
bases del poder de los comportamientos sociales, y en función de estos se adoptaban
medidas. Aquí destaca por encima de todo el funcionalismo estructural de Simmel. La
idea de la planificación social consiste en que la cohesión social no se consigue
espontáneamente, sino que se hace a través de la acción política deliberada,
principalmente del Estado. ¿Esta planificación social que abarca todo el espectro
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político surge desde arriba, de las élites, que se informan del conjunto de la población
para satisfacer las necesidades de éstas; o bien se utiliza este conocimiento para
mantener el orden y controlar? ¿O bien surge desde abajo esta planificación social,
para satisfacer el ideal emancipatorio de algunas clases? En suma, la idea de
planificación no es necesariamente democrática o autoritaria, ni progresista o
conservadora.
1.3. La influencia de Simmel
Las sociologías de las interacciones analizan las interacciones desde el punto de
vista del individuo. Les interesa por tanto la identidad del individuo en sus diversas
facetas. Durante la hegemonía del funcionalismo, esta corriente es minoritaria, sólo
empieza a cobrar importancia a partir de los años 70 (movilizaciones sociales). En esta
época también se revitaliza gracias a la recuperación de algunos sociólogos
(Habermas). Sus principales enfoques son el interaccionismo simbólico (Mead), el
enfoque dramatúrgico (metáforas teatrales, Goffman) y el enfoque etnometodológico
(Garfinkel).
En estas tres escuelas, la influencia principal es la de Simmel. Simmel es
contemporáneo de Weber y Durkheim (escribe desde las mismas inquietudes) y
pretende evitar caer en un enfoque estructural de la sociedad, la idea de que la
sociedad sigue unas leyes, pautas, tendencias… para él, la sociedad no es un
organismo. Se va a interesar por el estudio de las interacciones. El principio regulador
de la sociedad, según Simmel, reside en que todo interacciona con todo, y por tanto,
todo es efímero, cambiante, y no sigue ningún tipo de pauta. Habla de la sociedad
como un laberinto, puesto que las relaciones que se dan son efímeras, fugaces,
siempre diferentes, y no es posible encontrar ninguna pauta. No quiere decir que
niegue que existan fuerzas externas que condicionen estas interacciones; pero para él
lo más relevante es la dimensión interaccional. Se centra pues en ese “océano de
fragmentos fortuitos de la realidad” que somos. La realidad es una sucesión caótica,
fugaz, de elementos.
2. El funcionalismo de Parsons
2.1. Ciencias sociales y planificación social
La figura clave a la hora de comprender el funcionalismo es Parsons. Es la figura
que ha dominado la sociología desde los años 30 y 40 hasta los 60 y 70, y aun hoy en
día, su figura mantiene una importante influencia. Tras la Segunda Guerra Mundial,
Europa queda devastada, y USA recibe una influencia poderosa de este conflicto en el
campo económico y de la concepción del mundo en la sociedad americana. El New
Deal es una consecuencia directa de lo que pasa en Europa.
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Europa y USA inician un profundo proceso de reconstrucción de sus sociedades,
para el que es necesario acumular un enorme conocimiento de esa sociedad que se
pretende intervenir. Por un lado, está el proyecto político de modernizar las
sociedades, y por el otro, la voluntad de conocerlas. De ahí el desarrollo de las ciencias
sociales y la posición hegemónica del funcionalismo, ya que el cuerpo de ideas que
ofrece comparte afinidades con la idea del proceso de modernización desde arriba
(élites económicas y políticas). Aunque este proceso es realizado “desde arriba”, es un
proyecto que goza de un amplio consenso social y político, un consenso demócrata,
porque trata de desligarse de la planificación social por parte de sociedades totalitarias
ocurrida recientemente.
2.2. Los presupuestos del funcionalismo
El funcionalismo entiende las acciones sociales a partir los efectos que estas
pueden generar para el mantenimiento del equilibrio del sistema social. No se
estudian las acciones en sí mismas, sino su capacidad de generar cohesión social (el
equilibrio del sistema social). Presupone que algunas acciones aparentemente
irracionales están dotadas de una funcionalidad social que el sociólogo tiene que
desvelar (las funciones latentes). Finalmente, sostiene que para que una sociedad
sobreviva tiene que satisfacer unas necesidades inherentes a la sociedad y al sistema, y
que se definen al margen de los individuos que forman parte de ese sistema (requisitos
funcionales).
2.3. Funcionalismo y estructuralismo
El funcionalismo comparte bastantes afinidades con el estructuralismo, que trata
de buscar cuáles son las estructuras sociales subyacentes que condicionan o
determinan las acciones sociales. La idea de la sociedad como sistema, de sociedad
que cumple unos requisitos funcionales, tiene un arraigo muy profundo en la
sociología clásica. Queda completamente al margen el lado de las acciones. Sus
presupuestos sostienen una visión totalizadora de la sociedad, según la cual las partes
de una sociedad han de analizarse a partir de sus relaciones y de su relación con el
conjunto. No se analiza lo que significan para los acciones, sino lo que significan para el
contexto. En segundo lugar, no busca las causas de un fenómeno, sino las estructuras
subyacentes que lo posibilitan (las condiciones de posibilidad de algo). Además, una
vez descubiertas estas estructuras, hay que subrayar que tienen un carácter
condicionante (versiones blandas o duras: la de las marionetas).
Tanto uno como otro comparten la idea de la visión totalizadora de la sociedad
en la que es crucial la relación entre sistemas y acciones. Este enfoque menosprecia la
autonomía de las decisiones individuales, pero por otro lado, muestra la presencia de
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fuerzas sociales que escapan a nuestro control, y que esas transformaciones nos
afectan y trascienden nuestras acciones.
2.4. La cohesión social
Parsons propone ofrecer una respuesta al problema del orden social, de la
cohesión social. ¿Cómo puede mantenerse una sociedad si cada uno de sus miembros
persigue sus propios fines? Su respuesta trata de encontrar un equilibrio entre el
carácter condicionado e intencional de las acciones. Elabora así una teoría por la cual
las personas actúan con arreglo a un objetivo, pero que están condicionadas (Marx:
“los hombres hacen la historia, pero no bajo las condiciones elegidas por ellos
mismos”).
Su solución se va a basar en la importancia de la interiorización de normas y
valores compartidos, y van a ser éstos los que ofrezcan ese conjunto de objetivos que
servirán de guía para las acciones de los individuos. Las personas no suelen adoptar
una actitud instrumental con arreglo a los objetivos, sino que éstos ya están allí, bajo
forma de un conjunto de normas y valores que se han ido interiorizando. La idea de
Parsons es que hay un conjunto monolítico de normas y valores de la que todos
estamos informados y que todos compartimos. Cuando alguien no lo hace así, es
desviado.
Si uno ha interiorizado las normas y valores ‘adecuados’, entonces los individuos
al perseguir sus objetivos van a contribuir sin darse cuenta a la satisfacción de las
principales necesidades sociales del sistema. Hay una proximidad con la idea del orden
prestablecido, característica del liberalismo.
2.5. La Teoría general de la acción
Parsons introduce el concepto de sistema y el de subsistema. Un sistema de
acción supone que las acciones individuales o colectivas son sistemas. Tal sistema tiene
que ver con la organización estable y duradera entre el actor y la interacción (la
situación).
Cualquier sistema tiene tres características:
-está estructurado, y por lo tanto pueden señalarse patrones de
comportamiento en ese sistema (las variables patrón).
-todo sistema precisa cumplir con una serie de funciones para asegurar
su supervivencia, y por tanto, todo sistema tiene requisitos funcionales.
-los sistemas cambian y lo hacen de una manera ordenada, según la
jerarquía existente entre ellos (poseen una dinámica interna).
Las funciones que desarrolla un sistema para sobrevivir están relacionadas tanto
con el interior como con el exterior de dicho sistema. Se producen restructuraciones
internas con el fin de cumplir con las exigencias externas.
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Las variables patrón son los principios que sirven de guía a los sistemas de acción
y permiten lograr una estructura sistémica, una integración, una coherencia interior.
Parsons establece una serie de dicotomías de estas variables: universalismo y
particularismo, etc.
Los requisitos funcionales son muy importantes, porque determinan la
supervivencia de un sistema. Son cuatro funciones que cubren y satisfacen las
necesidades básicas de todo sistema (sistema AGIL): Adaptación, Consecución de
Metas, Integración, y Latencia o Mantenimiento de Pautas. La adaptación consiste en
que cualquier sistema tiene que adaptarse a su entorno adaptando sus necesidades. La
consecución de metas consiste en la necesidad de definir las necesidades, sus fines, y
movilizar medios para lograrlo. La integración está relacionada con la necesidad de
coordinar sus partes internas para lograr una cierta estabilidad y coherencia. La
latencia significa que un sistema debe dotarse de medios para mantener la motivación
de sus miembros.
Además, en todo sistema de acción, cada uno de los subsistemas cumple las
funciones enunciadas anteriormente. El subsistema 1 cumplirá con la función de
adaptación, el 2 con la de consecución, etc. En el sistema de la acción social, esto se
traduce de la siguiente manera: el organismo (sistema biológico), el sistema político, el
sistema social y el sistema cultural. Cada subsistema, al mismo tiempo, tiene las
mismas necesidades que un sistema posee.
3. La crítica
Todo esto es fácilmente criticable. La principal crítica proviene de Luhmann. ¿Por
qué cuatro funciones, y no dos, o dieciséis? ¿Y cuántos subsistemas integran una
sociedad, y siempre va a operar de una forma tan perfecta? Además, no presta
atención a los conflictos que hay entre subsistemas, entre actores, ni a la manera en la
que se resuelven. La teoría es asimismo muy abstracta: ¿hasta dónde tiene sentido esa
extrema formalización? ¿y cómo se definen las necesidades de la sociedad?
De aquí arranca la Escuela de Frankfurt, y el enfoque de la sociología histórica.
3.1. La Escuela de Frankfurt
La Escuela de Frankfurt surge del Instituto de investigaciones sociales de
Frankfurt, por un grupo formado por Adorno, Horkheimer, Marcuse, Fromm, entre
otros. Al ser judíos, huyen y se exilian a USA, donde refundan el Instituto de
Investigación Social, en Nueva York, y desde allí continúan desarrollando su programa
y desarrollan una crítica a la sociedad americana, desvinculada de los presupuestos de
la teoría americana (Parsons).
Esta generación de intelectuales se esfuerza por ampliar los límites de la crítica
marxista, englobando aspectos como los fascismos. Su crítica no es sólo económica,
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sino también social y cultural. Quieren superar así el determinismo económico a partir
del cual no es posible explicar totalmente el fascismo. Su obra es una síntesis de las
aportaciones de Marx, Weber y Freud, y critican la versión occidental burguesa del
proyecto ilustrado de emancipación. Tratan de recuperarlo bajo otras coordenadas.
3.2. Sociedades tecnoburocráticas
Su crítica se dirige a las sociedades tecnoburocráticas de Europa y USA, pero
también de los países comunistas, que han pervertido el grado de capacidad
emancipatoria de las sociedades. Todo se había convertido en meros problemas de
gestión administrativa. Se analizan las sociedades considerándolas controladas por los
mecanismos de la burocracia.
Para Horkeimer, la razón ha perdido la autonomía y ha quedado subordinada a
las necesidades de gestión de la sociedad. Es utilizada para adaptarse a la sociedad
emergente, y desde las instituciones políticas se utiliza con el fin de controlar y
estabilizar el comportamiento de las sociedades y de sus miembros. Sirve para
encajonar la sociedad en esa realidad asfixiante. La razón aplicada a la sociedad
industrial también supone la subordinación de la sociedad a los mecanismos del
sistema de mercado. En la sociedad de consumo, la gente se convierte en
consumidores de productos estandarizados, ajenos a nosotros, a nuestras
sensibilidades y a nuestra experiencia. El mundo de fines se ha convertido en un
mundo de medios.
3.3. Ideas y críticas
La razón se ha concebido en un medio de supercontrol y de dominación. Frente a
este desolador diagnóstico, pretenden que se inicie un proceso autocrítico que
devuelvan a la sociedad sus ideales originales. No es la Ilustración lo que ha fallado,
sino la versión burguesa de la Ilustración. Esta es una visión muy fatalista de la
realidad. Hablan de que bajo el capitalismo, esta administración racional y burocrática
se ha convertido en un medio de dominación. Pero esto no tiene por qué ser así.
Por otra parte, otros medios de dominación tienen que ver con la industria
cultural. Todas las actividades culturales, especialmente el cine, se han convertido en
un instrumento de control. Proyectan imágenes de cómo tiene que ser la sociedad
(marketing, consumo de masas…). En estos años 40 y 50 emerge el cine de Hollywood
y las grandes campañas publicitarias que construyen el imaginario de las masas.
Analizan la cultura pop, y ven que ha sufrido una degradación. Muestran por tanto un
cierto elitismo cultural.
Por otra parte, su crítica es demasiado absoluta, describe un mundo demasiado
compacto, desalentador, en ruinas; pero esta visión no está atenta a los matices de la
sociedad. No prestan atención a las movilizaciones de los años 60, no son capaces de
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anticipar estos movimientos de contestación del sistema. No en vano las ciencias
sociales entran en crisis en esta época. En consecuencia, la teoría social transita varios
caminos al margen de los recorridos por estas visiones (ramificación).