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TEMA 6: EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN. CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA

INTRODUCCIÓN

Se conoce con el nombre de Restauración, el periodo comprendido entre 1875, con el advenimiento al trono del rey Alfonso XII, y 1931, con la proclamación de la Segunda República. Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el sexenio, España volvió al liberalismo censitario. La Restauración fue un tiempo de estabilidad constitucional y de alejamiento del ejército de la vida política, pero también fue la época del dominio de la burguesía oligárquica, del caciquismo y del falseamiento electoral.

Esta etapa se suele dividir en dos fases separadas por el año 1898 (fecha de la pérdida de las últimas colonias de ultramar):

Durante la primera fase (1875-1898) se establecen los fundamentos doctrinales de un nuevo sistema político, llamado Canovista o de la Restauración.

En la segunda (1898-1931), comienza la crisis de este sistema, coincidiendo con la caída del imperio colonial y la emergencia de nuevas formas políticas (republicanismo, movimiento obrero y nacionalismos), hasta deshacerse en 1923 con la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, que finaliza en 1930, arrastrando en su caída a la propia monarquía y poniendo fin a la Restauración borbónica.

1.- ANTECEDENTES

La caída de Isabel II, tras la Revolución de 1868, trajo para España un periodo de precipitados cambios y experimentos políticos que condujeron inevitablemente al fracaso del denominado “Sexenio Revolucionario”. Durante seis años se sucedieron diferentes regímenes y gobiernos. Y durante todo este vaivén político, una guerra civil, (Tercera Guerra Carlista), una insurrección separatista en Cuba y el movimiento cantonalista.

Paralelamente, en la sociedad española, cansada de las incertidumbres y de los ensayos políticos, fue creciendo el apoyo a la idea de Cánovas del Castillo de proclamar rey de España al joven Alfonso, hijo de Isabel II, y de restaurar en su persona la monarquía de los Borbones. Primero fundará el Partido Alfonsino y poco después, conseguirá que la reina Isabel II renuncie a sus derechos al trono en favor de su hijo.

De este modo, Cánovas va preparando el regreso de D. Alfonso y en diciembre de 1874, vista la descomposición de la República, entiende que la vuelta de los Borbones en la persona del príncipe puede hacerse efectiva en un futuro cercano y sin violencias. Para facilitar esa transición, redacta un manifiesto que el príncipe firma: el manifiesto de Sandhurst, documento en el que, garantizaba que su monarquía sería dialogante y constitucional, y mostraba su voluntad de aceptar buena parte de los avances políticos realizados en el Sexenio.

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Cánovas pretendía que la vuelta a la Monarquía se hiciese de manera pacífica y sin la intervención militar, pero los acontecimientos se precipitan y a finales de diciembre de 1874 el general Martínez Campos encabeza un alzamiento militar, el pronunciamiento de Sagunto, y proclama rey de España a Alfonso XII. La monarquía borbónica había sido restaurada mediante un golpe militar, contra los deseos de Cánovas. El Gobierno de Serrano no opuso resistencia y dimitió. Cánovas formó un gabinete de regencia el día 31 y comunicó al príncipe Alfonso, su proclamación como rey. El 15 de enero de 1875 el nuevo monarca entró en Madrid, se producía así la Restauración monárquica en la persona de Alfonso XII.

El nuevo rey contó con el apoyo de las clases altas y la aristocracia, y con el deseo de orden y tranquilidad de la mayoría de la nación, cansada de los agotadores años anteriores. Desde un principio evitó la excesiva ingerencia que su madre había tenido en la política y encomendó el poder a Cánovas, su hombre de confianza, para que estableciera las bases del nuevo sistema político.

Cánovas, político malagueño de larga trayectoria política había participado en el pronunciamiento de 1854 y redactó el Manifiesto de Manzanares. Fue ministro en gobiernos moderados y de la Unión Liberal en época de Isabel II, impulsor del partido alfonsino durante el sexenio, artífice e ideólogo del nuevo sistema político y jefe indiscutible del partido conservador hasta su muerte en 1897.

2.- EL SISTEMA CANOVISTA

2.1. PILARES

Los objetivos de Cánovas, además de la Restauración de la monarquía borbónica, eran superar la inestabilidad del periodo anterior y crear una paz social y política en el país. Para ello, defendía la implantación de un régimen liberal conservador, que aunque era heredero del régimen moderado del período isabelino, no fuera un sistema partidista y excluyente, si no que buscara un pacto entre todas las fuerzas políticas, que posibilitara una convivencia pacífica en el seno de una monarquía parlamentaria. Consiguiendo de este modo, integrar en el ejercicio del poder, y por tanto en el sustento del sistema, al conjunto de los liberales monárquicos, desde moderados a demócratas.

El nuevo sistema político se apoyó en pilares básicos como:

a) LA CORONA. La Restauración no sólo restablecía la monarquía borbónica, sino que también la convertía en la pieza fundamental del sistema. Institución superior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión política, que ejercía de árbitro en la vida política y garantizaba el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre partidos.

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b) LA CONSTITUCIÓN DE 1876, (la de mayor duración de la historia de España, 47 años) estuvo vigente hasta 1923. Fue concebida como un acertado equilibrio entre la moderada de 1845 y la revolucionaria de 1869. Consta de 89 artículos distribuidos en 13 títulos. Se redactó para que pudiera ser aceptada por todos los grupos de talante liberal y partidarios de la monarquía. En ella quedan reflejados los principios básicos de Cánovas, y el resto de los temas ideológicos, fueron negociados entre todos, eso sí, con una redacción flexible y ambigua, lo que permitía a cada gobierno adecuar la fórmula que mejor se adaptase a su propia ideología. Puede modificarse por el simple acuerdo de las Cortes con el Rey. Ello permitió gobernar a los dos partidos (que no se sienten obligados a cambiar la anterior): conservadores y liberales.

Es una constitución de carácter conservador, ello se reflejaba en la defensa de los valores tradicionales de la religión, la propiedad y la monarquía, en el protagonismo concedido a las élites dejando al margen a las clases populares, en la aplicación de la soberanía compartida, en la confesionalidad católica del Estado, y en la centralización administrativa. Aunque también reflejaba algunos principios de la constitución democrática de 1869, como la concesión de derechos y libertades, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias posteriores que, en general, tendieron a restringirlos.

Entre los principios de la Constitución del 76, merecen citarse los siguientes:

La monarquía democrática fue sustituida por una monarquía constitucional y parlamentaria a semejanza del sistema político inglés, que contemplaba la soberanía compartida por el Rey y las Cortes, frente a la soberanía nacional defendida durante el sexenio revolucionario. La Corona asumía amplios poderes legislativos y ejecutivos como el derecho de vetar o aprobar leyes, convocar, suspender o disolver las Cámaras, y el poder ejecutivo de nombrar a ministros y jefe de Gobierno, el mando del Ejército y el control de la administración territorial. La Corona es la gran institución del Estado.

Cortes bicamerales: - Congreso. Compuesto por diputados electos. Su mandato era de 5 años (igual

que la Constitución de 1845), aunque nunca se llegaron a cumplir a causa de las constantes disoluciones. Aunque el texto no se pronuncia sobre el tipo de sufragio, la Ley Electoral de 1878, es de tipo censitario: sólo 5% de la población podía votar. El sistema introduciría después, gracias a Sagasta, un elemento democrático, al implantar en 1890 el sufragio universal por el que tendrían derecho a voto todos los varones de más de 25 años.

- Senado. Integrado por miembros por derecho propio, de nombramiento real o elegidos por las corporaciones (Iglesia, Universidad). Su cargo era vitalicio.

Establece la confesionalidad católica del Estado y se mantiene la «dotación de culto y clero». Aún así se permite la práctica privada de otras religiones.

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Amplia declaración de derechos y deberes, similar a la del 69, pero su desarrollo en leyes ordinarias posteriores los dejaron muy restringidos. Se aplicaban sólo cuando gobernaba el partido liberal que recoge la herencia del desaparecido progresismo.

Centralización de la Administración del Estado y de los territorios de modo que diputaciones y ayuntamientos se encuentran bajo control gubernamental.

Pero una cosa era la Constitución formal del país y otra la realidad social. Existía un desfase entre la teoría constitucional y la España en su mayor parte campesina y analfabeta, que provoca que el funcionamiento del sistema sea anómalo.

c) EL BIPARTIDISMO Y EL TURNISMO. Se impone un pacto entre todas las fuerzas políticas, para formar dos grandes partidos dinásticos: el partido Conservador y el Liberal, serán los únicos partidos reconocidos por el régimen, que debían turnarse en el poder de forma pacífica, evitando el recurso a la fuerza y los pronunciamientos (turno pacífico). Este régimen bipartidista permitiría una convivencia pacífica entre gobierno y oposición.

d) EL EJÉRCITO, subordinado al poder civil. El ejército se encuentra bajo la autoridad del rey Alfonso XII, evitando así el intervencionismo militar en la política. La misión del ejército consistía en defender la independencia nacional y no debía intervenir en las contiendas de los partidos políticos.

2.2. FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA

Para que el sistema funcionara se sacrificó la democracia. Eran los propios líderes políticos los que pactaban su alternancia en el poder y fabricaban la mayoría parlamentaria indispensable para gobernar (el “encasillado”). Esto se lograba falseando las elecciones, para lo que era necesario el concurso de los “caciques”, quienes se encargaban de que se cumplieran los resultados previstos mediante la coacción, la compra de votos o el “pucherazo”. El analfabetismo y la red de clientelismo de una sociedad rural permitieron el funcionamiento del sistema hasta principios del siglo XX.

2.2.1. Bipartidismo

Cánovas concibió el funcionamiento de la vida política sobre la base de dos partidos políticos, los llamados  partidos dinásticos. Defensores de la monarquía y dinastía Borbónica, de la Constitución, de la propiedad privada y de un Estado unitario y centralista, y dispuestos a aceptar la alternancia en el poder, como medio de garantizar la estabilidad del sistema monárquico y la paz social, evitando, de este modo, la tentación del pronunciamiento militar como forma de alcanzar el poder, que había caracterizado a los periodos fernandino e isabelino.

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Estos dos grandes partidos estaban integrados por minorías de notables (para nada eran partidos de masas), que representaban a las élites económicas y clases medias, con más presencia de terratenientes y burguesía entre los conservadores y de profesionales entre los liberales. Contaban con periódicos y centros por todo el territorio español.

El Partido Liberal-Conservador, futuro Partido Conservador, estaba liderado por el propio Antonio Cánovas del Castillo  estaba integrado por moderados, constitucionales disidentes y antiguos unionistas. Su programa político se caracterizaba por su inmovilismo y se basaba en la defensa de la Monarquía, del orden social, de la propiedad y de la Iglesia. Proponía el sufragio censitario o restringido, el exclusivismo de la religión católica, la censura y el proteccionismo económico. Representaba, pues, la derecha moderada. Recibía el apoyo de las clases altas. A la muerte de Cánovas (1897) su líder pasó a ser Francisco Silvela, que le imprimió un sello regeneracionista.

El Partido Liberal-Fusionista, más tarde Partido Liberal, fue fundado en 1880 y tuvo como principal dirigente a Práxedes Mateo Sagasta. Estaba formado por progresistas, unionistas de izquierda, miembros del partido constitucional y demócratas desencantados. Sus bases programáticas fueron el sufragio universal masculino, la libertad de cultos, la libertad de prensa y el librecambismo. Es decir, representaban un reformismo de carácter más progresista y laico, propio de la izquierda liberal. Apoyado por la burguesía industrial y las clases medias urbanas. A Sagasta le sucedió en el liderazgo del Partido Liberal Segismundo Moret.

En el ejercicio del poder apenas difería la actuación de ambos partidos, al existir un acuerdo tácito de no promulgar una ley que forzase al otro partido a derogarla cuando asumiera el gobierno.

Al margen de este sistema bipartidista quedaban los carlistas, los republicanos, los incipientes nacionalistas vascos y catalanes y los nacientes partidos obreros.

2.2.2. Turnismo

La alternancia regular en el poder, o sistema de turno pacífico, pactado por los dos partidos dinásticos (turnismo), aseguraba la estabilidad institucional pero exigía la puesta en marcha de un sistema electoral adulterado.

Para asegurar la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos dinásticos, Cánovas concibió un proceso electoral que invertía los términos propios de un régimen parlamentario (en el que el partido mayoritario en unos comicios recibe del Jefe del Estado (rey) el encargo de proponer al candidato a presidente de Gobierno, es decir, primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se designa presidente y se forma gobierno). Por el contrario, en el sistema político canovista, cuando el partido en el gobierno se desgastaba políticamente, como

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consecuencia de su gestión, y perdía la confianza de las Cortes o era necesario su relevo por razón de pacto con el otro partido, se sugería a la Corona la necesidad de un cambio de gobierno, el rey disolvía las Cortes y llamaba al líder del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, el nuevo presidente convocaba elecciones con el objeto de ganarlas por amplia mayoría y ejercer el poder de manera estable. Para ganar las elecciones, el partido que las convocaba ponía en marcha un mecanismo electoral fraudulento, denominado por algunos historiadores como “farsa canovista”, en el que tenían cabida la extorsión y la coacción al electorado y la manipulación de los resultados electorales.

Los dos partidos dinásticos se comprometían a esperar su turno para acceder al poder, por lo que no denunciaban las irregularidades cometidas por sus adversarios, ya que el sistema los beneficiaría a ellos posteriormente.

2.2.3. Fraude electoral

Para asegurar la eficacia del turno pactado (turnismo) era imprescindible controlar todo el proceso electoral.

En primer lugar, se crearon distritos electorales con el tamaño y población adecuados para su control y dominio por parte de las autoridades, incluyendo en ellos numerosa población rural para compensar el voto urbano, más libre e independiente.

En segundo lugar, el ministro de la Gobernación procedía a elaborar las listas de los candidatos que deberían ser elegidos en cada provincia, proceso conocido como el “encasillado”, al tiempo que se aseguraba al partido de la oposición una representación importante. El ministro transmitía la lista de los candidatos “ministeriales” o “disponibles” a los gobernadores civiles y éstos a los alcaldes de las distintas circunscripciones. A veces, los candidatos eran impuestos por las autoridades locales y recibían el nombre de candidatos “propios”.

Por último, se celebraban las elecciones. Unas elecciones amañadas en las que era imprescindible acomodar los votos a las listas propuestas desde Madrid. Para ello, se recurría a poner en práctica una serie de trampas electorales que se conocen con el nombre de “pucherazo: que iban desde falsificar el censo electoral (incluyendo a personas fallecidas y excluyendo a los votantes de la oposición), modificar las actas electorales, comprar votos a cambio de favores, hasta la amenazaba al electorado con coacciones de todo tipo. En todo ello era fundamental el papel del cacique.

2.2.4. Caciquismo

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El fraude electoral generalizado que caracterizó el sistema del turno tiene lugar en el contexto de un país agrario y atrasado. La clave de la adulteración electoral estaba en el “cacique”, personaje que en un pueblo o comarca tenía una gran influencia económica y política, (terratenientes, prestamistas, notarios, comerciantes...) lo que le permitía controlar una determinada circunscripción electoral y llevar a la práctica los resultados electorales acordados por las elites de los partidos. Dado el nivel de analfabetismo de gran parte de la población y el férreo control que los caciques ejercían, sobre todo en los pueblos, conseguir el resultado pactado era bien sencillo.

Buena parte de la población rural estaba supeditada a los intereses de los caciques, quienes, gracias al control de los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, proponían el reparto de contribuciones, podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos y proporcionaban puestos de trabajo. Así, los caciques se permitieron ejercer actividades discriminatorias y con sus favores agradecían la fidelidad electoral, creándose, de este modo, una red de amigos políticos y clientes electorales.

El caciquismo tuvo especial implantación en Andalucía, en donde se desarrolló con mayor violencia que en el resto de España, dada la gran proporción de analfabetos, el rígido control del mercado de trabajo por los terratenientes y la influencia de los caciques en los ayuntamientos. Por el Partido Conservador destacaron el antequerano Romero Robledo y Pérez de Ayala; por el Partido Liberal los duques de Alba y Veragua y el conde de Fernán Núñez. La obra de Joaquín Costa, Oligarquía y Caciquismo, refleja con claridad el sistema político de la Restauración en Andalucía.

El caciquismo y la farsa electoral que éste propiciaba eran inmorales, por lo que llevaban en sí el germen de la crisis del sistema. A partir de 1898 será señalado como uno de los “males de la patria”. El sistema de influencias practicado por el cacique y la oligarquía daba lugar a un poder arbitrario, que propiciaba secuelas nefastas: el enchufismo, el padrinazgo, la subordinación,… La corrupción se convierte en una práctica normal en todos los ámbitos de la sociedad.

El caciquismo será tema preferido de los escritores de la época, seguidores del movimiento intelectual surgido a finales del XIX denominado Regeneracionismo, que defendía la modernización de España acabando con el lastre de la oligarquía y el caciquismo. Ejemplo de regeneracionismo literario serían escritores realistas como Pérez Galdós y Leopoldo Alas “Clarín”.

2.3. BASES SOCIALES E INSTITUCIONALES

El sistema canovista al presentar un carácter moderado y conservador, contó con el apoyo de amplias bases sociales e institucionales. Entre las bases sociales se encontraban la aristocracia, la burguesía industrial y financiera, los

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terratenientes, los mandos militares, los cargos de la administración,… Estaban convencidos que la Restauración traería orden y tranquilidad después del Sexenio revolucionario, necesario para la buena marcha de los negocios.

Entre las bases institucionales destacó el apoyo de dos instituciones: la Iglesia y el ejército, auténticos poderes fácticos de la nación: La Iglesia y el Estado se reconciliaron, recobrando su antiguo prestigio, sobre

todo en el campo de la enseñanza. El Papa León XIII apoyó públicamente la Restauración, al establecerse la confesionalidad del Estado en la Constitución.

El ejército. Abandonó la práctica del pronunciamiento militar, se profesionalizó y se convirtió en garante del orden público y del régimen.

3.- PROBLEMA CARLISTA Y CUBANO

Para la buena marcha del régimen era necesaria, la resolución de los principales problemas internos y coloniales, a lo que contribuyó la labor diplomática de Cánovas y la ofensiva militar de Martínez Campos:

a) Se consiguió apaciguar definitivamente el carlismo en 1876. Con la ayuda del ejército, al mando de Martínez Campos, reprimieron los movimientos iniciados al norte durante la Tercera Guerra Carlista, sometieron a las tropas en País Vasco, Navarra, Castilla, y se rindieron en Cataluña, Aragón y Valencia. Firmaron el manifiesto de Somorrostro por el que se alcanzaba la paz, y las tres provincias vascas núcleo del carlismo, perdían sus fueros y quedaban obligadas a participar en las quintas y a contribuir económicamente con el Estado a cambio de un concierto económico que garantizaba al País Vasco autonomía fiscal y el desarrollo de sus industrias.

b) En 1878 se apaciguó la guerra de Cuba, mediante la Paz de Zanjón, se ponía fin al movimiento revolucionario, iniciado en 1868, bajo la promesa de mayor autonomía económica y fiscal, la amnistía para los rebeldes, la abolición de la esclavitud y representación en Cortes de parlamentarios cubanos. En 1879 la “Guerra Chiquita” manifestó el fracaso de los acuerdos en la Paz de Zanjón. Y en 1895 la guerra se reanudó provocando la crisis de 1898 y la independencia de las colonias de Ultramar, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

4.- LA OPOSICIÓN AL SISTEMA

Aunque la Restauración supuso un periodo de estabilidad política y prosperidad económica, dejó fuera a la mayoría del país y, cuando la crisis del 98 puso de manifiesto la fragilidad del sistema, la oposición tomaría fuerzas: El carlismo. Vencido militarmente, el carlismo se presenta ante la opinión

pública como la única fuerza política auténticamente católica. Pero el apoyo de

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la jerarquía eclesiástica y del Vaticano a la dinastía alfonsina dificultó el éxito de esta operación y condujo al movimiento carlista a una escisión. En 1888, un sector del carlismo de carácter integrista, encabezado por Ramón Nocedal, creó el Partido Tradicionalista, definido principalmente, por el antiliberalismo y por la defensa de la tradición y la religión católica. Con fuerza en el País Vasco y Navarra, nunca consiguieron más del 3% en las elecciones en que se presentaron.

El republicanismo. Con su base social en las clases medias urbanas, defendió la democratización del régimen y diversas reformas sociales. Estuvo bastante desorganizado, destacando los republicanos moderados de Melquíades Álvarez y el Partido Radical Republicano, fundado en 1908 por Alejandro Lerroux, un político populista y demagogo que en sus primeros años en la carrera política destacó por su anticlericalismo.

El movimiento obrero: anarquistas y socialistas.  Al igual que en toda Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión de las fuerzas obreras:

a) Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la ley de Asociaciones de 1881, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En 1881 se creó la Federacion de Trabajadores de la Región Española y finalmente en 1910, nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes. Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y revolucionaria.

b) Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, se fundó en 1879 en Madrid el Partido Socialista Obrero España,  PSOE, por Pablo Iglesias. En 1888, el PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores, la UGT, sindicato socialista. Los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y antiburguesa, pero más moderada que la de los anarquistas. Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.

La oposición intelectual. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada. 

El nacionalismo. El nacionalismo surgió a finales del siglo XIX, como reacción al modelo de Estado liberal, centralizado y uniforme, que ignoraba otras lenguas y culturas. En algunas regiones, basándose en sus peculiaridades lingüísticas, culturales e históricas, surgieron reivindicaciones políticas de

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autogobierno (Cataluña y País Vasco), en otras, no pasó de un regionalismo más cultural que político (Galicia, Valencia).

El nacionalismo con mayor respaldo fue el catalán, con Prat de la Riba como ideólogo, quien en 1892 promueve la redacción de las Bases de Manresa, primer proyecto de estatuto autonómico, y en 1901 funda la Lliga Regionalista.

El nacionalismo vasco, independentista, antiliberal y antiespañol, fue obra de Sabino Arana, fundador del PNV (1895), quien diseñó un nacionalismo basado en la raza, la lengua y la religiosidad como señas de identidad del vasquismo.

Otros movimientos regionalistas como el gallego y el valenciano tuvieron menor incidencia.

Por su parte, el regionalismo andaluz nace tempranamente como una reivindicación liberal y burguesa. La Junta Suprema de Andújar de 1835 y el movimiento cantonalista de 1873, son los primeros signos de reivindicación de la autonomía.

En 1883, una asamblea regional crea la Constitución de Antequera, que defiende la soberanía del pueblo andaluz y el régimen republicano federal. El movimiento tuvo un gran impulso con la aparición del malagueño Blas Infante. En su obra “El ideal andaluz”, publicada en 1915, reivindica la identidad andaluza, sus grandes momentos de expansión económica y el protagonismo de la burguesía industrial para acabar con el sistema caciquil y el analfabetismo. El Congreso de Ronda (1918) y de Córdoba( 1919) consideraron de nuevo el proyecto autonomista y se crearon los símbolos de identidad la bandera verde y blanca , el escudo y el himno. Este movimiento quedaría paralizado por su asesinato en 1936 a la llegada del régimen franquista.

5.- EVOLUCIÓN POLÍTICA DURANTE LA RESTAURACIÓN ( PERIODO 1875-1902)

Este periodo se divide en dos fases: el reinado de Alfonso XII y la Regencia de su esposa, María Cristina, que comenzó tras la muerte del monarca (1885) y terminó con la mayoría de edad del heredero Alfonso XIII.

Durante todo el periodo, el gobierno estuvo en manos de los dos grandes partidos dinásticos, que se fueron alternando en el poder sin que la oposición (carlistas, republicanos, socialista y nacionalistas) consiguiera obtener un número suficiente de diputados para formar gobierno o ejercer la oposición parlamentaria.

En el periodo que va de 1876 a 1899, se celebraron diez elecciones, de las cuales seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. El turno dinástico funcionó con gran regularidad hasta esa fecha, momento en que la crisis del 98 puso en evidencia la corrupción política del sistema, apareciendo,

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sobre todo en las ciudades en donde el poder caciquil era menos fuerte, los partidos de la oposición, rompiendo el monopolio de los partidos dinásticos. A pesar de todo, el turnismo sobrevivió hasta la Dictadura de Primo de Rivera (1923).

El Partido Conservador estuvo en el poder durante los primeros años del reinado de Alfonso XII (1875-1881). Durante ese tiempo aprobó una serie de leyes de carácter conservador y de restricción de las libertades:- Ley Electoral (1878) que restablecía, después de la Constitución del 69, el

sufragio censitario.- Ley de control de los Ayuntamientos (1876), que atribuía a los gobernadores

civiles y a la Corona la potestad de nombrar alcaldes.- Sustitución del régimen foral vasco (1876) por el de conciertos económicos.

(sistema fiscal propio para las provincias vascas).- Ley de Imprenta (1879), que consideraba como delito cualquier crítica a la

monarquía o al sistema político de la Restauración. Dicha ley también afectaba a la libertad de cátedra en la enseñanza secundaria y universitaria.

-En 1881, el Partido Liberal accedió por primera vez al poder, aunque su

ideario político no fue aplicado en estos primeros años de gobierno (1881-1884), excepto la anulación de algunas medidas que recortaban la libertad de expresión y de cátedra y la permisividad de los partidos de la oposición, aunque no se atrevió a instaurar el sufragio universal.

En noviembre de 1885 muere el monarca Alfonso XII, cuando la reina aún no había dado a luz al heredero Alfonso XIII, que nacería en mayo de 1886. El temor a una desestabilización del sistema creado por Cánovas, impulsó a conservadores y liberales a llegar a un acuerdo, el llamado Pacto del Pardo, por el que accedían a turnarse en el poder de manera pacífica, a respetar las leyes elaboradas por cada partido y a apoyar al la reina regente.

Tras este pacto, Cánovas cedió el poder a Sagasta que, durante el llamado Gobierno Largo o Parlamento Largo (1885-1890), llevó a cabo una serie de reformas de carácter liberal:- Ley de Asociaciones (1887), que permitía la legalización de las organizaciones

obreras aún clandestinas y de los partidos políticos no dinásticos.- Aprobación del Código Civil (1889), que consagraba un orden social

fundamentado en la primacía del derecho y de la propiedad individual y del matrimonio civil y canónico.

- Ley del Sufragio Universal (1890), aplicable sólo a los varones mayores de 25 años. Su efecto democratizador quedó mitigado por la manipulación electoral.

En los años siguientes, últimos de la Regencia de María Cristina, aunque continúa la alternancia pacifica en el gobierno de conservadores y liberales, la estabilidad que había reinado hasta entonces se rompe.

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6.- CRISIS DE LA RESTAURACIÓN

El sistema político de la Restauración sufrió un duro varapalo tras el desastre de 1898 y la desaparición de sus dos líderes carismáticos. En 1897, Cánovas muere asesinado por el anarquista italiano Angiolillo, desapareciendo el artífice y eje fundamental del sistema de la Restauración. A Cánovas le sustituye en el Partido Conservador Francisco Silvela y, posteriormente, Antonio Maura. El Partido Liberal de Sagasta tuvo que hacer frente al desastre colonial del 98 y, tras su muerte en 1903, el partido se dividió en varias tendencias que los líderes liberales no supieron aglutinar y provocaron luchas internas por el control del partido.

El sistema mismo parecía agotado y criticado desde una óptica cultural y política, por eso, se hacía imprescindible la modernización y renovación de la política española. Surge entonces un movimiento conocido como Regeneracionismo, ejemplificado en el pensamiento de Joaquín Costa, que propugnaba la necesidad de una regeneración de la política y de la vida española, dejando atrás los viejos mitos de un pasado glorioso, modernizando la economía (organizando los sectores productivos) e ilustrando a la sociedad. También defendía la necesidad de desmantelar el sistema caciquil y la transparencia electoral.

Los gobiernos conservadores y liberales (Maura y Canalejas) aceptaron en parte estos presupuestos regeneracionistas e iniciaron una renovación del sistema “desde arriba”, con tímidas reformas que apenas tuvieron incidencia en la vida política del país. El turno de partidos y las viejas prácticas políticas se amoldaron al proceso renovador, pero el sistema de la Restauración había recibido un duro golpe y aún debía aguantar otros que le fueron sumiendo en una profunda crisis:

Semana Trágica de Barcelona en 1909, el auge de los nacionalismos, la crisis política y social de 1917, el permanente estado de conflictividad y desorden, la suspensión de las garantías constitucionales, el papel cada vez más importante del ejército como garante del orden y el grave problema de Marruecos con el desastre de Annual en 1921. Sólo quedaban dos opciones para salir adelante: la verdadera democratización del sistema político o el establecimiento de un régimen autoritario (“la mano de hierro”) a ejemplo de los surgidos por estos años en Europa. En 1923 se aclaraba el dilema: el golpe militar del general Primo de Rivera ponía fin a a sistema canovista.

CONCLUSIÓN

La Restauración supuso un retorno a la sociedad liberal moderada anterior a 1868, pero con nuevas formas políticas: modelo bipartidista que atrajera a los partidos evitando la confrontación interna, favoreciendo el apoyo de todos a la Constitución y evitando los radicalismos. Se trataba de una Constitución que permitiría a los gobiernos de turno, poder legislar según su criterio. También se consiguió que los grupos políticos aceptaran, en su mayoría, a la Monarquía, consiguiendo una paz social, después de los años convulsos del Sexenio

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Page 13: TEMA 5: EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN · Web viewcomienza la crisis de este sistema, coincidiendo con la caída del imperio colonial y la emergencia de nuevas formas políticas

Revolucionario. El funcionamiento del sistema, de turno pacífico de partidos, aunque fraudulento y amañado, aseguró la continuidad de la Restauración sin violencias. A largo plazo contribuyó al entrenamiento democrático de los españoles, que carecían de práctica en cultura política.

No obstante, habría tres problemas que o bien no se atenderían o se abordarían mal y tarde, y que favorecerán la decadencia del sistema político de la Restauración: la gestión colonial, los nacionalismos emergentes y la cuestión social (los movimientos obreros).

Ahora bien, la destrucción del sistema no dependerá de esos factores externos, sino que es el propio sistema el que llevaba consigo el germen de su propia destrucción: a la postre, ese gran fraude nacional que suponía el proceso electoral sería su propio talón de Aquiles y la debilidad por la que todo comenzaría años más tarde a desmoronarse.

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