tema 1. raÍces histÓricas de la espaÑa contemporÁnea. de la antigÜedad a la edad moderna

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TEMA 1. RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA. DE LA ANTIGÜEDAD A LA EDAD MODERNA. 1.1 La Hispania romana y la monarquía visigoda. 1.2 Al-Ándalus y sus principales etapas. 1.3 Los reinos cristianos de la Reconquista. 1.4 La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos. 1.1 La Hispania romana y la monarquía visigoda. La Hispania romana Los romanos desembarcaron en la Península Ibérica en el año 218 a.C., durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. Aquí hallaron un conjunto de pueblos que se dividían en dos grandes grupos culturales: el celta indoeuropeo (lusitanos, galaicos, vetones, etc.) y el ibero (layetanos, oretanos, bastetanos, etc.). Además había colonias fenicias y griegas en las costas del sur y levante. En el siglo VI a.C. los cartagineses dominaron las colonias fenicias y fundaron nuevas colonias como Cartago Nova (Cartagena). Romanos y cartagineses se enfrentaron en el siglo III a.C. por el dominio del Mediterráneo occidental. En la Segunda Guerra Púnica, los romanos vencieron el ejército cartaginés de Aníbal, y los cartagineses fueron expulsados de la Península y Baleares. Una vez finalizada la guerra, los romanos, interesados en las riquezas de la Península, decidieron ocuparla. La conquista de Hispania fue un proceso lento y difícil. Las zonas que habían mantenido contacto con los pueblos colonizadores no ofrecieron dificultades, pero los pueblos que habitaban el centro, norte y oeste peninsular se resistieron. La conquista se llevó a cabo en tres fases: entre 218-170 a.C. los romanos conquistaron la costa mediterránea y los valles del Ebro y del Guadalquivir; entre 154-133 a.C. se emprendió la conquista de la Meseta, que fue larga por la oposición de pueblos como los lusitanos (Viriato) y los celtíberos (Numancia); y entre 29-19 a.C se produjo la conquista del norte peninsular, por la que galaicos, cántabros y astures fueron sometidos por el emperador Octavio Augusto.

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Page 1: TEMA 1. RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA. DE LA ANTIGÜEDAD A LA EDAD MODERNA

TEMA 1. RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA. DE LA ANTIGÜEDAD A LA EDAD MODERNA.

1.1 La Hispania romana y la monarquía visigoda.

1.2 Al-Ándalus y sus principales etapas.

1.3 Los reinos cristianos de la Reconquista.

1.4 La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos.

1.1 La Hispania romana y la monarquía visigoda. La Hispania romana

Los romanos desembarcaron en la Península Ibérica en el año 218 a.C., durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. Aquí hallaron un conjunto de pueblos que se dividían en dos grandes grupos culturales: el celta indoeuropeo (lusitanos, galaicos, vetones, etc.) y el ibero (layetanos, oretanos, bastetanos, etc.). Además había colonias fenicias y griegas en las costas del sur y levante. En el siglo VI a.C. los cartagineses dominaron las colonias fenicias y fundaron nuevas colonias como Cartago Nova (Cartagena).

Romanos y cartagineses se enfrentaron en el siglo III a.C. por el dominio del Mediterráneo occidental. En la Segunda Guerra Púnica, los romanos vencieron el ejército cartaginés de Aníbal, y los cartagineses fueron expulsados de la Península y Baleares. Una vez finalizada la guerra, los romanos, interesados en las riquezas de la Península, decidieron ocuparla. La conquista de Hispania fue un proceso lento y difícil. Las zonas que habían mantenido contacto con los pueblos colonizadores no ofrecieron dificultades, pero los pueblos que habitaban el centro, norte y oeste peninsular se resistieron. La conquista se llevó a cabo en tres fases: entre 218-170 a.C. los romanos conquistaron la costa mediterránea y los valles del Ebro y del Guadalquivir; entre 154-133 a.C. se emprendió la conquista de la Meseta, que fue larga por la oposición de pueblos como los lusitanos (Viriato) y los celtíberos (Numancia); y entre 29-19 a.C se produjo la conquista del norte peninsular, por la que galaicos, cántabros y astures fueron sometidos por el emperador Octavio Augusto.

Durante la dominación romana la economía de Hispania registró un importante desarrollo que solo se frenó a partir del siglo III d.C. La agricultura se fundamentaba en la tríada mediterránea: trigo, vid y olivo. La producción ganadera era variada (vacunos, cerdos, caballos, etc.) y la forma de explotación agropecuaria más frecuente era la villa. La pesca y la producción de salazones fue también muy destacable (salsa garum). Por otra parte, nuestro territorio era muy rico en recursos mineros: plata y plomo en Cartagena, cobre en Andalucía y Asturias, mercurio en Almadén y oro en Galicia y Léon. La economía romana se fundamentaba en la utilización de mano de obra esclava (labores agrarias, domésticas, artesanía, minas…). Además eran muy importantes los intercambios comerciales que se apoyaban en una economía monetaria basada en el denario, en una excelente red de comunicaciones terrestres (vía de la Plata) y marítima y en un considerable desarrollo urbano.

El modelo social hispano-romano distinguía varios grupos sociales: Orden senatorial. Eran muy ricos (dueños de grandes latifundios) y controlaban los

grandes cargos.

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Caballeros. Dominaban las magistraturas locales o provinciales. Tenían propiedades de tamaño medio o eran comerciantes y manufactureros.

Plebe. Pequeños propietarios agrícolas, artesanos y trabajadores libres. Esclavos. Carecían de libertad y no tenían derechos.

La organización administrativa de la Hispania romana fue variando a lo largo del tiempo. En un primer momento se dividió en Ulterior y Citerior. En la época de Augusto (I a.C.) se crearon tres provincias: Bética, Lusitania y Tarraconense. En los siglos III y IV las provincias se hicieron más pequeñas y numerosas: Gallaecia, Cartaginense, Tarraconense, Lusitania, Bética y Baleárica.

La dominación romana de Hispania supuso que su lengua (latín), cultura, sus costumbres, sus leyes (derecho romano) y su religión se impusieran sobre los pueblos autóctonos. El proceso de asimilación ha sido denominado romanización.

La monarquía visigodaEl mundo romano vivió una grave crisis a partir del siglo III d.C. por causas económicas

(escasez de mano de obra, proceso de ruralización), políticas (inestabilidad del poder imperial y pretorianismo) y militares (incapacidad de sostener los asaltos de los pueblos bárbaros). A finales del siglo IV, el imperio se dividió en dos: imperio romano de Occidente y el imperio romano de Oriente. La parte occidental sucumbió a las acometidas de los pueblos germanos provenientes del norte y este de Europa. En el año 409, los suevos, los vándalos y los alanos penetraron en Hispania. Para expulsarlos de la Península, Roma firmó un pacto con los visigodos. Después de ser expulsados de la Galia (batalla de Vouillé, 507), los visigodos fundaron un reino con capital en Toledo.

Los visigodos, a pesar de contar con el poder político, eran una minoría social en comparación con la mayoría de la población hispano-romana. Con el tiempo se produjo un proceso de asimilación, por el que los visigodos se fueron mezclando con la nobleza autóctona. Desde el punto de vista político, el reino visigodo de Toledo fue muy débil e inestable. Entre otras razones, por la separación religiosa hasta el 589, entre los visigodos (arrianos) y los hispanorromanos (católicos); y por el carácter electivo de la monarquía (el rey era el primus inter pares), que originó graves enfrentamientos entre los miembros de la nobleza en el momento de la sucesión. El reino visigodo alcanzó su apogeo con Leovigildo (569-586), que conquistó el reino suevo (585) y sometió territorios en el norte. Le sucedió su hijo Recaredo, que se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589). En el siglo VII, Suintila consiguió expulsar a los bizantinos, que habían ocupado una franja costera del sureste peninsular. Por su parte, Recesvinto publicó el Liber Iudiciorum, que supuso una unificación jurídica de la monarquía.

Las instituciones políticas más importantes del reino visigodo fueron la monarquía; el Aula Regia, que asesoraba al rey y estaba formada por nobleza y clero; y los concilios, que se celebraban en Toledo y trataban asuntos religiosos y de gobierno. La organización territorial se basó en provincias gobernadas por duques. La sociedad fue esencialmente rural y las ciudades se hallaban en plena decadencia.

Desde finales del siglo VII, la nobleza quedó dividida en dos facciones cuya lucha por el control del trono preparó la invasión musulmana (partidarios de Witiza y de Rodrigo). En el año

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711, los musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar e invadieron la Península. Don Rodrigo, el último monarca visigodo fue derrotado en la batalla de Guadalete.

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1.2 Al-Ándalus y sus principales etapas. En el año 711 comenzó la invasión musulmana de la Península Ibérica. Se inició un

periodo de dominación islámica que llegó hasta 1492, que puede dividirse en las siguientes etapas: La conquista musulmana (711-716). El ímpetu expansivo de los musulmanes, junto a los

graves problemas internos de la monarquía, fueron las causas de la rápida conquista de la Hispania visigoda. Un ejército bereber dirigido por Tarik cruzó el estrecho de Gibraltar en 711 para intervenir en la guerra civil desencadenada entre los visigodos por problemas sucesorios (entre partidarios de Witiza y de Rodrigo) y derrotó a este último en la batalla de Guadalete. Entre 711-16 los musulmanes lograron el dominio del territorio peninsular a excepción de la franja cantábrica y del oeste de los Pirineos. La rapidez de la conquista se explica porque algunos aristócratas visigodos prefirieron pactar con los musulmanes el sometimiento a su autoridad y el pago de tributos a cambio de conservar su señorío y practicar su religión.

El emirato dependiente (714-756). Córdoba se convirtió en la capital de Al-Ándalus y el gobierno estuvo dirigido por un emir o valí que dependía del califa residente en Damasco. El dominio musulmán se extendió al otro lado de los Pirineos, aunque la derrota de Poitiers frente a los francos puso fin a las expediciones por la Galia. Los diversos gobernadores tuvieron que enfrentarse a varios problemas, como la cuestión fiscal y el tema de la distribución de las tierras que generaron conflictos entre las facciones de la aristocracia árabe (qaysíes y yemeníes) y los bereberes, quejosos de la discriminación a que los sometía la minoría árabe (revuelta bereber de 740).

El emirato independiente (756-929). Abd al-Rahman I, miembro de la familia Omeya, creó el emirato independiente de Córdoba, en el cual, los emires ejercían el poder político y militar de forma autónoma, aunque se siguió respetando la autoridad religiosa del califa abasí de Bagdag. Este emir inició la construcción de la mezquita de Córdoba. En política exterior se realizaron aceifas o expediciones militares de castigo contra los reinos cristianos del norte. Se reorganizó la recaudación de impuestos mejorando su eficiencia, lo que permitió la creación de un ejército mercenario y permanente. Además surgieron frecuentes conflictos entre el poder central cordobés y los gobernadores de los territorios fronterizos, denominados marcas, que tenían sus capitales en Zaragoza, Toledo y Mérida. A estas tensiones se sumaron los problemas sociales con la población muladí y mozárabe. Estas tensiones ocasionaron diversas revueltas a las que tuvieron que enfrentarse Hisham I (788-796) y Al-Hakam I (796-822).

El califato (929-1031). A principios del siglo X el emirato cordobés sufría una crisis. En este contexto llegó al poder Abd al-Rahman III (912-961). Las victorias militares sobre sus enemigos le otorgaron el prestigio necesario para proclamarse califa en 929, lo que le otorgaba la supremacía religiosa y significaba desligarse de toda sumisión del califato de Bagdag. Tras pacificar el territorio, fortaleció la estructura del Estado: reorganizó la recaudación fiscal, formó un potente ejército formado por bereberes y eslavos y potenció el papel del hachib (primer ministro) y de los visires (secretarios o ministros). Aumentó su influencia en el Magreb, donde consiguió conquistar algunas plazas importantes (Ceuta, Melilla, Tánger). A finales del siglo X destacó la figura de Almanzor, un hachib que logró concentrar gran poder económico y militar. Organizó grandes campañas militares de saqueo contra los cristianos (razias), justificados mediante la alusión a la guerra santa

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contra los infieles. A la muerte de Almanzor se inició un periodo de inestabilidad. Fue en el siglo X cuando se culminó la construcción de la mezquita de Córdoba y se levantó el palacio de Madinat al-Zahra.

Las taifas y las invasiones bereberes (1031-1246). Desde principios del siglo XI la debilidad del califato dio lugar a una multitud de pequeños Estados independientes (taifas). Se creó así un mapa político fragmentado que reflejaba las profundas divisiones étnicas y políticas de la sociedad andalusí. Los reinos cristianos aprovecharon esta situación para exigir a las taifas el pago de parias y para potenciar la reconquista de los territorios musulmanes (reconquista de Toledo, 1085). En 1086, los almorávides, que eran bereberes del norte de África que profesaban los principios más estrictos del Islam, al mando de Yusf ibn Tasufin, cruzaron el estrecho de Gibraltar y derrotaron a los castellanos en Sagrajas. Más tarde iniciaron la ocupación de diversas taifas. Su dominio se basó en la ocupación militar y en la imposición de la ortodoxia religiosa. Pero los avances cristianos y la impopularidad de alguna de las medidas adoptadas provocaron la llegada de los segundos reinos de taifas. En el siglo XII, algunas de estas nuevas taifas volvieron a pedir ayuda a los almohades en este caso. La invasión almohade fue lenta y difícil y solo llegó a controlar la parte sur del antiguo territorio de Al-Ándalus. La derrota de las Navas de Tolosa (1212) frente a Alfonso VIII marcó el principio de la decadencia almohade. Durante la época de dominio almohade se construyeron la Giralda y la Torre del Oro. La fragmentación del poder político permitió la aparición de las terceras taifas que, poco a poco, fueron cayendo en manos cristianas, con la sola excepción del reino de Granada.

El reino nazarí de Granada (1246-1492). Este reino se mantuvo como la única entidad política andalusí en territorio peninsular. En él consolidó su poder la dinastía Nazarí, que mantuvo la independencia de Granada gracias a la masiva llegada de andalusíes procedentes de otros reinos musulmanes y gracias a una hábil gestión diplomática ante los reinos cristianos y ante los Benimerines. Este reino alcanzó su máximo esplendor bajo los reinados de Yusuf I y Muhammad V en el siglo XIV, centuria en la que se construyeron las partes más importantes de la Alhambra. A principios del siglo XV la situación comenzó a cambiar. Los problemas sucesorios desestabilizaron el reino y Castilla aprovechó la situación para conquistar algunas ciudades. Finalmente, los Reyes Católicos pactaron con Boabdil la rendición de Granada (1492).

El desarrollo cultural que alcanzó Al-Andalus tuvo sus fundamentos en la prosperidad económica de la sociedad hispano-musulmana y en una cierta tolerancia intelectual que se manifestó especialmente durante el periodo califal y las primeras taifas. El principal impulso cultural vino de la mano de Abd al-Rahman III y Al-Hakam II, que reunieron importantes bibliotecas y alentaron la creación y la investigación. Destacó la creación poética con Ibn Hazm (El collar de la paloma), la filosofía Averroes y los trabajos médicos de Abulcasis.

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1.3 Los reinos cristianos de la Reconquista.

Los núcleos de resistencia cristiana (siglos VIII-X).Los musulmanes conquistaron la Península en 711, pero las áreas cantábrica y

pirenaica eludieron la autoridad de Córdoba. En ellas se conformaron los primeros núcleos cristianos entre los siglos VIII y IX: en la Cordillera Cantábrica surgió el reino astur-leonés y en los Pirineos el reino de Navarra y los condados aragoneses y catalanes. Todos ellos sostuvieron con los musulmanes una continua lucha, conocida como Reconquista (722-1492). Hasta el siglo X Al Ándalus fue más fuerte.

El reino astur-leonés. El área cantábrica estaba poco poblada, sus recursos económicos eran escasos y la organización política se basaba en la adhesión a pequeños caudillos locales. La batalla de Covadonga (722), una escaramuza entre musulmanes y cristianos liderados por don Pelayo, permitió organizar el pequeño reino de Asturias. Hacia el año 800, el reino de Asturias abarcaba desde Galicia hasta Álava. En el siglo IX, con el avance sobre el valle del Duero (León, Burgos, Zamora, Coímbra) el reino pasó a llamarse de León.

En el extremo oriental de este reino surgió el condado de Castilla como territorio fronterizo y fortificado para hacer frente al poder musulmán. En el siglo X, Fernán González logró su independencia. En el extremo occidental se consolidó el condado de Portugal.

Carlomagno, emperador de los francos, creó al sur de los Pirineos una línea fronteriza para defender su imperio del avance del islam (Marca Hispánica). Se trataba de un territorio dividido en numerosos condados que en el siglo IX se independizaron del débil dominio franco. A principios del siglo IX, Iñigo Arista se alió con los gobernadores muladíes de Zaragoza (Banu Qasi) creando el reino de Pamplona, que más tarde se llamó reino de Navarra. Este reino se extendió en el siglo X por La Rioja y Álava. Por su parte, la familia del conde Aznar Galindo consiguió actuar en los valles del Pirineo de Aragón de forma independiente de francos y musulmanes, creando el germen del futuro reino de Aragón. Por su parte, Vilfredo el Velloso reunió los condados catalanes y los legó a sus descendientes.

La expansión de los reinos cristianos (siglos XI-XIII).En 1031, Al-Ándalus se dividió en numerosos reinos de taifas, débiles y enfrentados

entre sí. Los reyes cristianos exigieron parias a los reyes de las taifas a cambio de su protección, lo que facilitó el progreso cristiano. Toledo capituló en el año 1085 ante Alfonso VI de Castilla y Zaragoza en 1118 ante Alfonso I de Aragón. Los reyes de taifas buscaron ayuda en los almorávides, procedentes del norte de África. Pero en la primera mitad del siglo XII, los reinos cristianos prosiguieron sus avances y controlaron La Mancha y el valle del Ebro. En ese mismo siglo, los almohades se hicieron con el control de Al Ándalus. El peligro fue tan grande que todos los reyes cristianos, liderados por Alfonso VIII de Castilla unieron sus ejércitos para derrotarlos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Tras la derrota almohade, el avance cristiano se aceleró. Fernando III conquistó el valle del Guadalquivir y Murcia y Jaime I de Aragón conquistó Valencia y Baleares. Al Ándalus quedó reducido al reino de Granada hasta su conquista definitiva en 1492.

En el reino de Navarra el momento de mayor esplendor se vivió con Sancho III el Mayor, que afianzó su hegemonía sobre el resto de los reinos cristianos. Sin embargo, desde el siglo XII la expansión de Navarra hacia el sur quedó detenida porque los avances de Aragón y Castilla la aislaron de Al Ándalus y desde el siglo XIII fue gobernada por dinastías francesas.

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Cuando despareció el califato cordobés, Fernando I unificó los reinos de Castilla y de León. Los siglos XI, XII y XIII vieron consolidarse a este reino como el más extenso de la Península. No obstante, sufrió una importante merma territorial cuando Portugal alcanzó su independencia (Alfonso Enríquez, 1142). La unión definitiva de Castilla y León se produjo cuando Fernando III reunió ambos reinos, formando la Corona de Castilla (1230). Estaba constituida por un único Estado, con unas mismas instituciones y una misma ley. Entre los siglos XI y XIII se convirtió en un importante foco espiritual y cultural y con el Camino de Santiago en una importante vía para la penetración de la cultura occidental en la Península.

Ramiro I, por la herencia de Sancho III, se convirtió en el primer rey de Aragón. Más tarde, en el siglo XII, surgió la Corona de Aragón tras el matrimonio de doña Petronila (Aragón) y Ramón Berenguer IV (conde de Barcelona). Cuatro reinos componían esta Corona: Aragón, Cataluña y, desde el siglo XIII, Valencia y Mallorca. Se trataba de una unión dinástica, pues cada territorio mantuvo sus leyes, instituciones y costumbres. El poder del rey aragonés era menor que el del rey castellano porque cada reino tuvo sus propias Cortes. A partir del siglo XIII, la expansión aragonesa en el Mediterráneo fue muy importante. Tras la conquista de Baleares por Jaime I, Pedro el Grande conquistó Sicilia (1282).

Los reinos cristianos en los siglos XIV y XV.En el siglo XIV, tras varios años de malas cosechas y hambrunas hizo su aparición la

peste negra y los reinos peninsulares entraron en una etapa de crisis económica y social (disminución de la población, abandono de los campos), agravada por los enfrentamientos entre Castilla y Aragón. El descontento popular se tradujo en revueltas y en injustas persecuciones contra los judíos.

Los ingresos de los nobles castellanos disminuyeron por la crisis demográfica, por lo que elevaron los alquileres de sus tierras a los campesinos y acrecentaron sus poderes feudales. Todo ello provocó numerosas revueltas de los campesinos. Por su parte, los nobles se sublevaron contra los reyes para que les cedieran nuevas propiedades. Una de estas rebeliones fue la que encabezó Enrique II contra su hermano el rey Pedro I (comienzo de la dinastía de los Trastámara). Sin embargo, los enfrentamientos entre la nobleza y la monarquía continuaron durante más de un siglo, especialmente en época de Juan II y Enrique IV. Aún así, la situación de la Corona mejoró a finales del siglo XIV y los reyes pudieron emprender algunas expediciones, como la conquista de Gibraltar y Canarias. Los Reyes Católicos pusieron fin a la reconquista con la toma de Granada en 1492.

La expansión catalano-aragonesa por el Mediterráneo continuó con la conquista de Cerdeña (1323) y Nápoles (1442). En el siglo XV, los Trastámara accedieron al trono con Fernando de Antequera, elegido en el compromiso de Caspe. A mediados del siglo XV, los campesinos catalanes (remensas) se sublevaron contra los nobles, que les reclamaban derechos olvidados hacía mucho tiempo. Esta larga lucha concluyó con la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486), que dio la razón a los remensas. En Barcelona, estalló un conflicto entre los poderosos que deseaban mantener sus privilegios, y el rey Juan II, apoyado por los artesanos, los pequeños comerciantes y los remensas. Estas disputas provocaron la decadencia de Cataluña. Valencia se convirtió en el principal puerto de la Corona de Aragón.

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1.4 La formación del Estado español: la monarquía de los Reyes Católicos. Con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469 se inició la

Monarquía Hispánica. La unión de los soberanos fue meramente dinástica y no supuso la fusión de los dos reinos que continuaron conservando su plena personalidad política y sus instituciones de gobierno.La ampliación de la base territorial.

Isabel de Castilla sucedió en el trono a su hermano Enrique IV después de una guerra civil (1474-1479) que enfrentó a Isabel, apoyada por su suegro Juan II de Aragón, con la hija de Enrique IV, Juana la Beltraneja, que era ayudada por Alfonso V de Portugal y por gran parte de la nobleza castellana. Isabel fue reconocida como reina de Castilla en el tratado de Alcaçovas (1479), el mismo año en que Fernando se convertía en rey de Aragón.

El reino nazarí de Granada fue conquistado tras una larga guerra (1481-1492). La capitulación, aceptada por el último rey granadino, Boabdil, contenía condiciones bastante generosas para la población, posteriormente incumplidas en gran parte. En el Atlántico, la política de los Reyes Católicos se orientó a completar la conquista de las Canarias (1469), enclave estratégico en las rutas comerciales hacia África y, desde 1492, hacia Asia y América. La política atlántica de la monarquía culminó con el descubrimiento de América en 1492 y la incorporación paulatina de todas esas tierras a la Corona de Castilla. En Tratado de Tordesillas (1494) supuso el reparto de América con Portugal. En 1512, Navarra fue incorporada a Castilla, gracias a la actuación del duque de Alba, aunque este reino siguió conservando sus instituciones. Además continuó la expansión hacia el Mediterráneo. El reino de Nápoles quedó integrado definitivamente en la Corona de Aragón en 1503. Otro centro de interés era el norte de África (Melilla en 1497, Orán y Trípoli hacia 1510, etc.). Con estas conquistas se pretendía evitar las actividades de los piratas berberiscos y detener el avance turco por el Mediterráneo occidental.

Los Reyes Católicos desarrollaron una diplomacia determinada por el enfrentamiento con Francia. Por ello, buscaron aliados como el papado, Inglaterra y el Sacro Imperio. Con este último se sellaron alianzas matrimoniales (matrimonio entre Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano de Austria, y Juana de Castilla, hija de los Reyes Católicos). Además crearon una diplomacia ágil y formaron un ejército permanente y en aumento.

La formación de un Estado moderno.Los Reyes Católicos no unificaron las estructuras políticas de sus reinos, su matrimonio

no supuso la integración inmediata de ambas Coronas sino su mera yuxtaposición. No obstante, si bien mantuvieron la legislación foral y las instituciones de cada reino, procuraron reforzar los organismos que favorecían el poder real. En este sentido, su actuación fue mucho más efectiva en Castilla, donde pudieron aplicar su política autoritaria y centralizadora, que en Aragón, donde sobrevivía el pactismo y las instituciones forales

Castilla era el territorio más poderoso de la nueva monarquía, tanto por su mayor población como por su dinamismo económico. Además, sus instituciones eran más sencillas de controlar por parte de los reyes, mientras que en Aragón el poder real estaba más limitado. Así pues, la supremacía castellana acabó favoreciendo la difusión de sus costumbres, leyes y lengua por el resto de los territorios (castellanización del Estado con la promoción política de las élites castellanas).

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La política de los Reyes Católicos se orientó a crear una monarquía autoritaria y fuerte frente a los otros grandes poderes: la nobleza, la Iglesia y las ciudades. Para ello tomaron diversas medidas:

Creación de la Santa Hermandad, que actuó en Castilla para mantener el orden en los caminos.

Sometimiento del poder de la Iglesia. Los Reyes Católicos consiguieron del papado que la Inquisición española dependiera de la monarquía y no de Roma y controlaron el nombramiento de obispos (regalías). Además, pretendieron mejorar ciertos aspectos de la vida eclesial: corregir la desviación de la vida de los eclesiásticos y mejorar su formación (reforma del cardenal Cisneros).

Consecución del uniformismo religioso. Ambos reyes pretendieron que todos sus súbditos practicasen la misma religión, y para ello se creó el Consejo de la Suprema Inquisición, única institución que tenía jurisdicción tanto en Castilla como en Aragón. Todo ello se concretó en la expulsión de una parte de los judíos en 1492 (sefardíes) y en la conversión de otros. Por otra parte se produjo la persecución de los mudéjares tras una rebelión musulmana (bautismo forzoso y posterior expulsión de Castilla y Aragón).

Se reorganizó el Consejo Real de Castilla que se constituyó en el principal órgano de gobierno. Estaba compuesto por funcionarios con formación jurídica con lo que la aristocracia perdió influencia. Existían también otros consejos: de Aragón, de Navarra, de Indias, de la Inquisición, etc. (régimen polisinodial).

Se crearon cargos de confianza de los reyes como los secretarios reales, los corregidores (para gobernar las ciudades) y los virreyes (representantes de los reyes en los territorios en los que estos no se hallaban presentes, como Navarra, Valencia, etc.).

Se redujo el papel de las Cortes de Castilla. Su importancia política fue decayendo, ya que algunas de sus funciones fueron asumidas por los consejos.

Se reorganizó el sistema judicial con diversas instancias: los corregidores a nivel local, las Chancillerías o Audiencias a nivel regional y el Consejo Real de Castilla (tribunal supremo).

En la Corona de Aragón las reformas tuvieron menos importancia. Destacaron la introducción de la figura del virrey y del sistema de insaculación para elegir los cargos municipales. La introducción de la Inquisición reforzó el poder real.