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1 Historia de la Filosofía . IES Séneca. Departamento de Filosofía TEMA 1 ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL

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Historia de la Filosofía

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IES Séneca. Departamento de Filosofía

TEMA 1 ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL

Filosofía II Orígenes de la filosofía occidental

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TEMA 1.LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL

1. El paso del mito al lógos.

Suele decirse, acertadamente, que la filosofía y la ciencia aparecen cuando se abandona el mito sustituyéndolo por la explicación racional. Utilizaremos la expresión «explicación racional» para traducir el término griego «lógos». La filosofía surge, pues, cuando el mito se revela como insuficiente en la tarea de explicar toda la realidad y es sustituido por el lógos. Este acontecimiento -abandono del mito, surgimiento de la explicación racional (lógos)- tuvo lugar en la cultura griega alrededor del siglo VII a. C. ¿Por qué este hecho ocurrió en la cultura griega y no en otras culturas de la antigüedad?

¿por qué precisamente alrededor de esa fecha?

Tal vez, esta pregunta no pueda ser respondida de una única manera. Es posible, sin embargo, subrayar algunas circunstancias que influyeron en este hecho. El origen de la filosofía se ha pretendido explicar a menudo recurriendo a la genialidad de los griegos. Dejando a un lado el genio griego, cuya originalidad es tan difícil de negar como difícil resulta explicar en qué consiste, han de tenerse en cuenta ciertas condiciones socioculturales que hicieron posible el surgimiento de la filosofía en Grecia:

1. Es una sociedad aristocrática, agrícola y guerrera. Esto lleva consigo una determinada estructura social y unos ideales morales determinados. La sociedad se encuentra dividida en nobleza (que vive placenteramente en tiempos de paz y conduce al pueblo en tiempos de guerra) y pueblo (dedicado, fundamentalmente a la agricultura y la ganadería en tiempos de paz).

2. La cultura griega carece de libros sagrados y de un sistema educativo organizado. El papel

de educadores lo desempeñaban los poetas, y muy especialmente Homero. En aquellas sociedades donde hay libros sagrados y dogmas, la posibilidad de crítica a la doctrina contenida en éstos es escasa o nula. El carácter peculiar de la cultura griega, donde los conocimientos se transmitían de forma oral, hizo más fácil la crítica de las doctrinas tradicionales, crítica que constituye el punto de partida de la filosofía.

3. A partir del siglo VII a.C. tuvo lugar una honda transformación en la sociedad griega: cobra

importancia definitiva el comercio y la utilización de la moneda, inventada por los lidios, que sustituye definitivamente al trueque como sistema de intercambio comercial. Esto hizo que se ampliaran los horizontes mentales de estos comerciantes que, debido a sus constantes viajes y al contacto con otras culturas, aprendieron nuevos conocimientos técnicos y geográficos, así como otras formas de vida y de organización social. A partir de este intercambio de culturas, las explicaciones míticas perdieron fuerza ya que variaban de una polis a otra; su carácter dogmático y necesario se fue transformando en relativo y arbitrario. Por estas razones, en las mentes más despiertas la sabiduría popular (enseñanza de los poetas) empieza a aparecer como inadecuada, a la vez que los valores aristocráticos quedan desfasados cuando las relaciones comerciales exigen nuevas formas de justicia y derecho como base para los intercambios. De esta forma, se produce lo que W. Nestlé ha denominado el paso del mito al lógos: en lugar de contentarse con explicaciones míticas que sitúan en el terreno sobrenatural (dioses) las causas de lo que sucede en el mundo, a partir

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de ahora se van a buscar causas naturales y racionales que expliquen el origen del universo, la condición del ser humano y su relación con el cosmos, el origen de la sociedad, ... Esta transición, no obstante, no se desarrolla de forma abrupta y tajante sino gradual. En numerosos pasajes de los primeros filósofos (y también de filósofos posteriores) se pueden ver aún formas de pensamiento mítico.

4. La sociedad griega era una sociedad esclavista. La economía estaba sustentada en el trabajo

de los esclavos. Para los griegos, en general, cualquier tipo de trabajo remunerado estaba mal considerado. Mientras que los ciudadanos libres disponían de tiempo suficiente para emplearlo en cualquier otra actividad (ocio); la reflexión sobre los fenómenos naturales, el origen de la vida, la composición del universo, los movimientos de los astros... En suma, el pensamiento filosófico sólo podía ser posible si se contaba con tiempo libre para pensar.

5. La escritura no sólo sirvió para establecer los contratos de compra-venta, que anteriormente

se hacían de forma oral (contratos que sirvieron como fundamento del derecho), sino que también servían para plasmar las nuevas ideas y trasmitirlas en el tiempo con lo que eso supone para el progreso filosófico y científico.

En general, se abre paso la convicción de que la interpretación del universo y de la convivencia humana ha de asentarse sobre bases distintas: a saber, sobre bases racionales. Esto nos permite comprender dos hechos fundamentales:

1. La filosofía surge como una crítica a la sabiduría popular, a la que intenta sustituir. 2. Se trata de una nueva visión de la realidad que se esfuerza en eliminar los supuestos

irracionales del mito. ¿En qué consisten el pensar mítico que se abandona, y el pensar racional que se le opone?

En general, cabe entender por mito, el conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales de los poetas acerca del mundo, los dioses y los hombres. Es decir, que estas narraciones se caracterizan por ofrecer una explicación universal, una explicación en que se encuentre respuesta a los problemas y a los enigmas más acuciantes y fundamentales acerca del origen y la naturaleza del universo, del ser humano, de la técnica, de la sociedad.... La filosofía no renunciará a esta dimensión de respuesta última acerca de la totalidad de lo real, más bien ése será uno de sus rasgos esenciales, aunque desde una perspectiva distinta: la racional. Pero por mito cabe entender también una actitud intelectual, una forma de enfrentarse el hombre a sus problemas en la que las respuestas se caracterizan por:

MITO LÓGOS (EXPLICACIÓN RACIONAL)

CARÁCTER IMAGINATIVO La principal facultad de conocimiento es la imaginación, caracterizada por su absoluta libertad, y al margen de principios tales como el de identidad (A es igual a A), no-contradicción (no es posible al mismo tiempo A y no-A) o tercio excluso (o A, o no-A) que atribuimos a la razón.

CARÁCTER RACIONAL Conocer racionalmente es conocer por causas, asumiendo los principios básicos de la razón (identidad, no-contradicción, tercio excluso).

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RESPUESTA SOBRENATURAL O TRASCENDENTE A preguntas plenamente racionales se dan respuestas de orden superior. Así, ante problemas de orden natural, como enfermedades, derrotas militares, malas cosechas, la muerte... se dan respuestas sobrenaturales tales como la cólera de los dioses o el destino. Es decir, para la explicación mítica, la causa de lo que pasa en el mundo está fuera del mundo, en otro nivel no físico.

RESPUESTA NATURAL O INMANENTE Los fenómenos de la naturaleza encuentran su explicación en causas naturales que nos permiten predecir acontecimientos futuros con bastantes garantías de éxito.

EXPLICACIÓN ARBITRARIA No hay posibilidad, por tanto, de pensar la realidad como regida por leyes que nos permitan predecir con ciertas garantías el futuro, como hacemos nosotros hoy a partir de la causalidad que suponemos en las cosas. Para el mito las cosas son así, pero podrían ser de otra manera (depende del estado de ánimo de los dioses).

EXPLICACIÓN NECESARIA En el universo reinan el orden y la regularidad (NO la voluntad de los dioses) y la razón humana puede descubrirlos. Para el pensamiento racional las cosas son así y no pueden ser de otro modo; las cosas suceden como y cuando tienen que suceder.

EXPLICACIÓN PARTICULAR Y CONCRETA Dos situaciones, aunque sean parecidas, pueden tener explicaciones distintas.

EXPLICACIÓN UNIVERSAL Y ABSTRACTA Todos los hechos similares deben responder a la misma causa explicativa. RESPUESTA NO VERIFICABLE NI FALSABLE

Como las explicaciones que se dan son de carácter trascendente es imposible verificar su veracidad, y lo que es más, tampoco las podemos falsar: cuando los hechos no coinciden con lo que era de esperar conforme a la explicación dada, en lugar de cambiarla por otra, se atribuye a razones misteriosas o al simple cambio caprichoso de la voluntad de los dioses.

RESPUESTA VERIFICABLE O FALSABLE Lo que decimos de la realidad puede ser contrastado con ella, lo que confirmará o no la validez de nuestras teorías.

Resulta obvio que dentro de las coordenadas del mito, es imposible la ciencia. El pensamiento científico sólo es posible como búsqueda de las leyes o regularidades que rigen la naturaleza. El lógos o explicación racional comienza cuando la idea de necesidad toma relevancia en detrimento de la idea de arbitrariedad. A esta idea de necesidad se hallan vinculadas un conjunto de ideas que constituyen lo que podemos denominar esquema intelectual dentro del cual tiene lugar la explicación racional en la filosofía griega.

La idea de que las cosas suceden como tienen que suceder está relacionada con la idea de permanencia o constancia: las cosas se comportan de una manera constante. Así, por ejemplo, el agua se comporta de manera constante: hierve y se solidifica siempre a unas temperaturas determinadas. Tiene, por tanto, una manera de ser constante o permanente. Esta manera de ser constante o permanente fue denominada por los griegos esencia (eídos). La esencia es lo que una cosa es a pesar de sus cambios de apariencia o estado. El agua, por ejemplo, se presentará en estado sólido, líquido o gaseoso, pero siempre es agua; un hombre se presentará bajo distintas apariencias, edades, ... pero siempre se trata de un hombre. Por último, esta manera de ser constante es lo que hay de idéntico y común entre seres que muestran apariencias diversas. La esencia es, pues, el fundamento de la unidad de las cosas frente a la multiplicidad de sus estados y apariencias, así como frente a la pluralidad de individuos que la comparten. Desde este esquema intelectual, conocer las cosas será conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y permanente. Y los sentidos, aunque muy útiles, son incapaces de

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proporcionarnos tal conocimiento; antes al contrario, los sentidos nos muestran una multiplicidad de individuos de apariencias y estados cambiantes y accidentales. Es necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el ser de las cosas (esencia). De este modo, y en correspondencia con la dualidad establecida anteriormente (unidad y permanencia frente a pluralidad y cambio), los griegos establecieron también una dualidad en el campo del conocimiento: razón frente a sentidos. La heterogeneidad del conocimiento racional con respecto al conocimiento sensible se reveló a los griegos fundamentalmente en el dominio de las matemáticas. Hay, pues, esencias o maneras de ser comunes a una multiplicidad de individuos. En esta idea se basa la actividad intelectual consistente en clasificar, esto es, agrupar los seres del universo en grupos cada vez más amplios. Esta búsqueda racional de lo permanente y común está asociada a la convicción fundamental de que todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta es la perspectiva que permite comprender tanto la originalidad como la trascendencia histórica de la pregunta de los primeros filósofos griegos acerca del arché o principio último de lo real. La pregunta por el arché o principio último es mucho más importante que las variadas respuestas que los filósofos griegos ensayaron sucesivamente. La respuesta de Tales (el principio último de todo lo real es el agua) no es lo verdaderamente importante. Lo notable, lo genial, es que este filósofo fue el primero en formular racionalmente tal pregunta en toda su amplitud. Por eso, y no solamente por su respuesta, es considerado el primer filósofo.

2. El concepto de «phýsis» en el pensamiento griego. Este término se suele traducir por “naturaleza”. Los rasgos que caracterizan a la phýsis, según la filosofía griega, son:

1. Necesidad. El universo como totalidad es un todo ordenado (es un cosmos no un caos). El universo es un cosmos porque todos los seres que lo pueblan están en su sitio y se comportan del modo que les corresponde según su naturaleza. Es decir, el que las cosas tengan una esencia hace que el universo sea un cosmos y no un caos.

2. Dinamismo. El universo muestra un orden dinámico en que los movimientos de los

astros, las estaciones... se suceden ordenadamente. Negar el cambio, el movimiento, es negar la naturaleza. En este sentido, Aristóteles dirá que Parménides es un “aphysikós” al negar la posibilidad del movimiento.

3. La naturaleza implica movimiento, pero movimiento y actividad intrínsecos y propios

del ser natural. Este tercer e importantísimo rasgo es el que marca la separación radical entre los seres naturales y los seres artificiales, es decir, las cosas que son producto del trabajo e industria humanos. Una silla -en cuanto tal silla- no posee propiedades físicas aparte de las que le corresponde en virtud de los materiales naturales de que está hecha. Parafraseando a Aristóteles, supongamos que sembramos sillas de pino. Nada crecerá, por supuesto. Pero si algo creciera, no serían sillas, sino pinos, pues éstos tienen una actividad intrínseca y propia (el crecimiento) que una silla -ente artificial- no posee.

Precisamente por esta actividad intrínseca y propia que caracteriza a la naturaleza, el universo no puede ser concebido, en general, por los griegos como una máquina (modelo que presidirá la concepción del universo en la modernidad), sino más bien como un organismo viviente.

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3. Modelos presocráticos de explicación de la naturaleza. El tema fundamental de que se ocupan los primeros filósofos, los presocráticos, es la phýsis. De ahí que a este conjunto de filósofos se los denomine con frecuencia cosmólogos o físicos (Aristóteles los llama physikoi, es decir, físicos o filósofos de la naturaleza). Su actividad se desarrolla durante el siglo VII a. C. y la primera mitad del siglo V a. C. No todos los filósofos presocráticos propusieron un mismo modelo de explicación racional de la naturaleza.

3.1. La Escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. La cuna de la filosofía griega se encuentra en Jonia, región situada en Asia Menor, y que pertenece a la costa occidental de la actual Turquía. Es en una ciudad de Jonia, Mileto, donde tres grandes pensadores van a coincidir en una idea común: la existencia de un principio básico de la naturaleza (arché) que se mantiene estable a pesar de los cambios externos observables. Esa única realidad o sustancia ejercerá las funciones de origen, sustrato y causa de todo lo real. La importancia de estos primeros filósofos radica en el hecho de que ellos se plantearon una serie de preguntas y ensayaron unas respuestas con el propósito de dotar de sentido ese universo caótico, caprichoso y gobernado por los dioses que habían heredado del pensamiento mítico. Por esa razón, no tienen tanta importancia las respuestas que cada uno busca sino la pregunta en sí misma. A partir de la pregunta, el ser humano y su razón se muestran como único sujeto y único instrumento capaz de descubrir las leyes necesarias que se esconden dentro de todos los aparentemente arbitrarios cambios de la naturaleza. Tales de Mileto era un hombre de negocios. Mezcla de filósofo y científico, desarrolló su actividad intelectual en la primera mitad del siglo VI a.C. Como astrónomo predijo el eclipse de Sol acaecido en el año 585 a.C., y como ingeniero y matemático formuló el teorema que lleva su nombre.

Tales es considerado el primer filósofo por ser quien introdujo la investigación racional acerca del principio o arché de lo real. De su obra no se conserva ni una sola línea: la principal fuente de referencia es la Metafísica de Aristóteles. ¿Cuál es el arché de la phýsis, según Tales? El principio único y común de todos los seres (origen, sustrato y causa de todo lo que existe) es el elemento líquido, el agua. Según Aristóteles esta hipótesis de Tales se fundamentaría en la observación de que la vida (y no olvidemos que los griegos conciben la naturaleza, la phýsis, como un organismo viviente) se genera y conserva por lo húmedo. Siendo el agua el principio de lo húmedo, lo será también de todas las cosas. Todos los seres de la phýsis han surgido del agua mediante procesos de condensación y rarefacción de la misma.

Anaximandro de Mileto fue discípulo y sucesor de Tales. Probablemente nació a finales del siglo VII a.C. y murió a mediados del siglo VI a.C. Fue también astrónomo, geómetra y geógrafo (diseñó un mapa mundi, según los conocimientos de la época). De su obra solamente se conservan, gracias a Simplicio (un comentarista de Aristóteles), una cuantas líneas, que como muchas otras obras presocráticas posteriormente fue titulada Perí phýseos (Sobre la Naturaleza). Anaximandro propone como arché de la phýsis no una sustancia concreta, como hace su maestro, sino lo que él llama “ápeiron”, palabra griega que significa lo ilimitado, lo infinito, lo indefinido... una especie de materia prima indeterminada y caótica, de dimensiones infinitas e imperceptible, que contiene en su seno todos los contrarios, y dotada desde el principio de movimiento natural interno que produce en su interior remolinos que originan una pluralidad de universos. En cada

Tales de Mileto

Anaximandro de Mileto

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universo se produce un proceso de separación natural de los contrarios (frío/caliente, seco/húmedo) de los que nacerán los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego; y a partir de los cuatro elementos, y siguiendo el proceso de separación y combinación, se formarían todos los seres restantes. La hipótesis de Anaximandro supone un notable progreso científico respecto a la física de Tales. ¿Por qué? Porque en lugar de explicar las modificaciones de la materia a partir de un estado (líquido o húmedo) o elemento (agua) las infiere todas ellas de una materia inespecífica o indeterminada (ápeiron), lo que supone un enorme esfuerzo de abstracción intelectual. Pero, ¿por qué propone Anaximandro el ápeiron y no un elemento, como hizo Tales? Pues porque el principio de todas las cosas, el arché de la phýsis debe ser infinito (nada existe antes de él, es el todo), y si lo infinito es, por ejemplo, el agua, este elemento destruiría los tres restantes que son sus contrarios. Así pues, el principio originario de donde todo procede no puede ser un elemento de la naturaleza, sino una realidad indeterminada e inespecífica en movimiento de donde proceden los elementos y, en fin, el universo entero, como decíamos antes, mediante procesos de separación y combinación. Podemos afirmar que Anaximandro es un antecedente de la teoría evolucionista porque creía que la especie humana debía de proceder de especies distintas, precisamente porque necesita de un largo período de crianza y si hubiese existido así desde el principio no hubiera sobrevivido. La vida se originó, según Anaximandro, en el agua o en un terreno leganoso que al ser afectado por el calor se formó las primeras formas de vida que, por supuesto, serían acuáticas. El ser humano, por tanto, tendría como antepasados a los peces. Debemos resaltar la enorme intuición de este filósofo, ya que las teorías evolucionistas se impusieron en el siglo XIX. Anaxímenes de Mileto (s. VI a.C.): Discípulo y compañero de Anaximandro, supone un cierto retroceso respecto a su maestro pues vuelve a fijarse en un elemento material -y no abstracto- como principio originario de la phýsis. Para Anaxímenes la sustancia original y primera de la que está compuesto todo lo que existe es el aire, que al dilatarse (rarefacción) engendraría lo caliente hasta llegar al fuego, y por condensación se transformaría en agua, y finalmente en tierra.

3.2. La Escuela Pitagórica. Tras la caída de Mileto en manos persas (494 a.C.) los comerciantes que vivían en el Asia Menor prefirieron trasladarse a las colonias que tenían en la Magna Grecia (Sur de Italia). Pitágoras (aprox. 570-490 a. C.), jonio de nacimiento (al parecer era oriundo de Samos), tras diversos viajes por Oriente próximo se estableció en Crotona, en la Magna Grecia (Sur de Sicilia), donde se desarrolló la escuela pitagórica. Se trata de una comunidad o asociación de carácter religioso y político, caracterizada por el secretismo y los ritos de iniciación de sus miembros. Aunque conocemos los nombres de otros integrantes de esta especie de secta es muy difícil distinguir las aportaciones de cada uno, por lo que la gloria de los descubrimientos de la escuela se la ha llevado su principal maestro, Pitágoras, que desde muy pronto se convirtió en una figura legendaria. Se le atribuye la invención de la tabla de multiplicar y el teorema que lleva su nombre. A) ANTROPOLOGÍA. Debido al tipo de comunidad que era, la comunidad pitagórica se ocupó de la phýsis de forma secundaria; más importante era para ellos el conocimiento del ser humano. Por influencia religiosa del Orfismo, una antigua organización religiosa de tipo comunitario en la que sus miembros se vinculan por medio de ritos de iniciación y por la fidelidad, admiten una antropología dualista: el ser humano se compone de dos sustancias distintas, por un lado el cuerpo material y corruptible, cárcel del alma, y por otro el alma espiritual, de origen celeste e inmortal, y sujeta a la transmigración. El universo era uno, eterno y divino. Los seres humanos son muchos, divididos y mortales. La parte esencial del ser humano, el alma, no es mortal, y debe su inmortalidad al hecho de que es un fragmento o chispa del alma divina, separada y aprisionada en un cuerpo mortal. La idea de transmigración implica una moral basada en castigos y recompensas tras la muerte, por lo que el

Pitágoras de Samos

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hombre a lo largo de su vida lo que tiene que hacer es purificar su alma para prepararse para la otra vida, en la que se pierde la individualidad y esa chispa que animaba al cuerpo pasa a formar parte del espíritu divino. Dentro de las formas de purificación estarían el ejercitar el espíritu con la dedicación al estudio de las matemáticas y de la música, junto a otras prácticas menos importantes para la filosofía como el silencio o abstenerse de la carne. Esta doctrina influirá directamente en la antropología platónica, y será de gran trascendencia en la historia de Occidente. B) TEORÍA ONTOLÓGICA DE LA REALIDAD. Los pitagóricos fueron ante todo matemáticos, y su dedicación a las matemáticas influyó decisivamente en su explicación acerca del arché de la phýsis. A la pregunta por la phýsis responden que el arché, principio y origen común a todo lo real, es el número. El argumento que utilizan es el siguiente:

“¡Mira! 1 es un punto, 2 es una línea, 3 una superficie y 4 es un sólido. De esta suerte, tenemos cuerpos sólidos engendrados por números”. Podemos decir que hay un salto injustificado de las abstracciones intelectuales de las matemáticas a las realidades sólidas de la naturaleza. La pirámide que sacaban del número 4 no es una pirámide de piedra o de madera, sino un mero concepto del entendimiento.

Los pitagóricos observaron que múltiples propiedades y comportamientos de los seres reales (como la música o los movimientos de los astros) pueden ser formulados o expresados matemáticamente, por lo que supusieron que todos los seres del universo -lo que son y su forma de comportarse- son formulables matemáticamente. Ahora bien, ¿por qué los seres del universo se acomodan a las matemáticas? Los pitagóricos consideran como única explicación posible que los principios de las matemáticas son también los principios de los seres reales; y como los principios de las matemáticas son los números, afirmaron que los matemáticas constituyen el arché del universo, la naturaleza última de todo lo real.

3.3. Heráclito y Parménides. Heráclito de Éfeso vivió, aproximadamente, de la segunda mitad del siglo VI a.C. hasta el 480 a. C. De familia rica y noble de Éfeso, abandonó la política (y rechazó la invitación de Darío para ser rey de Éfeso) para dedicarse a la soledad de sus meditaciones filosóficas. De su obra se conservan fragmentos recogidos en una obra titulada posteriormente Sobre la naturaleza, obra escrita en prosa y en un estilo denso, aforístico y metafórico, que le valió a su autor, ya en su época, el sobrenombre de “el oscuro”. La realidad muestra una doble vertiente: a) los sentidos nos muestran que las cosas están en continuo movimiento; b) la razón nos muestra que algo permanece. Para conciliar esto dice que la realidad es dialéctica, está regida por una lucha de contrarios. Es decir que la realidad tiene una capacidad de continuo movimiento, de transformación, llamada devenir (panta rei). Pero esto no se hace caóticamente, sino con un orden o una ley que llamamos logos o razón universal. Que la realidad sea dialéctica, lo muestra la teoría de contrarios que defiende: a) el cambio es entre opuestos; b) la unidad es la armonía entre esos cambios; c) todo debe cambiar para mantener el equilibrio (una semilla tiene que morir para germinar). El Arché tiene la forma de: a) fuego, que es el elemento del devenir; b) guerra o lucha(polemos) que posibilita el cambio. En su gnoseología (teoría del conocimiento) coincide con Parménides en afirmar que el conocimiento racional es el único firme e indudable, capaz de proporcionarnos el verdadero saber: la epistéme o ciencia, frente al conocimiento empírico que es inseguro, dudoso, opinable y, por tanto, rechazable si queremos alcanzar la verdad:

Heráclito de Éfeso Detalle del famoso cuadro de Rafael

«La escuela de Atenas»

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«Los ojos y los oídos son malos testigos para los hombres cuando no tienen almas para entender su lenguaje»

Pero aquí acaban las coincidencias entre ambos. Por eso aparecen en la historia de la filosofía como dos pensadores enfrentados. Si Parménides inaugura en Occidente el pensar metafísico basado en la identidad y no contradicción, como principios básicos de la razón analítica, Heráclito introduce la contradicción, la oposición de contrarios, como la esencia de la realidad y por tanto también de nuestro conocimiento de ella si se quiere captar fielmente. En el aspecto ontológico, Heráclito señala que los sentidos nos muestran una realidad cambiante, pero también fija y permanente (como puede ser una roca o un paisaje) como si en el universo hubiera ciertas cosas que no cambian. Pero esta inmutabilidad que percibimos a través de nuestros sentidos es sólo aparente. Detrás subyace lo verdaderamente real, a lo que se accede mediante la razón dialéctica: una naturaleza siempre cambiante, semejante a un río en el que no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas. Es decir, en el universo, la ley de identidad de cada cosa consigo misma carece de vigencia, al estar todas las cosas sometidas a constante transformación. Según Heráclito «todo fluye, nada permanece» («Pánta reî»). Aunque todo cambia, ese devenir no es caótico ni irracional, según Heráclito, sino que se realiza de acuerdo a cierta ley (lógos) y proporción: la ley de oposición o lucha de contrarios. Las cosas que pueblan el universo no son sino algo producido por el enfrentamiento de dos fuerzas contrarias1, «como ocurre con el arco y la lira». No hay, decía Heráclito, ni nadie puede desearlo, un mundo estancado. Todo lo que vive, vive por la destrucción de otras cosas:

“El fuego vive por la muerte del aire, y el aire por la del fuego; el agua vive por la muerte de la tierra, y la tierra por la del agua”

Esta naturaleza siempre cambiante tiene como arché o esencia común el fuego, del que todo procede y al que todo vuelve. Parménides de Elea. Su vida transcurrió durante la primera mitad del siglo V a.C. Apenas si tenemos reseñas biográficas de él, excepto que fue legislador de Elea, su ciudad natal, en la Magna Grecia (Sur de la actual Italia), y que posiblemente en su juventud fue pitagórico. Su importancia filosófica es enorme, ya que su obra divide a la filosofía presocrática de la naturaleza en dos períodos bien definidos: el de los sistemas monistas2, anteriores a él, y el de los sistemas pluralistas, posteriores a él. Se conservan 154 versos de un poema escrito en versos hexámetros donde se plantean principalmente dos problemas: uno epistemológico o acerca del conocimiento, y otro metafísico u ontológico sobre el ser (la realidad en su conjunto). En el terreno epistemológico Parménides plantea una oposición radical entre el conocimiento empírico (vía de la opinión) y conocimiento racional (vía de la verdad). El primero (conocimiento sensible) no es fiable, sólo nos conduce a la

1 Todas las cosas en las que se manifiesta lo Uno son el producto de una armonía o equilibrio dinámico y tenso que resulta de la oposición de contrarios. 2 El monismo es aquella concepción común a distintos sistemas filosóficos que trata de reducir todos los entes del universo a una sustancia o materia prima única, de la cual se derivan y con la cual se identifican en última instancia (origen, sustrato y causa de todo lo real).

Parménides de Elea

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“dóxa” u opinión, y nunca al verdadero conocimiento y a la verdad. Su objeto son las cosas múltiples y sensibles, sujetas a la generación y la corrupción y a todos los demás tipos de cambios, por lo que tal conocimiento es también cambiante. La otra alternativa de conocimiento es la razón. El conocimiento racional es el único que nos proporciona la “epistéme” o ciencia porque su objeto es el ser universal y necesario. Esta clara distinción entre conocimiento sensible y conocimiento racional (ya presente, aunque no tan sistemáticamente, en Heráclito) la heredará Platón estableciendo su dualismo epistemológico. La importancia histórica de Parménides radica en que descubre los dos pilares básicos de la razón analítica: el principio de identidad (A es igual a A) y el de no contradicción (no es posible A y no-A), y en las consecuencias que se derivan de su aplicación al problema de la phýsis. Parménides descubre por la vía de la razón que el arché de la phýsis se identifica con el ser, y que éste es uno, eterno, infinito e inmóvil. Muchos problemas de la filosofía griega proceden de la confusión de la gramática, la lógica y la metafísica (las palabras no sólo designan las cosas, son las mismas cosas). Por eso, los griegos de aquella época encontraban difícil de comprender que una palabra pudiera tener más de un significado, Ahora bien, el verbo “SER” significa en griego “existir”. Para Parménides, decir que una cosa es podía y debía significar que esa cosa existe. Los filósofos jonios habían dicho que el mundo era una cosa, pero que se convertía en muchas. Pero, ¿cómo es posible que una cosa sea y deje de ser para ser otra cosa distinta?, ¿cómo es posible que una cosa que no es pueda llegar ser? Es absurdo desde el punto de vista de los principios que rigen la razón (principio de identidad y principio de no contradicción). Puede parecer un juego de palabras pero no lo es. Esta percepción cognitiva de la realidad depende de los dos niveles de conocimiento que establece Parménides (sensitivo y racional). Desde los sentidos, observamos no un único ser sino muchos, no quietud sino cambio, pero esa información es apariencia, una ilusión óptica y, por tanto, es una información que debemos rechazar; desde la razón, estamos obligados a negar el cambio a partir del principio de no contradicción, de negar el movimiento a partir de la negación del vacío porque afirmar el vacío es afirmar que lo que no es, existe. Parménides nos da una serie de argumentos para sustentar las características del SER de la phýsis (características que posteriormente atribuirá Platón a las Ideas y a su concepción de la realidad inteligible): 1. ¿Por qué afirma Parménides que el SER es uno? La afirmación de que la phýsis es una sola

realidad (monismo) es una consecuencia necesaria de la razón: si hubiera dos (o más) realidades, entre ellas debería haber alguna separación, con lo que habría en realidad tres (o más) realidades, que a su vez estarían separadas por otras realidades... y así hasta el infinito, con lo cual llegamos a la conclusión irracional de que un espacio finito de separación entre dos realidades es infinito. Por tanto, lo racional es pensar que la realidad es una.

2. ¿Por qué afirma Parménides que el SER es eterno? Supongamos que el SER no es eterno, es decir, que tiene un principio y un fin en el tiempo. Si esto es así, ¿qué hay antes del SER? Hay dos posibilidades: Otro SER. Si es así, tendremos que volver a preguntarnos ¿y antes qué hay?, pregunta que

tendremos que formularnos hasta el infinito. El NO-SER, la nada. Si se parte de la nada, nunca podrían llegar al ser, porque de la nada, nada puede surgir.

3. ¿Por qué afirma Parménides que el SER es infinito? Cuando hablamos de eternidad nos referimos a la existencia del SER en el tiempo. Al hablar de infinitud nos referimos al espacio. Lo infinito es lo indeterminado, lo que no tiene límites. Supongamos que el ser es finito. Si fuera así, debería existir algo que lo delimitase y esto sería otro ser, con el que estaría separado por el no-ser (que no puede existir), o la nada que tampoco puede existir, por lo que el ser ha de ser infinito.

4. ¿Por qué afirma Parménides que el SER es inmóvil? Por el principio de identidad tenemos que afirmar que el SER es y el NO-SER no es. Por el principio de no contradicción tenemos que rechazar que el ser no es o que el no-ser es. Aplicando estos principios racionales Parménides

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niega la posibilidad del movimiento en la phýsis ya que éste supondría el paso del no-ser al ser o viceversa, y eso es lógica y racionalmente imposible, contradictorio y absurdo.

La afirmación de que la verdadera realidad, sólo captable por la razón, es única e inmutable, constituye lo que llamamos en filosofía el monismo estático del ser de Parménides, y con ello inaugura en Occidente esa manera de pensar que se llama “ontología”: el estudio de la realidad o del ser en cuanto tal ser, en su sentido más amplio, y sin descender al análisis de las cosas concretas.

3.4. Los pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y Demócrito. Después de Parménides no fue posible ya retornar a una explicación monista de la naturaleza (phýsis), ya que aceptar una única realidad como origen, sustrato y causa era condenarse a no poder explicar ni la pluralidad ni el cambio (del que el movimiento es una manifestación parcial). Surgen unos filósofos que intentan conciliar la permanencia e identidad del ser con la existencia del cambio proponiendo que no es uno sino que son varios los elementos básicos que constituyen el arché. Estos pensadores conciben el arché de manera distinta a sus predecesores. Los filósofos milesios, así como Heráclito y Parménides, entienden el arché como un substrato, como algo que está por debajo de la realidad manifiesta, que da lugar a ésta, y adonde, a su vez, va a parar ésta. Se puede decir que el arché se transforma en la realidad manifiesta, y ésta en aquél. Los pluralistas, en cambio, entienden el arché como aquello de lo que están hechas las cosas, sus componentes o partes más simples. Las cosas, por lo tanto, son fruto de una combinación de componentes originarios que en sí mismos son inalterables (como el ser de Parménides). Aparecen así las filosofías pluralistas de Empédocles, Anaxágoras y Demócrito. Empédocles. Natural de Agrigento (Sicilia), vivió en el siglo V a.C. Fue un personaje polifacético: mago, científico, orador, filósofo, legislador y poeta. Se conservan unos 350 versos de un poema titulado Sobre la naturaleza y 120 versos de las Purificaciones, poema de carácter teológico e inspiración órfico-pitagórica acerca de la transmigración de las almas. Al parecer fue expulsado de la sociedad pitagórica. Según cuenta la leyenda murió arrojándose al Etna, para unir su alma al éter celeste abandonando su cuerpo al cráter del volcán. Para Empédocles el arché común a todo lo real son los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego, a los que denomina raíces de todas las cosas. Aristóteles los llamará “elementos” de todas las cosas, y así se los conocerá y aceptará hasta el siglo XVIII. Todo ser natural es uno de los elementos o un compuesto a partir de ellos. La composición y descomposición, y por tanto la generación y corrupción de los seres, se explica por la acción de dos fuerzas: el amor y el odio que impulsan los elementos y los hacen moverse (unirse y separarse). Anaxágoras. Natural de Clazomene, en la Jonia, vivió durante los años 500-428 a.C. aproximadamente. De familia noble, renuncia a todo para dedicarse a la filosofía. Estableció su residencia en Atenas, por lo que es el primero que introduce la filosofía en dicha ciudad, por ese entonces (época de máximo esplendor) gobernada por Pericles. Por fundar una escuela en la que se criticaban las enseñanzas míticas de la época, fue víctima de un proceso de asebeía* o impiedad (atentar contra los dioses y el Estado), por lo que se exilió a Lámpsaco. Anaxágoras mantiene que el arché de todas las cosas son unas semillas o partículas muy sutiles, indestructibles, inalterables e invisibles por su pequeño tamaño. Estas partículas elementales, que Aristóteles llamó homeomerías, contienen una porción de todas las sustancias naturales y de sus determinaciones cualitativas en proporciones distintas, por lo que en cada agrupación de semillas predomina una cualidad diferente. En los hombres, por ejemplo, predominan las “partículas de hombre”, pero en realidad en el ser humano -como en el resto de seres- hay partículas u homeomerías de todas las sustancias del universo: «todo participa de todo», dice Anaxágoras. Esto explicaría el fenómeno del cambio de unas cosas en otras y la asimilación de alimentos, que originan

Filosofía II Orígenes de la filosofía occidental

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carne, sangre, huesos, pelos... Así pues, al principio todo era una mezcla maciza y compacta de homeomerías. Queda así explicado el origen de la pluralidad, pero ¿cómo se explica el movimiento; la generación y la corrupción de los seres concretos del universo? La generación y corrupción de las cosas se explica por un proceso de agregación y desagregación de homeomerías, siguiendo leyes físicas. Pero el primer impulso se debe a la acción de una Inteligencia ordenadora o Noûs, que es una fuerza universal que imprime a esa masa inerte un movimiento de remolino; pero ahí acaba su intervención, el mundo una vez puesto en movimiento por el Noûs, progresa y se desarrolla mecánicamente, por sus propias fuerzas. Demócrito. Nació en Abdera (Tracia) hacia el año 460 a.C. Es, por tanto, contemporáneo de Sócrates. De familia rica, gastó todo su dinero en viajes por Etiopía, Egipto, India y Persia. Fue un escritor enciclopédico: Diógenes Laercio reproduce una lista de sus escritos en la que se recogen más de 60 obras dedicadas a temas éticos, físicos, matemáticos, músicos y técnicos. De esta inmensa obra han sobrevivido solamente algunos breves fragmentos, por lo que sus teorías nos son conocidas fundamentalmente a través de la exposición de las mismas hecha por otros autores, y, muy especialmente, por Aristóteles. Su maestro fue Leucipo, del que sabemos poco más que su nombre. Ambos aparecen asociados a la creación del atomismo mecanicista. Según Demócrito, el arché común de todo lo real es una pluralidad infinita de partículas indestructibles e inalterables, invisibles e indivisibles (o “sin partes”), de ahí el nombre de átomos. A diferencia de las homeomerías de Anaxágoras, los átomos son todos cualitativamente idénticos, sean átomos de agua, fuego o alma, por lo que sus diferencias son cuantitativas: el tamaño, la forma y la posición que ocupan en la composición de los seres (el alma humana estaría formada por los átomos “más sutiles”). Los átomos están dotados de movimiento natural rectilíneo y se mueven en el espacio vacío o incorpóreo que, frente al parecer de Parménides que negaba su existencia, es tan real como los átomos. En ese movimiento en el vacío, los átomos chocan entre sí formando remolinos y uniones de átomos que constituyen los seres concretos. El tamaño, la forma o la manera de unirse entre sí los átomos en cada caso es lo que origina la gran diversidad de seres. La destrucción o corrupción se produce cuando el conjunto de átomos que constituyen un objeto se desintegra o desune. La agregación y la desagregación de átomos no se produce de una forma azarosa, ni tampoco por la acción de alguna inteligencia, sino de una manera necesaria y mecánica. Esta necesidad (rígidas leyes físicas que siguen los átomos moviéndose en el vacío) resulta ciega y opaca al ser humano, y viene a confundirse con el azar, ya que resulta imposible llegar a conocer los infinitos movimientos de los infinitos átomos moviéndose en el vacío. Así pues, la última respuesta al problema de la phýsis nos aboca al escepticismo («la verdad no es asequible al ser humano»). Este escepticismo provocará un giro en la historia de la filosofía: un giro antropológico. Parece que el hombre no puede alcanzar la verdad de la phýsis, de ahí que la pregunta se desplace ahora en torno al hombre