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Taller: como poner límites a los hijos? Objetivos: 1) Que los padres logren reflexionar acerca de la importancia de los limites en sus hijos. 2) Lograr una implicancia de los padres en la puesta de límites en sus hijos. Actividades: 1) Sentarse en ronda y realizar una breve presentación de los participantes y a medida que se presentan, que expresen en dos o tres palabras, como se imaginarían el mundo si no existieran reglas. 2) Formación de pequeños grupos para responder a las siguientes consignas: a) Que son los límites? b) Para qué sirven los límites? c) Compartir en el grupo una experiencia donde le costó poner límites a su hijo y otra experiencia donde fue efectivo la puesta del mismo. d) Entre los participantes de cada grupo, que propongan, al que tenga dificultad en la puesta de límites a su hijo, alternativas de solución. 3) Hacer un cierre utilizando las elaboraciones de cada uno de los grupos resaltando los aspectos positivos de cada una de las producciones. Materiales: lapiceras y hojas

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Taller: como poner límites a los hijos?

Objetivos:

1) Que los padres logren reflexionar acerca de la importancia de los limites en sus hijos.

2) Lograr una implicancia de los padres en la puesta de límites en sus hijos.

Actividades:

1) Sentarse en ronda y realizar una breve presentación de los participantes y a medida que se presentan, que expresen en dos o tres palabras, como se imaginarían el mundo si no existieran reglas.

2) Formación de pequeños grupos para responder a las siguientes consignas:

a) Que son los límites?

b) Para qué sirven los límites?

c) Compartir en el grupo una experiencia donde le costó poner límites a su hijo y otra experiencia donde fue efectivo la puesta del mismo.

d) Entre los participantes de cada grupo, que propongan, al que tenga dificultad en la puesta de límites a su hijo, alternativas de solución.

3) Hacer un cierre utilizando las elaboraciones de cada uno de los grupos resaltando los aspectos positivos de cada una de las producciones.

Materiales: lapiceras y hojas

Bibliografía a tener en cuenta para el taller.

Sugerencias para una acción educativa (down 21)

El presente artículo ha sido elaborado para Canal Down21 a partir de textos de Marlene Targ Bril (Keys to parenting a child with Down syndrome) y de María Victoria Troncoso (Síndrome de Down y acción educativa).

Observaciones para actuar sobre la conducta y mantener la disciplina

Todo niño anhela tener disciplina, y nuestro hijo con síndrome de Down no es diferente. Necesita saber lo que está permitido en su familia y en su comunidad y lo que no, y lo que puede pasar si transgrede estas fronteras o límites.

Cuando el niño es pequeño, el centro de nuestra conducta está en asegurar su salud y su seguridad. Conforme madura, cambian las expectativas. Lo que era “mono” cuando era pequeño se convierte en inapropiado cuando está ya en la escuela o es un adolescente. Ahora nuestro hijo necesita saber maneras positivas de interactuar con los demás chicos y con los adultos; es decir, necesita aprender habilidades sociales:

- esperar su turno

- regular sus emociones

- comprender que no siempre se hará lo que él quiera

Algunos padres se oponen a mantener la disciplina de sus hijos. Ven la disciplina como un castigo, como lo opuesto a disfrutar de la vida. Y no la ven como un medio de poner los límites que precisamente van a hacer al niño más feliz y más seguro. Pensemos cómo sería nuestra vida si nadie siguiese unas reglas. Qué ocurriría en la escuela, o en los centros de trabajo, o en la circulación. Todos necesitamos reglas para hacer más agradable y eficaz a nuestra convivencia. También nuestros hijos con síndrome de Down.

A veces los padres nos resistimos a imponer la disciplina, precisamente porque nuestro hijo tiene síndrome de Down. Sentimos pena por el niño, o nos sentimos culpables de su discapacidad. Incluso podemos pensar que alguien que tiene retraso mental no puede aprender a comportarse adecuadamente.

Nada está más lejos de la verdad. El niño necesita disciplina para sentirse seguro en su mundo. Quiere aprender conductas correctas. Porque sabiendo cómo hay que actuar, gana más independencia y se siente mejor consigo mismo. ¿No han notado la cara de inmensa satisfacción que ponen cuando consiguen hacer algo a lo que, a lo mejor, se resistían a hacer porque significaba esfuerzo, y gracias a nuestra insistencia lo han hecho?

Cuando mantenemos la disciplina estamos ofreciéndoles realmente un modo más agradable de vivir.

Las reglas han de ser las adecuadas

Establecer reglas que sean sencillas y comprensibles para el nivel de funcionamiento del niño. Sobre todo, que sean justas y no caprichosas. Objetivas y no en razón de lo que a nosotros más nos apetece en ese momento. Que se ajusten a la situación y sean iguales para todos los miembros de la familia, porque nuestro hijo con síndrome de Down es y quiere verse como un miembro más de la familia y seguir las mismas reglas de los otros hijos.

Ser coherentes

Habremos de ser firmes una vez que decidimos lo que se permite y lo que no. Si cambiamos constantemente las reglas del juego en nuestras respuestas o decisiones, el niño seguirá intentando “a ver si cuela” lo que en principio parecía inaceptable. Y lo hará como cualquier otro niño; pero quizá se dé cuenta de que con él somos más permisivos y menos constantes.

Sistemáticamente ponen a prueba nuestros límites; una y otra vez. Sea constante: es lo más importante que puede hacer para ayudar a que su hijo vaya adquiriendo criterios útiles de conducta.

Ser positivos

Con frecuencia los niños se sienten inseguros sobre cómo actuar. Un modo sutil de ayudarles a aprender es alabar o premiar conductas que deseamos que repitan. Nuestra respuesta positiva les hace sentirse mejor; y este feliz sentimiento aumenta la probabilidad de que la conducta se repita. Es lo que los educadores llamamos refuerzo positivo. Concentrándonos en lo positivo nos centramos en lo bien que el niño funciona. Y al mostrar nuestra alegría por su éxito, ganamos mayor confianza como padres.

Aplicar técnicas de modificación de conducta

A veces nuestro hijo agota nuestra paciencia. Todo hijo lo hace. Una manera de cambiar su modo de actuar es preparar un plan de modificación de conducta. Se trata de una estrategia que utilizamos para moldear las acciones mediante refuerzos positivos. Suele tener los siguientes pasos:

1. Decidir qué acción o conducta es la problemática. Elegir sólo uno o dos aspectos para trabajar sobre ellos de cada vez. De este modo, seremos más constantes y el niño tendrá más probabilidad de conseguirlo sin sentirse confundido o agobiado.

2. Identificar la frecuencia con la que hace esa conducta. Podremos deducir quizá el por qué de esa conducta.

3. Elegir un premio o reforzador positivo que motive al niño. A los bebés les gusta el achuchón, la sonrisa, una voz alegre. Cuando crecen necesitan algo más tangible: algo material, o dejarle hacer algo que le gusta. Recordemos siempre que el objetivo es siempre recurrir a premios de tipo social más que material, como puede ser la alabanza. Con el tiempo el niño se comportará apropiadamente porque se siente bien.

4. Decidir el intervalo de tiempo transcurrido hasta que se le premia. Puede ser inmediatamente después de terminada la tarea, o un rato después, o al final del día, o en el fin de semana si realmente el premio es muy motivador y coincide con algo que quería hacer ese fin de semana. Con un niño con síndrome de Down, no se puede diferir mucho el premio porque se olvidará de la conexión o relación que hay entre su conducta y el premio. Y eso es muy importante.

5. Haga un gráfico en el que su hijo pueda comprender el progreso que hace. Es posible que al principio el invento no funcione e incluso parezca empeorar porque el niño nos está sometiendo a prueba. Seamos constantes y en un par de semanas deberemos notar el cambio. Poco a poco vamos retirando el premio, o pasándolo de lo material a lo social.

6. Algunos pueden pensar que estamos “sobornando” a nuestro hijo. No es eso. Toda nuestra vida se encauza hacia lo positivo: premio, salario, satisfacción personal. La modificación de conducta es un instrumento más para conseguir que el niño y la familia mantengan un estilo positivo de vida.

Ignorar lo negativo

Ignorar puede ser otra técnica para suprimir una conducta inapropiada. ¿Podrían decirme si siguen llamando a alguien que jamás les devuelve la llamada? Pronto dejan de hacerlo y lo ignoran. Lo mismos pasa con los niños. Si conseguimos ignorar de manera constante esas conductas que tratan de llamarnos la atención –las rabietas, el toquiteo, las interrupciones–, dejarán de hacerlas.

Es cierto que resulta muy difícil ignorar algunas de esas conductas. Trate de mantenerse entonces muy ocupado, y si ya no puede más márchese de la habitación.

Saber interrumpir: tiempo de descanso

Algunos niños tiene conductas tan perturbadoras que resulta imposible ignorarlas. Dese un respiro, cuando con calma retira a su hijo de la situación y lo coloca en un lugar seguro; eso le

alivia a usted y al niño le da la oportunidad de enfriarse. Utilice incluso un reloj para dar un tiempo determinado, o deje que el niño vuelva cuando su conducta negativa haya terminado. Asegúrese de que el niño entiende por qué ha sido retirado y sugiérale la conducta más apropiada.

Establecer buenos ejemplos

Si el niño ve que hay que gritar para hacerse oír, porque la casa es chillona, lo hará para pedir su turno y su atención. Si contestamos de malos modos a nuestros hijos o a nuestra esposa o esposo, él lo hará también. No tenemos más remedio que comportarnos como deseamos que él se comporte. Porque no olvidemos una diferencia: Nosotros sabemos discernir cuándo podemos soltar un taco y cuándo no; ellos no. Cuándo dar un beso y cuándo no; ellos no si no lo aprenden explícitamente.

Terquedad, cerrazón, obstinación, ausencia

Vemos con cierta frecuencia que niños y adolescentes con síndrome de Down muestran una terquedad casi invencible, de la que se valen para decidir y deshacer a su antojo y cuando ellos quieren. Como si fueran ellos los que marcan el ritmo de trabajo cuando ellos desean y deciden.

¿Qué es lo que les impulsa tan tercamente a llevar la contraria, o simplemente a ausentarse, a adoptar una actitud poco colaboradora o poco participativa que de repente a veces adoptan?

¿Perdura esta actitud toda la vida? ¿Cabe hacer algo o modificar esa conducta?

Empecemos a contestar por lo más fácil.

Primero, la percepción de esa conducta es real. No podemos afirmar que esa conducta sea exclusiva del síndrome de Down, como si se tratase de una de sus características fenotípicas, o si se aprecia también en otras formas de discapacidad intelectual, como parte de sus dificultades de adaptación.

Segundo, la educación (la buena educación, claro) consigue mejorar sustancialmente esa forma de conducta.

Llama la atención esa especie de contradicción: la sensación de afabilidad que con frecuencia transmiten los niños y jóvenes con síndrome de Down, junto con conductas tercas.

Nos parece que esa forma de conducta suele iniciarse como parte de un período evolutivo de negativismo y de descubrimiento, entre los 2 y 4 años, que ciertamente en el síndrome de Down se prolonga más tiempo. Para nosotros es lo que podríamos llamar la primera transición: es cuando surge la primera sensación de independencia (para coger las cosas, para desplazarse, para

actuar), de ser dueño de sus actos, del comienzo del yo. En algunos niños, esto puede ser mucho más acusado que en otros por diversas causas:

a) Una particular resistencia a concluir una tarea gratificante; una particular dificultad para aceptar el cambio de tarea. Y es que cambiar a algo significa abandonar lo anterior. Prestar atención a algo nuevo implica dejar de prestarla a lo anterior. Esto requiere un mecanismo cerebral concreto que puede estar alterado en algunas personas con síndrome de Down. Hay algo especial que se ha analizado repetidas veces en el cerebro de los niños con síndrome de Down. Normalmente, los estímulos nuevos provocan en el cerebro cambios de las ondas eléctricas producidas por la actividad neuronal. La repetición de estos estímulos hace que estas ondas vayan disminuyendo de intensidad hasta casi desvanecerse. En muchos cerebros con síndrome de Down no ocurre así: la repetición de estímulos sigue produciendo ondas de igual intensidad. ¿Significa esto que el cerebro tiene menos flexibilidad? No lo sabemos.

b) El modo con que iniciamos a manejar estas conductas. ¿Estamos seguros que nos ha oído y entendido bien? ¿Le damos tiempo para interiorizar nuestra orden o decisión? ¿Hacemos el cambio de tarea con explicaciones que sean coherentes, aunque al principio no nos las entienda?

c) Podemos agravar esta conducta si mostramos claramente nuestra contrariedad, con nuestra brusquedad de voz, con riñas en las que únicamente damos rienda suelta a nuestro enfado, y ya no digamos si utilizamos alguna forma de violencia, porque es el modo de demostrarle que nos está mortificando.

d) En algunas personas, las menos, esta conducta se encuentra exacerbada: se mantiene, es muy notoria. Habrá que pensar que forma parte de su carácter, más “rebelde”, agravado por el hecho de que tiene menos flexibilidad y capacidad de raciocinio.

Lo que no podemos decir es que esto ha de ser permanente, ni mucho menos. El salvar este período de negación que, insisto, en buena parte es de carácter evolutivo agravado por una menor flexibilidad y adaptabilidad, va a depender mucho de la forma de educar:

- Avisar con tiempo

- Proponer la nueva tarea con alegría

- Promover el autocontrol

- Establecer horarios para las diversas tareas y preparar el cambio

- Alabar la realización de las tareas más ordinarias

- Implicarles en las rutinas de la casa, es su responsabilidad

- Promover la confianza en la madre o padre porque:

- demuestran una y otra vez que tienen razón

- actúan con constancia

- saben dar explicaciones

- Promover la reflexión, acorde con su capacidad de comprensión

- Tener paciencia

Cómo ayudar a que el niño siga aprendiendo

Podemos pensar que, como ya el niño va a la escuela, nos podemos echar a descansar. Se acabó el ir de un lado para otro: a la intervención temprana, a la logopedia, a la fisioterapia. Ahora ya está la escuela que es la que se tiene que encargar de que el niño avance.

Vana ilusión. Porque eso es cierto hasta un cierto punto; pero ¿qué padre no sigue involucrado en la educación de sus hijos? Revisar las tareas para casa, completar explicaciones. Pues bien, en un niño con discapacidad, nos toca estar mucho más encima. De manera que lo primero que habremos de conseguir es establecer una buena relación con los educadores de nuestro hijo.

Éste puede ser un tema que suscite pasión. Por parte de padres y de maestros, porque los unos echan la culpa de los aparentes fracasos a los otros. Lo único que podemos decir aquí y ahora es que todos tienen su parte de razón, pero no cabe otra alternativa que sentarse y tratar de ponerse de acuerdo.

La tarea sigue en casa. Pero los padres no son profesores, hay que distinguir bien unos papeles de otros. Por va a haber que abordar esa tarea con una serie de condiciones previas necesarias para que una actividad que debe ser relajada y positiva no se convierta en algo frustrante o, todavía peor, atormentada.

1. En lo posible, habrá que elegir momentos de descanso y relajados. En los que el niño esté bien despierto. Si vemos cansancio o tensión, mejor dejarlo. Hemos de saber establecernos límites: los nuestros y los del niño.

2. Reservar un sitio tranquilo, sin posibilidad de distracción, con buena luz, con alguna música suave

3. Aprenda las señales que su niño le envía sobre cómo se sienten.

4. Aplauda y alabe sus esfuerzos para comunicarse.

5. Sea coherente y constante.

6. Imite a su hijo, porque la imitación es el primer modo por el que todos aprendemos.

7. Repita las actividades.

8. Sea persistente. Una de las tareas más difíciles que tenemos como padres es proseguir cuando parece que nada avanza.

9. Utilice cualquier oportunidad para enseñar, pero sin agobiarle, sin exigirle una respuesta inmediata: enseñar las cosas, nombrarlas, tocarlas, implicándole en que “ayude” en ciertas tareas como recoger la compra, guardar las cosas.

10. Siempre con un sentido positivo. Meta el juego en las actividades.

11. MANTENGA LA ALEGRÍA EN LA CASA.

12. Cuando realmente no esté en situación, pare. Dese un respiro. Sería contraproducente iniciar la sesión de trabajo, para el niño y para Vd.

Enseñar las tareas paso a paso

Elija primero las tareas que va a enseñar y desmenúzcalas en pasos que el niño habrá de seguir. Es bueno tanto para las habilidades perceptivo manipulativas como para las de orden cognitivo. ¿Cómo ponerse un calcetín?

Aplicar las leyes generales del aprendizaje

• Cuando dos sucesos se presentan juntos al mismo tiempo y en el mismo sitio, se aprenden juntos.

• La repetición aumenta la probabilidad del aprendizaje

• Los niños tienden a repetir los actos que les satisfacen.

• Los niños aprenden más fácilmente si la información que se presenta juntamente permanece junta.

Dar a elegir

Aprender a elegir enseña a un niño a tomar decisiones. Hay muchas cosas que podemos dejar a su elección sin por ello hacerlo caprichoso.

Utilizar listas, relojes, planificaciones

En ellas se recogen las actividades diarias y tareas que el niño ha de hacer, a lo largo del día, o de la semana. Hacerlo con él e ir anotando las tareas realizadas de manera que queden visibles y premiadas.

Mis tareas de la semana

Ir creando la confianza en sí mismos

Requiere tiempo pero, a la larga, es lo más creativo para motivar el aprendizaje del niño y para ayudarle a crear una buena imagen de sí mismos. Lo van a necesitar porque todo lo tienen en contra. La conciencia creciente de sus limitaciones, el compararse con sus hermanos. Lo hacemos ya al proporcionarles seguridad en la casa y exposición a diversas experiencias; salidas, excursiones, compañía, al alabarles lo que hacen, al permitirles elegir.

Muestre a su hijo que le respeta y lo valora como persona teniendo en cuenta, por ejemplo, lo siguiente:

• Llamar a la puerta antes de entrar en su cuarto

• Decir “por favor” y “gracias” en cuantas ocasiones le parezca que él debería decirlos

• Hablar en privado con él cuando haya que llamarle la atención, nunca delante de los demás y, por supuesto, jamás humillándole

• Presentarle a las amistades

• Incluirle en las conversaciones

• Darle la oportunidad de responder sin adelantarse a hablar o responder por él

• Reconocer su esfuerzo, por pequeño que sea

• Escucharle atentamente cuando habla, mirándole a los ojos para que note que se le atiende

• Decirle algo positivo todos los días

Así es como el niño va ganando en confianza y se motiva para aprender. Esto hay que empezarlo desde muy pequeño y mantenerlo siempre, hasta que forme parte de la conducta habitual. Les aseguro que funciona.

¿Cómo le puedo poner límites a mi hijo(a) con Síndrome de Down?

Esta es una pregunta muy frecuente que se hacen los padres que tienen la bendición de tener a su lado a un niño con Síndrome de Down.

Pero y como lo pueden hacer? Muy fácil

Primero tenga presente que los niños con Síndrome de Down no tienen que ser distintos a otros niños y son perfectamente capaces de aprender y saber cuando se debe hacer algo y cuando no, el problema ha sido que algunos padres, los sobreprotegen por tener una cualidad distintas y esto provoca que los vean como que no son capaces de ciertas conductas.

Segundo, ayude a su hijo a desarrollar su propio autocontrol para que pueda ser independiente y responsable y como hace esto? al igual que cualquier otro niño explíquele, enséñele horarios para comer, bañarse y dormir, solo recuerde que la única diferencia es que debe ser constante y paciente por que ellos aprenden a su ritmo.

Tercero, lo más importante para que un niño con Síndrome de Down logre aprender hñabitos, límites y disciplina es la convivencia en familia la que hace la diferencia ya esto ayuda a que ellos formen las bases para la interacción con otras familias.

Y por último al igual que otros es necesario decir que no cuando sea necesario, imitarle comportamientos, en fin enseñarle así como se lo enseñaría a cualquier otro niño. Recuerde los límites dan seguridad y confianza a los niños además de que ayuda a que ellos logren respetar a los demás y hagan y se hagan respetar a ellos mismos y no es diferente si su hijo o hija presenta alguna limitación distintas.

Down 21

Aunque crea que es un tópico en desuso, nunca dude que usted es el mejor educador y psicólogo de sus hijos. Para bien e incluso para mal –desgraciadamente, en ocasiones– la figura de los padres o tutores es el timón del barco que dirige su primera formación como niño que se convertirá en persona y en adulto.

Queramos o no, como padres y educadores que somos, hay aspectos de la formación educativa que siempre debemos tener presentes, y más aún cuando nuestros hijos tienen necesidades pedagógicas especiales, como es el caso del síndrome de Down.

La mayoría de los niños con síndrome de Down presentan un buen estado de salud y se crían bien cuando se encuentran en un ambiente cálido y afectivo. Con todo, es probable que usted aprecie un retraso en su desarrollo que suele abarcar tanto a las habilidades motrices como a las habilidades sociales, comunicativas y cognitivas. “Es un bebé muy tranquilo”, se suele decir. Quizá demasiado tranquilo.

Este retraso afecta a su capacidad para voltear, sentarse, gatear, mantenerse de pie (pararse), gatear o andar; a su capacidad para deglutir y aceptar alimentos sólidos; a su capacidad para responder prontamente a los estímulos visuales o auditivos y dirigir la mirada; a su capacidad para iniciar la emisión de sonidos y balbuceos; o a su capacidad para manipular juguetes e integrarse y participar en juegos sencillos.

Su hijo va a aprender todo esto y mucho más. Pero lo va a hacer a su propio ritmo: le va a costar más tiempo y va a necesitar que le ayudemos a aprender. Esta relativa torpeza en la adquisición de habilidades y de recursos de aprendizaje se debe a los problemas que la trisomía 21 ejerce sobre

el desarrollo del cerebro. Pero los científicos afirman que la estructura y la función del cerebro pueden mejorar cuando éste recibe una adecuada estimulación.

Por eso, nuestro gran reto para conseguir que el bebé con síndrome de Down llegue a alcanzar una vida rica y llena de posibilidades va a ser estimular y activar el desarrollo de su cerebro mediante una inteligente, paciente y constante intervención educativa. Es importante que esta intervención se inicie precozmente, porque es cuando el cerebro se encuentra más receptivo. Por eso iniciaremos pronto los programas de Atención Temprana. Pero es igualmente importante continuar la formación integral de los escolares con síndrome de Down, potenciando sus aprendizajes en el centro escolar y fomentando actividades adecuadas para los tiempos de ocio que completen su desarrollo global.

Canal Down21 pretende dar cobertura al inmenso recorrido de la educación, desarrollo y formación de una persona con síndrome de Down y para ello pone a su disposición ciertas claves indispensables para llevarlo a cabo, en todas las secciones de su área educativa.

b1. TALLER PARA PADRES: EDUCANDO A NUESTROS HIJOS: LOS LÍMITES

2. LOS LÍMITES: ¿QUÉ SON? CONSTRUCCIONES ARTIFICIALES PROCESO DE DIFERENCIACIÓN ARBITRARIEDAD NECESARIA PARA PODER ENTENDER O ENTENDERNOS ORGANIZA - ORDENA – DA SENTIDO – ORIENTA SOCIO-CULTURALMENTE

3. NO EXISTE UNA ÚNICA MANERA DE PONER LÍMITES Son fundamentales para el desarrollo de la salud psicofísica de los niños CONTRIBUYEN A LA CONSTITUCION DEL NIÑO(SUJETO EN DESARRROLLO) ORIENTANDO EN LA DISCRIMINACION ACERCA DE LO QUE PUEDE HACER Y LO QUE NO, Y DE QUE MANERA HACERLAS. ¿PARA QUE SIRVEN?

4. LA PUESTA DE LÍMITES POSIBILITA… Percibirse como una persona diferente de los demás. Diferenciar lo que esta bien de lo que está mal. Ordenar y organizar una rutina. Darle herramientas para el autocuidado. SON UN ACTO DE AMOR Y PROTECCIÓN HACIA LOS NIÑOS

5. LA PUESTA DE LÍMITES SE INICIA DESDE EL NACIMIENTO… Los primeros organizadores del niño: El orden y la rutina que se establece. Los horarios y ciclos de alimentación. En el sueño. En los hábitos de higiene. En los horarios de Juegos y paseos.

6. LÍMITES : FACTORES INTERVINIENTES SE OBSERVA UNA FUERTE CONTRIBUCIÓN DE LOS MMC EN EL DESDIBUJAMIENTO DE LOS LÍMITES EN ROLES, FUNCIONES Y TAREAS DENTRO DELA FAMILIA Y LA ESCUELA DE LA REALIDAD Y FICCIÓN

7. Los adultos contamos con modelos internos, en función de cómo hemos sido tratados en nuestras infancias… Y hacemos juicios de Valor acerca de cómo hemos sido criados por nuestros padres, condicionando nuestro criterio a la hora de “poner límites”.

8. LA CARENCIA DE LÍMITES IMPIDE LA AUTORREGULACIÓN DEL COMPORTAMIENTO Y LAS ACCIONES Si una conducta no recibe consecuencia (contingencia) alguna; ni positiva (estimuladora de la misma), ni negativa (atenuadora de la misma); no podemos distinguir sobre las ventajas o desventajas de mantenerla.

9. FINALMENTE… ¿QUÉ HACER? ¿CÓMO? Nos quejamos ? Lo maltratamos? Nos angustiamos? Nos paralizamos? Escuchamos? Reflexionamos?

10. NO A QUE ?? NO PORQUE?? NO PORQUE NO ?? CUANDO NO... ? NO, … CUANDO… NO QUIERO….

11. ¿ CÓMO DEBEN SER LOS LÍMITES? FIRMES CALIDOS ORGANIZADOS Consistencia Opuesto al maltrato Coherencia Solidez Afecto – Cariño Realidad

12. COMO ESTABLECEMOS LOS LÍMITES?? Cada familia tiene una modalidad Particular de establecer los límites. Esa modalidad tiene que ver con las experiencias infantiles de los padres y de cómo ellos fueron educados.

13. TIPOS DE LÍMITES TIPOS CARACTERÍSTICAS IMPACTO EN EL NIÑO ADECUADOS FIRMES CALIDOS ORGANIZADOS AUTONOMÍA INCOHERENTES DESORGANIZADOS DESORDEN AUTORITARIOS CONFLICTIVOS TIMIDEZ-SOMETIMIENTO DICTATORIALES FIRMES NO CALIDOS DESORGANIZADOS REBELDÍA MIEDO O ANULACIÓN INDULGENTES CALIDOS NO FIRMES ORGANIZADOS PEREZA DEBILIDAD COMODIDAD CONFUSOS CALIDOS NO FIRMES Y DESORGANIZADOS DUDA INSEGURIDAD Y AMBIGUEDAD INDIFERENTES NO CALIDOS NI FIRMES ABANDONO Y VACÍO INEXISTENTES NO CALIDOS NI FIRMES NI ORGANIZADOS ANGUSTIA Y CAOS

14. Los LÍMITES, o el NO ( porque NO! ), tendrán poca eficacia para evitar consecuencias negativas en nuestros hijos; sobre todo las que se engloben en las llamadas conductas sociales y en los momentos en que ellos se desenvuelven autónomamente.

15. SI NO HAY UN ACUERDO ENTRE LOS ADULTOS, PADRES O FIGURAS DE AUTORIDAD, CONVIVIENTES O NO, DE NADA SERVIRÁN LOS LÍMITES. LOS HIJOS RECONOCEN MUY BIEN QUÉ PADRE ES MAS “PERMISIBLE” PARA DETERMINADAS AUTORIZACIONES, Y A ÉL SE DIRIGIRÁN CUANDO PRETENDAN ALGO, AUNQUE SABEN QUE LUEGO ESO GENERARÁ CONFLICTO EN LA PAREJA CON ACUSACIONES MUTUAS DE AUTORITARISMO O PERMISIVIDAD INDISCRIMINADA.

16. CUANDO...? Cuando de poner límites a los hijos se trata, su éxito estará relacionado, entre otras cosas, con la edad del que los recibirá - ya que no es lo mismo un niño, un adolescente, o un adulto joven de 30 años.

17. Cuando el Castigo- Penitencia, el susto o la amenaza; se vuelven un modo permanente de “poner límites, solo logramos que el niño “obedezca” momentáneamente para evitar la reprimenda…. ESTO NO FAVORECE A LA INTERIORIZACIÓN DE LOS LÍMITES NI TAMPOCO A LA CONSTRUCCIÓN DEL AUTOCONTROL.

18. UN LÍMITE, CASTIGO o PENITENCIA DEBE TENER UNA CORRELACIÓN TEMPORAL (CRONOLÓGICA) ENTRE EL HECHO REALIZADO Y SU APLICACIÓN . De nada valdrá aplicar un LÍMITE sobre una conducta realizada la primavera pasada, si ya estamos ingresando en el invierno del nuevo año. LA FINALIDAD DEL CASTIGO ES QUE ALECCIONE , Y PARA ESO NO ES NECESARIO QUE DURE UNA ETERNIDAD.

19. SOPORTAR LOS BERRINCHES… Berrinches, gritos, “caras larga” (que suelen ser molestos), pueden evitarse solicitando, de buen modo, ( ya que lo que se castiga es la conducta y no la persona ) a retirarse a un sitio donde no se lo vea o escuche, hasta que se calme. UN LÍMITE DEBE SER FACTIBLE DE CUMPLIR…se ….

20. DESARROLLO DE LOS LÍMITES Se construyen en el seno de la relación entre Padres e hijos ASIMETRÍA (autoridad-normas, valores) Función reguladora de los padres: formar la AUTORREGULACIÓN de los impulsos (gobernabilidad)

21. MODELOS DE FAMILIA FAMILIA EDUCADORA FAMILIA COMPRENSIVA FAMILIA PERMISIVA FLEXIBILIZACION DE NORMAS Y DEBILITAMIENTO RESPONSABILIDADES DE NORMAS Y FUERTE AUTORIDAD DEMOCRACIA DE LAS EMOCIONES VALORES MARCADA ASIMETRIA ACERCAMIENTO ROLES DISOLUCION DE ROLES Pedagogía Disciplinaria Pedagogía Correctiva Pedagogía Psicológica Escuela CIENTIFICISTA Escuela CRÌTICA Escuela FLEXIBLE LA COMPOSICIÓN Y ESTRUCTURACIÓN DE LA FAMILIA HA SUFRIDO TRANSFORMACIONES EN ARTICULACIÓN CON EL MODELO CULTURAL VIGENTE

22. FAMILIA Y ESCUELA Las familias y escuelas acompañan y ofrecen recursos cognitivos o normativos, que en los años que van entre la niñez y juventud; son importantes para formar una imagen de si mismos y del lugar que cada cual puede ocupar (y de hecho ocupa) en la sociedad .

23. SOCIALIZACIÓN La socialización enseña a las nuevas generaciones a comportarse normalmente dentro de los espacios sociales que ellos frecuentan. En donde el sujeto puede apropiarse de normas valores y creencias que profesa la comunidad en la que el sujeto habita

24. Y ADEMÁS… Trabajar los límites desde el afecto , comunicación y autoridad. Entendiendo al niño según su momento evolutivo y características. TRABAJAR DESDE LA DISCIPLINA INDUCTIVA: razonamiento, negociación, autonomía, autoestima y autocontrol .

25. EN RELACIÓN A LA ESCUELA Logrando una buena comunicación con la docente, respecto a las pautas y rutinas cotidianas en la casa y la escuela. Orientando al niño en la organización y uso del tiempo y los materiales de trabajo. Estimulando al niño a participar activamente, expresando y aceptando las diferencias, en base a la tolerancia.

26. MUCHAS GRACIAS POR PARTICIPAR!!

27. FUENTES BIBLIOGRAFICAS LÍMITES DIFUSOS Osvaldo Dallera PONER LÍMITES Ernestina Rosendo LOS LÍMITES Ricardo Musso

Que son los limites?

¿QUÉ SON LOS LÍMITES?, ¿PARA QUÉ SIRVEN?:

No hay recetas ni fórmulas que nos indiquen cómo, cuándo, por qué y para qué debemos poner límites. Por este motivo considero importante dejar en claro un concepto con el que coinciden numerosos autores y profesionales expertos en el tema:

“Los golpes, humillaciones, maltratos, insultos e indiferencias NO CONSTITUYEN en la concepción del niño NADA que lo vincule a la puesta de límites.”

Sólo sirve para descargar nuestras broncas, insatisfacciones, frustraciones y agobios. Pero en el niño causa miedo, desvalorización, es degradante de su autoestima y construye la creencia de que no es querido o apreciado por sus padres.

Si tenemos en cuenta el momento histórico que transitamos, debemos considerar que mamás y papás nos encontramos en la búsqueda de un equilibrio entre el autoritarismo (puesta exagerada de límites) y la permisividad total (sobreprotección y carencia de límites) que se transforma en negligencia y que el niño siente como abandono, desafecto o desinterés.

Esta situación social actual nos lleva a destacar la importancia del establecimiento de límites claros y precisos desde temprana edad para contribuir al desarrollo del niño, poder alcanzar una adolescencia, juventud y adultez con matrices de aprendizajes y de conductas más sanos, y construir un vínculo padres-hijos que implique seguridad, contención y responsabilidad, enfrentando al niño con las consecuencias de sus acciones. Esto favorecerá la construcción de la autoestima como pilar fundamental del desarrollo psicológico y social del niño.

Podemos concluir entonces, diciendo que poner límites no consiste solamente en mostrarles a nuestros hijos lo que “deben” o “no deben”, es también introducir la posibilidad de esperar, compartir, respetar y aprender todo aquello que lo va a ordenar y guiar.

Cuando los padres delimitamos, mostramos un camino, y esto le permite al niño crecer más seguro y tranquilo e incorporar reglas y normas necesarias.

Para finalizar, comparto con ustedes algunas ideas finales que formaron parte de estos encuentros de taller:

Los límites organizan el mundo de los niños.

Los límites dan seguridad.

Los límites posibilitan el desarrollo de la tolerancia a la frustración.

Los límites preparan al respeto de las normas de convivencia.

Es necesario poner los límites antes de enojarse para poder sostener la propia palabra.

Es importante que el límite esté dirigido a la conducta indeseada y no al niño o a sus emociones.

En necesario sostener la puesta de límite del otro padre.

No humillar ni denigrar al poner la penitencia o reprimenda.

Los niños aprenden a respetar si son respetados.

La penitencia debe ser acorde a la falta cometida.

Los límites deben ponerse desde el afecto, con firmeza y claridad.

Poner límites también significa habilitar a los niños a hacer muchas cosas.

Los límites dan alas.

Educar a un niño es como sujetar un jabón…

Si lo aprietas mucho sale disparado.

Si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos.

Una presión suave pero firme, lo mantiene SUJETO.

Lic. Luciana Causerano

Psicopedagoga

El Vuelo del Halcón:

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería, para que los entrenara.

Pasados unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía qué le sucedía: no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.

El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave.

Encargó, entonces, la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil.

Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.

El rey le dijo a su corte, "Traedme al autor de ese milagro". Su corte rápidamente le presentó a un campesino.

El rey le preguntó: - ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?

Intimidado el campesino le dijo al rey: - Fue fácil mi rey. Sólo corte la rama, y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar.

Agresividad en niños down?

En algunas ocasiones, cuando personas que hacía tiempo no veía se enteran de que Benjamín nació con síndrome de Down, la primera reacción (aparte de la expresión de asombro) es decir “son niños muy dulces y dóciles”, a lo que he contestado “pues Benjamín tiene carácter fuerte y dominante”, inmediatamente el siguiente comentario ” bueno, es que también hay algunos que son agresivos, talvez tu niño es de esos”.

Qué???!!!, quiere decir que un niño con SD no puede ser como cualquier otra persona? con sus ratos buenos y malos? o es dulce o es agresivo?. No!, un niño con síndrome de Down es como cualquier otro, pueden ser tan bien o mal portados en función de lo que se les enseñe o deje de

enseñárseles, debemos imponer límites como a cualquier otro de nuestros hijos, los necesitan para crecer, para aprender que la sociedad tiene reglas que hay que cumplir, pero su carácter (que finalmente heredan de los padres y terminan de formar con su educación) no tiene que estar ligado al cromosoma extra con el cual nacieron.

Por otro lado, en el caso específico de nuestros niños con dificultades de lenguaje (al igual que con niños sin SD que aún no aprenden a hablar), en ocasiones la falta de lenguaje puede traer consigo frustración y conductas inadecuadas (esto no implica necesariamente agresividad) que podemos ir corrigiendo con educación en coordinación casa-escuela y por supuesto ayudando a incrementar el lenguaje en nuestros pequeños para disminuir poco a poco la causa de la conducta indeseada. Les comparto un fragmento de un texto de interés (down21.org):

1.3. Conductas disociales

Se entiende por conducta disocial la actitud de oposición, la conducta desafiante, las manifestaciones agresivas y la conducta disruptiva. La no aceptación de normas, las actitudes de provocación y la actitud de oposición hacen muy difícil la relación con el sujeto.

Capone utiliza el término conducta disruptiva para referirse a un patrón de descontrol de la conducta, observable, capaz de desorganizar las actividades interpersonales y las de grupo. Como este mismo autor señala, es importante distinguir entre “niños activos con una conducta apropiada a la edad de su desarrollo (inferior a la cronológica) de los que muestran un patrón persistente de descontrol conductual que provoca alteraciones sociales y académicas”.

Los trastornos de conducta son relativamente frecuentes en el síndrome de Down. Para realizar un buen psicodiagnóstico, hay que descartar, en primer lugar, problemas médicos como el hipertiroidismo, la celiaquía, las apneas y el dolor crónico, entre otros, que pueden producir dichos trastornos. En la población general, los trastornos de conducta suelen aparecer entre los 5 y los 7 años. Sin embargo, los niños pequeños con síndrome de Down pueden mostrar conductas desafiantes, hiperactividad motora y dificultades de atención antes de los tres años.

Las manifestaciones agresivas constituyen un motivo de preocupación importante. Suelen tener un carácter impulsivo o, incluso, pueden tener como objetivo el llamar la atención. El niño agresivo se siente muy rechazado y ese rechazo, a la vez, le hace ser más agresivo. Se trata de una

manifestación, un síntoma de conflicto, que puede tener causas muy diversas. Curiosamente, bastantes consultas por agresividad no provienen de un carácter violento, sino de circunstancias puntuales que tienen que ver, generalmente, con frustraciones internas de diversa índole. Y ahí está la clave, porque sólo identificándolas podremos conseguir la solución de los problemas.

Las consultas por actitudes de provocación y de oposición son frecuentes también en niños con síndrome de Down. Los padres definen a los niños como tozudos o tercos, que sólo quieren hacer su voluntad y provocan continuamente para que se esté pendiente de ellos. Realmente, es muy difícil manejarse con las provocaciones y no responder a ellas. Tras estas actitudes suele existir un tipo de vínculo muy estrecho y ambivalente y una dificultad importante para poner límites que permiten que persista esta conducta.

En la población con síndrome de Down la prevalencia de los trastornos de conducta es mayor que la que se observa en la población general. Los factores que pueden predisponer a que los niños con síndrome de Down muestren una conducta desorganizadora, siguiendo el estudio publicado por Capone, pueden ser los siguientes:

Exigencias poco realistas basadas en las expectativas del desarrollo (habla, lenguaje, cognición, autoayuda);

Ansiedad recurrente, frustración;

Órdenes inmediatas que exigen interrumpir una actividad preferida o abandonar un ambiente;

Desajuste temperamental entre los padres y el niño:

Descontrol de los impulsos

Un estilo cognitivo rígido e inflexible;

Una conducta aprendida para llamar la atención social o para escaparse

Existen alteraciones médicas que pueden predisponer a la aparición de trastornos de conducta y que hay que tener en cuenta a la hora de realizar un diagnóstico: el dolor físico no detectado, el hipertiroidismo, los trastornos del sueño o los efectos secundarios de algún tipo de medicación.

Puede verse una ampliación de toda esta problemática en el síndrome de Down en http://www.downcantabria.com/revistapdf/94/100-105.pdf

El abordaje terapéutico en estos casos se realiza a nivel familiar o, en todo caso, con los padres. Exige un análisis muy cuidadoso de situación, incluso asistir a alguna sesión en donde surja la provocación para analizar bien cuál es el comportamiento de cada una de las partes: el niño y los padres. Es necesario dedicarle tiempo, incluso elaborar programas de actuación. Salvo casos muy excepcionales, la medicación es inútil aunque más de uno recurra a ella pensando que se trata de un problema psicótico.

INTERVENCIÓN SOBRE LA CONDUCTA EN NIÑOS CON SÍNDROME DE DOWN

Emilio Ruiz Rodríguez

IntroducciónFomento de las conductas deseablesConsecuencias naturales

 PRIMERA PARTE IntroducciónEl comportamiento de la mayoría de los niños con síndrome de Down es semejante al propio de otros niños de nivel similar de desarrollo y, en general, no presentan especiales dificultades en este terreno (Buckley y col., 2005). Suelen tener una buena comprensión social y les resulta sencillo aprender por imitación, por lo que su conducta en situaciones interpersonales puede ser adecuada a la edad, a pesar de sus retrasos en otros campos, como el lingüístico o el cognitivo. No obstante, se estima que la prevalencia de trastornos de conducta disruptiva es algo mayor que la que se aprecia en la población general (Capone, 2007).La integración escolar y la inclusión social parten de un requisito previo ineludible: la presencia de unas competencias sociales básicas y el dominio de las habilidades apropiadas para cada situación. Uno de los factores que más dificultan la integración de los niños con síndrome de Down en centros escolares ordinarios y que preocupa especialmente a padres y profesionales, es la presencia de conductas disruptivas o inadecuadas. Con ellas rompen la dinámica de las clases, retrasan el aprendizaje y producen tensión en profesores y compañeros.Es esencial fomentar un comportamiento adecuado a la edad para que tengan éxito en sus interacciones sociales, en la familia, en el entorno cercano y en el colegio. Muchas dificultades potenciales pueden evitarse estableciendo unos hábitos claros y unas directrices firmes en la familia desde pequeños (Díaz-Caneja y Flórez, 2006). En otras ocasiones es la carencia de unas habilidades sociales básicas el origen de las complicaciones. Se ha de comprobar también si su actuación indebida o molesta es una forma de comunicación que indica la existencia de una problemática añadida o de algo que preocupa o angustia al niño. Las dificultades de expresión oral, la presencia de un nuevo hermano, el nivel excesivo de exigencia en casa o en el colegio, la ausencia de adaptaciones y apoyos que le permitan seguir los contenidos escolares o su incapacidad para comprender las demandas del entorno, son otras tantas causas que pueden explicar la presencia de conductas inapropiadas.Los compañeros del colegio o los hermanos pueden también animar o provocar al niño con síndrome de Down para que actúe de determinada manera y constituyen otro de

los elementos que se han de valorar y controlar. No obstante, la motivación fundamental suele ser llamar la atención del adulto y los comportamientos problemáticos se mantienen por la recompensa que obtiene el niño, por lo que la intervención debe implicar un cambio en la actuación de quienes le rodean. Si el adulto modifica su reacción, el niño variará su conducta.

Fomento de las conductas deseablesLa intervención sobre las conductas inapropiadas se comienza en el momento en que se utilizan programas para que esas conductas no aparezcan. Se ha de tener en cuenta que siempre es más difícil corregir un comportamiento inadecuado ya consolidado que instaurar una nueva conducta; de ahí que, teniendo en cuenta este enfoque preventivo, lo más fructífero es desarrollar conductas deseables en el niño. Establecer las que son incompatibles con el comportamiento inadecuado es la primera estrategia válida para anular sus efectos, ya que conforman una barrera inicial para su aparición. De forma simultánea, se han de fijar normas y límites desde edades tempranas, así como aplicar de manera sistemática y continuada programas de entrenamiento en habilidades sociales para evitar que surjan las conductas disruptivas (Verdugo, 1989; Caballo, 1993; Monjas, 1999; Izuzquiza, 2007; Ruiz, 2007). Una medida muy útil es implantar unos hábitos diarios, estables y predecibles desde la infancia; por ejemplo, en lo relativo al sueño y las comidas.Para fomentar las conductas deseables, comenzaremos por definir unas normas claras y unos límites fijos desde los primeros años. Un principio de funcionamiento válido es el que se basa en las 3 “R”: Reglas, Rutinas y Responsabilidades.Se han de fijar unas reglas precisas, unas pocas normas que serán explicadas al niño con claridad, así como las consecuencias de saltárselas. Se cumplirá siempre y sin excepciones la consecuencia prevista si no cumple la regla, por ejemplo, retirándole concesiones o privilegios; y esa consecuencia será proporcionada de la forma más inmediata posible. Es difícil que produzca efectos beneficiosos sobre el comportamiento una medida como “por el berrinche de hoy te dejo sin cine el sábado”, o el consabido “ya verás cuando venga papá a la noche”. De hecho, puede ocurrir que se le “castigue” por algo que ocurrió mucho tiempo antes, en un momento en que el niño está actuando bien, lo que evidentemente le producirá confusión, ya que puede relacionar el castigo con lo que acaba de hacer. Por supuesto, cada familia establecerá las normas que considere oportunas, diferentes de unas a otras, pero lo esencial es que esas normas existan.Las reglas aplicadas con constancia se consolidan como rutinas, que el niño incorpora a su día a día con naturalidad. La sucesión de actos repetidos hace la vida más previsible y, por tanto, más segura para el niño. Los niños con síndrome de Down manifiestan con frecuencia cierta perseverancia en su conducta, comportamientos rituales, que algún padre califica de “manías” y que les hacen parecer tercos y obstinados. Es posible que ese exceso de orden en su habitación o esa tendencia casi obsesiva a seguir unas rutinas diarias, constituyan para ellos una forma de lograr una mayor sensación de control en su vida, que les tranquiliza y ayuda a sentirse mejor. Constituiría una especie de paraíso de tranquilidad que hace predecible un mundo que en general les desborda y les desconcierta.Por último, las rutinas repetidas se convierten en responsabilidades, entendidas como tareas desempeñadas por el niño de forma cotidiana, que asume con normalidad y que descarga a otras personas del peso de pensar en ellas. Una labor realizada tras una orden o un recordatorio, no es una responsabilidad. La responsabilidad no es tal hasta que se asume como propia, y en el caso de los niños con síndrome de Down, esto se logra con relativa facilidad a través de la repetición frecuente de las rutinas.Asimismo se puede utilizar el modelo del semáforo como estrategia práctica.

El semáforo verde indica las conductas que son admitidas siempre, en casa o en el colegio. Sonreír, mirar a la cara, jugar, hablar con compañeros, recoger

sus juguetes o ayudar en determinadas tareas en casa, han de ser verdes en todas las ocasiones.

El semáforo rojo delimita las acciones que están prohibidas y que en ningún caso y bajo ningún concepto serán admitidas. No se grita, ni se empuja a otros niños, ni se consienten berrinches, ni se pueden tocar los enchufes de la electricidad, en ningún caso. En estas situaciones, se ha de decir ¡NO! con firmeza cuando sea necesario.

Por último, marcaremos en color naranja las normas que a veces se aplican y a veces no, según la situación. Jugar en la cama de los padres, poner en marcha el reproductor de DVD, utilizar el ordenador de papá o tocar los alimentos con las manos, son comportamientos que podrían o no admitirse, según el momento. Dadas las dificultades que presentan los niños con síndrome de Down para adaptarse a situaciones ambiguas y responder a imprevistos, las conductas definidas como naranjas deberían de ser las menos posibles, pues lo más probable es que les desorienten y no sepan cuándo pueden y cuándo no pueden realizarlas.

Es evidente que todas las personas que rodean al niño han de respetar y hacer respetar del  mismo modo las normas. Las reglas que se establezcan han de ser acatadas y obedecidas por todos los integrantes de la familia o por todos los niños de la clase. No puede consentirse al hermano mayor o a uno de los padres que se salte una norma que estamos exigiendo al niño que cumpla; ese modelo le producirá desconcierto. Asimismo, la falta de consenso entre el padre y la madre o con otros familiares dificulta la consolidación de las conductas. Es el caso frecuente de los abuelos, que consienten al niño conductas que los padres están intentando erradicar y que hacen que el trabajo desarrollado durante toda la semana pueda terminar tirado por la borda en apenas unos minutos.Se deben fijar unas rutinas cotidianas, unos hábitos, estables y predecibles. Suele resultar muy útil la elaboración de un horario diario por escrito, o con dibujos o ideogramas, que se ha de colocar en un lugar visible, por ejemplo, en su habitación o en la cocina (Targ Bril, 2005). En él se reflejarán las actividades que el niño tiene cada día y la hora correspondiente a cada una. Se pueden incluir los hábitos de autonomía básica entre sus responsabilidades. 8:00. Despertar. 8:05. Vestirse. 8:30. Desayunar. 9:00. Ir al colegio. 9:30. Matemáticas. 10:30. Recreo... De este modo, el niño sabe en todo momento lo que se espera de él y en el caso de los niños con síndrome de Down está comprobado que eso les proporciona tranquilidad y seguridad.Se ha de reconocer al niño sus comportamientos adecuados, estando pendientes de ellos. Lo habitual es que padres y profesores estén más atentos a la conducta inapropiada, con el objetivo de suprimirla, que a la correcta, que se da por supuesta. Pero esa tendencia lleva a que el poder de la atención del adulto como reforzador se enfoque precisamente hacia lo que no interesa. En general, hay que procurar que al niño le sea rentable hacer lo que debe y eso se consigue prestándole atención cuando actúa correctamente. Los incentivos y reconocimientos se aplican inmediatamente después de que ocurran las conductas deseables, no esperando al final del día para hacerle saber que “hoy te has portado muy bien”.El mayor reforzador es siempre la atención del adulto, las muestras de cariño y el refuerzo verbal, por ejemplo en forma de elogios (Leitenberg, 1983). Se le han de reconocer sus progresos, mejoras y esfuerzos privada y públicamente, en todos aquellos aspectos relacionados con la conducta en que se haya mostrado algún tipo de mejoría. El reconocimiento privado refuerza al niño en su intento de mejorar y fortalece el lazo afectivo con él. El reconocimiento público le ayuda a mejorar su autoestima y le compromete en su mejora delante de otras personas.Teniendo en cuenta que el aprendizaje por observación o vicario es una de las principales herramientas de aprendizaje para los niños con síndrome de Down,

indudablemente los adultos han de ser un buen ejemplo a imitar en las conductas que deseen fomentar. Pretender que un niño esté tranquilo en un ambiente en que los gritos son habituales, es poco realista.Y como pauta general válida para todos los momentos y situaciones, se le ha de decir con frecuencia que se le estima, que se le quiere, dándole muestras de cariño y expresándole lo orgulloso que se está de él o de ella. No basta con hacérselo sentir o darlo por supuesto, sino que hay que decírselo y manifestárselo expresamente.

Consecuencias naturales            Cuando un padre premia o castiga a su hijo, está negándole la oportunidad de tomar decisiones y de responsabilizarse de su vida. En cambio, las consecuencias naturales y lógicas hacen que el niño se responsabilice de su comportamiento y evitan que se haga sumiso. Permiten aprender del orden natural y del orden social, siguiendo una lógica semejante a la que rige el funcionamiento del mundo, natural y social. En el mundo natural, si llueve, puedo utilizar el paraguas o no utilizarlo; si lo uso me protegerá de la lluvia, pero si decido no usarlo, me mojaré. En el mundo social, los niños que tardan en levantarse de la cama llegan con retraso al colegio y tendrán que recuperar las clases perdidas, además de sufrir una amonestación por parte del profesor o un posible castigo. En ambas situaciones el niño puede decidir lo que va a hacer, pero deberá asumir las consecuencias de sus actos. No se le castiga por lo que hace, sino que tras elegir, recibe las consecuencias que conlleva su decisión.He aquí las diferencias esenciales entre el castigo y las consecuencias naturales:

CASTIGO CONSECUENCIAS NATURALESExpresa el poder de la autoridad personal

Expresan el orden social

Se relaciona con el comportamiento inadecuado

Dejan claro el comportamiento adecuado

Hace ver al niño que es malo No implican ningún juicio valorativoEnfoca hacia el pasado Enfocan el comportamiento hacia el

presente y el futuroEstá asociado a una amenaza Están basadas en la buena voluntadExige obediencia Permiten elección

Para instaurar conductas adecuadas, se pueden utilizar las consecuencias naturales, organizando el día a día del niño de forma que a cada comportamiento le sigan las consecuencias que le corresponden. Por supuesto, producen mejores resultados si la conducta más agradable, la que interesa al niño, se presenta al final. Si se definen con claridad las normas y los resultados de las conductas, que ha de conocer el niño con anterioridad, los padres dejan de ser quienes castigan y pasan a ser supervisores de una normativa en la que se aplican las consecuencias naturales de los actos de sus hijos. Para que sean efectivas, es preciso hacer ver al niño la lógica de la secuencia.Por ejemplo:

Lavarse las manos – comer. Si no te lavas las manos, no comes Ir al baño – dormir. Si no haces pis antes de acostarte, no puedes ir a dormir Vestirse – ir al colegio. Si no te vistes, no puedes ir al colegio 1er plato – 2º plato – postre. Si no comes el 1er plato, no hay postre Poner la mesa – comer. Si no pones la mesa, no come nadie. Recoger los juguetes – jugar. Hasta que recojas este juguete, no podrás jugar

con el otro. Hacer las tareas – ver la televisión. Si no acabas los deberes, no puedes ver la

TV

            Si observamos nuestro quehacer cotidiano, comprobaremos que el sistema de consecuencias naturales es el que rige en muchas de nuestras actuaciones y, de hecho, lo aplicamos de forma inconsciente con frecuencia. Evidentemente, no puede establecerse un sistema de consecuencias naturales para todas las conductas, pues muchas de ellas tienen sentido en sí mismas, sin relación con nada de lo que ocurre posteriormente. No obstante, se han de intentar incorporar a la rutina diaria siempre que se pueda y son un apoyo ideal para el establecimiento de una normativa básica en el domicilio.NORMAS DE APLICACIÓN DE LAS CONSECUENCIAS NATURALES

Deje clara al niño la norma y la consecuencia natural que se le aplica Presente alternativas y deje que el niño escoja Sea firme y amable. La firmeza se refiere a la constancia en el

comportamiento. La amabilidad a la forma de presentar las alternativas. Hable menos y actúe más. Evite las peleas y las broncas: muestran falta de respeto hacia la otra persona No ceda: esto indica falta de respeto hacia uno mismo Si el niño no realiza la conducta adecuada, aplique la consecuencia natural

siempre y sin excepciones Déjele probar un tiempo después. Si vuelve a hacerlo mal, alargue el tiempo

antes de que pueda volver a probar. Sea paciente: las consecuencias naturales y lógicas tardan en ser efectivas. En el caso de los niños con síndrome de Down, si se aplican con constancia, se

acaban incorporando a sus rutinas diarias.

Para Canal Down21

 La disciplina y las normas de comportamiento

La Real Academia de la Lengua Española define la disciplina como la "doctrina o instrucción de una persona especialmente en lo moral". Así mismo hace referencia al cumplimiento de una serie de normas, especialmente de comportamiento. 

Todos los niños anhelan tener disciplina, aunque parezca todo lo contrario. Incluso los adolescentes desean en cierto modo tener deberes, obligaciones y límites, aunque a veces sólo sea para poder transgredirlos. 

Los niños y jóvenes con síndrome de Down no son diferentes en esto. 

En ocasiones se oyen comentarios como "pobrecillo, déjale que haga tal cosa" que incitan a los padres a permitir cosas que saben que deben prohibir, porque incluso son contraproducentes. Nada peor para la educación de los hijos que ser permisivos en temas en los que se debe ser tajante. 

Pero la disciplina no debe confundirse en absoluto con la violencia o el maltrato, o con la

frialdad. No se trata de convertir nuestra vida en un cuartel, pero sí de establecer ciertas normas que todos deben conocer. Estas normas son de muchos tipos: 

· Dentro de la familia: destinadas a la convivencia agradable entre las personas que comparten un espacio, a establecer hábitos de aseo e higiene, a tener presentes conductas saludables en cuanto a alimentación y salud...

· Dentro de la comunidad: destinadas a la adecuada convivencia entre los miembros de la sociedad: esperar en una fila, respetar las normas de tráfico, ser cívico...

· En la escuela o lugar de trabajo: las normas específicas de ese grupo concreto de personas.

Es fundamental que el niño con síndrome de Down sepa lo que está permitido en su familia y en su comunidad y lo que no lo está, sepa el porqué de algunas prohibiciones y conozca las consecuencias que tiene el pasar los límites establecidos. 

Las normas hacen que las personas se sientan seguras, que sepan cómo deben actuar en determinados momentos. Por ejemplo, imaginemos un bebé que aprende a gatear. Se va trasladando por su casa, abre la puerta de un armario y se pilla la mano; luego continúa su camino y coge unas tijeras, con las cuales se pincha. Pero a pesar de haberse pinchado, continúa con ellas y decide introducirlas en un enchufe con la consiguiente descarga. Cuando se haya recuperado de su primera excursión de gateo y realice la segunda, lo hará con mucho miedo. No se sentirá seguro en su casa, porque no ha tenido más que malas experiencias. Este exagerado episodio podría haberse evitado con medidas de seguridad, pero también con normas que pueden ser comprendidas desde pequeños, ya que un "no" serio e inquebrantable es rápidamente interpretado por los niños. Esto es establecer normas.De este ejemplo se desprende también un hecho muy relevante en la educación de los niños: la protección sin más no es eficaz, porque en el momento en que esta protección desaparece, el niño es tan vulnerable como el primer día, tenga la edad que tenga. Es decir, las medidas de seguridad no pueden suplantar a la norma, porque el día que no haya un enchufe protegido el peligro estará ahí. Sin embargo, si el niño sabe desde pequeño que el enchufe es peligroso, no lo tocará tenga o no protección. 

Por otro lado, el hecho de que un niño tenga el síndrome de Down no disculpa a los padres. Al revés, han de estar más pendientes porque deben establecer la misma norma en diferentes contextos, y explicarla explícitamente para que pueda ser generalizada. Al bebé del ejemplo anterior, si tiene síndrome de Down, quizás se le deba enseñar que no se tocan los enchufes de su casa, pero también que tampoco se tocan los de las demás casas a las que vaya. 

Evidentemente las normas deben seguir también unas reglas, para que sean eficaces:

Sencillas y comprensibles Que sean premisas claras, sin excepciones, con un lenguaje sencillo. Siempre se debe asegurar que lo ha entendido

Justas No hay nada peor que establecer normas injustas o injustificadas. Se debe explicar a los niños el porqué de las normas, adaptando esta explicación a su nivel

Estables Que se mantengan en el tiempo, que no cambien según el día. Si no se ve la televisión por la noche, no se ve nunca. Y no puede ser que se lo permitamos un día que nosotros estamos cansados para que nos dejen tranquilos.

Iguales para todos No deben existir diferencias en el deber de cumplir las reglas entre el resto de la familia. No pueden hacerse permisiones especiales ni para el chico con síndrome de Down ni para el resto

Ser coherentes Se debe pensar detenidamente la norma, ya que una vez que se establece no se puede cambiar. Siempre tratarán de saltársela, para probar hasta dónde pueden llegar. Y deben ser cumplidas por todos, incluidos los adultos, ya que se aprende más con el ejemplo

que con las palabras.

El incumplimiento de las normas

Hasta ahora se ha hablado de las normas. De su importancia y necesidad para el armonioso desarrollo del niño. Pero qué ocurre cuando no se cumplen las reglas, cuando los padres han establecido una serie de normas de manera adecuada, y el niño o el joven no las cumple.

Partiendo siempre de que el chico lo ha entendido, el siguiente paso sería conseguir que el niño modifique su conducta. Para ayudar a los padres en esta ardua tarea, se hace una brevísima exposición de algunas técnicas de modificación de conducta, clásicas ya en el mundo de la psicología del aprendizaje, pero igualmente eficaces. 

Las técnicas de modificación de conducta aparecen fundamentalmente con la teoría del Condicionamiento Operante de Skinner (Ley de Refuerzo 1938). Se basan en que cualquier conducta, si es seguida de un algo positivo, tiende a repetirse. Por el contrario, si una conducta es seguida de algo negativo, tiende a desaparecer. Estas teorías, aunque tienen una concepción reduccionista del comportamiento humano, no dejan de ser la base de los premios o refuerzos y los castigos con los que se modifica una conducta. 

Para mantener una conducta apropiada o mantener el cumplimiento de una norma, lo mejor es utilizar refuerzos. Se entiende por refuerzo positivo la consecuencia agradable que se obtiene tras realizar una conducta. Por ejemplo, si el chico recoge la mesa, se le refuerza de manera que siga haciéndolo (o bien con alabanzas, o yendo de paseo, etc.). Así mismo, existe otro tipo de refuerzo, denominado refuerzo negativo, que implica que el resultado agradable viene como consecuencia de la desaparición de una sensación desagradable. Por ejemplo, si el niño nos avisa de que se ha hecho caca, al cambiarle el pañal desaparece una sensación desagradable de humedad o de mal olor que había antes, que constituye el refuerzo negativo.

Por el contrario, cuando lo que se desea es que desaparezca una conducta, lo que se utiliza es el castigo. El castigo es un proceso de aprendizaje, que se opone al refuerzo. Mientras que el refuerzo aumenta la frecuencia de una respuesta, el castigo la disminuye. El castigo es entendido como una consecuencia desagradable de una conducta que no debía haberse hecho. Así, el castigo negativo u omisión implica el no dar un premio cuando se da una conducta no deseada. Por ejemplo, cuando una madre dice "si no estudias no vas a la playa", el refuerzo positivo está presente (va a ir a la playa), por lo que se está reforzando la conducta deseada (el estudio). Pero la aparición de la no deseada (el no estudiar) omite el premio (el castigo es no ir a la playa). 

El castigo puede implicar quitar algo agradable (un paseo, dejarle en un cuarto de modo que le quitas el estar con los demás, una alabanza de mamá...), o el dar algo desagradable, que ya sería el castigo como se entiende normalmente (un azote, por ejemplo), que es el menos recomendable. 

Es fundamental recordar, por un lado, que para extinguir una conducta inadecuada siempre se debe tener en cuenta que, a la vez que la extinguimos, debemos sustituirla por otra; es decir, no sólo se debe decir "no hagas esto" sino también "haz esto en su lugar". En lugar de decir "no empujes la comida con el dedo" es mejor decir "empuja con el pan". 

Por otro, debe reforzarse la conducta deseada a la vez que se castiga (ignorar la conducta es castigarla) la no deseada. Se ve, pues, que el castigo tiene efectos positivos, y que no debe entenderse únicamente como una represalia física, que es como a veces la entienden sus detractores, y que de nuevo se repite que no se recomienda en ningún caso. 

En cuanto al tipo de refuerzos o premios, lo deseable es que sean de tipo social más que material. Sin embargo, dependiendo de la edad y del niño, muchas veces hay que comenzar con los materiales para ir pasando despacio a los sociales. 

Existen momentos en los que un niño puede hacer perder la paciencia a sus padres con su comportamiento. Esto es natural, y no debe hacer que los padres se sientan culpables por ello. En estos casos, y para evitar además que los padres pierdan los nervios, se puede retirar al niño del ambiente en el que está realizando la conducta desagradable. Por ejemplo, se le dice al niño que debe permanecer en silencio porque se está escuchando una noticia importante en la televisión. El niño no cesa de llorar para llamar la atención o porque desea algo. En estos casos se le puede llevar a otro habitación, durante unos segundos. Si es mayor se le puede decir que "cuando deje de llorar puede

volver". Con esto, además, el adulto puede descansar unos instantes para recuperarse si es que la conducta se le hace insufrible, por ejemplo, y tranquilizarse para ser capaz de actuar fríamente y no perder los nervios, que es a menudo lo que buscan los niños con sus padres. 

Concluyendo, el proceso a seguir sería:

- Seleccionar la conducta que se desea extinguir. En caso de que existan varias, se debe elegir una.

- Identificar la frecuencia con la que hace esa conducta, observando los acontecimientos que tienen lugar antes y después de la misma. De este modo quizás se pueda deducir su porqué.

- Elegir el premio o refuerzo positivo que motive al niño, y que le daremos cuando realice la conducta adecuada. A los bebés les gusta el achuchón, la sonrisa, una voz alegre. Cuando crecen necesitan algo más tangible: algo material, o dejarle hacer algo que le gusta. Siempre se debe tender a refuerzos de tipo social más que material, como alabanzas verbales.

- Es importante el momento en el que se da el refuerzo positivo. En función de la edad, del tipo de conducta que se persigue y del refuerzo elegido, el tiempo transcurrido desde que se hace la conducta hasta que se recibe el premio pactado puede variar. Pero incluso en los casos en los que el premio llegue al cabo de varios días, (por ejemplo, se ha pactado que si hace sus tareas toda la semana el fin de semana irá al cine) debe reforzarse verbalmente la conducta inmediatamente después de realizarla, y conviene recordarle el premio para que no pierda la motivación. De todos modos, en los niños con síndrome de Down, y especialmente si son pequeños, el premio debe ser casi inmediato a la conducta realizada.

- Por último, y a medida que el niño va cumpliendo con su deber, sustituir los premios materiales por verbales.

Para terminar, se ha de recordar que no hay mejor modo de enseñanza que mediante el ejemplo. Si el niño ve que hay que gritar para hacerse oír, porque la casa es chillona, lo hará para pedir su turno y su atención. Si recibe contestaciones de malos modos o las escucha, él lo hará también. Además, cuando se trata de niños con síndrome de Down esto es más importante, ya que les cuesta más trabajo discernir cuándo debe comportarse de un modo y cuando no.

 La terquedad: Un problema habitual

Con frecuencia los padres de niños con síndrome de Down hablan de momentos en los que su hijo o hija se niega rotundamente a hacer algo: "sencillamente baja la cabeza y se niega a hacerlo", "cuando dice no es no, y de ahí no la puedes sacar" son algunos comentarios de los padres o de los educadores. En algunos casos los padres llegan a la desesperación y se rinden, con lo cual el hijo es capaz de salirse con la suya siempre que quiere, utilizando esta estrategia. 

La razón por la que hacen esto no se sabe, pero lo que sí parece evidente es que esta conducta es real, que mejora notablemente con ciertas normas de educación y que parece ser un rasgo bastante común en el comportamiento de los chicos con síndrome de Down, dentro de la variabilidad que existe entre ellos. Sin embargo, no se puede afirmar que se trate de algo exclusivo de ellos,

ni que sea consecuencia de sus dificultades de adaptación al medio en general.El comportamiento habitual de una persona es la combinación de su temperamento o carácter y de la conducta realizada en un momento dado. Es decir, el temperamento representa el aspecto básico de la forma de reaccionar de un individuo ante el ambiente físico y social, y es considerado como componente y precursor de la personalidad. Describe un estilo de conducta general de un individuo. Por otro lado, independientemente de su temperamento, una persona puede mostrarse en un momento determinado y ante una situación dada de un modo más o menos acorde con lo que se esperaría por su temperamento. 

Así, hay jóvenes con temperamento difícil que suelen mostrarse malhumorados, o negativos, o retraídos, con poca capacidad de adaptación a las situaciones nuevas, con una conducta impredecible o con respuestas exageradas a determinados estímulos; y otros considerados de buen temperamento o carácter, que suelen mostrarse positivos, predecibles, se adaptan bien a los cambios, se muestran alegres y sociables. Pero ello no implica que siempre se vayan a comportar del mismo modo. 

A menudo se ha hablado del carácter de las personas con síndrome de Down, como si se tratara de una característica común. Dentro de su gran variabilidad, parece que existe una mayor tendencia a un comportamiento general fácil y de buen talante, unido a conductas tercas y de obstinación en determinados momentos. 

Existen dos momentos en la evolución de las personas con síndrome de Down especialmente propensos a la terquedad: en torno a los 2 y 4 años y en la adolescencia. 

Las conductas de obstinación o terquedad se aprecian en todos los niños en un determinado momento evolutivo (entre los 2 y los 4 años). Este periodo se denomina negativismo y tiene que ver con la búsqueda de independencia de los niños y la consiguiente oposición a todo lo que venga impuesto desde fuera de ellos. Algo parecido a lo que ocurrirá más adelante en la adolescencia. 

En los niños con síndrome de Down este periodo dura más tiempo, y es más difícil de moldear. En muchas ocasiones se trata de un comportamiento evolutivo, mientras que otras puede deberse a : 

a) Una particular resistencia a concluir una tarea gratificante; una particular dificultad para aceptar el cambio de tarea. Y es que cambiar a algo significa abandonar lo anterior. Prestar atención a algo nuevo implica dejar de prestarla a lo anterior. Esto requiere un mecanismo cerebral concreto que puede estar alterado en algunas personas con síndrome de Down. Hay algo especial que se ha analizado repetidas veces en el cerebro de los niños con síndrome de Down. Normalmente, los estímulos nuevos provocan en el cerebro cambios de las ondas eléctricas producidas por la actividad neuronal. La repetición de estos estímulos hace que estas ondas vayan disminuyendo de intensidad hasta casi desvanecerse. En muchos cerebros de personas con síndrome de Down se observa que la repetición de un mismo estímulo no disminuye de intensidad, con lo cual le siguen prestando la misma atención y les resulta difícil desviar su atención hacia otro estímulo.

b) El modo con que le indicamos lo que debe hacer. Se debe estar seguro de que ha entendido la orden que se le ha dado y de que la ha oído. Además, es necesario que se respete su tiempo de reacción. Los niños con síndrome de Down tienen un tiempo de latencia más largo y tardan más tiempo en procesar la información. Por lo tanto, si un niño está pintando y le decimos "recoge los lápices que vamos a cenar", debemos darle un tiempo para procesar esta información. Es posible, además, que haya recogido únicamente la primera parte de la información, y se ponga a recoger los lápices pero no haya podido procesar el que debe ir además a cenar. O lo contrario: es posible que se levante y vaya a cenar sin recoger los lápices. Inconscientemente se le ha dado demasiada información que no ha podido ser procesada. No se trata de una conducta de desobediencia.

De todos modos, en la mayoría de los casos, aparte de tratarse de un periodo evolutivo, se trata de una conducta modificable. Es importante para ello tener en cuenta las características de los niños con síndrome de Down, y tratar de hacerles llegar la información por el camino que facilite más su recepción. Por ejemplo, 

- avisando con tiempo que se va a cambiar de actividad,- proponiendo la nueva tarea como algo atractivo,

-estableciendo hábitos y rutinas con horarios establecidos, con lo que se les ayuda a prever que llega un cambio de tarea,

- reforzando siempre la realización de las tareas ordinarias mediante alabanzas,- implicándoles en las tareas de la casa de manera que se hagan responsables de ellas,

-tratar de dar siempre las explicaciones que justifiquen la importancia de la realización de las diferentes tareas.

Muchas veces es difícil, porque la terquedad es tal que no responden a nada. El padre insiste en darle explicaciones, en mostrar toda su alegría, en tener paciencia... y el niño continúa sin hacer caso. Probablemente esté midiendo hasta dónde puede llegar. Es importante intentar por todos los medios no enfadarse, ni dar un azote, ni gritar porque esto es lo que buscan. Es entonces cuando hay que llevar a cabo las técnicas de modificación de conducta comentadas más arriba. 

Y si realmente no se puede soportar el comportamiento del niño, recordar que conviene irse a otro lado, ignorando la conducta, y respirar hondo. Una vez tranquilizados, se puede volver e intentarlo de nuevo. A veces el ignorar esta conducta da resultado. Otra opción es realizar nosotros la tarea mostrándonos muy felices y expresivos sin tener en cuenta al niño, ni prestarle atención.  

Por último, conviene tener en cuenta que a veces esta conducta se encuentra exacerbada: se mantiene, es muy notoria. Habrá que pensar que forma parte de su carácter, más "rebelde", agravado por el hecho de que tiene menos flexibilidad, capacidad de raciocinio y capacidad de adaptación.

Problemas de conducta más frecuentes en niños con Síndrome de Dow

INTERVENCIÓN SOBRE LA CONDUCTA

Definir un “problema de conducta” no es tarea fácil, pues depende de los objetivos que cada uno se plantee. Un comportamiento que para un padre es problemático, para elniño puede suponer una estrategia válida para conseguir lo que quiere. Podríamos definir como conducta inadecuada toda aquella que interfiera en el desarrollo o en el aprendizaje del niño, la que rompa la dinámica natural en la escuela o en casa, la que pueda dañar al niño o a otros o la que se desvía de lo considerado típico en niños de edad similar.

El comportamiento de la mayoría de los niños con síndrome de Down es semejante al propio de niños de nivel similar de desarrollo y en general no presentan especiales dificultades conductuales. Suelen tener una buena comprensión social y les resulta sencillo aprender por imitación, por lo que su comportamiento social puede ser adecuado a la edad, a pesar de sus retrasos en lenguaje o en desarrollo cognitivo, por

ejemplo.

La integración escolar y la inclusión social parten de un requisito previo ineludible: el dominio de unas competencias sociales básicas y la presencia de un comportamiento adecuado a cada situación. Uno de los factores que más dificultan la integración escolar de niños con síndrome de Down en centros escolares ordinarios, y que preocupa especialmente a padres y profesionales, es la presencia de conductas disruptivas o inadecuadas. Esas conductas rompen la dinámica de las clases, retrasan el aprendizaje y producen tensión en profesores y compañeros.

Es importante fomentar un comportamiento adecuado a la edad, para que tengan éxito en sus interacciones sociales, en la familia, en el entorno cercano y en el colegio. Muchas dificultades potenciales pueden evitarse estableciendo unos hábitos claros y unas directrices firmes en la familia desde pequeños. En general, los comportamientos problemáticos suelen mantenerse por la recompensa que obtiene el niño, por lo que la intervención debe implicar un cambio en la reacción del adulto frente a esa conducta. Si el adulto modifica su reacción, el niño variará su comportamiento.

Se ha de comprobar también si la conducta inadecuada es una forma de comunicación que indica la existencia de una problemática que preocupa o angustia al niño. Las dificultades de expresión oral, la presencia de un nuevo hermano, el nivel excesivo de exigencia en casa o en el colegio, la

ausencia de adaptaciones y apoyos que le permitan seguir los contenidos escolares o la falta de comprensión ante las demandas

que se le hacen, son otras tantas causas que pueden explicar la presencia de conductas inapropiadas.

Los compañeros del colegio pueden también animar o provocar al niño con SD para que actúe de determinada manera y son otro elemento que se ha de valorar y controlar. No obstante, la motivación fundamental suele ser la atención del adulto y en muchas ocasiones las conductas disruptivas no son más que llamadas de atención que lanza el niño.

La intervención sobre las conductas inapropiadas se comienza en el momento en que se establecen programas preventivos para que esas conductas no aparezcan. De ahí que lo más recomendable sea la definición de unas normas claras y unos límites bien definidos desde edades tempranas, así como la aplicación sistemática y continuada de programas de entrenamiento en habilidades sociales para evitar que las conductas

disruptivas surjan. Establecer unos hábitos diarios, estables y predecibles desde la infancia, por ejemplo, en lo relativo al sueño y las comidas también es una medida preventiva útil. Se ha de tener en cuenta que siempre es más difícil corregir un comportamiento inadecuado ya consolidado que instaurar una nueva conducta.

1.- CÓMO CONSEGUIR CONDUCTAS DESEABLES

Establecer conductas incompatibles con el comportamiento inadecuado es la primera estrategia válida. El fomento de las conductas deseables hace de barrera para la aparición de las indeseables.

Defina unas normas claras y unos límites fijos desde los primeros años (por ejemplo, con el modelo del semáforo: verde – lo que sí se puede hacer en casa o en el colegio; rojo –esa conducta está prohibida; naranja – normas que a veces se aplican y a veces no, según la situación; procurar que las normas naranjas sean las menos posibles).

Haga que todas las personas que rodean al niño respeten y hagan respetar del mismo modo las normas. La falta de consenso entre el padre y la madre o con otros familiares dificulta la consolidación de las conductas.

Fije unas rutinas diarias, unos horarios cotidianos, unos hábitos, estables y predecibles, que le permitan saber en todo momento lo que se espera de él o ella.

Reconózcale cuando se porta bien y dígale lo feliz que le hace ese buen comportamiento.

Procure que a su hijo/a le sea rentable hacer lo que debe. Préstele atención cuando actúe correctamente.

Utilice los incentivos y reconocimientos inmediatamente después de que ocurran las conductas deseables.

Sea un buen ejemplo a imitar en las conductas que desee fomentar. El aprendizaje por imitación es una de las principales herramientas para los niños con síndrome de Down.

Reconózcale sus progresos, mejoras y esfuerzos privada y públicamente.

Dígale a menudo que le quiere, déle muestras de cariño y manifiéstele lo orgulloso que está de él/ella.

2.- CÓMO EVITAR CONDUCTAS NEGATIVAS E INACEPTABLES SIN UTILIZAR EL CASTIGO

Espere lo mejor de su hijo, crea en él y transmítale su convicción de que mejorará y corregirá sus errores.

Procure contemplar la situación desde la perspectiva de su hijo/a, poniéndose en su lugar y tratándole con respeto.

Explíquele las normas con claridad y las consecuencias de saltarse esas normas.

Cumpla siempre (sin excepción) la consecuencia prevista (por ejemplo, retirándole concesiones o privilegios) y proporciónela de la forma más inmediata posible (“por el berrinche de hoy te dejo sin cine el sábado”, no funciona).

Sentarse a pensar (“la silla o el rincón de pensar”), quedarse sin postre, no ver la televisión o pasar unos minutos en su habitación, son posibles consecuencias válidas ante una conducta inapropiada.

Sin embargo, el mayor reforzador es siempre la atención del adulto, las muestras de cariño y el refuerzo verbal (elogios). No se ha de utilizar nunca el “ya no te quiero”, pero sí se puede utilizar la frialdad o la expresión del enfado con un gesto un silencio, que él sabrá captar.

Establezca límites claros y diga ¡NO! con firmeza cuando sea necesario.

Ignore cualquier conducta inaceptable encaminada a atraer su atención (retiradasde atención). En muchos casos la conducta inadecuada es demanda de atención o de cariño.

Cuando actúe de forma inadecuada, exprese clara y firmemente su enfado durante breves segundos, pero recuerde a su hijo de inmediato que es bueno y capaz. No estamos enfadados con él/ella, sino que nos disgusta su comportamiento. No es malo, sino que ha actuado incorrectamente.

Recuérdele otras situaciones en que actuó de forma correcta y en las que le felicitó por su buena conducta.

Cuando tenga reacciones incontroladas distráigale, diviértale o dígale que sabe que será capaz de controlarse.

Apartarle o apartarse uno mismo de la situación es la mejor estrategia si la reacción se ha descontrolado. Se le ha de explicar que le dejamos hasta que se tranquilice para que lo piense.

Mantenga la calma en la situación. Si no puede, aléjese y vuelva cuando se encuentre más sereno.

Evite los castigos. No son eficaces y tienen múltiples efectos secundarios negativos

3.- CÓMO APLICAR LAS CONSECUENCIAS NATURALES

Cuando un padre premia o castiga a su hijo, está negándole la oportunidad de tomar decisiones y de responsabilizarse de su comportamiento.

Las consecuencias naturales y lógicas hacen que el niño se responsabilice de su comportamiento y evitan que se haga sumiso.

Permiten aprender del orden natural y del orden social. Por ejemplo: los niños que no se levantan temprano llegan tarde al colegio y tendrán que recuperar las clases perdidas.

Diferencias con el castigo:

CASTIGO CON CONSECUENCIAS NATURALES

Expresa el poder de la autoridad personal.

Expresan el orden social.

Se relaciona con el comportamiento inadecuado

Dejan claro el comportamiento adecuado

Hace ver al niño que es malo

No implican ningún juicio valorativo

Enfoca hacia el pasado

Enfocan el comportamiento hacia el presente y el futuro

Está asociado a una amenaza.

Están basadas en la buena voluntad

Exige obediencia

Permiten elección

Para que sean efectivas, habrá que hacerles ver su lógica. Ejemplos:

Lavarse las manos – comer. Si no te lavas las manos, no comes

Vestirse – ir al colegio. Si no te vistes, no puedes ir al colegio

1er plato – 2º plato – postre. Si no comes el 1er plato, no hay postre

Poner la mesa – comer. Si no pones la mesa, no come nadie.

Ir al baño – dormir. Si no haces pis antes de acostarte, no puedes ir a dormir

Recoger los juguetes – jugar. Hasta que no recojas este juguete, no podrás jugar con el otro.

Hacer las tareas – ver la televisión. Si no acabas los deberes, no puedes ver la TV

Por supuesto, las consecuencias naturales producen mejores resultados si la

conducta más agradable, la que interesa al niño, se presenta al final.

Si se definen con claridad las normas y las consecuencias naturales de las conductas, que ha de conocer el niño con anterioridad, los padres dejan de ser quienes castigan y pasan a ser supervisores de una normativa en la que se aplican las consecuencias naturales de los actos de sus hijos.

Se han de intentar incorporar en el día a día las consecuencias naturales siempre que se pueda.

Normas de aplicación:

1. Deje clara al niño la norma y la consecuencia natural que se le aplica

2. Presente alternativas y deje que el niño escoja

3. Sea firme y amable. La firmeza se refiere a la constancia en el comportamiento. La amabilidad a la forma de presentar las alternativas.

4. Hable menos y actúe más.

5. Evite las peleas y las broncas: muestran falta de respeto hacia la otra persona

6. No ceda: esto indica falta de respeto hacia uno mismo

7. Si el niño no realiza la conducta adecuada, aplique la consecuencia natural

siempre y sin excepciones

8. Déjele probar un tiempo después. Si vuelve a hacerlo mal, alargue el tiempo

antes de que pueda volver a probar.

9. Sea paciente: las consecuencias naturales y lógicas tardan en ser efectivas.

10. En el caso de los niños con síndrome de Down, si se aplican con constancia,

se acaban incorporando a sus rutinas diarias.

4.- CÓMO REALIZAR UN ANÁLISIS FUNCIONAL DE LA CONDUCTA

Defina con claridad y de forma observable la conducta que quiere variar. No sirve decir “se porta mal”, sino, por ejemplo, “no recoge sus juguetes”, “se tira al suelo y grita” o “tira del pelo a la hermana”.

Si puede, haga un registro de esa conducta, recogiendo la situación y los momentos en que aparece, las personas presentes y su frecuencia, intensidad y duración. El registro sirve para objetivar la conducta y permitirá la posterior comprobación de los resultados del programa. Muchas conductas que parecen muy preocupantes, en realidad se presentan con muy poca frecuencia o apenasduran unos segundos.

Estudie los antecedentes y los consecuentes de la conducta. (Secuencia: antecedentes – conducta – consecuentes). Responda a las preguntas: ¿qué ocurrió antes? (¿cuándo ocurrió la conducta?, ¿dónde?, ¿quién estaba presente?,¿qué hicieron las demás personas antes de que ocurriera?) y ¿qué ocurrió después? (¿cómo reaccionó cada persona a la conducta del niño?).

Entre los antecedentes se incluyen los internos, del propio niño y los externos, de la situación y las personas presentes. Algunos antecedentes internos que pueden explicar las conductas inadecuadas pueden ser:

- Estado de salud del niño. Catarro, infección, dolor no manifestado,

hipotiroidismo, …

- Cansancio, malestar, falta de sueño.

- Dificultades sensoriales: problemas de visión o audición.

- Capacidad de comunicación limitada

- Carencia de habilidades sociales básicas,

- Causas psicológicas: etapa de negativismo o adolescencia, aceptación del síndrome de Down, conocimiento de sí mismo, autoestima, etc.

- Problemáticas añadidas al propio síndrome de Down.

Algunos antecedentes externos:

- Las demandas de la situación: exigencia excesiva en casa o en el colegio, peticiones que desbordan al niño, etc.

- El comportamiento de los compañeros del niño en el colegio, los hermanos en casa, otros familiares o vecinos o los propios padres, son antecedentes externos que pueden explicar en muchos casos la conducta inadecuada del niño.

- Cambios en su vida: de colegio, de domicilio, ausencia de un familiar, etc. La intervención sobre esos antecedentes es la primera estrategia útil de prevención para evitar la aparición de la conducta inadecuada.

Los consecuentes, son las consecuencias que la conducta del niño produce en el ambiente. La probabilidad de aparición de una respuesta está en directa relación con sus consecuencias inmediatas. Habitualmente la conducta se mantiene cuando se obtiene algún tipo de refuerzo por ella. El reforzador más importante suele ser la atención de los adultos y un niño puede llegar a portarse de forma inapropiada exclusivamente por obtener esa atención.

Varíe las consecuencias, introduciendo otras diferentes dirigidas a modificar la conducta. Ejemplos: Cuando se tira al suelo, ya nadie se enfada, ni le grita, sino que todo el mundo sale de la habitación, sin hacerle caso. Cuando no recoge sus juguetes, la madre no le riñe y los recoge ella, sino que se sienta a su lado y se los hace recoger. Cuando tira del pelo a la hermana, ya no se le da un azote, sino que nadie le habla y se le sienta en la “silla de pensar” durante unos minutos.

El programa de modificación de conducta ha de intentar abordar las conductas de una en una, comenzando por una que tenga muchas posibilidades de corregirse con éxito. En todo caso, los resultados de una intervención basada en un análisis funcional de la conducta, solamente podrán ser valorados tras una aplicación sistemática y constante. Un reforzador o una consecuencia válida para un niño, no siempre produce los mismos resultados en otro, por lo que deberá variarse la estrategia hasta que se consigan resultados observables