taller de crítica historiográfica

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Universidad Alberto Hurtado Facultad de Filosofía y Humanidades Licenciatura en Historia Historiografía I Taller de análisis crítico: Los nombres de la historia, una poética del saber. Jacques Rancière Álvaro Riveros de Palacio/ 09-07-15 El presente ensayo trata sobre la cuestión crucial que afecta a la historiografía desde el S. XIX hasta la actualidad, a saber, su sustento epistemológico. Para poder entender y comprender mejor las acciones del hombre, la Historia ha tenido, tiene y tendrá siempre que renovarse de manera teórica para con ello dar modos de conocimiento a tal o cual objeto/hecho/acontecimiento. El texto de Rancière tiene como problemática central la ambivalencia de la palabra Historia, su polisemia, ya que está consigna significados dispares en un contexto de constante cientificidad en la historiografía. El alcance de las paradojas subyacentes a los fenómenos del lenguaje que habitan en la historia, su relación con el ámbito científico, literario y democrático, junto con una explicación de la noción “poética del saber”, son, por lo tanto, el análisis que a continuación expondré. Partiendo desde la base lingüística de la palabra historia, Jacques menciona que a lo largo de la historia de la Historia, ha habido números errores concernientes a

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Taller concerniente al texto "Los nombres de la Historia, una poética del saber", de Jacques Rancieré

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Page 1: Taller de crítica historiográfica

Universidad Alberto HurtadoFacultad de Filosofía y HumanidadesLicenciatura en HistoriaHistoriografía I

Taller de análisis crítico: Los nombres de la historia, una poética del saber. Jacques Rancière

Álvaro Riveros de Palacio/ 09-07-15

El presente ensayo trata sobre la cuestión crucial que afecta a la historiografía desde el S.

XIX hasta la actualidad, a saber, su sustento epistemológico. Para poder entender y

comprender mejor las acciones del hombre, la Historia ha tenido, tiene y tendrá siempre

que renovarse de manera teórica para con ello dar modos de conocimiento a tal o cual

objeto/hecho/acontecimiento. El texto de Rancière tiene como problemática central la

ambivalencia de la palabra Historia, su polisemia, ya que está consigna significados

dispares en un contexto de constante cientificidad en la historiografía. El alcance de las

paradojas subyacentes a los fenómenos del lenguaje que habitan en la historia, su relación

con el ámbito científico, literario y democrático, junto con una explicación de la noción

“poética del saber”, son, por lo tanto, el análisis que a continuación expondré.

Partiendo desde la base lingüística de la palabra historia, Jacques menciona que a lo largo

de la historia de la Historia, ha habido números errores concernientes a presupuestos y

conceptos a priori que se desprenden de la indeterminación de las palabras. Frente a este

panorama desenfocado de significados (atribuidos en su mayoría al tipo de historia, de

naturaleza literaria), la Historia se empapa de lo científico: adopta un particular enfoque de

racionalidad para crear sentido y con ello dar unidad a “la” Historia. Esta pretensión de la

Historia como un género científico, ad hoc a la rigurosidad, al orden y a la verosimilitud, le

da, en pleno S. XIX, el grado de disciplina. Ranke, por ejemplo, aporta la rigurosidad de la

crítica de fuentes, que no es más que una selección del tipo de referencia a citar en la

indagación histórica. Es en este periodo de auge cientificista que la Historia adquiere

solidez y reputación, se institucionaliza su oficio.

La metodología se torna específica porque la influencia de la ciencia tiene por requisito

determinar un objeto con precisión, y puesto que el objeto tiene que ser analizado con un

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orden aparente se tiene que fomentar la precisión quirúrgica para escudriñar en objeto de

estudio. El discurso científico articula una particular relación con los nombres (objeto-

método) para demostrar este “aparente” orden, pero dicho orden solo se basa en conceptos

a priori que contradicen, de manera posterior, el análisis en cuestión.

La objetividad propuesta por la ciencia histórica no se implanta, a pesar de sus intentos por

privilegiar ciertos temas en detrimento de otros. Por ejemplo, el relato histórico de antaño

favorecía la lectura de los acontecimientos ruidosos, marcando el acento en ciertos sujetos,

mientras que al contrario, el discurso científico muestra un interés por los hechos anónimos

que se repiten, fenómenos que por su condición serial son mensurables, en clave

matemática (aritmética/geometría) y clasificables. Del encasillamiento de los objetos que

hace el discurso científico vemos tres cosas: la primera, concierne al beneficio explicativo

de la relación entre estos fenómenos con otros del mismo género (y con ello pretender

explicar una historia más global), además da paso a la segunda cuestión: la democracia

educativa. Esto incide notablemente en un discurso sobre las acciones de las masas en el

pasado, con un relato legible para las masas del presente (me ocupare de esto más

adelante)- Lo tercero, es la fijación de QUÉ es lo que se tiene que estudiar, restringiendo el

análisis más relacional, y contradiciendo la primera cuestión, relativa a la dimensión

holística de la historia científica.

Desde la inserción del cientificismo en la historia para reducir las indeterminaciones con

sus consiguientes ficciones en el relato, la Historia ha tenido que verse en el vacío

lingüístico que se auto-posiciona: la homonimia. Es en este espacio fenomenológico donde

la teoría y el sentido mismo de la historia se encuentran, pero que dada su naturaleza

singular, de vacío referencial a la realidad, es complejo obtener. Dicho fenómeno, confuso

en su esencia, permite, desde su re-utilización por parte del discurso científico, unir lo

desigual, mantener en conjunción lo que es contradictorio. Por ejemplo, la manipulación de

las palabras como la “Y” permite articular una escritura que de significado a la explicación

de un título, aparente, que relaciona los opuestos, como la polémica Paz Armada en Europa.

La dialéctica de Hegel jugó un papel importante para la superación de la indeterminación

innata a la historia. Se puede observar que a medida que avanza el pensamiento dialectico

en la historia, la concreción de investigaciones históricas enfocadas a determinados

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fenómenos, como el materialismo y la historia de las mentalidades, se agudiza, al tiempo

que denota una creciente fatiga en la Historia misma (miles de trabajos sobre el mismo

tema; historia como practica del anticuario).

Con la llegada de Annales, la historia nueva, o la “historia adaptada”, consigue un triunfo a

nivel retorico, puesto que el ingenio de Febvre y Bloch fue vislumbrar, tal como dice

Ranciére, que la Historia estaba en un momento de ingravidez, de sostenida inutilidad. Para

tapar dicha falta de sustento teórico, Annales (en particular Febvre), en una actitud pedante,

proclama a la Historia como centro del universo de las ciencias sociales, utilizando para su

interés las estrategias analíticas de los economistas, sociólogos, antropólogos, etc. Con ello

condenaron aún más a la historia, haciendo que se vea confusa, errática, por cuanto la

indeterminación de los objetos/métodos fue acrecentando el problema de la referencia (hay

un mundo sideral de fuentes para estudiar) y la inferencia (resultados desde lo

universal/objetivo que propugna la interpretación presupuestada en realidades antagónicas).

Las características de la ciencia histórica fomentaron el debate entre filósofos e

historiadores, entre historiadores-científicos e historiadores-novelescos. Es el constante

estado entre ser o no ser historia en la época de la ciencia lo que consigna Jacques Rancieré.

En efecto, para poder sortear el dilema, el autor propone la noción de “poética del saber”,

“estudio del conjunto de procedimientos literarios por medio de los cuales un discurso se

sustrae de la literatura, se da un estatuto de ciencia y lo significa”1. Esta herramienta

permite comprender la problemática central y ver sus injerencias prácticas, como dilucidar

que elemento del lenguaje es verdadero y cual es falso en el relato científico. Gracias a la

función de la poética del saber se puede observar en qué grado de validez teórica opera la

Historia, a pesar de su supuesta supresión, autoimpuesta, que condiciona las relaciones

entre sujeto/objeto.

La conexión de la ciencia histórica con el ideario del ámbito científico presenta un aporte al

discurso histórico de este tipo, ya que aporta todos los elementos de la matemática –

lenguaje universal- con la consiguiente explicación del orden subyacente al

comportamiento humano. Es desde este refugio instrumental de lo científico donde el

discurso de la “nueva historia” se consolida como un conocimiento certero de las leyes y

1 Rancière, Jacques. Los nombres de la historia, poética del saber. Nueva Visión: Buenos Aires, 1993.

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causas del accionar humano, evidenciando un orden total (deducciones sacadas a priori del

estudio)

En lo tocante a lo literario, el discurso cientificista va a oponer resistencia y tratará de

dominar las esquirlas narrativas que perduran en el oficio del historiador. Y es que en la

actitud de objetividad de la ciencia se ve como un impedimento la libertad de los relatos

narrativos, ya que introducen factores subjetivos y que mantienen, por lo tanto, en dudosa

garantía sobre qué fue lo que realmente sucedió. Sin embargo, la apropiación que se hace

de las estructuras narrativas por parte del discurso científico va en dirección al aporte

explicativo (comienzo, desarrollo, final: legible) de las fórmulas realizadas con la

metodología comparativa de los hechos mensurables.

Democracia constituye una relación causal con el ideario científico y con el discurso

científico-histórico en particular. Producto de la reputación que ostenta la ciencia y de la

forma en que realiza su explicación (educativa), además de centrarse en sujetos del pasado

que representan, en cierta forma, al sujeto actual, la historia, entonces, adquiere una

dimensión democrática genuina. Este es el contrato político que vincula su realización con

la consiguiente exposición para las masas.

En suma, la condición científica que asume la Historia, desde el positivismo Alemán del S.

XIX hasta la revolución paradigmática de los años 60’s en el S. XX, la Historia tuvo que

verse envuelta por vicisitudes diversas que la mantuvieron cercenada en cuanto a su

capacidad de creatividad; anulada en lo relativo a la configuración de un marco teórico

sostenible, claro, que forme la base por donde las metodologías se integren y confeccionan

una sola, al tiempo que se singularice el objeto de estudio en cuestión. También hay que

subrayar la falta de sentido vital que se desprende de este hiato verbal que distorsiona los

significados e indetermina las relaciones sintácticas. En este sentido, la crítica sobre la

utilidad de la historia por parte de Nietzsche es un presagio de la insolvencia lingüística de

la historia. Nietzsche criticaba de manera ácida la poca conexión entre la historia y la vida,

en lo correspondiente a la generación de conocimiento. Su descontento estriba en la

incapacidad de la Historia para repercutir de manera directa en el accionar de los sujetos

presentes: la investigación de la historia es una simple acumulación de conocimiento por sí

mismo. Sin ninguna injerencia en la reflexión del presente, con miras a un futuro abierto, la

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cientificidad en la historia, y la ciencia en general, producen elementos despersonalizados,

a causa de la mala vinculación entre el objeto estudiado y el sujeto observador. La utilidad

que manifiesta Nietzsche tiene una resonancia en la creación de una pertinente solución a la

paradoja en la Historia.