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Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Derecho
Derecho Constitucional
Lic. Oscar Octavio Moguel Ballado
Vázquez Chávez Jorge
Vázquez Chávez Jorge
Temporada de zopilotes
“Bajo el maderismo gozamos la ilusión de vivir en un pueblo culto.
Ahora el pasado resurgía. Se iniciaba de nuevo el rosario de traiciones,
los asesinatos, el cinismo y el robo…
México y todos sus hijos volvíamos a entrar en la noche”
José Vasconcelos, Ulises criollo.
Tras la partida de Porfirio Díaz la Revolución ha triunfado y Francisco I. Madero es
electo Presidente de la Nación; debido a su baja estatura es apodado por sus
detractores como “el enano del tapanco” y “Presidente Pingüica”.
La situación en el país es deplorable y el ambiente está lejos de lo que uno
llamaría estable: ex compañeros como Vázquez Gómez, Pascual Orozco y Zapata
se habían rebelado contra Madero por no haber cumplido sus promesas. Incluso
Villa, quien había sido encarcelado, intentó advertir al mandatario de supuestas
conspiraciones en su contra, pero se le hizo caso omiso.
En La Habana, Cuba, los generales Cecilio Ocón, Gregorio Ruíz y Manuel
Mondragón (famoso por modificar armas para el ejército durante el Porfiriato)
tuvieron reuniones donde tramaban atacar al “Chaparro”. El plan consistía en
asestar un golpe militar en la capital del país y liberar de la prisión a Bernardo
Reyes y a Félix Díaz, quienes asumirían el mando para derrocar al gobierno. Don
Porfirio Díaz no estaba enterado siquiera del asunto, él seguía en el exilio en
París.
Los encarcelados habían intentado volver a la época porfirista a través de
las armas: Reyes quiso alzarse estando en los Estados Unidos, pero se halló
completamente solo; Félix Díaz, sobrino de Don Porfirio, también quiso combatir,
plan que trajo consigo una cadena perpetua. Pero ellos no eran los únicos que
mostraban animadversión al régimen, el empresario William F. Buckley, la clase
alta del país e incluso Huerta habían expresado también su descontento, sin
embargo, éste último había afirmado que aún no era tiempo de destituir a Madero.
Pero para Cecilio Ocón sí era tiempo. Organizó una cena donde invitó a
casi 60 oficiales del Ejército Mexicano a rebelarse en contra de Madero, tras este
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suceso el diario “Defensa del Pueblo” desplegó un titular que indicaba: EL
EJÉRCITO SE HA VENDIDO A LOS PORFIRISTAS. Pareciera que todo mundo
advertía la proximidad de un ataque; todos excepto, obviamente, Madero. Su
hermano, Gustavo, quiso informarlo, sin embargo, Francisco siempre se rehúso a
creer, era tan bondadoso que rayaba en lo iluso.
La noche del 8 de Febrero fue la fecha fijada para el levantamiento, misma
noche en que Madero se hizo conocedor del plan traidor, no obstante, García
Peña, Ministro de Guerra se mostraba confiado al igual que el Presidente.
El Presidente se dirigió hacia Tacubaya, donde fue recibido por un tiroteo:
ya no se dudaba sobre el golpe, sino cuántos y quiénes lo apoyaban.
Posteriormente Gustavo, el hermano incómodo, es encarcelado junto con García
Peña. Es en ese momento en que el General Lauro Villar reacciona de forma
incondicional al régimen y se encamina al mando del 24º batallón, junto con el
Capitán Torres y el General Villarreal, hacia el centro de la ciudad. Ambos intentan
infiltrarse en Palacio Nacional, donde una vez que logran huir, Gustavo, conocido
como “Ojo Parado”, y García Peña se les unen.
Durante la noche Bernardo Reyes logra huir de la prisión de Santiago
Tlatelolco. Ahora él es el nuevo dirigente del levantamiento. A la mañana siguiente
se aprecia una marabunta frente a la residencia oficial de Madero, ¡la burguesía
joven apoya el golpe!
Ante situación tan alarmante, el Presidente busca el apoyo de la juventud
militar, pero no se percata de que muchos de ellos se encuentran implicados en el
golpe. El valeroso Lauro Villar consigue la rendición de Gregorio Ruíz, así logró
que muchos de sus secuaces desertaran. Encolerizado, Bernardo Reyes
emprende un trayecto a todo galope en busca de venganza; para su mala fortuna
sólo logra encontrar el muerte en una confrontación en la que se habla de 500
muertos y más de 100 heridos. No cabe duda que hombres como Villar son el
claro ejemplo de la lealtad y el heroísmo. Tampoco se debe olvidar al embajador
japonés, quien en todo momento estuvo dispuesto a brindar ayuda a los valerosos
hombres que defendían el ideal del Presidente.
Esta pequeña victoria trajo como resultado que Mondragón y Díaz se
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replegaran hacia La Ciudadela. De nada sirvió que Villar hubiera mandado a sus
hombres a vigilar este recinto, los leales fueron traicionados y los golpistas lo
ocuparon. Fue gracias a la labor de los periodistas que se puede saber que hubo
mujeres brindando comida a los traidores, señal clara del apoyo de la burguesía al
cuartelazo. Para ese entonces diversos contingentes se habían unido a la causa
del maderismo, donde incluso figuraba Victoriano Huerta, “el Chacal”, a pesar de
que Gustavo A. Madero no confiase del todo en él.
En Cuernavaca, el mandatario se reunió con Felipe Ángeles. El 10 de
Febrero regresan a la ciudad, donde se encuentran con el Ministro de Guerra, allí
Madero decide nombrar a Ángeles como Jefe de Estado Mayor, pero dado su bajo
rango militar se designa a Huerta para dicho puesto, no sin que Madero intente
que sea Ángeles su brazo derecho, misma orden que es ignorada por García
Peña.
Cada vez es más notorio el bando al que pertenece Huerta, pues éste
ordenó una serie de ataques irrisorios que conllevaron derrotas determinantes en
el frente; por ejemplo, enviar una carga de rurales que nada pudieron hacer frente
a las ametralladoras enemigas. Cuestionado por sus acciones, “El Chacal” se
excusa frente al Presidente argumentando que todo fue parte de una supuesta
táctica. No importa la superioridad numérica de los leales, la desorganización
(quizá ocasionada adrede) desenvuelve un papel rotundo en la batalla.
Es bien sabido que no sólo la ambición de los nacionales era el motor del
golpe contra Madero, el embajador norteamericano, Henry Lane Wilson, se dedica
a maquillar las cifras de muertos y heridos en apoyo a los golpistas, buscaba
demostrar a su país la incompetencia del régimen maderista a fin de que
intervinieran en el país. De hecho, se sabe que en una reunión Huerta y Wilson
acordaron que aquél y Díaz eliminarían de una vez al representante del Ejecutivo.
El embajador estadounidense se entrevistó con un número importante de
diplomáticos para exhortarlos a apoyar el golpe contra Madero. Incluso Pedro
Lascuraín sostuvo pláticas a espaldas del Presidente; el Senado, sin quórum,
deliberó pedir la renuncia de Madero, quien no los recibió en el Palacio Nacional y
optó por pactar un armisticio de 24 horas.
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La tregua tardó más en pactarse que en romperse: algunos automóviles
entraron a primera hora de la mañana cargados de armas al recinto de los
golpistas. Lo hacen sin ninguna resistencia por parte del frente leal: no puede ser
más obvia la traición de Huerta. Es por ello que Gustavo lo detiene y lo lleva frente
a su hermano, quien ingenuamente le concede 24 horas más para probarse
inocente con sus acciones y reprende a su hermano por su comportamiento. De
igual forma, el General Robles Domínguez hace saber al “Chaparro” de la
conspiración gestada entre Díaz y el “Chacal”, pero obtiene los mismos resultados
que Gustavo.
Decidido, Huerta concierta usar un plan en 4 bandas: detener a Francisco I.
Madero, neutralizar a Gustavo, capturar a Felipe Ángeles, y utilizar a Henry Lane
Wilson para negociar con Díaz y Mondragón. Quisieron apresar a Gustavo, quien
de forma excepcional logró escabullirse; el general Blanquet detiene al Presidente
y al Vicepresidente, José María Pino Suárez. El “Chacal” toma prisionero a
Ángeles, pero le da la oportunidad de ser libre y tomar posesión de un cargo
cuando el golpe triunfe. No obstante, Ángeles, de forma honrada, responde que
prefiere el exilio a lado de Madero.
El embajador estadounidense concertó una cita con los Generales Díaz,
Cepeda, Maas y Huerta. Este último redacto junto con Díaz un escrito, el “Pacto
de la Ciudadela” (sin importar que fue creado en la embajada gringa), que
buscaba justificar el levantamiento y acordar cómo se organizaría la Nación al
término del movimiento: Huerta sería Presidente Provisional y a éste le sucedería
Félix Díaz. El diplomático norteamericano se mostró satisfecho, junto con otros
embajadores, con dicho acuerdo, a pesar de que Sterling, el representante de
Cuba en México, opinó que ellos debían mantenerse al margen de la situación.
Mientras Mondragón y sus secuaces torturan a Gustavo A. Madero, Rodolfo
Reyes pide el fusilamiento del General Bassó en venganza de la muerte de su
padre. Manuel Márquez Sterling exige que se deje con vida a Madero y se ofrece
a darle asilo en Cuba; de esta forma Huerta consigue las renuncias del Presidente
y del Vicepresidente, a punta de pistola, claro está.
Una vez presentada la renuncia de Madero, Pedro Lascuráin asume la
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Presidencia de México. Es el Presidente que menos tiempo ha estado en el cargo,
pues sólo le tomó 45 minutos nombrar a Huerta Ministro de Relaciones Exteriores
y renunciar, para dejarle el lugar a éste, tal y como lo establecía la Constitución.
Se dice que Victoriano Huerta rindió protesta estando borracho.
El mundo se caía en pedazos para Madero, su hermano, Gustavo, había
sido asesinado. No importó que tanto Madero como Díaz y Henry Lane Wilson
fueran masones, el “Chaparro” no recibió apoyo de ninguno. Sterling decide
quedarse junto a Madero y Pino Suárez todo el tiempo en que estuvieron
aprisionados, él quería brindarles protección. Supuestamente habían acordado no
darle muerte al Presidente, sería contraproducente y crearían un mártir. Pero uno
nunca sabe…
Tras haberlo acordado, Huerta, Díaz, Mondragón y Blanquet llaman a
Francisco Cárdenas, mayor de los rurales, para que sea él quien lleve a cabo la
cruenta tarea de asesinar a Madero. El plan era simple: debían trasladar al
Presidente y a Pino Suárez a la Penitenciaría, pero antes de arribar se simularía
un asalto en el cual ambos perecieran.
Así fue como sucedió: se alquilaron un par de automóviles civiles en los
cuales fueron a recoger a los detenidos, una vez que hubieron llegado a Palacio
Nacional dejaron detenido a Felipe Ángeles y a Sterling, y trasladaron solamente
a sus futuras víctimas. En cuanto arribaron a la Penitenciaría, los obligaron a
descender de los automóviles y fueron acribillados, una vez estando en el suelo,
vaciaron de nueva cuenta sus cartuchos, “por si las moscas”.
La autopsia muestra forcejos y, como siempre, la versión oficial sólo
confunde más las cosas. Primero hablaron de una multitud iracunda que quiso
asesinarlo; luego de un grupo de maderistas que intentando liberar a su líder, le
dieron muerte; finalmente de un supuesto ataque llevado a cabo por 3 “don
nadies” que sacaron de la morgue.
Como toda historia de un personaje forjador de la Historia, su deceso no
tuvo el homenaje que se merecía; su madre y la viuda tuvieron que vender el
caballo que otrora le perteneciera para poder costear su entierro en el Panteón
Francés.
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No obstante, el futuro de los perpetradores de tan sanguinario movimiento
fue poco fructífero: Francisco Cárdenas huyó a Guatemala, donde se suicidó, no
sin antes confesar su crimen; Díaz y Mondragón fueron relevados al olvido, aquél
nunca llegó a Presidente y éste vivió sus últimos días exiliado en España. El
general Blanquet huyó a Cuba y Rodolfo Reyes emigró hacia el Viejo Continente,
España, para ser preciso. En cuanto a Huerta, su dictadura en la cual disolvió el
Congreso duró muy poco tiempo, sólo 13 meses, Venustiano Carranza y
Francisco Villa, entre otros, lo desconocieron y en 1914 lograron la destitución del
“Chacal”.
No cabe duda que Porfirio Díaz acertó con su frase proclamada antes de
partir al exilio: “Madero ha soltado al tigre, habrá que ver si puede controlarlo”.
Lamentablemente no pudo, sin embargo, como diría Enrique Krauze, Madero “no
sólo amaba la vida con una alegría casi infantil, sino que desdeñaba la muerte” y
hoy, a 101 años de su muerte, Madero sigue vivo.
Bibliografía:
TAIBO II, PACO IGNACIO, Temporada de zopilotes, México, Planeta, 2009.
KRAUZE, ENRIQUE, Madero Vivo, México, Clío, 1993.
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