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PresentaciónPresentaciónPresentaciónPresentación Con el fin de preparar las asambleas de las vicarías territoriales, a su vez pre-paratorias de la Asamblea Diocesana, en el Consejo episcopal con el señor Arzobispo, se vio conveniente que la Vicaría de Pastoral elaborara un ma-terial a manera de subsidio y de guía. El propósito de esta actividad es do-ble:

A). ayudar a que quienes participarán en la asamblea diocesana lle-guen con un suficiente conocimiento del tema, de tal manera que su intervención en ella sea lo más provechosa posible.

B) lograr un grado de sintonía que favorezca la unidad temática de re-

flexión para así, posteriormente, apoyar la unidad de acción que siempre debemos buscar en nuestra pastoral diocesana.

Antes que nada, hay que aclarar que la temática de la próxima asamblea versará sobre el diálogo con las culturas, en cuanto que éste es una exigen-cia para nuestra acción pastoral y, por lo tanto, para la formación de todos los agentes de pastoral. Este segundo enfoque es muy importante ya que, como lo tenemos presente, en los últimos tres años en eso ha consistido principalmente nuestra reflexión y nuestro trabajo en la Arquidiócesis. El tema que el señor Cardenal quiere para la Asamblea busca refrescar las motivadoras inquietudes de nuestro II Sínodo y reforzar sus orientaciones, explicadas en el libro “Evangelización de las culturas en la Ciudad de Méxi-co”. Es, en cierta forma, como volver a las fuentes de ese impulso que hemos llamado: nuevo y vigoroso proyecto misionero. Los pasos que proponemos para las asambleas en las vicarías son los si-guientes: 1.- Hacer la convocatoria adecuada: motivadora y resaltando la importancia de la participación en la asamblea y del tema a tratar en ella. Ojalá pueda hacer la convocatoria el señor Obispo. A las asambleas vicariales deberán asistir quienes van a participar en la Asamblea Diocesana, no sólo los laicos sino ojalá también los presbíteros y las religiosas. Podrá, desde luego, estar abierta igualmente a quienes no asistirán a la diocesana. 2.- Se les hará llegar a todos los que participarán el material preparatorio, un material sencillo que ayude a entender y profundizar en el significado de la cultura y las culturas. Como subsidio ofrecemos:

• un extracto de la revista del CONAMI 2010. • la transcripción de: Documento de Puebla 385 – 393;

409 – 433; • ECUCIM 65 - 104; • Aparecida 476 – 480.

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3.- La asamblea vicarial habrá que planearla en un lugar y en un espacio de tiempo que favorezca el intercambio y la profundización grupal. Además de que en grupos habrá que responder las preguntas que más abajo se enun-cian. 4.- La realización de la asamblea de las vicarías se sugiere en cinco momen-tos:

1°) Oración y ambientación.

2°) Breve exposición sobre el proceso pastoral arquidiocesano, en el que se señale que el II Sínodo tuvo como preocupación la evan-gelización de las culturas. Para este momento se puede utilizar una presentación en power point que pueden solicitar en la ofici-na de la Vicaría de Pastoral.

3°) Una exposición acerca de qué es la cultura, cuáles son sus ele-mentos, cómo poder descubrirla en nuestros ambientes. Con este fin se ofrecen los subsidios del presente folleto. En la medida que se vea oportuno se podrán utilizar otros, lo importante es ayudar a preparar el tema de la Asamblea Diocesana y enviar los aportes que aquí se piden. 4o) Responder en grupos a las siguientes preguntas:

a. Identificar las principales culturas que prevalecen en la

propia vicaría (de tres a cinco) y describir sus manifesta-ciones.

b. Señalar cuáles son los principales valores o antivalores que las caracterizan (sobre todo desde el punto de vista de los valores humanos y cristianos).

c. Describir, si se han intentado, algunas respuestas a los desafíos que presentan esas culturas.

5o) El Delegado de Pastoral con el equipo que crea conveniente, sistematiza los resultados obtenidos en la asamblea vicarial.

5.– El Delegado de Pastoral envía a la Vicaría de Pastoral los resultados ob-tenidos en la asamblea vicarial el día viernes 12 de noviembre. Con este material esperamos prestar un servicio adecuado para la prepara-ción de la XVI Asamblea Diocesana, con el cual, juntos sigamos construyen-do, bajo el amparo de María de Guadalupe, el Reino de Dios en nuestra ciudad.

Vicaría de PastoralVicaría de PastoralVicaría de PastoralVicaría de Pastoral Octubre de 2010

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XIV CONAMI 2010XIV CONAMI 2010XIV CONAMI 2010XIV CONAMI 2010

I. ¿Qué es la cultura?I. ¿Qué es la cultura?I. ¿Qué es la cultura?I. ¿Qué es la cultura?

Cuando hablamos de ‘cultura’, muchas veces reducimos el término sólo al arte, a la música o a la literatura. Sin embargo la cultura es algo mu-cho más profundo y extenso. Los Obispos de América en Apa�recida reto-maron la definición de ‘cultura’ de la Gaudium et Spes de la siguiente ma-nera: “La cultura, en su comprensión más extensa, representa el modo parti-cular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la natu-raleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana” (DA 476). De esta manera, la cultura tiene que ver también con todo lo que el hom�bre vive, pero particularizado en su forma concreta como comunidad y grupo social. Pero los Obispos van más allá aún, pues dicen que:

la fe es solo adecuadamente profesada, entendida y vivida cuando penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe ser luz y fuerza para to-dos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones presentes en las culturas respectivas de los pueblos (DA 477).

Según estas palabras, es necesario entonces vislumbrar de qué ma-

neras concretas, ya en nuestra cultura, nuestra fe va dando respuesta a to-das estas expectativas y realidades. Pero tratemos de profundizar aún más lo que comprende la cultura. Una cultura se va formando poco a poco cuando la vida de las per�sonas comienza a interactuar y a organizarse. Los elementos que van constituyendo la cultura se pueden dar cuando hay:

• Estabilidad estructural: hay un grupo base, por así decirlo, que

vive y convive de manera per�manente. • Profundidad: este grupo comparte no solo los aspectos triviales

y cotidianos de su vida, sino también principios fundamentales de qué hace y por qué hace lo que hace de ese modo.

• Impulso: el grupo influencia la forma de responder a diferentes circunstancias y situaciones.

• Patrones o integración: la cultura implica rituales, valores, com-portamientos específicos, clima o ambiente, etcétera, que hacen posible repetir patrones e integrar modos de actuar, por así decirlo1.

Puede parecer que todos estos elementos son muy complejos, pero

en realidad, si nos damos cuenta, están esquematizando los aspectos de la interacción de la vida de las personas que viven, conviven e interactúan de

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alguna manera permanente2. La cultura se integra cuando se va respon-diendo a dos interrogantes, buscando hacer las cosas hasta que se creen hábitos y patrones de conducta. Estas dos interrogantes son:

• Cómo sobrevivir, crecer y adaptarse a su hábitat. • Cómo integrar todos los aspectos de su persona, para

que le permita aprender y adaptarse a las distintas situa-ciones3.

La cultura se forma por un elemento externo, que tiene que ver con

la adaptación al mundo que le rodea, y uno interno, que tiene que ver con la integración de la persona. Hablando de los elementos que van a sumarse para integrar la cultura, tenemos tres niveles de ellos:

• Objetos o comportamientos, que son cosas concretas

que pueden ser observadas directamente. He aquí algu-nos ejemplos de qué son «objetos»: saludar cuando se llega frente a alguien, hacerlo de beso, de mano, etcéte-ra; el modo de vestir, por ejemplo, los hombres de panta-lones y las mujeres de falda; en Japón dejar los zapatos fuera de la casa y entrar con pantuflas. Los «objetos» son cosas o manera de hacer las cosas que se pueden ver directamente en la vida diaria y que expresan una cons-tante.

• Valores o creencias, que son las creencias que están a la

base de los objetos y los valores que motivan a las perso-nas a hacer las cosas de esta u otra manera específica, v. gr.: el hacer genuflexión cuando se entra ante el Santísi-mo Sacramento tiene a la base el valor de la adoración que debemos a Dios; como creemos en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la genuflexión es un signo de adoración. Veamos otro ejemplo: el dejar los zapatos fuera de la casa en Japón tiene detrás el valor de la lim-pieza; no se va a “ensuciar” la casa sino que se va a pre-servar limpia, por eso aún el polvo de los pies se deja fuera de la casa. Así, los objetos siempre tienen a la base un valor que motiva a las personas a hacer las cosas de tal o cual manera.

• Premisas o postulados subyacentes, que son los princi-

pios que se convierten en «ley de vida», por así decirlo, en una forma automáticamente asimilada y expresada, que es lo que al fin distingue y sostiene la cultura. Vea-mos un ejemplo: regresando a nuestra genuflexión ante el Santísimo Sacramento, que es un signo de adoración personal, démonos cuenta de que tiene detrás el princi-pio básico de la fe y el amor que debemos a Dios por

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todos sus dones y el reconocimiento que le tributamos, pues los hijos han de reconocer a su padre y los cristia-nos a su Señor, por eso se postran ante él y lo adoran. Éste es el principio o postulado subyacente. Démonos cuenta de que este postulado va a alimentar nuestras acciones concretas tengan que ver, en este caso, con nuestra relación con Dios. Nuestra «deuda» de amor y nuestro reconocimiento a Dios va a motivar nuestra ora-ción cotidiana: nuestra oración antes de las comidas, nuestros actos de adoración a Dios, nuestra cruz colgada al cuello, la edificación de templos, ermitas y orato�rios, etcétera. Un mismo postulado base puede incluir diver-sos valores y puede ser expresado de muchas maneras concretas, con diferentes objetos o comportamientos4.

Estos tres niveles de elementos van a integrar la cultura. Por lo tan-

to, si queremos generar o cambiar una cultura, démonos cuenta de que, en primer lugar, no estamos solos ni podemos hacerlo solos, porque estos 3 niveles de elementos hacen notar una interacción prolongada y permanen-te de las personas que va guiando su forma de hacer. Así, el líder puede, por así decirlo, influir en el modo de hacer las cosas para generar un cam-bio, pero solo hasta que invada estos 3 niveles podrá hablarse de un cam-bio o transformación en la cultura.

El proceso de transformación de una cultura y, en nuestro caso, de evange-lización de nuestra cultura, será un proceso a largo plazo que solo se lo-grará cuando todos aprendamos una nueva forma de vivir (objetos), según los valores del Evangelio (creencias) y que tenga a la base simplemente nuestra fe, lo que es nuestra vida cristiana (postulados subyacentes). Por eso, dicho sea de paso, el testimonio de vida cristiana es indispensable para lograr esta transformación, y este testimonio debe ser vivido en comunidad, como Pueblo de Dios que somos, como Iglesia que peregrina hasta la vida eterna.

1 Cf. Schein, Edgar H., Organizational Culture and Leadersip, Jossey-Bass, San Francis-co 2004, pp.14-15. — Edgar H. Schein desarrolló una teoría completa basada en su experiencia como consultor de las empresas DEC (Digital Equipment Corporation), Ciba-Geigy, Apple, Citibank, General Foods, Procter & Gamble e ICI (Imperial Chemical Industries) entre otras. Shein nos ayudará a comprender todos los aspectos implicados en una cultura y cómo poder influirla o informarla para una auténtica transformación, en nuestro caso, según los valores del Evangelio. 2 De esta manera podríamos hablar, con todo derecho y verdad, incluso de una «cultura familiar», pues nuestra familia tiene modos, reglas, técnicas y usos específicos para cada aspecto de la vida. Así, en su especificidad, los asimilamos y los compren�demos desde nuestro nacimiento. 3 Cf. Schein, Edgar H., op. cit. pp. 17s. 4 Cf. Ibid. pp. 25-37.

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II. Construyendo una nueva cultura,II. Construyendo una nueva cultura,II. Construyendo una nueva cultura,II. Construyendo una nueva cultura, reconociendo nuestra identidadreconociendo nuestra identidadreconociendo nuestra identidadreconociendo nuestra identidad

Nuestros Obispos latinoamericanos y caribeños dijeron muy clara-

mente en el Documento conclusivo de la V CELAM que se celebró en Apa-recida:

El anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura actual. Ésta debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida por la Iglesia, con un lenguaje comprendido por nuestros contemporáne-os. Solamente así la fe cristiana podrá aparecer como realidad perti-nente y significativa de salvación. Pero la misma fe deberá engen-drar modelos culturales alternativos para la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, talentos apropiados, deberán ser creativos en sus campos de actuación: el mundo de la cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia (DA 480).

En cuanto al método de inculturación del Evangelio, el Documento

de Santo Domingo propone el siguiente camino: Puesto que estamos ante «una crisis cultural de proporciones insos-pechadas» (Juan Pablo II, “Discurso in�augural”, 21) en la cual van desapareciendo valores evangélicos y aun humanos fundamenta-les, se presenta a la Iglesia un desafío gigantesco para una nueva evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo de la inculturación del Evangelio. Es necesario inculturar el Evangelio a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: la Navidad, que muestra el camino de la Encarnación y mueve al evangelizador a compartir su vida con el evangelizado; la Pascua, que conduce a través del sufrimiento a la purificación de los pecados, para que se-an redimidos; y Pentecostés, que por la fuerza del Espíritu posibilita a todos entender en su propia lengua las maravillas de Dios.

La inculturación del Evangelio es un proceso que supone reconocimiento de los valores evangélicos que se han mantenido más o menos puros en la actual cultura; y el reconocimiento de nuevos valores que coinciden con el mensaje de Cristo. Mediante la inculturación se busca que la sociedad des-cubra el carácter cristiano de estos valores, los aprecie y los mantenga co-mo tales. Además, intenta la incorporación de valores evangélicos que están ausentes de la cultura, o porque se han oscurecido o porque han lle-gado a desaparecer. «Por medio de la inculturación, la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pue-blos con sus culturas en su misma comunidad; transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro» (Rmi 52). La fe, al encarnarse en esas culturas, debe corregir sus errores y evitar sincretismos. La tarea de inculturación de la fe es propia

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de las Iglesias particulares bajo la dirección de sus pastores, con la participa-ción de todo el Pueblo de Dios. «Los criterios fundamentales en este proce-so son la sintonía con las exigencias objetivas de la fe y la apertura a la co-munión con la Iglesia universal» (Rmi 54) (DSD 230).

Tratando de sintetizar, los obispos proponen reconocer lo que ya hay y lo que falta, desde el Evangelio, para integrarlo. ¿Es esto viable? Según lo que hemos visto más arriba, es viable pero es un proceso que tie-ne también que ser asimilado, y no depende de “decir” simplemente las cosas, sino de asimilarlas.

Es necesario entonces, para que los nuevos valores se asimilen y los

que ya están asimilados se intensifiquen, que se promuevan hábitos de con-ducta que los vayan integrando, pero también motivaciones e iluminacio-nes de fe que los hagan conscientes, y reflexiones y momentos de asimila-ción para que, como comunidad, vayan configurando nuestra manera de actuar y la definan más cristianamente.

Es un proceso largo, como hemos dicho, que ha de ser generado,

guiado y orientado para que sea auténtico y se logre lo que deseamos: que el Evangelio permee y transforme nuestra cultura. En el nivel que nos co-rresponde en la Iglesia de México, diócesis, parroquia, familia, movimiento particular, etcétera, podemos impulsar este proceso en un tiempo fuerte de reflexión, asimilación y transformación que es lo que nuestros Obispos de Latinoamérica quieren lograr con el proceso de la Misión Continental.

Schein propone un método de diez pasos para transformar la cultura,

que enumero a continuación:

• Contar con el compromiso de los líderes: para dar inicio al proceso de transformación de la cultura es necesario que quienes son reconocidos como líderes se compro-metan en este proceso de valoración y transformación, por lo que pastores, consagrados y coordinadores de grupos y movimientos laicales han de entender, valorar y asumir este proceso.

• Seleccionar grupos para los encuentros de reflexión: el consultor o, en nuestro caso, el Obispo, sacerdote, con-sagrado, laico o grupo coordinador que guía este proce-so ha de seleccionar un «universo», es decir, un muestreo significativo de personas integrantes de grupos repre-sentativos de la cultura. Seleccionando bien el grupo piloto se podrá tener una representación particular de todos los integrantes de una cultura al poner sobre la mesa los elementos a reflexionar. En nuestro caso habrá que tener en cuenta las tres vocaciones: al ministerio

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ordenado, a la vida consagrada y laical, a los diferentes estados de vida: soltería y matrimonio, y los diferentes ca�rismas, ministerios y apostolados con que se cuente1.

• Seleccionar el lugar adecuado para los encuentros de reflexión, que ha de ser conveniente y permitir tanto la reflexión de pequeños grupos como la reunión plenaria de los mismos.

• Explicar el propósito del encuentro de este grupo «universo»: asimilar el por qué de este proceso de en-cuentro y reflexión es fundamental para que pueda darse el compromiso de todos y, por lo tanto, su participación activa en la transformación evangélica de nuestra cultura.

• Iluminación del concepto ‘”cultura”: han de especificarse los elementos que comprenden la cultura para que todos “hablen el mismo idioma” durante este proceso.

• Identificar los objetos y comportamientos presentes en la cultura en cuestión y definirlos. Aquí tendremos que es-pecificar los elementos cristianos de nuestra cultura, los que ya se encuentran y que vivimos en el diario aconte-cer.

• Identificar los valores y creencias que motivan a los obje-tos y comportamientos concretos. Esto ayudará a ubicar de qué manera nuestras motivaciones son auténticamen-te evangélicas.

• Identificar los principios fundamentales subyacentes a nuestra actuación, es decir, cuáles son los principios evangélicos de los cuales surge toda esta manera concre-ta de vivir el Evangelio en nuestra cultura. Para saber si son auténticos principios subyacentes, éstos han de ilumi-nar o motivar los valores y creencias y expresarse en va-rios comportamientos y objetos.

• Identificar los apoyos socio-culturales con que contamos para vivir estos valores y principios, es decir, qué cosas, personas, procesos, etcétera nos facilitan vivir y expresar estos principios evangélicos. Este paso es fundamental para clarificar qué está a nuestro alcance y de qué pode-mos echar mano para seguir apoyando la vivencia de los valores cristianos.

• Reportar los principios que serán asumidos como fruto del análisis: de los principios subyacentes que ya se viven en la cultura hay que hacer un acuerdo, por así decirlo, que contenga a los principios que serán asumidos de ma-nera específica y consciente para re-informar la cultura y así dar un nuevo rumbo a la manera de hacer las cosas de todos y cada uno de los días. De aquí surgen los com-

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promisos grupales que realmente transforman la vida. El trabajo de cada uno, como líder, será ir motivando a quienes dirigen a ir poniendo por obra estos principios y valores por medio de comportamientos y cosas concre-tas2.

Obviamente, cuando hablamos de la pastoral aplicada a nuestra

vida y, en este caso concreto, de una transformación de nuestra cultura desde la fe, el camino ha de planearse en un contexto pastoral y con espíri-tu de fe. Pero en este camino de diez pasos tenemos una idea general de cómo se puede hacer esto. Lo único que podemos concluir por el momento es que el camino de evangelización de nuestra cultura es largo y ha de comprometer a todos.

1 Cf. COMISIÓN EPISCOPAL DE SEMINARIOS Y VOCACIONES, Plan nacional de pas-toral vocacional, CEM, México 2000, Núms. 186-295. En estos números encontramos toda la teología de la vocación y la concretización sobre las vocaciones específicas que nos da un marco de referencia adecuado. 2 Cf. SCHEIN, EDGAR H., Organizational Culture and Leadership, Jossey-Bas, San Francisco 2004, pp. 340-348.

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III. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonioIII. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonioIII. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonioIII. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonio A manera de conclusión, si el proceso de evangelización de la cultu-

ra es a largo plazo y ha de comprometer a todos en la vivencia de los valo-res de la fe, entonces podemos darnos cuenta de que el testimonio de la vida es, a fin de cuentas, el medio privilegiado de transformación de nues-tro mundo y el que los Obispos de América Latina proponen como medio principal para compartir la alegría de ser discípulos y misioneros:

El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer reali-dad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios (DA 278). El testimonio, la vivencia de la fe, es lo que convence y arrastra a

vivir en pos de Cristo, como dice Santiago: “La fe si no tiene obras está real-mente muerta” (St 2,18). De hecho Jesucristo, nuestro Señor, pone en claro la necesidad del testimonio como prueba de la autenticidad de nuestro dis-cipulado: “En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros” (Jn 13,35).

Así pues, si queremos verdaderamente cristianizar nuestra cultura,

el camino ya está planteado: vivir nuestra fe en lo concreto de nuestra vida, informando todos sus rincones con los valores del Evangelio y caminando como comunidad desde esta misma fe.

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Documento de PueblaDocumento de PueblaDocumento de PueblaDocumento de Puebla CULTURA Y CULTURASCULTURA Y CULTURASCULTURA Y CULTURASCULTURA Y CULTURAS

385. Nuevo y valioso aporte pastoral de la Ex-hortación "Evangelii Nuntiandi" es el llamado de Pablo VI a enfrentar la tarea de la evangeli-zación de la cultura y de las culturas (EN 20). 386. Con la palabra "cultura" se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS 53b) de modo que pue-dan llegar a "un nivel verdadera y plenamente humano" (GS 53a). Es "el estilo de vida común" (GS 53c) que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de "pluralidad de culturas" (GS 53c) (Cfr. EN 20). 387. La cultura así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan y que al ser participados en común por sus miembros, los reúne en base a una mis-ma "conciencia colectiva" (EN 18). La cultura comprende, asimismo, las for-mas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y confi-guran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social, cuando no son impedidas o reprimidas por la interven-ción de otras culturas dominantes. 388. En el cuadro de esta totalidad, la evangelización busca alcanzar la raíz de la cultura, la zona de sus valores fundamentales, suscitando una conver-sión que pueda ser base y garantía de la transformación de las estructuras y del ambiente social (Cfr. EN 18). 389. Lo esencial de la cultura está constituido por la actitud con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores o desvalores religiosos. Estos tienen que ver con el sentido último de la exis-tencia y radican en aquella zona más profunda, donde el hombre encuen-tra respuestas a las preguntas básicas y definitivas que lo acosan, sea que se las proporcionen con una orientación positivamente religiosa o, por el con-trario, atea. De aquí que la religión o la irreligión sean inspiradoras de todos los restantes órdenes de la cultura —familiar, económico, político, artístico, etc.— en cuanto los libera hacia lo trascendente o los encierra en su propio sentido inmanente. 390. La evangelización, que tiene en cuenta a todo el hombre, busca alcan-zarlo en su totalidad, a partir de su dimensión religiosa.

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391. La cultura es una actividad creadora del hombre, con la que responde a la vocación de Dios que le pide perfeccionar toda la creación (Gén) y en ella sus propias capacidades y cualidades espirituales y corporales (Cfr. GS 53b; 57b). 392. La cultura se va formando y se transforma en base a la continua expe-riencia histórica y vital de los pueblos; se transmite a través del proceso de tradición generacional. El hombre, pues, nace y se desarrolla en el seno de una determinada sociedad, condicionado y enriquecido por una cultura particular; la recibe, la modifica creativamente y la sigue transmitiendo. La cultura es una realidad histórica y social (Cfr. GS 53c). 393. Siempre sometidas a nuevos desarrollos, al recíproco encuentro e in-terpretación, las culturas pasan, en su proceso histórico, por períodos en que se ven desafiadas por nuevos valores o desvalores, por la necesidad se siente llamada a estar presente con el Evangelio, particularmente en los períodos en que decaen y mueren viejas formas según las cuales el hombre ha organizado sus valores y su convivencia, para dar lugar a nuevas síntesis (Cfr. GS 5c). Es mejor evangelizar las nuevas formas culturales en su mismo nacimiento y no cuando ya están crecidas y estabilizadas. Este es el actual desafío global que enfrenta la Iglesia ya que "se puede hablar con razón de una nueva época de la historia humana" (GS 54). Por esto, la Iglesia latinoa-mericana busca dar un nuevo impulso a la Evangelización en nuestro Con-tinente. TIPOS DE CULTURA Y ETAPAS DEL PROCESO CULTURALTIPOS DE CULTURA Y ETAPAS DEL PROCESO CULTURALTIPOS DE CULTURA Y ETAPAS DEL PROCESO CULTURALTIPOS DE CULTURA Y ETAPAS DEL PROCESO CULTURAL 409. América Latina tiene su origen en el encuentro de la raza hispano-lusitana con las culturas precolombinas y las africanas. El mestizaje racial y cultural ha marcado fundamentalmente este proceso y su dinámica indica que lo seguirá marcando en el futuro. 410. Este hecho no puede hacernos desconocer la persistencia de diversas culturas indígenas o afroamericanas en estado puro y la existencia de gru-pos con diversos grados de integración nacional. 411. Posteriormente, durante los dos últimos siglos, afluyen nuevas corrien-tes inmigratorias, sobre todo en el Cono Sur, las cuales aportan modalida-des propias, integrándose básicamente al sedimento cultural preyacente. 412. En la primera época, del siglo XVI al XVII, se echan las bases de la cul-tura latinoamericana y de su real sustrato católico. Su evangelización fue suficientemente profunda para que la fe pasara a ser constitutiva de su ser y de su identidad, otorgándole la unidad espiritual que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones, y a verse afectada por desgarramien-tos en el nivel económico, político y social. 413. Esta cultura, impregnada de fe y con frecuencia sin una conveniente

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catequesis, se manifiesta en las actitudes propias de la religión de nuestro pueblo, penetradas de un hondo sentido de la trascendencia y, a la vez, de la cercanía de Dios. Se traduce en una sabiduría popular con rasgos con-templativos, que orienta el modo peculiar como nuestros hombres viven su relación con la naturaleza y con los demás hombres; en un sentido del tra-bajo y de las fiestas, de la solidaridad, de la amistad y el parentesco. Tam-bién en el sentimiento de su propia dignidad, que no ven disminuida por su vida pobre y sencilla. 414. Es una cultura que, conservada de un modo más vivo y articulador de toda la existencia en los sectores pobres, está sellada particularmente por el corazón y su intuición. Se expresa, no tanto en las categorías y organización mental características de las ciencias, cuanto en la plasmación artística, en la piedad hecha vida y en los espacios de convivencia solidaria. 415. Esta cultura, la mestiza primero y luego, paulatinamente, la de los di-versos enclaves indígenas y afroamericanos, comienza desde el siglo XVIII, a sufrir el impacto del advenimiento de la civilización urbano-industrial, domi-nada por lo físico-matemático y por la mentalidad de eficiencia. 416. Esta civilización está acompañada por fuertes tendencias a la persona-lización y a socialización. Produce una acentuada aceleración de la historia que exige a todos los pueblos gran esfuerzo de asimilación y creatividad, si no quieren que sus culturas queden postergadas o aun eliminadas. 417. La cultura urbano-industrial, con su consecuencia de intensa proletari-zación de sectores sociales y hasta de diversos pueblos, es controlada por las grandes potencias poseedoras de la ciencia y de la técnica. Dicho proce-so histórico tiende a agudizar cada vez más el problema de la dependencia y de la pobreza. 418. El advenimiento de la civilización urbano-industrial acarrea también problemas en el plano ideológico y llega a amenazar las mismas raíces de nuestra cultura, ya que dicha civilización nos llega, de hecho, en su real pro-ceso histórico, impregnada de racionalismo e inspirada en dos ideologías dominantes: el liberalismo y el colectivismo marxista. En ambas anida la ten-dencia no sólo a una legítima y deseable secularización sino también al "secularismo". 419. En el cuadro de este proceso histórico surgen en nuestro continente fenómenos y problemas particulares e importantes: la intensificación de las migraciones y de los desplazamientos de población del agro hacia la ciu-dad; la presencia de fenómenos religiosos como el de la invasión de sectas, que no por aparecer marginales, el evangelizador puede desconocer el enorme influjo de los Medios de Comunicación Social como vehículos de nuevas pautas y modelos culturales; el anhelo de la mujer por su promo-ción, de acuerdo con su dignidad y peculiaridad en el conjunto de la socie-dad; la emergencia de un mundo obrero que será decisivo en la nueva con-figuración de nuestra cultura.

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LA ACCIÓN EVANGELIZADORA: DESAFÍOS Y PROBLEMASLA ACCIÓN EVANGELIZADORA: DESAFÍOS Y PROBLEMASLA ACCIÓN EVANGELIZADORA: DESAFÍOS Y PROBLEMASLA ACCIÓN EVANGELIZADORA: DESAFÍOS Y PROBLEMAS 420. Los hechos recién indicados marcan los desafíos que ha de enfrentar la Iglesia. En ellos se manifiestan los signos de los tiempos, los indicadores del futuro hacia donde va el movimiento de la cultura. La Iglesia debe dis-cernirlos, para poder consolidar los valores y derrocar los ídolos que alien-tan este proceso histórico. LA ADVENIENTE CULTURA UNIVERSAL LA ADVENIENTE CULTURA UNIVERSAL LA ADVENIENTE CULTURA UNIVERSAL LA ADVENIENTE CULTURA UNIVERSAL 421. La cultura urbano-industrial, inspirada por la mentalidad científico-técnica, impulsada por las grandes potencias y marcada por las ideologías mencionadas, pretende ser universal. Los pueblos, las culturas particulares, los diversos grupos humanos, son invitados, más aún, constreñidos a inte-grarse en ella. 422. En América Latina esta tendencia reactualiza el problema de la inte-gración de las etnias indígenas en el cuadro político y cultural de las nacio-nes, precisamente por verse éstas compelidas a avanzar hacia un mayor desarrollo, a ganar nuevas tierras y brazos para una producción más eficaz; para poder integrarse con mayor dinamismo en el curso acelerado de la civilización universal. 423. Los niveles que presenta esta nueva universalidad son distintos: el de los elementos científicos y técnicos como instrumentos de desarrollo; el de ciertos valores que se ven acentuados, como los del trabajo y de una mayor posesión de bienes de consumo; el de un "estilo de vida" total que lleva con-sigo una determinada jerarquía de valores y preferencias. 424. En esta encrucijada histórica, algunos grupos étnicos y sociales se re-pliegan, defendiendo su propia cultura, en un aislacionismo infructuoso; otros, en cambio, se dejan absorber fácilmente por los estilos de vida que instaura el nuevo tipo de cultura universal. 425. La Iglesia, en su tarea evangelizadora, procede con fino y laborioso discernimiento. Por sus propios principios evangélicos, mira con satisfacción los impulsos de la humanidad hacia la integración y la comunión universal. En virtud de su misión específica, se siente enviada, no para destruir sino para ayudar a las culturas a consolidarse en su propio ser e identidad, con-vocando a los hombres de todas las razas y pueblos a reunirse, por la fe, bajo Cristo, en el mismo y único Pueblo de Dios. 426. La Iglesia promueve y fomenta incluso lo que va más allá de esta unión católica en la misma fe y que se concreta en formas de comunión entre las culturas y de integración justa en los niveles económicos, social y político.

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427. Pero ella pone en cuestión, como es obvio, aquella "universalidad", sinónimo de nivelación y uniformidad, que no respeta las diferentes cultu-ras, debilitándolas, absorbiéndolas o eliminándolas. Con mayor razón la Iglesia no acepta aquella instrumentación de la universalidad que equivale a la unificación de la humanidad por vía de una injusta e hiriente supremac-ía y dominación de unos pueblos o sectores sociales sobre otros pueblos y sectores. 428. La Iglesia de América Latina se propone reanudar con renovado vigor la evangelización de la cultura de nuestros pueblos y de los diversos grupos étnicos para que germine o sea reavivada la fe evangélica y para que ésta, como base de comunión, se proyecte hacia formas de integración justa en los cuadros respectivos de una nacionalidad, de una gran patria latinoame-ricana y de una integración universal que permita a nuestros pueblos el desarrollo de su propia cultura, capaz de asimilar de modo propio los hallaz-gos científicos y técnicos.

LA CIUDADLA CIUDADLA CIUDADLA CIUDAD 429. En el tránsito de la cultura agraria a la urbano-industrial, la ciudad se convierte en motor de la nueva civilización universal. Este hecho requiere un nuevo discernimiento por parte de la Iglesia. Globalmente, debe inspi-rarse en la visión de la Biblia, la cual a la vez que comprueba positivamente la tendencia de los hombres a la creación de ciudades donde convivir de un modo más asociado y humano, es crítica de la dimensión inhumana y del pecado que se origina en ellas. 430. Por lo mismo, en las actuales circunstancias, la Iglesia no alienta el ide-al de la creación de megápolis que se tornan irremediablemente inhuma-nas, como tampoco de una industrialización excesivamente acelerada que las actuales generaciones tengan que pagar a costo de su misma felicidad, con sacrificios desproporcionados. 431. Por otra parte, reconoce que la vida urbana y el cambio industrial po-nen al descubierto problemas hasta ahora no conocidos. En su seno se tras-tornan los modos de vida y las estructuras habituales de la existencia: la familia, la vecindad, la organización del trabajo. Se trastornan, por lo mis-mo, las condiciones de vida del hombre religioso, de los fieles y de la comu-nidad cristiana (Cfr. OA 10). Las anteriores características constituyen ras-gos del llamado "proceso de secularización", ligado evidentemente a la emergencia de la ciencia y de la técnica y a la urbanización creciente. 432. No hay por qué pensar que las formas esenciales de la conciencia reli-giosa están exclusivamente ligadas con la cultura agraria. Es falso que el paso a la civilización urbano-industrial acarrea necesariamente la abolición de la religión. Sin embargo, constituye un evidente desafío, al condicionar

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con nuevas formas y estructuras de vida, la conciencia religiosa y la vida cristiana. 433. La Iglesia se encuentra así ante el desafío de renovar su evangeliza-ción, de modo que pueda ayudar a a los fieles a vivir su vida cristiana en el cuadro de los nuevos condicionamientos que la sociedad urbano-industrial crea para la vida de santidad; para la oración y la contemplación; para las relaciones entre los hombres, que se tornan anónimas y arraigadas en lo meramente funcional; para una nueva vivencia del trabajo, de la produc-ción y del consumo.

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Evangelización de las culturasEvangelización de las culturasEvangelización de las culturasEvangelización de las culturas en la Ciudad de Méxicoen la Ciudad de Méxicoen la Ciudad de Méxicoen la Ciudad de México

ECUCIMECUCIMECUCIMECUCIM

La Cultura del Hombre de la Ciudad de MéxicoLa Cultura del Hombre de la Ciudad de MéxicoLa Cultura del Hombre de la Ciudad de MéxicoLa Cultura del Hombre de la Ciudad de México 65 19. El Distrito Federal contiene una de las concentraciones humanas más grandes del mundo, sobre todo tomando en cuenta el hecho de la anexión de poblados de los esta-dos circunvecinos; a dicho proceso de anexión de núcleos urbanos se le llama técni-camente "conurbación", que da por resulta-do la megalópolis. 66 A fines de siglo, la zona metropolitana de la Ciudad de México podría llegar a ser, según varios estudios, el área urbana más grande del mundo. 67 20. La actividad evangelizadora de la Iglesia se encuentra así frente a un complejísimo campo de misión, sobre todo si atendemos a la realidad humana de esa inmensa Ciudad. Como ha dicho el Papa Juan Pablo II, "el hombre es el camino de la Iglesia" (RH 14); por ello el hombre es el camino que hay que seguir. El hombre no es un ser abstracto: es un ser bio-psíquico; mas su verdadera naturaleza no permite que sea considerado sólo individualmente: el hombre es un sujeto comunitario, una cadena; es histó-rico: tiene un sello particular al formar parte de una sociedad determinada, en un espacio que lo condiciona; ha heredado un pasado; está en proceso de transformación actual; se proyecta hacia el futuro; está comunicado con un mundo cada día de mayores interdependencias. Es decir, el hombre tie-ne un sello particular conformado por su identidad histórica, económica, social, política, artística, ética, religiosa etc.: a este sello lo llamamos cultura. La cultura es lo que permite encontrar el significado de la vida cotidiana de la gente. 68 21. Más técnicamente hablando y siguiendo de cerca el Magisterio de la Iglesia, podemos entender la cultura desde tres enfoques complementarios: 69 a- La cultura es el modo particular con que un pueblo cultiva su relación con la naturaleza, entre sus miembros y con Dios (GS 53); finalidad de la cultura es alcanzar "un nivel verdadera y plenamente humano" (Ib.). 70 Esta actividad es la respuesta a la vocación recibida de Dios que le pide perfeccionar toda la creación (Gén 1 y 2) y en ella sus propias capacidades

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y cualidades (DP 391). La cultura tiene como finalidad "la plena madurez humana" (GS 53), la "plena madurez espiritual y moral del género huma-no" (Id. 55 y 59). 71 b- La cultura es el proceso de conciencia colectiva que un pueblo tiene de su realidad histórica; esa conciencia colectiva lo conduce a marcar un conjunto de valores que lo animan y de antivalores que lo debilitan. 72 La cultura abarca formas de expresión en estilos de vida, costumbres y lengua, también la experiencia vivida y las aspiraciones de futuro (DP 387). 73 c- La cultura también es considerada como un proceso histórico y social que brota de la actividad creadora del hombre (Id. 392-399). 74 Todo hombre nace en el seno de una cultura determinada y, por consi-guiente, al mismo tiempo enriquecido y condicionado por ella; su actitud, sin embargo, no es meramente pasiva ni se reduce a recibir, sino que princi-palmente crea y transforma para trasmitir. 75 22. Esta necesaria aclaración nos plantea una pregunta: ¿Cuál es la cul-tura y cuáles las culturas de esta megalópolis? 76 23. Responder a esta pregunta es fundamental para hacer la profesión de fe de nuestro Credo: "que por nosotros los hombres y por nuestra salva-ción..."; este contenido lo retoma el Papa al decirnos "el camino de la Iglesia es el hombre". La Iglesia tiene que escuchar a ese hombre para conocerlo, para apreciarlo, para dejarse guiar por él y para servirlo en su tarea específi-ca: evangelizar; esto implica que entremos realmente en el mundo en que vivimos sin perder la propia identidad, aunque ésta pueda encarnarse en muchas formas. 77 24. Nos preguntamos entonces en este II Sínodo como desafío central: ¿Cuál es la cultura o cuáles las culturas concretas que hay que evangelizar aquí y ahora en la Ciudad. 78 25. Para los efectos de este documento, tratamos de describir el fenóme-no casi sólo enunciativamente, desde diferentes ángulos; aunque lo hace-mos de manera incompleta, enfatizamos sobre todo lo que plantea tal o cual expresión cultural al meollo de la cuestión evangelizadora, esto es, a la inculturación del Evangelio. 79 La Inculturación es "el proceso de evangelización por el cual la vida y los mensajes cristianos son asimilados por una cultura, de modo que no sola-mente se expresan con los elementos propios de dicha cultura, sino que se constituyen en un principio de inspiración, al mismo tiempo norma y fuerza de unificación, que transforma y recrea esa cultura".

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El Ángulo EtnográficoEl Ángulo EtnográficoEl Ángulo EtnográficoEl Ángulo Etnográfico 80 26. El pueblo mayoritario posee un sustrato indígena que está fuerte-mente presente en su vida: el sentido cíclico de la existencia manifestado en la fiesta popular local y en otras expresiones; su fuerte culto a la materni-dad; la aceptación de una voluntad divina en forma un tanto fatalista; el valor del dolor humano ante la divinidad de quien depende todo cambio y ante la que el hombre sólo permanece pasivo y expectante; el culto familiar de la muerte; el mito de lo extranjero que se traduce en malinchismo etc. 81 Esta verdad cultural nos plantea entonces un primer núcleo de desafíos: ¿La formación de los Agentes de pastoral permite entender a este hombre? ¿Valoramos todos sus elementos positivos? ¿Partimos de ellos en nuestra acción evangelizadora? ¿Cómo podremos vitalizar el germen del Evangelio hoy en esta dimensión cultural a fin de que ésta se supere sin desvirtuarla? El Ángulo de un Pueblo ConquistadoEl Ángulo de un Pueblo ConquistadoEl Ángulo de un Pueblo ConquistadoEl Ángulo de un Pueblo Conquistado 82 27. Cultura del silencio: la huella de la conquista -de un pueblo coloniza-do, con sentimientos de inferioridad- ha quedado en lo más profundo de la conciencia colectiva, incluso de mucha gente de la Ciudad de hoy; es un pueblo callado, sufrido, que soporta en exceso: no acostumbra reclamar aunque tenga derecho; considera el reclamo legítimo como falta de respe-to a la autoridad; tiene miedo a expresarse; tiene una lógica más bien senti-mental; está marginado de la conciencia de sus problemas y de sus solucio-nes. Es un pueblo con una cultura del silencio cuyo escape es la ironía. 83 Al carecer de influencia política y económica, este pueblo carece del pri-vilegio de la legalidad; de ahí que gran parte de su vida se mueve en situa-ciones anómalas: comercio ambulante, talleres informales, mercados calleje-ros, asentamientos ilegales, invasiones de predios, paracaidismo, carencia de documentos personales. Nos cuestionamos: ¿En esta cultura tiene la evangelización una auténtica dimensión liberadora o la deja marginada y silenciosa todavía? 84 28. Simultáneamente existe una cultura de la opulencia: la poseen unos pocos apegados a su valía, a su capacidad de decisión y a su origen; recha-zan las costumbres autóctonas indígenas o las expresiones populares; dis-frutan de los últimos adelantos de la ciencia y de la técnica; su influencia económica impone las maneras de ser y de pensar en los medios de comu-nicación y en la vida económica, social y política del país. 85 Esta realidad nos lleva a interrogarnos con seriedad: ¿Qué presencia y calidad evangelizadora tenemos en estos medios? ¿La evangelización que realizamos desenmascara los ídolos del poder o los fomenta? ¿Se promueve la solidaridad hacia los otros y se reconocen y fomentan sus valores?

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Los Ángulos SocioLos Ángulos SocioLos Ángulos SocioLos Ángulos Socio----Ambiental y SocioAmbiental y SocioAmbiental y SocioAmbiental y Socio----EconómicoEconómicoEconómicoEconómico 86 29. Los antiguos pueblos que rodeaban la Ciudad, hortelanos, floriculto-res, campesinos, han sido devorados por la mancha urbana; en ellos existe un sentimiento fuerte de identidad: defensores de una religiosidad popular impulsada en otro momento por la misma Iglesia, se enfrentan ahora fre-cuentemente a un tipo de presencia pastoral que les sigue representando una cultura invasora y destructiva, particularmente cuando chocan los in-tereses. ¿Entendemos los Agentes de evangelización realmente la religiosi-dad popular urbana? ¿Nos hemos preocupado por estudiarla y asumirla en el proyecto evangelizador? ¿Somos conscientes de la influencia de las sec-tas que pretenden destruir esta religiosidad? 87 30. El indígena, más conocido como indio, venido de las zonas circunve-cinas y de otras regiones de la República, con su cosmovisión y teogonía seculares, vive en su propia tierra como extraño, experimenta continuamen-te la discriminación, deambula por la Ciudad a la que nunca llega a inte-grarse; aunque conoce dos idiomas, el autóctono y el español, se siente incomprendido; nunca pierde el contacto con su propio pueblo al que re-gresa con frecuencia; y, tratando de no perder los lazos con su propia etnia, tiene lugares específicos de encuentro frecuente. ¿Qué tipo de pastoral evangelizadora estamos propiciando para ellos? ¿La hemos siquiera inten-tado? 88 31. Las inmigraciones de diversas regiones de la República han traído a la Ciudad capital múltiples cosmovisiones rurales: el providencialismo, el sentido del milagro, la confianza en los santos, la pluralidad de los Santua-rios, los convencionalismos sociales, la bondad y la confianza que, ante lo hostil del ambiente citadino, se torna en aislamiento y desconfianza que llevan a esta gente a buscar a los que vienen de su propio terruño; a sentir un gran deseo de ser alguien a través del compadrazgo en medio de esta Ciudad que los reduce al anonimato. ¿Cómo reforzamos los vínculos de comunidad en nuestra evangelización? ¿Tomamos en cuenta los elementos ya existentes en la cultura o yuxtaponemos nuestras formas muchas veces ideologizadas? ¿Tomamos en cuenta lo que significa de doloroso para ellos el anonimato de la Ciudad? 89 32. Existe en la Ciudad una gran variedad de barrios, desde las antiguas vecindades, sobre todo en las zonas céntricas, hasta la diversidad derivada de su superficie -muy convencional-; de su densidad y composición de po-blación -barriadas periféricas-; de su tipo de equipamiento urbano -escuelas, parques, mercados, clínicas etc.-; de su tipo de historia -barrios tradicionales y de abolengo-; de su problemática predominante -pandillerismo- etc. La cultura plural del barrio es muchas veces desconocida para los Agentes de pastoral; dicha cultura puede ser toda una alternativa para construir una Ciudad más orgánica, con el refuerzo de la organización vecinal, con el sen-tido de pertenencia y de arraigo comunitario.

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90 La evangelización tendría que favorecer todo esto a condición de no querer reproducir un modelo de pastoral rural, sino de reconocer nuevas expresiones de vida comunitaria en los barrios que hoy no son ya homogé-neos sino plurales y diversificados: se trata de evangelizar en los ambientes urbanos específicos del barrio, a partir de sus elementos y recursos propios. 91 33. Existe igualmente una variedad de multifamiliares y condominios populares; en general, la cultura prevaleciente en estos ambientes tiene un rasgo predominante de individualismo: lo que es común a los demás inte-grantes del condominio no importa. En estos lugares se encuentran ya las segundas y terceras generaciones de los llegados de provincia, pero tam-bién toda la amplia gama de los nacidos en la Ciudad que conforman las llamadas clases medias proletarizadas. 92 Sin hacer generalizaciones indiscriminadas, podemos decir que existe indiferencia, desafecto religioso, nula conciencia de pertenencia a una co-munidad cristiana concreta. Esta cultura, por demás amplia en la Ciudad, nos interpela: ¿Qué hacemos por evangelizar a la gente de los condomi-nios? ¿Cómo favorecer una integración comunitaria que se torna difícil en la convivencia cotidiana de los multifamiliares? ¿Que métodos estamos em-pleando? ¿Podríamos decir, por lo menos, que esta realidad nos inquieta como evangelizadores? ¿Alcanzamos a escuchar la voz de Dios en esa reali-dad o somos indiferentes? 93 34. Las colonias de clase media tienen también su propia cultura: peque-ña casa unifamiliar, valores del orden y laboriosidad; moral individualista separada de la vida civil de todos los días; también son grupos fuertemente afectados por la actual crisis económica: con facilidad se unen en asociacio-nes o en movimientos más bien centrados en su interés particular; su modo de vida se vuelve prototipo de los demás. ¿Hasta dónde nuestra pastoral evangelizadora se ha identificado con estos modos de vida? ¿Hasta dónde queremos nosotros que otros grupos sociales, otros contextos culturales, se asimilen a éste? 94 35. Hay también una cultura típica de quienes, en las zonas residencia-les, tienen deseos y anhelos de asemejarse a modelos de vida extranjeros: son grupos emprendedores; cada casa es un mundo cerrado a su propio círculo elitista; su religión, si la practican, se reduce a ceremonias de tipo social, con ocasión de bautismos, primeras comuniones, bodas; tienen poco sentido de pertenencia a la comunidad eclesial; buscan una iglesia o tem-plo que les satisfaga personalmente, que no haga cuestionamientos en los problemas de la justicia social; sus valores son la capacidad de decisión y de influencia. ¿Qué contenidos debe tener una evangelización para ellos? ¿Cuál es la actitud evangelizadora conveniente?

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El Ángulo del Quehacer u OcupaciónEl Ángulo del Quehacer u OcupaciónEl Ángulo del Quehacer u OcupaciónEl Ángulo del Quehacer u Ocupación 95 36. Al enunciado de los anteriores ángulos de consideración de la cultu-ra, podría añadirse el del quehacer u ocupación que, a veces por generacio-nes, ha sellado a grupos y familias que los ejercen; baste tan sólo enumerar algunos: comerciantes, obreros, artesanos, empleados federales. Esta reali-dad diversificada nos cuestiona: ¿Nuestra evangelización actual es capaz de adaptarse a esta pluralidad de rostros? ¿Hemos evangelizado el mundo del trabajo? El Ángulo de la Cultura UrbanoEl Ángulo de la Cultura UrbanoEl Ángulo de la Cultura UrbanoEl Ángulo de la Cultura Urbano----IndustrialIndustrialIndustrialIndustrial 96 37. A partir de una economía basada en su mayor parte en la agricultu-ra, México optó por enfocar su desarrollo hacia una modernización orienta-da decididamente a la industrialización y a la urbanización. 97 El requerimiento de esa nueva cultura urbano-industrial deseada no ha sido fácil, sobre todo por la inversión que el país tuvo que hacer en infraes-tructura para ello, así como por la necesidad de atraer capitales extranjeros para la alta producción de artículos manufacturados que el país quería im-pulsar, aprovechando la mano de obra abundante y barata que podía dis-poner como excedente de una agricultura y de una ganadería dejada a su propia suerte. 98 38. La dinámica así generada ha dado lugar al gigantismo burocrático y a una sociedad masiva, entre otras causas por una tendencia crítica al cen-tralismo urbano; también ha traído aparejada una crisis económica que ha lesionado fuertemente el salario de los trabajadores e incluso de las llama-das clases medias. 99 La crisis ha sido también de valores: si el progreso es entendido como un ideal de producir más y más bienes -aunque éstos sólo puedan ser consumi-dos por unos cuantos- la crisis humana es inevitable; se trata, pues, no de una crisis del tener más y del tener menos, por una u otra parte, sino de alcanzar a vivir y ser algo más por parte de todos. 100 39. La vida cotidiana de la Ciudad plantea un gran número de posibili-dades, oportunidades y opciones a quien vive en ella: todo eso hace enri-quecedora a la cultura urbana; pero también el constante desplazamiento, la agitación, el anonimato, la influencia de los medios masivos de comuni-cación etc. implican aspectos negativos o que plantean serios desafíos a la evangelización que, podríamos decir, aún no se incultura realmente en el medio urbano, metropolitano. 101 40. Toda esta visión nos conecta con algunos problemas específicos como el secularismo, la llamada "cultura adveniente", la crisis de las utopías,

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la postmodernidad. 102 ¿Qué tiene que hacer la Iglesia en un contexto así? ¿No es realmente necesario un replanteo a fondo de su misión evangelizadora? La Cultura CosmopolitaLa Cultura CosmopolitaLa Cultura CosmopolitaLa Cultura Cosmopolita 103 41. Además de esa multiplicidad de contextos culturales que confor-man la vida de las personas en la Ciudad, la cultura cosmopolita -que pre-tende ser universal y propia de los países desarrollados- implica el aprecio de la ciencia y la técnica, el valor del pluralismo de ideas, la eficacia técnico-productiva; conlleva hedonismo indiscriminado, consumismo, prepotencia, violencia y competitividad agresiva, deseo de acaparar y enriquecerse; todo esto pide hoy a la tarea evangelizadora un discernimiento cuidadoso. 104 42. Entre los cambios culturales que se vislumbran a futuro, es oportu-no señalar los que procederán de la integración comercial de México con los demás países de Norte América, los que provendrán de las nuevas cien-cias y técnicas; todo esto no debe ser ajeno a la preocupación pastoral: habría que analizar esos cambios para descubrir anticipadamente sus valo-res y antivalores y renovar así la práctica evangelizadora.

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Documento de AparecidaDocumento de AparecidaDocumento de AparecidaDocumento de Aparecida LA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓNLA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓNLA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓNLA CULTURA Y SU EVANGELIZACIÓN 476. La cultura, en su comprensión más ex-tensa, representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus herma-nos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana. En cuanto tal, es patrimonio común de los pueblos, también de América Latina y de El Caribe. 477. La V Conferencia en Aparecida mira positivamente y con verdadera empatía las distintas formas de cultura presentes en nuestro continente. La fe sólo es adecuada-mente profesada, entendida y vivida, cuan-do penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo. De este modo, aparece toda la importancia de la cul-tura para la evangelización. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe ser luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones presentes en las culturas respectivas de los pueblos. El encuen-tro de la fe con las culturas las purifica, permite que desarrollen sus virtuali-dades, las enriquece. Pues todas ellas buscan en última instancia la verdad, que es Cristo (Jn 14, 6). 478. Con el Santo Padre, damos gracias por el hecho de que la Iglesia, “ayudando a los fieles cristianos a vivir su fe con alegría y coherencia” ha sido, a lo largo de su historia en este continente, creadora y animadora de cultura: “La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos du-rante más de cinco siglos”. Esta realidad se ha expresado en “el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idio-sincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y por un mismo cre-do, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y de len-guas”. 479. Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas expre-siones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo así a una catoli-cidad más plena, no solo geográfica, sino también cultural. Sin embargo, este patrimonio cultural latinoamericano y caribeño se ve confrontado con la cultura actual, que presenta luces y sombras. Debemos considerarla con empatía para entenderla, pero también con una postura crítica para descu-brir lo que en ella es fruto de la limitación humana y del pecado. Ella pre-senta muchos y sucesivos cambios, provocados por nuevos conocimientos

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y descubrimientos de la ciencia y de la técnica. De este modo, se desvanece una única imagen del mundo que ofrecía orientación para la vida cotidia-na. Recae, por tanto, sobre el individuo toda la responsabilidad de construir su personalidad y plasmar su identidad social. Así tenemos por un lado, la emergencia de la subjetividad, el respeto a la dignidad y a la libertad de cada uno, sin duda una importante conquista de la humanidad. Por otro lado, este mismo pluralismo de orden cultural y religioso, propagado fuerte-mente por una cultura globalizada, acaba por erigir el individualismo como característica dominante de la actual sociedad, responsable del relativismo ético y la crisis de la familia. 480. Muchos católicos se encuentran desorientados frente a este cambio cultural. Compete a la Iglesia denunciar claramente “estos modelos antro-pológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre”. Es nece-sario presentar la persona humana como el centro de toda la vida social y cultural, resultando en ella: la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios y la vocación a ser hijos en el Hijo, llamados a compartir su vida por toda la eternidad. La fe cristiana nos muestra a Jesucristo como la verdad última del ser humano, el modelo en el que el ser hombre se despliega en todo su esplendor ontológico y existencial. Anunciarlo integralmente en nuestros días exige coraje y espíritu profético. Contrarrestar la cultura de muerte con la cultura cristiana de la solidaridad es un imperativo que nos toca a todos y que fue un objetivo constante de la enseñaza social de la Iglesia. Sin embar-go, el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura actual. Ésta debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida por la Iglesia, con un lenguaje comprendido por nuestros contemporáneos. Solamente así la fe cristiana podrá aparecer como realidad pertinente y significativa de salva-ción. Pero, esta misma fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, talentos apropiados deberán ser creativos en sus campos de actuación: el mundo de la cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia.

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