stern - diario de un bebé

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  • 8/18/2019 Stern - Diario de Un Bebé

    1/17

      uías para padres

    17 M Viel Tem perlry En

    ~1

    non~h re el h i jo

    18.

    R. A Devries y

    A

    P de Devrics Ark ~ l~~ scr r i c ia :esafío para padres

    19

    C . Cunningham El síndrome de Do wn

    20 J . Pearce Peleas

    y

    provocaciones

    21

    J .

    Pearce

    -

    Buenr~s ábitos y malos hábitos

    22 B. M Spock

    -

    Un mundo mejor para nuestros hijos

    23

    J

    Potter La naturaleza exp li< dda

    a

    los niños en pocas palabras

    24 P. Statman Niños salvo en un mund o inseguro

    2 5

    F. Dolto - La causa de los niños

    26 D . Fleming Crjmo dejar de pelearse con su hijo adolescente

    2 7 . F. Dolto 2Cónio educar a nuestros hijos?

    28 S Greenspan

    y

    N . T . Greenspa n Las primeras emo ciones

    29 F Dol to Cuan do los padres se separan

    30 F Dolto - Trastornos en la infancia

    3

    1 R. Woolfson

    -

    El lenguaje corporal de tu hijo

    32 T . B. Brazelton El saber del bebé

    33 B. Zukunft Huber El desarrollo sano durante el primer año de vida

    34 F. Dol to El niño

    y

    la familia

    35 S Siegel Su hijo adoptado

    36 T. Grandin Atravesando las puertas del dutismo

    37 C .

    S

    Kranowitz

    -

    101 actividades para entretener a tu hij o en lugares cerrados

    38 F. Dolto La educación en el núcleo familiar

    39 J C Fitzpatrick - Cuentos para leer en familia

    40 R A Barkley

    -

    Niños hiperactivos

    41 D. S. Stern - Diar io de un bebé

    42 D S. Stern y otros El nacin~ iento e una madre

    43 C Nagel

    -

    El tdo de los padres

    44 P. Ekman

    -

    Por qué mienten los niños

    45

    R

    Schwebel - Cóm o tratar con sus hijos el tema del alcohol y las drogas

    46 F Do lto Las etapas de la infancia

    47 J.

    Natanson - Aprender jugando

    48 R. A. Barkley y C.M Benten - Hijos desafiantes y rebeldes

    49 L. Britton - Jugdr y aprender. E método Montessor i

    51 A

    Gesell El niño de 1 a

    4

    años

    52

    A

    Gesell El niñ o de

    5 y

    6

    años

    53 A Gesell El niño de

    7 y

    años

    54

    A

    Cesell El niñ o de 9 y 10 años

    55 A Gesell - El niño de 11 y 12 años

    56 A Gesell El niñ o de 13 y 14 años

    57 A. Cesell - El adolescente de 75

    y

    16 años

    5 8

    R.

    Pérez Sirnó - El desarrollo emocional de tu hijo

    59 M Borba - La autoestima de tu hijo

    60

    P. C. Zimbardo y S. Radle - El niño tímido

    61 G. Pinto

    y

    M Feldman - Homeopatía para niños

    62 L. Lipkin - Aprender a educar con cuentos

    63 M Stanton - Convivir con el autismo

    64 K. Miller - Cosas que hacer para entretener a tu bebé

    65 C . Rogers y C Dolva Nuestra hija tiene síndrome de Do wn

    Daniel

    Stern

    iario

    de

    u

    bebé

    Qu é ve s iente y exper imenta e l n i ñ

    en sus prim eros cua tro años

    P A I D ~ S

    Barcelona

    Buenos ires

    México

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    Penetren en el mundo primigenio de Joey y recuerden lo que

    nunca olvidaron realmente. Imagínense que ninguna de las cosas

    que ven o tocan u oyen tienen nombres o funciones y que pocas

    de ellas están asociadas a un recuerdo. Joey experimenta los obje-

    tos y los sucesos principalmente en términos de los

    s ntimi ntos

    que suscitan en él. No los experimenta como objetos en sí mis-

    mos ni por lo que hacen ni por sus nombres.

    Cuando sus padres le llaman «cariño» no sabe que «cariño»

    es una palabra y se refiere a él. Ni siquiera advierte concretamen-

    te que es un sonido distinto de un contacto o de una luz. Pero

    presta cuidadosa atención a cómo fluye aquel sonido sobre él.

    Siente que se desliza suave y fácilmente apaciguándole; o su

    fricción turbulenta y excitante le pone alerta. Cada experiencia

    es así va provista de su propio tono sentimental tanto para los ni-

    ños como para los adultos. Pero nosotros le prestamos menos

    atención. Nuestro sentido de la existencia no se centra en ello co-

    mo el de Joey.

    Ahora imagínense que el tiempo atmosférico es el único me-

    dio. Imagínense que las sillas las paredes la luz y la gente cons-

    tituyen entre todos un paisaje del tiempo un momento especial de

    un día o una noche y que su temperamento y su fuerza se derivan

    de la propia combinación de viento luz y temperatura. Imagínen-

    se que no hay objetos que puedan ser afectados por el tiempo ni

    árboles que puedan ser agitados por el viento ni campos o puertos

    donde se vierta a cántaros la lluvia. por último que ustedes no

    están fuera del tiempo observando lo que pasa. Son parte del tiem-

    po atmosférico. El temperamento y la fuerza imperantes pueden

    salir de ustedes y dar forma o color a todo lo que ven en el exte-

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    rior. O pueden empezar fuera y resonar dentro, en su interior. En

    realidad, la distinción entre interior y exterior es todavía vaga;

    puede parecer que ambos forman parte de un solo espacio conti-

    nuo. En muchos momentos de nuestra edad adulta, los mundos in-

    terior y exterior parecen influirse de forma directa, casi penetrar

    libremente uno dentro del otro. Por ejemplo, el interior se mueve

    hacia el exterior cuando alguien que queremos hace algo odioso y

    espera ese momento intensamente desagradable. O lo de fuera se

    mueve hacia adentro cuando uno sale de casa y se encuentra con

    una mañana inesperadamente soleada y clara, y su ánimo se eleva

    y su cuerpo se regocija. En los adultos estas brechas parciales en

    la barrera interior-exterior son efímeras. En los bebés son casi

    constantes.

    Un paisaje del tiempo humano es un momento único de senti-

    mientos en movimiento. No es estático como una fotografía. Tie-

    ne duración, como un acorde o varias notas o incluso una frase

    musical. Puede durar desde una fracción de segundo hasta muchos

    segundos. durante el tiempo que llena un momento, los senti-

    mientos y las percepciones de Joey cambian a la vez. Cada mo-

    mento tiene su propia secuencia de sentimientos en movimiento:

    un súbito aumento del interés; una ola creciente seguida de otra

    decreciente de dolor producida por el hambre; una marea de pla-

    cer. Así es como Joey experimenta la vida, como una secuencia de

    estos momentos ligados.

    En los cuatro capítulos de la primera parte describo cuatro de

    estos momentos tal como se suceden en una sola mañana, cuando

    Joey tiene seis semanas. En el primero, Joey está mirando la luz

    del sol proyectándose en la pared «El reflejo de un rayo de sol»).

    Entonces mira los barrotes de su cuna y, entre ellos, la pared de

    enfrente «Canciones de espacio»). Tiene hambre y grita «Una

    tormenta de hambre»), y por último, le dan de comer «Pasa la tor-

    menta de hambre»). Como las secuencias de una película, puede

    haber continuidad entre un momento y el siguiente, o fundirse

    aquél con éste, o ser cortado bruscamente, o quedar separados los

    dos por una pausa en blanco. Joey no distingue con claridad cómo

    pasa de un momento al siguiente, ni lo que ocurre entre ellos, si es

    que pasa algo. ¿Acaso nosotros lo tenemos claro?) Pero todos sus

    sentidos están concentrados en cada uno de ellos y los vive inten-

    samente. Muchos son prototipos de momentos que se repetirán

    numerosas veces a lo largo de su vida.

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    cia muy lejos o hacia el pasado.

    O

    mejor aún, elija un punto en una

    página en blanco y mírelo fijamente. Al cabo de un rato, cuando es-

    to le aburra, su foco de atención, pero no sus ojos, empezará a des-

    viarse fuera de aquel punto fijo hacia otras áreas de alrededor. al

    centrar la atención en las nuevas áreas, éstas parecerán cambiar, in-

    cluso desaparecer. Los colores pueden empezar a transformarse. Lo

    que al principio parecía absolutamente blanco tiene ahora un matiz

    verde o rojo. estos dos colores pueden alternarse.

    O

    el brillo y la

    sombra de las áreas pueden variar como un lento juego de luz en

    la falda de un monte con el paso de las nubes.

    O

    la página lisa pue-

    de parecer cambiar de forma alrededor de aquel punto: puede com-

    barse o fundirse o torcerse. Estas ilusiones se producen cuando

    nuestra atención focal y nuestra fijación visual se separan y cada

    una actúa por su cuenta.

    También Joey se aburrirá pronto de mirar siempre al mismo si-

    tio, el borde de la mancha luminosa. Probablemente, su visión focal

    se fija en un sitio, mientras su foco de atención empieza a apartarse

    de él. Comienza a explorar, con su atención, el interior del reflejo

    del sol que aparece en su visión periférica. en cuanto lo hace su-

    fre imaginaciones como un adulto. El reflejo de la luz del sol em-

    pieza a «cobrar vida» para él. Se mueve, cambia de color y de for-

    ma. Él no sabe que sólo son engaños de la mente causados por la

    tensión entre visión y atención. el reflejo de la luz del sol, al co-

    brar vida, revela a Joey un juego de fuerzas. Las ve bailar. Estable-

    ce una relación dinámica con el reflejo de la luz del sol, cada uno

    actúa sobre el otro. Todas las percepciones de Joey son así. Allá

    fuera no hay objetos «muertos», inanimados. Solamente hay dife-

    rentes fuerzas en juego. Cuando Joey entra en contacto con ellas, el

    reflejo del sol se vuelve dinámico e inicia una lenta danza giratoria.

    El reflejo del sol parece hacerse más cálido y acercarse cada vez

    más, como resultado del juego de colores. Los niños de esta edad

    tienen visión del color. El reflejo de la luz del sol es, desde luego,

    amarillento contra la blanca pared; esta última, en comparación, pa-

    rece ligeramente azulada en los sit ios donde no le alcanza el sol.

    Los colores «cálidos» intensos, como el amarillo, dan la impresión

    de avanzar, y los colores «fríos», como el azul, parecen retirarse y

    moverse hacia atrás. Por eso Joey tiene la impresión de que la man-

    cha luminosa avanza hacia él, mientras que el espacio inmediato

    que la rodea parece alejarse. El espacio tiene un centro que se acer-

    ca, sin cesar, como una nota que se hace lentamente más alta pero

    que nunca se sitúa fuera de su alcance, y una zona circundante que

    retrocede despacio. Este centro, animado por el espectáculo de las

    fuerzas danzantes, parece acercarse constantemente a él pero sin al-

    canzarle nunca. El reflejo del sol que avanza contra la pared que se

    aleja parece que continuamente vaya de dentro a afuera.

    En esta interacción con el reflejo solar, Joey siente que todo se

    alza «para ir a su encuentro», una especie de promesa «sigue vi-

    niendo»), y finalmente una «disminución» de la «emoción» de sus-

    pense. El juego de ilusiones y sentimientos fascina a Joey. Es un es-

    pectáculo de luz que atrae no solamente a sus ojos sino a todo su

    sistema nervioso. Los niños pequeños disfrutan con experiencias en

    las que crecen el estímulo y la excitación, si no es de forma dema-

    siado rápida o elevada. Cuando uno quiere captar y retener la aten-

    ción de su bebé, levanta intuitivamente la voz y acentúa las expre-

    siones faciales.) tienden a cansarse y alejarse de situaciones

    donde el estímulo es bajo o monótono. Así, al cabo de un rato, Joey

    se cansa de ese juego de apariencias que ve en el reflejo solar. Su in-

    finito acercamiento deja de ser nuevo y emocionante. Su atención

    se extingue de repente

    y

    busca una experiencia diferente en otra

    parte. Entonces aparta la vista de la pared iluminada por el sol.

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      rlrmanera empieza a notar que es un actor, un agente activo en los

    m ontecimientos.

    También empieza a percatarse de que es un ser físico separado

    de su madre, que él y ella tienen límites diferentes y son unidades

    separadas que actúan y sienten de modo diverso. Cuando ella se

    mueve, él no siente ninguna reacción de sus músculos; cuando ella

    habla,

    é

    no es el autor de su ritmo; cuando ella le toca, sólo se sien-

    te tocado. Pero cuando él se toca, siente al mismo tiempo que él es

    el que toca y el que es tocado.

    empieza a percibir que tiene estados de sentimiento, como

    alegría o hambre, que sólo le pertenecen a él. Cuando está conten-

    to, siente una excitación rápida y creciente: nota que los músculos

    de su cara y de su cuerpo adquieren configuraciones familiares de

    tensión y relajación. Experimenta una sensación interna y un im-

    pulso para actuar inherentes a dicha clase de aceleración y a aque-

    llas tensiones faciales. Esta constelación familiar de sentimientos

    sólo se produce cuando sonríe él, no cuando sonríe su madre.

    Joey empieza a construir en su mente el mundo de las perso-

    nas, incluido él mismo. Lo hace reconociendo ante todo los acon-

    tecimientos que son siempre idénticos: por ejemplo, cuando quie-

    re mover el brazo y lo mueve, percibe siempre la reacción de sus

    músculos. Las cosas que van siempre juntas y no cambian se lla-

    man invariables. Joey identifica ahora los invariables que definen

    al yo y los que definen a otros.

    Cuándo y cómo puede un niño pequeño diferenciarse de su

    madre es una cuestión que ha s ido acaloradamente discutida por

    la mayoría de las escuelas de psicología durante largo tiempo. La

    noción del pequeño que busca e identifica las partes invariables

    de la experiencia contribuye a dar con la solución. Imaginemos

    tres de los posibles elementos no cambiantes (invariables) del mo-

    vimiento de un brazo. Primero: la voluntad de mover el brazo es

    la intención (por lo general inconsciente) que precede al movi-

    miento y, por así decirlo, lo determina de antemano. Segundo: la

    reacción muscular se produce durante (y después de) la ejecución

    del movimiento proyectado. Tercero: el pequeño ve un brazo que

    se mueve.

    Si Joey actúa solo al mover el brazo, experimentará, incluso en

    presencia de su madre, la volición, la reacción y la visión del mo-

    vimiento. Esta constelación de invariables empezará a definir un

    autoacontecimiento. Si la madre de Joey mueve un brazo en su pre-

    sencia, él ve el movimiento de un brazo, pero no experimenta la vo-

    lición ni la reacción. Así, esa constelación de invariables empieza a

    definir los acontecimientos de otra persona frente a los propios. Fi-

    nalmente, si la madre mueve el brazo de Joey (como cuando le en-

    seña a aplaudir), éste percibe la reacción de los movimientos de su

    brazo y ve que se mueve, pero no experimenta la volición que ge-

    neralmente provoca el movimiento. Esta tercera clase de aconteci-

    mientos se define como el «yo-con-otro)).

    Así es como empieza el bebé a diferenciarse de su madre. Anta-

    ño se creía que este proceso era muy lento, que los bebés vivían en

    un estado de fusión indiferenciada con la madre durante largo tiem-

    po, hasta el séptimo

    o

    noveno mes aproximadamente, y que, en es-

    te estado de fusión, no sabían qué comportamientos o sentimientos

    correspondían a cada uno. Recientemente, hemos reconocido la ca-

    pacidad de los bebés para identificar muy pronto los invariables de

    su experiencia, y creemos por ende que el descubrimiento de la dis-

    tinción entre el yo y el otro debe iniciarse en el tercer o cuarto mes

    de vida.

    Tres clases importantes de acontecimientos humanos se forman

    a partir de este momento: los del yo; los de otros, y los de yo-con-

    otro. Por esto puedo emplear el yo, el nosotros, y el ella cuando ha-

    blo con la voz de Joey.

    Dicho en pocas palabras, Joey está empezando a estructurar

    su mundo social. En él hay ahora personas distintas: al menos él, su

    madre y su padre, pero también todos los familiares íntimamente re-

    lacionados con su vida cotidiana. Cada una de estas personas que

    cuidan de él tiene sus propios ademanes, ojos, expresiones, voz y

    cara, y pueden actuar además como agentes que se influyen mutua-

    mente. También pueden emplear sus sentimientos, y los comporta-

    mientos sociales que los revelan, con el fin de cambiar los de otra

    persona. Una vez establecido esto, Joey es capaz de participar en la

    complicada interacción cara a cara.

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    Cada una de estas nuevas capacidades, que permiten las suma-

    mente intrincadas interacciones sociales de un pequeño de cuatro

    meses y medio, es en sí misma un paso importante en el desarrollo.

    Su integración en el comportamiento social coordinado es un paso

    todavía más enjundioso. Si se retrasa alguna de estas capacidades

    de desarrollo, es probable que toda la interacción social se retrase.

    Si una capacidad importante no se desarrolla por completo, toda la

    interacción social también retrasará su aparición. Los niños autis-

    tas, por ejemplo, se niegan a establecer y mantener el contacto vi-

    sual. Parecen encontrarlo enojoso en vez de agradable. Aunque no

    falte nada más, esto limita por sí solo la experiencia social del bebé

    y la de los padres. El hecho de que la persona que cuida de aquél sea

    poco sensible o esté deprimida o excesivamente preocupada tam-

    bién limitará la gama de las experiencias sociales.

    Pero las capacidades de desarrollo de Joey, a esta edad, existen

    y están bien integradas. Y sus padres suelen responder con norma-

    lidad. Pero, pese a su habilidad y sensibilidad, inevitablemente ten-

    drán fallos periódicos y cometerán errores. Aunque no sean fre-

    cuentes, estos fallos serán tan importantes como los éxitos en el

    definitivo bienestar de Joey. En los dos capítulos siguientes, descu-

    briremos las alegrías

    y

    los peligros de su nuevo mundo social. En el

    capítulo 5, él y su madre se enfrentan a una interacción que ame-

    naza con ponerse fuera de control, mientras que en el capítulo 6 su

    padre le ayuda a enfrentarse al difuso estímulo del mundo ajeno a la

    familia.

    Un día de caras

    9.30

    horas

    Joey está sentado en la falda de su madre, de cara a ésta. Ella le

    mira fijamente, pero sin expresión en su semblante, como preocu-

    pada y absorta en algún otro pensamiento. Al principio, él mira par-

    tes diferentes de su cara, pero al fin la mira a los ojos.

    Él y ella permanecen unidos por una silenciosa y recíproca mi-

    rada durante largo rato. Por fin, ella interrumpe la situación con una

    ligera sonrisa. Joey se inclina rápidamente hacia delante y corres-

    ponde a la sonrisa. Entonces sonríen los dos a la vez, o mejor dicho,

    intercambian sonrisas varias veces.

    Después, la madre de Joey inicia una secuencia parecida a un

    juego. Con una expresión de exagerada sorpresa, se inclina hacia

    delante, tocando la nariz de su hijo con la suya, sonriendo y parlo-

    teando todo el rato. Joey rebosa satisfacción pero cierra los ojos

    cuando se tocan las narices. Entonces ella se echa hacia atrás, se de-

    tiene para aumentar el suspense y vuelve a inclinarse hacia delante

    para que se toquen sus narices. Su cara y su voz son todavía más di-

    vertidas y «fingen» una amenaza. Esta vez, Joey se muestra más

    tenso y excitado. Su sonrisa queda fija. Su expresión oscila entre la

    satisfacción y el miedo.

    La madre de Joey parece no haber advertido el cambio que se ha

    producido en él. Después de otra pausa para mayor suspense, hace

    un tercer acercamiento de nariz a nariz con un mayor grado aún de

    hilaridad, y suelta un < < ~ O O O ~ Bxcitante. Él cierra los ojos y vuel-

    ve la cabeza. Su madre se da cuenta de que ha ido demasiado lejos

    e

    interrumpe la interacción. Al menos de momento, no hace nada.

    Después murmura algo y esboza una cálida sonrisa. Se reanuda la

    relación.