stefanoni - bolivia después de las elecciones. a dónde va el evismo

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 > COYUNTURA L a aplastante reelección de Evo Morales en las elecciones del 6 de diciembre –con más de 64% de los votos– recongura por comple - to el campo político boliviano. Por primera vez desde los años de la Re- volución Nacional de 1952, un parti - do logra una hegemonía tan amplia, controla ambas cámaras legislativas y, desde allí, tiene la posibilidad de incidir en la conformación del Poder  Jud icia l. La ll am ada «media lu na» se desarticuló como opción de resis - tencia regionalizada al proyecto na- cional encarnado por Evo Morales, la oposición político-parlamentaria constituye un espacio fragmentado y sin liderazgos cohesionadores, y la inuencia política del Movimiento al Socialismo (mas) se extiende hacia Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo ? PABLO STEFANONI El triunfo de Evo Morales en las elecciones del 6 de diciembre, con 64% de los votos, reconfigura por completo el campo político boliviano y consolida una hegemonía inédita desde 1952. Sin embargo, existe mucha confusión en cuanto a la caracterización precisa del proceso boliviano, entre quienes creen ver inexistentes devenires ecocomunitarios y antimodernos y aquellos que caen en una negación completa de las identidades indígenas. Este artículo sostiene que una aproximación político-sociológica permite echar luces sobre las bases sociales (y las ambivalencias) del actual proceso de cambio: en especial, permite identificar un nacionalismo popular , núcleo unificador del partido de gobierno que, aunque hoy se presenta con un rostro más indígena que en los años 50, recupera casi por completo los imaginarios modernizadores, industrialistas y desarrollistas del pasado. Pablo Stefanoni: periodista y economista. Director de la edición boliviana de Le Monde diplomatique y corresponsal del diario Clarín (Buenos Aires) y del semanario Brecha (Uruguay) en La Paz. Palabras claves: elecciones, indigen ismo, nacionalismo, posneoliberali smo, Ev o Morales, Bolivia. Este artículo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD N o  225, enero-febrero de 2010, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

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5/15/2018 Stefanoni - Bolivia despu s de las elecciones. A d nde va el evismo - slidepdf.com

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> Coyuntura

L

a aplastante reelección de Evo

Morales en las elecciones del 6

de diciembre –con más de 64% de

los votos– recongura por comple-

to el campo político boliviano. Por

primera vez desde los años de la Re-

volución Nacional de 1952, un parti-

do logra una hegemonía tan amplia,

controla ambas cámaras legislativas

y, desde allí, tiene la posibilidad de

incidir en la conformación del Poder

 Judicial. La llamada «media luna»

se desarticuló como opción de resis-

tencia regionalizada al proyecto na-

cional encarnado por Evo Morales,

la oposición político-parlamentaria

constituye un espacio fragmentado

y sin liderazgos cohesionadores, y la

inuencia política del Movimiento al

Socialismo (mas) se extiende hacia

Bolivia después de las elecciones:

¿a dónde va elevismo 

?Pablo Stefanoni

El triunfo de Evo Morales en las elecciones del 6 de diciembre,

con 64% de los votos, reconfigura por completo el campo político

boliviano y consolida una hegemonía inédita desde 1952.

Sin embargo, existe mucha confusión en cuanto a la caracterización

precisa del proceso boliviano, entre quienes creen ver inexistentes

devenires ecocomunitarios y antimodernos y aquellos que caen

en una negación completa de las identidades indígenas.

Este artículo sostiene que una aproximación político-sociológica

permite echar luces sobre las bases sociales (y las ambivalencias)

del actual proceso de cambio: en especial, permite identificar

un nacionalismo popular, núcleo unificador del partido de gobierno

que, aunque hoy se presenta con un rostro más indígena que

en los años 50, recupera casi por completo los imaginarios

modernizadores, industrialistas y desarrollistas del pasado.

Pablo Stefanoni: periodista y economista. Director de la edición boliviana de Le Monde diplomatique y corresponsal del diario Clarín (Buenos Aires) y del semanario Brecha (Uruguay) en La Paz.Palabras claves: elecciones, indigenismo, nacionalismo, posneoliberalismo, Evo Morales, Bolivia.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 225,

enero-febrero de 2010, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

las regiones orientales autonomis-

tas1. De allí que el debate actual en

medios periodísticos y académicosse centre en las intenciones/posibi-

lidades de radicalización del actual

gobierno.

Las expresiones anticapitalistas o so-

cialistas de Evo Morales pueden noobstante conducir al error. Una aproxi-mación político-sociológica echa luces

sobre las bases sociales (y las ambiva-lencias) del actual proceso de cambio:un nacionalismo popular, núcleo uni-cador del partido de gobierno, quehoy se presenta con un rostro más in-

dígena que en los años 50 pero que,empero, recupera casi por completolos imaginarios modernizadores, in-

dustrialistas y desarrollistas, resu-

midos en la propuesta de «Estadoproductivo social protector» del vi-cepresidente Álvaro García Linera,y matizado con expresiones «pacha-

mámicas», periféricas y bastante re-

tóricas, de algunos sectores guber-

namentales, sobre el «vivir bien», sincuerpo en las políticas ociales2.

Con todo, la atracción romántica porlos desbordes periféricos y las su-

puestas rebeliones ecocomunitariasy antimodernas –sazonadas conve-

nientemente con una serie de imá-

genes del «indio insurgente»– estásiempre disponible, en lo que MarcSaint-Upéry denominó «la esperanza

a bajo precio» que suele encontrarsecon relativa facilidad en el «extremoOccidente» latinoamericano3. Ciertas

corrientes descoloniales expresan

a menudo este tipo de sensibilida-

des4

. Pero existe también un riesgo«etnofóbico» opuesto, de investiga-

dores «demisticadores» reactivos ala visión idealizada del buen salvaje:el universalismo abstracto que, conla excusa de la desnaturalizaciónde las identidades más o menos in-

ventadas (pero, sobre todo, estraté-

gicas), concluye que los indios no

existen. Así, subestima un análisismás preciso de por qué, en ciertoscontextos, esas identidades se acti-van, produciendo poderosos efec-

tos políticos que, sin duda, las hacenexistir: el empoderamiento indígenapopular es hoy innegable y fuentede la enorme legitimidad, traducidaen apoyo electoral, de Evo Morales5.

Pero ¿es posible una aproximación

1. La votación de Evo Morales aumentó entoda la «media luna»: ganó en Tarija y, aunqueperdió en Beni, Pando y Santa Cruz, incremen-tó significativamente la votación, con 41% eneste último departamento, eje de la oposiciónregionalista.2. V. «Evo promete industrias en 5 años» y «Nohay una agenda oculta: la Constitución respeta la

propiedad», entrevista a Álvaro García Linera enClarín , Buenos Aires, 5/12/2009.3. El sueño de Bolívar. El desafío de las izquierdassudamericanas , Paidós, Barcelona, 2008.4. Walter Mignolo: «Evo Morales, ¿giro a la iz-quierda o giro descolonial?» en Democracias endesconfianzas. Ensayos de sociedad civil y políticaen América Latina , Coscoroba, Montevideo, 2006.Para una crítica, ver Silvia Rivera Cusicanqui:«Ch´ixinakax utxiwa. Prácticas y pensamientosdescolonizadores» en Le Monde diplomatique , edi-ción boliviana, 12/2009.5. Ese republicanismo universalista y antiétnico

puede encontrarse en los análisis de Jean-PierreLavaud, quien llegó a comparar a Felipe Quispecon el líder ultraderechista francés Jean-MarieLe Pen.

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Pablo Stefanoni

político-sociológica entre estas po-

siciones polares? Este es el esfuerzo

de este artículo, en el que nos propo-nemos una «descripción densa» delproceso político-social inauguradoen 2006 con la llegada de Evo Mo-

rales al gobierno, tratando de pon-

derar tanto las innegables rupturascomo las no menos evidentes conti-

nuidades con la rica historia nacio-

nal-popular que transitó Bolivia –in-

tercalada con cíclicas restauraciones«liberales»– durante todo el siglo xx.

Y, a partir de ello, ensayaremos al-gunas hipótesis relativas al devenirdel evismo.

Ls ígees: el■■ maS el cec

elecl ls ciddes

En 1995, el Congreso Tierra y Territo-

rio aprobó la tesis del llamado «Ins-

trumento Político», que dio lugar aun complejo movimiento construidoa partir de las estructuras de los sin-

dicatos campesinos. El núcleo duro deesa articulación de organizaciones ru-

rales eran los cocaleros del Chapare,

los colonizadores (hoy llamados «co-munidades interculturales»), los cam-

pesinos de los valles de Cochabambay la Federación de Mujeres BartolinaSisa. La propia entidad matriz, la Con-

federación Sindical Única de Trabaja-

dores Campesinos de Bolivia (csutcb),adhirió a la iniciativa.

Aunque recubierto con un discursoindianista potenciado por la campaña

«500 años de resistencia» (organizada

contra los festejos ociales por los cin-

co siglos de la conquista de Améri-

ca), el Instrumento Político expresa- ba un fuerte entronque histórico conla cultura sindical tradicional en elmovimiento popular boliviano, queel sociólogo René Zavaleta ya ha-

  bía advertido6. Una suerte de Tesisde Pulacayo7 campesina, adecuadaa los nuevos tiempos, marcados porla fuerte hegemonía del neoliberalis-

mo, el supuesto n de las ideologíasy una serie de luchas básicamente de-

fensivas, y a menudo derrotadas, delos sectores subalternos bolivianos,golpeados por la crisis de la CentralObrera Boliviana (cob), que durantedécadas actuó como entidad matriz.Si en 1947 la federación de mineroslogró ingresar diputados y senadoresa partir de su inuencia política, so-

cial y electoral en Oruro y Potosí 8 , elmas-ipsp logró avanzar hacia la are-

na política nacional desde el Chaparecocalero y desde los valles de Cocha-

 bamba, a partir del liderazgo al prin-

cipio compartido entre Alejo Véliz yEvo Morales. Y, como los mineros de

entonces, los cocaleros comenzaron asentirse –no sin razones– la vanguar-

dia del movimiento popular.

6. «Las masas en noviembre» en R. Zavaleta(comp.): Bolivia hoy  , Siglo Veintiuno Editores,México, 1983.7. Aprobadas en 1946, en la localidad de Pulaca-yo, estas tesis recogen la idea del gobierno obre-ro, en una época de fuerte influencia trotskista.

8. Jorge Komadina y Céline Geoffroy: El poder delmovimiento político. Estrategias, tramas organizati-vas e identidad del  mas en Cochabamba (1999-2005) , umss dic y t-cesu/ pieb , La Paz, 2007.

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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

En efecto, desde mediados de losaños 80, las políticas de erradicación

de la hoja de coca –impulsadas porlos sucesivos gobiernos bajo presiónestadounidense– generaron una geo-

grafía política y electoral sui génerisen el Chapare, ubicado en la carrete-

ra troncal Cochabamba-Santa Cruz.Allí la izquierda mantuvo su hege-

monía pese a su retroceso nacional;sus posiciones fueron erosionadas

por la fulminante crisis del gobiernoreformista de la Unidad Democrática

y Popular (udp), la derrota del sindi-calismo minero en 1985 (en la «Mar-

cha por la Vida»)9 y la nueva hegemo-

nía neoliberal.

La «defensa de la hoja de coca», jun-

to con la denuncia de la intervenciónestadounidense, determinaron unaestructuración del campo políticolocal teñida por los intereses corpo-

rativos de los cultivadores de coca,lo cual explica el triunfo local de Iz-

quierda Unida –apoyada por los sin-

dicatos agrarios– en las elecciones de1989, en pleno apogeo neoliberal. Es

decir, se trataba de un apoyo bastan-te instrumental de los cocaleros (pe-

queños propietarios rurales con cier-

ta movilidad social) a una izquierdapercibida como opuesta al «Impe-

rio» que los acosaba, lo que permitíauna expansión política del activismosindical, cada vez más politizado encuestiones nacionales10. Y, de paso,

la posibilidad de poner los pies en laarena política, en un aprendizaje queculminará con la mencionada puesta

en marcha del propio InstrumentoPolítico de los campesinos. No por

azar, Evo Morales fue elegido dipu-tado en 1997, por su circunscripciónuninominal, con el porcentaje másalto de votos del país (61,8%). Tampo-

co es casual que, en poblaciones ní -tidamente cocaleras, la votación deIzquierda Unida bordeara el 80%. Esdecir, un voto de características ple-

 biscitarias no por razones «ideológi-

cas» sino por ser percibida como larepresentación gremial de los cocale-

ros en el Congreso: todo el capital or-

ganizativo de los sindicatos era vol-cado a la lucha electoral11.

Al no contar con reconocimiento porparte de la Corte Nacional Electoral desu Instrumento Político, los sindicatos

campesinos se aliaron con la izquier-da tradicional, y de alguna forma ter-

minaron fagocitándola. El Chapare, adiferencia del Altiplano aymara, concierta inuencia de las diferentes fac-

ciones del indianismo, estaba hegemo-

nizado por organizaciones de izquier-

da, lo que sin embargo no impidió

9. Á. García Linera: La condición obrera. Estruc-turas materiales y simbólicas del proletariado de la

 Minería Mediana (1950-1999) , Muela del DiabloEditores / idis-umsa , La Paz, 2001.10. Ello explica también la votación del Movi-miento de Izquierda Revolucionaria (mir) que,

 bajo la presidencia de Jaime Paz Zamora (1989-1993), impulsó la diplomacia de la coca, tendien-te a la exclusión de este cultivo en estado naturalde la lista de sustancias prohibidas por la Organi-zación de las Naciones Unidas (onu). Además, latensión con eeuu derivó en la pérdida de visado

de sus principales dirigentes.11. Salvador Romero Ballivián: Geografía electoralde Bolivia , Fundemos / Fundación Hanns Seidel,La Paz, 2003.

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un fuerte proceso de indianizacióndel discurso cocalero que, junto con

las reivindicaciones económicas («lacoca es educación para nuestros hi-  jos», etc.), comenzó a enfatizar el ca-

rácter de «hoja sagrada» del cultivo,además de resaltar la dimensión de

«dignidad nacional» de las luchas ensu defensa. Finalmente, luego del di-vorcio político entre Véliz y Morales(producto del fuerte faccionalismo

campesino), en 1999 se constituyó elInstrumento Político por la Sobera-

nía de los Pueblos (ipsp), que se pre-

senta hasta hoy a elecciones con la si-gla mas (Movimiento al Socialismo),cedida por un pequeño desprendi-miento obrero de Falange Socialista(fsb) que había girado a la izquierda.

Son varios los dirigentes que se atri- buyen la «paternidad» de la idea delInstrumento Político. Pero sin dudafue decisiva la inuencia de una seriede ong , algunas vinculadas a la Igle-

sia católica, articuladas en el progra-

ma de capacitación Nina («Fuego»),conformado por el consorcio inte-

grado por el Instituto Politécnico To-más Katari, el Centro de Investiga-

ción y Promoción del Campesinado,Unitas, la Asociación de Institucio-

nes de Promoción y Educación y laFundación Aclo, cuyo director era elactual canciller David Choquehuanca.A ellas se sumaron otras organizacio-

nes, como el Centro de Estudios Jurí -

dicos e Investigación Social, canterade varios ministros del actual gobier-

no. Estas ong realizaron decenas de

talleres y congresos campesinos quepermitieron la articulación de sindi-

catos y organizaciones indígenas detierras altas y bajas y contribuyerona la ampliación del liderazgo de EvoMorales hacia la escena nacional e in-

cluso internacional.

Pero los éxitos electorales del mas-

ipsp tuvieron un efecto adicional: ali-near el nuevo movimiento en la lucha

democrática electoral y dejar atrás eldiscurso anticapitalista de la «vieja iz-

quierda» (e incluso neutralizar a quie-

nes proponían milicias armadas en

el Chapare) en favor de un programa  básicamente nacionalista y antineoli-

 beral, centrado en la denuncia de losefectos de las políticas de privatización

(«capitalización») implementadas des-

de 1985 y en el rechazo al sometimien-

to nacional a las transnacionales y al

«Imperio» (más precisamente, a eeuu).

Un proceso que Moira Zuazo denomi-nó «ruralización» de la política boli-viana y que tendría su momentum en el

triunfo de Evo Morales en las eleccio-

nes presidenciales del 18 de diciembre

de 2005, con casi 54% de los votos.

Empero, la idea del Instrumento Po-

lítico (expresada en la frase de Mo-

rales: «Donde las organizaciones sin-

dicales funcionan bien, no hace faltauna organización del mas por sepa-

rado») mostraba sus límites: en lasciudades existe una masa de ciuda-

danos individuados, despojados dedelidades corporativas, a los que elmas debe interpelar para conseguir

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una hegemonía nacional. Es ciertoque emerge una fuerza masista urba-

na, heredera en gran medida de parti-dos «neopopulistas»12 como Concien-

cia de Patria (Condepa), en La Paz, yUnidad Cívica Solidaridad (ucs), enSanta Cruz, especialmente entre losgremiales (comerciantes); en ambasurbes surge una enorme fuerza polí -tico-electoral y de movilización. Pero,además, como se expresó en las elec-

ciones municipales de 2004, el mas  necesitaba atraer a guras de las cla-

ses medias para, a la postre, debilitarsu identidad de partido campesino yconquistar el voto urbano. Concebidoen gran medida como un partido in-

directo13 (al cual, al menos en teoría,los militantes acceden a través de susorganizaciones sindicales), el ingresode los sectores medios se implemen-

tó de manera compleja, mediante lagura del «invitado», lo que deja deinmediato en evidencia el carácter su-

 bordinado de estas incorporaciones (la

gura del «asesor» reemplazaría a ladel «intelectual» orgánico de antaño).La desconanza suele atravesar las re-

laciones entre campesinos y urbanostejidas en el interior del mas.

Pese a su expansión a las ciudadesdesde 2004 –cuando se transformó enel principal partido nacional–, el mas 

mantiene una serie de rasgos de par-

tido campesino. Su propio crecimien-

to puede compararse metafóricamente

con una suerte de «cerco maoísta» so- bre las grandes urbes, solo que en suestrategia –que combina movilización

social y participación electoral– el

poder no nacía «de la boca del fusil»

sino de las urnas. Una prueba de elloes que ciertos sectores urbanos delmas se aliaron a menudo a organiza-

ciones campesinas para acrecentar sucapacidad de conseguir cargos en elEstado o en el partido (ser campesi-

no o contar con su apoyo es, sin duda,un plus dentro del actual partido degobierno)14.

No obstante, el rápido crecimientoelectoral registrado desde 2002 produ-

 jo un efecto paradójico y generó tensio-

nes internas: en esferas como el Parla-

mento y otros tradicionales espacios de

valorización de capitales sociales, esco-

lares y étnicos, los «invitados» pasarona hegemonizar la bancada masista. A

menudo se volvieron los voceros me-diáticos del mas pese a que la banca-

da contaba con una gran cantidad decampesinos. Sin una estructura parti-daria orgánica efectiva (la direcciónnacional del mas es incapaz de conte-

ner, y menos aún de articular, seme-

  jante diversidad interna), los avan-

ces fueron derivando en una suertede estructura «satelital»: la bancadasparlamentarias, las organizacionessociales, la bancada constituyente ylas direcciones urbanas se vinculanentre sí a través de la mediación ca-

rismática de Evo Morales, quien funge

12. Stéphanie Alenda Mary: «Condepa y ucs ,¿fin del populismo?» en Opiniones y Análisis 

No 57, La Paz, 2002.13. Maurice Duverger: Les partis politiques , Seuil,París, 1951.14. Agradezco esta observación a Hervé Do Alto.

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de árbitro entre estas diversas esferas

político-sociológicas. Es bastante sinto-

mático que en los ampliados del mas no se produzcan verdaderos debatesideológicos, y que cada delegado hablepara Evo Morales, sin polemizar conotros oradores que expusieron posicio-

nes diversas e incluso antagónicas (lalangue de bois nacional-popular-indíge-na ocupa, además, una no despreciableparte de los discursos). Como ocurre

a menudo, los momentos de «debateideológico» no atraen a la audienciatanto como las estratégicas eleccionesde dirigentes, cuando los adormecidosdelegados recobran una inusitada fuer-

za. Esta descripción general se vericaen cada reunión partidaria. Pero eso noimpide que cada investigador del mas 

que busca enfrentar el espinoso objetode su ideología se tope con la mismarespuesta: «en el mas hay una corrien-

te marxista, una corriente indianista yuna corriente proveniente de la Teolo-

gía de la Liberación».

Basta avanzar un poco en la investi-gación para constatar que ninguna de

estas corrientes existe como tal. Ade-más, sintomáticamente, nadie reereal nacionalismo popular como una delas supuestas facciones, cuando la ma-

triz discursiva heredera de los años 50es la más productiva en términos po-

lítico-electorales: recuperación de losrecursos naturales, organización delcampo político como un clivaje entre

el pueblo y la oligarquía (lo que conlle-va el enfrentamiento entre clases na-

cionales y clases entreguistas; nación

versus antinación) y una fuerte dosis deantiimperialismo, fundamentalmen-

te antiestadounidense. Más que co-rrientes, lo que puede observarse es unmasivo ingreso de ex-izquierdistas delos años 70 y 80, con sus bagajes ideo-

lógicos pasados por el tamiz (es decir,fuertemente debilitados) de la gravederrota post-udp (en el ámbito interno)

y de la crisis del socialismo real y la he-

gemonía neoliberal (en el contexto in-

ternacional). Derrotadas, estas izquier-das se agarraron como tabla salvadora,y por lo tanto bastante acríticamente, alnuevo etnonacionalismo.

En todo caso, resulta más producti-vo un abordaje sociológico, que per-

mite observar una serie de tensiones,luchas y alianzas a veces imprevis-

tas por el control de las candidaturasy los cargos («pegas») en el Estado oel propio mas; además de la lógicade la rotación entre sectores, distritoso incluso regiones para mantener cier-tos equilibrios corporativos/territoria-

les. Todo ello, en el marco de prácticasasamblearias mediadas por maniobras

dirigenciales de diversa naturalezapara incidir en las decisiones, no exen-

tas de clientelismo y prebendalismo,en el marco de la fuerte cultura políticacorporativa15.

15. Pablo Stefanoni y Hervé Do Alto: «El mas , unpartido en tiempo heterogéneo», documento detrabajo, pnud  , Coloquio «Democracia interna en

la elección de candidatos del Movimiento al So-cialismo (mas) para las elecciones del 6 de diciem-

 bre de 2009. Resultados y hallazgos preliminares»,La Paz, 19 de diciembre de 2009.

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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

Una clasicación parcialmente alterna-

tiva que también resulta útil para enten-

der la dinámica estatal es la propuestapor el sociólogo y ex-ministro de Edu-

cación Félix Patzi, quien distingue entre«liberales reformados», que manejan lagestión económica («más que desde unprotagonismo intelectual o político, des-

de la experiencia profesional, con fuer-

te inuencia en las decisiones del ga-

  binete de ministros»); ex-izquierdistas

que pasaron por ong («ex-militantes detendencias como el Partido Comunista,que realmente estaban muertos, y quecon este gobierno comenzaron a revi-vir sin ninguna base social, pero estánahí»); y una tercera tendencia, «el india-

nismo o indigenismo», con cargos re-

lativamente marginales en el Estado (aexcepción del canciller David Choque-

huanca, quien mantiene una fuerte in-

uencia en el Altiplano aymara aunqueestá lejos de decidir los principales li-

neamientos de la política exterior), peroque tuvo una importante incidencia enla elaboración de la nueva Constitución(que, pese a todo, luego fue modicadaen sus aristas más radicales). Es decir

que esta última es una corriente inu-yente más bien en el espacio simbólico-

espiritual del actual proceso político:algunos grupos indianistas hablan in-

cluso de un «entorno blancoide» alre-

dedor de Evo Morales16.

L hipóesis del cilism■■

plebe

Las transformaciones en el mundoindígena desde la época colonial son

enormemente complejas. La base eco-

lógica de la vida comunitaria bajo la

forma de «archipiélago», extendida através de varios pisos ecológicos, fuedestruida por las reducciones colo-

niales, las divisiones de las fronterasnacionales y la hacienda privada17.

Complicando más las cosas a los -

nes «descolonizadores», fue durantela República –en el siglo xix–, más que

16. V. revista Willka No 1, cuyo título de tapa es«Evo Morales entre: entornos blancoides, rear-ticulación de las oligarquías y movimientos in-dígenas», Centro Andino de Estudios Estraté-gicos, El Alto, primer semestre de 2007.17. «Una primera característica, que contrasta no-tablemente con la situación actual, es que aquelantiguo ayllu no tenía continuidad territorial, sinoque salpicaba como ‘archipiélago’ todo el territo-rio andino. La base de pertenencia no eran unoslinderos contiguos y certeros, sino la descendenciareal o ficticia de un mismo antepasado. Todos los

del mismo ayllu , al tener acceso a climas diversosy distantes [en virtud de la ocupación de variospisos ecológicos] aseguraban la complementa-ción de la dieta y los recursos.» Y así, el ayllu lograba regularmente –pese a los riesgos climáti-cos– un conjunto abundante de producción agrí -cola, pecuaria y artesanal que, junto con el eficien-te sistema de almacenaje, era la base del bienestargeneral. Hoy, «incluso donde existe el ayllu a ni-veles amplios, este ha entrado en conflicto con lasorganizaciones ‘modernas’ [sindicatos, institucio-nes estatales], que con frecuencia se sobreponen a

la organización tradicional, sin llegar a destruir-la, pero creando situaciones sumamente confusas,duplicidad de roles y funciones y un creciente de-

 bilitamiento de la organización ancestral aymara(…) podríamos generalizar que con nombres an-tiguos o modernos la organización comunitarialigada al antiguo ayllu tiende a prevalecer en losniveles mínimos y a veces intermedios, pero a me-dida que avanza a niveles superiores va quedan-do dominada por organizaciones ‘modernas’».William Carter y Xavier Albó: «La comunidadaymara: un mini-estado en conflicto» en X. Albó,Raíces de América: El mundo Aymara , Alianza Edito-

rial, Madrid, 1988. Sobre continuidades del ayllu ,v. Silvia Rivera Cusicanqui y Equipo thoa: Ayllus

 y proyectos de desarrollo en el norte de Potosí  , Aruwi-yiri, La Paz, 1992.

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Pablo Stefanoni

durante la Colonia, cuando la pérdidade importancia económica del tribu-

to indígena habilitó una devastadoraofensiva liberal contra el ayllu , destru-

yó el «pacto colonial»18 y consolidó el

régimen de hacienda. Con una etno-

historia que apenas ha reconstruidoprovisoriamente la vida del «aymaralibre de ayer» –como John Murra llamaa los aymaras anteriores a la incorpora-

ción al Estado inca19– y con un periodo

colonial que durante varios siglos ge-neró poderosos sincretismos religio-

sos, políticos y culturales, y una com-

pleja dominación mental, se dicultasobremanera el proyecto descoloniza-

dor, que Patzi dene como igualdadde oportunidades y universalizacióndel «modo de producción comunita-

rio» al ámbito urbano20.

Pero, más allá de reconocer una bue-

na dosis de «trabajo directo» en la eco-

nomía informal boliviana, la tesis delcomunitarismo urbano suele encubrirlas desigualdades y la precariedad deltrabajo en un denso tejido político,económico y social que bien podría

asimilarse al mundo plebeyo descrip-to por los historiadores de la vida co-

tidiana en la transición al capitalismo.

Dicho tejido reproduce una serie deinercias comunitarias, pero articula-

das de formas complejas con la econo-

mía de mercado «moderna» e inclusocon el capitalismo global. La «ciudadaymara» de El Alto es el ejemplo pa-

radigmático de este mundo plebeyo,con 47% de obreros –la mayoría en pe-

queños talleres– y 41% de trabajadores

por cuenta propia (el comercio repre-

senta 30% de la actividad económica).

En esta urbe con mentalidad rural, lascabezas y los corazones han sido con-

quistados por el evismo: el apoyo alpresidente es superior a 80%.

Con 5.000 establecimientos, la mayo-

ría microempresas (muchas de ellastextiles), en gran parte exportadoras aeeuu , El Alto es la segunda ciudad in-

dustrial de Bolivia21. No casualmenteel anterior alcalde, José Luis Paredes,era masivamente votado por «El Altorebelde» mientras defendía abierta-

mente el Tratado de Libre Comercio(tlc) con eeuu. Con una identidadobrera que es un recuerdo del pasado,tampoco resulta casual que la Cen-

tral Obrera Regional alteña sea dirigi-da por… un comerciante, del podero-

so sindicato de gremiales. Este mundoplebeyo diere, en todo caso, de la «cla-

se obrera organizada» que era la basedel cogobierno del 52 entre el Estado y

18. Tristán Platt: Estado boliviano y ayllu andino ,iep , Lima, 1982.

19. John V. Murra: «El aymara libre de ayer» enX. Albó (comp.): ob. cit.20. Entrevista, La Paz, octubre de 2009. Mariste-lla Svampa, Pablo Stefanoni y Bruno Fornillo:Balance y perspectivas. Intelectuales en el primer

 gobierno de Evo Morales  , Ediciones Le Mondediplomatique edición boliviana, en prensa.21. Datos tomados de Franck Poupeau: «El Alto:une fiction politique. Alto markaxa wali puq’antata

  jiwa jich’axa», trabajo presentado en la conferen-cia «L’université de tous les savoirs, des Andes àl’Amazonie», La Paz, 21 de septiembre de 2009.Y Gonzalo M. Vidaurre Andrade: «Documento de

trabajo número 5: Análisis del desarrollo empre-sarial en las mipymes y análisis de la utilizaciónde las tic», Cámara de Comercio de La Paz, di-ciembre de 2005.

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13 Nueva Sociedad 225

Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

la cob , pero también se diferencia delas comunidades indígenas rurales,

en un abigarrado espacio político an-tropológico.

El Alto presenta un denso tejido social,propio de los espacios urbanos margi-nados por el Estado y «autoconstrui-dos» por los vecinos, y reproduce va-

rios de los rasgos característicos de la«esfera autónoma de la cultura plebe-

ya», con sus «intercambios sociales»tan propios de los fuertes lazos deparentesco, vecindad y amistad, que«producía o reproducía justamenteesa solidaridad a la cual podían recu-

rrir fácilmente los pequeños produc-

tores, en tiempos de hambre, crisis ynecesidad», pero que, sin embargo, noconducían a una utopía igualitarista.«Las fuerzas de distinción social y laselevadas ostentaciones de estatus sehacían sentir incluso en los círculosplebeyos»22.

La poderosa «economía informal»,tradicionalmente al margen del Es-

tado (incluyendo contrabando y pi-

ratería); las redes de compadrazgosy densos espacios públicos no estata-

les; la deformación de la justicia co-

munitaria –que en la urbe alteña setraduce en linchamientos de delin-

cuentes ante la ausencia de la poli-cía–; la hibridación cultural –ampliainuencia de la cumbia, del hip hopo el reguetón– y religiosa –expansión

de las iglesias pentecostales23–; los«voceadores» de libros, que atraenal público con proclamas indianistas

o con clásicos panetos antisemitassobre judíos saboteadores; las lógicas

corporativas/gremiales de ocupacióndel espacio público; la reinvención delcapital militante24 minero en activistas

vecinales. Todos estos espacios cons-

tituyen el sustrato de la emergenciaplebeya operada en Bolivia desde

2003, con muchas de las característi-cas –potencialidades y límites– quePartha Chatterjee atribuye a la «po-

lítica de los gobernados»25.

El Chapare se encuentra cada vezmás en contacto con la ciudad: el cre-

ciente número de campesinos que en-

vían a sus hijos a estudiar a las urbes,la conformación de un mundo mesti-zo (propio de los destinos de fuertescorrientes migratorias), la hibridacióncultural y religiosa, la diferenciaciónsocial y la movilidad económica as-

cendente propia de la actividad co-

calera reproducen, también, parte delas características descriptas sobre

el mundo plebeyo. Estos sectores, a

22. Hans Medick: «Plebeian Culture in the Tran-

sition to Capitalism» en Raphael Samuel y Ga-reth Stedman Jones (eds.): Culture, Ideology andPolitics  , History Workshop Series, Routledge &Kegan Paul, Londres, 1982.23. Una estimación del sociólogo Julio Córdova,siguiendo la tasa de crecimiento sobre la base dela encuesta de hogares de 2001, indica que alre-dedor de 20% de los alteños se identifica comoevangélico (en 1960 era 1%). «Fácilmente, el nú-mero de iglesias pentecostales puede superar enEl Alto a las cuatrocientas.» Entrevista, La Paz,septiembre de 2009.24. F. Poupeau: Dominación y movilizaciones. Estu-

dios sociológicos sobre el capital militante y el capitalescolar , Ferreira, Buenos Aires, 2007.25. La nación en tiempo heterogéneo , Siglo Veintiu-no Editores / Clacso, Buenos Aires, 2008.

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14Nueva Sociedad 225

Pablo Stefanoni

menudo en el límite de la legalidad,apoyan con entusiasmo las políticas

redistributivas del Estado (bonos so-ciales, por ejemplo), pero rechazancon la misma determinación cual-quier intento de regulación estatal,cobro de impuestos o aplicación delos derechos laborales.

Desde el punto de vista político, el par-

tido que en los años 90 expresó a esta

Bolivia «abigarrada» (Zavaleta) o «entiempo heterogéneo» (Chatterjee) fueConciencia de Patria (Condepa), lide-

rado por el «Compadre» Carlos Palen-

que, un folclorista y radialista mestizo–apoyado por cuadros de la antigua iz-

quierda nacional– que, utilizando lastecnologías de marketing de los tele-

pastores pentecostales, generó una po-

derosa fuerza a partir de la reivindica-

ción de lo cholo (indígena urbano) quetransformó profundamente el campopolítico de El Alto y La Paz. La gestióncondepista de ambas alcaldías expresó

una suerte de copamiento popular delEstado y se caracterizó por la inecien-

cia administrativa y la proliferación de

la corrupción, junto con una «demo-cratización» del prebendalismo. Peroel culto al «Compadre» Palenque gene-

ró un auténtico movimiento de rear-

mación identitaria y de reversión de

estigmas (y su prematura muerte, unamovilización social con pocos prece-

dentes). Gran parte de sus militantesforman parte de la base urbana alteña

y paceña del mas, que hoy se expresacomo un movimiento nacional-popu-

lar parcialmente etnizado y que puso

en marcha, desde su llegada al poderen 2006, una auténtica reinvención de

la nación, retomando las aspiracionesrefundacionales tan caras a la histo-

ria nacional. Fue el mas , y no el mir , elque logró el «entronque histórico» conel 52. Sin embargo, era el mir la fuer-

za que se proponía abiertamente aquelentronque en los años 70 y 80, frenteal mas que hoy, aunque lo niega, re-

toma sus políticas y rituales, como los

desles indígenas militares, la nacio-nalización de los recursos naturalesy –aunque tampoco lo reconozca conesos términos– la alianza de clases (el

pueblo, los militares nacionalistas ylos empresarios patriotas).

Ilsió desllis■■ versus  

ilsió cmiis

Fue el vicepresidente Álvaro GarcíaLinera quien denió el proceso enmarcha como «nacional-productivo»,apelando a la metáfora del tren para

describir el nuevo modelo:

El Estado es lo único que puede unir a lasociedad, es el que asume la síntesis de la

voluntad general y el que planifica el marcoestratégico y el primer vagón de la locomo-

tora económica. El segundo es la inver-

sión privada boliviana; el tercero es lainversión extranjera; el cuarto es la micro-

empresa; el quinto, la economía campesi-na y el sexto, la economía indígena. Estees el orden estratégico en el que tiene que

estructurarse la economía del país.26

26. Pablo Ortiz: «Fue un error no liderar el pedidoautonómico», entrevista a Álvaro García Linera enEl Deber , Santa Cruz de la Sierra, 21/1/2007, <www.eldeber.com.bo/2007/2007-01-21/index.php>.

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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

«Nuestro horizonte de gran salto in-

dustrial, de Estado social protector y

el despliegue de la descolonización yla autonomía, será sí más rápido, máscontundente y más decidido», señalómás recientemente27.

Nótese que no es la economía co-

munitaria el primer vagón (como seentusiasman ciertos descolonizado-

res), y que el tren representa meta-

fóricamente una variante más «mul-ticultural» del capitalismo de Estado,lo que parece corresponderse con elclima ideológico que se fue consoli-dando desde 2003 y, sobre todo, des-

de 2006. La vieja izquierda obreristase debilitó hasta el límite de su exis-

tencia con la crisis de la clase obre-

ra minera (el único sector subalternoque en Bolivia históricamente fue ca-

paz de generar hegemonía nacional-popular28). Pero tampoco logró pros-

perar el programa «socialista» de laizquierda comunitarista –de dondeprovienen, con posiciones diferentes,García Linera, Félix Patzi y algunasagrupaciones de los 90–. Inspirados

en algunos textos de Marx, como la«Carta a Vera Zasúlich», buscabanacercar indianismo y marxismo. A lapostre, el etnonacionalismo (o, másprecisamente, un nacionalismo po-

pular parcialmente etnizado) fue co-

pando el espacio discursivo y el sen-

tido común ocialista29.

Como mencionamos, el clivaje pue-  blo/oligarquía o nación/antinaciónvolvió a la escena. Saint-Upéry señala

que los nuevos gobiernos del «socia-

lismo del siglo xxi» expresan, al mis-

mo tiempo, una cierta incompren-sión de las lógicas de las contiendassocioeconómicas y del carácter civi-

lizatorio de la lucha de clases en elmundo moderno. De allí los riesgosde que ciertos conictos –inclusoaquellos protagonizados por sectorespopulares– puedan ser consideradosespurios e inmorales frente a un bien

común políticamente predetermina-do, en función de los supuestos inte-

reses del pueblo.

Este fundamentalismo ético, cuando pre-

tende sostenerse en un apoyo popularplebiscitario y en la teatralización de la

legitimidad plebeya del poder, tiendea expresar una incomprensión cabal, y

quizás un cierto desprecio, por la diná-mica de la institucionalidad democráticacomo construcción social de un espaciopúblico donde las reglas plasman los con-

flictos y los conflictos reestructuran lasreglas y transforman los propios actores eintereses.30 

27. «No hay una agenda oculta: la Constituciónrespeta la propiedad», cit.28. René Zavaleta: Lo nacional popular en Bolivia[1986], Plural, La Paz, 2008.29. El anticapitalismo de Evo Morales es bási-camente sinónimo de antineoliberalismo; son

  bastante sintomáticos los elogios del FondoMonetario Internacional (fmi) a la prudenciamacroeconómica del gobierno.30. M. Saint-Upéry: «¿Hay patria para todos?Ambivalencia de lo público y ‘emergencia ple-

 beya’ en los nuevos gobiernos progresistas» enÍconos. Revista de Ciencias Sociales No 32, 9/2008.

Sobre este tema, v. tb. Juan C. Portantiero y Emi-lio De Ípola: «Lo nacional popular y los populis-mos realmente existentes» en Nueva Sociedad No 54, 5-6/1981.

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Pablo Stefanoni

Así, no es raro que conictos típica-

mente populares-corporativos sean

calicados como funcionales a la de-recha, o que se hayan descontado losdías de huelga a médicos y maestroscon el argumento de que «quien notrabaja no cobra»: la lógica campesi-nista suele considerar más o menosveladamente como privilegiados alos funcionarios públicos.

Maristella Svampa enfatiza la articu-lación, convergencia y colisión de di-ferentes matrices político-ideológicas,entre las cuales se destacan la nacio-

nal-popular y la indigenista-comuni-taria. En efecto,

la persistencia de una matriz nacional-popular que se inserta en la llamada

«memoria mediana» (las experiencias delos años 30, 40 y 50) tiende a sostenersesobre un triple eje: la afirmación de lanación y del Estado redistributivo y con-

ciliador; el liderazgo carismático; y lasmasas organizadas: el pueblo. Su dinámi-ca se instala en la tensión entre un proyec-

to nacionalista revolucionario, conducidopor el pueblo junto a su líder, y el proyec-

to de participación controlada, bajo la

dirección del líder y el tutelaje estatal.31

Y, por otro lado, el indianismo o «me-

moria larga» anticolonial (con dosisvariables de «tradición inventada»),que combina las ideas de resistencia,derechos colectivos y poder comunalcon el multiculturalismo neoliberalde los 90: la propia tensión entre pe-

queños campesinos aymaras de tie-rras altas –propietarios de minifun-

dios resultantes de las subdivisiones

producidas desde la reforma agra-

ria de 1953– y los indígenas de tie-

rras bajas, beneciarios colectivos delas Tierras Comunitarias de Origen(tco), a quienes los primeros llaman«terratenientes indígenas», es solouna de las facetas que muestran lascomplejidades para imaginar la na-

ción desde una «perspectiva otra» in-

dígena tout court, o desde una lógica binaria indígena/occidental que deja

afuera o considera «liberal» inclusoal nacionalismo-revolucionario.

En el mismo sentido, es evidente laambivalencia discursiva de Evo Mo-

rales, quien en foros internacionalesse presenta a sí mismo como un de-

fensor a ultranza de la Pachamama(Madre Tierra), mientras que, haciael interior de Bolivia, deende clási-cas posiciones desarrollistas y pro-

ductivistas, como la exploración pe-

trolera en la Amazonía, incluyendoacusaciones contra las ong que «con-

funden» a los indígenas. El progra-

ma del mas para las elecciones presi-

denciales del 6 de diciembre de 2009

proponía, como eje, la industrializa-ción del país en cinco años, una suer-

te de Plan Quinquenal, incluyendouna serie de fábricas estatales y has-

ta la puesta en órbita de un satélitede comunicaciones bautizado Tupak Katari. De esa manera, enfrentaba el

31. M. Svampa: «Mouvements sociaux, matrices

socio-politiques et nouveaux contextes en Améri-que Latine» en Problèmes d´Amérique Latine No 74,otoño de 2009. (Versión en castellano, Revista Pa-raguaya de Sociología , en prensa.)

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Bolivia después de las elecciones: ¿a dónde va el evismo?

histórico problema boliviano: el des-

fase entre la prédica industrialista y

la realidad rentista32

 , fuente del sen-timiento de constante frustración na-

cional debido, en parte, a la tradicio-

nal debilidad del Estado –incapaz de

manejar ecientemente la economíanacionalizada– y a su matriz pre-

 bendal. Además se oponía al predo-

minio –asociado a esa mentalidad

rentista– de una visión ingenua del

desarrollo, vinculado a la extracciónde esos recursos pero incapaz de darvida al complejo educativo-cientí-

co-tecnológico necesario para plas-

mar los objetivos desarrollistas. Este

imaginario impide, a la postre, tran-

sitar otras vías no desarrollistas, quepor el momento no salen de la retó-

rica «pachamámica», como el sumajqamaña  , el «vivir bien» en lugar del«vivir mejor» occidental-liberal. Peroentre la ilusión desarrollista y las ilu-

siones comunitaristas el debate es es-

caso, casi inexistente.

Es cierto que, a diferencia del pasado,y posiblemente por el trauma hiper-

inacionario de los 80, el gobierno semuestra prudente en el terreno ma-

croeconómico. Es verdad también

que la reposición del rol productivoy redistributivo del Estado, para loque existe genuina voluntad guber-

namental, representa la base de unproyecto posneoliberal efectivo, enel marco del recambio de elites que

vive el país. Pero la vuelta acríticaal capitalismo de Estado y a la sen-

sibilidad cincuentista (con un barniz

indigenista periférico, expresado enuna moderada dosis de multicultu-

ralidad) lleva consigo, también, losproblemas que hicieron fracasar alEstado del 52 (entre ellos, la ocupa-

ción plebeya del Estado como fuen-

te de ascenso social y la «democrati-zación» del prebendalismo, sin unaprofunda reforma ético-política delEstado; un problema, por cierto, detodos los nuevos gobiernos del «giro

a la izquierda»). Como se ha visto, elderrame del crecimiento no ha sidosuciente para generar empleo de ca-

lidad ni acabar con la pobreza (ni si-

quiera con la pobreza extrema).

Adicionalmente, la lógica de cam-

paña permanente, sumada a ciertasobreactuación ideológica, conspirasobremanera contra la construcciónde una institucionalidad posneoli-

 beral (que es lo que el gobierno ver-daderamente se propone hacer). Eseparece ser el desafío –un complicadoequilibrio entre ecacia en la gestióny utopía reexiva emancipadora– delsegundo mandato de Evo Morales.

Dicho de manera más simple y direc-ta: construir un nuevo Estado, basepara la inclusión social y un procesode desarrollo efectivo y duradero. O,como dice el lema, «una Patria paratodos», una meta aún por conquis-

tarse, para lo cual, pese a todo, se haabierto una oportunidad única en lasúltimas décadas.

32. Ver Fernando Molina: El pensamiento bolivianosobre los recursos naturales , Pulso, La Paz, 2009.