srta.rose - eres el siguiente

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  • 8/15/2019 Srta.rose - Eres El Siguiente

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    Eres el Siguiente

    Story: Eres el SiguienteStorylink: https://www.fanfiction.net/s/11579402/1/Category: Twilight

    Genre: Horror/TragedyAuthor: Srta.RoseAuthorlink: htt ps://www.fanfiction.net/u/2047662/Last updated: 10/25/2015Words: 14637Rating: MStatus: In ProgressContent: Chapter 1 to 2 of 2 chaptersSource: FanFiction.net

    Summary: #FFTH #HalloweenMovies. Un aniversario familiar  puede convertirse en tragedia cuando las presas se vuelven loscazadores, y la traición moneda corriente. Rated M por violencia,sangre y sexo. - Basado en la película "You're Next" con un girodiferente...

    https://www.fanfiction.net/u/2047662/https://www.fanfiction.net/u/2047662/https://www.fanfiction.net/s/11579402/1/

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    *Chapter 1*: CAPITULO 1

    Hola mis nenas hermosas! Como andan?! Les traigo una nueva

    historia... espero que les guste ya que participa de un Contest paraHalloween del grupo en Facebook "Fanfiction TwilightHispanoamerica" Espero que les guste... les aviso que esSANGRIENTA! Asi que no para todos los estómagos...

    LO UNICO QUE LES VOY A PEDIR ES SUS HERMOSOS

    RR LOGUADOS PARA QUE ME CUENTEN LOS PUNTOS!

    Las amo mis niñas hermosas y pronto les traere nuevas aventuras dela mano de "Área 51" y resucitaremos a los muertos con "Black Velvet" confíen en mi jajaja...

    LAS QUIERO!

    Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer yo solo me

    dedico a matarlos en mi historia. No se permite su copia total o parcial! Esta historia participa del #FFTH #Halloween MovieContest

    SUMMARY: #FFTH #HalloweenMovies. Un aniversario familiar  puede convertirse en tragedia cuando las presas se vuelven loscazadores, y la traición moneda corriente.

    TITULO: Eres el siguiente. - Basado en la película "You're Next"con un interesante giro de acontecimientos...

    AUTORA: – Florencia Lara.

    RATED: M – Violencia, sangre y Sexo.

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    GENERO: Terror/Suspenso.

    CAPITULO 1:

    Los gemidos se escuchaban por toda la casa, así como el rechinido

    de los resortes de la cama con el movimiento sudoroso de loscuerpos. Ella no había ni llegado a quitarse la camisa antes de que élla arrastrara a la cama; Otra vez. Sabía que era muy joven para suedad, pero… ¿A quién carajos podía importarle si estaban en sucabaña en medio del bosque en un lugar dejado de la mano de Dios?

     — ¡Oh si, Dios, si! —gimió falsamente, mientras enterraba sus

    descuidadas uñas en los músculos de la espalda masculina que lamantenía apretada contra el colchón.

    Él comenzó a moverse cada vez más violentamente, así que con unasacudida se corrió sin importarle si ella había o no llegado al clímaxtambién. El gran y gordo cuerpo del hombre entrando en loscuarenta, cayó a un lado en la cama mientras que ella en el principiode los veinte, luchaba por respirar.

     —Voy a darme una ducha —gruñó.

    Sin esperar respuesta, salió de la habitación dejándola sola yfrustrada. Otra vez. Cuando escuchó que la ducha se encendía,arrastró sus pies al suelo; le dolían las piernas, esto de follarse a su profesor de cálculos no estaba resultando como esperaba.

    Lentamente, bajó las escaleras sin molestarse en cerrarse la camisa,sabía que en cuanto saliera de la ducha él volvería a tomarla. Almenos esta vez no se la había follado por el culo, el podía ser brutohaciéndolo de esa forma.

    Ella se acercó al equipo de música y luego de darle play, notó que

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    las luces automáticas del porche se encendían. Sobresaltada por elsonido del llamador de ángeles colgado afuera, abrió lentamente la puerta corrediza de vidrio.

     — ¿Hola? —Susurró casi con miedo de que alguien le contestara, pero solo fue recibida por un sepulcral silencio.

    Recordando esta vez trabar la puerta, caminó hasta el aparador y sesirvió un poco de vodka en un vaso. Tragando fuertemente el gustoamargo que quemaba su garganta, decidió agregarle jugo de naranja,antes de subir otra vez por las escaleras.

    Sentada entre las sabanas enredadas de la cama, observó en elespejo las feas ojeras que adornaban su rostro. Él no la había dejadodormir mucho en el transcurso del fin de semana. Entonces, lasluces automáticas volvieron a encenderse. El reflejo en el espejomostró una extraña figura, pero antes de que pudiera girarse yahabía desaparecido.

    Cuando él salió de la ducha caliente, decidió que ahora, libre desudor y de olor a sexo, estaba listo para tomar a aquella chiquillaotra vez. Ella lo quería rudo, lo tendría rudo. Casi babeaba alrecordar cómo se sentía su polla enterrada entre los globos redondosde su trasero. Pasando la lengua por los labios resecos se dio cuentaque ya estaba duro otra vez; las pastillas que su amigo le habíarecomendado estaban haciendo efecto.

    Salió del baño con una toalla precariamente amarrada en su cintura, bajo su gruesa barriga. Caminó lentamente hasta la mesa de luz ytomo el vaso con naranja y alcohol que ella había dejado preparadoallí. Mientras sus labios tocaban el borde del vidrió algo extraño sereflejó en el espejo. Él se dio vuelta lentamente acercándose a la puerta corrediza del balcón de la habitación.

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    Escrito en alguna sustancia extraña y letras rojas, había palabrasque le estaba costando entender. ¿Eso era…? Arrastrandolentamente la mano sobre las letras, se dio cuenta de que lo que seaque fuera, estaba del otro lado del vidrio. Antes de saber lo que

    estaba sucediendo, las luces automáticas se encendieron revelandoel cuerpo mutilado de la adolescente que había traído el fin desemana para calentar su cama. La brillante sangre rojamorbosamente extendida bajo su cuerpo. Las palabras extrañas delvidrio tomaron forma de repente. Escrito en sangre decía: "Eres elsiguiente".

     — ¡Eh! Parece que Erik está en casa esta temporada —dijo Esme

    mirando el flamante deportivo que tenía su vecino. Llamarlo"vecino" era una forma de decir, la casa quedaba al menos a cincokilómetros de la quinta Cullen.

     —Sí, he oído que dejo a su esposa y ahora se acuesta con algunasde sus alumnas más jóvenes.

     —Lamentable —el claro disgusto se expresó en su refinada vozaristocrática.

     —Él podría estar viviendo a tiempo completo aquí ahora — murmuró Carlisle, tomando la mano de su esposa por sobre la palanca de cambios—. Igualmente, estamos tan aislados aquí que podría ser bueno tener un vecino cerca.

     —Supongo.

    La camioneta deportiva nueva, que manejaban, se deslizólentamente los pocos kilómetros que faltaban. Los árboles de los bosques que rodeaban la finca, habían perdido sus hojas debido alinvierno, lo que creaba un ambiente bastante aterrador que produjo

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    escalofríos por todo el cuerpo de Esme.

    Con el vehículo estacionado en la entrada de la casa, ambos bajaronlas maletas que habían traído con ellos. Carlisle retiró un mechóncasi blanco por los años, del rostro de Esme, antes de depositar untierno beso en la frente de su mujer y caminar hasta la puerta.

     —Es extraño —dijo mientras retiraba la llave de la cerradura yfruncía el ceño.

     — ¿Qué? —ella se giró para mirarlo alejando su vista del amanecer que empezaba a clarear en el horizonte.

     —Está abierto.

    o muy convencida, Esme siguió a Carlisle al interior de la casa.Todo parecía estar en su lugar. Los viejos muebles que habían pasado de generación en generación junto con la gran mansión,estaban cubiertos de sábanas blancas y una gruesa capa de polvodaba a todo un aspecto un tanto tenebroso.

     —No parece que nadie haya estado aquí —Carlisle bajó la maleta al pie de la escalera y guardó las llaves en su bolsillo, antes de ayudar a su mujer con el otro equipaje.

     —Oh ya sabes, apuesto a que los trabajadores dejaron la puertaabierta la última vez que estuvieron aquí. Sacaré los víveres de

    carro y revisaré el horno.Esme caminó hasta el living comedor y una a una empezó a abrir lasventanas y quitar las sabanas que cubrían el lugar. Había mucho para hacer antes de que cayera la noche y sus hijos llegaran. Habían planificado este fin de semana de descanso durante mucho tiempo, por lo que estaba ansiosa de tener a toda la familia reunida otra vez;

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    sobre todo teniendo en cuenta que todos vendrían acompañadosesta vez para celebrar su aniversario.

    La noche había caído hacía rato y todavía no lograban llegar a lavieja mansión de campo. Edward estaba poniéndose molesto. Habíadiscutido con un amigo por faltar a su cumpleaños, justo antes desalir. Pobre Bella, su novia se bancaba sus cambios de humor continuamente. Ella realmente era lo mejor que le había pasado enmucho tiempo. Ser el menor de tres hermanos nunca había sidofácil.

     — ¿Así que tus padres están bastante cargados de dinero, verdad?

     —preguntó Bella sentada a su lado, mirando un viejo mapa. La pequeña luz del teléfono se mantenía prendida a modo de linterna.

     —Sí, supongo —Edward la miró de costado, ella era hermosa; tez blanca, labios condenadamente rojos y besables, ojosllamativamente dorados, cabello castaño casi negro y eraasombrosamente buena en la cama. Él a veces no quería ni pensar 

    como había adquirido tal característica—. Mi padre se retiró de laKPG el año pasado y consiguió un paquete de indemnización muyloco por ello.

     —Espera, ¿KGB? —la cara de Edward se torció en un gesto ante eltono de asombro de ella. Todo el mundo reaccionaba de la mismaforma — ¿Cómo, contratista de defensa?

     —Seeee… no era más que un puesto en contabilidad, sin embargo —Bella sofocó una risa incomoda desviando su vista a la carreteraoscura—. ¿Por qué? ¿Eso es un problema para ti, nena? ¿Cenar confascistas? —preguntó, él no quería que su familia se interpusiera ensu relación. Él la amaba y sabía que había grandes posibilidades deque su madre no estuviera de acuerdo con el tipo de mujer que era

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    ella; no pertenecía a sus mismos círculos sociales ni al country club.

     —No, no… yo… quiero conocer a tu familia, amor —ella pasó unamano por detrás del asiento para acariciar suavemente sus cabelloscobrizos—. Espero que esto signifique que va a haber buen alcoholal menos —dijo ella tratando de distraerlo de la tensión que lo habíaatrapado rápidamente.

     —Probablemente no —contestó con una mueca, sentir sus suavesdedos acariciarle el cuero cabelludo, estaba haciéndolo pensar enella debajo de él en la enorme cama que tenía en la finca—. Mimadre está bajo medicación.

     — ¿Podemos parar y conseguir algo, entonces? —sugirió con un brillo travieso en sus ojos.

     —Sí, deberíamos. Buena idea.

     — ¡Sí! —ella hizo su pequeño baile de la victoria haciéndolo reír acarcajadas mientras él tomaba la siguiente salida de la carretera.

    El polvo se acumulaba en el medio de la cocina, mientras Esme ibay venía con la escoba limpiando de un lado para el otro. Estabaoscuro afuera, había estado poniendo la gran casa en orden durantetoda la tarde y no podía esperar para ver a sus hijos.

    Tomando la pala, recogió todo el amontonamiento de suciedad y fue

    a tirarlo en la bolsa que había olvidado en el hall de entrada.Sacudió con fuerza los desechos dentro y se movió otra vez endirección a la cocina, cuando un golpe seco sonó en el techo. Loscaireles de la gran araña que adornaba el salón se sacudieron con brusquedad repiqueteando y haciendo que los pequeños bellos de sucuerpo se erizaran con miedo.

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     — ¡Oye, encendí la chimenea! —la voz de Carlisle la hizo saltar arrojando la escoba lejos. Sus manos volaron a su corazón como sieso pudiera detener los furiosos latidos—. Lo siento, cariño ¿Estás bien?

    Esme dudo antes de contestar. Ya no era la joven que había sido ensu momento pero dudaba que estuviera volviéndose tan loca.

     — ¿Estabas arriba?

     —No, estaba en el sótano —Carlisle se acercó a su lado viendocomo ella palidecía un poco.

     — ¿Has oído eso hace un momento, Carlisle? —Él la tomo por los brazos, Esme temblaba como una hoja.

     — ¿Oír, que?

     —Oí pasos —Susurró; el miedo casi palpable en su tono de voz—.Creo que hay alguien en la casa.

     — ¿Estás segura, Esme? Estás estresada del viaje, y has estadolimpiando la casa toda el día —Ella lo tomó por la manoarrastrándolo hasta la puerta de entrada.

     — ¡Sé lo que oí, Carlisle! ¡Tenemos que salir de aquí!

     —Esme, detente —Él soltó su mano antes de tomar el atizador de laestufa hogar.

     — ¡Vámonos, Carlisle!

     —No, Esme. Ve tú afuera. Espérame en la camioneta, iré a revisar el piso de arriba —su tono fue calmo y tranquilo, tratando de poner 

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    orden en la mente asustada de su mujer.

     — ¡Irás afuera conmigo! —protestó de pensar que él la abandonaríasola en la oscuridad. Aparte estaba loco si pensaba que lo iba adejar ir solo en busca de peligro.

     —Estoy seguro que no es nada, cariño. Solo una vieja casachirriante —Él avanzó unos pasos más en dirección a la escalera.

     — ¡Carlisle! ¡Hay alguien en el piso de arriba! —susurró un gritoenojado.

     —Mira, llevaré esto conmigo, ¿Vale? —gruñó levantando otra vez elatizador donde ella pudiera verlo—. ¿Estás contenta?

     — ¡NO!

     —Vamos, Esme —Carlisle la arrastro hasta la puerta abriéndola deun tirón—. Espera afuera. Iré en un minuto.

     — ¡Ten cuidado! —murmuró ella con las lágrimas acumulándose ensus cansados ojos marrones. Carlisle le sonrió con cariño, seguro deque su abrumada esposa solo alucinaba debido a al cansancio deldía.

     —Lo haré —cerró la puerta a sus espaldas y subió lentamente laescalera—. ¿Hola? —su voz se elevó por la silenciosa casa. De

    golpe la indecisión bullía en sus venas, mientras llegaba al rellano.El tenebroso y oscuro pasillo le dio la bienvenida. Se sentía comouna vieja película de terror y casi se rió por ello.

    Sacudiéndose de encima la sensación de ser observado, Carlislecaminó lentamente hasta la primera de las habitaciones abriendosuavemente la puerta. No es como que si hubiera habido alguien en

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    la casa, no había tenido tiempo suficiente para esconderse entre suadvertencia y su entrada en la suit, pero más allá del chirriantesonido de la puerta al abrirse; todo parecía en orden.

    Carlisle caminó rápidamente hasta el baño pero estaba igualmentevacío. Entonces notó la puerta del armario entornada. Levantandoel atizador, puso su mano sobre el pomo de cristal de la puerta, ymuy suavemente comenzó a abrirla cuando una pesada mano cayósobre su hombro haciéndolo saltar varios centímetros.

     — ¡Oh! ¡Edward! —gritó enojado, apretando su mano fuertementecontra su furioso corazón.

     — ¡Papá! —Edward se sacudió un escalofrío que lo recorrió de piesa cabeza.

     — ¡Me diste un susto de mierda! —lo reprendió antes de comenzar a reír nerviosamente.

     —Sí, me di cuenta. ¡Dios! —Carlisle se secó el sudor de la frente

    antes de volverse a su hijo—. No es por empezar con el pieizquierdo aquí, pero… uhm…. ¿Por qué mamá está llorando en laentrada?

     — ¡Dios! —Murmuró él golpeando su frente contra la pared—. Venconmigo.

    Los dos bajaron la escalera inconscientes de la puerta del armariocerrándose sola a sus espaldas.

     —Este lugar es hermoso, ¿así que tu padre lo heredó? —preguntóBella, su boca llena de pasta dental. Las manos de Edward seapretaron en sus caderas mientras apoyaba la barbilla en su hombro.

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     —Sí, es su actual proyecto de jubilación. Aunque estoy bastanteseguro de que por el momento paga a otras personas para trabajar en el —Edward corrió el cabello de aquel terso cuello que tentabatanto su control.

     —Edward... No con tus padres abajo, cariño —gimió ella sintiendola gruesa erección de él apretar contra su trasero.

     —Seremos silenciosos —Edward besó su cuello para luego subir ymordisquear el lóbulo de su oreja haciéndola jadear. Luchó contra élotra vez, su aliento entrecortándose.

     — ¿Realmente quieres que te deje ir? —Susurró encontrando susoscurecidos ojos dorados, ahora casi negros en el espejo. La imagenera mortalmente erótica.

    Sin esperar respuesta, jaloneó sus diminutos shorts, dejándola solocon una pequeña cinta por tanga. Los labios de ella se separaron losuficiente como para hacer tensar su polla hasta el punto del dolor.

     —Eres un riesgo para mi propia salud —Tenía que probar sus labiosmojados. El dulce y salado sabor de ella se le subió a la cabezacomo un narcótico. El toque de los labios contra los suyos, comocaliente satén, y la lengua, como un golpe de fuego, enviaronrugientes impulsos de placer que hicieron que su polla creciese aúnmás y se apretaran aún más sus pelotas.

    Su beso le calentó más rápido, más caliente que un volcán enerupción. Era como estar en medio de un infierno. No podía evitar tocar su cara ni pasar los dedos por su delicada mandíbula. Ellasacudió la cabeza despacio, mientras levantaba la mano paraenroscarse alrededor de su cuello. Entonces ella levantó la cabeza,los dientes de Edward capturaron su labio inferior y tironearon de el

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    eróticamente.

     —Pues compláceme, Edward —susurró acaloradamente—.Muéstrame todo lo que me he perdido.

    Eso sonaba a desafío, un descarado desafío. Pero él oyó ladesesperación de su voz, lo vio en sus ojos. Ella necesitaba estotanto como lo hacía él, necesitaba perderse en el placer y el calor que surgía con cada toque entre ellos. Levantándola en sus brazos,Edward la llevó a la cama manteniendo los ojos clavados en lossuyos y sus sentidos enfocados en ella.

    Cuando la puso en la cama bajó la vista hacia ella, memorizando susrasgos, la suave y pálida piel de su cara y el ahora oscuro color orofundido de sus ojos. Su pelo casi negro se dispersó alrededor de ella.El terciopelo violeta de su conjunto susurró sobre su esbelto cuerpoy el aroma agradable que desprendía era embriagante. Esta era sumujer.

     —Quítate la ropa… muy despacio —le dijo con la voz ronca por lafuerza de su lujuria, de su necesidad por ella.

    Su sedoso vientre se mostró ligeramente redondeado, tan suave ycremoso justo para ser besado. Sus redondos y bien tonificadosmuslos, las desnudas y relucientes curvas de su coño y aquellos pliegues cubiertos de rizos eran más que para ser besados. Eran paraser devorados.

     —Tienes el coño condenadamente más bonito en el que he puestoalguna vez los ojos —dijo él extasiado, suspirando cuando ellafinalmente se liberó de una patada de la suave tela de su diminuta braga—. Podría pasarme horas comiéndote.

    Le lanzó una mirada a los ojos justo a tiempo para ver la llamarada

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    de respuesta. Sus dedos fueron a los botones de la camisa, mientraslos de ella agarraban el dobladillo de su camiseta, la que al quitarsereveló sus hinchados pechos y el delicioso rosa de sus erectos pezones, luego pasó sobre la cabeza hasta quitarla completamente.

    Sus ojos brillaban oscuros y calientes, su cara relucía ahora deentusiasmo, casi tan brillante como los voluptuosos pliegues deaquel resbaladizo y húmedo coño.

    Edward desabrochó sus vaqueros antes de bajar y quitarse loscalcetines que llevaba puestos. Pero sus ojos nunca abandonaron elcuerpo de su mujer. Se preguntaba si se cansaría de mirarla algunavez, de observarla fijamente el tiempo suficiente como para no

    sorprenderse cada vez que veía algo que se le había escapadoanteriormente.

    Como el sedoso brillo en la parte inferior de sus pechos. Las curvasmaduras, ni prominentes ni realmente delgadas. Las dulces y suavesdiferencias que la proclamaban como una mujer adulta de todas lasmaneras.

     — ¿Vas a hacer algo, o tienes la intención de pensártelo hasta lamuerte? —Ella era impaciente en el sexo. Era una de las cosas quehabía aprendido sobre ella.

     —No necesito pensar en ello —Extendió la mano, tocando su muslo para luego arrastrar sus dedos hacia la humedad sedosa entre sus piernas.

    Allí, su pulgar rodeó el pequeño brote aumentado de su clítoris,atisbando desde el ápice de los pliegues. Ella tembló bajo su toque ysu polla se sacudió en respuesta.

     —No puedo esperar a sepultar mis labios ahí otra vez. Prefiero

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    comerte a respirar. Movió las piernas, abriéndolas cuando él apartólos dedos y se metió en la cama.

    La noche pasada había sido dura y agitada; el viaje y las horas en lacarretera caliente, no lo habían hecho mejor. Esta, quería quedurase, quería hacerla correrse tantas veces que cuando élterminase con ella, Bella solo pudiese estremecerse en el abrazo deun orgasmo que pareciese no terminar nunca.

     —Lo primero de mi lista será sentir que te corres en mi lengua — gruñó mientras colocaba sus rodillas entre los muslos. La miró a losojos mientras bajaba hacia su boca, bebiendo de sus labios.

    Edward levantó la cabeza, sacó su lengua y la pasó a través de laempapada hendidura que tenía justamente enfrente. Mientras estabaallí, se aseguró de que su lengua vibrase sobre la sensible carneantes de rodear el clítoris con una delicada y ronroneante lamida.Ella se estremeció, un jadeo surgió de dentro de él mientras pasabalas uñas a lo largo de la parte exterior de los muslos. Sus caderas se

    agitaron reaccionando mientras dejaba salir un rugiente gemido através de los labios. Pero esto no detuvo su lengua; golpeótentadoramente sobre los pliegues, bebiendo a lengüetadas,lamiendo las dulces gotas del sirope que rezumaba de su carne. Unsilencioso grito se desgarró de su garganta, mientras los abrasadoresespasmos del orgasmo comenzaron a apretar cada músculo de sucuerpo.

     — ¡Joder! —Ella tembló, apretando los muslos alrededor de sucara, manteniéndolo en el sitio. ¡Oh Dios! Tenía que sostenerlo en elsitio mientras mecía las caderas, arrastrando su extasiada y húmedacarne sobre sus labios y su lengua, obligando a que el placer volviese una y otra vez a través de su clítoris, de su vagina y de sumatriz. ¡Oh!, era demasiado bueno. Nada había sido nunca tan

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     bueno.

     — ¿Puedes mantener el ritmo, Conspiradora? —Su voz contenía undesafío—. ¿Soy mejor que tú?

    ¿Mejor que ella? Él era mejor que una fantasía. Él era mejor que suvibrador. ¡Joder, sí! él era mejor que ella. Pero eso no significabaque ella no pudiese seguir el ritmo. No significaba que no conocieraalgún que otro truco.

     — ¡Dios! eres preciosa —susurró, su ronca voz sonaba hambrienta —. Tan hermosa que robas el aliento de un hombre, Bells.

    Un travieso destello de dientes blancos surgió un segundo antes deque él se moviese entre sus muslos y se aprovechase. Su visión seenturbió y contuvo el aliento. ¡Oh Dios!, era demasiado bueno; lamanera en que la llenaba, entrando despacio, estirando el tejidosensible de su coño que descubría las escondidas terminacionesnerviosas y las zonas erógenas, descubriendo sitios que nunca habíasabido que tenía. Edward los acarició; trabajando dentro y fuera,atrás y adelante, meciendo sus caderas contra las suyas hastallenarla completamente y hacerla temblar bajo él. Ella estaba tancerca. Demasiado cerca. Podía sentir su orgasmo al alcance de lamano y su propia desesperación brincar en su interior.

     — ¡Sí, sí! —Gimió mientras se sostenía con los codos encima deella, acariciando su cabeza al tiempo que sus manos se agarraban a

    sus caderas—. Me gusta esto, Conspiradora. Me gusta mucho.

     —Me estás matando —gimió ella—. No bromees conmigo.

     —Un poco de provocación está bien, cariño —dijo bajando lacabeza. Sus labios chuparon un apretado pezón mientras movía lascaderas. La cabeza de su polla frotó su interior, desencadenando

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     pequeños temblores de la inminente liberación.

     —Así no —el placer la mataba.

     —Justamente así, nena —siguió haciendo girar sus caderas despacio

     —. Sólo relájate para mí. No tienes que hacer nada, amor. Nonecesitas pensar. Sólo pasarlo bien.

    Ella le miró, jadeando en busca de aliento. La lujuria, el placer ymucho más reverberaron en las calientes profundidades, sus labioscubrieron entonces los suyos, su lengua lamiéndole los labios,deslizándose dentro, tomando la última resistencia mientras ella le

    clavaba las uñas en la piel, sintiendo el placer/dolor de ser  penetrada y Edward comenzó a mover las caderas casi conviolencia. Él la llenaba de un éxtasis demente, de un placer brutal.

     —Así… dulce amor —dijo apartando los labios de los suyos cuandoella comenzó a gemir, a gritar por las sensaciones que la atravesaban —. Eres tan dulce y apretada. Tan caliente. Podría quedarme dentrode ti para siempre.

    Bella elevó las caderas bajo él, encontrando el ritmo,acompasándose a él, aumentando el placer que crecía con unademanda catastrófica tal, que ella no pudo quedarse quieta.

    Sus golpes cambiaron. Sus labios pellizcaron los de ella. Sus manosse apretaron en su pelo y él comenzó a joderla duro,

     profundamente. Poderosos golpes que enviaban su polla dentro yfuera. Acariciando… abrasando. Cada empuje la lanzaba más alto,sacudiéndola en un torbellino de sensaciones que finalmente, benditamente, culminó en una implosión de tal fuerza, tal profundidad, que no había ningún control, ninguna restricción.Estaba indefensa, lanzada al interior de una espiral de ardientes

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    sensaciones.

    Cuando colapsó bajo él, sintió un último y desesperado empuje,antes de que Edward se apretase y se introdujese tan profundamente dentro de ella que estaba segura había perforado sualma. Y luego sintió su liberación saliendo a chorros, húmedo ycaliente dentro de ella, el latido de su polla palpitando cuando él sedejó ir.

     —Ven aquí —susurró, tendiéndose de espaldas y atrayéndola a su pecho, cuando sus respiraciones se hubieron calmado.

     —Que noche…

     —Ni que lo digas —Edward besó su cabeza antes de cerrar los ojos.

     — ¡Oye! —murmuró encaramándose en su pecho para mirarlo a losojos—. ¿Así que tu hermano y hermana vendrán mañana? —  preguntó haciendo una mueca.

     —Sí, mañana es el aniversario de mis padres.

     —Treinta y cinco años ¿Te lo imaginas? —ella se rió, pero vio laverdad en sus ojos.

     —No, la verdad que no lo hacía hasta que te conocí —Ella le lanzóuna sonrisa timida, sus mejillas sonrojadas, antes de volver a

    recostarse —Bueno, espero con interes, conocer al resto de tu familia mañana.

     —Son especiales… ha pasado mucho tiempo desde que todosestuvimos juntos, por lo que supongo será interesante.

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     — ¿Cómo es eso? —su voz cada vez sonaba más dormida, Edward beso el tope de su cabeza y la abrazó mas fuerte.

     —Ya veras.

    Esme bajó a oscuras. La casa estaba mortalmente silenciosa.Lentamente, casi con desconfianza, caminó hasta la cocina,asegurándose de encender la luz antes de entrar. Con pasos rápidosabrió el viejo refrigerador, tomó la botella de agua, se sirvió un vasoy tomó la pastilla que había olvidado luego de la cena.

    Conocer a Bella había sido todo un tema. No le caía necesariamente

    mal, pero Esme tenía que reconocer, que no era una mujer digna desu querido Edward. Ella era claramente a sus ojos, una trepadorasocial que solo lo buscaba por su dinero. Esme estaba segura queera lo único que Bella quería de su hijo y haría lo que fuera paraimpedirlo. Tenía que deshacerse de ella a toda costa.

    Dejando la botella nuevamente en la heladera salió con airerenovado, apagando la luz en su camino, despejando de su mente elescalofrío por la sensación de ser observada.

    Ella volvió a la habitación, inconsciente de la sombra que observabatodos sus movimientos desde afuera de la ventana de la rusticacocina de campo.

     — ¡Hey! —Bella entró en la cocina, a la mañana siguiente, Esme

    estaba de espaldas enjuagando algunos vasos.

     —Hola —La sonrisa que la matriarca le dirigió, podía calificar dentro del top ten de las más falsas. Ella tragó en seco ante el gesto.

     —Me preguntaba si… ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

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     —Creo que está todo listo —Esme la despidió con un gesto de lacabeza antes de volver a pasar por agua otro vaso.

     —Vale…

    Antes de que Bella pudiera salir de la cocina Esme la detuvo.

     —En realidad… ¿Bella?

     — ¿Si? —Esme cerró el grifo del agua y colocó sus manos sobre lacadera, luego de secarlas con el delantal que traía.

     —Estoy sin leche.o era lo que ella esperaba.

     —Oh.. oh… vale. Está bien.

     — ¿Podrías ir a la casa del vecino y ver si tiene alguna? Su nombrees Erick.

     —Bueno, ya regreso —lamentablemente Esme estaba de espaldasotra vez antes de que ella pudiera terminar de hablar.

    Al salir de la casa se encontró con Edward y su padre al lado de la parrilla. Junto a ellos, un hombre que parecía más un lineback defutbol americano que un hombre. Aunque cierta parte de sus razgoseran similares a los de Edward.

     — ¡Hey, nena! —Edward la tomó en un abrazo profundo,interrumpido por los sonidos de besos producidos por su hermano.

     — ¿Es que acaso no vas a presentarme, hermano? ¿Tienes miedoque se enamore de mi? —Edward gruñó algo que Bella no pudo

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    entender, antes de girarla para encarar al hombre.

     —Emmett, ella es Bella. Amor, este mi molesto y gran hermanoEmmett.

     —Un placer, hermosa —galantemente Emmett tomó su manodepositando un beso, provocando una mueca de Edward y unacarcajada de Carlisle.

     — ¿Te nos unes, Bella? —preguntó Carlisle, mientras daba vuelta alfilete.

     —En realidad, tu madre me acaba de pedir ir con tu vecino para ver si podía prestarnos leche —dijo apuntando a Edward con la camaradel bolsillo.

    Luego de que los tres hombres posaran para la foto, Edward la miroextrañado.

     — ¿En serio?

     —Sí —Bella empezó a bajar los escalones del porche trasero endirección al bosque—. Estaré devuelta en un minuto.

     —Suena como tu madre —murmuró Carlisle, mirando fijatementeel fuego frente a él.

     — ¡Cuidate! —gritó Edward, mientras le hacía señas—. Me llevo tucámara, hay viejos muebles que papá quiere vender.

    Emmett empezó a reirse a su lado, haciendole señas.

     —No empieces —gruñó Edward empujando el hombro de suhermano.

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     —Mejor voy a ver a Rose. Ya debe haber salido de la ducha —conun movimiento sugestivo de cejas, Emmett desapareció dentro de lacasa dejandolos solos a padre e hijo.

     — ¿Cómo te fue en la entrevista, esta vez? —preguntó Carlisle.

    Edward miró a su padre. Era casi tan alto como él, sensillamente nose le notaba el paso de los años y donde el cabello usualmentecastaño de su madre, se había llenado de canas hasta volverse blanco, el de su padre había permanecido eternamente rubio. Casicomo si se lo tiñera constantemente.

    Con un suspiro derrotado contestó:

     —No tan bien. Supongo que hay un montón de candidatos este añoy no he estado exactamente publicando recientemente, así que…

     —Bueno, hay algunas personas que no son publicadas y eso iguallogra la reunión ¿Sabes?

     —He estado ocupado, padre. Ya conseguiré trabajo —Edward tomóun largo trago de su cerveza para poder evitar contestar a cualquier cosa que su padre fuera a preguntarle luego.

    El camino hasta la casa del supuesto vecino había resultado máslargo de lo que Bella había esperado y la desolada carretera rodeadade pinos secos y sin hojas no ayudaba mucho. La música resonaba

    fuerte a través de la puerta ventana de la casa. Era una hermosacasa tuvo que admitir. Todo donde llegaba a ver era moderno ycuidado, con la pared enteramente hecha de vidrio.

     — ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? —preguntó mientras observaba en busca de movimiento.

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    Bella decidió volver a la casa principal al no obtener respuesta.

     — ¡Hey! ¿Dónde está mi princesa? —exclamó Carlisle entrando enel living de la casa.

    Alice acababa de llegar, acompañada de su nuevo novio. Edward lasaludó con un casto abrazo, mientras presentaba a Bella y luego sedirigió a la esquina del salón a ver como la siempre princesa de lacasa hacía su perfecto acto de perfecta hija ante los ojos de sus padres. La realidad es que su hermana no era más que una pequeña perra drogadicta y traidora. Bella se abrazó a su costado sintiendo lareacción casi violenta en la tensión del cuerpo de su pareja.

     — ¡Hey! —Alice se arrojó a los brazos de Carlisle, plantando unenorme y sonoro beso antes de separase—. Papi, te presento a minovio Jasper. Jasper, el mejor padre del mundo.

    Los ojos llamativamente azules, gracias a las lentillas de color queusaba, se clavaron en Edward con una mueca casi burlona. Emmett bajo las escaleras corriendo para abrazar de igual forma a suhermana. Entre los dos le habían hecho la vida imposible. Le habíanestafado y le habían rogado perdón solo para volver a hacerlo;dejándolo sin trabajo y dinero en el camino. Ahora Edward vivía enel austero y pequeño apartamento de Bella, todavía luchando por conseguir nuevo acceso al mundo laboral y darle a ella todo lo quehabía soñado con darle desde hacía dos años.

     —Encantado —Carlisle apretó la mano de Jasper con una brevesacudida.

     —Bienvenido —Esme saludó a ambos también, deteniéndose másde lo debido en su pequeña hija favorita, mientras Emmett apretabala mano de Jasper en un breve saludo. Bella podía sentir la

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    incomodidad de Edward, era casi palpable.

     —Cálmate —le susurró en el oído, apresando discretamente ellóbulo de su oreja entre los dientes—. No me hagas tener quecalmarte delante de tus padres —la mano de ella se deslizólentamente hasta su trasero, dándole un ligero apretón y robándoleuna sonrisa. Ella siempre lo hacía sonreír.

     — ¿Quién quiere una copa de vino? —preguntó Carlisle, levantandola botella del caro vino tinto que traía en su mano. Todos levantaronsu mano—. Bueno, permítanme encargarme de eso ahora mismo.

    Mientras Carlisle iba en busca de las copas Esme tomó la palabra.

     —Yo solo quiero que sepan lo mucho que significa para nosotrosque todos ustedes estén aquí. Así que… gracias por venir.

    El fuego ardía en la chimenea, mientras todos estaban sentadosalrededor de la larga mesa. Los platos repletos de abundantesensaladas, mientras el asado reposaba todavía caliente en el centro.

     —Vamos a inclinar nuestras cabezas —dijo Carlisle llamando laatención de todos; tomando la mano de Esme, haciendo que a suvez todos se tomaran de la mano—. Querido padre celestial, tedamos gracias por tu comida. Alimenta nuestras almas con el pan devida y ayúdanos a hacer nuestra parte, con palabras bondadosas yactos de amor. Amén.

     —Y gracias a mamá y papá por tenernos a todos aquí —agregóEmmett luego de que todos repitieran "Amén".

     —Es un placer —Carlisle levantó la copa, mientras Edwardintentaba disimular la mueca de desprecio ante su hermano, siemprequeriendo llamar la atención.

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     —Así que… Jasper, ¿A qué te dedicas? —preguntó Emmett, entanto todos se centraban en sus platos.

     —Soy director de cine —murmuró visiblemente incómodo. A sulado Alice asintió orgullosamente con una gran sonrisa. Esme a laderecha de Carlisle, tosió disimuladamente tratando de noatragantarse con el agua.

     — ¿Eso es cierto? ¡Wow!

     —Sí, él es realmente bueno —agregó Alice apretando su mano.

     —No creo que conozca a ningún cineasta, eso es tan… interesante —El falso interés de Emmett en la vida del chico, hacían queEdward quisiera vomitar.

     —No estoy en la televisión. Solo he hecho un documental, fue en elfestival de cine de Cleveland Underground, en el 2008 —aclaró.

     — ¿Qué es un festival de cine Underground? ¿Exhiben películas

     bajo tierra?

     —No, no, no… las exhiben sobre el suelo, pero es muy intelectual.

     —Muestran películas intelectuales —Alice entornó los ojos aEdward que trataba de sofocar la risa que la conversación estaba produciéndole. Emmett, lo único que intentaba, era hacer quedar en

    ridículo al pobre chico. Siempre hacía lo mismo con los novios deAlice.

     — ¿Así como un festival intelectual? Solo creo… ¿Hacescomerciales? Porque esos son mis favoritos.

     —No, no hago comerciales —gruñó.

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     — ¿En serio? Sólo pienso que es el punto máximo de la forma dearte estos días. Es sólo corto y potente, que realmente tienes quesolo tomar las ideas ahí dentro.

    Carlisle censuró la gran boca de su hijo con una mirada ante laobvia actuación pero fue demasiado lento ante lo que se habíadesatado.

     —Por eso veo la televisión esos días —dijo Rosalie, la esposa deEmmett, declarando el comienzo de la más absurda de lasdiscusiones—. Solo creo que es tan… Es por eso que los veo.Quiero decir, es mejor que los programas de ahora.

     —Bueno, el hace documentales —las voces cada vez se elevabanmás. Bella estaba visiblemente incomoda, era la primera reuniónfamiliar a la que asistía después de dos años con Edward y estabantodos a punto de saltar a los ojos de los otros.

     —Creo que he visto documentales comerciales últimamente; nocreo que tengan que estar limitados a cualquier cosa. No es un… yasabes, quiero decir, la cosa del artista muerto de hambre; solo nuncatuvo sentido para mí —Edward sirvió un poco de vino en la copa deBella, antes de llenar la suya propia, ya casi sintiendo pena del pobre diablo que se enfrentaba al sarcasmo y la ironía quecaracterizaban a Emmett. Su hermano era un especialista en destruir  psicológicamente a la gente—. Yo solo creo que deberíasconsiderarlo, Jasper.

    Entonces Edward vio en el momento justo en el que loscalculadores ojos de Emmett se centraron en la risueña, casi borracha, forma de Bella.

     —Así que, Bella, ¿Todavía sigues en la universidad? —Bella se

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    sonrojó mientras Edward entornaba los ojos, casi deseando que nocontestara. — Umm… sí, pero ya estoy en mi último año. Estoyterminando mi maestría.

     — ¡Eso es genial, bien por ti! ¿En qué? —Los ojos de Edward seentrecerraron casi con violencia en su hermano, pero este lo ignorocompletamente.

     —En literatura.

     — ¡Wow! Entonces… ¿Eres estudiante de Edward? —él se diocuenta en el momento exacto en que Bella supo lo que pretendía

    Emmett. Avergonzarla tal como lo había hecho con Jasper. No iba afuncionar, hacía rato que ella había perdido la vergüenza.

     —No, ya no. Es decir lo era, pero ya no.

     —Ella era mi TA, pero paramos cuando nos dimos cuenta que esono era del todo apropiado —agregó Edward saliendo en su defensa.

     —Poco profesional —murmuró Emmett, levantando la copa a suslabios.

     — ¿Qué? —Edward bajo su propia copa, entornando los ojos en suhermano—. Lo que acabas de decir, ¿Qué fue eso? — Emmett sehizo el desentendido mientras tomaba otro trago de vino tinto—. Noestabas de acuerdo conmigo, dijiste que era poco profesional, ¿Hay

    algo más que quieras decirme? —No, solo estaba concordando contigo. Quiero decir, yo… loque… ¿Creo que tú dijiste que era poco profesional, cierto? — Emmett desvió la mirada en busca del apoyo que siempre obteníade Alice.

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     —No la mires, estoy aquí mismo —gruñó Edward golpeando su pecho. Bella apoyó una mano en su hombro, pero nada podíacalmar a la bestia una vez que era liberada.

     — ¡Edward! Estamos teniendo una cena familiar aquí —Carlislearremetió tomando un largo trago de vino, siempre apoyando a sushermanos.

    Edward era a grandes rasgos la oveja negra de la familia. Siemprehabía querido ser periodista en lugar de empresario y eso era algoque lo había marcado toda su vida a ojos de sus padres.

     —Estoy teniendo una conversación con mi hermano. ¿Hay algo quequieras decirme, porque me siento como…?

    Emmett no lo dejo terminar.

     — ¿Qué estas… No sé lo que quieres?

     —No creo que estés en cualquier posición para juzgar mis

    decisiones morales.

     — ¿Quién dijo que te estoy juzgando? —gritó Emmett.

     —Tú lo haces con tus ojos y tus formas, Emmett. ¡Estoy cansado deeso! Todo el tiempo has estado aquí, me has estado molestando y novoy a soportarlo más, estoy cansado de eso.

    Todo era un descontrol. Jasper no sabía dónde meterse, mientrasveía a Alice y Esme salir en la defensa indefendible de Emmett.Bella parada al lado de Edward reteniéndolo por la cintura,intentando aplacar su furia.

     — ¡Tú estás tan celoso de mí! —gritó Emmett con socarronería.

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     — ¿Yo estoy celoso de ti? —Edward no podía creer lo que sus oídosestaban escuchando.

     — ¿Chicos? ¿Tenemos que hacerlo en la mesa? —preguntó Esmehablando por primera vez por sobre los otros dos— ¡Por favor! ¿Eneste momento?

     — No, no mamá. Esto es bueno —dijo Emmett mirándola conentusiasmo.

     — ¿Estoy celoso de ti? ¿En serio?

    Entonces Jasper se puso de pie. Mirando fijamente la ventana,ignorando al resto. Creía haber visto algo, una figura… unresplandor. Dudaba que el vino le hubiera hecho tanto efecto. Bajola mirada controladora de Alice se levantó lentamente, caminandohasta la ventana.

     — ¿Qué diablos…?

    Todo sucedió en cámara lenta. Bella fue la primera en notar lostrozos de vidrio tirados en el suelo. Extraño. Y de golpe el griteríode pelea que se había producido se transformó en un rotundosilencio. Emmett miraba fijamente por sobre su hombro. Jasper estaba prado junto a la ventana pero cuando se volvió a ellos, sedesató el caos. Las mujeres empezaron a gritar mientras el cuerpode Jasper caía de costado sobre la alfombra Persa, llenado todo de

    espesa y caliente sangre roja. Una flecha atravesando el medio de sufrente, casi como una imagen salida de un comic.

    La familia al completo se puso de pie. Alice no podía para de gritar,mientras se tiraba al suelo gateando por debajo de la mesa paratratar de llegar a su novio. Bella se cubrió también arrastrando aEdward con ella. Carlisle resbalo en el líquido de una copa

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    derramada, torciendo fuertemente su tobillo mientras una segundaflecha entraba clavándose duramente en la silla donde había estadosentada Rosalie segundos antes.

     — ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! —gritó Alice sin atreverse a tocar siquiera el cuerpo de Jasper.

     — ¡Edward, ayúdame! ¡Tenemos que salir de aquí! —Bella seabalanzo sobre Alice tratando de alejarla de la ventana, ponerla bajoresguardo detrás de otra silla.

     — ¡Mamá, no! ¡Mantente abajo! —Emmett cubrió a su madre justo

    en el momento en que otra flecha hacía añicos la ventana,enterrándose de lleno contra su espalda, haciéndolo gritar en agonía.

    Más flechas llovieron dentro de la estancia rompiendo las copas, platos y jarrones que decoraban el lugar. Bella se tiró al pisoreaccionando rápido, gateando por debajo de la mesa para llegar hasta Esme y ponerla en resguardo.

     — ¡Abajo, Esme! ¡Abajo! Quédate abajo. ¡Manténganse alejados delas ventanas!

    Emmett no paraba de gritar, mientras Edward a pesar de todo seestiraba tomando su mano y alejándolo de más peligro.

     — ¡Hey! ¡Está bien! Mírame, mírame. Vas a estar bien, ¿de

    acuerdo? —preguntó golpeando con fuerza las mejillas de Rosalie para hacerla reaccionar. La mujer no paraba de gritar como unadesquiciada—. Solo quédate abajo. Bien. Tenemos que llamar al911.

     — ¡Todos vamos a morir! —gritó Rosalie en un ataque de histeria.

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    Bella sacó el teléfono del bolsillo arrojándolo contra la pared defrustración—. ¡No tengo señal!

     —Yo tampoco —Edward la miró con el pánico escrito en su mirada.

     — ¿Alguien tiene señal? —preguntó Carlisle, cubriendo eltembloroso cuerpo de Esme con el suyo propio—. No entiendo,tuve señal hoy. ¡Fui capaz de utilizar el teléfono hoy!

     —Papá, deben estar utilizando un Jammer —gruñó Edward.

     — ¿Qué?

     —Un bloqueador de señal telefónica. Son ilegales, pero puedesconseguirlos en internet por treinta dólares —agregó Emmett,todavía gimiendo de dolor.

     — ¡Maldita seas, Emmett!

     — ¡Estoy tratando de ayudar, hombre! ¡Soy yo el que esta estacado

    en el suelo! – gimió mientras rodaba otra vez.

     — ¡Edward! ¡Edward, tienes que sacarlo de aquí! ¡Saca a Emmettde aquí! —gritó Bella, empujando su cuerpo en dirección a suhermano.

    Edward tomo el contraído cuerpo de Emmett y rápidamenteatravesaron el campo de tiro hasta llegar al hall de entrada.

     —Esme toma la silla. ¡Sal de aquí! ¡Cúbrete la cara y corre!

    Todos siguieron el mismo movimiento; cubrían sus caras con losmullidos respaldos de las sillas hasta cruzar las cuatro ventanas quetenía la estancia. Bella fue la última. Antes de correr, tomó el

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    atizador de la chimenea por si llegaba a necesitar algún tipo dearma. Intentó mantener la calma en todo momento, pero en la mitaddel camino una flecha pasó volando a través de la ventanahaciéndola añicos y clavándose directo en el respaldo de la silla, al

    lado de su rostro. Ella arrojó el mueble, escuchando el grito deEdward y acabó de correr el tramo que la separaba del resto.Edward la atrapo en sus brazos, antes de que cayera contra el suelo.

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    *Chapter 2*: CAPITULO 2

    Hola mis nenas hermosas! Como andan?! Les traigo una nueva

    historia... espero que les guste ya que participa de un Contest paraHalloween del grupo en Facebook "Fanfiction TwilightHispanoamerica" Espero que les guste... les aviso que esSANGRIENTA! Asi que no para todos los estómagos...

    LO UNICO QUE LES VOY A PEDIR ES SUS HERMOSOS

    RR LOGUADOS PARA QUE ME CUENTEN LOS PUNTOS!

    Las amo mis niñas hermosas y pronto les traere nuevas aventuras dela mano de "Área 51" y resucitaremos a los muertos con "Black Velvet" confíen en mi jajaja...

    LAS QUIERO!

    Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer yo solo me

    dedico a matarlos en mi historia. No se permite su copia total o parcial! Esta historia participa del #FFTH #Halloween MovieContest

    SUMMARY: #FFTH #HalloweenMovies. Un aniversario familiar  puede convertirse en tragedia cuando las presas se vuelven loscazadores, y la traición moneda corriente.

    TITULO: Eres el siguiente. - Basado en la película "You're Next"con un interesante giro de acontecimientos...

    AUTORA: – Florencia Lara.

    RATED: M – Violencia, sangre y Sexo.

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    GENERO: Terror/Suspenso.

    CAPITULO 2:

     —Tenemos que tirar de esto, ¿Cierto? —preguntó Rosalie, mirando

    con horror la flecha clavada en la espalda de su esposo.

     — ¡Alguien tire de él! — gritó Emmett, todavía doblado sobre suestómago. — ¡Tiren de él!

     — No, no, no… —Bella se acercó hasta donde estaban todosreunidos, mientras Edward se mantenía alejado; pegado contra una

     pared. — No jalen. ¿Puedes sostener tus manos así, sobre la heridaun poco? —Ella le mostró a Rosalie como hacer el movimientonecesario.

     — ¡No! ¡No, no, no! ¡Necesito medicinas! ¡Por favor, que alguien pare el dolor! —La voz de Emmett era cada vez más desesperada;las gotas de su transpiración se unían a las lágrimas que caíanrápidamente de su rostro.

    Esme le paso a Rosalie el bolso que había quedado en el percherode entrada. Ella colocó un par de pastillas calmantes en la mano deEmmett, antes de que este las tragara como si fueran caramelos.

     — ¡Pon tus manos así! —Bella apretó las manos de Alice contra laherida de su hermano. Ella no paraba de temblar, casi parecía una

    hoja al viento. — ¡Oh Dios! ¿Qué está pasando? —Esme se acurrucó contra unaesquina. Las piernas firmemente aferradas a su pecho, meciéndoseconstantemente.

     — ¿Papá ves a alguien?

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     — ¡NO! ¡Tú cierra tu puta boca!

     — ¡Yo soy más rápida que ustedes dos, malditos idiotas! —gritóAlice, haciéndose escuchar por sobre las voces de sus hermanos.

    Encogida como estaba en la esquina; pálida y con el rostro bañadoen lágrimas, Alice se tomó aire y volvió a gritar.

     — ¡Yo soy más rápida! ¡Ustedes nunca me dan crédito por nada! — Bella casi pone los ojos en blanco antes de contestarle.

     —Mira, no se trata de eso. Nadie necesita correr. Necesitamos

     permanecer todos en el interior. — ¡No creen en mí! —Alice pisoteó fuerte, arrojando de golpe sustacones contra el duro linóleo.

     —No sabemos cuántas personas habrán allá afuera —dijo Carlisle —. Cariño, si creemos en ti. Creemos en ti.

    Alice arrojo sus aros, esta vez, parándose junto a la escalera.

     —Puedo correr tres millas en veintitrés minutos. ¡Voy a hacerlo!

     — ¡Alice, no! —gritó Esme corriendo hasta su hija. Edward lasostuvo antes de que llegara a ella.

     —Puede hacerlo. Ella puede hacerlo —susurró en el oído de su

    madre, mientras veía a su hermana tomando posición—. Solo tieneque salir de aquí para conseguir ayuda, ¿Vale? Solo una llamadatelefónica. Creo en ti, ¿De acuerdo? —dijo, mirando fijo los ojosllorosos de su hermana con su madre luchando en su fuerte abrazo.

     —Carlisle, ayúdame a mover esto —Bella tomó un borde de la

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    mesa que adornaba el hall de entrada y Carlisle el otro. Entre losdos despejaron el camino, mientras Alice saltaba en el lugar intentando calmar su respiración.

     —Puedo hacer esto, papá —susurró Alice secando sus lágrimas,quitándose el chaleco que traía. Tanto Carlisle como Bella seubicaron a los lados de las puertas dobles, listos para abrirlas encuanto Alice estuviera en movimiento.

     —Tendremos las puertas abiertas en el último segundo. ¡Todosabajo! —Bella apretó su mirada contra la de Edward, mientras estesostenía a su madre firmemente.

    Las puertas se abrieron en el mismo instante en que Alice comenzósu carrera. Atravesó el hall, sus pies descalzos repiqueteando contrael suelo de linóleo. Ella pasó las puertas y entonces su cuerpo saliódisparado para atrás, casi en cámara lenta, mientras su cuello erarebanado por un alambre tenso ubicado justo en la salida. La sangresalía a borbotones de su cuerpo. Los gritos de Esme resonaron por 

    todo el lugar, histéricos y agudos. Carlisle observaba impotentecomo las manos de su hija salían disparadas a cerrar una herida queno podía ser curada.

     — ¡Ayúdennos! ¡Ayúdennos! —gritó, mientras entre él y Bellaarrastraban el cuerpo de Alice otra vez al interior.

     — ¿Qué pasó? —Esme se arrojó contra su hija.

    Edward corrió hasta donde estaba Bella, apretándola entre sus brazos. Queriendo rescatarla de las atrocidades que se estabandesarrollando desde que aquella maldita cena había dado comienzo.Bella se soltó de su agarre solo para correr a cerrar la puerta, viendoel alambre balancearse casi con burla cubierto de la sangre de Alice.

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     — ¡Alice! ¡Oh mi Dios! —los gritos histéricos de Rosalie se unierona los de Esme.

     — ¡Oh Dios! ¡Mi bebe!

     — ¡Bella! ¿Qué estás haciendo? —Edward corrió detrás de ella,mientras Bella subía de dos en dos la escalera, corriendo dehabitación en habitación.

     —Necesitamos asegurar todas las puertas y ventanas. Que todo estécerrado.

     — ¿Qué? —Edward la siguió, todavía sacudiéndose del griterío deabajo, resonando por toda la casa.

    Con un suspiro cansado, él la atrapó en el pasillo.

     — ¿Qué estás haciendo? —preguntó mientras ella tomaba elteléfono que había levantado en algún momento de todo el desastre.

     —Algunos lugares, dicen que si texteas al 911, llega como unmensaje de voz. Si solo tienes una barra de señal puedes enviar untexto.

     —Esas cosas son inútiles.

     —Tendré que seguir intentándolo —Ella bajó corriendo la escalera para reunirse con el resto. Esme todavía lloraba desconsoladamente —. El segundo piso está despejado. Debe ser más seguro que aquíabajo. Carlisle, ¿Por qué no llevas a Esme arriba?

    Edward tomó un mantel del cajón cubriendo el cuerpo de Alice,mientras Carlisle arrastraba a su histérica esposa escaleras arribahasta su habitación. Emmett todavía estaba acurrucado contra una

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    esquina.

     —Emmett, vamos a ver tu hombro —Bella se arrodilló a su ladoobservando el desastre sangriento que era su camisa.

     —Está bien, no puedo sentirlo.

     — ¿Estás seguro? —preguntó dudosa.

     —No lo toques. No lo toques —susurró Rosalie, sus manoscubiertas de la sangre de su marido, mientras evitaba que estetocara y empeorara la herida.

     —Vamos a salir de esto. Necesitamos cubrir y asegurar todas lasventanas —Ella saltó a trabar la puerta antes de que la voz deEdward la detuviera.

     —Nunca te había visto actuar de esta maneara antes.

     —Bueno, es una situación única.

     —Aún necesitamos a alguien afuera para conseguir ayuda —dijoRosalie apoyándose pesadamente contra la pared de madera.

     —No, creo que deberíamos quedarnos aquí y cerrar todo. Esperar hasta que llegue la policía —ella caminó hasta la otra ventanacomprobando el seguro—. En realidad… creo que deberíamoscolgar una señal fuera de una ventana del piso superior. Un SOS oalgo así.

     —Sí, esa es una buena idea. Puedo sacar una sábana de una camade arriba —Edward desapareció en el piso superior mientras ella semovía a la siguiente ventana.

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    Esme estaba recostada sobre la cama. Carlisle la había dejado sola para ir a chequear a los otros, en caso de que necesitasen ayuda. No podía creer que su hija, su bebe estuviera muerta. Las lágrimascaían por su rostro con violencia, mientras seguía lamentándose

    tantas cosas. Debía haber sido una mejor madre, debía haber hechotantas cosas… ahora todos iban a morir.

    Casi como si de un sexto sentido se tratara, Esme se dio cuenta queno estaba sola. Giró lentamente, su vista nublada por las lágrimascentrada en el cuerpo al lado de la cama; el rostro cubierto por unamacabra mascara de plástico con forma de conejo. Entonces supoque era su turno.

    Bella estaba en la cocina cerrando bien puertas y ventanas cuandose escuchó el grito escalofriante de Esme, seguido de una carrera de pasos por la escalera. Se dio la vuelta dispuesta a correr con el restode la familia a ver qué había sucedido con la matriarca cuando unagruesa mano atravesó el vidrio de la ventana a su lado.

     — ¡Hijo de puta! —el grito resonó por la vacía cocina cuando lamano aferro con fuerza su cabello tironeando hasta que las lágrimassaltaron de sus ojos.

    Las pequeñas manos de Bella rodearon la muñeca que sujetaba su pelo justo en el momento en que el hombre la forzaba contra laventana. Su cabeza impacto con fuerza contra el vidrio haciendoaparecer puntos negros en su visión. Una máscara plástica con

    forma de animal cubría el rostro de su atacante. Un lobo. Bellamanoteó lo primero que encontró para intentar defenderse. Elcuchillo se clavó directo sobre la mano del hombre haciéndolo gritar de dolor.

     — ¡Toma eso, hijo de puta! —gritó mientras algunos mechones de

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     pelo caían al suelo.

    Ella retrocedió lentamente, mirando con fascinado horror como lasangre empapaba el marco blanco de la ventana. Bella volteórápidamente al cajón más cercano en busca de otro cuchillo cuandoescuchó la voz gruesa que denotaba dolor.

     —Estás muerta, perra. ¿Me escuchas? ¡MUERTA! —con laamenaza resonando en el lugar, el hombre desapareció en laoscuridad del bosque que circundaba la casa. Se había ido.

    Bella corrió hasta el piso de arriba, cuchillo en mano. Para cuando

    llego al piso de arriba el llanto de Carlisle congeló su alma,rompiendo su corazón en pedazos.

     — ¡No! ¡No, no, no, Dios, no! —Él había caído de rodillas a los piesde la cama—. ¡Esme, no!

    Esme estaba tendida sobre su espalda, un gran machetesobresaliendo de la frente. Los brazos extendidos en cruz y su

    sangre bañando la blanca pared con una clara amenaza "Eres elsiguiente".

    Emmett salió de la habitación, con la flecha todavía clavada en laespalda, ayudando a Edward a bajar a Carlisle por las escaleras, para evitarle el horror de ver el cuerpo en las condiciones en queestaba su mujer en aquel momento. Era una escena digna de una

     película de terror.

     — ¡Tengo que ir a verla! ¡Déjenme ir a verla!

     — ¡No, papá! Quédate acá abajo.

     —Quédate aquí con nosotros — agregó Emmett—. ¿Quién haría

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    esto? ¿Por qué? ¿Por qué alguien haría algo así?

    Bella bajó siguiendo las voces mientras Rosalie permanecía en lahabitación cubriendo el cuerpo de Esme. Edward estaba consolandoa su padre, Emmett sentado a su lado mirando a la nada; la espaldade la camisa manchada de sangre con la flecha aun atravesando sucarne. Ella se sentó detrás de Edward abrazándolo por la espalda.Besó con amor el tope de su cabeza.

     —Lo siento —susurró en su oído.

     —Te amo —le devolvió, clavando sus ojos verde en los dorados de

    ella.

     —Necesito vacaciones —murmuró apretando más su agarre en él.

     —Cuando toda esta pesadilla termine, iremos de viaje a lasBahamas. ¿Quieres? Un lindo, lindo crucero por las Bahamas.

     —Ya puedo sentir el calor en la piel —Ella lamió sus labios de solo

     pensar en pasar el día tirada al sol, mientras que un mozo les servíauna rica caipiriña.

    Fue en ese momento de desconexión de la realidad donde los gritosde Rosalie resonaron desde la planta alta, seguido por sus taconesen la escalera de madera. Mientras Emmett se ponía a duras penasde pie, ella bajo corriendo.

     — ¡Rose, detente! —gritó su marido tratando de tomarla por el brazo.

    Ante la atenta mirada atónita de todos, con un fuerte tirón Rosaliese zafó de su agarre y salió corriendo por la puerta. Ella llego aagacharse para no rebanar su garganta como había pasado con

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    Alice.

     — ¿Qué pasó? —Bella y Edward se pusieron de pie, en tantoEmmett salía corriendo detrás de su mujer.

    La flecha que todavía permanecía atravesando su espalda seenganchó con el alambre haciéndolo gritar de dolor. Emmett se diola vuelta mirándolos en shock, su mano voló a su espalda y confuerza tiró de la flecha sosteniéndola frente a su cara, casi sin poder creer que había tenido eso clavado todo este tiempo. Casi como una parodia los ojos de Emmett revolotearon hasta ponerse en blanco ycayó desmayado en el suelo de la entrada, mientras Rosalie

    desaparecía a los gritos por entre medio de los árboles del bosquecolindante.

    Rosalie corrió tanto como sus piernas lo permitieron. El aire ya noentraba en sus pulmones, jadeaba en busca de más, pero su pechoapretaba tanto por el pánico que no permitía el flujo de ese preciadoelemento.

    Lo que había sucedido antes, en la casa, primero con Jasper, laflecha a Emmett, luego Alice y ahora Esme era una cosa atroz. Ellanunca debería haberse involucrado con aquella familia de locos.Estaba cansada de las peleas que tenían, lo que antes había sido unaunión familiar a toda regla, ahora no era más que una continualucha de poder. Un gran y gordo todos contra todos.

     — ¡Ayuda! —gritó mirando por sobre su hombro en busca deaquella horrible mascara otra vez.

    Había sido un segundo, un solo segundo en el que quedo sola y sedio cuenta de que la persona que había asesinado a su suegra,todavía debía de estar en la habitación. Ella tenía que haber llamado

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    a los otros, tenía que haberlos hecho subir. En su lugar, Rosalie sehabía asomado a la ventana, solo para darse cuenta que erademasiada la altura para que alguien pudiera haber escapado por allí; eso la dejaba a solas con el asesino. Y ella no había tenido

    mejor idea que arrodillarte debajo de la cama, solo para toparse defrente con una máscara cubierta parcialmente de sangre; unamáscara en forma de conejo. Ahí había empezado su carrera yahora sabía: la estaban siguiendo. La estaban cazando.

     — ¡AYUDA! ¡Que alguien me ayude! —la pollera gris tipo tubo quetraía se enganchó en una rama baja arañando sus piernas con eltirón. Ella cayó sobre sus manos y piernas, costándole horrores

     ponerse de pie.

    Su cacería había comenzado.

     —Vamos, hay que llevarlo dentro. ¿Carlisle podrías conseguir untrapo de la cocina? —Edward arrastró a su desmayado hermano.

    Bella, hacía fuerza contra la herida abierta que había dejado cuandoarrancó la flecha de su espalda. Más sangre brotaba de la heridaempapando el suelo en la entrada.

     —Tal vez deberíamos tratar de correr —dijo Edward mirandodirecto a los ojos dorados de Bella—. Es decir, quizás Rosalie lologre. Podríamos llegar al auto y pedir ayuda.

     —Edward… —susurró apretando los dientes con fuerza.

     —Lo intentaré, ustedes quédense aquí —Él se puso de pie y caminóresueltamente hasta la puerta doble de entrada.

     —No, no, no… Espera. Iré contigo. Carlisle, sostén esto —ellaindicó como apretar en la herida, antes de ir a donde estaba él.

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     —Tendríamos que cargar a Emmett… él y papá… no podemoscorrer todos en este momento, amor. Voy a ir a buscar el carro, lotraeré hasta la puerta principal y entonces entre tú y papá cargarána Emmett. ¿Tiene sentido? —Edward la agarró por el cuello,

    formando una copa con las manos, en un intento de atraer sucompleta atención. Consciente de su padre mirándolos—. Nena,todo va a estar bien. Yo puedo hacerlo. Será solo un segundo.¿Amor?

     —Toma esto —Con un suspiro resignado Bella le dio un grancuchillo que había logrado rescatar de la cocina—. Te amo — susurró antes de besarlo fuertemente.

     —Y yo a ti —él hizo presión con sus labios en la frente de ella—.Lo prometo; luego de esto unas merecidas vacaciones y un hermosoanillo en tu dedo —ella sonrió ante el guiño pícaro que él le regaló yluego lo vio irse y perderse en la oscuridad de la noche.

    Rosalie seguía corriendo, sabía que la seguían pero hasta ahora no

    se habían mostrado. Había dejado de gritar, dándose cuenta que soloconseguía delatar su posición. Abajo a lo lejos divisó las luces de lacasa de Erick, así lo había llamado Emmett, el profesor que seacostaba con sus alumnas. Si las luces estaban prendidas, él teníaque estar en la casa.

    Se apoyó en un árbol, tratando de recuperar algo de respiración.Miró alrededor casi con miedo de darse vuelta y encontrarse de

    repente con alguna de esas espeluznantes máscaras otra vez. Viendoque nadie la seguía, continuó bajando la elevada colina hasta lacasa, casi aplaudiendo de no haberse tropezado otra vez.

    Las luces automáticas de sensores, se encendieron en el momentoen que su cuerpo estuvo dentro del rango de la parte trasera de la

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    casa. Toda la pared era de vidrio y daba directo a la parte trasera delsillón. La música sonaba fuerte por todo el lugar, y Rose pudo ver claramente a Erick sentado allí, de espaldas a ella.

     — ¡Hola! ¡Señor! —gritó golpeando fuertemente contra el vidrio.Erick no respondió—. ¡Déjeme entrar! ¿Qué mierda pasa con usted?

    Detrás de ella, vio el reflejo en el vidrio de otra de las máscaras quese acercaba desde su espalda. Una oveja. Una maldita oveja. Losgolpes contra la puerta ventana se intensificaron, al igual que losgritos, pero nada lograba atraer la atención del hombre sentado en elsillón. Ella sabía, hasta en lo más profundo de sus huesos que estaba

    completamente pérdida.

    Cuando se dio la vuelta jadeando del miedo, un fuerte puño impactódirecto contra su frente con tal violencia que su cuerpo cayó haciaatrás, haciendo añicos el vidrio y enviándola directo contra el suelode madera. La música llenó el lugar mientras ella se giraba. Surostro cortado por todos los vidrios que habían volado con la caída.

    Le dolía malditamente todo. El volumen alto de la música la aturdíacasi tanto como el puñetazo.

    Arrastrándose sobre los codos cubiertos por el saco para evitar cortarse más todavía, Rosalie se movió por los pedazos de vidrio,muy consciente del asesino que caminaba pegado a sus talones. Ellano podría haber dejado de gritar, ni aunque su vida dependiera deello. Se arrastró más todavía sintiendo los cortes contra sus piernas

    y el sonido de las botas aplastando el vidrio del suelo justo detrás deella.

    Rosalie utilizó de apoyo el sofá para levantarse sobre sus rodillas yentonces con sombría aceptación se dio cuenta porque Erick no lahabía escuchado, estaba muerto. Un horrible agujero en su cabeza,

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    como si alguien hubiera clavado un pico directo en su frente. Sangre por todo el frente de su pecho y su pequeña polla colgando flácidaentre las piernas, donde ella se había apoyado.

    Una fuerte mano la tomó desprevenida haciendo fuerza contra sucabeza y lanzándola contra una pequeña mesa de café. Más vidriovoló por todos lados, ella trato de cubrirse pero supo que era tarde.Su fin había llegado.

    El hombre con la espantosa máscara de oveja se paró justo frente asu vista, un fuerte pie haciendo presión contra su clavícula, mientras balanceaba un hacha enorme como si fuera un jodido palo de golf.

    Las lágrimas cubrieron su visión, ya no escuchaba casi la música,todo había pasado a un segundo plano. Y entonces con un tremendogrito espeluznante, vio con impotente horror como el hacha sedirigió directo a su cabeza.

    El disco volvió a repetirse. La música llenando el lugar una vez más;la sangre cubriendo el suelo de madera.

     —Supongo que uno de ellos todavía está en la casa —dijo Bellamirando no por primera vez la pequeña ventana. Todavía no habíaseñales de Edward.

     — ¿Uno de los monstruos que mató a mi mujer todavía está en lacasa? —preguntó Carlisle todavía en estado de shock, sus manossosteniendo fuerte el trapo sobre la herida en la espalda de Emmett.

     —Eso creo —contestó mirando con desconfianza las escaleras—.¿Cómo está él? —Se acercó para inspeccionar la herida—. Pareceque el sangrado se detuvo. ¿Carlisle me ayudas a moverlo?

    Entre los dos movieron el pesado cuerpo de quarterback de Emmetthasta el living, debajo de una de las ventanas con pesadas cortinas

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    hasta el suelo. Ella cerró las cortinas a conciencia, si es que él nodespertaba antes estaría seguro por el momento allí escondido.

    Recordando las clases en la escuela de Scouts, Bella corrió hasta lacocina. Mientras hervía agua revisó entre los cajones por más cosasque pudiera utilizar como armas en contra de aquellos animales.

     —Creo que cada uno debería cargar un arma —Iba de regreso a lasala, cargando las posibles armas que había encontrado, cuando derepente la ventana a su lado se hizo añicos.

    La mitad superior de lo que quedaba del cuerpo de Rosalie entró

    volando por la ventana. Bella vio en cámara lenta como loscuchillos y los martillos de cocina salían volando lejos de sualcance. Las piernas enfundadas en grandes botas militares, cayerondesde la ventana justo al lado de su rostro, en lo que un hombre conmáscara de lobo entraba portando un hacha enorme. Bella se dio lavuelta, rodando sobre sí misma, mientras el hombre blandía el hachacomo si fuera una espada y aterrizaba justo donde debería haber 

    estado su cabeza. Sus piernas fueron instintivamente al pecho paraluego lanzar una violenta patada contra las pelotas del hombre. A sulado vio el martillo de cocina, listo para ser reventado contra lacabeza del tipo.

    Ella no perdió el tiempo. Poniéndose de pie, Bella golpeó duro elmartillo; primero contra la cara externa de la rodilla, justo en larótula. El crack del hueso al romperse fue música para sus oídos.

    Algo le habían enseñado las millones de películas de terror quehabía visto a lo largo de su vida, así que en lugar de correr ellavolvió a cargar contra el hombre con un golpe duro directo en la parte trasera del cráneo. Mientras que el hombre caía de rodillasgritando de dolor aferrando su cabeza sangrante, la violencia corrió por sus venas como lava ardiente y ella empezó a descargar golpe

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    tras golpe.

     — ¡AHHH! —un grito guerrero de pura furia violenta abandonó suslabios, mientras caía de rodillas sobre la espalda del hombre ygolpeaba hasta hacer papilla la cabeza. Sangre y pedazos de cosasque no podía identificar volaron por todo el lugar—. ¡Toma eso,maldito hijo de puta!

    Bella se levantó jadeando por el aire que no llegaba a sus pulmones.Tomó de la mesa a su lado una servilleta de tela, limpiándose elsudor de la cara y la sangre ajena en sus manos. Luego limpió elmartillo de cocina. Quitó la máscara de lobo solo para ver la cara

    del hombre que había tratado de matarla. Esperaba que ahora se pudriera en el infierno.

    El lugar era un infierno. Vidrio y sangre por todos lados. La partesuperior del cuerpo de Rosalie colgaba para adentro en la ventana.Su vista se fijó en la mano de ella, en el brillante y reluciente anillode bodas que compartía con Emmett y casi sintió pena por el tipo.

    o es que fuera a sobrevivir a cómo iban los acontecimientos de lanoche. Solo se lamentaba que Edward no estuviera allí con ella.

    Solo entonces, Bella se dio cuenta de que faltaba Carlisle en laestancia. Si las cosas pueden ir mal, también pueden ir peor, ese fueel pensamiento que cruzó la cabeza de Bella cuando las luces de lacasa se fueron dejando todo a oscuras. Un gruñido nada femeninoescapó de sus labios, ni siquiera podía abrir las cortinas para dejar 

    entrar la luz de la luna por temor a que los hombres pudieran estar observando desde afuera. Definitivamente la velada no estabasaliendo como había sido planeada.

    Ella tenía dos opciones: por costumbre las casas viejas tenían losenchufes de la luz en el sótano, así que o bien podía ir a revisar la

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    electricidad o bien iba a tener que ir en busca de Carlisle. Decidióque lo primero era esencial. Maldita noche.

    Bella estaba a medio camino de las escaleras del sótano cuando lasluces se encendieron por si solas. Se detuvo sobre sus pasos, los bellos de su cuerpo erizados por la anticipación. El silencio reinabaen el lugar, justo antes de que gritos enojados comenzaran aescucharse por el living, justo con el sonido de la gran mesa siendovolcada. Cristales, platos y copas rompiéndose estrepitosamentecontra el suelo.

    Lentamente se agacho, deslizándose contra la pared de las

    escaleras. Muy lentamente. La respiración atascada en su garganta,mientras los gruñidos enojados continuaban escuchándose. Parecíaque alguien estaba lamentándose la muerte de su compañero. Nodeberían haberse metido con ella, pensó enfurecida.

    Tomando un destornillador de la caja de herramientas abandonada asus pies, intentó pararse lo más silenciosamente posible, cuando

    accidentalmente su pie hizo contacto con algo a sus espaldas. Elsonido del silencio en la sala de estar, la hizo jadear. El asesino lahabía oído.

    Mirando casi con miedo la puerta que bajaba las escaleras delsótano, Bella vio como el haz de luz de la cerradura erainterrumpido brevemente. Con el corazón latiendo furiosamentecontra sus costillas, Bella se agacho frente a la cerradura. Su mirada

    se encontró directo con la del asesino. Jadeando se echó hacia atrás,mientras que el hombre comenzaba a golpear la puerta con el hachaolvidada en el living. Bella gritó con pánico, cuando el hacha seestrelló a centímetros de su cabeza, tirándose para atrásnuevamente, cubriéndose de las astillas que volaban para todoslados. Y luego los golpes se detuvieron. Bella fue vagamente

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    consciente de la voz de Emmett sonando en la estancia. Parece quehabía encontrado el peor momento para despertar.

     — ¡Hey! ¡Whooa! Detente.

    Ella tuvo solo unos momentos para atacar, antes de que el asesinomatara a su ya de por sí, herido cuñado. Observó cuando el hombreenmascarado con una cara de oveja, se giró hacía Emmett con elamenazante hacha elevada para matar. Bella abrió la puerta confuerza, estrellándola directo contra la pared, y corrió hacía elasesino clavando con violencia el destornillador en su espalda.Emmett tomó el hacha caída, mientras ella amenazaba al hombre

    con el martillo de cocina, pero antes de que pudieran hacer algomás, el hombre abrió la puerta de entrada y corrió hasta perderse enel bosque.

    Cerrando la puerta a sus espaldas Bella miró a Emmett. Su estadode shock era evidente

     —Me levanté ahí.

     —Sí, te desvaneciste. Te pusimos allí para esconderte.

     —Gracias —Emmett bajo el hacha, arrastrándose lentamente por la pared hasta sentarse en el suelo, gimiendo por el dolor en elhombro.

     —De nada —jadeó ella, antes de que él la mirara de nuevo. Su vistacentrándose por primera vez.

     — ¿Dónde está Rosalie? —preguntó apretando su hombro, dondemás sangre había comenzado a salir.

     — Umm… no lo sé —Ella no podía decirle que su mujer había

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    atravesado la ventana, con la cabeza abierta de par en par—. Hayalgunas herramientas en el sótano, creo que podríamos usarlas comoarmas. Dejé a un lado maderas y clavos, ¿Puedes traerlos también?

    Mientras un adolorido Emmett bajaba lentamente las escaleras en busca de más cosas filosas, Bella corrió hasta donde estaba elcuerpo de Rosalie. Suavemente cerró los ojos de la pobre mujer,cubriéndola con un mantel fino del cajón a su lado, la muecaaterrorizada todavía estaba grabada en el rostro.

    Emmett subió con maderas, un par de martillos y destornilladores.Lentamente dejó caer todo al lado de Bella.

     —Ven, te mostraré como —Bella tomó la madera, colocándose losguantes de carpintero y empezó a clavar los grandes clavos. — ¿Ves?, así. Deja que la base llegue hasta el fondo y sobre salga delotro lado.

     — ¿Puedo preguntarte algo? —con un asentimiento, Bella siguióclavando en la madera—. ¿Cómo es que sabes todas estas jodidascosas de Ninja?

     —Bueno… digamos que tuve una infancia un poco extraña. Crecíen un complejo de supervivencia —Bella lo miró unos segundosantes de continuar—. No se lo he dicho a Edward todavía.

     —Buena respuesta —Emmett tomó otro martillo e imitó lo que

    estaba haciendo ella.

     —Supongo que cuando yo crecí, mi padre se puso un poco paranoico. Estaba convencido de que el mundo se iba a quedar sinrecursos. Se halló con un montón de tipos, quienes estuvieron deacuerdo con él y de golpe todos nos trasladamos a la intemperie.Quiero decir, básicamente si las cosa se ponía demasiado

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    superpoblada por ahí, él quería que fuera capaz de cuidar de mimisma —Emmett la miró impresionado, con renovado respeto brillando en sus ojos—. Me mudé a Estados Unidos con mamácuando tenía quince años, pero digamos que aprendí mucho antes

    de eso. —Wow. Es una locura —él dudo antes de hacer su siguiente pregunta—. Así que… ¿Nadie sabe donde está Edward? —Los ojosde Bella brillaron con dolor.

     — No, él… él salió corriendo justo después de Rosalie.

     —Tengo que ir a buscarlos —susurró golpeando otra madera conmás fuerza—. Al menos tengo que intentarlo, no puedo dejar aRosalie ahí afuera.

     —Emmett… —antes de que él pudiera reaccionar, Bella lo apuñalócon un destornillador, justo en el abdomen.

     — ¿Qué…?—El pesado cuerpo de Emmett cayó hacia atrás,

    mientras ella saltaba a horcajadas sobre él apuñalándolo otra vez.

     — ¡Maldita sea! ¿Podrías morir de una vez? — gruñó clavando otrodestornillador en su gran pecho. Las manos de Emmett fueroninstintivamente a la herida, intentando evitar el derrame de la preciada sangre, pero era demasiado tarde. Gorjeos empezaron aresonar en su boca, mientras él se ahogaba con su propia sangre.

     — ¡Está muerta, Emmett! —Gritó con maldad, golpeándole lacabeza con el martillo de cocina—. ¡Rosalie, está jodidamentemuerta! ¡Su cadáver arrojado justo a través de la ventana! ¡Muertacomo todos ustedes lo estarán pronto!

    Los ojos de Emmett se abrieron hasta lo imposible, llenándose de

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    lágrimas no derramadas. Brillando de dolor y traición. Bella soltóuna violenta carcajada, mientras la vida se iba poco a poco deaquellos ojos tan parecidos a los de Edward.

    Bella se dejó caer sobre su espalda, exhausta. Ahora solo quedabaCarlisle. Arrojando el ensangrentado martillo a un lado, se pusolentamente de pie. Tendría que deshacerse de James después detodo. Él había intentado matarla; al igual que lo había intentadoLaurent y había fallado estrepitosamente en su intento, perdiendo lavida por sus propias manos como acababa de pasar con Emmett.

    Suspirando con cansancio, tomó uno de los martillos que su cuñado

    había subido. Caminó lentamente hasta las escaleras, prestandoatención a lo que pasaba a su alrededor. Esperando una señal deintrusos, pero nada sonó en su instinto. Era hora de ir a por Carlisle.

    En el piso de arriba todo era un desastre. Había una mesa caída, unalámpara rota cuya bombilla todavía parpadeaba a punto de cortarsey un enorme charco de sangre. Había otro en la casa. Camino

    evitando hacer ruidos. Las luces de las habitaciones estabanapagadas. Bella entró en la primera habitación, los bellos de todo sucuerpo erizados ante la sensación de peligro. El lugar era undesastre. Las paredes que habían sido cubiertas con la sangre deEsme todavía eran una imagen demasiado macabra. Estos chicos síque sabían lo que hacían. Sobre la cama, el cuerpo de la matriarcahabía sido cubierto con una sabana, que hacía mucho había dejadode ser blanca y a los pies de la cama estaba el cadáver de Carlisle;

    frio, blanco y sobre un charco de su propia roja y brillante sangre.

    Bella bajó el martillo de cocina que había empuñado como arma,agachándose junto a Carlisle y admiró la escena con morbosasatisfacción. Alguien había rebanado su garganta con algo filoso, dederecha a izquierda. Su cara deformada con horror. Y entonces lo

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    sintió. Lo que había sido su radar de instinto, salvando su vidainnumerables veces. Ella se quedó quieta, inmóvil, casi sin atreversea respirar; y entonces, antes de que el hombre que veníasilenciosamente hacia ella, supiera que es lo que estaba sucediendo,

    Bella arrojó el martillo de cocina en su dirección. El machetesangriento que el hombre sostenía, cayó con un fuerte estrépito,mientras Bella corrió y saltó por la ventana del segundo pisohaciéndola añicos.

    Con un fuerte gemido, Bella aterrizó rodando en el pasto junto a la puerta de entrada. Estaba cubierta de vidrios, muchos habíancortado su camino a través de su rostro. Estaba sin aire por el golpe

    contra su espalda. Se quedó tendida breves segundos tratando derecuperarse del golpe, antes de siquiera poder pensar en levantarse.Un dolor punzante hizo que un grito silencioso y agónico saliera desus labios, tenía un enorme pedazo de cristal clavado en el muslo.

     — ¡Mierda! —murmuró sentándose. Un sonido atrajo la vista a laventana por la que temerariamente había saltado. Un hombre con su

    rostro cubierto con una macabra máscara de conejo se asomó por laventana. Todo amenazante su cuerpo cubierto de negro y el enormemachete sangrante otra vez en su mano.

    A duras penas Bella lucho por ponerse de pie y correr. Trató de nohacer ruido mientras su cuerpo era cubierto por la oscuridad del bosque que rodeaba la casa. Respirando hondo, se tumbó junto a unárbol. Lo primero que tenía que hacer era quitarse el vidrio de su

     pierna, sino no podría luchar. Y, ¡Oh, chico! Que ella estaba enojadae iba a hacer que James pagara por su impertinencia. La orden habíasido clara, todos mueren menos ella y Edward. Se suponía que nadiedebía tocarlos a ninguno de los dos, y solo entonces cobrarían losmiles de dólares que habían pactado, pero ahora Edward no soloestaba desaparecido, sino que ella misma había tenido que

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    encargarse del propio Emmett, y James y sus amigos habían venidotras ella. Oh sí, estaba jodidamente enojada.

    Sacando una pequeña linterna llavero de su bolsillo alumbró laherida. Era enorme, el pedazo de cristal estaba muy adentro clavadoy si no tenía cuidado podría cortar una arteria y morir desangrada.

    o era un buen panorama. Cogiendo una rama del suelo la mordiócon fuerza entre sus labios antes de tironear del cristal. Lo últimoque necesitaba era que los cazadores supieran donde diablos estaba.Jaló el cristal fuera y con un suspiro de alivio lo usó para cortar sucamiseta y aplicarse un torniquete en la pierna, para evitar quesiguiera sangrando.

    Solo entonces, con la mente más despejada, su vista se enfocó en unviejo destornillador manchado de sangre a unos metros de distancia.Era el mismo que había clavado en el hombre con la máscara deoveja que la había atacado en la entrada del sótano. Tenía que estar cerca. La linterna enfocó a la izquierda y luego rápidamente a laderecha, solo para encontrarse de frente con el hombre oveja y una

    increíblemente horrenda ballesta apuntando directamente en sudirección. Bella se corrió solo segundos antes de que la primeraflecha impactara contra un árbol donde se suponía que tenía queestar su cabeza.

    Mientras que el hombre cargaba el arma con una nueva flecha,Bella corrió por el bosque nuevamente en dirección a la casa.Cojeando llegó rápidamente hasta la casa, trabando la puerta con el

    cerrojo. Silenciosamente se metió detrás de la larga cortina de unade las ventanas. Si todo salía como tenía que ser ella podría escapar de esa espantosa noche con vida.

     — ¡Oh! ¡A la mierda!

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    El gritó agónico se escucho por todo el living mientras Bella sonreíacon satisfacción. Su plan con las maderas había funcionado. Elhombre de la máscara debía de haber intentado entrar por laventana en la que ella inteligentemente había puesto las maderas

    clavadas y si sus cálculos no fallaban ahora debía tener un clavosobresaliendo de su pie.

     — ¡Oh! ¡Hija de puta! ¡Mierda, mierda!

     — ¡Espera hombre, no hagas eso! ¡No quieres tu ADN ahí! —gritóuna segunda voz. Bella se apretó más todavía contra la ventana,intentando no respirar. Los dos estaban presentes. Esto acabaría

     pronto.

     —Voy a limpiarlo después. Al igual que este maldito lio.

     — ¿Perdón? Lo dices como si todo esto fuera mi culpa.

     —Ese es mi hermano, tendido allí muerto. Y no sé si a ti te importa, pero yo quería a mi maldito hermano.

     —Ella realmente lo jodió bien —gruñó la otra voz.

    Hubo un golpe fuerte, un resoplido; como si uno de los dos hubieraempujado al otro contra una pared. Los hombres se pusieron adiscutir sobre dinero, ella estaba malditamente segura como elinfierno que no iba a pagarles un centavo a ninguno de los dos y

    solo entonces su teléfono eligió ese momento para hacer ruido."SU MENSAJE DE EMERGENCIA A SIDO RECIBIDO"

     —Lo tengo —gruñó una de las dos voces. Pisadas se escucharonacercándose en su dirección.

  • 8/15/2019 Srta.rose - Eres El Siguiente

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    Bella se puso de pie. Sus manos acomodadas listas para pelear; los puños cerrados frente su rostro, mientras por la rendija que quedabaabierta de