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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Anales de Antropología Volumen 34 2000

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  • INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLGICASUNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Anales deAntropologaVolumen 34 2000

  • Anales de Antropologa, Vol. 34, 2000, es editada por el Instituto de InvestigacionesAntropolgicas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F. ISSN -0185-1225. Certificado de Licitudde Ttulo (en trmite), Certificado de Licitud de Contenido (en trmite), Reserva al ttulo deDerechos de Autor (en trmite).

    Se termin de imprimir en noviembre de 2001, en Trazo Binario, Calle Cuatro-10, Col.Espartaco, Mxico, D.F. Su composicin se hizo en el IIA por Ada Ligia Torres Maldonado yMartha Gonzlez Serrano; en ella se emplearon tipos Tiasco y Futura de 8, 9, 11 y 12 puntos.La correccin la realizaron Mercedes Meja Snchez, Adriana Inchustegui, Litzajaya Motta yChristian Herrera; la edicin estuvo al cuidado de Juan Antonio Perujo Cano. Diseo deportada: Francisco Villanueva. Realizacin: Martha Gonzlez Serrano. Fotografa de portada:Huipil de Santiago Tilapa (detalle), en Artes de Mxico, Textiles de Oaxaca, nmero 35, 1996.

    La edicin consta de 500 ejemplares en papel cultural de 90g.

    Anales de AntropologaFUNDADOR JUAN COMAS

    CONSEJO EDITORIAL

    Roger Bartra, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAMPedro Carrasco, State University of New York at Stony BrookLuis Fernando Lara, El Colegio de MxicoGabriel W. Lasker, Wayne State UniversityNorman McQuown, Departamento de Antropologa, Universidad de ChicagoFabio Salamanca, Instituto Mexicano del Seguro SocialIraida Vargas, Universidad Central de Caracas, Venezuela

    EDITORES ASOCIADOS

    Santiago Genovs, Instituto de Investigaciones Antropolgicas-UNAM

    Yolanda Lastra, Instituto de Investigaciones Antropolgicas-UNAM

    Alfredo Lpez Austin, Instituto de Investigaciones Antropolgicas-UNAM

    Carlos Navarrete, Instituto de Investigaciones Antropolgicas-UNAM

    EDITORA

    Rosa Mara Ramos, Instituto de Investigaciones Antropolgicas-UNAM

  • An. Antrop., 3434343434 (2000), 133-160, ISSN-0185-1225

    PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICOMESOAMERICANO AL AO TRPICO

    Ivan prajcDireccin de Registro Pblico de Monumentos y Zonas Arqueolgicas-INAH

    Resumen: En varios estudios recientes se ha argumentado que el ao calendrico mesoamericanomantena una correlacin fija con el ao trpico; tambin se han propuesto distintos mtodosde ajustes peridicos mediante los cuales se habra logrado esta concordancia permanente. Elobjetivo del presente artculo es mostrar, reuniendo y analizando las evidencias pertinentes,que las hiptesis de este tipo son insostenibles, por ser inconciliables con mltiples hechosconfiablemente documentados que conciernen a la estructura, la correlacin y los usos delsistema calendrico mesoamericano en sus diversas variantes. La inevitable conclusin deque el ao civil, teniendo invariablemente 365 das, se desfasaba respecto al ao trpico,aparentemente contradice los argumentos presentados por algunos autores de que en la pocade la Conquista, particularmente entre los mexicas, exista la correspondencia entre lasceremonias de los meses y las estaciones del ao, por lo que tambin se discuten las posiblessoluciones del problema.

    Palabras clave: calendario mesoamericano, ao trpico, intercalaciones, correlacincalendrica, tablas de Venus, astronoma.

    Abstract: In various recent studies it has been argued that the Mesoamerican calendrical yearmaintained a fixed correlation with the tropical year; several methods of periodical adjustmentthat would have allowed this permanent concordance have also been proposed. The purposeof this article is to show that hypotheses of this kind cannot be sustained, as they are irre-concilable with multiple reliably documented facts concerning the structure, correlation andthe uses of the Mesoamerican calendrical system. The analysis of the pertinent evidence revealsthat the calendar year, invariably having 365 days, was not kept in step with the tropical year.Since this conclusion seems to contradict the arguments presented by some authorsthat a correspondence between the ceremonies of the months and the seasons of the year,particularly in the Mexica calendar, existed at the time of the Conquest, possible solutions ofthe problem are also discussed.

    Keywords: Mesoamerican calendar, tropical year, intercalations, calendar correlation,Venus tables, astronomy.

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    INTRODUCCIN

    Estudiando las orientaciones en la arquitectura mesoamericana, varios in-vestigadores han tratado de relacionar las fechas de salida y puesta del Sol quecorresponden a los alineamientos con ciertas fechas del ao calendricoformal, suponiendo que ste mantena una correlacin fija con el ao trpico.1

    De acuerdo con los modelos de Tichy (1991), por ejemplo, determinadas fe-chas sealadas por orientaciones caan en los das finales de los meses de 20das. Asimismo se ha sugerido que las orientaciones que corresponden a lassalidas del Sol el 12 de febrero marcaban el inicio del ao calendrico, ya quecon este da, segn el Cdice Florentino y la Historia General de Sahagn,comenzaba el ao mexica (Tichy, 1982: 78; 1991: 134ss; Galindo, 1990: S26s;1994: 129; Broda, 1993: 261; Morante, 1993; 1996; Flores, 1995: 131). A pesar delos argumentos expuestos repetidas veces por distintos especialistas acercade la imposibilidad de haberse aplicado ajustes sistemticos del ao calendricomesoamericano al ao trpico, siguen plantendose hiptesis contrarias, porlo que parece necesario volver a discutir el problema.

    Se ha afirmado que el reconocimiento de la falta de concordancia entrelos aos trpico y calendrico, basado en observaciones astronmicas, nece-sariamente result en la aplicacin de correcciones peridicas del calendarioformal (Tena, 1987: 29s; Galindo, 1990: S31, S33; 1994: 129; Morante, 1993; Flo-res, 1995: 127). Las aserciones de este tipo no requieren discusin, puesto queno se basan en evidencias sino tan slo reflejan la opinin de sus autores. Entrelos argumentos a favor del ajuste peridico, Tena (1987: 68) menciona la co-rrespondencia que se advierte entre los fenmenos solares y las celebracionesveintenales del calendario en el momento de la conquista; en apoyo a su afir-macin, cita los trabajos de Tichy y Aguilera, con lo que invalida su argumento,puesto que las correlaciones propuestas por los dos autores son diferentes. Engeneral, el hecho de que distintas correlaciones puedan interpretarse comoastronmicamente significativas quita el peso a las hiptesis que favorecenuna u otra correlacin con base en su supuesta concordancia con los fenmenossolares.

    1 El ao trpico es el intervalo en el que se repiten las estaciones como consecuencia deldesplazamiento de la Tierra a lo largo de su rbita alrededor del Sol (eclptica) y de lainclinacin del eje de rotacin de la Tierra respecto a esta rbita (el ngulo entre el eje derotacin de la Tierra y la perpendicular al plano de la eclptica es aproximadamente 23.5);dicho con ms precisin, el ao trpico es el lapso entre dos idnticas posiciones consecutivasde la Tierra respecto al Sol, por ejemplo, entre dos equinoccios de primavera sucesivos.

  • 135PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    Por otra parte, Castillo (1971: 76s) y Carrasco (1979), por ejemplo, ob-servan que es la conexin entre las ceremonias de los meses, las estaciones, elciclo agrcola y las actividades sociales la que sugiere la existencia de algnmedio de ajustar el ao calendrico indgena con el solar. Al realizar un an-lisis profundo del contenido de las fiestas de los meses del calendario mexi-ca, tambin Broda (1971; 1983) argumenta que haba una correspondenciaentre los ritos, los fenmenos climatolgicos y la agricultura, por lo que con-cluye que debe haber existido algn mtodo, an desconocido, para mante-ner el calendario en concordancia con el ao solar (Broda 1983: 145). Losplanteamientos de este tipo son dignos de tomarse en consideracin, pero elproblema que tienen que enfrentar es la manera en que pudieran haberseefectuado las correcciones calendricas.

    La mecnica del calendario mesoamericano no es compatible con ningnsistema de correcciones comparable con el de nuestro calendario gregoriano(o tambin juliano), ya que los das intercalares, teniendo nombres en los ci-clos de 260 y de 365 das, hubieran estropeado la alternancia conocida de losportadores del ao y la conmensurabilidad de diversos ciclos. En vista de estehecho, Castillo (1971) formul una hiptesis que pareca superar el proble-ma. El autor interpreta algunos datos en documentos escritos como alusionesa correcciones cuatrienales del ao calendrico azteca: cada cuatro aos seagregaba, al final del ltimo mes de 20 das, un da sin nombre, por lo que lasecuencia de portadores del ao quedaba inalterada. Tena (1987: 74, 85) ela-bor otra variante de la misma hiptesis, sosteniendo que cada cuatro aos seaada el sexto da nemontemi que llevaba el nombre del da anterior. Flo-res (1995), en cambio, propuso que cada ao indgena tena la duracin de 365das y 6 horas, por lo que los aos sucesivos (y todos los das en el ao corres-pondiente) empezaban a medioda, al anochecer, a medianoche y al ama-necer; Mora-Echeverra (1997) present diversos datos que, segn su opinin,apoyan la propuesta de Flores. Las hiptesis referidas difieren en detalle,pero tienen el mismo efecto prctico, implicando que la duracin media delao calendrico indgena era de 365.25 das, mientras que los nombres de losdas del ao no eran ms que 365.

    Aunque algunos investigadores han mencionado los hechos por los que lashiptesis de este tipo son insostenibles (cf. Graulich, 1990: 316ss), creo queningn estudio rene todos los datos relevantes. Las ideas acerca de un ca-lendario solar, correlacionado de manera permanente con el ao trpico, sehan vuelto relativamente populares sobre todo en los estudios sobre lasorientaciones en la arquitectura, aunque stas no ofrecen ninguna prueba al

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    respecto, por lo que considero necesario profundizar en el tema y resumirlos argumentos pertinentes.

    ARGUMENTOS EN CONTRA DE INTERCALACIONES EN EL CALENDARIOMESOAMERICANO

    No tiene sentido citar a los cronistas tempranos que niegan la existencia delbisiesto en el calendario nativo, puesto que otros afirman lo contrario (cf.Tena, 1987: 55ss). Son las evidencias intrnsecas sobre el calendario las quehacen patente la imposibilidad de que se hayan efectuado intercalacionesperidicas y sistemticas.

    Uniformidad panmesoamericana del sistema calendrico

    Desde que La Farge (1934) mostr que las fechas de diversos calendarios dela regin maya e incluso del centro de Mxico, documentadas etnogrfica ehistricamente, manifiestan la misma correlacin con el calendario euro-peo, el sincronismo de los calendarios mesoamericanos ha sido ampliamentecomprobado. Los calendarios que se conservan entre las comunidades in-dgenas actuales, sobre todo en los altos de Guatemala, son particularmenteilustrativos al respecto. Miles (1952) clasific los calendarios mesoamerica-nos sobrevivientes en tres tipos estructurales: los que conservan slo el ciclo de260 das, los que se limitan al de 365 das y los que siguen combinando ambosciclos.2

    Los calendarios del tipo C de Miles (1952: 275ss, tabla 3), que conservanslo el ao de 365 das, con 18 meses de 20 das y 5 das restantes, son menosinteresantes para la presente discusin: sus correlaciones con el calendariogregoriano son diferentes, pero fijas; es decir, el ao calendrico de un grupoindgena siempre comienza en la misma fecha del calendario gregoriano.sta, sin embargo, no es una prueba de que se efectuaran intercalaciones. Setrata, ms bien, de variantes empobrecidas y alteradas del calendario pre-hispnico: aunque persiste la nocin de que los meses tienen 20 das cada unoy que se agrega un periodo de 5 das, y a pesar del conocimiento de la posicin

    2 La clasificacin de Miles requiere en la actualidad algunas correcciones, como previla autora, tanto por nuevos descubrimientos de calendarios sobrevivientes como por algunasinvestigaciones recientes que muestran la necesidad de modificar el esquema (cf. Tedlock,1982: 92s).

  • 137PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    de distintos meses en el ao y de su relacin con ciertos cambios estacio-nales y actividades agrcolas, es evidente que los das no se cuentan con exac-titud, ya que:

    el ao, por su estructura reportada, tiene invariablemente 365 das, pero comienzasiempre con la misma fecha del calendario gregoriano; puesto que los indgenasnormalmente no estn conscientes del ao bisiesto en el calendario gregoriano (cf. LaFarge y Byers, 1931: 158; La Farge, 1947: 166; Guiteras-Holmes, 1961: 36; para un casocontrario vase Tena, 1987: 64), es obvio que determinan el inicio de su ao y de los mesessimplemente con base en ciertas fechas o festividades cristianas;3

    incluso en una misma comunidad encontramos discrepancias en cuanto a la secuenciade los meses y la correlacin exacta de las fechas del ao indgena con las del calendariogregoriano (cf. Guiteras-Holmes, 1961: 32; Weitlaner y Weitlaner, 1946; Thompson,1950: 104s).

    Las circunstancias mencionadas indican que los calendarios de este tipoquedaron en distintos momentos despus de la Conquista, congelados en elao calendrico europeo (Edmonson, 1988: 107ss), por lo que no pueden serrelevantes para las consideraciones acerca de la correlacin exacta de los ca-lendarios prehispnicos con el calendario europeo (salvo si conocemos el aodel congelamiento; cf. ibidem). Las inconsistencias reportadas en los nom-bres de los meses, sus secuencias y su correlacin con el calendario julianoo gregoriano deben haber sido causadas por el impacto de la cristianizacin,en algunas regiones ms fuerte que en otras. Como hace notar Thompson(1950: 105), la situacin es muy diferente en las comunidades que han logradoconservar la cuenta de 260 das:

    In that case we are dealing with a highly ritualistic count divorced from seasonalinfluences, and with an immutable sequence, any tampering with which would send alldivinations awry. Moreover, the almanac has for its maintenance a body of priests orshamans. Consequently, wherever the 260-day almanac still is used there is no confusionin the order of the days (Thompson, 1950: 105).

    Todos los calendarios documentados etnogrficamente en los altos deGuatemala conservan la cuenta de 260 das; muchos la combinan, adems, conel ciclo de 365 das (tipos B y A respectivamente, segn la clasificacin de Mi-les, 1952: 273ss, tablas I y II). Los nombres de los signos de veintena del ciclo

    3 Segn Guiteras-Holmes (1961: 32), los tzotziles de San Pedro Chenalh siempreconsultan el calendario cristiano para corroborar las fechas importantes de su propio aocalendrico.

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    de 260 das presentan variantes locales, pero en vista de diversas similitudes de-bidas al parentesco lingstico, no es difcil identificar los signos equivalentesen distintas variantes. Todos los ciclos rituales para los que hay datos de co-rrelacin manifiestan una concordancia exacta; es decir, una determinadafecha gregoriana corresponde en todas partes a la misma fecha del ciclo de 260das (La Farge y Byers, 1931: 158s; La Farge, 1934; 1947: 163ss; Thompson,1950: 303; Miles, 1952: 280s, tabla IV). Miles (1952: 281) observa que los ciclosde 260 das fueron encontrados en poblados alejados uno del otro, lo queparece eliminar la posibilidad de que fueran sincronizados en tiempos re-cientes. Hay que decir que tal posibilidad qued descartada cuando La Fargey Byers (1931: 175s) y La Farge (1934: 110ss) mostraron que las correlacionesetnogrficamente reportadas del ciclo de 260 das con el calendario gregoria-no no slo son congruentes entre s sino que, adems, manifiestan perfectaconcordancia con algunas fechas dobles dadas en ambos calendarios queaparecen en documentos antiguos de Guatemala, en la Crnica de Oxkutzcabde Yucatn y en la Relacin de Landa (con la discrepancia de 1 da en esteltimo caso; vanse posibles explicaciones en La Farge, 1934: 114ss; Thomp-son, 1950: 304; 1974: 84; s. f.: 2s; Nowotny, 1958: 612ss). Estos datos compruebanel sincronismo y la continuidad ininterrumpida de la cuenta de das en el reamaya desde el siglo XVI. Ms an, Thompson (1950: 303) advirti que la fechade la toma de Tenochtitlan, registrada en varias fuentes como el 13 de agosto de1521 y el da 1 Catl, est de acuerdo con la misma correlacin (cf. Nowotny,1968: 95s); al observar que tantas pruebas del rea maya e incluso un calen-dario mixe reportado por Miller, concuerdan con la ecuacin 1 Catl= 13 deagosto de 1521 del calendario juliano, Thompson (s. f.: 3) concluy que estacorrespondencia absoluta de diversos calendarios, distanciados en tiempo yespacio, hace sumamente improbable que hubiera en el Mxico central otroscalendarios con correlaciones diferentes.4

    Los argumentos de Thompson fueron decididamente respaldados porCaso (1967: 48), quien analiz y agreg diversos datos calendricos del centrode Mxico que manifiestan la conformidad con la ecuacin referida y apoyanel sincronismo panmesoamericano de la cuenta de 260 das. En su detalladoestudio elabor la correlacin del calendario mexica para la poca de laConquista (ibidem: 41ss, tablas IV-VI).

    4 Hay que reconocer que ya La Farge (1934: 116s) sugiri que el tzolkin intertribalinclua el centromexicano, pero se bas en la fecha de la entrada de Corts a Tenochtitlan, 8Ehcatl 9 Quecholli, 8 de noviembre de 1519; sobre algunos problemas que conciernen a estafecha, vase ibidem: 117; Caso, 1967: 51ss; Prem, 1983a: 157.

  • 139PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    La mayora de los calendarios que sobreviven en Guatemala, perte-necientes al tipo A de Miles (1952: 273ss, tabla I), todava celebran el comienzode cada ao de 365 das, cuando entra el nuevo portador del ao (cf. Lincoln,1945; La Farge y Byers, 1931: 153ss; La Farge, 1947: 123, 163ss; Tedlock, 1982:99s). Puesto que el ao indgena tiene en estos casos estricta e invariablemente365 das, su inicio retrocede cada cuatro aos un da en el calendario gregoria-no. Como observa Thompson (s. f.: 4ss), los principios del ao en distintos ca-lendarios mayas documentados histrica y etnogrficamente difieren, peroexiste la correspondencia general entre los uinales o meses de 20 das; todas lasdiscrepancias en la correlacin de los ciclos de 365 das y de sus meses puedenexplicarse en trminos de la variabilidad en la colocacin del periodo de 5 dasy en las series de portadores del ao usadas (cf. La Farge 1934: 112, 117ss; lasevidencias epigrficas indican claramente al menos un cambio de portado-res del ao ocurrido en el rea maya a finales del Clsico: Thompson, 1950:127s, 304s). Aportando diversos datos calendricos del centro de Mxico,Caso (1967: 73) concluye: Significa eso, segn creemos, que la correlacinentre los aos azteca y maya era completa no slo en lo que se refiere a los das,sino a su posicin en los meses, con la excepcin, por supuesto, que provienede la diferente colocacin de los huayeb [sic] (antes de Pop) y los nemontemi(antes de Izcalli).

    Recientemente Prem (1983a; 1983b; 1991) retom y ampli el estudio dela informacin calendrica del Mxico central, analizando tambin diversosdatos contradictorios que proporcionan las fuentes coloniales acerca de laestructura y la correlacin de los calendarios nativos. Prem mostr confir-mando las sospechas expresadas ya por Nowotny (1958: 620) que las evidenciasincompatibles no reflejan el uso simultneo de calendarios esencialmentediferentes en el centro de Mxico, como haban pensado algunos investigadores,sino que son resultado de reconstrucciones erradas hechas a posteriori, conbase en conocimientos deficientes sobre el calendario prehispnico o portratar de ajustarlo al calendario cristiano. Ejemplificando distintos tipos deintervenciones que resultaron en mayor o menor distorsin del calendarioindgena, Prem (1991: 395) subraya que ninguno de estos calendarios ficticioso modelo se presta como base para intentos de reconstruir o aclarar el ca-lendario autctono. Asimismo analiza las interpretaciones de Caso y concluyeque su correlacin da por da establecida para el calendario mexica en lostiempos de la Conquista parece irrefutable, corroborando el ciclo perpetuo deltonalpohualli, mientras que el problema del inicio del ao y de la colocacinde los nemontemi sigue abierto; las evidencias no apoyan la hiptesis de Caso de

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    que el primer mes del ao mexica era Izcalli, quedando los meses Atlcahualoy Tlacaxipehualiztli como las nicas alternativas viables para el principio delao en el Mxico central (Prem, 1983a; 1991).

    Las rectificaciones de Prem no afectan las conclusiones de Caso re-levantes para la presente discusin. Considerando la correspondencia entrelos calendarios documentados en regiones tan alejadas una de la otra comoel Mxico central y el rea maya, resulta altamente probable que en el mo-mento de la Conquista, el ciclo de 260 das estaba sincronizado en toda Me-soamrica. Los aos de 365 das comenzaban en distintas reas con mesesdiferentes, pero parece significativo que stos estaban aproximadamentecorrelacionados; las discrepancias, que al parecer nunca rebasan siete das,se deben a que:

    los cinco das que completaban el ao de 365 das ocupaban posiciones diferentes endistintos calendarios; los das iniciales de los meses variaban en funcin de la serie de portadores del ao(fechas del ciclo de 260 das) que estaba en uso y de la posicin que ocupaba el portadoren un mes (primero o ltimo da) (Cf. La Farge, 1934: 117ss; Thompson, s. f.; Caso, 1967:73, 77s; Edmonson, 1988: 5ss, figura 3).

    Debido a estas variaciones tambin eran diferentes los nombres quetenan los aos en distintas variantes del calendario mesoamericano. No obs-tante, las diferencias caractersticas en la correlacin de los meses sugierenque tambin el ciclo de 365 das estaba originalmente sincronizado y que, conel tiempo, los meses quedaron ligeramente desfasados, a raz de las modi-ficaciones adoptadas de manera independiente en diversas regiones, resultandoen diferencias respecto al inicio del ao, los portadores y su colocacin, y laposicin del periodo de 5 das (cf. La Farge, 1934: 121s).

    En vista de lo expuesto, no parece contundente el argumento de Mora-Echeverra (1997: 157ss) de que la coincidencia de los meses en los calendariosproporcionados por Sahagn y Landa refleja la correlacin fija de los aoscalendricos indgenas con el ao trpico.5 Considerando la unidad mesoa-

    5 En realidad, la correspondencia no es exactamente tal como sostiene Mora-Echeverra(1997: 166), ya que en su esquema (ibidem: 158s, cuadro 1), en el que asigna al primer da decada mes maya el numeral 0, omite el da 0 Pop, inmediatamente antes del 1 Pop que, segnLanda, corresponda al 26 de julio del calendario gregoriano. Si corregimos el error e intro-ducimos el da faltante, todos los inicios de los meses mayas, antes del 26 de julio, se desplazanpor un da, por lo que el primer da del mes mexica Atlcahualo (12 de febrero, inicio del ao,segn Sahagn) no corresponde a la fecha maya 1 Zac (ibidem) sino 2 Zac.

  • 141PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    mericana del calendario, la correspondencia aproximada entre los meses mayasy mexicas en las correlaciones de Landa y Sahagn se debe simplemente a queambos autores recopilaron sus datos en aproximadamente la misma poca.

    A la luz de las evidencias disponibles podemos concluir que, a partir de laConquista, ninguno de los calendarios atestiguados que siguen contando los dasdel ciclo ritual con precisin y que, por tanto, no fueron congelados en el aojuliano o gregoriano han sufrido alguna interrupcin o intercalacin.

    Probablemente el ms minucioso de los estudios recientes que tratan dereunir pruebas a favor del bisiesto indgena en el centro de Mxico es el de Tena(1987). El autor analiza una gran cantidad de datos iconogrficos e histricospara sustentar la hiptesis de que el ao calendrico mexica comenzaba conAtlcahualo, colocndose los das nemontemi inmediatamente antes de este mesy que en los aos cuyo nombre tena el signo de Tcpatl se agregaba un sexto danemontemi, cuyo nombre de tonalpohualli era igual al del da anterior. Una partede la argumentacin concierne a la fecha de la entrada de Corts a Tenochtitlany su relacin con la de la cada de la ciudad. Segn la mayora de las fuentes, losespaoles llegaron a la capital mexica el 8 de noviembre de 1519, que era el no-veno da del mes Quecholli indgena. Caso (1967: 53) not que el da 8 Ehcatlque algunas fuentes relacionan con el evento cay, de acuerdo con la ecuacin1 Catl= 13 de agosto de 1521 (toma de Tenochtitlan), en el 9 de noviembre,mientras que el da anterior, 7 Cipactli, no aparece en ningn documento, porlo que sugiri que la discrepancia ha de deberse a que los aztecas, como otrospueblos de Mesoamrica, no contaban el da de media noche a media noche, sinode medio da a medio da; por lo tanto, el da 8 de noviembre pudo llamarse7 Cipactli y 8 Ehcatl (ibidem). En cambio, Tena (1987: 45s, 49s) observa, as co-mo Castillo anteriormente (1971: 92ss), que la correlacin del 8 de noviembrecon la fecha 8 Ehcatl, nicamente es compatible con la ecuacin indiscuti-ble 1 Catl= 13 de agosto 1521 si suponemos que en el lapso entre ambas fechasfue intercalado un da bisiesto indgena, precisamente aquel que, segn suesquema de intercalaciones cuatrienales, fue aadido al final del ao 2 Tcpatl(1520-1521). Con base en su interpretacin de los datos de correlacin, Tena(1987: 85ss) concluye que el primer da del mes Atlcahualo y del ao mexica caapermanentemente en el 13 de febrero del calendario juliano.6

    Estando consciente de que Sahagn, en su Cdice Florentino, hace co-menzar el ao mexica con el 2 de febrero del calendario juliano, Tena (1987: 87)se ve obligado a reconocer que, mientras a partir del 13 de agosto de 1521 se

    6 La correlacin perpetua propuesta anteriormente por Castillo (1971: 99ss) difiere de lade Tena nicamente en la posicin del da a intercalar.

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    intercalaron oportunamente los das bisiestos del calendario juliano, no se vol-vi a intercalar ningn biquinto de nemontemi en el calendario indgena,generndose as, la diferencia de 11 das entre la correlacin de Sahagn y lasuya. Si esta interpretacin de que los mexicas antes de la Conquista tuvieronun sistema de ajustes prcticamente idntico al empleado en el calendariojuliano, pero lo abandonaron justamente cuando ste fue introducido por losespaoles, no es por s misma poco verosmil, cabe agregar que, para sostenerla,tendramos que postular el mismo escenario para todos los pueblos mesoamericanosde cuyos calendarios confiablemente correlacionados con el europeo tenemosconocimiento; es decir, todos estos calendarios deberan haber tenido el mismosistema cuatrienal de intercalaciones, abandonndolo en cosa de cuatro aosalrededor de 1521, porque de otra manera no es explicable la perfectacoincidencia de todas las variantes documentadas del ciclo de 260 das, ytampoco la correspondencia casi exacta de los meses del ciclo de 365 das (vasesupra). Las distancias entre diversas reas mesoamericanas con calendariossincronizados, las diferentes velocidades con las que avanzaba la conquista po-ltica y espiritual, as como la persistencia con la que en algunas reas se siguencontando los das y celebrando las ceremonias calendricas de origen prehis-pnico, hacen sumamente improbable la idea de que se hubiera abolido, en to-das partes y en un lapso tan corto, precisamente la prctica de las intercalaciones.

    El estudio de Tena (1987), aunque trata de ser objetivo, basndose en unanlisis detallado de las fuentes y pese a que varias interpretaciones son su-gerentes, no toma en consideracin los hechos que se acaban de exponer y queson, en mi opinin, inconciliables con cualquier hiptesis que postule las in-tercalaciones peridicas en el calendario prehispnico. Las mismas observa-ciones pueden hacerse en relacin con el artculo de Mora-Echeverra (1997),quien argumenta que ciertos datos en los cdices y documentos colonialesapoyan la propuesta de Flores (1995) de que el ao calendrico indgena tena365 das y 6 horas. Por consiguiente, los diversos datos que los autores citadosinterpretan como alusiones a uno u otro tipo de intercalaciones deben tenerexplicaciones diferentes. De hecho, creo que varios problemas relevantes hansido resueltos por Prem (1983a; 1983b; 1991), aunque indudablemente hayotros que todava aguardan la solucin. Uno de los datos que no han sidoaclarados de manera satisfactoria es la fecha de la entrada de Corts a Te-nochtitlan. Prem (1983a: 157) rechaza la propuesta de Caso (1967: 53) de que elda se contaba de medioda a medioda y que la fecha 8 Ehcatl entr ya enel 8 de noviembre de 1519, y prefiere pensar que se trata de un error cometidoen el clculo retrospectivo, omitindose contar el da intercalar del ao bi-

  • 143PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    siesto de 1520. No obstante, cabe hacer notar que el inicio del da a la puestadel Sol o a medioda ha sido documentado histrica y etnogrficamente endiversas partes de Mesoamrica (Crdova, 1886: 212; La Farge y Byers, 1931:171; La Farge, 1934: 115ss; Caso, 1967: 53; Graulich, 1990: 319ss), por lo que nopodemos descartar la posibilidad de que los mexicas tuvieran la misma costumbre.

    Por ltimo, cabe referirnos a la opinin expresada por varios investigadores(e.g. Tichy, 1982: 78; 1991: 134ss; Galindo, 1990: S26s; 1994: 129; Flores, 1995:131; Broda, 1993: 261; Morante, 1993; 1996; Mora-Echeverra, 1997: 161) deque el ao calendrico indgena, manteniendo la correlacin fija con el aotrpico, principiaba invariablemente con el 12 de febrero del calendario gre-goriano, ya que Sahagn en su Cdice Florentino y en su Historia Generalinicia con esta fecha el ao mexica y considerando que las salidas del Sol el 12de febrero estn sealadas por orientaciones de diversos edificios prehisp-nicos.7 Es ilustrativo que el mismo Tena (1987), aunque tambin sostiene queel ao mexica mantena la concordancia perpetua con el ao trpico, a la vezacepta que la correlacin de Sahagn no se puede considerar como fija yrelevante, puesto que no concuerda con la correlacin firmemente establecidapara la poca de la Conquista.8 En su detallado estudio sobre los calendariosaztecas de Sahagn, Bartl et al. (1989) argumentan que la correlacin queaparece en el Cdice Florentino y que hace comenzar el ao mexica con el 2(12) de febrero del calendario juliano (gregoriano) representa uno de losltimos intentos del fraile de sintetizar y conciliar los datos aparentementecontradictorios que le fueron transmitidos y que pertenecan a dos tradicionesdiferentes, de las que una colocaba los nemontemi antes del mes Atlcahualo yla otra despus (ibidem: 60). Segn Bartl et al. (1989: 59ss), las distintasvariantes de correlacin que proporciona Sahagn en sus numerosas obras yque manifiestan, adems, incoherencias internas, reflejan sus intentos decorregir los datos incompatibles, pertenecientes a las dos tradiciones, yunirlos en un solo esquema. Por otra parte, las diferencias de unos das entrelas fechas del calendario juliano con las que Sahagn correlaciona los mesesindgenas en sus escritos tempranos (por ejemplo, Primeros Memoriales) y las

    7 Se trata de un grupo de orientaciones de la llamada familia de 17 (cf. prajc en prensa).8 De hecho, la correlacin permanente de Tena (1987: 104ss, tablas 2-7) es idntica a la

    que reconstruye Caso (1967: 65, tabla VI) para el ao 3 Calli (1521-1522), puesto que ambos sebasan en ciertas fechas dobles que parecen indisputables. Es justo recalcar que Tena (1987:58s, 88) es demasiado cuidadoso para no advertir las dificultades que genera su hiptesis enrelacin con los datos calendricos de Sahagn, quien atribuye con seguridad la prctica delda intercalar a los mexicas, pero hace en su correlacin caso omiso de toda intercalacin enel calendario indgena (ibidem: 88).

  • IVAN PRAJC144

    que aparecen en obras posteriores (cf. Bartl et al., 1989: 15ss; Tena, 1987: 78)tambin podran deberse a que la informacin sobre el mismo calendario fuerecibida en dos momentos distintos y, por tanto, con datos de correlacindiferentes (cf. Nowotny, 1958: 616s; Graulich, 1990: 320s). En todo caso, sicomparamos la colocacin de los meses mexicas en el calendario juliano en lascorrelaciones de Sahagn y de Caso, observamos que las diferencias puedenentenderse precisamente en trminos del desfase acumulado entre los calen-darios juliano e indgena a partir de la Conquista hasta la poca de Sahagn;es decir, tambin las correlaciones de Sahagn son congruentes con la deCaso, si consideramos el desfasamiento del calendario mexica, aunque no lacorroboran de manera directa y precisa.

    Es obvio, por consiguiente, que la fecha con la que Sahagn, en sus obrassintticas, inicia el ao mexica no tiene ninguna relacin causal con la fecha12 de febrero registrada por los alineamientos.

    Tablas de Venus

    Hace dcadas, Palacios (1932: 23) coment que los indgenas usaban un aocivil de 365 das, bien que percatndose de su desajuste progresivo respecto delao trpico; pero no introdujeron das intercalares para corregirlo, en atencinal desarreglo que hubiese sobrevenido en el cmputo de los movimientos deVenus, que simultneamente consideraban en su calendario. En relacincon la propuesta de Castillo (1971), Prem (1991: 393, nota 1) precisa que la tesistiene que refutarse porque la ecuacin entre cinco revoluciones sindicas delplaneta Venus (5 x 584 das) y ocho aos solares (8 x 365 das) no permite in-tercalar da alguno. Examinemos con mayor detalle de qu se trata.

    Asignando al periodo sindico de Venus la duracin de 584 das (valormedio verdadero: 583.92 das), los mesoamericanos saban seguramente yadesde el Clsico que cinco periodos sindicos del planeta equivalen a ochoaos de 365 das. El conocimiento de esta relacin est atestiguado de la ma-nera ms explcita en la Tabla de Venus del Cdice Dresden. La pgina coninformacin introductoria es seguida por la tabla propia de cinco pginas;puesto que en el rengln inferior de cada pgina se encuentran cuatro n-meros cuya suma es 584 das, y considerando que los glifos de Venus aparecena lo largo de toda la tabla, es obvio que las cinco pginas corresponden a cincoperiodos venusinos, refirindose los cuatro nmeros en cada pgina a los pe-riodos de visibilidad e invisibilidad del planeta. Asimismo encontramos encada pgina las fechas de los ciclos de 260 y de 365 das a las que llevan estos

  • 145PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    intervalos y que corresponden a los das de la primera y la ltima visibilidaddel lucero matutino y de la primera y la ltima visibilidad de la estrella ves-pertina. La ecuacin entre cinco periodos venusinos de 584 das y ocho aosde 365 das (5 x 584d= 8 x 365d= 2,920d) implica que cada ocho aos un mismofenmeno observable por ejemplo, la salida helaca de la estrella de la ma-ana, es decir, su primera aparicin despus del lapso de invisibilidad alre-dedor de la conjuncin inferior caa en la misma fecha del ao calendrico.Es por ello que la Tabla de Venus consta de cinco pginas: al transcurrir unciclo de 5 periodos sindicos (8 aos), las fechas del ao tabuladas en las quecaan los fenmenos venusinos en este ciclo empezaron a repetirse y la tablapudo volver a usarse desde el principio. Las fechas correspondientes a la cuen-ta de 260 das aparecen en la parte superior izquierda de cada pgina, en 13lneas, porque tuvieron que transcurrir 13 ciclos de 5 periodos venusinos o 104aos lapso que representa el mnimo comn mltiplo de los ciclos de 260 yde 584 das (13 x 5 x 584d= 104 x 365d= 146 x 260d= 37,960d), para que estasfechas se repitieran (prajc, 1996b: 39, 50ss, figura 2.7, lmina 2).

    Por consiguiente, la utilidad de la Tabla de Venus del Cdice Dresden sebasa en la ecuacin entre 5 periodos sindicos del planeta y 8 aos de 365 das:el lapso requerido para que determinados fenmenos venusinos volvieran acaer en las mismas fechas del ao calendrico era 2 920 das (= 5 x 584d= 8x 365d). Al suponer que un ao calendrico tena, en promedio, 365.25 das, yapor intercalaciones cuatrienales (Castillo, 1971; Tena, 1987), ya porque seagregaban 6 horas al final de cada ao (Flores, 1995; Mora-Echeverra, 1997),un ciclo de 8 aos hubiese tenido, en realidad, 2,922 das. Puesto que 5 periodosvenusinos duran slo 2,920 das, la tabla hubiera sido intil: suponiendo que losfenmenos venusinos cayeron en las fechas indicadas en la tabla en un ciclo de8 aos, en el siguiente hubiesen ocurrido dos das antes de las fechas tabuladas;las diferencias habran aumentado, desde luego, en los siguientes ciclos. Por lotanto, la estructura de la Tabla de Venus no es explicable si postulamos que serealizaban correcciones regulares, intercalando das sin nombre o con nombresrepetidos, o prolongando la duracin del ltimo da de cada ao.

    Cabe advertir que las fechas exactas en que pueden observarse ciertosfenmenos venusinos dependen tanto del lugar de observacin y de las condi-ciones atmosfricas como de las capacidades y conocimientos del observador.Adems, la duracin de los periodos sindicos del planeta y de los intervalosde su visibilidad e invisibilidad no es constante, sino que vara de un periodosindico al otro, por lo que las fechas consecutivas en las que ocurre un mismofenmeno (por ejemplo, la salida helaca de la estrella matutina) no estn

  • IVAN PRAJC146

    constantemente separadas por el mismo intervalo de das, equivalente a laduracin media del periodo sindico. Debido a las variables mencionadas, lasfechas en que podrn observarse ciertos fenmenos no pueden predecirseinfaliblemente con mucha precisin. Sin embargo, las variaciones en la du-racin del periodo sindico y de sus subdivisiones manifiestan patrones de 8aos, y son precisamente estos ciclos de 8 aos o 5 periodos sindicos, los quedebieron haber permitido el reconocimiento de la duracin media de ciertosperiodos, por ejemplo de la revolucin sindica de 584 das y del intervalo de8 das correspondiente a la invisibilidad del planeta alrededor de la conjun-cin inferior. Este ltimo es, entre los intervalos de visibilidad e invisibilidadde Venus en el Cdice Dresden, el nico que corresponde a la realidad ob-servacional (Aveni, 1992: 89, 92ss, tabla 3.2, figura 3.1); aunque se trata de laduracin media, es evidente que las salidas heliacas despus de este lapso deinvisibilidad eran realmente observadas y pronosticadas, al menos en inter-valos de 8 aos: segn el argumento contundente de Lounsbury (1983), la ba-se real de la Tabla de Venus fue el 20 de noviembre de 934 dC, da en el quecon toda probabilidad de acuerdo con lo que sabemos acerca de las cir-cunstancias que permiten la visibilidad del planeta pudo observarse la salidahelaca del lucero matutino. Por consiguiente, resulta obvio que, a pesar de laspeculiaridades del movimiento aparente de Venus y de las imprevisiblescondiciones atmosfricas, las fechas de ciertos fenmenos observables podanser determinadas con bastante precisin, y que una de las preocupaciones delos autores y usuarios de la Tabla de Venus del Cdice Dresden era la de man-tener la concordancia de sus efemrides con los fenmenos observados. Estarelacin entre las fechas tabuladas y la realidad observacional, desde luego nohubiese sido posible al efectuarse los ajustes sistemticos del ao calendricoal ao trpico. La composicin de la tabla indica claramente, adems, que sufuncin era facilitar predicciones de eventos venusinos durante muchos ciclosde 8 aos,9 por lo que tampoco es aceptable la idea de que las intercalaciones

    9 Al haberse usado la tabla durante varios ciclos de 8 aos, empezaron a ser perceptibleslas discrepancias entre las fechas tabuladas y los das en que los fenmenos correspondientesrealmente ocurran, debido a la diferencia entre la duracin media verdadera del periodosindico de Venus (583.92 das) y el valor usado por los mayas (584 das). Las correccionesnecesarias para eliminar el error acumulado se aplicaban ocasionalmente y en intervalosdiferentes, pero no menores de 90 aos; adems el mecanismo de correcciones, reconstruidocon base en la informacin que aparece en la pgina introductoria de la Tabla de Venus delDresden, es congruente con la cuenta continua de los aos de 365 das e incompatible con laintercalacin de das sin nombre (cf. Lounsbury, 1983; prajc, 1996b: 58ss).

  • 147PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    se realizaran en intervalos ms largos, agregando por ejemplo, 13 das cada52 aos, como propusieron algunos autores (citados en Tena, 1987: 53s).

    Tambin los fragmentos conservados del Cdice Grolier, manuscrito ma-ya recientemente descubierto, son pginas de una tabla de Venus basada enlos mismos parmetros y principios que la tabla del Dresden. Incluso en loscdices del grupo Borgia, provenientes del centro de Mxico, encontramostablas comparables a la del Dresden, tanto por su estructura como por laiconografa acompaante (Siarkiewicz, 1995: 79ss; prajc, 1996b: 68s, lminas3-5). El conocimiento del ciclo venusino de 8 aos en el centro de Mxico essugerido tambin por la fiesta de Atamalcualiztli, celebrada cada 8 aos (Prem,1991: 393, nota 1; prajc 1996a: 38, 50).

    Considerando que la relacin de la fiesta de Atamalcualiztli con Venus noest comprobada y que la informacin en las llamadas tablas de Venus en loscdices centromexicanos no es tan explcita como la de la Tabla de Venusdel Cdice Dresden, podramos suponer que slo el calendario maya noaplicaba intercalaciones. Tal idea es, sin embargo, insostenible en vista dela unidad panmesoamericana del sistema calendrico: si las intercalacionesse hubiesen efectuado slo en algunas regiones, no encontraramos el sin-cronismo de todos los calendarios mesoamericanos conocidos (vase supra).

    Resumen

    Las propuestas de Castillo (1971), Tena (1987), Flores (1995) y Mora-Echeverra(1997) difieren en detalles que conciernen a la tcnica empleada para efectuarlas correcciones, pero su implicacin comn es que el ao calendrico indgenatena en promedio 365.25 das, mientras que las evidencias presentadas soncompatibles nicamente con la duracin del ao de 365 das. Debemos con-cluir por lo tanto, que la estructura del sistema calendrico mesoamericano noincorporaba ningn mecanismo de intercalaciones o correcciones sistemti-cas que hubiesen mantenido, de manera automtica, la concordancia perpetuadel ao civil con el trpico.

    AJUSTES IRREGULARES DEL AO CALENDRICO AL AO TRPICO?

    Las conclusiones del apartado anterior hacen necesario abordar el problemadel significado de los rituales que se realizaban en las fiestas de los meses delao. Varios autores han advertido que las ceremonias mexicas correspondan

  • IVAN PRAJC148

    a los cambios estacionales y actividades agrcolas en el ciclo anual (e.g. Casti-llo, 1971: 76s; Carrasco, 1979; Prem, 1983a: 152; Aveni et al., 1988: 289; vanseotras citas en Graulich, 1990: 324s). Broda (1971; 1983; 1991a; 1991b) ha rea-lizado los estudios ms detallados al respecto; analizando la informacinetnohistrica sobre las fiestas aztecas en la poca de la Conquista, ha argumen-tado que los rituales de los meses estaban ntimamente relacionados con loscambios estacionales y tenan la funcin de conjurar o propiciar un desenlacefavorable del ciclo agrcola en sus etapas consecutivas.

    Tambin Graulich (1981; 1990; 1992) estudi extensamente las fiestas delos meses en el centro de Mxico, incluyendo el anlisis de los mitos y de losnombres de los meses, pero lleg a la conclusin contraria: las ceremonias deveintenas que se llevaban a cabo en la poca del contacto, aunque llenas delsimbolismo agrcola, no tenan relacin con la realidad natural de los mexicas,ya que los meses del ao con sus respectivos rituales estaban dislocados res-pecto a su posicin original en el ao trpico. Graulich calcula que el ca-lendario que usaban los aztecas debe haberse instaurado en el ao 682 dC,cuando las ceremonias de los meses concordaban con el ao agrcola, pero porfalta de intercalaciones se desfas a partir de entonces hasta la Conquista,por ms de medio ao. Por lo tanto, las interpretaciones que para el significadode las fiestas de las veintenas mexicas proponen Graulich y Broda difierendrsticamente. Recientemente Daz Cntora (1994: 59ss) lleg a conclusionesparecidas a las de Graulich, proponiendo que los nombres de los meses y lasfiestas concordaban con las estaciones en la poca tolteca.

    No tengo conocimientos suficientes para poder evaluar las teoras deBroda y Graulich de manera exhaustiva y competente. Sin embargo, el hechode que dos investigadores cuyas obras son de indiscutible seriedad acadmicalleguen a conclusiones diametralmente opuestas, usando en buena parte losmismos datos, parece indicar que las evidencias no son inequvocas y que laverdad podra estar en algn punto intermedio entre las dos posiciones ex-tremas. Llama la atencin que un dilema parecido surgi en relacin con elcalendario maya: mientras que Bricker (1982) argumenta, analizando el sig-nificado de los nombres de los meses en distintos idiomas mayances, que elao de 365 das fue instaurado a mediados del siglo VI aC, cuando el primermes Pop comenzaba en el solsticio de invierno (Justeson, 1988: 12ss, llega auna conclusin prcticamente idntica), Bolles (1990) usa la misma especie dedatos, entre otros, para apoyar su hiptesis de que el ao maya mantena unacorrelacin fija con el ao trpico. Parece prudente concluir que los nombresde los meses y el contenido de las ceremonias distribuidas a lo largo del ao

  • 149PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    civil no constituyen evidencias confiables para comprobar la existencia o laausencia de los ajustes del ao formal al ao trpico.10

    En vista de lo discutido en el apartado anterior, es evidente que en el ca-lendario oficial mesoamericano no se aplicaban correcciones o ajustes sis-temticos, por lo que ni los meses ni las fiestas correspondientes si es que serealizaban siempre en el mismo da del mes como lo sugieren las fuentespodan conservar permanentemente la misma posicin en el ao trpico.Aunque es inevitable, por ende, aceptar mayor o menor grado de desfasa-miento, parece difcil, por otra parte, coincidir plenamente con la teora deGraulich (1990), porque implica que en pocos aos se hubiera inventado opuesto en orden, con respecto al ao trpico, todo el complejo sistema de losritos anuales, cuya correspondencia con los fenmenos cclicos en la naturalezahubiese sido importante en la poca de la instauracin del calendario, pero entodos los siglos por venir ya no representara ninguna preocupacin para losque efectuaban las ceremonias. De ser as, tendramos que aceptar que el ritualqued bsicamente inalterado durante ms de ocho siglos, aunque no tenaninguna funcin prctica y a pesar de todas las turbulencias, migraciones ycambios polticos y culturales que sucedieron en general desde el ClsicoTardo hasta la Conquista.

    Parece significativo que el mismo Graulich (1990: 352s; 1992: 22, 34), noobstante su hiptesis ortodoxa que casi no permite componendas, admite quela realidad cotidiana de los campesinos y sus ritos dictados por las necesidadesprcticas resultaron en la contaminacin de las ceremonias que formabanparte del ciclo ritual oficial y que, por consiguiente, llegaron a incluir ele-mentos que correspondan a las condiciones impuestas por las estaciones delao. Aunque no puedo profundizar en el problema, es mi impresin que lasceremonias efectuadas a lo largo del ciclo anual estaban, en sus aspectos msimportantes, vinculadas con los cambios estacionales y las actividades agrco-las correspondientes aunque la concordancia no necesariamente era muyexacta, pero a la vez contenan una buena dosis de elementos residuales, delos que algunos fueron tal vez alterados o reinterpretados, mientras que otrossimplemente permanecieron en su lugar en el ao civil, aunque por habercambiado su posicin en el ao trpico ya no tenan relacin directa con acon-tecimientos reales (cf. Nowotny, 1968: 91; Graulich, 1990: 352).

    10 Es ilustrativo que ni siquiera Graulich y Bricker aunque ambos partidarios deldesfase del calendario formal coinciden en la interpretacin de los datos que aducen paraestablecer la correlacin original del ao calendrico maya con el ao trpico; vase ladiscusin On the Maya Calendar en Current Anthropology 23 (3), 1982, pp. 353-355.

  • IVAN PRAJC150

    Ahora bien, si reconocemos que en el centro de Mxico en la poca de laConquista el ciclo festivo del calendario oficial no estaba seriamente desfasa-do respecto a los cambios estacionales, [...] debe haber existido algn modo derecalibrar peridicamente el sistema calendrico (Aveni et al., 1988: 289). Tam-bin Prem (1991: 409) advierte que falta explicar cmo los antiguos mexicanosajustaban de vez en cuando su ao cvico-ritual al ao solar o cmo evitabanla necesidad de tales ajustes calendricos, quizs solamente mudando el sig-nificado de las fiestas mensuales para sincronizarlas con las estaciones. SegnAveni et al. (1988: 289s), algunos datos en las fuentes posiblemente aluden arecalibraciones del calendario mexica. Aunque slo podemos especular acercade los mtodos empleados, los ajustes deben haberse efectuado de manera irre-gular y sin alterar la estructura bsica del calendario (Prem, 1983a: 152).

    Es posible que las fiestas de los meses fueran ocasionalmente trasladadashacia adelante en el ao formal, recuperando sus posiciones adecuadas en elao trpico (cf. Nowotny, 1958: 621s) y que al mismo tiempo cambiara el mescon el que comenzaba el ao. La variabilidad que se observa en los calendariosmesoamericanos en cuanto al inicio del ao civil y la colocacin del periodode 5 das pudo haber resultado de este tipo de intervenciones, efectuadas endistintas regiones de manera independiente y en intervalos irregulares. Tam-bin las diferentes series de portadores del ao que estaban en uso podranestar relacionadas con ajustes de esta naturaleza. Sin embargo, la correlacinde los meses en los calendarios conocidos,11 as como el ciclo de 260 das sin-cronizado, indican que las reformas nunca afectaron de manera radical lacontinuidad de la cuenta calendrica (La Farge, 1947: 166s; Long, 1946-48:216s; Edmonson, 1988: 192). Si el da que daba el nombre al ao tena queocupar una posicin significativa el primero o el ltimo da del ao, porejemplo, el desplazamiento del inicio del ao forzosamente result en laruptura en la secuencia de portadores del ao, pero parece que la colocacindel portador no siempre era importante: si el ao mexica principiaba conAtlcahualo o Tlacaxipehualiztli, el portador del ao no ocupaba una posi-cin que parezca significativa (Prem, 1991: 409).

    11 Un dato elocuente que ejemplifica la correspondencia panmesoamericana de los mesesdel ao calendrico es la fecha 1 Tacaxepual correlacionada en el Calendario Cakchiquelcon el 31 de enero de 1685 (La Farge, 1934: 111s): en este ao el primer da del mes mexicaTlacaxipehualiztli, de cuyo nombre evidentemente deriva el del mes cakchiquel, hubieracado en el 2 de febrero, considerando el desfase acumulado a partir del ao 1519, cuando el1 de Tlacaxipehualiztli correspondi al 6 de marzo (del calendario juliano), segn la correlacinde Caso (1967: 58, tabla IV). La diferencia de dos das se debe al uso de distintos portadores delao en los Calendarios Mexica y Cakchiquel.

  • 151PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    Si las calibraciones calendricas se hubiesen efectuado por motivosagrcolas, con regularidad y suficiente frecuencia por ejemplo, cada mediosiglo los rituales del ao de 365 das podran haber servido para fines prc-ticos, es decir, para garantizar la debida alternancia de los cambios estacionalesrelevantes para el ciclo de cultivo, suponiendo que el desfase de unos das acu-mulado en pocas dcadas no necesariamente afectaba la eficacia de los ritos.Sin embargo, los datos disponibles sobre las diferencias entre los calendariosmesoamericanos no apoyan tal suposicin, ya que sugieren, ms bien, que losajustes no se hacan simultneamente y de la misma forma en todas par-tes y tampoco con mucha frecuencia, por lo que no pueden entenderse comomecanismos que mantuvieran, de manera sistemtica y convencionalmenteestablecida, la correspondencia entre los aos civil y trpico. Seguramente ha-ba diferencias regionales en el grado de concordancia de las ceremonias delos meses con los cambios estacionales, dependiendo del lapso transcurrido apartir de la ltima recalibracin del calendario. Ms an, ni siquiera podemostener la certeza de que el motivo de las intervenciones que resultaron en lasdistintas variantes del calendario mesoamericano fuera, en efecto, el de mante-ner la concordancia del ciclo de las fiestas calendricas con el ao de las estaciones;al menos tal motivo no se puede generalizar, si recordamos, por ejemplo, queen el calendario maya, segn pruebas epigrficas, nunca cambiaron el mesinicial del ao y la posicin de los uayeb.

    Parece entonces, que las ceremonias asociadas con los meses del ao civil notenan una relacin inmediata y funcional con la agricultura; posiblementeformaban parte del culto estatal, vagamente (o por su origen) relacionado conel ao de las estaciones, pero no eran directamente relevantes para las ne-cesidades prcticas y la programacin de quehaceres concretos. Si fue as, nocabe duda que, aparte de los rituales del ao calendrico, haba otros cuyoobjetivo era asegurar un desenlace favorable del ciclo agrcola (cf. Nowotny,1958: 622; 1968: 98; Broda, 1983) y que, por tanto, deben haberse efectuado enlas fechas determinadas con base en observaciones astronmicas. Cabe recordarque, segn el estudio arqueoastronmico realizado en diversos sitios arqueo-lgicos del centro de Mxico, las fechas ms frecuentemente sealadas por lassalidas y puestas del Sol a lo largo de los alineamientos sugieren precisamentela existencia de un ciclo agrcola ritual (prajc, en prensa). Asimismo parecesignificativo que en algunas comunidades indgenas que conservan las formasmenos distorsionadas del calendario prehispnico, el ao de 365 das tiene pocaimportancia para la regulacin de los trabajos agrcolas; es el ciclo ritual de 260das el que sirve para estos fines, en combinacin con las observaciones astronmicas

  • IVAN PRAJC152

    (cf. Lincoln, 1945; Long, 1946-48; Girard, 1949; 1962; Tedlock, 1982; 1985;1991; Edmonson, 1988: 214). Este es un indicio adicional de que el aocalendrico tampoco en la poca prehispnica sirvi como un instrumentoconfiable y suficiente para la programacin de las actividades en el ciclo anual,por lo que las observaciones astronmicas nunca dejaron de ser necesarias.12

    Ahora bien, si las fiestas de los meses del calendario mexica tenan, en lapoca de la Conquista, una estrecha relacin con las respectivas estaciones delao y labores agrcolas, como argumenta Broda (1971; 1983; 1991b), es posibleque el calendario fuera recalibrado en un momento no muy distante de lallegada de los espaoles (cf. Aveni et al., 1988: 289s). Por otra parte, con-siderando las interpretaciones discrepantes de Graulich (1990) y Daz Cntora(1994: 59ss), podemos suponer que los cronistas, en sus descripciones de lasfestividades, revolvieron la informacin sobre las ceremonias de los meses delcalendario oficial con la que se refera a los rituales agrcolas funcionales:parece significativo que, segn las fuentes, aparte de los festejos que cul-minaban en el ltimo da de cada mes, haban rituales que se realizaban enotras fechas, algunos por motivos especficamente relacionados con la agricul-tura (Nowotny, 1958: 622; 1968: 98; Broda, 1970: 198). Los datos sobre lasorientaciones arquitectnicas en el Mxico central (prajc, en prensa) sugierenque los ritos agrcolas se hacan siempre en las mismas fechas del ao trpico,pero es posible que, en cierta medida, llegaran a fusionarse con las ceremoniasdel ao calendrico, cuyas funciones eran complejas y menos relevantes parala agricultura. Tal vez fueron precisamente los procesos de esta ndole los queresultaron en la correspondencia de ciertos aspectos de las ceremonias ca-lendricas con el ao de las estaciones por una parte, y en la supervivencia deelementos anacrnicos por la otra, contribuyendo a la dificultad de in-terpretar de manera unvoca toda la informacin que proporcionan loscronistas al respecto.

    REFLEXIONES FINALES

    Los calendarios observacionales indicados por los alineamientos en laarquitectura prehispnica, aunque deben haberse empleado precisamente a

    12 Tambin en el antiguo Egipto, segn Parisot (s. f.: 120), el ao agrcola era reguladomediante la observacin de las salidas helacas de Sirio, mientras que los rituales asociadoscon el ao de 365 das pertenecan a la liturgia oficial en la que la relacin con las estacionesera secundaria.

  • 153PROBLEMA DE AJUSTES DEL AO CALENDRICO MESOAMERICANO

    causa de las deficiencias del calendario oficial, permitan a la vez conocery monitorear el desfase del ao calendrico respecto al ao trpico (cf. prajc,en prensa). Por lo tanto, la falta de ajustes sistemticos del ao calendrico conel ao trpico en Mesoamrica de ninguna manera puede interpretarse comoreflejo de conocimientos deficientes. Las observaciones astronmicas sobretodo del Sol facilitadas mediante los alineamientos atestiguados en los sitiosarqueolgicos, posibilitaban la prediccin de las fechas relevantes del aotrpico y por ende, la regulacin de las actividades agrcolas y los rituales co-rrespondientes en el ciclo anual (ibidem). El alcance de las predicciones obvia-mente dependa de los conocimientos acerca de la relacin entre el calendarioformal y el ao trpico. Se ha sugerido, por ejemplo, que el desfase del ao ca-lendrico respecto al trpico fue registrado por las llamadas fechas deter-minantes en las inscripciones mayas (Thompson, 1950: 204ss, 317ss; Aveni,1991: 194ss) e incluso que se conoca la ecuacin entre 1507 aos trpicos y1508 aos calendricos o 29 Ruedas Calendricas (Edmonson, 1988: 111ss);aunque las evidencias al respecto son todo menos contundentes, no cabe dudaque los especialistas mesoamericanos, al emplear calendarios observaciona-les tan precisos, como parecen indicar las orientaciones en la arquitectura yotros alineamientos (cf. prajc, en prensa), conocan la relacin entre los aostrpico y calendrico con bastante exactitud. Las causas por las que nunca in-trodujeron un sistema de ajustes en su calendario oficial deben por lo tanto,buscarse en otras peculiaridades del contexto cultural.

    El caso del calendario mesoamericano no es singular en la historia de lahumanidad: tambin el ao calendrico de los antiguos egipcios tena inva-riablemente 365 das (Waerden, 1974: 9s); aunque hubo dos intentos de intro-ducir intercalaciones cuatrienales mediante decretos (en los siglos III y I aC), lasreformas no se aplicaron en la prctica, porque la tradicin era demasiadofuerte (Parisot, s. f.: 120). Es de suponer que tambin en Mesoamrica elconservadurismo en la tradicin religiosa, de la que el calendario formabaparte, haca imposible realizar reformas que destruyeran la armona numricadel sistema calendrico. Adems, los sacerdotes probablemente ni siquiera te-nan inters por instaurar un calendario que mantuviera la concordancia con elao de las estaciones puesto que, de haberlo hecho, indudablemente hubiesenperdido una buena parte de su poder y prestigio: el campesino que en laactualidad usa el calendario gregoriano no necesita consultar al prroco acercade las fechas apropiadas para realizar sus trabajos en la milpa; en cambio, uncalendario en el que ciertas fechas no coincidan permanentemente con losmismos cambios estacionales no pudo ser un medio suficiente para regular

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    actividades de este tipo, por lo que la asesora de los especialistas resultabaindispensable (cf. Graulich, 1990: 348s).

    Hoy en da resulta difcil evaluar o comprender de manera adecuada laimportancia que deben haber tenido las observaciones astronmicas para la vidaprctica en la poca prehispnica: casi todas las comunidades indgenasactuales usan el calendario cristiano, cuyos santos y fiestas marcan de maneraconstante las fechas en que se deben realizar ciertas labores y ceremoniasasociadas. No obstante el comentario de Thompson (1974: 94s) de que losmayas modernos saben cundo hacer la roza y quema en el tiempo queaumenta la humedad y por tanto, no tienen la necesidad de determinar lasfechas con base en el calendario o fenmenos astronmicos, parece que larealidad no es tan sencilla y que los cambios estacionales en la naturaleza noson indicadores suficientemente exactos y confiables de los momentos en queconviene emprender ciertas actividades: los quichs de Momostenango, porejemplo, siguen regulando su ciclo agrcola con base en la observacin de losastros (Tedlock, 1991), y podramos mencionar otros casos ms (Girard, 1949;1962; Lincoln, 1945; Remington, 1980). Tambin el siguiente dato, obtenidoentre los mayas de Quintana Roo, pone en duda la asercin de Thompsonreferida arriba:

    El agricultor, por su parte, ha de procurar que la quema se lleve a cabo antes de quelleguen las primeras lluvias, pues de lo contrario, quedara imposibilitado para hacerlo,perdiendo as la ocasin de usar el terreno talado. Para preservarse de este peligro, elmilpero suele acudir a alguno de los dos escribas que hay en el cacicazgo, el cual usandoun almanaque impreso en Mrida, le puede anunciar la clase de tiempo que ha de haceren cada uno de los meses venideros. (Villa Rojas, 1978: 315s)

    En ausencia de un calendario formal que mantuviera la concordanciapermanente con el ao trpico, las labores agrcolas en la poca prehispnicadebieron ser programadas con base en observaciones astronmicas, siguiendolas indicaciones de los especialistas. Puesto que los servicios de los que tenanel privilegio de dedicarse al sacerdocio y la astronoma eran indispensablespara el debido funcionamiento del sistema social, parece comprensible sufalta de inters en vulgarizar sus conocimientos esotricos mediante la im-plementacin de algn sistema formalizado de ajustes calendricos.

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