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COMERCIANTES CATALANES EN EL SALVADOR: TRAYECTORIAS DE FAMILIAS EN EL SIGLO XX DRA. GLORIA DEL CARMEN TRUJILLO MOLINA 1 . Resumen La incursión de ciudadanos españoles en el comercio salvadoreño, se constituyó, desde finales del siglo XIX principios del XX en un dinamizador de la economía del país centroamericano. Hombres y mujeres llegados de España, se dedicaron a diversas actividades comerciales y de servicios, en una república de tradición productiva artesanal. Por ejemplo, los catalanes que radicaron en el centro de la capital salvadoreña, en la primera mitad del siglo XX atendían abarroterías, ferreterías, colegios, almacenes de repuestos para automóviles, etcétera. Por parentesco, paisanaje, u otras causas, dichos inmigrantes llegados de Barcelona, de Sarral, y otros lugares de Cataluña, se fueron incorporando a diversas actividades comerciales, en la capital, para, posteriormente, extender sus negocios a otras ciudades del país. Las primeras incursiones de los catalanes dentro del comercio salvadoreño, las realizaron como dependientes, en tiendas de artículos ferreteros y de abarrotes. Con el paso del tiempo, lograron establecer sus propios almacenes, y más, tarde sus empresas. Existe una familia, emparentada con catalanes, dedicada a elaborar dulces. Su fábrica, elabora dulce artesanal y con tecnología. Este negocio, ya rebasó los setenta años de fundación. En la actualidad, surte al mercado nacional, además, exporta sus productos a Centroamérica y el Caribe. El papel que los comerciantes y prestadores de servicios catalanes, han jugado en la generación de fuentes de empleo, para los salvadoreños, es un tema de investigación escasamente abordado. La principal contribución de esta población española, parece descansar, en el impulso que imprimieron a sus empresas familiares, dando paso, a nuevos patrones de consumo y de producción, dentro de la sociedad salvadoreña. No ha sido reconocida, plenamente, su influencia 1 Dra. en Historia Colonial, Docente – Investigadora de tiempo completo, perfil PROMEP, su línea de investigación se centra en la Historia de la Familia, Educación, Mujer. Ha impartido cursos, seminarios, conferencias. Cuenta con publicaciones especializadas. Su lugar de trabajo es la Universidad Autónoma de Zacatecas, Unidad Académica de Docencia Superior, Edificio de Posgrado, Torre II, Fracc. Progreso, Prolongación Av. Preparatoria s/n, Zacatecas, México, 01 4929239407 Ext. 2806, [email protected] 1

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COMERCIANTES CATALANES EN EL SALVADOR: TRAYECTORIAS DE FAMILIAS EN EL SIGLO XX

DRA. GLORIA DEL CARMEN TRUJILLO MOLINA1.

Resumen

La incursión de ciudadanos españoles en el comercio salvadoreño, se constituyó, desde finales del siglo XIX principios del XX en un dinamizador de la economía del país centroamericano. Hombres y mujeres llegados de España, se dedicaron a diversas actividades comerciales y de servicios, en una república de tradición productiva artesanal. Por ejemplo, los catalanes que radicaron en el centro de la capital salvadoreña, en la primera mitad del siglo XX atendían abarroterías, ferreterías, colegios, almacenes de repuestos para automóviles, etcétera. Por parentesco, paisanaje, u otras causas, dichos inmigrantes llegados de Barcelona, de Sarral, y otros lugares de Cataluña, se fueron incorporando a diversas actividades comerciales, en la capital, para, posteriormente, extender sus negocios a otras ciudades del país. Las primeras incursiones de los catalanes dentro del comercio salvadoreño, las realizaron como dependientes, en tiendas de artículos ferreteros y de abarrotes. Con el paso del tiempo, lograron establecer sus propios almacenes, y más, tarde sus empresas. Existe una familia, emparentada con catalanes, dedicada a elaborar dulces. Su fábrica, elabora dulce artesanal y con tecnología. Este negocio, ya rebasó los setenta años de fundación. En la actualidad, surte al mercado nacional, además, exporta sus productos a Centroamérica y el Caribe. El papel que los comerciantes y prestadores de servicios catalanes, han jugado en la generación de fuentes de empleo, para los salvadoreños, es un tema de investigación escasamente abordado. La principal contribución de esta población española, parece descansar, en el impulso que imprimieron a sus empresas familiares, dando paso, a nuevos patrones de consumo y de producción, dentro de la sociedad salvadoreña. No ha sido reconocida, plenamente, su influencia ejercida, con la introducción de modelos de administración y gestión empresarial, durante la primera mitad del siglo XX.

La aventura salvadoreña, como trayectoria de vida

A principios de la década de los 50s del siglo recién pasado, la población

asentada en el entorno de la iglesia San Francisco,2 (ubicada en el centro

histórico de San Salvador, capital de El Salvador), contaba entre sus

habitantes, con un pujante sector de población española, que se dedicaba a la

venta de abarrotes, artículos de ferretería, así como, a importar llantas,

repuestos automotrices y latería ultramarina. En este mismo lugar, funcionaba

1 Dra. en Historia Colonial, Docente – Investigadora de tiempo completo, perfil PROMEP, su línea de investigación se centra en la Historia de la Familia, Educación, Mujer. Ha impartido cursos, seminarios, conferencias. Cuenta con publicaciones especializadas. Su lugar de trabajo es la Universidad Autónoma de Zacatecas, Unidad Académica de Docencia Superior, Edificio de Posgrado, Torre II, Fracc. Progreso, Prolongación Av. Preparatoria s/n, Zacatecas, México, 01 4929239407 Ext. 2806, [email protected] 2 La iglesia San Francisco fue fundada en 1911 en un exclusivo, en ese entonces, barrio urbano, ubicado en el sector del Campo Marte, hoy Parque Infantil.

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Page 2: Sobre el proyecto, estoy encontrando que el catalan José ... · Web viewDRA. GLORIA DEL CARMEN TRUJILLO MOLINA. Resumen La incursión de ciudadanos españoles en el comercio salvadoreño,

colegio, un taller automotriz y una carnicería, también administrados por

españoles. Existe a la fecha, una empresa que rebasa los setenta años de

fundada, dedicada a la elaboración de dulces artesanales y con tecnología. Se

trata de la fábrica de caramelos, Confitería Americana, la cual, ha contado,

durante medio siglo, con gerentes administrativos, oriundos de Tarragona.

Desde mediados del siglo XIX se establecieron en la capital salvadoreña,

representantes de casas comerciales, europeas y norteamericanas. Estos

apoderados, se dedicaron a importar las mercancías, que se vendían en los

almacenes, tiendas y farmacias, de la capital. Una segunda oleada de

migrantes, la de finales del siglo XIX principios del XX llegó para apoyar los

negocios, previamente establecidos. Los españoles que estaban en el negocio

de abarrotes y ferretería, atrajeron a parientes y paisanos varones, como

empleados y socios de sus tiendas. Además de españoles, arribaron alemanes,

italianos, turcos, palestinos, etcétera, con el mismo fin: atender los negocios de

sus propios coetáneos y parientes. Una tercera ola de migración, se sucedió

pasada la primera guerra mundial, y se prosiguió, hasta los años cincuenta. En

el entretanto, las casas comerciales, pertenecientes a importadores catalanes,

continuaban su expansión.

Se entiende por trayectoria de vida, el curso, que a lo largo del tiempo, y dentro

de circunstancias concretas, sigue el comportamiento de las personas, los

grupos sociales, las instituciones. En este devenir, las estrategias sociales y

familiares, juegan un importante papel, y contribuyen, a que los grupos,

mantengan la cohesión social. Este fue el caso de los catalanes en El Salvador.

En las nuevas condiciones de vida, los españoles supieron mantener lazos de

parentesco, y atrajeron a los suyos, a los negocios recién iniciados. Al

promover redes de colaboración y cooperación, entre los de su misma cultura;

la idiosincrasia, valores, creencias, etcétera, se mantuvieron, prácticamente

intactos. Otras cualidades, como, la solidaridad, la disciplina de trabajo, la

habilidad para vender, resultaron determinantes, para sostenerse y salir avante,

en la nueva tierra. Otros procesos, como la situación social, política y

económica, por la que atravesaba El Salvador, contribuyeron a reorientar las

trayectorias y cursos de vida de los residentes extranjeros.

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La vida de Pablo LLort Anglés, es ilustrativa de lo anterior. Llort Anglés, un

inmigrante catalán, nacido en 1873 en Sarral, provincia de Tarragona, llegó a El

Salvador, a la edad de doce años. Durante su primera estancia, no logró gran

cosa, todavía era un niño y lo que recibía en pago, apenas si le alcanzaba para

comer. Por motivos familiares, tuvo que regresar a España. No obstante, Pablo

Llort nunca perdió de vista, que su propósito era, regresar a El Salvador, y abrir

su propia tienda. El 25 de febrero de 1895 estaba de nuevo en San Salvador.

En 1887 con $600.00 (colones) entre préstamos y ahorros, se inició, como

comerciante en pequeño.3 Su trayectoria, en el negocio, a lo largo de cuarenta

años, tuvo sus altas y sus bajas. Sin embargo, logro forjarse un prestigio

comercial, a través de su ferretería.

En cuanto a los motivos, que tuvieron los catalanes para emigrar a El Salvador,

se supone, que fueron (entre otros), de índole económica. Baltazar Llort

Escalante, hijo del citado Llort Anglés, refiere, algunas de las razones que tuvo

su padre, para emigrar a América. La situación económica que vivía la familia

Llort, en los finales del siglo XIX era precaria. La economía de Sarral se

sustentaba en la agricultura y los salarios que se devengaban en el campo eran

muy bajos. Siendo un adolescente, Pablo Llort Anglés se embarcó con su

hermano mayor Juan Pablo, con destino a Centroamérica. Juan Pablo Llort

prosiguió su viaje a Panamá, en busca de mejor suerte, en tanto, Pablo LLort

se quedó en El Salvador, como ayudante, en la tienda de Pedro Sagrera, un

próspero comerciante catalán. Juan Pablo falleció en Panamá,

repentinamente, y Pablo Llort tuvo que regresar a España. De nuevo en Sarral,

con diecisiete años cumplidos, Pablo Llort empezó a trabajar como jornalero.

Lo que ganaba lo repartía, entre su padre y su madre. El resto, unas pesetas,

las gastaba con sus amigos, durante los fines de semana. En cuanto LLort

Anglés juntó veinte duros, la mitad exacta, para, embarcarse hasta La Habana,

decidió, de manera audaz, sacar el faltante, del colchón de su padre. Para

sostenerse y poder proseguir su viaje, Pablo Llort trabajó temporalmente en

Cuba. Después, se desplazó a Venezuela, donde realizó pequeñas tareas, con 3 Baltazar Llort Escalante, Historia vida y pasajes de Pablo LLort Angles, escrita por él, y copiada casi literalmente del original por su hijo Baltazar Llort Escalante, Impresora La Unión, S.A., San Salvador 1944, p. 19.

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el fin de procurarse el sustento. Después de trabajar una temporada en Costa

Rica, decidió proseguir su camino y viajó de polizón, hasta el puerto de la

Unión, en El Salvador. El dinero sustraído lo devolvió con creces, años

después.

En la actualidad, los descendientes de catalanes en El Salvador, expresan,

que sus antepasados fueron (presumiblemente) hombres osados, atrevidos,

necesitados, aventureros o visionarios, que arribaron a un lugar, El Salvador,

en donde, tampoco, era fácil vivir. Muchos de los inmigrados, lograron salir

adelante, en las condiciones de Centroamérica. Sobre los necesitados, una

minoría, dan cuenta los libros de contabilidad de la Beneficencia Española.

Dichos libros mencionan la ayuda otorgada a los enfermos y transeúntes

españoles. Como se verá más adelante.

Con respecto a las primeras familias catalanes establecidas en El Salvador, no

puede decirse, que existiera un patrón estricto de nupcialidad. Se sabe, que

algunos catalanes, regresaron a casarse en España. Otros en cambio, se

casaron con mujeres salvadoreñas, o bien, con hijas de comerciantes

españoles, nacidas en América. Los casados en la península, emprendían

junto con la esposa, el viaje de retorno al trópico. Se trataba de una larga

travesía, que los llevaba de Barcelona a Cuba, después, a Panamá. Antes de

que se construyera el canal interoceánico, se atravesaba por tren, el istmo

panameño, hasta llegar al Océano Pacífico. Aquí, era necesario volver a

embarcarse, con destino a los puertos marítimos salvadoreños.

José Sagrera, comerciante barcelonés, establecido en El Salvador, desde

principios de 1870 se casó con Ana Bustamante, originaria de Tegucigalpa,

Honduras. Ella era hija de un comerciante español. Por su parte, Pablo Llort

contrajo matrimonio en 1903 con doña María Escalante, salvadoreña, originaria

de la ciudad de Quezaltepeque. Así, lo recuerda Llort Anglés:

“Alquilé una casa por $20.00 (colones) mensuales y el día 15 (agosto

1897) llegué con las mercaderías. Pude conseguir un crédito como de

$300.00 (colones) de modo que no llegaba a mil el capital pero al

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año, al hacer en inventario, encontré un beneficio de más de

$3.000.00 (colones) y el siguiente año, otro tanto”.4

Ya con casa y ganancias, de más de trescientos por ciento, en seis años

estaba listo, para casarse. Le propuso matrimonio a María y con veintiocho

años cumplidos, “casi un viejo” (según el) llegó al altar:

“Desde el principio, de mis visitas, como en broma y luego en serio, casi

pasaron dos años y el 9 de mayo de 1903 contraje matrimonio con

María Escalante. Al dar ese paso, quedaron acabadas todas las

calaveradas que comete un hombre de soltero, aunque creo no haber

cometido muy graves”. 5

El casamiento de José Panadés Bonet se realizó en España. Este comerciante,

nacido en Sarral en 1902 llegó a El Salvador en 1923 por invitación de José

Vidri, un comerciante catalán, que tenía una ferretería en sociedad con sus

hermanos Antonio y Juan. Los ferreteros Vidri eran sobrinos de Pablo Llort

Anglés. El negocio de los hermanos Vidri contaba con casa matriz en Santa

Ana y con sucursal en Chalchuapa. Después de trabajar una década, con los

ferreteros Vidri, José Panadés Bonet regresó a su patria, para casarse con

doña Teresa Vidri, hija de Ramón Vidri. La pareja de casados se embarco con

rumbo a El Salvador, en 1936 poco antes de la guerra civil española. Al formar

parte de una familia de ferreteros, Panadés Bonet se asoció con su suegro

Ramón y juntos, abrieron una ferretería, en San Salvador.6

Las casas comerciales del centro de San Salvador

En el amanecer del siglo XX se desplazaron por Centroamérica, viajeros

norteamericanos y europeos, que dejaron el testimonio escrito de sus

andanzas por estas tierras. Aun y cuando, relatos de esta naturaleza, podrían 4 Baltazar LLort, ob. cit., pp. 19 – 20.5 ob. cit., p. 24.

6 Dicha tienda funcionó hasta 1969. Un año después, a punto de cumplir setenta años de edad, Panades Bonet fundó, junto con su hijo José, una nueva empresa. “Catalanes del año, José Panadés”, en: http://casalcatalasv.com/catalanes.htm

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resultar limitados, o extremadamente subjetivos, no deben ser desestimados.

Al menos, estas descripciones, permiten constatar, donde estaban situados,

algunos de los comercios, de la época que se estudia. Se cita, una nota de

viaje de Maurice de Périgny, un conde de origen francés, que visitó San

Salvador, hacia 1920. El diario da cuenta, entre otras cosas, del conjunto de

tiendas y almacenes, que se ubicaban, en el entonces, centro del comercio

capitalino:

En torno al gracioso parque Dueñas se levantan el Palacio Municipal, la

Casa Blanca, en dónde están actualmente los ministerios, la iglesia del

Rosario, la antigua catedral[ …] Y muy cerca, el parque principal, el

parque Bolívar, encuadrado por la catedral, el magnífico Palacio

Nacional, de 100 metros de fachada, con escaleras de mármol y

columnas de granito. Contiguo a éste se eleva el edificio de la antigua

Universidad y el Correo Central, en ángulo con la calle principal, donde

se encuentran todas las grandes casas de comercio y el mercado. Éste,

inmenso, ocupa un bloque entero de casas; contiene pequeñas tiendas

situadas en todo su contorno que, a la vez, dan sobre la calle y el interior.

Éstas están todas acaparadas por los chinos y los turcos; estos últimos

trabajadores y parcos y en número de 200 aproximadamente, son casi

todos originarios de Belén y se encuentran bajo protección de Francia.7

Así, estaban distribuidos los almacenes de telas, abarrotes y otros servicios.

Las librerías, restaurantes y hoteles, se ubicaban, en los alrededores de la

Plaza Mayor y su Parroquia. Los establecimientos comerciales, incluidas las

tiendas de telas, gozaban de gran aceptación, entre la población. Pues, existía

una demanda, que iba cada vez en aumento, de lanas, linos, sedas, alimentos

importados. La variedad de telas se complementaba, con la oferta de bisutería,

hilos y demás, que ofrecían las mercerías atendidas por los chinos.

Librerías de propietarios españoles, como la de don J. Capella, contribuían a

difundir la moda europea, a través de, los folletines que se repartían entre la

clientela. Desde la segunda mitad del siglo XIX los libreros españoles surtían

7 Tomado de Silvia Dutrénit, El Salvador, Colección de textos de la historia de Centroamérica y el caribe, Instituto Mora, México1989, En: Johanna von Grafenstein Gareis, Economía y Sociedad en Centroamérica y el Caribe La mirada de los viajeros, selección e introducción, Instituto Mora, México 2001. p. 52.

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La Ilustración Española y La Moda Elegante Ilustrada. En 1879 el agente

comercial, Anselmo Cousin, comunicaba, que quienes adquiriesen, la Parte

Política del Correo Ilustrado, se harían con la entrega gratuita, en

agradecimiento a su preferencia, de las Modas Parisienses.

El español José Puig, de oficio sastre, confeccionaba los atuendos masculinos,

basado seguramente, en los folletines de su compatriota Capella. Puig era un

sastre muy reconocido, había prosperado rápidamente y para 1879 contaba

con su propio negocio. Ese mismo año, el sastre comunicaba, en el Periódico

Oficial de la República, que se trasladaba a un local más amplio, pues,

“deseaba atender a sus clientes, como éstos, se merecían”. El local estaría

situado, anunciaba, a unos pasos, del entonces Palacio Nacional, en

construcción.8 En lo que se refiere, a otros accesorios de la vestimenta,

zapatos, sombreros, guantes, fragancias, etcétera, los importadores alemanes,

italianos y franceses, eran los encargados de surtir estas mercancías.

La Casa de Dorner & Cromeyer, ponía a disposición del público, los moldes de

vestidos completos, para señoras, a precio de dos reales. Dichos folletines,

incluían los diseños de la casa de madame Demorest. O sea, según ellos, la

última palabra, en la moda de los Estados Unidos y Europa. En tanto, otros

giros, como pastelerías, hoteles, restaurantes, boticas, eran atendidos por

alemanes y franceses. Sin embargo, la importación de latería, abarrotes,

ferretería, maquinaría automotriz, otros servicios, habrían de quedar, desde

principios del siglo XX en manos de comerciantes catalanes. Resulta

excepcional, que dentro del ramo de la ferretería, las tiendas estuvieran, casi

siempre, en manos de propietarios oriundos de Sarral y de Barcelona. Así, se

prosiguió a lo largo del siglo XX.9

En este sentido, destaca la audacia y la visión comercial, de los precursores

catalanes en El Salvador, para adelantarse, a las necesidades de la industria

de la construcción. Las tiendas de artículos de ferretería resultaron, en su

momento, necesarias e imprescindibles. Desde finales del siglo XIX y principios 8 Dicha construcción fue arrasada por un incendio, en su lugar, se edificó el actual Palacio Nacional, que data de 1911. 9 Hoy, la tercera y cuarta generaciones de descendientes de catalanes, continúan dentro del negocio, con una oferta cada vez mas especializada, por departamentos: electricidad, fontanería, herramientas eléctricas, ferretería, cerrajería, pinturas, jardín, automotriz, hogar, etc.

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del XX se implementaron técnicas modernas y se utilizaron materiales

resistentes, en la construcción de edificios y viviendas particulares. Para

responder a las nuevas demandas del mercado, los agentes comerciales,

comenzaron a importar, alambre de acero y de latón, de todos tamaños; así

como, maderas finas de California, laminado de zinc, persianas para puertas y

ventanas, vidrios planos y de colores, lavatorios de metal pintados, clavos,

martillos, etcétera. Por ejemplo, en 1878 H. Dorner & Co., anunciaba, que ellos

contaban, con un artículo novedoso. Y aunque, la mercancía ofrecida no

contenía las sacudidas ni evitaba los sustos, que provocaban los sismos,

resultaba indispensable, para, por lo menos, sobrellevar las contingencias:

Precaución contra temblores. Acabamos de recibir las útiles,

lamparitas para temblores, ardiendo con petróleo ó aceite y

poniéndose al alcance de todas las clases sociales, por su baratura,

pues, la más cara vale cuatro reales… San Salvador, 30 de octubre

de 1878.10

En la navidad del mismo año, el Almacén Blanco y Lozano, comunicaba, al

público en general, la construcción de su nuevo y hermoso local, construido

sobre la Calle del Cabildo, donde podrían adquirirse, mercancías inglesas,

francesas, alemanas y americanas, a precios moderados. Además, la casa

Blanco y Lozano, se ofrecía como comisionista de frutos, tales como, café y

añil, para su comercialización fuera del país. Julio Balette, por su parte, se hizo

anunciar, a principios de 1879 cómo el único importador en El Salvador, de

alambre de acero galvanizado y espigado. En cambio, don Eduardo Bogen,

ofrecía sus peroles, elaborados de cobre, de una sola pieza, de treinta litros de

capacidad, a bajo costo. El comerciante estaba dispuesto a intercambiar su

producto, por frutos de la tierra salvadoreña. Este era un trueque, que

reportaba dividendos, a su promotor. Lo que se obtenía, mediante intercambio,

era embarcado hacia mercados del extranjero.

Las importaciones procedentes de Europa y Estados Unidos de Norteamérica,

se realizaban, como se ha mencionado, por intermedio de agentes

comisionistas. Entre los artículos, mas demandados, procedentes del exterior, 10 Diario Oficial de la Republica de El Salvador, en: http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial/1878

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se encontraban los alimentos. Los sacos de harina fresca llegaban de

California, los vinos, aceite y frutos secos procedían de España. La maquinaria

de artículos libres, era embarcada en Hamburgo. Las telas de algodón, lino y

seda provenían de los Estados Unidos e Inglaterra. La especiería llegaba del

Caribe, centro y sur América; las medicinas, de ciudades de los Estados

Unidos y Europa. En tanto, los artículos de ferretería, de almacenes

norteamericanos y europeos.

En estos negocios, participaban nacionales y extranjeros. Aunque, la mayor

parte de las importaciones, las realizaban los ciudadanos alemanes, franceses

y españoles. En el torna viaje, los barcos eran cargados con productos de la

tierra, añil, cueros de res y de venado, azúcar mascabado, café, bálsamo,

petates, arroz, puros de tabaco, derivados minerales, frijoles y otras materias

primas. Los lugares de destino de los insumos salvadoreños eran los mercados

de Hamburgo, Nueva York, Paris, Londres, Bremen; y en América, Panamá,

Puntarenas y Valparaíso, entre otros puertos.

Respecto a la inmigración española en Centroamérica, se han realizado muy

pocos estudios. Se carece de investigaciones, que refieran, cual era el “saber

hacer”, o perfil de trabajo, de los catalanes, en su tierra natal, antes de llegar a

El Salvador. Se presume, que los primeros en llegar, fueron hombres muy

jóvenes, originarios de pueblos dedicados a la agricultura y a la producción

artesanal.11 Una vez aquí, estas personas, se emplearon en tiendas o abrieron

pequeños tiendas de abarrotes. Después, se dedicaron a importar artículos

diversos, y fue así, como pasaron de ser empleados y pequeños propietarios, a

administradores de almacenes de importación. Pasados los años, llegaron sus

parientes y paisanos, para, atender, las tiendas y los almacenes, de los

pioneros, en cuestión. En poco tiempo, los importadores, se convirtieron en

administradores y pequeños empresarios. Como fue el caso de la factoría textil

de los hermanos Sagrera. A mediados del siglo XX los sobrinos nietos de José

y Pedro Sagrera, se transformaron en fabricantes exportadores de toallas.

11 Se entiende por producción artesanal, (en el mismo sentido que Salazar Ledesma), la elaboración de mercancía, basada en la unión del trabajo y el capital, bajo una normatividad jurídica y socioeconómica específica, en: Flora Salazar Ledesma, Memorias de la Antigua ciudad de San Salvador, INAH, México 2004, p. 16, n4.

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Los comerciantes españoles

Por otro lado, las políticas liberales desplegadas en El Salvador, desde finales

del siglo XIX habrían de propiciar, ciertas condiciones ventajosas, para los

negociantes. Fue un momento, muy bien aprovechado, por los residentes

extranjeros. El presidente de la República, Santiago González, quien gobernó

el país entre 1871 y 1876 estableció a mediados de su mandato, la libertad de

cultos, la secularización de los cementerios, la legalización del divorcio, la

instauración del matrimonio civil, la educación laica, entre otras medidas, de

corte liberal. En 1876 gobernó, durante un par de meses, el presidente Andrés

del Valle, hijo de Fernando del Valle, originario de Santander. No pasó mucho

tiempo, para que dos comerciantes en ciernes, Teodoro Krietz (Kriete) y José

Sagrera, se hicieran cargo de la administración y la tesorería, del cementerio

capitalino. En octubre de 1875 los susodichos, solicitaban con todas las de la

ley, que las personas que tuviesen deudos en el camposanto, mandasen

blanquear y componer sus mausoleos, para el día de finados. Ese mismo año,

José Sagrera, en sociedad con un político local, de nombre José Larreynaga,

su socio, en la Casa Comercial Larreynaga y Sagrera, anunciaba, que se

vendía un hermoso juego de billar, de lujo, con todos sus aditamentos.

El incipiente auge del café en el mercado mundial,12 había contribuido, a que se

construyeran, aceleradamente, vías ferroviarias, hoteles en la capital y en los

principales puertos de embarque: La Libertad, Acajutla, La Unión, etcétera, en

donde, se alojaban los agentes exportadores. Aquí, tenían su razón de ser, los

juegos de billar, que eran ofrecidos por los propietarios hoteleros, como parte

de sus ofertas de “distracción lícita”, como solía decirse, en ese entonces. Se

aprecia, como los extranjeros, incluidos los catalanes, sabían en donde

estaban los negocios, que resultaban redituables.

Poco a poco, los extranjeros fueron estableciendo comunicación con los

políticos locales. Esto, permitió a los comerciantes, un acceso a los negocios, a

otro nivel: como proveedores de los insumos, que requería el gobierno. Dicha

cercanía con el gobierno, permitía a los negociantes, conocer las leyes, que 12 José Luis Cabrera Arévalo, Las controversiales fichas de fincas salvadoreñas. Antecedentes, origen y final. Tecnoimpresos S.A. de C.V., San Salvador 2009, p. 159.

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sobre el comercio, se decretaron durante esos años. Además, de ambos lados

(de políticos y comerciantes), existió militancia, en sociedades denominadas

secretas, como la masonería decimonónica.13 Cabe añadir, que las redes de

adscripción a la logia señalada, no constituyeron, en esos años, rompimiento

alguno, con la profesión de fe católica: A juzgar, por las contribuciones

económicas, que hicieron, los participantes en la “Mayordomía de la fiesta del

Salvador en 1872” los mencionados José Sagrera y José Larreynaga.14

Con el tiempo, ese desempeño, carisma, don de gente, experiencia acumulada

y establecimiento de redes sociales y políticas, posibilitaron, que al menos, dos

representantes de la comunidad española, tuviesen cargos de representación

pública. Ellos fueron, José Sagrera y Pablo Llort Anglés, alcaldes de San

Salvador y Quezaltepeque, respectivamente. Sagrera ejerció el cargo en 1901

y Pablo LLort en dos oportunidades, en 1912 y 1914. Al hacer recuento de su

gestión, Llort Anglés refirió:

He hecho el rastro, el puente “Barrios” se abrieron varias calles para lo

cual, se compraron varias casas de tope, se empedraron algunas de

ellas, pedí mil trescientas yardas de cañería e hice el agua hasta

“Poluncillo” en las afueras de la población, hice los bancos del parque

de enfrente del Cabildo, se compararon varios muebles, dejando por fin

a favor del nuevo municipio como $1.500.00 (colones). Las demás

municipalidades solamente deudas habían dejado. Ya había servido de

regidor en el año 1904 que se construyó el puente “Colón”, y otro año

también salí electo regidor pero me exoneré.15

.

En 1914 el alcalde se propuso la construcción de un nuevo Palacio Municipal.

Al concluir su período, solamente faltaba enladrillar y pintar el edificio, de dos

plantas. Llama la atención, cómo estos hombres llegados del exterior, sin

13 Según Valdés Valle, de acuerdo con el Registro Masónico del Supremo Consejo Centro - Americano ubicado en el Archivo del Supremo Consejo de Grado 33 (ASCC G 33) con sede en la ciudad de Guatemala, pertenecieron a la Logia “Progreso No. 5”José Sagrera, y otros, a los que habría que añadir, muy probablemente a José Larreynaga. Véase: Armando Roberto Valdés Valle, “Origen, miembros y primeras acciones de la masonería en El Salvador (1871 – 1872)”, Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña, REMHLAC ISNN 1659 - 4223 Vol. 1, Núm. 1, Mayo 2009 – Noviembre 2009, p. 158, en: http://www.rehmlac.com/recursos/vols/v1/n1/rehmlac.vol1.n1-543Ro.pdf 14 Boletín Oficial (72) Jueves 12 de septiembre de 1872, http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial15 Baltazar Llort, ob. cit. p. 28.

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estudios aparentes; únicamente, con ciertos saberes, desarrollaron una enorme

habilidad para relacionarse socialmente, a la vez que, realizar diferentes tipos

de negocios. Debe considerarse, la condición del mercado interno. De otra

manera, no se explica, como dichos comerciantes, conseguían ganancias tan

altas. Es posible, que debido a la distancia entre los pueblos, las

incomodidades de viajar de un lugar a otro, u otros pormenores; las mercancías

proveídas en las tiendas de los catalanes, se comercializaran a precios más

altos, de los habituales. Los recuerdos de Pablo Lllort son ilustrativos, de las

ganancias obtenidas:

(Al centro 1915). En 1915 compré un solar y una casa vieja a la

señora Jesús Cáceres, por la suma de $5.000.00 (colones) situados a

la par de mi pequeño local, a continuación empecé a construir con el

objeto de ensanchar la tienda, terminé dichos trabajos a últimos de

octubre, y me costó $13.000.00 (colones) que con los $5.000.00

(colones) del terreno hacen un total de $18.000.00 (colones).

Inmediatamente ensanché el negocio en el nuevo local, teniendo una

ganancia ese año de $20.000.00 (colones) de modo que menos los

$18.000.00 de gastos, solamente aumenté en $2.000.00 (colones) el

negocio.16

Sobre los catalanes en América, César Yáñez de la Universidad de Barcelona,

señala, lo siguiente:

Fue precisamente la dinámica de formación de mercados

externos relacionados con la industria catalana, la que tejió una

inmensa red de mercaderes y agentes comerciales que sostuvo

la emigración exterior de mediados del siglo XX. Lo que implicó

la formación de una red comercial basada en relaciones

sociales primarias, de parentesco y paisanaje, construida desde

los sectores tradicionalmente vinculados al comercio y la

navegación exterior. En consecuencia, localizados en el litoral

catalán. El comportamiento de los comerciantes catalanes

16 Id, pp. 28 – 29.

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basado en la solidaridad étnica, tiene sus antecedentes en la

estructura mercantil del comercio colonial setecentista.17

Esto, con referencia a los catalanes mediterráneos. En tanto, los pobladores de

pueblos alejados del tráfico marítimo, como fueron los del interior de Cataluña,

emprendieron la travesía hacia América, en la segunda mitad del siglo XIX. Se

sabe, que en la primera mitad del siglo XIX los llegados de Cataluña a América

radicaron en las Antillas y El Caribe. En cambio, la segunda oleada, la de

finales del siglo XIX principios del XX se dirigió, en su mayoría, a Argentina.

Por lo tanto, a Centroamérica, se desplazó una minoría. En este sentido, son

menos conocidas las migraciones, a países como, Guatemala, Costa Rica y El

Salvador. Salvo, la tesis doctoral de María Rosa Serrano Jaime, sobre Costa

Rica, poco se ha estudiado a los españoles en Centroamérica. Se conoce más,

la trayectoria de vascos y catalanes en Cuba, Puerto Rico, México y Argentina,

por trabajos publicados en esos países. La investigación doctoral de Serrano

Jaime, publicada en forma de libro, muestra la participación de los catalanes, a

principios del siglo XX en el momento que Costa Rica, daba sus primeros

pasos, para, insertarse en el mercado mundial.18 Con respecto al resto de

países, la información resulta sumamente escasa.

En relación con las características de grupo, que presentan los inmigrados

catalanes, asentados en El Salvador, se puede afirmar, que dicha emigración,

estuvo constituida, por hombres jóvenes, en su mayoría. Falta establecer, si los

motivos para emigrar a Centroamérica, y las estrategias familiares que

desplegaron, guardan alguna similitud, con las prácticas que desarrollaron

coetáneos suyos, en otras partes de América. De acuerdo con el citado Yáñez

Gallardo, en el ocaso del siglo XIX los hombres más jóvenes, de Cataluña,

entre estos, obreros, campesinos y trabajadores manuales, fueron

prácticamente expulsados de sus áreas de origen, debido a la inestabilidad

17 César Yáñez, “Los negocios ultramarinos de una burguesía cosmopolita. Los catalanes en las primeras fases de la globalización, 1750-1914”, Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, num. 238, págs. 679 -710, ISSN: 0034 – 8341, en: http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/viewFile/336/39818

? Gabriela Dalla Corte – Caballero, (Reseña sobre María Rosa Serrano Jarne), Catalanes en Costa Rica. Aportación política, social y económica, 1906 – 1994, Romargraf S.A., Hospitalet de Llobregat, Barcelona 2003, en: http://www.raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/99126/147002

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social y laboral, tanto en Lérida como en Tarragona. A esto se sumaba, la

caída de los salarios y el aumento del coste de vida en las ciudades.19 Además,

de otros factores políticos coyunturales, como fue la guerra con Cuba y el

conflicto con Marruecos, a principios del siguiente siglo.

Esto, resulta revelador, por cuanto, se tiene evidencia, que la emigración

catalana a El Salvador, llegó procedente de Sarral, Lérida y Barcelona. Bajo

tales condicionantes señalados, se entiende, lo expresado por el fallecido José

Panades Bonét, respecto a su llegada a El Salvador, en 1923. Su arribo, tuvo

dos motivos: el apoyo que le extendió Ramón Vidri, al colocarlo, como

dependiente, en la tienda de Santa Ana; y la prestación del servicio militar, en

el momento en que España libraba su última batalla en Marruecos: “Yo no

quería, ni matar, ni morir”, relató Bonet, a un periodista, en 2006.20

Ante tal disyuntiva, Panades Bonet emprendió un viaje, que lo llevo a Francia,

después, a Centroamérica. Panades trabajaba en Santa Ana y en Chalchuapa.

A la última ciudad, se dirigía caminando, los fines de semana. Allí vendía, con

cierto éxito, los artículos de ferretería, que le eran encomendados. Años

después, cuando Panades Bonet estableció con su suegro, la tienda ferretera

ya mencionada; se presento una oportunidad para los hermanos Sagarra

Bonet, oriundos de Sarral. En 1938 Juan Sagarra Bonet, de veinte años de

edad, recibió la invitación de los hermanos Vidri, para, que colaborara con

ellos, en el negocio que tenían en Chalchuapa. Mas adelante, uno de los

hermanos Vidri, decidió establecer, una sociedad comercial, junto con Sagarra

Bonet, que se llamo, Vidri y Sagarra.21

19 César Yáñez Gallardo, ob. Cit., revista virtual 20 Alfonso Salazar, “Gran empresario y hombre altruista, fallece Panades Bonet”, en: http://archive.laprensa.com.sv/20060715/vivir/542108.asp21 La sociedad se disolvió, después de la segunda guerra mundial. A esta empresa, le siguió Sagarra e hijos y Cia. La firma fue encabezada por Jaime Castella Sagarra, hermano de Juan Sagarra. La nueva compañía estuvo constituida por Jaime, Juana, su esposa, sus hijos José y Juanita. La familia llegó a Santa Ana en 1955 procedente de Barcelona. Jaime Castella introdujo a su hijo José, al negocio, desde muy joven. Al cumplir quince años, José Sagarra trabajaba de día y estudiaba de noche. Así, una práctica que parecía ser usual, entre los hijos varones de las familias de Sarral, se proyectó hasta El Salvador, durante el segundo tercio del siglo XX. (Agradezco al señor José Sagarra, los datos que me proporcionó).

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Sobre los catalanes en El Salvador, el Ministerio de Trabajo e Inmigración, del

Gobierno de España, integra en la red virtual, los siguientes datos sociológicos:

En 1891 un grupo de españoles crea la “Agrupación de

Beneficencia y de Socorros Mutuos” para realizar obras de

beneficencia entre los españoles más necesitados. En 1957 pasa a

denominarse Centro Español-Sociedad de Beneficencia.22

Para 1890 existía la necesidad de un fondo de ayuda, para socorrer a los

españoles pobres, ya que, el número de inmigrados iba en aumento. El dato

citado muestra, por un lado, que algunos españoles, vivían una situación

económica desahogada, en tanto otros, la estaban pasando mal. Y es que

según palabras, de los actuales representantes del Centro Español en El

Salvador:

Las historias de grandes fortunas y prosperidad creadas más allá

del Atlántico, formaban parte de los dichos populares, historias la

mayoría de las veces más basadas en la imaginación que en la

realidad, esto unido a las malas condiciones económicas que se

vivían en la península ibérica en ese tiempo hace que los más

atrevidos, necesitados o aventureros, salgan de España en busca

de ese sueño de prosperidad.23

En realidad, la Sociedad de Beneficencia Española en El Salvador fue fundada

en 1873. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1875 se publicaron

notas de invitación, en el Periódico Oficial, dirigidas a los socios de la

agrupación:

Diciembre 14, 1875. Sociedad Española de Beneficencia, conforme

con el artículo 7º de los Estatutos el domingo 2 de Enero próximo, se

verificará la reunión anual de la Sociedad en casa del señor

22 Ministerio de Trabajo e Inmigración, Gobierno de España, Datos sociológicos de la emigración, El Salvador, en: http://www.mtas.es/es/mundo/consejerias/costarica/emigracion/datosSocio.htm#salvador 23 Centro Español El Salvador, Historia, Quienes somos, en: http://www.centroespanolsv.com/quienes_somos.html

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presidente. La junta espera la asistencia de los Socios y de todos los

españoles que tengan á bien honrar á la Sciedad. San Salvador,

Diciembre 12 de 1875. Luis D. Ojeda, presidente – José Puig,

tesorero.24

Se trata del mismo Puig, el sastre español, ya mencionado. De Luis Ojeda, se

tienen otras referencias: fue socio comercial de una casa importadora de

artículos europeos, conocida como Sucursal de Dorantes y Ojeda. El almacén

estaba situado en el Portal de Arrieta, en la Plaza Mayor. Luis Ojeda, junto con

José Sagrera, ofrecían, en su almacén, toda clase de tejidos de algodón, hilo y

sedas para tejer, así como, camisetas de lana, pañuelos de lino, azadones,

cera legítima, sombreros para señoras y niñas, elásticos, ahulados para

carpetas; y muchos otros artículos.

La Sociedad de Beneficencia, tuvo desde sus inicios, la finalidad de “socorrer  a

los españoles asociados o inmigrantes de escasos recursos, que por edad o

enfermedad estuviesen incapacitados para dedicarse a sus ocupaciones

habituales y obtener ingresos mediante su propio esfuerzo”.25 Los actuales

estatutos de la asociación, recalcan, que dicho centro, es una entidad con

personería jurídica, de derecho privado, no lucrativa, ni religiosa, continuadora

de la Sociedad “Beneficencia Española” la cual, se constituyó en la ciudad de

San Salvador, con aprobación del Poder Ejecutivo de fecha veinticuatro de

enero de mil ochocientos noventa y uno, como una agrupación de beneficencia

y de socorros mutuos, dedicada a realizar obras de ayuda, a favor de los más

necesitados.26

En 1891 la Sociedad Benéfica Española recibió el reconocimiento de la

sociedad salvadoreña, a través del decreto de aprobación, firmado por el 24 En el original: Sciedad, Diario Oficial de la República del Salvador, diciembre 1875 en:http://www.uca.edu.sv/acervo/Diario_Oficial/1875 25Asistencia y Beneficencia, Centro Español El Salvador, en: http://www.centroespanolsv.com/beneficencia.html

26 Estatutos del Centro Español, Asociación de Beneficencia en El Salvador, Capítulo I, Artículo I en: http://www.centroespanolsv.com/Descargas/estatutos.pdf

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entonces presidente provisorio de la república, Carlos Ezeta. En diciembre de

1877 Sagrera, tesorero de la Beneficencia, invitó a todos los asociados

españoles, a la junta anual de la asociación. Dicha reunión, se realizó el 6 de

enero de 1878. Su presidente, don Joaquín López, inició leyendo un discurso,

que a la letra decía: “cerca de cinco años hace, que nuestra Sociedad fue

fundada, y no ha pasado uno solo, sin que se haya dejado conocer la

oportunidad y conveniencia de tan útil establecimiento”.27 Los apoyos

suministrados a los españoles, durante el año anterior, no superaron los

doscientos setenta pesos, y fueron proporcionados, en su mayoría, a

transeúntes necesitados, que esperaban mejorar su fortuna, en otros lugares

de Centroamérica.

La sociedad contaba, en ese entonces, con varias corresponsalías en las

ciudades de Santa Tecla, Sonsonate, Santa Ana y San Miguel. Hasta esos

lugares, se hicieron llegar los recursos monetarios, que auxiliaron a los

enfermos y necesitados de nacionalidad española. Una vez que fue leído el

informe, y aprobada la agenda, que convocaba a los socios, como era: nombrar

a su nueva junta directiva, se procedió a dicha votación. La Junta quedó

constituida de la siguiente manera: don José María de Urioste, presidente; don

José Sagrera, tesorero, reelecto; don José Puig, primer vocal; don Juan Mata,

segundo vocal; don Pascual P. Martínez, tercer vocal. También, se nombraron

a los corresponsales de las distintas ciudades y se presentó, un extracto de las

cuentas de la institución. Deducidos los gastos de todas sus tesorerías en el

país, se tenía para inicios de 1878 un fondo, que ascendía, a mil setenta y dos

pesos con noventa y nueve centavos. De esto, dio fe, su tesorero, el señor

Sagrera.

En 1892 coincidiendo con la celebración de los 400 años del descubrimiento de

América, se refrendó la relación cordial que existía entre el gobierno de España

y la República de El Salvador. El gobierno salvadoreño recibió, en tan señalada

fecha, un regalo de su homólogo español. Se trató de un terreno en donde se

construyó el Campo Marte. De esta manera, se festejaba un acontecimiento

histórico, que hermanaba a los dos países. El espacio, sirvió, desde entonces,

27 Itálicas, nuestras.

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para, realizar actividades oficiales y deportivas, y para, solaz y esparcimiento

de las familias salvadoreñas. Según Gustavo Herodier, historiador salvadoreño,

desde el primer tercio del siglo XX se asentaron en los alrededores de dicho

parque, elegantes residencias, pertenecientes a acaudalados hombres del

comercio y las exportaciones:

Triplicada la población desde 1892 los grupos de mayores ingresos -

entre los que se cuenta buena parte del 1.5 por ciento de extranjeros

residentes - se desplazan hacia quintas de lujo y barrios aristocráticos

situados al poniente de la capital, en las zonas del Campo de Marte.28

José Sagrera, de Barcelona a San Salvador

Entre los pioneros de la importación de artículos ferreteros, se encuentra

Enrique Seeligmann, un fotógrafo europeo. Este artista de la fotografía, llegó

buscando fortuna, procedente de Guatemala. Seeligmann se distinguió por

introducir en el mercado salvadoreño, una variedad de artículos novedosos.

Entre estos, las cajitas de hojalata, con fotografías impresas, las cuales,

llamaron mucho la atención. Dicho comerciante, invitaba al público, a que

vieran esas maravillas. Desde mediados de 1860 el fotógrafo, estableció sus

reales en San Salvador. Su taller se situaba en la calle del Hospital. Además de

las cajitas, anunciaba que imprimía fotografías de todo tipo, en “tarjetas de una

elegancia”, recalcaba, “nunca antes vista, en el centro de América”.

En 1867 Enrique Seeligmann, atendía en la calle de Candelaria 17 y ofrecía

una variedad de herramientas, para carpinteros, así como, vidrios grandes y

pequeños, limas, destornilladores, bisagras de latón y hierro, cerraduras de

puertas, cofres y gavetas, cepillos, martillos y hachas, molduras, hierros dobles,

prensas de sellar, serruchos y clavos, barnices, piedras de afilar para barberos

y carpinteros, brocas y compases, etcétera, todo a muy buenos precios.

Seeligmann se adelantó a muchos negociantes, al sugerir, que las órdenes

recibidas desde el interior del país, serían atendidas con prontitud y esmero. Se

28 Gustavo Herodier, San Salvador El esplendor de una ciudad 1880 – 1930, Trade Litho, Inc. Florida 1997, p. 44.

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desconoce, porque, este comerciante, no logró posicionarse dentro del

mercado local y nacional. En cambio, los hombres de Cataluña, llegaron, para,

quedarse con los negocios ferreteros. Ya que, sumaban esfuerzos al trabajar

en equipos de parientes y conocidos.

¿Que pensamientos cruzaban la mente de José Sagrera, la noche del 10 de

julio de 1912 en la cubierta del barco, que lo conducía al puerto marítimo de

New York, procedente de su natal Barcelona?. Cuando estaba en España

ansiaba su segunda patria, y cuando estaba en El Salvador, leía todo cuanto

podía, para no olvidar a su tierra. Además, en su casa salvadoreña, nunca faltó

la sazón de su terruño. Sagrera, fue en El Salvador, uno de los principales

importadores de abarrotes españoles. De figura menuda, con el cabello blanco,

José Sagrera, se arrebujaba en su abrigo, esa noche de verano, para

protegerse, de la brisa del mar. Al contemplar las estrellas, llegaba el lejano

recuerdo de su primer viaje a América, cuando recién cumplía, los veintidós

años. Ahora, en la vejez, no viajaba solo, lo acompañaba su esposa y sus hijos.

Después de haber trabajado durante toda su vida, sus ahorros, le permitían

reportar en la Aduana Norteamericana, que cada uno de sus parientes, viajaba

con mil dólares en efectivo, incluso, Martha Sagrera, la hija menor, estudiante

de nueve años de edad. A la mañana siguiente, Sagrera, declaró ante las

autoridades de los Estados Unidos, que era español, nacido en Barcelona, que

sabía leer y escribir, que era comerciante radicado en Centroamérica. Dijo

estar de paso, en New York. El, su esposa Ana Bustamante de Sagrera y sus

hijos Fernando, Esther, Alberta y Martha, todos de apellido Sagrera, se

alojarían en el Hotel Victoria, en la misma ciudad. Esto, después de una

travesía por el Atlántico, que había durado dos semanas. Aun faltaban miles de

millas náuticas, para llegar, a la tierra, donde Sagrera tenía sus negocios. Esta

familia llegaba de la calle de Mallorca 264 en Barcelona y se dirigían a su

elegante residencia, en la capital salvadoreña, en el rumbo del Campo Marte.

Desde el lejano 1872 cuando su nombre apareció enlistado en la mayordomía

de las fiestas patronales de San Salvador, Sagrera había echado raíces, muy

lejos del mar Mediterráneo. Este catalán realizó innumerables negocios, antes

de ser nombrado alcalde de San Salvador. Como hombre de su tiempo, fue un

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entusiasta y acucioso lector, además realizó varias obras de filantropía. En su

madurez, leía con avidez, todo cuanto llegaba mensualmente desde España.

No se conformaba con estar bien informado, también quiso comunicar a sus

paisanos, de lo que acontecía en El Salvador. Para ello, en más de una

ocasión, envió sus colaboraciones a La Ilustración Española y Americana, con

sedes en Madrid.

En 1880 Sagrera dio a conocer a los lectores del rotativo español, los extraños

sucesos acaecidos en la laguna de Ilopango, situada en el departamento de

San Salvador. Según Sagrera, la emanación de vapores del lago, se debía, a

que aquí, se asentaba un lecho volcánico. En consecuencia, aseguraba, el

terremoto que asoló a la capital salvadoreña, y sus alrededores en marzo de

1873 tuvo su epicentro en dicha laguna.29 Como filántropo, José Sagrera abrió

las puertas de su casa, a cuanto español lo necesitó y prestó las vitrinas de su

renombrada Ferretería Sagrera, para, que se mostrase en ellas, la obra de

artistas plásticos de la época.

Resulta innegable, la tenacidad desplegada por Sagrera, para, hacerse de un

nombre, dentro del comercio citadino. En 1873 la sociedad comercial entre

José Larreynaga y José Sagrera, comenzó su despegue. El almacén que

administraban en conjunto, vendía harina al mayoreo, artículos de ferretería,

muebles y medicinas, entre otras cosas. Los comerciantes, en cuestión,

estaban establecidos, de manera provisional, en la Plaza de Santa Lucía,

esquina con la calle de Santo Domingo. En 1875 José Larreynaga era ministro

de Hacienda y Comercio, en tanto, Sagrera, el tesorero en la administración del

cementerio capitalino; además, ocupaba el cargo de tesorero de la

Beneficencia Española. Esto, después que el presidente salvadoreño,

determinó suprimir las atribuciones que había conservado la Iglesia, desde la

época colonial, respecto al registro de los nacimientos, las defunciones y los

matrimonios de los ciudadanos. Para 1878 José Sagrera estaba establecido

dentro del comercio citadino.

29 Carta de José Sagrera en La Ilustración Española y Americana, Abril de 1880, Núm. XIII, p. 222.

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En la navidad de ese año, ofreció a la clientela “de gusto refinado”, artículos

recién desempacados, traídos del extranjero. En esas fiestas, los salvadoreños

disfrutaron de diversas golosinas. Entre estas, nueces, avellanas, almendrones,

así como, gran variedad de dulces y jamones, lenguas en lata, bacalao,

sardinas, ostiones, salmón, petit-pois, galletitas, mantequilla, aceitunas, peras,

duraznos, manzanas, encurtidos, vinos secos y dulces, y un sinfín de delicias.

El nuevo almacén de abarrotes y comestibles, de José Sagrera, estaba en el

Portal de Arrieta. Además de los abarrotes, en esta tienda se podían adquirir

otros artículos, incluidas fragancias, agua de colonia, de florida, divina y de

Kananga, etcétera. Así como, gran variedad de aceites, de oliva, de castor, de

almendra, de linaza, entre otros.

Resalta, la variedad de artículos para trabajos manuales que se ofrecían, palas,

barras, azadones, machetes, baldes, junto con, municiones, papel, plumas,

pizarras, lápices, etcétera. Sagrera, aclaraba, que en el próximo vapor,

llegarían otras delicadezas: “salichones”, quesos de Holanda, amargo de

Angostura, salsa Worcestershire, alpiste para canarios, almendra “zasucarada”.

Sin faltar el alcanfor, los fósforos de esperma y de agua, y muchos más

artículos, y todo, se anunciaba: se vendía muy barato. En la temporada de fin

de año, Sagrera y Co., abrió La Bota de Oro, un establecimiento especializado

en calzado importado, que ofrecía rebajas, a quienes, pagasen en efectivo. La

zapatería contaba con un extenso surtido en botas y zapatos escotados, para

damas y caballeros, de los usados para los bailes de salón, y gran variedad de

zapatitos infantiles.

En el último tercio del siglo XIX el centro de la ciudad de San Salvador, se

reconstruía, por tercera, o, cuarta ocasión. El último terremoto, ocurrido en

marzo de 1873 había terminado por destruir viejas construcciones de adobe,

que databan de la época colonial. Así, entre estilos arquitectónicos modernos y

materiales de construcción, cada vez más resistentes, se inauguraba en 1885

el moderno edificio de dos plantas que albergaría, al Almacén La Dalia. En el

otro extremo, sobre el mismo corredor, se inauguraba La Ferretería Sagrera.

Los nuevos comercios se ubicaban, en lo que fue, el antiguo y siniestrado

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Portal de Arrieta, frente a la antigua Plaza Mayor, hoy Parque Libertad. El portal

se llamó desde entonces, Portal de Sagrera.

En los primeros días de enero de 1901 el alcalde de San Salvador, José

Sagrera, rubricaba los primeros documentos de su cargo. Mientras, proseguía

su obra más representativa, la factoría de hilados, que comenzó a funcionar, a

finales del siglo XIX. Desde mediados del siglo XX la fábrica se convirtió en

una de las empresas exportadoras, más conocidas de El Salvador: Hilasal. 30

Conclusiones

De niño, Pablo Llort pensaba: “los indios (en El Salvador), lo han de querer

mucho a uno”. De adulto, a manera de legado, expresó que: “cada uno trabaje

para ganarse la vida, y que todo el mundo trabaje”. Estas reflexiones, bien

podrían resumir, la filosofía de vida de los primeros catalanes en El Salvador.

Se trató de hombres recios para el trabajo, que supieron obtener

reconocimiento dentro del comercio. Y si a su llegada a Centroamérica, no

hallaron a los indios, que el imaginario europeo suponía; encontraron en el

trabajo, su realización personal.

BIBLIO GRAFIA

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GRAFENSTEIN GAREIS, Johanna von, Economía y sociedad en Centroamérica y el Caribe, Instituto Mora, México 2001.

30En 1942 se fundo Hilasal, una empresa del sector textil. Desde 1961 comercializó sus toallas en Centro América. En 1974 Hilasal exportaba casi el 30% de su producción, al mercado europeo. La empresa llegó a México, como Hilasal Mexicana. Desde 1997 cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores. En la actualidad, su principal plaza se encuentra en los Estados Unidos. Desde aquí, realizan servicios de confección, para, marcas internacionales. Norberto Pérez Palacio, “El Salvador: Hilasal es líder en exportación de toallas”, en: http://www.textilespanamericanos.com/Articles

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DIRECCIONES WEB

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Centro Español El Salvador, Historia, Quienes somos, en: http://www.centroespanolsv.com/quienes_somos.html

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