sobre el paisaje

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Si en el siglo XIX el paisaje pintoresco del naturalismo romntico fue sentandolas bases iconogrficas de los emergentes estados oligrquico-liberales, exportadores dematerias primas, las transformaciones que fue sufriendo la forma paisaje a lo largo del siglo XXson a un mismo tiempo el ndice de la crisis de este sistema poltico, econmico y cultural y delfracaso persistente de trascender sus contradicciones fundamentales.Concepto devaluado por largos trechos del siglo XX, por anti-cientfico o directamente desechado como cmplice de ideologas conservadoras, xenfobas o fascistas, el concepto del paisaje re-emerge en ese contexto gracias a su misma ambigedad y polivalencia semntica, capaz de hacer converger los aportes de la historia del arte, la antropologa, la filosofa, la crtica literaria, la geografa, la arqueologa, etc. Como enlace / mediacin entre el mbito humano, social, histrico y el fsico, natural, ecolgico (y las disciplinas especializadas en cada uno), el paisaje vuelve tambin a reactualizar una tradicin que (en la Naturphilosophie alemana de Goethe, Ritter, Schelling, Humboldt y otros) di origen a la geografa moderna como ciencia orgnica de lo terrestre en su totalidad. En Latinoamrica, escenario fundacional de sta ltima a travs de los viajes de Humboldt, esa nocin integral y organicista se convirti poco despus en uno de los ncleos ideolgicos de los emergentes Estados-naciones: la idea de que en la fisonoma natural estara cifrada la mentalidad nacional (an slo potencial y futura), de la que el Estado-nacin liberal se pensara como encarnacin poltica, investido por tanto de un mandato natural quasi-divino. El Estado es la forma poltica de una voluntad natural, a la vez que es la imposicin de una razn civilizadora sobre la naturaleza virgen, eso es, yacente en un estado de disponibilidad absoluta (sin interposicin alguna de sus habitantes indgenas o criollos, pasados o presentes). La tensin fundadora del Estado-nacin liberal estara as construida sobre la ausencia de un sujeto popular en que se encarnase su soberana; cuando surge un tal sujeto (o, ms bien, cuando a travs de los procesos de interconexin, urbanizacin y masificacin de las sociedades la poblacin real existente amenaza con transformarse en sujeto popular), sobreviene la crisis del paisaje como eje ideolgico e iconogrfico central del Estado liberal.Por otra parte, es precisamente ante el ocaso del espacio y del lugar de la cuentstica tradicional, que emerge el paisaje como topos literario. Con la emergencia de los modernos Estados-naciones, la crtica literaria (institucionalizada como filologa nacional) intenta vincular la naturaleza patria al espritu nacional a travs de la literatura. Si ese espritu se manifiesta en el lenguaje, la produccin potica y narrativa del paisaje ser la forma de arraigar ese espritu en el territorio. Junto con los orgenes mitolgicos del pueblo (encarnados en los tipos y costumbres de la poblacin rural), el paisaje ser la preocupacin principal del romanticismo (Hlderlin, Novalis, Heine, Wordsworth; Echeverra o Andrs Bello en el caso latinoamericano).por un lado, una invocacin nostlgica del paisaje regional (provinciano) pasado, anterior a la intromisin de la modernidad urbana figurada as como fuerza maligna y corruptora que se extiende desde las ciudades parasitarias (Glvez, Giraldes, Echage, etc.); por el otro, una naturaleza salvaje figurada como actor hstil al esfuerzo humanoest captado, mucho mejor que en los tratados socio-econmicos de la poca, la crisis del vnculo entre territorio y nacin que es el drama del proceso nacional, y que estalla con el terror de las dictaduras militares: o sea (si nos queremos permitir por un momento la frase grandilocuente) que Latinoamrica llega al bicentenario marcado por la irreparable puesta en suspensin del vnculo nacional debido a una voluntad de extirpacin de una de sus partes. El paisaje posdictatorial (Zurita) es el de los escombros: pero stos no son ya una alegora del pas de la posdictadura sino que son las ruinas de la alegora misma: aunque estas poesas digan Chile una y otra vez, no pueden (como, digamos, Neruda) devolver a la voz potica la capacidad de cantar a la nacin entera y, as, suturar la herida Los libros nos introducen a los paisajes: a paisajes humanos o humanizados, a humanos con caractersticas de paisaje. Los paisajes verbales nos enfrentan al desafo del paisaje real, del paisaje propio (hay mucho de la antropologa en eso). Nos permiten comparar, ver y vernos.El paisaje puede pensarse como la tensin que media entre cultura y naturaleza. De ah que, desde las ciencias duras y las blandas, se lo haya pensado alternativamente como unidad natural o cultural, o incluso (desde la perspectiva del existencialismo fenomenolgico) invirtiendo la frmula de ecuacin se haya pensado que toda naturaleza (o toda cultura) siempre es paisaje desde antemano. Subyacente (o paralelo) a este oposicin naturaleza/cultura, hay otra entre ciudad y campaa como lugares opuestos de produccin de (ideas sobre) paisaje: oposicin, dira Lefebvre, entre prcticas del espacio y entre espacios de representacin que producen distintas representaciones del espacio.Como imagen cultural de la naturaleza, el paisaje se inscribe en una tensin constitutivaentre su apropiacin como signo que otorga control representacional sobre un objetodeterminado, y la experiencia que este mismo signo promete y anuncia: experiencia de supropio desborde en tanto imagen, y que lo devolver al espectador a un modo tangible deexperiencias ms all de las mediaciones.