sobre el amor - colette soler

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Sobre el amor (*) (La repetición en la experiencia analítica) Colette Soler Puede parecer extraño, y lo es, que un texto que a primera vista podemos llamar psicoanalítico sea incluído en el Tema sobre el amor. ¿Lo es? ¿El texto es psicoanalítico o sus referencias lo son? El texto puede designarse de esa manera. No lo pensamos. Mas bien tendemos a pensar que la denominación de un texto como perteneciente a tal o cual territorio es nada más que indicativa. Indicativa de una orientación que puede llevar esa intención del catálogo pero no es nada más que eso: una ubicación. Lo otro, el percibir que un texto es un texto y que su producto (lo que encontraremos en su recorrido) depende del ejercicio de una lectura y de quien se constituya en ese lugar (el del lector) ese es nuestro marco de referencia. Pero bien, aceptemos la catalogación; a esto contestamos que siempre hemos propuesto que el amor es un asunto que merece ser interrogado y no en las páginas de una bibliografía cualquiera sino que merece ser interrogado en sus avatares de sentimiento. Por lo tanto debe ser interrogado cuando está sucediendo con otros. Y para interrogarlo debemos tener elementos; aquí sí que se trata de elementos conceptuales, elementos- herramienta, que nos hagan ir más allá de lo que está sucediendo con nosotros y los otros. Que nos haga ir más allá de lo que sentimos. No es cosa vana interrogar al amor. Y menos vano es hacerlo cuando está sucediendo. De aquí surge nuestra elección (la de este texto) y que está incluída en esa otra interrogación, la que nos brinda el psicoanálisis acerca de nuestra existencia. Una última cuestión: no pensemos que las interrogaciones llevan o aparecen siempre con la forma de las preguntas. Las preguntas son parte de las actitudes de la interrogación. Interrogar también es examinar, desarmar y volver a armar de otro modo (no nos olvidamos de esa letra ere, la observamos y quizás también la quitamos). Sergio Rocchietti En la parte final voy a aprovechar para dedicarme a esta cuestión: ¿en qué puede el psicoanálisis, cuando se lleva a su término, modificar la repetición? Tema candente justamente porque la transferencia no es la repetición, su puesta en juego permite cambiar algo en ésta, no siempre pero sí en algunos casos. El discurso analítico, entonces, pone en juego la repetición, lo cual significa que la moviliza, la actualiza, pero para resolverla: no cambia, desde luego, las condiciones del hablanteser (parletre). Podemos designar del siguiente modo esas condiciones: el sujeto, por estar sujeto al Otro, como dice Lacan, es decir, por pasar por el lenguaje, está separado del goce y, de resultas, no tiene sino restos de éste. Es, por lo tanto, "Uno solo" con esos restos. Lo sorprendente es que entre él y ellos hay algo muy misterioso, el amor, que nunca termina de asombrarnos. El discurso analítico no cambia esas condiciones del hablanteser, que requieren la repetición porque ésta, ya insistí en ello, es necesaria debido a la pérdida de goce. Pero puede cambiar algo en las inercias de la repetición que son, en el fondo, y para resumir, las inercias de las condiciones de goce, y puede hacerlo gracias a la elaboración de la transferencia. Lacan nos enseñó a reconocer que esa elaboración llevaba a lo que él llama "un atravesamiento del fantasma", lo cual significa, igualmente, una construcción del fantasma que conduce al sujeto, sencillamente, a un señalamiento de su posición con respecto a sus objetos, lo que llamamos "sus objetos". El término no es simple pero podemos utilizarlo, y en el fondo la transferencia consiste en convocar al analista como objeto; es lo que se reconoció como la dimensión del amor en la transferencia. También podríamos decir que "el atravesamiento del fantasma es el atravesamiento de un amor". ¡De un amor!

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Sobre el amor(*)(La repeticin en la experiencia analtica)

Colette Soler

Puede parecer extrao, y lo es, que un texto que a primera vista podemos llamar psicoanaltico sea includo en el Tema sobre el amor. Lo es? El texto es psicoanaltico o sus referencias lo son? El texto puede designarse de esa manera. No lo pensamos. Mas bien tendemos a pensar que la denominacin de un texto como perteneciente a tal o cual territorio es nada ms que indicativa. Indicativa de una orientacin que puede llevar esa intencin del catlogo pero no es nada ms que eso: una ubicacin. Lo otro, el percibir que un texto es un texto y que su producto (lo que encontraremos en su recorrido) depende del ejercicio de una lectura y de quien se constituya en ese lugar (el del lector) ese es nuestro marco de referencia. Pero bien, aceptemos la catalogacin; a esto contestamos que siempre hemos propuesto que el amor es un asunto que merece ser interrogado y no en las pginas de una bibliografa cualquiera sino que merece ser interrogado en sus avatares de sentimiento. Por lo tanto debe ser interrogado cuando est sucediendo con otros. Y para interrogarlo debemos tener elementos; aqu s que se trata de elementos conceptuales, elementos-herramienta, que nos hagan ir ms all de lo que est sucediendo con nosotros y los otros. Que nos haga ir ms all de lo que sentimos. No es cosa vana interrogar al amor. Y menos vano es hacerlo cuando est sucediendo. De aqu surge nuestra eleccin (la de este texto) y que est includa en esa otra interrogacin, la que nos brinda el psicoanlisis acerca de nuestra existencia. Una ltima cuestin: no pensemos que las interrogaciones llevan o aparecen siempre con la forma de las preguntas. Las preguntas son parte de las actitudes de la interrogacin. Interrogar tambin es examinar, desarmar y volver a armar de otro modo (no nos olvidamos de esa letra ere, la observamos y quizs tambin la quitamos).Sergio RocchiettiEn la parte final voy a aprovechar para dedicarme a esta cuestin: en qu puede el psicoanlisis, cuando se lleva a su trmino, modificar la repeticin? Tema candente justamente porque la transferencia no es la repeticin, su puesta en juego permite cambiar algo en sta, no siempre pero s en algunos casos.El discurso analtico, entonces, pone en juego la repeticin, lo cual significa que la moviliza, la actualiza, pero para resolverla: no cambia, desde luego, las condiciones del hablanteser (parletre).Podemos designar del siguiente modo esas condiciones:el sujeto, por estar sujeto al Otro, como diceLacan, es decir,por pasar por el lenguaje, est separado del goce y, de resultas, no tiene sino restos de ste.Es, por lo tanto, "Uno solo" con esos restos. Lo sorprendente es que entre l y ellos hay algo muy misterioso,el amor, que nunca termina de asombrarnos. El discurso analtico no cambia esas condiciones del hablanteser, que requieren la repeticin porque sta, ya insist en ello, es necesaria debido a la prdida de goce.Pero puede cambiar algo en las inercias de la repeticin que son, en el fondo, y para resumir, las inercias de las condiciones de goce, y puede hacerlo gracias a la elaboracin de la transferencia.Lacan nos ense a reconocer que esa elaboracin llevaba a lo que l llama "un atravesamiento del fantasma", lo cual significa, igualmente, una construccin del fantasma queconduce al sujeto, sencillamente, a un sealamiento de su posicin con respecto a sus objetos, lo que llamamos "sus objetos".El trmino no es simple pero podemos utilizarlo, y en el fondo la transferencia consiste en convocar al analista como objeto; es lo que se reconoci como la dimensin del amor en la transferencia. Tambin podramos decir que"el atravesamiento del fantasma es el atravesamiento de un amor". De un amor!

Hay que orlo para creerlo! Me preguntaba, por supuesto, sobre la expresin: "se puede hablar deatravesamiento de un amor?". Por qu no?En principio, se la puede emplear en un sentido trivial, como se puede hablar de una travesa martima o como se habla de atravesar pruebas o una aventura. En la vida hay travesas de amor al margen del psicoanlisis; es un hecho. Ahora bien, en nuestra poca, en la que desidealizamos el amor con una velocidad aterradora se habla derelacin,ya no se dice "tuve cinco amores en mi vida" sino "tuve tantas relaciones", la ciencia y el psicoanlisis tambin lo sufrieron, es notorio.Elatravesamiento de un amorsiempre deja huellas. Hablar de atravesamiento de un amor significa, por supuesto, que el amor termina, se atraviesa cuando termina, forzosamente, y siempre es atravesamiento en tanto amor desdichado, engaado. No atravesamos los amores felices, que son los amores interrumpidos por los azares de la existencia. Podemos atravesar los amores que duran, y cuando llegamos al final, la travesa, en efecto, ha dejado huellas, reconocidas ante todo como tales en el nivel de la identificacin. sa es la primera idea deFreud.

Cuando el amor es decepcionado, el sujeto se identifica con el objeto que lo decepciona. Esto motiv incluso un entretenido ensayo de un autor llamadoSachs, que trabaj sobre un perfil de mujer y deca que bastaba escucharlas para reconstruir la serie de objetos que haban amado, pues conservaban una huella identificatoria de cada uno.Pero las huellas del amor, una vez atravesado, no estn slo en el nivel de la identificacin; tambin las encontramos en el nivel donde acta la repeticin, el nivel de las condiciones de amor y de goce, y eso es lo que descubriFreud, y el psicoanlisis en general, al constatar el peso de los objetos primordiales en el inconsciente.El peso de los objetos que calific de edpicos, lo cual quiere decir: los primeros objetos dejan una huella indeleble que no slo est en el nivel de las identificaciones sino en el plano de la conmemoracin del acceso al goce mediado por ellos.Dejan huellas que son conmemoraciones del goce del que esos objetos fueron mediadores. En lo concerniente al analista, elanlisis es sin lugar a dudas un lazo libidinal con l y se espera que sea un amor que deje huellas pero, justamente, no las mismas que cualquier otro amor. Al contrario, se espera que sea un amor que deshaga las huellas, las desactive, al menos algunas de ellas. Y si este amor de transferencia deja huellas, no deben ser las de la repeticin.Ellazo con el analistaque calificamos de amor vara en funcin de dos factores. Caso por caso, ante todo, vara en funcin de las condiciones de amor del sujeto analizante. En ese sentido, el analista pasa en la transferencia, en parte, por las condiciones de amor del analizante. Pero ese lazo vara tambin en trminos ms generales que no dependen de cada caso: tiene sus fases tpicas, sus curvas propias, no gobernadas por la particularidad de cada analizante sino por lo que solemos llamar la estructura.Elanlisisimpone su propio orden a la repeticin de las condiciones de amor del analizante, y debido a que el discurso analtico impone su orden podemos hablar de las fases tpicas de la transferencia, que no estn en funcin del analizante sino del procedimiento mismo. As, por ejemplo, en lo concerniente a la etapa terminal hablamos delpase,en singular, y suponemos por lo tanto que hay una fase en la cual se producen fenmenos cuya estructura es identificable ms all de las diferencias de cada caso, pero al mismo tiempo decimos "los pases". Por eso uno de mis artculos se titula "Una por una" porque cada una impone tal vez su marca a la estructura.

Quisiera relacionar dos textos. Uno de ellos es"La direccin de la cura"(pg. 602), donde Lacan evoca de manera rpida pero sumamente precisa las fases tpicas del amor de transferencia y las enumera:"El enamoramiento primario observado al principio del tratamiento"que distingue de lo que llama"la trama de satisfacciones que hace tan difcil de romper"esa relacin al final, cuando la neurosis de transferencia parece superar los medios especficos del anlisis; entre ambos, enamoramiento primario y trama de satisfacciones, menciona el perodo que, en la teora analtica clsica, fue estigmatizado mediante la trada"frustracin, agresin, regresin". Por el momento retengamos slo la frustracin.

Aqu tenemos un texto, entonces, dondeLacannos dice:en el amor de transferencia hay tres tiempos.Quisiera relacionarlo con otro, el delSeminario XIen el que Lacan seala que el amor de transferencia que, como todo amor, asume la forma de la demanda;el amor siempre es pedigeo est tendido entre dos polos: en uno sita el ideal con respecto al cual el sujeto quiere hacerse digno de amor, que es el polo de la demanda de amor propiamente dicho, mientras que en el otro sita el objeto, digamos la pulsin.Me parece que se puede comparar estos dos textos, estas dos tesis, y mostrar que los tres tiempos mencionados en"La direccin de la cura"son estructurados por el binario del ideal y a:

Consideremos en primer lugar el enamoramiento primario. De manera general, hay una paradoja del enamoramiento: quien ama padece una falta, y debe haberla para amar. Dejemos de lado si se trata de falta en ser o falta en tener, aunque es ms bien la primera. No puede amar sino quien padece una falta.Por eso, adems,Lacandice que el rico no puede amar: aquel a quien nada falta no ama. La paradoja es que el que ama carece y eso lo arrebata, mientras que en realidad vivimos con la idea de que la falta es dolorosa, es sufrimiento. Al respecto tenemos todo nuestro discurso sobre la castracin de ser, de saber, de goce, vivida con horror por el sujeto.Pues bien, en el enamoramiento se da la paradoja de una falta que, en vez de suscitar sufrimiento produce exactamente lo coritrario, exaltacion o arrebato, para recordar el trmino de Marguerite Duras. Sin embargo, es indudable que quien ama carece:"tu me manques"en francs,"youmiss me"en ingls, "me haces falta" en espaol. Es el mito queLacanutiliza en su seminario sobre la transferencia: el amor hijo de la pobreza, de la indigencia.

Freudacometi este problema en su texto sobre el narcisismo y lo resolvi diciendo: cuando amamos el yo se empobrece en beneficio del objeto que, por su parte, est en la gloria, se llena de sustancia. Y si paraFreudel proceso no es doloroso, es porque el sujeto que ama se identifica narcissticamente con el objeto y por lo tanto participa de su sustancia. Es una explicacin o, en todo caso, una paradoja. Quien ama no slo est falto, sino que da. En este caso tampoco se necesita el psicoanatisis para saberlo, es algo que est en la lengua, en las ideas compartidas: elamores generoso y slo l permite superar los lmites del narcisismo, tesis freudiana por excelencia, desarrollada en la idea de que elamorva de la mano con la pobreza y luego con el sacrificio. Concepcin que encontramos igualmente en el seminario sobre la transferencia, cuandoLacan, retomando elBanquete,evoca la discusin para saber quin ama ms, Alcestes que reemplaza al esposo en la muerte, sacrificio en vida por el objeto amado o Aquiles.

Vean todos los mitos sobre elamor maternal. Evidentemente, el psicoanlisis rebaj en Occidente el amor maternal, la manera de concebirlo. No hablo del amor maternal en s mismo! Quiero decir que contribuy enormemente a que se dejara de hablar de l y se aludiera en cambio a los estragos que cometen las madres, la nocividad de su goce y su deseo mortfero y no s cuntas cosas ms. Situacin que no conquist para nada todo el planeta: tenemos lamammaitaliana, tenemos el personaje materno de los pases musulmanes, a quien sigue caracterizndose como la figura del amor. No s qu pasa actualmente en los pases de la ex URSS, pero hace muchos aos, unos veinticinco, me sorprend al conocer a un grupo de soviticos que nos cantaron todas las canciones rusas que conocan sobre la madre y la nostalgia del objeto materno perdido. Muy bello!

Podramos encontrar en todas las culturas este tema del amor que llega hasta elsacrificio, lo cual nos lleva al hecho de que en el amor da el que no tiene. Lacan hall una frmula elegante para resolver esta paradoja, consistente en decir que "en el amor el sujeto da lo que no tiene", esto es, hace del otro lo que le falta. Eso es exactamente lo que significa: amar es decir al otro "t eres mi falta".

Agreguemos, en tercer lugar,que quien ama no slo est falto, no slo da sino que, cuidado, espera recibir, y acaso se sea el secreto de que el amor no se viva como dolor en el enamoramiento y slo sea doloroso al romperse, cuando el objeto no responde de acuerdo con los anhelos del sujeto: el amor slo se convierte en dolor cuando fracasa.Ustedes me dirn, a lo mejor, que fracasa siempre! se es otro problema; en todo caso, el amor slo es dolor en la pena de amor.

Esta satisfaccin de la falta, que se manifiesta en el amor, es precisamente lo que revela que en l hay una cara oculta de espera, de demanda, de esperanza: demanda de amor, demanda de ser, demanda de ser la falta del otro.El amor exige ser recproco y quien ama da su falta pero cuenta con recibir, a cambio, la falta del otro.Es evidente, entonces, que todo descansa sobre el hecho de que el amado recibe la investidura del amor, que lo convierte en algo. Traten de imaginarse al ser ms insignificante del mundo y vern que basta con que otro le diga"te amo", es decir,"t eres mi falta", para que de inmediato se convierta en algo."No puedo vivir sin ti": sa es la palabra suprema que espera el amor. Aqu, la cosa se encauza hacia otra vertiente: el"no puedo vivir sin ti"quiere decir"aspiro a poseerte"o sea,"eres todo para m", y cuando alguien es todo para nosotros, no podemos darle la libertad de obrar a su antojo, es demasiado amenazante. De modo que podemos decir que el amado recibe el agalma que le confiere el amor, pero al mismo tiempo sufre la amenaza de ser posedo, la posesin lo acecha y eventualmente corre el riesgo de "dejarse pescar", como suele decirse.

Esta estructura del amor acta al comienzo del psicoanlisis en el enamoramiento primario, que se desencadena casi automticamente con formas especficas de cada sujeto.No todos lo viven en el lirismo de una expresin desbordante, peroese enamoramiento se presenta en todos los comienzos y obedece a la acogida analtica de la demanda.Es decir, se debe en principio al inters mostrado hacia la persona que se presenta, puesto que se la escucha, pero no es slo eso, ya que en el mundo hay mucha gente que escucha: los confesores, los enfermeros, los vecinos del mismo piso, todos los terapeutas que pululan en la especie parlante.No se trata slo del inters mostrado hacia la persona.sta viene a presentar su queja y le sealamos que la recibimos, pero que basta con que hable, y que hable de una manera: a su capricho, hasta decir tonteras, locuras, todo lo que quiera, y le damos a entender que eso la llevar a alguna parte. Con lo cual te significamos que, diga lo que dijere, tendr la certeza de que eso vale algo; la pena, en todo caso.Y como lo deca en algn ladoLacan, es una muestra inaudita de confianza decir a alguien:"Parlotee, que no va a ser tiempo perdido".Por otra parte, muchas veces al analizante le cuesta creerlo y llegado el caso hasta rezonga:"Usted cree? Para qu sirve lo que le cuento?".En ese sentido, el analizante entra a nuestro consultorio comoeromenon,amado, en el lugar del amado. Todo el problema reside en que no tiene que permanecer en l, porque si lo hace, es decir, si se queda en una posicin aun mnimamente erotomanaca, cosa que se ve con mucha frecuencia entre las mujeres analizantes cuando el analista es un hombre, pues bien, si persiste en esa posicin "el analista me ama y slo piensa en m, slo yo le intereso, hace de todo para hacerme hablar y adivinar mis secretos", evidentemente el anlisis no puede llevarse a cabo.Pero, en rigor de verdad, esto no es muy comn porque la asociacin libre moviliza de inmediato la falta del sujeto. La moviliza porque el sujeto al hablar en cuanto analizante, como dice Lacan, slo entra en el saber saliendo de l. Lo que obedece a la estructura, nuestra estructura familiar, sealar: no importa lo que escribamos de un S1, ste estar en falta de otro y por lo tanto entra en el enunciado de un fragmento de saber, pero, al entrar en l, pierde automticamente al segundo. Cosa que, por lo dems, lanza la dialctica de la palabra. La asociacin libre, en consecuencia, moviliza la prdida por el lado del sujeto, mientras que por el lado del analista atribuye a ste el crdito del saber que falta en el sujeto que habla.Por s sola, la asociacin libre, sin maniobras excesivas del analista slo las justas para no objetar el proceso, hace entrar al sujeto en la falta en ser, la falta en saber y la falta en gozar, que se perfila debido a ello, e inviste al analista como aquel de cuyo lado est lo que falta al primero: el saber o el "saber qu quiere decir eso", e incluso el goce.En el inicio se produce la metfora que hace del analizante, en un principio amado, un amante.El amante sustituye en el inicio al amado. Amantequiere decir: alguien que va a demandar, en especial el amor.

El primer aspecto del acto analtico consiste en objetar en acto la reciprocdad del amor, la demanda de reciprocidad que habita el amor, e introducir una disimetra.Es decir que el analizante convoca al analista al lugar del amante: es muy simple, querra que el analista lo amara. En ese punto el analista se rehusa como maniobra analtica y no por indiferencia y, en el fondo, acta por medio de una sustraccin. Una sustraccin de qu? De lo que se le demanda: se le demanda dar su falta. Eso es lo que rehusa, yLacanlo formula explcitamente:"retiene esa nada", dice en la"Proposicin del 9 de octubre de 1967"en referencia aScrates.Podramos decir que da algo: da la negativa de su amor, lo cual complica el esquema precedente. Qu quiere decir, en concreto? Quiere decir que para el analista el paciente no es lo que le falta. Dir: no debe serlo. Si eso sucede, pues bien, puede resultar una aventura, pero no un anlisis!El paciente no debe estar en el lugar de lo que le falta sino en el de alguien que l puede perder. Subrayo: no que quiere sino que puede perder.Aqu interviene sin duda la importancia deldinero, pues el amor es lo que no se compra, y es muy conveniente que el analizante pague por lo que se le da: la negativa del amor. Esa"negativa del amor"tiene, desde luego, una cara positiva que llamamos "don de un deseo", pero tambin un aspecto negativo, de rechazo, que el analizante es preciso decirlo en general experimenta con dureza. No slo conviene que pague sino tambin que el analista sea dueo delsetting,contrariamente a lo que quisieron imaginar los analistas de la IPA, que ritualizaron el dispositivo.Dueo delsettingno significa que hace cualquier cosa, sino que a l le corresponde decidir el tiempo, el ritmo, la cantidad.Para decirlo en trminos del lenguaje comn, el primer paso de la estrategia del analista consiste en hacer pasar del enamoramiento primario al amor desdichado, a la pena de amor que, desde luego, no asume las formas dramticas y ruidosas de la ruptura. El anlisis es una pena de amor prolongada!Cuanto ms se prolonga, ms se dialectiza, con las fases de esperanza, decepcin, expectativa, renunciamiento. El inters de pasar del enamoramiento a la pena de amor cosa que los analistas, creo, quisieron decir con el trmino"frustracin", para sealar que el dispositivo frustra parcialmente el pasaje es que esta frustracin lleve al analizante a desplegar su demanda y, al hacerlo, tenga acceso a lo que el inconsciente le oculta.Desplegar esademandaen una doble vertiente. Ante todo, en la vertiente de la falta en saber, plantear unademanda de interpretacin, que est ligada al amor pero no es idntica a la demanda amorosa. En el plano de la falta en ser va a desplegar lademanda de amor, es decir, la bsqueda y la interpelacin de un interlocutor que pueda responder y dar. Esa bsqueda reanimar, como lo vemos en el anlisis, las figuras del pasado, las figuras que lo retrotraen a los objetos precedentes. Justamente porque el analista no responde donde se le demanda, las figuras del pasado se levantan, se evocan, y la rememoracin misma es sostenida por la frustracin antes mencionada.

El anlisis tiene entonces dos ejes.El eje de la confianza: el sujeto cuenta su pequea historia, que comienza en la infancia. Pero se ve inducido a hacerlo precisamente porque el analista no lo satisface, yesta insatisfaccin es el motor de la evocacin y la rememoracin de los objetos precedentes.Cuenta su pequea historia y al contarla se dirige al sujeto supuesto saber, al supuesto intrprete de lo que quera decir eso, lo que ocurri en su vida. Pero al mismo tiempo,la transferencia incorpora al analista a la serie de objetos; en cierto modo, el analista entra en la historia, es una especie de comodn. As como ste puede ponerse en el lugar de tal o cual carta, pues bien, el analista, a causa de un error en cuanto a la persona, como dice Lacan, ser convocado a integrar, por ejemplo, el linaje del objeto paterno o el objeto materno, o de los que hicieron las veces de stos.El inters radica en que, de ese modo, el analizante se ve en la necesidad de enunciar o poner de manifiesto, en sus enunciados, los rasgos significantes que marcan sus objetos.Y despus, el analizante se encamina progresivamente a puntualizar lo que quiere del Otro, porque demandar es muy lindo, pero qu? En consecuencia, debe sealar qu quiere del Otro, y para hacerlo en cierto modo dibuja su retrato, el retrato del Otro que l querra o del otro a quien ha encontrado. Siempre estn las dos vertientes. As,en un anlisis se disciernen poco a poco no slo los significantes amos del sujeto, sus ideales, sino los rasgos de repeticin que marcan sus objetos y las figuras de los otros ocultadores de lo que demanda.Por ejemplo, el sujeto mujer que nos habla, dolido, de la decepcin que le causa su principalpartenaire,el hombre amado con quien ella crea haberse "sacado la lotera", precisamente porque se distingua de los precedentes, tambin nos dice al mismo tiempo, y en la misma lnea, cunto la decepciona el anlisis. As, lo que circula en el relato de las peripecias de la vida se duplica en sordina, para decirlo de algn modo, en la propia transferencia.

El primer paso de esta dialctica se da entonces en lademanda de amor; sta es su punto de partida, no su final. Se espera que en su anlisis el sujeto manifieste lo que quiere del objeto que ama, porque decimos, para resumir, que quien ama demanda amor, pero esta demanda es especfica en cada sujeto. Decimos"amor", un trmino nico para todos, pero vara mucho segn los sujetos, y con cada analizante debe encararse una clnica diferencial de la demanda de amor, a saber: qu le gusta recibir a ste?No dejaremos de darnos cuenta muy pronto que uno quiere aliento pero el otro lo execra y que el tercero lo toma como un signo de desprecio; uno desea que le hablemos, el otro quiere que nos callemos, lo exige y considera que siempre decimos demasiado y slo hablamos necedades; uno quiere ser aprobado, el otro, al contrario, que lo castiguemos, cosa que tambin existe y se incluye en la llamada demanda de amor. En otras palabras,la estrategia analizante intenta plegar al analista a los antojos de su demanda que son propios de cada uno y a sus caprichos.Por el lado del sujeto hay una respuesta; uno se desvela por ser correcto, analizante modelo, el otro se esfuerza por ser gentil, el tercero, insolente, el cuarto, inteligente y sutil; uno quiere ser sumiso, otro, rebelde. Cada uno traza poco a poco las figuras de lo que cree digno de amor. Jams terminaramos de construir la serie de imgenes que se despliegan al hacerlo: uno se cree abandonado, otro, despreciado; un tercero se supone juzgado y algunos, al contrario, se creen mimados, amados. Estos ltimos son menos frecuentes pero tambin los hay, y por otra parte tampoco es fcil desalojarlos de sus guaridas.

Como amor, la transferencia, segn decaLacanal comienzo, no es sino la manera como el sujeto estructura sus objetos, y esto es vlido para el objeto analista, que se incorpora entonces a la serie repetitiva y viene a aportar por imputacin de transferencia, para decirlo de algn modo los rasgos de pretericin del pasado. Este despliegue de las exigencias que un sujeto traslada sobre supartenaireforma parte de la construccin del fantasma, y es un hecho que sta no se da en un solo nivel.Esaconstruccin del fantasmase hace en el nivel imaginario, donde se trata de construir las figuras del Otro, y el nivel simblico, donde la cuestin es sealar los rasgos que marcan al Otro, pero todo esto, figuras y rasgos, no es an sino la envoltura del problema.La partida se juega en el plano de la repeticin de lo que se demanda, que no es slo amor sino tambin goce.Es posible ajustar el tiempo uno del enamoramiento y el tiempo dos de la frustracin que es tambin eltiempo de la elaboracin. Los ajustamos a ese nivel de la demanda de amor en cuanto es el motor que produce"las insignias del objeto", las insignias imaginarias y simblicas del objeto. En el fondo, sin embargo, la partida tambin se juega en el nivel pulsional, porque, como yo deca al comienzo, el Otro del lenguaje separa al sujeto de su goce, pero contra esa separacin el sujeto recurre al Otro.Recurrir al Otro en el anlisis, con la forma del analista, significa tratar al Otro como un sujeto, a quien se pueden demandar las respuestas en cuestin. Se trata al Otro como un sujeto que puede responder, dar, sustentar o, al contrario, sustraerse, ocultar, abandonar. En suma, el analista es Dios o el diablo.

La puesta en juego de la repeticin, motivada por el goce y generadora del recurso al Otro, arrastra al sujeto a un proceder causal consistente, entre otras cosas, en construir lo queFreudllam"novela familiar".La novela familiar es una ficcin. Una ficcin para dar cuenta de qu? De las prdidas de goce, y en un anlisis es crucial que el sujeto identifique las configuraciones de los momentos de prdidas decisivas.Por consiguiente, inscribir en la ficcin los momentos de prdida, pero tambin lo que se construy como compensacin, pues no slo hay prdida.Al escribirTtem y tab,Freud hace, como dice Lacan, un producto de neurtico analizante: construye una ficcin para dar razn de la prdida de goce; inventa la figura de un padre raptor del goce. Y, de hecho, la figura del dios castrador es una figura central del inconsciente. El colmo es que en la historia del psicoanlisis hay ciertas corrientes que agregaron al mito de la prdida de goce mitos de reparacin, como la religin.La religin es un mito de prdida de goce, el mito de la cada, y adems est el mito de la reparacin crstica en el cristianismo.Debemos admitir que en el psicoanlisis hay adhesiones por ese lado, y si Freud construy su Ttem y taby su Edipo como mito de prdida de goce, pues bien, por el lado de los anglosajones construyeron mitos reparadores: la buena madre, la madre suficientemente buena, la gratitud y compaa.

Lo que nos interesa ahora son las"satisfacciones"queLacanindica en el tiempo tres de la transferencia "satisfacciones tan difciles de romper"- y que no deben situarse en el eje de la demanda de amor como tal.Hay que situarlas en el nivel mismo de la pulsin.Lo que se revela, cuando el sujeto ha discernido en mayor o menor medida las figuras y los rasgos significantes de suspartenaires,es que, a pesar de la prdida, hay satisfaccin. Por otra parte, queda an el problema de cmo est ligada la pulsin a la demanda; Lacan lo describe muy bien en la pgina 817 de losEscritos:la pulsin est ligada a la demanda en su estructura, es decir que la demanda recorta en el cuerpo las zonas pulsionales.Pero la pulsin como actividad no es demandaaunqueLacanla escriba en el grafo en el lugar de la demanda de amor yLacanlo dice con todas las letras:en la pulsin el sujeto se desvanece y la demanda tambin.La pulsin no demanda, toma. Bueno, no tanto; tomara si hubiera alguien a quien tomar.La pulsin consigue la satisfaccin y el problema es que detrs de toda la batahola de la queja analizante porque la queja analizante y su sufrimiento hacen mucho ruido est el goce que se sustrae en silencio, y es preciso discernirlo en cada analizante.se es el meollo de la cuestin.

"Hacerse ver": cuando un sujeto est animado en toda su estrategia por el objetivo de alcanzar esta satisfaccin, no la demanda, la consigue por la modalidad de su posicin de palabra y de transferencia con respecto al otro. El exhibicionista no pide permiso.El nico lazo de la pulsin con la demanda es el hecho de suponer la presencia del Otro; los dos ejemplos que Lacan menciona en su"Proposicin del 9 de octubre de 1967"para situar el viraje del pase se ubican en ese nivel, el de la satisfaccin pulsional en la cual est clavado el sujeto.Es indudable que esta satisfaccin puede, llegado el caso, eternizar la transferencia: por ejemplo, en el sujeto totalmente pendiente de la satisfaccin de"hacerse or". El"hacerse or"no hace buenas migas con el"bien decir", que es harina de otro costal. Aqul est en el mismo plano que el "hacerse ver", es decir, lograr conectarse con el objeto voz o el objeto mirada.Y quien est muy pendiente del"hacerse or"puede, durante diez, veinte o treinta aos, venir a contar absolutamente todo lo que le sucede, y en ocasiones se llega a fases terminales en las cuales nada de lo que el sujeto dice tiene, estrictamente hablando, la menor importancia. Sus dichos estn vaciados y slo se sostienen del lazo con el analista,"lazo reducido", como dice Lacan al referirse al momento en que el analista queda reducido al objeto."Reducido al objeto"puede significar que ya no es aquel a quien se habla; ni siquiera es ya aquel de quien se habla, es la persona a la cual se va a ver, or, cagar, extenuar...

Conectemos estos dos textos, cuando Lacan dice: el momento en que el analista queda reducido al objeto, y"La direccin de la cura", donde habla de"las satisfacciones tan difciles de romper".stas se dan justamente cuando el analista empieza a funcionar en el fantasma y el objeto pulsional se extrae de su presencia.Menciono aqu el goce obtenido en el anlisis mismo.En el dispositivo analtico hay una ambigedad de la relacin con el goce; una ambigedad o, en todo caso, dos aspectos. Hay un goce que est ligado a la asociacin libre, el goce ligado a la metonimia, consistente en trasladar al significante: trasladar el dolor, el sufrimiento, el goce al significante."Trasladar al significante"quiere decir trasladar al "Uno". Por esoLacandice que"el analizante consume goce flico".Lo consume en la asociacin libre y lo percibimos en el nivel clnico, en mayor o menor medida segn los sujetos. Hay sujetos que se deleitan notoriamente con su palabra; algunos, no todos. Tambin es sensible en el anlisis ungoce de la rememoracin, que se manifiesta como complacencia, fascinacin por los recuerdos, como si, pese a la queja, el sujeto se colmara al volver sobre sus huellas y las amara como a s mismo.Esta parte de goce flico, que sustenta la asociacin libre, no es un goce todo, es un goce trasladado al Uno y por lo tanto un goce parcial, fragmentario, que va a la par con el sentimiento de incompletitud, de limitacin, e incluso la culpa de no haber dicho ms y mejor.Hay un supery alimentado por la asociacin libre, el supery que dice: "Sigue gozando con la aparicin de ms y ms significantes!" ste es un eje:el goce ligado a la asociacin libre. Pero hay otro, que mencion antes, que no interviene en la relacin de los significantes entre s, sino en la relacin con el analista como objeto; que no es el que pasa al significante sino, justamente, el que no pasa y se recupera con la forma del objeto plus de gozar: voz, mirada, pecho, excremento.Por esoLacanpuede decir tambin que el analista "se hace consumir": es preciso, deca en elSeminario XI,que el analista tenga tetas. El riesgo que eso entraa es que el sujeto quiera quedar aferrado a ellas toda la vida.

Distingamos con claridad el"Uno" del goce flico, ligado a la asociacin libre, yel plus de gozar que est en juego en la relacin con el analista.Dar un ejemplo para ilustrar esa presencia silenciosa. Tal sujeto, un hombre que hace un anlisis muy prolongado y luego otro que tambin empieza a ser largo, analizante serio me refiero a que lo es en el trabajo analtico, el trabajo de elaboracin, de asociacin, puede creer durante un tiempo que su anlisis marcha magnficamente, es decir que gracias al trabajo que produce, a la transferencia manifiestamente positiva que lo anima casi demasiado positiva, obtiene efectos en absoluto desdeables en el nivel de los sntomas, sobre todo en el plano de su deseo y de las amenazas que pesan sobre ste, que lo haban llevado al anlisis.En consecuencia, lo vemos en apariencia liberado de las impotencias que lo agobiaban en un inicio, en el dominio del amor y el trabajo. Verdaderamente, el esquema freudiano: el anlisis restaura, diceFreud,"la capacidad de amar y trabajar". He aqu entonces a ese sujeto que se dice que es hora de irse, terminar, por qu no? E intenta hacerlo. Y ah, cataplum!, empieza a sospechar que todo ese efecto teraputico que, sin embargo, se haba trasladado a la realidad estaba colgado del lazo con el analista de una manera que an debe discernir. Efectivamente, al parecer se trataba de lo que podramos llamarun "falso efecto teraputico", y con ello me refiero a un efecto teraputico que slo se sostiene en la transferencia.El"El atolondradicho", cuando habla de la fase de salida, de duelo del objeto a, Lacan se refiere a un"efecto teraputico sustancial", debido al duelo del analista reducido al objeto a, lo cual justifica la expresin"falso efecto teraputico". Ciertamente, en el caso aludido parece ser claro que se trata de un sujeto que, a mi juicio es una manera grfica de decirlo, ha utilizado la asociacin libre para"desfilar por la pasarela"bajo la mirada del analista, como hizo toda su vida, hay que sealarlo, a fin de atraer la mirada procedente de otro objeto. Sujeto que nunca dej de desfilar por la pasarela, es decir, de actuar, de hacer alarde de su actuacin ante la mirada de otro, al cual se superpuso el analista. Y, en el fondo, tal vez pas todo ese tiempo "consumiendo" mirada.

Aludo a esto para ilustrar lo queLacanllama"las satisfacciones tan difciles de romper"y por qu evoca"un duelo del analista reducido al objeto". Esto quiere decir que la repeticin, escrita en dos palabras como lo hace Lacan en"El atolondradicho"cuando la identifica con lo transfinito de la demanda, llega a su fin con el pase. CuandoLacanhabla del"atravesamiento del fantasma", no se trata slo del sealamiento de los indicios imaginarios o simblicos del fantasma; en tanto se pone en accin en el anlisis,el atravesamiento del fantasma es tambin la separacin con respecto a ese objeto, lo cual justifica hablar de "duelo".Podemos representarlo muy simplemente. Cuando se habla deobjeto, trmino general, ste tiene sus coordenadas imaginarias y simblicas; en tanto es goce real lo escribimosa.De all, a veces, la ambigedad de nuestro vocabulario, porque hablamos delobjetopara designar alpartenaire,que puede ser otro sujeto en accin en el campo del amor, y esepartenairetiene sus coordenadas en los tres niveles.

Es indudable que en el anlisis, por medio de la elaboracin de la asociacin libre, se aislan esas coordenadas imaginarias y simblicas del objeto y el sujeto termina por tener un panorama general de su Otro. La cuestin, por lo dems, es saber si el panorama general, extrado de esas coordenadas imaginarias y simblicas, le impide actuar.Esto ya es un problema, pero adems hay cierto hiato entre el objeto en sus coordenadas imaginarias y simblicas y el objeto en cuanto es ofrecimiento a gozar, en cuanto es, como decimos hoy, "condensador de goce", porque puede argirse que, en el plano de esos rasgos imaginarios y simblicos, lleva la marca de las contingencias de lahistoria, y en ese aspecto se produce la unin con sta.

La eleccin de goce est sujeta a la historia? No es seguro; lo que hace creer que lo est, al menos en parte, es que siempre hay "una primera vez", un primer encuentro, esas experiencias cruciales de la neurosis infantil que fijan al sujeto a un modo de goce.Suele pensarse que la eleccin de goce hecha en esa oportunidad est ligada al deseo del Otro y, por el sesgo de ese deseo, a las coordenadas simblicas e imaginarias. No es seguro. No es seguro que no haya cierto hiato.

Tomemos el ejemplo de un sujeto que, en una especie de sentimiento abismal, tiene su primera eyaculacin mientras acaricia a su perro. Duerme en una granja con l, lo acaricia y eyacula por primera vez, y esto ocurre en el momento en que los faros del auto de su madre, que vuelve a la casa, iluminan la entrada de la granja; en ese instante se produce la eyaculacin. Veamos la cuestin que se plantea. Podemos decir: he aqu una experiencia que tuvo mucho peso en su vida, para sus elecciones ulteriores. Podemos decir tambin que hay una conexin con la madre, pues intervena su auto. Tenemos asimismo la mirada de los faros que brillan sobre el camino, tenemos el lazo con el animal: qu relacin hay entre esta tych del goce, esa intrusin y todo lo que puede decirse del deseo del padre, de la madre...? Hay, con todo, un hiato.

Lo menciono para sealar quela llamada elaboracin significante e imaginaria del objeto no conduce a una deduccin del goce. El goce no se deduce de lo simblico, no se deduce de la historia; se manifiesta en ella, eventualmente, como intrusin del encuentro.Por eso, cuando Lacan dice"circunscribir este goce",ello implica otra cosa que la asociacin libre; implica construccin, deduccin, a partir de cierta cantidad de experiencias del sujeto.En definitiva,el fin de la repeticin, cuando adviene, se manifiesta ante todo, me parece, como final del recurso al Otro; final, digamos, de la demanda.Un sujeto puede dejar de demandar antes de haber agotado lo que est en condiciones de obtener de su recurso al Otro; eso es un hecho, pero en general, cuando as sucede, se va con su demanda a otra parte y tambin puede encerrarse en su problema.En general, me parece que el fin de la demanda, signado precisamente por el pase, se aborda por dos lados o se determina de dos maneras. El sujeto puede dejar de demandar, puede dejar de recurrir, cuando sabe que no obtendr el "cese" de su prdida. Es lo que decimos cuando hablamos de "asuncin de la castracin". Entonces, qu es lo contrario de esa asuncin?

La"asuncin de la castracin"significa que hay quienes no pasan por ella y por consiguiente la padecen, por as decirlo, de otra manera? Puesto que "asumirla" no quiere decir dejar de padecerla sino padecerla de otra forma. En el fondo, adems, antes de esa "asuncin" pongo el trmino entre comillas, no es ideal peroLacanlo utiliz,cmo soporta la castracin el sujeto que no pas por la experiencia de asumirla?Es muy simple:se imagina que el goce que le falta est en poder del Otro.As de simple, y con figuras muy variadas segn los sujetos. Se imagina que el Otro se lo sustrae, y por eso el padre es la figura emblemtica de ese Otro que se guarda el goce. Por tanto, el pobre hijo, en especial el hijo varn, ilustra de la manera ms clara esa situacin en la relacin con su padre.El hijo padece la castracin pero cree que su fautor es el Otro: en algn lado hay un raptor de goce.En este aspecto,la cada del sujeto supuesto saber, que a menudo, creo, se entiende muy mal, es entre otras cosas unacada del sujeto supuestamente raptor del goce.Tambin es, entonces, la cada de la consistencia del Otro. Est ligado al supuesto saber porqueal suponerse saber en el sujeto, tambin se supone que contiene el objeto, cosa que vemos con claridad entreAlcibadesyScrates.

Lacada del sujeto supuesto saberno significa que al final comprendamos que el analista no sabe gran cosa. Tesis aberrante, que sin embargo circula! Es exactamente lo contrario! El fin del anlisis es el momento en que el analista ms sabe en lo concerniente a su analizante. Al principio, cuando se le supone todo el saber, no sabe nada; al final, la destitucin del sujeto supuesto saber supone que el analista sepa todo lo que el sujeto poda sacar del Otro. El sujeto traslada al analista todo el saber que estaba en el Otro, lo desliza en sus odos.Al final, lacada del sujeto supuesto saberse produce cuando el analista sabe, y no implica el descubrimiento de que no sabe nada. Con la cada se alude a que, como ya no se le supone un saber, tampoco se le supone el ocultamiento del goce que falta en el sujeto. Esta idea del analista cautivador, ocultador de goce, se manifiesta en la clnica de muchas maneras, por ejemplo con la forma de los fantasmas de robarle, intentar sustraerle lo que no nos da.

sa es la primera vertiente."Asuncin de la castracin"quiere decir que el analizante ha llegado a subjetivar la certidumbre de que la prdida de goce es irreparable y que no vendr ningn Otro a drselo, a devolvrselo, porque ese Otro no existe. Por eso a veces se dice que descubre la inexistencia del Otro.

La otra vertiente, que no es igual, consiste enque haga el duelo de la satisfaccin propia del anlisis, el duelo de lo que consuma en el consultorio del analista, sin saberlo y en silencio. Ese duelo no hace sino dejar ms abierta laprdida, como podra decirse de una herida. Simplemente, el duelo deja promesas abiertas. Laasuncin de la castracinno deja promesa alguna de una castracin sellada; en cambio, el duelo del analista y del objeto que presentificaba deja abierta para el sujeto la posibilidad de los encuentros futuros, los encuentros pulsionales. Digamos que, de ese modo,el amor no se le cierra sino que, antes bien, se le abre.***(*)Ttulo propuesto por el seleccionadorTexto extrado de "La repeticin en la experiencia analtica", Colette Soler, pgs. 165/179, editorial Manantial, Buenos Aires, Argentina, 2004.Edicin original: Seminarios dictados por la autora en la Universidad Pars VIII, noviembre 1991-junio 2002. Transcripcin del texto: F. Ancibure, C. Camy, J.C. Encalado, sin revisin de autor. Seleccin y destacados: S.R.

Con-versiones, Noviembre 2007