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SMULOVITZ: “EN BUSCA DE LA FORMULA PERDIDA…”
I
Decir que el conflicto político en la Argentina pos 1955 estuvo caracterizado por la resolución de la
cuestión peronista implica afirmar que la búsqueda de una fórmula que permitiese reincorporar al
electorado peronista al sistema institucional fue el tema recurrente durante esos años. La fórmula
no tenía que ser democrática; bastaba que fuera estable y que consiguiera imponerse a sus
eventuales impugnadores. El principal objeto de lucha entre los actores fue tanto la definición de
los mecanismos que podían garantizar dicha integración como la definición de las características
del resultado aceptable.
II
Luego de la “Revolución Libertadora”, se concluyó que un proceso de “educación democrática”
que develara los aspectos manipulatorios y “totalitarios” del régimen peronista lograría que las
masas emprendieran el camino de la “desperonización”, por lo que se planteó como solución la
proscripción del peronismo y la desaparición de la identidad peronista. Esto dejaba a la UCR como
el partido fuerte, pero las dificultades no tardaron en aparecer: en primer lugar, el fracaso en el
intento de desarticulación de la identidad peronista, y en segundo lugar la escisión del partido
radical, por lo que el ganador de las elecciones previstas ya no estaba tan seguro. Frondizi, de la
UCR Intransigente, logró cooptar el voto peronista cuando adscribió con Perón al Pacto de
Caracas, con lo que reconocía la legitimidad del peronismo como actor político independiente de
la escena nacional. Sin embargo, la prescripción se mantuvo mientras Frondizi se posicionaba ante
los sindicatos como el instrumento por el cual estos volverían a gravitar en la escena electoral
mientras él desarrollaba su política económica de cuyo éxito dependía.
Sin embargo, esta estrategia atrajo varios impugnadores: la UCR del Pueblo, el resto de los
partidos y los militares. La UCRP había visto su triunfo en 1958 truncado ilegítimamente por el
acuerdo entre Frondizi y Perón, mientras los militares recordaban la furiosa oposición de Frondizi
a su gobierno de 1955-1958; ambas partes además veían con desconfianza el acercamiento de
Frondizi al líder peronista exiliado. Por otra parte, cuando la vuelta de este último y de su partido
no formaría parte de la “fórmula” de integración, los sindicatos pasaron a la oposición. Hacia 1962,
la opción que le quedaba a Frondizi era demostrar públicamente que podía vencer al peronismo
en elecciones limpias, por lo que levantó la proscripción en ocasiones de elecciones en marzo de
1962 sólo para ser derrotado por los peronistas y depuesto por un golpe militar ante el peligro que
esto significaba. Sin embargo, ya estaba dividido el amplio espectro antiperonista y los militares
por su parte no se ponían de acuerdo sobre la estrategia a implementar incluso antes de deponer
al presidente radical intransigente, y solo cuando los partidos declararon su beneplácito, la Marina
pudo imponer su criterio a las otras fuerzas.
Durante el gobierno de Guido, se ensayó otra salida: el “Plan Martínez”. Este convocaba al
peronismo, la UCRI y la Democracia Cristiana para la composición de un frente único electoral;
proponía: 1) elegir una formula común para presidente de la República para todos los partidos; 2)
máximo de un tercio de senadores peronistas; 3) libertad de elección de diputados; 4) exclusión
del triunfo peronista en provincias grandes. A pesar de contar con el apoyo de Perón, las FF.AA. no
aceptaron que este último interviniera en la designación del candidato, y por otro lado su
propuesta de incorporar a la UCRP fue desestimada por los mismos “radicales del pueblo”. El
Pacto finalmente se abortó en definitivo por la renuncia de Martínez. Las FF.AA. entonces pasaron
a la impugnación abierta tanto del peronismo como de la UCRI para evitar que el primero gane
abierta o encubiertamente. Mientras el gobierno de Guido buscaba confundir tanto al electorado
como a los propios partidos para evitar un posible pacto entre estos y el peronismo. Esto dio
resultados y en las elecciones de 1963 ganó la UCRP, pero con un escaso margen de votos. Así,
quedaba desnudado el fracaso de los militares en proponer una salida.
Illia entonces ensayaría otro tipo de salida, una estrategia de “integración silenciosa” que consistió
más bien en la incorporación progresiva de los políticos peronistas locales en cargos electivos
secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Perón. Y es que en 1964 el regreso de
este último queda trunco, y no sólo representantes del gobierno considerarían esto como la
muestra de que Perón estaba destinado a perder su lugar en la política argentina. Además, el
triunfo de Illia cerró por lo menos hasta 1969 la discusión sobre el tema de la presidencia. Sin
embargo, esta estrategia provocó una división interna del peronismo, y colocó a Perón
nuevamente en el lugar de árbitro y decisor. Tanto el sindicalismo vandorista como los políticos
neoperonistas constituían un cuestionamiento verosímil al liderazgo de Perón. Las elecciones de
1965 se celebraron entonces con el partido peronista proscrito, pero tanto Perón como Vandor
apoyaron a la Unión Popular y derrotaron a la UCRP. Este resultado encendió la alarma en medios
militares y partidarios, lo cual se acentuó luego de las elecciones en Mendoza donde Vandor y
Perón apoyaron distintas candidaturas, obteniendo mayor caudal de votos la propuesta apoyada
por el líder exiliado.
Así, se demostró que el liderazgo de Perón seguía siendo central a la constitución de la identidad
peronista y la estrategia de integración silenciosa se truncó. Ya era un pensamiento común que la
salida ya no podía ser por la vía partidaria, por lo que en la salida implementada en 1966 se buscó
la incorporación del peronismo a través de la cooptación de la cúpula sindical en el aparato del
Estado.
III
En esos años, no existió una dinámica política concebida como un juego único con actores
repetidos y las mismas reglas. Aquella consistió más bien en el producto de una serie de
coyunturas estratégicas en donde no sólo las reglas que gobernaron cada una de ellas fueron
cambiando, sino también se fue modificando la identidad de los actores así como sus preferencias
acerca del resultado deseado. Así, entonces, el rango de resultados posibles y deseados se fue
ampliando y modificando, siempre luego de alguna nueva frustración. Tampoco las reglas fueron
constantes. Algunas veces fueron claras (ya sea proscribiendo al peronismo o impugnando solo la
candidatura de Perón) pero otras veces hubo incertidumbre y desconocimiento acerca de cuáles
eran esas reglas. Y fue esa misma incertidumbre, así como la presencia de mecanismos de
proscripción selectivos, lo que llevó al ensayo de salidas alternativas. Finalmente, queda claro que
no fueron sólo los militares los impugnadores, pero las intervenciones militares sólo aparecían tras
el fracaso de los intentos civiles de impugnación, una vez que se volvía evidente que la salida civil
del momento había fallado, y ni siquiera estaban dispuestos a aceptar cualquier salida civil éxitos.
A pesar de esto, sólo al final, cuando ninguno de los actores partidarios pudo imponer su fórmula,
se abandonaron las soluciones que podía ofrecer el sistema de partidos.