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Sindicatos, docencia y democracia en Brasil. Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América. 2012

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Sindicatos, docencia y democracia en Brasil. Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.

2012

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Sindicatos, docencia y democracia en Brasil.

Introducción.

En América Latina Brasil ocupa hoy el referente de una transición democrática exitosa,

de una economía emergente estable y de una sociedad participativa de su política. A

cada una de esas virtuosas imágenes del Brasil podríamos oponer la de los escándalos

de corrupción que han atosigado a sus dirigentes desde hace décadas, la de la enorme

desigualdad existente entre los ingresos de la nueva clase media y la gran concentración

de riqueza por la élite empresarial; y la violencia social desbordada en las periferias

sociales: las favelas; y sin embargo, reconoceremos en Brasil un Estado exitoso en su

legitimidad y en el consenso que elaboran sus políticas. Ahora bien, el camino ha sido

arduo y sinuoso, pues Brasil –como buena parte de la región- ha visto en peligro a su

sociedad civil bajo el dominio de dictaduras militares; ha visto amenazados sus

derechos laborales por un sindicalismo corporativo y una negociación política turbia.

En educación, podemos destacar que la Confederación Nacional de Trabajadores de la

Educación (CNTE), ha desempeñado de forma notable la defensa de la educación

pública, su obligatoriedad y su extensión. Hoy día, la CNTE es el interlocutor válido

entre el Gobierno y el gremio docente; este hecho no es fortuito, la CNTE ha estado

presente en las luchas docentes desde antes de la restauración de la Democracia en

1985. Y a través de los años buscó crear un sindicalismo alterno al que desde la

dictadura se promovía, un sindicalismo horizontal, democrático y, sobretodo, social.

Este afán de mantenerse independiente pero dentro de la negociación política ha

marcado el quehacer de la CNTE desde 1990, fecha en que se constituyó como tal.

Para entender cómo se llegó al prestigio que hoy detenta la CNTE, es necesario

englobar la lucha docente en la más amplia de la lucha obrera, en el contexto de

transformaciones profundas que surgieron a lo largo de siglo XX. Este ensayo pretende

recorrer de forma apenas somera los vaivenes del sindicalismo brasileño, desde su

proscripción hasta el actual momento en que cogestiona la política educativa.

1.- Periodo formativo y fin del Estado oligárquico. (1910-1945)

Brasil, como México, tiene grandes paralelismos que afectan a la región en su historia,

sin embargo, tiene particularidades que obligan a frenar ímpetus sociológicos de

generalización y obligan a aproximarse y reflexionar desde la conciencia de estas

diferencias históricas.

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Una de estas insoslayables diferencias –y buen punto de partida para este ensayo-

consiste en que tras su independencia, el Brasil se convirtió en una monarquía imperial,

la cual fue suprimida tras la promulgación de la República en 1889. Esta transformación

fue muy patente en lo jurídico, pero en el juego de poder realmente estuvo más acotada.

El poder económico y político fue conservado por las oligarquías cafetaleras de los

Estados de Minas Gerais y Sao Paolo, en detrimento de los Estados del interior de la

República. Esta concentración y retención del poder por acuerdo de oligarquías

regionales teñirá el conflicto político en las primeras décadas del siglo hasta 1930.

La marcada tendencia conservadora del Estado oligárquico consideró al sindicalismo,

desde las postrimerías del XIX, como un riesgo social. Y contra él enfiló sus ataques.

Sin embargo, lejos de las disputas palaciegas, abajo, en donde los trabajadores se

organizaban, el sindicalismo fue difundido –como en Argentina- por la constante

inmigración de obreros europeos (en particular italianos) que habían tenido contacto con

el anarquismo. De hecho, hasta antes de la fundación del Partico Comunista Brasileño

(PCB) en 1922, el anarquismo fue predominante entre el movimiento obrero del Brasil.

Por otra parte, la brecha entre la oligarquía y los gobernados, generó que las doctrinas

del cambio tuvieran buena aceptación social. Esto es visible en las primeras décadas, ya

que después en los albores del Estado populista, la empatía por los obreros en huelga

devino –fomentada por la propaganda- en aversión a una revolución comunista.

En ese sentido, son algunas movilizaciones las que han quedado aceptadas como

episodios de la lucha sindical en su fase heroica. Entre ellas destacamos la “Revolta de

Chibata”, un paro largamente planeado e infructuoso en el que más de dos mil

marineros se amotinaron en el puerto de Guanabara para exigir el fin de los castigos

corporales. Este movimiento fue duramente reprimido sin lograr sus objetivos iniciales,

pero debido a la asimetría entre las fuerzas del orden y de la protesta, su respaldo social

fue extenso. Los sindicatos anarquistas, de una innegable vocación social, lograron

reorganizarse y siete años después, en 1917 lograron el apoyo de la emergente clase

media de Rio de Janeiro en su oleada de huelgas. Dicho apoyo no evitó la represión de

los trabajadores y dicha represión no frenó el natural desgaste político del régimen

oligárquico.

Este desgaste en la clase en el poder (la oligarquía agroexportadora) fue creciendo en la

década de los veinte, llegando a fracturar el poder en la Revolución de 1930. Es en este

año que accede al poder la disidencia militar (los denominados “tenentes”) de corte

liberal de izquierda, con el propósito de corregir el rumbo de la “Vieja República” y

formar una nueva, más amplia en los procesos de toma de decisión.

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El desgaste mismo en el ceno de la clase empoderada fue evidente desde 1926 con la

fundación del Partido Democrático, vinculado a la oligarquía pero orientado a la

reforma del Estado oligárquico y con la idea de una necesaria industrialización para el

país. También era visible en la forma en que el Partido Comunista compartía puntos de

vista con algunos “tenentes”, los cuales –por la tradición aristocrática del ejército

brasileño- implicaban una franca ruptura con la clase empoderada. Esta división en el

ceno de la clase dirigente, que derivó en la revolución de 1930 es no solo perceptible en

el Brasil; gran parte de América Latina comparte esta convulsión entre los sectores

económico-políticos tradicionales y una disidencia dentro de ellos que buscó

afanosamente ampliar el demos y la legitimidad del Estado.

Getulio Vargas fue el político que asumió el poder tras el derrumbe de la Vieja

República. Apoyado por el Ejército y amplios sectores medios Vargas buscó establecer

el “Estado Nuevo” como una reforma de la estructura económica que liberara la fuerza

de trabajo. Durante los primeros años de Getulio Vargas, más de cincuenta decretos

fueron sancionados, entre ellos algunos establecían la posibilidad de organización obrera en

sindicatos, también el de limitación de la jornada laboral, la prohibición de trabajo de niños y

mujeres, vacaciones, tribunales para resolver conflictos laborales, etc. Estas concesiones en

cuanto a legislación laboral modificaron la forma en que los trabajadores vivían, otorgándoles

derechos políticos y sociales e inhibiendo el uso excesivo de la fuerza represora.

La “modernidad” o la novedad que el Varguismo introdujo en la política brasileña tuvo fuertes

parecidos con la configuración del estado fascista italiano. La incorporación de sectores sociales

para administrar sus demandas por parte de instituciones sujetas al Estado significó la

promoción y la afiliación de cientos de miles de trabajadores en los sindicatos corporativos que

empezaron a definirse en estos años. Con el monopolio de la representación de los trabajadores,

los sindicatos independientes, comunistas y anarquistas fueron perseguidos y proscritos. Sin

embargo la alianza (mutuo benéfica) entre el Estado y los sindicatos dio sus primeros frutos con

la sanción del Salario mínimo en 1940 y algunas regulaciones menores de las condiciones

laborales.

La sociedad brasileña se transformó en este periodo en que el populismo se estableció como

modelo político y la Industrialización por Sustitución de Importaciones fue el paradigma

económico. Así, el “Estado Nôvo” fue promulgado en 1943. Sin embargo, el grupo en el poder

volvió a fracturarse, primero perdió el apoyo de militares y después la antigua clase

terrateniente-cafetalera logró desatar la inestabilidad. En este contexto, Vargas fue destituido en

1945 y el nuevo presidente convocó a una Asamblea Constituyente que promulgo la quinta

constitución política de Brasil. En este periodo y en el contexto de la legislación laboral, los

profesores de educación básica empiezan a organizarse. En este primer momento lo hacen a

nivel de sus localidades y su mayor empeño fue lograr el reconocimiento de sus derechos. En

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resumen, aunque Vargas fue depuesto, el régimen político –de corte populista- había logrado

establecerse muy a pesar de la antigua oligarquía… Ésta siguió buscando por medios

extralegales revocar las nuevas configuraciones del Estado, propiciando en el proceso fuertes

sacudidas que terminarán con la dictadura antipopulista de 1964.

2.- Gestación y organización; resistencia y reorganización. (1945-1964, 1964-1978)

Durante los años inmediatos de la caída de Vargas, el Estado Nuevo se mantuvo

vigente. El nuevo presidente, el general Enrico Dutra, continuó con la política de

incorporación de las fuerzas productivas a la estructura estatal. La afiliación a sindicatos

creció elevadamente, y algunas mejoras económicas (posibles en parte por el auge

económico de la Segunda Guerra Mundial) fueron perceptibles en la sociedad brasileña.

El Estado, modificado por Vargas siguió el nuevo derrotero y asumió tareas que durante

el periodo oligárquico habían quedado relegadas. Entre éstas, una de las más

importantes fue el asignarle al Estado el carácter de educador de las masas.

La alianza populista entre el gobierno y las fuerzas productivas sirvió de escenario para

convocar en 1949 con apoyo de la UNESCO el Seminario Internacional de Educación

para los Adultos, con el cual Brasil buscaba mostrarse dispuesto a una modernidad

política en que la educación fungiera como un derecho. Influidos por la experiencia del

rápido desarrollo de la Educación Pública mexicana, los educadores brasileños buscaron

trazar planes de extensión de la infraestructura escolar en las provincias periféricas del

país. Este impulso fue ratificado con la reelección de Vargas par un nuevo periodo.

En esta nueva ocasión, se impuso un modelo de desarrollo económico, fundado en la

Sustitución de Importaciones y de control gubernamental de la fuerza de trabajo, el

llamado “desarrollismo”. En estos años, también, contagiados por las positivas

expectativas económicas se ideó la Campaña Nacional de Educación Rural (CNER)

como un instrumento para difundir no sólo los rudimentos de la instrucción básico, sino

además una cultura nacional que configurara la identidad del brasileño. La CNER

también sirvió para extender la fuerza organizadora del Estado brasileño en el medio

rural, agrupando asociaciones campesinas en torno a organizaciones corporativas sujetas

al poder estatal. Sin embargo, la buena aceptación por parte de las comunidades

beneficiadas por la CNER, significó el crecimiento veloz del gremio docente. Así,

distintas organizaciones de maestros que habían surgido durante el primer populismo de

Vargas, consolidaron en 1960 la Confederación de Profesores Primarios de Brasil,

primer organismo con interés de representar a nivel nacional al magisterio.

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Sin embargo, la CPPB se consolidaba en un régimen cada vez más polarizado y que

pronto tendría uno de los momentos políticos más álgidos de Brasil. En 1964, y tras

décadas de ser política de Estado la incorporación de campesinos, obreros y burócratas,

la población sindicalizada alcanzó casi el millón y medio de afiliados. Esta política

provocó fuertes reacciones de las antiguas oligarquías que ya habían intentado detener

la transformación de las estructuras económicas brasileñas en 1945, diecinueve años

después volvieron a orquestar un cuartelazo, éste detendría la vida civil y política por

casi quince años. Años en que los organismos de representación de trabajadores

tuvieron sólo dos posibilidades, o cedían en autonomía a la incorporación y sujeción del

Estado o pasaban a ser perseguidos e ilegalizados. La CPPB pasa entonces a una etapa

de actividad de bajo perfil.

En 1974, una década después de la llegada al poder de los militares, la sucesión expone

la fractura entre la clase militar entre los pro empresariales y los de añeja vertiente

social-populista. A fin de cuentas se decide por el general Geisel como un dirigente

hacia una transición (muy acotada) a la vida democrática. Sin embargo, las reformas pro

empresariales con que los militares habían beneficiado a la antigua clase oligarca

situaron a Brasil en un “boom” económico que lo posicionó como una de las economías

emergentes más sólidas; si bien como “daño colateral” está presente el aumento de la

desigualdad. A partir del gobierno de Geisel, los sindicatos que no lograron sustraerse

del control estatal fueron dirigidos por una nueva generación de dirigentes adeptos al

corporativismo, sin embargo, los sindicatos que pasaron a la clandestinidad o que no

cedieron en sus demandas también fueron reorganizándose y proyectando su servicio

hacia la sociedad, más allá de sólo a su gremio. Así, en 1979, la CPPB se amplía con la

integración de profesores de secundaria y cambiando su nombre a sólo Confederación

de profesores de Brasil (CPB).

Esta reconfiguración se da en el contexto de una oleada de huelgas e inestabilidad

política que sucedió a fines de la década de los 70. En ella, los trabajadores organizados

deciden trascender el ámbito laboral e incidir en la política de Estado, conformando para

ello el Partido del Trabajo (PT), quien será garante y defensor de los derechos y

conquistas laborales. Su fundación fomenta la afiliación a él de distintos sindicatos –

algunos creados ex profeso, otros rompiendo su atadura corporativa-. Uno de los

fundadores y que después se convertirá en un líder y hasta Presidente fue Luis Ignacio

Lula de Silva, de origen laboral en la industria metalúrgica. Las presiones laborales

hacen evidente la pérdida de legitimidad del régimen militar que transita a traspiés de

una cerrazón política a negociar la restauración democrática.

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Pese a su decline, la dictadura mantenía el control de la representación sindical, siendo

que la CPB se mantuviera ilegal. Ahora bien, esta ilegalidad no impedía el

funcionamiento de la CPB, de hecho, en las sombras de la ley, la Confederación creció

al grado de posicionarse como una entidad de amplitud federal encargada de la

negociación gremial del magisterio. Transitó así la década de los ochenta, articulando

distintos movimientos y sindicatos locales a las directivas federales que buscaban

reconocimiento y respeto de sus derechos. Los trabajadores en este periodo, harto del

sometimiento a líderes no representativos buscaron delinear lo que se conoció como

“Nôvo sindicalismo” o sindicalismo nuevo. Uno que fuera más allá de las

reivindicaciones laborales y económicas y vigilara el ejercicio del poder estatal

denunciando abusos y pugnando por el cumplimiento de los derechos constitucionales.

Para ello hicieron diagnósticos de las condiciones materiales de la población, arrojando

datos que contradecían el discurso del “milagro brasileño” de la conducción de la

economía. En éste ímpetu de dar a conocer la realidad de “los de abajo” brasileños, el

gremio docente hizo su parte:

Así en mayo de 1984 la CPB convoca al Foro de Educación en Sao Paolo –enfocado en

educación rural-. En este evento, las Divisiones Regionales de Enseñanza denuncian el

estado de abandono en que los estados del interior tienen a la educación rural pública.

Las cifras denuncian mala preparación docente y precaria infraestructura y métodos

pedagógicos anacrónicos. Al año siguiente se efectúa el Primer Seminario Nacional

sobre Currículum (1º SENC) del cual surgieron propuestas para concretar una

actualización de los métodos, sin embargo, esta tribuna sirvió para refrendar la denuncia

al Estado del abandono en que tenía a la Educación rural pública.

3.- Consolidación, prestigio e incidencia en la Educación: la CNTE.

Desde 1982, los militares fueron soltando las riendas del control político a una acotada

democracia indirecta que en 1984 eligió a Tancredo Neves presidente de transición,

empero por una enfermedad no pudo tomar posesión, sustituyéndolo José Sarney. La

democracia, aún deficiente se instaura como la vía de dirimir conflictos.

En 1988, la CPB se afilia a la Central Única de Trabajadores, organismo sindical de

envergadura nacional. La organización docente tiene ya presencia nacional y cuenta con

más de medio millón de militantes. En este contexto de consolidación democrática, la

CPB convocó a un congreso extraordinario en Aracaju en 1990 con la mira a unificar

distintas federaciones de maestros en una dirigencia nacional plural que fungiera como

negociadora y mediadora en la planeación de la política educativa y como interlocutora

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de las demandas laborales del magisterio con el gobierno. Así pues nació la

Confederación Nacional de Trabajadores de la Educación con un grupo inicial de cerca

de setecientos mil afiliados procedentes de varias federaciones regionales. Esta

unificación perfiló la demanda de un piso salarial como la principal bandera de la lucha

organizada de los maestros. La CNTE logra tomar una postura pública en cuanto al piso

salarial en 1994, ya consolidado su carácter de organización de extensión nacional.

La organización de la CNTE, impregnada de ideas del “sindicalismo nuevo”, puso en

marcha una serie de propuestas más allá de lo laboral, en particular dirigidas a mejorar

ya no sólo las condiciones de trabajo sino las metodologías y didácticas de la enseñanza.

Con la promulgación de la Ley 9394 (Ley de Directrices y Bases de la Educación), en

1996, inició una etapa de reformas, se propusieron políticas de apoyo a los sistemas

estatales y municipales para la mejora de la calidad de la educación. Es decir se pugnó

por una coordinación de la currícula que permitiera homogeneizar contenidos de

educación básica en todos los puntos y poblaciones del Brasil.

En este espíritu es que para fines del siglo, en 1999, la CNTE promueve la Campaña

Nacional por el Derecho a la Educación, codirigida por ONG’s. Esta Campaña, de la

que aún falta hacer revisión de sus resultados es el esfuerzo más notable –desde la

Campaña Nacional de Educación Rural- por parte del Estado brasileño por extender la

educación básica en la población, garantizando así el derecho al acceso a la cultura y la

educación. El prestigio que obtuvo la CNTE en la colaboración con esta campaña le

granjeó beneficios políticos. Para 2001, logró regular la afiliación de sindicatos

docentes a nivel municipal, medida con la cual ha podido mantener un control

hegemónico sobre indicios de disidencia interna, pero también ha logrado consolidar el

acceso a la educación pública en la vasta mayoría de municipios.

Una victoria de la CNTE fue la sanción del Fondo de Mantenimiento y Desarrollo de la

Educación Básica, por el cual la cuestión del “piso” salarial quedó saldada. Si bien las

discrepancias dentro del organismo sindical fueron notorias, en general el Fondo fue

asumido como una victoria de la Confederación, que así lograba una estabilidad

económica sin precedentes para sus afiliados. Ese mismo año, 2007, el gobierno de Lula

puso en marcha el Plan de Desarrollo de la Educación (PDE), con el propósito explícito

de incrementar el presupuesto educativo (en educación básica, superior y en la

formación de docentes) en aras de elevar la calidad de la educación impartida. Las 40

acciones dirigen su hacer en la eficiencia de los recursos humanos y materiales. Aún

más, en 2009, la constitución fue modificada (Enmienda 59º) para garantizar la

obligatoriedad de la educación a los jóvenes de entre 4 y 17 años.

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4.- Epílogo: El Brasil del Partido del Trabajo. Una mirada social a la educación.

En 2010, el censo educativo mostró que la matrícula brasileña suma 51.5 millones de

alumnos en casi 200,000 establecimientos educativos. La CNTE, por su parte cuenta

hoy con más de un millón de afiliados. Todos gozan de las prestaciones del Fondo de

Mantenimiento y Desarrollo de la Educación. Sin embargo, aunque la situación en

general puede estimarse como óptima, la CNTE ha enfatizado que su lucha no ha

terminado.

En 2011, el PDE fue reformado para crear el Plan Nacional de Educación (PNE) que

acotaba las directrices y establecía metas más concretas y alcanzables. En particular, la

meta de invertir el 7% del PIB en la educación desató una polémica. La CNTE hizo

movilizaciones para que se aumentara a 10%. Sin embargo más allá de las marchas en

Brasilia, la negociación entre gobierno y sindicatos fue –inusualmente- fructífera. En

2012, la cámara de diputados aprobó modificar algunas de las veinte metas del PNE y

entre ellas, amplío a 8ç% la inversión del PIB en educación con posibilidad de

incrementarlo a 10% si se han cumplido las demás metas para 2015.

Es decir, en suma, que la organización del magisterio brasileño ha ido de la mano con la

consolidación de la sociedad civil brasileña. La dictadura (1965-1984) buscó anquilosar

el sindicalismo a una mera relación de subordinación de la política estatal (lo que en

México se llamó la “correa de mando”) mediante la suplantación de líderes activista por

jóvenes adeptos al régimen. Este daño pudo ser permanente y legar un sindicalismo

corporativo de no ser porque desde 1978 con la creación del PT y la unión del sector

obrero en el “sindicalismo nuevo”; los trabajadores en general, y de la educación en

particular han dirigido sus esfuerzos y luchas (laborales, sociales y política) en el

impacto positivo a la sociedad.

Si bien los problemas no van a acabar (el conflicto es necesario en la política), sí

podemos augurar que la CNTE mantendrá su poder de negociación con el Estado

debido a la amplia aceptación que tiene el profesor docente en la sociedad brasileña.

Ahora bien, en los momentos de más solidez, es necesario evitar fracturas en la

organización. Dependerá de la CNTE saber dar cabida a su disidencia interna si quiere

seguir siendo un sindicato unido en la pluralidad.