silvia rivera. secuencia iconográfica en melchor pérez

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  1 EL SIGLO XIX BOLIVIAYAMÉRICALATINA  Rossana Barragán  Dor a Cajías Seemin  Qay um (Comp .)  

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  • 1

    EL SIGLO XIX BOLIVIA Y AMRICA LATINA

    Rossana Barragn Dora Cajas Seemin Qayum (Comp.)

  • El Siglo XIX. Bolivia y Amrica Latina 1a Edicin

    D.R. 1997, por Coordinadora de Historia D.L. 4-1-1137-97 La Paz-Bolivia

    Compilacin y correccin: Rossana Barragn Dora Cajas Seemin Qayum

    Portada:

    Pintura de Alejandro Salazar

    Diseo, edicin y produccin:

    Telfono/Fax: 770702 Casilla 2354 La Paz - Bolivia

    Esta publicacin ha sido posible gracias al importante auspicio de: Embajada de Francia Instituto Francs de Estudios Andinos - /FEA

    Este libro corresponde al tomo N 102 de la serie "Travaux de l'Institut Franjis d'tudes Andines"

  • ndice

    Presentacin 11

    Para Gunnar Instan Platt 15

    Recordando a Zarate...

    Sinclair Thomson 17

    Independencia 21

    Un modelo de constitucin civil del clero para Amrica: el proyecto de Juan Antonio Llrente (1819) Grard Dufour 23

    Peculiaridad del pblico periodstico americano en vsperas de la Independencia Elisabel Larriba 33

    La Academia Carolina de Charcas: una "escuela de dirigentes" para la Independencia Clment Thibaud 39

    Un norte diferente para la Independencia peruana Susana Aldana Rivera 61

    Insurrecciones andinas 1809-1825: la guerra religiosa como modelo Mae-Danielle Dmelas '"''.,*v'J-"-:-- 79

    J W / Comentario *, / Christine Hnefeldt rtj 97

    La cuestin regional */ 107 ff '' * '' v. ''

    La "Via San Pedro Mrtir" y su propietario en los ltimos das de la Colonia y durante la Guerra de la Independencia Esther Miln 109

    El Norte y el Sur de Bolivia: Arica y Cobija en los primeros aos republicanos Fernando Cajas 129

  • El intercambio comercial entre Bolivia-Chile y el tratado de lmites de 1874 Alexis Prez 139

    Secuencias iconogrficas en Melchor Mara Mercado, 1841-1869. Silvia Rivera Cusicanqui 147

    Estado nacional y mercados supra-regionales en la primera mitad del siglo XIX. El caso de Valparaso Eduardo Cavieres F. 169

    Peones chilenos en tierras bolivianas: la presencia laboral chilena en Antofagasta 1840-1879 Julio Pinto Vallejos y Vernica Valdivia Ortiz de Zarate 179

    Comentario

    Erick Langer 203

    Oligarquas y culturas nacionales 2O9

    La dominacin oligrquica como modo de ejercicio de la dominacin de clase en Amrica Latina. Argentina y Mxico en la segunda mitad del siglo XIX Fabin Eduardo Sislian 211

    El surgimiento de la nacionalidad charquina y la formacin del estado nacional Jorge Alejandro Ovando Sanz 227

    Un nuevo teatro para una sociedad mejor. El teatro en Lima y el conflicto de la Confederacin Per-Boliviana, 1830-1840 Montea Ricketts 251

    Las frustraciones de la oligarqua del sur. Cultura e identidad en Chuquisaca deXIX Beatriz Rossells 265

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    El imaginario nacional y la historia en la novela Fernando Unzueta 281

    Comentario

    Jean Piel 291

    Economa y poltica 297

    Efectos econmicos de la adulteracin monetaria en Bolivia 1830-1870 Gustavo A. Prado Robles 299

  • Comercio, manufactura y hacienda pblica en Bolivia entre 1825 y 1870 Hans Huber Abendroth 329

    De Huaira a Malacate: una historia cultural a partir del vocabulario minero en Amrica espaola(siglos XVI-XIX) Carmen Salazar-Soler y Frdrique Langue 373

    Produccin, tecnologa y trabajo en la Rivera de Potos durante la Repblica temprana Tristn Platt 395

    Comerciantes, habilitadores e inmigrantes en la formacin del capital minero de Corocoro, 1830-1870 Ivan Ramiro Jimnez Chvez 437

    Comentarios

    Enrique Tandeter 451

    Nelson Manrique 457

    Dinmica social e identidades 461

    Coca, dinero o jornales. La situacin econmico social de los ex-esclavos negros en or-Yungas, segunda mitad del siglo XIX Eugenia Bridikhina 463

    La servidumbre indgena andina de Bolivia Roberto Choque Canqui 475

    Mujeres indgenas, mestizaje y formacin de los sectores populares urbanos. Quito, segunda mitad del siglo XIX Martha Moscoso 487

    El problema de la propiedad en las comunidades indgenas. Patrimonio y herencia, 1825-1850 Mara Luisa $oux 497

    Tierra y resistencia campesina en el Noroeste argentino. La puna de Jujuy, 1875-1910 Gustavo L. Paz 509

    Pactos sin tributo: caudillos y campesinos en el nacimiento de la Repblica: Ayacucho, 1828-1850 Cecilia Mndez G. 533

    'Republicanos' y 'la Comunidad de Peruanos': Comunidades polticas inimaginadas en el Per postcolonial Mark Thurner . 561

  • Comentarios

    Xavier Albo 587

    Andrs Guerrero 595

    Proyectos nacionales 6O5

    Propuestas de identidad poltica para los colombianos en el primer siglo de la Repblica Margarita Garrido 607

    Poltica, religin y modernidad en Bolivia en la poca de Belzu. Frdric Richard 619

    Amordazar a la plebe. El lenguaje poltico del caudillismo en Bolivia, 1848-1874 Vctor Peralta 635

    La nocin de ciudadana bajo la regeneracin. Colombia 1880-1900 Miguel ngel Urrego 651

    Algunos aspectos de la cultura poltica popular en el Gran Cauca, 1880-1910 Aimer Granados Garca 663

    Los unos y los otros. Estrategias partidarias en Bolivia, 1880-1899 Marta Irurozqui Victoriano 679

    "No hay hombres!": Gnero, nacin y las Heronas de la Coronilla de Cochabamba, 1885-1926 Laura Gotkowitz 701

    La invencin de la historia Guillermo Mariaca Iturri 717

    La improbable nacin andina atrapada entre sociabilidades regionalistas y cosmopolitismo ideologico-mercantil (1800 - 2000) Jean Piel 725

    Comentarios TstanPlatt , .733

    Gustavo Rodrguez 743

  • Secuencias iconogrficas en Melchor Mara Mercado (1841-1869)

    Silvia Rivera Cusicanquii Universidad Mayor de San Andrs, La Paz-Bolivia

    Debemos a la cuidadosa mirada de don Gunnar Mendoza L. la bella edicin del lbum de acuarelas de Melchor Mara Mercado (1991) y un prlogo rico en referencias hacia posibles rutas que podra seguir la investigacin sobre esta obra, descubierta y guardada por l hasta su muerte, entre las joyas de la Biblioteca Nacional de Bolivia. He optado por tomar una de estas rutas: el anlisis de algunas secuencias iconogrficas de la

    obra, de acuerdo a ritmos y lecturas que podran llamarse asociativas, en las que procura destacarse no slo el contenido de cada lmina, sino su relacin con otras lminas y su

    ubicacin en el conjunto de la obra. Esta forma de lectura del lbum se plantea en virtud ; de la importancia que pareca haberle asignado el autor al ordenamiento de las lminas, -que modific ms de una vez- como si hubiese querido lograr un efecto especfico,

    proveniente de la asociacin entre unas y otras (lo que una percepcin contempornea ; :podra llamar efecto de montaje). En las series cronolgicas el efecto se remonta al ; momento mismo de la ejecucin de las obras, que es donde se ordena el pensamiento y la reconstruccin retrospectiva que le da forma.

    Las reflexiones de Gunnar Mendoza sobre la vida y obra del artista pueden ayudarnos hintroducir el propsito de este trabajo. El opt por pensar en Mercado sobre todo como artista, pero tambin como una suerte de "destino" boliviano por excelencia: marcado

    por la frustracin, la falta de oportunidades y una inevitable cji^raEgpm&iiocasionada - por los avalares de su intensa vida poltica. Mendoza considwteeisrvo enMJprmacin ; de Melchor Mara, el que fuese desde temprana edad vffli&i^t de^uia. serie pjt dramas : histricos nacionales, en particular el del canibalismS fc

  • 148 Silvia Riverm

    La situacin mercantil y social de Bolivia slo comenzara a cambiar a partir de l|j dcada Je 1870, en cuyo primer ao, precisamente, falleciera Melchor Mara Mercado! El estudio introductorio de Mendoza nos permite imaginar lo que habr sido esa lenta crisis del colonialismo para una persona como l. Hijo "expuesto" o "expsito", estaj mcula le impedira ser ciudadano pleno de Bolivia, aunque gozara de la proteccin dj un "to" sacerdote. La suya es tan slo una entre muchsimas trayectorias, por las qu discurri un caudal de entrecruzamientos, formando los abigarrados tipos hurnanoJ "Cholo-Mestizos", que Mercado retrata con lujo de detalles en las lminas dedicadas m las fes'a:-: y trajines mercantiles por las principales rutas y ciudades andinas. Habitante! del entorno social y cultural del autor, estos tipos humanos plurales, a la par quel fuertemente jerarquizados, quizs le ayudaran a Mercado a formular una imagen del pertenencia "boliviana", con la que pudieran identificarse quienes vieran sus pinturas.J

    Pero quizs tambin su lbum y su modesto "Museo" cumpliesen an en otro sentidH la funcin de estimular el imaginario nacionalista de las lites de la Repblica tempranj al ayudarles a figurarse el territorio patrio como un patrimonio, al que era precis| inventariar, describir, enumerar. Similar funcin forjadora de la comunidad imaginar^ filipina le atribuy Benedict Anderson al clsico de la literatura nacionalista de ese pad la novela Noli me tangere, de Jos Rizal. Segn el autor, esto se debi a que la "mercanca! impresa" (peridicos, pasquines y novelas que circularon en las tempranas etapas d; formacin nacional), instaur un nuevo sentido del espacio-tiempo histricos: aquel qi discurra en la simultaneidad o sincrona. Este espacio-tiempo simultneo, al contribuyera tan decisivamente la formacin del mercado interior de la letra impresa! de la cultura en general, inaugurara un tipo de contemporaneidad afn con la idea d| nacin como comunidad imaginada (Anderson 1991: 26 y ss.). En el caso bolivi dada la exigua circulacin de la letra impresa, el papel del viajero o explorador -asi el del confinado poltico- podran haber cumplido anloga funcin, al brindar una narrativi capaz de poblar de imgenes humanas ese vasto y desconocido territorio que se acababaj de fundar como un mapa, y al que pocos podan siquiera imaginar en su densidad complejidad topogrfica y humana reales.

    Melchor Mara Mercado mostr en sus pinturas esta complejidad de los espacioS bolivianos a travs de dos grandes conjuntos: por un lado, el circuito misionero orientq y por otro el espacio andino; particularmente las rutas del trajn mercantil costa-altipla valles-minas. Ciertamente ha debido dibujar muchsimas lminas ms (cuntas; perderan?), y sobre todo, narrar y contar infinitas veces lo que viera en sus much trajines por el vasto territorio de aquella patria ignota que recin comenz a Han Bolivia cuando l bordeaba los 9 aos. Pero al mismo tiempo, la estrechez de su audien y el hecho de que este lbum -a diferencia de las obras de D'Orbigny- tendra i esperar an 120 aos para ver la luz en forma impresa, atestiguan de las dificult objetivas para que tales imgenes pudieran plasmarse en una nocin compartida "i comunidad nacional.

    Mercado vivi la mitad de su vida deportado, y goz -al final de sus das- de U breve cargo como autoridad provinciana en el gobierno de Melgarejo. Estas circunstancias! -segn sugiere Mendoza- tuvieron un influjo decisivo en la motivacin y realizacin d$f

  • Secuencias iconogrficas 149

    su doble vocacin artstica-cientfica. Lo cierto es que le permitieron recorrer un espacio ms vasto an que los confines del mapa en el que se inscribira el nombre de la nueva nacin y construir de oficio aquello que ya haban construido antes que l los caciques,

    trajinantes y funcionarios "a lomo de mua" coloniales: la conciencia de una pertenencia y contemporaneidad que les permitiera concebirse como "coterrneos". Esto, no necesariamente quera decir ciudadanos bolivianos. Segn lo demostrara Rossana

    Barragn (1990), personajes como los retratados por Mercado, en realidad slo eran '. subditos de una repblica que les impona mltiples cargas fiscales (entre ellas, la de

    sustentar el tesoro pblico) sin reconocerles ningn derecho ciudadano. La propia : coetaneidad de sus personajes puede ponerse en duda, y en ese sentido, justamente ;: la creacin de un tiempo "lineal y vaco", en el cual sea posible la simultaneidad, es ; lo que pone en duda su narrativa pictrica, a contrapelo de Anderson -y del propio Rizal.

    Con todo, son los personajes los que hacen diferente su relato. Ellos pueblan su imaginario con preocupaciones ntimamente ligadas a su nocin de lo que era su pas. La naturaleza de este constructo -la Repblica de Boli via- es lo que llama profundamente la

    ^atencin. As por ejemplo, en el registro de hbitos y oficios de los habitantes andinos, Mercado no deja de exhibir una suerte de empatia con el destino de estas poblaciones marginalizadas. En su recorrido de costa a selva por los escenarios del antiguo trajn, lleg a Tacna y Arica por el Pacfico, recorri rutas de arriera entre los valles y minas de

    ' Oruro y Potos, explor los "graneros" de la red urbano-minera y lleg hasta el mundo misional de los llanos amaznicos. Tambin pint un sinnmero de fiestas indo-mestizas

    pque constituan una expresin an ms mezclada y variopinta del registro humano y cultural del pas.

    Las secuencias etnogrficas de la obra nos muestran un agudo estudio cultural, sensible a la "complexin, la actitud, el gesto, el vestido, los hbitos.." (p. 42) de sus personajes, en su mayora indias/os, cholas/os, y mestizas/os, -tambin una que otra seora. En toda esta primera parte de la obra, su intencin no es tanto artstica como documental: un rescate de todo lo que l consideraba interior a la "Repblica de ! Solivia", adems de todo aquello que se hallaba, por as decirlo, en sus "mrgenes", en sus indefinidas e inhspitas fronteras, pobladas por nativos de reputacin "salvaje": : -mujeres fumando, grupos femeninos en escenas de bao colectivo; hombres desnudos y , engalanados- que seguramente estimularan mucho su mirada de pintor. Pero esta ; Repblica que haba extendido sus brazos hacia la Amazonia lejana, era todava demasiado remota para la mirada nuclear andina, la del mercado, el trajn y el trabajo semi-forzado f.'de sus pobladores de habla aymara o qhichwa. Toda la primera parte de la obra, con excepcin de una alegora al gobierno (Lmina 37), corresponde a este estilo, diramos i etnogrfico, propio de los exploradores o viajeros, gnero no slo cientfico sino ante < todo literario, muy caracterstico de fines del siglo XVIII y principios del XIX1. Tambin en Mercado se reunan la mirada cientfica y la mirada artstica, el registro preciso y la kdagacin esttica y alegrica. Esto le permiti conjugar series de imgenes secuenciadas, a travs de metforas, smiles, rupturas y transiciones, que se traducen tanto en el estilo en los contenidos de sus cuadros.

  • 150

    Silvia Rivera*Silvia Rivera*

    Quizs si hoy los 55 aos que vivi Melchor Maran Mercado nos parecen breves,*] no lo seran al calor de realidades tan distintas a las actuales como la que experimentarol nuestros bisabuelos en el siglo XIX. Y por eso su lbum expresa la completitud de unai trayectoria mltiple que se realiza en un discurso plstico maduro y pleno de significados"! actuales. La ingenua alegora del Mariscal de Ayacucho, con la que da inicio al Albura^ parece ceder hacia el final de su vida a una visin ms amarga pero no menos lcida de | las mltiples trabas que an conspiraban contra la realizacin de esa hiptesis que rala) Repblica de Bolivia en 1841-1869.

    En las pginas que siguen, revisar tres secuencias del lbum: la primera, compuesta por tipos andinos en una actitud de "trajn" hacia dos ciudades mercado: Potos y La Paz. La segunda consta de una larga secuencia de iglesias-barcos-montaas-iglesias, con la * que se inicia su etapa de Sorata. Finalmente, cerrar el texto con el anlisis de los ltimos i paisajes y alegoras pintados en Sorata, donde el etngrafo y el explorador ceden paso al* artista, que pinta su entorno y reconstruye retrospectivamente escenas, lejos ya de toda j intencin documental.

    Los horizontes profundos: el mercado interior minero

    Hablar de Bolivia, en trminos demogrficos y humanos, en el siglo XIX, equivala; a describir los tipos humanos forjados en el siglo XVIII al calor del mercado interior potosino, la mit'a y el bullente escenario ritual urbano o pueblerino. Incluso los tipos; humanos orientales, retratados por Mercado con igual prolijidad, corresponden a wr? circuito de este espacio nuclear: no olvidemos que las misiones de Moxos alimentaron el mercado interior del eje La Plata-Buenos Aires, desde antes de la expulsin de los jesuta^ en 1767, hasta muy entrado el siglo XIX (Rene-Moreno [1888] 1973).

    En el espacio nuclear andino, destaca la coexistencia "pluritnica" de tipos mestizos, cholos e indios en las lminas dedicadas al mercado, al trajn comercial y la feria. Pero adems, casi todas estn agrupadas en una sola secuencia: salvo una alegora al gobierno titulada "Mundo al Revez", el resto de la secuencia cubre tipos mercantiles que giran enS torno a Potos y La Paz.

    La serie se inicia inmediatamente despus de otra, dedicada al vasto tema de la fiesta. La Lm. 23 describe un tpico puesto de venta de comestibles, con una vivandera^ indgena atendiendo a un hombre y dos mujeres de aspecto cholo o mestizo. En la ferial se habran podido hallar tambin los personajes del siguiente cuadro (Lmima 25)2, enlal que se representa un q'ipiri, un invlido montado a horcajadas sobre un ciego y unal vendedora de a! gn tipo de licor. La Lmina 26 representa a unos jugadores de ruleta en; un espacio obviamente ferial, y finalmente, en la Lmina 27 se ve una mujer mestiza! comandando a un grupo de indgenas que transportan chicha. Estas imgenes confluyen , en el "Serr mineral" de Potos (Lmina 28). La "centralidad" del Cerro Rico en el conjunto, crea un "efecto de montaje" en el observador del presente, que nos permite? vislumbrar una larga historia de entrecruzamientos y segregaciones, que data al menos! del siglo XVI. Para Mercado, las distinciones se basan sobre todo en la vestimenta! (regional, tnica, ocupacional), a travs de la cual emblematiza jerarquas sociales y (fel poder.

  • uncios iconogrficas 151

    Los cuadros dedicados a la ciudad de La Paz muestran similar disposicin de las [liras, convergiendo hacia la ciudad andina, eje de un circuito muy vasto, que Mercado retratara posteriormente en sus confines hasta Arica y Tacna. En conjunto, estos circuitos [articulados comercialmente sobre el mismo mapa que antao siguieran los "trajines" |otosinos, convocaban an, a mediados del siglo XIX, a empresarias cochabambinas de ra chicha, Harneros tnicos o de ayllu, comerciantes indgenas especializados, y una ;variedad inmensa de tipos urbanos, incluido un qhuya runa (trabajador minero). La istoriografa del perodo colonial ya nos haba permitido imaginar estas escenas en los [espacios urbanos, o en el sinfn de tambos y rutas interiores que cubra el vasto espacio trajn o mercado interior minero (cf. Tandeter 1992, Glave 1989).

    Dentro de cada lmina, le interesa tambin recalcar las diferencias de poder, riqueza Ijerarqua social. En su retrato del qhuya runa potosino, mediante la yuxtaposicin del Jkinero con una "mestisa" y varios "indios" del lugar, nos muestra esa ruta especfica de la cholificacin urbana, que fue el trabajo en las minas desde fines del siglo XVIII. [(Lmina 30). El mismo contraste ofrecen las "Cholas y Mestisas" de Cochabamba [(Lmina 31) que parecen una confirmacin ex ante de las hiptesis lanzadas por Larson ra los setenta y Rodrguez y Solares en los 80, acerca del papel decisivo de las unidades [domsticas al mando de mujeres, en la articulacin mercantil entre los valles, minas y ("ciudades (Larson 1992, Rodrguez y Solares 1990). Asimismo, la idea sugerida por IRossana Barragn (1992) acerca de los fenmenos que dieron lugar a la emergencia del [inundo "cholo" como una suerte de "tercera repblica" resulta singularmente ilustrada |or la Lmina 35. El pintor destaca un notable parecido (y hasta mayor proximidad psica y de gesto) entre la mujer "india" y la mujer "mestiza" de La Paz: su vestimenta es Basi idntica (salvo las alforzas que lleva la segunda en la pollera). Significativamente, saparte de los zapatos, lo que ms distingue a la mujer mestiza es la ostentacin de una toan llave que cuelga de una cadena en la cintura, como enfatizando que el advenimiento Idel mestizaje lo fue tambin de ciertas formas de propiedad privada y riqueza personal. pro adems, mientras las mujeres parecen hermanarse en el gesto y la ropa, los hombres le dan la espalda entre s: el mestizo est arriba del cuadro, caminando hacia la derecha, Bnientras que el indio est abajo y va en sentido opuesto. La separacin es reforzada [adicionalmente porque ambos personajes visten de un modo radicalmente distinto. ICundo se transform esta situacin? Cmo es que los varones devinieron en eptome pe aculturacin y cambio autoimpuesto, mientras que las mujeres (en especial, las cholas Irbanas) se convirtieron en emblema de una etnicidad marginalizada?

    La primera parte del lbum permite apuntar tambin a vacos y ausencias en el pnocimiento del pasado boliviano. Para comprender la serie dedicada a las fiestas, cuan Itil resultara una historiografa de ellas, donde se indague sobre sus mltiples conexiones Ion el fenmeno mercantil y social en los perodos colonial y republicano. Tal como la presenta Melchor Mara Mercado, la fiesta resulta ser una temtica absolutamente afn |contigua a la del mercado: no slo sus personajes se entremezclan con los trajinantes. tambin se observa en ellas el mismo abigarramiento tnico, las jerarquas sociales y los livergentes sentidos en que los personajes se enrumban. Todo esto alude a aquella progresiva y contradictoria transformacin cultural a que da lugar el mercado, al mismo

  • 152

    Silvia Rivera !Silvia Rivera !

    tiempo reforzando las identidades segregadas heredadas y brindndoles nuevos escenarios * de autotransformacin. Las fiestas retratadas por Mercado tienen un sello catlicof mestizo, pero los personajes y simbologas indgenas estn siempre presentes, ya sea'| dominando la comparsa (danzantes, waka tuquris) o participando en ella como una figuE ms (k'usillu, kharisiri). Aunque muchos de estos personajes han desaparecido, hoj como en el siglo XIX, la fiesta brinda la oportunidad de subvertir los rgidos role estamentales que se observan en la vida diaria. Paradjicamente, son los disfraces lo que hacen posible una convivencia nter-castas, bloqueada cotidianamente por fronter, de vestimenta, habla y gesto, que en la normalidad resultan casi imposibles de cr

    Es posible que el elemento articulador de la secuencia sea una visin histrica | regional del "espacio", como escenario de trajines comerciales, poblamiento humano| paisajes nombrados hace siglos. Resulta curioso que no haya incluido a Sucre -su ciud natal- en el lbum, y que haya preferido divagar por el circuito que hara fuerte al eje I Paz-Oruro y sus ramificaciones hacia la costa y el hinterland minero. La propia forma c mostrar a las ciudades de La Paz y Potos -(Lmina 28 y 34)- est imbuida de un ci misticismo: por un lado, la imagen imponente y triangular del Sumaq Orqo que se extien sobre la ciudad minera; por otro, una vista espectacular del Illimani desde el Montc (u otro lugar similar). El conjunto nos remite a una suerte de Arcadia colonial, que Mere enfatiza sutilmente. Sin embargo, tambin hace mofa de toda esta construccin, < alegora del "Mundo al Revez", donde muestra un arado tirado por dos hombres^ conducido por un buey al son de una msica indgena (Lmina 37). Una imagen muji pacea, con la que ridiculiza al poder poltico regional en la naciente repblica3.

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  • ^Secuencias iconogrficas

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    La simbologa e iconografa del poder

    Ms all del bien y del mal, solitarias e inclumes en su blancura, se suceden i serie de representaciones de iglesias, veleros y montaas, que dan inicio a su "etapajj Sorata". Lo caracterstico de todas ellas es la ausencia de la figura humana. Toda la s est fechada entre el 2 y el 19 de octubre de 1868, en lo que constituye quizs su i intensa etapa de trabajo. Doce de estos cuadros representan iglesias de Bolivia y el Pe tres, apachetas de ambos pases; dos son escenas martimas y una est dedicada; arquitectura pblica de Tacna.

    El ordenamiento interior de la secuencia sigue una lgica de asociaciones, que \ presidida por el intento de representar de varios modos la emblemtica del poder p en el escenario regional compartido por las tres naciones: Bolivia, Per y Chile.* algunas lminas (90,93,96), los objetos estn poco trabajados en la parte inferior. Incli en una de ellas -cuya torre est dibujada con precisin- la puerta principal flota e.,, vaco, pues el autor ha omitido dibujar-la fachada principal del edificio (Lmina 96}

    Si observamos la secuencia completa, advertiremos que, en general, los per., superiores le interesan en particular. Esto ocurre tanto con las iglesias como con j montaas, e incluso con la glorieta de Tacna. Adems, en tres de las lminas arquitecto flamean banderas peruanas en lo alto de las edificaciones. En las lminas martui tambin hallamos banderas, aunque retratadas de un modo ms realista. Todo ello per

  • pecuencias iconogrficas 157

    pnsponer distintos smbolos entre las series interiores que componen la secuencia. La Ipidad misma de todo el ejercicio est dada por su inicio y su fin: al principio, las iglesias Be Ayo-Ayo-Sicasica, y al final, las de Calamarca y Viacha. Parece que la divagacin pobre el mar y los poderes relativos de Per y Solivia, se hubiese hecho a partir de un

    Corazn" productivo y social: la ruta troncal La Paz-Oruro, flanqueada por una ctacular sucesin de iglesias y montaas.

    El nexo simblico entre iglesias y montaas, quizs no resultara extrao a un ador andino: se sabe que en el norte de Potos y Oruro, las torres de las iglesias Mallku) se asocian explcitamente con las cumbres de las principales montaas en la regin, y ambas son escenario de rituales, libaciones y embanderamientos, bargo, en estas lminas se da una radical trasposicin de sentido. Hay una tonalidad lonalista y conservadora en el conjunto, que se subraya mediante banderas, sobre peruanas. En toda la secuencia, Boli via y el Per parecen formar parte de una unidad mayor, articulada por una misma

    cordillera y siglos de historia colonial compartida. La isin de las Apachetas de la cordillera como emblemas nacionales y como smbolos de |itoridad y poder poltico, se inserta as en una imagen de lo nacional que slo es posible las funciones autocrticas de la Iglesia y el Estado, cuya fuente de poder estara, entonces, ms all de la historia. La reflexin no es ajena a una larga tradicin oligrquica ilustrada de telurismo que busc convertir a los dioses andinos en las fuentes ltimas del poder republicano.

    La secuencia entonces se desdobla en series: torres-banderas, veleros-cerros. Tal parece que Melchor Mara Mercado buscara compartir con su pblico una reflexin isobre las fuentes de la soberana y el poder en las tres jvenes naciones. La Lmina 95 retrata barcos en proporciones realistas, pero el velero peruano es ms pequeo y antiguo que su contraparte, un barco a vapor de bandera chilena. Esta parece ser la real dimensin 3S poderes que amenazan enfrentarse. De otro lado, las representaciones de los cerros aceden a una pobrsima imagen de la presencia boliviana en el Pacfico: en la Lmina $, bajo el enigmtico ttulo de "Barca de Quinua. Creta", unas casuchas y una precaria ion de palos sobre turriles muestran el poder naval ms exiguo de todos, en contraste Ion la majestuosidad de las figuras montaosas que le siguen. La centralidad de la. Lmina |f5, donde los barcos de Chile y el Per aparecen entre mltiples veleros, es recalcada p por la presencia contigua de dos iglesias-centinelas embanderadas, la de Tacna y la de Arica. Tal pareciera que, diez aos antes de la guerra del Pacfico, Mercado imaginara a Bolivia y el Per bajo la amenaza de un conflicto latente, que se cerna sobre los paisajes f y pobladores descritos en su lbum. La estereotipada representacin de las banderas ^peruanas (Lmina 89, 94, 96) y la exageracin de sus dimensiones vehicula una idea |bbsesiva de soberana, o el anhelo de algn poder protector que permitiera al Per mantener |la integridad de su territorio. Las imgenes de los cerros cumplen una funcin similar |con respecto a Bolivia: emblema protector de una heredad amenazada; razn de existir Ra comunidad imaginada Bolivia, inscrita en un pasado anterior a la historia.

    El efecto de montaje no puede aqu ser pasado por alto. No slo el ordenamiento de tos dibujos, tambin la similitud en el tratamiento, en el manejo de trazo y lnea, nos I conducen a otros significados, no perceptibles si los cuadros se observan aisladamente.

  • 158 Siluia

    Si habra que ponerle un nombre a este significado, podramos hablar -como en la pelcula: "Kagemusha" (la sombra del guerrero de Akira Kurosawa)- de una simbologa y uflg iconografa del poder (all Imperial, aqu Republicano), que traducen las percepciones deseos del autor, pero tambin la tensin simblica y las desigualdades de podero naval* y terrestre en tres pases que una dcada ms tarde entrarn en guerra para re/definir los \ alcances de sus respectivos territorios. Melchor Mara Mercado expresa estos conflictos ] en su imaginario de la nacin boliviana. La precariedad del poder republicano, -del mismo I modo que la no coetaneidad de sus tipos humanos, la no contigidad entre el mercado | interno del pas y sus fronteras administrativas, sern trabas contundentes a su anhelo de j imaginar una comunidad viable y continua -en el tiempo y el espacio- en ese map< { llamado Bolivia. Paradjicamente, esto acabar distanciando radicalmente su postura, ; de la que -segn Anderson- caracterizara a narrativas como la de Rizal o Fernndez de | Lizardi (El periquillo sarment). ?;

    Volv amos una ltima vez al tema del poder poltico. Quizs la secuencia de iglesia barcos-montanas ofrezca tambin el recorrido por una suerte de "columna vertebral" de Bolivia, escenario donde tales continuidades seran posibles, como anclajes de una imagen | viable de nacin. La marcada inclinacin del pintor por el circuito paceo costa-altiplano:a*' minas prefigura entonces, de un modo muy extrao, la resolucin que habra de tener una guera an ms remota para l que la del Pacfico: la contienda entre liberales paceos y conservadores chuquisaqueos de 1899. Y aqu podemos percibir una nueva parad en Melchor Mara Mercado. A diferencia de la secuencia anterior, su lectura de las fueni del poder republicano tiene un anclaje conservador: el poder estatal apan indisolublemente vinculado al poder de la Iglesia, a tal punto que, en el caso de Arii Tacna, sta representa la soberana de aquel. La inclusin de la serie de montaas proye| estos significados hacia las deidades andinas y las dota de un aura representacii igualmente conservadora y poderosa. Un siglo ms tarde, ya dentro de un ginfi pensamiento marcadamente progresista, Jaime Mendoza habra de proponer al "M; Boliviano", como la columna vertebral y la razn de ser profunda e integradora de esa entidad tantas veces desmembrada que se llamaba Bolivia. En este pensamiento, t paradoja que Mercado vivi entre una visin conservadora del poder poltico y una visif progresista de la economa y las relaciones mercantiles, pareca haberse por fin resuelto en una suerte de programa, por el cual las lites bolivianas terminaran -entre la gea; del Chaco y 1952- de imaginar a la nacin como un conjunto homogneo de gi coetneas, unidas por cordilleras, rutas y mercados.

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  • Lmina 95.- "Per. Muelle de Arica."

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  • Secuencias iconogrficas

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    na reflexin sobre la felicidad y la rabia: los ltimos cuadros de Sorata

    ;;. A la secuencia de iglesias-apachetas le sucede una nueva serie etnogrfica, de trazo s escueto y estilizado, donde se pintan personajes propios del trajn y del mercado valle-, pero en conjuntos humanos mucho ms homogneos (ver Lminas 105-UO). Se a decir que a partir de aqu su estilo deja de ser nive y se vuelve ms moderno y sivo, pero sin abandonar an la intencin inventariadora. Por ltimo, la etapa de i culmina con una serie de paisajes de la propia localidad, que se entreveran con la entacin de una danza autctona y dos escenas de tipo alegrico (Lminas 116-118).

    La serie de paisajes dedicados a Sorata (Lminas 113-115,119-120) culmina el giro ilstico y de motivaciones que experimentara Mercado a lo largo de su vida. Si en las secuencias de la fiesta, el mercado interior y las iglesias-montanas, el autor haba sido un

    jnventariador y un documentalista, hacia las postrimeras de su vida, se dedicara a explorar paisajes ms ntimos, a travs de los cuales expresaba tambin imgenes ticas y estticas lo nacional. En estas lminas, la mirada de Mercado comienza a poblar el suelo que ita con la representacin de ros, rboles, puentes, chacos, sembrados. Las casas y lesias se integran, entre s y con el paisaje circundante, al amparo de dos cumbres taculares: el Illampu y el Ancoma. Pero, a diferencia de las apachetas retratadas al io de su estada en Sorata, en esta ocasin la cumbre

  • integra un paisaje dominantemente 10 y productivo (donde ni siquiera est presente la Iglesia, Lmina 113, o donde lo de un modo discreto, Lmina 115). As, Sorata, que podra haberle brindado la

  • 2 64 Silvia Rivera

    confirmacin ms vivida del poder iconogrfico de montaas e iglesias, resulta permitindole la reconstruccin de un paisaje integrado, presente slo de modo excepcional en su obra anterior.

    La sensacin de orden y prosperidad que emana de estos cuadros se debe quizs al modesto bienestar experimentado por Melchor Mara en la etapa de Sorata, donde tuvo una breve estada como funcionario militar. De los escuetos datos de su historia, as como de estos paisajes, se desprende su fundamental conformidad con el orden de cosas seorial. Sin embargo, ms que prosperidad material, los paisajes de Sorata retratan una paz y un bienestar interiores, que aluden a la maduracin de su obra y de su trayectoria-vital.

    Qu enigmas se esconden en la vida de este hombre, para que la serie de idlicos paisajes de Sorata se vea brutalmente entrecortada por dos alegoras a los pecados capitales, (Lminas 117-118), donde parece volcar toda la amargura inconsciente por su propio origen e identidad, vctima quizs de vilezas materiales, o amigo consuetudinario del alcohol?

    Es posible an imaginarnos a Melchor Mara como a un p 'ajpaku itinerante que iba, de cantina en cantina, echando su relato y exhibiendo sus curiosidades. Sabiendo que al fin y al cabo, la patria es slo un puado de imgenes queridas, Mercado pareca haber encontrado en Sorata un sitio de reposo, que le permite dar rienda suelta a su| imaginacin y trabajar intensamente en una suerte de trashumancia retrospectiva. El eje] del conflicto se transforma narrativamente en este trayecto, integrando a los mismosj motivos pictricos en campos de significado totalmente diferentes. As, las iglesias y| montaas pintadas en octubre de 1868, se yerguen autoritarias, por encima del artificial humano, y se comparan abiertamente con una sucesin de cumbres en las cordilleras. Un mes ms tarde, las iglesias se han integrado al paisaje del pueblito tradicional, en las] faldas del Illampu. Quizs este gesto de retorno a su sensibilidad ntima como pintor, \m permitiera al fin resolver los conflictos y tensiones que acompaaron sus iniciales reflexiones sobre el poder poltico en Bolivia. Gente, paisaje y arquitectura se funden at| fin en un todo orgnico, en un orden social imaginado, que inaugura una comunidad del seres coetneos.

    El que la serie se vea interrumpida por amargas visiones alegricas de abogados y curas alude quizs a la volatilidad de tales aspiraciones. Estas crueles alegoras permiten! adivinar cuan precaria y cargada de conflictos resultaba su imaginacin de Bolivia, jl cuan paradjica la funcin del lbum de Melchor Mara Mercado en tanto narrativf capaz de fundar, en sus contemporneos, la imagen compartida de pertenecer a (misma) nacin.

  • Secuencias iconogrficas

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