sembrando para servir—cien voces hechas realidad

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This book chronicles the 10 years of Foundation Gandhi, Medellin (Colombia)

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Sembrando para servirCien voces hechas realidad

10 años

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Copyright© 2011 Fundación Mahatma Gandhi

La edición de esta publicación fue posible gracias al apoyo brindado por la Asesoría de Paz de la Gobernación de Antioquia.

La Fundación Mahatma Gandhi agradece además la donación de las siguientes personas:Manuela Correa Upegui, diseñadora y coordinadora editorialEva Zimerman de Aguirre, correctora de estiloNicolás Restrepo Henao, colaborador especial

ImpresiónImprenta Departamental

Este libro es de distribución gratuita.

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Señor

Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertesy a no decir mentiras para ganar el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.Si me das éxito, no me quites la humildad.

Si me das humildad no me quites la dignidad.

Ayúdame a ver siempre la otra cara de la medalla,no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismoy a no juzgarme como a los demás.

No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.

Enséñame que perdonar es un signo de grandezay que la venganza es una señal de bajeza.

Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.

Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme,y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.

¡Señor, si me olvido de ti, nunca te olvides de mí!

Mahatma Gandhi

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Solo una vida puesta al servicio de los demás da frutos”.Mahatma Gandhi

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PrólogoCien voces sembrando para servir

Fundación Mahatma Gandhi, verdad y noviolencia

Lo que me motivó a mí y a mi familia

Lo que vio un Embajador de la Indiacuando visitó Medellín

Historias de vida

Agradecimientos

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Contenido

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Sembrando para servir

Las historias de vida son una manera de acercarnos a la realidad de cada uno. Es una sencilla herramienta etnográfica para contar la propia vida, para compartir con otros las lecciones aprendidas, para oír la voz propia y original de cada uno. Los sentimientos, las emo-

ciones, los recuerdos, las anécdotas, los personajes de nuestras vidas, las experiencias, van tomando forma y reconstruyendo lo que nos ha marcado. La MEMORIA se vuelve entonces el principal instrumento para el recuento de lo vital y relevante de la existencia. En el relato autobiográfico reunimos lo más significativo para llenar de sentido nuestros particulares trayectos vitales.

Se dice popularmente que cuando decidimos sentarnos a escribir nuestra historia de vida hemos optado por abrir una mirada al futuro, des-de el sonido del pasado, para responder de alguna manera a la pregunta esencial: ¿quiénes somos? Cuando nos escribimos a nosotros mismos, cuan-do reflexionamos sobre la propia existencia, estamos también adelantando un bello ejercicio de “ordenarnos” en la historia, para poder a su vez arri-marnos al orden en nuestros trayectos por venir.

El único mérito que tengo para presentar el prólogo a las historias de vida de los becarios de nuestra Fundación Mahatma Gandhi de Medellín, Colombia, es ser testigo excepcional del proceso formativo en el lideraz-go de la noviolencia que estos jóvenes recibieron, de manera simultánea, mientras adelantaban sus estudios universitarios.

Cada uno de ellos irá tomando la palabra, regalándonos su testimonio y la manera particular en que la Fundación “tocó” su vida e hizo girar el camino que llevaba. Quienes hemos estado cerca de ellos mantenemos la firme convicción de que cada una de esas maravi llosas vidas se fundamenta hoy en los valores esenciales y no negociables que dan sentido misional a la Fundación Gandhi. Si es cierto que la palabra puede con casi todo, sabemos que lo verdaderamente significativo es la coherencia entre lo que se pien-sa, se dice y se hace. Por tanto, cada uno de ellos sabe que lo verdadera-mente aleccionador es el ejemplo de vida y es por eso que no deben ceder

Cien voces sembrando para servir

Prólogo

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Sembrando para servir

en el esfuerzo diario por depurar su criterio, carácter y voluntad, para en-frentar cualquiera sea el mundo que elijan crear y protagonizar.

Todos ellos comparten un compromiso serio y sincero: la pasión por lo que hacen, una alegre actitud de servicio, y la fe y confianza inquebranta-bles en sí mismos y en los demás.

Aquí están entonces estas primeras historias de vida llenas de huma-nidad. Las presentamos con sincera emoción. Oigamos sus voces, a capella, que a manera de coral, van agregándose y acoplándose como una compo-sición polifónica que busca ir de lo vicioso a lo virtuoso, al hablar de sana convivencia y tolerancia a la diferencia.

Todas y cada una de las reseñas autobiográficas son valiosas por sí so-las. Unas más poéticas, otras concentradas en circunstancias dolorosas, la mayoría llenas de amor y agradecimiento, otras salpicadas de buen humor; para que el conjunto sea lo más variopinto y cercano al mestizaje maravi-lloso de nuestra rica cultura verbal.

Aunque suene un tanto pretenciosa la declaración, quienes hacemos parte de la Fundación Mahatma Gandhi, bien sea como beneficiarios, bene-factores, voluntarios, empleados y colaboradores, nos sentimos hoy mejores personas, gracias al efecto generoso y bondadoso de esta hermosa causa.

El más grande y profundo deseo de este esfuerzo editorial es que cada ser humano que tenga en sus manos esta publicación se deje emocionar por la cau-sa de la noviolencia, se permita ser tocado por los sueños que acompañan estas páginas y nos acompañe en el esfuerzo por multiplicar el sembrar para servir.

Si el 2 de octubre del año 2002, una pareja de extranjeros generosos, venidos de la India, Harivadan y Hasita Shah, asumieron un compromiso de responsabilidad social con Colombia, a los nativos nos corresponde, por mí-nima dignidad y agradecimiento, colaborar y asociarnos de cualquier forma para que el beneficio del liderazgo para la noviolencia impacte de manera contundente a nuestra Colombia.

Luz Gabriela Gómez RestrepoVoluntaria Fundación Gandhi

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Sembrando para servir

Para responder a una de las grandes necesidades del país: la equidad en el acceso a la formación y bajo la filosofía de la noviolencia, se crea la Fundación Mahatma Gandhi, como una iniciativa desde la sociedad civil.

Con domicilio en la ciudad de Medellín y constituida mediante escritura pública número 68 del 16 de enero de 2002, esta entidad sin ánimo de lucro pretende crear una cadena humana para regalar vida y dar a conocer la filoso-fía de Mahatma Gandhi, becando estudiantes universitarios y además formán-dolos como líderes multiplicadores de la noviolencia.

La mejor estrategia social para hacerle frente de manera democrática y racional a la situación estructural de exclusión de nuestra sociedad colom-biana, es constituir a la educación en una oportunidad real para que todos puedan acceder a la sociedad en condiciones de igualdad. “Sin educación nos imposibilitamos de humanidad”.

Identidad: la Fundación Mahatma Gandhi es una institución sin ánimo de lucro, sin filiación política ni religiosa, dedicada a la promoción de los principios de Mahatma Gandhi, verdad y noviolencia, por medio del desa-rrollo de líderes para la convivencia pacífica en Medellín, Colombia.

Visión: una sociedad que promueve verdad y noviolencia como forma de vida permanente

Misión: promover la práctica de verdad y noviolencia, y los principios de Mahatma Gandhi para alcanzar la convivencia pacífica y una sociedad más equitativa. Por medio de:• Campañas sociales en verdad y noviolencia.• Formación y práctica en verdad y noviolencia, con énfasis en niños,

adolescentes y líderes sociales.• Estudiar las causas y consecuencias de la violencia.

Los becarios son mis estrellas, ellos son mi orgulloy siempre voy a estar ahí para ayudarlos a ellos”.

Harivadan Shah.

Fundación Mahatma GandhiVerdad y noviolencia

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Sembrando para servir

Soy originario de la India y gracias a mis estudios en Alemania como Ingeniero de Procesos con especialización en Galvanoplastia, vine a Medellín por una oferta de trabajo hace 36 años, acompañado de mi esposa Hasita y mis dos pequeñas hijas Claudia y Mansi. Gracias a la

gran acogida que recibimos en estas bellas tierras antioqueñas decidimos quedarnos definitivamente en Medellín.

Convencidos de “quien solo el que da recibe”, y reconociendo los be-neficios que habíamos recibido, decidimos apostarle a una propuesta de carácter social en aras de contribuir con la paz de la ciudad.

Luego de buscar entre muchas alternativas encontramos que la edu-cación tiene un estrecho vínculo con la equidad y la justicia social y, por tanto, es una herramienta fundamental para la construcción de conviven-cia pacífica. Es así como nace la Fundación Mahatma Gandhi, que desde el año 2002 está becando estudiantes universitarios y además los está forman-do como líderes multiplicadores de la noviolencia.

El trabajo no ha sido fácil, pero con una gran satisfacción puedo decir que durante los diez primeros años de la fundación hemos becado 115 estu-diantes universitarios de los cuales 39 ya están graduados. Ellos son las se-millas que estamos sembrando en Colombia y que esperamos en un futuro no muy lejano, germinen y se vuelvan multiplicadores de todos los valores que estamos introyectando en ellos y que necesitamos recuperar para que haya una verdadera y sana convivencia pacífica en nuestra ciudad.

Mi mayor satisfacción está más en dar que en recibir y ello me trae al recuerdo esta máxima de R. Tagore: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría, Desperté y vi que la vida era servicio, Serví y vi que el servicio era alegría”. Por eso “yo no me considero benefactor de esta obra, me consi-dero el mayor beneficiado”.

Para mí es muy importante que estos estudiantes sobresalgan en su vida, pero que nunca olviden sus orígenes y que cada vez que puedan ayudar a alguien no lo duden un instante. Que en la vida ni la plata ni la fama se les vaya a subir a la cabeza, y que siempre mantengan firmes los pies sobre la tierra.

Harivadan Shah

Lo que me motivó a mí y a mi familia

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Sembrando para servir

Lo que vio un Embajador de la India cuando visitó Medellín

Julio de 2011

Tenga cuidado... me aconsejaron algunos amigos cuando les dije que iba a visitar a Medellín, una ciudad conocida por secuestros, asesinatos y tráfico de drogas. Otro grupo de amigos también me dio el mismo consejo, pero por razones diferentes. Ellos estaban

celosos... las mujeres de Medellín tienen fama de ser las más bellas de América Latina. Así que se podrán imaginar mi equipaje lleno, acompaña-do de temores, expectativas y fantasías con las que llegué a la ciudad el 7 de julio. Pero me llevé una sorpresa totalmente diferente. Me encontré la Fundación Mahatma Gandhi que celebra el Festival de la Noviolencia, fun-dada por un Gujarati (departamento de la India)... el Sr. Harivadan Shah.

Así que mi primera visita en la ciudad fue a la Fundación Mahatma Gandhi. Shah la describió como “una organización que busca recuperar la vida para reconstruir la esperanza en una ciudad que ya no quiere ver a sus hijos morir en las calles, ya sea por una bala o en las manos de un asesino”. El objetivo de la Fundación es “enseñar a todos que, de hecho es posible restaurar la esperanza que la violencia nos ha robado. Esto sólo comien-za cuando cada ciudadano decide conscientemente: no contribuir más a la cultura de la violencia que nos rodea y en su lugar hacer algo para cons-truir una convivencia pacífica, no sólo con los demás, sino también dentro de uno mismo”.

La Fundación Mahatma Gandhi cuenta con un auditorio para las reunio-nes. Hay dos empleados de tiempo completo en la oficina de la Fundación que está ubicada en la planta superior de la fábrica del Sr. Shah. Las autori-dades locales, ONG’s, y algunas compañías apoyan a la Fundación y sus acti-vidades con el treinta por ciento de la financiación, mientras que el setenta por ciento restante de los fondos son del mismo señor Shah. Los medios de comunicación local han dado amplia publicidad para elogiar el trabajo de la Fundación.

La Fundación celebra Gandhi Jayanti (natalicio de Mahatma Gandhi) cada año, con seminarios, talleres (10 talleres de liderazgo y varios talle-res de crecimiento personal), marcha con velas y eventos en escuelas y

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Sembrando para servir

colegios. Invitan a las personas “para encontrar soluciones al problema de la violencia en la ciudad - inicialmente dentro de sí mismos y luego repli-cando estas soluciones con la gente alrededor de ellos”. La Fundación en-seña yoga y meditación para ayudar a las personas a lograr la armonía y paz interior.

La Fundación no predica su enseñanza solo dentro de las cuatro pa-redes de sus instalaciones, sino que también organiza campañas en las es-taciones del Metro de Medellín y las calles, incluso en los barrios peligrosos como las comunas populares que están plagadas de crímenes y narcotráfi-co. La Fundación lleva a cabo reuniones de solidaridad con las víctimas de la violencia. Los voluntarios de la Fundación trabajan en el Metro y en las calles llevando pancartas que dicen:

“Si tu estás en paz contigo mismo, hay al menos un lugar pacífico en el mundo”.

“No hay un camino para la paz, la paz es el camino”.“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”.La Fundación distribuye mascaras de Gandhi y monturas de gafas a

los marchantes. Algunos colombianos se visten como Gandhi durante las marchas.

Shah fue víctima de la violencia de Medellín. Una vez, una banda de ladrones armados, apuntando con una pistola atacaron su empresa y se llevaron todo lo que pudieron. La segunda vez los ladrones trataron de dis-pararle, pero el tomó el riesgo de desviar su atención, logrando escapar. Luego de esto, una banda de delincuentes puso su nombre en la lista de personas a eliminar, lo que lo hizo pensar en salir de Colombia. Pero sus dos hijas, quienes fueron criadas como paisas (habitantes de Medellín), no querían irse. Ellas eran firmes y convencieron a Shah de que el debería vi-vir y morir allí.

La Fundación Mahatma Gandhi se centra en los jóvenes, quienes son los potenciales reclutas de las bandas criminales. La Fundación trabaja con escuelas y colegios, enseñando a los estudiantes tolerancia, compasión y la

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Sembrando para servir

necesidad de respetar a otros con diferentes creencias. Les dicen a los jó-venes que ellos deben cambiar antes de esperar que el mundo cambie. Su programa más importante es desarrollar, fomentar y multiplicar los jóvenes líderes. Ellos seleccionan los líderes de las escuelas a través de una serie de entrevistas. Los jóvenes líderes reciben becas para continuar sus estudios superiores. Estos líderes llevan a cabo campañas de Noviolencia y partici-pan activamente en todos los eventos de Gandhi. Cuando estos líderes jó-venes de Medellín cuentan a otros jóvenes sobre la Noviolencia, causan un gran impacto, más que si el propio Shah fuera quien diera la conferencia. La única condición que la Fundación establece a los jóvenes líderes, es que cuando consigan un trabajo y estén establecidos en la vida, deben ayudar al menos a otros dos candidatos y ser sus mentores. Uno de los miembros del comité tenía una duda y le preguntó a Shah, que es un pragmático e idealista, ¿cuál es la garantía de que después ellos ayuden a los demás?, él respondió: ¿buscamos una garantía de nuestros propios hijos cuando inver-timos en su educación para que ellos ayuden a sus padres?

Sara es una de las becarias de la Fundación Mahatma Gandhi. Ella estudia administración de empresas. A mi pregunta de en qué clase de empresa le gus-taría trabajar, ella respondió con rapidez y sin vacilaciones, “yo quiero crear mi propio negocio”. Yo le pregunté acerca de la respuesta del público a la cam-paña por la Noviolencia en la que participa. Dijo que los niños en los barrios pobres fueron inicialmente curiosos. Más tarde, algunos de ellos se mostraron positivos y querían saber más acerca de Gandhi. Ella me dijo que la campaña de la Noviolencia ha hecho reflexionar a algunos de los jóvenes sobre la situa-ción de Medellín en una nueva luz con un diferente acercamiento”.

Shah ha vivido en Medellín durante los últimos 36 años. Fue a traba-jar allí como ingeniero químico en una empresa local después de completar seis años de estudios universitarios en Alemania. Él se enamoró de la bella ciudad, con un clima agradable (ellos la llaman la ciudad de la eterna pri-mavera ya que la temperatura promedio es de 21 grados). Después de algu-nos años, comenzó su propia fábrica para producir los productos químicos.

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Sembrando para servir

Shah, Hasita, su esposa Gujarati (departamento de la India) y sus dos hijas, se comunican entre sí en español todo el tiempo. Tienen una casa de campo de diseño creativo donde se realizan retiros para los becarios de la Fundación Mahatma Gandhi.

Shah es a demás el mentor, tutor y el gurú de la mayoría de los 80 indios que han llegado a la ciudad para los proyectos de IT (Tecnología In-formática). Él y su esposa son ávidos y competitivos jugadores de bridge; participan en los torneos nacionales y regionales. Shah baila salsa y tango, realiza fiestas con pequeñas excusas y vive con la filosofía latina. “No de-jamos de divertirnos cuando somos viejos. Nos volvemos viejos cuando nos dejamos de divertir”.

Con esa mente amplia de Gujarati (Hindú), Shah de corazón latino ha hecho de Mahatma Gandhi algo significativo para Medellín, de una manera práctica y pragmática.

Medellín no es el único en el redescubrimiento de Mahatma Gandhi. Hay un resurgimiento de interés en el concepto de Gandhi y la práctica de la noviolencia en América Latina, que se enfrenta a un desafío cada vez mayor de la delincuencia urbana y la violencia. La política, los medios de opinión y los intelectuales se dan cuenta de que esto solamente podría re-solver el problema superficialmente. Ellos quieren ir a las raíces y cultivar una nueva cultura de la No- violencia en los corazones y las mentes de los jóvenes. Es en esta tarea que encuentran en Mahatma Gandhi una fuente de inspiración, y sus ideas pertinentes a la situación de América Latina.

Sr. R. Viswanathan

Traducción blog Latin American Affairs www.latinamericanaffairs.blogspot.com del Embajador de la India

en Argentina, Uruguay y Paraguay “Sr. R. Viswanathan”.

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Historias de vida

La tarea que enfrentan los devotos de la noviolenciaes muy difícil, pero ninguna dificultad puede abatir a

los hombres que tienen fe en su misión”.Mahatma Gandhi

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Sembrando para servir

Soy Erika Acevedo, nací en Medellín hace 21 años y soy la hija mayor de Luzmila David y Edison Acevedo. Juntos se dieron a la tarea de darme un hogar lleno de amor. Mi hermana Daniela tiene 19 años y estudia Negocios Internacionales. Mi hermana menor, Vanesa, tiene 17 años y estudia Contaduría Pública. Así está conformada mi linda familia de 5 integrantes. El sostenimiento del hogar siempre le ha correspondi-do a mi papá, quien lleva trabajando como tejedor en las fábricas textile-ras 13 años. Le ha tocado pasar por muchas empresas a través de contra-

Erika María Acevedo DavidPsicología Social

Corporación Universitaria Luis Amigó

tos, y el tiempo que no trabajaba ajustaba el presupuesto familiar con ventas de trapeadores y arreglos de zapatos. A mis hermanas y a mí nos fascinaba jugar con las tiras y telas porque toda la casa estaba llena de estos materiales. Mi papá hacía las trapeadoras en la jornada contraria a su trabajo en la casa en don-de pagábamos arriendo, que era carísimo. Mi mamá andaba siempre de lado a lado con nosotras porque estudiábamos la primaria en distintas jornadas e instituciones. Cuando yo tenía 12 años y cursaba quinto de primaria, recuerdo que mi padre se quedó sin empleo. En la tienda de Yolanda ya se debían cinco mercados, nos cortaron los servicios, debíamos 3 meses de arriendo y la dueña nos pidió la casa. En ese momento no pude ser indiferente a los problemas y mi reacción fue una crisis de asma. Veía el llanto de mi madre y la desesperación de mi padre. Un vecino le había hablado a mi padre de un barrio en la comuna 9, denominado Candamo donde vendían lotes muy baratos, pero que no tenían escrituras sino un papel de compraventa y que nos conseguiría uno, pero no había dinero para comprarlo. Llegó un momento en que los arreglos de zapatos y 2 ó 3 trapeadores que vendía cada semana no eran suficientes para pagar las deudas, pagar el arriendo y tener luz y agua en todo momento. Un día llegó el vecino y le dijo a mi papá que le diera el equipo de sonido que teníamos y le daba $500.000 por el lote. Mis padres aceptaron con tal de tener una casa, así fuera de madera. Mi papá empezó a visitar este barrio y por el afán de salirnos de la

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Sembrando para servir

casa donde estábamos, con un primo empezaron a sacar tierra de aquel lote para montar la casa en unos palos muy delgados y a improvisar un techo de lata.

Cuando llegamos, mis primeras palabras fueron: ¿mamá, aquí vamos a vivir? Me sentía jugando en una casita de pájaros; mi madre no pronunciaba ni una sola palabra y mi papá solo decía: Hijas aquí ya no se puede jugar. Los ve-cinos del sector nos llamaban las niñas de la palomera. Yo no lo entendía; más tarde comprendí que lo decían porque la casa no tenía ni puerta ni ventanas. Teníamos un tubito por donde bajaba el agua y donde poníamos a llenar las ca-necas para bañarnos y hacer la comida. Cuando iba a la capilla cerca de donde vivíamos le preguntaba a Dios por qué vivíamos en una casa de tablas si yo me había portado bien. No fue fácil adaptarnos a la vida en la palomera. Sufríamos mucho porque mi madre, mis hermanas y yo nos caíamos y nos aporreábamos con alguna tabla que estaba floja. También nos acostumbramos a recoger el te-cho al otro lado de la casa cuando llovía muy fuerte.

En la parroquia Nuestra Señora del Encuentro empecé desde muy niña y después como catequista y a los 14 años junto con el padre iniciamos un grupo juvenil llamado SINAÍ que en este año cumplimos 9 años de estar activos. Ese mismo año conocí a una líder que tenía mucho interés de crear un restauran-te comunitario. Ella pondría su casa y con la ayuda mía sacaríamos adelante la obra. Y así fue. Terminé el bachillerato y fundamos el restaurante comunitario La Casita de la Comida, donde atendíamos 85 niños y niñas del mismo sector en donde yo vivo, que habían llegado allí con sus familias desplazadas por la violencia en sus pueblos. Nuestro trabajo empezó priorizando las necesidades de las familias y pidiendo productos en la plaza minoritaria y mayoritaria para garantizarles a estos niños el desayuno y el almuerzo de lunes a sábado. Al ver este inmenso amor de los niños, compartir con ellos, rezar juntos cada maña-na, verlos reír, llorar y dar gracias a Dios porque quedaron llenos, comprendí la riqueza que tiene uno como ser humano y lo desagradecidos que somos con lo que cada día tenemos. Me enamoré de los niños y las niñas, de los jóvenes, de las mamás cabeza de familia, de los desplazados, de toda la gente a los que les podía regalar mi alegría y gran sonrisa. Así no sentía tristeza de vivir en las condiciones precarias de mi casa, la palomera. Recuerdo las palabras de un sa-cerdote que me dijo un día: “agradece a Dios que no te dio una casa, pero que te regaló un hogar”. Para qué una casa donde no hay hogar y yo sí tenía un hogar. Cuando terminé el bachillerato, a los 18 años, empecé a trabajar en la Corpo-ración Caminos de Solidaridad donde me hablaron de un concurso de Mujeres Talento que hacía la Alcaldía de Medellín para premiar los valores y capacidades de las mujeres de 16 a 25 años de edad.

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Sembrando para servir

Me inscribí en el concurso en la modalidad de Desarrollo Social. Aún re-cuerdo mi rostro caliente y rojo de la vergüenza de que los jurados y las cámaras de televisión llegaran a mi casa de tablas, a la palomera. No podía creer cuando me avisaron que era finalista. Yo no sabía ni qué ponerme para la noche de la premiación. Con el dinero que gané en el concurso y el subsidio de vivienda de COMFAMA de mi padre tuvimos la cuota inicial para nuestra casa. Al empezar el año 2007 mi sueño se convirtió en realidad. Pronto tendré una casa de ver-dad, de adobes, con escrituras de verdad. Gracias a muchas personas y a la fe que siempre nos ha tenido juntos en mi familia, ya no seremos más las niñas de la palomera.

Mi familia y yo hemos sido bendecidos, mis hermanas y yo siempre tenía-mos en mente que queríamos ser profesionales y que nuestra situación econó-mica no iba a ser obstáculo para conseguir nuestros sueños.

Otra bendición que recibí fue ser becaria de la Fundación Mahatma Gan-dhi, gracias a don Hari, a su familia y a muchas personas que le apuestan a la educación superior; estoy aquí en la Fundación y ahora puedo decir que ade-lanto mis estudios en la Universidad; igual creo que como soy bendecida mis hermanas también lo son y podrán adelantar sus estudios.

Estoy orgullosa de pertenecer a una Fun dación una de cuyas principales consignas es “Sembrando para Servir” pues me identifico totalmente con ella porque servir es mi vocación.

No hay un camino para la paz, la paz es el camino”.Mahatma Gandhi

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Sembrando para servir

Astrid Góez GóezTrabajadora Social

Universidad Minuto de Dios

La vida es bella y mucho más cuando encontramos personas que nos ayudan a cumplir el sueño más preciado: ser profesionales integrales para la sociedad.

Soy la tercera de cuatro herma-nas, hija de Luz Marina Góez y Hora-cio Góez Arias. Nací en Cañasgordas, Antioquia, y desde mi concepción he tenido una lucha fuerte por salir ade-lante por las condiciones socioeconó-micas de mis padres, situación que los llevó a entregarme a mis abuelos maternos cuando solo tenía diez me-ses. En este nuevo hogar recibí mucho afecto, no me faltaba lo necesario para vivir cómodamente, pero sí me hacía falta mi mamá, a la cual veía pocas veces.

Fui víctima de los conflictos de pareja que tenían mis padres hasta el punto de que me separaron de mis abuelos cuando apenas tenía cuatro años. Me internaron en una casa-cuna en Santa fe de Antioquia. Estuve a punto de ser adoptada por una seño-ra llamada Nelly, de quien aún tengo buenos recuerdos. Pero como el amor de mi papá hacia mí era muy grande, este no permitió que se llevara a cabo el proceso de adopción y de nuevo volví al hogar de mis abuelos, donde empecé a estudiar la primaria.

Los años en la escuela fueron maravillosos y aunque tenía muchos vacíos por la ausencia de mi mamá, me iba muy bien en el estudio. Tenía muchos amigos y participaba en todos los eventos que hacían en el pueblo y que estaban acorde con la edad en que me encontraba. La vida en el colegio me fue enseñando a madurar y a despertar mis habilidades para trabajar con la gente; hice parte de grupos juveniles que impulsaban el deporte, participé en la banda marcial, lideraba los grupos para hacer el aseo en las calles, era catequista, era integrante del equipo de voleibol que representaba al municipio de Cañasgordas en los juegos intercolegiados departa-mentales, y me gustaba estar en las reuniones que tuvieran que ver con el progreso del pueblo. Todas estas actividades me llevaron a pensar que quería ser una persona profesional y que trabajaría por sacar adelante el lugar donde nací.

Cuando cursaba el grado once empecé a soñar con una carrera universitaria, pero cuando miraba a mi alrededor veía ese sueño muy lejano, porque mi familia no

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Sembrando para servir

tenía cómo cubrir los gastos sobre todo porque tenía que desplazarme de Cañas-gordas a la ciudad de Medellín. Mi papá me decía que él había hecho todo lo posible para que yo terminara el bachillerato y que si quería seguir estudiando tendría que ponerme a trabajar y ahorrar para hacerlo.

Separarme de mi familia no fue fácil; llegar a Medellín implicó muchos cam-bios: tenía que hacerme responsable de mis gastos, los familiares que me ofrecie-ron hospedaje decían que tenía que ponerme a trabajar en lo que resultara porque la vida en la ciudad no era tan fácil, pero aún así no renuncié a mi sueño de estudiar en la Universidad. El primer trabajo que conseguí fue de niñera y con lo poco que ganaba cubría mis gastos básicos. Ya me había presentado a la Universidad de An-tioquia y no había pasado, así que tenía que postergar el deseo de estudiar.

Otros de los trabajos que tuve fue con una tía en un supermercado en el Cho-có. La estadía en aquel pueblo tan pobre me llevó a reflexionar y a pensar que había muchas cosas por hacer en este país, donde la indiferencia y la corrupción han frus-trado el sueño de muchas personas y con ello la de sus pueblos.

De regreso a la ciudad, me empeñé en salir adelante; me volví a encontrar sin empleo y me vi en la necesidad de trabajar en una casa de familia, en la que duré dos años. No puedo dejar de agradecer a aquella familia que me apoyó en mi deseo de salir adelante y darme un espacio para que yo trabajara y también estudiara. Fue una etapa muy difícil de mi carrera, puesto que el agotamiento físico y mental era demasiado, razón por la que renuncié y por un tiempo me dediqué solo a estudiar. Logré costear-me los pasajes con lo de la liquidación y con lo que mis hermanos me podían dar.

Posteriormente, la situación se fue poniendo más difícil ya que solo contaba con la estadía en la casa de mi mamá y lo que ganaba en las casas donde trabajaba era suficiente para ayudarme. Muchas veces tuve miedo de no terminar la carrera por la situación económica, pero afortunadamente apareció en mi camino la Fun-dación Mahatma Gandhi, que ha contribuido para que yo haga realidad mi sueño de ser Trabajadora Social, que trabaje en pro de la sociedad, pues la ayuda que nos dan no es solo económica, sino una formación integral, y a través de la enseñanza de la filosofía de la noviolencia que impulsó Mahatma Gandhi, mi vida y mi forma de verla se ha transformado para bien de todos los que me rodean.

Quiero agradecer a la Fundación y a sus directivas, en especial al doctor Hari, por su empeño, por su lucha y por creer que otro mundo mejor es posible. A Ana Lucía, por su entrega y por su paciencia, y la doctora Gloria Pérez por su acompañamiento en la mentoría.

Ser parte de la Fundación es todo un honor, por eso invito a todos los be-carios a que queramos y la hagamos parte de nuestras vidas, porque es lo mejor que nos ha podido pasar.

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Sembrando para servir

Diever Ferney Cañas JamioyDerecho

Universidad de Antioquia

Diever Ferney Cañas Jamioy, es el quinto y último hijo, fruto de la unión entre Lola Jamioy López y Luis Alberto Cañas Builes, la prime-ra originaria de un pequeño poblado, Puerto Limón, ubicado al surocci-dente del río Putumayo. El segundo, proveniente de una numerosa fami-lia, originaria de Liborina, una región cercana al municipio de Segovia, An-tioquia. Los hermanos, en su respec-tivo orden de nacimiento son: Luis, Carlos, Arley, Fabián y Diever.

La tarde del día jueves 9 de abril de 1987, a orillas de río Putumayo, en jurisdicción del departamento del Amazonas, nació Diever Cañas. Para la época de su nacimiento, estaba prevista la visita de la sabia abuela, una señora de avanzada edad, que con el paso de los años se había ganado la confianza de los ribereños, en lo que hacía relación a la atención de partos. No obstante, el cálculo fue un tanto infortunado y Diever se adelantaría 5 días a la fecha prevista, por lo que su forzado nacimiento se dio en medio de ur-gencias no previstas, nervios y tensiones, propios de este tipo de situaciones, que su padre y sus hermanos se vieron obligados a atender con diligencia y delicadeza.

El lugar, habitado por la familia Cañas, consistía en unos terrenos baldíos, al que sus padres llegaron por primera vez, buscando un lugar adecuado para establecer su vivienda, y donde pasarían largos años de sus vidas. En aquel re-cóndito y lejano lugar, los cantos de los pájaros se adelantaban a la aurora, y el sonido fuerte de las aguas al golpear la vereda del río avizoraba la mañana, unas veces soleada, otras veces fría y oscura. Los atardeceres eran paradisíacos, el bri-llo de las aguas del río se confundía con el resplandor del feneciente sol, com-binado con la leve sombra de las montañas, cuando ya se despedía el día para recibir el alba; la naturaleza siempre atenta cumplía con el movimiento brusco de sus aguas, y un viento gigantesco, a veces ensordecedor, parecía que se iba llevar lo que había sido construido por el hombre.

La economía doméstica giraba en torno a la pesca, la caza y la agricultura. Hasta la edad de ocho años, Diever no haría otra cosa que no fuera correr por

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los bosques y praderas, recolectar frutas, perseguir mariposas entre los pastos, clasificar piedras, jugar fútbol en la playa, cuando esta asomaba en temporada de verano, cortar caña con el resto de sus hermanos para obtener azúcar, ayudar en la alimentación de las gallinas, los canes y uno que otro cerdo.

Cuando cumplió 4 años, después de observar que algunos de sus herma-nos se iban de casa por un buen tiempo, empezó a preguntarse: ¿Qué había más allá del río, y el espesor de la selva? ¿A dónde se habían ido sus hermanos? ¿Qué estarían haciendo?

Solo 2 años más tarde lo entendería, cuando sus padres, en una ocasión, lo llevaron al poblado más cercano, a tres días por vía fluvial, a recibir las califi-caciones de sus hermanos. Después de descubrir tal situación, le dijo a sus pa-dres que también quería quedarse para ir a la escuela, pero no contaría con bue-na suerte. Los pequeños estudiantes solo eran admitidos a la edad de 8 años, pues se trataba de un internado con orientación militar, donde el giro ordinario de las actividades propio de estas instituciones, exigía cierto grado de autosu-ficiencia, autonomía e independencia, y su escasa edad para entonces era su máximo impedimento.

Solo tres años más tarde lograría entrar a la escuela, y en los tres años sub-siguientes se graduaría de 5 de primaria, junto con su hermano Fabián, al que había alcanzado, tras ser promovido de grados por su rendimiento académico. La época del colegio fue bastante difícil, aunque para entonces toda la familia ya estaba ubicada en Tarapacá, una pequeña localidad corregimental, ubicada al sur del Amazonas colombiano, en la frontera con la hermana república del Brasil. La carencia de recursos económicos suficientes obligó a los tres últimos hermanos Cañas a trabajar desde corta edad para sufragar los gastos del colegio; los dos hermanos mayores habían optado por dedicarse exclusivamente al tra-bajo, para el sostenimiento de las nuevas familias, que ya habían conformado.

Diever, por su parte, desde que comenzó su bachillerato, consciente de la apremiante situación, trabajó 4 años en un almacén vecino como empacador, la-bor que le permitía sufragar los gastos de la escuela, y en ocasiones satisfacer ne-cesidades de la casa. Mientras avanzaba en el colegio y ya siendo un adolescente, se preguntaba qué tanto valía la pena esforzarse, si después de todo al terminar el colegio, eran casi nulas las oportunidades para continuar estudiando.

Pese a estos constantes auto-cuestionamientos, se graduó de 11, a los 17 años, en el Colegio Departamental Villa Carmen de Tarapacá, Amazonas. Tras obtener uno de los dos puntajes más altos en las pruebas ICFES, lo que lo hizo merecedor de una beca universitaria para salir a estudiar a la ciudad de Bogotá, se encontró con un nuevo dilema: ahora que tenía la oportunidad de su vida,

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sentía nervios y nostalgia por dejar a sus padres y en especial a su madre, con quien la relación era muy estrecha. Después de meditarlo por varios días y ha-blar con su madre, llegaron a la conclusión de que continuar estudiando era la elección más sensata, pese a que ello implicara una separación temporal.

Estando en la ciudad de Bogotá las cosas no se dieron como estaban pre-vistas. La Universidad del Rosario, le comunicó que la beca le sería asignada para estudiar Historia, dado que en esta área había obtenido la calificación más alta en las pruebas de Estado, y no para que estudiara Gobierno y Relaciones In-ternacionales, programa que inicialmente había elegido.

Debido a este impasse, un poco desanimado, no aceptó la beca, y viajó a la ciudad de Medellín, con un viejo amigo de la familia, que apreciaba mucho a sus padres, pues había estado por largos años en Tarapacá, compartiendo la misma casa. Entró a trabajar en un restaurante que le permitía sufragar sus gastos más urgentes, pasó a la Universidad de Antioquia, siguió trabajando en los dos años subsiguientes, curso varios niveles de Ciencias Políticas y optó por cambiarse de programa.

Actualmente cursa el 7 semestre de Derecho; a pesar de que ha pasado temporadas muy difíciles en la ciudad, se encuentra muy agradecido con la vida; en Medellín y en otros lugares a los que ha ido se ha encontrado con gente maravillosa; siempre hace todo lo posible por no lastimar con palabras ni con hechos a quienes lo rodean. Hoy, cuenta con la fortuna de pertenecer a la Fun-dación Mahatma Gandhi, y espera contribuir con todo lo que este a su alcance, anhela que el mensaje de la Fundación se proyecte a futuro a todos los lugares de Colombia, de tal forma que el sueño de un país más justo y pacífico se haga realidad.

El deseo serio y puro de corazón siempre se cumple”.Mahatma Gandhi

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Lina Sorany MoralesEnfermera

Politécnico Marco Fidel Suárez

Me llamo Sorany y nací en Itagüí el 22 de junio de 1981. Soy la hija mayor de María Elcy Morales. Nunca conocí a mi papá pero mi fi-gura paternal estuvo representada por mi abuela materna Georgina, ya fallecida y a quien siempre llevaré en mi corazón. Tengo otros 2 hermanos medios, de 26 y 10 años, con los cua-les tuve poco contacto durante mi infancia.

El sostenimiento del hogar se lograba gracias a la pensión de mi abuela y lo poco que mi mamá po-día traer por los trabajos temporales que conseguía, como oficios varios. Cuando falleció mi abuela la situación económica de la familia empeoró y mi madre no fue capaz de afrontarla por lo que se desorientó y algunas veces buscó refugio en el licor. A raíz de estas situaciones, Ruth, esposa de un hermano de mi abuela, se conmueve y decide llevarme para su casa a estudiar, inicialmente por un año. A partir de este momento mi vida dio un giro extraordinario porque llegué al seno de una familia que me acogió como su hija; de hecho, yo llamo y considero a Ruth y Gonzalo mis papás y a Lissete y Carlos, mis hermanos.

Gracias a esta otra familia tuve la oportunidad de estudiar y tener un mejor futuro. Cuando llegué allí tenía más o menos 11 años y apenas estaba en 3º de pri-maria ya que tenía problemas de aprendizaje, no sé si por la situación de mi familia biológica o por traumas de la infancia; lo mejor de todo es que Ruth fue un apoyo tan grande que buscó todos los medios e inicialmente encontró un colegio privado muy exigente en el cual no pude responder como debía; allí estuve hasta 8º. Luego decidí no seguir estudiando por lo pesado de la carga académica. Me convencieron de que validara el bachillerato y gracias a ello pude superar estas limitaciones.

En los tiempos libres, que eran muchos, me dediqué a estudiar belleza: manicure, pedicure, corte y cepillado, etc., y empecé a hacer domicilios para adquirir algunos ingresos económicos y ayudar un poco con mis gastos perso-nales. Desempeñándome en esta labor conocí a don Hari, el cual fue como otro ángel de la guarda que se cruzó en mi camino y que por ese entonces estaba

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pensando en crear la Fundación Gandhi. En alguna de los domicilios que le hice él me preguntó qué aspiraciones tenía hacia el futuro con respecto al estu-dio y yo le dije que en el momento no veía posibilidades ya que tenía otros dos hermanos que estaban estudiando y mis papás adoptivos no contaban con los recursos para darnos el estudio universitario a Carlos y a mí al mismo tiempo, además de que Lissete ya estaba próxima a terminar el bachillerato. Don Hari y su esposa doña Hasita me dijeron que ellos querían ayudarme, que llevara a mi mamá para contarle y que ella viera que era algo serio.

Cuando don Hari me dijo que quería ayudarme y que pensara qué carrera quería seguir, inmediatamente me pasaron por la cabeza mil pensamientos, como por ejemplo estudiar Psicología o Medicina; en fin, no desperdiciar la oportunidad que me habían ofrecido para estudiar, pero luego que averigüé cuanto costaba la matrícula de esas carreras me pareció que era mucho y que no era justo abusar de la generosidad de ellos. Me puse a analizar qué era lo que realmente quería y decidí que era algo que tuviera que ver con humanidades y donde tuviera un contacto di-recto con las personas, así que opté por Enfermería; me presenté y pasé al Politécni-co Marco Fidel Suárez. Esta fue la mejor opción que pude haber tomado, me siento feliz y realizada con mi carrera; es lo que me gusta y lo que quería hacer.

Nació la Fundación y me enviaron a una entrevista con el psicólogo; así se inició mi proceso en la institución donde fui la primera becaria. Este ha sido otro de mis grandes logros y regalos que la vida me ha dado; los talleres de lide-razgo no solo me hicieron crecer como persona sino que han sido pilares funda-mentales para el desarrollo de mi carrera, donde a diario tengo contacto directo con tanta gente que está en situaciones tan difíciles.

La Fundación me ha abierto grandes posibilidades de cre cer ya que cada día; aun a pesar de estar graduada, sigo recibiendo conocimientos importantes para mi formación integral. Acabo de termi nar un couching, que me dejó una gran experiencia y me ayudó a cambiar formas y paradigmas que no me dejaban tener otras aspiraciones.

Actualmente me desempeño como enfermera en el Hospital Pablo Tobón Uribe y gracias a ello hoy puedo estar aportando una semilla para continuar la cadena multiplicadora de becar a otros jóvenes que están pasando por dificul-tades económicas como las que en un momento yo tuve. Ahora estoy viviendo sola y tengo una excelente relación con mis dos familias; inclusive ahora tengo más contacto con mi mamá y mis hermanos biológicos y mi meta inmediata es ahorrar para ayudarles a conseguir una casa propia.

Me siento muy agradecida con don Hari y doña Hasita por la oportunidad que me dieron para salir adelante con mis estudios y para ser una mejor persona.

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Alba Lorena Hoyos IsazaDerecho

Universidad Autónoma Latinoamericana

Nací el 29 de enero de 1982 en Cisneros Antioquia; soy la última de tres hermanas. Nací en el seno de una familia que en cabeza de mi ma-dre, Luz Alba Isaza, siempre fue muy disciplinada. De mi padre, Eduardo Hoyos, tengo el recuerdo de que es-tuvo de viaje a menudo y muy poco lo veíamos: cada mes y medio o dos meses más o menos. Viví en Cisne-ros hasta la edad de los 5 años, cuan-do le dieron traslado a Medellín. Lle-gamos a un barrio en Bello llamado Playa Rica, en aquel tiempo plagado de una atroz violencia, bandas sica-riales y toques de queda, razón por la cual vivíamos siempre con miedo, y nos mantenían encerradas para proteger nuestra vida, debido a que se presentaba mucho fuego cruzado entre bandas de distintos barrios; en aquel momento no nos daba la capacidad económica para vivir en otra parte, porque solo era mi papá el que tenía la manutención de nosotras cuatro.

Cuando yo tenía 12 años, nos trasladamos para otro barrio en el mismo municipio, donde terminé mis estudios secundarios de manera satisfactoria gracias al apoyo de mi familia, y sobre todo de mi mamá, que siempre quiso que estudiáramos. Cuando salí del bachillerato, en 1998, no sabía qué camino coger, porque realmente en aquel entonces no les ayudaban a los jóvenes a sa-ber lo que querían con su vida, ni había realmente en mí un proyecto de vida formalizado.

Después de salir del colegio realizaba obras en la parroquia del parque de Bello, Nuestra señora del Rosario; pertenecí al grupo de catequistas, para la for-mación de niños en primera comunión, lo que fue una experiencia muy bonita en aquel tiempo, y trabajé con jóvenes en formación espiritual, llamado MVC -Movimiento de Vida Cristiana-; después de estas experiencias tan maravillo-sas, me presenté al Politécnico y estudié Procedimientos Judiciales, pero real-mente mi pasión había sido estudiar Derecho, después de que me dí cuenta en este mismo camino que esa era mi verdadera vocación.

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En el año 2002 ingresé a la Corporación Universitaria Rémington, donde hice un semestre de mi tan anhelada aspiración a Derecho, pero por circunstan-cias de índole personal, que fueron haber quedado en embarazo, me tuve que retirar, ya que por esta situación no tuve apoyo de mi familia para seguir cursan-do la carrera, debido tal vez a la profunda decepción que había causado en ellos, ya que tenían muchas esperanzas puestas en mí.

En este tiempo tuve que empezar a trabajar para poder sostener a mi hija Mariana, debido a que el padre de esta no se hizo cargo de su manutención. Se me fueron pasando los años, y con dolor veía que las oportunidades de seguir estudiando se me escapaban de las manos, ya que por la edad te van aislando y es muy duro, porque durante aproximadamente 8 años estuve tocando puertas para poder realizar mi sueño de seguir estudiando, pero lamentablemente mi condición económica no me permitía hacerlo, porque estaba en una situación de que estudiaba o trabajaba, pero no podía estudiar porque mis obligaciones con Mariana eran numerosas, ya que tristemente mi hija nació un poco débil de salud y me tocó doblar mis esfuerzos, y trabajar en una empresa; pero aparte de eso también vendía platería, sánduches con gaseosa y otras cosas, para poder sufragar los gastos que de la situación de Mariana en aquel momento se deri-vaban.

Yo soy una verdadera convencida que en las situaciones más difíciles de la vida no se debe perder la esperanza, porque a pesar de ser madre soltera siem-pre creí ver la luz, aquella luz que me ayudaría a formalizar mi proyecto de vida. En mi camino laboral, me encontré a una persona muy especial, que reforzó en mí ese sentir apasionado de mi meta, que siempre creyó en mí y que actualmen-te es mi esposo, Pablo. Él me animó a seguir, a perseverar.

Dios ha bendecido mi vida -y de que manera-; en otra situación me en-contré en una charla con la becaria Kelly Blandón, que me contó que estaba es-tudiando, y recuerdo muy bien que yo le dije que muy bueno, excelente, que yo también quisiera, pero dentro de mí me cuestionaba cómo hacerlo, si también sabía que era una mujer muy luchadora y que trabajaba para poder sufragar sus gastos; ella me comentó sobre la Fundación Gandhi y fue también una gran alentadora en mi proceso de presentación a la misma.

Cuando inicié el proceso de selección sentí que ya era parte de la gran fa-milia Gan dhi; pero de pronto me sentía un poco frustrada, porque en otras con-vocatorias uno ve cómo las personas que vamos llegando a cierta edad, vamos siendo descartadas automáticamente; es el temor de ser rechazado, de que no crean en uno, bueno… pues todas aquellas inquietudes que le dan al ser huma-no. Ahora que pertenezco a la Fundación Mahatma Gandhi, me enorgullece

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saber que estoy relacionada con un sinnúmero de personas que vieron en mí la verdad, el anhelo y las ganas de seguir en un proceso no solo de formación, sino de multiplicación positiva a todo nivel.

Al ingresar al proceso de formación en noviolencia, mi mentora fue la se-ñora Margarita Bernal, quien siempre estuvo al tanto y pendiente de todo mi desempeño, no solo a nivel académico, sino personal y formativo; mis más sin-ceros agradecimientos por todos los aportes que me brindó, y por la gran per-sona que es.

Actualmente voy para tercer semestre de pregrado, en el programa de De-recho en la Universidad Autónoma Latinoamericana; sigo trabajando pero esta vez con la posibilidad de seguir estudiando, y estoy desarrollando el proyecto Soñando en Grande, donde trabajamos para niños entre 4 a 12 años, con talleres de noviolencia, matemáticas, español y otros, en la comuna 1 de Medellín, ba-rrio Bello Oriente, y con la esperanza de que este proyecto se multiplique y sea reforzada nuestra labor.

Estoy muy agradecida con Dios por el premio de estar en la Fundación Mahatma Gandhi, gracias al doctor Harivadan Shah, a Ana Lucía, el doctor Die-go Naranjo y todos los miembros que de alguna u otra manera se me escapan en este escrito, pero que hacen que este sueño se esté ejecutando y que me per-miten a la vez transmitir y multiplicar todo lo bueno que he aprendido durante este tiempo que he permanecido en la Fundación.

El camino recto es tan duro como sencillo, si no fuera así, todos seguirían el camino recto”.

Mahatma Gandhi

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John Alejandro Bedoya VillegasIngeniería AdministrativaUniversidad de Antioquia

Con este breve escrito preten-do contarles mi experiencia antes y después de ser beneficiado por la Fundación, además de los significa-tivos cambios y progresos de mi vida hasta la actualidad. Veamos.

Mi historia comienza en el Municipio de La Ceja, donde nací y culminé mis estudios secundarios. Mi núcleo familiar está compuesto por mi madre, Lucero, y mi herma-no, Daniel; mi padre se fue de la casa cuando yo tenía diez años. Por esos días mi madre estaba en embarazo de mi hermano, quien actualmente tie-ne quince años. Cuando mi hermano nació yo cursaba el sexto grado. Mi madre pocos días después del parto comenzó a trabajaren un cultivo de flores para sostener el hogar. Así pues, y sin pensarlo, yo ya tenía nuevas responsabilidades; me hacía cargo de mi hermano y de la casa en las mañanas; en las tardes yo estudiaba y a mi hermano lo cuidaba una vecina. Así transcurrió hasta la finalización de mis estudios secundarios.

En las circunstancias que me puso la vida y viendo el esfuerzo de mi madre porque estuviéramos bien, lo menos que podía hacer era entrar a formar parte de la solución y vino la cuestión ¿cómo puedo ayudar? ¡No tuve que pensarlo de-masiado! pues aparte de cuidar a mi hermano necesitamos dinero, así que tome la decisión de comenzar a trabajar los fines de semana a la edad de 14 años en un autoservicio del municipio llamado Mercados y Más; esto lo hice desde séptimo grado hasta finalizar mis estudios secundarios.

En décimo grado definí que quería continuar estudiando algo relaciona-do con los sistemas informáticos (programación), lo que me llevo a diseñar un proyecto de vida, cuyos principales objetivos eran: terminar mi secundaria, con-tinuar con mis estudios universitarios, brindarle una buena calidad de vida a mi familia, tener mi casa propia y viajar. Este proyecto de vida todavía existe, con unas modificaciones por las situaciones cambiantes pero en esencia es el mismo.

Una vez finalizados mis estudios secundarios y ya habiendo cumplido mi pri-mer objetivo, me dispuse a seguir adelante con el plan trazado; me ocupé de mi se-

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gundo objetivo, el cual implicaba definir la carrera y buscar los medios de financia-ción para tal actividad; además, no tenía tiempo para continuar estudiando porque el trabajo en el autoservicio me demandaba todo el día, incluyendo los fines de semana. Decidí cambiar de trabajo; buscaba uno que me brindara facilidades de estudio, ¡difí-cil de encontrar!, pero conseguí en ese tiempo trabajo en una ebanistería que me ocu-paba 8 horas diarias, menos fines de semana; en este último trabajé durante un año, y con el dinero obtenido ayudaba en mi casa y pagué mi primer examen de la Universi-dad Nacional Sede Medellín, al programa de Ingeniería Administrativa.

Los resultados obtenidos no fueron muy satisfactorios; tomando cartas en el asunto, empecé a prepararme para la próxima temporada, me pagué un preuniver-sitario para el segundo examen, y en esta oportunidad fui aceptado a la Universidad Nacional. Esto representaba en lo personal un nuevo reto, porque no contaba con el dinero ni el apoyo financiero de nadie, así que tendría que hacerlo solo.

Por otro lado, en mi núcleo familiar esto representaba un problema, porque mi madre se oponía a que yo continuara estudiando con el argumento de que “usted es el mayor y yo estoy sola; es necesario que me colabore a sostener el hogar”. Para mí esto fue un dilema bastante grande, porque en cierta medida tenía razón, pero la familia no era mi responsabilidad, yo no fui el que me casé, yo no fui el que decidí tener hi-jos; además, mi padre y mi madre bien que mal ya habían decidido qué querían ha-cer con sus vidas y yo apenas estaba en el proceso; era consciente de que yo tenía que asumir mi nuevo reto solo, pero sus motivos no eran suficientes para mí. Así fue como planeé el ingreso a la universidad con recursos propios. Al inicio aplacé el semestre y conseguí un mejor trabajo en el cultivo de flores donde trabajaba mi madre; esto lo hice solo para percibir más ingresos; de estos ingresos ahorraba el cincuenta por cien-to quincenal y solo para no tener que trabajar en mi primer semestre de universidad.

Una vez en la universidad, el primer semestre me dediqué a estudiar y a acoplar-me al nuevo ritmo de vida; luego, para los semestres posteriores conseguí trabajo en otro autoservicio que me daba la facilidad de trabajar cuatro días, permitiéndome así estudiar el resto de la semana; lo que ganaba apenas era suficiente para los pasajes des-de el pueblo hasta la universidad y las fotocopias; sin embargo, siempre me embarga-ba un buen sentimiento porque a la larga hacía lo que quería y era responsable de mis resultados. Luego conseguí un trabajo mejor con las mismas características en un café Internet. El único inconveniente de este modus operandi era que no podía tomar toda la carga académica requerida por semestre, pues máximo podía coger cuatro materias; esto fue un gran retraso pero no tenía opción: o lo hacía así o no lo hacía, pues no había otro modo de hacerlo.

Después de tres años con este ritmo de vida y un avance en mis estudios no muy significativo, pero muy constante, ingresé a la Fundación Mahatma Gandhi. El

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cambio fue radical, la Fundación no solo me brindaba el apoyo financiero para conti-nuar con mis estudios, sino que además me acompañaba en un proceso de formación personal y profesional, con una orientación en la noviolencia basada en la filosofía gandhiana; esto se reforzaba con actividades de mentoría que me permitían conocer-me mejor y comprender de manera más clara el mundo que me rodeaba; sobre todo, estas dos actividades combinadas me dotaron de conocimientos y herramientas va-liosas para un desempeño personal y profesional, herramientas necesarias y eficaces para un éxito seguro.

En lo personal estoy muy agradecido con la Fundación, la que, gracias a su apoyo integral, me permite actualmente continuar con mi pregrado en Ingeniería Administrativa, además de desarrollar actividades paralelas como pertenecer a un grupo de investigación en Ingeniería Financiera y Gestión Empresarial, del cual hago parte hace 6 meses, y trabajar en un proyecto que consiste en la Estructuración Técni-ca, Legal y Financiera Bello-Sabaneta.

Mil gracias, Fundación Mahatma Gandhi.

Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar

los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”.

Mahatma Gandhi

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Con un acto protocolario nace la Fundación Mahatma Gandhi en el 2002. Hoy, 10 años después, 115 estudiantes han sido becados y formados como líderes multiplicadores de la noviolencia.En la foto del medio, celebración del tercer aniversario. Abajo, los señores Harivadan y Hasita Shah con algunos becarios.

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Los becarios en los talleres de liderazgo.

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Mónica Marcela Betancur JaramilloLicenciatura en Lenguas Extranjeras

Universidad de Antioquia

Mi nombre es Mónica Mar-cela Betancur Jaramillo; nací el 29 de noviembre de 1977; soy hija de María Eugenia Jaramillo y Álvaro Jaime Be-tancur Ríos. Los dos tenían 19 años cuando yo nací; para ellos fue un poco difícil asumirlo porque a pesar que se querían mucho no se comprendían; por eso mi madre y yo vivíamos con cuatro tíos en la casa de mi abuela ma-terna en el barrio Castilla. Mi abuela, a quien tengo tanto que agradecerle, se ocupó de mi crianza mientras mi madre trabajaba como mesera en un restaurante y mi padre como con-ductor de un bus que le pertenecía a mis abuelos paternos; este fue asesinado por la policía cuando yo tenía 5 años de edad; para mí fue un poco traumático pero lo superé pronto porque no tenía bien claro cuál era su papel en mi vida, y además la figura paterna la encontré en mi tío Orlando, quien siempre me brindó su cariño y acompañamiento.

En general puedo decir que tuve una infancia tranquila y muy feliz, rodeada de afecto y estabilidad económica. Me he caracterizado por ser una buena estu-diante; la primaria la terminé en la escuela Urbana Integrada El Picachito; luego comencé el bachillerato en el Colegio IDEM 12 de Octubre; en ese entonces vivía en el barrio El Picacho, en el cual se iniciaba una temporada muy dura de violen-cia, protagonizada por las Milicias Populares, quienes se apoderaron del barrio y asesinaron a muchos jóvenes y personas inocentes que no hacían parte del con-flicto armado. Un día, cuando cursaba segundo de bachillerato iba para mi casa después de salir del colegio y en el camino me encontré en medio de un enfren-tamiento a bala entre los jóvenes del barrio que estaban cansados de soportar tantas injusticias, y las Milicias Populares. Hasta aquí tengo claros mis recuerdos; después solo sé que desperté en el hospital muy grave y rodeada por mi familia; además, ya no veía; la luz de mis ojos se había apagado para siempre. Luego mi familia me contó lo que había sucedido mientras estuve en coma: yo había llega-do al hospital debatiéndome entre la vida y la muerte y el médico pidió a mi tío que firmara la autorización para una cirugía urgente; fue muy claro al explicarle

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que no habían garantías, que podía quedar en estado vegetativo, con problemas mentales, o morir durante la cirugía; todo este mal panorama lo dejó muy triste y pensativo, pero después de mucho pensar firmó y la cirugía fue un éxito.

Cuando pasó esta tragedia yo apenas contaba 15 años y una vida por cons-truir; estar ciega era muy doloroso para mí, teniendo en cuenta que me gustaba mucho leer, pintar y sobre todo me apasionaba el baloncesto, cosas que ya no podría volver a hacer. En ese momento me sentí como una marioneta cuando le cortan los hilos, como si el mundo se me hubiera venido encima, y hasta pensé en suicidarme, pero me acordé de Dios y le pedí que me diera fuerzas para afrontar esta nueva vida, que no dejara que la tristeza agobiara mi corazón y que me ense-ñara a perdonar. A partir de esta situación comencé el proceso de elaboración del duelo y superación. Mi familia jugó un papel importante en mi rehabilitación, y yo hice mi parte; comencé a estudiar en el INCI (Instituto Nacional Para Ciegos) el braille, orientación y movilidad, habilidades de la vida diaria, encuadernación, entre otras cosas. Después reinicié mi bachillerato en el ITM, Campus Castilla, y a la vez estudiaba inglés en la Escuela de Ciegos y Sordos; luego me presenté a la convocatoria de la Universidad de Antioquia y no pasé, pero no me desanimé; volví a presentarme a Licenciatura en Lenguas Extranjeras en la misma Universi-dad y esta vez si pasé. Entonces empezó a preocuparme de dónde iba a conseguir el dinero para poder estudiar, porque mi familia, aunque tenía buena voluntad y deseaba que yo saliera adelante, no contaba con los recursos económicos. Empe-cé, pues, a trabajar con El SENA como Promotora Comunitaria y Líder en Disca-pacidad; yo estaba muy feliz porque pensé que podía trabajar y estudiar a la vez, pero no fue así; la Universidad era muy demandante y mi trabajo mucho más, por lo que me vi obligada a renunciar a una de los dos cosas. Así que nuevamente vol-vió a mí la preocupación; pero Dios, que siempre está ahí para levantarme, puso en mi camino la Fundación Mahatma Gandhi. Un primo me habló de ella y me dio los datos. Me presenté y me dieron la oportunidad de pertenecer a esta bonita familia encabezada por don Harivadan y doña Hasita.

En la actualidad estoy terminando el tercer semestre de Licenciatura en Lenguas Extranjeras y vivo muy agradecida con la Fundación Gandhi, no solo por el apoyo económico, sino también por la formación que nos brinda a mí y a mis compañeros. Estoy muy agradecida con Ana Lucía y con todos los miem-bros de la Fundación que ahora hacen parte de mi vida.

Deseo continuar con mis estudios, ser una excelente profesional y cum-plir todas mis metas, entre las cuales está continuar con la misión de la Funda-ción, Sembrando para Servir y también buscar un mejor futuro para mi mamá, mi hermana y mi sobrino.

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Diexcell Valera HernándezTrabajo Social

Universidad de Antioquia

Nací el 4 de junio de 1985, en Caracas, Venezuela. Allí vivía con mi mamá y mi papá, quienes trabajaban para poder suplir los gastos del hogar y de ese nuevo integrante que había llegado a llenar de alegría el hogar. Todo transcurría con normalidad, sin mayores contratiempos.

Cuando cumplí 5 años de edad, mis padres tuvieron algunas diferen-cias entre ellos, las cuales no se pu-dieron solucionar de la forma más adecuada, lo cual ocasionó que se separaran; por tal motivo mi mamá decidió regresar nuevamente a Co-lombia para continuar su vida junto conmigo en este país.

A pesar de la distancia siempre tuve una relación muy cercana con mi papá; a menudo nos comunicábamos telefónicamente y cada diciembre yo via-jaba para pasar vacaciones junto a mis tías, primas y él. Durante ese tiempo la situación económica era buena, ya que la economía de Venezuela no había de-caído tanto y a mi papá le iba muy bien como publicista.

Por razones políticas la economía venezolana empezó a caer y con ella muchas empresas y negocios en el país se fueron a la quiebra, entre ellos el de mi papá; sumado a esto, él empezó a enfermarse y esto, sumado a las deudas, fueron agotando el capital de mi papá hasta el punto de que ya no tenía la capa-cidad de enviar dinero; por el contrario, mi mamá le ayudaba cuando se podía. La tristeza de mi papá de encontrarse en esta situación y la enfermedad no le dieron muchas fuerzas para seguir adelante y murió.

Para este tiempo yo acababa de terminar el colegio y estaba empezando la universidad; la situación económica en mi casa era un poco difícil y trabaja-ba por temporadas para disminuirle en cierta medida los gastos de la casa. Sin embargo, las cosas cada vez se ponían un poco más difíciles, ya que los pasajes, las copias, los libros, la alimentación, etc. subían cada día pero el sueldo de un empleado no, por lo que cada vez se hacía más necesario que yo trabajara, ya no por temporadas sino de tiempo completo.

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En la universidad ya estaba muy adelante para suspenderla por tiempo in-definido y la verdad es que el horario de una universidad pública no se acomoda a cualquier horario laboral; la única solución que tenía, a primera vista, era co-ger dos o tres materias en la universidad y buscar un trabajo en el día para poder estudiar por la noche, corriendo el riesgo de no poder combinar ninguna de las dos actividades y tenerme que decidir por alguna de las dos que obviamente sería continuar trabajando y suspender la carrera.

En ese momento me doy cuenta de la convocatoria que estaba realizando la Fundación Mahatma Gandhi. Realicé todo el proceso para la selección y tuve la fortuna de poder hacer parte de la Fundación. Ser parte de ella es algo realmen-te gratificante ya que aparte de recibir ayuda para continuar estudiando, tengo el acompañamiento de una mentora, que me ayuda con el proceso que se lleva en la Fundación, y se ha convertido en una amiga más. Cómo si esto fuera poco, asistimos a unos talleres que no solo nos ayudan en nuestra vida profesional, sino también en nuestra vida personal, que nos enriquecen y nos hacen crecer cada día más.

Hoy pienso que afortunadamente hay oportunidades que se presentan en la vida que le hacen ver a uno otros caminos diferentes a los que tiene estanda-rizados en la cabeza; este fue un nuevo camino que se me presentó con el cual no contaba y tuve la capacidad de ver una nueva oportunidad y de no desapro-vecharla. Gracias.

Sin amor la verdadera vida humana no existe. Solo vivimos realmente al contemplar con amor una rosa, un ave, una estrella, una obra de arte.

Cuando anhelamos la felicidad de alguien, mientras buscamos amorosamente la justicia.

Por amor existimos y para amar vivimos, aprender a vivir es aprender a amar, solo quien ama vive”.

Mahatma Gandhi

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Flor María Vargas HenaoLicenciatura en Educación

de Ciencias SocialesUniversidad de Antioquia

Nací en Medellín el 23 de fe-brero de 1983; mis primeros pasos tuvieron como escenario el piso en tierra de un rancho de tabla cons-truido por mis padres, en un lote ubicado en una invasión de la comu-na centro-oriental de esta ciudad. Rosalba y Guillermo, mamá y papá, llegaron a Medellín en la década del setenta, procedentes de Pueblo Rico, Antioquia, cargados con un humil-de equipaje, con mi único hermano Alejandro en brazos, y con las espe-ranzas puestas en las promesas de la creciente ciudad.

Papá siempre se dedicó –y aún lo hace bajo otra modalidad– al re-busque. Crecí escuchando hablar de cacharros, lo que vendía el viejo, durante la semana en el centro de la ciudad, y los domingos en los pueblos del departamen-to. Mamá se dedicaba hasta el cansancio a los cuidados que demandábamos mi hermano y yo, y a los demás quehaceres domésticos. Su esmero era tal, que en el sector corría el rumor de que éramos unos ricos quebrados, pues como desafor-tunadamente los sectores más pobres suelen caracterizarse por las precarias con-diciones de higiene y el desaliño de sus habitantes, el hecho que mi madre que-brantara esa regla, al parecer sugería que pertenecíamos a otro estrato.

Cuando tenía ocho años, nos mudamos, al igual que centenares de fa-milias de la invasión, a un barrio construido por la administración municipal para reubicar familias habitantes de diferentes zonas de alto riesgo de la ciudad. Desde entonces el escenario de mi historia fue el barrio El Limonar, ubicado en el corregimiento de San Antonio de Prado.

A los nueve años, mi vida, y posteriormente la de mi familia, tomó un rumbo diferente; un cambio de mentalidad se avecinaba, pues todo el sistema de creencias católicas que hasta el momento determinaban nuestras vidas, fue reemplazado paulatinamente por la doctrina de los testigos de Jehová, religión a la que pertenecí durante más de seis años, es decir, a la que renuncié a los quince años, época en la que inicié un nuevo ciclo.

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Ese nuevo ciclo se tradujo en una incesante búsqueda de sentido para mi vida, que encontré en el trabajo comunitario, pues empecé a vincularme a ini-ciativas de participación juvenil, perfilándome como dinamizadora de propues-tas, apuestas y proyectos sociales y comunitarios con énfasis en lo ambiental, lo cultural y lo socioeconómico bajo un enfoque de género y de economía solida-ria, orientando mi apuesta social y cultural al trabajo con infancia y juventud, desde la promoción de la creación artística, el trabajo ambiental, la reivindica-ción de la recreación y el ocio como derecho, y la equidad entre géneros y entre generaciones.

Al terminar el bachillerato, ingreso a la Universidad de Antioquia al pro-grama de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en ciencias sociales, y logro sostenerme con muchas dificultades y avan zando a un ritmo lento ya que debía cumplir con otros compromisos comunitarios y aportar a la economía familiar. A mediados del 2000 suspendí mis estudios para asumir la responsa-bilidad económica de mi familia, ya que mi padre perdió totalmente su visión. Un año después me presenté al concurso Mujeres Talento de Medellín, y que-dé como ganadora en la modalidad de desarrollo social; desde entonces estoy vinculada a la red de Mujeres Talento, organización en la que participo activa-mente.

En el 2007 regreso a la Universidad tras la parcial recuperación de papá, luego de que se le practicaran varias cirugías, lo que le permitió retomar sus actividades laborales. A finales del mismo año, me presenté como aspirante a becaria en la Fundación Mahatma Gandhi y quedé seleccionada, de tal manera que a partir del primer semestre de 2008 empecé a recibir un valioso apoyo para sufragar los gastos de mis estudios. El acceso a dicho subsidio me ha garanti-zado la tranquilidad para continuar estudiando y la confianza en que pronto podré terminar la carrera. Además, gracias a este vínculo con la Fundación, he tenido la posibilidad de participar en un proceso de formación de liderazgo en noviolencia, que me ha brindado valiosas herramientas para fortalecer mi pro-yección social, y para convertirme en multiplicadora de la filosofía promovida por Gandhi.

Actualmente avanzo en la construcción de mi proyecto de vida en com-pañía de mi consorte, Julián, con quien he compartido durante más de cuatro años, curso el noveno semestre de mi carrera y continúo soñando con un mun-do en el que los hombres y las mujeres de todas las edades, razas e ideologías accedan a los recursos y las oportunidades de manera equitativa; en un mundo en el que la cooperación desplace la competencia y en el que finalmente, poda-mos trascender de la condición de sobrevivir a la posibilidad de vivir.

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Juan Camilo Orrego MonsalveAdministración de Empresas

Corporación Universitaria Luis Amigó

El 14 de octubre de 1984 nació en la ciudad de Medellín Juan Cami-lo, el segundo hijo, primer varón, de José Alberto Orrego y Ligia Esther Monsalve quienes se casaron un 18 de noviembre de 1978.

Los primeros años de mi infan-cia estuve bajo el cuidado de mi ma-dre quien se encargó de guiarme y en-señarme muchas cosas. En 1990, año que marcó mi vida, comencé una eta-pa donde aprendí cosas nuevas y sin darme cuenta tuve el primer contacto con el trabajo. Un día cualquiera no había con que comprar mi merienda, y entonces mamá decidió ponerse a trabajar en las manualidades que había aprendido de joven. Yo, que era y sigo siendo un poco inquieto, quise saber lo que hacía mi mami, así que ella me ense-ñó cómo hacerlo. Eran balacas tejidas a mano para niñas, las cuales comerciali-zábamos y el dinero que recibíamos los destinábamos a comprar más material y para la merienda de la escuela.

La primaria la cursé en la Escuela Juan XXIII del Municipio de Bello, en el barrio El Paraíso de la comuna 5. Allí empecé a formarme y a destacarme por buen comportamiento y rendimiento académico. La secundaria la hice en el Li-ceo Antioqueño.

Como los ingresos por las balacas no alcanzaban para los gastos que aca-rreaba la secundaria, busqué de inmediato otras fuentes de ingreso como venta de dulces, fabricación y comercialización de chocolates y venta de libros, entre otras. Al ingresar al 9º grado empecé a colaborar en las ya institucionalizadas va-caciones recreativas llevadas a cabo en el Municipio de Bello y, un año después, me dieron el título de líder recreativo, con lo que entré en un mundo nuevo, des-conocido hasta el momento, pero que me llenaba de satisfacción. Fue entonces cuando el interés por el bienestar colectivo comenzó a meterse en mi cabeza.

Pasando por algunas instituciones sociales del municipio como son la corporación artística Gestos Nemes, la casa de la cultura, combinada con ac-tividades de participación juvenil y varios años de trabajo, tomé la decisión de

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continuar los estudios superiores, y me incliné por el programa de Adminis-tración de Empresas con énfasis en Economía Solidaria. Soy un convencido de que la unión hace la fuerza, crea conciencia y apunta a un norte de soluciones desde nosotros.

Empecé a estudiar en la Universidad en el 2006, y debí renunciar a los trabajos sociales porque en el momento no contaba con ningún ingreso eco-nómico que me permitiera pagar y sustentar mis estudios, así que tuve que tra-bajar por las noches en un bar, llamado San Petersburgo. Cuando terminé el 4º semestre no sabía qué hacer, no tenía dinero para continuar estudiando; fue cuando hablé con una de mis mejores amigas de infancia, Diana Patricia Torres Gutiérrez, quien había apostado también a su educación superior comenzando con las uñas y en el camino encontró la Fundación Mahatma Gandhi, de quien me contó cómo funcionaba y me llevó a ella.

Con todo el empeño puesto en esta oportunidad comencé con la gestión para participar en el proceso de selección por las ayudas económicas ofrecidas para poder continuar con mis estudios. Fue un proceso largo y estresante porque apenas en los últimos días de matrículas salieron por fin los resultados en los cua-les fui seleccionado para recibir una de las becas de la institución.

Mi participación activa en la Fundación se ha visto reflejada en las dife-rentes actividades llevadas a cabo, como encuentros, talleres, obras de teatro, subastas, el proyecto comunitario, etc., que engalanan mi satisfacción perso-nal. Pertenecer a ella ha marcado una etapa de transición y crecimiento en mi vida: el hecho de conocer nuevas personas, recibir el acompañamiento de una mentora y asesorías en temas de diversa índole, enmarcadas en la ideología de Mahatma Gandhi y encaminadas a mi fortalecimiento como persona y líder, me llenan de orgullo y me motivan para continuar con la idea que inicialmente me llevó a la Universidad y seguirá vigente en mi cabeza: la unión hace la fuerza.

En la actualidad continúo mis estudios y en compañía de otros amigos del barrio estructuramos un proyecto que nos permitió conformar la corporación TANKASH donde trabajamos por la participación democrática de la comunidad que nos vio crecer y nos dio tanto; allí proyectamos nuestros sueños y contribui-mos al desarrollo de la comuna 5 del municipio.

Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”.

Mahatma Gandhi

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Bertha Juliana Vinasco MorenoMedicina Veterinaria

Universidad de Antioquia

Soy Juliana Vinasco Moreno; nací en Bogotá el 13 de diciembre de 1990 y tengo 20 años. Pertenezco a una hermosa familia de la que estoy muy orgullosa y a la que amo con todo el corazón, conformada por mi padre, Carlos Vinasco; mi madre, Carmenza Moreno, y mi hermana, Paula Andrea Vinasco Moreno, de 22 años, estu-diante de Trabajo Social.

Tuve una infancia llena de amor y felicidad; crecí al lado de mis padres y mi abuelo materno, compartien-do juegos y sonrisas con mi hermana Paula y Xiomara una gran amiga que tuve la fortuna de conocer cuando a mis 6 años llegamos a vivir a un barrio donde mi abuelo José Hernando constru-yó una casa para toda la familia. Cuando éramos pequeñas mis padres trabajaban y mi abuelo nos llevaba todas las mañanas a las tres al colegio y en las tardes nos recogía. En las noches llegaba mi madre, compartía con nosotras y preparaba la comida para el siguiente día; luego llegaba mi padre y si estábamos dormidas en-traba al cuarto y nos daba un beso a cada una. En las vacaciones del colegio mi hermana y yo nos íbamos a Quinchía, Risaralda, el pueblo de mi padre, a compar-tir con mis abuelos, tíos y mis primos.

Cuando entré a la adolescencia se quedaron atrás los juegos de niña, pero a mi lado siguieron Paula y Xiomara. Juntas conocimos a un grupo de mucha-chos de otro barrio de Bogotá y decidimos hacer un grupo juvenil para ayudar en nuestros barrios a las personas de bajos recursos. Recogíamos ropa en buen estado y hacíamos eventos para recoger mercados que repartirlos en los come-dores comunitarios que no tenían ayuda del bienestar familiar, y en nuestro co-legio a las familias de compañeros que tenían mayores dificultades económicas. Lamentablemente el grupo duró un año y se fue acabando por el poco tiempo que nos quedaba.

A mis 16 años pasamos por un momento muy difícil en la familia. A mi abuelo le dio una enfermedad que acabó con su fortaleza y lo llevó a la muerte. Fue muy duro ver irse a una persona tan importante en nuestras vidas, y dejó

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un vacío muy grande. En este mismo año me encontraba a punto de terminar el colegio y tenía muy claro que el siguiente paso era entrar a la universidad y estu-diar Medicina Veterinaria, una carrera de la que estoy enamorada por el trabajo en el campo, con su gente y con los animales. Como la situación económica no les permitía a mis padres pagarme una universidad privada y yo quería estudiar en una universidad pública, apenas me gradué me presenté en la Universidad Nacional de Bogotá pero no pasé; igual, mi sueño no decayó y al semestre si-guiente volví a intentarlo y fallé de nuevo; mi decepción fue tan grande que me deprimí mucho. Luego, mis primos mayores me mostraron la opción de pre-sentarme a la Universidad de Antioquia; una tía, hermana de mi padre, me dijo que ella con mucho gusto me recibía en su casa, así que no lo dudé y empecé ahorrar para poderme ir; al siguiente semestre hice un preuniversitario gratis de unos muchachos estudiantes de la Universidad de Antioquia y de la Nacio-nal de Medellín y me presenté, con la fortuna de que en el año 2009 pasé a la Universidad de Antioquia. Fue un momento muy alegre cuando me enteré y mi madre, mi hermana y mi mejor amiga, quienes me apoyaron desde el principio compartieron mi alegría. Mi padre, aunque nunca se opuso, tardó más en acep-tar que su niña se fuera a los 18 años de la casa. Llegó el día de despedirme de mi familia y comenzar un nuevo camino viviendo con mi tía Doris, su esposo Raúl y mi primo Daniel, también de 18 años, quienes me han brindado su apoyo y su compañía. Al principio era como si me fuera de paseo, pero a medida que pasa el tiempo me van haciendo más falta mis seres queridos.

Debido a que la situación económica de mi familia se agravó cuando a mi padre, monitor de seguridad de un supermercado, fue despedido de su trabajo por la venta del supermercado, me vi en la necesidad de buscar una forma eco-nómica de sostenimiento para quitarle a mi madre ese gasto y que mi hermana también pudiera estudiar. En ese momento el novio de mi prima mayor me ha-bló de la Fundación Mahatma Gandhi y leyendo sobre ella decidí presentarme. Fue un camino duro pero que me llevó a ser parte de ella, a conocer un proceso que me ayudará en mi formación como persona y como profesional, y a conocer personas valiosas como mis compañeros y mi mentora Margarita María, que me aconseja, me guía y me ha enseñado que todo lo que quiero lo puedo conseguir con esfuerzo, dedicación, paz y amor. A todos ellos, a sus directivos, al equipo de trabajo, gracias par la oportunidad; espero llenar sus expectativas y mi compro-miso es participar activamente de todas las actividades y difundir sus enseñanzas.

Mi vida es mi mensaje”.Mahatma Gandhi

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Marinela ZapataEnfermera

Universidad de Antioquia

Mi nombre es Marinela Zapata; nací el 17 de septiembre de 1980. Mi familia está conformada por mi mamá y mi hermana Estefa-nía, de 14 años, quien está en octavo. Soy enfermera y egresé de la Univer-sidad de Antioquia el 30 de abril del 2005. Actualmente estoy realizando el servicio social obligatorio en la ESE Envisalud, entidad de primer nivel de atención, donde me desem-peño como enfermera del servicio de Urgencias y de los programas de pro-moción y prevención.

Pertenezco a la Fundación Ma-hatma Gandhi desde la tercera pro-moción. La Fundación fue un apoyo fundamental para poder continuar mis estudios universitarios. He tenido la oportunidad de participar activamente en los diferentes eventos y talleres orga-nizados allí, los cuales han contribuído a mi crecimiento personal y a mi forma-ción como líder en noviolencia.

Ingresé a la Fundación con la visión de mejorar mis relaciones familiares, apropiándome de la cultura no violenta. No ha sido un proceso fácil, pero defini-tivamente no es solo cuestión de predicar sino de adueñarse de dicha filosofía y vivirla. Con el ánimo de darle trascendencia y visibilidad a la misión de la Funda-ción, realicé, junto con mis compañeros de la tercera promoción, un proyecto de educación en noviolencia llamado Convivir en Familia es Vivir en el Afecto, en el Colegio Popular Eucarístico Julio C. Hernández, ubicado en el barrio Popular N° 1; dicho proyecto se llevó a cabo con padres de familia durante 8 semanas, donde nos reunimos una vez por semana durante dos horas. El diseño y realización de este proyecto social buscó contribuir al mejoramiento de la convivencia intrafa-miliar, como componente del bienestar y el desarrollo integral, empleando la fi-losofía de la noviolencia como alternativa de solución a los conflictos familiares.

Por medio de un diagnóstico participativo, en la etapa inicial de este pro-yecto, se pudieron identificar las características del colectivo, y precisar las ne-cesidades y los problemas que les afectaban, para de esta manera realizar una intervención más asertiva.

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Mi visión:Hacer una especialización y aprender a tocar organeta. Dentro de la Fundación, aportar económicamente con el objeto de que otros jóvenes tengan la oportuni-dad de estudiar, capacitarse y salir adelante así como yo lo estoy haciendo, ade-más de continuar llevando a los diferentes ámbitos en los que me desenvuelvo la filosofía de la noviolencia, pero sobre todo tenerla como filosofía de vida y aportar desde mis conocimientos y disposición para trabajar por el crecimiento y avance de la fundación.

Lo importante es la acción, no el resultado de la acción. Debes hacer lo correcto. Tal vez no esté

dentro de tu capacidad, tal vez no esté dentro de tu tiempo que haya algún resultado.

Pero eso no significa que debas dejar de hacer lo correcto. Tal vez nunca sepas cuál es el resultado de tu acción.

Mas si no haces nada, no habrá ningún resultado”.Mahatma Gandhi

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La Fundación también le brinda a los becarios la posibilidad de asistir a talleres de liderazgo y crecimiento personal, este aprendizaje impacta de manera positiva los proyectos que desarro-llan y su vida diaria.

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Jorge David Zuluaga AnguloComunicador Social y Periodista

Universidad de Antioquia

La vida es dura”, fue la respuesta que la maestra cooperadora me dio esa mañana de marzo de 1995 cuan-do traté de excusarme por no haber podido dictar la clase el día anterior. Con rabia e impotencia, me fui a caminar por la escuela en la que no podía volver a enseñar hasta que no solucionara ese impasse.

Mientras caminaba y pensaba en las palabras de la profesora Ber-ta, recordé a mi madre trabajando en casas de familia por días para sacar adelante sus cuatro hijos, a mi padre llegando borracho y drogado a altas horas de la noche, a mis hermanos rebuscándose la vida en los buses.

A mi mente llegaron esos momentos difíciles de la infancia, cuando vivía-mos todos hacinados en una habitación en el barrio Aranjuez, o cuando nos tocó vivir el rigor de la violencia en el barrio San Blas, o cuando mi madre, tratando de evitar que nosotros ingresáramos al mundo de las armas, nos llevó a vivir al barrio Salvador, bastante lejos de donde habíamos vivido hasta ese entonces.

Esos y otros recuerdos me hicieron creer que la profe tenía razón. Esa ma-ñana decidí dejarlo todo. Trasladarme de colegio para uno más cercano, pues Copacabana estaba bastante retirada y a veces no tenía plata para los pasajes, como el día anterior, cuando dejé a la profe y a los chicos de la escuela esperan-do mi clase de español.

Con el cambio de colegio también se iba el sueño de ser docente, pero la vida no es siempre como uno quiere, pensé. Dejé de ir a estudiar algunos días, mientras se resolvía lo del traslado, hasta que una mañana, en clase de Pedago-gía, la profesora Teresita Álvarez llevó un ejercicio que marcó mi vida. Entró al aula con una grabadora y un casete de Joan Manuel Serrat, un cantante español que jamás había escuchado.

“Hoy vamos a analizar una canción que estoy segura les va a dejar un boni-to mensaje”, dijo la profe. Al menos no nos va a poner a leer más de esos textos malucos, pensé. Escuchamos la canción en dos oportunidades. Luego escribió

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en el tablero algunos fragmentos, pero fue la frase “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” la que ese día me quedó dando vueltas en la cabeza.

Entendí que la vida no era lo que uno se encontraba cuando llegaba a ella, sino lo que uno construía. Comprendí que mi vida no estaba escrita como creí entenderlo con el incidente en la escuela. Ese día decidí seguir adelante con mis proyectos, terminar mi bachillerato pedagógico en Copacabana y convertirme en ese profesor creativo y cariñoso que siempre había soñado ser. En 1996 me gradué como bachiller pedagógico. Mi madre estaba feliz y orgullosa. Mucha gente le había dicho que sus hijos no tenían futuro, pero ella, con templanza y sabiduría, se las arregló para que esto no fuera así.

Esta canción la volví a escuchar en un bar en 1997 cuando prestaba ser-vicio militar. En un procedimiento rutinario, recordé lo que suscitó su letra y confirmé lo que quería y lo que no quería para mi vida. Quería enseñar, ayudar a otros a crecer y a desarrollarse como personas. No quería permitir que mi vida se limitara a lo que había encontrado en ella. Quería cambiar eso y demostrar-me a mí mismo que era capaz de caminar y hacer camino. Me presenté a la Li-cenciatura en Idiomas en 1999 y comencé estudios en el año 2000.

Cuando uno emprende un camino, hay momentos en los que es necesa-rio detenerse un momento, mirar atrás, mirar hacia adelante, evaluar cosas y visualizar posibles desvíos; o, simplemente, hay momentos en los que algo nos hace cambiar el rumbo de forma inesperada. Algo así me pasó en el 2001, año en el que me vinculé en los ratos libres a un canal de televisión comunitaria en el barrio el Salvador.

Me cambié de carrera y emprendí un nuevo camino, ahora en el área de la comunicación social y el trabajo comunitario. La televisión fue la plataforma que estaba esperando para mostrar lo que era capaz de hacer. Me enamoré del trabajo social y descubrí un don muy valioso en este nuevo camino; por alguna razón, veía que la gente confiaba en mí, me creían y me seguían en muchas de los proyectos que emprendía.

Entrar a la Fundación fue todo un privilegio, pero también un gran reto. Todo lo que había vivido hasta ese momento me había enseñado que sí era po-sible transformar algunas realidades adversas que se presentan en la vida, que sí se podía hacerle el quite a esa vida dura que tanto se reproduce en la cotidiani-dad y lograr lo que uno ha soñado ser. Y este pensamiento lo corroboré con una frase que el señor Harivadan Shah me explicó en la entrevista: “Uno es respon-sable de las cosas que le suceden”.

Comprendí entonces que las oportunidades para crecer y progresar están en todas partes y que cada persona decide si las toma o no. Que lo bueno o lo

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malo que a uno le pasa en la vida, casi siempre es por decisiones y acciones que uno ha realizado. Decidí, entonces, poner en el camino de mi vida unos nue-vos retos, ser un gran multiplicador de la filosofía de la noviolencia y brindar a otros oportunidades de reconocer sus cualidades y trabajar por hacer realidad sus sueños.

Me propuse entonces motivar a unos amigos para crear una corporación en la comuna 9, a través de la cual promoviéramos la filosofía de la noviolen-cia y generáramos la procesos de desarrollo para los jóvenes del sector, desde la comunicación, el arte, la participación y el emprendimiento. Hoy, cuando miro hacia atrás, puedo ver las huellas de ese camino. Veo logros y fracasos, pero veo una vida propia construida con cada pisada.

Hoy sigo haciendo camino al lado de mucha gente noble, y convencida que solo una vida puesta al servicio de los demás da frutos.

Quien sigue el camino de la verdad no tropieza”.Mahatma Gandhi

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Isabel Cristina Marín Orozco Medicina

Universidad de Antioquia

Soy Isabel Cristina Marín. Nací en Sonsón el 1 de septiembre de 1990 y soy la mayor de 4 hermanos nacidos en un hogar humilde y con grandes dificultades, pues los primeros años de mi vida fueron al lado de mi padre quien tenía problemas con el alcohol y que debido a esto sufrió un acciden-te en el que quedó parapléjico y pos-trado en una cama casi por 2 años; desde entonces mi mamá comenzó a trabajar y mis hermanos y yo queda-mos al cuidado de mi abuela.

Mi padre murió y para enton-ces yo tenía 7 años; a pesar de la edad era muy consciente de las situacio-nes de la vida pues mi mamá se quedó sin empleo y atravesábamos por la tem-porada más dura por la que habíamos pasado. Sin embargo, mientras mi mamá (quien siempre se ha caracterizado por el emprendimiento, la esperanza inago-table y la perseverancia) conseguía empleo, hacía empanadas para vender en la esquina de la casa.

Mi mamá consiguió trabajo como temporal; razón por la cual la trasla-daban cada cierto tiempo de lugar de trabajo. Por esto, pasaron varios años sin que yo la viera de nuevo. A pesar de vivir sin mamá y sin papá aprovechaba cada oportunidad que tenía para salir adelante, para demostrar lo que había aprendi-do de mi mamá mientras estuvo conmigo, pues me dedicaba tiempo, me ense-ñó a leer y a ver la vida con actitud de esperanza y agradecimiento hacia lo que se nos ha dado.

En el colegio siempre me destaqué por unas excelentes calificaciones, participaba en el grupo de baile y para ocupar mi tiempo libre me interesé por la escuela de música del municipio, en la que aprendí a tocar clarinete.

Cuando tenía 10 años mis hermanos y yo nos fuimos a vivir a Santa Bár-bara de nuevo con mi mamá y aunque fue un cambio inesperado, no dejé de interesarme por las actividades culturales y deportivas: pertenecí a la selección juvenil de baloncesto donde aprendí valores importantísimos como el trabajo en equipo, la tolerancia, la solidaridad, la dedicación y comenzaba a vivir de

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cerca el liderazgo. Dos años más tarde nos fuimos a vivir a Sabaneta y aunque me rehusaba a más cambios, no imaginé que en ese lugar fuera donde tuviera la oportunidad de interesarme y trabajar por las demás personas.

Adaptarme a ese lugar siempre me costó tiempo, pero en ningún momen-to dejé de soñar, pues estar en la ciudad me abría el panorama y yo ya soñaba con ingresar a la universidad. Ingresé a la Banda Sinfónica de Sabaneta, donde conocí a muchas personas y muchos lugares que me hacían ser consciente del mundo y reflexionar sobre la realidad. Aprendí que todos los sueños se hacen realidad si trabajamos con esfuerzo y dedicación, que no hay nada imposible y que los límites se los pone uno mismo. Trabajamos juntos más de 2 años para poder participar en un concurso internacional de bandas en Valencia, España, y con esto rompimos paradigmas y vencimos miedos, demostramos que todo lo que uno se propone puede lograrse.

En el colegio me destaqué por el liderazgo, el sentido de pertenencia y la responsabilidad, por lo que fui representante de grupo hasta el grado 11. Con esto tuve la oportunidad de hacer cambios, mejorar actividades y crear otras en el colegio, pues me alegró mucho cuando me aprobaron la creación de grupos de apoyo para los que tuvieran dificultades académicas.

Estos logros me sirvieron para convencerme de que podía hacer cosas para cambiar y mejorar la realidad de muchas personas, así que me vinculé en proyectos educativos y sociales existentes en el municipio, apoyando a personas con escasos recursos y con dificultades sociales.

Me gradué como una de las mejores bachilleres del colegio y no tuve difi-cultades para ingresar a la universidad; realmente fue una sorpresa para todos, incluyendo para mi madre quien me visualizaba en la universidad pero no en una de las carreras más exigentes y comprometidas que hay como lo es la Me-dicina; sin embargo, aún tenía mucho por aprender, como a manejar el tiempo y a mantener la calma en los momentos más difíciles. Al principio no fue difícil estar en la Universidad; sin embargo, los costos del transporte y mantenimiento implicaban desbalances en la economía familiar y ver al resto de mi familia ha-cer sacrificios para poder darme lo necesario me impulsó a conseguir empleos temporales, los fines de semana y vacacionales para poder asegurar mi perma-nencia en la universidad.

Paulatinamente me fui alejando de las actividades que realizaba, la músi-ca y el deporte, pero no pude dejar a un lado el trabajo comunitario. En el pro-grama Voz a Vos de Sabaneta tuve la oportunidad de realizar incontables acti-vidades y proyectos con la comunidad de las veredas, para ayudar a transformar poco a poco una realidad que nadie quería asumir.

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A medida que avanzaba en los semestres de la universidad cada vez se me hacía más difícil sacar el tiempo para trabajar, pues el nivel de exigencia acadé-mica se hace mayor conforme avanzan los semestres y, además, como mi her-mana estaba próxima a graduarse; tendrían que hacer el doble de esfuerzos para que ella también tuviera la oportunidad de estar en la Universidad.

Gracias a una amiga de mi mamá me enteré de la existencia de la Funda-ción y me llené de esperanza y alegría porque tendría la oportunidad de conti-nuar con mi estudio sin interrupciones y sin tener que desgastarme trabajando. No tengo palabras para expresar toda la gratitud que siento hacia la Fundación Mahatma Gandhi y con ella a todas las personas que conocí y de las cuales tuve incalculables aprendizajes: don Hari, doña Ana, don Diego, Sandra, mi men-tora, por permitir concentrarme y disfrutar de mi carrera, por hacer de mí una persona íntegra llena de enseñanzas, valores y experiencias inolvidables que sin duda llevo a cada lugar en el que me encuentro.

Hoy curso el octavo semestre de Medicina en la Universidad de Antioquia; gracias a la Fundación he podido retomar algunas actividades que realizaba an-tes y he obtenido varios reconocimientos por mi participación en escenarios culturales con la Banda Sinfónica de la facultad y por mi rendimiento académi-co, teniendo la oportunidad de realizar estudios y prácticas fuera de la ciudad.

Por fin me siento parte de la solución a la problemática que vive hoy el país; por medio de la Fundación he adquirido conciencia y responsabilidad so-cial, herramientas para pensar en el bienestar de los demás y contribuir al cam-bio y mejoramiento del medio que nos rodea. Sin duda, con el apoyo de la Fun-dación hoy tengo fortaleza y entusiasmo para soñar y hacer de esos sueños, una realidad.

Si tengo fe en que soy capaz de realizar tal obra, adquiriré en consecuencia la capacidad de realizarla,

aún si no poseía esa capacidad al comenzar. Esto significa que la proyección optimista de nuestras

posibilidades aumenta dramáticamente a las mencionadas posibilidades y capacidades.

La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con

violencia con enemigos exteriores”.Mahatma Gandhi

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Héctor Andrés Múnera SánchezAdministración de EmpresasUniversidad Minuto de Dios

Soy Héctor Andrés Múnera Sán-chez; nací el 17 de diciembre de 1991 en Medellín, Antioquia, hijo de dos gran-diosos seres humanos que Dios y la vida quisieron para mí; ellos son Héctor Darío Múnera Cardona, y Gloria Stella Sánchez Vargas, pues pese a no crecer en las mejores situaciones económicas ni en las mayores comodidades, me brindaron mucho amor durante toda mi infancia y me apoyaban mucho para que pudiera ir a la escuela a formarme y a culminar la tarea que ellos no pudie-ron completar. Para mí ellos han sido inspiración y todos los días de mi vida pienso en retribuirles así sea en lo más mínimo todo lo que me han brindado pues como hijo estoy totalmente agradecido.

Ellos se encargaron de pintarme un mundo lleno de oportunidades; fue im-posible para ellos ocultarme los putrefactos alrededores en que crecí, pues cuan-do niño los índices de violencia y maldad eran magnos; crecí en un barrio llama-do La Isla, ubicado en el sector popular número dos de la ciudad de Medellín, la Comuna Dos. Sin embargo, eso no me impidió empezar a luchar por mis sueños, asistir a una escuela e intentar ser el mejor; un bonito recuerdo que llevo en mi corazón fue que cuando estaba en quinto de primaria en la Escuela San Agustín ocupé el primer puesto de la sección primaria y me regalaron un trofeíto, el cual conservé durante todo mi bachillerato para fortalecer mis aspiraciones de ser un gran profesional; siempre imaginé ser un gran hombre y nunca quise seguir los malos caminos, ni las andanzas de quienes algún día fueron mis amigos.

Nunca me gustaron las esquinas y aunque vivo rodeado de ellas, no quise probar los vicios ni tampoco trasnochar. En cambio, me enamore de la lectura, em-pecé a practicar diferentes artes y deportes, y asistí a un sinnúmero de actividades que me enriquecían como persona; me parecía extraño que no me aburriera estar encerrado en una biblioteca antes de entrar a clases, mientras mis demás compa-ñeros de clase jugaban o simplemente charlaban sobre nuestros días en el colegio.

Siempre he sido una persona muy guerrera; aprendí a trabajar desde muy pequeño para ayudar a mis padres, quienes siempre han estado orgullosos de

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mí; por eso lucho hasta más no poder, porque para ser sincero no quisiera de-fraudarlos, y mucho menos a mí mismo. Crecí con mi hermana mayor Deicy Li-liana Múnera Sánchez; ella siempre estaba muy pendiente de mí y me ayudaba con las tareas en la escuela; luego vino al mundo nuestra hermana menor, Va-lentina Múnera Sánchez, quien hoy tiene 8 años, y cursa tercer grado.

Me considero una persona muy noble y muy tranquila; me gusta mucho ayudar a los demás y siempre trato de sacar los mejores resultados en todo lo que hago. Desde séptimo de bachillerato empezaron mis deseos de asistir a una universidad; tenía una profesora que me quería mucho, que era la encargada del restaurante escolar, y dictaba clase de ética y valores, o sea, religión; se llama As-trid Elena. Ella se interesó por lo que a mí me gustaba, y notó que me encantaba leer y que mi nivel académicamente era muy bueno; ella me dijo que algún día yo iba a asistir a la universidad.

Jamás se me olvidará cuando me dijo que me iba a ayudar a conseguir una beca, que si seguía en el colegio ella me iba a ayudar mucho; fue entonces cuando mi motivación se elevó, y siempre luché por obtener los mejores resultados en el colegio. Cuando terminé 11, en el 2008, estaba muy triste porque pensé que a ella se le había olvidado lo que me había prometido en ese entonces, cuatro años atrás.

Fue en ese momento cuando me invitó a participar en el proceso de selección de la Fundación Mahatma Gandhi; yo estaba muy contento y esperanzado, ya que co-nocía mucho sobre Gandhi y su estilo de vida, que era muy similar al mío; él fue una persona muy pacífica tal como muchos de mis pensamientos y acciones. Mis sueños en ese momento se reducían a que me aceptaran en la Fundación; fue un proceso lar-go, pero valió la pena; hoy hago parte de esta, la que considero una gran familia.

Hoy curso tercer semestre de Administración de Empresas en la Univer-sidad Minuto de Dios. Allí me preparo día a día para ser un gran profesional al servicio del mundo. Soy una hombre con un gran sentido de responsabilidad social, y quisiera algún día ayudar a miles de personas para que entiendan que para ser una gran persona, y un gran profesional lo más importante es tener ga-nas, “Verraquera”, como en mi léxico lo llamo.

Soy un afortunado en conocer grandiosas personas como lo son el doctor Harivadan, Ana Lucía, mi mentora Mónica Espinal, entre otros grandes líderes de la Fundación. Trato de aprenderles mucho, para fortalecerme como líder, ya que en mi comuna tengo varios proyectos, como una escuela de futbol con dos compañeros más, y hago parte de la comunidad parroquial de la iglesia San Luis Gonzaga, donde preparo niños para la primera comunión.

Quiero hacer parte de la familia Gandhi por mucho tiempo y ayudar a mu-chos jóvenes a que empiecen a construir sus sueños como hoy los construyo yo.

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Jessica Tatiana Silva JiménezIngeniería de Comunicaciones - I.T.M.

Ingeniería Mecánica - Universidad de Antioquia

Había una vez una familia bastante numerosa que vivía en el occidente de una hermosa ciudad, en una casita en ese entonces bas-tante humilde donde no hacía falta lo necesario pero tampoco conta-ban con muchas comodidades; en este lugar vivían la abuela Filomena; dos hijos, Alfonso y Juan; mis tíos; la hija menor; Olga, mi madre; su hijo, Carlos Mario y el marido de Olga, mi padre.

Olga Luz se encontraba en embarazo pero pasaba muy enferma puesto que tenía pre-eclampsia; a los 7 meses de estar encinta no sabía que iba a tener un niño o una niña, no contaban con ropita, pañales, leche ni mucho menos lujos pero todos es-peraban con gran ilusión a esa pequeña criatura que llegaría un mes después; cuando se dieron cuenta de que iba a tener una mujercita, la felicidad inundó esta casita; empezaron a pensar en el nombre de la pequeña y después de unas cuantas discusiones y peleas les tocó aceptar que la niña se llamaría Jessica Ta-tiana, puesto que su padre era bastante machista y dijo que si no le ponían ese nombre no le daría su apellido. Olga vivía decaída puesto que su último mes lo pasó en el hospital, bastante grave y con riesgo de perder su vida y la del bebé. Pero gracias a Dios esa pequeñita logró nacer y llenar de alegría a este hogar.

Su infancia Los primeros años de su vida fueron bastante complicados ya que por ser pre-matura nació con un pulmón y un riñón más pequeños que el otro por lo cual empezó a sufrir de asma, lo que le trajo grandes complicaciones; su padre era bastante bebedor y un poco irresponsable pero a pesar de todo esta pequeña era muy apegada a él; algo que no se le olvida es el recuerdo de comer frijoles con coles en sus piernas a las 3 de la mañana cuando muchas veces estaba borracho; su primer día de escuela fue traumático pues estuvo bañado de lagrimas y llo-riqueos pero con el paso del tiempo se fue adaptando hasta tal punto que este

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sitio se convirtió en uno de sus preferidos; cuando tenía 4 años de edad ocurrió uno de los sucesos que marcaron su vida: su padre dejó a su madre por otra mu-jer, a causa de lo cual esta niña tuvo grandes problemas; estuvo con el psicólogo hasta los 10 años, y le dio mucha dificultad adaptarse a estar sin él, pero gracias a Dios contaba con una familia que no tenía dinero pero tenía mucho amor por dar; desde el momento en que se fue su padre a su madre le tocó trabajar para sostener a sus hijos. Para cuidar a su madre y brindarles lo mejor posible, su tío Alfonso se convirtió en su padre y en el hombre que más ama, su tío Juan se con-virtió en el compañero de risas y juegos junto con su prima Andrea, su hermano se volvió su compañero incondicional y su abuela su otra mamá, aquella que la cuidaba cuando su madre trabajaba, quien iba por ella a la guardería y le hacía sus teteros muy cargados de leche y milo como tanto le gustaban.

Era una niña muy aplicada, responsable y buena estudiante; era muy efi-ciente y nadie le tenía que ayudar a hacer sus tareas. Su infancia estuvo llena de risas y felicidad, acompañada de quienes tanto la querían, de aquellas personas que le enseñaron todos sus principios y sus valores, de todos aquellos que con tan solo una sonrisa o un beso dibujaban en su rostro una gran felicidad; cómo olvidar a esa viejita que iba por ella a la escuela hasta que estaba en quinto de primaria, cómo olvidar aquella crema de mango a la que la invitaba cuando iba de camino a casa, cómo olvidar su sazón, sus regaños con mucha educación, los paseítos de la tercera edad e infinidad de buenos momentos lindos; pero lasti-mosamente su abuela sufría de cáncer y cuando esta niña tenía 9 años falleció; esto es algo que aún no ha podido superar porque ha sido uno de los golpes más duros en su vida; en este momento sintió que su pequeño mundo se venía enci-ma pero después de un tiempo logró reponerse y seguir con su vida.

Su juventudSu madre es la gran protagonista en esta etapa de su vida, pues se convirtió en su motor, en su apoyo, en su compañía, su gran confidente y su única amiga, siempre con su amor le brindaba fuerza para seguir y nunca desistir; la moti-vaba no con dinero pero sí con cariño para que se superara en la vida y sembró en ella unas ganas inmensas de salir adelante y un gran sentido de cooperación.

La juventud es una época de grandes cambios en todos los aspectos de la vida pero una característica de esta joven es que no se dejó deslumbrar por aquellas cosas superficiales, siempre miró un poquitico más allá, luchó por sus sueños y, como su madre le decía, pase lo que pase nunca pierdas la humildad, pasó por muchas dificultades pero gracias al apoyo de su familia, de la Funda-ción y de la gente que la quiere ha logrado salir adelante.

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Los estudios de secundaria los acabó en el año 2007 como una de las me-jores alumnas del salón; al salir del colegio tenía la gran incertidumbre de cómo pagar la universidad, cómo cumplir sus sueños, pero gracias a la Fundación pudo empezar a estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones en el ITM y ahora va para el séptimo semestre de esta carrera; es increíble ver cómo ha cambiado esa jovencita en estos últimos 3 años porque gracias a los talleres de la Fundación y a su apoyo se ha convertido en una mejor persona, ha cambiado muchísimo más su manera de ver la vida y de actuar, ha aprendido a respetar las diferencias y valorar las similitudes, se ha vuelto una mejor persona; sinceramente para ella a sido como volver a nacer. En estos momentos esa jovencita tiene 18 años, no ha cambiado mucho, sigue siendo la misma niña metida en un cuerpo de grande, se siente muy orgullosa de haber logrado sus metas a corto plazo, se siente feliz por estar haciendo su segunda carrera: Ingeniería Mecánica en la Universidad de Antioquia, se siente afortunada de pertenecer a la familia Gandhi porque por su apoyo y el de su familia es que va, como ella dice, rumbo al cielo, lento pero seguro; por ustedes es que le da alegría levantarse porque se da cuenta de que hay manera de hacer un mundo mejor y de que hay personas muy valiosas con las cuales lograrlo, hombres y mujeres llenos de cualidades que se están encar-gando de multiplicar la filosofía de la noviolencia, y lo más maravilloso es que en esta pequeña familia se le llena el corazón de ganas de ayudar a los demás, de buscar un mundo mejor y de actuar para conseguirlo.

Después de una narración un poco extensa con mucho gusto les presento a la protagonista del cuento: Jessica Tatiana Silva Jiménez, pero este cuento aún no termina porque los sueños, aspiraciones y deseos de esta joven son muchos y debe de luchar para que no se queden en palabras bonitas sino en hechos, con la ayuda de todos ustedes. Esto continuará. Los llevo en mí.

El mar no pierde su calma por muy violenta que sea la tempestad”.

Mahatma Gandhi

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Bertha Emma Correa HenaoPsicología

Fundación Universitaria María Cano

Esta historia comienza en Be-lén Rincón, en el año 1985, desde que recuerdo ser consciente de mi exis-tencia; en esta época tenía 5 años y empecé a entender que hacía parte de una familia numerosa, confor-mada por una madre y 12 hijos, in-cluyéndome a mí. Recuerdo que en ese entonces mi mamá y mis 2 her-manos mayores trabajaban para sos-tener a toda la familia, ya que desde que yo nací carecí de figura paterna pues mi padre huyó de sus responsa-bilidades.

Uno de los acontecimiento que cambiaron el buen curso de la fami-lia fue la muerte de mi hermano mayor, el 31 de octubre del año 1987. Mientras mi hermano menor, que tenía 3 años, y yo, que tenía 7, nos disfrazábamos para salir a pedir confites, llegó la mala noticia, con su tremendo impacto de tristeza en toda la familia.

Finalizando el año 1987 me traslade con mi familia al barrio Santa Cruz, donde continúe con mis estudios de primaria; para esta época varios de mis hermanos ya no vivían con nosotros porque tomaron diferentes rumbos; 2 de mis hermanos se fueron para el ejército, a tres de mis hermanas se las llevaron para un internado de niñas, los 4 hermanos mayores y mi mamá continuaban trabajando para sostener a la familia, mi hermano menor y yo, nos quedábamos todo el día acompañados de mi hermana Marcia, quien se encargaba de prepa-rarnos la comida y mantener limpia la casa.

En el año 1992 me fui con mi mamá, con mi hermana Marcia y con mi hermano Hugo a vivir a San Carlos, Antioquia, porque la situación de orden pú-blico se puso pesada en Santa Cruz,; El resto de mis hermanos se quedaron en Medellín trabajando. Este año ingresé a mis estudios de bachillerato en el Liceo Joaquín Cárdenas Gómez. Recuerdo que me hacían mucha falta mis otros her-manos y la ciudad, porque no estaba acostumbrada a vivir en el campo; sin em-bargo, al poco tiempo me fui acoplando ya que no tardo mucho adquirir nuevos amigos y empezar a participar de los grupos de danza que tenían en el colegio;

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pasaban los años, y cada vez me sentía más cómoda en el pueblo, era amiga de muchas personas en el colegio y participaba de varias actividades a nivel juvenil tanto en el colegio como en el municipio y eso me gustaba bastante.

Llegó el momento de la graduación, en el año 1998, y con una mezcla de tristeza y alegría participamos con todos mis compañeros, nuestros padres, profesores y amigos de la ceremonia; tres meses después de dicho aconteci-miento regresé a Medellín a buscar nuevos rumbos. Mi propósito era ingresar inmediatamente a la Universidad pero conocía de antemano que mi familia no contaba con los recursos para costearme el estudio, por lo cual yo debía trabajar para cumplir esa meta.

Cuando llegué a Medellín, en el año 1999, a la casa de mi hermana Glo-ria, empecé a trabajar en una casa de familia, donde laboré por un periodo de un mes; luego trabajé en otra casa por 3 meses, luego en otra, en otra y en otra, hasta que quise ponerle fin a esta labor; en el año 2000, empecé a trabajar en un restaurante como mesera; allí laboré por tres años. Mientras trabajaba en las tardes estudiaba Diseño Grafico en las mañanas en el Censa; aunque no era la carrera que quería estudiar, por lo menos sentía que ya no me quedaría estan-cada en actividades laborales que tal vez no eran de mi total agrado; cuando te-nía 23 años, inicie labores en una relojería, y me tracé la meta de no pasar de los 27 años sin iniciar una carrera universitaria; pasaron 3 años y yo aún no veía al alcance mi meta, pues todavía continuaba trabajando en la relojería, no había terminado mis estudios en el Censa y no tenía ninguna luz que me indicara el camino a seguir para llegar a donde quería llegar.

Un día, estaba hablando con mi hermana Edid, quien en ese momento te-nía una buena estabilidad económica y le conté mi mayor deseo en ese momen-to de la vida, que era poder recibir un titulo de profesional y poder ejercerlo; al verme tan convencida de mi meta, ella me impulso a cumplirlo y me costeó la Tecnología en Salud Ocupacional durante el casi todo el curso de la misma; ya me sentía más cerca de lo que quería en la vida y feliz por lo que estaba haciendo.

En el año 2009 me gradué como tecnóloga en Seguridad, Higiene y Salud Ocupacional y aún sentía que debía complementar mis estudios; con mayores aspiraciones, pensé en iniciar los estudios de Psicología, creyendo ya que tanto para complementar la tecnología como para la aplicación en mi vida diaria sería una carrera importante.

Aunque no sabía de qué manera conseguiría el recurso económico para concretar la idea que me taladraba la cabeza, sabía que debía hacerlo, que debía ingresar a estudiar psicología. Cuando estaba estudiando en el Poli, un amigo me había hablado de la Fundación Mahatma Gandhi, de toda su filosofía y del

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apoyo que los becarios reciben de ella; mientras maduraba la idea de seguir es-tudiando Psicología también surgió el pensamiento de inscribirme en la Fun-dación, creyendo fervientemente que allí estaba la oportunidad para lograr mi propósito.

Con la fe puesta en Dios, en la Fundación y en mí, finalizando el año 2009 me inscribí en la Fundación Universitaria María Cano y cuando me enteré de que ya tenía el cupo, inmediatamente me inscribí a la Fundación Mahatma Gandhi, donde inicié mi proceso de selección; después de varias entrevistas, en la última reunión grupal con don Hari, nos enteramos nuestros compañeros y yo de que éramos admitidos a la gran familia de la Fundación; personalmente me sentí fe-liz ya que tenía más cerca que nunca la posibilidad de cumplir con ese sueño que nació desde antes de salir del colegio, ya que aunque en este momento soy tecnó-loga, mis aspiraciones son mucho más amplias, y mi deseo es poder adquirir nue-vos conocimientos que me sigan orientando a un bien común.

Hoy, 17 de Diciembre de 2010, gracias a la Fundación Mahatma Gandhi, siento que estoy dando grandes pasos, que estoy caminando por el camino que siempre he querido recorrer, siento que hago parte de un maravilloso proyecto, donde los conocimientos que estoy aprendiendo tanto en la Universidad como en la Fundación, los podré aplicar en este mismo escenario que me está viendo y ayudando a crecer; gracias a la oportunidad que me brinda la Fundación de formarme como líder, siento que seré una profesional con mucho más talento humano para prestar un excelente servicio como persona y como profesional a la sociedad.

Mal podemos invocar en nuestras preces diarias las bendiciones de Dios, el compasivo,

si a nuestra vez no practicamos la compasión hacia las criaturas de órdenes inferiores de la creación,

cuyo llamamiento debemos sentir con más fuerza precisamente porque son mudas”.

Mahatma Gandhi

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Alejandro Álvarez GarcíaIngeniero Electrónico

Universidad de Antioquia

Mi historia no es muy lar-ga que digamos, pues ha sido muy constante. Tengo 22 años y mi gru-po familiar está conformado por mi papá, Félix, quien se desempeña como conductor distribuidor de ali-mentos, mi mamá, Nohelia, que es ama de casa y mi hermano menor (19 años), Juan Camilo, quien estu-dió una Técnica en Sistemas y en este momento trabaja. Aunque nuestra familia tiene muy poco tiempo para verse y compartir y prácticamente el único momento que tenemos para estar juntos y conversar es a la hora de la comida, somos muy unidos y siempre afrontamos las dificultades juntos y celebramos los aciertos juntos. La fecha del año que siempre celebramos sin falta es la Navidad.

Me gusta ir al gimnasio, leer todo lo que encuentre acerca de mi carrera y los animales. Desde que estaba en 10º había decidido lo que quería estudiar y gracias a Dios pasé a la Universidad en el primer intento. Al iniciar la carrera, en el tiem-po libre, hice un curso de mantenimiento y reparación de electrodomésticos para ayudar a cubrir mis gastos de estudio ya que a mi papá le estaba quedando muy pesada la carga económica. También me ayudaba con mi trabajo los fines de se-mana como caddie en el Club Campestre de Medellín, donde estoy desde el 2001.

Luego de pasados los primeros semestres, la carrera se fue poniendo muy difícil y me di cuenta de que no era fácil trabajar y estudiar al mismo tiempo; ante esta situación tuve que contemplar la posibilidad de parar los estudios para dedicarme al trabajo; de esta manera podría sostenerme y aliviar la carga para mi padre, y, de paso, ahorraría lo que más pudiera para recoger la plata para más adelante poder continuar mis estudios. Afortunadamente no tuve que retirar-me de la Universidad, pues en la Fundación del Club Campestre me hablaron de las becas de la Fundación Gandhi donde presenté la solicitud y afortunada-mente pasé el proceso de selección.

Ahora mi vida ha dejado de ser la misma constante, pues la Fundación Mahatma Gandhi juega un papel muy importante; ya no soy el mismo. Antes

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de pertenecer a ella yo era un joven que no me preocupaba demasiado por los problemas del mundo en general; es más, no me mantenía muy informado de lo que sucedía fuera de mi ciudad.

Desde que llegué a la Fundación, las cosas han cambiado mucho, pues considero que ya soy una persona más preocupada por los demás. Me intere-sa mucho lo que pasa en el país y en el mundo y he contribuido de una u otra forma a dejar un poco la idea de la noviolencia en las personas que me rodean, ya que gracias a todos los talleres que he recibido en la Fundación, he aprendi-do muchas cosas valiosas como el respeto a los demás, el saber comunicarme, el saber delegar y confiar en los demás, y sobre todo he aprendido a sembrar la idea de la noviolencia con el ejemplo, cosa que me hace muy feliz, pues las per-sonas que me rodean lo notan y me lo han hecho saber.

En definitiva, la Fundación Mahatma Gandhi ha sembrado en mí muchos valores, cosas positivas y muchos conceptos que me han ayudado a ser una me-jor persona y un ejemplo de noviolencia.

Fuera de toda esta formación como líder en noviolencia, también tengo muchísimo que agradecer a la Fundación respecto a mi estudio, pues gracias a la ayuda de la beca semestral que me brinda, puedo llevar a cabo los estudios de una forma más integral, pudiendo obtener las guías necesarias y las copias que me piden para que las clases sean más entendibles y eficientes.Muchas gracias Fundación Mahatma Gandhi.

La felicidad es cuando lo que uno piensa, lo que uno siente, lo que uno dice

y lo que uno hace están en armonía”.Mahatma Gandhi

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Desde el 2010 la Fundación Mahatma Gandhi viene celebrando cada año el Festival de la No-violencia en el que por medio de seminarios, talleres, marchas y mensajes ubicados en sitios estratégicos, como el Metro de Medellín, se busca sensibilizar a toda la comunidad.

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Ángela Cristina Chamorro ReveloContaduría Pública

Universidad de Antioquia

Mi Nombre es Ángela Cristi-na Chamorro Revelo; nací en la ciudad de Pasto, Nariño, parte de una familia de siete integrantes: mi mamá, papá y 5 hermanos, de los cuales soy la ma-yor, la primera hija, la primera nieta en la casa de mis abuelos paternos y la primera nieta mujer en la casa de mis abuelos maternos. A primera vista se podría pensar que fui la más consen-tida, pero tuve la suerte de crecer en una familia muy peculiar, que si bien nos dio todo lo que ellos no tuvieron, exigió mucho de nuestra parte.

Crecí ligada al colegio de la familia de mi mamá, Conchita, mi abuela y mis ocho tías. Aún recuerdo cuando Conchita nos contaba cómo llegó a Pasto con el deseo de ver a sus nueve hijas ser alguien en la vida, y la preocu-pación cuando una tras otra se fueron graduando del colegio, y que las opor-tunidades para darles estudios universitarios escaseaban; entonces, una tía se había dedicado a cuidar niños en la casa, y se les ocurrió montar un jardín no sólo para cuidar a los niños sino también para enseñarles. Así nació el colegio, en la sala de la casa de mi abuela, que luego se convirtió en un jardín, luego en preescolar, luego en primaria y por ultimo en un colegio con todos los niveles, sostenido con el esfuerzo de todos: grandes y pequeños trabajábamos en y por el colegio. Y la alegría de todos unas vacaciones, cuando el banco les prestó para comprar la casa del colegio, una casa vieja a medio caerse, que entre todos re-construimos y adecuamos para el nuevo año escolar. En esas vacaciones tum-bamos muros, abrimos puertas, pintamos, incluso adecuamos, un huerto que estaba lleno de maleza como cancha que por falta de plata quedó en tierra, pero los niños lo adorábamos así. Esas vacaciones, trabajamos hasta la noche antes del primer día de clases para recibir al día siguiente un nuevo año escolar, que fue el mejor año del colegio; se tenía casi 400 estudiantes y doble jornada; mis tías trabajaban de sol a sol para pagar el préstamo. La crisis vino después, cuan-do, con la reforma educativa los cupos de los colegios oficiales casi que se rega-laban; de 400 estudiantes se pasó a menos de la mitad; aparte de la deuda de la

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casa, se había construido la nueva planta del colegio y se había invertido en los primeros computadores; entonces los gastos comenzaron a superar los ingre-sos, porque mis tías nunca subieron las pensiones; el colegio se mantenía y se sigue manteniendo por el trabajo de la familia, que no se cobra.

Con el tiempo comenzamos a graduarnos del colegio. Mi primo Diego se graduó en la primera promoción y yo en la segunda. Ahora la preocupación era lo que toda la vida nos inculcaron: estudiar en la Universidad, cuando la familia apenas soportaba las deudas del colegio. Pero eso no nos detuvo. Diego consi-guió financiación del ICETEX y por mi parte mi papá y la abuela me financia-ban la carrera. El esfuerzo de mi familia para darme el estudio merecía toda mi dedicación y creo que en ese sentido he sabido retribuirles con grandes hono-res, pues fui la mejor estudiante de mi promoción en la Universidad Autónoma, donde estudie Tecnología en Mercadeo y Publicidad. Por esos tiempos, ya fina-lizando la tecnología, hacía parte del colegio como docente, dictaba informáti-ca a la primaria y dibujo técnico de sexto a octavo de bachillerato; fui profesora de dos de mis hermanos, Felipe y Gavi, los más pequeños. Más tarde, el colegio fue embargado y perdió la planta física, y yo me preguntaba y me sigo pregun-tando: ¿cómo, después de años de esfuerzo, de entregarlo todo, perdíamos lo único que teníamos para vivir? ¿Qué iban a hacer mis tías si toda la vida habían sido profesoras? ¿Cómo se iba a mantener la familia, si no teníamos ningún otro ingreso? Entonces me vi estancada en el colegio; ¿acaso lo que había estudia-do no me había servido para nada? Entonces comprendí que tenía que buscar un camino diferente al Colegio para ayudar a solventar por lo menos mi casa; mi hermano menor, Camilo, estaba en grado once y sentía rabia con el mun-do porque ese discurso de seguir estudiando en la Universidad y salir adelante se limitaba por los recursos económicos que en mi casa no había; sentía rabia, que subsanaba ocupando al máximo mi tiempo con mis estudios, el trabajo del colegio, la Fundación Cultural (donde enseñábamos el arte como estilo de vida y salida de los problemas) e infinidad de actividades. Entonces comencé a bus-car trabajo por fuera del colegio, pero ninguna puerta se abrió en Pasto; estaba finalizando el año escolar y definitivamente no quería continuar en la misma situación el año siguiente y el siguiente… indefinidamente, como les sucedió a mis tías.

Entonces se dio la oportunidad de salir de Pasto a Medellín, donde co-mencé trabajando como vendedora de cursos de inglés y teleoperadora. Com-prendí que para poder ayudar a los demás, primero tenía que estar bien conmi-go misma; me sentí vacía, ignorante, y decidí estudiar nuevamente, pero esta vez tenía que ser por mis propios medios y tenía que ser una carrera profesional;

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La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha, no en la victoria misma.

Porque hoy entiendo que cada vez que escale una montaña, me daré cuenta de que hay cien montañas más por escalar,

y que las dificultades del camino se presentan con la única intención de hacerme cada vez más fuerte”.

Mahatma Gandhi

entonces me presenté a la Universidad de Antioquia, y sin importar el resulta-do tenía claro lo que quería hacer, no importaba dónde; me reconcilié con la vida, sané muchos dolores con mi familia, en especial con mi mamá, y después de un año y medio volví a Pasto, sin nada pero con mucho por hacer. Cuando me enteré de que había pasado a la Universidad, por primera vez sentí lo que es conseguir algo por mis propios medios; entonces regresé a esta ciudad para comenzar de nuevo.

Inicié el primer semestre, y los gastos no se hicieron esperar. Me enfren-té a una difícil situación económica que mi novio me ha ayudado a financiar, pero que con el transcurso de la carrera se fue incrementando. Por otra parte, la exigencia de la Universidad no permite asumir un trabajo de tiempo completo, situación que me llevó a buscar alternativas para continuar estudiando. Y en el camino tuve la fortuna de cruzarme con la Fundación Gandhi; había leído un aviso en la Universidad que me llevó a buscar la información en Internet; in-mediatamente me identifiqué con la filosofía de la Fundación. Recuerdo que la primera entrevista con Ana Lucía me hizo sentir afortunada y agradecida por lo que había tenido en mi vida y que era una semilla que solo falta regar para que germine y dé frutos.

Actualmente, estoy finalizando quinto semestre de Contaduría en la Uni-versidad de Antioquia, amo mi carrera, soy becaria de la Fundación Mahatma Gandhi de la promoción 2010 y espero germinar pronto para repartir mis frutos. No puedo predecir el futuro del Colegio. Por lo pronto la nueva generación, es decir mis primos y hermanos como solía llamarnos Conchita a sus nietos, esta-mos a la tarea de construir nuestro propio futuro para poder retribuir a mis tías, a mis padres todo el esfuerzo que hacen por nosotros. Agradezco a la Fundación el haber visto en mí un líder por formar, dándome la oportunidad de hacer par-te de esa construcción colectiva que es la familia Fundación Mahatma Gandhi.

Finalizo con la siguiente frase:

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Yesenia Montoya RestrepoEnfermería

Universidad de Antioquia

Mi nombre es Yesenia Mon-toya Restrepo, tengo 17 años y estoy en el primer semestre de Licenciatu-ra en educación básica con énfasis en Ciencias Naturales pertenecer a esta Fundación le ha dado un giro casi de 180º a mi vida. El cambio radical que menciono se puede analizar desde dos puntos de vista: por un lado me ha aportado más conciencia social frente al mundo que me rodea y, por otro, ha ayudado a mí y a mis padres en cuanto a la condición económica.

Refiriéndome a la primera situa-ción, aquí juega un papel muy impor-tante mi mentora, puesto que ella me ha ayudado a fortalecerme como un ser pluridimensional (espiritual, corporal, social y cultural), lo que me lleva a ser una persona más equilibrada en lo personal y con el mundo que me rodea; además, los talleres que dicta la Fundación son de gran ayuda para hacer conciencia de que el mundo necesita verdaderos lideres que sepan afron-tar los retos que la sociedad propone, puesto que actualmente cuando se habla de trabajo en equipo, líderes positivos, noviolencia, comunicación y otros temas ya tra-tados en los talleres, las personas están predispuestas al aburrimiento y a la negación de estos por considerarlos innecesarios. Unido a esto me parece que los proyectos que se están llevando a cabo por los beneficiarios de la Fundación son una oportunidad de poner en práctica las enseñanzas que nos transmiten en las conferencias-talleres; además, es aquí donde se evidencia el grado de compromiso que se tiene hacia la Fundación, sobretodo en el objetivo de transmitir la sabiduría de Mahatma Gandhi.

En cuanto al segundo aspecto de mi cambio, si bien no es el primordial, sí juega un papel importante, ya que cuando pasé a la Universidad lo primero que pasó por mi mente fueron los innumerables gastos que tendría, como matrí-cula, pasajes, fotocopias, alimentación, puesto que mi papá gana un poco más del mínimo y responde por sus cuatro hijos, todos estudiando, y como aún soy menor de edad no conseguiría un trabajo fácil, así que cuando me enteré de la Fundación, fue muy gratificante saber que personas ajenas a mi familia me ayu-darían a cumplir con mis sueños.

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Laura Zapata AriasIngeniería Sanitaria

Universidad de Antioquia

Soy Laura Zapata Arias; nací en Envigado el 3 de noviembre de 1988. No conocí a mi padre porque murió cuando yo tenía apenas 6 meses. A pesar de ser una niña huérfana de padre, gocé como ninguna otra de una madre, Diana, con un corazón gigante, de fuerzas autorrenovables y una ternura ilimitada. Ella se en-cargó de llenar de pequeños detalles ese mundo fantásticamente perfecto en el que con frecuencia solía refu-giarme, un mundo lleno de sueños, expectativas y de sabias enseñanzas, como el respeto hacia cada ser vivo. Con ella siempre me sentí como en una familia completa y a pesar de que hemos pasado momentos difíciles, su amor siempre ha hecho que cualquier dificultad sea menos importante que nuestra unión.

Por razones económicas y la inestabilidad laboral de mi mamá, cuando tenía 4 años tuvimos que mudarnos de Envigado a un pequeño apartamento en el barrio El Salvador, y así sucesivamente a otros barrios como Campo Valdés, San Antonio de Prado, Castilla, etc. En Castilla aconteció uno de los momentos más memorables de mi vida: en quinto de primaria fui elegida personera de la escuela urbana Los Comuneros y a partir de ese día me di cuenta de que me gus-taba compartir con la gente, hacer propuestas de desarrollo y tratar de que todo a mi alrededor fuese mejor. Fue muy gratificante saber que habían aceptado mi propuesta de implementar el uso de microscopios en las clases de ciencias na-turales, como un primer acercamiento al mundo de lo invisible; así como tam-bién que hubiesen aprobado la construcción de un parquecito para divertirnos en horas de descanso.

Considero mi etapa de adolescencia muy productiva en cuanto a aspectos del arte popular: había conformado un grupo de rap en cuyas letras trataba de plasmar tanto mis deseos, sentimientos y cotidianidades, como también la in-conformidad frente al modo de organización social, y en ocasiones, como esta, con la ayuda de todos podía mejorar. Hacíamos conciertos callejeros, tertulias,

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reuniones y además pudimos grabar un demo con siete canciones. También hice parte de grupos de poesía y cuenteros, donde mezclábamos letras e inspiración entre sonidos de cuerdas.

Durante mi estadía en san Antonio de Prado tuve la oportunidad de vin-cularme a actividades culturales y pertenecer a la Red de Bandas Musicales de Medellín, donde aprendí un poco de saxofón, técnica vocal y cello, actividades a las que me dedicaba en el tiempo libre hasta el grado 11.

Con la ayuda de un profesor, conseguí trabajo de medio tiempo y además conocí a Héctor, mi jefe, que más tarde se convertiría en un gran amigo. Gracias a él supe de las ventajas del deporte y fue una de las personas que más me mo-tivó a continuar mis estudios. Me brindó también apoyo económico y académi-co durante el primer semestre en la universidad, antes de emprender su viaje a Australia.

Entrar a la universidad representó para mí grandes cambios; fue como ascen-der al escalón que me mostraba como una persona madura y responsable. Debí empezar a reducir gradualmente las actividades que solía hacer cotidianamente para dedicarme a la carga académica, sin dejar de invertir algo de tiempo en los espacios deportivos, como el grupo de gimnasia artística. Cabe anotar que du-rante el primer semestre conocí a 2 compañeros muy dedicados y, entre los tres, conformamos un eficiente grupo de estudio.

Luego de no tener más apoyo económico y que mi madre perdiera el em-pleo, me vi en la obligación de conseguir un trabajo los fines de semana en una licorera, además de realizar diferentes oficios entre semana, como vender con-fitería, productos de belleza, etc., todo con el fin de conseguir los pasajes y el material académico que necesitaba. Debido a tantas dificultades económicas y a las múltiples funciones alternas al estudio que me veía obligada a cumplir, fue decayendo mi nivel académico así como mi estado de ánimo. Afortunadamen-te uno de mis compañeros de estudio me contó sobre la Fundación Mahatma Gandhi. Fue así como apliqué a la beca y fui una de las seleccionadas. Ahora lo-gro comprender por qué mi compañero se sentía tan feliz de ser becario de la Fundación. Siempre que hablo de la Fundación Gandhi me refiero a algo muy grandioso, porque además creen en mí y me hacen sentir valiosa.

Estando en el séptimo semestre participé del programa de internacionali-zación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia y el Servicio de Intercambio Estudiantil Alemán (DAAD). Durante el largo proceso de selec-ción recibí todo el apoyo tanto por parte de la Fundación como del mentor Juan Fernando Rojas, que estimularon mi autoconfianza y me motivaron a luchar in-alcanzablemente hasta cumplir mi sueño de ser una estudiante de intercambio.

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Ahora que me espera una nueva vida y que conoceré una nueva cultura no tengo temor alguno; por el contrario, tengo grandes expectativas y ansias de ser mejor, pues siento que en la Fundación Gandhi logré convertirme en una líder y ahora puedo afrontar cualquier reto.

Conocer personas tan valiosas intelectual y espiritualmente como el doc-tor Harivadan, don Diego y doña Ana Lucía, me ha hecho ver que realmente po-demos ser semillas de cambio y transformadores sociales. Me han hecho crear un gran sentido de responsabilidad social y de liderazgo al pensar que puedo contribuir al mejoramiento de mi entorno y al bienestar de quienes me rodean. Es hermoso conocer personas tan grandes y altruistas que te hacen sentir valio-sa y te enseñan a valorar a los demás.

Algo que siempre tendré presente es que muchas de las virtudes no están en los individuos por naturaleza, sino que tienen que ser cultivadas. Tal es el caso de la paciencia, el autocontrol y el liderazgo. Para mí sería muy satisfacto-rio y gratificante poder ayudar a más personas que, como yo, quieren continuar con sus estudios y quieren hacer parte de esta labor multiplicadora de la novio-lencia. A la Fundación le debo no solo la oportunidad de poder continuar mis estudios de forma ininterrumpida y eficiente, sino además aquellas cosas que no se estudian en la universidad: los valores, el ser persona consciente y semilla de cambio.

La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.Mahatma Gandhi

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Heidy Johanna Vargas García Contaduría Pública

Corporación Universitaria Luis Amigó

El 27 de septiembre de1991 na-ció una niña que cambiaría la vida de sus padres y de su familia, a la que le pusieron por nombre Heidy Johanna Vargas García, y esa soy yo; durante mucho tiempo fui la única nieta, so-brina y por cierto la única hija, lo que quiere decir que durante mi infancia fui muy consentida por todos mis fa-miliares y amistades cercanas.

Entré a estudiar a los 6 años de edad en la escuela A.S.I.A. Ignaciana; en aquel lugar en el transcurso de la primaria empecé a dar los primeros pasos que me encaminaron a soñar y que ayudaron a que yo pudiera mirar el mundo de las dos caras de la moneda, teniendo en cuenta que mis decisiones repercutirían en un futuro.

Cuando empecé a cursar el bachillerato reafirmé mis ideas que me ayuda-rían en lo que ahora está reflejando en mis actitudes, aptitudes y cualidades; du-rante la estadía en el colegio me destaqué como una de las mejores estudiantes pues tengo grandes aptitudes en el área de matemáticas, lo que me sirvió para ayudar a mis amigas y a los que lo necesitaran; pasé momentos increíbles, cono-cí personas muy valiosas que aportaron al fortalecimiento de mi personalidad y que le dieron un valor agregado a mi vida; las decisiones tomadas eran más ma-duras y empecé a mirar la vida desde otras perspectivas. Cuando me encontraba en 11, precisamente en los últimos meses, me puse a pensar a qué me dedicaría cuando saliera del colegio; las primeras oportunidades eran estudiar en el SENA

ya que soy bachiller Técnico en Administración en Salud y podía salir a termi-narla. Mis destrezas en matemáticas me ayudaron a definir en qué áreas me des-tacaría mejor para estudiar; entonces me entusiasmé con las siguientes carreras: Administración de Empresas, Contaduría Pública y Economía, y más adelante pude presentarme a la Universidad de Antioquia, a las dos últimas carreras men-cionadas; después supe que no había pasado y pensé que ya se había acabado la única oportunidad que yo tenía de estudiar en una universidad pública ya que en una privada no tenía los recursos suficientes para pagarla. Días después fui

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selecciona por ser una de las diez mejores estudiantes de esa promoción y por este motivo me enteré de que existía una Fundación llamada Mahatma Gandhi que ayuda a los jóvenes líderes con las características de que se identificaran con la noviolencia, que les gustara la labor social y que quisieran estudiar, con una finalidad de multiplicadores.

Desde este momento comencé a visitar la Universidad Luis Amigó, la cual elegí para estudiar Contaduría Pública e inmediatamente participé en las con-vocatorias de la Fundación Mahatma Gandhi, Ahora soy elemento de esta gran familia, que le abre los brazos a sus visitantes; todos sus integrantes son per-sonas incondicionales, como Ana Lucía, que hace el papel de madre, el doctor Harivadan, mis compañeros de 2009, mi mentora, Sandra Milena Duque y to-das aquella personas de la Fundación que he tenido la oportunidad de conocer. Es grandioso compartir con gente que no solo se preocupa por su bienestar sino por el bienestar común, que lucha por una ciudad nueva sin violencia, con ga-nas de salir adelante, con jóvenes que además de tener talentos los compartan; debido a esto mi vida ha cambiado; sé que mi alegría puede ser la desdicha de otro, sé que un paso en falso puede perjudicar a los demás, qué lindo es soñar con una ciudad donde no haya violencia, pero más lindo ha sido luchar por ha-cer este sueño realidad.

La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que sus animales

están tratados. Mantengo que cuanto más indefensa está una criatura, más derecho tiene a que el hombre

la proteja de la crueldad del hombre”.Mahatma Gandhi

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Liliana SernaAntropología

Universidad de Antioquia

Nací al inicio de la década de los 80 del siglo pasado en Medellín. Mi familia la componíamos entonces mi mamá, mis tíos y mis primos. Co-mencé mi formación académica a los siete años de edad, en una escuela del centro de la ciudad que quedaba muy cerca de la casa en donde mi mamá trabajaba como empleada doméstica interna. Aprendí a leer muy rápido; con cada letra que me enseñaban en la escuela, llegaba a mi casa y practi-caba mirando las páginas de cómics del periódico, juntando sonidos e in-ventándome lo que aún no sabía leer, pero bueno, aprendí muy pronto y descubrí uno de los mejores y más encantadores placeres de la vida: la literatura; para entonces yo tenía muy seguro que en la vida yo lo que quería era estudiar.

Todos mis años escolares los estudié en escuelas diferentes, dado que mi mamá tenía dificultades para encontrar personas que se hicieran cargo de mí; pero eso no fue un impedimento para continuar con mis estudios, ni siquiera que en algunos años tuviera que caminar kilómetros para ir a estudiar. En el colegio siempre sentí que tenía un talento para que la gente me siguiera, para liderar procesos, pero pocas veces usaba esa cualidad, ya que los papeles de per-sonera y asuntos por el estilo no me llamaban mucho la atención.

Cuando cumplí 16 años quedé embarazada y tuve que dejar mis estudios por un largo tiempo mientras me acomodaba a mi vida de mamá y además porque la situación económica no me daba para estudiar. Un par de años después, ingresé a estudiar en una nocturna que me quedaba muy lejos de la casa, pero igual yo asistía caminando, siempre con muchas ganas de aprender, hasta que al final de año no tuve con que pagar la matrícula y no me pudieron reconocer ese tiempo de estudio. Años después ingresé a estudiar los sábados en otro colegio para el cual era impres-cindible tomar dos buses; yo me conseguía lo del bus lavando ropa y lo de los ma-teriales lo conseguía haciendo tareas a compañeros y cuando ya se iba a terminar el periodo escolar, un fin de semana antes de la fecha límite para el pago de matrícula, justo conseguí trabajo como empleada doméstica interna en una casa; allí pude ne-

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gociar con mi patrón que me permitiera salir en las noches para ir a clase y volver en cuanto terminara. Fue muy difícil y duro para mí, para mi niña, pero lo logré, y al final del año 2002 me pude graduar del bachillerato y cambié de empleo.

Ya en el inicio del año 2007, ingresé a un programa que desarrollaba una joven brillante del barrio El Limonar, Flor Vargas. Allí conocí un montón de mu-jeres que como yo nos adentrábamos en el conocimiento y el vivir del empodera-miento y del movimiento feminista. Allí me sentí como si despertara al mundo; aprendí rápido e incorporé a mi vida la filosofía de este movimiento y pronto fui aceptada como una de las talleristas del Grupo de Mujeres Crisálidas, que brinda-ba formación a otras mujeres, niñas, jóvenes y adultas. Fui invitada a participar en otros procesos de formación que tenían que ver con el tema, hice parte del grupo de danza oriental que tenía el grupo y presentamos la danza al final del proyecto para toda la comunidad. También cofundé el grupo de danza oriental de la Casa de la Cultura de Itagüí. En ese mismo periodo comencé a ser consciente de mis potencialidades, y gracias en gran parte a Flor reuní valor para juntar algunos de mis poemas y escritos y presentarme al concurso de Mujeres Jóvenes Talento de Medellín en la modalidad de Arte-Literatura en donde quedé como finalista.

Me dediqué entonces a asistir a talleres de poesía, en la Casa de la Cultura de Itagüí y en la Casa de la Cultura de San Antonio de Prado. En los talleres conocí gen-te a la cual le gustaron mis escritos y fui invitada varias veces, en diversos estamentos culturales de estos dos municipio y además de Envigado, a hacer lecturas, por lo cual recibía un reconocimiento económico, además de las presentaciones de danza, con las cuales ayudaba bastante a solventar deudas, ya que vivía sola con mi hija y tenía que hacerme cargo de ambas. Ese mismo año tuve también valor para presentarme a la Universidad de Antioquia al pregrado de Antropología y afortunadamente pasé.

El primer año en la Universidad fue tremendamente duro, pero no me ren-dí ya que mi objetivo era claro: estudiar. También ingresé a hacer parte de un gru-po llamado Piki-Rojas, un grupo de mujeres que tenía como objetivo hacer inci-dencia política a través del arte. Ya para mi cuarto semestre Flor me habló de la Fundación Mahatma Gandhi, una Fundación que me ha enriquecido la vida de varias maneras, en las cuales la ayuda económica cumple una gran función, pero no al nivel de su función emocional y de formación en mi vida, pues primero, el haber creído en mí para hacerme parte como becaria, es un gran obsequio que valoro mucho. El otro elemento, de vital importancia, son las formaciones que he recibido en los talleres, pues con ellos he aprendido técnicas para resolver mejor algunos conflictos de mi vida y para buscar en mí misma ese espacio de paz que promulgó Gandhi. Por estos regalos, me siento muy agradecida con la Fundación y espero que construyamos en común espacios de noviolencia en mi sociedad.

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Deicy Elena Bermúdez HurtadoDerecho

Universidad de Antioquia

Mi nombre es Deicy Elena Bermúdez Hurtado, hija de Elelis Hurtado Murillo y Nicolás Bermú-dez Rentería; nací en Istmina, un pequeño pueblo ubicado en el de-partamento del Chocó.

Mi familia es grande; por parte de padre tengo 13 hermanos y de ma-dre 3, y con estos últimos he cons-truido una verdadera relación en fa-milia; soy la menor de todos ellos. Mis hermanos más cercanos son Na-llyth Sánchez Hurtado, James Sán-chez Hurtado, Nicolás Bermúdez Hurtado y Alexander Bermúdez As-prilla.

Además de estar rodeada de mi familia próxima, crecí con mis sobrinos, los hijos de mi hermana Nallyth, quienes también hacen parte del núcleo fa-miliar.

Sin embargo, crecí en un contexto sano y con una excelente formación en valores como el respeto, la honestidad, la solidaridad, etc., esto con la orienta-ción, principalmente, de mi abuela, pues mi madre y padre viajaban continua-mente por sus trabajos. Ella se dedicaba a la docencia y él a la política.

Las condiciones económicas de mi familia cambiaron cuando yo tenía aproximadamente 14 años, debido a que tanto mi madre como mi padre empe-zaron a tener dificultades de salud y a la edad de 15 años, cuando terminé mi es-cuela secundaria, en un colegio técnico comercial, decidí trabajar para generar ingresos que permitieran ayudar al sostenimiento de mi familia.

A la edad de 15 años también tuve el privilegio de hacerme cristiana, expe-riencia que cambió mi vida y le dio un giro muy significativo a mi crecimiento personal y profesional.

Gracias a Dios y a mis logros en la secundaria, se me abrieron muchas puertas laborales donde era recomendada por mis profesores de bachillerato y debido a ello obtuve una amplia experiencia laboral trabajando como docente, secretaria y coordinadora de la oficina de atención al cliente de la Empresa de Servicios Públicos del Chocó, en Istmina.

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Además de trabajar, decidí continuar formándome, razón por la que ini-cié mis estudios universitarios en Idiomas, en el Extramuro de la Universidad Tecnológica del Chocó localizado en Istmina; etapa muy complicada y difícil porque tuve que asumir cargas económicas familiares y el reto de estudiar y tra-bajar al mismo tiempo. He sido la primera de mi familia que ha logrado ir a la Universidad hasta el momento.

En el año 2002 mi padre murió y la salud de mi madre se complicó un poco más, lo que me obligó a continuar trabajando para ayudar al sostenimien-to de mi familia y en este tiempo pude acceder a un empleo en el que se abrieron puertas también para mis hermanos James, Nallyth y Nicolás, lo que me trajo algo de tranquilidad porque esto me daba la oportunidad de disponer más de mi tiempo y mis ingresos.

Culminé mis estudios universitarios, sin poder graduarme hasta el mo-mento, por problemas presentados en la Universidad y a pesar de la oposición de algunos miembros de mi familia, decidí empezar Derecho en la Universi-dad de Antioquia, con la pretensión de, una vez graduada, poder trascender en el cambio del estado de cosas de mi región, especialmente mi departamento, Chocó. En el año 2007 fui designada para representar a mi iglesia en un Inter-cambio cultural con la organización Comité Central Menonita durante un año, en el que pude servir y recibir algo de entrenamiento en liderazgo y noviolencia o educación para la paz.

Posteriormente, a mi regreso al país, decidí reingresar a la Universidad de Antioquia, para continuar con mis estudios en derecho y con la idea de tra-bajar, pero encontré algunas dificultades para ello; además, volví con todas las energías y las ganas de continuar formándome y trabajando en torno a la novio-lencia y participando en las actividades y proyectos de la Iglesia. Entonces fue cuando, en mi búsqueda, leí un aviso de convocatoria de la Fundación Gan dhi, lo que llamó poderosamente e ipso facto mi atención e inmediatamente ingre-sé a la página Web con el propósito de conocer un poco más. Procedí a hacer las llamadas respectivas y presentarme al proceso de selección, el cual, gracias a Dios logré pasar y por lo que me siento privilegiada.

Actualmente, soy becaria de la Fundación Mahatma Gandhi y gestiono algunos recursos para poder pagar los gastos de sostenimiento que requiero mientras termino mi carrera. Además, estoy en séptimo semestre de Derecho en la Universidad de Antioquia, en la que he recibido la matrícula de honor en varias oportunidades y la distinción de mejor estudiante por nivel. Por otro lado, procuro estar involucrada en proyectos y movimientos sociales al interior y por fuera de la Universidad, tales como Afroudea, que trabaja en temas de

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empoderamiento y educación de la población afro-descendiente en Medellín y desde los espacios en los que me encuentro multiplico y enseño sobre novio-lencia.

Soy una mujer muy bendecida por Dios y creo firmemente que todo lo que tengo se lo debo a Él y a las personas que me ha permitido conocer y espero poder devolver lo que he recibido hasta ahora, pues de gracia recibisteis, dad de gracia. Agradezco altamente a la Fundación, al doctor Hari, a su esposa y la señora Ana Lucía por el apoyo que he recibido, tanto económico como moral y la formación en liderazgo y noviolencia, pues ha sido una ayuda poderosa para que pueda continuar mis estudios en derecho y para mi crecimiento personal y como líder.

Por amor existimos y para amar vivimos, aprender a vivir es aprender a amar,

solo quien ama vive”.Mahatma Gandhi

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Durante el Festival de la Noviolencia los becarios y colaboradores de la Fundación se visten como Mahatma Gandhi para llevar su mensaje de la noviolencia a todos los rincones de la ciudad.

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Yudicelly Zapata JiménezTrabajo Social

Universidad Minuto de Dios

Soy hija de José Alonso Zapata y Dolly del Socorro Jiménez, nací en Barbosa, Antioquia, y fui la cuarta de siete hijas. Cuando tenía 7 años mi madre se enfermó de gravedad y tu-vieron que hospitalizarla. Desde en-tonces empezó la dura tarea de exis-tir sola y sin el apoyo de ella porque mi papá era un hombre tempera-mental, agresivo y con muchos pro-blemas de conducta. Yo tenía 10 años cuando mi mamá murió y a pesar de que era una niña alegre fue como si se hubiese ido mi vida también.

Mi papá nunca quiso tener hi-jas mujeres porque eran un encarte para él y sin saber qué hacer con tantas hijas y tan pequeñas las repartió en casas diferentes. A mí me enviaron a Bello con una tía, hermana del papá, quién me puso como empleada del servicio para que de esta manera le pagara el cuarto año, que estaba cursando. La convivencia en este lugar no fue fácil y antes de terminar el año me devolvió al pueblo con mi papá, bajo el pretexto de que no respondía bien en los estudios, en los cuales me volví a atrasar, a pesar de que en la escuela que estaba me dieron el año ganado por las excelentes calificacio-nes que tenía.

Debido al maltrato físico y psicológico por parte de mi padre, a los 12 años huí y me oculté en casa de un vecino. Quince días después me fui para la casa de una compañera; la mamá de ella me aceptó y luego me consiguió trabajo inter-na en una casa de familia en donde comenzó una nueva, difícil y a la vez linda vida. Trabajé durante 2 años con esa familia sin devengar salario alguno, pero me proporcionaron cuidados, educación, principios morales, entre otras mu-chas cosas. Empecé a crecer y los hombres me miraban con otros ojos, así que me tocó desistir de estar allí. Empecé a rodar de casa en casa. En muchas ocasio-nes me sentaba a llorar y a reprocharme; no entendía por qué las cosas eran así sabiendo que no era una niña mala; también me preguntaba por qué estaba sola sin mi mamá y no había respuestas, pero esto me daba también fuerzas para se-guir adelante y continuar mi propósito de terminar los estudios.

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A los 16 años me fui a vivir con el primer hombre que me prometió una familia feliz, y yo necesitaba sentir que podía ser parte de una familia, así que pensé que era la oportunidad y mi mejor opción. Durante 5 años se repitió la historia de mi madre. Tuve 2 hermosos hijos, pero lamentablemente el segundo falleció debido a un maltrato físico de que fui objeto cuando estaba en embara-zo del niño, motivo por el cual terminé con esta relación.

Decidí volver a empezar porque quería ser una gran profesional, así que busqué a mi hermana mayor en Armenia, Quindío, y me fui a vivir allá. Me sen-tía muy orgullosa de ser una bachiller y poder trabajar por un salario; además, ahora tenía una personita más en quien pensar, así que el sueño no era para mí sola, ya que éramos dos. Las cosas fueron duras, pero le agradecía a todas las personas que me enseñaron a confiar en Dios y a conocer de él pues si no me hubiesen hablado de Dios no sería lo que soy en este momento.

A los 23 años regresé a Medellín a reconciliarme con las personas que me hicieron tanto daño, en especial con el padre de mis hijos y mi papá, aunque este último cuando yo tenía 15 años lo había llamado y le había dicho que lo amaba a pesar de todo. En Medellín seguí trabajando algún tiempo con la em-presa de seguridad con la que trabajaba en Armenia; me presenté a la Univer-sidad y con un crédito en la cooperativa, las primas y las vacaciones costeaba estos gastos. La situación a veces se tornaba difícil porque también tenía que pagar arriendo, servicios, etc., pero la gente que me rodeaba me motivaba bas-tante, especialmente la profesora de Psicología, por la que supe de la Fundación Gandhi y de toda su gente, la cual amo mucho. Pasé el proceso de selección y ya llevo 3 años gozando de los beneficios que la familia Gandhi me ha ofrecido para poder continuar mis estudios sin tantos tropiezos.

Conocí a Leonardo Vergara P., con quien me casé en 2005. Mi hijo Kevin cumplió 10 años y Estefany 2. Tengo un hogar bajo la filosofía de la noviolencia, poniendo en práctica todo lo aprendido en la Fundación. Actualmente tengo 27 años y estoy próxima a ser una excelente trabajadora social.

Doy gracias a la Fundación y a todos los que hacen parte de ella, por ser parte de mi vida, por darle luz a mis metas, por enseñarme el valor de las peque-ñas cosas, por acompañarme en ese hermoso proceso de formación académica y personal, y por todas las bendiciones que ha traído a mi existencia.

De don Harivadan admiro su valentía y respetuosamente digo que me en-canta su forma de ser porque cree en los demás, en que hay un mañana y que se puede transformar. Recuerdo las palabras que usted un día nos dijo en su casa de El Retiro: no hay estrellas en el suelo, pero usted las baja para nosotros. Lo admiro mucho. Muchas gracias. Doña Hasita, gracias por apoyar esta hermosa

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labor, gracias por haber soñado en grande y haberse decidido por nosotros los jóvenes. Don Diego, gracias por su tolerancia, por su humildad para dar el co-nocimiento, porque sus enseñanzas son replicadas en mi vida y en la de muchos jóvenes. Gracias por permitirme estar en sus talleres con mis hijos. Doña Ana, qué linda eres, siempre sonriente y fresca, ese esplendor de amor, de paciencia, de neutralidad, gracias porque siempre has estado ahí para atenderme, para es-cucharme.

La violencia es el arma del débil; la noviolencia lo es del fuerte”.

Mahatma Gandhi

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Sergio Andrés Sierra HurtadoIngeniería Civil

Politécnico ColombianoJaime Isaza Cadavid

Nací en Medellín el 13 de oc-tubre de 1986; desde entonces tuve la desdicha de que apenas mi papá se dio cuenta de que mi mamá es-taba embarazada lo único que hizo fue darle la espalda y dejarla sola. Gracias a Dios ella es una mujer muy emprendedora y desde ese momento hemos podido salir adelante. Aho-ra vivo con mi mamá, Bertha Edilia Hurtado, quien trabaja en oficios va-rios en un edificio, y con mi padrastro José Ómar Sierra, trabajador inde-pendiente de una cerrajería, y quien acompañó a mi mamá desde que yo tenía dos años; además de hacerse cargo de la familia me dio su apellido.

He vivido toda mi vida en el barrio Santo Domingo Sabio, en la comuna nororiental de la ciudad, donde me ha tocado presenciar muchas situaciones de conflicto, pues como saben fue uno de los barrios más violentos de Medellín. Estudié mi primaria en el colegio Aldea Pablo VI, una escuela cuyas profesoras son monjas, donde se exigía un buen rendimiento académico al tiempo que nos enseñaban buenos principios morales; en 1997, después de haberme gra-duado de primaria, inicié mis estudios secundarios en el liceo Santo Domingo Sabio, donde me destaqué por mi buen rendimiento académico, además de mi capacidad de liderazgo; fui representante de grupo en los grados 10 y 11, debi-do a lo cual tuve la oportunidad de estar en el grupo de formación en liderazgo del Club Rotario Nuevo Medellín; también trabajé con un párroco del barrio a quien le colaboraba en un programa de obras sociales donde en Navidad repar-tíamos regalos y mercados a las familias menos favorecidas del barrio La Cruz y algunos otros.

El 7 de octubre del 2004 nació mi hijo Andrés Felipe Sierra; fue un año complejo ya que era el mismo en el que me graduaba de bachillerato; la situa-ción en mi casa no era muy alentadora ya que a causa del problema que mi papá tiene con el alcohol teníamos muchos conflictos; en ese entonces solo pensa-ba en salir a trabajar para poder responder por mi hijo y ayudar también en mi

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casa. Empecé con trabajos de poca estabilidad como fue en contratos de ins-talaciones de electricidad, en un contact center donde mi función era vender tarjetas de crédito vía telefónica; al ver que no encontraba algo estable decidí trabajar con mi padrastro con quien he podido aprender mucho sobre el oficio de la cerrajería.

En el año 2006 tuve la iniciativa de empezar un proceso becario con el Pre-supuesto Participativo de Medellín, en el cual no pude salir favorecido, ya que en-tre el Municipio y el Politécnico no se pudo hacer ninguna negociación; para no perder el cupo en la Universidad, con unos ahorros pude pagar el primer semestre. Un amigo de la Universidad, al enterarse de mi situación, me puso en contacto con la Fundación Mahatma Gandhi donde inicié un proceso de selección y salí favo-recido; allí he tenido la fortuna de conocer gente maravillosa, como lo son uste-des, los becarios, la parte administrativa y el doctor Hari, con los cuales he podido compartir muchas experiencias que han enriquecido mi vida. Además con todos los talleres a los que he asistido he podido desarrollar más habilidades como líder y más como un líder pacífico; he aprendido también mucho sobre la ideología de Mahatma Gandhi, la cual he podido compartir con otras personas. He podido aprender mucho de las mentorías, porque también he podido compartir gratas ex-periencias con mi mentor, Juan José Malma; todas esas charlas que tenemos des-pués de cada taller y las experiencias que él ha tenido a lo largo de su formación me han hecho crecer.

Quiero expresar mis más sinceros agradecimientos a las personas que han hecho que mi vida tome un rumbo hacia el éxito; a mis padres por todo lo que han podido brindarme, a la Fundación, en especial al doctor Harivadan, al doctor Diego Naranjo y a Ana Lucía, quienes han creído en nosotros y nos han apoyado, a mi mentor y a todos los que están haciendo posible una de mis me-tas. Mil y mil gracias.

Por la libertad de mi pueblo estoy dispuesto a dar gustosamente mi vida, pero por nada,

estoy dispuesto a quitarle la vida a otro”.Mahatma Gandhi

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Sulay Andrea Yepes TobónFilosofía

Universidad de Antioquia

El viernes 9 de agosto de 1985, a las 3:30 am, nace una niña a la cual le ponen por nombre Sulay Andrea, hija de Dalila María Tobón y Omar Livid Yepes Cardona; mi nacimiento fue de forma prematura, motivo por el cual el tiempo que me faltaba lo viví en la incubadora. Este proceso trajo consecuencias en mí, es decir quedé invidente debido al oxígeno y la luz que trasmite, y me quemó la retina de mis ojos.

Tres años después nace mi her-mano; eso representó una compañía y además ya tenía con quien jugar. Cuando yo tenía cinco años, un mar-tes 21 de mayo de 1990, mi papá en la mañana me vistió de blanco y me dijo que nos cambiaríamos de casa y se fue para donde mi abuela paterna; llegó la noche y mi padre no regresaba a casa; a eso de las 8:30 pm llamaron a la puerta y le in-formaron a mi madre que mi padre había fallecido. Lo que le sucedió fue que le dio un coma diabético; debido a esta situación mi madre se fue a vivir donde mi abuela materna. Allí vivimos dos años; luego, mi mamá se fue a vivir con otra persona y yo me quedé a cargo de mi abuela. A mi madre la veía cada ocho días y en vacaciones me iba para la casa de ella.

A los siete años empecé mis estudios en un colegio llamado Francisco Luis Hernández Betancur, donde me enseñaron a escribir y leer en braille; en este colegio estudié hasta segundo de primaria; luego terminé la primaria en el co-legio Centro Educativo Carmelita por una beca que me dejó mi papá antes de morir, ya que la ilusión de él era que yo estudiara en este colegio y la rectora le cumplió su deseo. El bachillerato lo cursé en el colegio Santos Ángeles Custo-dios, donde me caracterizaba por ser una niña alegre, servicial, estudiosa, en-tregada, tierna, ordenada; siempre estudiaba con fotocopias, con los libros de los profesores, que me leían mis compañeras, mis primos y mi hermano. Des-pués de finalizar el bachillerato una amiga me invitó a participar en una con-vivencia dirigida en el Verbumdei (Palabra de Dios); esta comunidad católica está ubicada cerca de las torres de Bomboná y me ha apoyado en mi crecimien-

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to personal; actualmente participo en ella, no solo como integrante sino como una de las catequistas, y como apoyo para la escuela de niños. Además, estudio Filosofía en la Universidad de Antioquia, vivo en Guayabal con mi mamá, mis hermanos Alejandro, Juan Carlos, Harold, Viviana y Laura.

Conocí la Fundación Mahatma Gandhi por medio del colegio donde es-tudié bachillerato, ya que esta fue a dar una conferencia y uno de los profesores me invitó como asistente. A Dios le doy muchas gracias de todo corazón porque me dio la vida, y cada día me da medios para que yo me conozca y a la vez me descubra como persona; algunos de estos medios son amigos, la comunidad, la Fundación, entre otros.

Una experiencia hermosa para reflejar lo anterior es el dictar los talleres de noviolencia con la Fundación, ya que esta nos incentiva a dar lo que recibi-mos y tenemos; cada día cuando dicto el taller aprendo, hago algo con las perso-nas con que me relaciono; lo que más me gusta es enseñarles a los sordos, pues ellos son unas personas muy aisladas por la parte del lenguaje pero cuando se establece una forma de comunicación con ellos estos son seres sensacionales, de sensibilidad profunda y de gran percepción.

Con la Fundación no solo me he sentido apoyada económicamente, sino que por medio de los talleres que nos ofrecen, me han enseñado a integrar los pequeños detalles que se pueden convertir en grandes conflictos al pasar el tiem-po. Este proceso se hace más personal con el apoyo de mentorías, dado que mi mentor y yo asistíamos juntos a los talleres y, luego, por correo, por teléfono y en citas concretas; lo aprendido no se queda en palabras sino que se aplica en he-chos determinados, es decir, en situaciones personales que se están viviendo en el momento o se vivieron en el pasado. Y aprovechábamos las reuniones en la Fun-dación para saber cómo estábamos. Este comportamiento me pareció muy ade-cuado dado que uno no encuentra personas que aprovechen espacios concretos para compartir. Él me enseñó que hay que estar dispuestos siempre, aprovechar las oportunidades y estar abiertos a los cambios; gracias por esto, ya que permite descubrir cómo es que se acompaña a una persona. La vida es un constante reto para afrontar, una oportunidad para vencer los obstáculos que se presentan; estos son medios para aprender y descubrirse a sí mismo.

He tomado sobre mis espaldas el monopolio de mejorar sólo a una persona, esa persona soy yo mismo

y sé cuán difícil es conseguirlo”.Mahatma Gandhi

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Susana Yepes CardonaLicenciatura en Filosofía Universidad de Antioquia

Nací en Medellín el 24 de oc-tubre de 1986. Mi familia es una de esas familias antioqueñas normales, católica, humilde y muy unida, con-formada por mi papá, Darío, quien se desempeña como oficial de cons-trucción; mi mamá, Amparo, que es ama de casa, y mi hermano, Alexan-der, que está en 11. Siempre hemos vivido en el barrio Popular de la Co-muna 1 de Medellín.

Mis primeros estudios los rea-licé en la Escuela Popular Eucarísti-ca Julio C. Hernández de la cual fui personera cuando estaba en quinto de primaria. Al finalizar la prima-ria y gracias a la profesora Luz Elena, quien siempre me brindó sus consejos y acompañamiento, supe de la institución Santa Teresa, dirigida por herma-nas Salesianas, que se acercaba mucho a lo que mi madre y yo queríamos para realizar mis estudios secundarios. Participé en el concejo estudiantil en varias oportunidades y fui personera estudiantil. Allí formé parte del grupo de teatro Ajedrez con quien he participado en varios de los montajes, entre los que se en-cuentra Testimonios, una obra de creación colectiva que parte de la realidad que viven muchos de los colombianos que sufren el desplazamiento forzado por el conflicto armado, el desempleo, la violencia contra los niños, entre otras situa-ciones que denunciamos por medio del teatro. Hemos presentado esta obra en el Teatro Pablo Tobón Uribe, en la Corporación Cultural Nuestra Gente, en la Casa del Teatro TECOC en Bello, y en la Institución Educativa Santa Teresa, nuestra sede actual. Además, el grupo pertenece al programa de Clubes Juveni-les de la Alcaldía.

Terminando 11 me presenté y pasé a la Universidad de Antioquia, a Li-cenciatura en Filosofía y a la Nacional, a Ingeniería Agrícola; opté por estudiar Licenciatura en Filosofía porque lo mío definitivamente son las humanidades.

Debido a limitantes económicos para continuar los estudios y gracias a la rectora del Santa Teresa, tuve conocimiento de la Fundación Mahatma Gandhi, y me di cuenta de que becaban universitarios y los formaban como líderes de la

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filosofía de la noviolencia propuesta por Gandhi, y que de ellos esperaban que fueran multiplicadores de esta. Al parecer todo es una cadena; ha habido per-sonas claves en mi vida que me han mostrado buenos caminos. Estoy en la Fun-dación desde el primer semestre en la Universidad. El primer año me alimenté de los talleres de liderazgo, los cuales recalcan la labor e integridad del líder, el trabajo en equipo, y la resolución de los percances o conflictos por vías pacíficas dentro de los diferentes grupos sociales a los que pertenecemos, siempre guia-dos por las enseñanzas de Mahatma Gandhi. Los talleres han pulido la concep-ción que tenía sobre el liderazgo. Además de que ahora soy más abierta, más segura, menos tímida, tengo claro que liderar un equipo, un proyecto, un grupo de personas requiere del trabajo en equipo y de luchar por los mejores medios para un objetivo común. A su vez los talleres nos prepararon para la realización del proyecto comunitario que propusimos mis compañeros y yo, llamado Con-vivir en Familia es Vivir en el Afecto, el cual desarrollamos en la escuela Julio C. Hernández de mi barrio, ya que este ha sido muy afectado por la violencia provocada por sus mismos habitantes. Decidimos trabajar la violencia intrafa-miliar considerando después de investigaciones que una de las posibles causas de que los jóvenes del barrio llevaran una vida violenta y se mataran entre sí, era porque en sus hogares había un ambiente conflictivo. De tal forma, fue muy interesante trabajar con los padres de familia de los niños de cuarto de prima-ria de dicha escuela, y explicarles por medio de diferentes talleres y actividades la importancia de buscar la solución a los pequeños conflictos por vías pacífi-cas haciendo uso del diálogo, la negociación, la comunicación y todos aquellos medios que conocimos y afianzamos por medio de los talleres que nos ofrece la Fundación. Hubo un grupo de padres al que sentimos que les llegamos porque demostraban su interés con la participación y asistencia. La directora de la es-cuela quedó al igual que nosotros muy contenta con las sesiones.

Sigo asistiendo a los talleres de la Fundación cada vez que me es posible para retroalimentar lo aprendido, además de que cada año tienen cosas nuevas y porque es la forma de integrarme con los nuevos beneficiarios que están em-pezando este proceso de formación y de intercambiar experiencias, además de relacionarme con las demás personas que hacen parte de la Fundación.

Cabe mencionar que durante este proceso las mentorías han sido excelen-tes; siento que es importante tener a alguien que te haga ese acompañamiento y que pueda terminar siendo un nuevo amigo que contribuye a tu crecimiento y formación. Estoy comenzando el séptimo semestre y estoy muy contenta por todos los logros que he obtenido hasta el momento y por todas las oportunida-des que la vida me ha brindado. ¡Gracias, Fundación Gandhi!

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Wilton Gómez Henao Química Pura

Universidad de Antioquia

El único verdadero tesoro que posee el ser humano en la vida es el amor del prójimo. Qué difícil es des-pertarse un día y saber que por un error tuyo se perdió un gran amigo, un amigó como ningún otro, un ami-go de los que difícilmente existen; qué difícil vivir con esos recuerdos de aquellos momentos que se com-partieron junto a él.

En aquel tiempo culminaba el año académico y todo transcurría de manera normal, corriendo a de aquí para allá y de allá para acá, realizan-do trabajos, evaluaciones y en algu-nas ocasiones exámenes de habilita-ción; en aquel entonces tenía yo un grupo de amigos, uno como ningún otro, uno de esos que están con vos en las buenas y en las malas, esos que te soplan la respuesta cuando estas bloqueado en un examen, un grupo de esos que te hacen ver la vida de forma diferente, que te llaman la atención pero de una for-ma muy sutil cuando estas haciendo algo indebido, un grupo de amigos inol-vidable; es más, no eran solo mis amigos, eran también mis panas, parceros, bacanes, compinches, eran mis hermanos de pensamiento y juventud; ellos y yo planeábamos realizar una despedida ese año como ninguna otra, pues ese tenía algo en particular, era nuestro último año escolar; en los próximos días estaríamos recibiendo nuestro diploma de bachillerato, por lo cual estábamos planeando realizar una fiesta de graduación que nunca jamás ninguno de noso-tros olvidaríamos, una fiesta en la cual lloraríamos no solo de alegría por haber culminado nuestros estudios básicos sino también añorando y recordando an-ticipadamente aquellos momentos que nunca volveríamos a vivir (esa es para mí la mejor etapa del ser humano); todo fue planeado con sumo detalle, se ru-moraba entre los pasillos del colegio que esa sería la fiesta del año pues el grupo de amigos míos y yo gozábamos de gran popularidad entre los alumnos del co-legio. Ya todo estaba listo el lugar donde se realizaría la fiesta, la hora, los invi-tado; es más, algunos teníamos ya planeada la ropa que nos pondríamos esa día pues sería muy especial; nuestro padres estaban de acuerdo con esa fiesta pues

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consideraban que era lo mínimo (el permiso) que podían darnos de regalo por haber culminado tantos años de esfuerzo académico; en fin, todos desde alum-nos, padres y profesores esperábamos el gran día.

Pasaron un par de semanas y llegó el día de la graduación; no sabíamos por qué estábamos más ansiosos si por recibir nuestro diploma o por el baile que se llevaría cabo en la noche; después de la ceremonia y del pomposo acto protocolario cada uno se despidió y se fue a su casa a cambiarse y a alistarse para la ocasión; la noche llegó, la fiesta empezó, todos se encontraban departiendo de una forma muy alegre y amena, todos la pasaban bien excepto unos perso-na: yo. Esa persona se estaba sintiendo muy mal pues sabía que tenía una deuda pendiente por saldar, tenía un secreto guardado y que por respeto a un amigo lo debía decir, y no solo decir sino también pedirle disculpas por aquel error que había cometido meses atrás, por haberse dejado llevar por un momento de de-bilidad y tentación traicionando así la amistad, sentía que debía decirla solo por respeto a ese amigo y que además tenía que estar en paz conmigo mismo. Tomó valor pues y se dirigió hacia él a decirle la verdad. Primero le digo cuánto tanto lo estimaba y que pasara lo que pasara siempre lo llevaría en el corazón como un amigo sin igual y que por más enojados o distanciados que estuviéramos siempre lo recordaría como una persona especial; luego tomo aire y le digo: lo que pasa es que algunos meses atrás traicioné la amistad que vos me brindas-te, traicioné la confianza y tuve algo con aquella persona a la que amas mucho. Aquella noticia le cayó como un baldado de agua fría, se quedó inmóvil y per-plejo ante aquella confesión; yo por mi parte esperaba una reacción violenta y eso lo entendería, le dije que lo sentía mucho y que me arrepentía toda la vida de aquello que sucedió, me arrepentía de haber sido tan débil y dejarme llevar por la ocasión y la situación. Él empezó a llorar y a decirme que cómo lo había traicionado de esa manera. Después de unos momentos en silencio me dijo algo que me quitó el aliento, que por un lado me dio tranquilidad pero a su vez causó en mí una agonía que aún no se calma; de su boca escuché las siguientes palabras: “Entiendo tu debilidad y no te juzgaré por ello, pero solo espero que el tiempo logre sanar esta herida que ha lacerado mi espíritu y mi corazón y cuan-do ese momento llegue espero estas ahí para poder volver a ser esos amigos que hasta el día de hoy fuimos”.

Solo él y yo supimos de esa situación durante la noche pero obviamente era inevitable ocultar la razón por la cual dos muy grandes amigos dejaron de conversar y compartir buenos momentos y así los murmullos no se hicieron es-perar entre las demás personas, pero creo que ese es uno de los precios que ten-go que pagar por lo que hice

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Esa noche verdaderamente fue inolvidable para todas los asistentes a la fiesta y en especial para mi amigo y para mí; aún cuando lo veo pasar por las ca-lles de mi barrio recuerdo aquellos momentos que juntos vivimos y es inevita-ble que se me inunden los ojos de lagrimas añorando aquellos tiempos que no volverán, pero solo le pido a Dios que algún día no muy lejano no sea demasia-do tarde para poder yo volver a estrechar la mano de ese viejo amigo que aún lo llevo en mi alma y en mi corazón.

Después de mucho reflexionar y de compartir momentos vivencias y ex-periencias que la vida me ha puesto en el camino solo llego a una conclusión de que afortunadamente la verdadera amistad no muere por errores terrenales; es más, la verdadera amistad perdura por encima de la muerte misma.

Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos”.

Mahatma Gandhi

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Xiomara Alexandra Mejía GarcíaMedicina Veterinaria

Universidad de Antioquia

Nací en Medellín el 6 de oc-tubre de 1984 y he vivido toda mi vida en el barrio Villa Hermosa, al lado del batallón de infantería de marina. Des-de mi infancia he vivido en una casa familiar con mis papás, mis hermanas, mi abuelo y mi abuela. Debido a que mi papá y mi mamá quedaron en embara-zo a muy temprana edad, mi papá tenía 19 y mi mamá 18, ninguno de los dos había terminado el colegio porque se habían salido de estudiar; sin embargo, mi mamá pensaba volver al colegio; por eso vivimos con los abuelos desde hace mucho tiempo pero bueno, en medio de todo no nos ha faltado nada.

En mi infancia teníamos una perra que se llamaba Llorca, con la cual yo compartí gran parte de mis juegos y que cuando tuve 11 años murió de cáncer de mama después de hacer metástasis; eso, recuerdo, fue uno de los golpes más duros de mi infancia pues perdí mi amiga y compañera de juegos; en gran me-dida ella influenció la selección de mi carrera en este momento.

Mi infancia no la recuerdo con mucha gratitud porque los niños de afuera no me aceptaban y no jugaban conmigo pues desde pequeña he tenido proble-mas visuales y tenía estrabismo; era bizca y de gafas y era muy flaquita; parecía una caricatura. Entonces los niños se burlaban de mi apariencia poniéndome apodos. Cuando entré a la escuela nada cambió en ese sentido; estudié en la es-cuela Francisco Antonio Uribe, que queda en el parque de Villa Hermosa; mi profesora del preescolar se llamaba Alcira; era una señora muy agradable y fue muy bonito tenerla como profesora; de ahí en adelante tuve a Blanca Duque Vi-llegas de primero a tercero, quien me castigaba por todo y me llegó a decir que no iba a hacer nada en la vida, que yo no servía para nada, teniendo apenas 7 y 8 años; es curioso porque ahora estoy en la Universidad para ser una gran mé-dica; en cuarto estudié con una profesora muy buena que se llamaba Dillian y en quinto regresó mi tormento con Blanca; en esa época mi papá trabajaba para un banco que se llama el Citibank como conductor, en el cual trabajó por 11 años; a él le gustaba mucho pues tenía muchas garantías y cosas chéveres para

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la familia. Yo entré a estudiar en un colegio de monjas llamado La Presentación Santa Inés. Estudié hasta octavo cuando en un recorte de personal de 60 perso-nas despidieron a mi papá. Me tocó salirme del colegio y entré a estudiar en uno llamado Alfonso López Pumarejo ubicado en Boston, donde terminé en el año de 2002. Mi papá empezó a trabajar como conductor de taxi y hasta hoy trabaja en eso; él mantiene a toda la familia y mi hermana mayor colabora un poquito porque ella se paga la Universidad; ella estudia psicología en la Luis Amigó.

Luego del 2002 entré a estudiar Licenciatura en Ciencias Naturales en la Universidad de Antioquia pero ya sabía desde los 11 años que lo mío era estu-diar medicina veterinaria; sin embargo, pasé como segunda opción; me presen-té otras tres veces y esa fue la vencida: pasé a Medicina Veterinaria. En segundo semestre conocí a un amigo que me habló de la Fundación Mahatma Gan dhi. Él se llama Eduar y fue becario en algún momento. Yo pasé a Veterinaria en el oriente antioqueño y siendo mi familia de Medellín hicieron todo lo posible por ayudarme para estudiar allí, pero era muy difícil. Entonces decidí aplicar para la Fundación. Conocí su filosofía y su gente aparte de que necesitaba la ayuda me enamoré de la gente y de la filosofía de la Fundación, por lo tanto entré muy gustosa y cuando pasé me sentí muy bien; fue un logro para mí, porque tenía la oportunidad de conocer personas que son bastante especiales y aprender mu-chísimo; en la Fundación he conocido personas bastante interesantes, inteli-gentes profesionales y he hecho muy buenas amigas y amigos; he encontrado un gran apoyo para mi vida personal y financiera, fuera de que he aprendido a mejorar en otros aspectos de mi vida diferentes a mi profesión como es mi voca-ción por ayudar a otros y mis capacidades de liderazgo; un año después de haber ingresado a la Fundación comencé mi labor como líder multiplicador, y empecé a entrenarme en diversos talleres para jóvenes líderes de la ciudad, en colegios, en la misma Fundación y otros lugares; esa ha sido la parte que más me ha gus-tado de todas: el contacto con jóvenes. También inicié un proyecto con varios becarios llamado grupo NOVHA con el cual estuvimos dictando talleres en di-ferentes colegios de Medellín al respecto del trato adecuado con los animales, puesto que uno de los pilares de la noviolencia es que la violencia no se da solo entre humanos sino también hacia otras criaturas. Mi camino con la fundación es muy largo y lo seguirá siendo.

La paz exterior no sirve de nada sin la paz interior”.Mahatma Gandhi

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A través de tomas pacíficas y el trabajo en conjunto con jóvenes y niños, la Fundación lleva el mensaje de la noviolencia de Mahatma Gandhi a otros municipios.En las fotos se ven tomas pacíficas en los municipios de El Retiro y Copacabana.

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Jhoanny Duque M.Ingeniería de Petróleos

Universidad Nacional

Nací en 1982, cuando mi mamá tenía 18 años y mi papá 24. Mi mamá no contaba con los estu-dios primarios ni experiencia labo-ral. Mi papá conducía una buseta para el barrio Santo Domingo Sabio de la comuna nororiental de Mede-llín. Mi infancia fue en general muy feliz, pues era un niño muy perspi-caz, contaba con la aceptación de mis compañeros y un inmenso cariño por parte de todos los adultos, especial-mente mis profesoras de la primaria. Esporádicamente esa infancia estaba salpicada por episodios de violencia intrafamiliar protagonizados por mi padre, que comenzaba a consumir bebidas alcohólicas y a frecuentar amigos a quienes no les agradaba el trabajo honesto, además de que en el barrio comenza-ba a gestarse un período de violencia entre pandillas que duraría largos años y que regaría con abundantes torrentes de sangre sus calles.

Comencé la primaria en una escuela del municipio de Puerto Valdivia, Antio-quia, donde mi papá conducía una volqueta en una mina de explotación de minera-les. Allí mi vida estuvo llena de experiencias maravillosas ya que estaba en continuo contacto con la naturaleza, cosa que aún hoy me fascina, y además conseguí mu-chos amigos. La profesora de primero de primaria me cogió mucho aprecio porque estaba muy adelantado ya que cuando comencé el curso ya sabía leer, escribir y las operaciones aritméticas fundamentales, pues en los ratos libres en mi casa cogía los libros y estudiaba por mi cuenta, comenzando así a formar el hábito del estudio que me ha servido durante toda mi vida para formarme una concepción objetiva del mundo y de la realidad.

Un día tuvimos que salir repentinamente de esta casa ya que mi padre ha-bía tenido algunos problemas de los cuales nunca conocí concretamente su na-turaleza. Volvimos a Medellín y nos instalamos en el barrio Castilla de la comu-na noroccidental de Medellín, frente a una cancha llamada la Maracaná; allí los problemas del alcohol de mi padre se agudizaron y las peleas entre él y mi madre se hicieron mucho más frecuentes, acompañadas de mucha violencia física, mal-

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trato psicológico y amenazas con armas de fuego; para entonces cursaba segundo de primaria y en mi niñez no comprendía muy bien la problemática por la que pasaba mi hogar. Para ese entonces tenía dos hermanas, una de 4 años y otra de 6. Un día en la noche recibimos una llamada telefónica en la cual se le anunció a mi madre que mi padre había sido asesinado por desconocidos que le habían propinado cinco impactos de bala en la cabeza y que su cuerpo sin vida se encon-traba en policlínica; ella comenzó a llorar y a delirar, me comunicó la noticia con las siguientes palabras textuales que aún hoy recuerdo vívidamente: “hijo, ma-taron a su papá”. Fue el primer shock de mi vida; recuerdo que entré en pánico y comencé a tirar todas las cosas que encontraba a la mano en mi casa. Esto sucedió el 21 de septiembre de 1991 cuando yo contaba nueve años de edad. Vivíamos en una casa alquilada; mi madre, abandonada con tres hijos, encontró empleo como cobradora en un peaje, con lo que nos pudimos sostener bien durante un año al cabo del cual fue despedida. Por carencias económicas nos trasladamos nueva-mente al barrio Santo Domingo, donde mi madre comenzó a trabajar en un bar y también comenzó a tener problemas con el alcohol; no contábamos con ningún tipo de apoyo económico y comenzaron tiempos muy duros, pues vivimos en mu-chísimas piezas alquiladas (en condiciones casi de hacinamiento) y de las cuales éramos echados por falta de pago.

Los años tercero, cuarto y quinto de primaria los cursé en la escuela Ma-ría de los Ángeles Cano Márquez, y conté con una gran aprobación por parte de mis profesoras, las cuales me tomaban un gran aprecio y me impulsaban a que siguiera adelante librando los obstáculos del camino. Por esa época era muy popular entre mis amigos y me iba muy bien académicamente. Comencé a ser acólito en la parroquia, labor que me ayudó mucho en mi formación re-ligiosa, ya que hasta entonces había sido nula y mi interés fue creciendo hasta hacerse muy grande y ser notorio ante el párroco, por entonces el presbítero Roberto Hugo Múnera Restrepo, muy carismático e interesado en las perso-nas, quien me incorporó en un grupo de orientación vocacional hacia la vida religiosa, en el cual participé activamente. En esos días mataron un acólito en un fuego cruzado entre pandillas y todos nos sobrecogimos de espanto ante ese hecho. Fueron días muy felices de mi vida a pesar de las dificultades por-que me gustaba mucho ayudar en la iglesia y contaba con gran aprobación de la comunidad.

Comencé primero de bachillerato y fui promovido a segundo de bachi-llerato a causa de mi rendimiento académico, lo cual me motivó mucho ya que podía aspirar al seminario para el siguiente año, el cual comenzaba en tercero de bachillerato. Comencé a asistir a los cursillos vocacionales pero me desanimé

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cuando me confronté con los costos, los cuales eran imposibles de pagar para mi condición. Alguien me recomendó que dirigiera una carta a la lamentable-mente ya disuelta Corporación Santo Domingo Sabio, liderada por la señora Gloria Villegas de Molina pidiendo auxilio para la financiación de mis estudios en el seminario y recibí la respuesta afirmativa en la cual se me informaba que la Corporación correría con todos los gastos en el caso de que fuese recibido en cualquier seminario. En esos días conocí un reclutador vocacional de la congre-gación religiosa Legionarios de Cristo y me gustó mucho el carisma y el estilo de vida de su seminario, ya que transcurría entre la oración, el deporte, la forma-ción humana y la formación intelectual en medio de un clima de silencio muy apropiado para la reflexión y el conocimiento interior. Ingresé a este seminario y la verdad fueron casi los tres mejores años de mi vida, pues acompañábamos los momentos de oración con una intensa formación intelectual y humana.

Un día me sentí melancólico porque nunca podía dejar de pensar en mi familia y las múltiples carencias que sufrían, así que decidí retirarme y mejor tratar de ser un sacerdote diocesano para de esa forma estar más cerca de ellos. Volví al barrio y en ese tiempo atravesaba por la peor oleada de violencia de toda su historia; algunas bandas se disputaban sangrientamente el control te-rritorial del barrio apoyados por organizaciones narcotraficantes que les pro-porcionaban armamento y motocicletas. Terminé mi bachillerato a la edad de 19 años y comencé a trabajar y responder por mi familia; tuve muchísimos em-pleos tales como auxiliar contable, profesor de inglés, de matemáticas, oficial de electricidad, vendedor de mostrador, programador de bases de datos, asesor de propiedad raíz, mensajero, entre otros. Durante mis ratos libres cultivaba el estudio de las matemáticas y el inglés. El ideal de ser sacerdote se fue viendo un poco frustrado por las múltiples responsabilidades que adquiría para el sos-tenimiento de mi familia. Como no había presentado el examen del ICFES lo hice en el año 2003 y me fue muy bien: quedé en el puesto número once en la ciudad de Medellín, lo cual me dio una gran satisfacción y me hizo pensar que debería seguir una carrera universitaria para no desperdiciar mí tiempo. La que más me gustaba era Ingeniería Eléctrica por razón de mi amplia experiencia en empresas del sector electromecánico. Sin embargo, una amiga me hizo algu-nos comentarios sobre Ingeniería de Petróleos y me interesé inmediatamente; busqué en Internet el pensum y me fascinó debido a la mezcla de ciencias exac-tas y conocimientos científicos que incluía el plan de estudios. Me presenté a la Universidad con un dinero que me prestaron y afortunadamente pasé. Para comenzar el primer semestre me vi obligado a abandonar mi trabajo, quedan-do sin ninguna clase de sustento económico para mi familia y para mí, cosa que

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estuvo a punto de hacerme desistir; sin embargo me abandoné a la voluntad de Dios y justo antes de comenzar el semestre encontré un empleo como profesor de inglés y matemáticas en un instituto de validación del bachillerato por horas, el cual me daba tiempo para estudiar, aunque poquísimo, y me proporcionaba di-nero escasamente suficiente para llevar los alimentos a la casa, en la cual estaba una de mis hermanas con dos hijos sin padre, mi madre y un hermano de 9 años que mi madre tuvo durante mi estancia en el seminario.

Nos tocó vivir en ranchitos en el barrio Carpinelo (parte alta de la comuna nororiental), pero aún así seguimos adelante. Un día un amigo llamado Wilton me comentó su experiencia en la Fundación y me dio el número telefónico; esto me interesó muchísimo, pues si me aceptaban también a mí podría distraerme menos trabajando y dedicarle un poco más de tiempo al estudio para obtener un mejor promedio. Gracias a Dios pasé y la ayuda de la Fundación ha sido in-valuable para mí; le doy gracias a Dios por mandar al mundo personas que in-cluyan en su plan de vida ayudar a los demás, creo que una gran recompensa es-pera en el cielo a personas como don Harivadan Shah, que desinteresadamente donan parte de su dinero para que otras personas puedan realizar sus sueños y convertirse en líderes de la sociedad; más ejemplos como este son los que ne-cesita el mundo de hoy. En este momento mi ideal es culminar mis estudios, crear una Fundación que ayude a las personas de las partes altas de la comuna nororiental y luego ordenarme como sacerdote para continuar multiplicando la labor que entidades como la Fundación Mahatma Gandhi vienen realizando.

Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.Mahatma Gandhi

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Cindy Vanessa Acevedo DavidContaduría Pública

Corporación Universitaria Luis Amigó

Hago parte de una familia compuesta por 3 hermanitas, mi pa-dre y mi madre. Crecí en un ambiente muy humilde; mis padres se conocie-ron y después de un año se casaron sin tener ninguna estabilidad económica; me cuenta mi mamá que mi padre trabajaba en vigilancia, y que pagaron arriendo en varias partes, no en casas, si no piezas. Yo soy la menor de mis hermanas, nacida gracias a un regalo de Dios, creo yo, para mi hermana ma-yor, Erika Acevedo. Porque el día que ella cumplía sus 4 años, yo nací. Nadie de mi familia sabía de mi nacimiento, pues criticaban a mi madre por tener varios hijos, siendo tan pobres, pero ellos se alegraron mucho por mi gran salud; no conté con muchos recursos, solo con un vestido, el cual a mi nacimiento no me sirvió; a medida del tiempo mi madre notó en mí una capacidad de atención y de escucha, entre muchas otras cosas, así que con todo lo que le implicaba tomar esta decisión, hizo lo posible por pagarme una escuela particular; hice el kínder allí, lue-go en una escuela pública, La Miranda, donde comencé mis estudios; mi primera profesora vio tantas capacidades en mí, que quiso pasarme de primero a segundo, pero yo no quise, porque quería mucho a mi profesora; ella siempre me quiso, me protegía, y aliviaba todos los problemas que surgían en mi casa; luego, la misma profesora intentó pasarme de segundo a tercero, sin ningún logro, porque tampoco lo permití. Mi mamá es ama de casa, y siempre hacía los mayores esfuerzos para que lográramos nuestro objetivo, que era terminar los estudios; poco sabía yo, por ser la menor, de todos los problemas y dificultades que mis padres tenían para que yo estudiara; si los hubiera comprendido, en su tiempo, no me habría negado para que me promovieran, ya que habría sido un ahorro inmenso para ellos. Fui creciendo, cursé tercer año, más iba comprendiendo las tristezas de mi madre; todo marcha-ba, para mi mundo normalmente, hasta que mi padre se quedó sin trabajo; pasaron 6 meses en la misma situación; no había forma de seguir cumpliendo con la cuenta de los arriendos, los mercados, el estudio y muchas más; como era tan pequeña no podía comprender por qué mi papá si no tenía trabajo, iba y venía de un lado a otro

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sin saber qué hacer; luego llegó la noticia que nos pasábamos de casa, y que todas cambiaríamos de colegio inmediatamente. Hasta la casa de mis muñecas era más cómoda y habitable que la nueva casa que mi padre consiguió, pero era de nosotros, era propia, eso era lo único que importaba. Las cosas parecían ir bien, pero no, todo andaba mal, mi madre tenía lesiones a cada rato, en la casa no cabíamos con tantos agujeros, nos tocaba dormir con plásticos, porque más llovía adentro que afuera, todo era muy triste; mi hermana Daniela tuvo una enfermedad que todavía recuer-do con mucho dolor; no pasaba noche que no llorara por un fuerte dolor de cabeza que duró mucho más de un año, y yo sin estar ahí, sin poder acompañar a mi madre en todos esos dolores que sentía, porque para mí no había cupo en el colegio, y mi madre me dejó en la casa de una amiga, para que terminara mis estudios en el an-terior barrio. La vida fuera de mi casa fue una dura decisión; para mi familia no era nada fácil dejarme allí; me enteraba de que mi madre lloraba a cada rato, pero era un esfuerzo que debía hacer si quería que llegáramos a ser alguien en la vida; solo el estudio, decía ella, nos podía dejar de herencia. En la casa donde cursé el cuarto año solo había una niña, hija única, y comprenderán que todas las comodidades eran para ella, así que creo yo que fui como una amenaza constante, porque ella sentía que podía perder todo lo que tenía, así que no me dejaba tocar sus muñecas, no me dejaba salir, lloraba y lloraba para que yo me fuera, y así me fui cansando poco a poco de esa situación, pero escuchaba a mi madre lo orgullosa que se sentía por-que mis notas no bajan de excelente y porque podía ayudarle a mis compañeros de otros grados sin ninguna dificultad. Terminé ese glorioso cuarto año, gracias a Dios; podía volver a mi casa, a estar con mi familia, porque apenas abrieron cupos en el nuevo barrio, mi mamá no hizo más que buscar un colegio para mí, y lo encontró. Volví a mi hogar, a vivir en carne propia los inconvenientes de una casa, si podría llamarse así. Poco a poco mi papá fue mejorando nuestra casa; yo no defraudaba con mi estudio: cada vez más menciones de honor, reconocimientos de respon-sabilidad, puntualidad. Mi esfuerzo hacia el estudio solo tenía una razón de ser, y era ver cómo no decepcionar a mis padres, que se mataban; logré entrar a un muy buen colegio de mujeres cuando terminé la primaria, pero el problema sería otro: como llegar hasta allí, si había que coger dos colectivos, pero yo no fui indiferente a la situación de mi casa, así que camine 6 años de mi vida hacia mi colegio, y de vuelta a mi casa; el recorrido era bastante arduo, pero no había otra forma; además, estaba en un colegio bueno y donde los profesores que tuve siempre admiraban to-dos mis esfuerzos, me regalaban mercaditos para mi casa, muchos, y yo los cargaba, así estuviera cansada, hasta mi hogar, y gozaba viendo la felicidad de mi mamá; la situación seguía muy dura; cada vez se volaban las tejas de mi casa a las de los veci-nos; cuando estaba en 10° una fuerte lluvia calló sobre nuestro barrio; mi hermana

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Daniela y yo estábamos solas en la casa, y sabíamos que algo duro estaba por pasar; rezamos pero no fue suficiente para que nuestro techo no se cayera; fueron los días más duros de nuestra vida; no podíamos dormir, porque toda la noche llovía y nos tocaba escamparnos con plásticos; el techo tardó en ser reconstruido, con las tejas que quedaron bien. Muchas personas se solidarizaron con nosotros, y nos regalaron unas tejas, que inmediatamente mi papá montó; eran unas tejas tan lindas que no podía creer que fuera nuestra casa. Más tarde mi mamá trabajo varios meses en una casa de familia, y todo el dinero que recogió lo invirtió en montar media plancha a nuestra casa; no imaginan la felicidad de nosotros al ver media casa construida. Fue un logro inmenso, invaluable.

Cuando me gradué, mis objetivos y los de muchos de mis compañeras era terminar la media técnica de comercio en el SENA pero nunca entendí por qué no me aceptaron; fue una decepción muy grande, porque mis compañeras podrían cumplir sus sueños y yo no; vi que todas mis metas se estaban cayendo frente a mí, ese medio año 2008; no estudié, y nunca pasé tanto tiempo sin estudiar; mi madre vio la frustración en mi rostro; todos sabían que lo más importante para mí era estudiar, porque era la oportunidad de ayudar a mi familia y muchos otros más que tuvieron las misma condiciones para salir adelante; pero acá no acababa la historia de mi vida; iba a ser duro pero no había más remedio, mis padres to-maron la decisión de hacer un préstamo para entrar a la Universidad Luis Amigó, porque era allí donde estudiaba mi hermana mayor, gracias a la bendición que llegó a nuestra vida, por medio de la Fundación Mahatma Gandhi, y la cual cam-biaría en mucho el rumbo de mi vida; mi otra hermana estudia allí, gracias a la beca que le otorgó la Universidad; el primer semestre veía cómo mi familia debía dejar de comer para pagar la cuota de mi Universidad, pero yo estaba feliz; co-nocí nueva gente, aparte de que escogí la carrera que más me gusta y disfruto en el mundo, la Contaduría Pública; para el segundo semestre las cosas mejoraban más; hice el proceso de selección para entrar a la Fundación Mahatma Gandhi donde salí totalmente victoriosa: me la otorgaron, ¡que alegría! La Fundación es una entidad llena de amor para sus becarios, es sincera, confiable y además cree en la capacidad de nosotros para devolver toda esa ayuda que nos presta. La Fun-dación fue la oportunidad de terminar mis estudios, porque como iban las cosas, la familia no podía soportar una carga tan grande como un crédito de esos. Mis esfuerzos y el de mi familia no han sido en vano, puedo estudiar más tranquila. Mi hermana Erika, gracias a los designios de Dios y al esfuerzo por la comunidad, se ganó un concurso, Mujeres Talento de Medellín; allí se le otorgaron 5.000.000, los cuales invirtió en un subsidio de vivienda para una nueva casa, que nos la en-tregaron a principios del año 2009. Ella ha sido un gran apoyo; nada de esto lo

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habríamos logrado sin su esfuerzo, y es una bendición contar con su compañía. El año 2009 no fue nada fácil; mi papá no tuvo trabajo, algo demasiado duro para nosotras; pero podemos estar tranquilas, porque aunque muchas veces no haya pasajes ni comida, sé que todo estará bien, porque nunca nada está mal si tene-mos la fe y la paciencia para que las buenas cosas nos lleguen en el debido tiem-po; actualmente curso el 4 semestre, con una mejor calidad de vida; a principios de este año 2010 mi papá consiguió trabajo; gracias a Dios, seguimos juntos y más unidos que nunca, mis hermanas también se están formando profesionalmente y lo mejor es ver la sonrisa de mi madre y de mi padre cuando terminamos un semes-tre más, porque nadie esperaba que llegáramos tan lejos, pero lo estamos logran-do gracias al apoyo de tanta pero tanta gente que nos rodea; mi familia mahatma Gandhi quien me ha formado como persona aparte de darme la ayuda económica, cambió el rumbo de mi vida; estoy estudiando, y siempre es lo que más he deseado. Gracias a cada uno de los integrantes de mi familia, al esfuerzo de mis padres, y a la ayuda incondicional en todo momento de mis hermanas, ¡vamos hacia adelante! Mi compañero sentimental, quien ha crecido conmigo, en su visión se enfoca en la ayuda a las personas, comparte, cree y lucha, con una gran visión de lo importante en su vida y es uno de los mejores apoyos; mis profesores, de cada una de las mate-rias que he cursado, a mis amigos y amigas en general. Gracias a todos. Confió en el gran Dios quien siempre me dice que frente a algún problema, hay una luz y que mi esfuerzo siga siendo hacia una sola meta, estudiar. Muchas gracias.

La mentira destruye el alma, la verdad la fortalece”.Mahatma Gandhi

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Jull Israel Montoya PulgarínDerecho

Universidad de Antioquia

Fue difícil escribir estas letras sobre mi vida ya que no estoy acos-tumbrado a contarla a muchas per-sonas; sin embargo, considero esta oportunidad importante a fin de resumir algunos momentos que tu-vieron relevancia para mí, hasta per-tenecer a esta gran familia que es la Fundación Mahatma Gandhi.

Nací en Medellín, una ciu-dad muy compleja por los diferentes contrastes en que se vive: la vida y la muerte, la alegría y la tristeza. Tal vez muchos de los becarios saben a qué me refiero, saben que el discurso de querer formarse como profesio-nal es bastante difícil en una ciudad donde se acostumbró a vivir con los muer-tos y con la vida fácil que muchos buscaron.

Me gradué como bachiller en el Liceo León de Greiff y es triste saber que eres el único de tus compañeros de clase que alcanzó a llegar a la Universidad, saber que en este país solo unos pocos llegan a los claustros de la enseñanza superior, y todavía, de esos pocos, solo unos cuantos se mantienen allí hasta el día de la graduación. Es que estudiar en una Universidad no solo es un sacrifi-cio mental y de tiempo, sino de mucho dinero lamentablemente. En mi caso ha sido difícil de alcanzar ser uno de esos pocos.

Soy miembro de una familia conformada por mi mamá (pensionada), un hermano y una hermana (ambos estudiantes). Mi padre nos abandonó súbitamen-te, hecho que además de decepcionante me hizo sentir que mi sueño de estudiar en la Universidad peligraba porque tampoco iba a contar con su apoyo económico.

Con muchas dificultades económicas (mi mamá era la única que traba-jaba en la casa) logré llegar hasta la mitad de la carrera. Cómo no conseguía trabajo y los que me ofrecían eran de tiempo completo, y no me permitían con-tinuar mis estudios, y no iba a aguantar más esa situación, tuve que tomar la dolorosa decisión de retirarme al próximo semestre.

Ante este panorama oscuro un amigo que sabía de mi situación me habló de la Fundación, así que me presenté al proceso de selección y para fortuna mía

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logré ser aceptado como becario, lo cual significaba poder continuar con mis estudios y lograr una de mis metas: ser abogado.

Actualmente estoy en los últimos semestres de mi carrera y todo gracias a la Fundación Mahatma Gandhi, que me permitió a través de la beca sostenerme económicamente en la Universidad, por lo cual me siento muy agradecido. Pero allí no paran mis agradecimientos porque la Fundación, además de ayudarme a costear la Universidad, también me ha ayudado a ser una mejor persona a través de sus enseñanzas de la noviolencia encaminadas a la formación de un indivi-duo útil para su comunidad.

Un grupo de becarios ejecutamos en el 2007 y 2008 el proyecto noviolen-cia hacia los animales, que dio nacimiento al grupo NOVHA, para fomentar el tema en niños y jóvenes de las distintas comunas de Medellín.

Por esto y por muchas otras cosas más gracias, muchas gracias Fundación Mahatma Gandhi.

Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían

si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.

Mahatma Gandhi

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Jonny Alexander Yepes A.Psicología

Corporación Universitaria Luis Amigó.

Me siento raro hablando de mí mismo, y no es que no tenga las palabras adecuadas para hacerlo, sino más bien que la cultura misma nos tiene condicionados a que siem-pre somos nosotros los que tenemos que hablar, criticar, alagar y opinar del otro. Nos hace olvidar que la úni-ca manera de conocernos a nosotros mismos y hablar de sí mismo es aca-riciando nuestra realidad, lo que nos permite a su vez poder percatarnos de las experiencias que llenan nuestros días, de pequeños fragmentos que sin pensarlo le dan sentido a nuestra existencia por simple que esta pueda llegar a ser. Por esto podría decir sin temor alguno a equivocarme, que la vida mis-ma nos ofrece tales pedacitos de existencia que van formando parte de nuestro carácter y de nuestro desarrollo como personas.

Nací en Medellín 3 de marzo de de 1983 en una familia humilde y con di-ficultades como lo acostumbra tener la mayoría de las familias, pero con todas las ganas de brindarme su amor y apoyo incondicional, que es algo que no se compra y sobre todo que vale más que cualquier bien material. Mi familia esta conformada por papá, mamá, un hermano y una hermana; estos se encuentran estudiando actualmente; mi relación con ellos ha sido buena por no decir que perfecta ya que somos muy unidos; cada uno comparte las alegrías y fracasos del otro; no faltan las dificultades, pero ahí vamos.

Con los tropiezos y obstáculos que trae la vida me gradué de bachiller en el colegio Sor Juana Inés de la Cruz, un colegio estrato tres que como en muchos se presenciaba la violencia y la corrupción; esto es bueno y malo a la vez. Bueno, porque a diario la vida nos pone a prueba en un juego de ajedrez en donde el que actúa con inteligencia, serenidad y da los mejores pasos es el que gana, y malo porque no todos saben de estrategias para tomar decisiones y sobre todo para darse cuenta de qué es lo bueno y qué lo malo; ¡pero claro! cómo lo van a saber, si muchos de ellos no tienen a su lado papás comprometidos, que los guíen, los orienten y les brinden afecto.

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Gracias a Dios yo sí crecí con una formación en valores, y con creencias y consejos de que uno es el producto de lo que siembra y gracias también a la ayu-da que me ha brindado la Fundación Mahatma Gandhi. Con sus constructivos talleres y lo económico he logrado mantener y fortalecer en mí esa visión de ser un gran psicólogo y de saber que uno debe ser un sujeto dedicado al servicio d la sociedad y la comunidad.

Cuando salí del colegio empecé a estudiar Psicología, en la Universidad Pontificia Bolivariana; no se si tiré el chorro muy alto, pero al tercer semestre me tuve que retirar porque mis padres definitivamente no tenían cómo cos-tearme dicha Universidad por lo cara que era; muy triste me retiré, y estuve sin estudiar un año y medio hasta que buscando y buscando dónde estudiar y que no fuera costoso y tuviera sobre todo relación con mi carrera, conocí el IPSI (Ins-tituto Pedagógico de Psicología) donde comencé a estudiar Psicopedagogía In-fantil, pero lamentablemente también me tuve que retirar por cuestiones eco-nómicas. Después de eso no hice nada por otro año, hasta que entré a estudiar Psicología en la Fundación universitaria Luis Amigó y ahí me encuentro estu-diando actualmente muy feliz porque gracias a la Fundación Mahatma Gand-hi he seguido con mis estudios y sin interrumpirlos; ahora me encuentro en el sexto semestre y espero con la ayuda de la Fundación y con los principios que me ha inculcado poder terminarla.

Todo lo que se come sin necesidad se roba al estómago de los pobres”.

Mahatma Gandhi

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Paola Andrea Tabares OrtízComunicación y Relaciones Corporativas

Universidad de Medellín

Desde el principio de mi vida mi madre me inculcó el amor por la naturaleza, y el respeto por ella; tuve el privilegio de pasar los primeros años en Pensilvania, una finca algodonera ubi-cada en Codazzi, Cesar, donde disfru-té de la belleza que me rodeaba y de la compañía de mi padre y mi madre.

Las cosas simples eran las que más disfrutaba: subirme a los árboles de ciruelas, meterme a la quebrada o simplemente pasear por los cultivos de algodón que se asemejaban a inmen-sas nubes que cubrían los campos; sin embargo, no tuve la dicha de disfrutar toda mi niñez en aquel lugar, pues al cumplir dos años le di la bienvenida a mi hermana Diana Carolina, que es hoy una destacada ingeniera de alimentos pero que para ese momento se asemejaba a una de mis muñecas solo que más pequeña y un poco más bullosa. Al cumplir seis años mis padres consideraron necesario trasladarnos a Medellín para iniciar una nueva aventura en el colegio; al principio debo aceptar no fue muy placentera para mí a pesar de la compañía de niños de mi edad y de la seguridad. No creo que compren-diera el mundo de aventura y tranquilidad del cual privó a mi pequeña hermana.

El tiempo transcurrió y llego otro integrante a la familia, Andrés Felipe (La Plaga), quien cursa tercer semestre de Administración de Empresas; recuerdo bien nuestro primer encuentro; era el niño más gordo y grande que mi hermana y yo hu-biéramos visto jamás; llegó a nuestra casa envuelto en una manta, mi madre lo puso sobre su cama y lo descubrió para que lo pudiéramos ver bien; él elevó la mirada y sonrió, aunque dicen que los bebes tan pequeños no lo hacen, pero eso es lo que re-cuerdo, que sonrió y en cuestión de un instante nos había orinado completamente; aunque mamá dijo que era de buena suerte, no quedamos muy convencidas.

Así transcurrió mi niñez y adolescencia, entre abrazos y sonrisas pero tam-bién regaños, por las múltiples travesuras que constantemente hacía en compañía de mis hermanos y vecinos; déjenme decirles que no fue una época nada fácil para mi madre que se vio obligada a criar tres niños prácticamente sola, pues mi padre debía atender sus obligaciones en la finca, así que cuando el llegaba a casa, que era

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más o menos cada mes, durante quince días todo era armonía y felicidad y por su-puesto regalos; claro que no había mejor regalo para mi hogar que su llegada.

Debido al fenómeno de El Niño, el cultivo de algodón desapareció en Co-lombia y con el él trabajo de mi padre, que es ingeniero agrónomo; sin embargo, el banano fue nuestra salvación ya que Urabá le brindó una nueva oportunidad laboral y estabilidad económica a mi familia, además de permitirnos ver a mi papá con más regularidad; así transcurrieron otros nueve años de mi vida y de nuevo la incertidumbre invadió mi hogar. Al graduarme del colegio papá nos dio la noticia de que un recorte de personal lo obligaba a comenzar de cero; fue entonces cuando decidió pedir un crédito con el cual compró unos taxis, que no resultaron ser tan buen negocio como parecían, por lo que perdimos todo, lo que pudimos superar pues siempre hemos tenido salud y unión para salir adelante.

Mi padre encontró la manera de salir adelante con la dedicación y el em-peño que siempre nos ha inculcado, claro que con el apoyo de mi mamá; este es el mejor ejemplo del aquel dicho popular detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Así hemos podido superar todos los tropiezos que se han cruza-do en nuestro camino y de la mano de Dios, claro está, que siempre ha traído una enseñanza con cada una de ellas guiando nuestro camino. Así fue como llegué a la Fundación, de su mano; por muchos años mi familia luchó por mantenerme en la Universidad haciendo esfuerzos enormes; la angustia y desesperación que llega-ba con el inicio de cada semestre llegó a su fin al encontrarme con una Fundación que creyó en mí, en mis capacidades, en mis ansias por cambiar el mundo, por hacerlo mejor para todos porque en la medida en que pensemos en los otros, en que nos despojemos de nuestro egoísmo, estoy totalmente convencida de que po-dremos transformarnos en mejores amigos, hermanos, compañeros, vecinos, pa-dres, hijos, seres humanos sensibles ante el sufrimiento ajeno. Con la formación que estoy recibiendo en la Fundación Mahatma Gandhi podré convertirme en la mujer y la líder que siempre he querido ser, impactando la vida de todo aquel que me rodea de una manera positiva, porque en el poco tiempo que llevo haciendo parte de ella ha ampliado mis horizontes, cuestionado los paradigmas que desde la niñez la sociedad y mi familia me han impuesto; estoy convencida de que pue-do cambiar el mundo en la medida en que trate de transformar mi relación con los demás y sobre todo que piense que es posible y ayude con un granito de arena para hacerlo, por insignificante que parezca; estoy recibiendo mucho más de lo que esperé en cada uno de los talleres; ahora tengo la seguridad de que voy a ser una profesional integral porque no solo voy a tener un titulo de idoneidad en co-municación sino también me estoy formando como un ser humano idóneo por-que como dice la canción, de nada sirve el doctor si es el ejemplo malo del pueblo.

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Estefanía Valencia BuitragoComercio Internacional

Institución Universitaria Esumer

Nací en Medellín, el 24 de Noviembre de 1989. Vivo con mis pa-dres y, hace más o menos tres años, también con mi abuela. La verdad es que de mi infancia no me puedo quejar, a pesar de un episodio que, si bien no lo tengo presente en mi memoria, me dejó marcada por mu-cho tiempo. Sucedió cuando apenas tenía unos cinco meses, cerca de mi casa de ese entonces. En el barrio La América, explotó una bomba, pro-ducto de la violencia y la guerra en-tre militares y narcotráfico por la que atravesaba esta ciudad por esa época y que, de no haber sido por lo que yo llamo un milagro, habría acabado con mi vida y la de mi mamá. Luego de un tiempo, mi familia y yo nos mudamos para el barrio Robledo, donde hemos residido desde entonces.

Mi niñez fue tranquila; los problemas nunca faltan, pero nada grave; mis mayores preocupaciones eran jugar y el regalo que le iba a pedir al Niño Dios en Navidad. Como fui hija única, puede decirse que, dentro de la capacidad de mis padres, siempre tuve lo que soñé, lo que pedía, lo que necesitaba. Estudié toda mi vida en un colegio que queda cerca de mi casa y que se llama Sagrados Cora-zones. Nunca fui de las niñas que más amigas tenían, pero nunca me faltaron, y las que tenía las escogía muy bien, porque procuro contar con mis amistades cuando lo necesite y cuando no (jaja) e, igualmente, ser incondicional para ellas también.

Durante el bachillerato, más exactamente cuando cursaba 10°, tuve la oportunidad de vivir una experiencia que me dejó muchas enseñanzas. Era re-quisito de mi colegio para graduarnos que teníamos que hacer 100 horas de alfabetización, que debían ser cumplidas yendo a un colegio ubicado en Blan-quizal, con el fin de reforzar los conocimientos a los niños que allá estudiaban y, además, darles un momento de recreación y algo de comida. A pesar de la pobreza y las carencias permanentes en la vida de estos niños, sin mencionar los problemas de violencia que generalmente hay en tales barrios, eran niños

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extremadamente alegres, agradecidos y tiernos; no faltaban los traviesos y pro-blemáticos, pero nos dejaron una enseñanza muy importante: Aprender a vivir y a ser felices con lo que tenemos. No se trata de ser conformistas, sino de mirar la vida con cara positiva y aceptar las carencias, los errores, las caídas e intentar mejorar, sin pelear con el destino.

Después de terminar mi bachillerato decidí seguir estudiando Negocios Internacionales en la Universidad ESUMER, donde ahora curso tercer semestre. Desde el año pasado, cuando me enteré de la existencia de la Fundación, qui-se vincularme, ya que, además de brindarnos la ayuda económica que no nos cae nada mal, nos ofrece la posibilidad de ser multiplicadores de la filosofía de la noviolencia, herencia de Gandhi para el mundo. Además de eso, me uní al proyecto NOVHA (Noviolencia Hacia Animales) liderado por Jull Montoya, en el que se intenta defender a estos seres, que no pueden comunicarse por ellos mismos con nosotros para alzar una voz en protesta por los maltratos a los que a veces son sometidos. Espero que nuestro esfuerzo no sea inútil y que, al menos, podamos tocar el corazón de varias personas que luego sirvan de voceros, por así decirlo, de los animales. Gracias a la Fundación Mahatma Gandhi por todos los beneficios recibidos.

La fuerza no depende de la capacidad corporal sino de una voluntad férrea”.

Mahatma Gandhi

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Desde sus inicios la Fundación ha llevado a cabo integraciones con sus becarios.

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Alfonso Marino RicardoDerecho

Universidad Nacional

Mi nombre es Alfonso Ma-rino Ricardo, actualmente tengo 20 años de edad y soy estudiante de ciencia política de la Universidad Nacional de Colombia. Soy oriun-do del municipio de Buenavista en el departamento de Córdoba y hace tres años llegué a la ciudad de Me-dellín con el objetivo de crecer tanto profesional como personalmente. Mi entramado social se encuentra conformado por mi madre, Mary; mi hermana, Dalila, y mi persona. Muchos de los lectores se pregunta-ran por mi padre, y la respuesta es que él nos abandonó, dejándonos expuestos a innumerables peripecias en cuanto a la carga económica, que, como sucede en la gran mayoría de familias colombianas, estaba a cargo de él, el hombre, el jefe del hogar. Sin embargo, mi madre, con la ayuda de mi her-mana y por supuesto de mi persona, no se dejo vencer y de inmediato empezó a luchar por ofrecernos una mejor calidad de vida. Mi madre, ejemplo de te-nacidad y amor, trabajó arduamente día tras día con el objetivo de no dejarnos caer, demostrándonos que todo es posible, siempre y cuando este precedido por el amor y el respeto.

La lucha no fue fácil, múltiples obstáculos se presentaron en el camino, los cuales no siempre estuvieron relacionados con lo económico, sino con algo mucho más profundo, lo anímico, debido a que mi padre se empeñó en des-truirnos. Lo último que recuerdo de sus acciones negativas es un embargo que realizó a todos y cada uno de los inmuebles de nuestra casa. Pero mamá siem-pre expresaba pensamientos e ideas positivas, que nos levantaban el ánimo a mi hermana y a mí: “no nos dejaremos vencer”, repetía una y otra vez.

Debido a nuestro esfuerzo y perseverancia, el camino poco a poco se co-menzó aclarar. Mi hermana logró culminar sus estudios de ingeniería química y yo pasar a través de la modalidad de becado en la Universidad Nacional de Colombia. Desde mi llegada la ciudad he pertenecido a diferentes grupos y re-des juveniles que realizan trabajos comunitarios en diferentes zonas y comunas

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de la ciudad, lo que me permite tener una mirada mucho más profunda de las vivencias y cotidianidades de algunos de los lugares más pobres y apartados de la ciudad. En el año 2008, por intermedio de una amiga, conocí a la Fundación Mahatma Gandhi, una entidad comprometida con el desarrollo y construcción de una sociedad más equitativa y justa a través de la ayuda con respecto a la edu-cación de jóvenes líderes de los diferentes entramados sociales que hacen parte de la ciudad. Desde mi entrada a la Fundación Mahatma Gandhi he percibido las problemáticas con mayor ojo crítico y por supuesto he aprendido a comba-tirlas, desde mi yo, individualmente; esto se debe en gran parte a los talleres de formación en liderazgo y noviolencia que brinda dicha entidad a lo largo del año. Hoy por hoy soy consciente de que una manera objetiva de combatir la violencia y la ilegalidad es a través de la ideología de la noviolencia, en tanto se encuentra permeada por valores esenciales como la vida, la libertad, el dialogo y el amor. La noviolencia es un valor de valores, que puede deconstruir y a la vez construir una mejor sociedad.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado.

Un esfuerzo total es una victoria completa”.Mahatma Gandhi

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Saray Melissa Cano HurtadoAdministración de Empresas

Corporación Universitaria Luis Amigó

Sí se puede, cuando aprendes a confiar en Dios, dejándole a él los imposibles y entregas tu vida entera a las estrellas por las que quieres lu-char, podrás entonces el camino a la plenitud alcanzar.

Nací el día 4 de enero de 1991. Mi madre me dio a luz en la casa donde actualmente vivo, ya que no le dio tiempo a mi padre de llevar-la al hospital, y gracias a Dios y a la ayuda de una vecina no hubo nin-guna complicación. Fui bautizada a mis dos años de edad en la parroquia Santa Rita de mi barrio.

Mi familia está conformada por Diego Cano Estrada, un padre tolerante, trabajador, rebuscador, luchador e inigualable pero sobre todo comprometido para que humildemente en ningún momento nos haga falta nada; la mayor parte de su vida ha trabajado indepen-dientemente, algunas veces constante y otras veces ha sido más poco pero aun así siempre ha estado pendiente para darnos nuestros estudios de primaria y secundaria con el mayor de los esfuerzos, pues él decía que por lo menos así ya podríamos conseguir un trabajo y defendernos más fácilmente y costearnos una carrera profesional. Mi mamá es Estela Hurtado Franco, una mujer templada y alegre; una de las tantas razones que tengo para admirarla es el tiempo que desde niños nos ha dedicado siempre, desde el mayor hasta el menor; su vida ha sido únicamente estar al cuidado de nosotros. Ella siempre ha sido nuestro punto de apoyo y mi motivación para continuar con mis estudios pues aunque no tuviera económicamente con qué hacerlo tenía fe en Dios de que así sería. Crecí también junto con mis dos hermanos Adrián y Carlos, ahora personas tra-bajadoras, responsables y sanas, que en gran parte llevan el sustento del hogar. Por último tengo una hermana, la menor, quien cursa grado cero, que es una niña súper inteligente e inquieta, y es la felicidad del hogar.

Toda mi niñez la viví en un pequeño barrio llamado Zamora Santa Rita, del municipio de Bello en el que actualmente vivo y que por su situación de in-seguridad, drogas y bandas, a muchas personas les daba miedo; ahora, gracias

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a Dios, a la comunidad en general y al párroco de la iglesia, ya todo es más dife-rente y se ha ido poblando poco a poco de familias; se han formado grupos de la tercera edad, y está el grupo juvenil de la iglesia, en el cual participé durante un largo tiempo, desde mis 14 años de edad. De hecho, considero que es un barrio en el que hay mucho por qué y por quién trabajar ya que en él también hay jó-venes con ganas de salir adelante y personas emprendedoras.

Tanto la primaria como el bachillerato lo estudié en un colegio salesiano llamado Laura Vicuña, con un modelo educativo en el cual me inculcaron el amor a María Mazzarello y María Auxiliadora; me formé con grandes valores y cualidades. En las monjas del colegio encontré muchísimo afecto y ayuda, ya que me colaboraban con los uniformes del colegio, el refrigerio, el almuerzo en el restaurante y además le daban plazo a mi papá para cancelar la matrícula y así no quedarme sin estudio. Siempre me interesé en participar activamente en las actividades religiosas y de la institución como tal, en las eucaristías, en el mes de mayo, que es el mes de la Virgen, en la celebración de la Navidad entre otras actividades que realizábamos en grupo.

Al finalizar mis estudios tanto mis padres como yo lo que más deseába-mos era que pudiera entrar a la universidad y empezar una carrera profesional, pero debido a la situación económica de mi hogar era casi imposible y la única alternativa viable que veíamos era presentarme a la Universidad de Antioquia ya que así mis hermanos y mi papá me podrían colaborar más fácilmente con los gastos pues no serían tantos; me presenté dos veces y no pasé; debo reco-nocer que mi estado de ánimo estaba por el suelo; ya no sabía ni qué hacer si lo que más deseaba era estudiar.

Mediante una amiga que es becaria me enteré de la Fundación, e inme-diatamente me interesé por averiguar en la página de Internet cómo era el pro-ceso y los requisitos para pertenecer; me llamó mucho la atención el trabajo que se realizaba con los becarios, pues aparte de la ayuda económica había una for-mación como personas líderes y con capacidad de transmitirle a la comunidad y a sus familias el mensaje de la noviolencia, tomando como ejemplo al gran líder Mahatma Gandhi. Gracias a mi amiga pude asistir por dos veces al festi-val de la noviolencia, donde conocí más de cerca la labor tan importante de la Fundación, el mensaje que se llevaba a los niños y a la comunidad, el trabajo en equipo de los becarios y, lo más importante, el granito de arena que se aporta para una mejor sociedad.

Después de un largo proceso de conocimiento, participación, angustia entre otros muchos sentimientos me siento orgullosa y feliz de pertenecer a una nueva familia como lo es la Fundación Mahatma Gandhi e igual es la ale-

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gría por parte de mis padres y demás personas que me acompañaron en el pro-ceso: Luisa y su esposo Jeisson, mis hermanos y mi abuela Amantina, que muy seguramente desde el cielo me envió tantas bendiciones.

Miles y miles de gracias a don Hari por creer en la juventud, en la educa-ción y en un país mejor; gracias a Ana Lucía Díaz por su buena atención en todo momento. Qué Dios y la Virgen derramen bendiciones sobre ustedes y sus fa-milias. Gracias a Dios por mi vida. Gracias a mis padres por enseñarme el cami-no. Gracias a ustedes que me han facilitado cumplir mis sueños.

Mi trabajo es mi rezo”.Mahatma Gandhi

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Yenny Catalina Álvarez CastañoFisioterapia

Universidad Ces

Nací el 31 de Diciembre de 1986, en la ciudad de Medellín.

Mi familia esta conformada por mis padres, Jairo y Mery, y mis dos hermanos menores, Marcela y Jonnatan. Casi toda el tiempo hemos vivido en esta ciudad, por el barrio Buenos Aires, acompañados por mi abuela materna y hace algún tiem-po también viven en casa un tío y un primo de 10 años; afortunadamente la casa es amplia y hay espacio para todos. También hacen parte impor-tante de nuestra familia dos masco-tas que son muy especiales; una gata y un ave.

Cuando tenía 4 años nos trasladamos a Bogotá por cuestiones de trabajo de mi papá; ahí vive mi otra familia; él nació y vivió en este lugar. Permanecimos allí durante año y medio y yo inicié mis estudios en un jardín infantil de Bogotá; logré terminar transición y cuando regresamos mi madrina me había consegui-do puesto en la escuela de salesianas, Madre Maria Mazzarello, ubicada en Bue-nos Aires; en este lugar realicé toda mi primaria y luego logré pasar al colegio Santa Maria Mazzarello, que es independiente de la escuela pero igualmente de salesianas; terminé octavo grado y por ciertas circunstancias familiares mi her-mana y yo nos tuvimos que retirar del colegio y un año más tarde retomamos estudios en el colegio Miraflores; en esta institución hice noveno grado y me presente con gran ilusión al CEFA y gracias a Dios pasé el examen y terminé mis dos últimos grados de bachillerato con media técnica en salud, en la modalidad de Secretariado Médico Clínico; terminé muy feliz porque ese año fui represen-tante y ademas premiada como la mejor estudiante mi grupo; esta premiacion significó mucho para mí, inclusive más que otras anteriores porque era el fin de un ciclo importante de mi vida personal y académica, que había terminado con gran esfuerzo.

Una vez graduada comencé a buscar oportunidades de estudio; ya me ha-bía presentado una vez a Medicina en la Universidad de Antioquia, pero no logré pasar; posteriormente me presenté al SENA, para realizar una tecnolo-

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gía en Administración de Servicios de Salud, pues en ese entonces no había disponibles otras opciones relacionadas con esta área; sin embargo, me alegré cuando obtuve el puesto; al mismo tiempo me presenté nuevamente a la Uni-versidad de Antioquia, y aunque no pasé, a partir de ese momento se generó la gran oportunida que venía esperando. El puntaje obtenido en dicho examen fue el apropiado para que me incluyeran en un plan de educación que se venía desarrollando el municipio de Medellín a través de la alcaldía; me enteré de esta gran noticia un día que recibí una carta en la cual explicaban en qué con-sistía esta gran oportunidad. Entonces averigué en las instituciones universita-rias que hacían parte del programa, sobre las carreras disponibles relacionadas con salud y encontré en el CES aquella que se acomoda perfectamente a mis expectativas y proyecto de vida: la Fisioterapia. Tras pasar la entrevista inicié esta carrera ocho días después con algunas dificultades, pero confiando en Dios que todo se iría dando poco a poco; y hasta ahora soy una persona muy feliz de haber escogido algo tan bonito, porque me permite servirle a los demás, encon-trar soluciones para mejorar la vida, y con el acercamiento que se genera con las intervenciones, contribuir a que las personas miren al vida de una manera posi-tiva y agradable; además, recibir la gratitud, expresada de diversas maneras, de todos aquellos a quienes he tenido el privilegio y oportunidad de servir y ayudar es lo más grande que como ser humano he podido tener.

Al comenzar en la Universidad, terminé mi primer trimestre en el SENA y luego me retiré, porque mi sueño fue siempre poder servir directamente en cuanto al servicio de salud, y no administrar.

Luego de algún tiempo llegué a la Fundación y encontré en ellos el apoyo que necesitaba para terminar mis estudios; pero, además, durante todo el pro-ceso me han hecho crecer como persona y convertirme en mejor ciudadana; el cariño, la amistad, el empuje y el ejemplo que se encuentran en la Fundación son irremplazables, por lo que me encuentró enormente agradecida.

Actualmente continúo con mis estudiso académicos y ejerciendo una prác-tica desde hace un año en diversas instituciones y centros de salud, de lo cual me siento muy orgullosa. Anteriormente también realicé otras formas de servi-cio social; pertenecí a un grupo de niños y jóvenes misioneros durante siete años; estaba allí desde muy pequeña y a medida que fui creciendo pasé por diferentes etapas que me permitieron luego convertirme en asesora de un grupo pequeño de niños; también tuve la oportunidad de servir en el centro de salud de Buenos Aires durante 3 meses, debido a los estudios realizados en el CEFA; y durante mis estudios varias veces fui representante de grupo; esto apoyó mi formacion como líder, la cual continúo desarrollando con la ayuda de la Fundación.

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Trabajé desde muy jovén en varias cosas para ayudarme con mis gastos y estudios; litografía, almacenes de ropa, vendiendo libros, enseñando matemá-ticas a algunos niños y en un almacén de tarjetas y regalos. Pero actualmente no trabajo. La Fundación Mahatma Gandhi me brindó ayuda y espero poder po-der multiplicar el mensaje de la noviolencia, y dejar más semillas de paz con el desarrollo del proyecto y poder contribuir en un futuro a que otros cumplan su sueño y a que la fundacion crezca cada día más.¡Gracias, Fundación Mahatma Gandhi!

La grandeza de una persona reside en su corazón, no en su cabeza”.

Mahatma Gandhi

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Yuliana Tobón LoperaDerecho

Universidad de San Buenaventura

Mi nombre es Yuliana Tobón Lopera, tengo 22 años de edad, estu-dio en la Universidad San Buenaven-tura la carrera de Derecho y vivo en el barrio Santo Domingo Sabio.

Hasta mis cuatro años de edad viví en compañía de mis padres Jaime Alberto Tobón y Norllis Elena Lope-ra, pero un día decidieron separarse por lo que la mayor parte de mi vida la pasé al lado de mi madre. A la edad de 5 años ingresé a la escuela, en la cual me destaqué como excelente es-tudiante, al igual que en el bachillera-to. Siempre me interesé en participar en los diferentes eventos culturales ya fuera en el grupo de teatro o en el coro, lo que incentivó a las directivas y profeso-res del colegio a brindarme una beca; también, por mi desempeño académico me permitieron ingresar a ser parte del semillero de matemáticas de la Universidad de Antioquia; en esta oportunidad pude descubrir que deseaba ser profesional al-gún día para aportarle a la sociedad mis conocimientos.

En mi adolescencia, al vivir la violencia entre grupos armados entre mi barrio y otros aledaños vi que los jóvenes por falta de educación escogían el van-dalismo como una salida a la pobreza, lo que no les permitía crecer como per-sonas de bien; la sociedad para mí estaba llena de dolor al ver muchas veces que amigos y vecinos cayeron muertos por culpa del conflicto que se estaba viviendo sin ellos haber sido parte de él. Quería ayudar a que todo el sufrimiento de mi gente terminara pero no encontraba la forma de hacerlo.

El contexto social en el que crecí me llevó a decidir que me quería destacar como estudiante de una ciencia en la que pudiera comprender los fenómenos so-ciales y de esta forma encontrar una solución y trabajar de alguna manera para que esto se cumpliera. Después de algunos años, cuando ya me había graduado del colegio, comencé a trabajar para generar ingresos y ayudar económicamente a mi familia, la cual estaba compuesta por mi mamá y mi hermanita, ya que nos en-contrábamos en una crisis económica. En esa época, también, después de mucho reflexión, me interesé en participar en procesos comunitarios ya que ayudando a

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que estos prosperaran lograría mejorar la calidad de vida de los habitantes de mi barrio y de alguna forma aportaría para que se acabaran los conflictos.

Aunque estaba laborando nunca renuncié a mis sueños de estudiar una ca-rrera profesional y sin saberlo, un día, por medio de la labor social, me enteré de unos créditos estudiantiles, por lo que me postulé y tuve que concursar con más de 300 aspirantes solo en la comuna uno, que se presentaron para ingresar a la Universidad en la cual me encuentro estudiando actualmente; presenté el exa-men de admisión con mucho temor pero nunca perdí el entusiasmo y me mantu-ve siempre positiva ante los resultados; gracias a Dios fui admitida y experimenté una alegría inmensa; me sentí más segura que nunca de que iba a lograr mis sue-ños, las metas que algún día en mi adolescencia me había propuesto.

Luego vinieron las dificultades y una crisis emocional al darme cuenta de que, si quería lograr mis sueños, estaría sola para luchar, porque mi madre no estuvo de acuerdo en que dejara de laborar y aportar económicamente; ella tenía razón en preocuparse porque la situación económica se desestabilizaría pues sus ingresos no darían para sostenerme en mis estudios y todos los gastos de la familia, pero yo nunca quise renunciar. Esto produjo varias discusiones y me hizo pensar que debía luchar por mis sueños aunque no tuviera el apoyo de mi familia y además que no debía ser una carga económica para mi madre, lo que me llevó a tomar la decisión de independizarme.

Ingresé a la Universidad y logré sostenerme por algún tiempo con ahorros que tenía. Tuve la bendición de que mi mejor amiga, Leidy Johana, me abriera las puertas de su hogar, lo que me permitió soportar de alguna forma la carga económica; comen-cé a vender productos de belleza y dulces en la Universidad y aun así no era suficiente, pero no me dejé vencer aunque muchas veces la necesidad quisiera hacerme desistir.

Gracias a mi gran amigo Wilton Gómez, me di cuenta de la existencia de la Fundación y me llamó mucho la atención su filosofía porque me ha preocupado la violencia que se presenta entre los miembros de las sociedades del mundo; además, me llamó la atención que vieran la salida a todos estos problemas por medio del fomento y el apoyo a la educación y brindándonos las herramientas para fomentar la paz por medio de la noviolencia y de esta forma aportar nues-tro granito de arena para que las cosas cada día seamos mejores.

Me postulé para la Fundación Mahatma Gandhi y me abrieron las puertas, y le doy gracias a Dios y a mi familia por enseñarme principios y valores para ser fuerte y no dejarme vencer por las dificultades; a mis amigos y a la Fundación por apoyarme psicológicamente y económicamente para que pueda lograr mi sueño de ser abogada, además de lograr mi sueño de aportarle a nuestra Colombia para que se inunde de amor y de paz por medio de la filosofía de la noviolencia.

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Yeison Alexis Cardona MarínIngeniería Industrial

Universidad de Antioquia

Mi nombre es Yeison Alexis Cardona Marín. Nací el 20 de junio de 1992. Afortunadamente me to-caron unos padres que desde mi in-fancia lucharon por mi bienestar y desarrollo; se llaman Francisco Wil-mer Cardona Vélez y Gloria Patricia Marín Cardona. Fui el primer hijo de tres que somos; Johan Camilo Car-dona y José Alejandro Cardona, a los que quiero muchísimo, ya que todos ellos reflejan y son mi sentido de ser.

Viví toda mi niñez y adolescen-cia en Jardín, Antioquia, que es un pueblo bastante bueno; es turístico, hermoso, cálido y lo mejor es la ama-bilidad de su gente; Cuando terminé el bachillerato tenía muchos planes, metas y un proyecto de vida, que debía realizar al finalizar mi bachillerato, pero que no se podían realizar allí, ya que aquel pueblito hermoso no me brindaba la oportu-nidad de salir adelante y desarrollar todo mi potencial intelectual y personal al máximo; entonces, a principios del 2010, específicamente el 15 de enero, me vine a vivir a Medellín, la tierra firme y competitiva a donde todos los jardineños an-helan venir; al principio me sentía feliz porque sabía que aquí en Medellín podía estudiar lo que quería, desarrollarme como persona y alcanzar todas mis metas que desde niño me inculque y anhelaba conseguir; ya estando en Medellín, em-pecé a valorar lo grande que es mi familia y la falta que me hace cada uno de ellos. Ahora comprendí que yo estaba solo en esta ciudad, compitiendo con muchas personas que quizás querían lo mismo: luchar contra viento y marea por sus sue-ños y por su familia; pero lo mejor fue que mis padres, a pesar de la distancia que nos separa, nunca dejaron de coger el teléfono para hablar conmigo y preguntar-me ¿estás bien, cómo te fue hoy?

El 15 de Enero de 2010 empecé a estudiar en el SENA, una Tecnología en Contabilidad y Finanzas; quería terminar primero la tecnología para después con esta pagarme mi carrera profesional, pero las cosas cambian y en mayo del mismo año me presenté a la Universidad de Antioquia, en la opción de Inge-niera Industrial, y gracias a mi Dios que es tan grande en todos los sentidos,

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pasé a la Universidad. Empecé a realizar mi carrera profesional el 8 de agosto de la mano con mi tecnología, lo que requería de mucho tiempo, pero siem-pre he dicho que cuando uno desea las cosas con tanta fuerza, todo se puede lograr. Y luego de una larga temporada de felicidad en mi hogar, se vinieron algunas discusiones por parte de mis padres; por sus diferencias y distintas formas de ver la vida y pensar dieron por terminada una relación de 18 años; fue un momento y un problema bastante grande para mis hermanos y para mí, pero que con la ayuda de Dios lo pudimos solucionar y comprender; mi padre no quiso asumir su responsabilidad económica con nosotros y le tocó enfren-tar todos los gastos del hogar a mi madre; ahora ya no era solo madre pues mi Dios la bendijo y le dio el título de madre y padre. Se vino una temporada muy dura económica y moralmente para nosotros, y era la hora de dejar uno de mis estudios, pero como mi Dios lo ve todo y siempre ha sido tan grande conmigo, me puso un ángel en mi camino, que me dio la solución a tantos problemas económicos y personales: la compañera Mónica Marcela Betancur, a la cual le debo un gran favor y siempre la llevaré en mi corazón. Ella me contó sobre la Fundación, sobre su filosofía y me llamó mucho la atención por el espíritu y entrega que tenía la Fundación con las personas necesitadas; realicé todas las entrevistas, pruebas y reuniones que la Fundación requería para pertenecer a ella y gracias a mi familia y a Dios pasé y ahora hago parte de un lindo y agrada-ble grupo de personas, que día a día me ayudan a comprender cómo es la vida en realidad y a comprender que siempre hay una solución para cada problema.

Gracias a todo esto no tuve que dejar mis estudios y ahora estoy realizan-do mis prácticas en contabilidad y finanzas, y sigo luchando por mi Ingeniería Industrial la cual me falta varios años para terminar pero que con la ayuda de mi Dios, mi familia y mi Fundación terminaré con méritos y con un gran cono-cimiento intelectual y personal. Como ya hago parte de la Fundación Mahatma Gandhi, mi vida es alegre, responsable, honesta, culta, agradable y muy diverti-da, con la risa que nos contagia Anita, la sabiduría de Harivadan y las conferen-cias tan valiosas de Esteban.

La noviolencia no conoce fronteras y jamás fracasa”.Mahatma Gandhi

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Mirllan Quintana MazoLicenciatura en Pedagogía Infantil

Universidad Minuto de Dios

Mi nombre es Mirllan Mile-na Quintana Mazo, nací un lunes 18 de septiembre de 1983 en una familia de tipo extensa y compuesta, y fui la hija número 8 en esta; sin embargo, para mi padre, la número 5 y para mi madre la número 6. Se pregunta-rán por que. Todo sucedió un día en el que mi madre decide viajar a Me-dellín, en busca de un mejor futuro para mi abuela y sus tres hijas, Elena, Orfilia y Esneda, donde conoce a mi padre, que ya tenía 2 hijos, Conrado y Ofelia; se enamoraron y empezaron a vivir juntos y de esa unión nacen 4 más, Nelly, Gloria, Mirllan y Yaneth.

Como en toda la cultura antioqueña, el sueño es tener un hijo hombre y en casa solo había niñas; los dos hijos de papá no convivían con nosotros; la mujer ya estaba casada y el hombre vivía con la mamá; todos esperaban un niño. Mamá no asistía a los controles, y además los bebés nacían en casa; esta vez no fue así, pues el parto se complicó y fue llevada a la General, donde sufrió mucho y fue intervenida con fórceps para que yo pudiera salir. Ambas queda-mos hospitalizadas y muy delicadas; los médicos y mi familia pensaron que nos perderían. Pronto salimos de la crisis, pero yo todavía corría peligro, pues solo me daban 8 meses de vida. Mi madre, una mujer fuerte y valiente, llena de fe me encomendó a María Auxiliadora; toda mi familia dice que fue un milagro pues sufría de asfixia y un soplo en el corazón.

Esta historia la conocí como a los 7 años, iniciando mi época escolar, y me llamó la atención la forma como me había aliviado. Verdad o no, esto me sirvió para afianzar mi propia fe. A pesar de tener una familia numerosa siempre me sentí muy sola, pues mi madre con frecuencia estaba enferma, ocupada en sus costuras o preocupada por sus hijas mayores, que estaban ya casadas y eran frecuentemente golpeadas por sus esposos; sin embargo, no permitía que ellas se alejaran de ellos porque el matrimonio es para toda la vida, ¿qué va a hacer una mujer sola?

Esto me cuestionaba, hasta el punto de llegar a pensar que era cierto. To-das mis hermanas mayores fueron sacadas del estudio sin terminar la primaria,

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con la excusa de que no hay plata, cuando en realidad lo que pensaban era ¿para qué estudia una mujer?

La época escolar fue fundamental en mi formación; el apoyo de mis pro-fesoras me ayudó a rebelarme y reté a mi madre: ¿si consigo la forma económica de sostener mi estudio me deja estudiar? Ella pensó que no sería capaz, pero ¡lo logre! Conseguí apoyo de una emisora llamada Radio Tiempo, de música popu-lar, de 1995 a1998. Así estudie 6º,7º,8º de secundaria; luego en 9º gané beca en el colegio por rendimiento académico y liderazgo.

En 1999 mi madre se enferma y nos retira del colegio; durante ese año sen-tía rabia contra el mundo, contra mi padre porque no tenía ni voz ni mando, y me dediqué a pensar en cómo convencerla para seguir estudiando. Las profesoras, amigos y hermanas lograron hacerlo; y aunque me sentía muy contenta por estar estudiando, la salud de mi madre era algo que no me dejaba ser totalmente feliz. Seguí siendo líder estudiantil, adquirí reconocimiento y en 11º fui la personera.

Me estaba yendo muy bien académicamente y me esforzaba al máximo; tra-bajaba de noche en la arepería familiar, un negocio pequeño, para luego ir a estudiar. Un 25 de octubre a las 6:00 am, me desperté por los gritos de mi hermana Yaneth: ¡Mi madre había muerto media hora antes! Este hecho me trastornó como si con la muerte de ella también hubieran muerto todas mis ilusiones. Mi rendimiento acadé-mico no bajó, pero sí mis ganas de seguir estudiando; tan solo contaba 19 años y tenía que enfrentar un mundo sola y sacar a mi hermana menor adelante, puesto que cada una de mis hermanas tenía una vida aparte y a mi padre en esa época no le afectaba si continuábamos estudiando o no (él no era un referente educativo).

Los problemas comenzaron rápidamente con mi hermana mayor, Elena, que intentaba seguir la vida cuidándonos y protegiéndonos, pero nosotras dos no lo veíamos así, y pensábamos que quería remplazar a mamá. Papá no decía nada por la forma como ellas nos trataban a gritos, insultos, humillaciones; así, decidí irme de la casa. Empecé a trabajar interna y solo llegaba los sábados a es-cuchar quejas de todos por el comportamiento de Yaneth y aunque trataba de hablar con ella, no me hacía caso; con todo eso logré terminar el bachillerato.

Pronto las cosas se complicaron aún más; como ya no tenía que hacer nada todo el día dormía, luego salía de noche y llegaba en la madrugada; esto no me dejaba estar tranquila en el trabajo, y entonces renuncié. Volví a la casa pero nada cambiaba; intenté hablar muchas veces pero fue imposible. Decidí irme a vivir con mi hermana Orfilia ¡y fue peor pues en este hogar los problemas se arreglaban a los golpes! Con ellos viví 6 meses, hasta que conseguí trabajo en Bogotá; pensé que sería buena idea alejarme de todos y dejar que vivieran como quisieran, pero nuevamente me equivoqué. Desde allá era más difícil enterar-me de los problemas y no poder hacer algo; trabajé solo 3 meses.

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Regresé a casa, esta vez dispuesta a estudiar y a convencer a Yaneth para que también lo hiciera. Así fue, estudiamos en un programa de la alcaldía, Jóve-nes con Futuro, durante el año de 2007; simultáneamente trabajaba en casas de familia haciendo aseo por días y cuidaba bebés.

Un día mi amiga me invitó para que hiciera parte de una Fundación que trabajaba con niños y niñas en proceso de desescolarización y en situación de vulnerabilidad, -confieso que la idea no me simpatizó mucho, pues era un vo-luntariado- pero decidí hacerlo; fui, conocí el proyecto y me enamoré de esa la-bor y allí me quedé. Llevo 3 años como docente y aunque antes ya había estado en otras organizaciones como la Cruz Roja y el Simpad (sistema municipal de prevención y atención de desastres) en esta comprendí la importancia de apor-tar en la transformación hacia una mejor sociedad.

La Fundación me apoyó para seguir estudiando e inicié una técnica en educación en preescolar, en 2008. Asistí a foros de educación inicial para ampliar mis conocimien-tos sobre ese mundo maravilloso de los niños. En el año 2009 conocí la red de Mujeres Talento, la cual acrecentó mi perspectiva de equidad de género; además, en ese mismo año inicié mi educación superior en la corporación Universitaria Minuto de Dios, apo-yada económicamente con el 50% por los H. Maristas, congregación que acompaña los procesos en la Fundación Huellas; por último les hablaré de una Fundación que llegó a mi vida como una bendición de Dios; aunque inicialmente la vi como una solución eco-nómica, ahora puedo decir que es mi oportunidad para proyectarme y demostrarme a mí misma, mi capacidad de crear y trabajar en equipo. Esta es una forma más concreta de aportar en la transformación, tanto de mi entorno como de sí misma.

La Fundación Mahatma Gandhi con su filosofía de la noviolencia y sus in-tegrantes, que hacen posible la esperanza en el cambio social partiendo de una formación individual. Llevo un año como becaria y aunque es poco el tiempo para hablar de un cambio radical en mi personalidad, es evidente que ha trasforma-do mi perspectiva respecto a mis relaciones interpersonales en la necesidad evi-dente de tener una vida más tranquila, sin dejarme influenciar por la situación o de ciertas personas que alteran mi carácter y por ende la forma en que los demás perciben mi personalidad.

Por mucho tiempo he tomado lo que aprendí en los talleres dictados por la Fundación como escudo para que no me hagan daño; en este aspecto, el men-tor me ha ayudado mucho aportándome otras opciones de decir lo que no me gusta, sin ofender, sin levantar la voz y sin tener que quedarme callada, para no ser imprudente. Estas y muchas herramientas más han mejorado mi conviven-cia familiar. Bueno se termina un año más, el 2010, y me queda la satisfacción de haber conocido personas maravillosas con la certeza de que me ayudaron a ser mejor y con la capacidad de reconocer la noviolencia como una opción activa.

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Sara Catalina Gallego ZapataAdministración de Negocios

Universidad Eafit

Soy Sara Catalina Gallego Zapa-ta. Nací en el municipio de Frontino, Antioquia, el 31 de Agosto de 1989.Viví con mis padres hasta los dos años de edad. Un día, sin entender por qué, mi mamá dejó de sonreír; la inundaba el llanto y la desolación; y esa pequeña que tenía a su lado no entendía lo que pasaba; solo sa-bía que su padre se había ido a vivir a otro lugar, con otra familia, y que ahora no lo volvería a ver a su lado, solo escucharlo a través de un apa-rato que no permitía traerlo hasta sí, como lo anhelaba.

Mi madre quedó a cargo de mi educación, de mi sostenimiento, de mi aprendizaje y la verdad es que lo hizo ma-ravillosamente a pesar de que ella no había contado con una buena educación en su casa. Con mucho esfuerzo, amor, dedicación y a pesar de estar pasando por una situación emocional absolutamente dura, supo ser fuerte ante su niña de tan solo dos años, quien preguntaba a diario por su papá y no encontraba explicación para que él no estuviera allí con ella acompañándola, jugando, dándole de comer, bañándola, llevándola a la guardería, contándole un cuento cada noche con el fin de que conciliara el sueño; no, ella solo podía imaginarlo, no lo podía ver y mucho menos sentir, y no hallaba respuestas a sus inquietudes.

Durante 7 años viví en Frontino, hasta que mi madre decidió venirse para Medellín en busca de mejores oportunidades para su vida; con ella estaba yo. Llegamos a lo que los burgueses mal llaman el basurero de Medellín, pues en ese basurero supe divertirme, conseguir amigos, aprender a multiplicar, a divi-dir y a leer; es el recuerdo más bonito que tengo de mi niñez, haber vivido en condiciones difíciles que hicieron de mí una mujercita con ideales de ser la me-jor, de luchar, de ayudar a mi familia cuando fuera profesional. La pieza en la que vivíamos fue el mejor recinto, porque cada detalle era conseguido con su-dor, con dificultad y por eso cada cosa se convertía en algo magnífico.

No obstante las dificultades presentes durante varios años, mientras lográ-bamos acoplarnos a la nueva vida en la ciudad, mi madre y yo luchábamos incan-

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sablemente por salir adelante. Yo por un lado vendía dulces en la escuelita y pres-taba plata a interés a mis familiares (con alma de banquera desde muy niña) y mi madre trabajaba como secretaria mientras al mismo tiempo cumplía sus sueños de ser una gran profesional. Con el transcurrir de los años, la relación con mi pa-dre fue mejorando, y el sueño de conocerlo, de compartir con él, se estaba cum-pliendo, pues viviendo en Medellín él me visitaba una vez cada mes.

Cuando cumplí nueve años, recuerdo que el regalo de mi mamá fue dar-me la noticia de que viviríamos en otro lugar, con unos familiares que nos apre-ciaban mucho y que nos habían querido recibir en su casa. Y tenía toda la razón, porque realmente han sido los seres más maravillosos con nosotros, con los cuales hemos tenido la oportunidad de vivir por 11 años.

En el año 2006, cuando me gradué en el colegio, tenía muy claro la ca-rrera que quería estudiar, y por ello mi padre hizo un esfuerzo sobrehumano para ahorrar durante todo un año y poder pagarme el primer semestre en una Universidad a la que nunca pensé llegar. Para los siguientes semestres solicité un crédito con el ICETEX, que actualmente sostengo. Sin embargo, los gastos eran tan altos que mis padres eran conscientes de que eran muy difíciles de cu-brir, y de que se tenía que buscar una solución. Empecé a buscar una beca en la Universidad, pero lamentablemente mis argumentos no se acoplaban a sus exigencias, y no pude entonces ganármela. La búsqueda continuó durante un largo año, hasta que llegué a la Fundación Gandhi, donde empecé un proceso, finalmente exitoso. En este lugar, además de brindarme ayuda económica para continuar con mi educación superior, me están enseñando a ser una líder, a des-plegar mis posibilidades, a corregir desde mi círculo social errores que llevan al caos a la humanidad. Puedo decir que soy una multiplicadora de noviolencia; con mi proyecto busco sensibilidad, y aunque es una tarea ardua, es posible, y hoy puedo decir que va por muy buen camino.

Afortunadamente cuento con el apoyo de la Fundación: con don Hari, doña Hasita, doña Ana, los becarios, los mentores, y muchos otros, que ayu-dan a convertir los sueños de todos nosotros en realidad, y, lo más importante, a obtener la victoria a través del esfuerzo conjunto y no de la anteposición de intereses individuales.

Indudablemente la Fundación Mahatma Gandhi, ha cambiado mi forma de ver la vida; ahora, debo admitirlo, soy mucho más humana, estoy convencida de que el camino para cambiar este mundo es a través de la educación por medio de la cual se consigue mayor igualdad social. Pertenecer a la Fundación ha sido clave para entender que el cambio debe iniciar desde nosotros mismos, y no sen-tarse a esperar que otros hagan lo que queremos ver; por el contrario, actuar con

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convicción y certeza de que se logrará si todos ayudamos, porque muy bien lo dice Gandhi: “Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”, y ello es exacta-mente a lo que nos invitan en cada uno de los talleres de la Fundación, para que el día que logremos ese cambio en nosotros mismos, podamos hacerle el llamado a otros y ayudar en sus procesos de transformación con la seguridad de que ese es el camino correcto hacia la reconciliación, el perdón, el amor y la paz.

Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre”.

Mahatma Gandhi

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Integración de los becarios.

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Arriba: los fundadores, señores Harivadan y Hasita Shah, de la Fundación Mahatma Gandhi. Abajo: el Embajador de la India en Argentina, Uruguay y Paraguay, señor R. Viswanathan, con el señor Harivadan Shah.

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Johnny Morales Ortíz Trabajo Social

Universidad de Antioquia

Soy un joven nacido y criado en el barrio Santo Domingo Sabio, uno de los barrios con más déficit social de la ciudad de Medellín; este hace parte de la zona nororiental o lo que otros han llamado las comunas, por la agudización del conflicto armado, que en algunos años le arrebató a la ciudad centenares de jóvenes, invo-lucrados o no en los grupos insur-gentes, contrainsurgentes o bandas asociadas, que ingresaban a las filas armadas por falta de oportunidades, moda, rebeldía o problemas con la familia. Desde que comencé la pri-maria pensé que mi historia debía ser diferente; había una gran apuesta desde la inocencia propia de la niñez, por darle un estilo de vida diferente a mi familia, compuesta por mi madre y dos hermanos, de 19 y 17 años; incluso soñaba mucho con generar en mí la capacidad de liderar procesos con las comunidades, para tratar de transformar las situaciones de inequidad y problemáticas que agobian a la población más vulnerable. Fue así como comencé a laborar desde muy temprana edad en las temporadas de vacaciones como recolector de café, vendedor, ayudante en la-bores de casa de algunos familiares; complementario a esto algunas personas me aportaban a la matricula, útiles y uniformes.

Por la separación de mis padres cuando tenía 6 años de edad, viví en los Municipios de la Ceja, Antioquia, y Supía, Caldas; en estos municipios estudié hasta cuarto de primaria; luego mi mamá decidió que nos fuéramos a vivir en la casa de crianza en el barrio Santo Domingo Sabio. Allí comenzó todo de nuevo: no teníamos nada en la casa, mi mamá no tenía trabajo, y era una hermana la que conseguía el sustento de la casa; sin embargo, estábamos dispuestos a vencer las adversidades. Cuando mi mamá comenzó a trabajar me hice cargo de mis dos hermanos menores, quienes ante la ausencia de un papá vieron en mí la figura paterna; traté de combinar esta tarea con las labores de la casa y el estudio.

El bachillerato transcurrió con muchas dificultades pero con la certeza de que nada podría ser demasiado difícil para realizarse, con las dificultades propias

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de la zona materializadas en los enfrentamientos armados a la salida del colegio o en el trayecto hacia la casa, la amenaza de profesores, asesinato de estudiantes, ma-tanzas colectivas e intimidación constante a la población civil, lo cual hacía espe-cialmente difícil la continuidad en las clases y cumplimiento del calendario acadé-mico en condiciones de normalidad; por supuesto también estaba en juego la vida.

En la secundaria tuve un relevante apoyo de mi hermana, ahora madre de tres hijos, que laboraba como empleada del servicio doméstico para sostener la familia. Egresé del colegio Fe y Alegría en el año de 1996 y comenzó la dura labor de conseguir empleo para poder estudiar o intentar pasar a alguna Universidad, teniendo claro que en el momento no contaba con los recursos para hacerlo; mi lema en este caso fue: una vez tenga la primera oportunidad, las demás se van a dar, y las que no se den las voy a buscar; así estuve tres años laborando en varias empresas sin tener la forma de ingresar a la educación superior. En este tiempo participé además activamente como líder comunitario en grupos y organizacio-nes sociales de la ciudad, en temas como juventud, derechos humanos, aten-ción a víctimas de la violencia sociopolítica y resolución de conflictos. Coordiné algunos grupos y participé en iniciativas de ciudad que buscaban potenciar la capacidad de los jóvenes para aportar al desarrollo de su entorno.

En el año 2000 se dieron dos acontecimientos que cambiaron el rumbo de mi vida; la primera fue una beca que otorgó la Junta de Acción Comunal a los jóvenes que pasaran el examen de admisión en el Instituto Tecnológico Me-tropolitano. La beca consistía en el otorgamiento del 100% del valor de la ma-trícula; efectivamente, comencé a estudiar la carrera que elegí: Tecnología en Telecomunicaciones; al mismo tiempo una trabajadora social de la Pastoral me regaló el valor del formulario para presentarme a la Universidad de Antioquia; fue así como en junio del año 2000 comencé la tecnología y en el mes de enero del 2001 comencé la profesión de Trabajo Social en la Universidad de Antioquia, consciente de que la tarea no sería fácil. Pese a las críticas de las personas allega-das que argumentaban que no era posible con las condiciones económicas que poseía estudiar dos carreras simultáneamente, emprendí la tarea de profesio-nalizarme para tener lo que desde niño me había planteado.

En esta tercera etapa fue muy considerable el aporte que hizo mi madre, quien ahora laboraba en oficios varios y sin el apoyo de mi hermana que ahora tenía un nuevo hogar; ella me alentó a estudiar, reconociendo que esta situa-ción haría especialmente difícil el sostenimiento de la familia para un bienestar digno. Para ayudarme en los gastos de las universidades comencé a laborar por días y a realizar talleres en la pastoral social. También me inscribí en el progra-ma del municipio de Medellín Tiquete Estudiantil que en principio ayudaba a

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subsanar el problema del transporte; en el año 2002 conocí en el barrio una cor-poración que ayudaba con la matrícula y pasajes a jóvenes de escasos recursos, realicé la solicitud y me ayudaron por cuatro semestres académicos a través de la benefactora Gloria Villegas de Molina; a comienzos del 2004, luego de que esta Fundación cerrara sus puertas, tuve la gran oportunidad, a través de doña Gloria, de conocer la Fundación Mahatma Gandhi.

Luego de pasar el proceso de selección comencé a participar en los talleres que allí se realizaban; así comienza una verdadera experiencia de vida, materializa-da en el aprendizaje de la filosofía de la noviolencia como elemento fundamental del mejoramiento de las relaciones humanas, una filosofía impulsada por el líder hindú Mahatma Gandhi, quien ahora hacía posible que los jóvenes tuvieran la po-sibilidad de estudiar de forma digna, a través de la iniciativa de dos esposos que ha-bían llegado a Medellín para hacer empresa, pero lo más importante es que además querían consolidar la esperanza de muchos jóvenes, tratando de dar una respuesta a ese sueño que de niño se tiene, pero que por las condiciones contextuales en la mayoría de casos nunca se da; alcanzar las metas propuestas por jóvenes que antes de conocer la Fundación veían truncado su futuro; en mi caso pese a las dificultades siempre conservé la esperanza y busqué las oportunidades. Hoy tengo que agrade-cerle encarecidamente a los benefactores, amigos de la Fundación y demás perso-nas que hacen posible que el propósito de la Fundación sea una realidad; especial-mente tengo que agradecer a dos seres humanos invaluables que materializan el sentido y la filosofía de la noviolencia que profesaba Gandhi, Harivadan y Hasita, quienes tienen la gran capacidad de identificar las necesidades más sentidas y vol-verlas una oportunidad, que en últimas es una oportunidad para transformar las situaciones de inequidad y violencia imperantes en nuestro país.

Hoy puedo decir, que con el apoyo de muchos, entre los cuales la Funda-ción ocupa un puesto destacado, pude cumplir gran parte del sueño: soy tecnó-logo en telecomunicaciones, graduado en el Instituto Tecnológico Metropolita-no, Trabajador Social de la Universidad de Antioquia y trabajo con el Estado en la coordinación de la gestión social de los proyectos de vivienda a nivel muni-cipal. Mi gran reto es poder especializarme, para lo cual estoy trabajando bas-tante duro; darle una casa digna a mi madre y poder seguir contribuyendo al propósito que se ha trazado la Fundación.

Un pensamiento puro es mucho más poderoso que un largo discurso”.

Mahatma Gandhi

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Juan Fernando Rojas Periodista

Universidad Pontificia Bolivariana

Siempre resultará odioso ha-blar de uno mismo, más cuando lo poco que se ha logrado ha sido por el concurso de muchos otros, entre ellos todos los amigos hallados en la Fundación, que ha sido para mí más que una beca, un descubrimiento de que otro mundo menos alevoso es posible y uno puede vivir en él. Pero asumo la tarea puesta acudiendo a la bondad de quienes leen estas líneas y de que alguna cosa les quede.

Digamos que nací urgido de vivir, tanto que no fue en Medellín sino en Bogotá donde mi mamá me tuvo en 1980. Fui el primero de tres hermanos y el último en pensar en irse de un país que a pesar de todo, y de mu-chos, sigue siendo parte del mundo donde quiero vivir.

Desde chiquito di lidia a un papá y una mamá liberales de pensamiento que me criaron con amor y con la premisa de que la norma se aprende y no se impone, que uno es un afortunado no por el hecho de tener sino por ser, y eso ya es mucho. Con esas instrucciones básicas terminé en una primaria capitalina rodeada de exigencias. Por los azares de una partida no anunciada de mi papá a otro mundo, cuando empezaba a despuntar mi adolescencia, hice el bachille-rato en un colegio de curas en Medellín donde me obligaban a responder quién era yo, cuando me interesaba más la vida de los demás.

Quizás sería por eso que mientras mi generación escuchaba Nirvana y se abría paso en una ciudad sitiada por conflictos sin término, terminé asaltando alacenas en mi casa y en las de algunos compañeros para llevar mercados a muje-res cabeza de hogar en lo alto de la zona nororiental de Medellín. Y siendo parte de un movimiento católico y social, del que me quedó más lo segundo que lo pri-mero, terminé recorriendo los ríos del Chocó con las medicinas que los indígenas necesitaron por cuenta de las enfermedades que les llevaron los blancos.

Ya con 18 años no hubo objeción de conciencia que valiera para terminar prestando un servicio más obligatorio que militar en la policía. Allí fue donde a punta de órdenes de coroneles aprendí a redactar informes y por ahí derecho a

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advertir que esto de escribir me gustaba, pero no sobre armas incautadas, sino narrando historias de la gente.

Por eso tras ensayarme como laico durante un año -con el mismo Movimien-to Católico- viviendo en Buenos Aires (Argentina), regresé a la ciudad y las circuns-tancias decidieron que estudiara Comunicación Social y periodismo en la Univer-sidad Pontificia Bolivariana. Fue entonces cuando la economía familiar se derribó con la crisis nacional; los préstamos del ICETEX y mi trabajo como periodista pri-míparo no pagaban en el resto y me vi al borde de abandonar los salones de clase.

Ahí fue donde conocí a Luz Gabriela Gómez, profesora y amiga vital. Y con ella llegué a la Fundación en el año 2003 que tras un riguroso proceso de selección no solo me tiró un salvavidas al pagar lo que era impagable para mí del séptimo semestre en adelante, sino que me abrió el pensamiento a otros horizontes.

Cada taller preparado y dictado con la participación de esa primera pro-moción fueron un laboratorio de experiencias acompañadas por el pensamien-to demoledor metido en la frágil figura de aquel que derrumbó mi escepticismo frente a un mundo mejor: Gandhi. Hasta un foro nos inventamos para difundir lo aprendido. En tanto, mi oficio de periodista se cultivaba en las salas de re-dacción del periódico El Mundo, después en las crónicas descubiertas bajo las piedras de esta ciudad que se publicaban cada mes en La Hoja y más tarde como practicante y redactor provisional en El Tiempo.

Después, mientras el amor iba y venía, elegí explorar por año y medio una veta de la comunicación en contacto directo con comunidades vulnerables desde la Alcaldía de Medellín. Ahí pude evidenciar, más allá de una agenda in-formativa, que lo aprendido en Gandhi y sus replicadores se puede poner en práctica a favor de la mejor convivencia en entornos tan complejos como los de Moravia, antiguo botadero de basuras de Medellín.

Y ahora, con el amor cierto y amancebado por dos años, volví al redil del periodismo como corresponsal de El Tiempo. Eso sí, con el propósito indeclina-ble de mostrar que más allá de la guerra, que sitia por días y noche a este ciudad, hay iniciativas de paz a las que hay que ponerles parlantes. Lo que hoy hay es un reportero entretenido por vocación que niega desprenderse de su cordón um-bilical que lo une a esa Fundación que enseña que la vida tiene sentido cuando se pone al servicio de los demás. Y soy feliz cada vez que puedo devolver algo mínimo de todo lo que la fundación me ha donado con su apuesta auténtica.

No hay riqueza si no hay vida”.Mahatma Gandhi

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Lina Marcela Guisao CrespoCiencia Política

Universidad Nacional

Antes de ser parte de la Fun-dación Mahatma Gandhi:

Nací en Yarumal un 30 de julio de 1988. A mi familia la componían cinco integrantes: Mi madre, mi her-mano mayor, mi tía, mi papá y yo. Mi padre trabajaba como auxiliar ambien-tal en el municipio de Remedios, An-tioquia, por tanto lo veía cada mes y solo tres días se quedaba con nosotros, pero sostenía económicamente la casa. Teníamos una vida cómoda, pues el sa-lario de mi papá era bueno; lástima que no cumplió con el papel paterno en los momentos decisivos de mi vida.

Con mi madre, que había sido parte de grupos religiosos en la parroquia, empecé mi labor social, a los once años, ayudándole en la catequesis. Luego nos vinimos a vivir a Medellín, al barrio San Antonio, a una casita que mi padre había comprado. Aquí también hice parte del grupo de catequesis de la parroquia. El seminarista John Fredy Gómez Quin-tero me inscribió en unos talleres de formación de liderazgo con las hermanas carmelitas de la Estrella, Antioquia. De esa manera obtuve mi acreditación como líder parroquial y a los quince años ya era coordinadora de catequesis.

Cuando cursé el 9° grado me gané la beca para el grado 10° por ser la mejor estudiante del curso, y fui representante de mi grupo, al igual que de 11° grado. Esto último me permitió ser la representante de los estudiantes de toda la institución.

Un hecho inesperado sucedió al estar terminando el grado 10° y creo que vale la pena parar un poco: en noviembre de 2004 mi padre ya no regresaba con tanta frecuencia y nos dio la noticia de que no volvería porque tenía otra familia y se que-daría con ella. Nos dejó la casa pero junto con ella la deuda en el banco. Aunque yo quería a mi papá, no me dio tan duro ya que su presencia era remota; lo que si nos dejó fue un gran hueco en la economía familiar, ya que todo el peso de esta recayó en mi hermano mayor y mi mamá, pues mi tía ayuda en los quehaceres de la casa.

Siendo aún representante de las estudiantes se acercó a mí un joven direc-tor de una Corporación llamada Comuna Nueva que estaba formándose en la comuna: Jorge David Zuluaga Angulo, becario de la Fundación. Su intención era

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realizar una marcha por la noviolencia por las calles de la comuna 9, y quería que los y las líderes estudiantiles le ayudáramos en esa labor; así conocí la propuesta de la noviolencia y me gustó, por lo que empecé a ser parte de la Fundación.

Una de las experiencias más impactantes de mi vida fue el no haber pasado a la Universidad de Antioquia. cuando me presenté estando en 11. Pero para el se-gundo semestre de 2006 me presente a la Universidad de Antioquia y a la Univer-sidad Nacional y pasé a las dos, a la carrera Ciencia Política. Pero vaya problema con los pasajes para ir a estudiar, pues tenía que coger dos transportes.

Con Comuna Nueva, mis pasos como líder se vieron más claros, ya que no solo escribía en nuestro periódico comunitario sobre temas de ciudad, sino que también empecé a coordinar la primera versión de un proyecto con institucio-nes educativas: el Festival de la Canción de la Comuna 9, el cual potenciaba los talentos musicales de los y las jóvenes y además promovía en la comunidad un mensaje de convivencia y paz, por medio del arte.

A mediados del año 2006 me enteré de un Concurso de Mujeres Jóvenes Talento - Feria de las Flores, así que con el aval de la Junta de Acción Comunal del Salvador me presenté a la modalidad de desarrollo social con un proyecto de equidad de género en las instituciones educativas; aunque no fui ganadora del concurso, logré una de las experiencias más especiales de mi vida formando parte de la Red de Mujeres Jóvenes Talento.

Siguiendo con mi primer semestre en la Universidad Nacional, Jorge Da-vid, me habló sobre la Fundación y me presenté y heme aquí.

Y en la Fundación Mahatma Gandhi:Ahora sin la preocupación de no poder estudiar por el dinero estoy siendo

sumamente beneficiada con la formación en liderazgo que me están proporcio-nando, pero no es solo eso; ahora veo que mi vida social está siendo altamente in-fluenciada por los principios de la Fundación y en especial de la vida de Gandhi. Ahora mi vida familiar y mi vida social, gracias a la Corporación Comuna Nueva, la Red de Mujeres Jóvenes Talento, la Universidad Nacional y la misma Fundación está más grata, y agradezco en especial a dos personas, por esta oportunidad: A don Harivadan y muy, muy especialmente a Diego Naranjo, mi mentor, que ha sido mi más fuerte apoyo en la Fundación. Gracias a su experiencia personal y pro-fesional, ha sembrado en mí la semilla de esperanza para que yo pueda ser parte de la transformación social que Colombia y especialmente Medellín necesitan.

A mi mamá, a los sacerdotes Juan David y Jhon Fredy, a doña Amparo, Andrea y Lucía, A Jorge David y mis amigas talentosas de la Red, a don Hari y a Diego, muchas… no, infinitas, gracias por su ayuda a formarme como persona, líder y profesional.

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Zully Tatiana Zuluaga MarínDerecho

Universidad de Antioquia

Era jueves 18 de abril del año 1991, cuando en horas de la tarde en medio de una gran tormenta en un pequeño pueblo llamado San Roque donde nacen muchos y se crían pocos, nació una hermosa niña. La verdad, no es que fuera muy hermosa, porque era toda rojita y calvita. Ah, pero para su madre ella era la niña más linda, su primera alegría y qué decir del papá que aunque, como todo hombre, es-peraba su primogénito varón, cuando la vio sintió la sensación más maravi-llosa de ese mundo.

Pues esa niña soy yo, Zully Tatia-na Zuluaga; mis padres, Pedro y Fabio-la, se casaron estando muy jóvenes aún, pues mi madre solo contaba dieciséis años y mi papá aunque un poco mayor de igual manera estaba muy joven. Ellos eran un par de campesinos con pocos recursos económicos pero con un amor muy grande, capaz de derribar los obstáculos más grandes.

Después de mi nacimiento nos fuimos a vivir a una pequeña finca situa-da en lo más recóndito del monte, pues estaba más escondida que una guarida de conejos. Pero allí se radicó una pequeña familia que se empezaba a formar. Humildes, sí, pues permítanme contarles que mi cuna fue hecha de palos re-dondos y la cama matrimonial de mis padres era una sencilla estera; en la casa no había ninguna clase de lujos porque ni la luz eléctrica iluminaba nuestras noches.

Ya cuando yo tuve dos años de edad nos fuimos a vivir al pueblo, don-de mis padres empezaron a trabajar vendiendo madera. Todo transcurría de manera normal; cuando tenía 5 años de edad un suceso desastroso sucedió en nuestras vidas, pues mi padre fue victima de un terrible accidente automovilís-tico que casi acaba con su vida. En ese accidente perdió un riñón, el bazo y par-te del páncreas. Aunque estuvo muy delicado se pudo recuperar y después de esto nos mudamos para el pueblo de Remedios, Antioquia, donde vivimos dos años; luego nos fuimos para Vegachí. Cuando vivíamos allí yo tenía siete años y en ese momento de mi vida Dios mandó un maravilloso regalo para mí y para

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mis padres, ya que llegó a nuestras vidas una hermosa princesa, a la cual le pu-simos por nombre Sara.

Después de Vegachí vivimos en Andes por varios meses y después nos trasladamos para la ciudad de Medellín. Ya en Medellín nos ubicamos en el ba-rrio Belén Aguas Frías donde yo comencé mi grado tercero de primaria. En este lugar solo vivimos aproximadamente seis meses y luego nos trasladamos para un barrio llamado El Pinal, una invasión del municipio de Bello situada en la antigua carretera para Guarne. En este lugar estuvimos dos años y medio y yo estudié en la escuela de la misionera Hermana Alcira Castro.

Al terminar mi primaria mis padres construyeron una casa en el barrio Pablo Escobar lugar para el cual nos mudamos a vivir en diciembre de 2001. La dicha nos embargó porque podíamos tener una casa propia en la ciudad de Medellín, pues aunque tener la casita no era riqueza sí era una gran bendición. En esa época yo incursioné en una nueva etapa, el bachillerato, un espacio dife-rente y novedoso para mí que era tan solo una niña de 10 años de edad, pero eso no impidió que me acoplara fácilmente, pues siempre he sido una niña líder y muy inquieta por descubrir cosas nuevas. Mi bachillerato lo inicié en el colegio Miraflores, ubicado en el barrio Buenos Aires, donde estudie los grados sexto y séptimo.

Después de esto, mi papá, como se dedicaba a actividades de comercio, decidió trasladarse para la ciudad de Pereira porque allí surgió un buen proyec-to de negocio. Comencé mi grado octavo en el colegio femenino Lestonnac, de la compañía de María. Entrar en ese colegio no fue nada fácil para mí, puesto que estaba acostumbrada a estar en otro entorno, y, lo reconozco, yo era una tí-pica ñoñita: con las gafas redondas y uniforme casi hasta los talones. Por eso fui objeto de muchas burlas y críticas. Pero eso pasó rápido porque me di a conocer bien y todas me aceptaron tal como era, habladora, participativa y ñoñita.

Al año de estar viviendo en Pereira, sucedió lo más maravilloso que ha po-dido ocurrir en mi vida, conocí de la verdad redentora de Jesucristo, y me con-vertí al cristianismo protestante.

En el 2006, cuando iba a cursar décimo grado me pasé de colegio para el Técnico Superior, donde me gradúe en la modalidad de Diseño Mecánico por Computador. También en el año 2006 nació la alegría de nuestro hogar, mi her-mano Pedro Pablo.

Ya en el 2007 mi padre decidió volverse a vivir a la ciudad de Medellín; la verdad, me dio muy duro dejar tan hermosa tierra cafetera. Pero qué gran bendición ha sido poder estar en Medellín, pues en mayo de 2008 me presenté a la Universidad de Antioquia al pregrado de Derecho, ya que era la única op-

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ción que tenía porque no poseía dinero para pagar una universidad privada. También confieso que fue como un regalo de Dios poder iniciar mis estudios allí.

Ya a finales del año 2009 una compañera de la Universidad me contó de una Fundación que trabajaba con la filosofía de Mahatma Gandhi y otorgaba be-cas a estudiantes universitarios. Yo muy interesada en un principio, no lo niego, por el apoyo económico, me presenté a la Fundación Mahatma Gandhi y pasé todo el proceso de selección. La alegría que mi familia y yo sentimos cuando me comunicaron que había sido seleccionada no la puedo describir. Haber empe-zado en la Fundación ha sido de gran ayuda para mí ya que a través de la forma-ción que le ofrecen a uno he podido cambiar actitudes inapropiadas frente a la vida a las cuales estaba acostumbrada. Estar en la Fundación me ha permitido crecer como ser integral y además creer y estar convencida de que se puede te-ner una ciudad diferente a través de la filosofía de la noviolencia.

La verdad jamás daña a una causa que es justa”.Mahatma Gandhi

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Diana Patricia Torres GutiérrezTrabajo Social

Universidad Minuto de Dios

El 10 de junio de 1986, más exactamente a las 2:30 pm, nació de las entrañas de una mujer esplen-dorosa una niña a la cual llamaron Diana Patricia Torres; su progenitor siempre había deseado un varón, pero al ver su rostro, ese que des-pertaba esperanza, se conmovió su corazón y al instante la apretó entre sus brazos y comprendió que era fru-to de su corazón.

Con el pasar de los días la niña fue creciendo en el seno de una fa-milia que a pesar de los defectos y al-gunos inconvenientes puestos en el camino, siempre sembraron en ella la cualidad de ser especial y la confianza necesaria para que pudiese lograr todo que se propusiera.

Pero lastimosamente todo no era color de rosa; el ambiente que rodeaba a Diana era de miseria y de violencia; no podía concebirse ninguna esperanza para el futuro, las calles en las cuales jugaba libremente al bote-tarro con sus amigos se tornaron de repente en ambiente oscuro y pesado que cobraba vícti-mas que terminaban sus segundos de vida extendidos en el pavimento; las ami-gas con las que compartió los mejores momentos de su niñez ahora eran jóve-nes con vientres abultados, jugando a hacer de mamá.

Esta serie de sucesos que marcaron la infancia y posteriormente la puber-tad de la joven ayudaron a moldear su carácter y a construir un sueño que, por las condiciones, parecía imposible e inalcanzable, pero en el corazón de Diana existía la esperanza de realizarlo alguno de los días en el calendario. Luego de graduarse de la secundaria, su padre, con todo el ahínco del mundo, decidió patrocinar su sueño, que se trataba de ser profesional; así que con los ahorros de toda su vida costeó dos semestres de Comunicación, lo que siempre había querido su hija.

Pasado este tiempo, su padre no pudo seguir acompañando a su hija en el camino que la conduciría a alcanzar su sueño, puesto que la situación eco-nómica se tornó algo oscura, y estaba la disyuntiva entre lo que quería su hija o

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darle de comer a los suyos. Diana, lastimosamente, tuvo que abandonar su sue-ño, para poder trabajar y sostener en algo a su familia, pero nunca desapareció el anhelo.

Como dice Nicolás Guillén: “Camina, caminante, sigue; camina y no te pares, sigue”. Eso fue exactamente lo que hizo, no parar. Para alcanzar su meta, Diana ahorró algo de dinero producto de su trabajo y decidió continuar estu-diando; hacía lo que fuera: cuidar niños, vender comidas preparadas; mientras buscaba empleo para sostener su estudio, sus compañeros hacían una especie de fondo común para ayudarla pues ella siempre contó con esa capacidad de sa-berle llegar a la gente; a cambio les corregía textos, les preparaba consultas, etc.

La vida puso en su camino una oportunidad inigualable y utópica en el principio, pero que decidió correr el riesgo de aceptar; se trataba de una Fun-dación que becaba a jóvenes universitarios de escasos recursos llamada Mahat-ma Gandhi. Diana comenzó un arduo proceso de selección, en el que compe-tían más de 30 aspirantes a la beca; en el proceso comprendió que más que una Fundación que proveía dinero era una nueva oportunidad para poder realizar su sueño.

Resultó que la nueva oportunidad se materializó, pues, como dicen, la suerte favorece a la mente preparada. La Fundación la hizo una de las 20 be-neficiarias no solo en la parte económica, sino de un sinnúmero de cosas que le aportan y la ayudan a crecer cada día como persona; después de esto Diana siente que su vida comienza a darle los frutos de su trabajo; la Fundación hizo de su existencia algo más real y lleno de esperanza.

Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.

Mahatma Gandhi

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Luisa Fernanda Valencia OrtízPsicología

Corporación Universitaria Luis Amigó

Mi nombre es Luisa Fernan-da Valencia Ortíz. Nací en Medellín el 17 de septiembre de 1993, tengo 17 años, estudio Psicología en la Fun-dación Universitaria Luis Amigó, soy hija de Gloria Estela Ortíz Rodríguez y Álvaro Valencia Henao; tengo un hermano, Daniel Valencia Ortíz. Al nacer ya mi hermanito tenía 9 años y mis padres tenían una vida estable; mi papá tenía un buen trabajo y es-tabilidad económica y mi madre se ocupaba de Daniel y del hogar.

En mi corta vida, una de las mejoras etapas fue la de la infancia, que viví y la disfruté al máximo como todo niño la debe gozar; estudie toda mi primaria en el colegio de La Presenta-ción. Cuando tenía 9 años mis padres decidieron separarse ya que no se enten-dían lo suficiente para vivir juntos. Su separación fue algo muy triste para mí pero no me afectó tanto ni fue tan traumática ya que mi papá seguía respon-diendo por mi hermano y por mí y además vivía pendiente de lo que necesitá-ramos; él se encargaba de nuestro estudio y seguro médico, entre otras cosas.

Al entrar al bachillerato seguía estudiando en La Presentación, y mi mamá decidió darse una oportunidad con una persona que llegó a su vida, que se llama Juan, quien decidió con ella que nos iríamos de Medellín, para vivir en Rionegro; estuve allí un año y medio, ya que mi madre tuvo discusiones con él y se separaron; de nuevo regresamos a Medellín, volví a entrar en el colegio y mi mamá montó un almacén de mercancía para bebés. Vivíamos con mi hermani-to y su esposa.

Tristemente nos tocó una gran crisis económica y el almacén no pudo continuar; mi madre quebró y tuvo problemas con mi hermanito así que nos fuimos a vivir con una prima; para mí fue muy duro este gran cambio ya que es-taba acostumbrada a otros ambientes. Además, me tocó cambiar de colegio y entré a cursar 10 y 11 en el Inem José Félix de Restrepo; logre acoplarme a la si-tuación, tanto del colegio como de vivienda. La verdad, vivimos en muchas par-tes y teníamos una gran inestabilidad, lo cual me afecto un poco en mi estudio y

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en mi ser. Ahora mi mamá trabaja en una floristería y vivimos las dos solas; esta gran experiencia la tomo como una prueba que Dios nos hizo para comprender mejor la vida y para luchar por los ideales que se quieren alcanzar; además, doy muchas gracias porque aprendí a ser una persona más humana que me encanta ayudar y aportarle a la sociedad.

Por eso estoy luchando por mi meta, que es ser una gran profesional y una gran líder; al graduarme fue duro ya que no teníamos los recursos económicos para poder ingresar a una Universidad, así que entre mi tía, mi papá y mi her-mano hicieron un esfuerzo para que pudiera formarme y cumplir mi sueño; por medio de una amiga de mi tía me di cuenta de la Fundación, ya que la sobrina de ella pertenecía a esta; por eso me presenté. Además, la filosofía de la novio-lencia me encanta y la labor que hace en la sociedad y con los jóvenes es funda-mental y es una gran ayuda para poder realizar mis estudios; y voy a dar todo de mi parte para ser una gran líder y para vincularme totalmente con la Fundación y poder aportar mi granito de arena para cambiar un poco la sociedad, teniendo muy presente a Gandhi, que es un gran ejemplo.

Por último, hay algo que tengo muy presente en mi vida y es luchar por los ideales; solo de esa manera se alcanzarán; estoy feliz porque mi vida está co-giendo el giro que deseo; además, porque pertenezco a esta gran Fundación que sé que va a marcar mi vida de una manera total tanto espiritual como profesio-nal y le doy muchas gracias a Dios por esta oportunidad.

No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido,

en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna”.

Mahatma Gandhi

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Laura Milena Cárdenas Ceballos Comunicación Social y Periodismo

Universidad Minuto de Dios

Soy Laura Cárdenas, nací en Be-llo hace 18 años y soy la hija única de Carolina Ceballos, quien junto con mi tía Libia Amparo Ceballos me han dado el calor y el amor de una verda-dera familia. Mi tía, que trabaja en confecciones a terceros, es la cabeza del hogar y nos ha apoyado mucho económicamente, a mi mamá, quien no ha contado con una muy buena es-tabilidad laboral, y a mí por supuesto.

De pequeña sufrí unas amigda-litis agudas que no tenían explicación clara, por lo que los médicos y psicó-logos diagnosticaron que eran reflejo de la carencia paterna; pero a pesar de esto pude tener una infancia normal como la debe tener cualquier niño.

En la parroquia Nuestra señora del Carmen empecé a la edad de 8 años, -el norte de mi vida es Dios- como acolita, y después, a los 11, años ingresé al grupo de proclamadores de la palabra, al grupo de la guardia de honor en Sema-na Santa, y a colaborar con las Pascuas infantil y juvenil.

El canto siempre ha estado presente en la vida mía, soy una apasionada de la buena música, y por esta razón mi mamá ha pensado que es algo que tengo que cultivar, y cuando tenía 12 años ingresé a la Casa de la Cultura en Bello a estudiar técnica vocal y allí estuve durante un año. Como consecuencia de esto pude en compañía de otro compañero de la parroquia y la ayuda del padre Rubén Andrés Bedoya formar un ministerio musical del cual todavía hago parte.

A lo largo de estos 10 años en la pastoral he crecido enormemente como persona, y siento que gran parte de mis principios y valores como mujer son por este ambiente religioso en el que me he formado.

En la parroquia ha sido mucha la gente que he podido conocer y entre ellos a Wilman Alonso Rúa actual becario y quien fue el que me hizo conocer la Fundación. Junto con él y con Adriana Giraldo hice parte del grupo de recrea-ción del barrio, vinculados con la alcaldía de Bello y la Secretaria de Recreación y Deportes. También tuve la oportunidad de trabajar con el área metropolitana en la parte de recreación en ludotecas ambientales.

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Una cualidad que me resalta y más que cualidad sé que es un don, es el amor que tengo por los niños; me hace feliz verme rodeada por ellos; ayudarles y consentirlos es de las cosas que más me agradan en la vida.

Hay dos razones principales que forman mi proyecto de vida; la primera es una misión que siento que me fue encomendada del cielo -se escapa a toda razón y lógica- de ayudar; es un compromiso que tengo con Dios y gran parte de estar en la Fundación se lo debo a este pacto, y la segunda es poder brindarme y brindarle a mi familia una mejor calidad de vida. La base para lograr todo esto: la educación.

Hoy puedo decir que la mano del Padre del cielo está aquí en esta historia, y que es una bendición haber encontrado a la Fundación Gandhi, esa que hoy también es mi familia y por ende mi prioridad.

El amor puro ahuyenta todo exceso”.Mahatma Gandhi

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Agradecimientos

Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.

Mahatma Gandhi

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“Siempre y en cada momento me he sentido respaldada por usted don Hari y por toda la Fundación en todo. La Fundación hace parte de mí como per-sona, como estudiante y como futura profesional, en todo momento pienso en esta familia: Fundación Mahatma Gandhi. Me siento muy orgullosa de pertenecer a esta familia y siento que siempre seré una mujer que llevará la noviolencia en su estilo de vida, esto debe estar presente en nuestro diario vivir. Mil gracias, siempre estaré agradecida por todo lo que hacen por mí y por todos los jóvenes de la ciudad”.

Erika Acevedo

“Hoy es un buen día para dar gracias a Dios por haber escalado un peldaño más en mi vida, pues son mis grados, y quiero aprovechar esta ocasión para expre-sar mis más profundos agradecimientos a la Fundación Gandhi, gracias a don Hari y Anita por estar siempre pendientes de los becarios, por estar inquietos para que nos formemos como seres humanos sensibles a la noviolencia y con una apuesta por construir un mundo mejor. Quiero decir además que gracias a la Fundación pude continuar con mis estudios, pues llegó en un momento de dificultades económicas pero, sobre todo, gracias por brindarme un espacio de aprendizaje, pues el estar en interacción con los otros líderes de la Fundación le ha aportado grandes cosas a mi vida. Realmente son muchas las palabras que quisiera decir, pero todas redundan en un muy sincero agradecimiento por ser parte de mi realidad, además reitero mi compromiso con la Fundación y desde ella seguir creyendo que un mundo mejor es posible si le apostamos a una noviolencia que cuestiona, que critica y que libera”.

Wilman Rúa S.

“Hay momentos especiales en la vida, que nos permiten hacer un alto en el camino para agradecer a quienes con su colaboración y empeño nos ayu-dan a alcanzar nuestros sueños. Para mi ese día es hoy, ya que el viernes 8 de octubre me graduaré como Comunicador y Relacionista Corporativo; y aunque para nadie ha sido un secreto el gran cariño que le tengo a quienes conforman la Fundación Mahatma Gandhi, hoy quiero reconocer y exaltar que este logro mas que mío es suyo, por apoyarme, guiarme y motivarme a ser un mejor ser humano, a responsabilizarme por mis actos y por regar esa semilla de esperanza que siempre estuvo en mi corazón “querer un me-jor futuro construido desde el presente para mi sociedad y mi país”. No ha sido un camino sencillo, ha estado lleno de obstáculos y pruebas que Dios

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ha puesto en mi camino para moldearme, ahora las angustias del pasado se revelan como tramo necesario, pues sin ellas no sería la persona que soy, y aún más importante no estaría con ustedes, me han puesto a prueba, me han hecho evaluarme, y me han dado la oportunidad de conocer seres cuya ente-reza, energía y vocación, nunca hubiera sabido que existían, tomando como ejemplo cada una de sus actitudes, posiciones y entusiasmo. Agradezco hoy y siempre por ser parte de su familia, porque es precisamente esto lo que he encontrado, el apoyo incondicional que solo una familia sabe dar, sin impor-tar los tropiezos que he tenido en el camino, siempre han estado junto a mí. Espero continuemos creciendo como el equipo que somos, fortaleciendo nuestros lazos y permitiendo que juntos soñemos, y así descubrir que hay más allá de nuestros deseos, construyendo el camino hacia un futuro mejor, lleno de prosperidad, bienestar y esperanza con visión colectiva”.

Paola Tabares O.

“Gracias por el constante acompañamiento y apoyo que he sentido con su respaldo durante todo mi proceso formativo. Gracias por la oportunidad que me dan de formarme como un buen líder y por ende pulirme para lo-grar ser una persona íntegra, así mismo la oportunidad de acceder a mis estudios superiores. Para mí es gratificante contar con personas tan valio-sas como ustedes”.

Héctor Andrés Múnera S.

“¡Definitivamente ustedes son lo mejor que me ha podido pasar en la vida! ¡Muchas gracias de todo corazón por su comprensión y apoyo! Un abrazo gigante”.

Sandra Velásquez V.

“Un gracias enorme, por compartirme esta alegría de llegar al quinto ani-versario de una idea que nació viva y así se mantiene. Sobra decir lo que representó la Fundación no solo para mi destino profesional sino para esa formación que hace ver el mundo con otros ojos, una perspectiva que so-brepone ética a competencia, corazón a razón, verdad a conveniencia. Un abrazo muy fuerte para todos y cada uno… muchas veces las aspiraciones pueden más que las acciones, pero igual, celebro, con ustedes, esta idea que ratifica el compromiso por una sociedad si no mejor, más aliviada”.

Con aprecio, Juan Fdo. Rojas T.

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“Feliz cumpleaños Fundación: que Dios todo poderoso los continúe ilumi-nando cada día, en especial que bendiga enormemente sus espíritus (al-mas). Se debe de sentir muy feliz Dios por permitir que sus almas se pres-ten como aposento de Dios, ya que el habita en ustedes. Estas labores en el mundo son las que realmente cuentan ante Dios. Gracias por permitir ser instrumentos de Dios. Con mucho aprecio”.

kelly Blandón V.

“A la Fundación… gracias, por haber confiado en una persona del común como lo fui en aquel tiempo y recibir esperanzas del nuevo profesional que soy. A Dios… gracias por haber colocado frente a mi camino personas tan nobles, colaboradoras, exitosas y no violentas, entre las cuales resalta el doctor Harivadan Shah. Son ustedes quienes en conjunto con mis conoci-mientos, son artífices de este logro, y a manera de agradecimiento me gus-taría compartir con ustedes esta frase: “algún día fui un simple estudiante, hoy que sigo siendo el mismo Juan David Tabares Tamayo, pero ingeniero civil, listo para aplicar y multiplicar”, espero poder seguir contando con ustedes y además poder ser parte de la historia de multiplicadores de la Fundación, muchas gracias”.

Juan David Tabares T.

“Quiero agradecer a la Fundación Mahatma Gandhi y a todos sus integran-tes, en especial a sus fundadores Harivadan y Hasita, que le han metido todo el corazón para que ésta salga adelante. A Ana Lucía que siempre vivió pendiente de los becarios, se podría decir que era la “mamá de to-dos”. A Luis Fernando que fue mi tutor durante el programa de formación. A Diego Naranjo, a su esposa Claudia y a todo el equipo de PENTA que nos dictó el programa y nos formó como talleristas del mismo. Espero retribuir a la Fundación todo lo aprendido de la mejor manera, empezando por ser multiplicador de la no violencia y luego apoyando económicamente a otros jóvenes para que tengan la misma oportunidad de estudiar que yo tuve”.

Carlos Mario Mesa Toro.

“Cuando nuestra vida contribuye a otras vidas y nuestros sueños contri-buyen a otros sueños es ahí, donde realmente reflejamos la grandeza de nuestra alma y el amor por nuestros hermanos”.

Lina Sorany Morales.

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“Les expreso mis más sinceros agradecimientos por la ayuda que me brin-daron durante este arduo camino hacia la vida profesional, en el cual uste-des han aportado no sólo de forma económica sino también con la semilla de formación en liderazgo, no violencia y calor humano. Sin su valiosa colaboración no hubiese sido posible alcanzar esta meta en tan sólo nueve semestres de estudio, sino que tal vez se hubiese prolongado mucho más en el tiempo. La labor que ustedes realizan es sumamente valiosa desde cualquier punto de vista ya que están contribuyendo al desarrollo del país y al acercamiento a la paz que tanto deseamos los colombianos. Los profesio-nales que hoy ustedes ayudan serán los gestores del cambio que Colombia necesita y espera. Reiterándoles mis más sinceros agradecimientos”.

Jhoanny Duque M.

“El motivo de este mensaje es agradecer todo el apoyo que con cariño me han brindado. He terminado este semestre satisfactoriamente, y es gracias a la ayuda que me brindan para que salga adelante... agradezco a la familia Gan-dhi porque no solo he escalado un peldaño más de mi vida como profesional, sino que también lo he hecho como persona y ser humano... mi compromiso sigue muy firme con la Fundación… pueden contar con mi ayuda incondicional para cualquier evento o actividad, si así lo requieren... muchas gracias”.

Vanessa Acevedo D.

El valor de un testimonio Este mensaje de una becaria tiene un fuerte valor testimonial porque se convierte, para la Fundación Gandhi, en un acto de fe, a futuro, de que sí es posible el compromiso “voluntario” de multiplicación, como ingre-diente esencial del proyecto formativo en los valores de la noviolencia:“Hari, Hasita, Ana Lucía y los demás: este mensaje me causa un poco de vergüenza, pues reconozco mi ausencia durante ya bastante tiempo y tie-nen toda la razón en manifestar que parte de lo que somos ahora se lo de-bemos a la Fundación. Estaba esperando contar con algo más estable para reiniciar mi aporte a la Fundación pero es cierto que mañana puede ser muy tarde, y bueno, estoy segura de que ya contaré con mejores ingresos para aportar a la Fundación.Antes que nada quiero contarles que gracias a la Fundación Carolina estuve en España cursando un máster en Tecnologías de la Información Geográfica en la Universidad de Alcalá. Estuve allí entre septiembre de 2010 y julio

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de 2011; fue una experiencia maravillosa, por eso soy consciente de la im-portancia de los aportes a estas instituciones que de no existir haría que la probabilidad de muchos de vivir nuevas experiencias fuera mínima, y pues la vida me lo ha mostrado por partida doble, inicialmente durante el pregrado gracias a la Fundación Mahatma Gandhi y luego con un posgrado.En este orden de ideas, me comprometo a aportar mensualmente a partir del mes de noviembre; tal vez no resulte un aporte significativo, pero es lo que por ahora puedo ofrecer. Me comprometo a no interrumpir este aporte a menos que me encuentre sin empleo, y tan pronto cuente con uno que me represente un mejor ingreso me comprometo a incrementar mi aporte. Muchas gracias”.

Laura Posada M.

Gracias a mi esposa, mis dos hijas y la familia, a los empleados de Tecni-química, a todas las juntas directivas durante estos 10 años: Luz Gabriela Gómez R., Rafael Aubad L., José María Muñoz A., Felipe Hoyos V., Rafael Echavarría E., Carlos Beltrán A., Carlos Castro A., Sergio Fajardo V., Diego Naranjo M., Víctor Sánchez G., Juan José García P., Luis Mauricio Mesa M., Elsa Gladys Muñoz G., Carlos Eduardo Arango A., Gloria M. Pérez A., María Teresa Anderson G., Ricardo Gómez A. y Antonio Machado M. A todos los benefactores, talleristas, mentores, voluntarios, amigos, simpatizantes, …a Dios, y muy especialmente a todos y cada uno de los becarios.

Harivadan Shah

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Si tu estás en paz contigo mismo… entonces al menos hay un lugar pacífico en el mundo”.

Mahatma Gandhi

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Sembrando para servir. Cien voces hechas relidad, se terminó

de imprimir en Medellín, Colombia en diciembre de 2011.

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