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REVISTA DE HISTORIA Y ACTUALIDAD MILITAR 50 Semblanza de Miguel Román Garrido C uando, el 26 de noviembre de 1899 nacía, en la localidad jienense de Jamilena, Miguel Román Garrido, nada hacía suponer que seguiría la carrera de las armas. No había militares entre sus antepasados directos y ni su padre –farma- céutico de profesión– ni su abuelo habían realizado tan siquiera el servicio militar. Sin embargo, y según cuentan sus biógrafos, le bastó el contemplar a un familiar lejano vestido con uniforme para que se le despertara la vocación castrense. No es éste un dato irrelevante. En la España del cambio de siglo era muy frecuente la figura del militar «por tradición familiar». Miguel Román fue en cambio un militar por genuina y propia vocación. CARLOS CABALLERO JURADO

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REVISTA DE HISTORIA Y ACTUALIDAD MILITAR

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Semblanza de Miguel Román Garrido

Cuando, el 26 de noviembre de 1899 nacía, en la localidad jienense de Jamilena, Miguel Román Garrido, nada hacía suponer que seguiría la carrera de las

armas. No había militares entre sus antepasados directos y ni su padre –farma-céutico de profesión– ni su abuelo habían realizado tan siquiera el servicio militar. Sin embargo, y según cuentan sus biógrafos, le bastó el contemplar a un familiar lejano vestido con uniforme para que se le despertara la vocación castrense. No es éste un dato irrelevante. En la España del cambio de siglo era muy frecuente la figura del militar «por tradición familiar». Miguel Román fue en cambio un militar por genuina y propia vocación.

carLos cabaLLEro Jurado

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SEMBLANZA DE MIGUEL ROMÁN GARRIDO

Tras cursar estudios en la Academia de Infantería de To-ledo entre 1920 y 1923, ese último año se incorporó a las tropas españolas destinadas en el Protectorado de Marruecos. Allí serviría en unidades pura-mente españolas, pero tam-bién, y destacadamente, en va-rias unidades del Cuerpo de Regulares que, como sabe-mos, es el cuerpo más condecorado del Ejér-cito español. En Ma-rruecos Román gana-ría dos Cruces de María Cristina por su valor en combate

Con el Protectorado finalmente pacificado, en 1928 Miguel Ro-mán Garrido regresa a España y a las rutinas de la vida de guarnición. La llegada de la IIª República provocó sucesivas, casi constantes, oleadas de agitación en el campo andaluz y en diversos momentos Miguel Román tuvo que pedir licencia temporal para encargarse personalmente de las tierras de su familia. Pero ya se había reintegrado en la vida militar cuando en octubre de 1934 la izquierda lanzó un desafío frontal al Estado con la llamada «Revolución de Octubre». Román, con la unidad a su mando, fue

uno de los encargados de asegurar el manteni-miento del orden y la ley en Jaén.

Al producirse el alzamiento del 18 de julio, Miguel Román –ya capitán– se puso inmedia-tamente a disposición de la Comandancia Mi-litar de Granada, uniéndose a los sublevados. Granada era en esos momentos un enclave si-

tuado en plena zona controlada por el Frente Popular, por lo que su situa-

ción era arriesgadísima. Solo la audacia de los cercados, que asestaron sucesivos golpes sobre las circundantes posiciones ene-migas, impidió que Granada ca-yera en manos del Frente Popu-lar. En esas operaciones destacó el capitán Román, al mando de la 4ª compañía del 4º Batallón del Regimiento «Lepanto».

Cuando el cerco a Granada quedó levantado, sin embargo las

líneas del frente se mantuvieron próximas a esa capital, y sería en esos

sectores donde Román seguiría operando desta-cadamente. Estando al mando accidentalmente

de su Batallón, este fue citado como «Nota-blemente Distinguido» (agosto

de 1937), y él perso-nalmente fue ci-tado como «Muy Distinguido» en febrero de 1938,

cuando ya ejercía de comandante

«habilitado».

En marzo de 1938 el mando del Ejército

Nacional decidió crear la 122ª División con las

unidades más destaca-das por sus anteriores actuaciones en el sector

de Granada, incluyendo siete Batallones de Infan-

tería, un Batallón de Infantería de Marina, un Tercio requeté y tres Banderas de Falange. Uno de los Batallones era, claro está, el 4º del «Lepanto». Con su nueva División, Miguel Román pasó ahora a combatir en los frentes de Córdoba y Extremadura (sector de La Serena), donde –de nuevo– sería conceptuado como «Muy

Arriba. El entonces teniente Román , luciendo las condecoraciones ganadas en la campaña africana, entre ellas una «María Cristina».

Centro. Carnet de afiliado a FET y de las JONS del capitán Miguel Román Garrido, en los tiempos de la Guerra Civil.

Abajo. Concesión de la Cruz de Hierro de 1ª Clase al comandante Román, firmada por el general von Chappuis.

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Distinguido». Hasta el final del conflicto, Miguel Román continuó actuando en los sectores de Córdoba y Jaén. Su valor y su valía fueron pre-miados con dos Cruces Rojas y dos Cruces de Guerra. El reconocimiento del carácter efectivo del grado de comandante –que venía ejerciendo desde meses atrás– no llegó hasta el 28 de junio de 1940. Entre los informes sobre él elaborados por sus superiores destacan el emitido por el teniente co-ronel Enrique Vidal, que aseguró que: «... el Coman-dante Miguel Román Garrido es uno de los más brillantes Jefes de Batallón que han ac-tuado en el Ejército del Sur por su valor personal, inteli-gencia, energía y conocimien-tos técnicos». Y otro del co-ronel José Martínez Esparza quien afirmó que en «...todas estas operaciones en que se dis-tinguió grandemente el Batallón se debieron al valor, la energía, golpe de vista táctico, inteli-gencia y dotes de mando del Comandante D. Mi-guel Román Garrido».

Había otras cualida-des que adornaban a nuestro personaje, y la más notable era su pro-fundo sentido de la justicia y su carisma, que hacía que sus subordinados sintieran por

él auténtica reverencia, sabiendo que no les iba a pedir nunca algo que él mismo no estuviera

dispuesto a hacer, y que siempre serían tratados con la máxima honradez y un punto de actitud

paternal.

Cuando se convocó el alistamiento de vo-luntarios para la División Azul, Miguel Román Garrido fue uno de los oficiales que se alistó sin dudarlo y el coronel que debía mandar el Regimiento que se organizara en Andalucía, que no era otro que el antes

citado José Martínez Esparza lo eligió sin dudarlo para ponerlo al frente del segundo

de sus Batallones. En su libro «Con la División Azul en Rusia», Esparza

narró así el episodio: «...Para la elección de los Jefes de Batallón de los dos que se orga-nizaban en Sevi-lla, no tuvimos vacilaciones de ninguna clase, pues figuraba en la relación [de volun-tarios] el Coman-dante don Miguel Ro-mán Garrido, que, como

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Centro. Reverso de la Medalla Militar Individual ganada en Rusia por el comandante Román.

Izquierda: El comandante Miguel Román con uniforme del Heer en el frente.

Derecha. La gorra alemana del comandante Román.

Derecha: Una de las mejores fotografías de Román en Rusia, luciendo su bien merecida Medalla Militar Individual sobre el uni-forme germano.

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quedará patente a lo largo de este relato (…) es uno de los mejores Jefes de Batallón de la División Azul. Por conocerle ya desde las campañas de África y por haberle tenido a nuestras órdenes en la Campaña de Liberación (…) sa-bíamos que el Comandante Ro-mán, con su alegre modo de mandar, con su afectuosa energía y con su valor a toda prueba, era capaz de llevar las tropas a su mando a cumbres altísimas de heroísmo».

De que la elección fue espe-cialmente acertada da prueba la Historia. En Rusia, Miguel Ro-mán Garrido pondría de mani-fiesto sus múltiples cualidades como jefe militar. No voy a hablar de este episodio, señalar, si acaso que Román fue uno de los tres comandantes de Infante-ría que, como Jefes de Batallón, fueron galardonados con la Medalla Militar en la campaña rusa (los otros dos fueron Tomás García Rebull y Ricardo Suárez Roselló), y que la suya fue la única concedida literal-mente sur le champ, ya que las de los otros

dos ilustres militares se demora-ron hasta 1945 y 1948, mientras que la de Román lo fue en 1942.

Hay que anotar, sin embargo, algo sobre su vida militar tras re-

gresar de Rusia en el verano de 1942. Era la vuelta a las rutinas de la vida de guarnición, a los cambios de destino, a los ascen-

sos (a teniente coronel, y a coro-nel), solo salpicada por situacio-nes de más tensión como cuando entre septiembre de 1945 y fe-brero de 1947 estuvo destinado en

la frontera hispano-francesa, en misiones contra la infiltración de «maquis».

Con tres campañas milita-res a sus espaldas, en todas las cuales había destacado, sorprende que la muerte le alcanzara sin haber llegado al generalato. En efecto,

nuestro personaje falleció el 8 de septiembre de 1960,

como consecuencia de una enfermedad pulmonar. Sus ad-

miradores –que no son pocos- han llegado a sospechar que le «penalizó»

su poca habilidad para las relaciones sociales y su desprecio del arribismo, o su indudable

Centro. Anverso de la Medalla Militar ganada por Román en el frente del Volchov, en 1941.

Abajo. Un primer plano del comandante Román a su regreso de Rusia, vistiendo uniforme español, cargado de simbología alemana.

Derecha. Recibimiento en España a la vuel-ta de la campaña de Rusia.

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vinculación a Fa-lange. No creo que haya que caer en teorías conspirativas. Hasta donde yo sé, en la fecha en que murió Mi-guel Román, solo dos de entre los comandantes que habían mandado ba-tallones de Infantería de la División Azul, habían llegado ya al grado de general de Brigada (Ángel Ramírez de Cartagena y Marcaida y José Pérez Pérez). El «problema» es, en realidad más grave: las inercias, la antigüe-dad, el escalafón, pesaban más que la capacidad militar acreditada a la hora de ascender, un pe-sado lastre que impedía el ascenso de quienes podían haber sido en realidad excelentes oficia-les generales. Ciertamente, en los años sucesivos serían bastantes los oficiales que como jefes de batallón de Infantería en la División Azul osten-tarían las divisas de general. La muerte sorpren-dió a nuestro héroe de manera prematura aun-que, para alguien como él, que tenía a sus

espaldas tres duras campañas, quizás po-damos considerar que en realidad le sobrevino tardía-mente.

Pero la gloria y el honor trascienden a

la muerte. Es, de al-guna manera, una forma de inmortali-dad. Y por esa razón,

mientras sobre otros muchos compañeros de

armas suyos se ha tendido una capa de silencio y olvido, en cambio el nombre de Miguel Román Garrido sigue gozando de

fama, renombre y prestigio. Sobre todo por su participación en la campaña rusa con la Divi-sión Azul, al frente de un Batallón especialmente heroico, que no por casualidad ha pasado a la posteridad como «Batallón Román».

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Arriba. Todas las condecoraciones del ya coronel, Miguel Román Garrido.

Abajo. Durante algún tiempo, el comandante Román lució con orgullo las divisas alemanas en su uniforme español.

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