semblanza de hugo chávez frías
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«Ni madre/padre, maestra/maestro de escuela, docente de liceo o universidad prepara a una niña/niño, adolescente o joven mayor de edad para la detección temprana de un farsante que igual devastador con pretensiones de conducir a una nación. Motivo por el cual los incautos/cooperadores de su ascenso político no son culpables de las fechorías que alguna vez pudiera cometer» (Alberto JIMÉNEZ URE)TRANSCRIPT
SEMBLANZA DE HUGO CHÁVEZ FRÍAS
(El que tenga ojos que vea tu cinismo)
«Tiene otro detalle Hugo, que respira beatería
de la más ramplona: la de hacerse el llorón, la
de procurar excitar el moco y las lágrimas. El
que tenga ojos que vaya viendo»
Por José SANT ROZ
(www.aporrea.org/autores/santroz/https://twitter.c
om/jsantroz?lang=es)
No tiene en la cabeza sino citas bíblicas y bolivarianas como Luis
Herrera refranes. Hugo Chávez equivocó su vocación que es la de ser
ministro evangélico. Ir por los vecindarios de traje negro con una Biblia bajo el brazo. Adán, su hermano, parco, más sobrio y con
cierto aire de visitador médico o vendedor de seguros. Por otro lado,
Hugo no puede ver a un obispo porque junta las manos para orar,
pide la bendición, besa el pecho de estos fornidos tragadores (en total
estado de estremecimiento). A veces da miedo, no sea que se eche al
suelo de rodillas y abrace con furia las piernas de estos politiqueros y
los derribe. Los obispos que no tienen pelo de tontos gozan un
níspero abrazándolo (para después pedirle). Tiene otro detalle Hugo,
que respira beatería de la más ramplona: la de hacerse el llorón, la de
procurar excitar el moco y las lágrimas. El que tenga ojos que vaya
viendo. Casualmente, casi todos los portentosos evangélicos han resultado unos notabilísimos tracaleros. Es que ya vivir de lo que nos
espera en la otra vida implica un timo, una estafa. El que tenga ojos
que siga viendo. Recordemos el principio, cuando dijo que no había
nada que celebrar con su triunfo porque muchos niños hambrientos
dormían bajo los puentes. En cuanto Hugo cogía el micrófono nos
ponía los pelos de punta (porque buscaba una medicina que nunca
encontró). Empezó con aquello de los niños de la calle (y un montón
de vivos se pusieron a buscar a estos chamos para ver cómo los
negociaban con el Estado). Los gobernadores, viejas ricas, rectores y
vicerrectores se volvieron ardorosos filántropos. Fue como un
huracán de pajas de esas que el presidente siempre tiene en la boca (o en el ojo), pero ni compraron casa alguna ni recogieron carajitos
realengos y hoy ya nadie se acuerda de aquellos agites. Después el
Presidente incursionó en caminos santos que ni Marco Aurelio con
toda su sabiduría.... Dijo que convirtieran su sueldo en no sé cuantas
becas para estudiantes brillantes porque a él no le hacía falta de este
mundo terrenal. Que ni la Madre Teresa. Yo todo eso me lo tragaba
con respeto profundo y lo único que me daba miedo de sus visiones
es que nos cantara el himno nacional. A veces mi mujer me
encontraba hierático, inánime, petrificado ante el cajón del televisor
oyéndole. Qué tío, Dios mío. A mi ya no me interesaba el
conocimiento de nada, porque en verdad teníamos a un Mesías. Sólo
los que viven en el pasado se negaban a enterarse. Mi mujer se estaba
molestando conmigo porque yo, que jamás me había interesado por
la política, comenzaba a recorrer pueblos como Pedro El Ermitaño,
hablando con delirio de Bolívar (que lo conozco más que a Chávez).
Y me enfrenté a ella diciendo que había un hombre con destino y
que un hondo llamado interior me invitaba a participar del lío constituyente. El resto ya lo he escrito. Pero lo del acabose ha sido
esa diarrea de costosísimas y lujosas vallas (de mil millones de bolos)
con lo de «El que tenga ojos que vea», como si todos tuviésemos los
ojos llenos de basura y no nos pudiésemos enterar de la criminal
bajeza, la estupidez y ridiculez de sus palabras, de sus poses,
considerando que a cuántos niños de la calle no se podrían atender
con ese derroche de billetes. Cuánta hambre no se mitigaría, cuántas
casas no me comprarían para atender a los muertos de hambre sin la
intervención hipócrita de los rectores o gobernadores. Y lo más
horrible es la difusión de 30 millones de kinos chavistas en un pueblo
diezmado, envilecido, inutilizado mentalmente la letrina de las
loterías. Lo más excrementicio y burdo elevado a la categoría de
sagrado y revolucionario. Cada vez que veo esa valla se me subleva la sangre y veo cuán imbécil fui creyendo o en las memeces de este
nuevo badulaque.
Yo estoy contra Chávez y contra su mujer metida también a
princesa, y estoy dispuesto a hacerles la más decidida oposición por
la estafa tan incruenta que hicieron a los sentimientos de todo el
mundo. Horriblemente fea y caduca, artificial y falsa he visto El
Nacional a la primera dama con ese lánguido peinado, rodeada de
las cacatúas primerizas (hediondas a perfume caro) de las Tudela, las
Ramia, las Atencio, las Maisto, Valentiner, Pennarola y
Stiegler,Wilkinson, Michele, Viglionis. Cuál revolución? En el
mismo Tamanaco Intercontinental degustando los «terrine de foie-
gras» con mermelada de higos, seguidas de tartaleta de salmón y
mero con muselina de estragón acompañada de lechugas y queso de
cabra baraqueña. De postre: el chocolate y pistacho en salsa de café.
Hay que sacar a estos autócratas y esos farsantes del gobierno. Yo sí
aspiro encontrarme en la Constituyente para solicitar que sean
echados a patadas El Presidente y sus empleados y que ese palacio
de Miraflores sea incinerado para que allí no se sigan contaminando
de idiotez todos aquellos que se instalen en suprema Silla... Berta.
(Diario Frontera, Mérida, Venezuela, el 15-05-1999)