semana de oración 2013

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Lecturas de la Semana de Oración Viernes, 6 de Diciembre - Sábado, 13 de Diciembre 2013 Atesorando Arriba “… atesorando para sí buen fundamento para lo por venir,…” 1 Timoteo 6:19, Reina-Valera 1960

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esta es la semana de oración anual del pueblo reformista, que tiene el gran y sagrado proposito de elevarnos espiritualmente.

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Lecturas de la Semana de OraciónViernes, 6 de Diciembre - Sábado, 13 de Diciembre 2013

Atesorando Arriba

“… atesorando para sí buen fundamento para lo por venir,…” 1 Timoteo 6:19, Reina-Valera 1960

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2 Lecturas de la Semana de Oración

Todos sabemos que en la sociedad existe el amor verdadero y también

el amor nominal. ¿Cual es la diferencia entre los dos? ¿Hay evidencias del amor verdadero? De acuerdo al ejemplo divi-no, una evidencia del amor verdadero es el acto de “dar”. El Padre celestial no solo dio una palabra de animo y apreciación o un gesto de aprobación o solidaridad, al contrario, Él dio aún mas que dinero y pan al dar el tesoro mas precioso que Él tenia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

En realidad, la historia de la huma-nidad comenzó con la dadivosidad. El Señor creó al ser humano de acuerdo a su imagen, y por medio de su Espíritu le dio vida (Génesis 2:7). Él sopló su alien-to en el y desde ese momento histórico el hombre comenzó a ser un ser vivien-te, capaz de entender y de decidir, de amar y de actuar. Después que el hom-bre fue creado, él recibió una ayuda idó-nea que le hizo feliz (Génesis 2:22, 23). El Señor le dio a la primera pareja el pri-vilegio de procrear para que pudieran regocijarse al vivir con sus hijos y sus descendientes por generaciones, con el fin de poblar toda la tierra. Hoy existen siete mil millones de personas en esta tierra, gracias a la potencia continua de la reproducción humana.

Y esto no es todo en la historia de la dadivosidad divina. El Señor creó ani-males y todo tipo de planta; el planeta en su totalidad, con todos sus maravi-llosos recursos, le fue dado al hombre para que lo tuviera como posesión y produjera bienes para vida. Así que, po-demos ver desde esta perspectiva que la existencia humana ha sido marcada, a través del tiempo, por la dadivosidad de Dios hacia el hombre.

Lo mismo sucedió en la historia de Israel. La historia del pueblo escogido de Dios comenzó con Abraham, a quién el Señor prometió bendiciones, un país y descendientes tan numerosos como las estrellas (Génesis 12:1-3). Ademas de esto, el padre de los fieles recibió el don de justicia de Dios. (Génesis 15:1-6). Mas adelante sus descendientes, nu-

Introducciónmerados en los millones, recibieron aún mas bendiciones después del éxodo de Egipto, incluyendo la libertad e inde-pendencia, casas y tierra, aseguranza de protección y todo lo necesario para vivir una vida bendicida.

La dadivosidad divina continuaría a través de los siglos sin interrupción, hasta el momento que el Señor entregó a su Hijo amado. No te olvides que fue el Señor Jesús quien dijo, “Más bien-aventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

Basado en este principio e innumera-bles ejemplos divinos, “la dadivosidad” ha sido escogida como el tema de la Se-mana de Oración de este año. Seamos sensibles a lo que se necesita y a lo que podemos hacer como individuos y co-lectivamente para adelantar la obra del Señor, y para esparcir el evangelio a los diversos países del mundo; al igual que socorrer a aquellos en pobreza, aliviar a los sufrientes y ayudar a los huérfanos, las viudas, los enfermos y los pobres.

El introducir este tema en las lectu-ras de la Semana de Oración puede pa-

recer algo extraño, pero si consideramos las experiencias del pasado, reconocere-mos que los siervos de Dios de antaño hicieron lo mismo, instando la coopera-ción y dadivosidad entre los creyentes en diversos lugares.

“El apóstol Pablo, en su ministerio entre las iglesias, era incansable en sus esfuerzos por inspirar en los corazo-nes de los nuevos conversos un deseo de hacer grandes cosas por la causa de Dios. A menudo los exhortaba a ejer-cer la liberalidad. Al hablar con los an-cianos de Éfeso respecto a sus labores anteriores entre ellos, dijo: ‘En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir’. ‘El que siem-bra escasamente–escribió a los corin-tios,–también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en ben-diciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre’ (Hechos 20:35; 2

Lecturas de la Semana de OraciónDe 6 al 14 de Diciembre de 2013

1. Recibiendo con Agradecimiento y Dando Generosamente. . . . . . . . . . . 4 Ellen G. de White2. Dando a Dios lo que le pertenece–el Diezmo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Douglas Francis3. Se Espera un Segundo Diezmo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Raquel Orce4. No en Parte, sino el Conjunto–las Primicias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Larry Watts/Antonino Di Franca5. Siempre con Nosotros–Ofrendas para los Pobres . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Stefano La Corte6. Cristianos Inspirados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Pablo Hunger7. Una Ofrenda Elevada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 Idel Suarez, Jr.

Publicación de laSociedad Misionera Internacional

de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Movimiento de Reforma

625 West Ave. • Cedartown, GA 30125 • Teléfono 770-748-0077 • Fax 770-748-0095 Email: [email protected] • Internet: www.sda1844.org

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Corintios 9:6, 7). –Hechos de los Apósto-les, pág. 275.

Haciendo hincapié a este principio, el Espíritu de Profecía declara: “El prin-cipio de la cruz de Cristo impone a to-dos los que creen, la pesada obligación de negarse ellos mismos, de impartir la luz a otros y de dar de sus recursos para extender la luz. Si están en relación con el cielo, se dedicarán a la obra en armo-nía con los ángeles.

“El principio de los mundanos con-siste en obtener cuanto puedan de las cosas perecederas de esta vida. El amor egoísta a la ganancia es el principio que rige su vida. Pero el gozo más puro no se encuentra en las riquezas ni donde la avaricia está siempre anhelando más, sino donde reina el contentamiento y donde el amor abnegado es el principio dirigente.

“Son millares los que pasan su vida en la sensualidad, y cuyos corazones están llenos de quejas. Son víctimas del egoísmo y del descontento mientras en vano se esfuerzan por satisfacer sus al-mas con la sensualidad. Pero la desdi-cha está estampada en sus mismos ros-tros y detrás de ellos hay un desierto, porque su conducta no es fructífera en buenas obras.

“En la medida en que el amor de Cristo llene nuestros corazones y domi-ne nuestra vida, quedarán vencidas la codicia, el egoísmo y el amor a la como-didad, y tendremos placer en cumplir la voluntad de Cristo, cuyos siervos aseve-ramos ser. Nuestra felicidad será enton-ces proporcional a nuestras obras abne-gadas, impulsadas por el amor de Cristo.

“La sabiduría divina ha recalcado, en el plan de salvación, la ley de la ac-ción y la reacción, la cual hace doble-mente bendita la obra de beneficencia en todas sus manifestaciones. El que da a los menesterosos beneficia a los demás, y se beneficia a sí mismo en un grado aún mayor. Dios podría haber alcanzado su objeto en la salvación de los pecadores sin la ayuda del hombre, pero él sabía que éste no podría ser fe-liz sin desempeñar en la gran obra una parte en la cual cultivara la abnegación y la benevolencia”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 3, pág. 421.

Durante los últimos cinco años, cada país del mundo a sufrido de la crisis fi-nanciera actual, y aún hoy afecta las vi-das de millones. Aquellas personas que han perdido sus trabajos y sus hogares

como consecuencia de no poder cum-plir con sus plazos; y personas que han perdido toda esperanza para el futuro sufren de gran manera, y toman sus pro-pias vidas. El ministerio del evangelio también es afectado a nivel nacional e internacional. Consecuentemente, hay déficits financieros que limitan la posibi-lidad de enviar obreros para alcanzar las llamadas de ayuda espiritual, de apoyar nuevos campos, de llevar a cabo reunio-nes públicas y seminarios de instruc-ción, y las muchas actividades que están bajo del cargo de la Asociación General.

Sin embargo, el Señor ni sufre de cri-sis ni de limitación de medios. En tiem-pos pasados, Él proporcionó las necesi-dades mas urgentes de sus seguidores fieles en las circunstancias mas difíciles, y lo puede hacer hoy mismo también. Queridos hermanos y hermanas de todo el mundo, oremos pues para que cada miembro pueda ser fiel y generoso–sea que pueda dar mucho o poco–para que cada departamento de la obra del Señor esté suplido con los fondos necesarios. Solamente al ser humildes, sinceros y fieles podremos esperar que las bendi-ciones ricas de Dios sean derramadas sobre cada miembro, iglesia y escalón de su obra. Oremos por un milagro en el tiempo de crisis y por una nueva ex-periencia en la dadivosidad.

“Jesús conocía la influencia que tie-ne la benevolencia sobre el corazón y la vida del benefactor, y procuró impresio-nar sobre la mente de sus discípulos los beneficios que se derivarían del ejercicio de esta virtud. Dijo él: ‘Más bienaven-turada cosa es dar que recibir (Hechos 20:35). Ilustra el espíritu de gozosa be-nevolencia que debiera ejercerse hacia amigos, vecinos y extraños, por medio de la parábola del hombre que viajan-do de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, ‘los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto’ (Lucas 10:30). A pesar de la exal-tada profesión de piedad que hacían el sacerdote y el levita, sus corazones no se conmovieron por tierna compasión ha-cia el sufriente. Un samaritano que no tenía tan elevadas pretensiones de ser justo, pasó por allí y cuando vio la nece-sidad del extraño, no se limitó a contem-plarlo con ociosa curiosidad, sino que vio en él a un ser humano en desgracia, y fue movido a compasión. Inmediata-mente, ‘acercándose vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole

en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él’. Al día siguiente, lo dejó a cargo del posadero, con la seguridad de que él pagaría todos los gastos a su regreso. Cristo pregunta: ‘¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?’ Él dijo: ‘El que usó de misericordia con él’. Entonces Jesús le dijo: ‘Ve, y haz tú lo mismo’ (Lucas 10:34-37).

“Aquí Jesús deseaba enseñar a sus discípulos las obligaciones morales que tenemos en el trato con nuestros seme-jantes. Cualquiera que descuida la apli-cación de los principios ilustrados por esta lección, no es un guardador de los Mandamientos. Más bien, como el le-vita, quebranta la Ley de Dios, la cual pretende reverenciar. Hay algunos que, como el samaritano, no pretenden po-seer una piedad exaltada y, sin embar-go, tienen un alto sentido de sus obliga-ciones para con sus prójimos, y tienen mucha más caridad y bondad que algu-nos que profesan gran amor hacia Dios, pero que fallan en realizar buenas obras hacia sus criaturas”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 4, págs. 60, 61.

La oración puede mover la mano to-dopoderosa de Dios de una manera que no nos podemos imaginar. Aquellos quienes acuden a Él, siendo fieles con sus diezmos y ofrendas, recibirán mu-chas bendiciones; más de las que necesi-tan (Malaquías 3:10). Por lo tanto, uná-monos durante estos días de oración e invoquemos la bendición del Señor so-bre su pueblo, para que Él nos ayude a ser fieles y generosos, y a la vez bendiga su obra por todo el mundo.

El Señor viene pronto. Aprovecha esta Semana de Oración para consa-grarte de nuevo a Él. Sean estos días del viernes 6 de diciembre hasta el sábado 14 de diciembre del 2013, días especiales de comunión, para que todos podamos recibir la bendición celestial. Tal como está escrito: joven y anciano, hermanos y hermanas, obreros y miembros, pue-den invocar del Señor su bendición (Joel 2:15-17). El ultimo día de la Semana de Oración, sábado 14 de diciembre, será un día de ayuno en el cual se recogerán las ofrendas anuales para la Asociación General y sus proyectos misioneros. Sea este un día solemne para todo el pueblo de Dios al anticipar las bendiciones que serán derramadas en el año entrante.

–Los hermanos y hermanas de la Asociación General

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4 Lecturas de la Semana de Oración

Lectura 1 – Viernes, 6 de Diciembre de 2013

Recibiendo con Agradecimiento y Dando Generosamente

Por Ellen G. de White

El Señor da constantemente

Dios reclama toda la tierra como su viña. Aunque ahora esté en manos

del usurpador, pertenece a Dios. Es suya tanto por la redención como por la crea-ción. Cristo hizo su sacrificio por el mun-do. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Me-diante este don único, todos los demás se imparten a los hombres. Diariamente todo el mundo recibe las bendiciones de Dios. Cada gota de lluvia, cada rayo de luz prodigados sobre la humanidad in-grata, cada hoja, flor y fruto, testifican de la tolerancia de Dios y de su gran amor….

El Señor requiere que cada cristiano crezca en eficiencia y capacidad en todo sentido. Cristo nos ha pagado nuestro salario, su propia sangre y sufrimiento, para obtener nuestro servicio volunta-rio. Vino a nuestro mundo para darnos un ejemplo de cómo debemos trabajar, y qué espíritu debiéramos manifestar en nuestra labor. Desea que estudiemos la mejor forma de hacer adelantar su obra y glorificar su nombre en el mundo, coronando de honor y del más grande amor y devoción al Padre, que “de tal manera amó... al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). –Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 243, 265.

La gloria del Evangelio consiste en que se encuentra fundado sobre el prin-cipio de restauración en la humanidad caída de la imagen Divina por medio de una manifestación constante de be-nevolencia. Esta obra comenzó en las cortes celestiales. Allí Dios decidió dar a los seres humanos evidencia inequívoca del amor que sentía por ellos. –Consejos sobre la Salud, pág. 219.

Dando y bendiciendo Debemos recordar que es más bien-aventurado dar que recibir. –El Hogar Cristiano, pág. 431.

El apóstol Pablo, en su ministerio entre las iglesias, era incansable en sus esfuerzos por inspirar en los corazones de los nuevos conversos un deseo de ha-cer grandes cosas por la causa de Dios. A menudo los exhortaba a ejercer la li-beralidad. Al hablar con los ancianos de Efeso respecto a sus labores anteriores entre ellos, dijo: “En todo os he enseña-do que, trabajando así, es necesario so-brellevar a los enfermos, y tener presen-te las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir” (Hechos 20:35). –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 177.

Los dones que nos da no son menores sino mayores que los que

ofrecía al Israel antiguo.

Los seguidores de Cristo consideran que el acto de devolverle al Señor lo que le pertenece, constituye para ellos una bendición, porque están acumulando tesoros en el cielo…. La felicidad de ver almas redimidas, almas eternamente salvas, es el privilegio de aquellos que han vencido todos los obstáculos para colocar sus pies en la huellas de Aquel que dijo: “Sígueme”. –En los Lugares Ce-lestiales, pág. 302.

El Señor pide el diezmo Dios pide que su diezmo sea llevado a su tesorería. Devuélvase esa parte en forma estricta, honrada y fiel. Además de esto él pide vuestros donativos y ofrendas. A na-die se obliga a presentar delante de Dios sus diezmos, donativos u ofrendas. Pero con la misma seguridad con la que se nos ha dado la Palabra de Dios, él requerirá lo suyo con interés de la mano de cada ser humano. Si los hombres son infieles en devolver a Dios lo que le pertenece, si pasan por alto la comisión dada a sus ma-yordomos, no seguirán teniendo la ben-dición de lo que el Señor les ha confiado...

El diezmo es necesario para apoyar el ministerio del EvangelioCuando Dios libró a Israel desde Egipto para que fuera un tesoro especial para él, le enseñó a dedicar el diezmo de sus posesiones al servicio del tabernáculo. Esto era una ofrenda especial dedicada a un trabajo especial. Todo lo que que-daba de sus bienes pertenecía a Dios y debía ser usado para su gloria. Pero el diezmo era apartado para el soste-nimiento de los que ministraban en el santuario. Debía darse de las primicias de los productos agrícolas, y juntamen-te con los donativos y las ofrendas, pro-veía abundantes recursos para sostener el ministerio del Evangelio para ese tiempo….

Dios no requiere menos de noso-tros de lo que exigía a su pueblo de la antigüedad. Los dones que nos da no son menores sino mayores que los que ofrecía al Israel antiguo. Su servicio re-quiere recursos económicos, y siempre los necesitará. La gran obra misionera en favor de la salvación de las almas debe proseguir avanzando. Mediante el diezmo, los donativos y las ofrendas, Dios ha establecido una amplia pro-visión para su obra. Se propone que el ministerio del Evangelio sea plenamen-te sustentado. Reclama el diezmo como suyo, y éste siempre debería considerar-se como una reserva sagrada que debe colocarse en su tesorería para beneficio de su causa, para el adelanto de su obra, para enviar sus mensajeros a “los luga-res más allá”, hasta los últimos rincones del mundo.

La infidelidad en los diezmos impide bendiciones Un diezmo dado fielmente es la par-te del Señor. Retenerlo es robar a Dios. Cada persona debe llevar con liberali-dad los diezmos y las ofrendas a la te-sorería del Señor, con buena voluntad

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y con gozo, porque al hacerlo así reci-be una bendición. Es peligroso retener como propia la parte que le pertenece a Dios. –(Manuscrito 159, 1899).

El diezmo es sagrado, y ha sido re-servado por Dios mismo. Debe ser lle-vado a su tesorería para que se lo em-plee en la sustentación de los obreros evangélicos. Durante largo tiempo el Señor ha sido robado porque hay quie-nes no comprenden que el diezmo es la porción que Dios se ha reservado….

Apresuraos, hermanos y hermanas, en devolver a Dios un diezmo fiel, y en llevarle también ofrendas de agradeci-miento voluntarias. Hay muchos que no serán bendecidos hasta que restitu-yan los diezmos que han retenido. Dios espera que redimáis el pasado. La mano de la santa ley alcanza a cada alma que disfruta de los beneficios de Dios. Que los que han retenido el diezmo hagan un cálculo exacto y devuelvan al Señor lo que han robado de su obra. Haced restitución y llevad al Señor ofrendas de paz. “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz con-migo”. Si reconocéis que habéis obra-do mal al apropiaros de sus bienes, y os arrepentís cabalmente, él perdonará vuestra transgresión….

Dios pide ofrendas Así también el Señor nos ha impartido el tesoro más rico del cielo al darnos a Jesús. Con él nos ha dado todas las cosas para que disfrutemos de ellas abundan-temente. Los productos de la tierra, las cuantiosas cosechas, los tesoros de oro y plata, son sus dones. Ha entregado a los hombres casas y tierras, alimento y vestido. Nos pide que lo reconozcamos como el Dador de todas las cosas, y por esta razón ha dicho: De todas vuestras posesiones me reservo la décima parte para mí mismo, además de los dona-tivos y las ofrendas, que deben ser lle-vados a mi tesorería. Esto constituye la prueba de la provisión que Dios ha hecho para promover la obra del Evan-gelio….

El asunto de la dadivosidad no ha sido librado al impulso. Dios nos ha dado instrucciones definidas concer-nientes a él. Ha especificado que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y desea que demos en forma regular y sistemática... Que cada uno examine periódicamente sus entradas, las que constituyen una ben-

dición de Dios, y aparte el diezmo para que sea del Señor en forma sagrada. Este fondo en ningún caso debería dedicarse a otro uso; debe dedicarse únicamente para el sostén del ministerio evangélico. Después de apartar el diezmo hay que separar los donativos y las ofrendas, “según haya prosperado” Dios….

Dios ha dado instrucciones especia-les concernientes al empleo del diezmo. No es su propósito que su obra se vea estorbada por falta de recursos. Él ha explicado claramente nuestro deber en lo que concierne a estos puntos, a fin de que no se realice un trabajo casual y para que no se cometan errores. La por-ción que Dios se ha reservado no debe usarse para ningún otro propósito fuera del que él ha especificado. Que nadie se sienta libre para retener sus diezmos con el fin de usarlos según su propio juicio. No debe emplearse en caso de emergencia, ni como parezca conve-niente, aun en cosas que conciernan a la obra de Dios….

Cuando reuníais vuestra cosecha y llenabais vuestros galpones y graneros para vuestra propia comodidad, ¿de-volvisteis a Dios fielmente el diezmo? ¿Le presentasteis vuestros donativos y ofrendas para que su causa no sufriera? ¿Habéis cuidado de los huérfanos y las viudas? Esto constituye un ramo de la actividad misionera que por ninguna razón debería descuidarse….

Ofrendas voluntarias para misiones ¿No ha llegado el tiempo cuando de-beríamos comenzar a reducir nuestras posesiones? Que Dios ayude a los que podéis hacer algo ahora por invertir en el banco del cielo. No pedimos un prés-tamo sino una ofrenda voluntaria, una devolución al Maestro de sus propios bienes que os ha prestado. Si amáis a Dios sobre todas las cosas y a vuestro prójimo como a vosotros mismos, cree-mos que daréis pruebas tangibles de esto en términos de ofrendas volunta-rias para nuestra obra misionera. Hay almas que deben ser salvadas, y ojalá que vosotros seáis colaboradores con Cristo en la salvación de esas almas por quienes él dio su vida. El Señor os ben-decirá en los buenos frutos que podéis llevar para su gloria. Ojalá que el mis-mo Espíritu Santo que inspiró la Biblia se posesione de vuestros corazones y os guíe a amar su palabra, que es espíritu y vida. Ojalá que él abra vuestros ojos

para que descubráis las cosas del Espí-ritu de Dios. La razón por la que hoy existe tanta religión atrofiada es porque la gente no ha introducido en sus vidas en forma práctica la abnegación ni el sa-crificio….

Ofrendas para el hogar y la misión en el extranjeroDios pide que su pueblo despierte a sus responsabilidades. De su palabra fluye abundancia de luz, y debe producirse un cumplimiento de las obligaciones descuidadas. Cuando se lleva a cabo esto dando al Señor lo que le pertene-ce en diezmos y ofrendas, se abrirá el camino para que el mundo escuche el mensaje que el Señor se propone que éste oiga. Si nuestro pueblo poseyera el amor de Dios en el corazón, si cada miembro de iglesia estuviera imbuido por el espíritu de abnegación, no habría falta de fondos para las misiones nacio-nales y extranjeras; nuestros recursos se multiplicarían; se abrirían mil puertas de utilidad, y se nos invitaría a entrar por ellas. Si se hubiera cumplido el pro-pósito de Dios de presentar el mensaje de misericordia al mundo, Cristo habría venido y los santos habrían recibido la bienvenida a la ciudad de Dios….

Ofrendas para ayudar a los pobres Las ofrendas de los pobres, dadas con abnegación para ayudar y extender la preciosa luz de la verdad salvadora, no sólo tendrán olor agradable para Dios y serán plenamente aceptadas por él como un donativo dedicado, sino que el mismo acto de dar expande el corazón del dador y lo une más plenamente con el Redentor del mundo. Él era rico pero por amor a nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza nosotros fuésemos hechos ricos. Las sumas más pequeñas dadas con gozo por los que tienen re-cursos limitados, resultan plenamente aceptables para Dios, y aun de mayor valor que las ofrendas de los ricos quie-nes pueden dar miles de pesos sin ejer-cer abnegación y sin sentir necesidad….

Las ofrendas de los pobres, dadas mediante la abnegación para ayudar a extender la preciosa luz de la verdad salvadora, no sólo constituirán un aro-ma delicioso para Dios, y serán plena-mente aceptables para él como dones consagrados, sino también el acto mis-

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6 Lecturas de la Semana de Oración

mo de dar expande el corazón del dador y lo une más plenamente con el Reden-tor del mundo. –Consejos sobre Mayordo-mía Cristiana, págs. 87, 76, 71, 98, 91, 69, 106, 50, 55, 40, 34, 361.

El segundo diezmo y su distribución La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya fueran de la huer-ta o la mies, del rebaño o la manada, del trabajo manual o del intelectual; la con-sagración de un segundo diezmo des-tinado al alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los cana-les por medio de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación adapta-da para acabar con todo egoísmo, y cul-tivar la grandeza y la nobleza de carác-ter. –La Educación (1898), pág. 44.

No puede sostener a los que piensan que pueden hacer lo que quieran con

lo que pertenece a él.

Afin de fomentar las reuniones del pueblo para los servicios religiosos y también para suplir las necesidades de los pobres, se le pedía a Israel que diera un segundo diezmo de todas sus ganan-cias. Con respecto al primer diezmo el Señor había dicho: “Yo he dado a los hi-jos de Leví todos los diezmos en Israel”. Números 18:21. Y acerca del segundo diezmo mandó: “Comerás delante de Jehová, tu Dios, en el lugar que él escoja para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus gana-dos, para que aprendas a temer a Jehová, tu Dios, todos los días”. Deuteronomio 14:23; véase vers. 29 y 16:11-14. Duran-te dos años debían llevar este diezmo o su equivalente en dinero al lugar donde estuviera el santuario. Después de pre-sentar una ofrenda de agradecimiento a Dios y una porción específica para el sa-cerdote, el ofrendante debía usar el resto para un festín religioso, en el cual debían participar los levitas, los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Se proveía así para las ofrendas de gracias y los festines de las celebraciones anuales, y el pueblo había de frecuentar la compañía de los sacerdotes y levitas, a fin de recibir ins-trucción y ánimo en el servicio de Dios.

Pero cada tercer año este segundo diezmo había de emplearse en casa, para agasajar a los levitas y a los pobres, como dijo Moisés: “Y comerán en tus vi-llas, y se saciarán”. Deuteronomio 26:12. Este diezmo servía como un fondo para los fines caritativos y hospitalarios. –Pa-triarcas y Profetas, pág. 511.

Los hermanos responsables de enseñar sobre la fidelidad Los mensajeros del Señor deberían pre-ocuparse de que los miembros de las iglesias cumplan fielmente sus reque-rimientos. Dios dice que debería haber alimento en su casa, y si el dinero de la tesorería es usado indebidamente, si se considera correcto que las personas usen el diezmo en la forma como les plazca, el Señor no puede bendecir. No puede sostener a los que piensan que pueden hacer lo que quieran con lo que pertenece a él.

Los ancianos y dirigentes de la igle-sia tienen el deber de instruir a la gente acerca de este asunto tan importante, y deben poner orden en las cosas. Como obreros juntamente con Dios, los dirigen-tes de la iglesia deben actuar con firmeza en lo que concierne a este asunto clara-mente revelado. Los pastores mismos deben ser estrictos en cumplir la letra de las órdenes de la Palabra de Dios. Los que ocupan cargos de responsabilidad en la iglesia no deben ser negligentes, sino que deben preocuparse de que los miembros sean fieles en el cumplimien-to de su deber... Que los ancianos y los dirigentes de la iglesia sigan las instruc-ciones de la Palabra Sagrada, e insten a sus miembros acerca de la necesidad de ser fieles en el pago de las promesas, los diezmos y las ofrendas. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 111.

Un cielo lleno de bendiciones Dios ha hecho a los hombres adminis-tradores suyos. Las propiedades que él puso en sus manos son los medios provistos por él para la difusión del evangelio. A los que demuestren ser fie-les administradores, les encomendará responsabilidades mayores. Dijo el Se-ñor: “Yo honraré a los que me honran”. “Dios ama al dador alegre”, y cuan-do su pueblo le traiga sus donativos y ofrendas con corazón agradecido “no con tristeza, o por necesidad”, lo acom-

pañará con sus bendiciones, tal como prometió: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa: Pro-badme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. –Pa-triarcas y Profetas, pág. 509.

Dios tiene un cielo lleno de bendiciones para los que

cooperen con él.

El espíritu de liberalidad cristiana se fortalecerá a medida que se lo ejercita, y no necesitará estimulación malsana. Todos los que poseen este espíritu, el espíritu de Cristo, con gozosa presteza llevarán sus donativos a la tesorería del Señor. Inspirados por su amor a Cristo y por las almas por quienes él murió, sienten una intensa urgencia por des-empeñar fielmente su parte. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 34.

Tal ocurre con todos los demás re-querimientos de Dios. Todos sus dones son prometidos a condición de la obe-diencia. Dios tiene un cielo lleno de ben-diciones para los que cooperen con él. Todos los que le obedezcan pueden con confianza reclamar el cumplimiento de sus promesas. –Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 111.

“Jesús desea que los que trabajan en su servicio no estén ansiosos por recibir recompensas, ni que sientan que deben recibir una compensación por todo lo que hacen. El Señor quiere que nues-tras mentes se encaucen por un conducto diferente, porque él no ve en la forma como el hombre ve. El no juzga por las aparien-cias sino que estima a un hombre por la sinceridad de su corazón”. –Consejos sobre Mayordomía Cris-tiana, pág. 353.

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Lectura 2 – Sábado, 7 de Diciembre de 2013

Dando a Dios lo que le pertenece–el DiezmoPor Douglas Francis, India/Sri Lanka/EE.UU.

“Traed todos los diezmos al alfolí ... y pro-badme ahora en esto … si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Malaquías 3:10.

Un reportaje de la Agencia Interna-cional de Noticias Reuters del 24

de Septiembre del 2008, en “Mundo de Fe” por Nick Carey, fue titulada, “Muchos cristianos estadounidenses pagan el diezmo antes que la hipote-ca, aún en tiempo de crisis”. El artí-culo explicaba que muchas personas son fieles dando el diezmo a Dios, aún cuando ellos han perdido su única vi-vienda, vehículo o posesion. Es un in-forme fascinante y yo estaba sorpren-dido al ver que aún hay personas que aman a Dios desde lo profundo de sus corazones. (http://blogs.reuters.com/faithworld /2008/09/24/many-us-christians-pay-tithe-before-mortgage-even-in-crisis/)

El sistema de diezmos es parte del sistema instituido por Dios para sus se-guidores. Teniendo las enseñanzas ori-ginales de los Adventistas del Séptimo día, hemos cultivado la cultura de dar nuestros diezmos a la tesorería de la iglesia de nuestro Señor, como lo hicie-ron los patriarcas, toda la nación judía y los primeros Cristianos.

Más que cualquier otro escritor en la Biblia, el rey David expresó su gratitud al Señor en los Salmos, usando estas pa-labras: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?” (Salmos 116:12). El Espíritu de profecía presenta el mismo pensamiento sincero.

Nuestro benefactor generoso“El poder de Dios se manifiesta en los latidos del corazón, en los movimientos de los pulmones y en las corrientes vi-vificadoras que circulan por los milla-res de conductos del cuerpo. Estamos endeudados con Él por cada momento de nuestra existencia y por todas las co-modidades de la vida. Las facultades y las aptitudes que elevan al hombre por

encima de la creación inferior constitu-yen el don del Creador.

“Él nos da sus beneficios en gran cantidad. Estamos en deuda con Él por el alimento que comemos, el agua que bebemos, la ropa con la que nos ves-timos y el aire que respiramos. Sin Su providencia especial, el aire estaría lle-no de pestilencia y veneno. Él es un ge-neroso benefactor y preservador.

“El sol que brilla sobre la tierra y da esplendor a toda la naturaleza, el so-brenatural y solemne resplandor de la luna, la magnificencia del firmamento tachonado de brillantes estrellas, las lluvias que refrescan la tierra y que hacen florecer la vegetación, las cosas preciosas de la naturaleza en toda su variada riqueza, los elevados árboles, los arbustos y las plantas, las espigas ondeantes, el cielo azul, los verdes pra-dos, los cambios del día y la noche, la renovación de las estaciones, todo esto habla al hombre acerca del amor de su Creador.

Nos cuida con mayor ternura de lo que lo hace una madre

con un hijo afligido.

“Él nos ha unido a Sí mismo mediante estas muestras que ha puesto en el cielo y en la tierra. Nos cuida con mayor ternura de lo que lo hace una madre con un hijo afligido. ‹Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le te-men’. Salmos 103:13”. –(Review and He-rald, 18 de septiembre de 1888) Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 19.

El espíritu de generosidad es el es-píritu del cielo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Satanás dijo que Dios no ama. Para responder a esta falsa acusación, Jesús vino a nuestra posición humilde, vivió la vida de un ser humano en esta tierra,

y murió por nosotros. Como Dios del éxodo, Él milagrosamente llevó a una nación de esclavos a la libertad. Este gran acto redentor es el telón de fondo de todo el Antiguo Testamento y mues-tra su deseo de ser nuestro Redentor. Dios no es distante, indiferente, de per-sonalidad desinteresada, sino Uno que está totalmente involucrado en nuestros asuntos.

David vio a Dios como Uno en quien podemos encontrar refugio, muy seme-jante a las seis ciudades Israelitas de re-fugio, que protegían fugitivos legítimos. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulacio-nes” (Salmos 46:1).

El Dios que da y amaJesús reveló a su Padre como un Dios generoso. Vemos su dadivosidad en la creación, Belén, y el Calvario.

En la creación, el Padre y el Hijo ac-tuaron juntos. Dios nos dio vida, aún cuando Él sabía que esto llevaría a la pérdida de la vida de su único hijo.

En Belén, Él dio su Hijo al mundo para permitirle participar del sufrimien-to causado por el pecado, que finalmen-te lo llevó a una muerte cruel en la cruz.

Pero es en el Calvario donde se nos da la visión más profunda del amor del Padre. El Padre, en su naturaleza divi-na, sufrió el dolor de la separación de su Hijo unigénito por el bien de la raza caída. Él sufrió en la misma medida con Cristo. ¿Qué mayor testimonio que este podría darse de su amor ilimitado?

Cuando Jesús caminó en la tierra, su tema favorito de Jesús era la revelación del amor de su Padre por el mundo. Él dijo. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldi-cen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os per-siguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Ma-teo 5:44,45). Esto hace la diferencia en el cristianismo. Tenemos un Dios de amor

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8 Lecturas de la Semana de Oración

que no evitó que su hijo muriera por la raza caída y aún así nos sigue amando. La mayoría de las religiones hablan de amor, pero yo no encuentro fuera del cristianismo amor que abarque a los enemigos.

Mayordomía personal y gratitudDios nos creó, así que le pertenecemos a Él. Esta es la razón por la que tenemos la sagrada responsabilidad de ser fieles administradores de nuestras faculta-des físicas, mentales y espirituales. Él le ha confiado a la humanidad tiempo, oportunidades, habilidades, posesio-nes, y las bendiciones de esta tierra y sus recursos. Somos responsables ante Él por el uso apropiado de lo que nos ha confiado. Entonces, ¿Cómo podemos reconocer la propiedad de Dios delan-te de Él y del mundo? Una forma es a través de la generosidad. Es una bendi-ción maravillosa que Dios nos ha dado; a través de la mayordomía tenemos el privilegio de cuidar y amar a los demás y ganar la victoria sobre el egoísmo y la codicia a través de la mayordomía.

Es la obediencia voluntaria, la que recibe las bendiciones divinas.

Pero la mayordomía personal inclu-ye la alegría del ofrendante, mostrando así el corazón de in Dios dadivoso. Pa-blo explica: “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Esto indica que aun-que somos llamados a devolver el diez-mo a Dios, es la obediencia voluntaria, la que recibe las bendiciones divinas. Encontramos tres clases de dadores–el pedernal que necesita ser tallado a martillazos, la esponja que necesita ser exprimida para dar humedad, y el pa-nal que simplemente se derrama con su propia dulzura. Como Pablo mencionó, debemos ser como panales.

En el Edén, un árbol personificaba la propiedad de Dios“El Señor dispuso que todo árbol del Edén fuera agradable para los ojos y bue-no como alimento, e invitó a Adán y Eva a disfrutar libremente de sus bondades. Pero hizo una excepción. No debían co-mer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios se reservó ese árbol como recuerdo constante de que era dueño de

todo. Así les dio oportunidad de demos-trar su fe y confianza en Él obedeciendo perfectamente sus requerimientos.

“Así también sucede con las exigen-cias de Dios hacia nosotros. Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere que una décima parte sea puesta fielmente a un lado para su obra. Requiere que esta porción sea entrega-da a su tesorería. Ha de serle devuel-ta como propiedad suya; es sagrada y debe emplearse para fines sagrados, es decir, para el sostén de los que han de proclamar el mensaje de salvación en todas partes del mundo. Se reserva esta porción a fin de que siempre aflu-yan recursos a su tesorería y se pueda comunicar la luz de la verdad a los que están cerca y a los que están lejos. Obe-deciendo fielmente este requerimiento, reconocemos que todo lo que tenemos pertenece a Dios”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 6, págs. 385, 386.

El diezmo de los patriarcasMuchas religiones en el mundo de hoy practican y promueven dar el diezmo o un sistema similar, para apoyar al ministerio tal como se hacía para los Levitas en el pasado. Basados en las enseñanzas bíblicas, así como en los tes-timonios, encontramos que el sistema de diezmar–dando el diez por ciento de los ingresos–aparece desde el principio, en el libro de Génesis.

Mucho antes que “la ley de Moisés” fuera codificada, ¡Abraham regresó sus diezmos fielmente a Dios! Leemos en Génesis 14:17-20 que “… salió el rey de Sodoma a recibirlo…. Entonces Melqui-sedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo”. Abraham había recuperado a Lot y sus posesiones, las mujeres, y todas las per-sonas y estaba muy agradecido; por eso, cuando se encontró con el sacerdote Melquisedec, le entregó la parte que le correspondía a Dios.

Es obvio que Jacob también enten-dió su obligación de entregar los diez-mos al Señor, porque él prometió, “… y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28:22). Este fue el voto sagrado del patriarca, y sa-bemos cómo lo bendijo Dios. Veamos

cómo lo declara el espíritu de profecía: “El sistema del diezmo se remonta has-ta antes del tiempo de Moisés. Ya en los días de Adán, se requería de los hom-bres que ofrecieran a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el sistema fuera dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas, aprecio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue practicado por Abra-ham, quien dio diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altísimo. El mismo prin-cipio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba en Bet-el, peregrino, deste-rrado y sin dinero, se acostó una noche, solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí prometió al Señor: “De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Génesis 28:22). Dios no obliga a los hombres a dar. Todo lo que ellos dan debe ser vo-luntario. Él no quiere que afluyan a su tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 3, pág. 432.

El principio del diezmo confirmado en el tiempo de Moisés y Nehemías“Y el diezmo de la tierra, así de la si-miente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová” (Levíticos 27:30-32).

El sistema del diezmo que el Señor nos presenta

es muy hermoso en su sencillez.

Además de las instrucciones de Moi-sés con respecto al sistema de diezmos, tenemos también las siguientes instruc-ciones en Nehemías 10: 37, 38: “que trae-ríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades; y que es-

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taría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro”.

El sistema del diezmo que el Señor nos presenta es muy hermoso en su sen-cillez, y su equidad se manifiesta en la demanda proporcional a los ricos y a los pobres.

Por otra parte, la economía agrícola de Israel se basaba en el cultivo de la tie-rra y la cría de animales, por lo que hace a este sistema de diezmo muy apropia-do para aquel tiempo y lugar, y también para las siguientes generaciones.

“Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de nosotros a Dios”.

“Los diezmos y las ofrendas dedi-cados a Dios son un reconocimiento de su derecho sobre nosotros, lo cual pro-viene de la creación; también un reco-nocimiento de su derecho a través de la redención. Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de nosotros a Dios. Deben recordarnos siempre lo que por la re-dención Dios tiene derecho a pedirnos, pues ese derecho abarca todo lo demás. La comprensión del sacrificio efectuado por nosotros se ha de conservar siempre fresca en nuestra mente y debe influir constantemente sobre nuestros pensa-mientos y planes. Cristo debe estar en-tre nosotros como quien fue realmente crucificado”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 6, pág. 477.

El propósito en el sistema de diez-mos no es simplemente monetario; más bien es altamente espiritual y contribu-ye definitivamente a la restauración del carácter de Dios en el hombre. Entonces, el uso que hagamos de nuestro dinero es una forma a través de la cual acepta-mos o rechazamos a nuestro Creador y Redentor. Esto necesita ser considerado seriamente.

Por lo tanto, los principios presen-tados en la antigüedad también se apli-can en la sociedad de hoy, y es nuestro deber entenderlos completamente para que no seamos afectados por el concep-to capitalista que forma la base del sis-tema económico de la actualidad. Sí, el sistema de diezmar no era sólo para los

judíos, mantiene su validez en la era del Nuevo Testamento.

“Algunos dirán que ésta es una de las leyes rigurosas que pesaban sobre los hebreos. Pero ésta no era una carga para el corazón voluntario que manifes-taba amor a Dios. Únicamente cuando la naturaleza egoísta se fortalecía por la re-tención de aquellos recursos, el hombre perdía de vista lo eterno y estimaba los tesoros terrenales más que las almas”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 3, p. 435.

“Hablo del sistema de diezmos, que me parece tan precario. ¡Cuán vano es el esfuerzo de medir con reglas matemáti-cas el tiempo, el dinero y el amor ante un amor y un sacrificio sin medida! ¡Los diezmos para Cristo son una limosna tan mísera, un precio tan irrisorio, para pagar algo que costó tanto!” –Testimo-nios para la Iglesia, tomo 4, pág. 121.

El diezmo en la era del Nuevo TestamentoEn el tiempo del antiguo Israel el diez-mo era usado exclusivamente para los Levitas, quienes no habían recibido asignación tribal y dedicaban todo su tiempo a fomentar el culto y la vida es-piritual de Israel, ministrando en el san-tuario e instruyendo al pueblo en la ley de Dios (Números 18:21, 24).

Después de la crucifixión, el sacer-docio levítico terminó. Pero la misión para la redención humana no se detuvo ahí. El ministerio del evangelio tuvo y tiene que ser fomentado y sostenido por los diezmos y ofrendas. Los diezmos todavía tienen que ser utilizados para apoyar el ministerio de la iglesia de Dios en la tierra. Pablo explica el paralelo en-tre el sistema del ministerio evangélico cristiano y el levítico. Él declara: “Si no-sotros sembramos entre vosotros lo es-piritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuán-to más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, co-men del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9:11-14).

“¡Cuán cambiado es el orden de las cosas en nuestra época! Los

requisitos y las exigencias del Señor, si reciben atención alguna, quedan para lo último. Sin embargo nuestra obra necesita diez veces más recursos ahora que los necesitados por los judíos. La gran comisión dada a los apóstoles fue de ir por todo el mundo y predicar el evangelio. Esto muestra la extensión de la obra y el aumento de la responsabilidad que descansa sobre los que siguen a Cristo en nuestra época. Si la ley requería diezmos y ofrendas hace miles de años, ¡cuánto más esenciales son ahora! Si en la economía judaica, tanto los ricos como los pobres habían de dar cantidades proporcionales a los bienes que poseían, ello es doblemente esencial ahora”. –Testimonios para la Igle-sia, tomo 4, pág. 464.

“A este plan para el sostén del mi-nisterio se refirió Pablo cuando dijo: ‘Así también ordenó el Señor a los que anun-cian el evangelio, que vivan del evange-lio.’ Y más tarde, escribiendo a Timoteo, el apóstol dijo: ‘Digno es el obrero de su jornal’ (1 Timoteo 5:18)”. –Los Hechos de los Apóstoles, pág. 271.

El enfoque de JesúsJesús nunca condenó el sistema de los diezmos. Haciendo un análisis a la afirmación del Fariseo en Lucas 18:12 que dijo: “doy diezmos de todo lo que gano”, esta declaración muestra que él era muy legalista y autosuficiente; fren-te a lo que se concluye que personas así, no pueden heredar el reino a menos que se humillen a sí mismos, tal como lo ex-plica Jesús en (Lucas 18:14).

Cuando Jesús condenó a los fariseos porque ellos diezmaban “la menta y el eneldo y el comino”, Él no se opuso al “sistema del diezmo”, sino que deplo-ró el hecho que “coláis el mosquito” mientras que en otros asuntos–“juicio, misericordia y fe”–vosotros (fariseos) “tragáis el camello” “Esto” (cuidado en calcular el diezmo) “… era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Ma-teo 23:23, 24). “En estas palabras Cristo vuelve a condenar el abuso de la obliga-ción sagrada. No descarta la obligación misma”. –El Deseado de Todas las Gentes, pág. 568.

Enfáticamente Jesús les advirtió acerca de los peligros de la codicia. “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). Él también

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10 Lecturas de la Semana de Oración

para pobres, para gastos de la iglesia, o para otras causas benéficas. Si bien consideramos las otras necesidades de la iglesia, es muy importante encontrar otros medios para satisfacer esas necesi-dades. “Algunos piensan que el diezmo puede aplicarse a las escuelas. Otros su-ponen que los colportores deberían ser sostenidos con el diezmo. Pero se come-te un grave error cuando el diezmo se aparta del objetivo para el que ha sido destinado: el sostén de los ministros. ...

“El diezmo le pertenece a Dios, y los que se entremeten con él serán castiga-dos con la pérdida de su tesoro celes-tial, a menos que se arrepientan. Que la obra no siga limitándose debido a que el diezmo ha sido desviado hacia otras empresas que no son la que Dios ha es-tablecido. Hay que hacer provisión para esos otros proyectos de la obra. Tienen que ser sostenidos, pero no con el dine-ro del diezmo. Dios no ha cambiado; el diezmo todavía debe utilizarse para el sostenimiento del ministerio”. –Testimo-nios para la Iglesia, tomo 9, pág. 201.

Reteniendo diezmos y ofrendasRecientemente tuve la oportunidad de hablar con un pastor de una iglesia de otra denominación. Él mencionó que muchos miembros de su iglesia no pa-gan los diezmos y ofrendas fielmente. Cuando él se acercó a ellos a hablar so-bre esto, ellos trataron de justificar su fracaso en ser fieles presentando razo-nes para retener los diezmos y las ofren-das. Algunos dijeron que ellos daban dinero a los pobres, mientras que otros mencionaron que ellos apoyaban minis-terios independientes y personas para el avance del evangelio. Aquel pastor me dijo que su organización está en-contrando muy difícil pagar los gastos de su misión en la actualidad y estaban por vender algunas propiedades para poder cancelar todos sus compromisos.También hay otras personas que colo-can excusas para no pagar sus diezmos y ofrendas por las acciones negativas o infieles de quienes manejan la tesorería. El Espíritu de profecía menciona que algunas personas retienen sus diezmos y ofrendas, alegando que no tienen con-fianza en quién los recibe. Otros alegan estar endeudados como su razón. Pero aún así el espíritu de profecía no apoya esto de ninguna manera.

“El diezmo es sagrado y ha sido re-servado por Dios para sí mismo. Hay

que traerlo a su tesorería para que se use en el sostén de los obreros evan-gélicos. Se ha robado al Señor durante mucho tiempo, porque hay quienes no comprenden que el diezmo es la por-ción que Dios se ha reservado.

“Algunos no han estado satisfechos y han dicho: ‘No seguiré pagando el diezmo, porque no tengo confianza en la forma como se administran las cosas en el corazón de la obra.’ ¿Pero robaréis a Dios porque pensáis que la dirección de la obra no es adecuada? Presentad vuestras quejas claramente y con fran-queza, con el espíritu debido y a las per-sonas responsables. Pedid que se hagan los ajustes necesarios; pero no retengáis lo que le corresponde a la obra de Dios, y no seáis infieles, porque otras perso-nas no están obrando correctamente”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 9, pág. 200.

“¿Son las promesas consideradas en el tribunal de la conciencia

menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?”

Más aun, muchas personas retienen los diezmos por otras razones también, como la codicia o sostener otras activi-dades tales como caridad, la limosna, etc. El Espíritu de profecía nos advierte más sobre este tema: “Algunos han sen-tido una obligación sagrada hacia sus hijos. Deben dar una parte a cada uno, pero no logran reunir recursos para ayudar a la causa de Dios…. Que nadie procure con sus pretensiones induciros a robar a Dios. Que vuestros hijos no roben vuestra ofrenda del altar de Dios para usarla en beneficio propio”. –Tes-timonios para la Iglesia, tomo 1, pág. 202.

Recibiendo bendición“El responsable del rebaño de Dios debiera cumplir fielmente su deber. Si adopta la posición de que no cumplirá el deber porque éste no le resulta agra-dable, y que por lo tanto lo dejará para que otro lo haga, no es un obrero fiel. Que lea en Malaquías las palabras del Señor que culpan de robar a Dios a la gente que retiene el diezmo. El Dios poderoso declara: ‘Malditos sois con maldición’ (Malaquías 3:9). Cuando el que ministra en palabra y doctrina ve

advirtió que es difícil para un hombre rico ir al cielo debido al hecho que es tentado a ser codicioso día tras día. “Al ver Jesús que se había entristecido mu-cho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen rique-zas! Porque es más fácil pasar un came-llo por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:24, 25). Esta afirmación no apoya la conclu-sión de que los ricos no irán al cielo, pero sin duda dice que le será muy difícil. En Lucas 12:33, 34, Jesús insiste: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

A quién se paga el diezmo“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y de-rramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).

“El diezmo es sagrado y ha sido reservado por Dios para sí mismo”.

Este pasaje muestra muy claramen-te que los diezmos deberían ser traídos al alfolí de Dios. En otras palabras, a la tesorería de la iglesia de Dios. “Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes. Y puse por mayordomos de ellos al sacerdote Sele-mías y al escriba Sadoc, y de los levitas a Pedaías; y al servicio de ellos a Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; porque eran tenidos por fieles, y ellos tenían que repartir a sus hermanos” (Nehemías 13: 12, 13). Este versículo demuestra muy claramente que llevar los diezmos a la tesorería es bíblico y es la responsabili-dad de la congregación.

Uso del diezmoEs muy evidente que el diezmo es solo para ser usado para el avance del minis-terio del Señor. Pero a menudo se hace la pregunta si los diezmos no pueden ser usados para algo más que apoyar el avance del evangelio en un sentido directo. Algunas personas piensan que el diezmo puede ser usado como fondo

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que los miembros siguen un comporta-miento que les acarreará esta maldición, ¿cómo puede descuidar su deber de ins-truirlos y amonestarlos? Cada miembro de iglesia debiera ser enseñado a ser fiel en la devolución honrada del diezmo”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 9, pág. 201.

Es muy importante recibir la aproba-ción de Dios en nuestras vidas. Jacob lu-chó toda la noche con el poderoso Ángel hasta obtener la bendición que deseaba. Está más allá de nuestra imaginación lo que será para alguien ser maldecido por Dios. Es el deber de la iglesia educar a los miembros acerca de esto y animar-les a recibir las bendiciones del Señor y no las maldiciones. También, es muy importante para la iglesia enseñar esto a los miembros para que la iglesia cumpla su misión y no pierda las bendiciones del Señor.

Fidelidad individual y crecimiento de la IglesiaEn el libro Hechos de los Apóstoles, la her-mana White escribe la siguiente declara-ción de suma importancia: “De los me-dios confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la décima parte. Los deja libres a todos de decir si han de dar o no más que esto. Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tie-ne ya ningún derecho a la porción con-sagrada. Las promesas de esta clase he-chas a los hombres serían consideradas como obligación; ¿y no son más obliga-torias las que se hacen a Dios? ¿Son las promesas consideradas en el tribunal de la conciencia menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?

“Cuando la luz divina brilla en el corazón con inusitada claridad y poder, el egoísmo habitual afloja su asidero, y hay disposición para dar a la causa de Dios. Pero nadie piense que podrá cum-plir sus promesas hechas entonces, sin una protesta de Satanás. A él no le agra-da ver edificarse el reino del Redentor en la tierra. Él sugiere que la promesa hecha es demasiado grande, que pue-de malograr los esfuerzos por adquirir propiedades o complacer los deseos de la familia”. –Los Hechos de los Apóstoles, pág. 61.

Satanás está obrando incansable-mente para impedir el crecimiento de

la iglesia. Él trabaja a través de las per-sonas para detener la provisión de los diezmos y ofrendas a la tesorería de la iglesia de Dios. La declaración anterior de la hermana White explica esto muy claramente. Mis queridos hermanos necesitamos tener mucho cuidado con este tema. Puede haber situaciones di-fíciles con una persona o un grupo de personas. Quizás una iglesia local, una Asociación o Unión caen en esta cate-goría; si es así, no están promoviendo la obra de Dios, sino llevando a cabo la obra de Satanás. No debemos ser par-te de esta trampa de ninguna forma. Debemos ser fieles en todo y seguir con prontitud el orden bíblico que dice que: una persona entrega sus diezmos a la iglesia, la iglesia envía los diezmos fielmente a la Asociación o Unión, y la Asociación envía la porción apropiada a la Asociación General, siempre debe hacerse con prontitud según el orden de la iglesia.

Bendiciones aseguradasSon innumerables las historias que he-mos escuchado de cómo Dios ha bende-cido a muchos individuos e iglesias por ser fieles y persistentes en devolver el diezmo. Le debemos a Dios el diezmo,

mientras que las ofrendas se le dan a Él de la porción que nos da para nosotros. Hay una gran diferencia: en el diezmo cumplimos un deber, mientras que al ofrendar, mostramos nuestra aprecia-ción por las muchas bendiciones de Dios.

“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejérci-tos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros ben-dición hasta que sobreabunde. Repren-deré también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:10, 11).

Estamos a punto de entrar en el año 2014, y es muy importante que decida-mos estar completamente del lado de Dios. Tenemos que tomar una decisión firme como individuos, como familia, y como iglesia para cumplir con los re-querimientos y el mandamiento de Dios de dar de todo corazón los diezmos y las ofrendas a la tesorería del Señor.

Quiera Dios bendecirnos ricamente a cada uno de nosotros para ser fieles partidarios en el cumplimiento de Su trabajo en la tierra y así acelerar Su se-gunda venida. ¡Amén!

“Hay una terrible culpa de la cual la iglesia es responsable. ¿Por qué no están haciendo más esfuerzos fervientes para dar la luz a otros aquellos que la tienen? Ven que el fin se acerca. Ven que multitudes violan dia-riamente la ley de Dios; saben que esas almas no pueden ser salvas en la transgresión. Sin embargo, tienen más interés en sus oficios, sus fincas, sus casas, sus mercaderías, sus vestidos y sus mesas, que en las almas de los hombres y mujeres con quienes tendrán que encontrarse frente a frente en el juicio. Los que pretenden obedecer la verdad están dormidos. No podrían estar tan cómodos si estuviesen despiertos. El amor a la verdad se está apagando en su corazón. Su ejemplo no es de tal índole que convenza al mundo de que tienen la verdad sobre todos los demás pueblos de la tierra. Cuando debieran ser fuertes en Dios y tener una experiencia diaria viva, son débiles, vacilantes, buscan su sostén espiritual en los predicado-res, cuando debieran estar sirviendo a otros con mente, alma, voz, pluma, tiempo y dinero”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 432.

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12 Lecturas de la Semana de Oración

El término “segundo diezmo” se ha definido de múltiples maneras y

ha provocado diversidad de reaccio-nes y tomas de posición que deben ser definidas de acuerdo a las declaracio-nes bíblicas al respecto. Considerando que el diezmo, como tal, corresponde al 10% de todas las entradas individua-les y es un principio de benevolencia sistemática establecido en las Sagra-das Escrituras, se procederá a hacer un análisis observando detenidamente la diversidad funcional y la complejidad del concepto en hebreo. Maaser, es el vocablo genérico que se emplea para la palabra “diezmo” en el Antiguo Testa-mento, además de tener en cuenta, los diversos sufijos de acuerdo a la moda-lidad del mismo.

Diezmo levítico anual: Maaser Rishón“Y he aquí que yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad…” (Números 18:21).

La tribu de Leví se encontraba dis-tribuida en cuarenta y ocho ciudades en el territorio de Israel, de acuerdo al in-forme de Josué 20 y 21. A los gersonitas, coatitas y meraritas, hijos de Leví, se les asignó seis ciudades de refugio y cua-renta y dos ciudades más como lugares de morada (Números 35:6, 7).

El diezmo recibido por los levitas procedente del pueblo era a su vez diezmado y entregado

al sumo sacerdote.

Las funciones de los levitas, cuyo sostén anual por su servicio a favor del pueblo, se encuentra descrito en 1 Cró-nicas 24-26 nos facilita la comprensión de las múltiples tareas asignadas a los diferentes grupos de trabajo: Asistentes de los sacerdotes en el santuario, canto y música, cuidadores del lugar de ado-ración y porteros, así como jueces y es-cribas.

Los levitas recibían el diezmo del pueblo y entregaban, a su vez, la décima parte a los sacerdotes, de acuerdo a Nú-meros 18:26, 28: “Así hablarás a los levi-tas, y les dirás: Cuando toméis de los hi-jos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos…. Así ofreceréis también vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón”.

Por lo tanto, el diezmo recibido por los levitas, procedente del pueblo, era a su vez diezmado y entregado al sumo sacerdote; éste se conocía como Maaser Terumat, o diezmo de los diezmos. De acuerdo a 2 Crónicas 31:11, 12, se dispo-nía de cámaras para su almacenamiento “Entonces mandó Ezequías que prepa-rasen cámaras en la casa de Jehová; y las prepararon. Y en ellas depositaron las primicias y los diezmos y las cosas consagradas, fielmente;…” Después de los setenta años de cautiverio en Babilo-nia se restauró la misma regulación: “Y traeríamos el diezmo de nuestra tierra a los levitas, pues los levitas han de recibir los diezmos de nuestras labores en to-das las ciudades. Y que el sacerdote hijo de Aarón estaría con los levitas, cuando los levitas recibieran el diezmo. Y que los levitas llevarían el diezmo del diez-mo a la casa de nuestro Dios, a las cáma-ras del tesoro…” (Nehemías 10:37, 38).

Segundo diezmo anual: Maaser Shení“Tres veces al año se presentaran todos tus varones ante el Eterno tu Dios, en el lugar que él elija: En las fiestas solemnes del pan sin levadura, de las semanas y de las cabañas. Y ninguno se presenta-rá ante el Eterno con las manos vacías. Cada uno ofrecerá su don en propor-ción a la bendición que el Eterno tu Dios le haya dado” (Deuteronomio 16:16, 17).

El pueblo de Dios debía presentarse en el lugar de adoración, por lo menos,

tres veces al año, en ocasión de las festividades religiosas distribuidas a lo largo del calendario agrario-religioso, las cuales se encuentran detalladas en Levítico 23. De hecho, las fiestas eran siete en total, agrupadas en tres secciones. Las tres fiestas celebradas en el primer mes, Abid o Nissan (Mar-zo-Abril) se iniciaban con la Pascua, el día 14, los Panes sin Levadura, el día 15, con una duración de siete días consecu-tivos y las Primicias, el día 16, las cuales estaban relacionadas directamente con la primicias y cosecha de la cebada, el primer cereal en madurar en Palestina inaugurando así la estación de prima-vera.

La segunda asamblea de Israel se agrupaba en la Fiesta de Semanas, don-de se presentaban al Señor los primeros frutos de la cosecha del trigo en el mes de Sivan (Mayo-Junio), en el quinto día (siete semanas) después de la ofrenda de la gavilla mecida. Esto corresponde al “Pentecostés” o “quincuagésimo”.

Después, al fin del año, acontecía el tercer grupo de fiestas en el mes de Ti-shri o Ethinam (Septiembre-Octubre), al inicio de la estación de otoño. La Fies-ta de las Trompetas se llevaba a cabo el día 1; el Día de Expiación, el día 10; y la Fiesta de los Tabernáculos, el día 15 y continuaba durante siete días. Esto con-cluía la cosecha y la siega de los frutos, dando fin al ciclo agrícola con la siega de las uvas y olivas.

De acuerdo a la regulación bíblica debía procederse del siguiente modo: “A fin de fomentar las reuniones del pueblo para los servicios religiosos y también para suplir las necesidades de los pobres, se le pedía a Israel que diera un segundo diezmo de todas sus ganan-cias. Con respecto al primer diezmo el Señor había dicho: ‘He aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel’ ” (Números 18:21). Y acerca del segundo diezmo mandó: “Y come-rás delante de Jehová tu Dios en el lu-gar que él escogiere para hacer habitar allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino, y de tu aceite, y los primeri-

Lectura 3 – Domingo, 8 de Diciembre de 2013

Se Espera un Segundo DiezmoPor Raquel Orce, España

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zos de tus manadas, y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días” (Deuteronomio 14: 23; véase vers. 29; y 16:11-14). Durante dos años debían llevar este diezmo o su equivalente en dinero al sitio donde es-taba el santuario. Después de presentar una ofrenda de agradecimiento a Dios y una porción específica para el sacer-dote, el ofrendante debía usar el rema-nente para un festín religioso, en el cual debían participar los levitas, los extran-jeros, los huérfanos y las viudas”. –Pa-triarcas y Profetas, pág. 570).

Al contrastar el primero y el segun-do diezmo es significativo establecer las diferencias. Mientras que el primer diezmo era entregado por cada ciuda-dano a los levitas en su lugar de origen y éstos a su vez entregaban el diezmo del diezmo al sumo sacerdote, en cuan-to al segundo diezmo anual, cada jefe de familia, deducía por segunda vez el diezmo a sus entradas y lo llevarlo consigo en también especies o metálico (dinero) al tabernáculo o templo, con el fin de celebrar las fiestas, anteriormente expuestas, junto a su familia, los levitas, los extranjeros y todos los necesitados.

“Cada año apartarás puntualmente el diezmo del producto de tu campo. Y ante el Eterno tu Dios, en el lugar que él elija para morada de su Nombre, co-merás el diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite; y los primogénitos de tus vacas y ovejas; para que aprendas a re-verenciar siempre al Eterno tu Dios. Y si el camino fuera largo, y tú hubieras sido bendecido por el Señor tu Dios, y no pudieras llevar tu diezmo al lugar elegido por el Eterno tu Dios para poner en el su Nombre; entonces lo venderás y llevarás el dinero en tu mano, e irás al lugar que el Eterno tu Dios haya ele-gido. Allí darás tu dinero a cambio de lo que desees: vacas, ovejas, vino, sidra o cualquier cosa que desees. Y comerás allí ante el Eterno tu Dios, y te alegrarás con tu familia. No te olvidarás de ampa-rar al levita que habita en tu población, porque no tiene parte ni herencia conti-go” (Deuteronomio 14:22-27).

Mientras que el primer diezmo anual tenía el propósito de promover y preser-var los servicios religiosos y sus institu-ciones a través del personal levítico y sa-cerdotal, el segundo diezmo anual tenía el propósito de mantener el programa religioso nacional y garantizar la visi-ta y participación de todo poblador del

territorio; indistintamente de su nacio-nalidad, condición social o económica, podía ser parte de la festividad dedicada a Dios y de la gozosa socialización y ali-mentación subvencionada. Esta práctica se realizaba el primero, segundo, cuarto y quinto año del ciclo agrícola de siete años, de acuerdo a Deuteronomio 14:22-26.

Segundo diezmo trienal: Maaser Aní“Cada tres años separarás todo el diez-mo de tus productos de aquel año, y lo depositarás en tu ciudad. Y vendrá el le-vita que no tiene parte ni herencia conti-go, el extranjero, el huérfano y la viuda, que haya en tu población y comerán y se saciarán. Así, el Eterno tu Dios te ben-decirá en todo lo que emprendas” (Deu-teronomio 14:28, 29). Cada tres años, es decir el tercer y el sexto año del ciclo de siete, se insertaba una diferencia en cuanto al segundo diezmo destinado para los pobres, el cual no iba a llevar-se al lugar de ubicación del santuario o templo, sino que debía distribuirse en el lugar de residencia a todos los necesita-dos, pues esta actividad se consideraba como un programa de beneficencia trie-nal, ya que el séptimo año era la remi-sión de toda deuda pendiente o impa-gada entre los israelitas.

Además debía leerse la ley de Dios ante todo el pueblo y la tierra debía te-ner su reposo. “Al cabo del séptimo año, en el año de la remisión, en la fiesta de las Cabañas, cuando viniera todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiera, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar el pueblo, varo-nes y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jeho-vá vuestro Dios, y cuiden de poner por obra todas las palabras de esta ley: y los hijos de ellos que no supieron oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que vivierais sobre la tie-rra, para ir a la cual pasáis el Jordán, para poseerla” (Deuteronomio 31:10-13).

La actitud ante la práctica del segun-do diezmo trienal se describe en Deu-teronomio 26:12-14. “Cada tres años, el año del diezmo, cuando termines de separar todo el diezmo de tus frutos y lo hayas dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que lo pue-dan comer en tu ciudad hasta saciarse,

dirás ante el Eterno tu Dios: ‘He saca-do de mi casa lo que es sagrado, y lo he dado al levita, al huérfano y a la viuda, conforme a tu mandato….’ ” El segundo diezmo anual era compartido con la fa-milia y los menesterosos en el lugar de adoración a Dios, pero el tercer y sexto año ocurría algo diferente. Éste debía depositarse en el lugar de origen para beneficio de los levitas, los extranjeros, los huérfanos y las viudas.

Diezmo levítico y para pobresAmbos diezmos tenían receptores, ubi-cación y distribución diversa. El primer diezmo anual se entregaba por cada fa-milia en el lugar de residencia a los le-vitas y éstos diezmaban sus entradas y entregaban el diezmo de los diezmos a la familia sacerdotal, en la persona del sumo sacerdote en el lugar donde se lo-calizaba el tabernáculo o el templo pos-teriormente.

“Era una educación adaptada para acabar con todo egoísmo estrecho, y cultivar la grandeza

y nobleza de carácter”.

El segundo diezmo anual se com-partía con todos los necesitados en for-ma de festín en el lugar elegido por Dios para establecer su morada, mientras que el segundo diezmo trienal se entre-gaba a todos los necesitados en el lugar donde se vivía, tal como se describe en la traducción en lenguaje actual: “Cada tres años apartarán la décima parte de todo lo que cosechen, y se la darán a los sacerdotes, a los refugiados, a los huér-fanos y a las viudas que vivan entre us-tedes. Así en sus pueblos nadie pasará hambre. Después de entregar todo eso, deberán decir ante el altar: ‘Dios mío, ya he apartado y entregado a los sacerdo-tes, a los refugiados, a los huérfanos y a las viudas, la parte de mis cosechas que te pertenece. Te he obedecido en todo, y no he tocado nada de esos produc-tos…’ ” (Deuteronomio 26:12-14).

“La consagración a Dios de un diez-mo de todas las rentas, ya fuesen de la huerta o de la mies, el rebaño o la va-cada, el trabajo manual o intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a mantener siem-

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14 Lecturas de la Semana de Oración

pre presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por los cuales fluyeran sus ben-diciones. Era una educación adaptada para acabar con todo egoísmo estrecho, y cultivar la grandeza y nobleza de ca-rácter”. –La Educación, pág. 41.

Por medio del primer y segundo diezmo se financiaba la estructura reli-giosa del pueblo de Dios. Este sabio y organizado sistema proporcionaba los fondos necesarios para el sostén de los levitas y los sacerdotes, la financiación de las fiestas nacionales y el sostén de los necesitados, respectivamente.

La bendición de darA través de las Sagradas Escrituras, el cuidado y atención prestado a los po-bres y necesitados está unido a bellas promesas, bienaventuranzas y bendi-ciones. Siete de ellas se encuentran en el libro de Proverbios, cuales están presen-tadas a continuación, confirmando la aprobación del Cielo sobre aquellos que dan el segundo diezmo fielmente, en ar-monía con el sistema bíblico comentado anteriormente:• “Hay quienes reparten, y reciben

más de lo que dan” (Proverbios 11:24). Compartir, distribuir y repar-tir son términos de gran significado en las declaraciones bíblicas, ya que se acompaña con el principio de re-doblar la recepción.

• “El generoso será prosperado, y el que sacia a otros, él también será saciado” (Proverbios 11:25). Prospe-ridad y generosidad se encuentran estrechamente vinculados a la deci-sión de dar, pero esta cita bíblica ga-rantiza al dador el propio beneficio.

• “… el que es bondadoso con el po-bre lo honra” (Proverbios 14:31). De-mostrar reverencia y honrar a Dios es comprobable a través de la dona-ción a los necesitados.

• “El que da al pobre, presta al Eter-no, y él le dará su paga” (Proverbios 19:17). El Señor considera la ofrenda a los pobres como un préstamo a Él mismo y por ello promete compen-sación.

• “El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres” (Proverbios 22:9). La bendi-ción divina acompaña al dador ge-neroso pues comparte su posesión con los que no tienen.

• “El que da al pobre, no tendrá po-breza; pero el que aparta sus ojos, tendrá muchas maldiciones” (Pro-verbios 28:27). El principio bíblico de la donación es la multiplicación. Sí se dona se preserva y multiplica la propia posesión y se promueven las bendiciones.

• “… defiende el derecho del pobre y del menesteroso” (Proverbios 31:9). El interés por el necesitado, el apo-yo, la defensa, la búsqueda de ayu-da y la impartición de la misma es considerado un deber de todo ser humano ante su semejante.Estos siete principios bíblicos del

libro de Proverbios pueden agruparse en tres áreas de la existencia humana. En primer lugar, está la relación del ser humano con Dios, es decir, el recono-cimiento de Él como Creador, Dador, Sustentador, y Redentor. Esta relación se revela en la asimilación del plan divi-no, y la realización de sus propósitos en el medio circundante, por parte de cada persona individualmente.

En segundo lugar, la relación del ser humano con el resto de sus semejantes

depende directa y proporcionalmente de la primera. Únicamente, la aceptación de la total dependencia de Dios produce en el ser humano el compromiso con las necesidades de sus semejantes. “Aquel que defiende la causa del pobre y del necesitado, todo le saldrá bien. ¿No es acaso eso lo que significa el conocerme a mí, declara el Señor?” (Jeremías 22:16). El Señor considera la ayuda al necesi-tado como una demostración tangible de conocerle y contar con una relación permanente con Él, pues es “dichoso el que se preocupa del pobre. El Eterno lo librará en el día malo” (Salmo 41:1). La alegría al dar va acompañada de la asis-tencia y protección divina al dador.

Y en tercer lugar, recopila la esencia de los principios morales, éticos y espiri-tuales diseñados por Dios para la huma-nidad, descrito por Jesucristo en Mateo 22:37-40: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Este es el primero y el mayor Mandamiento. Y el segundo es semejan-te a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos Mandamientos pen-den toda la Ley y los Profetas”. Amén.

“Cristo vino para llevar a la humanidad hacia la santidad, enseñándoles amor hacia sus semejantes, así como Él–siendo su Salvador–los amó. Él es la fuente de toda esperanza, paz y felicidad. Si en verdad somos partícipes de la naturaleza divina, nuestra vida espiritual dará evidencia que hemos estado bebiendo de la fuente inagotable que refresca y bendice el alma. Cristo será en nosotros un poso de agua brotando hacia la vida eterna, y podremos refrescar a todos aquellos con quien nos relacionamos.

“Hablen con Jesús, aquellos en quien el corazón resplandece con el amor del Salvador, meditando sobre su sacrificio infinito a favor de la humani-dad. Mediten con frecuencia en su segunda aparición al mundo; contad de Su primera venida del cielo, Su vida de constante humillación y sacrificio. Con corazón enternecido y ojos lagrimosos, contemos la historia de Su muerte en la cruz del Calvario, porque Él nos amó, y así poder ser salvos.

“ ‘Vosotros’, dijo Cristo, ‘sois la luz del mundo…. Así alumbre vuestra luz delante de los hombre, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’. Puestos los ojos en Jesús, obrando por Jesús, teniendo nuestra vista enfocada en su gloria, serás imbuido del Espíritu Santo; no fallaras ni te desanimaras”. –Review and Herald, 2 de diciembre de 1890.

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“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”. Proverbios 3:9, 10.

La palabra usada para “primicias” en Proverbios 3:9, 10 es la misma que

la primera palabra en la Biblia–re’shiyth (Concordancia Strong’s 7225). En inglés en la versión King James, esta palabra es tra-ducida dieciocho veces como “principio” (como en Génesis 1:1), veinte veces como “primero”, “primer fruto” o “primeros frutos”, y cuatro veces en varias formas (“principal”, “parte”, “cosa”, “tiempo”), pero nunca como “diezmo”.

Aquí hay unos ejemplos: “Las pri-micias de los primeros frutos de tu tie-rra traerás a la casa de Jehová tu Dios” (Éxodo 23:19). “Entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sa-cares de la tierra que Jehová tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que Jehová tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre”. Y les dirás: “Ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová. Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, y adorarás delante de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 26:2, 10).

El Espíritu de profecía confirma el principio de las ofrendas llamadas pri-micias: “Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nuestras ganancias”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 6, pág. 384.

“Ciertamente la bondad y la mise-ricordia nos asisten a cada paso. Sola-mente cuando deseemos que el Padre infinito cese de proporcionarnos sus dones, podremos exclamar con impa-ciencia: ¿Tendremos que dar siempre? No sólo deberíamos devolver siempre nuestros diezmos a Dios que él reclama como suyos, sino además llevar un tri-buto a su tesorería como una ofrenda de gratitud. Llevemos a nuestro Creador, rebosantes de gozo, las primicias de su munificencia: nuestras posesiones más escogidas y nuestro servicio mejor y más piadoso”. –(Review and Herald, 9 de

febrero de 1886) Consejos sobre Mayordo-mía Cristiana, pág. 20.

Un corto estudio de palabrasOtra palabra traducida como “primi-cias” es bikkur. Esta palabra se traduce así catorce veces de las dieciocho veces que se encuentra en la escritura. Las otras cuatro veces es traducida como “higos”, “fruta temprana”, “fruta”, “maduro”. Pero una palabra relaciona-da, bkowr (que significa “hijo mayor”, “el mayor”, “primogénito”) se encuen-tra unas 116 veces. Esta es la palabra que describe la ofrenda traída por el fiel Abel en Génesis 4:4: “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofren-da”.

De este corto estudio de palabras vemos que la “ofrenda de las primi-cias” es santa como el diezmo pero no específica y exacta como una parte de algo más grande, como sí ocurre con el diezmo, el cual es el diez por ciento de las ganancias; sino que ésta ofrenda, es además el primer producto de la futu-ra cosecha, como en la gavilla mecida. “Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol (Nehemías 10:35), también el primogé-nito de nuestros hijos, y de nuestros ga-nados, como está escrito en la ley, y los primogénitos de nuestra manada y de nuestro rebaño, para llevar a la casa de nuestro Dios”. Esta ofrenda pertenece 100 por ciento al Señor y debe ser com-pletamente rendida a Él o redimida–dependiendo de la clase de animales (Éxodo 13:12, 13; 34:19, 20). También se hacía provisión para apoyar la ado-ración pública a Dios; mediante ella la congregación hacía una promesa de contribuir anualmente con una suma establecida para el servicio del santua-rio.

Sin embargo, la diferencia entre el diezmo y las primicias se extiende aún más. Aunque ninguna nos pertenece

realmente a nosotros (le pertenecen al Señor como suyo), el diezmo es ofrecido regularmente, mientras que las primi-cias son exactamente eso–por ejemplo, el primer hijo varón, la primera cosecha de un árbol recién plantado, el primer grano maduro de una cosecha. Las pri-micias son por lo tanto únicas y nunca se pueden repetir. Marcan el camino para las bendiciones que se esperan que sigan. Esa es una razón por la cual Jesús es llamado “primicia” de los redimidos (1 Corintios 15:20, 23). Él es “el primero de las primicias”. “Como la gavilla de la ofrenda mecida, que era las primicias o los primeros granos maduros recogidos antes de la cosecha, así también Cristo es primicias de aquella inmortal cose-cha de rescatados que en la resurrección futura serán recogidos en el granero de Dios”. –El Conflicto de los Siglos, pág. 396.

“… Cristo, las primicias, representaba la gran mies

espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios”.

“Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de aquellos que dormían. Estaba representado por la gavilla agi-tada, y su resurrección se realizó en el mismo día en que esa gavilla era presen-tada delante del Señor. Durante más de mil años, se había realizado esa ceremo-nia simbólica. Se juntaban las primeras espigas de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Je-rusalén para la Pascua, se agitaba la ga-villa de primicias como ofrenda de agra-decimiento delante de Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese pre-sentada. La gavilla dedicada a Dios re-presentaba la mies. Así también Cristo, las primicias, representaba la gran mies espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios. Su resurrección es símbo-lo y garantía de la resurrección de todos los justos muertos”. –El Deseado de Todas las Gentes, pág. 729.

Lectura 4 – Martes, 10 de Diciembre de 2013

No en Parte, sino el Conjunto–las PrimiciasPor Larry Watts, EE.UU., y Antonino Di Franca, Italia

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16 Lecturas de la Semana de Oración

“No sólo pide el Señor el diezmo como suyo, sino que nos indica cómo debemos reservarlo para él. Dice: “Hon-ra a Jehová de tu sustancia, y de las primicias de todos tus frutos”. Esto no enseña que hayamos de gastar nuestros recursos para nosotros mismos y llevar el resto al Señor, aun cuando fuese por lo demás un diezmo honrado. Apárte-se en primer lugar la porción de Dios. Las instrucciones dadas por el Espíritu Santo mediante el apóstol Pablo acerca de los donativos exponen un principio que se aplica también al diezmo: ‘Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere.’ Esta recomendación abarca a padres e hijos”. –El Hogar Cristiano, pág. 353.

Sí, “¡Cómo ha cambiado el orden de las cosas en nuestros días!” En vez de lo primero y lo mejor, son a menudo desperdicios que terminan en el depó-sito, o en las instalaciones de la iglesia o en la cocina. Cuando se ha desgastado algo, “¡llevémoslo a la iglesia!” Como Spurgeon dijo, nosotros le damos a Dios los desperdicios de nuestras vidas, de nuestro tiempo, y de nuestras energías. Es verdad que Dios tomará el remanen-te y a través de ellos revelará el carácter de Cristo al universo; pero estas perso-nas son aquellos que le han dado a Dios lo primero y lo mejor de todo lo que Él les ha dado a ellos, no lo último.

¿Qué solicita Dios?Un día, se le preguntó a Jesús: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” (Marcos 12:28), su respuesta fue muy clara: “El primer mandamiento de todos [es]... Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mar-cos 12:29, 30). La clara implicación aquí es que el Señor debería tener el primer lugar, lo más alto y hermoso en nuestra vida; debemos usar todo nuestro poder y fuerza en darle a Él la prioridad absoluta. La segunda implicación es que lo mejor y lo primero pertenecen a Él. El mundo en los últimos días, bajo la influencia del maligno, piensa tergiversar y trastornar todos los caminos de Dios, pero Cristo tendrá un pueblo que no ha falsificado sus caminos al revés o “pervertido” el uso “natural” de las cosas para servir a sus deseos carnales.

“El pago del diezmo no era sino una parte del plan de Dios para el sostén de su servicio. Se especificaban divinamen-te numerosas dádivas y ofrendas. Bajo el sistema judío, se le enseñaba al pue-blo a abrigar un espíritu de liberalidad, tanto en el sostén de la causa de Dios, como en la provisión de las necesidades de los pobres. En ocasiones especiales había ofrendas voluntarias. En ocasión de la cosecha y la vendimia, se consa-graban como ofrenda para el Señor los primeros frutos del campo: el trigo, el vino y el aceite. Los rebuscos y las es-quinas del campo se reservaban para los pobres. Las primicias de la lana cuando se trasquilaban las ovejas, y del grano cuando se trillaba el trigo, se apartaban para Dios. Así también se hacía con el primogénito de todos los animales. Se pagaba un rescate por el primogénito de toda familia humana. Los primeros frutos debían presentarse delante del Señor en el santuario, y se dedicaban al uso de los sacerdotes.

El dar nuestras primicias es el reflejo de nuestro amor y gratitud a Dios.

“Por este sistema de benevolencia, el Señor trataba de enseñar a Israel que en todas las cosas él debía ser el primero... Todas las cosas que ellos poseían eran de él. Ellos no eran sino sus mayordomos.

“No es propósito de Dios que los cristianos, cuyos privilegios exceden por mucho a los de la nación judía, den menos liberalmente que los judíos. ‘A cualquiera que fue dado mucho–de-claró el Salvador,–mucho será vuelto a demandar de él’ (Lucas 12:48). La libera-lidad que se requería de los hebreos era en gran parte para beneficio de su pro-pia nación; hoy la obra de Dios abarca toda la tierra. Cristo confió los tesoros del Evangelio a las manos de sus segui-dores, y les impuso la responsabilidad de dar las alegres nuevas de la salvación al mundo. Nuestras obligaciones son por cierto mucho mayores que las del antiguo Israel”. –Los Hechos de los Após-toles, págs. 271, 272.

En otras verdades importantes como los diezmos, y el Sábado, generalmen-te reconocemos nuestras obligaciones para con Dios; pero ¿qué acerca de otras prácticas? ¿qué acerca de las primicias? “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel” (Lucas 16:10).

Lecciones de un proverbioLa frase “lo primero de las primicias” se usa dos veces en las Escrituras y en ambos casos está conectada con un proverbio in-teresante: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Je-hová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche de su madre” (Éxodo 23:19; 34:26). ¿Qué significa esto–que no vas a cocinar un cabrito en la leche de su madre? Co-mentarios bíblicos y eruditos judíos que he consultado, todos dan la misma res-puesta: “Eso era lo que los paganos ha-cían en sus servicios religiosos, entonces a Israel se le ordenó que no lo hiciera”.

Pero hay un significado más simple y aún más profundo: Dios hizo la leche para ser dada al cabrito para su nutri-ción; ¡pero si los hombres cocían el ca-brito en la leche de su madre, hacían exactamente lo contrario, porque toma-ban ambos para sí mismos! Así como es correcto darle al cabrito la leche que es para él, también es bueno darle al Señor las primicias que le pertenecen al Se-ñor. Por eso encontramos el proverbio dos veces al final de la misma oración: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios”. Es decir: lo primero de tus fru-tos tráelo sin demora a la casa del Señor, no pienses primero en tu propia conve-niencia, tomando lo primero para ti y lo último para el Señor.

“Apártese en primer lugar la porción de Dios”.

Por lo tanto el Espíritu de Profecía reitera: “De todos nuestros ingresos de-bemos separar en primer lugar lo que pertenece a Dios. En el sistema de be-nevolencia prescrito para los judíos, se requería que éstos llevasen al Señor las primicias de todas las dádivas que él les había hecho, ya fuera en el aumento de sus manadas o rebaños, o en la produc-ción de sus campos, huertos o viñedos; o bien debían redimir las primicias pre-sentando una suma equivalente. ¡Cuán-to ha cambiado esto en nuestros días! Los requerimientos y los derechos de nuestro Señor, si es que reciben atención alguna, se dejan para el final. Sin em-bargo, nuestra obra necesita hoy diez veces más recursos económicos que en la época de los judíos”. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 72.

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“¿Queréis aseguraros vuestras propiedades? Colocadlas en las manos que

llevan las marcas de los clavos de la crucifixión. Retenedlo todo en vuestra

posesión y será para vuestra pérdida eterna. Dadlo a Dios, y a partir de ese

momento llevará su marca. Quedará sellado con su inmutabilidad. ¿Que-

réis gozar de vuestros bienes? Entonces utilizadlos para bendecir a los que

sufren. ¿Queréis aumentar vuestras posesiones? ‘Honra a Jehová con tus

bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros

con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto’ (Proverbios 3:9, 10)”.

–Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 53.

“Dios ha puesto su mano sobre todas las cosas, tanto en los hombres como en sus posesiones, porque todo le pertene-ce. Él dice: Soy el dueño del mundo; el universo es mío, y requiero que consa-gréis a mi servicio las primicias de todo lo que he puesto en vuestras manos me-diante mi bendición. La Palabra de Dios declara: ‘No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar’ (Éxodo 22:29). ‘Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos’ (Prover-bios 3:9). El exige este tributo como una señal de nuestra lealtad”. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 77.

Determinando las primiciasMientras que dar el diezmo y guardar el Sábado son reconocimientos de su au-toridad y señales de nuestra lealtad al Creador, el dar nuestras primicias es el reflejo de nuestro amor y gratitud a Dios en reconocimiento por todas las ben-diciones que a diario nos regala. “Las primicias de la tierra debían ser consa-gradas a Dios y devueltas a él como una ofrenda de gratitud, en reconocimiento de su bondad hacia ellos”. –La Maravi-llosa Gracia de Dios, pág. 149. Entonces, el primer criterio para determinar tus pri-micias es: ¿Cuánto amas a Dios? ¿Cuán agradecido estás por todos sus benefi-cios? No tenemos que dar “con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Se re-quiere de nosotros que entreguemos las primicias, pero la suma es determinada por circunstancias internas y externas.

Cuando nosotros damos con gratitud antes de que las bendiciones sean recibidas, traemos a nuestra vida

práctica los sentimientos de nuestras oraciones de fe.

El segundo criterio lo encontramos en la ofrenda de la gavilla mecida pre-sentada durante la pascua. “El segundo día de la fiesta, se presentaba una gavi-lla de cebada delante del Señor como primicias de la mies del año….

“No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese presentada”. –El Deseado de Todas las Gentes, pags. 57, 729.

Estas primicias, en anticipación de la cosecha esperada, eran sólo unos pocos

tallos maduros que se agitaban hacia atrás y adelante en reconocimiento de la misericordia de Jehová y sus bendicio-nes esperadas. Cuando nosotros damos con gratitud antes de que las bendicio-nes sean recibidas, traemos a nuestra vida práctica la vivencia real de nues-tras oraciones de fe.

En el día quincuagésimo después de la pascua, el día de pentecostés (que significa quincuagésimo), los sacerdo-tes de Israel tenían que traer delante del Señor “dos panes para ofrenda me-cida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová” (Levíticos 23:17). Estos eran ofrecidos después de que la cosecha era recogida, y hasta que fueran ofrecidos, nadie podía co-mer de las bondades recibidas. Tal vez es por esto que John Wesley enseñó que no se debía poner un bocado de comi-da entre los dientes hasta haber dado gracias.

Dar la ofrenda de la gavilla mecida con anticipación a las bendiciones espe-radas, es una ofrenda de primicias. Es santa. Además del diezmo y las ofren-das sistemáticas regulares, el pago de tu primer día en un trabajo nuevo tam-bién es santo. Después cuando recibes un aumento en tu salario (la suma del aumento que recibes la primera vez) es también “primicia” y le pertenece a Dios. Cuando comienzas a colportar, la ganancia de tu primer libro vendido pertenece a Dios, para ser dado como

primicia. Si compras una casa para al-quilarla a inquilinos, el alquiler del pri-mer mes le pertenece a Dios.

Si no le hemos dado a Dios lo suyo, debemos arrepentirnos y cambiar nues-tros caminos. Después de todo, “el arre-pentimiento es una de las primicias de la gracia salvadora”. –(Signs of the T imes , 28 de Junio de 1905) God’s Amazing G rac e , pág. 138.

“La prosperidad espiritual está es-trechamente vinculada con la liberali-dad cristiana. Los seguidores de Cristo deben regocijarse por el privilegio de revelar en sus vidas la caridad de su Redentor. Mientras dan para el Señor, tienen la seguridad de que sus tesoros van delante de ellos a los atrios celestia-les. ¿Quieren los hombres asegurar su propiedad? Colóquenla entonces en las manos que llevan las marcas de la cru-cifixión. ¿Quieren gozar de sus bienes? Úsenlos entonces para la bendición del necesitado y doliente. ¿Quieren aumen-tar sus posesiones? Escuchen entonces la orden divina: “Honra a Jehová de tu substancia, y de las primicias de todos tus frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:9, 10). Procuren retener sus posesiones para fines egoís-tas, y provocarán su ruina eterna. Pero den sus tesoros a Dios, y desde aquel momento llevarán éstos su inscripción. Estarán sellados con su inmutabilidad”. –Los Hechos de los Apóstoles, pág. 277. Amen.

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18 Lecturas de la Semana de Oración

“A Jehová presta el que da al pobre, y Él le dará su paga” (Proverbios 19:17) .

Queridos hermanos y hermanas de todo el mundo, quiero introducir

esta lectura con Hebreos 13:24: “Salu-dad a todos vuestros pastores, y a todos los santos. Los de Italia os saludan”.

En esta lectura estudiaremos el in-teresante tema de las ofrendas para los pobres. Para empezar, podemos pre-guntarnos: ¿Quién es pobre? El diccio-nario nos dice al respecto: “Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”.

Esta es una definición genérica y se aplica de forma indiscriminada en to-dos los países de todo el mundo. Pero al viajar a diferentes países y hacer com-paraciones, nos encontramos con que el concepto de pobreza es relativo. Por ejemplo, en el país donde vivo, soy con-siderado pobre, porque estoy por deba-jo de un cierto nivel de ingresos. Pero si, con los mismos recursos económicos, tuviera que ir a otro país, mis recursos me permitirían vivir bien.

La pobreza no existía en el plan original de Dios.

Aclaremos esto con un ejemplo: Aquí en Italia, se considera pobre al que gana mensualmente menos de € 500 (aproximadamente 665 dólares americanos). De hecho, en el bel paese (bello país), es muy difícil o casi impo-sible vivir una vida digna si no se dis-pone de esa cantidad. En otros países del mundo, con esa misma cantidad de dinero es posible vivir una vida mejor. Por lo tanto, podemos decir que existe la pobreza relativa, y la pobreza abso-luta. La pobreza absoluta sería cuando los medios a nuestra disposición no son suficientes para poder sobrevivir en país alguno del planeta; y la pobre-za relativa, es cuando uno es incapaz de vivir dignamente en su propio país, mientras que esto podría ser posible en otros países.

Nos maravillamos cuando estudia-mos la Palabra inspirada y vemos que la pobreza no existía en el plan original de Dios. Él puso al hombre en un hermo-so jardín en condiciones óptimas. Pero después de la caída, el hombre perdió la gloria de Dios y llegó a ser tan pobre que ni ropa tenía para cubrir su desnu-dez. Además, con el tiempo, sus senti-mientos se hicieron cada vez más insen-sibles y egoístas, hasta llegar al punto en que el profeta Ezequiel describe el corazón del hombre como si fuera de piedra. Sin embargo, el Creador no ha abandonado al hombre caído y siempre lo ha cuidado e invitado a venir a Él. A Israel, el pueblo que representó a Dios en la tierra, se le dio instrucciones com-pletas y adecuadas para que los pobres tuviesen al menos lo esencial.

Una ley de la física afirma que por cada acción hay una reacción igual y opuesta, y estamos tan acostumbrados a la aplicación de esta ley que cuando hacemos algo, automáticamente pen-samos acerca de lo que podrían ser las consecuencias a corto o largo plazo. Para disminuir la posibilidad de que una persona influenciada por el egoís-mo decida no ayudar a su prójimo, Sa-lomón escribió que al tener compasión del pobre, el dador estaría prestando al Señor, quien se lo recompensaría.

De hecho, lo anterior forma parte del siguiente principio: “Mía es la plata, y mío el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:8). Y el Salmo 24:1, 2 está tam-bién de acuerdo: “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo, y los que en él habitan. Porque Él la fundó sobre los mares, y afirmóla sobre los ríos”.

Si aceptamos la declaración de la Palabra de Dios que todo le pertenece a Él, llegamos a la conclusión que, como seres humanos creados por Dios, somos simplemente administradores de sus bienes. En el principio era lo mismo, a nuestros primeros padres se les dio el jardín de Edén para cuidarlo y man-tenerlo. Incluso, hoy en día, podemos considerar al hombre como el mayordo-mo de los dones de Dios. Y en lo que

respecta a ayudar a los pobres de hoy, la Palabra del Señor da instrucciones es-pecíficas.

Los pobres y el segundo diezmo“A fin de fomentar las reuniones del pueblo para los servicios religiosos y también para suplir las necesidades de los pobres, se le pedía a Israel que diera un segundo diezmo de todas sus ganan-cias….

“Este diezmo había de proveer un fondo para los fines caritativos y hospi-talarios. [Ver Lectura 3.]

“… Mientras se siguieran estrictamente las instrucciones

dadas por Dios, no habría mendigos en Israel ni quien sufriera por falta de alimentos”.

“Otras medidas aun se tomaban en favor de los pobres. Después del reco-nocimiento de los requerimientos divi-nos, nada hay que diferencie tanto las leyes dadas por Moisés de cualesquiera otras como el espíritu generoso y hospi-talario que ordenaban hacia los pobres. Aunque Dios había prometido bendecir grandemente a su pueblo, no se pro-ponía que la pobreza fuese totalmente desconocida entre ellos. Declaró que los pobres no dejarían de existir en la tie-rra…. En aquel entonces, como ahora, las personas estaban expuestas al infor-tunio, la enfermedad y la pérdida de sus propiedades; pero mientras se siguieran estrictamente las instrucciones dadas por Dios, no habría mendigos en Israel ni quien sufriera por falta de alimentos.

“La ley de Dios le daba al pobre de-recho sobre cierta porción del producto de la tierra. Cualquiera estaba autori-zado para ir, cuando tenía hambre, al sembrado de su vecino, a su huerto o a su viñedo, para comer del grano o de la fruta hasta satisfacerse. Obraron de acuerdo con este permiso los discípu-los de Jesús cuando arrancaron espigas

Lectura 5 – Miércoles, 11 de Diciembre de 2013

Siempre con Nosotros–Ofrendas para los PobresPor Stefano La Corte, Italia

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y comieron del grano al pasar por un campo cierto sábado.

“Toda la rebusca de las mieses, el huerto y el viñedo pertenecían a los pobres. ‘Cuando segares tu mies en tu campo –dijo Moisés–, y olvidares algu-na gavilla en el campo, no volverás a to-marla…. Cuando sacudieres tus olivas, no recorrerás las ramas tras ti…. Cuan-do vendimiares tu viña, no rebuscarás tras ti: para el extranjero, para el huérfa-no, y para la viuda será. Y acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto’ (Deu-teronomio 24:19-22; véase Lévitico 19:9, 10)”. –Patriarcas y Profetas, págs. 570, 571.

El año sabático“Cada séptimo año había una provisión especial para los pobres. El año sabáti-co, como se lo llamaba, comenzaba al fin de la cosecha. En el tiempo de la siem-bra que seguía al de la siega, el pueblo no debía sembrar; no debía podar ni arreglar los viñedos en la primavera; y no debía contar con una cosecha ni del campo ni de la viña. De lo que la tierra produjera espontáneamente, podían co-mer cuando estaba fresco, pero no po-dían guardar ninguna porción de esos productos en sus graneros. La produc-ción de ese año había de dejarse para el consumo gratuito del extranjero, el huérfano, la viuda, y hasta para los ani-males del campo. (Véase Éxodo 23:10, 11; Levítico 25:5)….

“La observancia del año sabático ha-bía de beneficiar tanto a la tierra como al pueblo. Después de descansar una esta-ción, sin ser cultivada, la tierra iba a pro-ducir más copiosamente. El pueblo se veía aliviado de las labores apremiantes del campo; y aunque podía dedicarse a diversas actividades durante ese tiem-po, todos tenían más tiempo libre, lo cual les brindaba oportunidad de recu-perar las fuerzas físicas para los trabajos de los años subsiguientes. Tenían más tiempo para la meditación y la oración, para familiarizarse con las enseñanzas y exigencias del Señor, y para instruir a sus familias….

“El salario del trabajador debía serle pagado con prontitud: ‘No hagas agra-vio al jornalero pobre y menesteroso, así de tus hermanos como de tus extranje-ros que están en tu tierra…. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida’ (Deuteronomio 24:14, 15)” –Pa-triarcas y Profetas, págs. 571, 572.

En la parábola de los obreros que trabajaron durante varias horas, Jesús mostró que su salario les fue pagado al final del día.

“Para los pobres, el séptimo año era un año de remisión de las deudas. Los hebreos tenían la orden de ayudar siempre a sus hermanos indigentes, con préstamos de dinero sin interés. Se prohibía expresamente recibir usura de un hombre pobre: ‘Cuando tu hermano empobreciere, y se acogiere a ti, tú lo ampararás: como peregrino y extranje-ro vivirá contigo. No tomarás usura de él, ni aumento; mas tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tu vitualla a ganancia’ (Levítico 25:35-37).

“La obediencia a los mandamientos de Dios daría ciertamente por

resultado la prosperidad”.

“Si la deuda quedaba sin pagar has-ta el año de remisión, tampoco se podía recobrar el capital. Se le advirtió explí-citamente al pueblo que no negara, por este motivo, el auxilio necesario a sus hermanos: ‘Cuando hubiere en ti me-nesteroso de alguno de tus hermanos,… no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre…. Guár-date que no haya en tu corazón perver-so pensamiento, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión; y tu ojo sea maligno sobre tu hermano meneste-roso para no darle: que él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te imputará a pe-cado’. ‘No faltarán menesterosos de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu herma-no, a tu pobre, y a tu menesteroso en tu tierra’, ‘abrirás a él tu mano liberalmen-te, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester’ (Deuterono-mio 15:7-9, 11, 8)”. –Patriarcas y Profetas, pág. 573.

El año del jubileo“Nadie necesitaba temer que su ge-nerosidad le redujera a la miseria. La obediencia a los mandamientos de Dios daría ciertamente por resultado la pros-peridad. Se le dijo a Israel: ‘Prestarás entonces a muchas gentes, mas tú no to-marás prestado; y enseñorearte has de muchas gentes, pero de ti no se enseño-rearán’ (Deuteronomio 15:6).

“Después de ‘siete semanas de años, siete veces siete años’, venía el gran año de la remisión, el año del jubileo. ‘En-tonces harás pasar la trompeta de jubi-lación … por toda vuestra tierra. Y san-tificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus morado-res; éste os será jubileo; y volveréis cada uno a su posesión, y cada cual volverá a su familia’ (Levítico 25:8-10)….

“Como en el año sabático, no se de-bía sembrar ni segar, y todo lo que pro-dujera la tierra había de considerarse como propiedad legítima de los pobres. Quedaban entonces libres ciertas clases de esclavos hebreos: todos los que no recibían su libertad en el año sabático. Pero lo que distinguía especialmente el año del jubileo era la restitución de toda propiedad inmueble a la familia del po-seedor original. Por indicación especial de Dios, las tierras habían sido reparti-das por suertes. Después de la reparti-ción, nadie tuvo derecho a cambiar su hacienda por otra. Tampoco debía ven-der su tierra, a no ser que la pobreza le obligara a hacerlo, y aun en tal caso, en cualquier momento que él o alguno de sus parientes quisiera rescatarla, el com-prador no debía negarse a venderla; y si no se redimía la tierra, debía volver a su primer poseedor o a sus herederos en el año de jubileo.

“El Señor declaró a Israel: ‘La tierra pues no podrá venderse en perpetui-dad; porque mía es la tierra; pues que vosotros sois extranjeros y transeúntes para conmigo’ (Levítico 25:23, V.M.). Debía inculcársele al pueblo el hecho de que la tierra que se le permitía poseer por un tiempo pertenecía a Dios, que Él era su dueño legítimo, su poseedor ori-ginal, y que Él quería que se le diera al pobre y al menesteroso una considera-ción especial. Debía hacerse compren-der a todos que los pobres tienen tanto derecho como los más ricos a un sitio en el mundo de Dios.

“Tales fueron las medidas que nues-tro Creador misericordioso tomó para aminorar el sufrimiento e impartir al-gún rayo de esperanza y alegría en la vida de los indigentes y angustiados….

“Los reglamentos que Dios estable-ció tenían por objeto fomentar la igual-dad social. Las medidas del año sabático y del año de jubileo habían de corregir mayormente lo que en el intervalo se hubiera desquiciado en la economía so-cial y política de la nación.

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20 Lecturas de la Semana de Oración

“Estos reglamentos tenían por obje-to beneficiar a los ricos tanto como a los pobres. Habían de refrenar la avaricia y la inclinación a exaltarse uno mismo, y habían de cultivar un noble espíritu de benevolencia; y al fomentar la buena vo-luntad y la confianza entre todas las cla-ses, habían de favorecer el orden social y la estabilidad del gobierno….

“Si la ley dada por Dios en beneficio de los pobres se hubiera observado y ejecutado siempre, ¡cuán diferente sería el estado actual del mundo, espiritual y materialmente! El egoísmo y la vani-dad no se manifestarían como ahora se manifiestan, sino que cada uno de los hombres respetaría benévolamente la felicidad y el bienestar de los demás, y no existiría la indigencia hoy tan gene-ralizada en tantas tierras”. –Patriarcas y Profetas, págs. 573-575, 577.

La situación en la iglesia cristiana primitiva“El relato declara: ‘Ningún necesitado había entre ellos’, y dice cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero y posesiones los sacrificaban go-zosamente para hacer frente a la emer-gencia. Vendiendo sus casas o sus tie-rras, traían el dinero y lo ponían a los pies de los apóstoles, ‘y era repartido a cada uno según que había menester’.

“Sus obras testificaban de que tenían a las almas de los hombres por más preciosas que las

riquezas terrenales”.

“Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derrama-miento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran ‘de un corazón y de un alma’. Un interés común los dominaba, a saber el éxito de la misión a ellos con-fiada; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba a su amor por el dinero y sus bienes. Sus obras testificaban de que tenían a las al-mas de los hombres por más preciosas que las riquezas terrenales.

“Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la vida. Aque-llos cuyo corazón está lleno del amor de Cristo, seguirán el ejemplo de Aquel que por amor a nosotros se hizo pobre

a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han reci-bido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del Evangelio….

“ ‘En aquellos días, habiéndose mul-tiplicado el número de los discípulos, hubo murmuración de los helenistas contra los hebreos, de que sus viudas eran descuidadas en la administración diaria’ (Hechos 6:1, V.M.)….

“Los que se habían convertido por la labor de los apóstoles estaban afectuo-samente unidos por el amor cristiano. A pesar de sus anteriores prejuicios, ha-llábanse en recíproca concordia. Sabía Satanás que mientras durase aquella unión no podría impedir el progreso de la verdad evangélica, y procuró preva-lerse de los antiguos modos de pensar, con la esperanza de introducir así en la iglesia elementos de discordia.

“Sucedió que habiendo crecido el número de discípulos, logró Satanás despertar las sospechas de algunos que anteriormente habían tenido la costum-bre de mirar con envidia a sus correli-gionarios y de señalar faltas en sus jefes espirituales. Así ‘hubo murmuración de los helenistas contra los hebreos’. El motivo de la queja fue un supuesto descuido de las viudas griegas en el re-parto diario de socorros. Toda desigual-dad habría sido contraria al espíritu del Evangelio; pero Satanás había logrado provocar recelos. Por lo tanto, era in-dispensable tomar medidas inmediatas que quitasen todo motivo de desconten-to, so pena de que el enemigo triunfara en sus esfuerzos y determinase una di-visión entre los fieles….

“Los apóstoles reunieron a los fieles en asamblea, e inspirados por el Espí-ritu Santo, expusieron un plan para la mejor organización de todas las fuerzas vivas de la iglesia. Dijeron los apóstoles que había llegado el tiempo en que los jefes espirituales debían ser relevados de la tarea de socorrer directamente a los pobres, y de cargas semejantes, pues debían quedar libres para proseguir con la obra de predicar el Evangelio. Así que dijeron: ‘Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos en esta obra. Y no-sotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra’. Siguieron los fieles este consejo, y por oración e

imposición de manos fueron escogidos solemnemente siete hombres para el ofi-cio de diáconos.

“El nombramiento de los siete para tomar a su cargo determinada moda-lidad de trabajo fue muy beneficioso a la iglesia. Estos oficiales cuidaban especialmente de las necesidades de los miembros así como de los intere-ses económicos de la iglesia; y con su prudente administración y piadoso ejemplo, prestaban importante ayuda a sus colegas para armonizar en unidad de conjunto los diversos intereses de la iglesia….

“El orden mantenido en la primitiva iglesia cristiana, la habilitó para seguir firmemente adelante como disciplina-do ejército revestido de la armadura de Dios. Aunque las compañías o grupos de fieles estaban esparcidos en un dila-tado territorio, eran todos miembros de un solo cuerpo y actuaban de concierto y en mutua armonía”. –Los Hechos de los Apóstoles, págs. 58, 59, 72-74, 78, 79.

“Su benevolencia testificaba de que no habían recibido en vano la gracia de Dios”.

“Cuando se hicieron colectas ge-nerales entre las iglesias gentiles para aliviar a los creyentes judíos, la libera-lidad de los conversos de Macedonia se presentaba como un ejemplo a las otras iglesias. Escribiendo a los creyentes co-rintios, el apóstol les llamó la atención a ‘la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que en gran-de prueba de tribulación, la abundan-cia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas,… y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunica-ción del servicio para los santos’ (2 Co-rintios 8:1-4)….

“No era necesario instarlos a dar; más bien, se regocijaban por el privilegio de privarse aun de las cosas necesarias a fin de suplir las necesidades de otros. Cuando el apóstol quiso contenerlos, le importunaron para que aceptara sus ofrendas. En su sencillez e integridad, y en su amor por los hermanos, se nega-ban alegremente a sí mismos, y así abun-daban en frutos de benevolencia….

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“La liberalidad abnegada provo-caba en la iglesia primitiva arrebatos de gozo; porque los creyentes sabían que sus esfuerzos ayudaban a enviar el mensaje evangélico a los que estaban en tinieblas. Su benevolencia testificaba de que no habían recibido en vano la gracia de Dios. ¿Qué podía producir semejan-te liberalidad sino la santificación del Espíritu? En ojos de los creyentes y de los incrédulos, era un milagro de la gra-cia”. –Los Hechos de los Apóstoles, págs. 276, 277.

La viuda de Sarepta “La viuda de Sarepta compartió su poco alimento con Elías; y en pago, fue pre-servada su vida y la de su hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más me-nesterosos, Dios ha prometido una gran bendición. Él no ha cambiado. Su po-der no es menor hoy que en los días de Elías”. –Consejos sobre Mayordomía Cris-tiana, pág. 180.

Las dos blancas de la viuda “El Salvador llamó a sí a sus discípulos, y les pidió que notasen la pobreza de la viuda. Entonces sus palabras de elogio cayeron en los oídos de ella: ‘De verdad os digo, que esta pobre viuda echó más que todos’. Lágrimas de gozo llenaron sus ojos al sentir que su acto era com-prendido y apreciado….

“Jesús dijo acerca de la pobre viuda: ‘Echó más que todos’. Los ricos habían dado de su abundancia, muchos de ellos para ser vistos y honrados de los hombres. Sus grandes donativos no los habían privado de ninguna comodidad, ni siquiera de algún lujo; no habían re-querido sacrificio alguno y no podían compararse en valor con las blancas de la viuda”. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 181.

La ofrenda aceptable de María“Es el servicio prestado de todo cora-zón el que da valor al don. Cuando la Majestad del cielo se convirtió en una criatura y fue confiada a María, ésta no tenía mucho que ofrecer por ese pre-cioso don. Llevó al altar solamente dos tórtolas, que eran la ofrenda designada para los pobres; pero fue un sacrificio aceptable para el Señor. Ella no pudo presentar tesoros preciosos como los

que los sabios del Oriente ofrecieron al Hijo de Dios en Belén; sin embargo la madre de Jesús no fue rechazada de-bido a la pequeñez de su don. Fue la disposición de su corazón lo que el Se-ñor contempló, y su amor tornó suave la ofrenda. Así también Dios aceptará nuestro don, aunque éste sea pequeño, si es lo mejor que tenemos y si se lo ofrecemos con amor”. –(Review and He-rald, Diciembre 9, 1890) Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 182.

Como incienso fragante“La experiencia muestra que un espíri-tu de liberalidad se encuentra con más frecuencia entre los que poseen recur-sos limitados que entre los acaudala-dos. Muchos que desean ardientemente tener riquezas serán arruinados por su posesión….

“Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre un carácter sagrado que no

se encuentra en la ofrenda del rico”.

“El donativo de los pobres, el fruto de la abnegación, hecho para propagar la preciosa luz de la verdad, es como un incienso fragante delante de Dios. Cada acto de sacrificio hecho por el bien de los demás fortalecerá el espíritu de be-neficencia en el corazón del donante, y lo unirá más estrechamente con el Re-dentor del mundo, quien fue rico, y sin embargo por amor a nosotros se empo-breció, para que mediante su pobreza fuésemos ricos.

“La suma más pequeña dada go-zosamente como resultado de la abne-gación es de más valor ante la vista de Dios que las ofrendas de los que po-drían dar miles de pesos sin sentir nece-sidad. La pobre viuda que depositó dos blancas en la tesorería del Señor, mostró amor, fe y benevolencia…. La bendición de Dios sobre esa ofrenda sincera la ha convertido en una fuente de grandes re-sultados.

“Las blancas de la viuda han sido como una pequeña corriente que ha fluido a través de los siglos amplián-dose y profundizándose en su curso y contribuyendo en mil direcciones a la extensión de la verdad y al alivio de los necesitados”. –Consejos sobre Mayordo-mía Cristiana, pág. 184.

Estimado en las balanzas celestiales“En las balanzas del santuario, los do-nativos de los pobres, presentados por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada, sino según el amor que motiva el sacrificio. Las promesas de Jesús llegarán a ser tan ciertamente una realidad para el pobre generoso, que tiene poco que ofrecer, pero lo da con liberalidad, como para el pudiente que da de su abundancia. El pobre hace un sacrificio de lo poco que posee y lo siente en realidad. Se niega algunas de las cosas que necesita para su comodidad, mien-tras que el rico da de su abundancia y no siente ninguna necesidad, no se niega nada de lo que realmente le hace falta. Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre un carácter sagrado que no se encuentra en la ofrenda del rico,…” –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 186.

Un día, un joven vino a Jesús y le preguntó: “… Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” El joven confiaba en sí mismo pues creía que ha-bía guardado la ley de Dios. Pero, “Dí-cele Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígue-me” (Mateo 19:16, 21).

Este mensaje es repetido a todos los que proclamamos al mundo entero que guardamos la ley de Dios. Para al-canzar la perfección debemos dar como limosnas lo que se nos ha encomenda-do. Incluso, en este aspecto, el Hijo de Dios nos dio un ejemplo perfecto: “El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios. Sin em-bargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Y hallado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).

Cuando necesitamos un préstamo y lo solicitamos a una institución de crédi-to, debemos proveer suficientes garan-tías que estamos en capacidad de de-volver el dinero. A menudo, se requiere de un fiador; es decir, alguien que se compromete a pagar nuestra deuda en caso que incumplamos con nuestro de-ber. ¿Cómo respondemos si un amigo, un hermano, o una persona necesitada solicita nuestra ayuda? ¿Tenemos temor que se pierda el dinero que prestamos? ¿Solicitamos también un fiador? ¡No

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22 Lecturas de la Semana de Oración

Lectura 6 – Viernes, 13 de Diciembre de 2013

Cristianos InspiradosPor Pablo Hunger, Austria/EE.UU.

Gratitud de los primeros cristianos

Lo que caracterizó a los seguidores de Cristo del primer siglo fue una

vida inspirada por su maestro Jesu-cristo. Sus corazones rebosaban de una experiencia tal con Dios que no podían dejar de expresar su gratitud a su Sal-vador y Maestro–gratitud por el per-dón, y por el sacrificio del Hijo de Dios, siendo que ellos eran los culpables y los merecedores del castigo; gratitud por la paz de saber que podían confiar entera-mente en Cristo, que aunque murió vive para interceder por ellos ante el Padre y quien guía sus pasos; gratitud por las victorias contra las debilidades y vicios, y por el poder recibido de lo alto para hacer la voluntad de Dios; gratitud por los consejos sabios de las escrituras, y por la oportunidad de observar cómo se fortalecían las familias y las relaciones sociales cuando seguían cada consejo celestial. En todos sus actos se reflejaba el reconocimiento de Jesús como el cen-tro de sus acciones.

El Salvador era el todo para ellos; Él era la motivación de todos sus servicios y palabras. En ellos se podía no sólo escuchar, sino ver reflejada la vida de Cristo, y por esta razón fueron llamados “cristianos”. Este nombre era como el espejo de la experiencia que tenían con su Maestro.

Disponibilidad de los ValdensesEn el Pra del Torno al norte de Italia, esta ubicada la escuela de los Barba, la es-cuela misionera de los Valdenses. En la altura de la montaña durante los cinco meses del más acerbo de invierno, bajo situaciones físicas muy difíciles, se ins-truía a los jóvenes en las Sagradas Es-crituras. Desde allí salían para vender sus productos artesanales y buscaban oportunidades para compartir porcio-nes de la Biblia escritas a mano. Uno de los principios de los valdenses era la modestia y simplicidad. Vivían y en-señaban a sus hijos a estar satisfechos con poco, siendo su prioridad el de apo-

yar–financieramente y en cualquier otra manera como sea posible–la labor de la proclamación del evangelio eterno. Es-taban convencidos de que la pompa, la ambición de riquezas y el orgullo sepa-ran al hombre de Dios. En el Sínodo de Chanforan (1532)–cuando los Valdenses se unieron a la Reforma de Suiza–con el poco dinero que tenían, se propusieron pagar 1,500 escudos de plata para que la Biblia fuera traducida al francés por el teólogo Olivetano, primo del refor-mador Juan Calvino. Este monto equi-valdría hoy aproximadamente a unos 25.666 dólares. Estos jóvenes cristianos estaban llenos de inspiración por su maestro Jesucristo, reconociendo que él había vivido una vida de pobreza y servicio para poder alcanzar la huma-nidad caída; ahora, en agradecimiento, ellos estaban listos para pagar el precio más elevado. En su servicio para Cristo, incluso pagarían con su propia sangre, antes que renunciar a la verdad.

La inspiración y amor por Cristo debe ser la verdadera motivación

de nuestro servicio práctico como cristianos.

Lo mismo se requiere hoy. “Cristo pide que muchos jóvenes se ofrezcan voluntariamente para llevar luz al mun-do,… hombres cuyos corazones estén en-cendidos con el amor cristiano, y cuyas manos estén ávidas de realizar la tarea del Maestro”. –(Manual for Canvassers, p. 22 [1902]) El Colportor Evangélico, pág. 20.

¿Aceptaremos el llamado de Dios? ¿Arde el amor de Dios en nuestros co-razones? ¿Reflejan la obra de nuestras manos la gratitud por Cristo?

Ofrendas voluntariasLa inspiración y amor por Cristo debe ser la verdadera motivación de nuestro servicio práctico como cristianos. Esta inspiración, tal como lo fue para los Val-denses, nos llevará a retribuir generosa-

tengamos temor! Salomón nos recuer-da que el Señor es el Fiador: “A Jehová presta el que da al pobre, y Él le dará su paga” (Proverbios 19:17).

En el sermón del monte Jesús exten-dió la invitación: “Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni óxido co-rrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón” (Ma-teo 6:20, 21).

“Tal es el tesoro por el cual Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha de la vida. Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en algún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de Cristo, equivale a acumular tesoros en los cielos….

“En el día final, cuando desaparez-can las riquezas del mundo, el que haya guardado tesoros en el cielo verá lo que su vida ganó”. –El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 77, 78.

Incluso hoy, la iglesia de los últimos días sigue las instrucciones dadas por la Palabra inspirada. A principios de la dé-cada de 1990, a fin de ayudar a cubrir las necesidades de los creyentes–que debi-do a enfermedades o desastres natura-les–habían caído en pobreza, se estable-ció como un departamento adicional de la Asociación General, el Departamento del Buen Samaritano, inspirado en la parábola de Lucas 10:33-35: “Mas un sa-maritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a miseri-cordia; y llegando, vendó sus heridas, echándoles aceite, y vino. Y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de él. Y al otro día al partir, sacó dos denarios, y diolos al huésped, y le dijo: Cuídale; y todo lo que de más gas-tares, yo cuando vuelva te lo pagaré”.

Agradecemos al Señor y a todos los donantes que han hecho posible que este Departamento provea ayuda financiera y sostenga a aquellos necesitados en di-ferentes países del mundo, aliviando los sufrimientos de los huérfanos, las viu-das, los enfermos y las víctimas de terre-motos, inundaciones, tormentas y otros desastres. Con las infaltables bendicio-nes de Dios, continuaremos ayudando según vaya Él abriendo el camino en el futuro. Pueda Él bendecirnos ricamente a cada uno en esta grande y maravillosa obra para que también en esto podamos ser seguidores de Jesús. ¡Amén!

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mente, teniendo en cuenta los dones que hemos recibido de Dios. Cuando el co-razón rebosa de gratitud, cada ofrenda será una oportunidad de dar y así expre-sar nuestro amor por Cristo en la perso-na de sus hijos necesitados, contribuyen-do en todo como sea posible para que se obtengan los medios suficientes para la proclamación del evangelio eterno.

Cristo ensalzó la actitud de la viuda que, aunque era pobre, había donado dos blancas para el tesoro del templo. “Blancas”, que en el griego es “leptà”, era un término con el que se designaba a la menor moneda de bronce acuñada en Judea en el primer siglo a. C. Aunque la donación de la viuda contenía la mo-neda de menor valor y económicamente era una donación mínima, fue resaltada por Cristo porque era el mayor sacrificio que pudo hacer en su gratitude y amor por Dios. Para el Señor esta donación era considerada de gran valor.

“Entonces llamando a sus discípu-los, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento” (Marcos 12:43, 44).

“Ella creía”, hace notar el Espíritu de profecía, “que el servicio del tem-plo era ordenado por Dios, y anhelaba hacer cuanto pudiese para sostenerlo. Hizo lo que pudo, y su acto había de ser un monumento a su memoria para todos los tiempos, y su gozo en la eter-nidad. Su corazón acompañó a su dona-tivo, cuyo valor se había de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el interés en su obra que había impulsado la acción”. –El Deseado de Todas las Gentes, pág. 566. Necesita-mos la misma inspiración y devoción de la viuda.

“Es el servicio prestado de todo cora-zón el que da valor al don…. Así también Dios aceptará nuestro don, aunque éste sea pequeño, si es lo mejor que tenemos y si se lo ofrecemos con amor”. –(Review and Herald, 9 de Diciembre de 1890) Con-sejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 182.

Vivimos en un mundo donde la am-bición consume las energías del hom-bre. El deseo de tener más y más destru-ye matrimonios, relaciones entre padres e hijos, y hasta la propia vida. Bajo tales circunstancias, no hay tiempo para dia-logar con la esposa, para dedicar a los hijos, para orar, o para leer la Biblia; lo

único que se piensa es en trabajar, y tra-bajar para ganar más, y más.

Preguntas que debemos hacernosComo cristianos no estamos exentos de este peligro. Generalmente, nos con-formamos diciéndonos que vamos a la iglesia los Sábados y que damos diez-mos y ofrendas; pero la pregunta es si lo que hacemos lo estamos realizando con alegría y devoción, y si verdaderamen-te nuestro corazón se encuentra en paz con Dios. ¿Estamos experimentando el primer amor? ¿Estamos invirtiendo como la viuda lo máximo que podemos para la eternidad y con gratitud? O, ¿es-tamos entregando algo mínimo en com-paración con todos los gustos y placeres que damos a nuestros impulsos huma-nos, tanto en la comida, como en los pasatiempos y en nuestros gastos per-sonales? ¿Cuántas veces nos damos el gusto de comprar cosas que utilizamos sólo por un corto tiempo y por el impul-so del primer momento, y después son dejadas a un lado?

Con Dios lograremos la felicidad y la riqueza que el dinero no puede dar.

Unos años atrás, una pintura fue expuesta en una galería de arte en Lon-dres. Desde una distancia, parecía ser un monje con la cabeza inclinada y ma-nos unidas en oración. Sin embargo, de cerca se revelaba la verdadera identidad de la obra; un monje exprimiendo una naranja en un pequeño vaso, con la vista hacia el punto de acción. ¿Será que esta obra es una representación de nosotros? ¿Podrá ser que desde cierta distancia todo parece correcto mientras oramos, pero si se inspecciona de cerca se revela que estamos haciendo otra cosa?

No debemos olvidar la parábola del hombre rico cuya heredad había pro-ducido mucho y deseaba con continuar aumentando sus bienes. Jesús concluyó la parábola diciendo: “Pero Dios le dijo: ¡Insensato! Esta noche vienen a pedir tu vida. Y lo que has guardado, ¿de quién será? Así es el que hace tesoro para sí, y no es rico en Dios” (Lucas 12:20, 21).

Ricos en DiosDebemos ser ricos en Dios. ¿Cómo po-demos ser ricos en Dios? Primeramente

el corazón debe amar a Dios sobre todas las cosas y reconocer que Dios es posee-dor de todos los tesoros del mundo. Con Dios lograremos la felicidad y la rique-za que el dinero no puede dar. El amor crecerá en la medida que pasemos tiem-po juntos con Dios en la lectura de su palabra y dialogando con Él a través de la oración. El amor crecerá en la medida que meditemos en la vida de Cristo, en lo que ha hecho y hace por cada uno de nosotros; al contemplar la belleza de su carácter seremos transformados. Este tipo de inversión es duradera. Esta in-versión nos llevará a contribuir de todo corazón alegremente en inversiones financieras para llevar a cabo Su obra. Con gozo daremos nuestros diezmos y ofrendas, para que almas sinceras sean alcanzadas con la verdad y los necesi-tados sean alcanzados. Nos regocijare-mos al ver nuevas almas, recordando que a través de nuestras contribuciones hemos aportando en el rescate de vidas para la eternidad.

Sensibles a las necesidades de otrosRecuerdo que cuando era niño deseaba mucho tener un juego que había visto en casa de mis amigos. Mis padres desea-ban complacerme y propusieron ayu-dar, pero no regalándome el juego di-rectamente, pues eso alimentaria más el deseo natural de un niño de pedir todo lo que ve y le gusta. Más bien, decidie-ron darme el valor del juego en produc-tos naturales de hierbas que distribuía mi madre para yo venderlas. Esta estra-tegia educativa fue un desafío para mí, pero también una escuela para apren-der el esfuerzo que se necesita para con-seguir las cosas. Varios días salimos con mucho entusiasmo mi hermana menor y yo a ofrecer el producto a los vecinos. Grata fue la satisfacción después de ha-ber vendido todo lo que nos habíamos propuesto, no sólo de obtener el dinero para el juego que queríamos, sino tam-bién de devolver en primer lugar los diezmos al Señor y hasta de tener dine-ro restante para otras cosas más.

Siguiendo la misma lección de mis padres, he tratado de motivar a mis niños a realizar ciertas labores que he recompensado para que tengan sus pro-pios ahorros, y enseñarles a devolver a Dios el diezmo de lo que nos ha dado, contribuyendo así para el avance de la obra. Aún más, les animo a donar de sus propios ahorros para ayudar a otros ni-

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ños en países necesitados. Para mí como padre, es muy inspirador ver como ellos, con alegría, entregaron genero-samente en varias oportunidades de sus ahorros para comprar Biblias para niños en países pobres, o dar de su di-nero para ayudar a niños enfermos, etc. También es una satisfacción ver cuando solicitan “blancas”, para contribuir aún más a la proclamación del evangelio.

Benevolencia y liberalidad“El apóstol Pablo, en su ministerio en-tre las iglesias, era incansable en sus esfuerzos por inspirar en los corazo-nes de los nuevos conversos un deseo de hacer grandes cosas por la causa de Dios. A menudo los exhortaba a ejercer la liberalidad. Al hablar con los ancia-nos de Éfeso respecto a sus labores an-teriores entre ellos, dijo: ‘En todo os he enseñado que, trabajando así, es nece-sario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir’ (Hechos 20:35). ‘El que siembra escasamente–escribió a los co-rintios,–también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en ben-diciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre’ (2 Corintios 9:6, 7).

“No era necesario instarlos a dar;…

“Casi todos los creyentes macedo-nios eran pobres en bienes de este mun-do, pero sus corazones rebosaban de amor a Dios y a su verdad, y daban ale-gremente para el sostén del Evangelio. Cuando se hicieron colectas generales entre las iglesias gentiles para aliviar a los creyentes judíos, la liberalidad de los conversos de Macedonia se presentaba como un ejemplo a las otras iglesias. Escribiendo a los creyentes corintios, el apóstol les llamó la atención a ‘la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en ri-quezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas, ... y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gra-cia y la comunicación del servicio para los santos’ (2 Corintios 8:1-4).

“La buena voluntad de los creyen-tes macedonios para sacrificarse era resultado de la consagración completa. Movidos por el Espíritu de Dios, ‘a sí mismos se dieron primeramente al Se-ñor’ (2 Corintios 8:5); entonces estaban dispuestos a dar generosamente de sus medios para el sostén del Evangelio. No era necesario instarlos a dar; más bien, se regocijaban por el privilegio de pri-varse aun de las cosas necesarias a fin de suplir las necesidades de otros. Cuando el apóstol quiso contenerlos, le impor-tunaron para que aceptara sus ofrendas. En su sencillez e integridad, y en su amor por los hermanos, se negaban ale-gremente a sí mismos, y así abundaban en frutos de benevolencia”. –Los Hechos de los Apóstoles, págs. 275, 276.

El ser cristianos inspirados por Cristo y consagrados a Él de todo corazón hará una gran diferencia en nuestras vidas. Esta experiencia automáticamente traerá frutos externos. Tanto como los Valden-ses o como los cristianos de Macedonia, con gozo y amor para nuestro Señor estaremos dispuestos a servir, hablar y contribuir con todo lo que podemos.

Es por esto que el apóstol Pablo–de quien podemos decir que también vivía inspirado por Cristo–escribió a los Co-rintios, “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por ne-cesidad, porque Dios ama al dador ale-gre” (2 Corintios 9:7).

Tal como los enamorados están dis-puestos a hacer grandes sacrificios el uno por el otro, como cristianos consa-grados e inspirados por Cristo, no po-demos hacer otra cosa que entregarnos y entregar todo por nuestro Señor. Dios quiere que en nuestras contribuciones–tal como en nuestras palabras y servi-cios–el amor y la gratitud a Él sea la mo-tivación de nuestros actos.

¿Qué hacer cuando el corazón no siente amor por Dios? Recuerdo la experiencia vivida con un amigo. Ambos crecimos en hogares cris-tianos. Desde pequeños nuestros padres trabajaron juntos realizando campañas evangelistas, buscando almas sinceras. Cuando joven, tuvimos el privilegio de estudiar juntos en la escuela misionera. Pasamos muchos momentos alegres y recuerdos inolvidables. Realizamos ac-tividades recreativas llenas de emocio-nes. Pero todo esto no nos dio automá-

ticamente el amor de Cristo en nuestros corazones. Al terminar los estudios fui-mos a trabajar a diferentes lugares.

En mi vida note que mi corazón es-taba frío. No ardía el amor de Cristo, a pesar de estar acostumbrado a practicar desde pequeño todo lo que dicen las Es-crituras. Tuve que luchar con lágrimas, clamando a Dios que me diera una ex-periencia de todo corazón. Con la ayuda del libro El Camino a Cristo y hablándole a Dios a través de la oración, le expresé con toda sinceridad el vació que tenía en mi corazón; fue así que de un momen-to a otro, sus promesas iluminaron mi mente y llenaron de amor y fuego mi corazón. Para mí esto fue el principio de una nueva vida inspirada por Cristo.

Después de algunos meses de ha-ber experimentado la llama del amor de Dios, encontré a mi amigo, quien me hizo una invitación para comer algo juntos y ver una película, algo que so-líamos hacer antes. En realidad este pasatiempo me había dado cierta satis-facción, pero en muchas oportunidades había puesto en peligro mi vida espiri-tual. Ese día entendí que debia tomar una decisión. Compartí con él mi nueva experiencia con Dios y mi decisión de buscar actividades que no pusieran en riesgo mi vida espiritual.

Mi amigo lamentablemente se dejó llevar por los impulsos, y sus decisio-nes lo llevaron a muchos sufrimientos. Movido por las emociones se unió a una mujer cuya vida no estaba dirigida por Dios. Hoy, su hogar tiene muchos pro-blemas. Se desarrollaron hábitos que no agradan a Dios, a causa de compromisos hechos sin la bendición de Dios. Muchas veces he orado para que él pueda expe-rimentar el amor por Cristo, pero es una experiencia que no puedo darle. Cada uno tiene que decidir por si mismo ena-morarse de Cristo e inspirarse por cosas que perduran por la eternidad.

El poder de la oración y sus resultados

John Knox era un hombre de baja estatura y de constitución débil. Un contemporáneo suyo, cuyo nombre era Thomas Smeaton, dijo: “No sé si Dios alguna vez ha colocado un espíritu tan piadoso y tan grande en un cuerpo tan pequeño y frágil”. Cuando ese cuerpo frágil se arrodillaba, María, Reina de Escocia, temblaba. Ella decía temer las

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oraciones de John Knox más que las fuerzas unidas de Europa.

En su libro, La Familia Cristiana, Larr y Christenson escribe que John Knox oraba con tanto poder que toda Escocia se despertaba. Este escritor llega hasta el punto de atribuir, todo el avance de la Reforma Protestante en Escocia, como resultado de las oraciones de Knox, quien suplicó, “Señor, ¡entrégame a Escocia o moriré!” El Señor puede responder uns oración tan intensa, y lo hizo.

Disposición y bendiciónCuando una persona es inspirada por Dios, tendrá su bendición y alcanzará grandes victorias con Cristo. Las ben-diciones de Dios están listas para ser derramadas a sus hijos, trátese de ben-diciones espirituales como bendiciones materiales. Todo depende de nuestra sincera entrega y relación permanente con Dios. Debemos actuar con amor, creyendo las promesas de Dios entrega-das al profeta Malaquías. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que so-breabunde” (Malaquías 3:10).

No seamos como el joven rico, quien después de haber preguntado y buscado el camino para la vida eterna, y de ha-ber recibido de Cristo la respuesta: “Ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”, se fue triste porque tenía mu-chas posesiones y no estaba dispuesto a renunciar a esta aparente seguridad ex-terna: sus apreciados bienes materiales. Había recibido un llamado de Dios a la generosidad (pues su egoísmo estaba im-pidiendo su salvación), pero rechazó la oportunidad a las riquezas verdaderas.

“Venid al Señor con corazones rebo-santes de agradecimiento por sus mise-ricordias pasadas y presentes, y mani-festad vuestro aprecio por los beneficios de Dios llevándole vuestras ofrendas de gratitud, vuestras ofrendas voluntarias y vuestras ofrendas de expiación”. –(Re-view and Herald, 4 de Enero de 1881) Con-sejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 209.

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vo-sotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber;

fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos ham-briento, y te sustentamos; o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos; o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfer-mo o en la cárcel, y vinimos a ti? Y res-pondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:34-40).

El servicio que realizamos por nues-tros semejantes mediante la generosi-dad de nuestro corazón, es un servicio realizado al Maestro mismo.

Un ejemplo de fe y bendiciónGeorge Müller nació en Prusia el 27 de septiembre de 1805. Su padre era un re-caudador de impuestos y George pare-ció heredar la habilidad de su padre con las cifras.

Quiera el Señor inspirarnos para vivir por fe, para amar a Jesús

con todo nuestro corazón y entregar con alegría y generosidad.

Cuando él se convirtió al cristianis-mo, Müller fue impresionado por las numerosas declaraciones de Jesús di-ciéndole a sus seguidores, “pedid”. En ese momento de su vida, Müller y su esposa se lanzaron en un proyecto de gran riesgo. Primero, regalaron todos sus bienes domésticos. El siguiente paso fue aún mas atrevido; el rehusó salario convencional de la pequeña misión para la que él servía.. Después se propuso es-tablecer un orfanato para cuidar de los huérfanos de Inglaterra.

El primer orfanato se estableció en un edificio alquilado el 21 de abril de 1836. En poco días ya habían 43 huérfanos bajo el cuidado del orfanato. Müller y sus compañeros decidieron que su misión iba funcionar bajo los siguientes principios: 1. Nunca se solicitarían fondos.2. No se incurrirían en deudas.3. Ningún dinero contribuido para

un propósito específico sería usado para otro propósito.

4. Todas las cuentas serían auditadas anualmente.

5. No se apelaría a los egos de indivi-duos al publicar el nombre del do-nante.

6. No se buscarían “nombres” de per-sonas prominentes para el comité o para promocionar la institución.

7. El éxito del orfanato sería medido no por el número de huérfanos ayuda-dos o cantidad de dinero recibido, sino por la bendición de Dios otor-gada al proyecto, éxito que Müller esperaba obtener en proporción di-recta con el tiempo que él pasaba en oración.Cuando se construyó el primer edi-

ficio, Müller y sus compañeros se man-tuvieron fieles a sus principios. El pú-blico se asombró al ver que un segundo edificio fue inaugurado sólo seis meses después del primero. El grupo mantuvo su concentración en la oración, y con el tiempo llegaron a existir cinco edificios nuevos, 110 trabajadores y 2,050 huérfa-nos que recibieron cuido y amor.

Müller no solamente contaba con Dios para proveer; él tenía la certeza que Dios iba a proveer en abundancia. Durante más de 60 años, Müller regis-tró cada pedido hecho en oración y su resultado. Durante toda su vida, él fue responsable del cuidado de 9,500 huér-fanos a quienes nunca les faltó comida. Este hombre de fe, nunca le pidió ayu-da a nadie, sólo a Dios, y en respuesta, la Providencia le otorgó 7.5 millones de dólares para el uso de su misión, de tal manera que Müller confirmó con cer-teza que toda esa bendición fue la res-puesta divina a sus oraciones de fe.

Quiera el Señor inspirarnos para vivir por fe, para amar a Jesús con todo nuestro corazón y entregar con alegría y generosi-dad los bienes que Dios nos ha concedido para el adelanto de su causa; y tal como George Müller y tantos otros hombres y mujeres de Dios, poder gozar, hoy, del cumplimiento de sus promesas. Amen.

“No es el plan de Dios hacer llo-ver dinero del cielo para sostener su causa. El ha confiado o en-tregado abundantes bienes a los hombres para que nada faltara en ninguna rama de su obra”. –Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 581.

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26 Lecturas de la Semana de Oración

“Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuan-do tomareis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda al Señor el diezmo de los diezmos” (Números 18:26, Biblia del Jubileo 2000).

Dando propina o diezmando

Dos jóvenes, Enrique y Timoteo, es-taban hablando juntos. Enrique le

preguntó a Timoteo, “¿Considerarías ser portero?”

Timoteo rápidamente se negó con la cabeza y dijo enfáticamente, “No, no lo haría”.

“¿Por qué no?” preguntó Enrique.Timoteo le explicó, “No quiero que

alguien me dé propina de acuerdo a su opinión parcial de mis servicios”.

Así sucede con el diezmo. Cuando no pagamos un diezmo fiel y sistemá-tico estamos simplemente dándole pro-pina al Señor como si Él fuera nuestro camarero y no nuestro Sumo sacerdote. El dar propina es subjetivo. El diezmar es objetivo y absoluto.

Según el plan de Dios, nosotros so-mos responsables de restituir no solo el diezmo de nuestros bienes, sino nuestra alma entera. Nuestros fondos, nuestro tiempo, nuestros pensamientos y nues-tros talentos no deben ser propinas, sino dados sistemáticamente y volunta-riamente a Dios y su servicio como un obsequio sublime.

La entrega de nuestra alma como una ofrenda elevadaDurante esta semana de oración, hemos estudiado y meditado sobre el tema de la mayordomía. Hemos leído sobre nuestro privilegio al ofrecer nuestro diezmo, segundo diezmo, primeros frutos, regalos a los pobres y otras ofrendas diversas a la obra de Dios. Pero surge la pregunta, ¿estas dándole propina a Dios? ¿Recuerdas tus obli-gaciones sólo como una ocurrencia? ¿Piensas en dar solamente cuando es conveniente?

Por la gracia de Dios, somos respon-sables delante de Dios no solo de nues-tros bienes, sino también de nuestro tiempo y nuestros talentos. No debemos darle propina a Dios, como hiciéramos con un camarero, con algo de nuestro dinero adicional o nuestro tiempo libre. Dios debe ocupar el primer, mejor y principal lugar en nuestros pensamien-tos, nuestras palabras y nuestras accio-nes. Debemos pagar nuestros diezmos primero y también disponer de tiempo, cada mañana y cada sábado, para darle a Dios el primer y mejor lugar en todo.

¿Sabías que el diezmo del Decálogo es el sábado? Es un mandamiento de diez, la decima parte de la ley, consa-grado a Dios. Por lo tanto, cada mañana y cada semana tenemos que elevarnos como una ofrenda a Dios.

Quién eres es el regalo de Dios para ti; pero quién llegas a ser es tu regalo para Dios. Como dice el salmista, “A ti, oh Jehová, levantaré mi alma” (Sal-mos 25:1). Nuestra alma entera–cuerpo, mente y espíritu–debe ser colocada en el servicio de Dios.

Se convierte en un privilegio elevar quiénes somos y lo que tenemos

como un regalo para Dios y para su gloria.

Recuerdo de la historia de una niñita quien fue a una iglesia de campo. Cuan-do era tiempo de que los diáconos re-cogiesen la ofrenda, esta niñita no tenía dinero para dar. El diácono se acercó a su asiento y ella le pidió amablemente que colocase el platillo de la ofrenda en el piso al lado de sus pies. Al hacerlo, ella se colocó encima del platillo de la ofrenda y alzando sus ojos hacia el cielo oró en voz alta, “Señor, no tengo mo-nedas pero me entrego a mí misma”. ¿Acaso no resume esto el deseo de cada verdadero creyente?

Nuestra alma entera debe ser rendi-da sobre el platillo de ofrenda de Dios. Todo lo que tenemos, todo lo que so-

mos, es en realidad sólo un préstamo que Dios nos ha hecho por un tiempo limitado. Por lo tanto, se convierte en un privilegio el poder elevar todo lo que somos y lo que tenemos, como un rega-lo para Dios y para su gloria.

David sabía esto y lo expresó muy bien en 1 Crónicas 29:14: “Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”. En realidad, al darle algo a Dios (diezmos, primicias ofrendas), no estamos hacien-do otra cosa que devolverle lo que en primer lugar le pertenece a Él. Además, David enfatiza que debe ser dado u ofrendado “voluntariamente”, porque Dios ama al dador alegre.

Nos dio lo mejor, lo principal y el primero en su reino.

Se convierte en un privilegio elevar quiénes somos y lo que tenemos como un regalo para Dios y para su gloria.

Tal como el pino, nuestra hoja acicu-lar debe estar orientada hacia el cielo. Y como los grandes Alpes de Europa cu-biertos de nieve, debemos ser vestidos con las vestiduras blancas de la justicia de Cristo durante todo el año, todos los días y cada momento.

Algunos pueden preguntar, “¿No exige Dios demasiado de nosotros?” ¿Debemos de tratar de regatear con Dios a fin de dar menos mientras que Él procura darnos más? ¿Debemos de sim-plemente darle propina a Él con nues-tros pensamientos, fondos y talentos? ¿O debemos de ofrecer todo como una ofrenda elevada a Él quien es merece-dor y sin precio?

Miremos las cosas desde otra pers-pectiva. ¿Dios nos ha dado propina? ¿Mandó un ángel o a un ser creado a redimirnos? No. Dios mandó su hijo unigénito. Nos dio lo mejor, lo princi-pal y el primero en su reino. Él mandó a Cristo, la segunda persona de la dei-

Lectura 7 – Sábado, 14 de Diciembre de 2013

Una Ofrenda ElevadaPor Idel Suarez Moleiro., EE.UU.

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dad–uno igual con Él en poder, existen-cia y naturaleza.

“Cristo se entregó voluntaria y go-zosamente a la realización de la vo-luntad de Dios. Fue obediente hasta la muerte, y hasta la muerte en la cruz. ¿Deberíamos encontrar difícil negarnos a nosotros mismos?... Su muerte debe-ría conmover cada fibra de nuestro ser y disponernos a consagrar a su obra todo lo que poseemos y lo que somos. Al pensar en lo que él ha hecho por noso-tros nuestros corazones deberían llenar-se de amor”. –Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 316.

Nuestra responsabilidad colectiva en diezmar ¿Por qué entonces debemos nosotros in-dividualmente o como un grupo pensar en reducir nuestras donaciones para la obra de Dios? ¿Por qué deben algunos campos excusarse de enviar un diezmo sistemático y fiel del diezmo de los diez-mos a la Asociación General? ¿Porqué algunos miembros que no están dando sus diezmos a la iglesia local?

Colectivamente, como iglesia, como campo y como unión, todos tenemos la oportunidad de dar a la organización de Dios, apoyando desde nuestro lugar, a la Asociación General, máximo nivel administrativo de la obra. Esta forma colectiva de dar incluye dos aspectos: proporcionando misioneros para ir al extranjero a nuevos campos y aseguran-do que nuestros campos y uniones es-tén mandando fielmente el diezmo del diezmo, al lugar designado por Dios.

Este último artículo de esta Sema-na de Oración pretende dar a conocer nuestra responsabilidad colectiva de dar. A medida que los campos y las uniones recogen el diezmo de los miem-bros, bíblicamente estos grupos de igle-sias tienen el deber espiritual y moral de contribuir con el diezmo del diezmo, de manera oportuna para el desarrollo de los proyectos a nivel mundial. Este evangelio del reino debe ser predicado a todo el mundo antes que Jesús regrese. “Y será predicado este evangelio del rei-no en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

A medida que este artículo está sien-do escrito, la Verdad Presente está lle-gando a Egipto, Yemen, Iraq, Corea del Norte y otras áreas apartadas del plane-

ta. Por lo tanto, se anima a cada campo a proveer un diezmo de sus trabajadores y un diezmo de su diezmo como una ofrenda colectiva y elevada a Dios para llevar a cabo la Gran comisión dada por Cristo al partir.

Regresemos al principio cuando Dios llamó a Israel a cumplir su propó-sito, y veamos cómo aún hoy, él llama al Israel espiritual a practicar la entrega sistemática del diezmo de los diezmos, como una ofrenda elevada y agradable.

En los subtítulos que siguen, un precedente bíblico e histórico es breve-mente presentado como prueba que el diezmo del diezmo, que es asignado a la Asociación General, es necesario para acelerar la venida de Cristo.

Una ofrenda elevada en la dispensación Judía Dios instruyó a Moisés que enseñase tanto a la nación de Israel como a los Levitas sobre su plan del diezmo. “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jeho-vá” (Levítico 27:30). Cada Israelita debía traer el diez por ciento de sus ingresos brutos a la casa del Señor. Este diez-mo era dado a los Levitas. “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión” (Números 18:21). Los Levitas, a su vez, recogían un diezmo de ese diezmo para darle a Aarón el Sumo Sacerdote. “Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuan-do tomareis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos [una ofrenda elevada] al Señor el diezmo de los diezmos…. Así ofreceréis también vosotros [una ofrenda elevada] al Señor de todos vuestros diezmos que hubiereis recibido de los hijos de Israel; y daréis de ellos [una ofrenda elevada] al Señor, a Aarón el sacerdote” (Números 18:26, 28, Biblia del Jubileo 2000).

Este principio de una “ofrenda eleva-da” tal como le llaman los Judíos, o una “ofrenda mecida” tal como la Biblia del Rey Jaime se refiere a ella, era el diez-mo del diezmo. La palabra hebrea para “ofrenda mecida” es terumath (Strong’s 8641). Quiere decir literalmente un “re-galo o sacrificio ofrecido en alto”. Por lo tanto, los Judíos llaman el diezmo del

diezmo: terumath maaser–la ofrenda ele-vada del diezmo. Y la raíz de la palabra hebrea para terumath es rumath (Strong’s 7311), lo que realmente significa “elevar, levantarse, alzar, ser un acto elevado”.

¿Puedes ver la imagen que estas definiciones están pintando? El pueblo entregaba el diez por ciento de sus in-gresos brutos a Dios para los Levitas, quienes a su vez entregaban con agra-do la decima parte del diezmo que ellos recibían al sacerdocio, es decir,siguiente nivel de autoridad. Este último paso del diezmar era el diezmo del diezmo, el terumathmaaser, la “ofrenda elevada”.

Una ofrenda elevada durante la reforma de Nehemías Cuando Nehemías fue llamado a llevar a cabo una reforma en Judá, una de las primeras cosas que él hizo después de reconstruir las paredes de Jerusalén fue de reintegrar el sistema completo del diezmo, incluyendo la “ofrenda eleva-da”. Todos los Judíos, aquellos que ha-bían permanecido en el país y los que acababan de regresar de Babilonia, eran requeridos para llevar el diezmo a los Levitas. Los Levitas recogían ese diezmo y, a su vez, encomendaban un diezmo de este a los sacerdotes en Jerusalén. Este diezmo del diezmo no debía permane-cer con los Israelitas ni con los Levitas, sino que debía ser entregado a la casa de Aarón.

Los Israelitas de antaño sirven como un tipo a la iglesia

remanente de estos últimos días.

“Y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro” (Nehemías 10:38). Después, en Nehemías 13:5, menciona “grandes cámaras”, donde en tiempos pasados fueron depositadas las “ofrendas del sacerdote”. Pero, la palabra hebrea usa-da para “ofrenda” en este texto es otra vez terumath o una ofrenda elevada re-servada para la casa de Aarón, el Sumo Sacerdote.

Por lo tanto, al trazar una línea, a tra-vés del tiempo desde Israel hasta nues-tros días, el traer una ofrenda elevada

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28 Lecturas de la Semana de Oración

al alfolí en Jerusalén (la sede de la anti-güedad), este lugar estaría simbolizan-do lo que ahora administrativamente se denomina la Asociación Genera, o lugar a donde debe llegar esta ofrenda.

El diezmo del diezmo como una ofrenda elevada en nuestros días Como vemos, el principio de los diez-mos sistemáticos, se encuentra clara-mente descrito en el Antiguo Testa-mento. Sin embargo, sigue teniendo vigencia hasta hoy y es un ejemplo para nosotros. Pablo escribió: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4).

El diezmar sistemáticamente es sim-plemente un proceso de dos pasos. Paso uno: Los Israelitas daban el diezmo de sus ingresos para el ministerio de los Levitas. Paso dos: Los Levitas a su vez daban la ofrenda elevada, el diezmo del diezmo, a la casa de Aarón. De esta ma-nera, el mismo principio seguido por los Israelitas fue aplicado a los Levitas. Así debería ser en nuestros días.

Los Israelitas de antaño sirven como un tipo a la iglesia remanente de estos últimos días. Pablo escribió que todos somos Israelitas si tenemos la fe de Abraham. “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abra-ham” (Gálatas 3:7).

“La asociación mandaba un diezmo de estos diezmos a la Asociación General”.

Hoy continuamos el sencillo proce-so de dos pasos al diezmar sistemáti-camente. Paso uno: Los miembros del Movimiento de Reforma (Israel espiri-tual) dan sus diezmos a sus campos o uniones respectivas; la tesorería de es-tos estamentos administra los fondos como los Levitas de antaño. Paso dos: El campo o las uniones envían la ofrenda elevada (el diezmo de los diezmos) a la Asociación General, para el pago del sa-lario de los pastores que trabajan para cubrir los campos y atender las almas en países nuevos, de acuerdo al regalo de administración del Espíritu. El primer paso trata con el diezmo. El segundo

paso trata con el diezmo del diezmo. El primer paso siempre es el diez por cien-to (10%) del ingreso total que un miem-bro gana. El segundo paso es el uno por ciento (1%) del ingreso [original] de los miembros (lo cual es el 10% de la entra-da del campo o unión, tal como lo des-cribe el escrito sagrado).

Aun cuando haya más niveles de organización son colocados entre los miembros y la Asociación General, la suma del diezmo sistemático de dos pasos no cambia. Por ejemplo, todos los diezmos de los miembros de la iglesia local son canalizados a través de la igle-sia hacia el campo. Si el campo está bajo una unión, la décima parte del diezmo (10% de las contribuciones de los miem-bros de la iglesia local) es canalizado a través de la unión hacia la Asociación General.

Los pioneros adventistas siguieron el mismo principio del diezmo sistemá-tico de dos pasos: “No fue hasta 1876-1879, sin embargo, que los Adventis-tas instituyeron un sistema de diezmo completamente desarrollado (adaptado del modelo levítico) como la base para finanzas de la denominación. Los lí-deres animaban a los miembros a que adaptasen el plan de diezmo como el arreglo ordenado por Dios para el apo-yo del ministerio y la obra de la iglesia. Los diezmos recogidos en las iglesias eran remitidos a las asociaciones para el apoyo de los ministros en sus terri-torios respectivos. La asociación estaba designada como el alfolí para los diez-mos. La asociación mandaba un diez-mo de estos diezmos a la Asociación General”.1

La promesa de una bendición o una maldición con respecto a la ofrenda elevada Cuando los hijos de Israel entraron en la tierra de Canaán, todos debían estar de pie delante de dos montes. Debían hablar como un pueblo de doce tribus. Debían repetir las bendiciones y maldi-ciones encontradas en el Tora, o en el Pentateuco, que Moisés había escrito. Estos montes eran el Monte Ebal y el Monte Gerizim. “Y cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal”. Deu-teronomio 11:29. Estos dos montes re-

presentan dos caminos delante de cada creyente a través del tiempo. Dios pro-mete bendecir a los que obedecen sus leyes y a maldecir a los que desobede-cen.

El profeta Malaquías tomó el mis-mo principio de bendición y maldición y lo aplicó al sistema la mayordomía y el acto de dar sistemáticamente el diez-mo, el diezmo del diezmo y las ofren-das. “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que so-breabunde” (Malaquías 3:8-10).

¿Fue solamente el pueblo común quien fue maldecido o podían los Levi-tas ser maldecidos también por no pa-gar un diezmo fiel y puntual? Aunque el texto de Malaquías es generalmente aplicado a individuos, es aplicable a los Levitas también. ¿Asimismo, si el pue-blo fue bendecido por su fidelidad en la mayordomía, no fueran bendecidos los Levitas también por su fidelidad en el acto de dar sistemáticamente?

Dios da bendiciones especiales cuando su pueblo le devuelve un diezmo honesto y puntual.

¿Por qué fue toda la nación maldita? Toda la nación fue maldita porque ellos no estaban trayendo “todos los diezmos al alfolí”. Malaquías 3:10. El pueblo so-lamente estaba pagando una parte del diezmo, y los Levitas solamente estaban pagando una parte de la décima parte del diezmo a la familia de Aarón, pero no toda. Tal como Ananías y su esposa Safira, ellos estaban reteniendo parte del diezmo para sus propios fines. Fueron infieles y Dios los maldijo.

Dios da bendiciones especiales cuan-do su pueblo le devuelve un diezmo ho-nesto y puntual. Él también da una ben-dición cuando el campo, compuesto por varias iglesias, manda su diezmo hones-tamente y a tiempo a la Asociación Ge-neral. Esto está claramente declarado en los Testimonios: “Aquellas iglesias que

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son más sistemáticas y generosas en sostener la causa de Dios, son las más prósperas espiritualmente”.2

La bendición especial de diezmar y de diezmar los diezmos continua hasta el fin del tiempo: “El sistema especial del diezmo se fundaba en un princi-pio que es tan duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una bendición para los judíos; de lo contra-rio, Dios no se lo hubiera dado. Así tam-bién será una bendición para los que lo practiquen hasta el fin del tiempo”.3

Las declaraciones citadas anterior-mente, y las que se expondrán a conti-nuación, hablan de las iglesias en plu-ral. Las iglesias fueron organizadas en campos o uniones. Y ellas pueden llegar a ser maldecidas por no implementar el segundo paso del sistema del diezmo, al no dar el diezmo del diezmo a la Aso-ciación General, tal como Dios lo ha es-tipulado en su Palabra.

“Permitir que una asociación perma-nezca inconmovible o que deje de pagar sus justas cuentas, constituye la peor clase de administración. Mucho de esto se práctica; y cada vez que se lo hace, Dios siente desagrado”.4

“Las iglesias necesitan ser impre-sionadas con el hecho de que es su de-ber tratar honestamente con la obra de Dios, no permitiendo que repose sobre ellas la culpabilidad de la peor clase de robo, que es robarle a Dios los diezmos y las ofrendas”.5

Notemos cómo la pluma inspirada declara que es la “peor clase de robo”, cuando una asociación, no paga pun-tualmente sus deudas. Las “deudas” se refieren al momento en que la asocia-ción no puede pagar a sus obreros un salario honesto y puntual. Por lo tanto, es peor falta cuando un campo o una unión no envían o devuelven el diezmo del diezmo a la Asociación General que cuando un miembro retiene el diezmo de su iglesia local. Ninguno de los dos actos est{ correcto, pero uno es juzgado como el “peor”. ¿Por qué? Porque los obreros y sus familias, quienes están en países pobres, sufren cuando los fondos no son remitidos fielmente a la Asocia-ción General, para ser desembolsados en todo el mundo, con el fin de pagar el justo salario a misioneros en países ex-tranjeros y nuevos.

El diezmo de los diezmos como una ofrenda elevada crea una imagen de pa-labra de muchas personas elevando a

Dios una ofrenda, como reconociendo su bondad y soberanía. Se asemeja a un equipo de personas que está subiendo a uno de sus miembros más distinguidos en sus hombros. Se requiere la coopera-ción de muchos para apoyar a alguien o para pagar a un obrero que está ga-nando almas para Cristo en un país ex-tranjero.

Literalmente, “vació sus bolsillos” para salvarte a ti y a mi de la

perdición eterna.

Somos, pues, individualmente y co-lectivamente responsables de asegurar que la ofrenda elevada llegue a la Aso-ciación General, tal como en antaño llegaba al sacerdocio de Aarón. A fin de recibir las bendiciones espirituales en plenitud como una familia, como un campo y como una asociación, debe mantenerse una rendición estricta en todos los niveles. Los miembros deben dar sus diezmos de manera hones-ta y puntual a sus iglesias. Entonces, estos diezmos pasan intactos a las te-sorerías del campo o de la unión, sin que la iglesia deduzca nada antes de remitirlos. La Unión, aparta fielmente el diezmo de los diezmos del campo, y lo envía puntualmente para la Asocia-ción General. Esta ofrenda elevada, el diezmo del diezmo, se constituye en el cumplimiento del plan divino para la evangelización y el “ir a hacer discípu-los a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Vació sus bolsillosEn la década de 1700, el Dr. Benjamín Franklin, el gran estadista americano cuyo rostro aparece en las divisas esta-dounidenses de mayor circulación–el bi-llete de cien dólares–escuchó predicar a un inglés en la ciudad de Filadelfia. Este inglés era George Whitefield. Franklin escuchó y comentó sobre cómo White-field tenía una “influencia extraordina-ria” sobre sus “oyentes”. Franklin, ori-ginalmente pretendió colocar no más de un chelín en el platillo de ofrenda. Sin embargo, mientras Whitefield continuó su apelación, Franklin finalmente colo-có cuatro monedas de oro en el platillo de ofrenda, es decir, todo el dinero que tenía en sus bolsillos. Literalmente, va-

ció sus bolsillos para apoyar el proyecto de misiones de Whitefield.6

En las palabras del Pastor Douglas Francis, quien habló en la Asamblea Mundial del 2012 en Sur África, Dios “vació sus bolsillos” para redimir la hu-manidad del pecado. “El pagó el precio para nuestra redención. Él pagó el pre-cio para nuestra redención. Él pagó el dinero del rescate, y ahora quiere lo que compró: nuestros corazones. Él quiere que le amemos, pero también que le de-mostremos nuestro amor”.7

Cuando el pecado demandó la muerte del pecador, Dios en su miseri-cordia eterna, colocó su propio hijo en el platillo de ofrenda del Calvario. Dios buscó en sus propios bolsillos y estuvo dispuesto a desprenderse de todo lo que tenia. Literalmente, “vació sus bolsillos” para salvarte a ti y a mi de la perdición eterna.

Juan 3:16, el versículo más famoso el Nuevo Testamento dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. El amor verdadero es dar. Dios nos dio su hijo para siem-pre. No nos dio una propina celestial. No nos dio las migajas del universo. Él nos dio a su hijo unigénito. Él vació los bolsillos del cielo. El Dios todopo-deroso nos dio la ofrenda elevada del universo. Jesús es la ofrenda elevada-el verdadero diezmo del diezmo- lo mejor de lo mejor, (la guinda), lo más elevado y sabroso del pastel, la genuina ofrenda elevada.

La ofrenda elevada mas grande es Jesucristo.

“Este plan fue trazado por el Señor Jesucristo mismo, quien dio su vida por la vida del mundo. Él, que dejó los re-cintos celestiales, él, que dejó de lado su honor como Comandante de las huestes celestiales, él, que vistió su divinidad con la humanidad a fin de levantar a la raza caída, y él, que se empobreció por amor a nosotros para que por su pobre-za fuésemos hechos ricos, ha hablado a los hombres, y en su sabiduría les ha presentado su propio plan para el sos-tenimiento de los que llevan el mensaje al mundo”.8 “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32).

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30 Lecturas de la Semana de Oración

La ofrenda elevada más grande, es Jesucristo. Desde que Jesús sea eleva-do en nuestros pensamientos, palabras y acciones, los hombres y las mujeres estarán atraídos a Él para salvación. Sólo contemplando con los ojos de la fe a Cristo y a éste crucificado se elevan y restablecen nuestras metas y nuestro rumbo de vida. Entonces, nosotros también desearemos colocar todo en el altar por Él y para la salvación de otros.

El apóstol Pablo escribe, “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). Cristo es el regalo del Pa-dre para la humanidad.

Pablo compara a Adán con Cristo. El dice que de Adán, recibimos solo la deu-da de la ofensa, el pecado y la muerte. Pero Dios en su elección eterna nos ha dado a Cristo como la ofrenda elevada de la gracia. Jesucristo es la ofrenda eleva-da gratuita por medio de la gracia. “Pero el don no fue como la transgresión; por-que si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mu-cho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (Romanos 5:15).

Jesús es la ofrenda elevada por la cual nosotros somos justificados. Todo es procedente de la gracia para que ningu-no se gloríe, pero todos deben alabar el don gratuito de Cristo. “Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condena-ción, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:16, 17).

¿Estas dispuesto a vaciarte para la causa de Dios?

Tal como el cielo ha dado, nosotros también estamos llamados a dar una ofrenda elevada, la cual, en una her-mosa y ordenada cadena, debe llegar a la Asociación General y finalmente al campo entero de la misión mundial. Es como tirar una piedrecilla en un lago cuyas ondas se expanden hacia fuera hasta que llegan a la orilla. Ese “Uno‛“ se amplifica como el número uno en

nuestras vidas y en nuestra existencia: Jesucristo-el único verdadero-quien vi-vió, murió, resucitó y ahora justifica, in-tercede y se prepara para venir por su iglesia escogida y perfecta. ”Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; es la úni-ca de su madre, la escogida de la que la dio a luz” (Cantares 6:9).

¿Estas dispuesto a vaciarte para la causa de Dios? ¿Estas dispuesto a va-ciar tus bolsillos para Jesucristo a fin que éste mensaje del reino pueda lle-gar a los cuatros rincones de nuestro planeta? ¿Estas dispuesto a animar a tus líderes, de campo o unión, para que hagan llegar a la Asociación Gene-ral la ofrenda elevada( diezmo de los diezmos), de manera honesta y rápida, para que se lleve a cabo el adelanto de la obra antes que el tiempo de gracia termine?

“Otro año est{ por pasar a la eter-nidad con su cúmulo de anotaciones. Echemos un vistazo al año pasado y, si no hemos cumplido voluntariamen-te todo nuestro deber, de todo corazón para el Señor, comencemos el año nue-vo dispuestos a que nuestro registro re-vele nuestra fidelidad a Dios”.9

Que Dios continúe bendiciendo a cada creyente para que Cristo reinando

en su corazón, como “la ofrenda eleva-da” del Padre, lo mueva literalmente a “ser vaciado” y apoyar de manera agre-siva, la expansión de la verdad presente, de tal manera que nuestra bendita espe-ranza de ver al Santo de Israel sea pron-to una gloriosa realidad. Amen. ________

1 The History and Use of the Tithe, Appendix B. “Where Should I Pay My Tithe?” Gospel Finance: Pulling Together. Chapter 3. “Adventists, Organization, and Tithing”, págs. 41, 42; Adventist Review,, 3 de Marzo de 1988, pág. 10 (218). –Nota: No escribido por E.G. de White.

2 E.G. de White, Special on Tithing–The Church and Its Mission, pág. 4; Testimonios para la Iglesia, tomo 3, pág. 444.

3 Ibid.; Testimonios para la Iglesia, tomo 3, pág. 444.4 Special on Tithing–The Church and Its Mission,

pág. 13; Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 352.

5 Special on Tithing–The Church and Its Mission, pág. 12; Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 351.

6 Peter Marshall y David Manuel. (1977). The Ligh t and the Glory. Old Tappan, New Jersey: Fleming H. Revell Company, pág. 248.

7 Wendy Eaton (2012). “Resumen de las Reunio-nes Públicas”. El Guardián del Sábado, vol. 87, No. 3 (edición Noviembre-Diciembre del 2012), pág. 9.

8 Review and Herald, 4 de febrero de 1902; Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 70.

9 Special on Tithing–The Church and Its Mission, pág. 20; Testimonios para Ministros, pág. 308.

“El plan de salvación se trazó en base a un sacrificio tan amplio, profundo y elevado que resulta inconmensurable. Cristo no envió a sus ángeles a este mundo caído mientras él permanecía en el cielo, sino que él mismo vino sin escolta y soportó el vituperio. Se convirtió en varón de dolores, ex-perimentado en quebranto; él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nues-tros dolores. Y Dios considera la ausencia de abnegación en sus seguidores profesos como una negación del nombre de cristianos….

“La obra de Dios, que debería progresar con diez veces más fuerza de la que posee actualmente, es retardada, como la primavera es detenida por los helados vientos del invierno, debido a que algunos cristianos profesos se están apoderando para sí mismos de los recursos que deberían dedicar a su servicio. Debido a que el amor abnegado de Cristo no está entretejido con las prácticas de la vida, la iglesia es débil cuando debería ser fuerte. Debido a su propio proceder ha apagado su luz y con esto ha privado a millones del Evangelio de Cristo”. –(Review and Herald, 13 de Octubre de 1896) Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pág. 58.

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Cristo ve el peligro; conoce las tenta-ciones sutiles y el poder del enemi-

go, porque ha experimentado las tenta-ciones de Satanás. El dio su vida para proporcionar un período de prueba para los hijos y las hijas de Adán. Te-niendo ante ellos el resultado de la des-obediencia de Adán y de las transgre-siones, con una luz más abundante que brilla sobre ellos, son invitados a acudir a Cristo para hallar descansa para sus almas. Pero cuanto más grande sea la luz y más clara la señal de peligro, tanto mayor será la condenación para los que se apartan de la luz para ir a las tinie-blas. Las palabras de Cristo son dema-siado serias en sus implicaciones para ser descartadas.

Los hombres parecen estar movidos por un deseo insano de obtener pose-siones terrenas. Practican toda clase de falta de honradez para acumular riquezas. Los hombres practican sus negocios con un celo intenso como si el éxito en esta línea constituyera una ga-rantía para ganar el cielo. Atan el capi-tal que el Señor les ha confiado en bie-nes mundanos, y no hay recursos para promover el reino de Dios en el mundo aliviando la aflicción mental y física de los habitantes del planeta. Muchos cristianos profesos no acatan la orden de Cristo cuando dijo: “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro cora-zón” (Mateo 6:20, 21).

El Señor no obligará a los hombres a obrar con justicia, a amar la misericor-dia y andar humildemente delante de Dios; pone el bien y el mal ante los ins-trumentos humanos, y establece clara-mente cuál será el resultado de seguir el uno o el otro. Cristo nos invita diciendo: “Sígueme”. Pero nunca se nos fuerza a seguir en pos de sus pisadas. Si no anda-mos en sus pisadas, es porque esto cons-tituye el resultado de una elección deli-berada. A medida que contemplamos la vida y el carácter de Cristo, surgen en nosotros fuertes deseos de ser como él en nuestro carácter; y proseguimos en conocer al Señor, y en saber que como

el alba está dispuesta su salida. Enton-ces comenzamos a comprender que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). –(Re-view and Herald, 31 de marzo de 1896.)

La adquisición de riquezas no es un pecadoLa Biblia no condena al rico por el hecho de ser rico; tampoco declara que la ad-quisición de riquezas sea un pecado, ni dice que el dinero es la raíz de todo mal. Todo lo contrario, las Escrituras decla-ran que Dios es el que da el poder para conseguir riquezas. Esta habilidad es un talento precioso si se lo consagra a Dios y se lo emplea para promover su causa. La Biblia no condena el genio ni el arte, porque éstos proceden de la sabiduría que Dios imparte. No podemos hacer que el corazón sea más puro o más san-to cubriendo el cuerpo de cilicio o pri-vando el hogar de todo lo que propor-ciona comodidad, gusto o conveniencia.

Las Escrituras enseñan que la ri-queza es una posesión peligrosa única-mente cuando se la hace competir con el tesoro inmortal. Se convierte en una trampa cuando lo mundano y lo tem-poral absorben los pensamientos, los afectos y la devoción que Dios reclama para sí. Los que cambian el eterno peso de gloria por un poco de brillo del oro-pel del mundo, las moradas eternas por una casa que puede ser suya en el mejor de los casos tan sólo durante unos pocos años, están realizando una elección in-sensata. Tal fue el cambio realizado por Esaú cuando vendió su primogenitura por un plato de comida; por Balaam cuando rechazó el favor de Dios por la recompensa del rey de Madián; por Ju-das cuando traicionó al Señor de gloria por treinta piezas de plata.

La Palabra de Dios denuncia el amor al dinero como la raíz de todos los ma-les. El dinero en sí mismo es el don de Dios al hombre, para que éste lo utili-ce con fidelidad en su servicio. Dios bendijo a Abrahán y lo enriqueció con ganado, plata y oro. Y la Biblia declara, como una evidencia del favor divino,

que Dios dio a David, Salomón, Josafat y Ezequías muchas riquezas y honor.

Tal como ocurre con otros dones de Dios, la posesión de riquezas produce un aumento de responsabilidad y tie-ne sus tentaciones peculiares. Cuántos hay que en la adversidad han perma-necido fieles a Dios pero que han caído bajo las deslumbrantes seducciones de la prosperidad. Con la posesión de ri-quezas se pone de manifiesto la pasión dominante de una naturaleza egoísta. El mundo está maldecido hoy por la desgracia de la codicia y los vicios de la complacencia de los adoradores de Mammón. –(Review and Herald, 16 de mayo de 1882.)

Hay necesidad de talentos financierosLos que pertenecen a las clases sociales más elevadas de la sociedad deben ser buscados con tierno afecto y considera-ción fraternal. Esas clases han sido muy descuidadas. Es la voluntad del Señor que los hombres a quienes él ha confia-do oigan la verdad en una forma dife-rente de como la han oído en lo pasado. Hombres de negocio que ocupan cargos de responsabilidad, hombres con gran-des facultades inventivas y penetración científica y hombres de genio deben en-contrarse entre los primeros que han de escuchar el llamamiento del Evangelio.

En el mundo hay hombres que po-seen una capacidad de organización dada por Dios, a quienes se necesita en la promoción de la obra para estos tiempos finales. No todos son predica-dores, pero se necesitan hombres que puedan encargarse de la administración de las instituciones que cuentan con in-dustrias, hombres que puedan actuar como dirigentes y educadores en nues-tras asociaciones. Dios necesita a hom-bres que puedan mirar hacia el futuro y ver lo que debe hacerse, hombres que puedan actuar como financistas fieles, hombres que permanezcan firmes como una roca de parte de los principios en la crisis actual y en los peligros futuros que puedan presentarse. –(Review and Herald, 8 de mayo de 1900) Consejos so-bre Majordomía Cristiana, págs. 143-145.

Las Tentaciones Sutiles

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“Deberíamos proponernos deci-didamente colocar todas nues-tras capacidades al servicio de Cristo. Porque su servicio repre-senta un beneficio para esta vida y para la vida venidera….“ ‘La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz’ (Mateo 6:22). Si el ojo es bue-no, si se lo dirige hacia el cielo, la luz del cielo inundará el alma, y las cosas terrenas parecerán insignificantes y sin atractivo. Cambiarán los propósitos del co-razón y se atenderá la amonesta-ción de Jesús. Haremos nuestro tesoro en el cielo. Nuestros pen-samientos se fijarán en las gran-des recompensas de la eternidad. Todos nuestros planes los hare-mos con referencia a la vida fu-tura e inmortal. Nos sentiremos atraídos hacia nuestro tesoro. No nos ocuparemos de nuestros in-tereses mundanos, pero en todas nuestras empresas nos formula-remos esta pregunta silenciosa: ‘Señor, ¿qué quieres que haga?’ La religión de la Biblia estará en-tretejida en nuestra vida diaria.“El verdadero cristiano no per-mite que ninguna consideración terrena se interponga entre su alma y Dios. El mandamiento de Dios ejerce una influencia po-sitiva sobre sus afectos y accio-nes. Si todos los que buscan el reino de Dios y su justicia estu-vieran siempre listos para hacer las obras de Cristo, ¡cuánto más fácil sería el camino que lleva al cielo!” –(Review and Herald, 24 de enero de 1888) Consejos sobre Ma-yordomía Cristiana, págs. 356, 357.