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ANTOLOGÍA DE TEXTOS (1948–2009)

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ANTOLOGÍA DE TEXTOS

(1948–2009)

TENTACIÓN EN EL AIRE

Sabía que vendrías a hablarmey no te huía,demonio, ángel mío, tentación en el aire.Sabía que tus ojos ahogarían mis ojoscansados ya de largos horizontes de hastíoy de copiar tranquilos paisajes de remanso.Antes de verte, lejos, te adiviné en mi alma,como algún fauno joven que con flauta báquicaavivara en mi carneun fuego leve, quieto,amenazado casi de apagarse algún día,rodeado de hielos, engaños de mí mismo.Al escuchar mi oído la brisa de tus voces,ángel mío, demonio, tentación en el aire,aquel día que el cielo brillaba y era agostosentí en mi alma un roce de blandas plumas blancascomo si frescas alas me nacieran de pronto,y mi ser se llenara de pájaros cantores.

En silencio, callado, yo te entregué mi alma,aquella que había sido espada victoriosa,que había decapitado todas las tentacionesa ti, mi ángel malo, te la entregué sin lucha,y tú con tu sonrisa, ¡oh tu risa que hiere!arrancaste de mí los altivos laurelesy casi sin mirarlos, despreciaste a aquelque alargando la mano te los daba vencidos..

Por seguir tus caminosdejé en un lado a Cristo,tentación en el aire, ángel mío, demonio:deserté de las blancas banderas del ensueñopara seguir, descalzo, tus huellas que manchaban.Abandoné los quietos pensativos cipreseslevantados al cielo, místicos del paisaje,para pisar el polvo y las ruines hierbasque ocultan con sus verdes el agua cenagosa.Robaste de mi cielo las piadosas estrellas,aquellas que eran tenue revuelo de cristalescaído del regazo virginal de la tarde,y sólo me dejaste a la impúdica Venus,brillante de lujuria, y al ciego Amor,el falso, el inconstante, el loco,el que adorna su frente, no con la eterna yedrasino con la guirnalda de los mirtos lascivosy las rosas de un día;aquel que con sus risas ha trastornado al mundosin ver nunca si el dardo que alegremente arrojahiere sólo la carne o llega al hondo espírituhasta hundirlo en la muerte o la locura acaso.

Quisiera ser la rota columna decadente,aquel ángel mancebo perfecto entre sus bucles,

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o mejor, el Apolo que ayer recibió cultoy que hoy sepultado bajo la tierra esperael día de volver a las nubes olímpicas,mientras que las raíces se enroscan a su cuerpo—a la gracia del niño tan sólo comparabley a las sencillas flores de los valles idílicos—como viejas y oscuras serpientes milenarias.Todo lo que a tu alma, tentación en el aire,demonio, ángel mío, arranca de su fríoquisiera ser, y humilde ofrecértelo todo,para que ya pasado un momento de fuegome despreciara más tu cruda indiferencia;pero en ti hay algo que es mío y no lo sabes,algo que entró de mí a pesar de ti mismo,y es esa indiferencia que te hiela los labiosa la que yo amo más que a la amable sonrisaque no pasa del rostro.¿Qué sabes tú de esto, ángel mío,demonio, tentación del aire? Del helado placerde sentir el desprecio, y del llorar alegre,¿Qué sabes tú, qué sabes?

Aunque me hayas quitado a Cristo, el que perdona,el comprensivo, el dulce, el manso Jesucristo,un día volveré al alba, ya cansado,con mis descalzos pies sangrantes de la senday lloraré las lágrimas, las que tú no ves nunca,hasta borrar el último recuerdo del pecado.

De Rumor oculto (1946)

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ODA A GREGORIO PRIETO

Una mano entre rosas…¿Recordáis? Tintas pálidasde un violeta abatido. Venía en <<Blanco y Negro>>.El fondo era un quiosco lleno de enredaderasy un jarrón de escayola opulento en la brisasobre la escalinata de un jardín pensativo.

Yo era entonces un niño, casi un adolescente.Recuerdo los problemas:<<Si un vendedor de vinosvendiera las arrobas a…>> Veo las viejas clasesy aquel patio de mármol donde en francés gitanodon Luis nos hacía rezar el Padrenuestro.

Era el tiempo en que todos recortábamos estampas.Algunos, boxeadores. Otros, sólo volcanes.Unos Marlene Dietrich era su favoritaque sonreía ambigua fumando entre sus plumasen un café con nieblas de estación o de puerto.

Recortábamos nubes con la tijera azulde nuestros ojos limpios y en la clase de Física,cuando bajo el fanal el pájaro expiraba,con el mayor sigilo, a través de las bancasme llegó la postal de una mujer desnuda.

Yo era entonces un niño, casi un adolescente,pero ya adivinaba, Gregorio, qué tristezaderrumbaba la frente en aquellos muchachosde tus dibujos, donde la yedra se enredabaentre sus manos como sortijas de deseos.

Había corolas mustias que esperaban tu soploy niñas corroídas de un vitriolo lentotronchadas sobre el yeso amargo de los parquesy cuerpos que vibraban al paso de otros cuerposcomo los bosques vibran al paso de las corzas.

Y tú ibas anudando las largas crines blancasde los caballos turbios en brumas de mares,que se erguían sobre olas de amaranto y de venenocon despojos de amor bajo sus cuatro cascos:una carta, unos rizos, una entrada de cine.

Ibas abriendo rejas de jardines secretosdonde morían sirenas con su cola de llantoy alcobas desplegaban sus cómplices cortinasmanchadas por el zumo de dos seres en luchasobre el lecho, monarca invencible y nocturno.

Te veo bajo la lluvia agitando tus alas,vendando el rojo párpado de las áureas palomas,estatua, grito, dios de mármoles y línea,apoyado en los cisnes de aquella escalinata

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donde un beso olvidado gime entre rosales.

Te adivino en el ronco funeral de las trompasque acompaña al otoño con sus sedas ajadas,en el ángel que enjoya de ruinas y perlasel ojo gigantesco del ocaso embriagadopor labios que pronuncian el nombre del amante.

Un guante abandonado en un sendero triste,un nido, pensamientos morados como el cáncer,dedos ensangrentados de escribir en la máquina,azucenas, sonrisas, lagrimas como escamastañen entre los sistros de tu mano su historia.

Gregorio Prieto. Piras de incienso te proclaman.Por largas avenidas de tilos y lamentospasean los muchachos y bajo puentes húmedosla cabellera errante del agua entre los trébolesva susurrando, queda, tu nombre en la caricia.

De Mientras los pájaros cantan (1948)

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LA CALLE DE ARMAS

Así te amaba, voz lejana, cuando decías:Amanecía entonces en la calle de Armas…Era un carro ruidoso de gaseosas, sifones y aguas medicinalesdonde la aurora, dulce, sonreíacomo en triunfal cuádriga de leonados caballos.Cantaban enjauladas, desde los hondos patios, las perdices, y el santero enlazaba de frescos heliotroposel cetro de la Virgen del Socorro,Abrían los torneros sus puertas,y en la tienda cercana de tejidoscolgaban de las perchas, rígidos, los capotesy las listadas telas flameaban al indolente airecomo paramentos suntuosos abatidos sobre murientes fiestas.Las barberías humildes,el azogue manchado del espejo, irisaban de un rosa pálido de pomadas,de un azul de colonias, de verdes brillantinas,como un pavo real entreabriendo el ocaso purpúreo de su cola.Y los moldes de lata para dulces,las jaulas, las parrillas, los grandes rayadores,como escudos vencidos de guerreros, colgaban en la puerta del latonero hábil,donde el estaño finge un pez que salta líquido.En el número 7 de la calle de Armas,al pasar, el estío soplaba sus vaharadas de esencias turbadoras:inmóvil mediodía en las eras calientescuando un sátiro joven deja caer el chorro de agua de su flauta.Allí estaban las hoces, las trallas, los rastrillos,las cribas, los sombreros de segador, los bieldos, y Junio respiraba coronado de adelfasque mustian los deseos con sus labios ardientes.Sobre los grandes canastosse encontraban la yesca y el laurel victorioso,las navajas y el huevo de zurcir calcetines;y en papeles aparte, la sal y los cominos,el azafrán bermejo, como cabellos cárdenos de corsariosturquíes, el orégano amargo y el perejil fragante.María Francisca, abeja en panal de almidón,con delantales blancos de caladas vainillas, por la confiteríarepartía la dicha en cajas de sorpresa,con estampas brillantes de fabulosos pájaros en selvas irrealesy misteriosas cruces que acercando a los ojos,enseñaban la casa santa de Loretoo la gruta de Lourdes.Cuando la tienda estaba dormida en las bateas al sopor de las moscas,sus prodigiosas manos, con tibias tenacillas y el ámbar de sus uñas,rizaban los manteles albos de los altares,los amitos, roquetes, los pañizuelos eucarísticosy los mismos repliegues, idénticas cenefasque bordaban de crema los pasteles de hojaldre,cándidas margaritas, abullonadas nubes,rodeaban el sacro pelícano sangrante

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y el vellón inocente del Agnus Dei.Con un largo quejidoanunciaba el sillero amarillas aneas,y el vendedor de cuadros extendía sus cromosdonde la una mujer rubia, con el cabello sueltoy felpa de brillantes,desde una rosaleda, arrojaba a los cisnes blancos copos de almendro,mientras la muerte rema, adornada de flores,por el viejo taller del relojero,en la dorada barca del tiempo, al compás de la péndola,tenue cual la guadaña abatiendo las mieses.Así, lejana, voz perdida, te amaba cuando decías:Era el amanecer en la calle de Armas…

De Antiguo muchacho (1950)

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BAJO LA DULCE LÁMPARA

Bajo la dulce lámpara,el dedo sobre el atlas entretenía al muchacho en ilusorios viajesy un turbador perfume de aventurassalpicaba de sangre el mar antiguo de los corsarios.Los galeones, como flotantes cofres de tesoros,eran abordados por las naos piratasy el yatagán , las dagas, los alfanjes se hundían en los cuerpos cobrizosy las manos violentasarrancaban la oreja donde el zafiro lucía como Vega en la noche.Las arcas destrozadas de alcanfor y palosantovolcaban el carey, las telas suntuariasy el coral, no tan ardiente como el beso del bucaneroen los pálidos labios de las virreinas.Las antiguas colonias Veracruz, Puerto Príncipe,el índigo Caribe y las islas del Vientoconocen las hazañas de bajeles fantasmasy Maracaibo canta con los esclavos su desgana a la luzque deshace la cabellera ébano de los banjosen un río de jengibre.Otras veces al soplo suave de Favonio,empujado por Tetis y las verdes Nereidas,el Mediterráneo dorado por la escama de los delfinesdejaba su plegaria fugitiva de algasen las votivas gradas de los templos.Allí Venecia en el otoño adriáticomece en la ola púrpura su cesto de corrompidos frutos,desfalleciente en el abrazo joven de los gondoleros,y las jónicas islasse yerguen como mitras de mármol sobre las aguas.En su lento carro de bueyes rojos avanza Egiptoy Alejandría, Esmirna, Ptolemaida, brillan en el nochecomo un velo bordado de sardioscuyos pliegues sujeta la diadema de Estambulallá en el Bósforo fosforescente.El incansable dedo atravesaba Arabiay el cálamo aromático ceñía con un mismo turbante de cansanciolas cinturas de los amantes.Al crepúsculo,surgía Persia como un lento girasol de fastuosidades,y el bárbaro etíope, negro fénix llameante,consumía sus entrañas en el furor celoso de la cazamientras Ceylán los bosques de canela y caobasilenciaba con el ala de sus pájaros misteriosos.Muchacho infatigable, bajo la dulce lámpara,tal vez buscaba una secreta dichaapenas confesada en su interior.Cuando los días pasaron, él ya supoque su destino era esperar en la puerta mientras otros pasaban.Esperar con un brillo de sonrisa en los labiosy la apagada lámpara en la mano.

De Antiguo muchacho (1950)

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LA VIDA ES COMO UN BOSQUE

Oh, sí, la vida es como un bosque.Un bosque donde un día entramos confiados.Un bosque interminableque sólo acaba cuando creemos liberarnos de sus torpes lianas,de sus cicutas híbridasy de la saeta cómplice y venenosa de sus flores.Cuando los ojos ya desencajadoscreen haber encontrado el fin de la terrible pesadilla del bosquey una luz de esperanza se enciende en las pupilas,en las pupilas que al momento fríasquedarán como el límpido cristal de una custodia,porque es sólo la muerte quien puede liberarnos,sólo la muerte con su vaho pálido,sólo la muerte es consuelo…Pero la vida,oh, sí, la vida es como un bosque.

Yo voy bajo los árboles que estrechan mi camino,bajo alerces gigantes,bajo sauces y álamos y castaños que estallan de esplendor a mi vista,y a veces me detengoy en las cortezas tiernas que esperan toda señaescribo con las uñas mi destino.Y cuando es primavera me diluyo en el aire violado de las lilase ingenuamente gozoviendo abrirse la aguja blanca de los jazmines,y el gorrión cansado de mi miradase posa en las mujeres desnudas que acechando por entre viejos árbolesson iguales que flores armoniosasy mi boca se enreda en la culebra de sus pintados labios cuando huyen los ángeles.

A veces pasan sombras por mi mismo camino.Amigos o enemigos que se cruzan,que pasan ocultando sus virtudeso derramando el bálsamo agrio de sus pecadosdonde innúmeros gusanos barbotean su hambre.Pasan, y yo he sentido la delirante garra de un jaguarque mecía con ternura mi corazón.Era el amor.Y amé las sombras que pasaban,las sombras que pasaban soberbias con sus dones inaccesibles.Amé la altivez escarlata de unos labios,la línea noble de algún cuerpo ágil,unas manos que se esquivan y se enlazan como palomas amantes,el azul de la nieve en unos ojos,y amé también las sombras que se ofrecían humildes.Sentí sobre mi alma el halago suave y enervante de un terciopelo.Era el odio.Y bebí sediento de su copa, sorbo tras sorbo, tras caer rendidoen la tierra del bosque.Y odié el cautivo pájaro de la sangre en el cuerpo,los ónices prohibidos de las ojeras, la estremecida música de los silenciosy el turbio vino amargo de los abrazos presentidos.

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Oh, sí; la vida es como un bosque,un bosque donde al alba resuenan las lejanas arpas suavísimas,desvanecidos coros que tiemblan como telas de araña entre los árbolesy hay días en que el bosque serena todo vientoy se hace pequeño y casi débil como el nácar rosa de las caracolasy es dulce pasear esos días por los senderos íntimos,por las sonantes frondas,hasta llegar junto a la fuente donde descansaríamos inmutables,la fuente con el agua tantas veces anhelada,la fuente que en sus ojos tiene nuestro reflejo.Pero hay que seguir caminando porque la vida es como un bosque.Un bosque donde sopla furioso un viento rojoque roe nuestras carnes,en esos días en que los árboles se doblan bajo huracanes de deseoy los cuerpos gimen en las madrugadas de insomniobajo el dolor indescriptible de las cariciasy hasta las mismas estrellas derraman gota a gota su misteriosa sensualidad.Y estos días teñidos con las ardientes flores del alazortambién pasan.Oh, sí, la vida es como un bosque.Un bosque sembrado de esqueletos y sal,un bosque donde se balancean rígidos los ahorcadosen cada árbol.Un bosque que se entristece en el otoñocon la verdina que oculta los párpados de los suicidas,de los que quieren talar rápidamenteel bosque interminabley su mirar se quedó cuajado para siempre en el crepúsculo.Y en estos díashay que gritar hasta que los espejos caigan hechos puñalesporque el pelo flotante de una mujer ahogadapasó acariciando nuestros rostros.Gritar, gritar…Por el camino pasarán las sombrasy nadie preguntará por nuestro grito.Solamente los perros aullarán temerosos a la muerte o la lunay el grito hecho columnaserá lo único que pueda sostenernos,Pero, lejos, ¿no se oyen las flautas?Oh, sí, la vida es como un bosque.

De Antiguo muchacho (1950)

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JUNIO

Oh, sé que he de buscartecuando el otoño abrume con sus frutos goteantes la tierra,cuando las mozas pasen mordiendo los racimoscomo si fueran labios,cuando las piernas rudas de los hombresse tiñan con la sangre púrpura de las videsy quede una canción flotando en el azul helor de la tarde madura.Oh, sé que he de buscarte.Cuando caiga en el río el beso desmayado de la última adelfabuscaré tus pisadas sobre la arena tibiadonde tu cuerpo expiraba bajo el míocomo un tallo verde en el suspenso mediodía.Oh, sé que he de buscartecuando el dormido cisne del otoño aletee en su nido;pero Junio es ahora un pastor silenciosoque coronan los oros sagrados de la trilla,y yo bebo en tu cuerpo la música desnudaque languidece en los violines lentos de la siesta.Oh, sé que he de buscartecuando la campiña despierte del letargo amarillo de los élitros;pero ahora es tu cuerpo sólo, tu cuerpo junto al mío,mientras junio incendia de felicidad los montes más lejanosy el río besa tímidamente nuestros piescomo si Narciso nos contemplara con sus diluidos ojos verdes de agua.

De Junio (1957)

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PALACIO DEL CINEMATÓGRAFO

Impares. Fila 13. Butaca 3. Te esperocomo siempre. Tú sabes que estoy aquí. Te espero.A través de un oscuro bosque de ilusionismollegarás, si traído por el haz nigrománticoo por el sueño triste de mis ojosdonde alientas, oh lámpara temblorosa en el cuévanoprofundo de la noche, amor, amor ya mío.Llegarás entre el grito del sioux y las hachasantes que la rubia heroína sea raptada:date prisa, tú puedes impedirlo. O quizásen el mismo momento en que el puñal levantalas joyas de la ira y la sangre grasientade los asesinos resbala gorda y tibia, como cárdena larva aún dudosaentre sopor y vida goteandopor el rojo peluche de las localidades.Ven ahora. Un lago clausurado de altosárboles verdes, altos ministriles, que pulsala capilla sagrada de los vientosnos llama; o el ciclamen vivo de las praderaspor donde el loco corazón galopaoyendo al histrión que declama las viejaspalabras sin creerlas, del amor y los celos:<<Pagamos un precio muy elevado por aquella felicidad>>;o bien: << Ahora soy yo quien necesita luz>>,y más tarde: <<Tuve miedo de ir demasiado lejos>>,en tanto que el malvís, entre los azafranesde technicolor, vuela como una gema alada.Ah, llega pronto junto a mí y vencecuando la espada abate damascenas lorigasy el gentil faraute con su larga trompetapasea la palestra de draperías pesadasjunto al escaño gótico de Sir Walter Scout.Vence con tu áureo nombre, oh Rey Midas; conviérteme en monedas de oro para pagar tus besos,en el vino de oro que quema entre tus labios,en los guantes de oro con los cuales tonsurasel capuz abacial de rojos tulipanes.Vendrás. Alguna vez estarás a mi ladoen la tenue penumbra de la noche ya eterna.Sentado en la caliza del astral anfiteatrote esperaré. Tal ciego que recobra la luz,me buscarás. Tus hijos estarán en su palcode congelado yeso, divertidos, mirandoincreíbles proezas de cow–boys celestiales,y yo ya sabes dónde: impares, fila 13.

De Óleo (1958)

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COMO EL ÁRBOL DORADO 1

Como el árbol dorado sueña la hoja verde, ahora que no estás y en los bosques nevadoscruje lívidas urnas, fantasmal, el invierno,los jóvenes deseos a la deriva quierencubrir tu memorial de húmedas laureas.

Era el marzo feliz que oreaban los vientos:primaveral basílica los juncos erigían,las varitas moradas de san José, la avenacomo lluvia menuda y un recado secretola cardenalina lleva por alfarjes de ramas.

Así como la tierra mi corazón hinchadogerminaba de ocultas semillas sepultadas.Así como la tierra nupcias al mar ofreceel oleaje crespo de los besos uníalabio y tierra en anillos de herrín indestructibles.

Veíamos el mundo juntos sobre la roca…Qué lejos el sollozo, los dioses, la leyendaque luego tú serías, rojeantes racimosde riparia cubriendo, armoniosa, tu estatuacuando ya fuiste mármol inaccesible y ciego.

Pero el cielo era puro y fugaz y la locaalegría de vivir, esa máscara errantey beoda reía bajo el galoneadoraso del capuchón del dominó talar,otorgando antifaces que la realidad cubrían.

La tristeza una calle por donde no pasábamos,la poesía, una flauta que gime abandonaday el rezo y los sociales lazos y la amistad,esa vieja burguesa con labor de ganchillo,nos vieron ir desnudos bajo las constelaciones.

Sabíamos que un soplo acabaría con todo:estancias en la noche centelleante de arañas,copas alzadas, senos, más hielo, el jardín rosay verde de la aurora irrumpiendo en cristales,desgarrando la cola satén de la huida.

Sabíamos que un soplo…Y que no volveríaaquel vino jamás a mojar nuestro labios.Confusamente turbia tiendo la mano ahorahacia la puerta, arcano, tarot, encantamiento,y allí encuentro tu mano entreabriendo el recuerdo.

De Antes que el tiempo acabe (1978)

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VIERNES SANTOA Jesús Torres

Hace frío en los atrios esta noche,ascuas de cobre sobre los braseros aviva la criaday la helada ginebra enfría el labio.Roberto Carlos baja tu voz desde el Brasil, oh cuerpo tuyo,oh alma mía asómate al gallo, no,no le conozco, a la mirada, no, no quiero ver,sólo tu pecho entreabriendo rosa oscuraa la táctil araña de las manos.Y está el Pretorio frío con el alba,jaspes yertos, columna,y desnudo, desnuda hasta la sangre,nos desnudamos, rito, sobre el lecho, cordeles lacerantesde los besos, caricias aprietan,tiran, tinta la res del sacrificio,soldados, carcajadas, extinguidas antorchas humeantes,oh qué hambrienta vesania, brasas, bocasardiendo, crepitantes leños rojos, la túnica de loco arrodillado busca,ya no blanca, ni grana, ni violeta,sí rígida por las costras,por el rayo fulmíneo que derribay no apagues la luz quiero verte los ojos,averigua quién te dio el golpe,el mazo martillea los clavos en la fragua,tafetanes ungiendo sacerdotal desdén,y tú me quieres, vino nuevo embriagando mis venas,arterias al ocaso como dalias,no apartes este cáliz, esta hiel, está el campodel alfarero ya comprado con las treinta monedas,húmeda arcilla donde clavar alarias plateadas,plateados placeres, marea embravecida y plateadaluna, tinieblas, rueda el dado ciegoy un vaho de hedor sube de los sepulcros,pliega tus alas sobre mi carroña,sobre mi carne viva,suave buitre ígneo, rapaz tormenta deseada,lluvia sangrienta empapa el monte oscuro,la adarga, los arneses, fluye cárdenasobre las blancas sábanas, los lienzos taponados de rubíes,no caiga sobre mí la sangre de este justo,pues sólo quise amarte.

De Antes que el tiempo acabe (1978)

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DELFOSA Julio Aumente Martínez–Rücker

Alza la frente de almenados buclesentre montañas, roto perfil póstumo,cuyos cabellos negros como el bosquecarmena el lobo.

Alza la frente y vuelve tu miradaal apagado astro de la tierra;ningún augur dijo de tu ruinaaltiva Delfos.

Inertes aras tenazmente mudasocultan signos, amordazan lenguas,mientras altos vigilan al acechoferoces dioses.

¿Dónde tu voz? Carneros otomanosgotean su lardo por tus mármolesy el exarca cubrió de joyas bárbarasapoxiomenos.

Crecieron tus laureles para el cónsul,el dux, el victorioso, los tiranos;te asolaron sacrílegas pezuñasdel bestiario.Olvido fue cerniendo las arenas.Fugaz nube es la púrpura…Fielmenteel jaramago erige gualdas flautas,hímnicos cantos.

¿Qué esperas del oráculo, Pablo García Baena,si tu vida es recuerdo, tapiado columbariodonde un cadáver se deshacecelosamente embalsamado por ti de algalias olorosasy están tus pasos numerados como un libroque dudoso repasas a la lámparay donde sólo falta el colofóny las exequias en final viñeta?¿Qué intentas que te diga esa velada Pitia,esa obstinada esperanza furiosaque se remueve como alimaña entre el heno segado,si para ti ya ha muerto el amor y los díasson naipes que abandonas de un juego ya perdido?¿Qué haces en la noche de Delfos,junto al abismo que arañan los olivos,con el lejano pavés del mar sagradocentelleante a la indecisa lunay el canto de los alemanes de un <<tour>>profanando la calma augusta de las piedras?Si ya el aviso de la anocheciente cornejasonó lóbregoy Apolo huyó de ti llevándose la luz,¿no será esta la noche del balance,noche de la balanza donde arrojes tus días,los mortales obsequios oferentes,

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solitario, pobre, casi cincuenta años,tímido, huraño, callado y sonrientePablo García Baena?Despójate del íntimo pingajo,del último jirón, tiernos haraposenmadreciendo heridas, zarpas, gritos,y avanza solo en noche hacia el enigma,desnudo hacia la voz, al desoladocarril del destino. Miente, habla,silente trípode.

De Antes que el tiempo acabe (1978)

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CÓRDOBAA Carlos Castilla

<<¿ A quién pediremos noticias de Córdoba?>>Porque las piedras que amabas a la tarde han sido derribadas,talados los cipreses y su claustro de salmos silencioso, destruidos los arcos,el capitel rodó sobre la ortigay los artesonados aplastaron blasones,soberbia, yelmos, gules…Corrió la lagartija sobre lisesy las manos falaces arrasaron vergeles,enmudeció la esquila en la espadaña,abatieron dinteles, picaron tracerías, hundieron hornacinay a la venta pusieron atauriques,teselas, surtidores, plata ilustre de ofrendas,y cobraron monedas de la traición tus hijos,subastaron tus lágrimas, oh madre, patria mía.

No había más belleza en este mundo. Por las calles de cal, cuando furtivaajena sombra iba enamorada,incansable de sol a sol,tejiendo el embeleso de luna a luna,telones de murallas, celosíasde altas clausuras,palmas de sombra sobre tapias blancas,era ya sólo amor el escenario,la letanía armoniosa de los nombres:Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo, Plaza de los Aguayos, Piedra Escrita,Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo.¿Qué ramos de tristeza los naranjos al cielo levantaban?¿Qué soledad y sus arpas de relenteenfriaban heridas como joyas?Fuentes cegadas, oigo vuestros caños por la memoria,vivas gargantas sollozantes.Palpo el mármol, los fustes, las verdinassobre bronces ecuestres. Aromas como anillosciñen nupcias, suben por galerías desvaídas:jazmín morisco, lilas, ajedrea.Edén siempre perdido,concédeme el recuerdo y su llave de niebla.

Don Luis se alejó por la calleja,el Duque miró el ángel dorado del ocaso,volvió al baño Lucano y tus hijosde la campiña fueron a trabajar a Dusseldorf.Amarillas banderascomo présagas aves codiciosasenlutaron terrazas. Usura y avariciala heredad repartieron destruyéndola,dividieron tu luto,echaron suertes

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sobre el solar patricio,fonsque sophiaemientras te disfrazan percalinaspara el siniestro carnaval turístico,oh inmortal, eterna, augusta siempre,oh flor pisoteada de España.

De Antes que el tiempo acabe (1978)

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MONTHE ATHOS

Volvíamos En la barca,la santa montaña de Athos alejándose al amanecercon la belleza dormida en sus oscuros árboles,nido de águilas rojas en la esmaltaría de los santorales.Volvíamos desde el escalonado promontoriodonde Vatopedi asciende al rezo de las cúpulassignando de cruces patriarcales el mar creadory donde el duro pan y el queso polvorientosobre dispuesta mesamuestran aún al huésped la magnanimidad de los Paleólogos.

Grafía de los remos hundiéndoseen el meandro vivo de la espumaal impulso de los remeros.Sentados en la tabla como en cátedras de tristezalos popes canos, rígidos de lutodistraen entre los dedos el ámbar de las sartas.

Sólo el joven diácono de manto azul como San Juan de Patmosalza la frente rubia a la mañana;puro y agreste acepta el brillo de las dagas en el agua.Junto a la playa, en Ieryssos, los mílites esperan,vigilan sacros comercios ilegales,trueques míserosde vítreos mosaicos, iconos, menologios.Registran a los hieráticos monjes solemnes en el desdény una mano desgarra la talar vestidura del diáconoque baja la cabeza en el pudor del reo y la inocencia:apareció su pecho como un oro carnal de iconostasios.

Fieles guirnaldas fugitivas (1990)

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PLAZA DEL POETA JUAN BERNIER

Sería imposible invocarte desde la aflicción,desde el rincón de mármoles y musgodonde la umbría tira con mano húmedade tu mano de siembra, de tu mano con pulsode corazón abierto y pródigo.Porque la muerte era para ti un deseo demasiado pretenciosoalejado en la lluvia de los días distintos,como distintos son los cuerpos de oro y de hiel que amamosjóvenes, en tacto, en roce, en consumación.Tampoco podríamos acompasar las flautas en tu ofrendahasta la puerta que vela lo oscuro,ni dejar esa flor en el umbral que cierran las rasillas,no eras tú poeta de lo etéreosino hombre de sedy amabas en los dioses a los hombrescon su destino áspero y hermoso.Vano sería el ayuno, el recitar de una plegaria,y mis labios están cerrados a la oración,porque tú eres ya la sombra del dios en su eclipse,y no quiero ser el escriba sentado en el luto,Ricardo, Juan,sino el amanuense textual de los días de solcuando la vida era un vino frescoy la entrega un cintillo de promesas rientes.Buscando la taberna más recóndita,el mercenario abrazo furtivo, como entonces,bajaré hasta tu plaza esta noche sin luna y sin presagios.Allí donde crece el naranjo y está el bancoen que tú la esperaste.

Fieles guirnaldas fugitivas (1990)

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Una luz vigila en la noche. Acerquémonos al poeta en el momento de la creación. Sí, lo veo,

está solo. Y lo imaginas, como tú tantas veces, bajo la cruda lámpara en altas madrugadas. La

noche, auspiciadora de embelecos, iluminada por la llama de amor viva en la noche de los místicos,

oscurecida por el capuz de las nubes en la noche lúgubre de los románticos. La noche de sombras de

Poe, la noche de amadas inmóviles de Bécquer,la noche que ríe descarada en las tabernas de Catulo,

acompaña desde los libros el reducido cuarto. Y nos acordamos, en la indecisión de las líneas

escritas sobre el papel blanco, de la cita de Lamartine: Musa, contempla a tu víctima.

Así solitario y rebelde hasta con su propio creador, de tal forma es humano, irá naciendo el

poema. En busca de ese don disputado avaramente, escatimado a veces, se moverá el poeta

obstinado y sonámbulo por su cubil de sombras: allí están el amor y la soledad y la muerte. El poeta

los revive fúlgidamente como en aquellas viejas fotografías iluminadas por un fogonazo de

magnesio. A veces es la luz cruel y devastadora la que ilumina por dentro la carne del poema. Otras,

por el contrario, la tristeza irá dorando suavemente de otoño las suaves ruinas de los días. Mas la

frontera entre realidad–arte y ficción–vida es mínima y el poeta llega a crear un engaño veraz. Tan

veraz que Ortega y Gasset escribe que el poeta aumenta la realidad.

De Poética de creación (1994)

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CANTORAL DE OTOÑO

Viví siempre en Córdoba en la colación del apóstol [San Andrés], cerca de su iglesia. Allí un

inmenso altar barroco, de traza de Pedro Duque Cornejo, es también como un otoño de vendimias

reptando por las columnas salomónicas y los repisones donde ángeles mancebos pesan, en un abrir

y cerrar de ojos, deseos y consumaciones. Y era en ese último día de noviembre la liturgia grave y

martirial, con casullas solemnes de un rosa plateado de sangre desvaída, sangre antigua vertida que

los siglos han convertido en ormesí de gloria. Todo humo, ceniza, niebla, incienso, otoño. la

trompetería del órgano y los coros cantaban, fuera también el viento, la salutación del aspa de

suplicio en la voz de Jacobo de Vorágine:<<Cruz preciosa adornada de miembros sacros mejor que

de aljófares ricos…>> Rígido de brocado, el procónsul Egeas presencia el tormento, como en una

tabla de Pedro Romana y alguien se arrodilla alanceado por la gracia de un sol que enriquece,

violeta, las vidrieras ( pp.18–9).

VICENTE ALEIXANDRE Y CÓRDOBA

No olvidó Vicente a Córdoba, <<serena y celeste>>. ¿Y cómo habría de olvidarla si tenía siempre,

junto a él, acechándole, el retratote don Luis de Góngora? Halagaba a Vicente que los visitantes repararan en

su parecido con don Luis: la calva de pórfido, según Dámaso, la boca desdeñosa, la nariz en fina curva, las

saetillas de los ojos, oscuras en el cordobés, traspasadas de mar y oleajes en Vicente.

El hogar de la poesía española que era la casa de Vellintonia, 3, se abrió a la visita espaciada,

discreta de los poetas cordobeses y el escenario imborrable entró en nuestras vidas: el cedro oscuro y alto

meciendo claror y noche sobre la tapia escueta, la reja que daba paso al jardín y su pórtico y, una vez dentro,

la simplicidad casi monacal del mobiliario. En homenaje a una luz y a unas tierras distantes, sobre una

bandeja cercana, se ofrecía un vino andaluz y delgado para regalo nuestro. Y siempre una pregunta:¿Y

Córdoba? (pp. 62–3).

De Los libros, los poetas, las celebraciones, el olvido (1995)

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EL CONCIERTO

Los músicos eslavos desanudaron sus corbatas de lazoy guardaron la música en los estuches carmesíes.Atardecer y brisasonaban en las copas vacías sobre manteles blancos,bebidos ya los vinosque dejaban en los labios amargura y deseo.No, esto no es el Concierto Campestre de Giorgione.

Reían las mujeresen lejanía cercana de la umbrosa alamedadonde el río es espejo de carnales espumas.Y una palabra sola ¿quién la dijo?¿qué voz hizo el conjuro?,¿quién convocó el grave andante de los tiempos?,quedó flotante, luna roja ascendenteen sonoro silencio:Ecbatana.Se hizo la noche claveteada de crueles estrellascomo la armadura de un guerrero medoque la muerte acechara.

El joven violinista del cabello revuelto,la mano del arco en el regazo amadodice: tal vez sea la música,igual a esa palabra almenada,sólo misterio y precisión.

De Los Campos Elíseos (2006)

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MUSEO

Había un vaso de lilaspintadas, goteantesen aquel lienzo de la Frick Collection.No eran las que comprarami madre, recién alba,en el huerto de Cobos.Mas olían a infancia y a pupitre,abriendo alguna puertaa ese país secreto, amargo y dulce.

De Los Campos Elíseos (2006)

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EDAD

Si yo fuera mayor,lo cual parece casi imposible,amaría los ríos limpios entre las aneas,el arco de las truchas,las ocas paseando una tras otra tras la orilla,bobas y solteras como señoritas puritanas,la campana sonando lejana en la heredad,todo como lo viera alguna vezen un paraje nórdico.Y allí, bajo el árbol de la vida,sentarme a leer un libro hermoso,ya leído.

Pero sí, soy mayory amo aun lo que apenas si recuerdo:la madrugada alta y su ginebra,la nuca que termina en rizo últimoentre tus dientes,despertar con el alba y con el miedode no saber quién duerme entre las sábanas,la ola blanca y fría dejándome en el cuerpola escarcha de los christmas,su ventura augural del año nuevo.Y a la mañana al sol, junto a la barca,leer el mismo libro de mis días.

De Los Campos Elíseos (2006)

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LOS PATIOS

El patio surge espontáneo y libre en todos los barrios: Por Santiago, en las calles con los

viejos nombres del Sol, de las Siete Revueltas, del Tinte. El Alcázar Viejo, los aprisiona de murallas

en San Basilio, Martín de Roa, Postrera, San Francisco, en sus calles gremiales, Armas, Lineros,

Sillería. Estrechez mosaica en las esquinas de la Judería, en Albucasis, en Manríquez. Por San

Lorenzo, el agua delgada de las cañas riega las altas macetas de colgar en Escañuelas, Montero,

Buenos Vinos, Anqueda, Palomares. Recintos que recata la celosía de las enredaderas en Santa

Marina, calles de los Moriscos, los Marroquíes, con su casa de paso hacia el albero de La Lagunilla.

Las llaves de San Pedro abren, sobre las tapias, el racimo del pitiminí y las mosquetas, el árbol del

paraíso, el denso olor caliente de las acacias por las Almonas, el Baño Bajo, la Palma, el naranjal de

la Magdalena, la plaza de las Tazas. Gravedad de los siglos pesando en el reloj catedralicio por

Santa Clara, la Encarnación, la calleja del Tesorero. Toda Córdoba patio. Toda Córdoba atrio de

Roma, edén árabe, huerto judío y si alguien puede llamar suyas las rosas, será esta Córdoba de los

mayos felices, de las noches largas como miradas de fiesta (pp. 35–36).

AHORA QUE LOS DÍAS PASAN ÁGILES

Árboles de la sierra que nos visteis pasar…así sonaba la voz de Ricardo Molina cruzando

los bosques del tiempo. Sí, ramajes oscuros en rodil de lanzas del castañar cercano a Piedrahita,

madroñales de bolas rojas, ebrias por el aleteo de los abejarucos, almezos alzados en mástiles

solares para el descanso del zorzal y del herrerillo. Senderos de cabras ascendiendo por el monte

hasta Pino Galano, trochas de la cuesta de la Traición, atajos de Piquín y de la Aguardentera.

Veneros, alcubillas, fuentes del Arco, del Elefante, de la Encantada, aguas vírgenes, derramantes,

bebidas en las manos de los que amábamos. Lagares, en tierras albarizas, de Sandua, la herrumbrosa

veleta del Ángel con giro chirriante de octubre, Alto Paseo sangriento en la noche de los migueletes,

Rosal de Tres Palacios, aljibe y manadero para la sed del ganado, cencerros lagrimeantes al

atardecer. Ofrecía la sierra la bandeja fresca de hojas con las bayas del ojiacanto, de moras zarzales,

de uvas agraces; la flora menuda e inocente de las églogas: el tomillo, los juncos, la torvisca. Toda

Santa María de Trassierra, río y arroyos, montañas y caseríos, palmo a palmo, en universo que ya

habitarás siempre, paisaje interior al que te asomas en desasosiego, y es una mano que calma fiebres

y desencanto (pp. 22–23).

De Córdoba (2009)

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Los patios de Córdoba, patios populares encalados, de líneas azules enmarcando resaltes de arcos y

pozo comunal de aguas dulces, patios monásticos de clausura, con virginales trompeteros abriendo sus

azucenones blancos sobre la cara líquida del aljibe, patios nobles de mármoles y macetas de hortensias, con

el surtidor elevando su llanto como un triunfo angélico. Se ha dicho que el patio es legado de Roma, de la

Urs quadrata, y aún anterior, frecuente en las culturas mediterráneas, pero su recato, su retraído pudor

luminosa que solo se entrega tras el portal en penumbra es árabe, con esa sed que suena en las fuentes de taza

baja y honda, en los pilares adosados al muro de la dama de noche, en los canalillos que riegan arriates de

negra tierra madre. El agua, que en El Collar de la Paloma <<apaga el ardor amoroso de las brasas>> y que

en Villaespesa corre doliente <<para que algún sediento corazón se la beba>>.

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