segunda máxima

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SEGUNDA MÁXIMA En el tercer párrafo de la tercera parte del Discurso del Método, de Descartes, se trata el tema de la moral. La tesis defendida por Descartes consiste en ser uno en sus acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosa. Por lo tanto debemos realizar resueltamente lo que hemos decidido aunque no estemos de ello totalmente seguro. Descartes nos propone la acción a la parálisis aunque cometamos un error. Para defender esta postura, éste nos plantea que la vida nos obliga continuamente a elegir y a actuar, y esto no admite demoras. Otro argumento que nos presenta es la analogía del viajero perdido en un bosque: Imitando en esto a los viajeros que, encontrándose extraviados en algún bosque no deben vagar errantes dando vueltas, de un lado para otro, ni aún menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más recto que puedan hacia un mismo lado, y no cambiar el rumbo por débiles razones, aún cuando no haya sido tal vez sino solo el azar el que les haya determinado a escogerlo, pues, de esa manera, si no llegan precisamente a donde desean, al menos acabarán por llegar finalmente a alguna parte, en donde probablemente estarán mejor que en medio de un bosque.

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Segunda máxima de Descartes.

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Page 1: Segunda máxima

SEGUNDA MÁXIMA

En el tercer párrafo de la tercera parte del Discurso del Método, de Descartes, se trata el tema de la moral. La tesis defendida por Descartes consiste en ser uno en sus acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosa.

Por lo tanto debemos realizar resueltamente lo que hemos decidido aunque no estemos de ello totalmente seguro. Descartes nos propone la acción a la parálisis aunque cometamos un error.

Para defender esta postura, éste nos plantea que la vida nos obliga continuamente a elegir y a actuar, y esto no admite demoras. Otro argumento que nos presenta es la analogía del viajero perdido en un bosque: Imitando en esto a los viajeros que, encontrándose extraviados en algún bosque no deben vagar errantes dando vueltas, de un lado para otro, ni aún menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más recto que puedan hacia un mismo lado, y no cambiar el rumbo por débiles razones, aún cuando no haya sido tal vez sino solo el azar el que les haya determinado a escogerlo, pues, de esa manera, si no llegan precisamente a donde desean, al menos acabarán por llegar finalmente a alguna parte, en donde probablemente estarán mejor que en medio de un bosque.