schopenhauer - sobre la voluntad en la naturaleza

12

Click here to load reader

Upload: andrestorrese7323

Post on 01-Oct-2015

48 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Sobre la Voluntad en la Naturaleza

TRANSCRIPT

  • Sobre la voluntad en la naturaleza

    ARTHUR SCHOPENHAUER

    (2002, versin del sitio)

    El rasgo fundamental de mi doctrina, lo que la coloca en contraposicin con todas las que hanexistido, es la total separacin que establece entre la voluntad y la inteligen cia, entidades quehan considerado los filsofos, todos mis predecesores, como inseparables y hasta comocondicionada la voluntad por el conocimiento, que es para ellos el fondo de nuestro serespiritual, y cual una mera funcin, por lo tanto, la voluntad del conocimiento. Esta separacin,esta disociacin del yo o del alma, tanto tiempo indivisible, en dos elementos heterogneos, espara la filosofa lo que el anlisis del agua ha sido para la qumica, si bien este anlisis fuereconocido al cabo. En mi doctrina, lo eterno e indestructible en el hombre, lo que forma en lel principio de vida, no es el alma, sino que es, sirvindonos de una expresin qumica, elradical del alma, la voluntad. La llamada alma, es ya compuesta; es la combinacin de lavoluntad con el nouz, el intelecto. Este intelecto es lo secundario, el posterius del organismo,por ste condicionado, como funcin que es del cerebro. La voluntad, por el contrario, es loprimario, el prius del organismo, aquello por lo que ste se condiciona. Puesto que la voluntades aquella esencia en s, que se manifiesta primeramente en la representacin (mera funcincerebral sta), cual un cuerpo orgnico, resulta que tan slo en la representacin se le da acada uno el cuerpo como algo extenso, articulad o, orgnico, no fuera ni inmediatamente en lapropia conciencia. As como las acciones del cuerpo no son ms que los actos de la voluntadque se pintan en la representacin, as su substracto, la figura de este cuerpo, es su imagen enconjunto; y de aqu que sea la voluntad el agens en todas las funciones orgnicas del cuerpo,as como en sus acciones extrnsecas. La verdadera fisiologa, cuando se eleva, mustranos loespiritual del hombre (el conocimiento), como producto de lo fsico de l, lo que ha demo stradocual ningn otro, Cabanis; pero la verdadera metafsica nos ensea que eso mismo fsico no esms que producto o ms bien manifestacin de algo espiritual (la voluntad) y que la materiamisma est condicionada por la representacin, en la cual tan s lo existe. La percepcin y elpensamiento se explicarn siempre, y cada vez mejor, por el organismo; pero jams serexplicada as la voluntad, sino que, a la inversa, es por sta por lo que el pensamiento seexplica, como lo demuestro en seguida. Estable zco, pues, primeramente la voluntad, comocosa en s, completamente originaria; en segundo lugar su mera sensibilizacin u objetivacinel cuerpo; y en tercer trmino el conocimiento, como mera funcin de una parte del cuerpo.Esta parte misma es el querer conocer (Erkennenwollen, la voluntad de conocer) objetivado(hecho representacin), en cuanto necesita la voluntad para sus fines, del conocimiento. Masesta funcin condiciona, a su vez, el mundo todo, como representacin y con ste al cuerpomismo, en cuanto objeto perceptible y hasta a la materia en general, como existente no msque en la representacin. Porque, en efecto, un mundo objetivo sin un sujeto en cuyaconciencia exista, es, bien considerado, algo eternamente inconcebible. El conocimiento y l amateria (sujeto y objeto), no son, pues, ms que relativos el uno respecto al otro, formando elfenmeno. As como queda la cuestin, como no haba estado hasta hoy, merced a mialteracin fundamental.

    Cuando obra hacia afuera, cuando se dirige a un obje to conocido, llevada por el conocimiento al, reconocen entonces todos a lo que es aqu activo como tal voluntad, recibiendo en tal casoeste nombre: Pero no es menos voluntad lo que obra activamente en los procesos internos,que presupuestas cual condicin aquellas acciones exteriores, crean y conservan la vidaorgnica y su substracto, siendo labor suya tambin la circulacin de la sangre, la secrecin yla digestin. Mas por lo mismo de que slo se la reconozca como tal voluntad all, dondedejando al individuo de quien brota, se dirige al mundo exterior, representndoselo cualpercepcin precisamente para dirigirse a l, por esto es por lo que se ha considerado alintelecto como la materia de que consta, pasando ste, por lo tanto, como lo capital de lo queexiste.

    Lo que ante todo hace falta, es distinguir la voluntad del albedro (Wille y Willkhr), teniendo encuenta que puede existir aqulla sin ste, como lo presupone mi filosofa toda. Albedro sellama a la voluntad cuando la alumbra el intelecto, siendo, por lo tanto, las causas que le

  • mueven a motivos, es decir, representaciones, lo cual, expresado objetivamente, quiere decirque la influencia del exterior, que es lo que ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro. Cabedefinir el motivo diciendo que es un excitante exterior bajo cuyo influjo nace al momento unaimagen en el cerebro, imagen por cuya mediacin cumple la voluntad el efecto propio, que esuna accin vital extrnseca. En la especie humana puede ocupar el lugar de esa imagen unconcepto que se ha sacado de anteriores imgenes de esa clase, por remocin de diferenciasy que en consecuencia no es ya sensible sino designado y fijado no ms que con palabras. Porlo mismo que la eficacia de los motivos en general no va ligada al contacto, pueden medir susfuerzas influencias, unos con otros sobre la voluntad, esto es, que cabe que se produzcaeleccin. Limtase sta, en el animal, al estrecho crculo de lo que tiene presente a los sentidos;en el hombre, por el contrario, tiene por campo el amplio espacio de lo por l pensable, losconceptos. Por esto es por lo que se designan cual arbitrarios los movimientos que no sesiguen, como los de los cuerpos inorgnicos, a causas, en el sentido estricto de la palabra, niaun a meros excitantes, como en las plantas, sino a motivos. Estos, empero, presuponenintelecto, como medio que es de los motivos, medio por el que se verifica aqu la causacin, noobstante su necesidad toda. Cabe designar tambin fisiolgicamente la diferencia entreexcitante y motivo. El excitante (Reiz) provoca la reaccin inmediatamente, en cuanto stasurge de la parte misma sobre que aqul obra; el motivo, por el contrario, es un excitante quetiene que dar un rodeo por el cerebro, donde nace, bajo su influjo, una imagen que e s la que enprimer lugar provoca la reaccin subsiguiente, llamada volicin. La diferencia entremovimientos voluntarios e involuntarios, refirese pues, no a lo esencial y primario, que es enambos casos la voluntad, sino meramente a lo secundario, la pro vocacin de la exteriorizacinde la voluntad, o sea si se cumple dicha exteriorizacin por el hilo de las causas propiamentetales, o de los excitantes, o de los motivos, es decir, de las causas llevadas por el intelecto. Enla conciencia humana, que se d iferencia de la de los animales en que contiene, no slo purasrepresentaciones sensibles, sino adems conceptos abstractos, que independientes dediferencia de tiempo, obran a la vez y conjuntamente, de donde puede surgir deliberacin oconflicto de motivos; en la conciencia humana, digo, entra el albedro en el ms estricto sentidode la palabra, el que he llamado decisin electiva (Wahlentscheidung), y que no consiste msque en que el motivo ms poderoso para un carcter individual dado venza a los dem sdeterminando el acto, lo mismo que un choque es dominado por un contrachoque ms fuerte,siguindose la consecuencia con la misma necesidad con que se sigue el movimiento de lapiedra chocada. Sobre esto hllanse acordes todos los grandes pensadores de l os tiempostodos, siendo tan cierto esto como que la gran masa jams ver ni comprender la verdad deque la obra de nuestra libertad no hay que buscarla en las acciones aisladas sino en nuestraesencia y existencia. Todo lo cual lo he dejado expuesto del modo ms claro posible en miescrito acerca del libre albedro.

    El liberum arbitrium indiferenti es inaceptable como nota diferencial de los movimientosbrotados de la voluntad, pues es una afirmacin de la posibilidad de efectos sin causa.

    Una vez que se ha logrado distinguir la voluntad del albedro, considerando a este ltimo comouna especie o manera de manifestacin de aquella, no habr dificultad alguna en ver tambin ala voluntad en los actos inconscientes. El que todos los movimientos de nuestro c uerpo, hastalos meramente vegetativos y orgnicos, broten de la voluntad, no quiere decir en maneraalguna que sean arbitrarios, pues esto equivaldra a decir que son motivos lo que losocasionan. Pero los motivos son representaciones, cuyo asiento es el cerebro, y slo las partesque reciben de ste nervios pueden ser por l movidas por motivos, y slo a este movimientollamamos arbitrario. Los de la economa interna del organismo, por el contrario, guanse porexcitantes, como los de las plantas, sin ms diferencia que la de que la complicacin delorganismo animal, as como hizo necesario un sensorio exterior para la comprensin delmundo externo y la reaccin de la voluntad sobre l, as tambin ha hecho necesario uncerebrum abdominale, el sistema nerv ioso simptico, para dirigir la reaccin de la voluntad alos excitantes internos. Cabe compararlos, el primero al ministerio de Estado, y al deGobernacin el segundo, quedando la voluntad como el monarca, en todo presente.

    Los progresos de la fisiologa desde Haller han puesto fuera de duda que se hallan bajo ladireccin del sistema nervioso no slo las acciones extrnsecas acompaadas de conciencia(funciones animales), sino tambin los procesos vitales enteramente inconscientes (funcionesvitales y naturales), estribando la diferencia en el respecto de la conciencia, no ms que en que

  • las primeras se guan por nervios que salen del cerebro, y las segundas por nervios que nocomunican directamente con aquel centro capital del sistema nervioso, centro end erezadohacia fuera sobre todo, sino que se comunican con pequeos centros subordinados, los nodosde nervios, ganglios y sus tejidos, que estn cual gobernadores de las diferentes provincias delsistema nervioso, dirigiendo los procesos internos por inter nas excitantes, as como el cerebrodirige las acciones externas guindose de motivos externos; ganglios que reciben impresionesdel interior y reaccionan a medida de ellas, as como el cerebro recibe representaciones yconforme a ellas se decide, limitnd ose, por lo dems, cada uno de aqullos a un estrechocrculo de accin. En esto descansa la vita propria de cada sistema, respecto a la cual deca yaVan Helmont que cada rgano tiene su yo propio. De aqu se explica tambin la vidapersistente, en las partes seccionadas, en insectos, reptiles y otros animales inferiores, cuyocerebro no predomina sobre los ganglios de cada parte, e igualmente se explica el quediversos reptiles vivan semanas y hasta meses despus de habrseles quitado el cerebro.Sabemos tambin por la ms segura e experiencia que en las acciones guiadas por el centrocapital del sistema nervioso y acompaadas de conciencia, el agente propiamente dicho es lavoluntad, conocida por nosotros en la ms inmediata conciencia y muy de otro modo que elmundo exterior; y no podemos, por lo tanto, menos que admitir que son igualmentemanifestaciones de la voluntad las acciones que brotando lo mismo de aquel sistema nervioso,estn bajo la direccin de sus centros subordinados, acciones que mantienen en duraderamarcha el proceso vital, si bien nos es completamente desconocida la causa de que no vayanacompaadas, como las otras, de conciencia; y sabemos que la conciencia tiene su asiento enel cerebro, confinndose, en consecuencia, a aquellas partes cuyos nervios van al cerebro ycesando en ellas si dichos nervios son cortados. As es como se explica por completo ladiferencia entre lo consciente y lo inconsciente, y con ello lo que media entre lo voluntario y loinvoluntario en los movimientos del cuerpo, sin que quede razn alguna para suponer losdiversos orgenes del movimiento, puesto que principia praeter necessitatem non suntmultiplicanda. Es todo esto tan luminoso, que mirando la cosa libre de prejuicios, desde estepunto de vista aparece casi cual un absurdo el querer hacer del cuerpo el criado de dosseores, en cuanto se haga derivar sus acciones de dos fuentes fundamentalmente diversas,atribuyendo a la voluntad los movimientos de los brazos y piernas, de los ojos, de los labios, dela garganta, lengua y pulmones, de los msculos, de la cara y del vientre, y por el contrario losdel corazn, las arterias, los peristlticos de los intestinos, los de succin de las vellosidadesintestinales y de las glndulas y todos los que sirven a las secr eciones se hagan derivar de unmuy otro principio, desconocido para nosotros y siempre oculto, al que se le designa connombres tales como vitalidad, arqueo spiritus animalis, fuerza vital, impulso formador...,nombres que dicen tanto como X. En las secrec iones, muy en especial, no cabe desconoceruna cierta eleccin de lo que a cada una conviene, y, en consecuencia, albedro del rgano quelo cumple, eleccin que ha de apoyarse en una cierta oscura sensacin, mediante la cual cadargano segregador saca de la misma sangre la secrecin que le cuadra y no otra. As sucedeque de la sangre circulante el hgado no chupa ms que bilis, dejando lo dems de aqulla; lasglndulas salivales y el pncreas slo saliva; los riones, slo orina; los testculos, esperma tanslo, etc. Pudese, pues, comparar a los rganos secretores con diferentes ganados quepastan en la misma pradera sin coger uno de ellos ms que la hierba acomodada a su apetito.

    Notable e instructivo es el ver cmo el ilustre Treviranus, en su obra L os fenmenos y leyes dela vida orgnica, se esfuerza por determinar en los animales ms bajos, infusorios y zofitos,cules de sus movimientos sean voluntarios y cules automticos o fsicos, como l los llama,es decir, meramente vitales, partiendo para ello del supuesto de que tiene que habrselas condos fuentes de movimientos originariamente diferentes una de otra, cuando la verdad es quetanto unos movimientos como otros salen de la voluntad, consistiendo la diferencia toda queentre ellos media en si han sido ocasionados por excitante o por motivo, es decir, si hanmediatizado o no por un cerebro, pudiendo el excitante ser, a su vez, externo o interno. Enmuchos animales ms elevados en la escala zoolgica, crustceos y hasta peces, seencuentra Treviranus con que concurren los movimientos voluntarios y los vitales, v. gr., en lalocomocin con la respiracin, clara prueba de la identidad de su esencia y origen. Dice en lapg. 188: En la pg. 288, dice: Aqu se ve cmo se confunden los lmites de los movimientosque brotan de la voluntad con los de aquellos otros, al parecer extraos a ella. En la pg. 293:

    Hay an algunos ejemplos de que brotan igualmente de la voluntad los movimientos porexcitante (los involuntarios) y los debidos a motivos (volun tarios), entrando aqu los casos en

  • que un mismo movimiento se debe, ya a excitante, ya a motivo, como, v gr., la contraccin dela pupila. Suele verificarse sta por excitante que es el aumento de luz, y por motivo, siempreque nos esforzamos por examinar un objeto, bien pequeo o lejano, porque la contraccin de lapupila efecta visin clara ms de cerca, pudiendo darle mayor claridad an si miramos por unagujero hecho con una aguja, y dilatamos, por la inversa, la pupila cuando queremos ver enlontananza. Y no han de brotar de fuentes fundamentalmente diversas, por alternativa,movimientos iguales del mismo rgano. E. H. Weber en su programa, additamenta ad E. H.Weberi tractatum de motu iridis, Lipsi, 1823, nos cuenta que ha descubierto en s mismo lafacultad de dilatar y contraer a voluntad la pupila de un ojo, dirigida a un solo y mismo objeto,mientras queda cerrado el otro ojo, lo cual hace que se le muestre el objeto ya claro, yaindistinto. Tambin Juan Mller trata de probar en su Manual de Fis iologa que la voluntad obrasobre la pupila.

    La idea de que las funciones vitales y vegetativas llevadas a cabo sin conciencia tienen por sums intimo motor a la voluntad, es una idea que se confirma adems por la consideracin deque aun el movimiento, reconocido como voluntario, de un miembro, no es ms que el ltimoresultado de una multitud de alteraciones precedentes en el interior de ese miembro,alteraciones que no llegan a la conciencia ms que aquellas otras funciones orgnicas, siendomanifiesto, no obstante, que son aquello sobre que acta desde luego la voluntad, siendo elmovimiento del miembro no ms que una consecuencia. Mas como quiera que permanece tanextraa a ello nuestra conciencia, procuran los fisilogos hallar mediante hiptesis la maneracmo se contraen las fibras musculares por una alteracin en el tejido celular del msculo, enque mediante una sedimentacin de la sangre resulta suero, cumplindose todo ello pormediacin del nervio, movido por la voluntad. Y as es como aqu tam poco llega a conciencia lamodificacin que parte de la voluntad, sino tan slo su remoto resultado, y aun estopropiamente no ms que por la intuicin de espacio del cerebro, intuicin con que serepresenta al cuerpo todo. Pero lo que jams han llegado a ver los fisilogos en el camino desus investigaciones e hiptesis experimentales, es que sea la voluntad el ltimo miembro deesta serie causal, ascendente, verdad que han conocido muy de otra manera. Hselessugerido la clave del enigma desde fuera de la investigacin emprica, gracias a la felizcircunstancia de que es aqu el investigador mismo lo que hay que investigar, el investigadorque experimenta el secreto del proceso interno, pues en otro caso tendra que detenerse suexplicacin como las de los dems fenmenos, ante una fuerza inescrutable. Y si guardramosrespecto a todo fenmeno natural la misma relacin interna que con nuestro organismoguardamos, acabara la explicacin de cada fenmeno natural y de las propiedades todas decada cuerpo por reverter a una voluntad que se manifiesta en ellos. No estriba la diferencia enla cosa misma, sino tan slo en nuestra relacin para con ella. Por dondequiera que llega a sufin la explicacin de lo fsico choca con algo metafsico, y dondequiera que est esto metafsicoal alcance de un conocimiento inmediato, nos dar, como aqu, a la voluntad. El que la voluntadanime y domine a las partes del organismo no movidas voluntariamente por el cerebro, esdecir, por motivos, verdad es que nos lo prueba su comu nidad de afecciones con todos losmovimientos extraordinariamente vivos de la voluntad, esto es, con los afectos y pasiones; lasrpidas palpitaciones cardacas en el placer o el temor, el rubor en la vergenza, la palidez enel terror y en el rencor disimulado, el llanto en la tribulacin, la ereccin en las imgenesvoluptuosas, la dificultad de respirar y la precipitacin de la actividad intestinal en la angustia; lasalivacin en la boca al excitarse la golosinera, las nuseas a la vista de cosas asque rosas, elavivarse la circulacin sangunea y el alterarse la calidad de la bilis en la clera, y de la salivapor una rabia sbita, en grado tal esto ltimo, que un perro irritado al colmo puede comunicar lahidrofobia con su mordedura, sin estar atacado de rabia canina, lo cual se afirma tambin delos gatos y hasta de los gallos irritados. Ocurre, adems, que puede una pena daar en lo msprofundo al organismo, obrando el terror mortalmente, y lo mismo puede daarlo un placersbito. Por el contrario, todas las modificaciones y los procesos internos todos que no serefieran ms que al conocer dejando fuera de juego a la voluntad, quedan sin influjo sobre lamaquinaria del organismo, por grandes e importantes que sean, hasta tanto que una actividaddemasiado forzada e intensa del intelecto fatigue al cerebro y agote y arruine al organismo, locual confirma, en todo caso, que el conocer es de naturaleza secundaria y no ms que lafuncin orgnica de una parte, un producto de la vida, sin que forme el ncleo interno denuestro ser, la cosa en s, sin que sea metafsico, incorpreo, eterno, como la voluntad. Esta nose cansa, no se altera, no aprende, no se perfecciona por el ejercicio, es en la niez lo que enla ancianidad, siempre una y la misma e invariabl e su carcter en cada uno. Es as como lo

  • esencial tambin lo constante, existiendo, por lo tanto, lo mismo en los animales que ennosotros, pues no depende como el intelecto, de la perfeccin de la organizacin, sino que es,en esencia, la misma en todos los animales, lo conocido ntimamente por nosotros. Por esto espor lo que tiene el animal los afectos todos del hombre: placer, tristeza, temor, clera, amor,odio, celos, envidia, etc., dependiendo la diferencia que entre los animales y el hombre mediano ms que en el grado de perfeccin del intelecto, y como esto nos llevara muy lejos; remitoal lector al cap. 19 del segundo tomo de El mundo como voluntad y representacin.

    Teniendo en cuenta las expuestas y luminosas razones en apoyo de que el agente o riginal enla maquinaria interna del organismo es precisamente la misma voluntad que gua los actosexternos del cuerpo, dndose a conocer en stos como tal, no ms que por necesitar en ellosde la mediacin del conocimiento, dirigido hacia fuera, y con co nciencia en semejante proceso,teniendo en cuenta tales razones, digo, no ha de sorprendernos el que haya, adems deBrandis, otros fisilogos que hayan reconocido ms o menos claramente en el curso de susinvestigaciones meramente empricas dicha verdad. Meckel, en su Archivo de fisiologa (tomoV, pg. 195198), llega de un modo totalmente emprico y por completo libre de prejuicios alresultado de que la vida vegetativa, la formacin del embrin, la asimilacin del alimento, lavida de las plantas, cabra considerar muy bien cual manifestaciones de la voluntad y que hastala accin del imn nos presenta apariencias de tal. , etc. El tomo es de 1819, cuando acababade aparecer mi obra, y siendo por lo menos incierto que hubiese ejercido influencia sobre l, nisiquiera que la hubiese ledo, por lo cual cuento esta manifestacin entre las confirmaciones demi doctrina emprica y sin prevencin. Tambin Burdach, en su gran Fisiologa, tomo 1, pg.259, llega del todo empricamente al resultado de que , demostr ndolo en seguida, primero enlos animales, luego en las plantas, y en los cuerpos inanimados por ltimo. Qu es, empero,el amor propio, que no sea voluntad de conservar el ser propio, voluntad de vivir? Cuando tratede la anatoma comparada, citar otro pasaje del mismo libro que confirma an msdecisivamente mi doctrina. En la tesis sostenida por el doctor von Sigriz en su promocin enMunich, en agosto de 1835 (tesis que se titula: 1. Sanguis est determinans formam organismise envolventis. 2. Evolutio organica determinatur vitae internae actione et voluntate), veo conplacer que empieza a extenderse en el ms amplio crculo de los mdicos hallando acogidaentre sus representantes ms jvenes la doctrina de la voluntad como principio de la vida.

    Tengo que citar, finalmente, una muy notable e inesperada confirmacin de esta parte de midoctrina, confirmacin que nos ha sido comunicada por Colebrooke, tomndola de la antiguafilosofa indostnica. En la exposicin de las escuelas filosficas de los indos, tal como nos lasda en el tomo primero de las Transactions of the Asiatic Society of Great Britain, 1824, dice enla pg. 110 exponiendo la doctrina de la escuela Niaya, lo siguiente: vital invisible. Es evidenteque esto de las hay que entenderlo aqu n o en el sentido fisiolgico, sino en el popular de lapalabra, siendo indiscutible, por lo tanto, que se hace derivar aqu la vida orgnica de lavoluntad. Una indicacin semejante de Colebrooke se encuentra en sus noticias sobre losVedas (Asiatic researches, vol. 8, pg. 426), donde dice:

    El haber yo reducido la fuerza vital a la voluntad no se opone, por lo dems, a la antiguadivisin de sus funciones en reproductividad, irritabilidad y sensibilidad. Sigue siendo profundaesta distincin y dando ocasin a interesantes consideraciones.

    La potencia reproductiva, objetivada en el tejido celular, es el carcter capital de las plantas y lovegetal del hombre. Cuando predomina en ste, suponmosle flema, lentitud, pereza, torpezade sentidos (beocios), si bien no siempre se confirma tal suposicin. La irritabilidad, objetivadaen las fibras musculares, es el carcter capital del animal y lo animal del hombre. Si en stepredomina, suele verse en l constancia, fortaleza y bravura, aptitud para los esfuerzoscorporales y para la guerra (espartanos). Casi todos los animales de sangre caliente y hasta losinsectos sobrepujan con mucho la irritabilidad del hombre. En la irritabilidad es en lo que conms viveza tiene el animal conciencia de su existir, y por esto e s por lo que se exalta en lasmanifestaciones de ella. En el hombre vemos un rastro de esta exaltacin en la danza. Lasensibilidad, objetivada en los nervios, es el carcter capital del hombre y lo propiamentehumano de l. Ningn animal puede compararse en esto, ni aun remotamente, con el hombre.Cuando predomina mucho da el genio (atenienses), y por esto es por lo que el hombre degenio es hombre en sumo grado. Y as es como se explica el que haya habido algunos geniosque se han negado a reconocer a los dems hombres como tales hombres, por lo montono de

  • sus fisonomas y el comn sello de vulgaridad, pues no viendo en ellos a sus iguales, caan enel natural error de creer la suya la constitucin normal. En este sentido buscaba Digenes consu linterna un hombre; el genial Koheleth dice: ; y Gracin, en el Criticn, la ms grande y mshermosa alegora que tal vez se haya escrito, dice: (1). En la misma razn estriba de hecho lapropensin, propia de los genios todos, a la soledad, a lo que tanto les emp uja, lo que de losdems se diferencian como les capacita para ello su riqueza interior. En los hombres, como enlos diamantes, slo los extraordinariamente grandes sirven para solitarios; los ordinarios tienenque estar juntos y obrar sobre la masa.

    A las tres potencias fisiolgicas fundamentales corresponden los tres gunas o propiedadesfundamentales de los indos. Tamas-Guna, torpeza, tontera, corresponde a la potenciareproductiva -RajasGuna, apasionamiento, a la irritabilidad -; y Sattva-Guna, sabidura y virtud,a la sensibilidad. Y si se aade que tamasguna es la suerte de los animales, rajasguna la delos hombres y sattvaguna la de los dioses, queda expresado de manera ms mitolgica quefisiolgica.El asunto tratado en este captulo, se trata igualm ente en el cap. 20 del tomo II de El mundocomo voluntad y como representacin, captulo titulado: . Recomindolo como ampliacin de loaqu dicho. En los Parerga corresponde al par. 94 del tomo II.

    2. ANATOMA COMPARADA

    Deducindolo de mi proposicin de que la cosa en s de Kant, o sea el ltimo substracto detodo fenmeno, sea la voluntad, haba derivado no tan slo el que sea la voluntad el agente entodas las funciones internas e inconscientes del organismo, sino tambin el que ese mismocuerpo orgnico no es otra cosa que la voluntad dentro de la representacin, la voluntad mismaintuida en la forma intelectual de espacio. Por esto deca que as como toda volicinmomentnea aislada se muestra inmediata e infaliblemente en la intuicin externa del cuerp ocomo una accin del mismo, as tambin el querer todo de cada animal, el complejo de sustendencias todas, tiene que tener su fiel trasunto en el cuerpo mismo todo, en la constitucin desu organismo, teniendo que existir la mayor concordancia posible en tre los fines de la voluntaden general y los medios de que para la consecucin de ellos le provee su organizacin. O,dicho en cuatro palabras, que el carcter total de su querer tiene que estar con respecto a lafigura y constitucin de su cuerpo en las mismas relaciones en que est cada volicin con elacto vital conducente a ella. Tambin esto lo han reconocido como un hecho en tiemposmodernos, anatmicos y fisiolgicos pensadores, por su propia cuenta e independientementede mi doctrina, confirmndola, por lo tanto, a posteriori. Sus expresiones rinden aqu eltestimonio de la Naturaleza en pro de la verdad de mi doctrina.

    En los notables grabados , de Pander y D'Ahton, 1822, se dice en la pg. 7. lo siguiente: Loque el autor expresa aqu, con este l timo giro, es que l, como todo naturalista, ha llegado alpunto en que tiene que detenerse, por chocar con lo metafsico, que se encuentra all con loltimo conocible, ms all de lo cual escapa la Naturaleza a sus investigaciones, y all es dondeestn las inclinaciones y apetitos, es decir, la voluntad. ; tal sera la breve expresin de sultimo resultado.

    No menos expresivo es el testimonio que ha aportado a mi verdad el docto y profundo Burdachen su gran Fisiologa, donde trata de las ltimas razone s del gnesis del embrin. No puedocallar, por desgracia, que un autor tan excelente como ste, es aqu precisamente donde enmala hora y seducido Dios sabe cmo y por qu, emplea algunas frases de aquellapseudofilosofa completamente sin valor y robusta mente impuesta, frases acerca del que diceser lo originario, siendo precisamente lo ltimo y lo ms condicionado, del que no es, segn l,, y por lo tanto, un hierro de madera. Pero en el mismo pasaje y al reaccionador influjo de lomejor de s propio, expresa la pura verdad en la pg. 710, diciendo: . Estas expresiones deBurdach, tan acomodadas a mi doctrina, recuerdan el pasaje aquel del antiguo Mahabharata,que es difcil no tomar, desde este punto de vista, por la expresin mstica de la verdad misma .Est en el canto tercero del episodio de Sunda y Upasunda, en los publicados por Bopp en1824. Brahma ha creado a Tilsttama, la ms hermosa de todas las mujeres, y la rodea de laasamblea de los dioses; Siva tiene tales deseos de contemplarla que, como e lla, recorresucesivamente el crculo, y ncenle cuatro rostros, a medida del punto de vista, es decir, segn

  • las cuatro regiones del mundo. Tal vez se refieren a esto las representaciones de Siva concinco cabezas, como Panch, Mukhti, Siva. De igual maner a y con ocasin anloga ncenle aIndra los innumerables ojos de que tiene lleno el cuerpo. El Matsya Purana hace nacer aBrahma los cuatro rostros del mismo modo, es, a saber, porque habindose enamorado deSatarupa, su hija, la mir fijamente; pero ella viendo de reojo esa mirada, la esquiv, y l,avergonzado, no quiso seguir sus movimientos, a pesar de lo cual, formsele un rostro haciaaquel lado, y como ella hiciera lo mismo, prosiguiendo en esquivarse, lleg l a tener cuatrocaras. La verdad es que hay que considerar a cada rgano cual la expresin de unamanifestacin volitiva universal, esto es, hecha de una vez para siempre; de un anhelo fijado;de un acto volitivo, no del individuo, sino de la especie. Toda figura animal es un apetito de lavoluntad evocado a la vida por las circunstancias, v. gr., siente anhelo de vivir en los rboles,de colgarse de sus ramas, de alimentarse de sus hojas, sin tener que luchar con los demsanimales, ni pisar el suelo, y este anhelo se manifiesta, de largo tiempo ya, en la figura (ideaplatnica) del animal llamado perezoso. Apenas puede andar, porque no est provisto ms quede garras; privado de todo recurso en el suelo, manjase muy bien en los rboles, apareciendoen stos cual una rama enmohecida, con lo cual evita el que le vean sus perseguidores. Perovamos a considerar la cosa ms prosaica y metdicamente.

    La evidente adaptacin de cada animal a su gnero de vida, adaptacin que se extiende hastael individuo y a los medios exteriores de su conservacin, y la exuberante perfeccin artsticade su organizacin prestan el ms rico argumento a consideraciones teleolgicas, a que deantiguo propende el espritu humano, consideraciones que llevadas a la Naturaleza inanimadahan llegado a ser el argumento de la pr ueba fsico-teleolgica. La sin excepcin finalidad, lapatente intencionalidad en las partes del organismo animal anuncian demasiado claramenteque obran en ellas no ya fuerzas naturales sin plan alguno y al acaso, sino una voluntad, cosaque cabe reconocer en serio. Pero sucede que no caba, dado el conocimiento emprico,pensar en la accin de una voluntad de otro modo que no sea dirigida por un conocer, puestoque hasta llegar a m hase tenido, como explicado queda, a la voluntad y a la inteligencia poren absoluto inseparables, llegando hasta considerar a la voluntad cual una mera operacin dela inteligencia, supuesta base del espritu todo. Deba, por consiguiente, all donde obrara unavoluntad, ser guiada por una inteligencia, y por lo tanto, aqu t ambin. Ocurre, empero, que lainteligencia, como medio que se dirige esencialmente hacia afuera, exige que una voluntadque, mediante ella sea activa, no pueda obrar ms que hacia afuera, de un ser a otro. Y deaqu el que no se buscase a la voluntad, cuy as inequvocas huellas se haba hallado, donderealmente se encontraba, sino que se la supona hacia afuera, haciendo del animal un productode una voluntad a l extraa dirigida por inteligencia que deba haber estado constituida por unconcepto final muy claro y bien pensado, e inteligencia precedente a la existencia del animal ypuesta fuera de ste con la voluntad toda cuyo producto es el animal. Y de aqu el que elanimal existiera antes en la representacin que en la efectividad, o sea en s mismo. Ta l es labase del proceso de pensamientos sobre que descansa la prueba fsico -teleolgica. Pero estaprueba no es un mero sofisma de escuela, como la ontolgica; no lleva en s misma uninfatigable y natural contradictor, como la cosmolgica; la tiene en la ley misma de lacausalidad, a que debe su existencia; sino que es esta prueba, en realidad, para los doctos loque para el pueblo la ceraunolgica (2), teniendo una apariencia tan poderosa y grande, que sehan dejado caer en ella las cabezas ms eminentes y a la vez ms libres de prejuicios, como,v. gr., Voltaire, que despus de varias dudas de toda clase, vuelve siempre a ella, sin verposibilidad alguna de traspasarla y hasta asentando cual matemtica su evidencia. TambinPriestley la reputa incontrovertible. Slo la circunspeccin y agudeza de Hume se mantienenaqu firmes; este legtimo predecesor de Kant, en sus Dilogos acerca de la religin natural, tandignos de leerse, hace observar cmo en el fondo no hay semejanza alguna entre las obras dela Naturaleza y las de un arte que obra a intento. Tanto ms grande brilla aqu el mrito deKant, lo mismo en la crtica del juicio que en la de la razn pura cuanto que l es quien hacortado el nervus probandi a esta prueba, tenida en tanto precio, as como a las otras dos. Enmi obra capital, tomo I, se halla un corto resumen de esta contradiccin kantiana a la pruebafsico-teleolgica. Por ella ha contrado Kant un gran mrito, pues nada se opone ms a unajusta visin de la Naturaleza y de la esencia de las cosas que semejante concepcin de lasmismas, cual si fuesen una obra llevada a cabo despus de prudente clculo. Y si luego unduque de Bridgewater ofrece grandes sumas como precio a fin de que se confirme y perpetetal error fundamental, trabajemos nosotros, inquebrantables, sin otro premio que la verdad,siguiendo las pisadas de Hume y de Kant. Tambin en esto se limit Kant a lo negativo, que

  • cumple su efecto todo tan luego como se le complete con un recto positivo, cual soloprocurador de satisfaccin entera, conforme a la expresin de Spinoza: as como la luz semanifiesta a s misma y manifiesta a las tinieblas, as la verdad es norma de s misma y de lofalso. Digamos, pues, ante todo: el mundo no se ha hecho con ayuda de inteligencia, y, por lotanto, no desde fuera, sino desde dentro, v entonces nos veremos obligados a mostrar elpunctum saliens del huevo del mundo. El pensamiento fsico -teleolgico de que tenga que serun intelecto el que ha ordenado y modelado la Naturaleza se acomoda fcilme nte a todoentendimiento tosco, y es, sin embargo, tan absurdo como acomodado a l. El intelecto no noses conocido ms que por la naturaleza animal, y en consecuencia, cual un principioenteramente secundario y subordinado en el mundo, un producto del ms posterior origen, nopudiendo, por lo tanto haber sido jams la condicin de su existencia, ni haber precedido unmundus intelligibilis al mundus sensibilis, puesto que aqul recibe de ste su materia. No unintelecto, sino la naturaleza del intelecto es lo que ha producido la Naturaleza. Mas he aqu queentra la voluntad como la que todo lo llena y se da a conocer inmediatamente en cada cosa,resultando aqul, el entendimiento, su manifestacin, y ella como lo originario en donde quiera.Cabe, por lo tanto, explicar los hechos todos teleolgicos partiendo de la voluntad del sermismo en quien se verifican.

    Debiltase ya, por lo dems, la prueba fsico -teolgica con la observacin emprica de que lasobras del instinto animal, la tela de la araa, el panal de las abejas, la vivienda de los trmites,etc., se nos presentan cual si fuesen hijas de un concepto final, de una amplia previsin ydeliberacin racional, cuando en realidad son obra de un ciego instinto, esto es, de unavoluntad no guiada por inteligencia, de donde se sigue que no es seguro lo que de semejantedisposicin se deduce, basndolo en tal modo de ser las cosas. En el cap. 27 del segundotomo de mi obra capital, se hallar una prolija consideracin acerca del instinto. Ese captulo,con el que le precede acerca de la teleologa, pueden utilizarse cual complemento de todo lotratado aqu.

    Examinemos ms de cerca la precitada adaptacin de la organizacin de cada animal a sumanera de vivir y a los medios de conservar su existencia. Ocurre aqu, desde luego, lapregunta de si es la manera de vivir la que se regula segn la organizacin o sta segnaqulla. Parece, a primera vista, que sea lo primero lo exacto, puesto que en el orden deltiempo precede la organizacin a la manera de vivir, creyn dose que el animal ha adoptado elgnero de vida a que mejor se acomoda su estructura, utilizando lo mejor posible los rganoscon que se hall; que el ave vuela porque tiene alas, el toro embiste porque tiene cuernos, y nola inversa. Esta opinin es la de Lucrecio:

    Nil ideo quoniam natum est in corpore, ut uti possemus; sed, quod natum est, id procreat usum

    desarrollada en el canto IV, 825-843. Slo que en este supuesto queda sin explicacin, cmolas partes totalmente diferentes del organismo de un anima l responden en conjunto a sugnero de vida, que ningn rgano estorbe a otros, sino que ms bien ayude cada uno a losdems, y que tampoco quede ninguno inutilizable, ni sirva mejor ningn rgano subordinadopara otra manera de vivir, mientras solamente l os rganos capitales hubieran determinadoaquella manera de vida que sigue el animal. Sucede, antes bien, que cada parte del animalresponde tanto a cada una de las otras partes como a su gnero de vida, v. gr., si las garrasson siempre apeas para asir la presa, los dientes sirven para desgarrar y deshacer, y el canalintestinal para digerir y los miembros de locomocin a propsito para llevarlo all donde seencuentre la tal presa, sin que quede inutilizable rgano alguno. As, por ejemplo, el osohormiguero tiene no slo largas garras en las patas delanteras para poder derribar lasviviendas de los trmites, sino tambin para poder introducirlo en dicha vivienda, un largohocico de forma cilndrica con pequea mandbula y una lengua larga, filiforme recub ierta deuna pegajosa mucosidad, lengua que mete profundamente en los nidos de los trmites,retirndola con los insectos a ella; pegados, y, por el contrario, no tiene dientes por que no losnecesita. Quin no ve que la figura del oso hormiguero se refie re a los trmites como un actode voluntad a su motivo? Hay en el oso hormiguero una contradiccin tan sin ejemplo entre lospoderosos brazos, provistos de fuertes garras, largas y encorvadas, y la total falta demandbulas para morder, que si sufriera alg una nueva revolucin la tierra sera el hormiguerofsil un verdadero enigma para las generaciones futuras que no conociesen a los trmites. Elcuello del ave es por lo regular, como el de los cuadrpedos, tan largo como sus piernas, para

  • poder alcanzar as en tierra su alimento; pero en las palmpedas es a menudo mucho mslargo porque van a buscar, nadando, su alimento bajo la superficie del agua. He visto un colibrcuyo pico era tan largo como el pjaro todo de cabeza a cola. Este colibr ira, sin duda alguna,a buscar su pitanza a alguna profundidad, aunque slo fuese la de un hondo cliz de flor(Cuvier, anat. comp., vol. IV, pg. 374), pues no se habra dado sin necesidad el lujo desemejante pico, cargando con todo su peso. Las aves de pantanos tien en patasdesmesuradamente largas para poder vadear los charcos sin sumergirse ni mojarse, yconforme a ellas cuello y pico muy largos, este ltimo fuerte o dbil, segn que tengan quetriturar reptiles, peces o gusanos, a lo que corresponden siempre las v sceras, y por el contrariono tienen tales aves ni garras como las rapaces, ni membranas interdigitales como los patos,pues la lex parsimoni natur no consiente rgano alguno superfluo. Esta ley, juntamente conaquella otra de que a ningn animal le falt e un rgano que exija su gnero de vida sino quetodos, aun los ms diversos, concuerden entre s estando como calculados para un gnero devida especialmente determinado, en el elemento en que viva su presa, para la persecucin,victoria, trituracin y digestin de ella, tales leyes son las que prueban que es el gnero de vidaque el animal quera llevar para hallar su sustento el que determin su estructura, y no lainversa y que la cosa ha sucedido como si hubiese precedido a la estructura un conocimient odel gnero de vida y de sus condiciones externas, habiendo, en consecuencia, escogido cadaanimal su instrumento antes de encarnarse; no de otro modo que cuando un cazador, antes desalir, escoge, segn el bosque que haya elegido, su equipo todo, escopet a, carga, plvora,burjaca, cuchillo y vestido. No es que tire al jabal porque lleva escopeta de fuerza, sino que hatomado sta y no la de pjaros porque sala a jabals; y el toro no embiste porque tienecuernos, sino que tiene cuernos porque quiere emb estir. Viene a completar la prueba el hechode que en muchos animales, mientras estn todava en el crecimiento, se manifiesta laaspiracin volitiva a que ha de servir un miembro, precediendo as su uso a su existencia. Ases que cornean los corderos, los cabritos y los terneros con la cabeza, tan slo, antes de tenercuernos; el jabato dirige golpes a derecha e izquierda en torno de s cuando todava le faltanlos colmillos que responden al efecto apetecido, no sirvindose, por el contrario, de lospequeos dientes que tiene ya en la mandbula y con los que podra morder. As es que sumodo de defensa no se dirige segn las armas que posee, sino a la inversa. Esto lo not yaGaleno (De usu partium anim. I, 1) y antes que l Lucrecio (V. 1.032 -39), y de aqu obtenemosla certeza completa de que no es que la voluntad, cual algo adventicio, surgido tal vez de lainteligencia, aproveche los instrumentos conque se encuentra ya desde luego usando de laspartes por encontrarse all con ellas y no con otras, sino que lo primero y originario es elesfuerzo por vivir de esa manera, por luchar de tal modo y no de otro, esfuerzo que semanifiesta no slo en el uso, sino tambin en la existencia de las armas y tanto ms cuanto queaqul precede a menudo a sta, indicnd onos as que las armas se producen porque existe elesfuerzo y no la inversa. Es lo que sucede con toda parte en general. Ya Aristteles expresesto al decir de los insectos armados de aguijn que (de part. animal. IV, 6), y en otro pasaje:El resultado final es que todo animal se ha hecho su estructura conforme a su voluntad.Con tal evidencia se impone esta verdad al zologo y al anatmico pensadores, que si no hadepurado ste su espritu por una ms profunda filosofa, puede verse arrastrado a extraoserrores. Tal ha sucedido en realidad a un zologo de primera fila, el inolvidable Lamarck, queha logrado mrito inmortal por el descubrimiento de 1a tan profunda divisin de los animales envertebrados e invertebrados. En su Philosophie zoologique, vol. I, C. 7, y en su Hist. nat. desanimaux sans vertbres, vol. I, introd. pg. 180 -212, afirma con toda seriedad, esforzndosepor probarlo prolijamente, que la figura, las armas peculiares y los rganos de toda clase queobran hacia afuera en cada especie d e animal no existan en el origen de la especie, sino quehan nacido a consecuencia de los esfuerzos voluntarios del animal, provocados por laconstitucin de su ambiente, por sus propios esfuerzos repetidos, y los hbitos que de ellosbrotan, y que han nacido en el curso del tiempo y gracias a la generacin. As -dice- hanconseguido membranas interdigitales las aves y los mamferos nadadores, porque extendansus dedos para nadar; las aves de pantano se hallaron con largas patas y cuello largo aconsecuencia de vadear pantanos; las bestias cornudas se encontraron por primera vez concuernos porque, a falta de buenas dentelladas, slo podan pelear con la cabeza, y este gnerode lucha les cri los cuernos. El caracol estaba en su principio, como otros molu scos, sincuernos; pero le nacieron tales por la necesidad de tantear los objetos circunstantes. El gnerotodo felino recibi con el tiempo garras, de la necesidad de desgarrar la presa, y de lanecesidad de manejarse en la marcha y no verse estorbado por ellas, la vaina en que lasguarda y la movilidad de ellas. La jirafa, atenida al ramaje de altos rboles en el Africa seca y

  • sin hierba, alarg sus patas delanteras y su cuello hasta lograr su extraa figura, de veinte piesde alto por delante. Y as, sigue haciendo nacer conforme al mismo principio una multitud deespecies animales, sin echar de ver la patente objecin de que habran sucumbido las especiesen tales esfuerzos antes de que en el curso de innumerables generaciones hubiesen producidolos rganos necesarios a su conservacin, desapareciendo por falta de stos. Tan ciego, poneuna hiptesis preconcebida. Ha nacido aqu sta, sin embargo, de una exacta y profundaconcepcin de la Naturaleza, es un error genial, que honra a su autor, a pesar del a bsurdo todoque en l radica. Lo que hay de verdadero en tal hiptesis es lo que, como naturalista, vio suautor, puesto que comprendi bien que es la voluntad del animal lo originario y lo que hadeterminado su organizacin. Lo falso, por el contrario hay que cargarlo, como culpa, a lacuenta de la atrasada condicin de la metafsica en Francia, donde todava dominan Locke y susucesor Condillac, ms endeble que l, y donde, por lo tanto, sigue tomndose al cuerpo comoa cosa en s, al tiempo y al espacio como cualidades de la cosa en s, sin que haya allpenetrado an la grande y fecunda doctrina de la idealidad del tiempo y del espacio, ni nada delo que en ella va implcito. Y de aqu el que no pudiera concebir Lamarck la constitucin de losseres de otro modo que en el tiempo por sucesin. La profunda influencia de Kant hadesterrado de Alemania errores de esa clase, as como la crasa y absurda atomstica de losfranceses y las edificantes consideraciones fisico -teolgicas de los ingleses. Tan benefici osa yperseverante es la influencia de un gran espritu aun sobre una nacin que pudo abandonarlepara seguir a fanfarrones y charlatanes! Mas nunca pudo ocurrrsele a Lamarck la idea de quela voluntad del animal, como cosa en s, est fuera del tiempo, p udiendo ser, en tal sentido,ms originaria que el animal mismo. Pone primero, por lo tanto, el animal sin rganosdecisivos; pero tambin sin decisivas tendencias, provisto meramente de percepcin, que leensea las circunstancias en que tiene que vivir, surgiendo de tal conocimiento sus tendencias,es decir, su voluntad y de sta, por fin, sus rganos y su corporizacin determinada, con ayudade la generacin y en inmenso espacio de tiempo, por consiguiente. Si hubiera tenido nimopara poder llegar hasta el fin, habra tenido que suponer un animal primitivo, que debera sersin figura ni rganos, y el cual se habra transformado en las miradas de especies de animalesde toda clase, desde la mosca hasta el elefante, en virtud de circunstancias climatrica s ylocales. Mas la verdad es que tal animal primitivo es la voluntad de vivir, siendo como tal algometafsico y no fsico. Cada especie ha determinado su forma y organizacin por su voluntadpropia y a la medida de las circunstancias en que quera vivir, mas no cual algo fsico en eltiempo, sino como algo metafsico fuera del tiempo. La voluntad no ha brotado de la inteligenciaexistiendo sta, con el animal todo, antes que se hallara la voluntad, como mero accidente,como algo secundario y aun terciario , sino que es la voluntad lo primario, la esencia en s, y elanimal su manifestacin (mera representacin en el intelecto consciente y en sus formas eltiempo y el espacio) animal provisto de todos los rganos que pide la voluntad para vivir enesas circunstancias especiales. A estos rganos pertenece tambin el intelecto, la inteligenciamisma, estando acomodado, como los dems, al gnero de vida de cada animal; mientras queLamarck hace nacer de l la voluntad.

    Examnese las innumerables figuras de los a nimales para ver cmo no es, en todo caso, cadauna de ellas nada ms que la imagen de su voluntad, la expresin sensible de sus tendenciasvolitivas, que son las que forman su carcter. La diversidad de figuras no es ms que eltrasunto de la diversidad de caracteres. Los animales predatorios, enderezados a la lucha y elrobo, se presentan con terribles fauces y con garras y fuertes msculos; su mirada penetra enlontananza, sobre todo cuando tienen que acechar su presa desde una altura en que seciernan, como les sucede al guila y al cndor. Los animales tmidos, que tienen voluntad debuscar su salvacin no en la lucha, sino en la fuga, estn provistos, en vez de armas, de patasligeras y rpidas y de odo agudo. El ms medroso de entre ellos, la liebre, ha provocado elnotable alargamiento de sus orejas. Al exterior corresponde el interior; los carnvoros tienenintestinos cortos; los herbvoros los tienen largos, para un ms lento proceso de asimilacin; afuerza muscular e irritabilidad grandes acompa an cual necesarias condiciones, una fuerterespiracin y una rpida circulacin sangunea, representadas por rganos acomodados aellas, no siendo posible una contradiccin. Manifistase cada especial esfuerzo de la voluntaden una especial modificacin de la figura, de donde resulta que determina a la figura delperseguidor el lugar en que la presa habita; si sta se retira a elementos difcilmenteaccesibles, a escondidos rincones, en la noche y las tinieblas, toma el perseguidor la forma quea tal medio mejor cuadre, sin que haya ninguna tan grotesca que la voluntad no revista paralograr su fin. Debe el pico cruzado (loxia curvirostra) la enorme figura de su aparato masticador

  • a que tiene que sacar las semillas de que se nutre de entre las escamas de la pia. Parabuscar reptiles en los pantanos es para lo que tienen las zancudas su extraa figura, su largocuello, sus largas patas y su largo pico. Para desenterrar trmites tiene el oso hormiguero loscuatro largos pies con piernas cortas, fuertes y larga s garras y fauces pequeas ydesdentadas; pero provistas de una lengua viscosa y filiforme. Va el pelcano de pesca con unamonstruosa bolsa bajo el pico para poder guardar en ella muchos peces. Para caer de nochesobre los durmientes, vuelan los bhos pro vistos de pupilas desmesuradamente grandes, queles permiten ver en la oscuridad, y con plumas enteramente blandas que, haciendo silenciososu vuelo, no despierten a los que duermen. El siluro, el gimnoto y el torpedo tienen un completoaparato elctrico para atontar a la presa antes de alcanzarla, as como para defenderse de susperseguidores. Donde alienta un viviente hay otro para devorarlo (3), resultando cada uno deellos como enderezado y dispuesto, hasta en lo ms especial, para la aniquilacin del o tro. As,v. gr., entre los insectos, los icneumones, atentos a la futura provisin para sus cras, ponensus huevos en el cuerpo de ciertas orugas y larvas semejantes, a las que traspasan con suaguijn. Y se ha observado que los que se atienen a larvas q ue se arrastran libremente, tienenaguijones enteramente cortos, de 1/8 de pulgada, mientras el pimpla manifestator, que seatiene a la chelestoma maxillosa, cuya larva se oculta en lo hondo de la madera, donde nopuede aqul alcanzarla, tiene un aguijn d e dos pulgadas, y casi tan largo lo tiene elichneumon strobill, que pone sus huevos en larvas que viven en las pias del pino, para locual atraviesan stas hasta llegar a la larva, la pinchan y ponen en la herida un huevo, a cuyoproducto alimenta despus la larva. Y no menos claro se muestra en la armadura defensiva delos perseguidos la voluntad de stos de evitar a los enemigos. El erizo y el puerco -espn erizantodo un bosque de pas. Armados de pies a cabeza, impenetrables a los dientes, los picos ylas garras, aparecen el armadillo, la tortuga y otros, y en pequeo la clase toda de loscrustceos. Han buscado otros su proteccin no en obstculos fsicos, sino en engaar alperseguidor; as el calamar se ha provisto del material necesario para produc ir una nubeoscura, que esparce en su derredor en el momento del peligro; el perezoso se parece, hastaconfundirse con ella, a una rama enmohecida; la pequea rana verde a la hoja, e innumerablesinsectos al lugar de su residencia habitual; el piojo del ne gro es negro; nuestra pulga lo estambin; pero sta se ha abandonado a sus amplios e irregulares saltos, para lo que se hadado el lujo de un aparato de fortaleza sin ejemplo. La anticipacin que se acta en todos estosmedios podemos reducirla a la que en los instintos se nos muestra. La araa joven y la hormigalen no conocen todava a la presa con que se encuentran por vez primera. Y lo mismo sucedecon la defensiva: el insecto bombex mata, segn Latreille, con su aguijn al parnope, aunque nise lo come ni es por l comido, sino porque ms tarde pone el segundo sus huevos en el nidodel primero, impidiendo el desarrollo de los de ste, cosa que no la sabe todava. Con talesanticipaciones se confirma una vez ms la idealidad del tiempo, idealidad que s urge en generalsiempre que de la voluntad como de la cosa en s, se trata. En lo aqu tratado, as como enotros respectos, srvense de mutua explicacin los instintos del animal y las funcionesfisiolgicas, porque en ambos casos obra la voluntad sin con ocimiento.

    NOTAS

    (1) Como no he podido haber a mano El Criticn, de Gracin, en vez de copiar este pasaje desu original como debera haber hecho, me he visto precisado a retraducirlo, o sea traducirlo alcastellano de traduccin de Shopenhauer ''. (N. de l T.)

    (2) Podra bajo esta denominacin aadir a las tres pruebas citadas por Kant una cuarta laprueba a terrore que define la vieja frase de Petronio primus in orbe Deus fecit timor. Comocrtica de ella hay que considerar a la incomparable Natural histo ry of religion, de Hume.Entendida en el mismo sentido; podra tener su verdad tambin la prueba intentada por eltelogo Schleiermacher, basndose en el sentimiento de dependencia, si bien no la verdad quese propona darle el que la estableci.

    (3) Comprendiendo esto y examinando los muchos fsiles de marsupiales de Australia, enparte muy grandes, iguales en tamao al rinoceronte, lleg ya en 1842 R. Owen a la conclusinde que deba haber existido tambin all un gran carnicero coetneo; lo cual se ha c onfirmadoms tarde hallndose en 1346 una parte del crneo de un carnvoro del tamao del len, al quese ha llamado thilacotso, esto es, len de bolsa, por ser tambin marsupial.