schaeffer jean-marie, por qué ficción

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Libre que analiza porque leemos ficción y a la ficción en sí.

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  • Jean-Marle Schaeffer es investigador del Centra Nacional de Investigaciones Cien-tficas de Francia y miembro del Centro de Investigaciones de las Artes y el Len-

    . guaje del Instituto Superior de Ciencias Sociales. Trabaja de manera interdiscipl-nar en los mbitos de la esttica general y de 1 a teorfa 1 itera ra. Entre sus obras destacan: La imagen precria (1987}, El arte de la edad moderna (1992), ambos traducidos at castellano, Qu'est-ce qu'un genre Jittraire? (1989) y Adleu a l'es-lhtique (2000).

  • DESRDENES m BIBLIOTECA DE ENSAYO por que la fictifin?

  • Jean-Marie Schaeffer S ~ por qui! la fittifin? ~m DESRDENES

    BlBLlOTECA m: ENSAYO IIil \},LENGUA DE TRAPO Traduccin de Jos luis Snchez-Silva

    www.lengusdeirspc.ccm

  • Diseo ele coleccin: Rafa Saudo B. Obarhagemann 1 RaRo SL Ttulo del original francs: Pourquoi la fiction?

    Esta ob1a ha recibido la ayuda del P. A. P. GAncA Lo:RCA, Programa de Publicaciones del Servicio de Cooperacin y de Accin Cultural de la Embt\iada de :Francia en Espaa y delllllin:isterio de Asuntos Exteriores ancs.

    Esta obra ha sido publicada con la ay1.1da de la Direccin General del Libro, Archlvos y Bibliotecas del Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte.

    ditions du Seuil y Jean-Maria Schaeffer, 1999 de la traduccin: Jos Luis SnchezSilva, 2002 EDICIONES LENGUA DE TRAPO SL, 2002 Tel.: (+34) 914110248 www.lenguadetrapo.com Correo electrnico: [email protected] Reservados todos los derechos ISBN: 84-89818895 Depsito legal: T0-1084-2002 Imprime: RaRo Producciones SL Impreso en Espaa

    Queda prohibida ttmninantemente la reproduccin total o parcial de esta obra sin previo consentimiento pro escrito de la eclitorial

    ndice

    Prembulo . ....... , .. , . , . , . , .............. , . I Q .. t 1 . 't . ? . men eme a a mu ae:ton ................ .

    1. Del lobo imitador nllobo wtual, 1. 2. Platn I: del hacer al hacer-como-si, 14. 3. Platn TI: imitm y conoce1; 22. 4. Las dos genealogas de la imitacin ldica, 31. 5. Platn a pesar de todo, 86.

    II. :Mimesis: imitar, fingir. representar y conocer .. 1. De un embrollo secular, tll, 2. l'l.limetismos,

  • Prembulo

    Siendo cmno son las exigencias da la :informacin estival, el dim1o Lib~ration del 26-27 da Julio de 1996 prte:ndia captar la atencin de. sus lectoras po1 medio de los encan tos de una criatura llamada Lara Croft. Junto a una 1e .. produccin de la joven en cuestin -armad con una Uzi y luciendo un bikini de marca Gucci--.Y bajo el s:nlYttulo Ha nacido una estrella virtual, se poda leer; Maciza, intrpida, asttlta, La1a Croft ha conseguido que millon.es de tet'l"colas pierdan la cabeza. :Mito sexual al desnudo en multitud de portales de 1ntm-net, Lara C:ro:ft no col'l'eA. peligro de envejecer: se trata de la he:roina de un videojue-go, Tomb Raider, de xito gigantesco; ms de dos millones de copias .vendidas en todo el mundo. Por encima de los enormes inter.eses econmicos, esta criatura de bits y'p:fxe les y el entusiasmo que suse:i'ta son s:nto:mas de una nueva cultura>>, Segn las declaraciones, dos pginas despus, del l'esponsable de una fi1ma especializada en trucajes mgitales para el cine, asa nueva cultura -la cibercultu ra- iba a ser una

  • cha. En los CI'culos de la clbe:rcultura se hablada ms bien de renlidad virtual para distinguir entre los un.ive:t' sos digitales y las :ficciones tradicionales, Los artculos 'de Libration sugeran en todo caso la idea de un vinculo esencial ent1e la revolucin tecnolgica digital y una .revo~ lucin paralela que afectarla al imaginario humano. Al pa1ecer, actualmente estaramos as.istiendo al nacimiento de una nueva modalidad del ser, la realidad virtual -di-ferente a la vez de la reaHdad vtndadern y de loa pl'Odue-tos tradicionales del imaginario humano, es decir, de las :ficciones-. Al caHcar a Lara Croft de estrella,,, conce8 ilindole por tanto el estatus ele actriz virtual en vez del de simple pe1sonaje de ficcin, el peridico se hacia eco de este postulado.

    Esta concepcin de la revohlL'n digital no es nueva, pues hace ya una dcada que circula por todas pa:rtes. Pero da lugar a dos interpretaciones opuestas. El especial dedi-cado a Lara Croft es tfpico de la interpretacin eufrica. Sin embargo, existe una variante opuesta rarlicalmente disf6rica, tambin expuesta ms de una vez en el mismo peridico. Su punto de partida es el mismo: la revolucin dig:hal hal' entrar a la humanidad en una nueva era la de las lc1ealidadas virtuales)), PeJo la conch1sin que ext~ae es completamente diferente: e,sta 1evolucin anuncia al fln de la realidad ( no me parece demasiado fuer te- provocar (provoca ya) en los campos de las ciencias, las tecnologas, la informacin y la comunicacin. Esta fumza transformadora de lo digital est. ntimamente ligada al hecho de que se tlata de una herramienta gene:ralista, pues, como apunta Claude Cadoz, ctla mquina :informtica tiene la particularidad de ser la nica en inte1>ven:i:r a la vez en los tres campos siguientes: el de la accin, el de la

    obs~rvacin y el conocimiento de lo real, y el de la comuni cac1n1 Por otra parle, no cabe ninguna duda de que ]a utilizacin d.~ las t~cas digitales abre nuevas posibilida des a la ce1on. Puede que estas nuevas ftmnas de ficcin incluso modifiquen hasta cie11o punto las relaciones tradi cionales entre la ficcin y las otTas formas ele interaccin con la r~ali~a~. Pel'o nada de todo esto justifica los pl'esu~ puestos nnple1tos de las clos tesis en cuesti6n, ni tampoco los escenarios histricos que desarrollan.

    . El escenario catast1o:fista es particularmente poeo con-vmcente. Pa:ra empezar, la sola idea de una posible victo-ria de los simulaClos sobre la I'ealidad me parece absurda. Supongamos por un momento que la humanidad decidiese

    ' Cadoz (1994), pgina 72.

    X1

  • no distinguir entre lo 'verdadero y lo falso, o que la evolu-cin tecnolgica la llevase un da a con:fundh lo real y lo imaginarlo (po:r ejemPlo la copulacin real con el cl.be:rse-xo). Si tal cosa ocurriese, no conduchia al nacimiento de una sociedad totalmente alienacla, sino, ms prosaicamen- . te, a la 1pida desaparicin de nuestra avasalladora espe-cie. Adems, afootunadamente (o desgraciadamente, desde el punto de vista de la mayorla de las o'tlas especies), la revolucin digital no tiene estrictamente nada que ve1 con una supuesta victoria de los simulacros sobl'e la :realidad o .sob1e la representacin ve:rdica. Las tcnicas digiues, en e"!ecto, dan origen a
  • como lo demuestra en particular el hecho de que su forma laica originada sea cada vez .ms a menudo el punto de partida para representaciones :ccionales en el sentido cannico del tnnino, por ejemplo pelculas o series de tele-visin. Esto justical'ia de por si su inters para cualquie-ra que se plantee la cuestin de la ficcin. Pe1o ex:iste una razn ms profunda por la que no podemos ignorarlos. Estoy convencido de que no se puede comprender qu es la ficcin si no se parte de los mecanismos fundamentales del hacer-como-si -del fingimiento lclico-- y ele la simulaR cln imaginativa cuya gnesis se observa en los juegos de rol y las en.so:fiaciones de la infancia. Ahora bien, los video-juegos movilizan las mismas aptitudes: para poder jugar a un juego digital, hay que ser capaz de entrar en un uni-verso regido por el fingimiento ldico. Constituyen por tanto una de las posibles puertas de entrada hacia ll;l cues-tin ms general de las relaciones entre los juegos ceioR nales y la ficcin en el sentido cannico del trmino.

    En cuanto a la

  • sentacionales: esta categora no poib1a constituir al funda-manto de una teo1ia gene1al de las artes. Sera tan abusi-vo como identificar las artes de la representacin con los mecanismos mimticos que estas emplean. Pol' una parte, al hecho de rep1esentar una cosa no puede ser reducido al hecho de imitar una cosa, ;ni siquiera en el caso de"que la 1'ep1esen-taci6n se sirva de mecanismos mimtic.o.s. Por otra, la ficcin es una -realidad emergente, es, .decir, se tlata de un hecho intencional especi:co e irreductible a la simple adicin de sus mecanismos bsicqs .. Err cambio, me propongo reafirmm las relaciones (reales, pero muy a menudo olvidadas) tmt1e las actividades mimticas y la ficcin (y, por tanto, tambin las a:r&es mim~ ticas). Pues la :importancia del mimetismo (ldico y serio) en 1a vida de los seres hmnanos es lo qua permite com-prender por qu las artes de la representacin tienden tan a menudo (aunque no siempre) a la exacerbacin del efec-to mimtico. Slo una comprensin a.decuada de los :fu:nda-

    ~entos antropolgicos de las aetividades mimticas puede ayudarnos a entender los cimientos comunes de las a:rtes :mllnticas e indicarnos la fuente primigenia del atractivo que desde tiempos inmemoriales no dejan de eje1cer sobre los se1es humanos.

    Este es al menos el horizonte ideal de este libro. Pero pro-poner un marco general es una cosa y alcanzl.)l'lo otra. En este caso, la emp1esa supe1a con mucho los lmites de un h'bro y me temo que tambin mis co..mpetenclas. ~li progra-ma efectivo ser po:r tanto mucho menos ambicioso. El}tre los mltiples aspectos dl :problema, slo :me ocupar de cinco. Aunque estn lejos ile agotar el tema, me pmecen capaces de captar .sus puntos esenciales:

    1. La discusin en torno a la revolucin digital)>- mues .. traque, si se qu:iel'e llegar a tma comprensin pqfiitiva de la m:mesis y, ms especlcamente, de la ficcin; antes cQn-viene desarmar la rugum,entaei:n antimimtlca .. Esa fll'gll men'tacin est tan pramdamente a.n:-aigada en, nuestra tradicin cultural que, a veces, incluso. mmca las teoras de los defensores de la ficcin. Empleo a propsito el trmino

  • cos: basta con obse1'Var a los cachonos cuando se pelean entre ellos o con s-us pailies. Pero la especie hmnana parece ser la 11nica en habe:r desarrollado una aptitud para pl'odu cir y consumir ficciones en el sentido cannico del t1'1l1ino, es decir, representaciones ccionales. Aristteles ya seal que el hombre era el animal imitador pm excelencia y que esa disposicin na-tural era la base de la invencin de la fic-cin:
  • mas' (no hay que pedir imposibles), al menos para las ms importantes. Ante todo, es necesario que d cuenta tanto de loa juegos ccionales como de la.s fiCciones en el sentido cannico del trmino. Y dentro de estas ltimas, debe valer tanto p~na el teatro, la 1'ep1esentacin grfica (t.'lnldros, cmics.' .. ) y el cine, como pa:ra los relatos (verbales). Pero, al mismo 'tiempo, debe tomar en cuenta las diferentes modalidades segn las cuales la ficcionalidad se conj11ga en estas diferentes actividades y formas artsticas~ Otro pro-blema es el del estatua de las repl'esantacionas visuales (pintura, fotografa). La nocin de mimesis de Platn mete en el mismo saco la ficcin literaria y la Tewesentacin pie tprica, al eonside:rmse que ambas pertenecen del mismo modo al mbito de la (. Segn es~ con~epcin, que ha sido muy influyente, un cuadro figurativo seria una ficcin por el simple hecho de sm una imitacin (una Tepre-

    s~ntacin analgica) de la realidad antes que una percepM cin de esa realidad, y no porque -o en la medida en que-est basado en Un fingimiento ldico. Creo que, en esta forma no matizada, la tesis no puede sostenerse, pero nos obligm a considera:r toda la complejidad da la cuestin de 'la ficcin en el te1Teno de la rep1esentacin W.sual.

    5. por qu los seres humanos se entregan a actividades . ccionales y po1 Cju consumen con tanta :ftuicin las :fic-ciones creadas por sus congneres? La.s investigaciones causales en el terreno ele los hechos culturales (y, ms ampliamente, de loa hechos de intencionalidad) son en general difciles de llevar a cabo. Por eso, en el capitulo final de este libl'O me limitar a hace:r algunas reflexiones de sentido comn. La cuestin -es necesario recordar-lo?- ya fue abo1dada por Aristteles en la Potir:a. Desde entonces sin duda hemos hecho algunos progresos en lo que se r-ere al conocimiento, po1 ejemplo, de la p:redispo~ sicin antropolgica a la imitacin (se1'ia y ldica), de las relaciones entre imitacin y modelizacin, y, ms globa.l-mente, del ftmcionamiento da la ficcin. Pero, en lo esen-cial, esos .nuevos saberes confuman sus hiptesis y ccr.rro-l:ioran el marco genara.l de su anlisis. La manera en q11e ah01dar (.sin grandes pretensiones) la cuestin de las fun-XX

    clones de la ficcin ser tambin un (tmido) homenaje a aquel qne, ms que ningn otro, supo dm a esta prctica humana eminentemente agradable y provechosa toda la impartancla que merece.

    Quede clal'O que la ambicin de este lib1o no es levantar una teora de las artes mimticas, ni una teo1a de la fic-cin como :forma artstica. En el cuarto capitulo, me ver abocado desde luego a examinar algunas artes mimticas~ pe1o se tratar en lo esencial de evaluar concretamente Ja pel'tinencia (o la ausencia de pertinencia) de la concepcin de la :ficcin que propongo aqu:L Mi trabajo se sita en tm nivel mucho ms elemental: .se t1ata ele intenta1 compren-der los fundamentos antropolgicos de la ficcin. De ahi la impo.r~ane.ia que eoncedm a la cuestin de l~s actitudes mentales, las competencias intencionales, .Jos mecanismos psicolgicos, los presupuestos p1agmticosJ etc., .que nos

    permiten crear (y co:rnpre:nde:r) las ficciones. De ah tam-bin la c.onside:racin de la euest:in de las ftmciones del di.spmrl:tivo :ficdonal -puas slo estas funciones pued~n explicar pm qu c:rearoos ficciones, por qu nos interesan y poT qu obtenemos placer de ellas-. Por todas esas razo-nes, este libro se interesar ms en lo que el arte y el de los juegos nltiles no se oponen como dos mun*. dos incompatibles. Al contrario: en a1.1sancia del segundoi el primero no existh1a. El hecho de haber adquirido en una edad ms temprana la competencia del fingimiento ldico es lo 1mico que e:xpllca que, ms tarde seamos capaces de preciru: :ficciones artsticas ms complejas. No sehErta de escoger entre Tomb Raider y El Cid, entre Lara Cro:ft y Jimena, pues no compiten en la m:isma eategor:a. P~m somos libres de .aprec:ia1los (y apl'eciarlas), cada cual a su manera.

    XXI

  • I. Quin teme a la imitacin?

    l. Del lobo imiiador al lobo virtual Esta es la historia de dos nias -Delphine y Marinette-.-

    Y de su encuentl'o con el lobo. Aunque sus padres les haban. hecho prometer que ntmca se acercaran a la fiera, las nias,

    curiosas y viclas de aventw.as, aprovechan una momentnea ausencia paterna pa:ra abrirle la pue:rta. El lobo, quin lo hubiera dicho, resulta 1m ser de lo ms dulce y civilizado. Las calumnias de las que es objato como conseci1e.ncia de alg1.1nos pecadillos de juventud -entre ellos al lamentable incidente. de Caperucita Roja, exagerado por algunas almas mezqui-nas--" lo deprimen. 'Y es que los tiempos en que el lobo era un lobo prua el hombre qm:dan ya hijos. La proteccin de la natu-raleza y el acotamiento de los ltimos restos de vida salvaje han invertido los papeles: nahnente, el hombre ha resultado se1 un lobo para el lobo. Bonachn como l solo, nuestro amigo no pide ms que una oportunidad pa:.ra demostrar .sus buenas intenciones, y es el primat'O en lamentar suG desrdenes :pasa dos, que le han valido el opl'obio general Ya no es aquel cuyos ojos brillaban en la noche, sino un compaero de juegos -ms bien una vctima consentidora- que se presta n los caprichos de las :nias.

    Asr pues, la plimara visita .se desarrolla n las mil maravi llas y, con ocasin de un.a nueva ausencia da los padres, el compinche es recibido como un viErlo amigo. Se abrazan, se cuentan la.s novedades de la semana, juegan. Para empezar un poco de eq'lrltacin. Luego: tLobo, y si jugamos al lobo?.

    J

  • El lobo no conoce ese juego y las pequeas tienen 'Que expli-crselo. Queda convenido que ser l qtlie:n enca.nle al lobo. Retorcindose de risa, se pone a hacer el anhnal. A las pre--guntas rltuale.s, da respuestas no menoa rituales. De buena.

    gana imita los gestos del malvado lobo: se pone sus calzones y e1 pantaln, se ajusta los tirantes, el cuello postizo y el cha-leco. En pocas palabras, se divierten como locos. Pmo, poco a poco, nuestro lobo deja de reir. Se pone serlo y desempe:fa su papel cada vez con lJ!s conviccin. Despus, una extraa agi-tacin se apodera de l: a la vista de las piernas de las nias, que pasan y vuelven a pasar por delante .de la mesa bajo la que est .agazapado, empieza a estremecerse y aprieta los dientes. Al :fin, la pobre bestia no aguanta ms; apenas las nias repiten la frmula 1itual por tercera vez: Lobo, qu dientes ms grandes tienes~~, el lobo, soltando es:pu.ma:tajos Po/ la. boca, erueta: Son para commos mejor, :sale de debajo de la mesa, se lanza sobre sus compaeras de juego, hui des-pedaza y las devora1

    -Este cuento de Ma:rcel Aym, variacin pm6wca de un tema clsico, pone en escena ciertas nociones esenciales que

    no~ot:ros asociamos espontneamen-te con la ficcin y, ms glo~ bahnente, con las llamadas artes mimticwi: la. seme,janza Olevada aq:u hasta la identidad ontolgiea entra personajt) y actor), la imltac:in (aqui un poco particulm, pues se trata de una imitacin de sJ 1lllsmo) y el fingimiento ldico {se supone que ellbo ~verdaderO slo es

  • medios digitales (y, especial:men~, de las imgenes de s::nte-sis y los dispositivos de realidad virtual).

    Como los proceclimientos mimticos tienen una funcin constituyente para ciertas artes, por ejemplo la pintma figu-rativa y la ficcin verbal, paro tambin. la fotogratia, el cine y, en nuestros dias, las artes digitales, la furma ms radical de la actitud antimimtica consiste en condenar esas artes como tales. Asi, en el telTeno de las a:rtes plsticas, al enemigo del mimetismo acepta nicamente el arte no flgt1l"ativo (pintura

    abstracta~ arte conceptual ... ) y trata las prcticas mimticas (pintura gmativ, fotog1:afia, cine, multimedia ... ) como sim-ples sntomas de una iconolatra endmica. En el teneno lite-ra:tio, slo salva a }a poesa (preferiblemente no nroTat.iva) y desp1ecia la ficcin en todas sus formas. Una actitud menos radical consiste en ilistinguir entre prcticas esenciales (o puras) y prcticas adventicias (o impuras). As, ciert~s crticos artsticos sostienen que, en efecto, la p.intura gwativa forma parte del arte pictrico, pe:ro que slo la pintura abstracta nos ha des.m.1bierto su esencia. La invencin de esta ltima, aa-den, no.s parm:ite contemplar el m'te :figt'll"ativo en su ve:r:_d~del'a esencia, es decir, neut:ral:izando esos elementQs adventiCios, pues hemos tomado conciencia del hecho de que la relacin mimtica no atae al estatus artstico de las ohl'as, sino slo a su funcin representacional. A veces encontl'am.OS la :misma actitud en el terreno de la literatura: se supone que la poesa, como puro juego verbal, :rep1e.senta la esencia del arte verbal; en la :ficcin, el elemento artstico slo concm~:ril'fa una vez que se ha llegado m.s all del componente mimtico. Esta segtmda forma de la actitud antimimtica, la ms extendida actunhnente, pretende en lo esencial :neutJalizar la perti-nencia. de la funcin m.imtica en el interior mismo de las artes de la representacin. Desde el punto de vista de los valores estticos, se traduce en el apoyo a las obras que subvierten>} su fundamento mimtico y en la condena ele las que, por el contrario, ponen de :relieve las tcnicas hnitati-vas (semejanza, :n~rhtralismo, efecto de realidad, trompe l'ceil) y refuerzan con ello la {). Po:r lo tanto, el discurso ant:imim'tico es antes que nada un dis-cmso de pedagogo. De nwavo, se trata de iluminar y de hacer, o volver a hacer, enbar .!Jn razn a Marinette y a Delphine -los habitantes de la Cavm'lla :inducidos a error por las so:m hra.s, los paganos iconlatras, los nios que vivan en una inmediatez ingenua no mediatizada an por el eje:reicio de la razn, los oprimidos incapaces de descubl'ir po1 s mismos los mec.anismos de la alienacin social que la :identiflcacin mimtica reproduce y refuerza, elg.ran pblico maniptilado po1 el cine o el ttecnocapitalista de Silicon VruleY; en otras pocas, era el actor de teatro o. incluso, como en Platn, el.poeta trgico y el pintor. Pero eualesquie:ra que sean sus ropajes, el lobo imitado1 persigue siemp1e la misma meta: COl'l'omper los corazones y allanar la razn. Como se supone que los efectos mimticos son l, incluso

  • Juntode prcticas ms o menos dudosas que, si uno no tiene cuidado, podran dar el pego, pOO'que, desgraciadamente, tma parte del arte noble est basada en las mismas tcnicas, pre cisameute.las de la imitacin. Del mismo modo, en el terreno de la recepcin, nos pannite descalificar como no pertinente toda fo1'llla de l'ecepein que construya las obras como mode-los mimticos, es decir, que trate las ficciones como represen tacione.s, cuando de lo que se trata es de deshacerse de toda ilusin 1'efe1encial a fin ele acceder a la pureza artstica de las obras.

    He engordado a propsito los trazos y caricaturizado un poco las posiciones antmimticas defendidas actualmente: en ocasiones son ms eomple,jas y so.sticaclas. Pero, en el fondo,

    todas ellas se l'educen a las tesis que acabo de esb~ar. Lo des cubriremos ms tarde en Platn, porque no han avanzado desde aquella prime:ra furmulacin -lo cual, dicho sea de paso, no nos rejuvenece-. Slo el objeto de la polmica ha cambiado a lo la:rgo de la historia. As, en nuestlos das, y gl'B cias a la tesis ad hoc del estatua in:f.raartistico de los elemen-tos mimticos, al axte pictrico y la ficcin litmm'ia escapan al debate. Hay que decir que, a tmvs de esta hiptesis auxiliar {que mde.nte.mente no estaba presente en Platn), la posicin mtimimtica se salva tambin a si misma: los blancos origi--nales de la arg1.1me:ntacin antill'rlmtica -la pintura asi como la literatura dramtica y narrativa- han adquirido hace mucho tiempo un estatua cannico en nue.stla cultura, estatus que sln duda amenazarla con volver :ineficaz toda

    . actualizacin de las quejas platnicas al l'especto. De ah el cleBplazamiento de] ataque hacia las artes nUmtiCaS cuyo nacimiento es ms reciente y, pm tanto, son blaneos tanto ms vulnerables cuanto que se trata de artes tecnolgicas. Estas artes dependen en parte rle una habmdad co:mpmtida y, a veces~ requieren una ejecucin colectiva en varias etapas plmli.ficadas; :finalmente, a menndo necesitan financiaciones importantes y no pueden eludhla cuestin de la I'tmtahilidad

    econmica En consecuencia, d~an una pue:rta abierta para qua el argumento antimimtico se apoye en el ideal seg'lega-cionista (el arte cont1a la tcnica) y en el antieco:nmico {el arte contra la industria d los medios de comunicacin) que 6

    gobiernan en grml medida la manera en que pensamos actualmente las :relaciones entre arte y sociedad ..Por lo tanto, contrariamente al argumento platnico clsico, la posjcin antimim.tica a la nueva usanza se construye siempre all'&-de(lol:da la tesis de una.ruptura pl'olimda entre las

  • bien la utilizacin de la herrmnienta digital con fines ficcio-miles, en su contexto histrico, lo que se ha presentado como tma 1>uptul'a aparece como una simple etapa de un desm"rollo que se extiende a lo largo de va:rios siglos.

    El primer punto 1'equie1e una respuesta simple. Com?. 1~ tesis opone los medios digitales a los otros soportes smruotiM cos basta con preguntarse si las ca:racterlsticas que distin-gl.l~n el soporte rugital de los soportes (4rarucionales efecti-vamente anulan ]a distincin entre lo verdadero y lo

  • con los sistemas de escritura en el terreno de las lenguas: la lengua est:rlta siempre puede retraducirse en d:ism:uso mal. La diferencia es que, contrariamente a la codicacin ele los sistemas de escrituras, la codificacin digital n~est liro:itada a un nico tipo de seal de entrada. :Ms fund ental:mente-, cuando se compara la codicaci6n digital no y con la meta-coc:caci6n de la lengua escrita, sino con la codificacin lin-g!tlstica como tal, ]a clli'e:rencia cl"ucial l'eside en el hecho de que esta ltima no es reversible. Se dice a menudo qt1e todo lo que puede ser pensado puede ser dicho, y Wittgenstein lleg a defender que los lmites de mi mun~o son los limites de lo que puedo decil. Suponiendo que esta tesis .sea vlida, es decir, suponiendo qe el campo de las informaciones que pue-den ser tratadas pm 1.m ser httmano se reduzcan a aquellas que pueden ser :l'epresentadas Ungsticmnentfil, las lenguas son en todo caso incapaces de restituir a su fOl'llla original las informaciones coc1i:cadas. Por ejemplo, suponiendo que la informacin contenida en una :image-n pueila se-r traducida en una descripcin verbal, es en todo caso imposible Ietraducir-la de.spus en una forma visual que guarde lazos de homolo ga con la forma mimtica de partida. En cambio, el calcula-dor binm:io no slo es capaz de codificar una :imagen en un conjwto de seales binarias, sino que tambin puede tetl'a-dueh en todo momento esa informacin en informacin grfi-ca, ya sea en pantalla o impresa, de tal manera que lns s!)a-

    les mimticas de. e:ntlada y de salida estn ligadas por una relacin de homologa local y global

    Si estas dos croactersticas son .afectivamente los rasgos principales mediante los cuales la codi:ficacin digital se dis-tingue de los otros soportes de informacin, entonces la res3 puesta a nuestra cuestin no deja h1gar a dudas, pues ningu~ na de las dos indica la menor a:nidad elettiva entre los medios digitales y la ficcin. De hecho, en lo que respecta a la ;cuestin de las :relaciones entra verdad y

  • mente, en asta etapa del estu.co, an no dispongo de los ele mantos que me :permi:ti:ran l'esponder irectamente a esta cuestin, ))'!.reS la m:isxna nocin da ( y lo que se dice de ve1dad. En ~bos casos _..ficcin digital y c-ci6n verbal-, la eficaci~ de los clspositlvos imaginativos, l~os de poner en peligro estas distinciones, presupone m

    validez. En resumen1 para desdramatiza:r los debates actuales

    sobre la :re-volucin m'be1~tica, basta con contemplrolos desde una perspectiva histrica. Incluso se pueite retrocedel' ms ele lo que yo lo he hecho hasta aho1a. De hecho, la situacin his-trica act1.1al se pmece extraamente a la que vio nacer el argumento miginarlo dirigido contra la ficcin, es decil, a la

  • concepcin platnica. En efecto, contrariamente a lo que podra .sobrentenderse del anlisis esbozado ms m1-iba, el ciclo del desaiTollo de las tcnicas mimticas inaugurado por el Renacimiento no es el primer epjsodio ele este tipo en la historia occidental. Hubo al menos un precedente en la Antigedad. Des(le mediaclos del siglo v; aproximadamente, se p1od-qjo en e!ecto un vel'dade:ro acceso de ehte nrlmtica en Grecia, tanto e.n teatro cmno en pintura: desarrollo del drama realista de Eurpides (480-406), invencin de la pera. pectiva lineal y creacin de bastidores teat1ales ilusionistas, invencin del degradado por Apolodo.ro de Atenas (hacia 420)~, pi:rrttua naturalista de Zeuxis, psicologismo e..."{presivo de Pa:r:rhrurlos ... Ahora bien, este precedente corresponde plecl-samente a la poca de Platn. Lo que es vlido :para la denun-cia de la , preoc1.1pados por el bie-nestar de sus hijos, no han cambiado ms que l Queda por saber si no sern padres abusivos, Cllestin a la cual el anli-sis de la concepcin platnica clebe:l'ia proporcionar un princi-pio de respuesta.

    2. Pla:tn 1: del

  • leza, mudando el cuerpo, la voz e incluso la manera de pensar del qua imita?>,o. Es el (St1puesto) peligro que el cuento de Aym escenifica de forma elocuente; a veces ocurre que los combates ldicos entre nios {o ad1.1ltos) te:rminan en pugila-tos serios; del mismo modo, en los juegos de rol de los ado-lescentes, ciertos actol'es llevan su idanticacin con el pei'-so.naje encm-nado hasta la p:rdida de su propia identidad; y no cuentan que la lectura de Werther empuj a cierto nmero . de jvenes al suicidio por mimetismo co~ el hroe de Goethe? La :inquietud parece justificada. Queda por saber cul es el alcance real del argumento.

    Como ya he d:icho, desde el p1.:mto de vista de la estrategia explicita adoptada por Platn, no se tlata de un argumento de principio cont:l'a la imitacin, sino de una advertencia contra ciertas elecciones de oQjetos (de hnitacin): el peligro del efec-to de ar:rastre depende micamente el el estatus del objeto imiw tado y no pone en tela de juicio el acto de :imitacin en s :mismo. Bastara, por tanto, con escoger un buen modelo de imitacin, con ngi:r un comportamiento loable, prua que la eventualidad de un paso del de mentira al t

  • tal' como verdadero) desde el momento en que se supone que puede ser til ru Bien tal y como lo concibe el sabio.

    Esta primera etapa del anlisis plat:r;fco e~ al menos ~an interesante p01 .sus omisiones y por las chs-tors1ones que SJeT ce sobre la realidad de la relacin :mhntica como por las tesis que asume explicitamente. Me limitru~ a indicar do~ ~roble mas que toda tentativa de comp1enst6n de las, ac.tivldades mimticas debe tener en cuenta, pero que la polennca plat-nica bien presenta bajo una luz unilateral, bien ignora com pletamente. . . .

    A primera vista, el efecto de contaio, es d~Cll', el efecto de mTastre inducido po1 las activjdadeg mimticas, no proece afectar ms que al fabricante de :ficciones, pues se supone que el hecho de imitar x es lo que puede induci,r a hacer x. Por lo tanto, existira peligro para los nifios que se en~-egan a l~s juegos de rol y pa:ra al aetm, sin ~e esto perm;ta. conchur nada respecto a los efectos de la :flemn sob:re el ~~lico. P_n.~, en l'ealidad, tanto para Platn como para la tra~mon antin mtica que inaugura, la inqtrletud de que pudiese haber un efecto de anastre atae tanto, si no ms, al pblico -cuando ha:y pblico, comD es el caso de las variantes artsticas de la actividad m:imtica- como al fabricante de la :ficcin, y todos conen el riesgo de tomar modelos de los mt.mdos ficcionales. Tal vez podr.amos ir ms lEos y p]antaru tles polos implciM tos: la persona que imita ldicamente para su propi? bene:v cio (o su propia prdida) y el de sus compaeros de JUego; el lexicolgico complqjo y ambivalente (el plw.rmakon puede ser va:~eno tanto como remedio; el trmino dasign.a adems el color, el maqnilla;e, el perfume y las especiaS') de esta nocin y de sus trminos empruenta~os (poo ejemplo pharmakos, que designa al hechicelo, p~l'o tambin al chivo expiatorio); Los textos da Plat6n no utilizan la totali~~c1. de aste .campo semntico: po:r lo tanto, el valo1 tle una parte del anluns p1opuesto en La faYmacia de Platlll depende da la validez de su presupuesto (expli cita:mente asumido :pginas 148-119): dado que la lengua ea un "sistema> los trminos presentes en un illi!cmso :remitan a todaa las dems paln--b:ras del sistema J.mco, lo que explica que en todo texto existan fuerzas ele .atr.nccin ocultas que asocian 1ma palabra presenta y una ausente, esas fuerzas s6Jo pueden aact1.1ar sobra la escritura y lu lectma del texto en cuestin (pgina 149),

    actor que imita por juego, pero para el beneficio (o prdida) del pblico~ y finalmente el :pblico mismo, que -e~ calidad de pblico-- no :inrlta, pero que, al prestar tma a:tene1n com-placiente a los comportamientos lclicamente :imitados por el aetor, se arriesga a imitarlos en sel'io en la vida real. En el pli-mer caso, el efecto de arrastre est ligado a un contagio da los comportamientos Teales por los comporlm:ientos mimticos; en el segundo, lo que est en cuestin es ms bien la capaci-dad de manipulacin del pblico po1 el actor (pero tmnb:in por el :filsofo mitlogo ele la Ciudad ideal ... ), aunque la cme&-tin de sabEn en qu medida el mnnipuladOl' se arriesga a manipularse a s:f mismo no puede ser excluida, como nos muestra la historia del lobo que se imita a s mismo; en el ter-cm caso, el efecto de roTasb.e reside de nuevo en un contagio de los comportamientos reales por los compoxtami.e.ritos :mimticos, pero, contrariamente a lo que ocruTe en el primer caso, ya no estamos anta una autofm'macin de hbitos com-pm'tamentales (hbitos que tlansgreden la frontera entre ]o h:tdico y lo serlo), sino ante lm efecto de modelizacin. El juga-dor que :finge hacer x refuerza su disposicin a hacer real-mente x, pues (a consecuencia de la ineficacia postulada de la fronte1a entre lo ldico y lo serlo) fingir que se hace x tiene prcticamente el mismo efecto que hacm x; en camb:io, el pblico que contempla al actor que finge hacer x toma ejem-plo da esa accin para sus propias acciones serias futuras (una vez ms porque se supone que la ontera entre ficcin y l'ealidad es permeable al efecto de contagio). En la argumen-tacin platnica, es-tos difmentes efectos nunca quedan dis-tinguidos ela:rrunente, lo cual parece significar que para l obedecen todos a la misma lgica. Aho:ra bien, yo creo que cuando nos plant.e~oe4_la cuestin

    de los posibles efectos de la :ficcin sobre la vida re~ (ya sea la del jugador, la del actor o la del p-L1blico), hay que distinguir entre dos problemas muy diferentes: el de la inmersin (y, por 'tanto, la perrneabfrldad de las :fronteras entre :ficcin y l'eali-dad) y el del efecto de m"!'astre (y, por tanto, Ja modelizacin de la realidad por la ficcin). La posibilidad de 1ma inmersin completa en el simulacro, inmersin que nos llevara a tomar la ficcin :P.o:r la realidad, no se supe:rpone en absoluto a la de

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  • una transposicin de los modelos :ceionales a la realidad, tJansposicin que nos llevara a calcar nuestros comporta-mientos ulteriores de los de pe1sonajes ficticios. Yo puedo se1 vctima de 1.ma ) frente a una 'icci6n s:in por ello :imitar despus los comportamientos ccio:nales. Pm el contrario. puedo tomar como modelo los comportamientos cclonales o un universo ficclonal sabiendo :pertinentemente que se trata de una ficcin. La identicacin por inmersin y la identificacin en el sentido de la proyeccin modelizante son dos actividades psicolgicas que se excluyen (ya que pre~ suponen que el individuo se encuentl'a ante relaciones dife 1entes con el mundo); la primera es 1ma variante de la aten ein cognitiva, mientras que la segunda atae a la regulacin de nuestras acciones. Ahora bien, slo 1a p:rimel'a es especl ca de las actividades mimtica.s y, por tanto, puede conside-l'al'Se que plantea un problema de legitimidad espec::fico de estas actividades. En cambio, el efecto de ru'Tastre se encuan~ tra tanto del lado de las actividades cserlas como del de las actividades mimticas: cualquier actividad, y especialmente un comportamiento reprensible real o la imitacin (ldica o no) ele tal compmtamiento, puede inducir a una imitacin seria. Debemos ir an ms lejos: si los comportamientos fin. gidos pueden tener un electo ele a:r.rastle, es nicamente por-que en la vida como tal nuestras competencias compmtamen tales y nuesttas normas ticas deben su existencia en gran parte a actividades rle imitacin (por reiteracin y por proyece cin idanticadma) de comportamientos tamiento a partir del de otro- lo que est en ct1estin o, por el contrario, la mmersin. As:, el prec.apto agusthrlnno segn el m.1al hay que fo1zar a las gentes a creer -es decir,, que, de hecho, hay que obligarlas a fingir que creen- descnsa en el efecto de inmersin; gracias a este e:fecto, se supone que la ley fingida se metamorfosea en el momento oportuno el'i fe verdadera9 Por el contrario, en el argumento platoieo eonba la imitacin de acciones rep.:re:nsiM bles, pe1o tambin en su defensa de los mitos falaces, se pone en prlmm plano la capacl.dad ele la imitacin para generar hbitos y, pro tanto, el efecto de ar:rast:re.

    El segundo elen.tento problemtico de este primer a:rgu mento anti:mimtico desarrollado por Platn reside en la ma nera en que aborda la cuestin de la permeabilidad da la fron-

    t~u-a entre fingimiento y l'ealidad, entre acci6n 1emedada y accin .seria. Para Platn, las actividades mimticas apare-cen e.senclalmente en el horizonte de la mentira, del ngi" miento serio. como demuema de :manera ejemplar el hecho de que nunca trate de la diferencia (sin embargo enorme) entre el fingimiento 'ldico de las artes mimticas y el :fin gmiento serlo d] filsofo mitlogo de la Ciudad ideal. El fin.

    o La carnaza, del mismo Taver.n:iex), habria que plantearse primero la ele la capacidad de ro-mstre de la realidad misma y, por eKtansin, la de la representacin re:ti:mmcial de esta realidad, por templo en el telediario. Y aade, resumiendo pe:r:feetamente la situacin -mmque se trata ele una situacin q-ua slemp1e ha sido la de la ficcin en nuestra cultura-: Se di.ria que slo la creacin, la ccit\n, genera problemas (Libratitm, 9 de octubre 1997, pgina 37).

    0 San Agustn, De utllliati credendl, citado por Veyne (1983), pgina 147 (nota 44),

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  • g:i.lniento llico slo aparece como 11n resto degradado del fingimiento serio y nunca es considerado como una relacin especifica. Tanto al miedo a la :inmersin como el miedo al efec-to de ar:rasta:e pa:recen pxopo:rcionales a esa 'leducci6n de las actividades mimticas ldicas a tma forma debilitada de n-gin:rlento serio y a la ausencia de distincin nocional entre la imitacin como 1eiteraci6n y la imitacin c.omo simulacro (hacer-como-si). Lo que .est en cuestin en este primer argu-mento antimimtico es, en de::nitiva, la incapacidad {o el rechazo) de reconocer la autonoma de la capacidad imagina-tiva como actividad mental especfica y, pol' tanto, tambin la

    , autonoma de los procesos mimticos ldicos10, AhOTa bien slo e] reconocimiento de esta autonom.la permite una com: prensin adecuada de la :ficcin. Ms adelante tenthemos oca~ sin de ver que lo que la psicologa del desarrollo nos ensea

    s~b1e este t~a ~e opone irontalmente a la concepcin plat6 mea de la mnams, especialmente en lo referente a la relacin entre el ejercicio de la capacidad :ficeional y el1iesgo de arras-tre: el p~gro de pasm a los actos no proviene, como Platn y s1.1s segmdores c:nmn, de una vida imaginativa demasiado ~c.a, s:ino, a la inversa, de una capacidad imaginativa dama-

    . mado ~oco ~es~rollada, Opo:m:sa al ej:rclcio de las capaci-dades nnagmat1vas, lejos de limitar los l".lesgos da un paso del de mentirn>> al >, los aumentan.

    3. Platn 11: imitar y conocer El argumento antimimt:ieo que acabo de resumir no es la

    ltima palah1a de Platn, ni mucho manos. En efecto mien-tr . ' as que en un pnmer momento slo pareca cuestionar las elecciones de oqjetos l'eprensibles, el segundo arguiQento qua desarrolla est dirigido contra la 1oelaci6n mimtica como tal ..

    10 Millm ( 1968) msiste en esa autrlomia del fingimiento ldico al sealar: El .ngintierrto de los juegos ile mitke-believe no es un disfraz pma otra cosa, ni una actividad que pretenda inducir a al'l'o:r: se trata de un pensamiento en accin { ... ) que se sine de objetos reales como ncceso-:dos (pgina 256).

    u Sob:ra esta tema, ver pginas 306-309 clel presente t:rablljo. 22

    Ya no se t:rata slo de evi"ta.:r simular las actividades reprensi-bles, sino de ahstene1se de las actividades mimticas como tales. La raz6n que invoca est relacionada con el modo de accin de la imitacin. Pmtiendo otra vez de la imitacin de ac-ciones reprensibles~ dice:

  • expre.sadas ... 1". Mal escogida, la :imitaci~n es peligroa tanto para el que se e.ntrega a ella como paTa el pblico. Corrompido l mismo par el 1norlelo que :ir.o:i'ta, el imitador co:trO:mpm tambin a su pblico, y hasta a los , lo cual no es soxp:l'endente, m hien ea cierto CJUe el tea-tro.grlego no ma un a:rt& e lite smo un a:rte popular.

    ru.

    clecirlo (le otra fo:rma: lo qu.e est en cuestin en esta seg.:mdo mgumento anti:mimtico no es slo 1ma problemtica del fm-gimiento, s:ino tambin una Jll'Ohlemtica de la mimesis como representacin opuesta a la l'apresentacln de las ldeas17 Da ah:f tambin el paso :repetido de la mimesis teatlal (la ficcin en el sentido estl':icto del trmino) a la :gracin. pictrlea {la rep1esentacln analgica).

    Este paso de la mfmesis como :ngimiento a la mimesis como l'epresentacin analgica (imitacin) aparece elmamen-te en la clebre contpa:racin de las tres camas (libro x, 596 y wguientes) y lajermquia onto16gica que implica; de la idea de cama (el ser de la cama tal y como est. presente en el alma divina, pero tambin tal y como se presenta en el conocimien~ to losco) pasamos a la cama mate:dal (la cama como apa-riencia)~ que es :una imitacin de aquella y, a continuacin, a la l'epre.sentaein pictrica de la cama material, que no es ms que la :imitacin de una imitacin. Esta je1arqufa, ya lo he indicado ms a:r.riba, plantea un problema para la polmi-ca antimi:mtica en la meil:ida en que :inclica que la teora pla tnica del conocimiento es una tso:r.a. del reflejo, una teora mimtica: el conocimiento verdadero es tambin una imita-cin13. Pm tanto, podr.amos Pl'egUntarnos si no nos encontra-mos ante 'la paradjica situacin de una condena de la :m:me-. a:i.s en nombre de una concepcin gnosao16gica que es, a su vez, mimtffiea. O, al menos, lo que al principio paxeca una oposicin cualitativa, ;;no cOl'l'a el riesgo de quedar redncido finalmente a una simple diferencia de grado, es decir~ a una prdida :Pl'Dg.t'esiva del :isomorfismo entle lo representado y su l'epresantacin? Cuanto ms nos alejamos de la ldea, ms se debilita el isommamo, hasta tal punto que, cuando llegamos al nivel de la representacin pictrica, la mayora de las prcr porciones orlg]nalas se han perdido. Pero de hecho estajerar

    17 Recojo esta distineitm da Lncoue-:Laba:rthe (1986), pg]na 80, Aun que no sea tormulnda en esoo trminos por Platn, corresponde a la reln cin entre la mimesis y la alethia .-la imitacin y la vtmlnil-, teniendo en Cllentn su .relacin con las Ideas.

    18 Este hellho ha sido subrayado po:r nu:me;osos autoras, aspec:ial:man te Deleuze (1969), Den-ida (1972), LacoueLabarthe (1986) y, ms re-cientemente, Ohateau (1998).

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  • qua de los conocimientos est calcada de una jerarqua de los objetos de conocimiento. Esta ltima es la que introduce la discontinuidad: en virtud del principio que preconiza que de aCJl.lello que es confuso slo se puede tene:r un conocimiento confuso, la confeccin de una imitacin de una imitacin -la representacin pictrica de 1ma cama material- no puede ser ms que la aplicacin de un conoe.imlen:to de natmaleza degradada, porque el objeto en el que se apoya es, a su vez, un modo de ser degradado. Ahora bien, las dHerentes moc1a1ida des de ser definen campos ontolgicos discontinuos (y opues-tos), y no pasos continuos. La jera.rquia descendente que nos lleva del conocimiento l'aclonal a la opinin (la doxa que gobierna nuestra relacin cognitiva con el mundo de las apa riencias que imitan las :ideas) y, finalmente, a la mimesis, delimita tres tipos discontinuos de relaciones con la verdad. En este caso, el nivel de la mimesis es aquel en el que la l'ela-cin con la venlad no es la de un simple no-saber, s:ino la de un fingimiento de una relacin con la verdad -lo que :re.sta~ bleca eJ lazo con e1 primer argumento antim.imtico-. En El sofista, eJ pintor es acusado de no crear ms que cctma especie de sueo artificial para aquellos qua permanecen c1espier tos19 En La Bepitblica, el imitaclor mnbauca al espectador hasta e1 punto de que este tiene la ilusin de habrselas con un sabi.o total, cuando evidentemente no es asi21l, Y lo nrlsmo pasa con la imitacin verbal: El :poeta :imitativo instala una mala constitucin en la p-ropia alma de cada uno de nosotros, por su complacencia hacia lo que esta tiene de irrazonable y que no sabe reconocer ni lo grande ni lo pequeo, sino que ve las mismas cosas ora grandes, ma pequeas: haciendo simu-lacros con simulacros, y a una distancia enorme da lo verda-clero)>21. En stuna, el ru.i;ista imitador es un bechicero22 que, con ayuda de la magia (thcmmatopoia), pervierte el alma hu-mana. Esta se convierte tambin en el objeto de una lucha

    1) El sofista, 266c. ao Ve1 obra citada x, 598d. En lon, el veredicto final es el mismo, apli

    cado no a la p:intu1'a sino al arte del rapsoila. 21 lb:idam, X, 605.

    ~ Ver La Rep!lblica. x. 598 el.

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    entre el imitador y el sabio: el prbne:ro la atrae hacia ab~o (mediante un contagio afectivo), mientras que el sabio quiere elevarla hacia la contemplacin de las Ideas (mediante 1ma persuasin racional). Del mismo modo que no puede haber cornp:ro:miso entre lo verdadero y lo falso, no puede habmlo entre el sabio y el im:itador.

    Qu pensa:r de este segundo rogumento antimimtico? Me parece que compmrta dos aspectos que hay que distingtri:r cui dadosamente. Primero est la concepcin epjdemiolgica de la accin de la m:niesis. Despus, las conclusiones que Platn extrae de esa concepcin.

    La concepcin epidemiolgica tiene la ventaja de per.mitir a Platn pensar que la :ficcin acta. de otro modo y en otro nivel que al discurso filosfico. Acta de otro modo: no po:r abtltraccin de conceptos gene:l'ales, sino por intmiorlzacin mimtica. Actiia en otro nivel: no en el de la formacin refle-xiva de las creencias, sino en el de los esquemas interiol'izaw dos en forma de gestalts globales. En esto, la concepcin platnica apunta a lo que efectivamente es 1.ma dive:rgencia funcional profunda entre el dominio de la ficcin y el de la relacin tll'eferencial con la l'ealidad, entre la ejemplificacin modelizante y el anlisis conceptual. Tomemos el caso de la. ~ ficcin literaria. Puesto que esta comparle el soporte semiti~

    co con la :reflexin analtica (el lenguaje), manifiesta ms cla-ramente esa diferencia funcional: la ejemplificacin ficclonal tle situaciones y de secuencias compo:rtamentales posee una funcin modelizante -es decir, pone a nuestra disposicin esquemas de situaciones, escenru.ios de acciones, constelacio~ nes emotivas y ticas, etc., que pueden ser interio:rizadas por inmersin y {eventua1mente) reactivadas de manera asociati va-, mientras que la l'eflexin anaHtica conduce a saberes abst1actos C'tlya posible aplicacin :requime de una operacin racional con :reglas explcitas. Ms adelante tend1e:mos oca~ sin de ver que esta cliBtincln, formulada aqu de manera un poco abrupta y simplificadora, engloba hechos que no tienen nada de nrlsteriosos y que experimentamos cotiilianamente. Por el momento se trataba simplemente de indicar mediante un ejemplo que la concepcin epidemiolgica de la accin de la ficcin que Platn desarrolla en La Repblica debe ser vista

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  • tambin como una forma de l'aconoee:r la es:pec:icidad del modo de accin de la mimesis.

    El hecho de que Platn haya visto tan bien esa especlc:idad se puede explicar de diferentes maneras. La explicacin ms banal se encuentra evidentemente en la extrao:rclina:r1a agu.w deza de la que da prueba tanto en este a~:nmto como en otros. Pem tambin hay que tener en cuenta el hecho de q1.1e Platn tuvo un papel importante en una transformacin histrica mayor de los sistemas de e.reencias o, ms b:ien, de los modos de legitimacin de las c:reencias: el paso de una sociedad :fundada en la explicacin llltica23 hacia una nueva constela-cin -la de la filo.snfla, las matemticas y los saberes emp:f:r.i~ cos-. En esta nueva constelacin, la legitimacin de las e.reen cias ya no descansa sobre la tlansmisin de tm saber social, sino sobre un aprendizaje individual fundado en la abstraccin conceptual universalizadora {de ahf la teora de las Ideas). Esto no quiere decir que ya no hubiese tra:nmnisin de saberes sociale.s, sino simplemente que ya no era un c.rite;tio de le-gitimacin de los conocimientos; de ah la degradacin del saber social en ~> (opuesta en adelante al sa~ bar racional), por no deci:r en cuentos de vie.joa>>111 Este cambio :fundamental vino acompaado de la voluntad, :po:r parte de los :filsofos, de distanciruse de las etiologas c

  • nuestra), es decir, el nacimiento de una pl'ctica simblica entregada a la apreciacin esttica pblica. Tambin. hay que p:reci.sar que ese nuevo arte es sin duda antes un arte defini-do atencionalmente (es decir, que se concede una funcin est-tica a 11na prctica uyo estatua originario et'R, cabe suponer-lo, diferente) que una nueva prctica lite1aria especfica, es decir, 1m arte en el sentido :intencional del tmrlntf'l, El naci-miento de la :ecin narrativa corresponde pr:ime:ro a una reo .. rlentacin de la actitud receptiva frente a las nruTaciones de la tradicin pica; po1' lo que sabemos, slo 1ns tarde, tal vez a partir del siglo no 1 a.0.23, este me atencional se convro'tiM r en modelo para un nuevo gnero literro1o, el de la ficcin novelesca. En todo caso, no cabe nnguna d1.1da de que en la poca de Platn ese cambio en el modo de l'ecepcin de las epopeyas ya se estaba p:roduciendo. E:n la medida en que su anlisis no tiene en cuenta esa evolucin, no es sorp1endente que nunca distinga claramente ent:re mentira y fingimiento ldico -lo cual lo lleva a acusar a la :representacin mimti-ca de ser falaz-.

    El .segtmdo lmite de su anlisis -sin duda, el que :funda menta su actitud pol:nrlea hacia la mmes:ls- reside en su incapacidad de 1econocer que el llegaremos a una concepcin completamente diferente del fingimiento lclico y de las actividades mimticas.

    Segt1n la primera genealoga, las actividades mim.ticaf; primeras {desde el punto ele vista filogentico) no son activi-dades de aprendizaje, s:ino que derivan de la esfera de los rituales rellgiosos y la magia, es cleciT, de encarnaciones 'con funcin pe:rformativa seria: imitar a alg11.ien es convertirse en ese alguie:n. El origen de la ficcin se encontrada entonces e los rituales de posesin. En ellos, par supuesto, la actlvi dad mimtica no era vivida como producto de un simulacro, sino cmo la toma de posesin del oficiante por el esp::ritu

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  • -los gestos y palabras del :prl:me1o producfan los signos de identidad revelados socialmente del espi:ritu que tomaba posesin de l-. La :inmexsln total del oliclante en la aclivi~ rlad mimtica no era temida, sino deseada. El ob,jetivo era deshacerse de su propia persona para convertirse en el recep-tculo de una identidad sobrenatural. Conve:rthse en otro no e:ra un riesgo, :Sino una suerte. Por el contrarlo, la ambiva-lencia .actual frente a las artes :rn:imticas se explicarla por el hecho de que, cuando la humanidad aupel' ese estadio ~~mgieo en beneficio de un control racional del mundo, todo lo cp.1e recordase a aquellas expe1'iencias de inmersin (y po1 tanto de abandono de uno mismo) podra gene1m angu:l'l;ja. Esa angustia trad1.1ce de alguna mane:ra nuestra actitud de sujetos ((l'acionalmente emancipados, en la medida en que la ficcin har.a nacer en. nosotros el miedo a l.ma !'egresin hacia comportamientos mgicos y, por tanto, ril'l'acionales)),

    Segn esta hlptesis, que es tambin la del cuento de Aym, nuestra inquietud ante la ficcin y las mies mimticas vendra del hecho de que nos llevan a correr el riesgo de caer en una actitud prelgica; la i:mitncl6n, q1.1e entre nosotros est al servicio de la prodt1cein de simulacros ldicos y, :po:r tanto, reconocidos COOll.O si:mulac:ros, s:ln embargo siem:p:re estara expue.sta a volver a se1 el instrumento de tma aliena ein de nuestra identidad racional. Las actividades mimticas 11ulicas serian al mismo tiempo un primer testimonio del paso del pensamiento :mgico a1 :pensamiento lgico, paso en el que, segn las preferencias de cada tmo, puede verse bien un p1o~ greso (Lvy-Bruhl), bien un signo de decadencia (Nietzsche). El nacimiento del mimetismo ldico corresponderla entonces a la sU:blltitucin de la meencia alucinat!ll'ia en una encal"na-cin real por dos actitudes mentales nuevas: la mala fe (ligacla a la inmersin provocada, y no ya. espontnea) y la mentha manipt11adora (en cuanto que se beneficia cons .. cientamente del efecto de ar.rastre). Esta hiptesis genea1gi ca permite comprender la polmica mmalizadooa rem.mente en Occidente e inaugurada pro el argumento platnico que acabamos de ver: el carcter contagioso ele la :ficCin clemos-tlarla el est~:r~us esencialmente :irracional del fingimiento ldico. Es evidente que en tal genealoga la actividad nrlmti-

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    ca no puede tene1una funcin positiva propia. No es ms que un :resto .inestable, ves'hlgio del paso entre lo verdadero y lo falso. Pero incluso as sigue siendo peligrosa.

    Esta explicacin de las l'elaciones entre posesin vivida y posesin s:i:mnlada {seria o ldicamente) no me parece muy convincente. En efecto, muchos t:l'abtos dedicados a los ritua les de posesin demuestran qua el cambio de identidad, lejos de ser el plmto de partida de la actividad mimtica, es su resultado. En general, lo que acaba siendo de verdad comienza, sin embargo, como un de mentira, es decir~ en cuanto que imitacin vivida como imitacin. A travs del pro ceso de :inmersin este flng:imiento se va transfonnando poco a poco en un de verdad, es deci:r, en una toma de posesin del imitadro po.r aquel al que illi:ta. El trance o el xtasis inducido por la actividad mimtica es lo que la: hace incl:inm-se del lado de la encamacin seria. Por otra pm'te, desde el punto de vista del ocianta, esta no noviene de un rgimen de creencia, sino de nn estado vivido. La imitacin voluntaria es un .in~1ctor de inmersin; dicho de otra :forma, los 1'iesgos de posesin, lejos de precade1' al nacimiento de la imitacin concebida como ira:itacin, :p1esuponen la capacidad de S\llllel' girse de manera consciente en tal actividad. Lo que pasa en los :ritos de posesin pe1'tenece entonces al mismo o1den que

    es~ inmmsiones totales que hacen qua ciertos juegos de l'ol :para adolescentes se :inclinen del lado de la identificacin

    ~~seria, lo cual, dicho sea de paso, d~uestra que el mecanis-mo en cuestin no est relacionado en absoluto con cierto

    ~stadio pretendidamente primitivo de la humanidad. Esta 1elacin complta entre el estadio de imitacin cons~

    ciente (estadio en que el o.ciante es un actor en el sentido tea . tral del trmino) y el estadio de encamacin vivida a menudo :plantea problemas a los testigos externos Oos etnlogos), divididos entre lo que parecen :indicios de mala fe (pol' pa:rte del oficiante y de su pblico) y lo que, a1 contlario, parece incll cm la a.-dstencia de una verdadera transformacin de identi dad (mediante ilusin alucinatmia). Mirihel Leirls nos ha dejado una ilustracin :interesante de esta duela en el diario que escr:bi dmante la misiful Dakar-Djibuti (1931~1933) y en su ensayo La posesin y sus aspectos teatmles en los eto

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  • pes de Gon.dar'. Al comienzo de1 diario, Leiris oscila pe:tma-nmxtem.e:nte entJ:e la eree:ncia de que aquello que estaba observando perteneca al mbito de la posewn y la constata~ cinl algo irritada, de que todas aquellas gentes eran sinu.ila-dores y di~u1adores28 En el estuilio publicado en 1958, intenta encontrar 1.m concepto intermedio que le peT.mi-ta dar cuenta de ambos aspectos, la posesin vivida y la imitacin consciente, sin necesidan de recurrir a la hiptesis poco con~ vincente de la disimulacin generalizada. La nocin que.esco-ge, a sabm, la ele , es muy sugerente. La opone a la vez al ), donde
  • cac:i6n de las relaciones hUllliUlas a travs de un di.stancia-miento ldico de los conflictos.

    En el nivel de la ontognesis, estamos menos clesmnmdoa que en el de la lognesis para est1.1dia:r el nacimiento de la competencia cclonal. 'lbdos los :niiios deben en efecto ap:ren-,der a distinguir entre lo que es de verdad y lo que es

  • Es :importante s:in embatgo 1natizar el carcter unilateral del anlisis que :p1opongo. Sera un error no tener en cuenta, si no la polmica platnica, al menos la problemtica de la que se alimenta, a saber, la del fingimiento. Esta problemti ca est en efecto ausente de la visin aristotlica, que nos propone una imagen muy pacificada de la ficcin. Para Aristteles, lo que caracteriza a la :ficcin es la estl"Uctura represe:ntacional especifica de una narracin que rep:resenta hechos necesarios, Yelos:miles o posibles. En todos los casos) aparece separada del discurso factual po:r una barrera cate gorlal estable, la que stingue tm modo de representacin que construye tma modelizacin de valor genmalizante de un modo ele representacin que pm'lllanece acantonado en lo pm-ticular y en lo contingente. Poco impOl'ta entonces la eventual proximidad entre el (> {es decir, las entidades) de los unfyrosos ficcionales y el del universo histrico. Aristteles seala que importa poco que el poeta trgico invente perso-najes o, por el contlmio, les d nombres conocirloSt as decir, (.'uante historias tradicionales poniendo en escena personfes cuyo se:r trasciende el universo ficcional. Incluso cuando tl;a baja con personas reales, o por lo menos consagradas por la tradicin, sigue siendo un poeta mimtico y no puede ser con~ funclido con un historiad01; en efecto, se trata del poiets de una eS'tl'Ucturacin mimtica que as 1.ma modelizacin gan&-ralizante y no podra confundirse con un relato factual. Al'istteles va ms all, pues afirma que cdnclu.so cuando com pone un poema a partir de acontecimientos reales, no por ello es menos poeta; pues nada impide que algunos de esos acon tecim.ientos reales sean de aquellos que acontecen probable y posiblemente, y es por su relacin con ello que eJ poeta los hace objeto de su poesa34 Dicho de ot.ra fonna, Aristteles tiene una confianza absoluta en la inmunizacin tec:proca del mundo de la ficcin y del mundo tle la realidad hist1ica. Por lo tanto, su co:ncepci"n de la mimesis no es la de la imitacin como engao, sino la de la imi'tac:in como modelizacin. En ef'et.1o, al elabora:r su fbula segn las lneas de lo posible, lo necesario o lo verosmil, el poeta elabora de hecho tm modelo

    a.J Potica, captulo 9, 5lb.

    cognitivo cuya validez excede la realidad que imita, en el sen !:ido de que abstrae de ella la est:tuctu:ra actancial profunda capaz de clar lugar a encarnaciones em:pirlcas mltiples y vmiables segn los contextos. Es interesante sealar que si Aristteles acep,ta la posibilidad de 11na :fccionalizacin de acontecimientos reales~ en cambio~ no se plantea en ningn momento la posibilidad inversa, es deci1; la situacin en que el poeta. lejos de intentar transfigurar lo xeal a travs de una modelizacin que haga sobresali1la estructLua de accin sub-yacente, intente, al contrario, hacer descender su invencin ccional al terreno de lo 1eal. 1Vls tarde veremos un ejemplo de esta posihilidad3~ -que amenaza precisamente con poner en peligro la fronteta categorial estable que el autor de la Potica establece entre los dos cOl\iuntos discursivos y, ms ampliamente, rep.resentacionales-. Ahora bien, pma encon-trar una toma de conciencia de esa posibilidad, hay qua vol~ verse hacia la teora :platnica de la mimesis. Pues lo que inquieta a Platn, ya lo hemos visto, es p.r.ecisamente la situa-cin de una posible contaminacin de la Tealidad po1 la imi-tacin, :por el :fingimiento.

    Por lo tanto, me parece que para comprender realmente la ficcin, y tambin la actitud ambivalente que la cultura occi-dental ha mantenido constantemente hacia ella, de una forma u otra, hay que con.segujr integrar el ptmto de vista pla-tnico (la imitacin como fingimiento) en el modelo mistotli co (la imitacin como modelizacin cognitiva). Slo esta doble pe1-spectiva permite comprender pm qu la ficcin es una con quista c:ultu1al de la humanidad. Esta conquista se beneficia de la transformacin tle 1m dispo.s:itivo mental que, desde el punto de vista de la lognes:is, es mucho ms antiguo qua la actividad ccional. pues ya .existe en el reino animal: el :fingi miento. Esto no significa que haya que asumir la tesis filoge ntica que intenta explicar el nacimiento de la ficcin a partir de un estadio de identificacin mgica, pues aq1 lo que est en cuestin no es la relacin de la cc:in con la identificacin mgica, sino ms bien con la ash1cia, por ms que un engao pertenezca al mbito de la astucia (es decir, de una actitud

    "5 Ver pgina 115 y s1guiente.s.

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    -

  • mental totalmente opuesta a la de la ide-ntificacin mgica). A continuacin, es necesario intentar com:piender en qu senti do la ficcin, a la vez que se s::rve en divarsos grados de ese spostivo de engao, slo puede ser una ficcin m limita los ~efectos de ese wspositivo, el grado de inmersin inducido poo l. De ah la importancia tle los tbloqueos" de toda clase que se supone impiden que la inmersin se extienda hasta conta-minar el mmco pragmtico global que instituye la obra en cuanto que ficcin. Ta1es mecanismos de :Oloqu:eo se encuen-tran en todas ]as actividades lllilm'iticas, ya se trate de juegos de rol, da ensoaciones o de :representaciones arlisticas. Como bien sab:a Platn, la imitacin concebida como p1oduccin da una apariencia posee su propia dinmica, det&.rminada nicamente por el grado de isomorfismo entre la imitacin y lo hmtado y, por tanto, por el grado de inmersin que permi te. Cuando ese isomorfismo rebasa cierto umbral, el engao opera plenamente, cualquiera que haya sido la intencin que haya p1esidido su produccin: pasamos de la inmersin pru cia] caracteristica de la ficcin a la inme1sin total caracters-tica del engao. De ah precisamente la importancia de un estmlio de la gnesis ontogniea de la competencia ccional concebida como competencia psicolgica, importancia que es tan grande que la I'econstnlccin de la gnesis filogentica co1Te el riesgo de segun siendo siempre ampliamente hipot-tica. Y, si la teu.ra. platnica es, en cierta forma, el eco inquieto de esa gnesis filogentica. de la ccin, no ser.a sorprenden te encontrar inquietudes del :mismo tipo en los nios, que no dE{jan de repetir la pregunta platnica: De verdad o de men-tira?)>, Evidentemente, la dificultad est en no quedarse enca sillado en esa pregunta; hay que intentar, en la mawda de lo posible, reconstnlir el paso de ese estado inestable enbe fic L'in y :fingimiento hacia el estado psicolgica y cultul'almenw te estable de la ficcin, es deci:r, hacia Ja problemtica aris-totlica.

    tjO

    II. Mmesis; imitar, fingir, representar y conocer

    l. De un embrollo secular El anlisis de la posicin antimimtica habr demostrado

    al menos una cosa: aunque la nocin de ficcin sea de uso comente, sigue siendo singularmente opaca. Los malent.en-didos a los que da lugar son tan mltiples que el anlisis de la polmica antimimtica COl'Te el riesgo de perder el rumbo en todo momento. Esta opacidad de la nocin est relacio-nada desde hace ms de dos milenios con la del trmino m.mesis. Como hemos visto, Platn y Aristteles ya pro-pusieron anlisis muy divergentes. Sus traducciones al latn y a las diferentes lenguas europeas modernas no hicieron ms que acentuar esa divergencia, pues la nocin se vio an-astrada a campos semnticos que distaban mucho de coinciclir de una lengua a ot1a y de un estado lingistico a otro. Su aplicacin en diferentes a1tes (pOl' ejemplo, el tea-tro> el relato y la :pintma) no mejoJ las cosas. Esta m1.liti~ plicldad de sedimentaciones histricas y contextuales, as como la :inestabilidad semntica resultante> mereceran sin d1.1da un estudio lexicolgico detallado1 Pero cualesquiera que sean las peripecias histricas del trmino, las conse~ cuencias actuales de esa evolucin son simples de enuncia:r: la nocin de mimesis se ha convertido en un verdadero c~n de sastre.

    1 Ver por ejemplo el excelente esnKlio lexicolgico de Bouval'ot (1989) dedicado al tl'llli:no 'simulacro'.

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  • En efecto, si nos pidiesen que enumersemos algunos ejemplos ele lo que asociamos a la relacin mimtica en el terreno art.stico, podl1ru:nos, segm los contextos, citar los enunciados ms diversos, por ejemplo: La novela imita a la vida;
  • duc:ir trminos tcnicos y desarrollm consideraciones que a algunos lectnres podran parecerles abst:tactas. Sin enibar go, intental' evitru toda jerga intil y t1ata:r da da:r ejem-plos conmetos capaces de demostrar que los hechos en cues-tin forman parte da la realidad comn y que la complejidad de cie1tas distinciones que me ver obligado a introducir no es ms que el1e:flejo de esa 1ealidad comn. Po:r otra pm'te, a1g1.1nos de los fenmenos analizados. podrn parece1 a pri-mera vista muy aleja dos de 1a C'ltestin de la ficcin. Debo 1ogm al lector que tenga un poco de paciencia; a lo largo del anlisis desc.'ubr.i:r que la nebulosa apa1eniementa dispa:ra-iatla de los hechos mimticos constih:ye en realidad el tras-fondo fllogentico sin el cual no :podrlamo.s comprender el nacimiento de la competencia ficcional.

    2. Mimetismos Cuando intentamos establecer las significaciones de la

    nocin tle imitacin tal y como es util:izada en los diversos trahl:\:ios sobre las relaciones mimticas, tlescubrlmos q1.1e tle-ne al menos cinco tipos de fenmenos distintos cuyas funciones y nivel de complejidad di:e:ren unos de otros. Los agrupar tomando su complejidad eomo hilo conductor, es decjr, pruth de los fenmenos ms elementales y ms extendidos ent1e los smes vivos y terminm por los compor tamientos ms complejos y ms espet.'i:ficos de la Cl.'llt'ln'a humana:

    a) Cuando los bilogos y los etlogos utilizan el tr.mino imitacin>,, se refiaren esencialmente a los hechos de mime-tfsmo con funcin de engao (mimim:y ). Los engaos estn muy extendidos entre las plantas y en el reino animal, jncluido el hombre, por supuesto. Sus efectos son siempre loa mismos: en las l'elaciones entre especies favorecen al organismo imitador, ya sea en relacin con stLS predadores o en l'elacin con sus p1esas. En las relaciones internas a la especie favorecen al animal imitador (o al grupo irltado1) en :relacin en sus congneres, y el objetivo puede ser, una vez ms, agresivo o defensivo. Hay qt1e recmdar que loa .engaos ms pl"imitivos' no son hechos compo:rtamantales,

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    sino ca:racterlsticas fenotpicas seleccionarlas a lo larg9 de la evolucin de una especie. Es el caso, po:r ejemplo, de los dibujos eri forma de ojo de rapaz que adornan las alas de ciertas especies de mariposas y las p1otegen contra pombles predadores -es decir, contra los pjaros, que son a la vez pre-dadores natmales de las mariposas y presas natmales de las ra:.paces cuyos ojos imitan las alas de las mariposas-. Lo mismo sucede con la horoocromia pasiva de la cebra en rela~ cin con su nicho ecolgico OlilS hioohas de la estepa). Otros engaos co:nesponden a mecanismos J'eactivos que se a.cii van en interaccin con el entorno. El ejemplo ms conocido es el de la homocro:ma activa de los camaleones o, incluso, los rodaballos, dos especies cuya coloracin vara seg:r,l al entorno en el que se encuentren9 Finalmente, los engaos ms com:plejos son aqu'fllos que enban en el nivel de los comportamientos en el sentido estricto del trmino: prorll1-ciendo un engao comportamental, el animal imita selecti-vamente el comportamiento especfico de otro anmal# en general para inducir a enor a su predador o a su presa potencial. Existen tambin serpientes no venenosas que, cuando son atacadas, imitan las postmaa de una especie venenosa pma confundir a su predador.

    Entre todas las especies animales conocidas, la especie humana es la que ms ha desanollado el registro de enga-os comportamentale.s, a la vez en sus relaciones con las otras especies y en las relaciones entle hombres. Tal evo-hlcin ha sido posible gracias a dos factores. Po1 una parle, en el hombre, el abanico de engaos compo:rtamen'tales no est jdo genticamente (contrariamente a lo que ocurre por ejemplo con las serpientes, que adoptan automtica-mente el mismo comportamiento mimtico cuando se enfrentan a situaciones i(lnticas). El repertorio mimtico puede por tanto enrlquectm;e in:.Einitamente po1 aprendiza je social e individual. Por ot1a parte, el hombre dispone de un mUero mayor de registros de interaccin con sl entor~ no (~umano o no) que las otras espacies, y posee las.com-

    3 Para estos ejemplos y otros, ve1 Caillois (1938), pginas 109-116, o Baudonniere {1997), pginas 1818 ..

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  • patene:as mentales necesarias para utilizar cualquiera de esos registros per.ra producir sus engaos. En las relaciones que el hombre mantiene con sus semejantes, el registro ms rico en engaos es sin duda el de los sistemas simb Hcos y, en primer lugar, el de la lengua. La mentira -uno de los usos imposibles de desarraigar de la lengua- no es ms que un engao lingstico, puesto que mentir eq\.liva le a emitir un acto de lenguaje que imita una informacin sincera sin serlo, con el objetivo de engaar al oyente (o al lector).

    Vemos que la distancia entre los dos extremos del es-pect1o de los engaos es enorme, puesto que en un polo son realizados fenotipicamente y seleccionados genticamente, mientras que en el otro son producidos po:r una estrategia :individual consciente y seleccionados por la evolucin cultural y la madu1acin psicolgica del individuo. Paro, a pesar de esas diferencias, su funcin es siempre la misma: se trata de incluch a el'l'or al destinatario del mimema. Y, si exceptuamos los casos, raros y ambiguos, en que menti~ mos a alguien por su bien (por ejemplo, pOl'que pensamos que la verdad le ha:ra sufrir demasiado o porque tenemos :razonas para creer que quiere que le mientan), la menti :ra y los otros engaos comportamentales humanos tienen exactamente el mismo efec'to que los mimetismos fenotpi-cos tle los seres vivos ms primitivos: en la medida en que tienen xito, constituyen una ventaja para aquel que los proclt.1ce. En esto se di.sting1.1en fundamentalmente de la ficcin, que, como veremos, no se basa en una l'elacin antagnica, sino por el contrario en un principio de coope racin.

    b) El segundo tipo de fenmenos que generalmente desa c:ribimos con el trmino imitacin>, se sita en la :ontera entre )n etologia y la psicologa. Se trata de la reproduccin

  • dad, demostrar ser de gran utilidad cuando se trate de estudiar las :relaciones entre la actividad mimtica (imita-cin) y la I'elacin de sem~anza (similitud). En los mecanis-mos innatos ele activac:i6:n, astamos en presencia de una relacin de semejanza entre clife1'en:tes estmulos, pero sjn que esta Jelacin sea causalmente inducida po:t el estmulo dasencaclenante {pues 1m estmulo dife1ente -el movimien-to de un lpiz- produce la misma reaccin). Por tanto, no podemos deduc:h automticamente de una relacin de seme-janza una relacin de imitacin: y puede parece1se a x sin tene1 que imitarla necesariamente. Me avergenza un poco enunciar tal perogrullada, pero en las discusiones sob1e la :imitacin se olvida a menudo.

    e) Otro campo en el que se utiliza la nocin de

  • que yo vea t1abf:'.\jar a mi vecino para deshacerse de las malas hierbas de su jard:n, me p:roduce deseos ele inicim la misma actividad; pel'o la forma en que la llevo a cabo, es decir, mediante una bina errtica y en funcin de la mala hierba encontmda (soy :reticente a deshacerme de los vegetales en J1or, lo que hace mi bina particularmente ineficaz), obedece a un plan que me es propio y reposa en una interp1etacin muy laxa del principio: Lo mejor es enenrigo de lo bueno; esto no tiene nada que ver con el plan endiabladameute eficaz, ins-pirado por Atila y desarrollado por Monsanto, que aplica mi vecino, el bien llamado Round-Up. Pero existe un segtmdo tipo de rplica obse:rvacional en que el comportamiento observado no se limita a desencadenar una actividad del mismo tipo, sino que el desa:r:ro.llo mismo del comportamien-to inducido es un calco del que ha funcionado como rplica. Hay una edad en la que los nios no slo tienden a entregar-se a las mismas actividades que observan en los dems nios, sino que adems tienden a calero el conjunto de la secuencia compo:rtrunental (por ejemplo, dar de comm a la m'neca) del comportamiento observado, cuando en su reper 'torio compo:rta:menta] disponen de otros escenarios alternati vos al que imitan (evidentemente, hechos del mismo tipo se producen en la vida. adulta).

    A diferencia de lo que ocurra en los mecanismos innatos de activacin, en los que el vnculo entre las dos actividades no es lo bastante selectivo como pa1a que pueda hablarse de un proceso de imitacin, en los dos tipos de rplica obser vacional que acabo da distinguir, el comportamiento al q1.1e se parece la actividad :inducida desempea un papel causal (el vinculo entre las dos actividades es selectivo). Pero, en el primer 'tipo, ese papel causal de la actividad inductora no determina el desanallo de la actividad inducida; incluso si el desarrollo de la actividad inducida se asemeja a la acti-vidad inductora, no es causado po:r tma imitacin de esta. En el segundo tipo, en cambio, la causaliclar1 acta tambin en el nivel de las semejanzas entl-e las secuencias comporta-mentales y, si el comportamiento :inducido se parece al gan-cho, es pmque imHa la secuencia comportamental- de ese gancho.

    d) En el tel'reno de la psicologa cognitiva se utiliza el tro mino dmitacin para designar los fenmenos de aprendiza je por ob~un-vacin (observationallearning) y de aprendizaje social (social learning)1. La expresin

  • la eleccin comportamental o culminar en la imitacin de 1.m comp01tmiento cuya estructura general ya forma parte del :repertorio del que imita.

    El hecho de que la adquisicin deba ser causada po1 la :imitacin no significa que esta sea necesariamente su nica causa; podra ocutrir que esta activase una capacidad inna-ta -y, pm tanto, virtualmente existente-, pero que slo pudiese desarro11mse a travs de aprendiz~jes p~r obse:rva-cin. El ejemplo ms conocido de 1.ma aptitud mnata que slo se desarrolla a travs de un proceso de aprendizaje por imitacin es la competencia lingstica. En efecto, es sabjdo que el aprendizaje lingi.istico descansa en aptitudes inna-tas. Es el caso~ especialmente, de la discriminacin fonti ca. J_.os trabajos ele J acques lVIehleT han puesto ele mani-fiesto que, desde el pe1iodo neonatal, los bebs poseen la capacidad de disCliminacin entre fonemas9 PoY su parte~ el equipo de Piel'l'eMarie Baudonniere ha llevado a cabo experimentos q11e sugie1en que, desde el primer mes, los bebs son ca:paces, no slo de discrinrlna:r entTe :fonemas, sino de imitarlos selectivamentew. Pero, por otro lado, si 1.1n beb es apm'tado de todo contacto lingstico, no ap1ende a hablm por s nrismo. El ap1endizaje por obse1-va.cln, es decir, la imitacin selectiva, parec.e entrmces ser una condi cin necesaria para que las aptitudes ling:sticas innatas se activen.

    El terreno en el que las ventajas del aprendizaje por observacin son ms visibles es, sin lugar a dudas. el de las aptitudes tcnicas. En un estudio ya antiguo, Miller y Dollard trataron este asunto: tUn tcnico es alguien que ha organilllado un gran nmero de conexiones ent1e esti mulos y respuestas especficas en hbitos complejos. Pa1a aquel que quie1e adquiri1la misma competencia) es mucho ms :fcil hacer inte:rvenir unidades de imi'taci6n (copying units) para establece1' las conexiones conectas entre res-puestas y estimn1os que intentm' descub1irlas a travs de

    g Meh1er (1990). Ver tambin Pinker (1999), especialmente pginas 416-420.

    Bauclonniitre, ob1a r:itada, pginas 5:2-54.

    comportamientos aleato.rios11 Podr!amos caer en la tenta cin de der..'ir que esas ap-titudes adquiridas por mimetismo no dependen slo de una habilidad prctica y que no son

    ~'verdaderos conocimientos, ya que no me dicen cmo son las cosas. sino que se limitan a mostrarme cmo compor-tarse con ellas. PeYo una objecin as slo tiene sentido si identificamos (abusivamente) e1 conocimiento como tal con el conocimiento reflexivo o abstracto. En realidad, toda habilidad pret:ica implica conocim:iantos que ataen al ('cmo de las cosas. Simplemente, .esos conocimientos es-tn ine1ustados en la habmdml en lugar de apartarse de ella como ocurre con los conocimientos reflexivos. As, par~ poder clavar correctamente un clavo, yo -o, ms bien la estructura representacional que modeliza los pro-gr~as sensomotr:ices de mi mano derecha- debo inte-grar un g:ran nmero de informaciones sobra el peso del martillo, la rigidez del clavo, su longitud y su dimetro, la densidad del material que debe penetrar, etc. El que esos saberes no estn tematizados explcitamente y que yo sea incapaz de formular la mayoria de ellos no debe inducirnos a error; para clavar correctamente un clavo, m: estimacin de los parmetros fsicos pertinentes debe ser tan adecua-da como la que me exige la resolucin de una ecuacin de segtmdo gtado. Simplemente, no toma la misma forma en los dos casos porque no es tratada por los mismos mdulos mentales o las misma.s funciones neurolgicas; el conoci-miento prctico sigue incrustado en un programa sanso-motriz, mientlas que el conocimiento algeb1aico adopta la forma de reglas explicltamente formuladas y accesibles a travs de un esfuerzo de rememoracin consciente.

    El aprendizaje por mimemas existe en dos formas di-ferentes. La copia puede tener lugar a partir de la fenome nologa de un comportamiento (surface form behavior) o a pru'tlr de la estructura organizn'tiv.a. En el primer caso, con-cierne a una especificacin lineal detallada de actos se euenciales. En el segundo) a la rrrganizaein jerrquica de un p:rog.rama comportamental global (generalmente inten-

    "Millar y Dollanl (1962), pg.inn 195.

  • cional)12 By:rne y Russonm, que introducen esta distincin, llaman la atencin sob1e el hecho de que la imitacin con funcin cognitiva (en los seres humanos, pero tambin en los grandes primates) tiene por objeto, prcticamente siempre, estructuras compo:rtamentales, es decir, lo que se..copia es la organizacin de un proceso intencional complejo que incluye una estructura secuencial (la secuencia regulada de accio-nes ele las que se compone la actividad global), dife:rentes mdulos de subrutinas actanciales (un mismo tipo ele accin es capaz de inte:rvenir varias veces en la actividad global) y esquemas de coOTdinacin motriz (a cada accin elemental eoneaponde un programa moto1 complejo). Tal imitacin presupone evidentemente que el que imlta disponga de una capacidad de organizacin jerrquica de los comportamien-tos, capacidad que exige un sistema nervioso central alta-mente complejo (segn Byrne y Russon, el go1ila slo sena capaz de una organizacin de accin jerrquica en dos nive~ les), Dawkim, en pa:rticulm, ha llamado la atencin solne el hecho de que una organizacin jerrquica de los comporta mientes es mucho ms eficaz que una organizacin comR po11a:rnental puramente lineal: por 1ma pmte, puede ser 1epmada ms fcilmente en caso de sn:fri:r un revs, por otra, es ms econmica, puesto que mltiples secuencias

    1~ Riecaur (198B), pginas 9091, sostiene que el paso de la esfera de la accin a ln del relato de esa acci1Sn equivale al paso de tm OTden paradig-mtico a un orden sintagmtico (el de la puesta en intriga da la aecin), Pero, en realidad, la estructura jerrquica de las acciones ea la de lmn organizacin secuencicl, es decir, que depende siempre tlel orden ~sintag~ mtiw. La posiblliootl de Riccaur slo se comprende si tomamos en consi~ de:racin sus presupuestos filosficos. Segn el programa de la .hermanu~ tica, el mundo de la vida est siempre pendiente tla an propia comJ)immin y, por tanto, de una actividad intel'ptetativa. En el campo de la accin, es el1elato quien se supone debe aportar esa intel>pretaci'n: slo el relato da sentido a la accin, y esto a b:avs de una actividad de pttesta en intl'iga de lo evenemencial. Pero la. conclusin slo se sostiene en la medida en qua hayamos despojado a la accin intencional de su propia astructwa cin para reducirla a un pmo acontecer pendiente de una inteliglbiliood que slo potlria llegarla desde otra pm'ta. Ver a asta respecto Dremond 11990).

    10 By:rne y Russon, obra citada, pgina 671.

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    comportamentrues p1.1eden compartir una l1llsma subrutina estructural. En principio, la eficacia y la economa (mental) son las :razones q11e explican por qu el aprendizaje imita-tivo se basa en general en la estructura jerfuquica de un comportamiento en lugar de hace:rlo en la secuencia de su exM terlorizacin fenomenolgica.

    Cuando hay imitacin de la manifestacin fenomenolgi-ca secuencial, esta persigue esencialmente una adecuacin mimtica a nivel pe1eeptivo, o sea, intenta reproducir los detalles petceptualmente ms pregnantes del comporta miento :imitado, lo que By:rne y Russon denominan su est:-lo1'1. Ms ta1de volve1 sob1e la nocin de estilo actanciru en la medida en que me parece dudoso que puada se1 rela clonada con una imitacin de superficie. Aunque no dicen ms, podemos suponer que el mimetismo de superficie con-duce a una homogeneizacin de las seales compol'tamenta-les capaz de facilitar las relaciones entre los humanos: al esta.ndarizal' la forma de la eomunicacin13, el mimetismo de supe:r.flcie disminuye la angmJtia :relacional y, ru mismo tiempo, ciertos tipos de agresiviclad.

    Para mi propsito, el aspecto ms importante de esta dis-tincin entre dos niveles mimticos :reside en el hecho de que prueba que la :imitacin no se t1ad1.1ce necesariamente en un isomoTfismo de superficie. La adquisicin po:r imitacin de una estl'uctu:ra comportamental dada es compatible con tma gran variabilidad en la puesta en marcha secuencial de esta estructura y, por tanto, con su manifestacin fenomenolgi-ca: La imitacin hace posible el ensamblaje de secuencias nuevas a pm'tir de unidades de observacin. PeTo, dado que pueden existir diversos grados de ensamblE\} e jerrquico, la imitacin puede intervenir en numerosos niveles, lo que pueda tene1 consecuencias radicalmente difel'entes en su manifestacin observable16 La eficacia del aprencliza.ie por imitacin se basa precisamente en esta variabilidad que le

    1 Ibidam, pgina 677,

    10 Sobre aatn eatandarjznein, ve.r Boyd y Richerson (1988}. 18 Byrna y Russon, ob1a citada, pgina 675.

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  • permite permanecer operativo an contextos situacionales mltiples que nunca coinciden de manera es-triCta. .

    By.me y Russon sealan aclems que es muy l'aro encon- tra:t procesos ele imi'tacin secuencial puta: la simple parce-lacin del comportamiento global en mimemas secuenciales parece te.s-~oniar ya una imit~cin-jeirqu:ica, puesto que hay que disponer de un modelo global para poder descom-ponello en unidades secuenciales. No obsta para que me parezca_que la distincin entle imitadn secuencial de s1.1~ perficie e :im~tacin jerrquica de~a se:r mantenida. POl'

    ejemp~o> eu.a:t;tdo imito las sonoridades de tma lengua extran-jera sin quere:r aprenderla, no constJ.uyo un modelo de com petencia de sus fonemas y, en ese sentido, comparado con lo que pasa en un ve:rclade:ro aprendizaje lingstico por imita-

    c:i~; se trata ~.efecto de ~na imitacin de superficie. Del nnsm? modO, mntar .los gesips de un~ persona intentando aproXJmarme al mximo a sus cmacte:rsticas directamente perceptibles, antes que al modelo gestual que estas conere-t~, supone :m a imitacin ele sppe:rcle ms que una i:mita-mn generalizante. Ms tarde tendremos ocrurln de vDlver sohre esta cue~tin que pe:rmite comprender la distincin entre la imitacin real (la que se pone en matcha en el aprendizaje por. :imitacin) y el ilngi:miento. En efecto, el he-cho de que By:rne y Russ?n slo hayan descubierto tmo.s pocos ejemplos de imitacin de superficie parece estar di-rectamente relacionado con el tipo de imitacin que han estucliado: la imitacin-reinstanclaein ms que la imita-.cin8apariencia. Esta es una distincin que, como veremos,

    de.s~mpea un papel importante en la cc~n, pues nos pe:r nnt1r dete:rminro lo que pertenece a la modelizacin fic cional (el universo creado) y lo que pe1tence al nivel del fingimiento ldico.

    .'.e~ Un ltiino terreno d~nde la pJoblem:tica de la imita-mo;n desempea un gran papel es el de 1~ in-te]igencia arli-ficml y, ms exactamenta, el de la sinilacin. El trmino es, desg.taciadamente, fuente cons-tante de ma-l~tendidos. Esto se debe a que su campo semntico tradi-

    m~nal es el ~ las apariencias, los simulacros, los engaos, m1entras que, en el marco de la inteligencia at~ificial se uti~

    ' '

    liza p~:ra designal' la c1eacin de modelos cognitivos17, una actividad exenia de toda intencin de engao y :todo compo-nente de simulacro (en el sentido da ilusin). Una simula~ cin en el sentido cognitivo del trmino :re:p~odnce las pro-piedades estructurales requeridas y los p1ineipios operativos da la entidad que se quiere simular l-B; es homloga de la enti dad l'eal, lo que hace que pueda substitulrla pa1a la rea1iza-cin de experimentos virtuales (cuya sancin ltjma sigtie siendo, s:in embargo, la reproductibilidad 11lterio:r en la l'eaa lidad misma)19 En nuestros das, cuando utilizamos el tr-mino simulacin)), en genera~ pensamos en Ja modelizacin digital o en la modelizacin matemtica (por ejemplo1.eilla modelizacin de la gentica de las poblaciones mediante la teora de juegos)r por tanto, en lo que podrla:mos llamar modelos nomolgicos (ya que el modelo representa el obj'ea to modelizado e-n forma de reglas de engendlamieilto abs tracto). Pe:ro, en :realidad, los procedimin~os de la s:tmu:J.a-cln modelizante no estn en absoluto relacionados de manera especff:ica con la infol'l:tica o las matemticas20 Existe de hecho un. seliundo tipo ele modeli~~urln, que no es nomlgieo sino mimtico. Ev~dentemente, est.e ltimo.tip es el que ms nos interesa aq1. Un. modelo mimtico as un :modelo que instaura 1~ relacin de homologa -que cor.res-ponde a su fmalidad cogllitiva- a travs de una relacin de semejanza. Los ingenie:ios civiles o nl).vales por ejemplo conf}truyen a menudo. modelos reducidos de navos pa:z:a probar la resistencia hidrodinmica del casco qua se dispo-

    17 El t\b'mino 'modelo' es trunhln a:ibig.1o, puesto que es utilizado. a la

    vez pa1a denotal' lo que es imitado (por ejemplo, en la. expresin mn modelo de escritura) y el resultado de la i)l!i:taci~ (Mi, en la expesin Un modelo n~dueido). Pero asta dualidad es precisamente ]a dellnime--nm cognitivo: ea el1esultalo de 'una actividad de imitacin, :pero al mismo tiempo, desde al plllltO de vista funeiona1, tiene el estatus de un mdelo virtulll qua ser ~raslrulado a lo l'eal.

    ; Edelman (1994), pgina 293. w Ver Cadoz (199

  • mm a const:nrir. Del mismo modo, para simular la actividad elctrica de las neuronas, se puede escoger entre mod~los nomo1gicos y modelos mimticos. Los modelos nomolgi-cos, en este caso digitales, representan la actividad de las newonas con ayuda de ecuaciones diferenciales uyas va-riables son, entre otras, el potencial elctrico transmem branoso de las neuronas y los parmetros cinticos de aper-tura y cierre de los canalet! inicos de las sinapsis (las neu-ronas :interactan a travs de intercambios inicos)21 Pero tambin se pueden construir modelos analgicos donde las neuronas, los gr1.1pos de neuronas y sus interacciones sean simulados por circuitos electrnicos; la adecuacin mimti ca de esos modelos es tal que pueden ser conectados direc-tamente a neuronas biolgicas y, as:, construir redes neuro-nales hibridas29

    Cules son las caractetsticas esenciales de la modeliza-cin? Ampliando un poco el anlisis de la simulacin digital propuesto por Claude Cadoz23, podemos retemn cuatro rasgos:

    i) La modeJizacin constituye en s misma una ganancia cognitiva, puesto que realiza el paso de la observacin de una teaJidad concreta a una reconstruccin de su astructu~ ra y sus procesos subyacentes:

  • muchos aspectos, esta distincin entre las dos funcionalida-des de la simulacin coincide con aquella otla, ya traclicional, entre conocimiento y accin (intencional). Pues, qu~ es la accin sino el :resultado de 1ma causalidad intencional, es cle-cil', un efecto real camac1o por la representacin mental pre va -el modelo mental- de ese mismo efecto?28 Dicho esto, hay que recordar que el objeto virtualmente elaborado no debe, necesa:riamente, mudar en modelo prascrlptivo para la realizacin de una entidad :real: tambin puede conser var su estatus de :realidad puramente virtual, aunque tenga que entr.ar en relacin con otras modelizaciones del mismo tipo.

    Ms an1ba elije qua las modelizaciones informtica y matemtica no son los nicos mbitos de la simtilacln cog-

    . nitiva. Tampoco son sus mbitos de 01igen. De hechot la vir-tualizacin moclelizante, esto es, la cteacin de simulaciones que pueden ser tratadas en eieitos aspectos como la l'eruidad a la que reemplazan (ya sea antes o despus) es sin eluda una de las competencias esenciales de la conciencia huma-na. En efecto~ uno de los valres de adaptacin de 1a comen-cia -concebida como la facultad ele tener representaciones mentales-reside en el hecho de que permite a los seres que disponen de ella sinmla:r escenarios ele interacciones (con el mundo o con sus congneres J. Y testar sus consecuencias pro-bables sin coner el riesgo de una sancin experimental directa. Dennett ha seiil;ilado que la evolucin de la concien-cia (como capacidad mental espec:fica) crea las posibilidades pma tma desconexin temporal cada vez mayor entre la per-cepcin de estmulos y la reaccin motriz; ese tiempo de latencia entre la. recepcin de los estmulos y la l'aaccin es utilizado esencialmente par~ :rec(?r.:rer mentalmente vmios escenarios J'eaccionales posibles y testar sus consecuencias r>rohables daclas las ca:racte:risticas ele los estmulos entran~ teefl. La misma jclea sustenta el adagio popular segn el cual es mejoo pensar antes de hablar, adagio que no es ms que una aplicacin espedfica de un p1ecepto ms general

    'ill Se trata Jll?r supuesto de un tam.a filosfico arch:iclsico. Para una formulacin reciente, va:r po:r ejemp