sáule - capítulo 1- frank david bedoya muñoz -2015- v2
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Capítulo 1 de la novela Sáule de Frank David Bedoya MuñozTRANSCRIPT
Sáule Frank David Bedoya Muñoz
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Sáule (La novela)
-Capítulo 1-
* * *
De los hoteles del antiguo barrio Guayaquil en Medellín, Sáule es el edificio más viejo y
más pequeño de todos; y aún sobrevive, pero siempre en peligro, como si pudiera ser
aplastado en cualquier momento por un centro comercial.
Eduardo Martínez había heredado de su padre su afición por el tango y por el fútbol, pero
también heredó el hotel que, con mucho esfuerzo y dedicación, se había fundado en la
época de los aires de tango de Manuel Mejía Vallejo. Eduardo, con muchas dificultades,
logró sostener el hotel que nunca volvería a conocer la prosperidad que tuvo durante la
época del fascinante Guayaquil. Una época perdida de la que solo quedaban dos viejas
fotografías que decoraban la sala del hotel, una de Carlos Gardel y otra de José Sáule, el
primero, muy conocido y el segundo no tanto, un entrenador deportivo del extranjero que
llegó al Atlético Nacional en los años cincuenta, por quien el padre de Eduardo sentía gran
admiración, tanta que usó finalmente su apellido para nombrar su amado hotel.
Sáule solo estuvo cerrado en la década de los noventa, por la violencia y por la mendicidad
que azotó a Medellín, que hicieron que ningún cliente decente quisiera volver a pasar por
allí. Y Eduardo prefirió cerrar el hotel, a las otras dos alternativas, que eran -según él-
degradarlo en un prostíbulo o en un albergue de mendigos. Cuando pasó la tormenta de los
noventa, Eduardo, se consiguió una plata y reabrió las puertas de Sáule, esta vez, no como
un hospedaje de aventureros y bohemios, sino de trabajadores del sector, que
ocasionalmente pasaban una noche allí, y eran muy pocos además. Y a pesar de lo duro
financieramente, Eduardo, se negó radicalmente a convertir a Sáule en un motel; Y además
se negaba a venderlo a los nuevos negociantes de Medellín que querían convertir a toda la
ciudad en un centro comercial. Sáule no daba ganancias, sólo perdidas, pero Eduardo era
testarudo. Incluso soñaba con hacer de Sáule, una especie de hotel-museo-histórico. “Así
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mismito como el bar Málaga, ¿por qué no?” hasta que llegué yo, con una salvación que no
era salvación, sino el final de uno de los últimos hoteles del viejo Guayaquil.
* * *
Todo comenzó, cuando decidí dejar mis escrúpulos de dignidad y fui a buscar a mi
hermano Marcos, para que éste me financie mi vida de escritor por tres años.
-Si me financias mi vida como investigador, lograré por fin escribir el libro que justifique
mi existencia.
- Habla claro, ¿qué es lo que quieres?
- Quiero que me financies una investigación por el tiempo de tres años.
- O sea, que te mantenga como un holgazán por ese tiempo, mientras juegas a ser escritor.
- En esta ocasión va en serio. Luego escribiré un libro y te pagaré con los ejemplares que
venda.
- Vos me crees pendejo. Ese libro será como la edición de tu primer libraco, que hubo que
regalar todos los ejemplares, ahí tengo el mío.
-Ahora es distinto, Marcos, ya no soy un principiante. Yo creo que ahora ya se escribir.
-¡Ah! ¿Es que antes no sabías escribir y apenas aprendiste?
-No, hombre, exactamente no es así; me refiero, a que por fin encontré mi estilo, mi
problema esencial, sólo me falta el tiempo y la tranquilidad para escribir. Yo no quiero
volver a ser profesor, eso es una esclavitud. Uno termina cada jornada en un agotamiento
infernal, que al final del día uno ya no quiere ni leer ni escribir.
- Juan, Juan. Cuántas veces te dije que tu deseo de escribir, era una irresponsabilidad, desde
hace mucho tiempo te propuse que trabajaras conmigo, pero lo único que querías era vivir
en las nubes.
- Me dediqué a ser profesor, no quería ser un mafioso.
-Ah y ya vas a empezar a señalarme, de esa forma crees que va a obtener algo de mí.
Además sabes bien que hace mucho tiempo dejé eso negocios, ahora me dedico a la venta
de bienes raíces.
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- Tú y yo sabemos, Marcos, que si tienes capital ahora para vender edificios, casas, fincas,
carros, fue porque al principio trabajaste haciendo cosas mal hechas. Los dos venimos de la
misma pobreza. Pero hoy no vengo a reprocharte eso.
- Siempre el tema del dinero, Juan. Criticaste mi ambición por el dinero. Preferías vivir de
sueños de izquierdosos. Ahora, mírate, tanta habladera, para que termines acá, pidiéndome
plata.
-Si lo sé. Pero ahora quiero ser pragmático. Necesito estabilidad económica para escribir.
Tardé en comprenderlo, pero lo comprendí. Y tú tienes la plata y eres mi hermano.
-¿Qué te hace pensar que voy a malgastar mi plata en ti?
- Porque tenes mucha. Invertir en mi libro durante tres años, acaso si sea rasguñar la caja
menor de uno de tus negocios. En verdad lo necesito, Marcos, no hablemos de ideología ni
de nada. Ya para qué perder el tiempo en eso. Tú me puedes ayudar y yo lo necesito. Creo
que gastas más plata en un año con una mujer, que en lo que invirtieras en mí en tres años
en mi libro.
- Ay Juan, a la larga saliste más vivo que yo. Quieres tener plata sin tener que trabajarla,
ese lujo se lo dan muy pocos.
- Sí, los ricos como tú.
- Holgazán de mierda. Ve el lunes a la oficina del centro, y le dices a Susana que te de tu
primer cheque, como para seis meses, luego vienes y me engatusas más con tus cuentos.
Mejor te hubieras quedado en tu verraco país socialista que a la larga no te dio nada, porque
mírate acá de nuevo, pidiéndole plata a un capitalista.
* * *
Porque me ven viejo y borracho creen que yo no pienso y están muy equivocados. La
señorita de la asistencia social me dice que yo soy una víctima y tengo derecho a ser
“reparado”. ¿Qué va? ¿Qué derechos ni que nada? El único derecho que tiene un hombre es
el de ponerse a trabajar, sino está jodido. Ahora resulta que yo tengo derechos y que soy
“víctima” y “desplazado”, yo lo que fui, fue un güevón por no haberme ido con mis primos
para la guerrilla cuando los godos nos quitaron las tierras; que tenía que dejar mi tierra
porque mi papá era liberal, yo era un muchachito de pantalones cortos, pero me acuerdo
muy bien, que lo que eran esos godos eran unos matones y unos ladrones no más, esos
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mismitos que nos mataron a Gaitán. Medio siglo después llegan los paramilitares a
quitarme mi casita y mi negocio que porque soy de izquierda porque los de la guerrilla eran
mis amigos. ¿Qué va? Lo que querían estos también eran nuestras tierras. Los mismos
sinvergüenzas de hace cincuenta años. Sólo que con otro nombre. La señorita me dijo que
llenara una encuesta que porque yo era una víctima y tenía derechos, que iniciaríamos un
proceso. Yo no estudié mucho, pero uno sabe que cuando le dicen la palabra «proceso», es
porque ya lo van a enredar. Ah y yo no volví a esa oficina. Ni volveré. Don Eduardo me
dice que a lo mejor me dan una pensión, pero yo le dije, si a mí lo que me quitaron fue
tierra, primero los chulavitas, esa era la tierra que me deberían devolver, lo que me quitaron
los paracos ahora no es ni la cuarta parte de lo que tenían mis abuelos y mi papá. Cuando
éramos del pueblo, nos quitaron la vida completa, ahora qué nos van a reparar si pal` nuevo
pueblo, más cerca de esta ciudad, donde comenzamos de nuevo, ahora allá, tampoco
podemos volver porque nos matan. Yo le dije a la señorita, que dizque estudió Trabajo
Social, que lo que pasa es que ella les enseñaban muchas mentiras allá en la universidad,
que la culpa no era de ella, que la culpa era de Santos y de Uribe, vergajos, igualitos a
Mariano Ospina y a Laureano Gómez.
Yo, estoy bien en este hotel, aunque ya Guayaquil no es lo que era antes, ya hasta las putas
las echaron para el Poblado, pero eso está muy lejos pa` los del pueblo. Pero en Sáule, se
está bien. Yo tenía muy bien guardada una plática y esa no me la dejé quitar, con eso viviré
unos días acá, me alcanza para pagar la pieza, para pagar el aguardiente y para visitar a
Helena que me devolvió la ilusión. ¿Cuál tierra, ni que carajos nos van a devolver, la tierra
y la vida ya no la quitaron, para pagarnos eso tendrían que devolver el tiempo, y el tiempo
no se devuelve, la tierra ya se la tragaron los godos. Yo lo que quiero es estar cerquita de
Helena, esa mujer me recordó las ganas de vivir.
Y fíjese, acá se pasa bueno en este hotelito de don Eduardo, el único problema es que se me
apareció mi sobrino Manuel, el intelectual, disque a ayudarme a buscar una nueva
oportunidad, los muchachos si creen muchas pendejadas, lo único que existe para mí es
poder dormir entrepiernado con Helena de vez en cuando, yo ya estoy muy viejo y cansado,
para los sueños de los muchachos de la ciudad. Don Eduardo tráigame otra botella de
aguardiente, y me dice cuánto es.
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Sabes, Sarita, el hotel parece que se me va a salvar. Primero con don Dioniso que ya no se
va de aquí, porque no quiere dejar a su Helena, y me compra siempre el aguardientico y lo
bueno es que me lo paga de una vez. Después vino su sobrino Manuel y ese muchacho
también parece que se va a quedar. No sólo no logró llevarse a su tío, sino que el viejo hizo
que él se quedara también. Y ahora el joven Juan me dice que me pagará el hospedaje de
seis meses adelantado y que quizá el tiene la solución final para que no desaparezca el
hotel, eso último no se lo creo, pero, en estas épocas quién consigue un cliente que pague
seis meses por adelantado. Viste Sarita, con tres clientes fijos, ya se me salvó el hotel.
-Ay don Eduardo no se haga muchas ilusiones, así como llega la gente, así también de fácil
se van.
- No, Sarita, Manuel y Juan el escritor, se hicieron amigos. Que el uno va a salvar a tío, el
otro que va a escribir un libro acá.
- ¿Y el viejo Dioniso?
- Por eso Sarita, es que no me comprendes, el viejo Dioniso, no se va ir para ningún lado, el
viejo no se quiere salvar como dice Manuel. Y el Juan yo no creo que escriba un libro en
seis meses, bueno eso creo yo, que eso no se escribe tan fácil.
- Pues ojalá, don Eduardo, sus clientes no se le vayan otra vez. Así vuelve más seguido a
comprarme mercado.
-Sí, mijita, ahora hay con qué. Por lo pronto se me salvó Sáule.
-Don Eduardo, y ese muchacho Manuel el que vino por su tío, hábleme de él, siempre pasa
muy callado por acá.
-No, Sarita, este Manuel no sabemos muy bien quién es, el Juan si habla hasta por los
codos, dice que es escritor, pero yo lo veo más hablando que escribiendo, en cambio,
Manuel no dice que es nada, pero se pone largos ratos a escribir en unos papeles sueltos
mientras se toma unos tragos esperando a su tío, sólo dijo que venía por él. Pero más bien
el viejo Dioniso lo hizo quedar a él. Lo único que sé es que el Manuel sino me paga por
adelantado, yo desconfié, pero Dioniso me dijo en secreto, que él respondía por el
muchacho en caso que no pagara.
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-Ah tiene bien analizados sus huéspedes, don Eduardo.
-Sí, Sarita, así debe ser. Ahora me voy, por último empáqueme doce botellas de aguardiente
y me hace la cuenta.
-Ay Don Eduardo, ahí si va contento usted.
-No, no son para mí, son para venderles a mis huéspedes.
-Por eso don Eduardo, por eso, yo sé.
* * *
Soy, Manuel Rivas, un hombre común, o sea una nada. Dice un cartón que soy licenciado
en Filosofía y Letras, pero eso es un papel y con un papel no se come. Vine a salvar a mi
tío, con él me voy salvar yo. Yo no puedo seguir siendo un filósofo pobre, yo debí ser un
artesano o un agricultor, no esa majadería que estudié en la Universidad y que no sirve para
nada. Hasta que no logre restituir la dignidad a mi tío Dioniso, yo no encontraré mi lugar,
soy un filósofo que terminó de burócrata y me cansé de las palabras y de la vida que
llevamos. Somos hijos de campesinos desarraigados, hasta que no sanemos las heridas de
nuestros viejos, nosotros seremos una generación perdida. Lo importante no es quiénes
somos nosotros, ni qué seremos, sino, qué no pudieron ser nuestros viejos. En lo que no
pudieron ser ellos, está explicado nuestra insignificancia
Mi tío es muy terco, más terco que yo. Por eso ahora no me entiende. Y está enamorado de
una mujer más joven que él. Yo pensé que los viejos ya no se enamoraban. Y por eso mi
plan se retrasó. Pero yo sabré esperar. Conseguí un amigo, Juan, él es escritor como yo,
también fue profesor, pero aún tiene esperanzas, yo ya las perdí. Por lo menos ahora somos
dos seres parecidos en Sáule. Él se interesó en la historia de mi tío y la mía, la quiere
escribir. Yo le conté el final de la historia: volveremos a tener la tierra, y expulsaremos a
los usurpadores del gobierno. Sembraremos y moriremos en la tierra que nos vio nacer, no
amontonados y excluidos en un hueco de esta ciudad. Juan se rió de mí, me dijo que estaba
hablando como un hombre que iba a tomar las armas contra la oligarquía, cuando ya lo que
estaba de moda era hablar de paz, yo entendí que su broma no era mal intencionada, pero
le dije que las cosas eran más complejas que tener o no tener armas. Los dos nos quedamos
en silencio por un buen rato y nos comprendimos, eso creo. Luego me dijo, que quizá el
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final no necesariamente fuera así como yo lo estaba deseando, pero que la historia misma
ya era interesante, así tuviera otro final, que ya valía la pena escribirla.
Yo le dije, que lo importante no era la escritura, sino volver a tener la tierra. Aún no
sabemos quién de los dos tenga la razón.
* * *
Escogí vivir en Sáule durante los primeros tres meses, porque después de conocer a Don
Eduardo, pensé, que desde este hotel perdido, se puede ver la Medellín esencial, la
Medellín bohemia de Fernando González, de Estanislao Zuleta, de León de Greiff; la
Medellín que se perdió para convertirse en la mafia de Pablo Escobar. Después comprendí,
que no hacía falta ir más lejos, en la historia de los últimos huéspedes de Sáule, en Dioniso
Rivas y su sobrino Manuel, estaban las respuestas a la mayoría de mis interrogantes. La
investigación que planeé sobre la Medellín intelectual perdida por la mafia, se escribe
mejor contando la historia de los últimos huéspedes del hotel Sáule.
De los hoteles del antiguo barrio Guayaquil en Medellín, Sáule es…