sarlo. kirchnerismo

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    cuadernos de literatura Vol. XVii n33 enero-Junio 2013

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    Ls tlctuls, l t

    ftl l kchsmIntellectuals, a Fertile Ground for Kirchnerism

    Os intelectuais, terra frtil do kirchnerismo

    Btz SlU n i v e r S i d a d d e B U e n o S a i r e S

    Proesora jubilada de literatura argentina en la Facultad de Filosoa

    y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dict cursos en

    las universidades de Columbia, Berkeley, Maryland y Minnesota;

    Fellow del Wilson Center en Washington y Simn Bolvar Proessor

    o Latin American Studies en la Universidad de Cambridge.

    Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo (Siglo XXI,

    2005),Escritos sobre literatura argentina (Siglo XXI, 2007),La

    ciudad vista. Mercancas y cultura urbana (Siglo XXI, 2009),

    La audacia y el clculo (Sudamericana, 2011) son sus ltimas

    publicaciones. Correo electrnico: [email protected]

    EnsayoEste artculo constituye una versin de los ensayos publicados enLa Nacin (Argentina) durante el ao 2010.

    sici : 0122-8102(201301)17:332.0.tX;2-t

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    el kchsm y ls tlctuls

    Ninguna encuesta los registra. Sin embargo, muchos estn preocupadosporque existen. No es una adivinanza. Es el kirchnerismo de intelectuales, acad-

    micos, proesionales, escritores, artistas y periodistas. Si se piensa la poltica soloa partir de los grandes nmeros, se obtiene una opinin pblica en la que ellosestn ausentes porque no pesan como raccin encuestable. Se pierde, as, unazona extraordinariamente activa del mapa ideolgico.

    Cuando se habla de ellos uera de la discusin poltica se reconoce la im-portancia de las capas intelectuales y se reclama que sus ideas sean atendidas. Enabstracto, como cuestin de principios, casi todos piensan que los intelectuales yartistas tienen algo que decir sobre la sociedad en la que viven. Incluso en pocas

    en las que la televisin parece denir el mundo y sus alrededores, y se ha discu-tido mucho sobre la crisis del intelectual tradicional que le habla a la sociedady la sociedad escucha; incluso cuando, en verdad, esa gura ya no es la que eraen algunos lugares y en otros tiempos, ellos, los miembros de la capa intelectual,han seguido existiendo, pese al vaticinio posmoderno que los daba por muertos.

    Armar que sus votos no sirven para ganar elecciones es una pobre tautolo-ga. Es obvio que, en trminos cuantitativos, su nmero no pesa en los padrones.Pero las cosas no son tan sencillas. De pronto algo, que no es una novedad de las

    ltimas horas, comienza a ser un tema de conversacin poltica. Debera haberocupado esa conversacin antes, porque la experiencia de las ltimas dcadas in-dica que grupos minoritarios pero ideolgicamente activos, dispuestos a invertirsu energa no solo en las preocupaciones ms inmediatas, ueron decisivos en loscambios que nalmente llegaron a la llamada opinin pblica. Un ejemplo esquienes rodearon a Ral Alonsn cuando, a comienzos de los aos ochenta, mar-ch para ganar el Partido Radical; otro, las organizaciones de derechos humanos;y, por si se necesita uno ms, los que primero se ocuparon del medio ambiente y delas cuestiones relacionadas con la igualdad de derechos de las minoras. Ninguno

    de esos grupos ormaba una opinin pblica encuestable. Todos, en un determi-nado momento, lograron anclar en la poltica.

    No tengo idea de qu puede pasar con el kirchnerismo intelectual. Es elresultado de una victoria de Nstor Kirchner que pareca improbable en 2003.Durante el conficto con el campo, para poner una echa que, como toda pe-riodizacin, con el tiempo podr ser corregida, sucedieron dos movimientos desentido inverso dentro de las capas medias. Por un lado, las decenas de milesque, sin tener nada que ver con el campo, se movilizaron porque no acordaron

    con la orma exasperada en que el Gobierno tradujo ese conficto como un nuevoenrentamiento de la oligarqua y el pueblo. Por otro lado, quienes interpretaron

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    ese conficto como el ataque a un Gobierno que, despus de aos de crisis, habarestablecido algunos ejes polticos con los que podan identicarse y deenda alos pobres contra los ricos.

    Quienes vencieron en el conficto con el campo se disgregaron; el renteagrario se deshizo, como era muy evidente que sucedera; la sbita popularidadde Cobos ya no entusiasmaba sino a los cobistas y a las zonas ms inertes de laopinin, porque no haba nada ms all que el voto de una noche y una pelea en-tre radicales. Kirchner, que perdi en el conficto con el campo, gan a minorasintelectuales activas.

    La Ley de Medios Audiovisuales ue el captulo en el que se consolidaronesas adhesiones. Siempre pens que ganar esas minoras representaba una victo-

    ria cultural que no deba subestimarse, porque cualquier gobierno, en cualquierparte del mundo, no prescinde de ellas. Probablemente hubo un solo momentoen la historia argentina en que un gobierno pudo prescindir de (casi todos) losintelectuales: el primer gobierno de Pern, en el que la uerza plebiscitaria era detal calibre que venca por uera de todas las reglas. Pero despus de esos aos quetranscurrieron hasta el golpe de Estado de 1955, siempre, de Frondizi a Cmpora,los elegidos estuvieron rodeados de una densa trama de discursos producidospor intelectuales. Una de las ms patticas debilidades de Arturo Illia ue preci-

    samente el activismo de una opinin intelectual y periodstica golpista y una granmovilizacin estudiantil en su contra.El kirchnerismo intervino, creo que sin demasiada conciencia de lo que

    estaba haciendo, en esa batalla cultural. Nstor Kirchner no era un poltico in-teresado en ganarla, hasta que descubri que esa victoria era importante porquese trataba de gente dispuesta a llevar su lnea a los medios, no para convenceral pblico de los noticieros prime time, sino para consolidar, al costado de losnoticieros, una raccin de las capas medias donde ellos, los kirchneristas, hastaese momento tenan muy poco capital. Visit las reuniones de Carta Abierta 1.

    Habilit econmicamente la utilizacin de medios pblicos para convertirlos enrganos de gobierno. Sobre todo, les dio un reconocimiento material, en trmi-nos de salarios y apoyo a la investigacin, a los universitarios de todo el pas, con

    1 Carta Abierta es un conjunto de intelectuales argentinos reunidos en marzo de 2008 en de-ensa del gobierno de Cristina Fernndez de Kirchner, a partir del paro agropecuario patronal,en que durante 129 das (entre el 11 de marzo de 2008 y el 18 de julio de 2008) las patronalesdel campo con el apoyo de un oligopolio de medios de comunicacin realizaron una serie demedidas para interrumpir algunas actividades econmicas, como el transporte interurbano, las

    exportaciones agrarias, bloqueos de rutas y puertos ().

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    una gestin de ciencia y tcnica tan buena como ue dbil y errtica la gestineducativa. Puso dinero y discurso donde haba que ponerlos. Nunca los univer-sitarios tuvieron mejores condiciones. Y no ue deraudado. Pero esto no explica

    la victoria, aunque la reuerce y le d condiciones materiales. Quiz los grandesnombres de las ciencias sociales estn divididos entre kirchneristas y no kirchne-ristas; pero, en la segunda lnea, la implantacin kirchnerista es importante.

    El otro rasgo de esta victoria es que ha interesado a gente que antes no habamostrado ni la menor inclinacin por la poltica. No digo esto para sealar undcit de los recin llegados, sino para subrayar la novedad de esas adhesiones(actrices, celebrities) que amplan el crculo ms tradicional de entendidos. Escierto que la calidad del discurso poltico no sube con estas incorporaciones.

    Pero quedarse con este juicio sera mezquino. Los cambios polticos se producensiempre con la llegada de aquellos que antes no estaban. De los dirigentes depen-de la calidad del mbito que encuentren.

    En un crculo caracterstico, los intelectuales se dieron a s mismos las ra-zones de su apoyo a Kirchner. Una sntesis de estas razones puede leerse en losdocumentos de Carta Abierta y sus principales cabezas, que son textos sencillosen los que se desarrollan tres temas: el regreso de la poltica despus de la crisis,el carcter popular de la gestin social de la pobreza, el restablecimiento de una

    nocin de soberana nacional. Esos tres puntos obviamente no incluyen ni lacorrupcin institucional, ni las presiones sobre la justicia, ni los delitos econmi-cos, ni la gerencia clientelista de la miseria, ni el acuerdo con los representantesms tpicos del caudillismo provincial o municipal y con el sindicalismo maoso(los apellidos pueden variar).

    La victoria cultural se apoya precisamente en esos olvidos. No es necesarioexplicar que son signicativos porque le dan un orden a lo que se recuerda. Alpasar por alto los rasgos mencionados se establece una jerarqua de valores: loque importa y lo que no importa. Precisamente, restituir un lugar signicativo

    a la poltica es discutir esa jerarqua que el kirchnerismo intelectual acepta comolmite. Es un gran momento para hacer esa discusin. Estn los interlocutores ylos temas; no vivimos en una crisis; y, sobre todo, del presente no se sale haciaatrs ni por repeticin. No se sale construyendo etiches historicistas. En algnmomento prximo el duelo por Kirchner terminar. Su nombre ser el de ungobierno sobre el que es posible hacer balances completamente distintos, criticaro deender. Pero ser un nombre que designe el pasado, salvo que la Argentinaquiera volver a un escenario poblado por antasmas y aparecidos. En ese momen-

    to, ser posible abrir otra discusin.

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    Ls gus ls Kch

    La sosticacin de la teora de Ernesto Laclau sobre el populismo no es ma-teria de esta nota. Quien la escribe ha ledo atentamenteLa razn populista(2005),pero ahora seguir el ejemplo de lo que hace Laclau cuando lo reportean: usar ins-trumentos menos abstrusos y, a veces, singularmente toscos. En Internet, el lectorpodr leer esas intervenciones periodsticas a veces provocadoras. Los reportajesa Laclau enhebran sentencias apodcticas, enunciados cortantes, rases sin suras,mandamientos, irreverencias, aorismos irnicos y predicciones. Se siente autori-zado por su obra y por su renombre, que cuida especialmente cuando adivina unaamenaza a su estrellato, por ejemplo Slavoj iek (a quien Chantal Moue denecomo un revolucionario retrico y vocierante, y exime a su marido de la ingrata

    tarea de echar tierra sobre un competidor de la izquierda acadmica).Visiblemente halagados, en una entrevista reciente, Laclau y Chantal Mou-

    e rememoraron ancdotas locales que no son comunes en Europa, donde viven.Parece que los asistentes al Congreso de Ciencia Poltica que hace poco tuvolugar en San Juan les hicieron rmar ejemplares y los convirtieron en tempo-rariascelebritiesintelectuales. Pese a esta cordial resonancia entre los cientistaspolticos del Congreso, la lectura deLa razn populistaes una tarea para entrena-dos. En cambio,En torno a lo poltico(2007), de Chantal Moue, la muestra como

    una pensadora disciplinada y poco extravagante.En sus libros Laclau tiene un estilo trabajoso; en sus reportajes es simpley va al grano. No es necesario que un poltico haya ledo a Laclau para entenderlo que dice en las entrevistas. La diusin de las ideas se produce en crculosconcntricos y esto lo saben bien quienes hacen historia de la cultura. De modoque, salvo para los especialistas, Laclau puede circular tranquilamente en susimplicada versin meditica. Vale como ejemplo de esa diusin la actual rei-vindicacin de la palabra enemigo en vez de adversario que emiten muchos delos voceros del Gobierno, puesta en valor que probablemente se haya originado

    en acadmicos que hoy militan en el Poder Ejecutivo, como Juan Manuel AbalMedina. Digamos, de paso, que Chantal Moue no podra reivindicar este usodesaante de la palabra enemigo por razones que se vern ms adelante y queprueban mayor sutileza intelectual y sensatez poltica.

    De todos modos, antes de tocar la carne palpitante de actualidad quepone Laclau en sus entrevistas, vale la pena mencionar algunas de las ideasdeLa razn populista, aunque se corra el riesgo de herir su oscuridad y sim-plicar sus arabescos.

    Ernesto Laclau considera que, cuando un sistema poltico atraviesa unacrisis que aecta las viejas ormas y estructuras, cuando aparece disperso o

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    desmembrado como la Argentina a comienzos de este siglo, solo el populismo escapaz de construir nuevamente una unidad, articulando las demandas dierentesque estallan por todas partes y volvindolas equivalentes, es decir, aptas para su-

    marse en un mismo campo. Por eso, el populismo no tiene un contenido denidode antemano, sino que depende de las reivindicaciones que se relacionen en esanueva unidad. Al hacerlo se traza una rontera que divide a la sociedad en dospartes; una de ellas, el pueblo, es un componente parcial que aspira a ser con-cebido como la nica totalidad legtima (88). Suena histricamente conocido.

    Cuanto ms demandas dierentes sean integradas, ms amplio ser elcampo enemigo, hasta tal punto que el discurso populista gira en torno de un

    signifcante vaco. Pero no se trata de un vaco abstracto sino de un vaco que

    permite producir sentidos polticos, como el ejemplo es de Laclau la consignapan, tierra y libertado, con mayor actualidad, capas medias versus morochos.

    Podra decirse que estas deniciones de Laclau se aplican a todo nuevorgimen poltico. Tambin podra decirse que el trazado de una lnea internaque separe las demandas de quienes las rechazan es la poltica misma, no solo laorma populista de la poltica. La intervencin poltica ordena demandas y deneconfictos. Para Laclau, la orma poltica apropiada (por lo menos para AmricaLatina, pero no solo para Amrica Latina) es el populismo, que puede ser de

    izquierda o de derecha, pero Dios quiso que, en este momento del continente,con Chvez a la cabeza, uera de izquierda.Hasta aqu la discusin podra desarrollarse en el empreo de las ideas sin

    mayores consecuencias. Pero Laclau es incomparablemente ms simple cuandosaca la mirada del signifcante vaco y la pone en la poltica real. All se vuelveesquemtico y sus ejemplos parecen un poco elementales y alejados de las ml-tiples determinaciones concretas. Sin muchas mediaciones, aborda los hechoscomo si encontrara en ellos la directa versin emprica de sus categoras ideales.

    En una entrevista reciente, traduce vertiginosamente las tesis de su libro:

    Si existe una demanda concreta de un grupo local sobre un tema como trans-porte y la municipalidad la niega, hay una demanda rustrada. Pero si la gente

    empieza a ver que hay otras demandas en otros sectores y que tambin son ne-

    gadas, entonces empieza a crearse entre todas esas demandas una cierta unidad

    y empiezan a ormar la base de una oposicin al poder. En cierto momento es

    necesario cristalizar esa cadena de equivalencias entre demandas insatisechas

    en un signicante que las signica a ellas como totalidad: es el momento de la

    ruptura populista, cuando la relacin lder-masa empieza a cristalizar. Pero hay

    todo un rengln intermedio que es el momento parlamentario. Ese momentomuchas veces opera sobre bases clientelsticas y puede tratar de interrumpir la

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    relacin populista entre masa y lder. Cuando ocurre, entonces tenemos a un

    poder parlamentario, antipersonalista, que se opone a la movilizacin de bases.

    El servicial ejemplo de un grupo que pide una mejora en el transporte trans-currira antes del advenimiento del lder populista; con ese grupo, tambin enese momento anterior, coexistira otro que pide un sistema de salas de primerosauxilios y un tercero que reclama mejoras en las escuelas elementales. Todos tie-nen objetivos dierentes, pero el lder populista puede convertir esas demandasen una cadena de equivalencias que se enrenten, por ejemplo, con los responsa-bles de una injusta distribucin del gasto pblico. En ese momento se traza unalnea de separacin y se unda un sujeto popular. Pern viene a la mente como

    el lder histrico que realiz esta paradigmtica construccin de hegemona, yse encuentra el nombre que desde entonces designa al enemigo del pueblo: laoligarqua, los vendepatria, etctera.

    Por eso, Pern, Chvez o cualquier lder populista estn autorizados porel carcter de la operacin hegemnica a limitar la repblica parlamentaria quedistorsiona la poltica, ya que diere o impide el trazado de una lnea ntiday la denicin del conficto. Una rontera interna, que divida claramenteal pueblo de sus enemigos, requiere una invocacin poltica. Invocar quiere

    decir llamar y dar nombre: socialismo bolivariano rente al imperio, kirchnerismorente a las corporaciones.Sin embargo, a dierencia de lo que muchos pensamos y eventualmente

    tememos, Laclau sostiene que la confictividad kirchnerista es incompleta. Porun lado no ha proundizado la rontera con los enemigos de todas las reivindica-ciones populares; por el otro, no le ha dado un discurso a esa identidad que, detodos modos, ha contribuido a undar.

    Si alguien se imagina a Kirchner relamindose de gusto, alentado por estaexplicacin, y preparando nuevos tendidos de lneas divisorias, no se equivocar,

    aunque, para ser justos, tambin debera reconocerse que Kirchner no la necesitapara hacer lo que hace y lo que hizo. Laclau agrega otros buenos argumentos parala persistencia en el poder de los lderes populistas (en general son los mismosargumentos por los cuales podra permanecer una dictadura):

    Soy partidario hoy en Amrica Latina de la reeleccin presidencial indenida.

    No de que un presidente sea reelegido de por vida, sino de que pueda presen-

    tarse. Por ejemplo, por el presente periodo histrico, sin Chvez el proceso de

    reorma en Venezuela sera impensable; si hoy se va, empezara un periodo de res-

    tauracin del viejo sistema a travs del Parlamento y otras instituciones. Sin EvoMorales, el cambio en Bolivia es impensable. En Argentina no hemos llegado a

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    una situacin en la que Kirchner sea indispensable, pero si todo lo que signic

    el kirchnerismo como conguracin poltica desaparece, muchas posibilidades

    de cambio van a desaparecer. (Entrevista a Ernesto Laclau)

    Laclau ha ido depositando renadas capas de teora sobre su populismo deorigen, aquel adoptado como hiptesis histrica en su primera patria intelectual:el partido y las ideas de Jorge Abelardo Ramos. Esto no es una revelacin inquie-tante, ya que para Laclau, como se ha dicho, el populismo es la orma misma delo poltico.

    La cuestin debera matizarse cuando se lee a Chantal Moue e inclusocuando se registran sus opiniones en (una menor) cantidad de entrevistas. Chan-

    tal Moue no es una terica del populismo sino que interviene en el debate sobreel carcter de la democracia. De modo legible y con claridad expone que lademocracia no es simplemente un rgimen de consensos sino el escenario dedisputas que las instituciones encuadran dentro de sus reglas para que no se vuel-van destructivas. No podra estar ms de acuerdo. Si Laclau no muestra ningninters por el aspecto institucional de las democracias y sostiene solamente la le-gitimidad de origen (es decir, que un gobierno haya ganado elecciones), ChantalMoue est preocupada por redenir la democracia no como la institucionalidad

    que solo permite la construccin de acuerdos que evadan las contradiccionesreales, sino tambin el despliegue y la eventual resolucin de confictos. El ocode la mirada terica de Laclau y Moue, en el ltimo libro de cada uno de elloses, por eso, dierente.

    La pregunta sera: es el gobierno de los Kirchner un gobierno populista?Si la respuesta es armativa, la crtica liberal institucionalista es obtusa por sujacin en los pormenores sin grandeza poltica de la administracin. Pero nosera posible criticarlo por lo que no se propone ser: su legitimidad, como la deChvez, es una legitimidad de origen, y sus modalidades son las de un liderazgo

    que ha comprendido que, rente al viraje de Occidente hacia la derecha, las posi-bilidades pasan por el populismo si se busca superar el estancamiento social y elretraso provocados por el capitalismo.

    En ese caso, al gobierno de Kirchner habra que pedirle ms populismo (talcomo lo hace Laclau) y no menos. Laclau considera al kirchnerismo un populis-mo todava incompleto si se lo compara con el chavismo. Qu quiere decirms populismo? Que el kirchnerismo proundice el corte poltico que constituyeal pueblo, que proundice la divisin de la sociedad entre los de abajo y los de

    arriba (estoy citndolo) y, si es necesario, que rompa los marcos institucionalesque se convierten en barreras a la vitalidad y la dinmica de la decisin poltica;

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    que dena el conficto y no se conunda: los adversarios son siempre enemigos.Laclau no est interesado en el trmite de las decisiones polticas (que son mono-polio del lder); se conorma con la legitimidad electoral de origen como base de

    una democracia populista.El reormismo democrtico tramitado en las instituciones no solo tiene

    como destino el racaso sino que no merece ser nombrado como poltica. ParaLaclau es solo administracin. La pica de lo poltico se sostiene en el corte, noen el gradualismo. En eso se unda el olmpico desprecio con que Laclau amon-tona en la derecha o en la traicin al pueblo a Hermes Binner, Ricardo Alonsn,Elisa Carri y Margarita Stolbizer. Tal como tratan los Kirchner desde hace untiempo a cualquiera que denan como adversario devenido enemigo. Natural-

    mente, Martn Sabbatella le parece a Laclau un poltico inteligente y acertado. ASolanas le aconseja que vuelva a dedicarse al cine.

    Con este reparto de premios y castigos la teora desciende al llano. Laclaupuede sentirse satisecho de este nuevo encuentro del pensamiento nacional deizquierda con un lder populista. Un sueo vuelto realidad gracias a un signif-cante vaco llenado por los Kirchner, a quienes la teora tambin les habilita lareeleccin indenida. Sera cosa de modicar la Constitucin, ese etiche.

    Chantal Moue se interesa por cuestiones dierentes y, por eso, es espe-

    ranzador que se diga que la presidenta la estima, aunque todava no haya dadomuestras concretas de esa simpata intelectual. Plantea no la particin confictivade lo poltico (que por supuesto da por descontada), sino las ormas en que la po-ltica puede tramitar los confictos. Para Laclau, al trazar una rontera que dene alpueblo, la poltica ha cumplido su uncin undadora y se trata, de all en ms, delas victorias que obtiene ese pueblo (o su dirigente) en una larga guerra de posicio-nes. Para Chantal Moue, en cambio, si bien es imposible abolir los antagonismos,la poltica puede transormarlos en una orma de oposicin nosotros / ellos quesea compatible con la democracia pluralista, transormar el antagonismo en

    agonismo y desplegar democrticamente un modelo adversarial.La dierencia entre Laclau y Chantal Moue es evidente. Desde la pers-

    pectiva de Laclau las instituciones liberal-democrticas son solamente ormasobjetivadas (alienadas, se habra dicho hace tiempo) que ocultan relaciones depoder econmico y social. Chantal Moue, que no rechazara de plano esta de-nicin, tiene, sin embargo, mejores perspectivas para evaluar sus consecuenciasprcticas en la escena poltica, entre ellas que una hiptesis de conficto se agitecontinuamente como estandarte en cada uno de los escenarios cotidianos. Y esta

    agitacin belicosa parece ser lo que est sucediendo.

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    et pgssts mpstbls

    Ningn candidato del peronismo ederal est ni remotamente interesadoen el progresismo, la centroizquierda o la izquierda. Reutemann es slidamente

    de derecha. Duhalde es un productivista, un desarrollista de esta poca, a quienno le interesan en lo ms mnimo las batallas culturales. Macri, ms joven, esde derecha por instinto; en su visin del mundo no hay derecha ni izquierda ydescona de las ideas que, para l, son ideologas. Los radicales tienen de cadapueblo un paisano: Ral Alonsn dese inscribirse en un horizonte socialdem-crata y experimentar ormas ampliadas de la democracia representativa (hay quevolver a leer el discurso de Parque Norte). De la Ra era un hombre de esprituconservador, como Julio Cobos, que, irnico destino de un conservador, estuvo

    a punto de racturar el viejo partido pasndose al kirchnerismo, con el que tenamuy pocas anidades de estilo, excepto las que derivaban de su ambicin. HoyRicardo Alonsn quiere recoger la herencia ideolgica progresista que su padredebi abandonar entre crisis econmicas e insurrecciones militares. Menem ueun reaccionario, tanto como ue el audaz incondicional que el liberalismo econ-mico tuvo a su servicio en la dcada del noventa.

    O sea que los hombres que han tenido poder o que aspiran a alcanzarlono parecen haber sido tocados por la antasa progresista, excepto en el caso

    temprano de Ral Alonsn. Y, por supuesto, del Frente Grande y el Frente PasSolidario (Frepaso), cuyos dos dirigentes ms conocidos ueron Carlos lvarezy Graciela Fernndez Meijide, despus del alejamiento de Fernando Solanas yla muerte de Carlos Auyero. De los polticos actuales que orman en la primeralnea, Elisa Carri represent durante aos un republicanismo democrtico detono progresista, pero se concentr luego en un diagnstico que coloca la salva-cin de las instituciones antes que los debates del progresismo. En Santa Fe, elintendente de Rosario y el gobernador de la provincia son miembros de un Par-tido Socialista que se enorgullece por sus resultados de gestin, pero que no se

    propuso abrir un debate nacional sobre la izquierda y el progresismo. O sea que,si hablamos de izquierda, en tal lugar del espectro se identican los pequeospartidos de origen trotskista y las organizaciones sociales no peronistas, sectoresde la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y Proyecto Sur. Salvo ellos,casi ningn poltico dice hoy: Soy un hombre de izquierda.

    Los historiadores han armado muchas veces que Pern reund de talmodo las identidades polticas que la divisin clsica entre derecha e izquier-da perdi su sentido europeo o el que tiene en Chile y Uruguay. Otros agregan

    que, mucho antes, la Unin Cvica Radical haba provocado esa dilucin. Elperonismo, muy notablemente, reclut intelectuales que venan de la izquierda

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    tradicional, del trotskismo y de la derecha nacionalista; los someti a un batidoideolgico maniesto en los debates de los aos sesenta y setenta del siglo XX.Entre las cosas que Kirchner trajo como novedad, gura haber reanimado la con-

    ciencia de que algo polticamente valioso se juega en la denicin de progresista.Mientras tanto, hubo cambios en las teoras sobre la poltica. El decisionis-

    mo, es decir, la capacidad de denir un conficto en trminos de amigo y enemigoy de zanjarlo, de colocarse uera de la ley para establecer la ley, sali del reductolosco de los interesados en Carl Schmitt para convertirse en un instrumento deinterpretacin de lo poltico de la manera ms extensiva (y abusiva). A Kirchnerse le atribuy esa capacidad decisionista de creacin vertical, de arriba haciaabajo, de lo poltico. Carl Schmitt ue ledo en Europa y en la Argentina no como

    un pensador de la derecha, sino como brecha para renovar el pensamiento dela izquierda atascada en el parlamentarismo y el reormismo. Circula el rumorde que Chantal Moue, que ha desarrollado perspectivas tomadas de Schmitt,es texto de cabecera de la presidenta. Debe de ser muy de cabecera, porque a lapresidenta no se le nota en su discurso, aunque s en la ininterrumpida prcticade su marido.

    Por otra parte, el grupo de intelectuales de Carta Abierta expuso, a partirdel conficto con el campo, tres argumentos que le dan atractivo a la idea pro-

    gresista. El primero es el latinoamericanismo. Todas sus intervenciones (hastaahora son siete cartas) mencionan a Amrica Latina como el espacio donde seinscribe la gesta poltica del kirchnerismo; y dentro de Amrica Latina, en primerlugar los pases con gobiernos antiimperialistas espectaculares, pero tambingobiernos progresistas como el que tuvo Chile y el que tiene Brasil. No espoca cosa subrayar que se pertenece a un continente en marcha, sobre todosi se lo dene como escena histrica y no solo como mercado. Recupera viejosdiscursos desactivados: los de la Reorma Universitaria, los del espiritualismoantinorteamericano, los de socialistas como Manuel Ugarte y Alredo Palacios,

    los del antiimperialismo revolucionario. Activa temas como la identidad culturalasentada en una geograa histrica, de los que se crea, en los aos noventa, queya estaban denitivamente enterrados.

    El segundo argumento consiste en reemplazar la orma en que se denomi-na a los sujetos para quienes, y en representacin de quienes, se hace poltica.Sabemos (porque lo repiten los politlogos) que esas representaciones estncompletamente carcomidas. Sin embargo, hay que llamar a los votantes de al-gn modo. La derecha y el centro los llaman la gente. Los intelectuales de Carta

    Abierta los llaman el pueblo. No estn diciendo lo mismo, porque cuando sehabla de pueblo todava se quiere decir que ese sujeto se enrenta con otro (la

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    oligarqua, los ricos, los destituyentes), y no simplemente con delincuentes queatentan contra su seguridad o narcos que les venden droga a sus chicos. Elpuebloes una categora poltica; la gente es una categora electoral, un agregado de indi-

    viduos encuestables. Al pueblo se puede pertenecer por aliacin, por simpataideolgica, por solidaridad. A la gente se pertenece por deault: se est all.

    El tercer argumento, en realidad, es una argucia. Consiste en pasar por altolo que se le critica al Gobierno, sin examinar las razones de esas crticas, salvocuando se las atribuye a intereses econmicos encubiertos. Para Carta Abierta,todo lo que hace alta es que el Gobierno explique con mejores razones y, en algu-nos casos, proundice sus medidas. Explicar mejor a De Vido, motor ecientede la caja presidencial, por ejemplo? Proundizar la intervencin de Moreno

    en todas partes? Enatizar el uso de los dineros del presupuesto nacional y de losmedios de comunicacin estatales como si ueran de un partido o de un grupo?Dejar, por incuria y desdn, que el Riachuelo siga pudrindose? Mandarlesms plata al Chaco y menos a Santa Fe? Explicar mejor una poltica vengativacon los gobernadores que no se subordinan? Explicar con altas razones por qulos intendentes del Gran Buenos Aires dejaron de ser despreciables y son ahorapilares del Frente para la Victoria?

    Si estas preguntas se ponen entre parntesis, los actos de Kirchner que-

    dan inscriptos en el progresismo, sin que sea necesario analizarlos en detalle niconsiderar intervenciones diciles de alentar como progresistas. Es una victoriadiscursiva.

    De todos modos, el debate sobre quin es progresista y quin no interesasolo a un sector de las clases medias, urbanas, escolarizadas, con tiempo de ocioy sin las urgencias de la pobreza. No es una caracterizacin despectiva. De esascapas medias han salido polticos, acadmicos, cientcos, artistas, todo lo quehace a la densidad de la cultura argentina. Fracciones de esas capas medias sonprogresistas y, sobre todo, modernas. Adems, les est yendo bien en trminos

    econmicos, son subsidiadas en sus consumos de energa y combustible, han r-mado buenos convenios colectivos. A esa relativa bonanza (impensable en 2001)se une entonces la voluntad de identicarse con algo que no repita la banalidad ola inseguridad de thrillerque trae el noticiero de la media noche.

    No deciden una eleccin. Pero se hacen escuchar en todas las nuevas or-mas del gora; son hbiles en la poltica digital. Y, como le gusta recordar a unamigo mo, preeren pasar por alto que los menemistas Scioli y Pichetto son hoymariscales de Nstor. De todas ormas, dicen por lo bajo, en el peronismo hubo

    siempre gente impresentable y lo importante es si sabe hacer bien su trabajo, seael que sea.

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    L btll cultul

    El kirchnerismo se ha caracterizado por la ria con el periodismo no ocia-lista. Sobre esto se ha escrito mucho, aunque nunca ser suciente subrayar su

    debilidad de principios. Los argentinos vivimos dictaduras militares que liqui-daron a periodistas, y esa imagen del pasado es tan horrenda que se la utiliza sinescrpulos para disminuir cualquier hecho presente. Sin embargo, la libertad deprensa no admite grados: que antes haya sido atacada no disculpa transgresionesque, rente al asesinato, pareceran menos graves. ltimamente, el desdn porla prensa viene acompaado por un ataque a obras y autores, con incursionesen la Feria del Libro que terminan a los sillazos como si uera una esta de n decurso que se ue de madre, aunque son, en verdad, un intento de cortar la palabra

    a los gritos y por la uerza.Pero est en curso un proceso ms novedoso. Lo llamar dispositivo cultu-

    ral kirchnerista, armado de partes heterogneas que uncionan de manera ms omenos independiente, aunque alineadas con el Gobierno. Se trata de un disposi-tivo cultural, y no de la Ocina Ideolgica del Ejecutivo. Comprende iniciativasprcticas descentralizadas, aunque convergentes en sus objetivos, y una red dediscursos e intervenciones que rene instituciones del Estado, pero tambin or-maciones de la sociedad civil. Sera conveniente pensarlo ms all de la batahola.

    Desde marzo de2008

    , cuando comenzaba el conficto con el campo, elGobierno ue apoyado por los intelectuales, acadmicos y proesionales de CartaAbierta, que diundieron un documento. El segundo prrao de esa primera Car-ta Abierta les oreci a los Kirchner el argumento que repitieron durante meses:

    Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la cate-

    gora de golpismo. No, quizs, en el sentido ms clsico del aliento a alguna

    orma ms o menos violenta de interrupcin del orden institucional. Pero no

    hay duda de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas semanas

    tienen parecidos ostensibles con los que en el pasado justicaron ese tipo de

    intervenciones, y sobre todo un muy reconocible desprecio por la legitimidadgubernamental.

    As se compactaba el ncleo de los discursos kirchneristas: transormarun conficto de intereses econmicos y una movilizacin social que inclua apequeos y grandes, pobres y ricos, en una operacin golpista de nuevo tipo. Lapalabra destituyente produjo un eecto inmediato y duradero, tanto que todava sela utiliz para caracterizar a quienes se oponan a la ley de medios audiovisuales,

    ms de un ao y medio despus.

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    Carta Abierta hizo reuniones en la Biblioteca Nacional, que dirige HoracioGonzlez, uno de sus miembros de ms larga tradicin peronista y gran infuen-cia intelectual. A algunas de ellas asisti Kirchner. No se recuentan con mayor

    asiduidad porque los Kirchner no tienen tiempo para intelectuales y la presidentacree que en esas cuestiones se arregla sola.

    Alrededor de Carta Abierta, otras ormaciones, como Red de Mujeres conCristina, semanalmente reparten citas por correo electrnico, extradas dePgina12o de Laclau y iek, en amable armona epistemolgica. Estos hebdomadariosramilletes de pensamiento diunden, ms all de los crculos especializados,rmulas polticas que no orecen los discursos del Gobierno (generalmente po-bres, pese a las pretensiones). Son citas sobre las que se puede volver y pensar. No

    las subestimo, porque orman parte de una larga tradicin de rases y epigramaspolticos para el uso de sectores menos intelectuales que quienes los diunden. Seintenta una expansin hacia auera de la lite.

    Pero las iniciativas de Carta Abierta y sus subsidiarias, como puede com-probarlo quien haya asistido a algunos de los actos recientes o a las actividadesen la Escuela Superior de Mecnica de la Armada (ESMA), quedan dentro deun espacio acadmico y proesional relativamente restringido. No hacen opi-nin pblica, salvo entre los lectores de Pgina 12, que estn habituados a las

    intervenciones periodsticas de esos mismos intelectuales, o en medios inclusode menor circulacin, como Contraeditorial, las revistas del grupo Spolsky y lamejor realizada Debate. De cualquier modo, todo va sumando: de las sucesivascartas abiertas al ms deshilachado y amarillo Veintitrs, circula un discurso condiversos niveles de escritura. Estas iniciativas permanecen todava dentro de loque se llama campo intelectual y sus cercanas.

    No conozco el nmero de lectores de Pgina 12, pero incluye un progre-sismo convencido de que, ante el racaso de otros progresismos, Kirchner es sultima oportunidad y de que la poltica de derechos humanos y el enjuiciamiento

    de los terroristas de Estado imponen tragarse algunos sapos. En este arco,Pgina12se combina dinmicamente con lo que hoy parece ser un centro del disposi-tivo cultural: el programa de televisin 6, 7, 8, magazn con participacin estelarde Sandra Russo, del corazn dePgina 12(la nica mujer que en ese diario harmado contratapas) y autora de un libro, que ha sido adelantado por el diario,sobre la dirigente Milagro Sala; con cartel rancs se luce Orlando Barone (queha dejado la revista Gente en el pasado para ser columnista deDebate e impvidohumorista de la televisin ocial).

    No se puede subestimar 6, 7, 8con la respuesta sencilla de que se ve elprograma porque est enmarcado en las emisiones de Ftbol para todos. Esa

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    respuesta ignora que tal ue precisamente el objetivo de estatizar las transmi-siones mediante un contrato con la Asociacin de Ftbol Argentino (AFA), queempez costando seiscientos millones anuales y para el que ya se han anunciado

    reuerzos. Quien tuvo la idea no pens simplemente en que se pasara publicidadocial durante los partidos, sino que el tbol iba a calentar la pantalla de Canal7, con un eecto de arrastre que conoce cualquiera que sepa algo de televisin. Loque pagamos todos los argentinos es ese eecto de arrastre, que hoy benecia a 6,7, 8, pero que, como cualquier eecto, es ciego.

    Creado por un joven de la nueva televisin, 6, 7, 8dio lugar a una comu-nidad de audiencia. En el acto del 24 de marzo en la plaza de Mayo pude ver lallegada de una columna de televidentes autoconvocados por Facebook, perecta-

    mente organizada, con sus volantes y sus remeras (Somos la mierda ocialista);era gente de pueblos del Gran Buenos Aires que se haba organizado para llegara la plaza, todos miembros de una pequea burguesa progresista que no habaencontrado otros lugares de expresin desde el conficto con el campo en el cualsuscribi el discurso de Carta Abierta, habindolo ledo en su uente original oescuchado en las versiones presidenciales. Eran decididos, incluso agresivos ver-balmente, pero no violentos; militantes espontneos, no matones. As, el camporeducido representado por Carta Abierta se ensancha hacia zonas no proesio-

    nales ni acadmicas. Los intelectuales no miran 6, 7, 8, simplemente pueden ir ahablar en su escenario chacotero (vi al solemne Raael Bielsa haciendo equilibrioal escuchar la cancin pop Somos boludos).

    Ftbol para todos, entonces, es una gran plataorma, un portaaviones quese dirige a pblicos ms masivos. Hay ms y mejor en el uturo. En estos das,la presidenta anunci el proyecto de repartir urgentemente medio milln de de-codicadores de televisin digital, norma en la que ya estn trasmitiendo Canal7 y Encuentro. As como les restituy el derecho a los goles, el kirchnerismo nova a mantener al pueblo en la privacin de seales digitales, mxime cuando el

    secretario de Medios, Gabriel Mariotto, ya ha anunciado una red de diez canalesdigitales pblicos (es decir, en estas circunstancias, ociales).

    Ac entramos en aguas proundas. Mariotto acta rpido, no se ja en me-nudencias, y tiene la determinacin de quienes piensan que la batalla nal nose gana sin una victoria comunicativa. En esto no es igual a los Kirchner, que,abandonados a su espontaneidad, simplemente ahogaran econmicamente ocooptaran con negocios a la prensa, como lo hicieron en Santa Cruz. Mariottoes un graduado de Ciencias de la Comunicacin, que ha ledo los manuales. Los

    Kirchner, con gente como Mariotto, ampliaron su horizonte. Lo que se arme con

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    la televisin digital y la lluvia benca de decodicadores ser la trama ms uertede todo este dispositivo de redes.

    Y tambin estn los blogs y los blogueros, celebrados por Anbal Fernndez

    en una de sus ltimas escapadas nocturnas como militante. La nube Ksostienedecenas de pginas web conocidas y desconocidas (todos los opositores leen lade Artemio Lpez, porque, con buen ojo, siempre se encuentra algo). Precisa-mente, la mortecina pgina de Carta Abierta indica el modo en que la crema delos intelectuales kirchneristas es relativamente ajena a ese mundo.

    Pero lo undamental de la nube Kson los condottierique recorren la Webbuscando palabras clave que les permitan llegar a intervenciones en portales,peridicos digitales, blogs, que piden a gritos un comentario de la ortodoxia

    doctrinaria kirchnerista. Sobre todo, que hagan indispensable el insulto y el des-liz maldiciente de un modo solo comparable con la violencia verbal que ejercenalgunos comentaristas anti-K en otros oros virtuales. La Web no es una nube dengeles que quieren simplemente comunicarse con independencia de los gran-des medios.

    Los blogueros y comentaristas se identican con las ormas rizomticas deuna nueva esera virtual, donde no se es responsable ni de la injuria ni del alsotestimonio. Viven del rumor que diunden y multiplican; viven tambin del

    anonimato, que es la regla que nadie se atreve a discutir. Este mundo es dicilde cuanticar. Por un lado, est el lugar comn de la importancia de la Red, deTwitter, etctera; por el otro, el temor religioso de quedarse uera de lo nuevo;nalmente, estn los vivos: la Red existe y es gratis.

    El dispositivo kirchnerista no se completara sin ella. Tampoco sera realistaun cuadro que no registrara los episodios de una batalla cultural por las capasmedias. Cuando se habla de hegemona, en un sentido estricto, hay que pensaren esta dimensin donde se juega a convencer, aunque, cada vez con ms re-cuencia, pasen a primer plano los acionados a las trompadas. Total, como dijo

    un comentarista de 6, 7, 8 en la Feria del Libro, no hay ms violencia que en unconcierto de rock.

    obs cts

    Entrevista a Ernesto Laclau.Pgina 12. 13 de mayo de 2010.

    .

    Laclau, Ernesto.La razn populista. Buenos Aires / Mxico

    D. F.: Fondo de Cultura Econmica, 2005.

    Moue, Chantal.En torno a lo poltico. Buenos Aires: Fondode Cultura Econmica,2007.