sanz del castillo, andrÉs - la mojiganga del gusto en seis novelas

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"La mojiganga del gusto en seis novelas" (1641). Contiene: "El Monstruo de Manzanares" "Quien bien anda, bien acaba" "El estudiante confuso" "La muerte del avariento y Guzmán de Juan de Dios" "Pagar con la misma prenda" "La libertada inocente y castigo en el engaño"

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ANDRS SANZ DEL CASTILLO

La mojiganga del gusto en seis novelasBiblifilos Espaoles, Madrid, 1908

[Preliminares].................................................................................................................................................3 Novela Primera El Monstruo de Manzanares..........................................................................................................................4 Novela Segunda Quien bien anda, bien acaba........................................................................................................................21 Novela Tercera El estudiante confuso...................................................................................................................................33 Novela Cuarta La muerte del avariento y Guzmn de Juan de Dios...........................................................................................................................51 Novela Quinta Pagar con la misma prenda..........................................................................................................................65 Novela Sexta La libertada inocente y castigo en el engao..................................................................................................................................78

[PRELIMINARES]APROBACINPor comisin del seor Doctor Juan Perat, Cannigo de la Santa Iglesia Metropolitana de la Ciudad de Zaragoza, y con atencin he ledo las seis novelas que aqueste libro contiene, y no he hallado en ellas cosa que contradiga nuestra santa fe y buenas costumbres, ni sea disonante ellas; antes bien, las dispone su autor con tal destreza, que encamina su direccin, que despus de dar gusto, saque tambin provecho quien las leyere. Por lo cual debe v. m. dar licencia salgan luz, para que lo que ellas da, descubriendo la claridad y lustre de su ingenio, acarree utilidad los aficionados curiosos partos del bien duscurrir. Zaragoza y Julio 27, 1641. El Doctor MIGUEL DE FRUTOS Menor Capellan de su Ilustrsima. Damos licencia para que se imprima. En Zaragoza 27 de Julio de 1641. El Doctor PERAT. Vicario General IMPRIMATUR. SECCANI

SEORMuchas causas tuve para suplicar V. S. permitiese que debajo de su proteccin saliesen divertir noches de invierno estas seis Novelas, cuando le consider con bastantes crditos de ilustre nacimiento, generoso agasajo, con particular inclinacin amparar forasteros y desvalidos (como yo) y advertido cortesano, por parto de su prudente eloquencia, hija ms de su atencin que del trabajo, aficionado de los estudios, aunque han sido los necesarios en un caballeroso cuidado, esmaltndose con los realces del valor miliciano, que mostr sirviendo Su Magestad en los Estados de Miln. De donde infer que no poda aspirar buscar mayor grandeza ni valedor de ms excelsos atributos (dignos de inmortales memorias, pues con esto les d los discursos apoyo y perficin, y mi voluntad la ejecucin que deseaba por pretender adquirir el nombre de menor [criado] de V. S., quien guarde nuestro Seor, con [los] acrecentamientos que se sabe merece. El menor criado de V. S., que su mano besa, Don ANDRS SANZ DEL CASTILLO.

NOVELA PRIMERA

El Monstruo de ManzanaresCon temerarios y espantosos gritos, prometiendo horrible y trgica vista quien los daba, infundiendo temor en los nimos de las damas que discurran la tan agradable como hermosa ribera del arenoso Manzanares, ro en Madrid tan celebrado como avariento de cristal, bajaba una maana de las pueriles del Mayo, desterrando los que, ya por medicina deseoso antojo, haban salido pasear el acero aquel frondoso y agradable sitio del suntuoso pensil de nuestro cuarto Monarca, uno, al parecer monstruo, bruto stiro, vestido de pieles manchadas trechos, tan guedejudas y ceosas, que ponan espanto quien de lejos lo miraba, si bien en el movimiento y disposicin del talle se determinaba era aborto racional. Traa en la cabeza otra artificiosamente formada con todas sus facciones (semejante la de un robador oso), los pies y manos cubiertos de la misma librea, y en ellas un arco, en que con liberal destreza ministraba agudas y voladoras flechas, de quien vena copioso un carcax, que descubra por encima del hombro izquierdo; y tan fiero terror daba su vista, que procurando las humanas diosas, que se esparcan en aquel deleitoso campo, tomar sagrado, entrndose liberales entre el concurso de la bulliciosa gente que vean ir bajando por la puerta que llaman de la Vega, y salida de doa Mara de Aragn, tropezaban unas con otras, tenindose medrosas, como femeniles, cada paso, por opresas de aquella investigable figura. Y habindolas, por temerosas retiradas, dado nueva de su creda, por peligrosa amenaza, las que ajenas de aquel suceso venan su mismo ejercicio, determinaron volverse, cediendo para otra menos prodigiosa maana el gusto sus voluntades, quien las llevaba ms que sus opilaciones. Y entre las que se retiraron, huyendo desde la cenefa del envidiado raudal, iba una cuyo nombre era Flora, natural de aquella confusa por dilatada villa de Madrid, madre y amparo de todos, que si no haba salido ejecutar lo que se oir, era aadir ramilletes de varias flores al innumeroso laberinto de cuadros de claveles, jazmines y azucenas, que tanta era su extremada belleza, con tiernos aos, si bien lo bastante para admitir cualquier galanteo. Esta, pues, entre la dudosa confusin de la ya referida fuga, ms de industria que de temor, se qued oculta entre las redes sutiles, unos tejidos mirtos y parras, de que no est falto el ameno y lisonjero distrito, habiendo trazado su prdida de los ojos de su madre y dos criadas, que ms importunadas que de voluntad se haban privado del dulce letargo los humanos que el silencio y frescura en aquel tiempo y aquella hora ofrecan, y sacdolas consigo al deshecho de una importuna melancola, que deca la molestaba, fingiendo ser achaque corporal el abrasado deseo que traa en el corazn. Y estando en el natural nicho de flores, esperando el dueo de la ocasin del despejo referido, oy un atento silbo, sea que le pareci conoca, y juzgando que le haban dado cerca, para que quien vena con el anhelo de su busca no se dilatase en hallarla, alzando la cabeza y vindole, animando con el aliento de su rosada boca el hueco de una llave que en la manga de la ropa traa, le di anuncio de la parte donde industriosa haba tomado albergue. Y apenas hubo vuelto su lugar el tan disimulado y dichoso clarn, cuando vi que por entre lo enlazado del verde y abrilesco edificio donde estaba, entraba su por ella entendido amante, con tan desamable presencia y desagradable espectculo, que, no

tener en la mente las especies del movible ser que imaginara, le causara lo exterior del traje un pavor irremediable su vida. Y para que antes de alargar el discurso se sepa la ocasin de la inquietud, y ficcin de Flora y la causa de haberse aparecido en aquella parte el aparente salvaje, es necesario que diga como don Juan Osorio, caballero noble, hijo de la misma patria (comn por ley todos), de galante talle y aventajado ingenio, y tal cual era necesario para atreverse amarla sin temor del desprecio se haba pagado tanto de su hermosura y discreta modestia, que siendo el objeto de sus suspensiones, llevado de su amorosa pasin, le vena al pecho estrecho el sentimiento, y los ojos, pequeos cncavos para los raudales de lgrimas de su mal lograda voluntad, que tanto le afliga el considerar que, aunque su enternecida dama. le deseaba corresponder sus finezas, no le. concediese un minuto el tiempo para ello, ni de ocasin para con ella dar algn conveniente medio, teniendo siempre junto s su vigilante madre, con ms ojos que el pastor de Juno, por maestra de sus acciones y ceremonias y dos criadas, que por de alguna edad, envidiosas del gusto ajeno, le daban aviso de cualquier que no muy medida le vean. Y cansado si no de amor, por conocer era finamente correspondido de la dilacin de sus efectos, estando una maana (entre otras hartas veces duplicadas) la entrada del zagun de un deudo suyo, oidor de uno de los Consejos de Castilla que estaba cerca de la de su padre de Flora, (quien tambin ocupaba la misma plaza), vi que en un coche que haba la puerta, entraban, algunas aseadas mujeres tapadas con los mantos, que por ir as no conoci quin eran, si bien las vi salan del albergue y concha de su preciosa margarita; y, que al tomar aquella urna movible, aprecio de la industria, la ltima de ellas, sacando un pedazo de carmn y nieve, por animada mano le haba llamado por seas con ella que atento, luego que vid que guiaba el cochero al convento de Nuestra Seora de las Mercedes, le fu poco poco siguiendo, hasta que, vindole parar en la puerta de otro caballero, que est no lejos de la Iglesia donde iban, cuidadoso de conocer la causa, de su viaje, si bien crey siempre (como lo era) ser su estimada prenda, despus que mir que all se apearon dos de las tapadas, se estuvo parado, hasta que vi que iban subiendo un cuarto alto, donde las esperaba otra, no menos hermosa seora, que se haba asomado un balcn suplicrselo, y quien pareci haber avisado la madre de Flora para que, valindose de su coche, la llevase y dejase en cierta visita. Y visto que no eran ms de dos las que haban salido dl, con deseo de reconocer, si poda, la que se haba quedado dentro con resuelta determinacin, fingiendo que iba alguna diligencia otro de los cuartos de la casa, cuando estaba debajo de la cubierta que hace el arco de la entrada, volviendo la cabeza tiempo que su amada prenda se descubra el rostro, les caus los dos no pequea alegra el verse el uno al otro; y desde all con atento recato, le dijo atendiese los pasos y desvelos que le costaba el servirla, y que pues tanto le favoreca con los deseos que mostraba de su voluntad, lo hiciese con desahogo de aficin, pues su intento era el de solicitar merecer nombre de suyo, mediante el matrimonio en que pretendan unirse, como siempre lo haba dicho. Pero atendiendo Flora que don Juan, llevado de su amorosa pasin, que tal suele estar quien bien ama y mal goza, se detena ms de lo que ella haba imaginado, si menos de lo que quera, y temerosa de que no volviese la que siendo su madre, le pareca servirle de emulacin, volviendo tierna mirarle con muestras en los ojos del aljfar de su placer, que suele causarlo con algn crecimiento, echndole un papel menos bruido y amarfilado que la mano que le conduca su archivo, le dijo, que aqul le daba la orden de lo que haba de hacer, pues no haba hallado otro ms conveniente medio, por ser tanta la rectitud que con ella su madre usaba en el ministrarla recato, que no la hubiera dejado all sola, si no fuera por haber fingido serle daoso el cansancio que poda recibir en subir y bajar al alojamiento de aquella su amiga, donde estaban al achaque, que para con ella supona y de que l le daba cuenta en aquel billete,

pidindole se fuese con toda brevedad y ejecutase lo que por l le deca. Y con sto, tomando don Juan el papel que desde el coche le haba arrojado Flora, se sali de all, y llegando su casa, llamando un paje que le acompaaba para estar prevenido, por si era necesario hacer luego alguna diligencia, y rompiendo la nema con las ceremonias de hombre enamorado, ley que deca, de esta suerte: "Desde la primera hora que atend los halagos de tus ojos, ministros fieles del alma, conoc en ellos los afectos amorosos del corazn, que inclinabas al grangeo de mi benevolencia; y acudiendo, por agradecida, correspondencia tan justa, he seguido los pasos mismos en la voluntad que me has tenido y muestras tener, de que he dado cuando posible me ha sido, bastantes indicios; y porque te consta la clausura con que me guarda mi madre, y la vigilancia de sus criadas y mas, tan encaminado mi custodia; y considerando que la industria y ardid suele vencer al poder, y que donde no la hay, es seal de poca voluntad, he querido mostrar la ma con fingirme desabrida, melanclica y opilada; y aunque sea costa de mi salud, pues no la aventuro cuando mejoro la tuya, salir tomando el acero preparado este mes de Mayo, que se nos ofrece medida del deseo. A que mi madre, si no compadecida de mi dolorida ficcin, simuladas fatigas y supuestas ansias, si verdaderas de ser tuyas, obligada del ruego me lo ha concedido, quedando de que maana, por primero da, saldremos al Sotillo pasearlo, excusando el que sea la Casa del Campo, por no s que antojosas sospechas, que nunca le faltan, y de presente trae. Y para que yo con ocasin pueda, sin ser de ella y las molestas sirvientes, que tambin han de acompaarme, fingirme perdida entre lo fragoso de la arboleda, he pensado que te aparezcas en el referido sitio al despertar el alba, en algn atemorizador traje, donde vindote, despavoridas y turbadas se ofusquen y amedrenten y olviden de m, poniendo ms espuelas sus coturnos que cuidado en mi achaque; y entonces yo, segura de recibir susto, me ocultar donde aunque muy advertidas me buscasen hubiera dificultad en hallarme, siendo nuestra conocida sea del silbo, con que me sueles dar anuncio de tu desvelo, la que me avisara de la parte por donde fueres, para que yo te d de la en que estuviese. Y cuando el sosiego se apodere de nuestras acciones, emboscndonos ms por lo que suceder puede, de volvernos buscar m ti por presuncin de nuestro propio engao, que tal vez le piensa otro, como el mismo que le hace, quitndote el disfraz que te pusieres, podrs con seguridad hacerte dueo de lo que ahora tan de lejos lo eres, que para lo que de esto puede resultar, no me faltara ardid, una vez poseedor de la joya que aspiras, para irte avisando de lo que favorable no suceda. Dios te guarde." Esto contena el advertido papel de Flora, que acabndole de leer su amante, dndosele entender su criado, como quien haba de darle favor en su intento, que sin alguno raras veces se ejecuta, se aconsej con l para la eleccin del hbito que ms conveniente le pareciese y para que sacndole con todo secreto hasta el espeso, y aplazado puesto, y ponindosele en uno el mas oculto que hallasen, le aguardasen para recibirle la vuelta, que con sto no sera de otra persona visto ni notado, pues de ser lo primero no se excusara de ser lo segundo, juzgndose ya dueo de lo que tantos pasos le costaba. Y discurriendo el criado sobre cul sera ms conveniente, le dijo su amo, cmo haba visto en casa de un alquilador de vestidos para comedias, dos, hechos de

horribles y fieras pieles de varios animales, que haban servido en la ciudad de Segovia en unos autos sacramentales que en ella se haban representado, y que le pareca, que pues los tena para alquilar, tambin le dara l uno por un tanto, pues adems de que era su conocido, le ofrecera fiador dl y que si le pareca pedira otra cualquier insignia que ms gustase y al caso conveniente fuese. No le pareci mal don Juan la invencin y disfraz, que los enamorados pocas veces previenen los inconvenientes, si bien para el campo la ms propia, considerando, que vindola, le imaginara ser algn salvaje, aborto de aquellos pases, por haber tenido en aquella casa de recreacin los Reyes Catlicos de Espaa algunos silvestres y extraos animales; y as, sin ms dilacin, le mand que hiciese diligencia para traer lo que le prometa. Y ahora que se ha dado noticia de la causa de aquellos asombros en el resonante valle, volviendo la llegada de la cautelosa bestia la vista de la engaada, como hermosa dama, y viendo que antes de despojarse de aquella afectada corteza irracional se llegaba acariciarla, causndole novedad la priesa, pues la advertencia de su papel, de quien an le acompaaba un traslado, haba sido que para haberse de quedar ms seguros los halagos de la ociosidad, amable en ellos, se haban de enfrascar adentro de la maleza del soto, ocultndose cuanto posible sus pocos usados pasos les fuere, no poniendo duda en que aquel que tena delante fuese don Juan, pues aunque el billete deca que su salida haba de ser al Sotillo, y su madre, mudando de parecer, por el fin que ella sola supo, haba querido que la recreacin de la Casa del Campo, juzgaba que l, como cuidadoso, habra estado atento verla salir, y que la habra seguido, pues vea en su presencia la transformacin de su aviso, como en l advertido, all ejecutada. Y corrida de que en tan brutal traje solicitase mayores logros, le pidi, llamndole por su nombre, con la melosidad que se puede considerar, parase en su determinacin mal pensada, y que pues haba pasado tantos siglos de penas, venciendo sus impulsos como haba dicho, dilatase en mitigarlos lo que podan tardar en retirarse otra ms oculta y cmoda parte, encarecindole con extremos de fineza la que le hara en quitarse, as el grifoso vestido, como la supuesta cartula, que le haca desconocida la voz, procurando seducirle ello por todos los medios, halagos y acciones que para obligar las mujeres saben y el arte de amor les ensea. Pero el fingido monstruo no fu posible que tal hiciese ni que le convenciesen resistencias de agria voluntad, que Flora comenz mostrarle vista la entereza y mal pago do sus despeos; antes, avivando la ronca y encavernada voz, le dijo que no pretendiese prevenir desvo la ejecucin de su lascivo y torpe gusto, porque no haba de ser bastante ninguno su codicia intentada resolucin, dndole entender cmo no era el amante que tanto estimaba y artificiosa haba citado, con que vistos los indicios de no querer descubrirse y los que la entumbada voz le daban; dudosa, y no del todo desengaada, procurando la debida defensa su honestidad se pretenda defender, hasta que viendo el furioso y despepitado nimo de su contrario, ya conocido por tal, ms desanimada del engallo que del cansancio de la lucha, se rindi un mortal desmayo, tiempo que el mal advertido en aqullo, como la vista salvaje, cogi en ella, disfrutndole las azucenas de su castidad, colmado fruto de su insaciable deseo, dejndola, por huir con brevedad, entre aquella maleza hecha un diluvio de sangrientas en casi fras venas de coral; y retirndose la, parte donde se haba despojado de su acostumbrado hbito, se fu sin atender la prevencin del remedio que peda semejante estrago, si bien arrepentido de haber sido la causa dl, por tales medios, que es muy seguido tal placer un disgustoso pesar. Pero volviendo nuestro prevenido don Juan Osorio, que despach su criado por el vestido que haba de ser artfice de la posesin que tanto deseaba, dndole orden para que pagase cuanto pidiesen por l, que cuando los que aman llegan conseguir el ltimo vale de sus gustos, en nada andan escasos. Y saliendo Pez, que ansi el criado se llamaba, de

casa lo que se le ordenaba, sin reparar en la poca fidelidad que con su amo usaba, se fu en casa de don Gaspar Leonardo, caballero pretendiente en corte, recin venido de Flandes, quien tambin haba solicitado tener dichosa suerte en que la gallarda, si ya por l ajada Flora, hiciese aprecio de su voluntad, que habiendo sabido como don Juan Osorio la pretenda y no habiendo podido l hallar medio posible hablarla, ni enviarle un papel, por ser tanto el recato, como se ha dicho, se determin de granjear con dinero Pez, para que le diese aviso del estado en que cada da pona su dueo sus deseosos empleos, por tener noticia de la estimacin que dl haca Flora, tenindole insaciable de vencer por cualquiera camino que pudiese, las montaas de rigor y desprecio que con los ojos le haba mostrado en algunas pblicas partes donde la haba visto y hecho, si moderada, bastante sea de su desprecio. Y refirindole el falso siervo, codicioso de la paga que esperaba, y se le di (que no hay quien ms abominables delitos emprenda que el inters), como le haba odo leer su amo aquel papel y le enviaba buscar el vestido con que se haba de disfrazar, y que la siguiente maana haba de ser la primera salida, informndose dl don Gaspar si haba de ser al Sotillo la Casa del Campo, hacia Nuestra Seora de Atocha, que suelen algunas que gustan de no ser tan vistas elegir la mayor soledad, si es que quince aos la podan apetecer, que no eran ms los de Flora. Pero como no hubiese advertido bien Pez, cuando su dueo le ley, dnde deca que haban de salir, y parecindole que lo ms acostumbrado era la Casa del Campo, sin ms atencin, le dijo que ella, y que l podia tomar el mismo traje que su seor pretenda, dndole cuenta como eran dos los vestidos que haba, que se alquilaran, con que podra hacer su entrada, habiendo reconocido primero que se le vistiese, la parte por donde Flora bajase, para aparecerse cercana ella, con que menos escandalosa sera, mediante el temor, hecha la fuga de su madre y criadas, y ms su salvo y seguro de que persona se le atreviese seguirle por el aparente peligro, tomara tranquilo asiento su determinacin con el advertido silbo de que haban de usar; que as le refera por su papel; y que l, cuando saliese acompaando su dueo (pues era forzoso la solicitud de la misma empresa), si necesario fuese, fingira que le atajaba algn repentino achaque los pasos, luciendo con su ficcin y detencin de manera que cuando ellos llegasen la estacada, fuese tan tarde, que habiendo l gozado la ocasin, no pudiese haber remedio su intento. Y desta suerte dispuesto, encargndole don Gaspar, con muestras de agradecimiento, que pues iba por el uno, trajese los dos, para ni faltar su engaado amo, ni l dejase de conseguir su mal pensado viaje (dndole con la refaccin de su traicin, lo que bast para el alquiler), le hizo con hasta prisa que se fuese quedndole esperando en casa, donde con brevedad volvi y ense cmo le traa el salvaje pellico y un encorvado arco de marfil, grabado de acero y un carcax abundante de saetas dl, para que si no le sirviese de ofender, lo hiciese de atemorizar, pidindole que no se perdiese ninguna pieza de ellas, junto con que aquella revelacin que le haba hecho, no lo entendiese persona alguna, por el riesgo tan conocido, que poda atraer lo contrario. Prometile el caballero cumplir lo que le encargaba y Pez se fu dar cuenta su dueo (que estaba inocente de aquel enredo) cmo le traa el guedejudo y brutal vestido, arco, carcax y flechas que le haban mandado, el cual tom don Juan muy contento, favorecindole muy al propsito para el caso; y tan alegre se hallaba aguardando la hora que deseaba, que las de aquel da en que el planeta mayor fiaba secretos de oro la tierra se le hacan siglos. Y no sindole posible desechar los impulsos del contento, que casi le molestaban, por no ejecutados, si bien con un vivo placer en el alma, pues se alimenta con un vivo placer en cualquiera de conseguir lo que se intenta es apetecible, tomando, en el nterin que prevenan la sazonada comida, un laud, quien entenda su armonioso metro, cant su esperanza de esta suerte:

Esperanza bien, lograda cuando imagin perdida, yo espero aumentar la vida en la que juzgo gozada. El no esperar no me agrada, aunque me cause pasin; cobre aliento el corazn, y sin permitir mudanza, sacrifique mi esperanza merecer posesin. El que espera, considera el gusto por duplicado, y alegre y enamorado coger dulce fruto espera. Y acrecienta de manera los gozos de su aficin, que no conoce pasin, pues no la llega tener considerando el placer, no el pesar ni la ficcin. Y jams padecer llega el que espera gran pena, pues ni el pesar le condena, ni el gusto viene perder; antes anhelando ver su deseo bien logrado, slo pone su cuidado en la continua alegra, de saber que llega el da que goza su bien amado. Y as gano en esperar, lo que tuviera perdido; si mirndome abatido me cansara de obligar; y con sufrir y pasar siglos de firme esperanza, sin por eso hacer mudanza, he venido conocer, que esperar, es merecer, pues esperando se alcanza. Ms adelante pasara con su sonora voz, ayudada del dulce instrumento, que se lo impidieron los portadores de una regalada porcin de su corporal alimento; y as, cesando en ella, aunque no en los pensamientos de la causa, se puso comer, y habindolo hecho, y reposado un rato, se sali de casa y fu frecuentar las vecinas losas de la de Flora, pidindole la fortuna no le fuese avara en la concesin de lo que tanto deseaba, y dando varias vueltas la calle (por encerrar el objeto de su placer) le anocheci en ella, pero no en el gusto de lograr su tratado plazo, y entre estas imaginaciones amorosas, codicioso de que las horas se pasasen soplos, se retir su albergue, donde no hallaba ms descanso que en la consideracin de la hermosura de su dama y buen acierto de su empleo. Y

volviendo tomar el bien acordado y parlera instrumento, acompa su destreza la repeticin de los pasados versos, y contrapunte los siguientes: Gracias le doy al amor, pues ha librado mi suerte premio que impide la vida, que del dolor no se acuerde; Ya lleg el fin de mis ansias, que tan rigurosamente, ajeno de confianza, me mataban tantas veces. Ahora, ahora, alegras, celebrad vuestros placeres, pues se permutan los males en tan abundantes bienes. No haya cncavo en el pecho, siendo del jbilo albergue, que me libre sobre Flora la ficcin que se le atreve. Dicha es haber padecido, pues tanto estimarse debe, cuanto en adquirir la joya pena y trabajos se tiene. Salgan del alma temores; las potencias se recrecen y los sentidos atentos dnse s mil parabienes. Que yo el ms feliz amante, alegre y gozoso siempre, de los claveles de Flora beber nctar por nieve. Pas la noche el tierno caballero en el entretenimiento de stos y otros agradables romances su propsito (que cuando el pensamiento halla versos hechos la medida del deseo, aunque no se hayan cortado para l, duplica el celebrarlos y repetirlos) y sin pagar el acostumbrado feudo, al silencio ni prevenir ms descanso que el del ardor de su pecho. Estando atento, oy que el reloj de la parroquia de Santa Cruz daba las cuatro de la maana (que por vivir algo cerca della le sirvi de anuncio de que vena el alba), y levantndose del lecho, donde ms hacer hora que dormir se haba recostado, previno Pez para que caminasen su empresa y le llevase la disimulada librea; y saliendo juntos se fueron un puesto cmodo de la bajada del Sotillo, donde se les haba ordenado por Flora y deca haban de ir; desde el cual, con pequeo trabajo, seoreaba todo el deleitoso prado, alameda y ro. Con atenta, solicitud reconocan las damas que iban acrecentando rosas la primavera y aprecios aquel florido espacio; cosa que no dej de dar cuidado al traidor ciado, porque como inadvertido, le haba dicho don Juan Gaspar, que iba la casa el Campo, se hallaba temeroso de que si imaginaba que lo haba hecho por usar con l de engao, no le poda suceder menos, que un grande desair, pues el enojo en quien bien ama y no consigue su intento por cautela de quien le gua como gusto, suele ser rabiosamente ejecutado. Y dejando en la estacada nuestro desgraciado don Juan y su infiel criado, volviendo la prevencin del determinado, si artificioso paseo de su dama, que saliendo con dos

criadas y viendo que se les mandaba encaminasen su derrota la sin igual floresta de la Casa del Campo y no al Sotillo, cosa que hizo su madre, quien tambin iba en su compaa por recelos que de sus ficciones haba concebido, qued despavorida y entre s avergonzada, juzgando entendera don Juan haba sido disposicin suya, y no de quien lo haba hecho, llegando sentir ms el disgusto ajeno que no el suyo, aunque le adquira no pequeo, por conocer perda el granjeo de tan deseado efecto y su parecer felice. Y caminando llena de pesar donde ms la obediencia que la voluntad la llevaba, llegaron al apacible y sonoro despeo de cristal referido, y cambindose en su paseo tan solas como peda su recato, se le apareci el para ella querido amante, como para sus compaeras y celadoras horrible fiera; y tomando el sagrado de aquellos naturalmente enmaraados mirtos, rboles y madreselva, para cancel de la efectuacin della, como los dems, con apresurados y medrosos pasos la vuelta de la entrada de la villa, por donde haban bajado; mal atendiendo unas otras, sin reparar en, los mujeriles y melindrosos recatos acostumbrados, se qued en la concavidad de hojas, testigos de sus desdichas, que como lastimadas del suceso, aun al sol le negaban la entrada, vertiendo las coyunturas de sus sutiles y verdes mimbres, perlas que graciosamente les di el alba, por lgrimas de su repentina pena (que hay sucesos que mueven que las piedras se lamenten), siendo ste tan compasivo ojos de la juventud, cuanto si bien se considera arrojada libertad y disposicin poco advertida de Flora; que tal vez son artes las voluntades libres de los hijos, usando deliberados sucesos la ruina de la ms acreditada reputacin y grueso caudal. Y caminando su afligida madre y criadas con incomportable priesa, se agregaron muchas y varias damas que con el tempo y ocasin dl salan sus convalecencias entretenimientos, quien refirindoles el pasado caso y reconociendo lo venir en su compaa Flora y de notar haberse perdido quedarse desmayada, se desconsolaban con notables muestras de sentimiento, y pidiendo una de ellas (que segn el porte les pareci seora de partes), con encarecidos ruegos que se sirviesen de dar permiso un escudero anciano que la acompaaba para que fuese dar parte de aquel no pensado suceso su padre de la poco dichosa perdida, porque sabido, acudiese al remedio que conviniese en la busca, pues no quera fiarlo de algunos varones artesanos que all se ofrecieron, y su temor las dejaba ellas, como pusilnimes, haberlo liberal, se lo concedi y prometi no dejarlas hasta que volviese el nevado embajador, quien con ms brevedad que prometa su senectud, lleg y di al descuidado oidor la relacin de lo que l le haban referido y de la falta de su hija, que oyndolo, estando de partida para ir al Consejo su acostumbrado despacho, enviando excusarse, se meti con el que le haba trado el aviso y cuatro criados en el coche que la puerta le esperaba, y toda prisa parti de su casa la de un Alcalde de Corte amigo suyo, quien luego que salud por no detenerse (pues no peda dilacin su ida) le suplic le acompaase cierto caso que le referira en el discurso del camino, mandando los criados que se mudasen una carroza que al Alcalde le tenan prevenida con los alguaciles que all se hallasen por convenir que le siguiesen para cierto suceso que peda, como breve, eficaz remedio. Y as, no recibiendo por entonces ms informe el Juez, que ver importara, pues un caballero tan docto lo aseguraba, se partieron juntos con ocho alguaciles y porteros, y en lo que tardaron en llegar la parte y lugar donde estaban las absortas y tristes seoras, le hizo sabidor de lo que le haban dado noticia, y la prdida de su amada hija, proponindole cun justo sera el castigo si hubiese sido, como lo imaginaba, alguna fingida simulacin la que haba causado semejante alboroto, pues no se haba dado jams contar haberse visto tan fiero ni horrendo salvaje en aquella frecuentada arbolada ribera. Y luego que llegaron la vista de su mujer y criadas, quien asistan en un zagun de la primera casa de la entrada de la puerta de la Vega, la protectora del legado novelador y otras principales mujeres, que a gran nmero se haban recogido, por no haberse atrevido

pasar adelante, siendo sabedoras de la tan extraa novedad, los dijo se entrasen en el coche los que cupieran, y en la carroza de su amigo los dems, dejando cada cual en su posada, volviesen los cocheros con toda diligencia. Y salindose con el caviloso acompaamiento aspurgatorio y busca de su, si no robada, engaada Olimpa, les fu mandando los alguaciles y dems ministros, y divididos de dos en dos, alguacil con portero, se esparciesen entre la espesura de los lamos y enmaraado de los parrales, al descubrimiento del monstruo que haban odo andaba entre ellos, para que hallado que fuese, se hiciesen las diligencias, segn y de la manera que ms conviniese, advirtindoles cuidasen particularmente si entre lo fragoso de los enjuncados arrayanes y zarzamoras, hallaban retirada, quiz de temor, alguna algunas damas, no especificando slo Flora, por no poner en archivo de vidrio el esculpido y fuerte bronce de tan conocida calidad y sostenida virtud, excusando que sus discursos quebrantaran el fuero de la cortesa de la loable fama. Y con esta disposicin y la de si encontraban algunas personas, les procurasen reconocer el traje en que venan, si traan algn indicio de lo que buscaban otro hbito no permitido en el buen gobierno, que suelen en tales ocasiones, por ser de manera y en parte peligrosa por las emuladas pretensiones de amor, llevarlas. Tomaron, como se les ordenaba, de dos en dos su derrota, para la parte que ms su parecer era conveniente, y ellos y sus criados se fueron entrando por un fresco y rociado callejn, pabellonado de esmeraldas del Abril, por donde caminaron intrincndose en el selvaje toldo, hasta la montaa de unos arracimados cogollos de madreselva, estrechamente unidos y mezclados con varias y hermosas ramas de diferentes, si usados colores, cuando vieron recostada sobre parte de ellas, una afligida seora, que entre dormida, desmayada y sollozosa, asustada y con mortales ansias, se fatigaba consigo misma, con ayes lastimosos y suspiros irreparables; y llegndose ella el Alcalde de Corte y apartndole del rostro un tafetn verde que se le cubra, y mirndola robada de carmn, si copiosa de nieve, llam al cuidadoso padre, quien la conoci, y previniendo que los criados se retirasen all fuera, la procur volver su primero acuerdo, halagndola compadecido, como de su merma sangre, creyendo que el temor hubiese sido la causa de aquella estimulacin de su vida y trasladndola el smil que miraba de la muerte. Pero habiendo ms advertidos reparado en que sobre alguna de las peinadas hierbas haba, si no abundancia de sangre, pedazos de ella, que aspeaban la estrecha y natural choza, concibieron mayor temor y sospecha, preguntndola si se senta herida en alguna parte, pues haba sido fcil haberse lastimado con la priesa de la huida y retiro, quin, si saba, haba causado aquella desconsolada muestra de criminal estrago. Turbada y sin aliento, vibrando, en vez de palabras la lengua, lgrimas los ojos, respondi con ellos lo que no con la pronunciacin, considerando no poder encubrir su delito; y contando los pesarosos caballeros la pena que en semejantes sucesos adquiere una honrada, reputacin, le hicieron que, con claridad (si bien su disgusto) les diese entender su impensado desacierto, hacindola que culpase de actor de aquel fracaso al descuidado en l, si cuidadoso amador, don Juan Osorio, porque como no haba conocido al violador de su intacta castidad, tuvo por bien de imputarle l, con pensamiento de darle aviso de ello, hasta que ella dispusiese el desengao y se ausentase ocultare, aunque fuese costa de no verle en el nterin, contndoles todos los requisitos de sus amorosos y solcitos pasos, para dar ms crdito su fbula, si bien baando de pesar y vergenza en menudas perlas el aseo vestual que traa, que queriendo aplicar un lienzo de Cambray en que cogerlas, sacndole inadvertida de una de las mangas de la ropa, se le cay entre las hierbas el traslado del papel, que envi don Juan, que por descuido se le haba dejado en ella, y calzndole el padre y leyndole, confirmaron la deposicin por verdadera, y sin otro examen, pues no era necesario, mandando ir adelante los criados, y ella que se cubriese y aliase con su rebozo y capotillo, como haba salido de su casa, la

sacaron, y habiendo vuelto al paraje los dos coches, haciendo llegar uno la orilla de la alameda, la condujeron l, y pidindole antes con encarecimiento el oidor su amigo se hiciese con todo recato la conveniente diligencia para saber dnde se podra haber al agresor, y que si benvolo vena en cumplimiento de la palabra que de ser su esposo deca Flora le haba dado, no se publicase aquel inacertado yerro, por excusar escndalo que resultar podra, y porque les pareci, un dao sin remedio, guiarle por camino ms suave y corts que posible fuese, tanto por sus intereses cuanto por respeto (que aunque el trmino no lo granjeaba), peda se le guardase el atencin de algunos deudos muy cercanos que don Juan tena ocupados en honrosos puestos. Y dejndole con este advertimiento, llev dar clausura la libertad licenciosa de su hija, en la compaa de su ansiada madre, que estaba cuando llegaron an poco cobrada del afeminado temor, sin darle entender lo adverso del talado virginio, antes con un airoso despejo, consolndola con la restitucin de la joya, se fu la ocupacin de sus despachos, bien embarazado con la confusin de lo al presente caso conveniente. Y, entretanto que todo lo referido pasaba, se estuvo el firme amador en la parte que ya dije, apresurndose en sus deseos el advenimiento las ansias, y deshecho de ellas, y parecindole que haban corrido ms de tres horas en tiempo, y que las siguientes no eran comodadas para el goce del saludable y manso Favonio ( que se anhela en aquellas empresas), determin volverse harto confuso, por ignorar la causa y estorbo de su prometida dicha, mal lograda, como deca, por suya. Y buscando divertimiento aquella melancola, tom la vuelta, rodeando el Parque, para entrarse por la ribera tan vistosa que llaman de doa Mara de Aragn; y porque habiendo salido de casa, por ser tan de maana, con capa y sombrero de barrio, no le pareci atravesar la villa por lo ms populoso, sino quedarse en casa de un grande amigo suyo, que viva junto las fuentes de Leganitos, cuando vi que, entre alguna divertida gente que haba quedado en el ameno valle, andaban nmero de alguaciles reconociendo, as los que estaban come los que hacia l venan, y que llegando dos de ellos y desembozando Pez, que algo atrs le segua, decan voces, luego que le vieron las pieles: "Aqueste es el cauteloso monstruo". Y en tanta manera se alborotaron, despojndole de ellas, que llegndose don Juan a ellos enfadado de aquella accin, se la reprendi con cortesana aspereza, y dijo como era paje suyo, y que as atendiesen ello, pues le conocan; y que le pareca poco acostumbrado modo el querer especular, siendo de da, lo que los hombres que pasaban sus posadas llevan oculto sin ofensa de tercero; y as, encaminasen su viaje al negocio que iban y dejasen de procurar emprender lo que tan poco les importaba y volviesen Pez lo que osados le haban quitado. Pero ellos, viendo que el Alcalde de Corte se les acercaba, alzando los gritos y aun intentando desarmar don Juan, guardando uno el vestido de brutales pellejos, mostraban embravecidos nimos y temerarias acciones, hasta que, abreviando los pasos el cortesano y recto Juez, conocindole se lleg l y le apart del bullicio de alguna, aunque poca gente, que se haba juntado las voces, dicindole convenirle para cierto caso en que consista mucha parte de su honor, que se fuese con l su casa. Don Juan, dudoso de la resulta del suceso, y extrao de saber lo que haba pasado, hallndose libre de cualquiera delito que le pudieran imputar, sin replicar nada concedi el irle siguiendo, aunque con el cuidado que peda el no saber la causa del no imaginado lance. Y tomando el coche del Alcalde, dndoles orden sus ministros llevasen Pez y aquellos instrumentos de delito de que le haca autor al noble caballero, se fueron juntos, quien en llegando le propuso el Alcalde el caso, y dijo todo lo que Flora haba referid o y la culpa que contra l resultaba, y cmo aquel papel, que por mal guardado le haban hallado la indiscreta seora, daba entender sin embozo todo el negocio; y que as le pareca ms propsito que para excusar dilaciones escandalosas y castigo, pues era

forzoso habrsele de dar l, puesto en juicio su no pequeo delito, se determinase cumplirle la palabra que le haba dado de esposo que pues conoca su mucha calidad, se facilitara y dispondra sin dr entender ni el menor asomo de lo pasado, la gracia de unos deudos y otros, teniendo gusto l de que por aquel bien advertido medio se hiciese, y que asegurndose de ello, le llevara y dejara en su casa y libertad, desde donde con ms autoridad se tratara, debajo del pleito homenaje que como caballero se haba de hacer; esto para que no se nombre el apresurar el casamiento, ni se diese documento al vulgo para alguna libertada novedad; proponindole, as con ruegos como con amenazas de Juez, los inconvenientes y daos que resultar de lo contrario podran, pues ninguna persona sabra que hubiese sido la causa de tal efecto aquel alumbramiento mal intentado, habiendo sido tan recatadamente oculto el dao recibido de Flora. A que el buen caballero maravillado de tan incredo engao artificioso, y por no poner su reputacin en aventura, si acaso le forzaban que se casase vindose como bien indicado quiz en un criminal aprieto, le dijo que vendra en aquella proposicin con mucha voluntad; pues aunque no haba tantas razones para ello como las que l representaba y podra imaginar, lo tena por bien, con que se le haba de conceder el que aquella siguiente noche haban de traer Flora que l la viese y hablase, porque en aquello no ms consista un desahogo, que no piadoso le molestaba, y el final de sus buenos sucesos; que esta respuesta di don Juan conociendo que llegada su presencia la engaada y desgraciada seora, haba de confesar la verdad de lo que pasaba, y con ella cobrar l la libertad de que se vea desposedo. Y parecindole al Alcalde pequea dificultad la que peda, y que poda quererla para entregarse luego al cumplimiento de su obligacin, le prometi se hara la medida de su deseo; y dejndole en un bien aderezado cuarto, mandndole como Juez, lo tuviese por prisin en el nterin que se dispona lo tratado, y ordenando dos alguaciles y dos de sus criados cuidasen de que Pez no saliese fuera, por ser quien haba de servir de instrumento, con los dems indicios, la verificacin del delito, caso que se procediese en la causa, y de que se le diese don Juan todo el regalo que pidiese con mucha puntualidad. Y mandando un paje suyo avisase en su casa y cuanto los dems criados que le servan no les diese cuidado el no verle volver l, diciendo quedaba en la recreacin de un jardn que su amigo don Felipe de Herrera tena en Leganitos, y podra detenerle dos tres das en l, que as se lo haba advertirlo el preso joven, por quitar cualquiera sospecha que los que le asistan en casa podan tener, se sali de la suya comunicar y tratar con su desconsolado amigo la nueva de la prisin y la condescendencia su proposicin del que gustaba de ser su yerno, si bien con la cortapisa de la vista de la que deca admita por esposa. Y hallndole en el convento de la Santsima Trinidad calzada, y dndole larga cuenta de la lograda diligencia y del hallazgo del fabuloso traje del asombro, y cmo le retena en su casa y todo lo dems que se ha odo, se alegr con tan notable extremo, que volviendo de una extraa melancola, que los varios discursos le haban causado, congratulaba su amigo con agradecidas muestras de reconocimiento; y oyendo referir como quera don Juan ver Flora antes de la efectuacin del himeneo, le di algo que dudar; pero por atajar las dificultades se resolvieron que luego que anocheciese, con el menos rudo que pudiesen, la traera su padre mismo la presencia de quien con tantas ansias la deseaba ver, y con esto se apartaron cada uno para su recogimiento, que llegando el Alcalde al suyo, le di al pensativo joven la certidumbre de lo que haba cuidadoso pedido. Y habiendo comido juntos, yndose su cuarto cada cual, si no gozar del reposo observar la costumbre de la fiesta, llam Pez solas, y con terneza que moviera piedad un roble, deca: Es posible, hado adverso, que despus de tantas calamidades de penas que he pasado y temerario me has opuesto en la solicitud de un tan breve y no logrado gusto, sigas para remate y desdichado fin de ellas, este cauteloso y pesado desasosiego que me

ha de obligar despearme en la determinacin de la prdida de mi honor, para conmigo, si quiero librar la vida del naufragio de este vicioso engao, y que haya sido tan corta mi fortuna, que en la primera inventada aventura, haya tenido los azares de haber hecho ajena mano ramilletes de las flores, hasta entonces no ajadas, de aquel ambarino jardn, siendo el ms dichoso robador de Leucipe, que el goberador de Clitofonte, y que Flora tenga el tratado que se me refiere, sin haber yo sido parte en l, padeciendo mi poca dicha, por que otra dichosa mano goz, con la misma orden y cautela que m se me orden usar, que adquiera mi razn alguna que congele mi ansida imaginacin? Ah, Pez, Pez, y cuntos desabrimientos trae una liberal confianza! Oh, confusin y desvelos humanos, mal conocidos de los mortales, y cun aparentes os facilitis, como dudosa disponis! Y qu atrs se halla quien se de las resultas de vuestros inciertos en favorables ocasiones, y yo, el ms fcil al entendimiento, cun lastimado me hallo de no haber hudo del apropincuado peligro, que siempre os sigue! Esta lamentacin oa el falso criado, si bien no atenda la penalidad de su dueo sino temeroso de que llegada que fuese Flora, haba de ser l quien mayor riesgo corra, pues si se casaba su amo, como era forzoso, tena de ser crudamente apretado en su examen, por ser el portador de lo instrumentos; y ansi haca, si secretas, agudas diligencias para escaparse de la prisin, bien arrepentido de su mal advertimiento. Pero como se les haba dado los criado y alguaciles orden de que no le dejasen dar un paso fuera del cuarto, le guardaban con grandsima vigilancia. Y entre estos pensamientos y confusiones de criado y amo, se acerc la madre de las nocturnas aves y di nueva el Alcalde, cmo desde uno de los balcones haba reconocido llegar un coche su puerta, y que entenda era el desempeo de su promesa, porque oy mandar parar al padre de Flora, quien se ape luego, y con un paje que traa hizo avisar al Alcalde cmo vena, subiendo l con toda presteza arriba, para que se dispusiese el caso que iba, como mejor conviniese, y se despejase el cuarto de pblicos testigos, hasta que necesarios fueron dejando su hija dentro del coche, en compaa de un venerable y antiguo escudero de su casa, y de una criada de mucha satisfaccin, quien desde nia la haba criado. Pero apenas vi la temerosa dama que su padre se haba apeado, habiendo salido dl, como vena ruego de don Juan (que en tales casos suele daar el informe de la verdad), cuando conociendo el peligro, que siendo preguntada corra su contradiccin, pues no poda con verdad ratificarse su primera declaracin, ni salir del maquinoso engao en que se hallaba, corrida de haberle hecho, bajndose de aquella tachonada fala, diciendo los criados quera pasear cierto encogimiento que senta en una pierna, se entr en el zagun de la misma casa, y con no pensada brevedad, habiendo visto luz en un aposento bajo de ella, se meti dentro, hallando en l una, aunque al parecer pobre mujer, la cual le pidi que all, siendo posible, la ocultase piadosa, no dicindole ms de que industriosa se haba escapado de las manos de dos alguaciles que la traan injustamente indiciada de cierto delito la presencia del Alcalde. Pero la compasiva rogada la tom de la mano y abriendo un postigo de una puerta grande que serva de guardar de noche la carroza que su marido ministraba de da, y sala diferente calle que la de la entrada principal, la di en la libertad de sus pasos mayor favor que en encubrirla podra. Y de manera apresur esta diligencia, que aunque el anciano que la asista, y el paje que ya haba bajado prevenir que el Alcalde vena acompaarla, la buscaban y voces la llamaban, no respondi, ni pareci; las cuales lleg el padre y su fiel amigo, que dndole noticia del caso, hacan notables extremos, culpando al viejo y criada que con ella haban quedado, de aquella no imaginada fuga; y aunque daban sus descargos con referir la ficcin que se les haba supuesto por su ama, quien, como ellos decan, deban obedecer; adems, que no haba salido de la puerta afuera, todava los maltrataba el oidor con enojosas razones. Y despus de mirada toda la casa y cuantos aposentos, cochera y

dems partes donde se poda ocultar, si los moradores criados de ellos la haban visto salir, y hablando que no hubiese quien dise noticia de ella, porque la fiel encubridora neg el haberla librado del peligroso lance que le represent y guardado en secreto el haberla ayudado salir, por el disgusto que conoci les poda venir de lo contrario, imaginando hubiese sido traza de don Juan, y que por aquel camino industrioso, porque no se aclarase su mala ejecucin, tuviese quien la desapareciese, sino otra prevencin, pues el sentimiento no dejaba adquirir muchas, se volvieron subir arriba y mandando traer de la crcel de corte, modestas y pesadas prisiones, se las pusieron, Pez de la misma suerte, retirndolos un aposento ms estrecho, tratando de afligirlos de manera que les obligase dar luz, as de la huda de la temerosa dama, como de lo dems, juzgando no estaban ajenos de saberlo. Pero el inocente caballero satisfaca con decir, que ni saba del suceso primero, ni de aquel segundo, ms de lo que Flora podra decir, puesta en su presencia, en quien habra librado su descargo, que era el fin por que la deseaba ver, y por lo que l no se haba disculpado desde luego con eficacia; pero si su mala suerte le traa por tan extraordinarias vas que slo por indiciado padeciese, que mal podra desviarse de los infortunios no prevenidos, si con pequea causa hallados. Y quedndose con dos vigilantes guardas en su poco espacioso recogimiento, se salieron los confusos y mal determinados Jueces; y confiriendo el caso, se resolvieron en que la siguiente maana se fulminara la causa de oficio, pues juzgaban ms pertinacia en don Juan, que no inocencia del disgusto que ellos padecan, volvindose el oidor y sus criados su casa, quienes dijo no diesen parte la madre de la temerosa huda, de lo que haba sucedido, antes advirtiesen decirla que daba con licencia suya en casa de una deuda y primas de su edad, quienes le haba pedido se la dejase por aquella noche en su compaa, dicindoles le hiciesen saber que cuando la sac haba sido que la santiguase una devota monja descalza, que todos conocan, para que se aliviasen con las divinas precauciones sus molestos y continuo achaques, con que excusaran otra novelada tragedia; y en esta forma se suspendi por aquella noche el desasosiego de la madre, si no la pena paternal que las reprima por abstener de ajeno sentimiento, tenido por suyo, justas y debidas muestras. Y el afligido don Juan en su clausura, admirado de tantos laberintos aparentes y la verdad confuso as del primer caso, como de los despus sucedidos, sin fijo acierto la absolucin que lo que se le imputaba deba dar y cansado de discurrir sobre aquel dolor que le investigaba, pues como blanco de su pesado atributo no sala con el pensamiento de l, tomando recado de escribir, que suele ser alivio de congojas, se puso hacer estos versos que se siguen: Llorad ojos, si tenis entre el dolor de mis ansias, agua para el vivo fuego que os conduce penas tantas. Lamentos de haber tenido mal logradas esperanzas, y como entonces placeres brotad tristeza del alma. Que bien el tiempo mudable con el amor se compara, siendo amor y tiempo quien cifraron esta esperanza. Al gozo ms jubiloso mil pesares le acompaan, que no permiten los hados

contento sin asechanza. De Flora, mi suerte quiso cuando su gracia alcanzaba, que mereciese finezas que vener cortesanas. Y ahora frustradas nacen manos de mi desgracia, porque nunca una desdicha la lleg el bien que esperaba. Con que rico de temores y no pobre de amenazas, la razn me persuade que no fe en cosa humana. Y ya fatigado del cansancio de sus penas y sooliento de haber pasado las dos antecedentes noches sin conocer el sueo, se recost sobre un aseado lecho que dispuesto en aquella parte estaba, cargado de las atormentadoras prisiones, donde le despertaron con el alba algunos recios golpes que en la puerta de su tenida por rigurosa crcel daban, que procurando de las guardas que le asistan saber quin era, le respondieron que el Alcalde de Corte, quien haba madrugado la portadora de una carta, que deca que la quera comunicar con, l, y cobrndose con brevedad por estar vestido, sentndose sobre la nocturna sepultura y abriendo la puerta, vi que entraba con ella en las manos, aunque no abierta, por haber de esperar para hacerlo su padre de Flora, que as lo peda en el sobrescrito, al cual dijo haba enviado llamar; y poco espacio que trataron de varias materias, por no molestarle con la suya don Juan, lleg el oidor y subi solo, harto cuidadoso, ignorando la causa para que fuese aquella hora tan presurosamente llamado. Pero vindose juntos y dndole entender el fin de su venida, dicindole cmo una criada del convento de Santa Clara haba trado al amanecer el da aquel pliego, sin dar ms razn de que noche antes le haba mandado la abadesa hacer aquella diligencia; quitndole lo cancelado de la oblea, vieron que contena tas razones: "Yo, la ms infeliz mujer de las de este peligroso siglo, conociendo haber hecho en uno muchos desaciertos, y procurando antes quedar cargada del oprobio de la culpa, que temeraria y cautelosa atribuirla quien est ajeno de ella, digo, que aunque es verdad que don Juan Osorio, tan noble como cortesano, me solicit para esposa, que yo licenciosa por aspirar la libertad de la subordinacin paternal correspond; y habiendo el amor y la industria ceddonos aquel extrao y no usado medio de la apariencia fabulosa del entendido salvaje, para con ella aprender la posesin en que voluntariamente nos pretendamos unir, temerosos de que si lo intentbamos por otro estilo, no se colmase de fruto nuestro deseo por algunos accidentes de que yo estaba recelosa y l sin duda salido ejecutarlo. La verdad es, que no fu el robador de mi virginidad, ni puedo asegurar verificadamente quin fuese, pues por extrao mis ojos, no fu posible su aprensin mediante el disfraz. Y las causas porque don Juan no debo hacer hechor de mi desdicha, san el haber determinado mi madre, por lo que se pudo ofrecer que salisemos diferente parte que la que antes yo le haba advertido y para donde yo le tena citado, siendo la voz, talle y atroces desafueros que para mi rendimiento tuvo el supuesto amante, no correspondientes las halageas y amorosas acciones de la melosidad del que para dueo de las mas me procuraba, y quien yo

desde luego como gozosa de mi deseado efecto me entregara sin hacer este vergonzoso retiro. Y as, para el descargo de mi conciencia, confieso no es culpado, ni tampoco en mi fuga este convento; porque slo el medroso temor de haberme de presentar delante de quien haba imputado falsamente, me di para ello alas como puerta franca el ingenio, y arte con que desde este da (pues tan adversos me han sido los dos pasados), me quedo profesar la religin y observarla en esta casa, pues no es justo que falte en m, como para hacerle maa conocimiento del yerro, por cuyo hbito santo, que espero recibir, juro ser verdad lo que aqu he referido, para el desengao de mis afligidos padres, quien humildemente suplico, que sin atender mi libertada y mal mirada resolucin, me concedan su bendicin, con la licencia de hacerlo, acudiendo lo que para la continuacin de este claustral estado necesito, pues aunque se me pudiera ofrecer otro ms cmodo, no lo apeteciera mi determinacin y alumbrado conocimiento, encomendando Nuestro Seor los aciertos de mi perseveracin. De Santa Clara, 6 de Mayo, etc. FLORA." As di remate el Alcalde al bien advertido papel, quedando l y los dems ms absortos que bien desengaados; y no queriendo darle crdito, en cuanto la disculpa que por don Juan daba, juzgando lo haca por obviarle el riesgo en que le vea y podra padecer no efectundose con el casamiento, ni que aquel negocio quedase tan pendiente de dudas, trazaron de sacar, como lo hicieron, diferente aposento Pez, dejando solo su amo, y aquella hora, haciendo traer all un escribano y verdugo con los instrumentos de dar tormento. Luego que le apercibieron el que haba de rendir la vida en l confesar la verdad de lo que supiese, para la satisfaccin de aquellos engaos, y vindose el arrepentido y temeroso paje, puesto en la conminacin, sin ser necesario mayor rigor, declar todo lo que pasaba, y cmo, por su orden, don Gaspar Leonardo haba tenido el efecto con Flora que su amo haba pretendido, dndoles larga cuenta del modo como se dispuso el caso. Y as, sin ms dilacin, despidiendo los ya referidos ministros, le sacaron de casa los dos cuidadosos amigos, en un coche, comidas las cortinas, y con dos confidentes alguaciles, aunque era de maana, le llevaron que les ensease la posada del violador de la honra de Flora; que habindole liado en ella y confirindole ambos el negocio, como era cosa que tanto deseaba, confes lo mismo que Pez haba dicho con mucha llaneza, procurando disculpar su temeridad diciendo que los desvelos incendio del amor le haban llevado la precipitacin de su destino; pero siempre con nimo de ser su esposo, y slo haba de darle culpa el no haber solicitdolo por otros medios, los cuales haba excusado, temeroso de no ser admitido por su poco caudal, pues por su sangre bien conoceran no le desmereca, dndoles palabras de estar firme en cumplirlas, teniendo gusto de ello. Y conociendo su calidad y ser aqul el mejor camino, slo les embarazaba la satisfaccin de don Juan, para excusar algunos pesados desaires que agraviado, como caballero, pudiera tener con don Gaspar; y aceptando lo que les haba ofrecido, se volvieron casa del Alcalde, sin que Pez entendiese nada de lo tratado, por haberle mandado detener en la antesala los dos alguaciles, advirtindole no dijese nada de aquella salida su dueo, pues l correra mayor riesgo, cuanto mayores disensiones hubiere, y que si le preguntaba su amo dnde le haban detenido, respondiese que en un cuarto bajo del Alcalde, examinndole cerca de los casos sucedidos, y dijese al contrario de lo que les haban declarado; que esta prevencin hicieron por ver cmo reciba el afligido Osorio la absolucin que le haban de dar, para estorbar los pesarosos lances de

disgusto que con don Gaspar podra tener. Y as, volviendo al alojamiento del confuso caballero, con supuesto modo y engaosa traza, catequizndolo lo que a ello responda, le dijeron, que mirando la fuerza que haca Flora en no ser el dueo de aquel delito y las causas que para ello verdaderas representaba, pues confesaba haber salido al Sotillo, para donde haba sido aplazado y no la Casa del Campo, donde se cometi, y conociendo ser as pues la venida le haba encontrado el Alcalde y trado aquella prisin, mediante los indicios, vindole lleno de lgrimas los ojos, que antes haban sido fuego en el corazn contra el cauteloso artfice de aquel asalto, determinaban, ya compadecidos tanto de l y su inocencia, como de la encerrada dama, aunque fuese costa de su clausura, pues era forzoso la guardase, porque faltase en los accidentes pasados, dejarle pobre desde aquel punto, pidindole que haba visto que hasta entonces cualquiera causa asimilada aqulla, le haba agravado lo que le atribuan, no tuviese por injusto el rigor, que para s era dueo del delito, con que l se haba tenido diciendo, que si se hubiera de especular despacio, poda considerar, que todava quedaba lugar castigarle, habiendo sido el primer movedor de la salida al campo, de donde se haba originado aquella apesarada desazn; pero que conociendo igual el mayor su sentimiento, y la causa de los debidos respetos de su sangre, aunque era harto achaque para la suya, se dejara en aquel estado y Flora en el que haba tomado, pues haba hecho eleccin del menos daoso de su reputacin, si ms acertado al servicio de Dios, y que por lo que deba quien era, sepultase aquel suceso en el archivo del olvido y que advirtiese Pez lo mismo, como ellos lo haran, que otra persona no saba el alma del caso, como haba pasado. Hallse don Juan tan compungido y absorto, que apenas le quitaron las prisiones cuando prometi, no solamente no tratar ms de l, sino, desde luego, mandando llamar un escribano, disponer una donacin que hizo su estimada prenda de 4.000 ducados de bienes sueltos, que su voluntaria disposicin tena, para que los gozase en cualquier estado que tuviese. Y acabado este instrumento se despidi muy enternecido de los dos experimentados jueces, los cuales volvieron advertir Pez guardase secreto en lo pasado, as para con su amo, pues tanto con l aventuraba, como con otras cualesquiera personas con quien tratase. Y dndole un coche en que se fuesen, le acompa el oidor hasta su casa, quedando en ella don Juan con muestras de grandsimo amor, y en dos sucesivos das dispuso de todas las cosas tocantes al cobro de una consignacin de moderada renta que tena, como otras, algunas con diferentes personas y dejndoles dado asiento todas, y remitiendo casa del Alcalde la promesa donada, se fu al convento de los Capuchinos, donde pidi y le dieron, por ser tan conocido, despus de haber estado tres das en l, el hbito, aconsejando Pez siguiese aquel verdadero camino, pues haba visto en lo que paraban los varios accidentes de la vida, quien prometi como se alcanzase licencia, volver dentro de cuatro das recibirlo. Que yndose casa del alcalde, le di noticia del recogimiento de su amo, quien lo aprob con grandsima alegra y envi hacer saber al oidor. Y dicindole Pez le hiciese volver el vestido de pieles, para volverle su dueo, pues su pobreza no alcanzaba tener con qu satisfacerlo, liberal, aventurando lo menos, mand se le diesen; y con mayor gusto, cuando supo que l tambin quera tomar hbito, amonestndole siempre la guarda del secreto. Y llevando el vestido se fu casa de don Gaspar y cont todo lo sucedido (como si l no lo supiese), y pidindole otro, se le volvi con los dems adherentes que le haba entregado, dicindole estaba muy pesaroso de haber sido la causa de tantos disgustos, y que de all cuatro das parta para Lombarda (por encubrir la ejecucin de su matrimonio), y despidindose el ya imaginado capuchino, hizo entrega de los salvajes vaqueros, arcos y flechas al que se los haba fiado. Y habiendo dado cuenta los deudos de don Juan, su amo de su efectuada descalcez, por habrselo l mandado as, y acomodado sus cosas, de all dos das se volvi al convento referido donde fu con benevolencia admitido ruego de su dueo.

Y habiendo visto la disposicin de lo nuevos religiosos, sin parecerles al oidor y al Alcalde ser necesaria disculpa alguna para ellos, viendo la buena eleccin de su nueva vida, habiendo dado noticia de lo pasado su madre de Flora, quien harto se haba asustado en oirla, atajando inconvenientes, trazaron que secretamente se desposase don Gaspar con Flora, puesta en su libertad. Y yendo visitar al contrayente los dos amigos, lo hallaron con la cruz de Santiago al pecho, que aquel da se la haba puesto, por merced que haba muchos das que se le haba hecho en premio de sus buenos servicios en Flandes, junto con un gobierno en uno de los presidios de las Indias; y dndole el parabin de todo, alegres dispusieron el que se abreviase el desposorio, pues slo faltaban las usuales galas que en tales ocasiones debidamente se suelen presentar de una y otra parte, las cuales abreviaron; y acabadas, una tarde don Gaspar y el oidor se fueron al convento donde Flora estaba, y mandando llamar Abadesa dl, le pidieron la hiciese salir la reja, donde estaban, que con brevedad lo ejecut, trayendo la vergonzosa dama, arrodillada en la presencia de su padre, pidi perdn de su yerro. Y l, como tal, en piadosas lgrimas se lo concedi, dicindole algunas razones muy corteses, s debidas tal ocasin, sin ninguna aspereza, pues para lo que intentaban, no era propsito el atemorizarla, y proponindole el estado que darle quera, contndole era con la persona que le deba su honestidad, para que no corriese riesgo su honor, y la eleccin de don Juan y su criado, y la cantidad de que le haba hecho donacin, y que con todo cesara cualquiera rumor que hubiese habido se pudiese presumir, hacindole notoria la calidad del que por esposo le daba, respondi Flora que siempre estaba obediente sus mandatos y ms en caso que tanto convena. Dispsose el oidor, agradeciendo la Abadesa el regalo que aquella nia haca. Y volviendo tomar el coche, en que le haba estado esperando subi ya llamado hijo, dispusieron, licencia del Vicario de Madrid y dispensacin de la amonestaciones, sin ms dilacin. Y al otro da, con la asistencia de su madre, el Alcalde, su mujer, y otras amigas, recibieron las esponsales bendiciones la puerta de Convento, y all qued don Gaspar, dueo de la prenda tan deseada, con muestras de grande alegra: y volviendo al referido encerramiento, donde estaba, se detuvo en l, visitada de sus padres y esposo, quien mejoraron de oficio en Espaa, hasta que pasado el ao del noviciado de don Juan, vindole profeso, y que ya estaban excusadas las inquietudes y desabrimientos, que como hombre y que bien quera Flora poda tener, sacndola de aquel recogimiento, se velaron con mucha ostentacin y aplauso de deudos de unas y otras partes, sin que persona alguna supiese la causa principal, ni en el Convento, por haber ella dicho la Abadesa otras razones, porque le movi retirarse all, con cuyo gozo vivieron alegres y gustosos. Y aunque don Juan, de all pocos das, alcanz saber el casamiento, no trat ms de ello, ni de especular cmo haba sido, considerando, que pues se haba reducido tan penitente vida no le convenan los desvelos humanos sino seguir el derecho camino que haba tomado, perseverando en l, hasta el fin de sus dilatados aos, que tuvo en la clausura, Pez de la misma suerte.

NOVELA SEGUNDA

Quien bien anda, bien acabaCaminaba desde la noble y antigua Galicia y ciudad de Orense, que est en ella, para la bien cercada Zamora, un caballero llamado don Nuo de Oca, habindole desterrado de aquellos sus naturales pases, no la falta de estimacin, calidad ni cantidad, gustos ni alegres divertimientos, pues de todo tena lo bastante, sino una poderosa, extraa y dl no conocida melancola, que le investigaba la vida con varios pensamientos y recuerdos de la muerte, de tal manera que, absorto en la prevencin del morir, se elevaba y dejaba llevar de suerte que ni saraos ni humanos gustos le eran provechosos ni los apeteca, pues slo vena en su memoria la de haber de tener fin los das en que poco poco le iban ms apropinquando l; y queriendo hacer experiencia de si consista aquel instmulo en la influencia, del pedazo de cielo que la cobija. Y deseando, una maana que sali de un pueblo llamado el Valdelaza, llegar que le cogiese la noche en la villa del Conde de Benavente, que tiene por nombre la Puebla de Sanabria, por haber all algunos de sus honrados deudos, camin toda prisa picando la mula (por ser larga jornada), pero sin embargo le anocheci tres leguas antes de ella en una montaa copada de rboles y spera de camino, tan engrutada y espesa de silvestres plantas, que era bastante su unido entretejo formar obscuridad cuando la nocturna madre del silencio no la hubiera ofrecido. Cuyas causas, y la de dejar la cabalgadura, segua su eleccin la derrota por no guiarla, sin luz quiz donde no conviniese, cediendo el precepto del tascado freno su irracional voluntad, lo fueron, que echando por una poco usada vereda se fuese encumbrando y subiendo una empinada cuesta, imaginando era el derecho camino con que un criado, que algo distante atrs le segua, por haberse quedado en el referido pueblo despachar el carruaje que traan, siguiendo la va recta, que bien saba, pas la oda vereda, y lleg la posada sealada donde pens hallar su amo, causndole copiosa y grande tristeza el no verle, ni que de l, aunque lo pregunt, le daban razn, por haber conocido en sus acciones el desabrimiento que consigo traa, si bien no haba entendido la causa de l. Hallse el melanclico don Nuo cuando entendi cercano del hospedaje, donde saba adquiriran gusto en verle y l algn descanso, encima de una pirmide de bruidas pizarras, tan lisas y resbalosas que por haber conocido (aunque con alguna duda), el yerro de la ordinaria huella de los que caminaban por aquel trillado paraje, se ape tomando de la rienda la mansa mula en que iba, quien le segua con atentado paso buscando la misma parte por donde haba subido, para volverse conducir al camino real; pero por diversas y varias vueltas que por uno y otro lado di no fu posible el hallarle, con que cansado y sin aliento alguno, lleno de varios sobresaltos y diferentes pensamientos, se resolvi dejarse recostar debajo de un castao espeso de verdes y espinosas ramas, enlazando el cabestro del domstico animal en una de ellas, y con su ferreruelo y maleta, sin otra prevencin que trajese consigo, orden abrigado pasar all aquella que se le representaba fnebre y prolongada noche, harto fatigado de la soledad y consideraciones de vidas de cristianos, metido y enfrascado en desear saber el fin que se encaminaban aquellos trabajos. Y apenas le hizo donacin la memoria de un rato de agasajo con un ligero sueo, cuando le despert el clamor y eco del toque de una pequea voz de campanilla, que como citando ministros de alguna compasiva cofrada llamaba tmida y espaciosa. Y atribuyendo novedad el oirla en tal parte, si ya no era, que sin saberlo l estuviese

cercano de algn comarcano pueblo, por descubrir lo que aquello fuese y salir de alguna suspensin que le haba causado, se cobr un poco, sentndose sobre las hierbas vecinas al tronco del rbol que le serva de choza. Y vi que por entre la montuosa sierra iba subiendo un bulto de hombre con notable silencio, trayendo en la una mano una linternilla con luz y en la otra un bculo nudoso y seco, que le habilitaba la senectud que represent despus que lleg l, y colgada de unos enlazados vejucos que le servan de ceidor pretina, una campanilla pequea, que era la que haba odo el asustado joven, quien as que vi se le acercaba, dando un temeroso grito, se levant y procur desviarse de la vista del anciano penitente, el cual tambin se maravill de ver tal hora, y en tan oculta y no usada montaa, criatura racional. Pero como quien menos temor cobr, atendiendo quitrsele el mancebo que asustado miraba, le llam halagosamente dicindole no dejase su albergue ni afeminase su valor por haberle visto l, pues era hombre de carne y no visin que daarle viniese, y antes le tendra compaa si necesitaba della; con que oyendo don Nuo estas razones, volvi de su atemorizado pavor, yndose al paraje de donde haba salido y ya el silvestre monje estaba, que avivando la turbada y encavernada luz de la linternilla le mir muy despacio y pregunt la causa de haber subido aquella spera cumbre tal hora, lo cual respondi el trgico mozo dicindole que de todo le dara razn; y sin ms dilatarlo le di entender quin era y de donde, su calidad y estado, y las causas desde su principio, por qu se ausentaba de su amada patria y como dejando la caballera en que haba venido, por ser noche y tan obscuro, su eleccin el seguimiento de la jornada que iba, le haba metido entre aquella fragosidad en que se hallaba, significndole el no moverle irse de ella otra cosa que apartarse del conocimiento de algunas personas con quien haba tenido lascivos entretenimientos, para que vindose sin aquellas granjeadas voluntades y percibidas ocasiones, seda diese su memoria estarse recogido en casa de alguno de sus deudos, hasta que Nuestro Seor le inspirase lo que ms a su salvacin conviniese, pues tantos recuerdos del da en que haba de llegar su fin ella le ocurran. A que el cristiano ermitao le respondi: Parceme muy bien, hijo mo (que as te nombro con la licencia de mis canas), el verte tan ajustado al servicio de Dios, de que yo por mi parte te rindo las gracias que mereces, aunque me espanta que un varn de tan buen talento como muestras tener, no considero que su divina majestad te da esta estimulada memoria que dices te tormenta, quiz para castigo de tus pecados, hasta este punto cometidos, y freno en los que pudieras adelante, y que el traerte esos insinuados temores la imaginacin en arte donde el demonio tanto te representa incitaba tus carnales vicios que refieres haber tenido, echa de ver es para mayor mrito tuyo en la resistencia, que es justo tengas, para evitar el arrojarte sus ofensas; que si tu memoria es quien en esta arte te aflige, contigo la llevas siempre, donde quiera obrar lo mismo, no porque mi parecer que te pongas los ojos de la precipitacin, pues podras caer en tus acostumbrados delitos, sino antes donde quiera que te halles, desairadamente dar de mano todos tus envejecidos vicios con este aquel desabrido despego que ni para el mundo faltan, ni mereca otros premios con que saldrs victorioso contra tus enemigos, ayudado del favor divino estars gozoso sin tantos temerosos sobresaltos, esperando la hora de tu muerte. Qued don Nuo bien consolado de orle, considerando que lo que deca Ambrosio (que as era su nombre) era justo y saludable su espritu, si bien receloso de no volver continuar sus ceguedades, pero de su motu proprio se resolvi, pensando bien en las palabras dichas por el que delante tena, de volverse su patria y all procurar con buenas obras adquirir copiosos dones de la divina misericordia. Y as, le respondi que luego que amaneciese determinaba trocar la rienda su determinacin y retroceder de su viaje, yendo borrar de las lenguas de aquel vulgo las liviandades humanas en que le haba

vista desenfrenado, y de que no poco arrepentido se hallaba, pues no siendo en su patria la enmienda de su vida, sera contingente el no dar crdito de ella, habiendo visto su relajacin, cualquiera ms aprobada que les informasen tuviese, y que aun slo para con Dios necesitaban los hombres de aquella satisfaccin, tambin quera darla los vivientes que le conocan para el ejemplo que podran tomar en l, como mediante el favor divino esperaba. Pero que, pues Nuestro Seor le haba trado que le encontrase en aquella, engrutada selva y se consolase tanto con haberle visto y odo, y pues por su mandado le haba contado su corta y pasada vida, posible fuese, le diese parte de la suya, dicindole la que en aquella aspereza tena y qu causas ella le haban movido, pues la dilatada noche daba lugar todo, el sueo estaba tan ajeno de sus acciones, que l le daba palabra de guardarle secretos si convena. A que no replicando el anciano, sacando del arrugado seno la candelilla de resina negra, de que traa prevencin, y ponindola en lugar de otra que en la linterna iba acabando su curso, refiri estas siguientes razones: Yo, noble caballero, me llamo Ambrosio; mi natural patria es la villa de Madrid corte de nuestro catlico rey; mis padres no los digo, pues no importa al caso, si son pobres ricos no es al propsito el contarlo, ni si tenan calidad tampoco, pues no ese es bueno el que salvarse sabe. Mi edad sern setenta y ocho aos; y abreviando en la narracin, te hago saber, que sal al mundo con muda lengua, y lo fu hasta que cumpl los diecisis aos, en llegando los tales, con la inteligencia de mi discurso, en lo que vea obrar otro, aprend grandsimo pesar de estar ajeno de clara pronunciacin para poder explicar lo que me pareca que iba alcanzando en las cosas que vea obradas por otros. Fu Dios servidor que ruego intercesin de su Santsima Madre, quien por ser su devoto muy de veras, me encomend, porque as convino para mi salvacin, que un da, estando solas hojeando un libro, de muchos que mi padre tena en un curioso estudio, donde de ordinario asista, entrando al acaso el tiempo que yo dentro estaba divertido en lo dicho, me ri por seas el haber descompuesto aquel volumen, que en las manos me hall, quiz por haberle borrado parte donde tena algn apuntamiento, buscado y trabajado por l, como dndome entender que yo slo para un pesebre haba salido este perecedero siglo, y que as no manejase lo que no entenda, ni poda aunque quisiese, como si el poder divino tuviese coartada abreviatura. Poca fu causa para adquirir enojo, pues le recib con harto sentimiento, si bien no ms que contra los pecados que haban sido causados que sobre m cayese aquel amordazado trabajo, con fervoroso deseo de salir dl. En cuyo punto, usando Nuestro Seor conmigo de piedad incomprensibles secretos, me di desatada lengua y atento ojo, con que repentinamente pronuci el cargo de la causa porque era reprendido y gusto que de entenderlo tena, quedando el venerable que me haba engendrado privado y mudo, cual yo haba estado, en m desechada la torpeza verbal, con la novedad, as de lo visto como de oirlo m mismo pronunciar lo que jams haba. Causle al anciano notable y penosa fiebre, y yo qued sin nmero, pesaroso de verle y, sin encarecimiento, recib an mayor dolor de su dao que placer de mi suceso, que trabajos de padres en los adorados hijos han de saber sentirse. Di pues mi madre y hermanos que en casa se hallaron, y contles lo que haba pasado, tan desenvuelto lenguaje, cual si jams hubiese tenido trabados los hiprboles. Y dieron orden de curarle, por si no, como pudiera, hubiese sido algn accidente, asustados y atemorizados de lo visto. Pero aunque doctos mdicos aplicaron virtuosas medicinas, no fu le sacarle de aquel impensado silencio en que cay y forzosamente guardaba, hasta que de all dos aos, confesado por seas, muri, dando muestras de bueno y fiel cristiano. En los cuales estudi la gramtica y despus, en las Universidades de Salamanca y Alcal de Henares, la sutil Teologa con buenos y aprobados maestros. Y ya tena veintiocho aos, cuando me hall tan dueo de la inteligencia de las materias, parte de Santo Toms, y tomos de Escoto, que arga sobre cualquier punto que oa disputar, con grandes ventajas sobre

otros, sirviendo de maravilla entre los sabios, que decan haba de ser doctsimo telogo, y tan portentoso, que muchas de las cosas explicadas en las ctedras, por diferentes y estudiosos varones, me parecan de pequeo realce y las procuraba aadir interpretar, por juzgarme de ms sutil agudo ingenio. Con que un da discurriendo con el cincel de la pluma sobre la materia de la Trinidad, me hall que ni sealaba letra, aunque tena tinta, ni mi entendimiento pasaba adelante en su discurso, ni mi mente conceptuosa se desataba, como otras veces. Y al momento, con un funesto temblor, consider no deber de ser conveniente querer comprender ms el hombre de que el Seor v que es necesario para una docta enseanza y que la aprensin imaginaria que desee entonces reducir suma, deba de ser lcito por no tenerla. Y en aquel mismo instante conceb en mi memoria, que el estado en que me hallaba, ajeno a las obligaciones humanas que me pudieran convertir, mozo y ocasionado por sabio los yerros de hombre, y por hombre sin dominio los pecados de varn, no me convena ms que el buscar el logro de mi salvacin, para que agradecido nuestro Seor de sus beneficios, pareciese sus divinos ojos, ya que no pagados, reconocido: metime en San Alberto, convento de Religiosos Descalzos de la Orden del Carmen, en la Ciudad de Sevilla; y aunque observaba recogimiento, la obediencia me afliga, con que saltos sala mi imaginacin y voluntad los lmites de tenerla, y no dejaba de ofrecerse en esta aquella pequea causa algn escabroso rencorcillo conventual; y conociendo que eran desazones tradas por el demonio y tentaciones suyas (considerndose poco sufrido en otras voluntades) temeroso de no perder all la prosecucin de mi buen celo, aunque haca ocho meses que tena el hbito, un da festivo y de jubileo en nuestra casa, que todos los novicios confesamos y comulgamos, la noche, despus de la hora de maitines, saliendo de rezarlos, con sola la saya, tnica y capilla, escapulario y rosario en la mano, y esta campanilla que de propsito tom de la puerta de entrada del coro, donde estaba, y la met en la manga, y con la linterna que de la oracin sacaba, apagada la luz, me sal toda prisa, sin que el maestro de novicios me echase de menos, por ser muchos y de noche, y bajando la huerta, habindome dejado descolgar ella desde una ventana baja que tena la escalera del claustro primero, por donde haba tanteado mi fuga, ayudado de los gruesos, verdes y correosos sarmientos de un emparrado que en ella haba, salt por encima de la tapia, sin que nadie me sintiese y puse mis pies en la libertad de mi albedro. Quin duda que dirs, que pues no era profeso, por qu no peda licencia mi prelado para salirme y no solicitar las descomodidades que te he contado para ello? A que te respondo, que fu tanta la vergenza que ponindomelo pensar me di, que quise ms inquirir otro medio, aunque trabajoso, que no pronunciar tales palabras con la lengua. Adems, que todo el fin que encaminaba mis pasos era buscar mayor retiro y soledad, con celo fervoroso de amor de Dios, nada del trabajo que tuve en la salida se me hizo difcil. Y estando en la calle camin toda prisa aquella noche y otras muchas por yermos caminos, detenindome de da en partes ocultas, donde hallaba agua y hierbas para mi alimento, alejndome en andar buscando una desierta y sola donde encerrarme, huyendo del concurso y vista de los mortales que tanto me pareca daarme. Y hallando esta montaa lejos de mucha vecindad, toda llena de aspereza, osos, lobos y jabales, y buscando el mejor paraje de ella, no para recrearme, sino para tener agua y hierbas, comestibles con que sustentarme, vi una fuente, que est un tiro de piedra de aqu, quien me alimenta y vivifica, despus de las desazonadas hojas de las legumbres, que estos campos sin avaricia ofrecen y ha que asisto en aquellos cincuenta aos, oyendo misa los das de precepto en un pueblo que aqu est cercano, donde al alba le dice un devoto sacerdote, tan anciano como yo, pues ha vivido con esta preocupacin todo este tiempo, con quien me confieso y comulgo tenindole advertido del secreto, que le he pedido guarde, de la vida que paso, pues los vecinos que veces la oyen conmigo tienen entendido soy celador

de alguna devota y circunvecina ermita. Y desde el segundo da que llegu, trac de hacer el hoyo en que meterme y quedar sepultado, cuando la voluntad de Dios fuese que acabase mi vida; porque luego que comenc seguir las de la soledad, me amenazaba mi enemigo cuerpo con muchos y crueles dolores, que denotaban mi fin, y ans al punto que daban, tocando con esta campanilla, me clamoreaba en vida y meta en la madre tierra, encomendndome Nuestro Seor suplicndole no fuesen parte mis pasados delitos, que ya tena confesados mi condenacin, pues conoca del interior de mi espritu las causas de haberme enajenado de aquella suerte de mi religin. Y porque entiendas que no es fbula lo que te cuento ven conmigo y llevarte donde veas el hoy diputado por mi propia eleccin. Siguile el auditor caballero, y menos de seis pasos, en las faldas de las hojosas ramas del castao, debajo cuyo techado estaban, hall una urna terrestre, honda del estado de un hombre (que dijo haberla hecho con pedazos de madera seca que de los rboles cortaba ablandando la tierra las continuas lluvias del rigoroso invierno), con una dura y helada piedra en la parte de la cabecera y hacia la de los pies un montoncillo de hoyosas pizarras, metida entre ellas una cruz de madera, algo pequea y sin desbaratar, y todo el circuito rodeado de rboles, que asegur Ambrosio haberlos l plantado, para que encubriesen ocultasen aquella natural tumba. Y vueltos su primer puesto, y arrimndose al ronco del espinoso rbol, le di don Nulo la candelilla de la linterna en la mano, y le ense unos versos que le refiri haberlos l escrito, cortando con la punta del cuchillo de su estuche la dura corteza que le cobija, y habiendo descurrido la vista por ellos, decan: Ay de aqul que no vive para muerto, siendo la muerte, ms que el vivir, cierta! Mas vivo el cuerpo con el alma muerta, irracional ser tal desconcierto. Y si el fin de la vida est tan cierto, humanos y mortales, ojo alerta, que en la gracia hallar la puerta abierta, espritu que en Dios est despierto. Mas ya mis culpas temen, cuando espero su juicio, y que si llega consideran, imaginando al Juez recto y severo. Y en su misericordia perseveran: supla mi Dios la sangre del Cordero defectos que quisiera no tuvieran. Di fin al odo soneto don Nuo, y Ambrosio volvi hablar diciendo: Esta es, valeroso joven, la vida que he tenido y las causas que este montuoso desierto me trajeron, y tan encontrados somos los dos en el deseo, cuanto tu dices huyes de la afliccin que te causa la memoria del morir, y yo cada rato requiero mi sepulcro, considerndolo por morada de mis flacos huesos, con que me reprimo de varios pensamientos que de pasados gustos la imaginacin me ofrece. Y porque si me preguntas para que me traje esta campanilla de mi convento, cuando dl me sal, te respondo que haba cincuenta y cuatro, y ms aos que le en Demstenes, griego docto, sobre un tratado que escribi de plantas, animales que huan los ponzoosos y malignos del eco y sonido del pesado cobre; como mi intento era parar en parte que forzosamente hubiese algunos y en particular sabandijas pestferas, por la mucha fragosidad intrincada maleza de la tierra, me previne del remedio, con que he hecho la experiencia ms de alguna vez, pues siempre que intento reposar de da de noche en una peascosa cueva que me alberga contra la impiedad de los tiempos, la toco primero y ahuyento lejos de m las

serpientes daosas, para que no me ofendan, con que, la gloria Dios, he vivido de ellas sin molestia ninguna, sirvindome de reparo contra el rigoroso fro que destempla este sitio, la calurosa lumbre, que con esta y pedernal enciendo, de pedazos de aya y dems rboles de su distrito, secos que mi solicitud recoge. Y este saco, que por no verle bien te haba parecido de sayal fina jerga, no es que de unos delgados junquillos que un valle aqu cercano cra, y yo le trac con el arte de la necesidad que dl tuve, cuando se me acab el que de mi convento truje, y cada da lo coso y remiendo con hilos y pedazos de ellos mismos, que tejo cuando ceso de la oracin, tanto porque me dure y cubra mis mortales carnes, cuanto por no estar peleando con mi misma imaginacin, que ratos crudamente me atormenta; porque te hago saber que es madre de los vicios la negligente ociosidad. Los principios de esta vida que he pasado los puedes considerar penosos, y en el discurso de ella no te refiera cosas particulares que me han sucedido, porque era necesario mucho espacio; slo te digo que el fin, sobre todas las cosas, le pongas en Dios para cualquiera que aspires, hacindolo as, tendrs alumbrado conocimiento que deseas. Acab el venerable viejo sus razones, llenndosele de agua sus hundidos ojos, y abrazando don Nuo le rog le volviese a acompaar hasta su sepultura, porque era ya llegada la hora de su acabamiento, segn repentinamente se le haba sobresaltado el flaco corazn; hzolo as, y yendo juntos, metido que fu Ambrosio en el hoyo, le pidi al caballero la cruz, que, quitndola de entre las pizarras con harto temor, se la entreg, y despus que le oy que hablando con Nuestro Seor, aclam misericordia de sus pecados, le dijo al compadecido joven pusiese en la linterna otra candelilla, de muchas que entre los brazos del rbol, hechas un manojo tena (que su cuidado las beneficiaba en obras de seco esparcido), y encendida se la dejase junto de s, y quedase Dios, quien iba dar cuenta de sus aos mal logrados, y considerase cun breves eran las horas de los mortales, pues en tan pocas haba estado con l comunicando su vida y ya Nuestro Seor le amaba al juicio no excusado de sus delitos; que abriese los ojos y tomase ejemplo, no en sus obras sino en el visto repentino caso, rogndole que luego que pudiese, trasladase su cuerpo de aquel monte al ms cercano sagrado que hubiese, y que slo aquello le peda por paga del penar que de no haberle sido provechoso en nada tena; en breve rato, con muy pocas muestras de corporal sentimiento, si diluvios de lgrimas derramando por sus nevadas canas, dio el espritu su Criador, quedando el caballero absorto de haber visto aquel suceso, que le dej suspenso y asustado, tan dolorido como maravillado dl. Y cubriendo como mejor pudo el cuerpo que miraba difunto, con unas ramas que cort de los cercanos rboles, luego que amaneci, que no tard mucho, se fu buscando el camino ordinario yendo poniendo seales por donde sala l para acertar cuando volviesen buscar el helado cadver, no tardando de llegar al pueblo en que haba de haber hecho noche y casa del deudo, donde estaba su criado cuidadoso de la falta de su dueo; pero no refiri la causa de su pretensin, ms que decir haba errado el camino y queddose solo en el espeso monte. Y despus que algn poco descans, no pudiendo tener grande reposo su lastimado corazn, se fu casa del cura de aquella villa quien le cont todo lo pasado, slo fin de no dilatar el ruego que Ambrosio le haba hecho, y porque podran cargar sobre el difunto cuerpo algunos silvestres animales, rastrendole por el olfato y comrsele, pidindolo le diese licencia para que le trujese la iglesia y prometindole pagara los gastos que sobre ello se causasen y encargndole que se hiciesen con todo secreto por convenir as y excusar las diligencias que podra intentar hacer la justicia para saber la causa de aquel muerto varn y quin fuese. A que el cristiano ministro le respondi lo hara l por su propia persona, disponiendo que la siguiente noche iran los dos con el sacerdote viejo que sola confesar Ambrosio, que acaso estaba siendo su husped, quien

haba muchos das que haba dado noticia modestamente de como all asista, llevaran otro sacerdote de ejemplar vida para que les ayudase y traeran el devoto cuerpo y le sepultaran, y sin dilatarlo se partiran. Y volviendo don Nuo con la referida compaa la sepultura del venerable tenido por eremita, quien no hallaron en ella quedando maravillados y suspendidos, dudando si algunas fieras se lo habran comido, si bien no hallaban rastro ni despojo de tal, aunque mirando el circuto con la luz de algunas hachas de cera y manojos de paja que encendieron y de que iban prevenidos antes, slo la cruz que en las manos le haba dejado al despedirse dl el galiciano caballero y el hoyo abierto y desembarazado y puesto en el mismo lugar, de donde para drsela la quit, y al pie de